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Sociologia del género I. Sociologia del género y sociologia de la mujer Constanza Tonio 1. Iyrropuccr6éy La denominacién actual del grupo de trabajo «Sociologia del Gé- nero» aparece por primera vez en el Congreso Espaiiol de Sociologia celebrado en Madrid en 1992 y se ha mantenido desde entonces en los celebrados en Granada, A Coruiia, Salamanca, Alicante y ahora en Barcelona 2007. Sin embargo, ya en él primer congreso de sociologia de Zaragoza (1981) se abordaron estos aspectos de Ia realidad social en el grupo de trabajo «Sociologia de la Mujer», denominacién que se sustituirfa en Santander 1984 por «Papeles y funciones de la divi- sién sexual». Destaca la temprana aparicién del concepto de «género» en nues- tros congresos como rasgo distintivo de un ambito sociolégico, frente al tratamiento que se da a los contenidos referentes a relaciones o identidades de mujeres y hombres en otras organizaciones como la Asociacién Europea de Sociologia o la Asociacin Internacional de Sociologia. En la ESA solamente aparece el término género en uno de sus grupos de investigacién que aborda el estudio de la relaciones de género en el marco del mercado de trabajo y el Estado del Bien- estar. Otros contenidos posibles en torno a cuestiones como la socia- lizacién, la reproducci6n o las identidades desde la perspectiva de gé- nero no cuentan con un espacio de reflexién propio en la asociacién europea. En cuanto a la ISA, no existe ningiin grupo de investigacién que mencione Ja palabra género, aunque hay uno que se centra en el estudio general de la «Las Mujeres en la Sociedad». Se ha producido a lo largo de los iiltimos aiios una evolucién de la investigacién sociolégica en torno a la problematica de la mujer 305 coNsraNza TOBIO a la perspectiva més amplia de la «Sociologia del Género», paralela a la que transcurre desde los estudios de las mujeres (women’s stu- dies) a los estudios sobre el género, pasando por los referidos a los hombres y a otras identidades de género como las de gays y lesbia- nas. Ello tiene diversas implicaciones. En primer lugar, el «éxito» del concepto de género, a pesar del rechazo militante de diversas instituciones, ha supuesto una enorme extensién de su uso. Se po- dria hablar de una suerte de transversalidad (mainstreaming) de esta acepcién de género que se ha incorporado al lenguaje corrien- te, y que desde la Conferencia de Beijing ha traspasado las fronte- ras del ambito feminista, hasta el punto de haber casi suplantado al sexo y como si el género fuera una denominacién més correcta de éste. El sexo mantiene, sin embargo, plena vigencia conceptual, tal como sefialan nuevas corrientes del pensamiento feminista. Carole ‘Vance, por ejemplo, afirma que la sexualidad es también una cons- truccién social, al tiempo que Jeffrey Weeks la concibe como un producto hist6rico. Se observa, asimismo, la extensién del género en la creciente utilizacin de indicadores como la propia variable sexo y otras referidas a comportamientos diferenciados entre muje- res y hombres en el andlisis de los Ambitos més diversos de la rea- lidad social. Por otra parte, més all de la extensin, se observa un. aumento destacable de la investigacién con perspectiva de género, entendiendo por tal la que utiliza teorfas, categorfas analiticas 0 herramientas conceptuales del feminismo tales como patriarcado, roles de género, piblico-privado, modo de produccién doméstico, etc. La lente del género permite observar aspectos de la realidad hasta ahora ocultos y descubrir la légica de la relacién desigual en- tre ambos sexos. Ese doble desarrollo del género en extension y en profundidad plantea, sin embargo, algunos problemas de deli mitacién entre las distintas disciplinas que abordan estas cuestio- nes, desde la sociologia a Ia antropologia, la historia, la filosofia o a geografia, aunque hay que decir que no son problemas nuevos. Quiza sean en realidad problemas viejisimos que no deban preocu- par demasiado si de lo que se trata es de arrojar luz sobre nuestro complejo y pluridimensional objeto de andlisis comin a las ciencias sociales. Por otra parte, la teorfa feminista tiene un fuerte cardcter plu- ridisciplinar, hasta el punto de ser éste uno de sus rasgos distinti- vos, aspecto que comparte con otras teorfas explicativas del conjun- to de la realidad social como el marxismo, cuyas relaciones con la. sociologia no fueron faciles a pesar de la gran influencia —directa ¢ indirecta— que sobre ella ejerci6. Desde sus inicios, el feminismo incorpora miltiples elementos sociolégicos, desde el concepto de 306 SocioLocia pe. GéNERO rol a la metodologia cualitativa, y también debate criticamente con ella, en especial con las corrientes funcionalistas. Una de las obras clave de la teoria feminista, El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, se adelanta a las