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INTRODUCCIÓN
En ese trabajo se analizan los nuevos retos que debe asumir el docente, frente a las
demandas de la sociedad, en el contexto de la globalización, la revolución de la
información y la comunicación, y el valor del conocimiento como verdadera ventaja
competitiva de las organizaciones contemporáneas.
Las nuevas realidades asociadas con la transición hacia el tercer milenio
(neomilinización) en que se debe desempeñar el sistema educativo, se caracteriza por
procesos de cambios acelerados e incertidumbre en todos los órdenes del acontecer
humano. Estamos pasando de una sociedad industrial a una sociedad del conocimiento, que
enfatiza la innovación, la educación de calidad, la creatividad y el conocimiento tácito, en
un mundo globalizado, caracterizado por la preeminencia del desarrollo científico-
tecnológico, en particular en lo que se refiere a las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación (NTIC).
El Fenómeno de la Globalización
La globalización (o mundialización, como prefieren decir los franceses) puede ser
entendida como un proceso particular de interrelación e integración progresiva de los
países, a nivel planetario, producto del nuevo orden económico internacional y de la
revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, con el propósito de
intercambiar bienes y servicios.
La globalización es una manifestación, en grado sumo, del principio del libre
comercio de la teoría económica del neoliberalismo, según la cual las relaciones
comerciales, expresadas mediante la relación de la oferta y la demanda de bienes y
servicios, sólo las regulas el mercado. Se asume que todos los países pueden competir en
igualdad de condiciones. Al respecto, existen dos posiciones contrapuestas. En primer lugar
están los optimistas, quienes tienden a acreditar la idea de que la desregulación de los
intercambios comerciales y la total libertad de mercado producirán inevitablemente un
mejoramiento universal del nivel de vida y darán lugar a sociedades más justas para todos.
Esta es la visión de los países industrializados, tales como: USA; CEE y Japón.
Por otro lado, están quienes tienen serias dudas sobre las supuestas bondades de la
economía globalizada. Al respecto, Cassen (1997) señala que lejos de reducir las
desigualdades, la globalización de los intercambios las acrecienta, tanto entre naciones,
como dentro de ellas. El agrega que en los llamados países ricos, nadie discute la cada vez
mayor polarización de los ingresos y de la riqueza, la cual se produce incluso dentro de los
mismos países.
Pese a que de la globalización se ha destacado fundamentalmente su dimensión
económica, dicho fenómeno no se agota en las relaciones comerciales abiertas, sin
fronteras, entre los países, sino que trasciende a lo político, social y cultural entre los
mismos. Mato (1995) considera que la globalización contribuye al aumento y
diversificación de los flujos migratorios; difusión del uso de nuevas tecnologías de
procesamiento de datos, imágenes visuales y sonidos; densificación de las redes de
comunicación de datos y de los medios de difusión masiva de información; nuevas redes
mundiales de relaciones gubernamentales y no-gubernamentales; mercantilización de
símbolos étnicos; politización global de la etnicidades y del ecosistema.
A pesar de lo evidentemente controversial del fenómeno de la globalización, ella
está en proceso y, todo parece indicar que, no se trata de una moda o de un hecho pasajero.
Ella existe y es independiente de que nos guste o no. Es necesario concientizarnos de su
presencia, aprovecharnos de sus ventajas para avanzar en nuestro proceso de desarrollo y
anticipar las soluciones adecuadas a los aspectos indeseables de la misma, los cuales no se
pueden obviar.
Esta nueva sociedad demanda un egresado del sistema educativo con un nuevo perfil
y para ello se requiere no sólo de cambiar las prácticas pedagógicas tradicionales de los
docentes, por otras más adecuadas a los nuevos tiempos, sino que, primero que todo, es
necesario cambiar la manera de pensar sobre el mundo, la sociedad, la educación, la
función docente y, en definitiva, el ser humano. Este planeamiento se fundamenta en la
noción de que sólo modificando la manera de pensar sobre las cosas, podemos actuar de
una manera distinta, divergente, novedosa y, en consecuencia, lograr resultados
cualitativamente mejores que los obtenidos actualmente o en el pasado reciente. El repensar
la función docente implica:
1. Considerar nuevos roles, tales como los de comunicador, mediador, tutor, coach,
facilitador y estratega;
2. Integrar el conocimiento tácito (derivado de la experiencia previa, los hábitos de
crianza, la empresa, la iglesia, en la vida diaria) con el conocimiento explícito
(basado en el currículo formal);
3. Enfatizar más en el aprendizaje centrado en problemas que en la enseñanza de áreas
temáticas (listas de contenido);
4. Privilegiar la construcción del conocimiento, con base en la diversidad de fuentes de
información, frente a la transmisión unilateral de información que tiene al docente
como la fuente del conocimiento por excelencia;
5. Establecer un balance adecuado entre los siguientes objetivos del educación prevista
por la UNESCO para el presente siglo como son: aprender a comprender, aprender a
hacer, el aprender a ser y a aprender a convivir.
6. Desarrollar tecnologías didácticas adecuadas, las cuales, una vez validadas, le
confieren al docente la posibilidad de ser autor y no sólo consumidor de materiales
instruccionales.
7. Considerarse a sí mismo como un aprendiz permanente, más que un profesional
acabado.
8. Entender que el aprendizaje hoy día trasciende los límites físicos de la escuela.
9. Enfatizar el aprendizaje de experiencias significativas para la vida del estudiante y no
sólo información teórica y descontextualizada.
10. Comprender que el mejor método de aprendizaje no es la exposición, por muy clara
que ella sea, sino el modelaje de comportamientos deseables de a cuerdo con la
realidad.
Las nuevas estrategias instruccionales debería enfatizar el desarrollo de habilidades para
el pensamiento, reflexivo, creativo y práctico; el aprender a aprender, el aprendizaje
permanente, aprovechando las oportunidades que ofrecen las tecnologías de la información
y la comunicación, las cuales hacen que el acceso al conocimiento desde cualquier lugar y
en cualquier tiempo eliminándose así el imperativo geográfico del sistema educativo. De
esta manera el ingreso al mismo se ve como el inicio de un proceso de aprendizaje que no
termina nunca y no como el ciclo que nos prepara para la vida. La necesidad del
conocimiento se amplía a todos los espacios y a lo largo de toda la vida, por tanto los
espacios educativos deben dejar de ser cerrados y verticales, para convertirse en abiertos,
continuos y diversificados.
En relación con la incorporación de las tecnologías de la información y la
comunicación como recursos para el aprendizaje, es importante recordar su carácter
instrumental y como tales no garantizan, por sí mismos, un cambio cualitativo en la
educación. Ello sólo será posible cuando, al reflexionar sobre la educación que
necesitamos, pensemos en cuál es el tipo de hombre que deseamos formar y para qué
sociedad y, en función de ello, redefínir los fines de la educación y su expresión concreta en
un nuevo currículo en cual, en todo caso, deberá ser abierto y flexible, a fin de facilitar su
adaptación permanente a los cambios del entorno.
En otras palabras, estas tecnologías serán de utilidad, como recursos didáctico, en la
medida que las mismas sean integradas al currículo, tanto en su fase de diseño como en la
de administración en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En este último caso,
corresponde al docente hacer la mejor selección e integración de tales recursos en función
de los objetivos de aprendizaje que se deseen promover y lograr en el estudiante.
REFERENCIAS
Drucker, P. F. (1999). Los desafíos de la gerencia para el siglo XXI. Bogotá: Norma.