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Yo creo que sus hermanos, esta tarde, deben no solamente orar por el
eterno descanso por nuestra querida difunta, sino sobre todo, recoger este
mensaje que hoy todo cristiano deba de vivir intensamente. Muchos nos
sorprenden, piensan que el cristianismo no se debe de meter en estas cosas,
cuando es todo lo contrario. Acaban de escuchar en el evangelio de Cristo que
es necesario no amarse tanto a s mismo, que se cuide uno para no meterse en
los riesgos de la vida que la historia nos exige, y, que el quiera apartar de s el
peligro, perder su vida. En cambio, al que se entrega por amor a Cristo al
servicio de los dems, ste vivir como el granito de trigo que muere, pero
aparentemente muere. Si no muriera se quedara solo. Si la cosecha es, porque
muere, se deja inmolar esa tierra, deshacerse y slo deshacindose, produce la
cosecha.
Esta es la esperanza que nos alienta a los cristianos. Sabemos que todo
esfuerzo por mejorar una sociedad, sobre todo cuando est tan metida esa
injusticia y el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que
Dios nos exige. Y cuando se encuentra uno, pues, gente generosa como doa
Sarita, y su pensamiento encarnado en Jorgito y en todos aquellos que trabajan
por estos ideales, hay que tratar de purificarlos en el cristianismo, eso s,
vestirlos de esta esperanza del ms all; porque se hacen ms fuertes, porque
tenemos la seguridad que todo esto que plantamos en la tierra, si lo
alimentamos en una esperanza cristiana, nunca fracasaremos, lo
encontraremos purificado en ese reino, donde precisamente, el mrito est en
lo que hayamos trabajado en esta tierra.