corrientes construccionistas de Berger y Luckmann © del interaccionismo simbélico al afirmar «una mujer no nace, se hacer, La investigaci6n social sobre las mujeres aparece de forma incipien- te y tardia en Espafia en los afios setenta en un contexto de rapido desarrollo del movimiento feminista, producto tanto de la coyuntura de lucha politica activa contra el franquismo como de la recepcién de planteamientos y reivindicaciones de otros paises. La década de los ochenta del pasado siglo xx fue un periodo de destacada consoli- daci6n institucional de la investigaci6n sobre las mujeres en el que se crean espacios académicos desde los que trabajar en divezsas univer- sidades como la Auténoma de Madrid, la Auténoma de Barcelona, la Universidad de Barcelona, el Pats Vasco, Valencia, Granada, Malaga y otras. La creacién del Instituto de la Mujer constituye otro factor clave para explicar el proceso de institucionalizacién de los estudios de las mujeres a través de la definicion de lineas de investigacién a financiar, del apoyo a publicaciones y de su difusién. A partir de los afios noventa, se extiende la creacién de institutos y centros de inves- tigaci6n en las universidades espafiolas, hasta veinticinco aparecen en esos afios siendo en el momento actual ya mas de cuarenta. En 1996, se pone en marcha el Programa Sectorial de I+D de Estudios de las Mujeres y de Género, lo cual supone la plena incorporacién de estos temas a la financiacién y al reconocimiento académico de quienes trabajan en ellos. En paralelo a la consolidacién de la investigacién, se produce también una progresiva incorporacién de contenidos @ la docencia universitaria, tanto a nivel de grado como de posgrado. Hay ya mas de una docena de programas de doctorado y otro tanto de programas de master, asi como més de cincuenta asignaturas en. diplomaturas y licenciaturas. Son ya numerosas las editoriales con co- lecciones centradas en la problematica de la mujer y el género, asi como un buen néimero de revistas cientificas con un destacado nivel académico, entre otras Asparkia, Hojas del WARMI, Feminismo/s, Arenal © Clepsidra. Los afios noventa son también los de la creacién de aso- ciaciones cientifico-profesionales que agrupan a investigadoras ¢ in- vestigadores que trabajan en este campo como AUDEM (Asociacién Espafiola de Estudios de las Mujeres) o AMIT (Asociacién de Mujeres Investigadoras y Tecn6logas). Todo ello ha contribuido decisivamente al desarrollo de la actividad investigadora en este campo, seguramen- te uno de los més activos hoy en las ciencias sociales. En cuanto a los, resultados de la investigacién cabe sefialar, por un lado, el destacable 307 consraxza Tonto incremento cuantitativo en términos de proyectos, libros o articulos y, por otro lado, Ia gran diversificacién de contenidos. Si en los afios se- tenta la limitada produccién se centraba casi exclusivamente en cues- tiones de trabajo, familia y socializacién, a partir de los afios noventa se produce una auténtica eclosién tematica extendiéndose la mirada de género a aspectos tan variados como Jas nuevas formas familiares, la violencia de género, la inmigraci6n, las tecnologias, tiempos y espa- cios, migracién y multiculturalidad, las politicas sociales y de igualdad © a juventud y la vejez, ademas de los hombres y de otras identidades de género. 2. TRABAJO, EMPLEO ¥ FAMILIA La investigacién pionera sobre el trabajo de la mujer en Espaiia es el libro de Maria Angeles Duran (1972), probablemente también el primer estudio empirico riguroso en el que se aborda la situacién de las mujeres en nuestro pais desde una perspectiva sociolégica. Una década después, Pilar Alcobendas (1983) utiliza por primera ver de forma sistematica datos de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociolégicas para conocer la situacién de la actividad laboral femeni- na, Ambos estudios abren un largo y fructifero camino que a partir de los afios noventa desarrollaré un amplio corpus tedrico y empirico sobre las condiciones y particularidades del acceso de las espafiolas al mercado de trabajo (Benerfa, 1977; Institut d’Estudis Metropolitans de Barcelona, 1986; Fernandez Méndez de Andrés et al, 1987; Salle y Cases, 1987; Lazaro y Sanchez, 1993; Garrido, 1993; Cousins, 1994, 1999; Fernéndez Cordén, 1999; Rubery et al., 1999; Martin Urriza y Zarapuz Puertas, 2000; Tobio, 2000; Leira et al, 2008; Garcia de Leén 2002; Kaufmann, 2006). La investigacin sobre el «otro» trabajo, el que se realiza de puer- tas adentro, invisible, escasamente reconocido y valorado, se inicia con otro libro clave dirigido por Maria Angeles Durin (1988) que plantea toda una serie de nuevos temas como el valor econémico de a produccién doméstica, el papel de las redes familiares femeninas en el cuidado de las personas 0 tiempos y palabras en la reproduc- cién de la dominacién de género. da asi un giro asi al enfoque