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Revista de Cultura Neale eae) cea) 2COMO NARRAR LA HISTORIA? CATALOGOSN RL De nuestro fondo editorial J. Gelman, Si, dulcemente, Ed. Lumen 4. Gelman, Hechos y relaciones, Ed. Lumen E. Kant, Transicion de los principios metafisicos de | a Ciencia Natural 2 la Fisica, Editora Necional de Espafa E. Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Ed. Siglo XX E, Galeano, Memorias del fuego, Ed. Siglo XX! J. Lacan, Eserites (dos volimenes), nueva edicién | corregida y sumentada, Ed. Siglo XXI | | U, Eco., El nombre de la rosa, Ed. Lumen | Varios autores, Modos de produccion en América Latina, Ed, Siglo XX1 D. Vilas, Las dueiias de la tierra, Ed. Origenes E, Galeano, Dias y noches de amor y de querra, Ed. Catélogos J. Amicola, Astrologia y fascismo en la obra de | | Arlt, Ed. Weimar ©. Marx, El capital, ocho volimenes, Ed. Siglo XX! D. Viflas, Cuerpo a cuerpo, Ed. Siglo XX1 Varios autores, Legados de! monetarismo, Ed. Solar Revistas Nueva Sociedad, Critica & Utopia, Ultimo Reino, CEDES, Escrita. L.Mercier Vega, Autopsia de Peron, Ed. Tusquets N. Bussiinger, Armonia de fragancias, Ed. Tusquets A. Vallejo, Para una epistemologia del psicoansliss, Ed, Seibal PIDALOS EN SU | LIBRERIA et PUNTO DE NISTA ANO VII, NUMERO 22 Diciembre 1984 Consejo de direceién: Carlos Altamirano José Aricé Maria Teresa Gramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora: Beatriz Sarlo Diagramacién: Carlos Boccardo Suscripciones: Suscripcion en la Argentina: un ato: $a 1.000.— Suseripci6n en el exterior: seis nimeros por correo aéreo: uSs25 Los dibujos que ilustran este nimero pertenecen a la expo- sicion realizada en México, en 1982, por Henry Moore Punto de Vista recibe toda su correspondencia, cheques y Biros a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49 (B), Buenos Aires, Argentina, Punto de Vista fue compuestaien Estudio Century, 48-0166. Peliculas: Carlos Tirabassi, 921-1723. Impresa en los Talle- res Graficos Litodar, Viel 1444, Buenos Aires. Hecho el depdsito que marca ia ley. Registro de propiedad intelec- ‘ual en trimite. Carlos Altamirano LAICISMO “Ese espiritu representa... la experiencia del mun- do, ese sentido de la realidad al que pertenece tam- bign el pensamiento.” P ara qué volver a una nocidn de eco decimondnico y que s6lo recuerda, en los que ya tenemos aiios para eso, las contiendas por el art. 28 en el primer afo del frondizismo? No estoy pensando, sin embargo, en el mono- polio estatal de la ensefianza ni en resucitar la ideologia po- sitivista que ha acompaiado habitualmente a la reivindica- cin del espiritu laico. En cuanto 2 aquella controversia sobre Ia ensefianza libre (0 privada), los que recordamos ¥, Sobre todo, los que ingresamos a través de ella en el mun- do de Is politica estudiantil, sabemos que su interts se con- sumid ripidamente. Bien pronto, otras cuestiones ocupa- ron el primer plano (incluso dentro del reformismo univer- sitario movilizado contra la habilitacin de las universidades, Privadas): la “batalla del petroleo", la. industrializacion pesada y el capital extranjero, el Plan Conintes.., es decir todas aquellas cuestiones en toro a las cuales se consi maba lo que por entonces se llamé la “traicion de Fron- dizi”, En el propio campo universitario el debate sobre 1a reaccidn clerical fue dejando paso a otros temas y en la figura del “cientificismo™ se hallo el correlato de la penetra- cién imperialista en la cconomfa, (Algin dia habri. que analizar todo cuanto se puso bajo el rotulo de cientificis- mo y todo cuanto se puso en su critica.) Finalmente, ta emergencia de wn progresismo catdlico con impulsos radi- ceales e inclinado al didlogo con la izquierda, cuando no 2 disputarle el sentido de la transformacion de la sociedad, volvié completamente anacronico, ya a mediados de los 60, cl alineamiento laico de 195% No tengo, pues, la intencién de suscitar querellas viejas, aunque creo que valdria la pena un anilisis historico de ex tas vicisitudes de la cultura argentina de los altimos veint cineo afios (de ta cultura de los intelectuales, al menos: ‘no quiero istitar a los especialistas en Cultura popular), Hay algo, sin embargo, que las palabras Iaicismo 0 laico evocan ¥ que quiero rescatar: la negativa a conceder a alguna ins- ‘tucion, doctrina o autoridad el lugar de guardianes de la verdad 6 del sentido de nuestra existencia como colectt- vidad nacional, por un lado, y el estimulo, por el otro, a la plena secularizacién de ia vida social y de la cultura, No $e trata entonces, y como es obvio, ni de la religion sidad ni de los valores religiosos. Tales valores no slo for- man parte del tejido de nuestra cultura, sino que dinica- mente alguna especie trivial y fanatica de positivismo po- dria imaginar una campaa de “csclarceimiento™ para esalojarlos, Pero no hay ningin peligro més alejado que Th. W. Adomo, éste en la Argentina de hoy. De lo que se trata, en todo ca- 30, ¢5 de la institucion y de la autoridad que asumen la representacion oficial de esos valores para reivindicar. el derecho exclusivo a inspirar los principios de la cultura y Ja moral colectivas. De eso se trata hoy, cuando se obser- va, tras la restauracion de las instituciones de la demoera- cia politica, a la conservadora cipula de la Iglesia Catéti- ca argentina nuevamente instalada en el centro de la vida publica, censurando, ejerciendo presiones mas © menos discretas, y reclamando para si Ia custodia del orden moral y de la nacionalidad, Y resulta deprimente comprobar con ‘uinta facilidad se le concede ese lugar. Basta reparar en el embarazo que provoca en Ia mayoria de los partidos Politicos el tema del divorcio, para no hablar de los funcio- narios del gobierno (los divorciados incluidos). No podri decirse que la Iglesia obtuvo exe reconoct miento porque fue un foco protector o de disidencia con- ‘ra cl autonttarismo y la represion salvaje durante el dlti- mo régimen militar. Sélo algunas parroquias, aqui y alli, ¥ unos pocos sacerdotes, que todo el mundo conoce, ha- blaron y actuaron con dignidad y coraje en esos afios. Con el resto, y se contaban en é1 a los mis autorizados portavo- ces del ‘clero local, la dictadura mantuvo fluidas relacio- ries, (No es necesario referirse a los que exaltaron las proc- zas de nuestros “sefiores de la guerra”) Del experimento Politico reaccionario que se inicio en 1976 y que no dej6 institueién ni tejido de la sociedad civil sin afecter, tnica- mente la Iglesia emergio reforzada en el papel que se atri- buye. Asi se halla ahora, como foco de resistencia a la se- cularizacion de las relaciones sociales y de nuestros modos de vida, més preocupads por el divorcio, por el avance de siertos funcionarios en reas que considera de m1 compe- tencia 0 por los especticulos del Teatro San Martin, que Por la barbarie de 10s aitimos anos. EI hecho de que la Iglesia recupere, 0 mantenga, desde hhace décadas y sin que importen demasiado las vicisitudes historicas, su papel de tutela ¢ intérprete privilegiado del orden moral, con el poder informal pero efectivo de apro- bar, censurar 0 pronunciar vetos de significado politico, no es ajeno a Ia afinidad que el integrismo de su prédt ca encuentra en otros “integrismos” extendidos en la socie- dad y la cultura argentinas. No es necesario insistir sobre el caso demasiado clocuente de las fuerzas armadas y el mundo ideolégico que reina hasta ahora en ellas, para cuya comprension, digamos al pasar, no basta remitirse ala “doc- trina de Ja seguridad nacional”. En la sociedad civil hay otras formaciones culturales, con fuertes impulsos integris- tas, y cuya imagen de la naciénacomo comunidad orgénica = alimenta del recelo cuando no de la hostilidad ante las innovaciones tanto politicas como ideoldgicas. Estas son percibidas y encaradas como amenazas abiertas 0 latentes al nicleo de la nacionalidad, un niicleo que debe ser culti- 1 vado y defendido permanentemente porque esta permanen- temente bajo el asedio de “ellos”, ¥ “cllos” no son dnica- mente los extranjeros, sino también quienes, en labor acaso mis inddiosa, adoptan categorias 0 toman