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(A Neg) ate ia aa Anéioe oft gn eae eps adh ps J Vi Stet yt {ise actnaprs te ea Toe de Bry, Opens 118, Ase a Rewirrce Fee ase e ebscegmdo tomo de LI Baia, Hire universe des por Michel de Certeau LA ESCRITURA DE LA HISTORIA Traduccién de Jorge Lépez Moctezuma Fine L. bres = ——PNEFERSIDAD-IBEROAMERICAN————— DEPARTAMENTO DE HISTORIA Titulo original en frances: L'Beriture de ristire Gallimard, 1978, Pais UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGI De Certeaul, Michel La excritura de la historia 1. Historingrafia 1. Lper Moctezuma, Jorge, 1. D13.C3818.2006 DAR © Ballons Gallimard, 1975 1a edicin en espanol, 1999 24. elmpresidn, 2006 D.R © Universidad iberoamericana, A.C. rol, Pasco de ta Reforma 880 Col, Lomas de Santa Fe México, DE, C.P. 01210 D.R. 0 Instituto Tecnologico y de Estudios Supesiores de Ovcidente (ITESO) Pesiferico Sur Manuel Gémez Morin 8585, ‘Tiaguepaque, Jalisco, México, C.P. 45090, ISBN 9¢8.859120:3, Impreso y hecho en México Printed and mate in Mexico “Prohibida la venta en Espaita”” indice Prélogo a Ia segunda édicién Escrituras e historias Primera parte Producciones del lugar Capitulo L. Hacer historia |. Un indicador: ef tratamiento de Ia ide, en la historia 2. Pricticas historicas y praxis social 3. La historia, discurso y realidad 4. La historia como mito Capitulo II. La operacién historiogr fic: 1. Un lugar social Lo no dicho La institucién historica Los historiadores en la sociedad El que permite y el que prohibe: el lugar 2, Una practica Laaniculacién natwaleza-cultura nl 15 36 45 3t 60. or 0 69. 71 16 81 8a El establecimiento de fas fuentes 0 la redistribu del espacio Hacer resaltar Ins diferencias: las desviaciones del modelo90 El trabajo sobre el limite Critica e historia 3. Una eseritura La inversion de la escritura La cronologia o la ley enmascarada La construccién desdoblada El lugar del mucrto y el lugar del lector Segunda parte Produccién del tiempo. Una arqueologfa religiosa Introduceién, Cuestiones de método Capitulo 11: La inversién des o pensable. La historia religiosa del siglo XVUL 1. La religiGn en la époes 2, La interpretacién histérica x Capitulo IV. La formalidad de las practicas. Del sistema religioso a la ética de las luces (siglos XVU-XVITN) 1. De la divisidn de fas iglesias a la “raz6n de Estado” (siglo xvil) 2. Una nueva formalidad de las practicas: la politizacin de los comportamientos. 3. La ligica del “practicante”: una alternativa entre el deber de estado y el profetismo ~ 4. Laética filos6fica: “legalidad” y “utilidad” en el siglo XVII 5. Las leyes propias del grupo religioso: reduccién al silencio y administracién cultural 85 93 98 101 101 104 108 6 129 130 144 149 152 Tercera parte Sistemas de sentido: Lo eserito y lo oral Capitulo V, Etno-grafia. La orali otro: Léry ad o el espacio del 1. La “leccion de eseritura” en Jean de Léry (1578) . La reproduecién escrituristica Una hermienéutica del otro Lapalabra erotizada Visto yt ofdo: el ojo y el ofdo Capitulo VI. Elenguaje alterado. La palabra de la posesa L Transgresién ¢ interdiccion 2. Documentos alteradgs: los textos de las posesas 3. Yo es otro: “la perversidn del lenguaje” 4, Construccién y deconstruceién de un lugar 5. El cuaclro de nombres propios: una toponimia “alterada” 6. La mentira de la interpretacién Capitule VIL. Una variante: la e¢ icacién hagio-gratica 1. Historia y sociolo 2. La estructura del discurso 3. Una geografia de lo sagrado Cuarta parte Escrituras freudianas Capitulo VIL: L 0 que Freud hace con la historia, 208 206 2 214 22 227 239 242 245 248 251 254 258 263 267 A propésito de Una neurosis demoniaca en el siglo XVI. 273 1. Lo histétieo, produceién de la “Autklirung” freudiana 2. Para une historia del siglo XVIL 3. Del pasado legible al presente oculto 4, Ocultar, wabajo de la historia 5. Las sustituciones del padre 6. Blacto y la ley Capitulo IX. La ficcién de la historia. La eseritura de Moisés y el monoteisma 1. El discurso de fragmentos o el cuerpo del texto 2. Fscribir en la lengua de otro, ola ficcibn 3. La tradicion de la muerte, ofa eseritura 4. El quid pro quo 0 ts comedia de lo “propio” 5. Lanoyela de lahistoria 278 280 283 286 288 293 294 302 309 315 329 Prélogo a la segunda edicién Amerigo Vespucei el Descubridor llega del mar. De pie, v revestido con -orae 2a, como un entzado, leva las armas europens del sentido y tiene dezris de si los navios que traerdn abOccidente los tesoros de un paraiso. Frente a si la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diforen- Cia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exsticas." Escena inaugural. Después de un momento de estupor en ese umbral flanqueado Por una columnata de drboles, el conquistador ve @ escribir el cuerpo de la otra y trazar en &I su propia historia, Vaa hacer de ella el cuerpo historiado ~¢l blas6n— de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella ser América “latina” Esta imagen erética y guerrera tiene un valor casi mitico, pues representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de | es- critura. Ciertamente, la escena de Jan Van der Straet revela la soryresa ante esta tierra que Vespucci capté claramente, el primero de todos, come luna nuova terra todavia inexistente en los mapas*-un cuerpo desconoci- do destinado a evar e} nontbre de su inventor (Amerigo). Pero lo que se esboza de esta manera es una colonizacién del cuerpo por el discurst del poder, la escritura conguistadora que va a utilizar al Nueva Mundo ¢omo ‘una pagina en blanco (salvaje) donde escribird el querer oceidemal. Esta eseritura transforma el espacio del otro en un campo de expansién para tun sistema de produccién, Partiendo de una ruptura entre un sujeto y el "0 Ls reproduc de tu primera pia # Off, WE Washbumm, “El signiicado de descubriniento en os silos XM y XVT* en ane Hescorical Review, 1962, 9.1 36: Urs Bier, Dre “Wile” und die "Zvtioten™ Gh la einer Geistes und Kulturgeschicite der exrapsischsibersecichen Begegning, Minshen, © {i Beck, 1976, np. 19-80 objeto de su operacién, entre un querer escribir y un cuerpo escrito (0 por escribir), la escritura fabrica la historia oveidental. La escritura de la historia es el estudio de Ia escritura como préctica histérica, Si toda empresa cientifica tiene como caracteristicas, desde hace cuatro siglos, la producein de artefactos Lingilisticos auténomos (lenguas y discursos “propios”), y la capacidad de éstos para transformar las cosas y los cuerpos de los que ya se han separado (una reforma o revolucién del ‘mundo que los rodea segiin la Jey del texto), fa escritura de la historia nos remite a una historia “moderna” de Ia escritura, De hecho, este libro se con- cibi6 primeramente como una serie de estudios destinados a sefalar la eta- pas cronolégicas de esta practica: en el siglo XVI, la organizacién “etnogratica” dela escritura en su relacién con la oralidad “salvaje”, “primitiva”, “tradicio- nal” 0 “populat” a Ja que constituye como su otro (tercera parte de este libro); en los siglos XVII y XVII, la transformacién de las Eserituras cristia- nas, legibitidad de un cosmos religioso, en meras “representaciones" o en “supersticiones” marginadas por un sistema ético y téenico de pricticas ca- paces de construir una historia humana (segunda parte}; en los linderos del iglo XX, el regreso de la alteridad rechazada gracias ala pricticn escriturstica de Freud (cuarta parte); finalmente, el sistema actual de la “industria” historiogratica,? que sirve de base a tn lugar socioeconémica de produc: cién, a las reglas cientificas de una pericia, y a la construccién de un relato ‘o texto (primera parte), A estos estuidios se afiade el que se refiere, en el fin, del siglo XVIII, a la lucha de una racionatidad escrituristica “ilustrada”, revolucionatia y jacobina contra las fluctuaciones idiomiticas de las oralidades de los dialectos.* En lugar de proceder a una reconstruccidn cronolégica, demasiado ape~ gad a la ficcién de una concepeién lineal del tiempo,‘ hemos preferido hacer visibles el lugar presente, del que tom su forma estainterrogante, a particul rrdad del campo, del material y de los procesos (los de lahistoriografia “moder- nna”) que permitieron analizar la operacién escrituristica, junto con las diferen cias metodolégicas (semisticas, psicoanaliticas, etcétera) que inttoducen otras posibifidades tedricas y pricticas en el fimcionamiento occidental de la escritu- ra, Poresta razba sali6 un discurso ftagmentado por investigaciones ticticas que ‘obedecian cada una areglas propias:enfoxe socioepistemaligico (primera parte), segunda parte), semiético (tercera parte), psicoanalitico y freudiano La expresiin es de Marc "La india es el azo tniin rel bistro ene Ia naturaleza ‘vel hombee” y es "el fundamento de a ciencin humana. Acetea del insta histoiog fe M. de Certeny, "Esenturae histori, en Poliigne aujord” hui, diciembre 1975, pp. 65- * Michel de Certeau, Dominique Julia y Jacques Revel, Une poltigue dela langue La Revwition angaive te ptois, Galina Biblio des Histoites, 1875, 320 pp. infcap 83 {cuatta parte). Rehusar la ficcién de un metolenguaje que unifique el todo, es dejar aparecer Ia relacin entre procedimvientos cientificos limitados y to que les falta de lo “real” que estén tratando. Es evitar la ilusién, necesariamente dogmatizante, propia del discurso que pretende hacer creer que ests “ade cuado” a to real -ilusién filos6fica agazapada detris de las condiciones previas al trahajo historiogrifico y cuya ambicidn tenaz ha sido maravillo. samente expresada por Schelling: “EI relato de los hechos re nosotros doctrinal”. Este tipo de relato en en nombre de lo real La historiografia (es decit “historia” y “escritura”) Mleva inserita en su nombre propio la paradoja -y easi el oximoron- de la relacién de dos términos antinémicos: lo realy el discurso. Su trabajo es unirlos, y en las partes en que esa unién no puede ni pensarse, hacer coma si los uniera. Este bro nacié de tarelacion que el diseurso mamtiene con lo real del que tratan ® {Qué alianza existe entre la escritura y la historia? Ya era fundamental en la concepcida juddeo-cristiana de tas Escrituras. De agui se sigue el papel des. empetiado por esta arqueologia religiosa en la elaboracién moderna de lo historiografia que ha transformade los términos y el tipo misma de la rela. cidn pasada, para darie una figura de fabricacién y ya no de lectura o inter. pretacién. Desde este punto de vista, el nuevo examen de la opetatividad bistoriogrfica desemboca, por una parte, en un problema politico (los pio- cedimientos propios de un “hacer historia” nos remiten a ut “hacer la historia”), y por otra parte, en i palabra enunciadora), Por la fey de una escrituta “cientitiea ales es para gaia porque pretende hacer la ley 4 manera dle la cuestion del sujeto (el cuerpo y fa cuestion rechazada ala zona dela fiecivin o del silencio * Sobre este punt, ft. ME de Certeau v Réxi Diatectiques. wizs, 14. verano 1976, pp. Al Cte inf ap en prepara, bin, “EL discus histnive y Yo weal", en M, de Cenean, La fable du set. Langages sti cu ste Escrituras e historias “s Estudioso y benévoto, iero como soy con todos los muertos, sigo mi cami- to, de edad en edad, siempre joven, nunca cansado, durante miles de aioe." El camino ~“tni camino”-me recuerda esta expresion de caminante: "Carni, naba, erraba... corria por mi camino... caminaba como un viajero atrevieo” Caminar y/o escribir, tal es el trabajo sin tregua “impuesto por la fuerza del deseo, porel aguijén de una curiosidad ardiente.a la que nada puede detener™ Michelet, con “indulgencia” y “temor filial” mukiplica las visitas alos muer. ‘es, beneficiatios de un “didlogo extrafio, con la seguridad de que "no se puede reavivar 1o abandonado por la vida”. En el sepulcro en que habits ef historiador solo se encuentra “el vacio”.' Asi pues, esta “intimidad con el eire mundo” no representa ningun peligro2“Esta seguridad me vuelve mas be. volo con los que no me pueden perjudicar” Eltrato con el mundo muerto, definitivamente distinto del nuestro, se convierte cada dia en algo mds “joven” y atractivo. Después de haber atravesado una por una la Historia de Franca, {as sombras “regresaron menos tristes a sus tumbas”, alla las lleva el discurso, las seputta y las separa, las honra con Jos ritos fimebres que faltaban. Las “Hora”, cumpliendo con un deber de piedad filial, tal coro Pedia un suefio freudiano, escrito en la pared de una estacidn: “Se supliza cerrar los ojos”.* La ternura de Michelet va de un lado para otro introxa les Michels," eran del Espsitu(1869, proyecto indie de Pefacioa la isuae de Fn e01 Are sit 82,1973, pp. 7.59 8 3} Michele Préfice d'Histoire de Francee8, Mota, A. Colin, 1962, 9.175 24. Michelet, Herofsme del Esprits ep cp. 8 “Cte, pp 305-307 ciendo las sombras en el tiempo, “el todopoderoso hermoseador de las nuinas: (© Time beautifying of things!”.* Nuestros queridos muertos entran en el texto Porque no pueden ni dafiarnos ni hablarnos. Los fantasmas se meten en le escritura, sélo cuando callan para siempre. Otro duelo, mas grave, se afiade al primero: Tambien el pueblo es el separado. “Naci pueblo, tenia al pueblo en el coraz6n, peto st lengua... Su lengua me fe siempre inaecesible, nunca pude hacerlo hablar» “El pueblo tam- bin es silencioso, como para ser et objeto de un poema que habla de este silen- cio, Es cierto que sélo el pueblo “autoriza’ la manera de escribir de! historiador, pero por esta misma razén se halla ausente. Es una voz que no habla, in-fars, sélo existe fuera ce ella misma, en el discurso de Michelet, pero le permite ser un eseritor “popular”, rechazar el orgulo; val volverlo “grosero y bétbaro” le hace pender todo To que le quedaba de sutileza literaria.” “£1 otro" es el fantasma de la historiografia, el objeto que busca, hhonra y entierra. Un trabajo de separacién se efectia en esta proximidad ih- quietantey Tascinadora, Michelet se coloca en fa frontera, donde desde Virgitio hasta Dante se han construido todas las ficciones que todavia no eran historia, Este lugar sefiala una cuestidn ordenada desde entonces por practicas cientifi- cas, y de la que se encarga ahora toda una disciplina. “La bitsqueda histérica del sentido’, no es sino la bisqueda del Otro” * pero esta accidn contradicto- ria trata de envolver y ocultar en el “sentido” Ia alteridad de este extrafio. 0,10 {que es lo mismo, trata de calmar a los muertos que todavia se aparecen y ofrecerles tumbas escrituristicas El diseurso de la separacién: la eseritura La historia modema occidental comienza efectivamente con la diferencia en- tre el presente y el pasado. Por esta diferencia se distingue también de la scion (eliiosa), We Va CURT muna Tlegn a SepararSe Sm pee, Y CON seiva con esta arqueologia una relacién de deuda y de rechazo. 