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La teoria socioldgica (1) Emrro Lamo bE Espinosa 1. Teoria socta vs. TEORIA SOCIOLOGICA ¢De qué hablamos cuando aludimos a la «teoria sociolégica> 0, con tanta o mayor frecuencia, a la «teoria social»? Son sin duda con- ceptos de contenido ambiguo con los que se suele aludir indistin- tamente a dos ideas: 1. Bien la parte més general de la sociologia, interesada en los conceptos, argumentos y modelos vilidos para todos Jos Ambitos de la investigacién sociolégica, de modo similar a como la teorfa econémica recoge la parte mas general de la economia; 2. O bien, la parte mas general de las ciencias sociales, valida pues indis- tintamente para la sociologfa, la economia, la ciencia politica, etc. En el primer sentido la teorfa social se solapa practicamente con la teorfa sociolégica y ambas, frecuentemente, con Ja sociologia gene- ral, si bien con este término suele aludirse mas a una introduccién general a la sociologia que a un andlisis de sus conceptos y modelos esenciales. En el segundo sentido —como teorfa general de las cien- cias sociales— la teoria social se encontraria a medio camino entre las ciencias sociales y la filosofia social, incluyendo la epistemologia de las ciencias sociales. ‘Aun cuando la mayoria de los libros que incorporan el término «teoria social» en su titulo se limitan a presentar un desarrollo his- t6rico de las diversas teorias sociales y son, por ello, historias de la teoria social —una confusion que Merton consideraba atractiva, pero fatal (2)— otros (los menos) intentan una verdadera construccién sistematica de modelos explicativos de la realidad social. Y en esta se- gunda orientacién, sin duda mas adecuada, la teorfa social puede te- (1) Mi agradecimiento a Ramén Ramos, Julio Carabaiia y José Enrique Rodriguez Ihaiiez por las observaciones y comentarios que hicieron a una primera version de este trabajo. Aunque no he podido incorporar todas sus sugerencias, sf la mayoria, sin dada (2) RK. Marron: Teorfa y estructura sociales, FCE, 1972, p. 14. 13 EMILIO LAMO DE ESPINOSA ner una orientacién normativa (¢ incluso moralizante) 0 meramente explicativa de la realidad social. Lo segundo ha sido el punto'de vista usual de los tedricos sociales con la notable excepcién de Ia llamada teoria critica y algunos de sus derivados (como la sociologia reflexiva de Gouldner la més reciente de Bourdieu). Pero incluso si se re- chaza una orientacién normativa, que es lo més frecuente (aunque hay excepciones notables, como ¢s él caso de Salvador Giner en Espa- iia), la teoria social si pretende ordenar (y asf normar) al menos a la ciencia social (0 a la sociologia), puesto que tipicamente se construye de modo axiomatico 0 deductivo y nunca a través de procedimientos inductivos que generalicen la actividad de los cientificos sociales. Es cierto que Talcott Parsons consideré su Estructura de la acciin social (1937) como una teorfa inductiva construida sobre el andlisis empi- rico de las teorias sociales (de Marshall, Durkheim, Weber 0 Pareto), pero tal afirmacién ha sido siempre considerada como una exage- racién. Por el contrario, en el conocido libro de Robert K. Merton Teoria y estructura sociales se trata, no de la historia de Ia teoria social, sino de la sistemdtica de ciertas teortas con las que trabajan actualmente los sociéloges (3). Igualmente, el importante libro de James S. Goleman Fundamentos de a teoria social (1990; lamentablemente a la espera de ser traducido al castellano) construye una explicacién de la sociedad como wna teorfa que construye las reglas variadas dentro de las que actitan conjuntos de personas (4). Se pregunta pues més bien qué debe ser la ciencia social y/o cémo construirla, y no qué es de facto la ciencia social. Por ello es caracteristico de la teorfa social intentar trazar Ii- neas 0 criterios de demarcacién entre lo que es/no es, ciencia social. ¥ puesto que el método debe ser adecuado al objeto, es también ti pico preguntarse qué es/no ¢s la realidad social, tarea que culmina —como en el Durkheim