dominante hasta entonces en el anilisis sociol6gico de Ia familia, has- ta entonces centrado en aspectos fandamentalmente demogréficos como las tipologias familiares o en la percepcién social de la familia. La obra de Inés Alberdi (1995, 1999) inaugura una forma distinta de estudiar esta institucién a través del género como herramienta anali- tica. La novedad estriba, en primer lugar, en la diversidad, cuestién a 308 socloLOGtA DE GENERO Ia que dedicarén su atencién gran ntimero de sociélogas y socidlogos. Las familias monoparentales, sus formas, factores desencadenantes y perfiles sociales han sido ampliamente estudiadas, disponiéndose hoy de un conocimiento empirico riguroso acerca de sus caracteris- ticas (Alberdi, 1979; Iglesias de Ussel, 1988; Almeda y Flaquer, 1995; Hernandez Rodriguez, 1996; Fernandez Cordén y Tobio, 1998, 1999; Tobio y Fernandez Cordén, 1999; Rodriguez Sumaza y Luengo Ro- driguez, 2000, 2003; Arroyo Morcillo (2004); Madruga Torremocha, 2006; ‘Trevifio Maruti, 2006). Se han desarrollado asimismo lineas de investigacién en torno a otras formas familiares como las parejas de hecho (Alabart et al, 1988; Castro, 1999; Meil Landwerlin, 2008) o las, de dos ocupados (Meil Landwerlin, 1999; Diaz et al., 2004), asf como respecto de la division del trabajo doméstico seguin el géne- ro (Carrasco, 1991; Valiente, 1997). A lo largo de los afios noventa el mundo del empleo y el de la fa- milia comienzan a analizarse conjuntamente a través del enfoque de la conciliacién, Se plantea que las desigualdades laborales no podran superarse hasta que se aborde la cuestidn de la asimetria en la respon sabilidad del cuidado de las personas entre mujeres y hombres. El gru- po social que encarna directamente las contradicciones entre familia y ‘empleo es el constituido por las madres que trabajan (Martinez Quin- tana, 1992; Tobfo, 2005) que desarrollan distintos tipos de recursos y estrategias para hacer compatibles esos dos mundos (Garrido y Gil Ca yo, 1993; Torns, 1999; Alcatiiz, 2004; Alcaiiiz y Guerreiro, 2004; Espinar Ruiz, 2004; Casado y Aparicio, 2006). Se indaga en las caracteristicas de las personas necesitadas de ayuda y de quienes la dan, fundamen- talmente las mujeres de la familia, asi como en las razones por las que ‘un trabajo de gran importancia social permanece en la invisibilidad (Rodriguez Rodriguez et al, 1995; Pereda et al, 1998; Durin Heras, 2002; Agull6, 2001; Bazo y Dominguez-Alcén, 1996; Bazo, 1998; Martin Palomo, 2004; Instituto de Estadistica de Andalucia 2006). 3. EDUCAGION Y FORMACION La reflexin acerca de los procesos de socializacién secundaria desde una perspectiva sociolégica y de género se desarrolla en Espa- fia a partir de los afios ochenta cuando se generaliza la escuela mixta en la que nifias y nifios reciben a la vez la misma educacién. La in- vestigaci6n anterior tiene un cardcter fundamentalmente hist6rico y pedagégico, aunque algunas aportaciones como la de Julia Varela en su libro sobre los modos de educacién en Ja Espaiia de la Contrarre- forma (1984) o en su estudio sobre la exclusion de las mujeres del 309 campo del saber legitimo (1996) adoptan un enfoque en el que el contexto social ¢ ideoldgico es fuertemente explicativo. Si el debate en torno a la escuela durante los afios del franquismo se polariza en tomo a la conveniencia de la educacién igual o distinta en funcin del género, Ia répida extension de Ia coeducaci6n y la ensefianza for- malmente igualitaria abre un nuevo debate en el que la sociologia tiene un destacado protagonismo. Se plantea que subyacen formas de desigualdad de género més sutiles, a pesar de que nifias y nifios acceden en igual medida a la escuela, estudien lo mismo y lo hagan compartiendo las mismas aulas. Los conocimientos que se transmiten a través de Ja ensefianza tienen un marcado cardcter androcentris- ta. Hay una casi total ausencia de las mujeres entre las aportaciones al saber que constituyen los programas escolares, al tiempo que los prejuicios acerca de sus capacidades y forma de ser configuran una imagen negativa de lo femenino (Garreta y Careaga, 1987; Blanco Garcia, 2000). Por otra parte, como han puesto de relieve diversos estudios (Garcfa Meseguer, 1977; Calero Fernandez, 1999), el lengua- je, vehiculo principal de transmisién de conocimientos en la escuela, ‘es también androcéntrico, a lo que se afiade el hecho de que en la escuela mixta el curriculum oculto que se transmite revela una clara diferenciaci6n de género, tal como han revelado investigaciones cen- tradas en Ia interaccién escolar entre docentes y alumnado. La aten- cién que se dedica a las alumnas es menor, lo cual tiende a generar pasividad y desinterés en ellas, al tiempo que las caracteristicas asocia- das a las nifias tienden a considerarse de menor valor académico que aquellas que se asocian a los nifios como la competitividad o el deseo de triunfar (Subirats Martori, 1994; Subirats Martor! y Brullet, 1988; Brullet 1996; Radl Philip, 2001). Durante los tiltimos afios han experimentado un desarrollo desta- cable los trabajos acerca del género y la educaci6n en Ia ensefianza universitaria desde una triple perspectiva. En primer lugar, el diag- néstico acerca de las diferentes pautas en Ia eleccién de carreras que producen una concentracién femenina en las Areas de ciencias de la salud o humanidades al tiempo que una infra-representacin en las carreras técnicas (Guerrero, 1996; Radl Philip et al,, 2001; Almar- cha et al, 2001; Diaz, 1997). En segundo lugar, se estudia también el efecto de la eleccién de estudios en la insercién laboral posterior (Fratos Balibrea, 1996, 2004; Garcia de Len y Garefa de Cortézar 1996a; Belzunegui et al, 2006), asf como la composicién del profeso- rado universitario, que arroja una notable desigualdad en los niveles de mayor cualificacion profesional, en especial en el nivel de cétedras (Almarcha y Gonzalez, 1995; Garefa de Leén y Garcia de Cortézar, 1996b; Gémez Vazquez y Martinez Sieira, 1996). 310 SocroLocia DE GENERO Las tecnologias de la informacién constituyen un nuevo elemento de la formacién y de la incorporacién de las mujeres al mercado de trabajo. Surgen preguntas acerca de la medida en que el acceso a tales recursos pudiera estar introduciendo nuevas formas de desigual- dad, asi como los factores que lo explican y las medidas para evitarlo (Castaio et al,, 1999, 2004, Castafio, 2005). 4. Trempos y Espacios El tiempo constituye una unidad de medida que permite cuanti- ficar las diferencias en las actividades de hombres y mujeres, compa- rando la dedicacién respectiva al trabajo remunerado y no remune- rado de forma pormenorizada (Ramos Torres, 1990; Izquierdo et al., 1988; Prats Ferret et al, 1995; Alvaro Page, 1994; Aguirre et al,, 2005; Ramos Palomo, 1998). La sociologia del género ha aportado asi un instrumento clave, las escalas de andlisis del trabajo doméstico, para estudiar la evolucién de las desigualdades en los distintos tipos de trabajo que uno y otro sexo realizan, instrumento ya incorporado a Jas practicas habituales de observacién de la realidad social por parte de organismos como el Centro de Investigaciones Sociolégicas 0 los institutos de Ja mujer. El tiempo es a su vez susceptible de cuantifica- cién econémica, lo cual tiene el doble interés de analizar el sector de a produccién doméstica y mostrar la relevancia del trabajo no mo- netarizado, fundamentalmente realizado por mujeres. Este enfoque avanza, ademés, en la definicién de nuevas categorias de percepcién de la realidad que Ia observacién mediante la lente del género hace posible (Duran, 2000, 2003, 2006; Garcia Sainz, 2000; Gémez del Mo- ral, 2004). La forma en que hombres y mujeres utilizan el espacio constituye otro indicador de la desigualdad. Se desplazan de distintas maneras en la ciudad, con distintos propésitos y en medios de transporte que también difieren (automévil frente a transporte piblico). La relacin con el espacio urbano esté marcada por las diferencias de género (Alcafiiz, 1995; Diaz Mufoz, 1998; Denche, 1995; Fernandez More- no, 1996; Durdn, 1995; Del Valle, 1997). Los distintos umbrales de la percepcién subjetiva de seguridad, por ejemplo, disuaden del acceso de las mujeres a ciertos espacios, por percibirse como peligrosos 0 no apropiados. Al tiempo, la ciudad es un rico universo simbélico que reproduce a través de los nombres de las calles o las imagenes de per- sonas y personajes una identidad y una memoria, fundamentalmente masculinas, (Gavira, 1996; Durdn, 1998; Hernandez Pezzi, 1998). La planificacién urbanistica no es ajena a las connotaciones de género 311 Constanza tonto de Ja ciudad sino que de forma implicita o explicita disefia espacios que las asumen y las reproducen (Justo Moreno, 1995; Tob/o, 2008). Por otra parte, més alld de indicadores, tiempo y espacio son re- cursos desigualmente repartidos que contribuyen a la reproduc: de las diferencias de género, tal como pone de manifiesto el andlisis que hace Soledad Murillo (2006) acerca del tiempo privado para si de los hombres que en el caso de las mujeres se transmuta en entrega a los demas. 