7 a Finalmente, hay un tercer corte que organiza el contenido en lo que va del trabajo a la naturaleza'y que supone una separaciin entre el disGirrso yC eierpo (GocTAly, La historia hace hablar al cuerpo que calla Supowe un desfasamniento entre [Wopacidad silenciosa de a realidad” que desea expresar y el lngar donde produce su discurso, protegida por Tvs +5. Aishele "EL Home dl Exp op it 9.8 Cito por olan Barthes, Michelet hoy"sen Are. 9.26 11 Mishel, "Et Herofsme del Esp op opp 1213, * Alphonse Daron, “Lengua e historia", en kur Congrés ternational des sciences historgues, More, 1970 16 tancia que la separa de su objeto (Gegen-stand). La violencia del euerpo llega basta la pigina escrita por medio de la ausencia, por medio de los doctomentos que el historiador pudo ver en una playa donde ya no esté la presencia que los dejé alli, ya través de un murmullo que nos permite of, como venido de muy lejos, el Sonido de a inmensidad desconocida que seduce y amenaza al saber Gna estructura propia de la cultura occidental modema se indica sin duda en este tipo de historiografia: Lainreligibilidad se establece en relacign al “otro”, se desplaza (0 progresa" al modiicar 104 5 peer pa iio, elt ites, heternor a las -etnoogi, histori, Piqua, pedayo. aia, eteétera-, se desarrolla una problemstica que elabora un “saber decit”™ {odo to que el otro calla, y que garantiza el trabajo interpretativo de una eien- cia (humana) al establecer una frontera que la separa de Ia regidn donde ta espera para darse a conocer. La medicina modema nos presenta un modelo de todo esto, a partir del momento en que el cuerpo se convicrte en un cuaidro legible, y por tanto iraducible en algo que puede eseribirse en un espacio de lenguaje. Gracias al despliegue del cuerpo ante la mirada, lo que se vey lo que se sabe pueden superponerse o cambiarse (tradtcitse). El cuerpo es una clave que espera ser descifrada, Lo que en los sigios XVII y XVIII hace posible la convertibilidad del cuerpo visto en cuerpo sabido, o de la organizacién espacial del cuerpo en organizacidn seméntica de un vocabu- lario -o fo contrario., es Ia transformacién del cuerpo en extensién, en interioridad abierta como un libro, en un cadaver mudo que se ofrece a las mmiradas. Se produce una mutacién andloga cuando la tradicién, cuerpo vivido, se despliega ante la curiosidad erudita en un grupo de textos, Una ‘medicina y-una historiografia modernas nacen casi simultineamente dé la separacién ete un sujeto que Se-TUpOTE sabe Teer y un objeto que se suponeeseri (BU. Ue HO coMDEE, peg lie debe ser descitia. fasion de una separacioi eiiire eT saber que provoca el discurs y el auei- po itude que To supone. fi oe HsToriografia separa en primer lugar sit propio presente de un pasado, pera repite siempre el gesto de dividiz. La cronologia se compone de eriodos™ (por ejemplo: edad media, historia thodema, historia contempo- "aiiea) wile Jos cuales se traza cada vez la decisin de ser giro 0 de no ser ‘mds lo dle se ha sido hasta entonces (Renacimienfo, Revolucién). Por tum, GBF Tempo "nievO" ha dado /ygara un discurso que trata com “muerto” todo lo que le precedia, pero que recibia un “pasado” ya marcado por rupturas anteriores E * Ctrenpaicular Miche Foucaul, Nousance de lclinigus. 1963, pp «=x Yalacdo, A sot owas tea Jc eect i cane a partir de un présente) y su objeto (las divisiones organizan las representa Sonesque dstenser ze-inierpretadas). El trabajo determinado por este corte ex VoTinitarisia. Opera en eT pasado, del cual se distingue, una sclecein entre ) lo que puede ser “comprendido” y lo que debe ser olvidado para obtener la | representaci6n de una inteligibilidad presente. Pero todo lo que esta nueva! comprensién del pasado tiene por inadecuado -cesperdicio abandonado al seleccionar el material, rest olvidado en una explicacién~ vuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en las fallas del discurso. “Resistencias”, “supervivencias” o retardos perturban diseretamente Ia hermosa ordenaeién de un "progreso” o de un sistema de interpretacion. Son lapsus en Ja sintaxis dad occidental, En la India, por ejemplo, “las formas nuevas no expulsan a) las antiguas", uns bien se da un “amontonamientoestratificado”. La marcha Gel tiempo no tiene necesidad de airmarsedistanciéndose de“pasados”, como tampoco un lugar no tiene porque definirsedistinguiéndose de “heejias”. Un , proceso de coexistenciay de reabsorcién, es, por el contrario, el “hecho cardi- nal de la historia india.” De la misma manera entre los merina de Madagascar, tos oviarana (antiguas listas genealgicas) y los tantra (historia de pasado) cconstituyen ua “herencia del oido” (ovantsofina)o una “memoria de la boca (tadidivaya); Lejos de ser un objeto lanzade hacia atrés para que un presente auténomo Iegue a ser posible, es un tesoro que se coloca en medio de la socie- dad para que le sirva de memorial un alimento para serrumiado y memoriza- do. La historia es el “privilegio" (cansara) que es previso recordar para no olvidarse uno de si mismo, Sita en medio de él mismo al pueblo que se ex- tiende de sado aun porvenir."" - ae ena de Dahomey, hinvn es emu, la pala eo tiempos pasados” -palabra (fio), es decir presencia que viene de arriba y lleva hacia abajo. No tiene nada en comuin con la concepeién (aparentemente cerea- na, pero de origen etnogrdfico y museografico) que al separar la actuali- dad de la tradicién, al imponer, pues, Ja ruptura entre un presente y un Cobicrs des Louis Dumont, “Elproble dela historia en La Ciiliation ine er ous, A Cli ‘Annales, 1968, pp. 31-54 : "ch An Dei, eration une aio orale Hise srl dna Pats Se Ja Sorbons, mimmeogafada, 1967 sobre to la 2a. pare pp. 143-227: "Fstactura del pensar antguo ySeaido de ahs pasado, y al conservar la relacién occidental cuyos términos invierte, def 4a identidad como el regreso a una “negrura” pasada o marginada,”” Es initil multiplicar ejemplos que dan testimonio, fuera de nues'ra historiografia, de una relacion distinta con el tiempo, o lo que es lo mismo, de tna relacign distinta con la muerte. En Occidente el grupo (ae inviduo) se ‘da autoridad con lo que excluye (en sto consise la creacion de un ugarpyo. ‘e Y eiiciehifa su Seguridad en las confesiones que obliene de los dominac o ne 8 (Constitayendo asf el Saber de otro o sobre otro, 0 Sea Ta clencla human) } be que Tous Victoria sobre Ta muerte es efimera; fatalmente, la segadcia”| vuelve y corta. La muerte obsesiona a Occidente. Desile este punto de viste el discurso de las ciencias humanas es patolégico: discurso del pathos -calan dad y accién apasionada— en una conffontacin con esa muerte @ la que nuestra sociedad ya no considera como un modo de participacién en la via Por su cuenta Ja historiografia supone que es imposible creer en este tipo ie presencia de los muertos que ha organizado (u organiza) Ia experiencia ie Civilizaciones enteras, y por lo tanto ya es imposible “tenerlos en cuents”, debemos, pues, aceptar la pérdida de una solidaridad viva con los desapaic cidos, razar un limite irreductible. Lo perecedero es su base; el progreso, afirmacién. En uno esta la experiencia que compensa y combate el otto La historiografia traia de probar que el lugar donde se produce Por ejemplo, qué relaciones podemos establecer entre la espirituali- dad o la feologia jansenistas por un lado, y por otro las estructuras socio- culturales 0 la dindmica social de Ia época’? Hay todo un abanico de espuestas. Asi, para Orcibal, fo que se debe buscar es una experiencia radical en su estado primario y en el texto mas? Primitivo. Pero, aun ali, la experiencia-se enajena entre los apremios de un lenguaje contemporineo; fa historia desu difision seri, pues, la historia de una degradacion progresiva. Aun cuando el historiador pera remontar Ia co- | riente hasta las fuentes mis primitivas, escrutando sin cesar en los sistemas Lstricns y lingtistics hasta encontrar la experiencia que ovaltan al desarro- Hlarse, nunca capta el origen sino solamente los estadios sucesivos de su pérdi- da, Por el contrario, Goldmann lee en la doctrina jansenista el resultado y el signo de la situacién econémica en ta que se encuentra una categoria social; al perder su poder, los hombres de toga se vuelven hacia el cielo de la predestina- cién y del Dios escondido, revelando ast rina coyuntura politica nueva que es cierra el porvenir, aqui, la espirtualidad, sintoma de lo que no dice, nos lleva al nilisis de una mutacin econémica y a una sociologia del fracaso.* * Muchas de las Hamada test de teologn, ef preciso confesarla, som fnizameateaniisis {erarioe de vn ave no 38 eitingen de los demés estos leraon sna por st beste de tener us ceo religoso como hace lelogt” fra deer lt en clipes cates nie en wa on as : a * Asis por elmo, en su gran Witeo Critien sant Eplise La conscience religieuce oe lew Las atmbigtiedades de tates sistemas de interpretaeién han sido vig. rosament€ Grificadas, en particular por Michel Foucault. Se mantieni n yesh Iiniente en Ta condicioa meierta, ni came ni pescado, de esas “tota’i- dades” que no pueden leerse en la superficie de los textos, pero que les sen { subyacentes, realidades invisibles que llevarian encima a los fendmenes «Con qué derecho podemos suponer y eémo podremos identificar a ests unidades que se hallan a medio camino entre lo consciente y lo econémnics.? che pV Zoo Lain detain abo Sind prasee, "AD Lovey The Grew Chan of Bg Sent 838 "Ande ts en eater face cheese Gg Dayenn ‘cimthodes,Caimar Pease 18 9p. 387968 Pew mines eee ee Sarre tenant kode by ode) Ue Gt por amaea pena iimlenent id Fo Vena Insane arc alpen oan nema dESS anh Ss cog Tao apni etna dels ese stom cto uy pana nse ser nee oe salons mm pc conox-Oberadnshanbe"neatonomntineheteacte “yeloieopa, cane eteaseny el poate lnc Chee ene en eso nel sense Bat 99 esa Bahr Le atone pin Po, 19.0405 > Niel Fcc thsi sto, Galo, 56) 93 lelossabios en Kur Hist. Nan A Study ofthe History ofan Idea, Camirhe (Mass Suldlogisme. Seine muy profs sustnuTdas por un “inconsciente coleet- waiterse, puede erecerodisminuicsegin nuestra voluntad iene Ia am- | plitud de los “fentémenos comprensibles”. De hecho, representa la necesi~ ¢ | dad que de #l tiene el historiador.y no es propiamente un instrumento de} | anadlisis; significa una necesidad de la operacién cientifica, y no una realidad jue se pueda captar en su objeto. . ese coneepeion manifesta ques imposible elimina del tabsio vistoriogdneoturtieolagasqueteyenchas Poe Pero al concederles el fugar de Tarovjes-atastaas de las esiructuras sosToeconémicas, suponiendo por afiadidura que las “ideas” funcionan de la misma manera que las estructuras, paralelamente y a otro nivel,” la “historia de las ideas” s6lo encuentra bajo la. forma de un “inconsciente”, la inconsistente realidad donde suefia descubri los historiadares, o mas exactamente, del grupo al que pertenecen. La volun tad de definirideoldgicamente I historia es propia de una élite social. Se funda en una division entre las ideus y el trabajo, Acostumbraba iguimente descuidar las relaciones entre Ins ciencias y sus téenicas, entre Ia ideotogia de tos historiadores y sus practicas, entre las ideas y su localizacin o las condi- ciones de su produccién en los conflictos socioecondmicos de una sociedad, etcétera, Nada tiene de notable que esta divisién, resurreccién y refuerzo de tun “elitismo” ya muy marcado a finales del siglo XVIII (Frangois Furet fo ba notado entre otros muchos), tenga por simbolo la yuxtaposicién entre una “histori de las ideas” y una “historia econdmica” f La biisqueda de la coherencia propia de un nivel ideoldgico nos remite, pues, al lugar de los que la claboran en el siglo XX. Gramset nos indica sin duda alguna su verdadero aleance, cuando dejando a vn lado la historia de las ideas, la sustituye por ls historia de los “intelectuales orgini- 0s", grupo particular, donde analiza fa relacidn entre la ‘posicibn” sosal que ‘ocupan y los discursos con que la manifiestan. “-upotema espn god ses ua ces con nese Duy tine wht ateencm anes octet tel pepo run esl ebjers SI'S mar ert propio com “reaps ta expres rsa no Sagres so completes 32 menu vets Cn medi en She emncm fo qs se pote come “ae Ce Antonie Gramsci, Ocwores Chose, Ed. Sociales, 1989, p. 432: “Cuando Ins diversas categories de intelectual fndiionales experimentan, con un espiita de cuerpo el seni= fniento desu contimidad bisrieaisnterumpiday de so calfiescin, se stan ellos mismos {mo auténomos e independicstes del grupo social dominante, Esta autoposicién tne conse ocncias de largo akanee en et dominio weokigio y politico: toda Ta filosofaideatite puede Stribwirae fScloente a ext posicion toads por et comple socal de fs fotelestats, 44 2. Practicas histéricas y praxis social Elexamen de todos estos “modelos” (euya lista y andlisis padriamos proton gat) tos revela dos problemas conexos: el desvanecimiento de Ia ideotogia ‘como una realidad que pueda ser explicada, y su reintroduccién como i referencia en fucién de Ia cual se elabora una historiografia. Como objeto de estudio parece eliminada —o siempre menospreciada-—- por los métodos actuales de investigacidn. Por el contrario, se presenta como el presupuesto de"*modelos” que catacterizan un tipo de explicacién; est implicada en cada sistema de interpretacién pot las caracteristicas que conserva, por los proce- dimientos que le son propios, por tas dificultades técuieas que le salen al encuentro y por los resultados obtenidos, Dicho de otra manera, ef ite hace historia en la actualidad parece que ha perdido los medios de eaptar tna afirmacién de sentido como objeto de su trabajo, pero encuentra la misma afirmacién en el modo de su propia actividad. Lo que desaparece del pro- ducto aparece en la produceién, Sin duda alguna, el término “ideologia” ya no es conveniente para designar Ja forma como surge Ia significacion en la Optica o “mirada” del historiador, El uso comin de este término data det momento en que el lenguaje se objetivizd; cuando, reciprocamente, los problemas de sentido fueron remi- tidos al proceso de la operacién y presentados en términos de selecciones historicas integradas en el desarrollo cientifico. Es necesario decir en seguida quese trata de una revolucién fundamental, ya que coloca el hacer historiogratico cn lugar del dato histrico. Camibia el significado de la investigncién: de un sentido revelado por la realidad observada pasa al andlisis de opciones 0 de organizaciones de sentdos implicadas por operaciones interpretativas. Esto no signifiea de ninguna manera que la historia renuncie a la realidad y se vuelva sobre sf misma para contentarse con exaninar sus proce S08, Mas bien, como veremos, lo que ha cambiado es fa relacidn con lo real Y sil sentido no puede ser captado bajo la forma de un conocimiento parti- cular que seria extraido de lo real o que le seria afiadido, se debe a que todo “hecho histirico” es el resultado de una praxis, signo de un acto y por cons uiente afimacién de un sentido, Es resultado de procedimientos que hat permitido articular un modo de comprensién con un discurso de “hiechos"?* Antes de precisar més esta situacin epistemoldgica que ya no nos permite buscar el sentido bajo la figura de una ideologéa mas o de un dato de ® Se puede mer i evolucin de I hstoriografa acer de fs nocién de “hecho hstrieo” comparando la explicacin de Henn-énée Marrow (“Qué es un bec histric?™ en Lite 1 st méthodes, op. ci. pp. 494-1800) y los problemas planteados por Fangois Pure en Le Golf y P Nora (ed), Fare de Pasir, Gallimacd, 1974, Upp. 42-61 la historia, es preciso recordar los indicios que aparecen en la historiografia, actual. Volveremos a considerar, através de estudios hist6ricos, el problema planteado hace tiempo por la tesiscldsica de Raymond Aron.