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Breves impresiones de La pedagogía del oprimido de

Paulo Freire
En el ensayo La pedagogía del oprimido apreciamos como Paulo Freire construye una
narrativa a partir de conceptos que van desglosando la realidad latinoamericana a partir
de la dicotomía entre opresores y oprimidos, los primeros, miembros del poder,
explotadores por excelencia, señores de una guerra silente en algunos segmentos,
explícita y salvaje contra los marginados, desposeídos, aquellos que terminarán sus días
en la más inocua de las miserias.
Crear una pedagogía de los oprimidos, es imperante para que estos reflexionen a partir
de su realidad, la cual está distorsionada, acallada, tergiversada por los dispositivos de
control de la pedagogía oficial. De ahí saldrá un hombre radical, un hombre nuevo,
alguien que ha sido violentado por los opresores, los explotados, que han negado de
manera sistemática la libertad, concepto desarrollado con gran complejidad por Freire,
quien se alimenta de las ideas de Hegel para darle un importante matiz de fuerza que le
permita al pueblo no sólo pensarla, sino desarrollarla por una profunda reflexión del
pueblo, la que llevará de manera indudable a una acción, en la cual se establece el
prisma de la violencia, sostén de los opresores, quienes, bajo el velo tupido de su
hipocresía galopante negarán y rechazarán a partir de una falsa generosidad, la cual será
el sello para dar una legitimidad que sustente no sólo el sistema de los oprimidos, sino,
que rechazará cualquier intento de violencia por parte de los explotados.
Podríamos decir que la tendencia sádica de los opresores es la configuración por parte
de los que dominan –ya sean estos explotadores, capitalistas, gobiernos, y poderes
fácticos- es de crear a seres humanos-objetos, los cuales vienen a satisfacer todos los
placeres de los opresores, una suerte de principio de realidad sustentado en una
sustancia viscosa de dolor y sufrimiento que viene a construir la inanimación del pueblo
explotado. Aquí devendría aquello que Freire señala como la conciencia colonizada, la
del pueblo, que no es capaz de verse a ellos como sujetos, quienes ya asumieron sus
existencias como objetos de otro, los cuales no pueden ni deben ser más, porque para
eso están los explotadores, los que tienen “derecho” a la vida, los que permanentemente
subjetivizan la realidad, sacando del mapa todo intento, toda reflexión y construcción de
una objetividad que rasguña las conciencias de los oprimidos.
Freire sostiene la deshumanización que se genera en la vida de los oprimidos; la
desesperanza aprendida que corroe la existencia del pueblo. Es ahí cuando la pedagogía
del oprimido es la praxis que construye una acción que lleva a buscar la libertad no
como se entiende desde los opresores, quienes creen que consiste en explotarlos a todos
para satisfacer sus necesidades, manteniendo el establecimiento de un orden por medio
del control y la represión. (La represión que nos señala Freire en el texto, distingue
bastante de la que hoy vivimos, una represión tolerante por medio de afiches
publicitarios, sonrisas burócratas, y fuerzas especiales que velan por la seguridad
nacional). No, esta idea de libertad será una construcción histórica, que nacerá desde el
seno de un pueblo el cual superará su contradicción existencial de ser los oprimidos, y
de tener a los represores en sus construcciones psíquicas; un pueblo que liberará,
también, a los opresores, que superará la dicotomía trágica en la cual unos explotan a
otros, para abrir las venas a una humanidad que supere la lucha de clases y la
enajenación.

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