5. NuEVos TEMAS A partir de los afios noventa, la investigacién en sociologia del gé- nero se desarrolla en extensin abarcando toda una serie de nuevos temas ¢ introduciendo nuevos enfoques, mucho més all4 de los hasta entonces asociados a la problematica de las mujeres. Se indaga en grapos sociales especificos como las j6venes, las mayores o las que vi- ven en el medio rural, superdndose asi una concepcién simplificado- ra de sus diferencias (Alberdi et al., 2000; Maquieira, 2002; Sampedro, 1996, 1997). La experiencia de las inmigrantes segiin sus distintos origenes y formas de integracién en nuestro pais es también objeto de investigacién de importancia creciente y paralela al impacto de este fenémeno social en el que las mujeres con frecuencia asumen un destacable protagonismo (Gil, 1998; Escriva y Rivas, 2004; Nyberg Sorensen, 2004; Gorfinkiel y Tobio, 2003, 2005) Asimismo los traba- jos sobre los efectos de la globalizacién en las mujeres y en torno al debate del multiculturalismo y el género han experimentado un de- sarrollo considerable en los uiltimos afios (Samper Sierra, 2004; Lena de Botton et ad, 2004; Sotomayor, 2004). La violencia de género emerge en la tiltima década en sus distintas manifestaciones como una realidad hasta entonces oculta cuyas claves insertas en las més profundas estructuras del patriarcado la sociolo- gia debe desentrafiar. Los trabajos realizados desde la sociologia han contribuido al conocimiento de esta terrible manifestacién de la des- igualdad de género, tanto desde la perspectiva del diagnéstico como de las politicas puestas en marcha para luchar contra ello (Alberdi y Matas, 2002; Alberdi y Rojas Marcos, 2005; Valiente, 2005). Si bien Ja participacién de las mujeres en la politica constituye un campo de investigacién fundamentalmente desarrollado desde la cien- cia politica, el andlisis de las politicas sociales orientadas a superar las, desigualdades de género ha sido objeto de una amplia atencién por parte de la sociologia. Cabe destacar los trabajos sobre las politicas orientadas al cuidado de los menores y los dependientes, todavia insu- 312 SOCIOLOGIA DE GENERO ficientemente asumidas por el Estado, a pesar de que el répido incre- mento de la actividad laboral femenina reduce y reducira més en el fu- turo su disponibilidad para este tipo de tareas (Valiente, 1997; Guillén, 1997; Moreno, 2005; Montagut, 2001; Gémez y Tobio, 2004; Casado Aparicio y Gémez Estaban, 2006). Por otro lado, la puesta en marcha de distinios tipos de politicas de igualdad entre mujeres y hombres a Jo largo de los tiltimos veinte afios, desde la igualdad de oportunidades a la accién positiva y la paridad, tanto en los niveles locales como auto- némicos y estatales, constituye un fenémeno amplio y complejo que la sociologfa estudia dando cuenta de los importantes avances logrados, de los todavia pendientes e incluso de algunos retrocesos puntuales (Astelarra, 2005; Escario et al., 1996; Gil Ruiz, 1996). A pesar de que el feminismo constituye un émbito de reflexion pluridisciplinar, el protagonismo de las fil6sofas y de las historiadoras en la elaboracién teérica es innegable. Hay, sin embargo, aportacio- nes destacables y crecientes desde la sociologia. Se ha indagado, por ejemplo, en aspectos relatives al estatus epistemologico de la investi- gacién con perspectiva de género a partir del debate igualdad-dife- rencia, asi como en torno a la relaci6n entre sexo y género, roles y desigualdad (Radl Philip, 1993, 1996, 2002; Osborne, 1993). El méto- do histérico, clésico en sociologfa, ha sido utilizado para analizar en la iconograffa artistica asi como en los mitos y relatos (las Trinidades, ka Anunciaci6n de Ia Virgen), cémo se perpetéan, refuerzan 0 reelabo- ran las representaciones simbélicas de género (Durén, 1996; Varela, 2001) El cuestionamiento de las categorias analiticas androcéntricas constituye una de las principales aportaciones teéricas del feminismo al mostrar cémo Ia comprensién de la realidad esta mediada por con- ceptos que arrojan luz y consideracién social sobre lo masculino, al tiempo que oscurecen, tapan y desvalorizan lo femenino. Asf ocurre con el concepto de «actividad econémica» asociado a lo que se hace a cambio de una remuneracién econémica e, implicitamente, a lo que hacen los hombres. Proponer nuevas categorfas y variables que per- mitan analizar empiricamente el trabajo no reconocido que hacen las. mujeres es el objetivo de la propuesta de una encuesta de poblacién activa no androcéntrica (Carrasco et al., 2004). Probablemente el indicador mas claro de la madurez de un drea de conocimiento sea la autorreflexién. Es en los tltimos afios, cuando apa- recen una serie de obras que tienen como propésito estudiar nuestra propia disciplina bajo la lente del género. Se ha indagado sobre los su- ppuestos, en ocasiones implicitos, en relacién a las mujeres en Ia teoria sociol6gica. Se revelan ast aspectos inéditos de las aportaciones de los clasicos, en los que a veces el rigor analitico produce destacables avances tedricos aunque en otros casos las nociones patriarcales dejan sentir su 313, CONSTANZA TOBIO peso (Durn, 2004, Varela, 2004). Se han producido también algunas obras de sintesis sobre la sociologia de las mujeres espafiolas, asi como diversos textos académicos pluridisciplinares de teoria feminista e histo- ria de las mujeres en los que la sociologia tiene una destacada presencia (Garcia de Le6n y Garcia de Cortazar, 1996c; Maquieira, 2001; Morant, 2008). Por iiltimo, hay que sefialar los trabajos de reflexién y evaluacion. en torno a los estudios de las mujeres en Espafia, que dan cuenta del proceso de consolidacién académica, de logros y perspectivas de futuro (Ballarin Domingo ¢t al., 1995; Instituto de la Mujer, 1995, 2001, 2008). BrBuiocRaria, Avagarr, A; Capré, A; Dominco, A; Fasré, A., y Storck, V. (1988); La cohabitacién en Espana, Un estudio en Madrid y Barcelona, Madrid: Centro de Investigaciones Sociolégicas. ALBERDI, I. 