™ Pero no pode ‘mos contentamos, como le pasaba a él, con captar la interpretacién historica tinicamente al nivel dela filosofia implicita en los historiadores, porque llegs- riamos a un juego indefinido de ideas relativizadas unas por otras, juego reservado a una élite y combinado con la conservacién de un orden estable~ cido. La organizacién de cada historiografia en funcién de épticas particula- res y diversas se tefiere a actos histéricos, fundadores de sentidos ¢ instauradores de ciencias. Desde este punto de vista, cuando la historia toma ‘en consideracién el “hacer” (“hacer historia”), encuentra al mismo tiempo sus raices en la accién que “hace Ia historia”. Como el discurso no puede desolidarizarse hoy en dia de su produceién, tampoco lo puede de la praxis politica, econdmica o religiosa que cambia las sociedades y que, en tun mo- mento dado, vuelve posible tal o cual tipo de comprensién cientifica De los “prejuicios” histéricos a las situaciones que revelan ellos mismos EL alejamiento en el tiempo, y sin duda alguna una reflexion mis epistemolégica, nos permiten hoy en dia descubrir los prejuicios que han ejeroido presion en la historiografia religiosa reciente. Aparecen tanto en la seleccién de temas como en la determinacién de objetivos del estudio. Pero cada vez se ven ligados a situaciones que fijan al historiador una posicién particular frente @ las realidades religiosas. Asi, los contflictos entre la Iglesia y et Estado, o los debates de la escucla “libre” contra la escuela laica, han traido, entre otros efectos, el resultado de privilegiar entre los fenémienos religiosos, a los que se presenta- ban bajo la forma de una oposicidn a las ortodoxias, y por consiguiente, de favorecer la historia de las “herejias” mas bien que la de las instituciones eclesidsticas o de las “ortodoxias”, No tanto las intenciones personales, sino ‘mis bien las localizaciones socioculturales, movilizan entonces el interés y el tipo de investigacién. Por ejemplo, el estudio de los principios del siglo XVI se ha dedica- do mas a la “prerreforma” que a las corrientes escolisticas, por lo demas ‘mayoritarias e igualmente importantes, Se aborda al “humanismo” bajo el aspecto de una ruptura con Ia tradicion cristiana, y no se le inscribe en la ° Invoduction& lt phlosophe de Mhsive. Etat sure loies de I object hisorigue, Vin 1938, Las misma tesis son repetidas x Dimensions de la conscience hetorique, Pion, 19SL 46 prolongacién de la patistica, © de los reformismos sucesivos, o de una serie de retornos a a antigitedad a lo largo de la Edad Media.** Del misino modo, se ha identificado al siglo XVI religioso con el jansenismo, ‘rebelién” profética, sicndo asi que ¢s tno de los fenémenos de la época y que muchos de ls elementos considerados como caracteristicos del jansenismo se encuentran en otras corrientes espirituales.**O bien, de Ia obra de los grandes “sabios” de los sighos XVIy XVII, se han retirado los escrtos teologicos 0 exegéticcs, considerados como restos de épocas superadas, indignas de interesar a una sociedad progresista,etcétera.” El analisis cortaba, pues, en el tejido de Ia historia, “temas” confer= ‘mesa los lugares de observacién. No nos admiremos de que los estudios tratan de comegir ese tipo de cortes, para establecer otros, provengan 110 solamente de tradiciones ideolédgicas diferentes, sino de lugares yuxtapues- tos y a menudo opuestos alas primeras, por ejemplo de medios eclesiistics 0 de centros extrafios al ambiente de la Universidad francesa. De este tipo son las reseias del P. Bernard-Maitre y de otros, hasta el gran libro de M, Massaut sobre los tedlogos “conservadores” de princ - pios del siglo XVI; los trabajos del P. de Lubac o del P. Bouyer sobre ia repeticion de la exégesis apostolic y patristica en el humanismo erasmiiano los de Gilson sobre el vocabullario tradicional adoptado por Descartes;”” Ins de Bremond, o de tantos otros después de él, sobre el vasto repertori corrientes misticas, una de las cuales es el jansenismo, La aportacién co siderable de estos estudios no esfuma su caricter més o menos discret mente apologético, Tal vez, la misina riqueza de su contenido se hizo pos ble gracias a este aspecto de réplica o de cnuzada, que los asemejaba a vn caballo de Troya, ° Cf bra magistal de A. Renae, Privo ot humanisme @ Parts pendant les pres puerres dale, 1994-1817, Dros, WB, y toda 30 postetiad * Tadiiénuniveritaia que correspond a sechzo del ansevisms po la ensefancaacaénica, ie Sivahasta mins deli xD se mien basta la Vigor sitesi Anoine Adam, Dum dla révole Les Jansénister du wir sete, Fayard, 1968. ” Un indisioente muchos: el ugar concedio a low Theological Manuscripts (ed. H. MeLacl Liverpool, 1950) en lsinterpretcion de sobre News, Alecanie Koyis especiales ban ‘sacolas prspectiva (ff Da monde cls 6 univers fin, 1961), Emsesos dis sehr hinap 2 enaue In cieoci oceidetal ha sd eatorada en funeiin de deter eoegicosy que, por employ = ‘ullaenrelacsin intrinscacon el dogma dela Enearcin; ef, Alenanire Kojive “El orgeh ea» dc inciencia modem’, en Mlangs dloxandre Koyrd Hera, 1964, 1.1, pp 295908, “ Heni Berard Maite, "Los “Teologasts’ dela Universidad de Pais eo Getapo de Fras y Ce Rabel, on Bblohégued Penanisme e Renaissance, 77, 1965,9p. 248-264; Jas Pete Mavs esse Cichiove, umanisme et la formed clea, Les Belle Lees 1968, * Louis Bouyer, 4uicur a” Eruime, Enufes sur le cvitantsne des Hamanitescathligues, Pt 1955; lear de Lupo, Exe iédivale, blen 1, 1964 °*Femie Cian, nudes sur lye dela pense miiévate dans la formation du systime core Vii, 1951 Lamarea de los compartimentos socioideolbgicos es particularmente isible en la historiografia religiosa francesa, Es un rasgo, muchas veces subrayado, de la sociedad francesa, Los trabajos cienificos nos revelaban la posicin universitaria en esta materia, Privilegiaban a los ‘catdlicos liberales” sobre los “catdlicos intransigentes” (con excepcién de Ia obra de René Rémond, estos iltimos han sido estudiados por ingleses o norteamericatos, que no se interesan del misto modo en los problemas franceses);” 0 bien aban la preferencia al “modemnismo” cientifico o social, “sobre el integristno"* (Cuyo interés histérico acaba de ser demostrado por Poulat).” Los debates internos de la sociedad francesa han traido consigo un fixismo historiogrifico, ‘¥ durante mucho tiempo, la reproduccién indefinida de cartes formals, cuando ‘ya una erudicién nueva modificaba el contenido. Esta esquematizacion traia como efecto el reempleo actual de los “partidos” opuestos de antafio —reformadas contra catélicos, jansenistas contra jesuitas, modernistas contra integristas, etcéiera— y las banderas pro- venian mds de las situaciones socioculturales que de las convicciones perso- nales, Las polémicas antiguas organizaban la investigacién cientifica sin sa- berlo, Los historiadores se “metian en la sotana, el habito 0 la toga de sus predecesores, sin darse cuenta que se trataba de vestimentas de controversistes © de predicadores que defendian cada uno su causa”.® Algunos silencios atestiguan hoy en dia la huella de este pasado reciente, aun en estudios magistrates sobre la sociedad y el pensamiento clisicos: discrecién de Goubert en lo referente a las teologias"* o aun a la religi6n;® ausencia de referencias a Ia literatura religiosa en Ia interpreta cién que Foucault nos da del episteme clisico."* Pero también, y reciproca- mente, silencio del abate Cognet sobre la historia sacioecondmica en la Espiritualidad moderna,” o bien, por el contrario, en muches trabajos con sagrados a las temporalidades de las abadias, la presién social que hacia que muchos clérigos historiadores no prestaran atencién a la vida religiosa de esas mismas abadias, " Cie René Rémond, La Droiteen France de 1815 @ nos jours Aubiee 1954. Se tienen ls pecspectivas anplo-americanas con Richard Griffiths; The Reactionary Revolution, Londees, 166; Eugen Weber, L'dcion faneaice, Stock, 1962; eedtern, ™ File Pola, ingrisme et athlete ntgra,Cesterman, 1969, el debate que ostuvo con Pal Droulers. en Archives de Socoloie der Religions, 28,1968, 131 “152 Lucien Feber, du coeur Reiger 57 site, Senpeay 1957, 9.146, "Bn Reais le Beauvais de 16008 1730, Seve, 1860 En Ancien Rime, A Co, 1969, YM Fewcul, Ler Ao eer choses, Gallina 1965, 0p. 1 L, Copuct La Spiritual moderne, Aube, 1966, a reseda de M, Nenad ea Rev His de Egh de France, 54,1968, 9p. 101-103, 48. La mutacién de los “prejuicios” en objetos de estudio Liberados de situaciones conflictivas que se alejan cada vez mas de noso- tros, nos es mis fécil descubrir su huella en los estudios arriba citados, Nosotros mismos estamos ya en otro lado. A medida que se borran las divisiones que todavia ayer organizaban a una época y a su historiografia, estas iiltimas pueden ser anafizadas en los mismos trabajos de aque tiempo, La terminacién de un periodo aumenta nuestra lucidez, pero esta compren- sion, que se considera “mejor” y que serd en lo sucesiva la nuestra, se debe al hecho de que nosotros mismos nos hemos desplazado; nuestea situacién ‘nos permite conocer la de ellos de una manera muy diferente a como ellos ta conocieron.* Lo que hace posible a relativizacin de los debates de ayer, y porto tanto la identificacion de las presiones que ejercieron sobre el discurso cien- tifico, es la posicidn mieva de la religion ent muestra sociedad Lejos de ser una fuerza, una amenaza, un conjunto de grupos v de cuerpos constituidos, como ocurtia ayer, el cristianismo francés se libera hy gn dia de su pesantez social al satirse de eompartimentos cerrados, Deja de constituir lugares propios, vigorosos pero cerrados, en la nacién, Se von- vierte en una regia mal definida y mal conocida de ta cultura francesa. Una historiografia religiosa puede ahora convertirse en el objeto de un nuevo exo. tismo, semejante al que conduce al endlogo hacia los “salvajes” del interior o hacia fa brujeria francesa, Sociatimente, el eristianismo existia mis inten ‘mente cuando se le concedia menos lugar ayer en el tiempo que el que se le concede hoy en el mundo. Podia uno callarse o ser parcial, cuando se trataba de enftentamientos, de adversarios o de grupos encetrados en su vitalidad propia, Ahora se dice que ya no constituye una fuerza, y que por necesiad se ha “abierto”, “adaptado” y conformado a una situacidn donde se convicrte enel objeto de una curiosidad “imparcial” y en signo lejano de “valores”. La renovacién de la historia religiosa no significa, pues, un avance del ctistianismo, sino fa disolucién de sus instituciones y sus doctrinas en las nuevas estructuras de la nacién, el paso de un estado de cuerpo opace y resistente a un estado de transparencia y movimiento. "Chic Ias observeciones de D. Juli, P Levin, D. Nordmn y A. Vaace, “Reltevinnes acerca Ia hstriografis foncesa contenporinea™, en Recherches ot Débats 47, [96h py 39.34 2 Acerca dl intesésetolinco y (reo, que ee co ye se presta ahora la tetigié, 9 se enplica ala vez fa murleza de wna nueva "erisidad” Ia renova de for estooe ‘rca de ls ideclogin (en lo scesivo tnd por inceiles, pero porters de en shabutsive gue debe dessifrrse). ef: M. le Certeo, La Culture au pluie col 1018; 1834, ph TT 3s Las Revaluciones de Io ereble™ 49 Los “prejuicios” de la historia 0 de los historiadores desaparecen cuando se modifica la situacién a la que se refsrian, La organizacién ayer viviente de una sociedad, inctustada en la Optica de sus historiadores, se vambia entonces en un pasado que puede set estudiado. La organizacion cambia de condicién: deja de estar del lado de los autores, como aquello en fuacion de lo cual pensaban y se pasa del lado del objeto, al cual nosotros, ‘nuevos autores, debemos convert en pensable. En funcién de otra situacién hos es ahora posible examinar como “prejuicios” las circunstancias de una época y el modo de comprensidn de nuestros predecesores, rebabilitar las relaciones con ottos elementos de la misma época ¢ inscribir su historiografie ¢n Ia historia que constituye el objeto de nuestra propia historiografia.* Scgiin este modo de ver las cosas, los modos de comprensidn de la historiografia de ayer se encuentran en la misma posicién que las ideologias © las creencias cristianas, Estas iltimas representan solamente a la distancia mayor secorrida por la eonviecién que proporcionaba a un pasado sus prin. ipios de inteigibilidad y que hoy en dia debe ser comprendido segin otros puntos de referencia. La separacién entre estas dos posiciones nos esta sefia. {ando el problema mismo del proceso hisiérico: la relacién entre el “sentido” ue se ha convertido en un objeto, y el “sentido” que permite actualmente comprencierl. Desde el momento en que se busca el “sentido histérico” de una ideologia o de un acontecimiento, se encuentran no solamente métodos, ideas ‘una manera de comprender, sino la sociedad a la que se refiere la definicion ic lo que tiene “sentido” Si existe, pues, una funcién historica que especifica la confronta- ion incesante entre un pasado y un presente, es decir, entre lo que organiza. ba a la vida o al pensamiento y lo que permite hoy en dia pensarlo, existe también una serie indejinida de “sentidas histiricoy “ Las ercencias nos offecen un caso extremo de la relacién entre dos sistemas de comprension através del paso de una sociedad todavia religiosa (adel siglo XV1, por ejemplo) a una sociedad, la nuestra, donde lo “pensable”™ se ha secularizaco. ‘EI problems consiste en saber qué rcontecimiento o qué mutacin sociopolitca vuelve ponte, sey el puto de vista de In histciografia del siglo 0, un anise aslogy ol se Mousbicr dedi en estos whhimos sos a los historiadores del siglo xvin, Peto'ain dean os Decesario invert los términos de In cuesti: UO nuevo punio de witty cealico'sy peccwe site uno de os wdicios por donde se expresa y se encuentra tn “scontectulcone 50 » diseurso y realidad Dos posiciones de lo ve.11 > regpitulames todas estas aportaciones, la situacin de Ia historiogratia ns presenta la interrogacién sobre lo real en dos posiciones muy diferentes en 1 Proceso cientifico: To real como conocido (lo que el historiador esti, cor Brende 0 “resucta” en una sociedad pasada) y fo real como implicado por peracion cientifca (Ia sociedad actual ala que se refieren la problemticed 1 bistriador, sus procedimientos, sus modos de comprensén y finalmente te Patetce del sentido). Por una parte, loreal esel resultado de alii, y por ot © suposttilado, Estas dos formas de la realidad no pueden nicliminarse ot red ‘irse la una ala otra, La ciencin historica se apoya precisamente en su seleers» ‘mutua. Su objetivo propio es el desarrollo de esta relacién en tn discus, Pvidentemente, siguiendo los periods o los grupos, la viensia ic torica se moviliza de preferencia hacia uno de los dos polos. Hay, en efe ‘0, dos especies de historia, segim prevalezca la atencién a una de les cox posiciones de lo real, Y aun cuando tos easos en que hay mezcla de las de EsPecies superan a los casos puros, cada especie puede ser ficilmen seeoueeida, Un primer tipo de historia se interroga sobre lo pensable « spbre las condiciones de su comprensidn; cl otro pretende Megara lo viv do, exhumado gracias al conoeimiento del pasado. Ea primera problematica examina la eapacidad de convertir en Pensables a los documentos que ha encontrado el historiador, Obedece a Jeepaidad de claborar modelos que permitan constiuir y comprender series de documentos: modelos econsmicos, modelos culturales, etegtera, Esta perspectiva, cada vez més connin en nuestros dias, conduce al bistoriador a ls hipStesis metodol6gicas de su trabajo, asu revision s nance gc intercambios pluridseiplnares; a principios de ineligiblidad eapaces da instaurar pertinencias y de producir “hechos", y finalmente a una situocion cBbtemoligica presente en el conjunto de las investigaciones caracteristicas dela sociedad donde trabaja."