ejemplos de culturas ¢ instituciones contrarios @ la tradicion nacio- nal, que no es sino ung, la verdadera, Ia Tradicion por excelencia. Esta imagen integrista de la nacion ticne dife- rentes registros y puede ser ciltivada con recursos inte- lectuales de la mas variada procedencia, pero las signifi caciones que producen siempre son remitidas a exe fondo orginico de donde procederian las tinicas significaciones verdaderas. Las otras significaciones son falsas, al menos nacionalmente falsas, porque estin fuera de lugar y, preci- samente, porque son de otros lugares, Pues bien: en estas formaciones culturales que reclaman para si, para sus sim- bolas y para sus intérpretes el sentido de nuestra existencia colectiva, suelen hallar correspondencias y_afinidades los lamados’ contra la secularizacion y los peligros de la liber- tad cultural De todo esto se trata, en primer lugar, cuando hablo de recobrar aquella actitud laica que se niega a reconocer en ninguna autoridad, doctrina, etc., cl papel de portadores exelusivos y excluyentes de la verdad o del sentido de nues- tra vida histOrica como sociedad nacional. Es una accp- cin puramente negativa o critica, si se quiere, del laicis- ‘mo, aunque pienso que se halla asociada a una imagen de la cultura: la que la concibe como experimentacion y co- municacién de valores heterogéneos, pero también como conflicto ¢ interrogacion critica de esos valores. No es la imagen de un espacio neutro, ajeno a los intereses sociales y sin comunicacin con los dilemas de la existencia colec- tiva, pero si resstente a la politizacion inmediata 0, més bien, resistente a esa visibn unidimensional de la cultura pa- ra la cual ésta no es mAs que otro escenario de la politica, de donde extrac no slo sus apuestas sino también si 16- fica. Si bien la tendencia a traducir en clave politica todas las significaciones culturales ha desempefiado una funcion revulsiva ¢ innovadora, su ritualizacion la ha levado a en- contrar en todo nada mas que lo que busca: diferentes ver- ssones de la misma frase, Casi indefectiblemente sucle ser portadors de lo que W. Guilherme dos Santos denomina concepcion totalitaria de la verdad, resumiéndola en dos proposiciones: “a) las verdades particulares se integran para formar una verdad total; sélo en Ja medida en que el six tema de verdades es é1 mismo verdadero, estara garantiz2- da la veracidad de cada una de las verdades particulares del sistema; vieeversa, ninguna de las presuntas verdades par- ticulares puede revelarse falsa sin falsificar todo el sistem: b) cada verdad particular sobre un fendmeno particular contiene toda la verdad, es decir, no hay nada verdadero sobre un fendmeno particular ademés de la verdad particu- larmente establecida”. Seria dificil identificar la actitud laica esbozada mis arriba con el liberalismo argentino “realmente existente”. Faniticos del mercado y obsesionados por suprimir todo Jo que consideraban el legado politico y cultural del pero- rnismo, intolerantes frente a todas las formas de disidencia y etitica ideologicas cuya emergencia indicaba que, des pués de todo, nuestro pais integraba el mundo contempo- Hineo, la mayoria de sus exponentes ha reclamado, una otra vez durante décadas, el sacrificio de las libertades ci viles para poner a la sociedad en su quicio “natural”. Hasta la intervencién militer de 1976, cuya marcha acompafiaron durante buen trecho no sblo los “pragmiticos” sino tam- ign los “doctrinarios” del liberalismo local, quienes inics- mente opusieron sus reservas cuando la gestion econdmica se apartaba de la ortodoxia o cuando el régimen buscaba negociar con los representantes de un pasado (la Argentina posterior a 1945) que debia dejarse atzis. Todo lo demés, la represion y la degradacion cultural, fue pasado por alto, cuando no abiertamente legitimado, Ain hoy es dificil Saber si este sector del mundo politico ¢ ideologico se he 2 democratizado efectivamente, si ha aceptado, al menos, que el principio det sufragio universal reconoce la capacidad de todos para expresar una voluntad digna de pesar en la orien- tacin de las politicas de gobiemo, De cualquier modo, re- saltaria imposible asociar, aunque suele hacerse, ¢! laicis- mo cultural con una ideologia que aqui ha sido, antes que nada, una de las formas de codificacion del conservaduris- mo social y politico, En general, nuestros liberales sblo se han batido y se baten desde hace demasiado tiempo finica- mente por aquellas innovaciones que liberen al eapitalismo de todo control pablico. Y culturalmente no han hecho mis que la prédica de los valores del “individualismo po- sesivo”. Tradicionalmente, 1 concepto de izquierda estuvo aso- ciado al de laicismo, A tal punto, que esa unidad parecia natural antes que manifestacion de una constelacion his- tOrico-cultural que sc alimentaba de cierta imagen de la ciencia y del progreso: la primera como factor inequivo- camente liberador (de la supersticion y del mito), el segun- do como marcha ascendente hacia un fin de la historia (una teleologia), de acuerdo a leyes objetivas que fijaban el sen- tido de cada etape o forma de la existencia social. Pero el curso del siglo XX no ha hecho mis que trabajar para poner ‘en crisis esa constelacion y sus presupuestos, En primer lu- gar, se ha vuelto mds compleja la idea y la realidad de la icncia (que aparece, en verdad, més como una red de s2- beres y técnicas cognostitivas que como un sistema), y iis critica la conciencia acerca de la necesidad de contro- lar politica, pero también moralmente, sus miltiples usos. En segundo lugar, la nocién de progreso se tomd también problemitica desde que los cambios no tomaron la misma Gireccion ni siguieron la misma linea, y con frecuencia se encontraban entre sus victimas aquellos a quienes esos cambios debian redimir. A estas sorpresas de la historia de- ben agregarse las que produjo la propia izquicrde allf don- de el socialismo alcanz6 el poder y provocé transformacio- nes enormes que trastrocaron el viejo orden, pero acabaron dando forma a unEstado totalitario, De todo esto se trata, también y finalmente, cuando pienso en la necesidad de una posicién resueltamente Jai ca en fa cultura argentina y en la consideracion de los pro- bblemas de nuestra sociedad. La cuestiOn concieme a Ia iz- quierda y creo que Gnicamente la izquierda no tiene para perder en ese esfuerzo otra cosa que las cadenas de una vision determinista y teleolbgica del proceso social. Si la izquierda ha de ser un factor de innovacion cultural y po- Iitica, por los temas que plantea y por las opciones que pro- pone, necesariamente debe secularizar su propia cultura, incorporando la ‘reflexion sobre aquellas sozpresas que 1a historia le reserva muchas de sus certidumbres constitu- tivas y desprendiéndose de la idea totalitaria de verdad con Ja que alin se identifica, (Los celadores ideoldgicos y otros espiritus precavidos han colocado cerca de estos problemas el espantapijaros de la socialdemocracia pare ahuyentar los peligros de la reflexin.) Quizas se piense que nada de esto es actual ni significativo en une sociedad como la ‘muestra que tiene otros problemas urgentes y decisivos, co- ino el de la dependencia y sus efectos (pobreza, inestabi- tigad cronica, etc.). Sin embargo, si la dependencia ha de ser algo mds que el lugar comiin de una jerge ritual que nos fexime de todo anilisis consistente porque encuentra en ella la causa universal de todos nuestros males, su enfoque de- beria ser tambitn Iaicizado, es decir liberado del magma ideologico donde hoy se halla incorporado. Le seculariza- cidn de la propia cultura no significa para nada que solo haya que atenerse a Jo existente, renunciando @ la formu- lacion de metas y a la imagen movilizadora de la sociedad justa, sobre todo si se tiene de ella la sobria definicion de Castoriadis: “Una sociedad justa es una sociedad en que la question efectiva de la justicis efectiva, esti siempre efec- tivamente abierta”, Edward Said RECUERDO DEL INVIERNO No hay tranquilidad como la que sentimos en los escena- ios donde hemos nacido, donde empezamos a querer los objetos antes