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Los hombres y otras identidades de género Oscar GuascH Hay dos formas comunes para presentar el estado de una especia lidad sociol6gica. La primera, es la lamada perspectiva conmemora- tivista, que presenta una historia interna del desarrollo disciplinar. Se trata de un punto de vista cronolégico que detalla y ordena en el tiempo a los y a las autores, teorias y trabajos relevantes. Pero tam- bién existen Jos estados de la cuesti6n externalistas. Estos iiltimos, toman en cuenta el desarrollo interno del conocimiento sociolégi- co, pero lo articulan con el contexto politico y social en que aconte- ce. Los estados de Ia cuesti6n externalistas asumen el riesgo de ser acusados de ideologicos; pero son puntos de vista que parten de la premisa de que las ciencias sociales (como el resto) nunca pueden explicarse por si mismas y precisan evaluar el modo en que la socie- dad las condiciona. La afirmacién anterior es més que pertinente cuando las especialidades sociolégicas deben posicionarse ante mo- vimientos sociales de amplio alcance; en este caso: el movimiento feminista y también el movimiento gay. En estas paginas, el andlisis del desarrollo y de la incorporacién de nuevos objetos, temas, y de- sarrollos teéricos en la sociologia del género en Espafia, prioriza la perspectiva externalista. Eso significa, por un lado, asumir el riesgo ideologico que conlleva; y por otro, renunciar al detalle y la exhaus- tividad que permiten los puntos de vista conmemorativistas. Pueden definirse dos grandes nuevos objetos de estudio que, a lo largo de las dos tiltimas décadas, se han incorporado a la sociologia del género (tanto en Espafia como a nivel internacional) a saber: las mascu- linidades y la cuestién gibt (1), siendo la teoria queer el desarrollo te6rico mas novedoso. ‘Tanto en la sociologfa internacional como en la espajiola, la incor- poracién de nuevos objetos de estudio en la sociologia del género, (2) GLBY son las siblas con que, deste la década de los noventa, se nombra al movie rmiento gaylesbiano-bisexual y transexual. 323 ‘CONSTANZA TORO esté condicionada por los debates académicos, te6ricos y sociales, en torno a viabilidad y la prioridad de las estrategias de lberacién de género respecto a las estrategias de liberacién sexual. E1 feminismo conforma un movimiento social diverso y un corpus tedrico plural pero, en Espa- a, la opcién mayoritaria ha sido priorizar las estrategias de liberacién de género por encima de las estrategias de liberacién sexual. Esta posi- cién, hegeménica en el feminismo espatiol, ha tenido consecuencias en las practicas académicas e investigadoras de la sociologia del géne- ro. ¥ es que para dar respuesta a las demandas sociales planteadas por un movimiento social interclasista de amplio alcance (el femninismo), Ia sociologia del género ha dado prioridad al andlisis de las desigual- dades sociales que afectan a las mujeres. Por ello, pese a que existen otras cuestiones en las que el género también es una variable central, Ia sociologfa del género les prestado menor atencién: es el caso de las masculinidades, de los transgenerismos, de la homofobia, la cuestién glib y, en menor medida, también es el caso del trabajo sexual de las mujeres. Las consecuencias del género sobre los hombres tienden a ser in- visibles. Ello tiene que ver con Ja poca atencién que se les ha presta- do y con la posicién hegeménica que el sistema de género atribuye Ios varones. Ni en Espafia, ni tampoco en el resto del mundo, existen amplios e interclasistas movimientos de hombres (2) que fomenten el anilisis critico de lo que havenido en llamarse masculinidades. Este tlti- mo, es un concepto sociolégico y politico que atin esté en cons- truccién, El segundo factor que retarda el andlisis de critico de las, consecuencias del género en los hombres es su cardcter invisible. Michael Kimmel (1998) afirma que el género es invisible para los hombres de igual modo que la raza es invisible para los blancos, porque los privilegios que se brindan a quienes forman parte de Jos grupos hegeménicos desincentivan la revisién critica de la si- tuacion social en que se encuentran, Asi pues, los estudios sobre masculinidades son recientes, y su inclusién en el programa teérico € (2) En Noruega existe la Asociacin Internacional para los Estudios de Hombres (IASOM). ‘Se trata de una red internacional que fomenta la perspectiva de género aplicada al estudio de los varones. En Chile, la Facultad Latinoamericana de Ciencias So:iales (FLACSO), co- ‘ordina otra red con el mismo objetivo. También esti la Red Europea de Hombres Profeministas liderada desde Francia por Daniel WelzerLang. Para el caso espaol hay que destacar el Programa de Honbres por ta Iguaidad del Ayantamiento de Jérez que coordina José Angel Lozoya, cuya pagina web es de visita obligada: wauhonbesigualdad.com. En wwuestudios masculinidades buap.me puede consultarse la revista electrénica La manzana, publicada por Red Internacional de Estudios sobre Masculinidades que se coordina desde la Universidad AutGnoma de Puebla, en México. 