! {Ls otra tendencia favorece larelacibn del historiador con lo vivido, G3 teit la posibilidad de revivi ode “resuciter” un pasado. Quiere restasng IP clvidade y encontiar alos hombres através de las huellas que han dejado, Implica ademas un géneroliteratio propio: el relat; mientras que primera, snucho menos descriptiva se enfrenta més bien con series de donde saldién diferentes tipos de métodes. intr ena nec zdelo Aanater 8 ede 1389), 0 The umf encima Hotors STOMIT Press oss), 5 Entre estas dos formnas hay tensién, pero no eposicisn, Porque es un hecho que el historiador se halla en una posicién inestable. Sida la prioridad a lun resultado “objetivo”, si intenta colocar en su discurso la realidad de una sociedad pasada y si desea devolver la vida aun desaparecitio, reconoce siem- pre en toda reconstruccién el orden y el efecto de su propio trabajo. El diseur- 50 destinado a decir /o otro sigue siendo sw discurso y el espejo de su opera- ida. Por el contratio, cuando vuelve a sus précticas y examina sus postulados para renovarlos, el historiador deseubre presiones que se originan mas allé de su presente y que se remontan a onganizaciones anteriores, de las cuales st trabajo es ef sintoma, no la fuente. Ast como el “modelo” de ta sociologia religiosa implica (entre otras cosas) la condicién nueva de la prictica o del onocinniento en el siglo XVI, no de otra manera los métodos actuales evan consigo disimulados como acontecimientos y cambiados en cédigos oen pro- blematicas de Ia investigacién, antiguas esiructuraciones e historias olvidadas. Fundada, pues, en el rompimiento entre un pasado, que es su objeto, Y un presente, que es el lugar de su préctica, la historia no cesa de encontrar al presente en su abjeto y al pasado en sus précticas. Esta poseida por la extrafieza de lo que busca, ¢ impone su ley alas regiones lejanas que conquis- tay cree datles la vida Lo intermedio, situacién de la historia y problema de lo real Un trabajo incesante de diferenciacidn (entre acontecimientos, entre periodos, entre aportaciones, entre scries, etcétera) es, en historia, la condicién que per. mite relacionar elementos distintos, y por lo tanto, comprenderlos: Este trabajo Se apoya en la diferencia que existe entre un presente y un pasado, Supone siempre al acto que presenta una novedad y se separa de una tradicién para ‘onsiderarla como un objeto ce conocimienito. El corte decisivo en cualquier ciencia (una exclusién es siempre necesaria cuando se procede con rigor) toma en historia la forma de un limite original que constituye a una realidad ‘como “pasada”, y que se explicita en las téenicas proporcionadas ala tarea de “hacer historia”. Ahora bien, este corte pareve ser negado por Ia operacion ala que da origen, puesto que lo “pasado” regresa a la prctica historiografica. El ‘muerto resueita dentro del trabajo que postulaba su desaparicién y que postu- laba también la posibilidad de analizarlo como objeto. La condicién de este limite, necesario y negado a ta vez, caracte- riza ala historia como ciencia humana. Es “humana”, no en cuanto tiene al hombre por objeto, sino porque su prictica reintroduce en el “sujeto” de la ciiencia lo que ya haba distinguido como su objeto, Su funcionamiento nos 52 envia del uno al otro polo de lo “real”. La actividad productora y el periodo conocido se alteran reciprocamente. EI corte que habia puesto entre ellos tuna decisin generadora de trabajo cientifico (y fuente de “objetividad") comienza a tambalearse, Se invierte, se desplaza, avaniza. Este movimiento se debe precisamente al hecho de que el corte ha sido impuesto y no puede ser sostenido, En el curso del movimiento que desplaza los tétminos de Ia rela- cidn inicial, la misma relacion es el lugar de la operacidn cientifica, Pero es umn lugar cuyas mutaciones, como un eorcho que flota en el agua, siguen Jos movimientos mas vastos de las sociedades, sus revoluciones econoni a8 y politicas, las relaciones complejas entre generaciones o entre clases, eicétera. La relacidn cientifica reproduce el trabajo que asegura a unos grupos el dominio sobre otros hasta convertirlos en objeto de posesidn: Dero ca testimonio también del trabajo de fos muertos, el cual, gracias a.una especie de energia cinética, se perpetiasilenciosamente junto con Ia super- vivencia de estructuras antiguas, “continuando”, dice Marx, “su vida vegetativa” (Fortve-getation)." El historiador no escapa ni del estado latente ni de la pesadez de un pasado que todavia esté ahi (inercia que el “tradicionalista llamaré “continu dad”, con Ia esperanza de presentarla como la “verdad” de la historia), Ya no puede hacer abstraceién de los distanciamientos y de las exclusiones que definen la Epoca o la categoria sociat a la que pertenece. En su operacion, las Permanenicias ocultas y las rupturas instauradoras se amalgaman, Y esto lo demuestra claramente ia historia, nuesto que tiene por abjeto diferenciatlas.®" La frigil y necesaria froatera entre un objeto pasado y una praxis presente comiienza a tambalearse desde el momento en que al postulade ficticio de un dato que debe ser comprendido, o sustituye el examen de una operacion siempre afectadapor determinismos y que siempre puede ser reconsiderads, siempre dependiente del lugar donde se efectia dentro de una sociedad, y por lo tanto especificada por problemas, métodos y funciones propias. La historia se desatrolla, pues, alli, en esas fronteras donde una sociedad se une con su pasado y con el acto que lo distingue de él; en las lineas que trazan la figura de una actualidad al separarla de su otto, pero ue borran o modifiean continuamente el retorno del “pasado”. Como en la Pintura de Mird, el rasgo que dibuja las diferencias con contornos precisos y hace posible una escritura (un discurso y una “historicizacian”) se ve atravesado por un movimiento contrario. Hay vibracién de limites. La rela- ‘Ko Maes, Dos Kept, Rein, 194,119. 7 (pier pefico) te, Oeste, Pgiade. 1965. .9 49 "Estes lo que ha hecho tar insistentmenteM, Fel enpaiculares Arche dasa 1960, pp 16-17 cién que organiza la historia es una referencia cambiamte en la que ninguno de los términos puede considerarse como estable. La relacién con el otro Fsia situaciGn fundamental se revela en nuestros dias de muchas maneras que se refieren a fa forma o al contenido de la historiografia Por ejemplo, el anaisis de una duracién breve o larga, socioeconémica © cultural, se ve precedido, en las obras de historia, de un Prefacio donde el historiador narra las etapas de su investigacidn, El libro, compuesto de dos rmitades desiguales, pero simbélicas, une ala historia de un pasado, el itinera- rio de un proceso. Ya Lucien Febvre inauguraba la presentacion de su Lutero con ef examen de su propia situacién como historiadoren la serie de estudios consagrados al mismo objeto (1928). El se inscribia en la evolucién de una historia presente, al mismo tiempo que colocaba a Lutero en una serie andlo- ga mas antigua, Posteriormente, el histofiador ya no sélo precisa el lugar desde donde habla, sino los movimientos que ha hecho, 0 el trabajo que ha realizado en su metodologia y en su problemitica. Pierre Vilae y Emmanuel Le Roy Ladurie, cuyas obras dominan la historiografia presente, yuxtaponen el tazo de una curva metodolégica de sus trabajos a la de las transformacio- nes estructurales de Cataluita 0 del Languedoc durante cuatro siglos.** La verdad de la historia esté en un “estado intermedio” impuesto por tuna obra ineapaz de crear un objeto que sustituya a esta relacion. En Soriano, el andlisis de los cuentos de Perrault se convierte en relato 0 en eonfesion de uuna basqueda, de manera que el objeto del estudio, fragmentado por sondeos metodol6gicos heterogéneos, encuentra su unidad en la operacién donde se ‘combinan sin cesar las acciones del auior y Jas resistencias de su material. Con esta tension interna, nervio de la explicacién hist6rica, debemos relacionar otro aspecto no menos sorprendente de las investigaciones actuales: la con- frontacién de un método interpretativo con su “otro”, o mas precisamente, la evidencia de la telacién que mantiene un modo de comprension con lo incom: prensible que “ha hecho resalta”, Por ejemplo, la inmensa erudicién cultural de Alphonse Dupront encuentra por todas partes en la historia un “pénico”, pro- fundidad salvaje y sagrada, Si alguna vez.esta “alma panica del colectivo", este impulso original, o esta opacidad neutra de una “mentalidad colectiva’, toma el aspecto de un punto de referencia, de un significado, o de una base de la Enmenuel Le Roy Ladi, Les Paysans de Languedoc, Sespen, 1965, ¢ 4. pp. Te, sobne tudo Piere Vilar, La Catologre dans I'Fspagee maderne, Sexpen, 1962, pp. Ui-3® “Mate Sonimo, Les Cowes de Perrault Culare sovante vt naditns poputares, Gallimatd, 1968 54 historia, se debe a una especie de ficcién que se apoya en los puntos de vista mis discutibles de Otto 0 de Jung. Porque, en realidad, este “panico” es el nombre que un conocimienta prodigiosamente extendio da a su propio limi- te, a lo desconocido que revela y encuentra en su avance, a todo lo ignotado que hace aparecer el progreso de una ciencia, Una dimension de la bistotia se sefiala (y no sc elimina, como en otras partes) por un “itracional” proporcic. nado a la investigacién que se ha colocado bajo el signo de un conocimiento de las ideas y de las formas culturales: “Lo no historico, dice Dupront, es indispensable a lo histérico”.** Pierre Vilar presenta un fenémeno andlogo: la existencia misma del tema de su trabajo ~Cataluila~ es el enigma que hace surgir un rigurose anilisis socioecondmico, {.Cémeo se constituye Catahuita como unidad propia? {Cémo eambia esta unidad con la aparicién, también problemética, dela unidad “espaiiola” En estos problemas, Ia notable demostracién de P. Vilar, que convierte Jn teoria econ6mica en analisis historico para eaptar una “historia profumela” partiendo de las variaciones econémicas, encuentra su otro. Se topa con continuos enigmas: “la formacién de grupos con fuerte conciencia de comu- ‘nidad”, la naturaleza de la “personalidad regional” o nacional el sentido de un ‘querer politico”.*” El rigor de su interpretacidn libera, como umn resto 0 como Jo que.se fe vuelve incomprensible, a la unidad de coneiencia cuyas condicio- nes y funcionamiento han sido, sin embargo, tan vigorosamente actaradas No debe sorprendemos que el problema abierto por la inrupeién del otro en los procesos cientificos aparezca igualmente en sus objetas. La investigacién no busca tinicamente comprensiones que salgan bien, Regre- sa.a los objetos que ya no comprende. Se da cuenta de lo que va perdiendo al fortificar sus exigencias y sus métodos. La Historia de la locura nos indica ef momento en que un cientificismo inflado tiene que enfrentarse con Zonas que habia considerado como un desperdicio 0 como un reves in: comprensible.** La ciencia historica ve erecer las regiones silenciosas de “Bo Reswe de Synthere, nim 37-39, p. 329, Ch. tambien algunos estdios pariularmente importsntes “Lovtdes, pespectivas de vo secologn de lo agsato", ea La Table rane, 125 mayo 1988, pp. 74.96; "Problemas y métodos de una historia de la Psicologia eutectic, Anais 256,16, 961, pp. 211; "Formas de a culture de las masa de la ja plitcn 9 Te aregsnacin tumaltosa (siglo XVLA%)", en Nisewun de culture ot groures soctoue, Mu 1968, pp. 149-167, SP Vila a Catalgne..op cit. 1, Preficl,pp. 6.37. Lasontotacin ene expresin sult éstctureseconsmicas es arttulamnenie rica (debit al mise objeto estudiads) en Hempodel Quijote” Europe, enero 1856, np. 3-18); “Las prinitivosespaeles del pensamicsto econo’ (Nlanges M. Baan, 1962, p. 261-2840, desde wn punto de vst is metodic, en" Mar moe historia ene desaroo de as ciensias himanas” Sul toric, La $1960, pp. 1008-1063) “AM, Foocauly, Folie et dérason. Histoire de a flea de classique, Plo, 1961 (neva edi, Galina, 1972), 55 donde ha estado ausente. Es también ef momento en que otras ciencias hhacen el balance de las motestias que les han produecido sus propios éxitos. El fibro de Miche! Foucault nos presenta esta interrogante. Lo expresa a través de utr objeto perdide por ta historia, pero que no se puede suprimit: ta locura, constituida por todo lo que ha excluido la raz6n. Ciertamente, si consideramos todo esto, eI esfuerzo del autor para devolver a le locura su lenguaje propio tiene que resulta un fracaso y contradecirse; el autor vaci la entre la “recuperacién” de la locura bajo el signo de un nuevo tipo de ‘comprensién y el crecimiento indefinido del signo abstracto (Ja locura) destinado a designar un casillero vacio incapaz de ser lenado por la historiografia.” Pero queda este hueco abierto delante de Ia razén cientifica bajo Ia forma de objetos que la razén rodea sin decidirse a atacarlos. Los estudios consagrados a la brujeria, al milagro, ala locura, ala cultura “sal- vaje”, eteétera, se han multiplicado desde entonces, Sefalan un enfrenta- miento donde la etnologia y el psicoandlisis han permitido a la historia cexplicitar su inquietante extrafeza. La*razin” cientifica esté indisolublemente unida a fa realidad que encuentra a su sombra y a su otto en el momento en que los exeluye. Esta movilizaci6n de la historiografia hasta los limites que especi- fican y relativizan su discurso, se reconoce todavia bajo ta forma, més spistemolégica, de trabajos consagrados a los modos de difercnciacién entre las ciencias. También aqui Miche! Foucault tiene valor de signo. Vol- viendo a tomar analisis anteriores, principalmente fos de Canguilhem, nos ‘muestra cme la historia se divide (y se define) en funcién de una combi- nacidn sincrénica de diseursos que se contradistinguen mutuamente y se tefieren a reglas comunes de diferenciacion."® Pase lo que pase con las posiciones propias del autor, su obra describe y precipita el movimiento que Teva a la historia a convertirse en un trabajo sobre el limite: a situarse en relacién con otros discursos, a plantear la diseursividad en su relacion con un eliminado, a medir los resultados en funcion de objetos que se le capan; pero también a establecer continuidades al aislar las series, a pre- cisar métodos al distinguir los distintos objetos que se captan en un mismo hnecho, a revisar y 2 comparar las periodizaciones diferentes que hacen apatecer diversos tipos de analisis etcétera, En lo sucesivo, “el problema Ano esté en latradicién y en las huellas, sino en la division y en el limite”. Hablemos de finite o de diferencia mas bien que de discontinui- dad (sérmino demasiado ambiguo porque parece postular la evidencia de un corte en la realidad), Entonces podremos decir que el limite se convierte “Che a este respecto, Is aguas observacioner de Jacques Demi, Levit ol diffrence. Seul, pp S1-97 ("Capito bistria de le loot. MM. Fouceult, Ldrohedloie du revoir op cit, yp. 29-101: “Las sepsladades discursiyas" “en instrumento y objeto de investigacidn a la vez." Este concepto ‘operatorio de la préctica historiografica, es el instrumento de su trabajo y el lugar de su examen metodoldgico, Eldiscurso de la historia Un paso mis, y la historia seré enfocada como un texto que organiza unt des de sentido y lleva a cabo transformaciones cuyas reglas pueden determi narse, En efecto, si la historiografia puede recurrir a los procedimientos semiolégicos para renovar sus pricticas, ella misma se les offece como un objeto, en cuanto constituye un relato o un discurso propio. Tal vez hasta ahora los ensayos consagrados a la historia desde esta Perspectiva no son totalmente convincentes en cuanto postulan Ia univocidad del género “histirico” através de lossiglos, Asilo hace Roland Barthes cuando se pregunta si “la narracién de acontecimientos pasados, sometida... ala san cign de la ‘ciencia’ histérica, colocada bajo la caucidn imperiosa de lo ‘real Justificada por principios de exposicién ‘racional’... difiere verdaderamente, Por alin rasgo especifico, por una pertinencia indudable, de fa narracién ima. Binaria, tal como nos la presenta la epopeya, la novela o el drama”.