Por eso, entre otras cosas, nunca s que responder cuando me preguntan por qu escribo. Pero una palabra necesariamente me lleva a otra. Como una catarata inevitable e intil. Un martillazo, otro martillazo, golpeando el teclado al azar, hasta que de algn golpe asome una silueta, un signo que de forma a lo que quiero decir. Supongo que as escribo, supongo que as vivo. Un da tras otro, con un sentido vago, con una cucaracha en la garganta, trastabillando, perdido entre neblinas. Y me gusta pensarme como un libro abierto en una pgina cualquiera. Un libro buscando ser ledo, un libro escrito por todas las manos que cuidaron y escribieron mis das. Y las pginas que en m ayer otros escribieron, parecen sostener y alimentar, la hoja en blanco que soy hoy. Un libro lleno de tierra que apenas adivina cmo sigue su historia, que sigue en el prrafo siguiente. Por eso quizs me habite la persistente necesidad de atrapar palabras que sirvan como puente. Palabras como una mano tendida. La bsqueda de ser un libro al que slo otros ojos puedan darle sentido. Por eso me siento y escribo. Pues nadie escribe realmente solo, nadie escribe para s mismo. Es decir, no creo en palabras que no busquen otras palabras, no creo en palabras que no sean lenguas que buscan otras lenguas. S, por eso quizs escribo. Para estar menos solo, para que una mirada me encuentre, para tropezar con otros que completen mi historia, escribo trastabillando, escribo acaso, como vivo. Matias de Rioja