324 SOCIOLOGIA DE GENERO investigador de las ciencias sociales puede datarse en la década de los noventa del siglo xx (8). La publicacién en los aiios setenta de la obra de Nancy Chordow (1978) inagura un punto de vista identitario sobre las masculinidades que (sobre todo en los paises anglosajones) desarrollan autores como Connell (1995), Kaufman (1989), Kimmel (1987), Gilmore (1990), Se- gal (1990), y Badinter (1993) en Francia. Estos trabajos coinciden en sefialar la gran diversidad de formas de ser hombre, asi como la exis- tencia de masculinidades hegemOnicas y subalternas. También teorizan las relaciones de poder intramasculinas, de manera que hacen visibles Jas desigualdades y el ejercicio del poder de unos hombres sobre otros para resaltar que no todos los hombres son violentos y que tampoco todos los hombres son poderosos. Una posicién parecida puede encon- trarse en los trabajos de la sociologia franco-canadiense de Welzer-Lang (1992; 2000). Las criticas que suelen hacerse a los estudios identitarios son dos. En primer lugar, que problematizan cuestiones comunes en el primer mundo (la identidad), que son menos frecuentes en el resto (Vendrell 2002); y en segundo lugar, que a menudo establecen una relacién simple entre masculinidad y violencia (Guasch, 2006). En cualquier caso, las investigaciones identitarias sobre los hombres impulsan lo que Connell (1998: 77) denomina el momento etnogrifico. Esto es: el desarrollo de toda suerte de trabajos sobre las cistintas ma- neras en que los varones viven cuestiones como la sexualidad y la salud sexual y reproductiva (4), el cuerpo y el deporte (5), la salud (6), la do- mesticidad y la paternidad (7), y la violencia (8). En Espafia, ese momento elnogréfico lo inaguran los trabajos pioneros de Stanley Brandes (1991) y de Vicent Marqués (1987, 1991) desarrollados luego por Valcuende y Blanco (2003). Vicent Marqués, ademés de impulsar el andlisis de las relaciones de la masculinidad con el poder lidera los primeros grupos de hombres. Mas adelante, Enrique Gil Calvo (1997) insiste tanto en la cuesti6n de las desorientaciones identitarias masculinas como en las estrategias que estos desarrollan al respecto (Gil Calvo, 2006), mientras que Gasch (2004) analiza la relacién entre masculinidad y homofobia (8) Una completa bibliografia comentada sobre la cuestién de las masculinidades puede consultarse en wuuncstacong (4). Esel caso de Gellman y Torman (1989), Fernéndez de Quero (1995), y de Parrini (2001) y de Figueroa (1998) y de Keijzer(1997). (8) Es el caso de Huerta Rojas (1999), Campo Tejedor (2003), de Rey Fuentes (1994), y de Baimer (2001). (8) Es el caso de Bonino (1994), Ramirer (1995), y Rivas (2005). (7) Es el caso de Bonino (2001), Mauer (1999), y Osherson (1993) y de Tubert (2001). (8) Es el caso de Miedrian (1995), Cantera (1992), Fisas (1998), WelzerLang (1991), Miller (1996), Montoya (1998), y Ramirez Hernandez (2000). 325 ‘conszanza Tonfo entre los varones adolescentes (9). También son relevantes distintos trabajos realizados en América Central y del Sur que, en el marco de la FLACSO, incorporan las cuestiones de raza y etnicidad al andlisis de las masculinidades (10), asf como proyectos de investigacién de alcance europeo como los presentados por Abril y Romero (2005). De igual modo, hay que sefalar las aproximaciones psicosociales de Bonino (1994 y 2000), las procedentes de los estudios culturales que presentan Segarra y Carabi (2000), y las historicas de Mosse (2001) y de Ramos Santana (1997). En cuanto a desarrollos teéricos, son importantes las. aportaciones de Seidler (2000) y de Kimmel (1992), y las mas recientes de Nufiez Noriega (2004) y de Menjivar (2004). La nocién de masculinidades es un concepto politico y sociolégico instrumental que atin est en construccién y que tiene cardcter trans- disciplinar y pluritematico. Por eso sigue abierta la discusién sobre si los estudios de homoerotismos masculinos pueden o no incluirse bajo aquella denominaci6n, En estas paginas se asume que la homo- sexualidad es una forma erutida y culta (0 cientifica, si se prefiere) de homofobia que, en nuestra sociedad, define una mds de las diversas formas de ser hombre. Por eso se considera que esa clase