*? Queter responder a esta pregunta baséndose tinicamente en el examen de algunos toriadores clisicos” ~Herodoto, Maquiavelo, Bossuet y Michelet. jo es acaso suponer demasiado pronto la homologia de todas esos discursos. apro- vechar con demasiada facilidad los ejemplos mas inmediatos de la nattacién muy alejados de las investigaciones presentes; tomar el discurso fuera del gesto ue fo constituye en una relacién especifica con la realidad (pasada) de la que Se distingue, y no tener en cuenta, por consiguiente, las modalidades sucesivas de dicha relacin; finalmente, negar el movimiento actual que converte al dis- ‘curso cientifico en la exposicidn de las condiciones de su produccién, més ‘bien que en la “nacracién de los acontecimientos pasados”? Resulta que a través de las obras “elisicas”, la condicién de un escrito “historico” parece definida por una combinacion de siguificaciones linicamente articuladas y presentadas en términos de hechos. Para Roland Barthes, en efecto (si omitimos los detalles de su argumentacin lingtistica), los “hechos” de que habla la historia fumcionan como indicadores, Gracias 2 las relaciones establecidas entre hechos, 0 ala elevacién de ellos al valor de sintomas para una época entera, 0 8 la “leccién” (moral o politica) que orge- 8 tid, pp. 12 y 17 * Rohnd Barthes, "El Discurso de I bstrin” en Social Science informarion, vt 4, 1967. pp (65-75. Debe compacatse con "Fl efecto de lo tea", del mismo autor, en Communications 11, 1968, np. 88:90. y “La Etcrinow del aconteciniento", ea Communications, 2, 1968, py, 108-113, 7 niza al discurso entero, hay en cada historia un proceso de significacién que tiende siempre a “completar” el sentido de la historia: “el historiador es el hombre que retine no tanto hechos sino significantes”,* Da la impresién de contar hechos, siendo asi que en realidad enuncia sentidos, que por lo demas remiten lo notado (Jo que el historiador retiene como propio) a una concep- cin de lo notable. El significado del diseurso bistoriogritico son las estruc- turas ideolégicas o imaginarias, que se ven afectadas por un referente exte- rioral discurso, inaccesible en si mismo. R. Barthes lama “efecto de lo real” al antficio del discurso historiogratico, que consiste en ocultar bajo la ficcién dean “realismo”, una manera, necesariamente interna al lengua, de plantear un discurso, “El discurso hist6rico no sigue a lo real, iinicamente lo significa al no dejar de tepetir asé pasé, sin que esta asercién pueda ser nunca otra cosa sino el revés significado de toda la narracién historica”.* Evocando “el prestigio del asi pasa” a propésito de la historia, R. Barthes lo pone en relacién con el desarrollo actual de la novela realista, del diario intimo, de la nota periodistica, de Jos museos, de la fotografia, de los documentales, eteétera, Todos estos discursos se apoyan, en efecto, sobre algo real perdido (pasado); reintroducen como religula, en el interior de un texto cerrado, la realidad que se ha desterrado del Lenguaje. Parece que las palabras, al no poder set ya acreditadas por una relacién efectiva con las ‘cosas que designan, se han hecho més aptas para formular sentidos en cuan= to se ven menos limitadas por una adhesin a lo real . Asi, més bien que un retomo a lo real, el “realismo” expresa la disponibilidad de una multitud de palabras hasta ahora destinadas a hechos particulares que en Io sucesivo pueden utilizarse en la produccion de leyendas o de ficciones. Porque el vocabutario de loreal” pasa a ser parte del material verbal que puede organi- zarse en e! emunciado de un pensable 0 de un pensado. Ya no tiene el privile- gio de ser el afloramiento de hechos, de permitir que emerjaa través de ellos tina Realidad profunda, ni de ser por eso mismo aureolada con el poder de “expresar" a la vez la “cosa misma” y el Sentido que vendria en ella, Desde este punto de vista, podemos decir que “en lo sucesivo el signo de la Historia es no tanto lo real sino to inteligible™ Pero no se trata de cualquier inteligible. “El desvanccimiento de la ‘natraci6n en la etencia histérica actual” da testimonio de la prioridad con- cedida por esta ciencia a las condiciones en las que elabora lo “pensable {tal es el sentido de todo el movimiento “estructuralista”). ¥ este analisis, Barthes, “EI sseuso de In historia”, op cit. p 6S * ibad, pp. 18-18 ° thd. p15. En a “uso referencia, de Yo vel, en el “realism”, R Barthes descubre vos rnlva heros ("EL efecto de fo ral", op. cit, p88). Esto “real” 2% la vonactacisn de on pencable. 58 que se tefiere a los métodos, es decir, a In produccion de sentidos, no pucde disociarse, en historia, de un lugar y de un objeto: El lugar es, a través de los procedimientos, el acto presente de esta produecion y la situacién que hoy lo ‘vuelve posible al determinarlo; el objeto son las condiciones en las cuales una u otra sociedad se han dado un sentido por un trabajo, que es, a pesar de todo, determinado, La historia no es una ctitica epistemoldgica, Siempre ‘quedar como un relato, Nos euenta su propio trabajo y, al mismo tiempo, e ‘tabajo que puede leerse en un pasado. Y por lo demas no comprende a este {iluimo sino aclarando su propia actividad productora, y reciprocamente, historia se comprende a si misma en el conjunto y en la sucesion de produc ciones, de las cuales ella misma es un efecto. Si, pues, el relato de “lo que paso” desaparece de la historia cientifi ea (para extenderse, por el eontrario, en la historia vulgarizada), o sila narra. ‘ci6n de los hechos toma Ia apariencia de una “fi ién” propia de cierto tipo de discurso, no tendriamos derecho @ concluir que la referencia a lo real ‘comienza a desvanecerse. Més bien la referencia se ha desplazado. Ya no se nos da inmediatamente con los objetos narrados o “reconstituidos”, Esta implicada en la creacicn de “modetos” (destinados a volver “pensables” a los ‘objetos) proporcionades a précticas, en la confrontacién con lo que les resis- 4, los limita y hace alusion a otros modelos, finalmente en la elucidacién de Jo que ha vuelto posible a esta actividad al inscribirla en una economia part cular (0 histérica) de fa produccién social Desde este punto de vista, se puede pensar con AJ. Greimas, que frente a los modelos capaces de informamos del funcionamiento de un len Buaje, o si se prefiere, frente al andlisis de las combinaciones posibles en la ‘organizacién y la transformacién de elementos en niimero finto, lo histerico aparece ante la formulacion estructuralista “como una limitacion de sus post bilidades de: manifestacién’. Asi como la esinictura atémica, nos dice, se concibe ficilmente como una posibilidad entre las combinaciones de las que el universo actualmente manifestado no es sino una realizacion parcial, la estruetura seméntica, imaginada como un modelo anélogo, pemmanece abier- tay solamente puede ser clausurada por la historia.” El limite se encuentra en el centto de la ciencia historica y designa al otro de la razon o de lo posible, Bajo esta figura lo real reaparece en el interior de la ciencia, Pudieta se, sin embargo, que la distineiSn entte ciencins “eva tas" y ciencias “humanas” ya no pasara como una diferencia en la formalizacidn 9 enel rigor de la verificacién; més bien las disciplinas se distinguen segiin c! lugar que otorgan, unas a to posible, otras al limit Ad. Greimas, Du sens. Essais sEmiorigues, Sell, 1970, p11. Cf ted el capital, fia y estctare” pp. 108-116 i 59 En todo caso, existe sin duda alguna una fascinacién provocada por el limite, que va unida al oficio del etndlogo o del historiador, 0 fo que es casi Jo mismo, una fascinacién provocada por el otro, Pero el limite no es solamente lo que encuentra constantemente delan- te de si el trabajo histirico organizado por la voluntad de volver pensable una ‘cosa; también se relaciona con el hecho de que cada proceso interpretativo ha tenido que ser.bien establecido para poder definir los procedimientos propor cionados aun modo de comprensién. Una muevadetermtinacién de lo “pensable”” supone, mis allé de ella misma, situaciones economicas y socioculturales que la han vuelto posible, Toda produccién de sentido da testimonio de un aconte- cimiento que ocurrié y que la ha permitido, Aun las ciencias exacias se ven ‘obligadas a exhuinar su relacién con una historia, es decir el problema de Ia relacién entre su discurso y lo que implica sin decirlo ~entre una coherencia y uuna génesis, En el discurso historico, la interrogacién sobre Io real vuelve, Des, no s6lo con fa articulacién necesaria entre los posibles y sus imitaciones, ‘entre los universales del discurso y la particularidad unida alos heches (cual quiera que sea su clasificacién);” sino vuelve también bajo la forma del origen postulado por el desarrollo de un modo de lo “pensable”. La prictica cientifica se apoya en una praxis social que no deperde del conocimiento. El espacio det discurso nos remite a una temporalidad diferente de la que organiza las signifi- caciones segain las reglas clasificatorias de la conjugacién. La actividad que produce al sentido y que establece una inteligibilidad del pasado, es tambign ef sintoma de una actividad experimentada, el resultado de acontecimientos y de estructuraciones que ella misma cambia en objetos pensables, la representa- ci6n de una génesis organizadora que se le escapa, 4, La historia como mito La historia caeria en ruinas sin la clave de toda su arquitectura: la articula- cin del acto que ella establece con la sociedad que ella refleja; el corte, constantemente puesto en tela de juicio, entre un presente y un pasado; la doble condicién del objeto que es un “efecto de lo real” en el texto y lo no dicho impticado por la clausura del discurso. Si Ia historia deja su lugar propio ~el limite que ella establece y ella recibe-, se descompone para no ser mas que ficcidn (la narracién de lo que pas6) 0 reflexién epistemolégica (la elucidacién de sus reglas de trabajo). Pero no es ni la leyenda a ta eval 6 peobema que iene cesta aogia cow el que trntaban Ins primers flosotas del lenguaie fines de ia Edad Media, Cf 1. Claude Piguet, "La dispta de los universale y et problema sontemporéneo del lengvsje” ee Revue de Thiolegieot de Philesophi, 19,1969, yp. 392-1, cierto tipo de vulgarizacién la reduce, ni Ia criteriologia que hacia de ella e! Linico anilisis eritico de sus procedimientos. La historia juega entre las dos, encima del fimite que separa las dos reducciones, como Charlie Chaplin se Sefinia, al final del Peregrino, por una carrera alo largo dela frontera mexi- cana, entre dos pafses que lo expulsaban al mismo tiempo, y cuyos zigzags dibujaban a la vez la diferencia y la Ifnea de sutura Lanzado, ya hacia un presente, ya hacia un pasado, el historiador experimenta una praxis que es inextricablemente la suya y la del otro (otra p0ca o la sociedad que hoy fo determina). Elabora fa ambigiiedad misma que sesigna el nombre de su disciplina, Historie y Geschichte: ambigitedad rica en sentido. En efecto, la ciencia histérica no puede desolidarizar completamente suprictica de lo que eapta como objeto, y tiene conte tarea indefinida preci sar los modos sucesivos dle esta articulacién Esta es sin duda la razén por la cual la historia ha tomado el relevo de los mitos “primitives” o de las teologias antiguas desde que la civiliza- cin occidental dej6 de ser religiosa; y en el mundo politico, social o cien- tifico se define por una praxis que compromete igualmente sus relaciones con ella misma y con otras sociedades. EI relato de esta relacién de exclu- sidn y de fascinacién, de dominacién o de comunicacién con el ofr (cargo ‘ocupado sucesivamente por algo cercano, 0 algo futuro), permite a nuestra sociedad narrarse a si misma gracias a Ia historia, Funciona como lo he- cian, 0 lo hacen todavia en civilizaciones remotas, 108 relatos de luchas cosmogénicas que enfrentan un presente con su origen Esta localizacién del mito aparece no solamente con el movimiento que conduce alas ciencias “exactas” 0 “humanas", hacia su historia (lo cual Permite a los cientificos situarse en wi conjunto social), 0 con Ia importan- cia de la vulgatizacion historica (que vuelve pensable Ia relacién de un orden con su cambio, 0 que lo exorciza con ef estribillo: “Siempre ha sido asi”), 0 todavia mas con las mil resurrecciones de la genial identificacién, iniciada por Michelet, entre la historia y la autobiografia de una nacién, de un pucblo ‘ode un partido, La historia se ha convertido en nuestro mito por razones mis fundamentates, resumidas en algunos de los anslisis que ya presentamos, "Ea La Historia avid ls cect del hombre” (on Annes Es, 2, nim 2, 948g 235-240), Charles Meraséenfocu desde ese punto de vis ape ental de aks Pe sora e snes porgur le elacibn ee lt cemiae homas serve yo Secale ttt de le; hoy en dans pace qe la Btrt sefagmenta a adherine doses sta ‘vez mis divergentes, if 6 Jna identidad por una diferenciacion Sc ico vuelve explicita a una identidad social, no como “dada” Octane ao como diferencias de une Goce atten oe ot soe Supone la ruptura que convierte a una tradicién en un objeto pasado, asi ‘como la historia del “Antiguo Régimen” implica la Revolucién.” Pero esta relacién con el origen préximo o lejano del cual una sociedad se separa sin poder eliminarlo, es analizada por el historiador que la convierte en el lugar de su ciencia, En un texto que conserva todavia la forma de un relato, apoya Ia Practica de una nueva ntligiildady la permanencia de pasados diferentes (que sobreviven no s6lo en los documentos, sino en ese “archivo particular ‘que es el mismo trabajo histérico) : Siporuna parte la historia ene por fincion expresar la posicion de ‘una generacién en relaci6n con las precedentes al deci; “Yo no soy aqutella", afiade siempre a esta afirmacién un complemento no menos peligroso, que obliga a confesar a una sociedad: “Soy algo distinta de lo que quiero ser, y estoy determinada por lo que nicgo”. {a historia da pruebas de una autonomia y de una dependencia eu- yas proporcioncs varian sein los medios sociales y las situaciones politicas donde se elabora, Bajo la forma de un “trabajo” inminente en el desarrollo humano, toma el lugar de los mitos por medio de los cuales una sociedad representaba sts relaciones ambiguas con sus origenes, y a través de una historia violenta de los Comienzos, sus relaciones con ella mista El origen del lenguaje: el muerto y el vivo A pesar de ss exordios o sus prefacios en primera persona (en el fohberich) que tienen valor de introduccidn iniciadora y proponen un “en aquel tiempo" gracias a la separacién, bien notada, del tiempo del autor, la historia es wt curso en fercera persona, Batallas, politicas o salarios son el sujeto-objeto; pero, como dice Roland Barthes, “nadie est alli para asumir el enuniad El discurso sobre el pasado tiene como condicién ser el discurso del muerto. EE] objeto que circula por alli no es sino el ausente, mientras que su sentido es ser un lenguaje entre el natrador y sus lectores, es decir entre