de Las Reglas del método sociolégico— en una ontologia de lo social, con Ia que frecuentemente se confunde la teo- ria social (por ejemplo en no pocos de los trabajos de Miguel Beltran © mios a los que aludiré posteriormente). No obstante, la dificultad de testar y contrastar algunas de las grandes teorfas sociales —como la Gran Teoria expuesta por Talcott Parsons— llev6 a Robert K. Merton a propugnar la elaboracién de teo- rias sociales de alcance medio (middle-range theories) que tengan como objetivo modelar, no la sociedad (o lo social) en su conjunto, sino segmentos o parcelas reducidas de ella (como el comportamiento desviado, la familia, la burocracia, o la ciencia), bajo el supuesto de (2) Op. cit p.15. (4) pots S: Cotman: Foundations of Social Teor, Harvard University Pres, 1990, p. 11. 4 LA-THORIA SOCIOLOGICA EN ESPARA que en este nivel medio ¢s més facil la conexidn entre teorfa ¢ inves- tigaciOn empirica. A pesar de que Ia teoria mertoniana del nivel inter- medio alcan7é general aceptacién, y son numerosas las teorias de este nivel hoy disponibles, ello no ha inhibido los intentos renovados de construir teorias de cardcter general, que han regresado con fuerza en la década de los ochenta tras el giro constructivista hacia lo micro, como (por citar las mas relevantes) las de J. Alexander (Theoretical Logic in Sociology, 1982), J. Habermas (Teoria de la accién comunicativa, 1981), A. Giddens (La constitucién de la sociedad, 1984), N. Lubmann (Soziale Systeme, 1984) o la citada de J. S. Coleman, sin olvidar la gran obra sociol6gica de Pierre Bourdieu, junto con Habermas quien més ha influido en la sociologia espafiola. No obstante, parece mantenerse la idea de que la teorfa repro- duce o refleja la realidad y puede que la teoria social actual no haya profundizado suficientemente en la metéfora borgiana de que una (cualquier) teorfa es slo un mapa més que un espejo, que debe in- formar s6lo de aquello que es relevante en un momento dado; ni mucho, pues entonces el mapa se confunde con la realidad y deja de servir de orientacién; ni poco, pues eritonces es facil perderse, En todo caso, sf se acepta generalmente que una teoria que no pueda ser contrastada con datos est4 mas alld del ambito de la ciencia social, para integrarse en Ia filosoffa 0 incluso el ensayismo, tareas con las, que no es infrecuente confundirla, O por decirlo con mayor rotundi- dad la sociologia es una ciencia empirica (Carlos Moya), aunque a veces pueda no parecerlo. En este trabajo utilizaremos como sinénimos los términos teoria sociol6gica y teoria social, dado que ese es el uso frecuente tanto en la sociologfa espafiola como en la europea (5). Pero limitaremos nuestro anilisis a teorias sociales (0 sociol6gicas) generales y no middlerange, tarea que sospecho corresponde a otros capitulos de esta obra. 2. SoctoLoGia ¥ TEORIA SOCIAL EN EL SIGLO xx: INSTITUCIONALIZADORES Y COMPILADORES Como traté de argumentar en otro lugar (6), podriamos resumir la historia de la sociologia en los avatares de cinco «generaciones» de (8) Por ejemplo, en el muy reciente Hadbook of Contemporary European Social Theor), edita- do por Gerard Delanty (Routledge, Londres, 2006), quizds el mejor y mds actual resumen de Ta teorfa social europea. En Espafa, y en el mismo sentido, véase Javier Noya, «Teoria e inves: tigacion en la sociologia espaftola contemporéneas, Politica y Sociedad, 4,2, 2004, p. 168 ss. (6) E. Lamo pe Esrixosa: «La sociologia del siglo xXe, en Revista Esperiola de Invest- _gaciones Socolégicas, 96, 2001, pp. 21-49. 