de perspec- tivas pueden ser consideradas formas especificas de estudios sobre va- rones. Los estudios sobre homoerotismos masculinos se han desarro- Mado tanto desde la sociologia de la sexualidad (11), como desde los. estudios gith (12), y a grandes rasgos pueden clasificarse del siguiente modo: estudios sobre identidades y vida cotidiana gay y homosexual (13), estudios sobre homofobia (14), trabajos sobre la epidemia del (®)_ En Espafa, la producci6n sociol6gica sobre masculinidades esti en sus inicios: en- ‘re 1990 y 2006 en la Revista Expariola de Investigaciones Socilégicas no hay ni‘un solo articulo al respecto, (10) Es el caso de ANDRADE y HenneRa (2001) y de Vatts y Oxavannta (1998). Al res- ecto bien puede consularse el némero 1617 de a revit Daaats monogréficamente edicado a la cuestién de las diversidades masculinas y sus relaciones cot la et (11) Sobre el desarrollo y el programa tedrico de la sociologgia de la sextalidad en Es- paiia puede verse Guascnt (2002), Osnonwe y Guasca (2008), Guasch (1998), e IotEstas DE Usser. (1988). (12) Los estudios glé son la actualizacién de Tos més clisicos gay and lesbian estudies que ahora incluyen, ademés, la bisexualidad y la transexualidad y el transgenerismo. Una excelente presentacién internacional del estado de la cuestién de los estudios glib en Espa- fia se encuentra en Osporne y TRyj1.t0 (2006). (18) Es el caso de Guascn (1987a y 1987b), de Lxamas y Vioanre (2000), de Vintaa- at (2004 y 2005), y de Vitez-PetizcRtnt (2005). (G4) Tal es el caso de los estudios de Arman (2003) y Oratepa (2004) que, basa- dos en biografias y testimonios, recuperan Ia memoria hist6rica de la represin franquista. ‘También estin 1os trabajos de Cracarrscut (2001) y Véxez Peutionmt (2006) sobre dis- criminacién labora a las personas homosexuales, asi como los de (HERRERO BRASAS, 2000) sobre homofobia y fuerzas armadas, y los de PicitarDo y GENERELO (2005) sobre homofo- bia en secundaria. También esté la traduecién de Bonito (2001). 326 SOCIOLOGfA DE GENERO sida (15), y sobre el desarrollo del movimiento gay (16) asociado a cuestiones relativas al matrimonio y a las familias (17). En Espana hay dos revistas de referencia sobre cuestiones de homosexualidad. Esta Orientaciones, publicada por la Fundacién Triéngulo, y la ya desapare- cida Reverso (con una perspectiva cercana a la teorfa queer). En Espaiia, como en el resto del primer mundo, la hegemonia social de las estrategias de liberacién del género sobre las estrategias de liberacién sexual, han fomentado la tardia incorporacién en la sociologia del género de los temas del transgenerismo, de la bisexua- lidad y del lesbianismo, la cual se inicia en Ia década de los noventa del siglo pasado. Para un conocimiento exhaustivo al respecto puede verse el ya citado trabajo de Osborne y Trujillo (2006). Aqui, y dada su relevancia, se seiialan los trabajos precursores sobre identidades lésbicas y lesbofobia publicados por Olga Vifiuales (1999 y 2002), y también las aportaciones te6ricas sobre transgenerismos presentadas por Jose Antonio Nieto (2006, 2002, 1999, 1998) y por Esther Nuifiez (2003 y 2000). Los transgenerismos son un campo privilegiado para el desarrollo de la investigaci6n y de la teorfa social del género que todavia est por desarrollar, Por eso, los trabajos al respecto publica- dos por Norma Mejfa (2006) merecen una atenci6n especial. Se tra- ta de la primera investigacién realizada en Espafia por una persona transexual sobre su propia realidad, en un trabajo que reune en una sola obra la teoria y la prictica (la experiencia) del trangenerismo y de la transexualidad. El trabajo de campo de Norma Mejia incluye la prostitucién tran- sexual, lo cual remite a la discusién sobre la inclusién (0 no) del trabajo sexual (y en especial del trabajo sexual de las mujeres) en el programa investigador de la sociologia del género en Espafia. La prostitucién de las mujeres ha sido estudiada, sobre todo, desde la sociologia de la sexualidad. Pero, sin duda, se trata de una cuestién que tiene género, sobre todo si se compara con la menor estigmati- zaci6n social del trabajo sexual de los hombres (Dorais, 2004; Guas- ch (1994). El modo en que los textos de Osborne (2004), Juliano, (2002) y de Agustin (2004) presentan la prostitucién de las mujeres, (15) Tal es cl caso de los trabajos de Canpiny Frovia (1985), de Carnfw (1991), de Ltanas (1995), y de VILIAAMIL y SANTAMARIA (1996). (16) | Es ef caso de los trabajos de ALONSO GoNzALEz (2002), de Cauvo (2002) de Fuovrk (2008), de Liamas y Vita (1997), de Monrernen (2008a y'2005b), y de VAzouez Gancta (2000). (27) Bs el caso de los trabajos de BEnfTez y ScHERPENzEEL (2004), de Herneno BRA sas (2005), de Péxez Sancrio (2005), de PLaTERO (2006) y de la traduccién de la investi- gacicn de gestién familiar de la homosexualidad. 327

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