presentes. La cosa comunicada opera la comunicacién de un grupo consigo mismo por medio de esa remisién a un tercero ausente que es su pasado, E] muerio és Ja 2°, ve habla, a pati de noviembre de " Despats de haber wea la Fol “legen pscedente", ve hla, «pa 1780, del “unig rgimen", Ce Alben Seoul La Cisizaon ot ls Révolaton fang, Asu, .37-y la rellesones de Pies Gott Litacen Regime, A. Colt, tt 1969, cap. "EL discurso de a historia" op et. p71 figura objetiva de un intercambio entre vivos. Es el enunciado del discurs que lo transporta como un objeto, pero en funcidn de tna interlocucisn lar zada fuera del discurso, hacia lo no-dicho. De acuerdo con estas conjugaciones con el ausente, Ia historia s convierte en el mito del lenguaje, Manifiesta la condicién del discurso: un muerte, Nace, en efecto, de la tuptura que forma un pasado distinto de s1 {area presente. Su trabajo consiste en crear ausentes, en convertir los signos \ispersos en la superficie de una actualidad en huellas de reatidades “hist6ri as”, que faltaban porque eran “otras”, Pero el ausente es también la forma presente del origen " Hay mit Porque a través de la historia el lenguaje se ha enfientado con su orige Ciertamente, la confrontacién toma aqui aspectos diferentes: ya es la rela ci6n del discurso histérico con tal o cual periodo que ha sido preferids como objeto de estudio, en la serie lineal de una cronologia; o bien el movi Imiento que remite dicho periodo a un mas ala primitivo, mente hasta un “ci yy trepa indefini ‘omienzo” imaginario, tope ficticio pero necesario, pari que se pueda bajar a través de los tiempos y clasificarlos, eteétera, Peru una relacién mas préxima y mas fundamental se seiiala con ese cero inicial la relacin de eada discurso con la muerte que lo vuelve posible. El ores esté dentro del discurso; y es precisamente este origen el que no pucd convertirse en un objeto enunciado, El discurso tiene por definicién el serun decir ue ya pasé completamente; hay propiamente un comienzo que supone wi objeto perdido; tiene por funcidn ser, entre los hombres, la representacign de una escena primitiva borrosa pero todavia capaz de organizat. El discurso se apoya también sobre la muerte, a a cual postula, pero ue ¢s contradicha por la practica historica, Porque hablar de los muertos es al mismo tiempo negar la muerte y casi desafiarla, Por eso se dice que Ia historia los “resucita”. Literalmente esta palabra es un engaio, pues la histo ria no resucita a nadie, Pero evoca la funcién permitida a una disciplina que traia a Ia muerte como un objeto de su saber, y al obrar asf, da lugar a la Produecién de un intercambio entre vivos. Asi es la historia, Un juego de la vida y de Ia muerte se desarvolla en el tranquilo fluir de un relato, resurreccion y negacién del origen, reve. lacién de un pasado muerto y re sultado de una préctica presente. Reitera, en un régimen diferente, los mitos que se edifican sobre un asesinato o una Muerte original, y hacen del lenguaje la huella siempre permanente de un comienzo tan imposible de encontrar como de olvidar. 4 Decimos esto deando al margen el examen, esborado en ot ntcados por I intervencién dl picoanlisis eo el campo de ths Tce de a historia" ia, que se apoya sobre I parte, de ios problemas ori. Ct “Lo que Fred 6 decir y el hacer _a historia se reflere, finalmente, a un hacer que no es solamente el suyo ‘hacer historia”), sino el de la sociedad que especifica una produccién cien- sifica, Si permite a un obrar comin darsc un fenguaje técnico propio, remite esta praxis Social como a lo que vuelve posibles los textos organizados por ‘una nueva inteligibilidad del pasado, Esta relacién det discurso con un hacer, esti dentro de su objeto, puesto que, de un modo o de otro, ta historia habla siempre de tensiones, de vontfictos, de juegos de fuerza, Pero también esté fuera, puesto queel modo de ‘comprension y el tipo de dliscurso son determinados pore! conjunto sociocultural avis vasto que fijaa la historia su lugar particular. Las sociedades estables dan ‘ugar a una historia que atiende especialmente a las continuidades y tiendea dar sallor de eseneta humana aun orden silidamente establecido. Fn las épocas de movimiento ode revolucién, las rupturas de la aceién colectivao individual se convierten en el principio de la inteligibilidad hist6rica. Pero esta referencia ala organizacion social del obrar-movilizada por el desarrollo de un orden politico > por la fandacién de regimenes nuevos- no interviene sino indirectamente en. at anilisis cientifico. Se introduce simbdlicamente con una t6pica de lo intetigi- ble: segiin los periodos de Ia historiogratia, et acontecimiento o la serie conti- 1ua constituirdn el punto de partida y la definicién de lo inteligible. Un tipo de sociedad se revela también en ef modo como se combinan fa discursividad del “comprender” y el repudio de “lo que pasa”; por ejemplo, ef modclo socioecondmico se prefiere a la biografia, o viceversa, eteétera. Espejo del hacer que define en nuestros dias a una sociedad, el di curso historico es a la vez su representacidn y su revés, No es el todo —jeo-mo siel saber diera la realidad o la hiciera acceder a su grado mis elevado! Esta ‘manera exagerada de considerar al conocimiento ha sido superada, Todo el movimiento de la epistemologia contemporinea, en el campo de las ciencias Hamadas “humanas”, la contradice y més bien humilla ala conciencia, El dis ‘curso historiografico no es sino una pfeza mis de una moneda que se devalia Después de todo, no es sino papel. Pero seria falso desplazario de un exceso de hhonora un exceso de indignidad. Fl texto de la historia, siempre sujeto a revi- sin, duplica el obrar como si fuera su huellay su interrogante. Apoyado sobre {0 que él mismo no es ~Ia agitacién de una sociedad, pero también la prictica cientifica en si misma-, arriesga el enunciado de un sentido que se combina simbolicamente con el hacer. No sustituye ala praxis social, pero es su testigo frig y su critica necesaria, Destronado del lugar adonde to habia elevado fa filosofia, que en el Siglo de las Luces o en tiempos del ideatismo alemén lo convirtié en Ia 4 ldtima manifestacién del Espiritu del mundo, el discurso historiografico ha cambiado, sin duda alguna, el lugar del rey por el del nifio de la leyenda, apuntando hacia una verdad que todo ef mundo parecfa querer olvidar. Tal es también, la posicién del mito, reservado para la fiesta que abre en el trabajo el paréntesis de una verdad. Sin quitar nada a las funcio- nes anteriormente subrayadas, no debemos descuidar a la que une el decir histérico con el hacer social, sin identificar el primero con el segundo: esta funcién recuerda al trabajo su relacién con ta muerte y con el sentido; sitia 4 la historiografia verdadera del lado de las cuestiones indiscretas que de- ben investigarse en el inmenso movimiento de la praxis, 65 Capituto 11 La operacién historiogriifica* {Qué fabrica el historiador cuando “hace historia? ;En qué trabaja? ,Qué proctuce? Interrumpiendo su deambulacién erudita por las salas de los ar- chivos, se aleja un momento del estudio monumental que lo clasificara entre sus pares, y saliendo a la calle, se pregunta: {De tyué se trata en este oficio? Me hago preguntas sobre la relacién enigmatica que mantengo con la sociedad presente y con la muerte, a través de actividades técnicas. Ciertamente, no hay consideraciones, por generales que sean, ni lecturas, por mis lejos que queramos extenderlas, que sean capaces de borrar la particularidad del lugar desde donde hablo y del ambito donde prosigo mi investigacién, Esta marca es indeleble. En el discurso donde escenifico cuestiones globales, tendré Ia forma de un idiotismo: mi modo de hablar configura mi relacién con un lugar. Pero el gesto que traslada las “ideas” a lugares es precisamente un gesto de historiador. Comprender, para él, es analizar en tgrminos de producciones localizables el material que cada método ha originalmente establecido segiin sus propios criterios de pertinencia,’ Cuando la historia’ se convierte, para el que la practica, en el * Un parte de este estudio fe publicada en J. Le Golly Noea Faire de (histoire, Gallina, 1974, pp. 3-41, com el tino “La operacign histones", Esa mam parte se presenta ag revisedn'y' comer, " Sie uabajo bistvco se eavctsiza por la deteinacin de ligaes de periencia, ex decit, or una pia (como lo hu demostado Paul \eyne, Comment on det Piso, Sea, 1971 p. 256.273), no renuncia sin embargo, a intriir lx unidades de tentie (o “hechos” ) tceminadas de ese manera, en las telaciones de progucciin. Se edict, pues,» detostat Ia relacin ente los productos 9 Tos lugares de produces "De ua vez pata siempre, aclre que explo I pla historian el sentido de hiseriogrfi, 8 deci, que eniendo pr hisvaria una prstics (ana dil), su veulogo (un deur) Io Felacidn ene ellos. Clr “Haver historia", supra, pp. 3358. objeto mismo de su reflexién, zpuede acaso invertirse el proceso de com- prensién que relaciona un producto con un lugar? Elhistoriador seria un cobarde, cedetia a una coartadaideologica, si para establecer la condicién de st trabajo recurriera a otro mundo filosSfico, una verdad formada y recibida fuera de los caminos por los cuales, en historia, todo sistema de pensamiento se refiere a “lugares” sociales, econd- ‘micos, culturales, etcétera, Ese tipo de dicotomia entre lo que hace y lo que diria,serviria por lo dems ala ideologia reinante protegiéndola de la practica cfectiva. Condenarfa, ademas, las experiencias del historiador @ un sonambu- lismo teérico. Més ain, en historia como en todo lo demés, una préetica sin teorla cae necesariamente, tarde o temprano, en el dogmatismo de “valores eternos” o en la apologia de un “intemporal”. La sospecha no deberia exten- derse a todo anilisis tedrico. En este sector, Serge Moscovici, Michel Foucault, Paul Veyne y otros, dan testimonio de un despestar epistemol6gico’ que manifiesta en Francia una nueva urgencia, Pero s6lo se puede recibir Ia teoria que trae consigo una prictica, a saber: la teorfa que, por una parte, da apertura a la Practica en el espacio de tna sociedad, y por otra, organiza los procedi ‘mientos propios de una disciplina. Considerar la historia como una opera- cidn, seria tratar, de un modo necesariamente limitado, de comprenderia como la relacién entre un lugar (un reclutamiento, un medio, un officio, cxeétera), varios procedimientas de andlisis (una disciplina) y Ia construc cidn de un fevto (una literatura). De esta manera admitimos que la historia forma parte de la “realidad”, de la que trata, y que esta realidad puede ser captada “como actividad humana”, “como practica”.‘ Desde esta perspec- tiva, quisiera probar que la opetacion hist6rica se refiere a fa combinaci de un lugar social, de pricticas “cientificas™ y de una escritura, Este and- lisis de las condiciones previas, de tas cuales el discurso no habla, nos permitirs precisar Is leyes silenciosas que organizan al espacio producido como um texto. La escritura histériea se construye en funcién de una insti tucién cuya organizacién parece invertir: obedece, en efecto, a reglas pro- pias que exigen ser examinadas en si mismas. * Chk Seige Moscovici, Essal sur hoire humaine de la nanue, Flammarion, 1968; Michel Foucau, L'Arhéelopie de avotr, Gallimard. 1969; Pal Veyue, Comment on dert PRstore, sewili97t Kart Mary, Thives cur Feuerbach, tsi | "El termine de cientico, bastante sospeshoso en el onjuato de as “ciencios huraas" (donde ‘le susie por el temin de anil), 1 fo es mesos en el eamp de las “cena exact” ten In medida en que eae temine aos remite lever. Se pucde defn, sa embargo, con ev {ermine ta posibiliad de esabecer un eoejuntn Je reslar que permiion "contolar” opereto nes proporcionadas In produccion Je bjetosdeterminados 68 1. Un lugar social Toda investigacién historiogratica se enlaza con un lugar de produceién socioecondmica, politica y cultural. Implica un medio de elaboracién cir- cunscrite por determinaciones propias: una profesion liberal, un puesto de observacién o de ensefianza, una categoria especial de letrados, etcétera. Se halla, pues, sometida a presiones, ligada a privilegios, enraizada en una parti- cularidad. Precisamente en funcién de este lugar los métodos se establecen, tuna topografia de intereses se precisa y los expedientes de las cuestiones que vamos a preguntar 2 los documentos se organizan Lono dicko Hace euarenta afios, una primera critica del “cientificismo” revel en Ia his- toria “objetiva” su relacién con un lugar, el lugar del sujeto, Al anatizar una “disolucion del objeto" (R. Aron), esta critica le quit6 a la historia el privilegio del que presumia cuando pretendia reconstrur fa “verdad” de lo que habia pasado. La historia “objetiva” conservaba, por lo dems, con esta idea de una “verdad”, un modelo tomado de Ia filosofia de ayer o de la teologia de antes de ayer, se contentaba con traducirlas en términos de “hechos” histéricos Los hermosos dias de este positivismo, ya teminaron, Después vino ef tiempo de la desconfianza. Se probo que toda interpretacisn historica depende de un sistema de referencia; que dicho sistema queda como una “filosofia” implicita particular; que al infiltrarse en el trabajo de analisis, organizandolo sin que éste lo advierta, nos remite a Ja “subjetividad” del autor. Al vulgatizar los temas del “histoticismo” ale- nin, Raymond Aron ensefié a toda una generacién el arte de sefiatar las “decisiones filosofigas” en funcién de las cuales se organizan los cottes de un material, Los eédigos con que se descifra, y el modo como se otdena la exposicién.’ Esta “critica” representaba un esfuerzo tedrico. Mateaba una etapa importante en relacién con una situacién francesa donde prevalecfan 4as investigaciones positivas y donde reinaba el escepticismo en to referen- tea las “tipologias” alemanas. Exhumaba los predmbules filosoficos y todo ono confesado de la historiografia del siglo XIX. Nos remitia a una circu- lacién de los conceptos, ¢s decir a fos desplazamientos, que a to Jargo de todo aquel siglo habian transportado a las categorias filoséficas por los subsuelos de la historia, de Ia exégesis o de la sociologia, « turodction a a philosophic de histoire. Esse sr ies Lmtes de 1 oblectiéhistvige, in, 1938; La Philosophie critique de Thawte, Vin 1998 (eed. 1969), Acer fst So B.A, ft ls ica de Pere Vila, “Maraismo ¢ histone en el desartlio de lar cloning branes”, ex Std! sorich, 1m. 5, 1960, pp. 1008-1083, prnsiptmente pp. 1051-1019, co) En nuestros dfs, nos sabemos Ia leccidn al dedillo, Los “hechos bistéricos” se hallan constituidos por la introduecién de un sentido en ta “objetividad”. Enuncian en el fenguaje del andlisis, “selecciones” que le son anteriores, que no resultan de la observacién ~y que no son ni siquiera “verificables” sino solamente “falsificables” gracias a un examen critica,’ La “relatividad histética” compone, pues, un cuadro, donde sobre el fondo de una totalidad historica se destaca una multiplicidad de filosofiasindividuales, las de los pensadores disfrazados de historiadores. Elretomo a las “decisiones” porsonales se efectuaba tomando como base dos postulados, Por una parte, al aistar del texto historiognifico un elemento filoséi- 0, s¢ le suponia una autonomia a la ideologia: en esto consistia la condicién de su extraccidn, Un orden de ideas se apartaba de la prictica histitica. Por lo dems (aun cuando las dos operaciones van juntas), al subrayar las divergen- as entre los “filésofos" disfrazados de historiadores, al referirse a lo insonda- ble de sus ricasintuiciones, hacian de dichos pensadores un grupo aislado de -su sociedad bajo el pretexto de una relacién mas directa con el pensamiento. El recurso a las opeiones personales provocaba un corto citcuito con el papel desempeitado en lo referente a las ideas por las localizaciones sociales.