15 EMILIO ZANO DE ESPINOSA pensadores que podemos caracterizar con los rétulos respectivos de 1. Pioneros, 2. Fundadores, 3. Institucionalizadores, 4. Compiladores y 5. Constructivistas, en el entendimiento que el término generacién se toma aqui en el sentido lato y genérico de coeténeos y no en el es- tricto sentido mannheimiano de unidad generacional. De estas, s6lo las tres tiltimas pertenecen a la historia contemporanea de la teoria sociolégica y, en este momento, solo las dos tltimas estarfan todavia activas. Efectivamente, dejando fuera a los pioneros o inventores de la so- ciologia (los nominalistas escoceses dél xviit 0 Montesquieu), la se- gunda generacién es la de los fundadores, quienes escriben a comien- zos 0 mediados del x1x, y cuya figura mas representativa es sin duda lade Augusto Comte, que inventard en 1824 el término «sociologia». Pero la tercera generacién, ya a caballo entre el siglo x1x y el XX, es Ia de los institucionalizadores, aquellos que llevan Ia sociologia, has- ta entonces un producto académicamente exético, a la Universidad, para hacer de ella una disciplina legitimada y aceptada. Son los Dur- kheim, Pareto, Weber, Simmel, Mead o Téennies, pero también los miembros clasicos de la Escuela de Chicago, todos ellos académicos y profesores de universidad, lo que no fueron ni Comte, ni Tocquevi- lle, ni Marx, ni siquiera Spencer (que menospreciaba Ia universidad inglesa).. La Primera Guerra Mundial, que pone fin al optimismo decimo- nénico y al positivismo y es, por tantas razones, divisoria politica y social entre el siglo x1x y el xx, lo es también en la sociologia. Para entonces, la década de los 20, emergia la cuarta generacién, que es ya Ja central del siglo xx, la de los sintetizadores 0 compiladores, marcada a fuego por la terrible historia europea del siglo xx. Efectivamente, el periodo que va de 1918 a 1989, del fin de los Imperios y Ia Revolucién Rusa a Ja caida del muro de Berlin, y que Jos historiadores han Hamado el corto siglo xx o la «guerra civil de occidente>, se caracteriza por la tensién marxismo y antimarxismo, expresién en el pensamiento del predominio de la lucha de clases que adquiere su mayor virulencia en los afios 20 y se prolonga, tras la segunda guerra mundial, en la guerra frfa que contrapone el bloque soviético al americano. Una tensién que traspasa por completo toda la produccidn sociolégica, que se bifurca asf entre quienes analizan el presente desde categorias marxistas 0 desde marcos (neo) positivis- tas, entre fancionalistas y marxistas, teOricos del consenso o teéricos del conflicto, contraposicién que alcanza incluso al mismo nivel epis- temoldgico como enfrentamiento entre un modo de argumentar dia- léctico-critico, de cufio hegeliano, y otro neopositivista-isicalista, de cuifio kantiano. La contraposicién fue de tal calibre que no estébamos 16 1A THORIA SOCIOLOGICA EN ESPARA ante dos modos de hacer sociologia sino propiamente ante dos socio- logias e incluso dos ciencias diversas y en conflicto. Y asi, el marxismo se transformé en otra sociologia alternativa a la «burguesa» mientras, el funcionalismo pretendfa ser nada menos que «el lenguaje de la ciencia social» (la expresién es de Parsons), equivalente a lo que es Ja matematica como lenguaje de la fisica y la ciencia natural. ¥ asf, su tensién (y debate mutuo) al tiempo disolva (escindia) y constitufa la sociologia (y la ciencia social). Es la época que en mi libro La sociedad reflexiva Hamaba del «consenso escindido» entre marxistas y antimar- xistas (7). Nunca fue més cierto que tertium non datar. Mi generaci6n, la que se formé en la sociologia en los afios 60 y 70, espariola 0 no, aun se vefa forzada a optar entre unos y otros. Los compiladores, generacién central de la sociologfa del siglo xx aparecen asf no ya divididos sino enfrentados, aunque unidos tam- bién por creencias fundamentales. Saben ya que son socidlogos y lo saben por formacién o vocacién inicial. Son ademas académicos y profesores todos ellos. ¥ por ello intentan, muy conscientemente, hacer de esta disciplina, ya legitimada académicamente, un saber cientifico riguroso. Y de ahi que traten de buscar las sintesis o las, convergencias de corrientes diversas que les han precedido. Los pri- meros, los conservadores, con Parsons a la cabeza, se apoyaran en el pensamiento europeo de Durkheim, Weber, Marshall y, sobre todo, el del iiltimo Pareto, con el claro y explicito intento de contrarrestar el avance marxista. Los otros, los ériticos, insatisfechos con la sociologia «burguesa» pero también con el marxismo