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No s cual es el camino correcto

para llegar al deseo.


Por eso,
entre otras cosas,
nunca s que responder cuando
me preguntan por qu escribo.
Pero una palabra necesariamente
me lleva a otra.
Como una catarata inevitable
e intil.
Un martillazo,
otro martillazo,
golpeando el teclado al azar,
hasta que de algn golpe
asome una silueta,
un signo que de forma
a lo que quiero decir.
Supongo que as escribo,
supongo que as vivo.
Un da tras otro,
con un sentido vago,
con una cucaracha en la garganta,
trastabillando,
perdido entre neblinas.
Y me gusta pensarme como un libro abierto
en una pgina cualquiera.
Un libro buscando ser ledo,
un libro escrito por todas las
manos que cuidaron
y escribieron mis das.
Y las pginas que en m
ayer otros escribieron,
parecen sostener y alimentar,
la hoja en blanco que soy hoy.
Un libro lleno de tierra que
apenas adivina cmo
sigue su historia,
que sigue en el prrafo siguiente.
Por eso quizs me habite
la persistente necesidad
de atrapar palabras
que sirvan como puente.
Palabras como una mano tendida.
La bsqueda de ser un libro
al que slo otros ojos puedan
darle sentido.
Por eso me siento y escribo.
Pues nadie escribe realmente solo,
nadie escribe para s mismo.
Es decir,
no creo en palabras
que no busquen otras palabras,
no creo en palabras que no sean lenguas
que buscan otras lenguas.
S, por eso quizs escribo.
Para estar menos solo,
para que una mirada me encuentre,
para tropezar con otros
que completen mi historia,
escribo trastabillando,
escribo acaso,
como vivo.
Matias de Rioja

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