® La pluralidad de estas subjetividades flosoficas tenia desde entonces como efecto siscreto el conservar a los intelectuales en una posicién singular. Las cuestio- nes de sentido eran tratadas entre ellos, la explicitacién de sus diferencias en el pensamiento gratificaba al grupo entero con una relacién privilegiada en el ‘mundo de fas ideas. Los niidos propios de una fabrieacién, las téenicas, las presiones sociales, las posiciones profesionales o politicas, nada turbaba la paz de esta relacidn: el silencio era el postulado de este tipo de epistemologia R. Aron establecia en un coto reservado tanto el reinado de las Ideas como el reino de los intelectuales. La “relatividad” no actuaba sino dentro de este campo cerrado. Lejos de ponerlo en tela de juicio, la misma relatividad lo defendia, Apoydndosc en la distincién entre el sabio y el Politico, una de las tramas més flojas de la teoria de Weber,’ estas tesis " Acerea del "principio de flificuién", ef. Kal Popper, Logik ser Forschung, Viena, {934 (rad, ingles revisada y muy aumentada: The Lope of Sclenifle Discovery, Lone, Hutchinson, 1959), obra bisica del “racianalismo critic” * Ci, Antonin Gramsci. Git imellenualte FOrganizzarione deltas cultura, Tain, Ein, 1949, pp. 638 "oven sobee la tesis weberana seg la cul “a elaboraién cenificxcomienza eon ona lection que no tiene or jusifiacige sno la subjeliva, R. Aron ectlab, una ve mis en Let tapes de in ponsée soctologigue (Gallimard, 1967, p. S10), sl exvzomicnte, on Weber de In “elcoiin subjetiya” eon el sistema racional dela explicaciSn “esa” (td, yp. 500-922). De ‘sia manera Aron anlael efecto del log del inelectal en a sociedad puede considera uaa ‘ez ms» Weber como el antes 0 demolian una vanagloria del saber, pero reforzaban el poder “exento” de los sabios. Un hngar quedaba fuera de alcance en el momento en que se demostraba le fragilidad de lo que en ese mismo lugar se producia, E! privilegio retirado a obras sujetas a control, regresaba a un grupo imposi- ble de ser controlado. Los trabajos més notables sobre la historia, parece, todavia hoy, que se apartan dificilmente de la muy fuerte posicién que R. Aron habia tomado al sustituir el privilegio silencioso de un /ugar por el privilegio, wriunfante y discutible, de un producto, Mientras que actualmente Michel Foucault niega ‘oda referencia a la subjetividad o al “pensamiento” de un autor, el mismo Foucault suponia todavia, en sus primeros libros," la autonomia del lugar te6rico donde se desarrollan, en su “relato”, las leyes segiin las cuales los discursos cientificos se forman y se combinan en sistemas globales. L'Archéologie du savoir (1969) marca una ruptura, desde este punto de vis 4a, al introducira la vez las técnicas de una disciplina los conflictos sociales enel examen de una estructura epistemolégica, lade la historia (y esto no es una casualidad), Asimismo, Paul Veyne acaba por destruir en la historia lo que la critica de R, Aron conservaba todavia como “ciencia causal”, cuando al triturar los sistemas interpretativos hasta convertitios en una polvareda de percepeiones y de decisiones personales, no deja ya subsistir, en el sentido de Ja cobereneia, sino las reglas de un género literario, y como punto de referen- cia “el placer del historiador"." Parece serque en Veyne permanece intacto el resupuesto, que desde las tesis de 1938, quitaba implicitamente (oda perti nencia epistemoldgica al examen dela funcidn social ejercida pot la historia, Por el grupo de los historiadores (y més generalmente por los intelectuales), por las précticas y las leyes del mismo grupo, por su intervencién en el juego de las fuerzas publicas, etcétera, La institucién histérica Ellugar dejado en blanco w oculto por el andlisis que exageraba larelacién de un sujeto individual con su objeto, es nada menos que una institucién det saber. "Eu Les Mots f les choses Gallimard 1956) en particular, cay fnalided sid aslarada ‘efinida nbs tarde, principalmente en la notable “latoaiceiin” de '4echeologie du noone (op cit, pp. 9-28). Cie M. de Cereay, "El sol negro dl leuguae: M. Foucault, en E-Adsens fo Visto, 197D, pp. 18-132 "Cie M, de Certenu, “Una epistemologia de uansvibn:P. Veyue”, on Aanales ESC Xv, 1972, pp. 1317-132. 1" Esta institucién sediala el origen de las “‘ciencias” modemas, como lo demuestran, en el siglo XVil, las “asambleas” de eruditos (en Saint-Germain ddes-Prés, por ejemplo) , los intereambios de correspondencia y de viajes que realiza un grupo de “curiosos”,” y todavia con mas claridad en el siglo XVII los cireulos de sabios y las Academias por las que Leibniz se preocupaba tanto.” El hnacimiento de las “diseiplinas” esta siempre ligado a la creacién de grupos. Larelacién entre una institucién social y la definicién de un saber, insimia la figura, ya desde los tiempos de Bacon y Descartes, de lo que se ta llamado la “despolitizacién’” de los sabies. Es preciso entender por este ‘étmino, no un destierro fuera de la sociedad," sino la fundacién de “cuer- pos”, como el de “ingcnieros”, de intelectuales necesitados, pensionados, steétera, en el momento en que las universidades se estancan al volverse cada vez mas intransigentes. Las instituciones “politicas”,eruditas y “cclesidsticas” se especiali- zan reciprocamente, No se trata, pues, de una ausencia, sino de un sitio particular en una nueva distribucién del espacio social. Bajo a forma de un retiro relative de los “asuntos piiblicos” 0 de los asuntos religiosos (que tam- bién se organizan en cuerpos particulares), se constituye un lugar “cientifi- vo, La ruptura que hace posible Ia unidad social destinada a convertirse 2 Philippe Aris (Le Temps de "sore, Maco, 1951, p. 224, Pere Chaunu tla Chiliation fe 1" Europe classique, Anhaud, 1866, pp. 404-409, acerca de "La consitucion ¢ traves de =uropa de wn pequedo grupo de iavestigndres", tambien ote han nti! hecho. Peto ese fetatle muestra hasta qué punto esta “constitvciin social es el signo de ne rapture cvisterolézica. Por ejemplo, hay una relacién estechs ene Is limited de los miro (o 1c los viaje) y festalectento ene ellor de un lengucj erudite (acerca de la coneapondes, ‘i ene los miembros, eft Baudouin de Gaifie, en Religidm,druditon et eligue & le fn she "i stéte.. POF, 1968, pp. 2-8), © entre lag “seambless” de los midtcoles en Ia Dibliotece ‘olbertina, de 1675 2 1751, y Ia elaboracién de una invertigacin bistnica (acerca de etas crmiones, ef. Léopold Delisle, Le Cabinet des manucrts de la Bibliotheque Nationale, aris, 1968, pp 476-877), "Daniel Roche demuestra i etecha relacign entree cilopeiono (an “complejo de ideas") ¢ ‘stuciones como las academia patislenseso provincia (“Encclopedits§aendemicos” en Live "société dans a France dri sie, Mouton, 197), pp. 7-92), tambien Sergio Moravia nec ‘ucimient dela tologia con Ia constitucia de grapo de “Obsrvadores del habe” (Lt Slensa {ell uaa nel settecento, Bari Lateran, 1970, pp. 181-172). Se pueten ruliplica ls ejemplos "A pesae de G. Bachelard que eseribla la cladad ieee ehnestablecido el maven de rancid vial” (Le Rahionaliome appliqué, ror, 1966, p. 23; oft La Formation de esprit scientifique 268, pp. 32-34). A. Koyrérepite la mama tess, peto para defender “una vida propin, Une votoria amanente” de Ia clenia, que "ao puede ser comprendida sh no en funcion de we cpios problemas, desu propia historia” ("Pespectivas sabe la historia de las ciencias”, en tudes a" hstotre deta pensée scentfique, Gallimard, 1973, y. 399) Paece que bay a ‘ono canscevencia de las ideas de M. Webes: 1, sna confusion ene eifeencacisn y aise cot, com sie estalecimiento den Hagar “propio” no eousieralignda nun redisbeo ‘neraly por consiguiente a tedefinicionesrecprocat: una cancepeion Ge “historia de lat eas que ret tod pertnensina fs divisions sociale, senda ag fs coves epsiemoldgicos ‘on indisoeiablemente sociales intelectuals, en la “ciencia” nos indica que se esta Ilevando a cabo una nueva elasifica- cién global. Esta ruptura nos sefala, pues, en sti aspecto externo, unt lugar que se enlaza con otros en un nuevo conjunto; y en su aspecto intemo, el establecimiento de un saber que no puede separarse de wna institucion social Este modelo original se encuentra posteriormente en todas partes. Se multiplica bajo la forma de subgrupos 0 de escuetas. De aqui la persisten- cia del gesto que cireunscribe una “doctrina” gracias a una “base institu. cional”."* La institucién sacial (una sociedad de estudios de...) queda como la condicién de un lenguaje cientfic (a revista 0 el Boletin, continuacion y equivalente de las correspondencias de antatio). A pattir de ios “Observado- zs del hombre del siglo XVII hasta la ereacién de la sexta seccidn de ta Escuela Préctica de Altos Estudios por Ia Escuela de los Annales (1947), Pasando por las facultades del siglo XIX cada “disciplina” conserva st ambivalencia de sr la Jey de un grupo y la ley de una investigacién cientifica La institucién no da solamente una base social a una docirina, también la vuelve posible y la determina subrepticiamente, jy sin que una sea la causa de 'a otra! No nos cansatiamos de invertir los términos (la infraestractura se convierte en la “causa” de las ideas), si suponemos que no cambia, entre ellos, el tipo de relacién que establecié el pensamiiento liberal cuando otorgo.a Jas doctrinas la direccién de ta historia, Més bien debemos rechazar el aisla- miento de los términos, y por consiguiente la posibilidad de convertir una correlacién en una relacion de causa a efecto. Un mismo movimiento organiza a la sociedad y a las “ideas” que cit- culan en ella. Se distribuye en regimenes de manifestacion (econdmica, soca Cientifica, eteétera) que constituyen entre ellos firnciones imbricadas pero di ferenciadas, de las cuales ninguna es la realidad o la causa de las otras. Asi, los sistemas sociveconémicos y los sistemas de simbolizacién se combinan sin identificarse ni jerarquizarse. Un cambio social puede compararse, desi este Punto de vista, con una modificacién biolégica del cuerpo humano: forma, ‘como ella, un lenguiaje, pero proporcionado a otros tipos de lenguaje (verbal, por ejemplo). El aislamiento “médico” del cuerpo resulta de una division interpretativa que no tiene en cuenta el paso de la somatizacién a la simibolizacién Por el contrario, un discurso ideolégico guarda siempre una proporcién fija con un orden social determinado, asi como cada enuinciado individual se pro- duce en funcién de organizaciones silenciosas del cuerpo. Fl hecho de que el discurso, en si mismo, obedezca areglas propias, no impide que se apoyeen lo ‘que no dice ~en el cuerpo, que habla de un modo especial." ' Jean Glénsson, “La historiogmta fance-scontemporines”,en Vngtcitg ant de recherche historigne en France, CNRS, 1965. p. XXIV. 0. 5. propinito de los onalen, “EL psoas lezar a decir que la patra cite y que af cuerpo ible. Toda “doctrina” que rechaza en historia su relacién con la sociedad, queda en el campo de lo abstracto. Niega lo mismo que la esta produciendo. Padece entonces tos efectos de distorsién, debidos a la eliminacién de fo que Ia sitta en ef mundo de los hechos sin que lo diga o lo sepa: un poder que tiene su ligica; un lugar sostenido y “mantenido” por una disciplina que se desarrolla en obras sucesivas, eteétera, El discurso “ciemifico” que no habla de su rela- cidn con el “cuerpo” social, no puede dar origen a una practica, deja de ser cientfico, y esto es muy importante para el historiador, pues en esta relacion con el cuerpo social esté precisamente el objetivo de la historia. No podriamos is brs bases somo Zur Log dr SonatsenchoTibingen Mb It cba ad Mesenschah 1968 (a. LaTehngne sla saonce comme zoo Caine 197, 2 actos dl papel y del seid dl yoo del asian y de a ae ocpan et ngage Se spe so “app” somo loc, Ene Henrie, Plime de lap ro al Satur, 135, pp. 238-266 3 or “scissile miso geo hii, o mis ben, det dea epetva de Michel Fousasit “una préticediacusva® —el sj de separ que tamserens ous ‘stn isusina” (Archotoie de sav, Galimand. 196, ppe 7d» Toh) 5 Es preciso estar “acreditado” para tener acceso a la emunciacién hstoriogrifica, “La condicion de los individuos que tienen ~y s6lo ellos fo t nen~el derecho reglamentaro o tradicional, juridicamentedefinido 0 esponti- ineamente aceptado, de expresar cierto tipo de discurso™ depend de una “agre- gacion” que casiica el "yo" del eseritor dentro de! “nosotros” de un trabajo ‘lective, o que habilitaa un locutor para que enuncie el diseurso historiogréfico, ste discurso ~y el grupo que lo produce~ hace al historiador, mientras que la ‘ceologia atomista de una profesién “liberal” mantiene ta ficcién del sujeto autor Y deja creer que lainvestigacién individual constiaye la historia, Mis generalmente, un texto “hist6rico” (es decir, una nueva inter- pretacién, el ejercicio de métodos propios, la elaboracién de otras pertinencias, un desplazamiento en la definicién y el uso de un docurnento, tun modo de organizacién caracteristico, eteétera) enuncia une operacién gue sesitia dentro de un conjunto de prcticas,Fsteaspecto es primordial, 5 lo esencial en una investigacién cientifica. Un estudio particular sera Uefinido por Ia relacién que mantenga con otros, con temporsneos, con un “ astado de la cuestidn”, con las probleméticas explotadas por el grupo y los puntos estratégicos que se van formando junto con los avances y las des- viaciones determinados 0 vucltos posibles en lo referente a una investiga- ion en curso. Cada resultado individual se inscribe en un conjunto cuyos elementos dependen estrechamente unos de otros, y cuya combinacién jindmica forma la historia en un momento dado. Finalmente, cual es la “obra de valor” en historia? La que es reco- nocida por Jos pares. La que puede situarse en un conjunto operativo. La cue constituye un progreso en lo referente a la condicién actual de los “objetos” y fos métodos histéricos, y que, ligada al medio en que se elabo- 14, vuelve posibles a su vez nuevas investigaciones. El libro o el articulo de historia es ala vez un resultado y un sintoma del grupo que funciona como un laboratorio, Como el automévil producido por una fébrica, el estudio se + incula al complejo de una fabricacién especifica y colectiva y no es tanto cLefecto de una filosofia personal o la resurreccién de una “realidad” pasa~ a, Es el producto de un lugar. os historiadores en la sociedad ‘Segiin una concepeién bastante tradicional en Ia intelligentsia Francesa des- \Je el elitismo del siglo XVIII, se ha convenido que no se introduciré en la eoria lo que se hace en la prictica. Ast, se hablard de “métodos”, pero sin AL Fowesul op citap. 