positivista de la segunda © la tercera internacional, entroncaran a Marx con Hegel (y no con Kant, como los anteriores), para incorporar mas tarde, desde la teo- rfa de Ia cosificacién de Lukacs, Ia teoria weberiana de la burocratiza- cin del mundo, e incluso el psicoandlisis de Freud en una poderosa sintesis (Ia Escuela de Frankfurt) de indudable impacto en Espaiia y Europa al hilo, sobre todo, de los acontecimientos de 1968. Unos y otros son pues sintetizadores y totalizadores. Pero més alld de Ja mutua (aunque enfrentada) voluntad compi- ladora o sintetizadora, ambos contendientes compartian cosas muy importantes. En primer lugar Ja creencia en que una ciencia social es posible y deseable, algo simplemente evidente entonces pero que el tiempo pondré en entredicho. Compartfan en segundo lugar una fe, igualmente ingenua, en la racionalidad occidental como motor del pensamiento y de la historia. Eran ilustrados y optimistas sin mer- (D)_ La soviedad refesiva. Sujeo y objeto del conacimiento socilégice, Centro de Investigacion nes Sociolégicas, Madrid, 1990, 191 pp. Reeditado en 2001. i 17 EMILIO LAMO DE ESPINOSA ma alguna y crefan a pies juntillas en el universalismo de la raz6n. Y como ios ilustrados, compartian una filosoffa de la historia entendida como proceso de modernizacin y de transito progresivo, pero inevi- table, desde sociedades tradicionales, agrarias y rurales, a sociedades, modernas, industriales y urbanas, que se expandia como una mancha de aceite desde €l mticleo de occidente al resto del mundo. Final- mente, para unos y otros, los sujetos de la historia mundial (y, por lo tanto, los objetos privilegiados de la ciencia social) son las naciones- Estado, marco indiscutible de las sociedades, de mddo que, cuando hablan de «sociedad» debemos entender (casi) siempre «sociedades estatalmente constituidas». Los afios 60/70 marcarén el fin de esta generacién, sin duda la central del siglo veinte, y el fallecimiento de Talcott Parsons y de Her- bert Marcuse el mismo afio de 1979, con pocos meses de diferencia (en mayo y en julio, respectivamente), simboliza el fin de toda una época del pensamiento occidental y de la sociologia. 3. EL GIRO CONSTRUCTIVISTA Pues el predominio de estos dos modelos alternativos empezaré a quebrarse a mediados/finales de los afios sesenta, y claramente a partir de 1968 que, tras la invasién soviética de Checoslovaquia y el descubrimiento del Archipiélago Gulag, lleva a la intelectualidad eu- ropea a romper con el mito de la liberacién comunista, iniciéndose asi el fin de la guerra fria que Mevaria a la caida del muro en 1989. Por lo demas, sia alguna de las que he lamado generaciones de so- cidlogos puede aplicarse con propiedad este término, es sin duda a la del sesentayocho. En todo caso, y casi como por azar, en poco menos de tres afios se publicardn textos que seran punto de partida de poderosas nuevas corrientes: La construccién social de la realidad de Peter Berger y Tho- mas Luckmann en 1966, los Estudios de Einometodologia de Harold Gar- finkel en 1967 (recientemente traducido al castellano), se traduciré de Alfred Schutz La fenomenologia del mundo social ese mismo afio (la edicién alemana, de 1932, habia pasado desapercibida) y, finalmente, El interaccionismo simbélico de Herbert Blumer en 1969. Textos todos ellos que inauguran nuevas corrientes (etnometodologia, fenomeno- logia, interaccionismo simbélico), que colocan de nuevo al actor en el centro: del andlisis y a la cultura y la construccién social de la rea- lidad (constructivismo) como procesos determinantes. Estamos pues ante el equivalente en ciencia social del «giro lingiifstico» o herme- néutico de la filosofia que ocurre por los mismo aos. 18 1A-TEORIA SOCIOLOOICA EN ESPARA La diferencia entre estas corrientes y las anteriores eran enormes pero quizas la ms importante es la siguiente. Marx habia sefialado que la ciencia se construye contra las apariencias, buscando la esencia detrés de ellas y, por lo tanto, como critica de las ideologias. Y en el mismo sentido Durkheim habia senalado que