de conocer el trabajo de la elecci6n, y donde el mundo exterior parecia slo una extension de nuestra personalidad. George Eliot, £1 molino sobre el Floss E | exilio es la grieta insalvable producida por la fuerza entre un ser humano y su lugar de nacimiento, entre el yo y su verdadero hogar. La desdicha esencial de esta rup- ‘ura no puede superarse. Ciertamente existen historias que presentan al exilio como una condicion que abre Ia vida episodios heroicos, rominticos, sloriosos y hasta triunfales. Pero son sblo historias, esfuerzos para vencer Ia invalida desdicha del extraamiento. Los logros de cualquier exila- do estan permanentemente carcomidos por su sentido de pérdida, Si el verdadero exilio es una condicibn de pérdida, or qué sé lo ha transformado con tanta facilidad en un motivo potente y enriquecedor de la cultura modema? Una razon es que nos hemos acostumbrado a pensar a la modemidad como un periodo alienado y espiritualmente huérfano. Vivimos en la era de la angustia y de la multitud solitaria. Nietzsche nos enseRid a sentirnos incbmodos fren- te a la tradicién, y Freud, a considerar la intimidad domés- tica como mascara civiizada de la cdlera parricida e inces- uosa. La modems cultura occidental surge, en gran parte, del trabajo de exilados, émigrés, refugiados. El pensamiento es- tético, académico ¢ intelectual norteamericane es hoy lo que 6 a causa de los refugiados del fascismo, del comunis- mo y de otros regimenes entregados a la opresion y expul- sion de sus disidentes. Piénsese en Einstein y su impacto sobre nuestro siglo. O en pensadores politicos como Mar- ‘aise, George Steiner planted una vez que toda una zona de 1a literatura del siglo XX, literatura escrita por y sobre exi- lados —Beckett, Nabokov, Pound, entre otros~ refleja la “era del refugiado”. En la'introduccibn a su libro Extrate- rritorial Steiner escribia: “Parece logico que quienes produ- cen arte en una civilizacion casi barbara, la causa de tantos hombres sin hogar, sean poetas despojados, que deambulan a través del lenguaie. Excéntricos, distanciados, nostilgicos, deliberadamente extemporincos..", En otros tiempos y lugares, los exilados tuvieron simila- res visiones transacionales y mezcladas, sufrieron las mis- mas frustraciones y desgracias, realizaron las mismas tareas criticas y dilucidadoras. La diferencia entre estos exilados del pasado y los de nuestra época es, por supuesto, de es cala. La guerra modema, el imperialismo y las ambiciones casi teologicas de gobemnantes totalitarios son los respon- sables, La nuestra cs, sin duda, la época del refugiado, de os hombres desplazados, de la inmigracin masiva Pensado en este marco amplio impersonal, el exilio no puede funcionar como un ténico. Considerario impul- so benéfico del humanismo y la creatividad, supone empe- ‘quefiecer sus mutilaciones, El exilio modemo es imemedia- Dlemente secular e insoportablemente historico. Producto de seres hhumanos sobre otros seres humanos, desgarra a millones de las fuentes de su tradicién, de su familia y su seografia. Ver a un poeta en el exilio ~y no sblo leer la poesia det exilio— es captar 2 las antinomuss del exilio materializadas y sufridas. Hace algunos afios, me encontré con Faiz Ahmad Faiz, el més grande de los poetas urdu. Se habia exiliado de Pakistin después del golpe militar de Zia ul-Haq y habia encontrado un lugar en las ruinas de Beirut, Sus mejores ‘amigos eran palestinos; sin embargo senti que, pese ala aft nidad espiritual, algo no se combinaba del todo: la lengua, las potticas, la historia de vida. Solo una vez, cuando Eabal ‘Ahmad, un amigo paquistani también exilado, legé a Beirut, Faiz parecio superar est extrafiamiento que estaba siempre inscripte en su rostro. Los tres pasamos una noche en un sucio restaurante y Faiz recitd para nosotros. Después de un rato, tanto él como Eqbal dejaron de traducizme los versos, pero esto carecid de importancia, Lo que vefa no necesitaba traduccidn: sobre la obstinacion y Ia pérdida asomaba el regreso al hogar, como dici¢ndole exultantemente a Zia: “Aqui estamos”. ¥ sin embargo, era Zia quien estaba en la patria Los poctas cxilades objetivan y prestan dignidad a una condicién penseda para negirsela. Para comprender el exi- lio como una de las formas del castigo politico, es necesario recorrer tertitorios de la experiencia que estén mis alli de los de Ia literatura, Es necesario poner a un costado a Joy- cc, Nabokov e incluso Conrad, quienes escribieron sobre cl exilio con dramatismo, pero de un exilio sin causa ni razon. Piénsese en cambio en las masas para las que fueron creadas las instituciones de las Naciones Unidas, en los re- fugiados sin refinamiento, postedores sdlo de sus nfimeros Y Sus tarjetas de racionamiento. Paris es famosa por atraer exilados cosmopolitas; pero es también la ciudad donde hombres y mujeres de los que no sabemos nada pasaron aos de desdichada soledad: vietnamitas, argelinos, cambo- yanos, libaneses, senegaleses, peruanos. Piénsese también ‘en El Cairo, Beirut, Bangkok, México. Los nimeros sin es- peranza crecen a medida en que erece la distancia respecto del mundo atlantico; crece el abandono, Ia miseria compri- mida de los indocumentados sin historia narrable. Para re- flexionar sobre los haitianos exilados en América, los nati- ‘os de Bikini en Oceania, o los palestinos en el mundo ara- be, €5 preciso dejar el modesto refugio de la subjetividad, del arte, y volvernos hacia las abstracciones aritméticas de Ja politica de masss. Negociaciones, guerras de liberacion nacional, pueblos arrancados de sis casas, estibados en ‘@mmnibus 0 avanzando a pie hacia campos de refugio en Jos valores eran claros, las identidades, estables, y la vida, tocada por la permanencia. La novela curopea se funda, precisamente, en la experiencia opuesta: la de una sociedad cambiante cn la cual un héroe de clase media, itinerante y desheredado, trata de construir un nuevo mundo que, de algin modo, se parezca al viejo que ha quedado atris para siempre. En lu épica no hay mundo 0/70, sino silo la final dad de éste. Odiseo regresa a Itaca después de aos de vaga- bundeo; Aquiles muere porque no puede escapar a su des. .tino, La novela, en cambio, existe porque pueden existir ‘otros mundos altemativos para los especuladores burgueses, Jos vagabundos y los exilados. ‘Aunque les vaya bien, los exilados son siempre exeéntri- cos que sienten su diferencia (que frecuentemente explo- tan) como una suerte de orfandad, Quien carece realmente de hogar considera la costumbre de denunciar extraflamien- to en todo lo modemo como una afectacion, un desplie- gue de actitudes a la moda. Aferrado a la diferencia como aun arma que usaré con voluntad férrea, el exilado insiste celosamente en su rechazo a pertenecer, Esto se traduce por lo general en una intransigencia que no puede ser facilmente pasada por alto. La obstinacién, la exageracion, son estilos caracteristicos del exilio, métodos para obligar al mundo a aceptar la vision del exilado —vuel- ta, de todos modes, inaceptable porque, en realidad, no se quiere que sea aceptada—. Después de todo, pertenece al exilado, La compostura y la serenidad son los rasgos mis ajenos al trabajo de los exilados. Los artistas exilados son desagradables y su terquedad es transparente, incluso en sus mejores obras. La vision de Dante en la Divina comedia es tremendamente poderosa en sus detalles y en sa universi dad, pero incluso la paz beatifica alcanzada en el Paraiso leva as huellas del juicio vengativo y severo del Infierno. Sélo un exilado como Dante, desterfado de Florencia, usa a la eternidad como lugar dondt se compensan viejos ple tos. La literatura del exilio tiene un lugar junto a le literata- ra de aventuras, educacién y descubrimiento, como topor de la experiencia humana. {Como sucedi6 esto? {Se trata del mismo exilio que deshumaniza y lega, incluso, a matar? 