68, propéite del disurs0 medio, 16 cometer la falta de evocar su eapacidad como medio de iniciacién para tin rupo (es preciso aprender o practicat “buenos” métodos para ser introduci- do en el grupo), o su relacién con una fverza social (los métodos son los medios con los que se defiende, se diferencia y se manifiesta el poder de un cuerpo docente 0 burocrético), Estos métodos describen un comportamien- {o institucional y las leyes de un medio, y no por eso dejan de ser cientificos. En suponer una antinomia entre un anlisis social de laciencia y su interpre- tacién en términos de historia de tas ideas consiste la duplicidad de los que ereen que la ciencia es “auténomta’, y que escudandose en esta dicotomia consideran que no hay lugar para el anélisis de determinaciones sociales, y ue las presiones por él reveladas, son extraias o accesorias, Estas presiones no son accidentales, més bien forman parte de Ia investigacién, Lejos de representar la inconfesable intromisién de un extrafo ‘en el Santo de los santos de la vida intelectual, més bien constituyen la trama de los procesos cicntificos. El trabajo se apoya cada vez més en eguipas, en lideres, en medios financieros, y por lo tanto en los privilegios con que las relaciones sociales 0 politicas favorecen a uno u otro estudio para que pueda obtener créditos, También esti organizado como una profesién con sus je- Tarquias propias, sus normas centalizadoras, su tipo de reclutamiento Psicosocial.”* A pesar de las tentativas para romper las fronteras, se ha insta- lado en el citeulo de ta escritura: en ta historia que se escribe se concede la preferencia a fos que ya han eserito, de tal manera que ta obra histérica refuerza una tautologia sociocultural entre sus autores (Ietrados), sus abjeti- ¥0s (libros, manuscritos,etcétera) y su publico (cultivado). Este trabajo esta ligado a una ensefianza, por lo tanto a las fluctuaciones de una clientela; a las bresiones que ésta ejerce al erecer; a los reflcjos de defensa, de autoridad 0 derepliegue que la evolucién de los movimientos estudiantes provoca en los ‘maestros; ala introduccidn de la cultura de masas en una universidad masiva que ha dejado de ser el lugar reducido de intercambios entre investigacin y pedagogia. El profesor se ve empujado hacia la vulgarizacién destinada al “gran publico” (estudiantt o no), mientras que el especialista se alcja de tos circuitos de consumo. La produccién historica se encuentra dividida entre la obra literaria del que “tiene autoridad” y el esoterismo cientifico del que “hace investigaciones”. ‘Una situacién social cambia a fa vez el modo del trabajo y el tipo del discurso. {Es esto un “bien” o un “mal”? Ante todo es un hecho que se descubre por todas partes, aun en aquellas donde quieren ocultarlo, Las % Desgrciadamente no existe todavia, para el recltamiento de fos hstoradore, un eauvelen. tel etuio pblcado po Monique de SxitMantn, Les fonctions sorales de” excigremony Scientifique, Mouton, 1971 7 itoplicaciones ocutadas se reconocen por ls cosas que comienzan a moverse ‘oainmavilizarse al mismo tiempo, en sectores. cucantens lan pales : ajo del historiador. ;Bs acaso una simple casualidad que se pase dc la “his- a ae eerste eee eae mundiates,* cuando ocurte Ia gran erisis econémica de 19297 {Fs una casua- lidad que la historia cultural se imponga en el momento en que se impone por todas partes, junto con las diversiones y los medios de difusion masiva, la ‘mportancia social, econémica y politica de la “cultura”? :Es aeaso uns casua- lidad el que el “atomismo histérico” de Langlois y Seignobos, explicitamente asociaclo con la sociotogia fundada sobre la figura del “iniciador” (Tarde) y con tuna “eieneia de los hechos psicologicos” (que deseompone el psiquismo en “motives”, “impulsiones” y “representaciones"),.” se haya combinado con el orale rgus qu rein fins del siglo IX? peas unacanaiad el que los espacios muertos de la erudiciin -Ios que no son ni los objetivos ni Toslugres delainvesigacionresultanse, desde cl Lozére al Zambeze, regio~ nes subdesarrolladas, de tal manera que el enriquecimniento econémico crea hoy topografias y selecciones histéricas cuyo origen no puede confesarse y ceuya pertinencia no puede averiguarse? ye Pe este el acopio de les documentos hasta la redaccin del libro, la practica historica depende siempre de la estructura de la sociedad, En la Francia de ayer, la existencia de pequefias unidades sociales muy bien estructuradas defini6 los distintos niveles de la investigaci6n: unos archi- Vos limitados a los acontecimientos de un grupo y todavia muy identifica- dos con papeles de familias: una categoria de mecenas 0 de autoridades que apoyaban con su nombre la proteccién” de patrimonios, de clientes y de ideales; un reclutamiento de eruditos letrados eonsagrados a una causa y aque adoptaban ante su patria grande o pequeta el lema de los Monumenta Germaniae: Sanctus amor patriae dat animum; unas obras “consagradas” & temas de interés local que proporcionaban un lenguaje propio a lectores limitados, pero fieles, eteétera Los estndios sobre temas mas amplios no escapan a esta regla, pero la unidad social de la que dependen ya no es del mismo tipo: no se trata ya de una localidad, sino de la intelligenisia académica, despues universitaria, que se “distingue” a la vez de la “pequeiia historia”, det >a fin sem exe dea si de Georges Len, Psa sod de a Prancepenont ia Rivoaton, 128 ero toot plete de Hades atlantis eta SUS urodurion sm Sade: Nesorignes (198) sigue send In obra mixin de soa sri un can dete hve mat dempsey od tn pce wen de Comcnfor fnte nn ec ns Sra era Pe alm chop te yc loco Eto eon Seren 8 provincialismo y del pueblo menudo, antes de que al erecer su poder co Ja extensién centralizadora de la Universidad, imponga las normas y lo c6digos del evangelismo laico, liberal y patridtico elaborado en el siglo XIX por los “burgueses conquistadores Asi pues, cuando Lucien Febvre, en el intervalo entre las dos gue ‘as mundiales, declara que quiere quitarle ala historia del siglo XVI"el habi {0” de las querellas de antafio y sacarla, por ejemplo, de las categorias im Puestas por las guertas entre catdlicos y protestantes,” da testimonio et primer lugar del desvaneeimiento de las luchas ideol6gicas y sociales que ei ¢l siglo XIX volvian a tomar las banderas de los “partidos” religiosos pa: emplearlas en campaias semejantes. De hecho, las qucrellas religiosas si guieron durante mucho tiempo, aunque en terrenos no religiosos: republica hos contra tradicionalista, escucta piblica contra escuela “libre”. Pero cuane éstas luchas pierden su importancia sociopolitica después de la guerra del 14 cuando las fuerzas que se oponian en ellas se reparten de un modo diferente cuando se forman “eoncentraciones” o “rentes" comunes y la economic organiza el lenguaje de la vida francesa, se vuelve posible tratar a Rabelais como cristiano ~es decir como testigo de un tiempo pasado-, desligarse de ivisiones que ya no se viven en la sociedad, y por consiguiente ya no has ue preferir a los reformados oa los cristianos deméeratas en la historiogratic Politica o retigiosa universitaria. Lo que se nos da aentender con esto, no son concepciones mejores o més objetivas, sino una situacién diferente, Un eam bio de la sociedad permite al historiador tomar otra distancia en relacién con Jo que se convierte globalmente en pasado, Desde este punto de vista, L, Febvre procede de la misma mane- aque sus predecesores. Aquéllos adoptaban como postulados de su com: prensin, la estructura y las “evidencias” aun a riesgo de cometer errores criticos. fundador de los Annales euando promue quista historicas del sociales de su propio grupo, ‘Acaso procede de otro modo el ve una Blisqueda y una Recon- “Hombre”, figura *soberana” en el centro del univer- so de su medio burgués?” ;No obra asi cuando llama “historia global” al Panorama que s¢ oftece a la mirada de una magistratura universitatia? 4No obra asi cuando con la “mentalidad”, la “psicologia colectiva” y toda ‘a uilerfa del Zusammenhang, pone en escena una estructura todavia “iden, lista™ que fimeiona como el antidoto del anilisis marxista y oculta bajo AL. Feb, du coeur veligiacur di sce, Sevpen, 1957, p. M6, » "Todo lo que iene dl bam, depend dl home, sve A Hombre, en significa Ia peseci, i civil, ln gsony lar anes defer del Rene Combe pour hewire, A. Colin, 1953,» 428. Mis tne, fa igun reads os one oan ‘po congistador perdi macho de eretibigad 2 Henri err sehalba, ya desde 1920, el carter “idealist” de ta bstriasepin 1. Febvre erue de symhise historique, xxx, 1520, p- 1S} cry tuna homogeneidad “cultural” los conflictos de clase en que se encuentta él mismo implicado?” Por muy genial y novedosa que haya sido su bistoria, no deja de estar marcada socialmente, como 1o estuvieron las historias que él mismo rechazo, y si pudo superarlas, fue porque aquellas respondian a situa- ciones pasadas, y al mismo Febyre le imponen ahora otto “habito”, cortado 4 la medida, debido al lugar que ocupa en los conflictos de su presente Con o sin el fuego que chispea en las obras de L. Febvre, pasa lo tnismo hoy en todas partes, aun si hacemos 2 un lado el papel que desem- Peiian las divisiones sociales y politicas aun en las publicaciones y los nom- bramientos, donde funcionan prohibiciones técitas. Sin duda alguna ya no se trata de una guerra entre los partidos o entre las grandes corporaciones de antatio (el Ejército, la Universidad, la Iglesia, etcétera); resulta que la hemorragia de sus fuerzas lleva consigo la folclorizacién de sus progra- mas” y por fo tanto las verdaderas batallas ya no tienen lugar entre ellos. La ‘neutratidad” Hevaa Ia metamorfosis de las convieciones en ideologias dentro de una sociedad teenocritica y productivista anénima que ya no sabe sefia- lar sus preferencias ni identificar sus poderes (para aprobarlos o techazar- los). Asi, en la Universidad colonizada, cuerpo cada vez mis carente de autonomfa a medida que se hace mas enorme, entregado actualmente a las consignas y las presiones venidas de fuera, el expansionismo cientifico 0 Jas eruzadas “humanistas” de ayer son sustituidas por vergonzosas retira- ‘das. En lo que se refieze alas opciones, el silencio sustituye a la afirmacién, El discurso toma un color indefinido: “neutro”, Se converte en el medio de defender lugares en vez de ser ef emunciado de “causas” capaces de dar vida a un deseo, El discurso ya no puede hablar de lo que lo esta determi- nando: tiene que respetar muchas posiciones y solicitar muchas influen- cias, En este caso, lono dicho es a la vez lo no confesado de textos conver- tidos en pretextos, la exteriorizacién de lo que se hace en relacién con lo que se dice, y el desvanecimiento progresivo de un lugar donde la fuerza se apoyaba sobre un lenguaje. {No seria esto, por lo dems, Jo que “traiciona” la referencia de una historiografia conservadora a un “inconsciente” dota- do de una estabilidad mégica, y cambiado en fetiche por la necesidad que se 4 Acerca de a “tera det Zasammenkang”, Mactan y ia en tobe, cf Hans Dieter Mato, Lien Feve. La pentée irate dwn histories. A. Colin 197, 98-119, L. Febwe, se rere siertamente a a “case” para explcar el siglo xv (eft por ejemplo Pour une histlre& part entire, Paris, 1963. pp. 350-360, acer de la burguesfa), nan cuando fo hace con mitcha ‘etcencia (eft Ibi, pp. 185-199), pero nace intervene a problema de ss propia localeacion sosinl casa analiza au précticn y's concepts hticns, Fn coon a entimarwat, te se ‘sans, por elem, en fa ese de Daniel Gti (Combass pou Thistae, op cle pp. 109 113), que afima que Ia aproximacisn de Michelet y de Mara es pars. Febvre un Scent "Cll. M, de Ceneaa, "Lat revoluciones de lo rele’, en La Cue a pluie, 10181974, py. 38 80 tiene “a pesar de todo” de afirmar un poder propio que “saber " IT un poder propio que “sabemos bien" que hhace tiempo desapareci5?”” " El que permite y el que prohibe: el lugar Antes de saber lo que Ia historia dice de una sociedad, nos importa analizar fomofunciona ella misma, Esta insinucién se inseribe en un complejo que lc permite solamente un tipo de produceiones y teprohibe ots, Ast oc dela doble funcién del lugar. Fueiveposibles algunas investigacionen, yr Siena Covunturas y probleméticas comunes. Pero a otras fas vuelve impo. sibles; excluye del discurso fo que constitaye su condicidn en un memento dado: desempera el papel de una censura en lo referente a los postalades Presentes (sociales, econdmicos, politicos) del aniisis. Sin duda alguna fata combinacién del permiso con la prohibicién es el punto ciego de la investigacion historica y la razén por la cual no es compatible con cual. fier cosa. ¥ precisamente sobre esta combinacién debe actuar el trabajo destinado a modificarla, De todos mods, lainvestigacién se ve circunscrita porel lugar que efine una conexién de lo posible con lo imposible. Si la vonsiderirarmos solamente como un “decir”, reintroduciriamos la leyenda en {a historia, es decir pondsiamos un no-lugar 0 un lugar imaginatio, en ver del enlace del ‘uso com un lugar social. Porelcontrato, la historia se define completa- mente por una relacidn del lenguaje com el cuerpo (social), y por consiguien- {© por su relacién con los timites que impone dicho cuerpo, sea al modo Propio del lugar desde donde se habla, sea al modo propio del objeto-otro (pasado, muerto) del que se habla Lahistorid queda configurada en todas sus partes por el sistema con gue se clabora. Hoy como ayer, esté determinada por el hecho de una fabri. cacién localizada en algiin punto de dicho sistema. Asi pues, el tener en {tents el lugar donde se produce, permite al saber historiogrifico escapar a {a inconsciencia de una clase que se desconoceria a si misma come elave en {as relaciones de produccién, y que por lo tanto, desconoceria a la sociedad donde esti insertada. El enlace de la historia con un lugar es la condicién de Posibitidad de un andlisis de ta sociedad. Sabemos, por lo dems, que tanto en cl marxismo como en el feudisaio no hay andlisis que no sea fntegramente dependiente de la situacién creada por una relacién, social o analitiea, 710, Maso “Lok pr in eu" en Cet port mesianr ot Aue Sine, Seu 1969, pp. 9-33, i Senieumnmeien 81 Si tomamos on serio su lugar, todavia no hemos explicado Ia histo- ria, Attn no se ha dicho lo que se produce. Pero es la condicién para que cualquier cosa pueda decitse sin que sea legendaria (0 “edificante”), 0 a-6pi- (sin pertinencia), Siendo la negacién de la particularidad del lugar el prin- cipio mismo de la ideologia, excluye toda teoria. Més atin, al instalar al dis- ccurso en un no-lugar, se prohibe a la historia hablar de la sociedad y de Ja muerte, €5 decir, se le prohibe ser historia, 2. Una pri ica “Hacer historia”, es una practica. Desde este punto de vista podemos pasar a tuna perspectiva mis programiética, considerar los caminos que se nos abren, y no limitarnos a la situacién epistemolégica que ha revelado hasta ahora una Sociologia de la historiografia, En la medida en que la Universidad permanece ajenaa la prictica ya Jas teenicas,* se clasifica como “ciencia auxiliar” todo lo que pone a la histo- ria en relacién con las técnicas: ayer, la epigrafia, la papirologia, la paleogra fia, la diplomatica, la eodicologia, etcétera; hoy, Ja musicologia, el “folclorismo”, la informitica, etcétera. La historia sélo habria de comenzar con la “palabra noble” de la interpretacién, Seria finalmente un arte de discu- mir que borratia pidieamente las huellas de un trabajo, De hecho, hay alli una ‘opcion decisiva, El lugar que se conceda 2 la técnica coloca ala historia del lado de fa literatura o del lado de la ciencia, Si-es verdad que la organizacion de la historia se refiere a un lugar y ‘un tiempo, esto se debe a sus técnicas de produecién, Hablando en goncral, cada sociedad se piensa “historicamente” con los instrumentos que le son propios. Pero el tétmino “instrumento” es equivoco. No se trata solamente

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