la ciencia se constru- ye contra el sentido comtin, De modo que marxistas y funcionalistas estaban también de acuerdo en que el camino del conocimiento me- nosprecia el modo como las cosas son captadas por el sentido comin para ir —con afortunada frase orteguiana— «a las cosas mismas». Eran pues, unos y otros, herederos de los «maestros de la sospecha» (Stuart Hughes), buscadores de la realidad latente y oculta por detrés de sus representaciones. Pues bien, las nuevas corrientes constructi- vistas descubren que lo importante no es cémo son las cosas (si es que son de algtin modo), sino como son interpretadas, entendidas 0 construidas por los actores; lo importante no es pues «la situacin» objetiva, sino la «definicién (subjetiva) de la situacién> pues, como senala el dictum de Thomas, «si los hombres definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias», aun cuando la definicién de la situacién pueda ser irreal. Evidentemente este cambio se debe a un cambio de orientacién filos6fica subyacente. Los compiladores, herederos claros del positi- vismo, eran materialistas y evolucionistas, mientras estos soa marcada- mente idealistas. Pero los nuevos sociélogos van a pensar el mundo, no en Ja homologia del producir sino en la homologfa del comunicar. El orden social no reposa en la produccién ¢ intercambio de objetos, sino en el intercambio de mensajes. Por ello, si para los anteriores la realidad era concebida como un mundo de cosas, para estos es con- cebida como un mundo de simbolos o representaciones. Ello genera una importante consecuencia metodolégica: una mar- cada tendencia al nominalismo socioldégico. Los anteriores (de nuevo marxistas 0 no), eran realistas y, con Durkheim 0 Marx, afirmaban que la sociedad es una cosa que tiene vida propia (aunque sea cosa une autre maniére, como indicaba Durkheim acerca de los de soci6- logos y politélogos. El segundo, Salustiano del Campo, discipulo de Fraga y formado en el Instituto de Estudios Politicos, quien en La sociologia cientifica modema (1962) (19) importaria de los Estados Unidos el funcionalismo («modo correcto de aproximacién a los fenémenos de la vida social») como marco teérico para una cien- cia social orientada a la investigacin empirica, vinculandose con la sociologia conservadora catélica espaiiola (la de Severino Aznar), El tercero de los discipulos de Gémez Arboleya, Salvador Giner, se orientarfa hacia la teorfa social critica (especialmente de la «socie- dad masa»), desarrollando una extensa labor editorial enraizada en el pensamiento social europeo con influjo importante en la sociolo- gia espafiola e internacional. La sociologia espaftola de los afios setenta, al igual que la mundal, aparece asf bifurcada en estas dos grandes orientaciones tedricas que conforman la espafiola generacion de «compiladores» nativos aunque, con frecuencia, y lamentablemente, se trate de compilaciones de com- piladores foranéos. Asf, los titulos de cuatro de los mas representativos textos de la sociologia de los afios 60 y 70 (todos ellos memorias pre- paradas para las oposiciones de cétedra), muestran vividamente ese contraste: el ya citado La sociologéa cientifica modema de Salustiano del Campo, donde «sociologia cientifica» equivale a funcionalismo positi- vista y que, siguiendo por completo la senda de Parsons, ignora por completo el marxismo; La sociologia, aventura dialéctica, de Luis Gon- zAlez. Seara, publicada en 1969, que apostaba por una via y «derecha» sociolgica, unos y otros (mas unos que otros, es cierto) compartiran objetivos politicos (el fin del franquismo y la democra- cia), lo que les otorga un comin enemigo y, por lo tanto, debilitaba su confrontacién interna. Por lo demés, la apertura del dialogo cris- tiano-marxista en Espafia, la suavizacion de la guerra fria a partir del final de los afios setenta y, de modo mas marcado, la apertura de la sociologia mundial hacia un pluralismo paradigmético en los aftos ochenta acabaran con el consenso sociolégico escindido entre funcio- nalistas y marxistas. Una segunda generacién de