40 estamos ante una variante mis benigna? Esta ditima suposici6n es, segin mi entender, la verda- dera. Como clemento de la tradicién cristiana y human{s- tica de redencién a través de la pérdida y el sufrimiento (y 6 la literatura occidental cs parte de sa tradicon), el exilio hha jugedo un importante papel. No casualmente Virgilio fue el guia de Dante, y a la visin, en la Eneida, de una Tro- ya humeante y destruida sucede la fundacion de Roma, ‘Aunque no tengamos dudas frente a los dolores del exilio de Petrarca o la tristeza de Eneas ante su lejana Troya, sa- ‘bemos que son el preludio de algo mds grande y més impor- tante. El exilio, entonces, es una experiencia que debe so- Portarse para alcanzar una identidad restaurada, elevada 4 un nivel mis alto y significativo, Esta vision redencionista del exilio es, en primer lugar, religiosa, aunque puede ser reclamada por diversas culturas, ideologias politicas, mito- logias y tradiciones, El exilio se convierte as{ en la precon- divin necesaria de un estadio mejor. Esto puede verse en los relatos del exilio de una nacién antes de lograr un Es tado, 0 el exilio de un profeta que es previo a su retorno triunfal. Moists, Als, Jess Gran parte del interés contemporineo en el exilio puede remitirse a la nocion de algin modo vaga de que los no exi- lados pueden participar en los beneficios del exilio a través ‘de la redencion. No se trata aci de rechazar esta idea, Porque tiene algo de plausible y verdadera. Como los estu- diantes itinerantes de la edad media o los esclavos sabios levados de Grecia al imperio romano, los exilados —los ex- cepcionales~ leudan el espacio que los rode. Y natural mente “nosotros” nos concentramos en subrayar el aspecto iluminador de “su” presencia, olvidando sus miserias y sus demandas, Pero contemplado desde la sombria perspectiva politica de las actuales dislocaciones masivas, el exilio indi- vidual nos fuerza a reconocer el destino tragico de la pérdi- da del hogar en un mundo invariablemente despiadado, Una generacion antes que la nuestra, Simone Weil plan- ted el dilema del exilio con tremenda concisién. Aun no compartiendo, como es mi caso, su programa esencialmente religioso para que “crezcan las raices”, su reconocimiento del exilio no ha perdido fuerza. “Estar arraigado”, escribi6, Weil, “es quizés la més importante y menos reconocida necesidad del alma humana”. Sin embargo, Weil también pensb que la mayor parte de ‘los remedios frente al desa- Fraigo, en esta era de guerras mundiales, deportaciones, y exterminios masivos, es tan peligrosa como aquello que 3 pretende curar. De todos ellos, el Estado —o, mis exac tamente, ¢l estatismo— es uno de los mis insidiosos, en la medida en que la estadolatria tiende a suplantar todo otro exo humano. Weil expone de manera nueva el complejo de presiones y limites que se ubican en cl centro de la situacién de exi- lado. Alli esté esa realidad de aislamiento y desplazamiento, que produce el narcisismo masoquista, resistente a todos los esfuerzos de mcjora, sculturaeion y comunidad. En este extremo, el exilado puede convertiral exilio en un fe- fiche, en una prictica que lo distancie de todo vinculo y compromizo. Vivir como si todo lo que lo rodea fuera tem- porario y quizés trivial, es caer presa de un cinismo petu- Tante y una qucjosa falta de amor. Mis usual es la presion para que el exilado se vincule —partidos, movimientos na- Gionales, Estado—, Se oftece al exilado un nuevo conjunto de filisciones donde desarrollar nuevas lealtades. Pero tam- bign hay una pérdida de perspectiva critica, de reserva inte- lectual, de coraje moral. GExiste un punto medio entre estas dos altemativas? ‘Antes de responder, debe reconocerse que el nacionalismo defensive de los exilados muchas veces produce autocon- Ciencia, al mismo tiempo que las formas menos atrayentes Se autosfirmacion. Quiero decir con esto que proyectos Teconstitutivos tales como rearmar una nacién en el exi- lio (esto es verdad en este siglo tanto para los judfos como para los palestinos) suponen la construcciOn de una historia nacional, Ia revitalizacion de una vieja lengoa, Ja fundacion de instituciones nacionales tales como bibliotecas y univer- sidades, Estas pricticas, aunque a veces promueven un etno- centrismo estridente, también dan origen a investigaciones sobre la identidad, que inevitablemente superan hechos tan simples y positives como la “etnicidad”. Por ejemplo, la autoconciencia de un individuo que trata de entender por qué las historias de los palestinos y Ios judfos tienen deter- minados patrones, por qué, pese ala opresidn y la amenaza de extincion, un ethos particular sigue viviendo en el exilio, Necesariamente, entonces, hablo del exilio no como hi- gar privilegiado para la introspeccion individual, sino como tuna alternativa a las instituciones de masas que entretejen gran parte de la vida modema, Si el exilado no quiere re- fagiarse en una masificacion acritica, ni permanecer echado mientras cura sus heridas, debe cultivar una subjetivided escrupulose (que no sea ni indulgente consigo misma, ni sombria). Quizis elejemplo mis riguroso de tal subjetividad se encuentre en Theodor Adorno, Su obra maxima, Minima moral, es una autobiografia escrita en el exilio; se subti tula Reflexionen aus dem beschadigten Leben (Reflexiones desde una vida mutilada), Fuertemente enfrentado con lo que €1 denomina el “mundo administrado”, Adomo afiz- mma que toda vide es constrefiida a formas hechas, “hogares” prefabricados. Demostrd que todo lo que hacemos 0 pen- Samos y todo lo que poseemos, es, en altima instancia, una mercancia, El lenguaje es una jerga, los objetos estin sdlo Dara la vents. La misiOn intelectual del exilado consiste en el rechazo de este estado de cosas, Adorno escribié con grave ironia: “Es parte de la moralidad no sentirse en casa en la propia casa”. Seguir a Adomo es mantenerse lejos del hogar, para po- der contemplario con la distancia del exilado. Hay conside- rable mérito en la préctica de sefialar las diserepancias en- tre los conceptos e ideas y lo que realmente producen. Da- ‘mos por supuestos al hogar y al lenguaje; se convierten en tuna naturaleza y sus supuestos pasan a ser dogmas y orto- doxias. El exilado sabe que en un mundo secular y contingente, Jos hogares son siempre provisionales. Limites y fronteras, ‘que nos encierran dentro de la seguridad de un tertitorio familiar, también pueden convertinse en prisiones y ser defendidos mds alld de toda razén y necesidad. Los exila- dos cruzan las fronteras, rompen las barreras del pens®- miento y la experiencia. Hugo de San Victor, un monje sajon del siglo XII, escri- bid estas lincas obsesivamente bellas: “En consecuencia, Ja mente encontrar una fuente de gran virtud en aprender, ‘poco @ poco, primero a cambiar sobre las cosas visibles y fransitorias, 4¢ manera tal que, luego, pueda dejarlas por completo. El hombre que siente que si patria es dulce, to- davia es un temo principiante; el que piensa que toda tierra es como la saya, ya es fuerte; pero perfecto es quien siente que todo el mundo cs una tierre extrafla, El alma tiems fija su amor en un lugar del mundo; el hombre fuer te extiende su amor 2 todos los lugares; el perfecto, ha lo- ‘ado extinguirio”. Erich Auerbach, que paso como exilado los afios de a guerra en Turquia, citd este pasaje como modelo pare quien quicra trascender los limites provinciales o nacions- les. Sdlo abrazando esta actitud el historiador puede co- menzar a captar en si diversidad y particularidad la ex- petiencia humana y sus registros escritos; de otro modo, qQuedaré remitido mucho mis a las exclusiones y_reaccio- nes del prejuicio que a la Hbertad que acompata el cono- cimiento, Pero repirese que Hugo, por dos veces, aclara que el hombre “fuerte” y el “perfecto” alcanzan indepen- dencia y distancia trabsjando a través de los vinculos, no rechazindolos. Se predica el exilio a partir de la existen- cia del amor y el nexo con el lugar natal; la verdad de todo exilio no es que el hogar y el amor de hogar se hayan perdido, sino que la pérdida es inherente a la existencia misma de ambos. Mirar las experiencias como si estuvieran destinadss a aesaparecer, :Qué las ancla en la realidad? {Qué puede per- manccer de ellas? 