socidlogos jévenes, formades en universidades inglesas, francesas, alemanas 0 america- nas, aportaran una mayor riqueza analitica. El interaccionismo sim- bélico o la etnometodologia, la sociologia francesa (de Baudrillard, Foucault y, sobre todo, Bourdieu) y, sobre todo, la tltima teorfa cri- tica de Habermas y Beck, irrumpirén con fuerza en la teorfa social espaiiola mas reciente, Este nuevo clima terico —y esa nueva gene- racién de socidlogos— tuvo su presentacién publica en un volumen colectivo editado conjuntamente por José Jiménez Blanco y Carlos Moya en 1978, Teoréa sociolégica contempordnea (22), que sirve de engar- ce entre el viejo y el nuevo clima teérico mas pluralista y entre la vieja, y la mueva generacién de teéricos. (21) ¥ otro tanto deberia decirse de los diversos libros publicados por Victor Pérez Diaz sobre la sociedad civil, de fuerte impacto tanto en Esparia como en el extranjero. Vea ‘se The Retwon of Civil Society, (Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 1993) y La esfra pica y la sociedad civil (Madrid, Taurus, 1997). (22) Edieorfal Tecnos, Madsid, 1978. 26 LA TeORIA SOCIOLOGICA EN ESPARA 5, EL GIRO CONSTRUCTIVISTA ¥ EL GRUPO DE TEORIA SOCIOLOGICA DE LA FES Hace pocos meses tenfa la oportunidad de presentar en Madrid en el Colegio de Doctores y Licenciados en CC, Politicas y Sociologia el tltimo producto de una tradicién de trabajos elaborados por el Grupo de Teorfa Sociolégica de la Federacién Espafiola de Sociolo- gia, tradicién que se remonta a 1992, y consistente en celebrar En- Cuentros de Teorfa Sociolégica pocos meses antes de cada Congreso Espafiol de Sociologia (por lo tanto cada tres afios), reuniones que han dado lugar a una serie de libros que van actualizando Ia teoria, sociolégica en Espaiia. Una continuidad sorprendente, y feliz, que nos esperébamos quienes la iniciamos, Jose Enrique Rodriguez Ibé- itez y quien esto escribe. Y el hecho de que haya sido (mas © menos) protagonista de cuanto voy a relatar en este epigrafe me obliga, por pura honestidad, a adoptar un tono casi autobiografico que ruego perdone el lector. Todo comenz6 con motivo del Congreso Espatiol de Sociologia de Madrid, el cuarto tras los que tuvieron lugar en Zaragoza (1981), Santander (1984), y San Sebastidn (1989). Con ese motivo tuvimos la idea de reunir, antes del Congreso, y para prepararlo adecuada- mente, a un grupo de especialistas en teorfa, con objeto de discutir las nuevas tendencias, averiguar por donde caminaban unos y otros y, eventualmente producir un texto colectivo. Para ello obtuvimos el apoyo de la Fundacién Juan March, que ya en los afios 70 habia pues- to en marcha un programa de becas para sociologia del que ambos, ‘José Enrique y yo, nos beneficiamos entonces, y que nos permitié estudiar en Ia Universidad de California. Tanto José Luis Yuste, en- tonces director de la fundacién, como Victor Pérez-Diaz, entonces director del Instituto, nos brindaron su apoyo y la reuni6n se celebré en los locales del CIS en el verano de 1992. Nuestro objetivo era imitar el libro editado por Carlos Moya y José Jiménez Blanco en 1978, el afio mismo de la nueva Constitucién de- mocratica, titulado Teoria Socioligica Contemporinea, una coleccién de trabajos de diversos autores que marcé un hito en el desarrollo de la disciplina al situarse claramente més alld del debate entre el marxismo y el antimarxismo en Espafia, abriendo el camino al giro construc- tivista que marcaré Ia sociologia de finales del siglo xx. Libro pues «postfranquista», codirigido por dos profesores (dos «compiladores» 0 sintetizadores, si se me permite la expresién) con diferentes visiones, uno (Carlos Moya) claramente critico-frankfurtiano (aunque riguroso investigador de la tradicién funcionalista), el otro (Jiménez Blanco) claramente funcionalista (pero riguroso investigador de la tradicin 27 EMILIO LAMO DE ESPINOSA frakfutiana), y ambos maestros de al menos dos generaciones de so- cidlogos que seguiran ambas corrientes. Un producto pues del

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