4A qué debemos renunciar? Silo quien haya alcanzado independencia y distancia, para quien la patria es dulce pero cuyas circunstancies hacen imposible que recupere esa dulzura, puede contestar estas preguntas. Gal persona también reputari imposible una satisfaccibn tributaria de sustitutes proporeionados por la ilusion o por el dogma.) Esta paréce ser una indicacion que conduce a una pers pectiva sombria y a la desaprobacién permanente de todo entusiasmo 0 impulso espinitual, No necesariamente, Pare- ‘ce extrafio hablar de los placeres del exilio, y sin embargo puede decirse algo de algunas de sus condiciones. Contem- plar “al mundo entero como a1una tierra extrafta” hace po- sible la originalidad de la vision, La mayoria de la gente es conciente de una sola cultura, una ubieacién, un hogar; los exilados conocen por lo menos dos, y esta pluralided de vision da origen a una percepcién de las dimensiones si multineas, conciencia que para decislo con un témino musical ¢s contrapuntistica. Para un exilado, las costumbres, expresiones o actividad 40 un nuevo medio suceden inevitablemente contra la me- moria de estos hechos en otro medio. Asi, tanto el vicio como el nuevo son vividos, reales, contrapuntisticos. Hay tun placer especial en este tipo de aprensién, especialmente sil exilado es consciente de otras yuxtaposiciones contra- puntisticas que debilitan el juicio ortodoxo y elevan la sim- patia aprecistiva. Hay también un sentido particular de ogro cuando se actiia como si nuestro hogar estuviera siem- pre donde uno esté Descubro, sin embargo, un riesgo: el hibito deta simula- ion es cansador, El exilio no es nunca un estado satisfecho, plicido o seguro, El exilio, en palabras de Wallace Stevens, 5 “un recuerdo del inviemo” en el cual Ia fuerza del verano ¥ el otofo o Ia potencialidad de la primavera son inalcanza- bles. Quizs sea éste otro modo de decir que Ia vida del exi- lado avanza de acuerdo con un calendario diferente, porque est menos sujeta a estaciones y menos organized que la vi- da en el hogar. El exilio es la vida vivida fuera del orden ha- bitual, Es némada, descentrado, contrapuntistico; en cuan- to alguien se acostumbra a él, izrumpe una vez més sa fuer- za errante, (raduccién: Beatti Sarlo. Edward W. Said, palestino, es profesor de literatura comparada eo la Universidad de Columbia. Ha publi- cdo, entre otras obras: Orientalismo y The World, the Text and the Crit.) 7 Hilda Sabato Beatriz Sarlo HISTORIA Y FICCION Representando la historia L ‘5 gringos plantea una vez mis el problema de la re presentacidn de lo real. Cuenta una historia cuyo presupuesto es que pudo haber sucedido, Esto no quiere de- cir que haya sucedido realmente sino que su legalidad es la de lo posible, Fuertemente marcada por su intencion refe- rencial, esta scric de television quiso hablar de un proceso cuya historicidad es evidente: el proceso de constitucion de los sectores populares en la Argentina de fines de! siglo XIX y comienzos del XX. Entonces se abre la pregunta que fun- Ga las estéticas realistas: gcOmo hablar de la realidad hacien- do ficcion? ;edmo inventar lo que tiene que arrojar el efec- to de haber sido real? Estrategias de representacion: ellas definen un pacto de relaciones no s6lo entre discursos sino entre actores, Pacto discursive, por un lado, en la medida en que se acepta la suposicion de que la literatura, el cine o ta fiecion televisi- va citan a otros discursos reales o posibles. Se hipotetiza Ja existencia previa de e50s discursos (y situaciones discur- sivas) y la estrategia consiste en su puesta en un discurso otro: el de la narracion, Este lado det pacto es fuerte (ca si decisivo) cuando ademés de la representacion de lo real, Ja narracion quiere afirmar la representacion de un real his- torico, esto es de un conjunto sobre el cual existe el acuer- do de su existencia previa en el tiempo. El otro lado del pacto incluye al pablico y a los soportes de la narracién (diflogos, imigenes, actores, sonidos). En el caso de una representacion “real historica” se tiende a un grado maximo de ilusion referencial y tanto el piblico como la narracion y sus actores aceptan ese vinculo s6li- do y al mismo tiempo constantemente puesto en cuestion por la imposibilidad de homologar los discursos radicalmen- te diferentes de lo real y de la representacion. Todos los devates sobre la representaciOn realista giran sobre este punto. La television argentina ha trivializado casi sin excepeio- nes sus estrategias de representacién y, en consecuencia, ha propuesto pactos triviales a su pablico. Se confia en que la ‘mimesis de Ta lengua oral es una garantia de representacion Y que a mayor mimesis mayor triunfo del verosimil realis- ta, Asistimos, de esta manera, a discursos tan pegados a 1 referente que, por ese mismo hecho, pierden todo valor re- ferencial, Esta estética 0, mas bien, esta ausencia de esté- tica ha marcado series como Compromizo, cuyo éxito tran- sitorio es necesario explicar mas bien en funcion de la sitia- cién politica en la que s¢ emitien los progremas. No puede decirse que éste sea el caso de Los gringos. or varias razones. En primer lugar, porla diteccién de Da- Vid Stivel, euya precision y calidad visual son infrecuentes en fa television argentina: estamos lejos de ios primeros planos sin sentido, de los erraticos o enloquccidos movi- mientos de cimara, de los colores agrios, las luces agresivas, las definiciones brutales y los sonidos hntecos a los que ta television confia su estética, En segundo lugar, por un equipo de actores que, enfrentados con personajes’ mix construidos, con situaciones draméticas menos triviales, con diseursos mejor trabajados, hubiera podide demostrar con evidencia un nivel! de calidad parejo. Hechas estas sal- vedades, la importancia del esfuerzo de Los gringos obliga a reflexionar como lo intentibamos en el comienzo de esta nota. Los gringos se presents como tn teleteatro histérico y realista y a partir de esta opcién habria que pensarlo. Con sentido fundacional, la obra se instala en un periodo en el ‘cual se construye la sociedad aluvial en Buenos Aires, Elige comenzar en 1890, aft de crisis y tensiones politicas, que inaugura una década de acelerado proceso de urbanizacion y de incorporacién de cientos de miles de inmigrantes, que acentuaron la heterogeneidad de una ciudad que ya desde Yemnte aiios antes habia comenzado 2 perder su cardcter al- deano y eriollo, En esa bisqueda de los origenes, son los sectores popula- res los que preocupan a los autores de Los gringos, y en ellos se centra la imagen y el argumento. Sin embargo, des- dde ese Angulo se propone una vision de la sociedad toda vision de un universo profundamente escindido en el que se reconocen dos sectores irreconciliables, De un lado, el pucblo, Del otto, el regimen, los sefioroncs, los bacanes de Buenos Aires. ¥ junto con éstes, aunque en un espacio aje~ no al de nuestra sociedad, los ingleses. “Los ingleses nos tie nen siempre como deudores perpetuos™, dice don Erasmo. Fete mundo de los malos se hace presinte a través de las conversaciones omniscientes de don. Erasmo y cl sargento Tarra referidas a los hombres de la élite de mi tiempo, por un lado, y de la aparicion de personajes concretos, si bbicn menores, por el otro. Verdaderos representantes de ese mundo, como el duefio del conventillo ~abogado portefio, miembro nato de las clases altas, al que se hace decir en lun momento ";Sabés lo que me pasa con este pais?... que no me interesa”— 0 intermediarios de él ante las clases subaltemas —como el capataz de la estancia 0 el comisa- Ho-, estos personajes son siempre estereotipos, encargs- dos de llevar la desgracia (desalojo, estafa, prision) al seno. de los sectores populares. El campo cémtrario, el de los buenos, el del pueblo, tiene también sus grandes personajes, qe $e mencionan una ¥ otra vez, identificando asi a los héroes del momento, co- ‘mo Alem’o Yrigoyen, pero también trazando linajes. Pa- vyon y Caseros, con sus villanos y sus mértires, son evocadas varias veces como hitos en la derrota del pueblo, y hasta ‘Vicente Lopez surge del pasado cuando, refiriéndose al hijo de éste con admiracion, don, Erasmo dice: “No puede ne- ‘gar que es hijo del que hizo el Himno”... Naturaimente, no falta la figura de Rosas, que aparece junto a.un cuadro con Ia imagen de Alem en la pared del cuarto que habita el sar- gento Ibarra, las dos enmareadas por una cinta argentina. Ellos son'los hombres de la Naciba, y el pueblo los ze- ‘conoce. Los eriollos don Erasmo e Tarra, el uno ilustrado, cl otro intuitivo, mateando en el patio del conventillo, no se cansan de explicario al espectador a la vez que a quienes constituyen la materia prima en ta constitucion de un pue- blo renovado, sus vecinos de pieza, los inmigrantes, Estos rapidamente ¥an conociendo a sus enemigos y hasta el tano Carmelo, latero ambulante y muy pronto botellero exito- 30, sagazmente descubre que “.... después vienen los ingle- ses y se llevan todo” Todo esté muy claro, pues, para Loz xringos. Un mun- do maniqueamente escindido en que buenos y malos ja- ‘mis equivocan sus roles y en el que ese pueblo ahora am- plisdo no se confundiri nunce en la construceion de su identidad, Identidad que no admite dudas tampoco para el espectador: se propone aqui un melting pot de limites pre- ‘is08, los que impone el espacio del conventillo. ‘Trams social y trama narrativa ‘Sin duda, 1 conventillo ¢5 un espacio ficcional donde se puede juntar a la gente y se constituye en un lugar de cruce de ias distintas lineas de un trama social, En este sen- tido tiene ta ventaja de ser a la yee un espacio privado y piiblico. En principio, el problema no reside en los limites impuestos por cl espacio del conventillo, sino en la deci- sign sobre el tipo de historia que alli tendré lugar. En el caso de Los gringos, la densidad de la trama social se pier- de en Ia progresiva privatizacion de tos conflictos. La s<- rie hu seguido un curso que la fue acercando cada ver mis peligrosamente al género sentimental. Si en un principio os problemas familiares eran los niicleos narrativos, luego, medida que los hijos de estas familias crecen, son las penpecias sentimentales las que se van imponiendo como cic. El romance de Is hija de} tano Carmelo con el joven abogado de clase alta ya se coloca por completo en el mun- do de la novela sentimental de comienzos de siglo. De manera correlativa, la serie encuentra cada ver ma vores dificultades en la representacion de lox conflictos so- tiales y Ios episodios que ocurren en la fabrica vuclven a hacemos reflexionar sobre los obsticulos formales ¢ ideol’- sicos para la representacion del mundo obrero, no sélo en la television sino en el cine y Ia literatura argentina, mo se puede introducir una dimension de materialidad en un discurso narrativo visual? La uridad protagonizada por el gallego zapatero y si hijo es una propuesta que Iuego la serie no retomé. Brevemente: un episodio relata de qué mo- do el padre trasmite un saber prictico a su hijo, ensefén- dole a cortar el cuero, describiendo el gesto del brazo y Ia fuerea que debe imprimir a la herramienta, En esta esce- ‘na, los personajes dejan de hablar o hablan s6lo aguello que no puede ser dicho de otro modo: se trasmiten las formas de una conciencia prictica, la del trabajo, y quizis esta inflexién narrativa, de haber prevalecido, hubiera res- catado a Los gringos de ls infinita verborragia de perso- najes que, por lo general, todo lo saben. ‘Casi todos los personajes aparecen como inverosimilmen- te omniscientes: las mujeres, intocadas casi por el mundo ‘que las rodea, establecen relaciones impecables con sus hi- jos y levantan reivindicaciones casi feministas respecto de a autoridad marital o la independencia de iniciativa en el trabajo. Los criollos viejos son historiadores y_filbsofos que incurren sin vacilaciones en el anacronismo, leyendo Ia historia presente con la perspectiva de la historia furu- ra, De la historia presente, por lo demas, 1o saben casi to- do (més 0 menos con el conocimiento que se adquiere veinte o treinta afios después de los hechos) Este rasgo, que constituye a los personajes como con- ciencias sabias, disminuye el,interés dramitico de sus pro- bblemas y de las situaciones por las que atraviesan: saben de- masiado para que sean verosimiles © interesantes. Se nos propone también el caso opuesto: el del italiano, cuyos aho- ros se van a evaporar en un cuente del tio por el que le 9 prometen tierras. Este personaje demuestra saber demasis. do poco. Su ignorancia, su candidez, su entrega, son psico- lbgice y dramiticamente inverosimiles El cura es quizis el menos creible de los sabios: por tador de un discurso de avanzada moral y social, compren- vo hasta el limite de salirse de la ética religiosa para ayu- dar a sus ovejas descarriadas, no llega representar nun- a, on la trama dramética, ese punto iltimo de resistencia aque la religién y la moral autoritarias ponen a los deseos de hombres y mujeres. La omnisciencia de los personajes tiene una consecuen- «ia grave para el ritmo de la narraci6n: todas las escenas im- portantes son demasiado explicadas, el diflogo frondoso re- ‘duplica lo que ya ha sido entendido a través de la imagen y €s muy frecuente que pequefias unidades narrativas plan- teadas con imaginacién (como el diagnéstico que hace el tano Carmelo del caricter mercantil de la sociedad argen- tina) se hundan en la trivialidad sentenciosa porque el guién no ¢e priva nunca de poner en boca de un personaje la ex- plicacion social, politica o moral de lo que acaba de jugarse draméticamente. El espectador ve la serie con la certeza de que las escenss, cortadas varios segundos antes, serian siempre mejores. Esta certeza se origina en cl caricter mar cedamente didéctico que Lor gringor asume cuando se jJuegan conflictos que Henen que ver con la historia. Y la ES] socenw JULIO/AGOSTO 1904 ANALISIS DE COVUNTURA tapas de la Resistencia Populr. ‘TEMA CENTRAL: CULTURA ¥ CONTRACULTURA rmocracia: Oscar Landi: Cultura y Politica en ta Transicién a Irocracia; Bantrir Sarla: Argentina 1984: La Cultura an el Proceso La lnvegracion Cinematogratice ‘oercamarieana. La Utopia al Alcance de los Cineasts, Manvel Ca- | teller: Los Potion y fm Cultura, tgnoranese, Inhibeien, Incoheren | 2. Carlos Fuentes: Las Cultures, Portadoras dela Vida Posible; aa 1 Aaland: Era su Destino - Cuenta, POLITICA-ECONOMIA-CULTURA ‘Abraham Pimetsin: De la Ruptura de Althusser con e maexicmo Luis Vitale: Juego oe Estructura: Contra Materalime Historica, [Un Manus! 8 Espaidas de la Rain, Joud Maria F. Madina: Argen- tine y Bran: Redemocratizacion y Poder Militar. Clévis Brigagao: EI Satera Insitucional y ef Manejo de 12 on America Latina NOTICIAS-INFORMES-RECENSIONES AHORA PUEDE OBTENERLA EN LA ARGENTINA POR SUSCRIPCION lincando fete aurea) Anus! G nameros! USS 20 / Biel (12 numerot_ USS 35 JPAGOS: Cheaues en dalares a nomote se NUEVA SOCIEDAD. Apar ade 68712 Chacao Carscas 1060-8 - VENEZUFLA Rogamas no rieciuer Wansferencias banearias para cancetar user VTAMOIEN EN LIDRERIAS Dstrinuye Catalogos. $8. Ay indrmendenia 1860 Duenan Aves Toit. 305708 10 omnisciencia de los criolios es el recurso formal de esta pedagogia sobre nuestro pasado. ‘Omniscientes, los criollos son también bondadosos (no alcanza a atenuar este rasgo Ia maledicencia de las comadres de conventillo o la obsequiosidad para con los ricos del en- cargado). La virtad criolla (que rinde tributo a una tradi ‘ibn literaria y cultural) no cs el soporte més adecusdo para la representacién realista, que Los gringos se habria plan- teado, de las relaciones entre inmigrantes ¢ hijos del pais. |Llenos de tensiones y desconfianzas, salpicados por la burls ante la torpeza prictica o verbal del gringo, estos vincalos diffciles son idealizados en la generosidad con que un erio- lo de ley repara cl daio que un criollo picaro infligio a una familia italiana (la generosidad criolla llega hasta el exceso de matar al estafedor a cuchilladas, hecho que, por otra parte, permite desalojar de la serie al malvado, miembro incdmodo de los sectores populares). El pobre indio, que desaparece a la mitad de la serie y que funcionaba como la prueba visual de la conquista del desierto, hubiera podido ser lo radicalmente otro: pero ex taba privado de palabra, El guién decidié convertislo s6lo en un diligente circulador de mate y sombra protectora.de su dueflo, el sargento criollo que le habia perdonado la vida y que, a partir de ese momento, habfa ganado su vo- luntad y su silencio. Inmigrantes de Italia, Espa 0 Folo- nia, criollos de provincia, portefios de vieja data y has- ta ese indio pampa serin la materia prima heterogénes y diversa con que la serie pretende describir como se fue plas- ‘mando un nuevo universo popular. Sin embargo, el camino legido para hacerlo no puede dar cuenta del complejo y contradictorio proceso de conformacion de los sectores populares de Buenos Aires a fines de siglo. ‘Al tomar como escenario principal el conventillo, la obra enfoca en primer plano el émbito del hogar de los per- sonajes y la historia que nos cuenta es la del transcurnir de su vida cotidiana en ese espacio doméstico. Y los protago- nistas son, en su mayor parte, familias: familias legalmente constituides, formadas por una pareja y no mis de dos 0 tes hijos, casi familias tipo. Los hombres solos estin en minora: dos personajes que muy pronto se veri que no per- tenecen realmente al campo popular y que por lo tanto, de- jarin el conventillo; dos personajes centrales, criollos vir~ tuosos a quienes no se les conoce mujer y viven el uno con su hermana también soltera y el otro con su indio, y final- mente, un viudo inmigrante recién egado, perteneciente una familia de italianos ya asentada Esta imagen de un orden familiar institucionalizado con- trasta fuertemente con la realidad social de la época. La mayor parte de los inmigrantes eran hombres solos y jove- nes, muchas veces solteros, otras, con mujer e hijos en su pais de origen,’esperando ser lamados por el viajero. Lle- gados a Buenos Aires, con frecuencia vivian varios afios sin mujer estable, por lo que la prostitucién florecié en esas décadas en la ciudad. Pero ademés, la institucion matrimo- nial de ninguna manera estaba impuesta entre los sectores, populares criollos. Concubinatos, hijos “ilegitimos”, muje- res jefas de hogar, matrimonios con muchos hijos, familias ampliedas por la presencia de abuelos, tios, cufiados o pri mos y, sobre todo, muchos hombres solos, 2 veces convi- viendo’ con parientes, otras veces con compatriotas... Tea- lidad heterogénea, compleja, de institucionalidad dudosa, que en Los gringos queda oculta tras la imagen proliia ¥ respetable de la familia tipo. Centrada en el Ambito doméstico, la obra no deja sin em- argo de referirse al mundo del trabajo. En este sentido, se recorta un conjunto en el que el lugar central lo ocupa el trabajador por cuenta propia: artesano independiente 0 vendedor ambulante aut6nomo en camino de convertirse en prospero comerciante. El cuadro se completa con un par de asalariados del Estado (un ex soldado que vive de su jubilacién y un policfa en actividad) a mis de un obrero de taller, personaje que representa cl estereotipo del inmi- grante proletario y anarquists. Las mujeres solo ocasional- mente ejerven alguna actividad rentada —l lavado de ropa © la preparacion de comida para vender— y los hijos, si son mujeres no trabajan sino en las tareas domésticas, si son varones, en general acompafian a sus padres, Esta imagen de los sectores populares y el trabajo pre- senta una vision muy parcial de una sociedad urbana que para entonees contaba con la mayor parte de su poblacién empleada en talleres y fibricas, o en las diversas tareas no ‘alificadas que requeria Ia economfa de exportacion en expansion. No hay rastros de los miles de jornaleros que altemaban ocupaciones en el puerto, en las obras pGblicas ¥en las cosechas; ni de tas obras de los talleres de costu- 72.0 de los hijos empleados en las fibricas de fésforos 0 de calzado... Mas aun, el trabajo de todos parece dejar largas horas libres para la conversacion en el patio, el didlogo de pareja, el intercambio con hijos y vecinos. Hombres que debian trabajar dove o catorce horas diarias no parecen can- sados ni agobiados par esa vida de rutina y labor, Solamen- te Ia historia de Vicente, el zapatero, deja visumbrar ese slima de dureza y penuria en que sin duda vivian los traba- jadores de Buenos Aires hacia el novecientos En realidad, para los protagonistas de esta serie, Ia vida no parece deparar demasiadas incertidumbres o asperczas, Bien vestidos, bien alimentados, todos alfabetos, consti- tuyen un conjunto prolijo y ordenado en el que estd ausen- te la suciedad, la promiscuidad, la enfermedad y la muerte. Mientras la sociedad portefia acusaba altas tasas de morts- lidad infantil y se denunciaba la expansin de la tubercu- losis y lae vendreas, Los gringos 20 dezarrolla en un espacio externo a esa realidad sdrdida y elige ignorar también los males sociales de esa ciudad que crece contradictoriamente, Asi, no aparecen borrachos, locos ni prostitutas y la violen- cia ‘sélo resulta de la accién que se ejerce desde afuera so- bre los sectores populares, nunca nace desde dentro. Pero a si ver, ese desde afuera esti burdamente encar- nado en algunos personajes que no permiten reconstruir tuna trama social que vincule al conventillo con el resto del mundo. La sociedad se desdibuja en el exterior de ese un- verso, ¥ mientras las clases altas son representadas sin den- sidad a través de estereotipos, el Estado estd decididamente ausente, Sin embargo, en esta etapa, un Estado en répida consolidacién ampliaba y profundizaba 21 campo de ac- cién, contribuyendo 2 construir un orden hegeménico, pe- netrando en los intersticios de la sociedad a través de ins. tituciones como la escuela, el hospital, el servicio militar. Por eso llama la atencidn que la tinica imagen que evoca a ese Estado sea la de la figura policial, ala que de todas me eras se muestra en su funcién tradicional, de connotacio- nes paternalistas, ‘Tampoco existe un mundo popular fuera del conventt Ilo: no aparecen vecinos, no existen redes de solidaridad en- tre connacionales, no hay asociaciones de socorros mutuos, y solo se da una visién muy simplificada del funcionamien- AI. P. Asistencia e Investigacion en Psicologia Parja y Famil Psicopedagoat y Psicoanilisis Grupos de estudio sobre tori to de un gremio anarquista. En ese aislamiento, las familias respetables de trabaja- dores auténomos forman un conjunto arménico, sin anta- gonismos esenciales, donde los conflictos resultan de pro- blemas subjetivos.o de males infligidos desde afuera. Sin embargo, éstos nunca son tan devastadores como para im- pedir en ‘Ultima instancia una trayectoria de éxito para to- dos ellos, En efecto, la historia de Los gringos es la del as- ‘censo ripido y sin excepciones, que los lleva de la pieza del conventillo a la casita propia y de la venta ambulante al local instalado y prospero. Recortando de esta manera 1a experiencia de los secto- res populares, la obra ocluye los rasgos esenciales del drama social de la Argentina de entonces. Nada nos hace vislum- brar del impacto que tuvo para la sociedad local la legada de miles y miles de inmigrantes, de patses lejanos y lenguas exéticas, que aio a aio irrumpfan en la ciudad. Impacto ‘que st tradujo en fusiones pero también en fricciones, ea conflictos, cn profundas desconfianzas. Pero ademés, tam- poco se puede percibir el tremendo golpe que el transplan- te debe haber infligido a cada uno de estos inmigrantes. No hay rastros del duro camino seguido por estos hombres y mujeres, de condicion humilde y origen remoto, en su bis queda de formas de supervivencia material, social y cultu- ral, en la reconstrucciin de su identidad, Era difteil apren- der a vivir en Buenos Aires; el azar y la incertidumbre sig- naron la historia de sis sectores populares. En el trabajo, dependian de una demanda de mano de obra siempre fluc- tuante, que abria oportunidades insospechadas para algu- ros, pero cerraba la puertas para muchos mis. En el hoger, las deficientes condiciones de salud, viviends y alimenta- cién daban a la vida cotidiana un sabor amargo de lucha permanente contra lo incierto y amenazante. Pero si, como propone la serie, el problema entre crio- llos y extranjeros se limita a un pleito doméstico sobre dén- de cuelga cada quien la ropa en el patio del conventillo, si répidamente ambas partes reconocen su esencia comin, la de pertenecer al pueblo en oposicién a los sefiorones, sin duda que el conflicto se diluye. Si, como se postula, Is identidad es ffcilmente recuperada y muy pronto todos se sienten seguros y en casa, es natural que no haya traumas de adaptacion, Si, finalmente, el camino del trabajo es rela- tivamente ficil y sobre todo ascendente, es légico que el éxito corone la empresa de todos. Por 30 1a obra no inclaye locos ni borrachos. Por ¢s0 también s¢ olvida Ia historia de Ia accién comin de estos inmigrantes y trabajadores que desde muy temprano bus- caron asociarse, creando mutuales, gremios, organizacio- nes que les permitieran hacer frente a las dificultades enor- mes que significaba sobrevivir en Buenos Aires, Por 50, finalmente, se ignora el bijo fondo, se pinta un universo popular que no admite a esa franja social tfpica del nove- cientos, que las clases altas insistian en calificar de mar- ginal, Coordinscibn Le. SILVIA PASINI Lic, GABRIELA MARIANI © Adultos. Nifos, Adolescentes, Diticultades en ef sprendizaje. Orientacién voeacionsl. diana, y su puntuacién desde las a ticulaciones proouestas en la concep rualizacion lacaniana, Para profesio- rales y estudiantes de distintas dis- Siptinas MENSAJES: 46-6015 Arancoles institucionsies Las lenguas del conventilo A partir de estos materiales historicos, que hemos cri ticado, joon qué tradiciones de representacion trabaj Los gringos y cuales decidié ignorar? Extrafia comproba- cion: en Los gringos, el sainete es el gran ausente. No dec ‘mos que ésta necesariamente hubiera debido ser una ausen- cia lamentable si la serie hubiera recurrido a otra estética. El grotesco, tampoco est presente, Sainete y grotesco hu- bicran parecido las salidas mds evidentes, pero hubieran sido efectivamente salidas o mds bien entradas, caminos para la puesta en discurso del material historico y ficcional. El muidn de Gené, y tambign las opciones de direccién de Sti- vel, eligieron mantenerse lejos de la promiscuidad cama- Yalesca del sainete o de la exageracién cuasi expresionista del grotesco. Estas eran las tradiciones posibles y no hubie- 1a sido demasiado astuto u original haber optado por ellas, Pero, al mismo tiempo, elegir una u otra hubiera asegurado tun estilo del cual la serie de television carece por completo. ‘Sélo una vision superficial puede vincular a Los gringos con el sainete, por el cruce lingilistico de los didlogas entre espafioles, italianos, judios y_criollos. Si el sainete tiene un rasgo definitorio es que el cruce linglistico representa en el plano discursive un conflicto social y cultural; el coco liche no es solamente la lengua de mezela del inmigrante ita- ano, sino la lengua parodiada por el criollo cuando quiere buscar alli, en el mundo simbolico, una zona de diferencia, que Ia suerte comin del conventillo parecia unificar. En el sainete no sucede solamente que los gallegos pro- nuncian sus eses y sus jotas, y los italianos equivocan la fonética del idioma que todavia no hablan, pero que si quieren hablar. En el sainete, también, esas son fuertes mar- cas de diferenciacion cultural que se traducen imaginaria- mente en diferenciaeién social, en matices dentro del mun- do plebeyo de la pobreza. El cocoliche sirve entonces no solo para que el italiano hable sino para que sea hablado, parodiado, buriado por el criollo. De este modo, en el saincte, el hecho de que aparezca el italiano cocoliche o el gallego, aragonés 0 vasco, es, bachtinianamente, 1a representacon lingiistica del cruce’ ideolbgico y cultural, que tuvo invariablemente sus zonas de violencia. En Lor gringos, con un tespeto que no hace sino dejar las diferencias cristalizadas, se permitio que pa- cificamente cada uno hablara su lengua y fuera, también pacificamente, transformindola en castellano “mal habli- do”, La promiscuidad lingiistica del sainete fue reempla- zada por la coexistencia pacifica de las fonéticas, anulan- do asi una de las zonas dramiticas de conflicto, que tam- bién, como se vio, fueron anuladas en otros niveles del uidn, Y los criollos desde dénde hablan? Hay un registro de ta oralidad que la literatura ha trasmitido. En Fray Mocho, se puede escuchar todavia los tonos, Ia ironfa, los desti- Zamientos sinticticos, las elipsis que constituyen la version fiteraria de ‘un mundo linglistico de otro modo inapren- «sible. Puleramente, los eriollos de la serie eluden la socarro- neria de los criollos de Fray Mocho, para adoptar un dis- ‘eurso que se coloca en el limite de le solemnidad y el buen tono. Mas parecidos a Martin Fierro aconsejando a sus hhjos, el apotegma y la sabiduria que los anima sesga su dis- ‘uno hacia el lado “serio” de la representacin de 1a len- mua oral. Curiosamente, esta serie televisiva, que en lo exterior aposté a ser polifonica, demuestra que la polifonia no con- siste en la mansa yuxtaposicén de lenguas sino en su con- flictiva mezcla. Desde este punto de vista podria decirse que el cocoliche del sainete es mas polifonico que el res- petuoso italiano de Los Gringos. Prolijidad linglistica que, de alguna manera, encuen- tra su correspondencia en la prolijidad visual con que apa- rece el conventillo en la serie. El conventillo era un espa- cio promiscuo y desordenado, Su desorden y promiscuidad fueron deliberadamente reemplazados en la puesta en cs cena por una mesa donde los criollos dialogan filosbfica- mente, sin estar acosados por el ruido, por el pasaje cons- tante de gente, por Ia intolerable falta de espacio y de si lencio, Nadic canta en ese conventillo, las vecinas no dis- guten a los gritos, no se escuchan las risas de los borrachos y, cuando una pelea conyugal es inevitable, el encargado aconscja al matrimonio desavenido que se golpee en su pieza. No esté, por lo demis, la sordidez.escenogrifica que sue~ le acompaiar a la pobreza: estilizado visualmente, el con- ventillo es un lugar casi aceptable. El sainete lo habfa car- navalizado y ésta era una estética que reformaba el reali mo: Las gringos lo pone limpiamente en orden, destruyen- do, de algtin modo, el! verosimil reatista y también el pin- toresquismo mis procaz y zafado del costumbrismo. Conventillo limpio, atenuacion de la sordidez y la du- reea de la vida de los sectores populares, lenguas que dia- logan disciplinadamente entre si, buenos sentimientos invariables y malvados también invanables: Los gringos propone una imagen complaciente deuna sociedad en esen- sia arménica, abierta y no violenta, donde los sectores po- pulares construyen con pocos inconvenientes un mundo de valores y expectativas, de esperancas y realidades propias de la clase media urbana. Curiosamente, esta vision del mundo popular se acerca mucho al ideal que los sectores dominantes de entonces postulaban para las clases trabs- jadoras. Tos aringos w@ emite por ATC, los mibrcoles a as 22 homes, Cada episodio de la serie ocupa una hora de trasmision inclukdos fos cor- tes publicitarios, La sente fue dirigida por David Stivell goin per- tencee a Juun Carlos Gené. Los principales papeles fueron cubjet- tos por: Emilio Alfaro, Marta Bianchi, Luicina Brando, Catlos Co ‘ella, Julio de Grazia, Victor Laplace, Birbar Mugica, Miguel An- fel Sol, Osvaldo Terranova, EL ands raz sobre os tre pe eros episodiox Profesores responsables: Tomés Abraham, Enrique Mari, Alejandro Russovich y Oscar Terén, Primer ciclo: La filosofia en sus problemas El poder: La filosofia entre el didlogo y la guerra. Sus relaciones con el saber. La razén: Formas conciencis-sustancia-razén- sujeto. Spinoza. Hegel. EI sujeto: Muerte y escision de la figura Dios: Informe: © inscripciones 12 COLEGIO ARGENTINO DE FILOSOFIA (C. A. F.) Hombre. Nietzsche, Marx, Freud. La existencia. Conciencia y libertad. Heidegger, Sartre. El conocimiento, Epistemologia. £1 modelo cientifico. Popper. Wittgenstein. EI deseo. Problemitica del deseo e historia de la sexualidad. Hegel. Schopenhauer. Lacan. Foucault. en Parané 774 (1° 8), telétono: 44-2838, de 15 2 20 hs.

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