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Revista de Cultura Neale eae) cea) 2COMO NARRAR LA HISTORIA? CATALOGOSN RL De nuestro fondo editorial J. Gelman, Si, dulcemente, Ed. Lumen 4. Gelman, Hechos y relaciones, Ed. Lumen E. Kant, Transicion de los principios metafisicos de | a Ciencia Natural 2 la Fisica, Editora Necional de Espafa E. Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Ed. Siglo XX E, Galeano, Memorias del fuego, Ed. Siglo XX! J. Lacan, Eserites (dos volimenes), nueva edicién | corregida y sumentada, Ed. Siglo XXI | | U, Eco., El nombre de la rosa, Ed. Lumen | Varios autores, Modos de produccion en América Latina, Ed, Siglo XX1 D. Vilas, Las dueiias de la tierra, Ed. Origenes E, Galeano, Dias y noches de amor y de querra, Ed. Catélogos J. Amicola, Astrologia y fascismo en la obra de | | Arlt, Ed. Weimar ©. Marx, El capital, ocho volimenes, Ed. Siglo XX! D. Viflas, Cuerpo a cuerpo, Ed. Siglo XX1 Varios autores, Legados de! monetarismo, Ed. Solar Revistas Nueva Sociedad, Critica & Utopia, Ultimo Reino, CEDES, Escrita. L.Mercier Vega, Autopsia de Peron, Ed. Tusquets N. Bussiinger, Armonia de fragancias, Ed. Tusquets A. Vallejo, Para una epistemologia del psicoansliss, Ed, Seibal PIDALOS EN SU | LIBRERIA et PUNTO DE NISTA ANO VII, NUMERO 22 Diciembre 1984 Consejo de direceién: Carlos Altamirano José Aricé Maria Teresa Gramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora: Beatriz Sarlo Diagramacién: Carlos Boccardo Suscripciones: Suscripcion en la Argentina: un ato: $a 1.000.— Suseripci6n en el exterior: seis nimeros por correo aéreo: uSs25 Los dibujos que ilustran este nimero pertenecen a la expo- sicion realizada en México, en 1982, por Henry Moore Punto de Vista recibe toda su correspondencia, cheques y Biros a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49 (B), Buenos Aires, Argentina, Punto de Vista fue compuestaien Estudio Century, 48-0166. Peliculas: Carlos Tirabassi, 921-1723. Impresa en los Talle- res Graficos Litodar, Viel 1444, Buenos Aires. Hecho el depdsito que marca ia ley. Registro de propiedad intelec- ‘ual en trimite. Carlos Altamirano LAICISMO “Ese espiritu representa... la experiencia del mun- do, ese sentido de la realidad al que pertenece tam- bign el pensamiento.” P ara qué volver a una nocidn de eco decimondnico y que s6lo recuerda, en los que ya tenemos aiios para eso, las contiendas por el art. 28 en el primer afo del frondizismo? No estoy pensando, sin embargo, en el mono- polio estatal de la ensefianza ni en resucitar la ideologia po- sitivista que ha acompaiado habitualmente a la reivindica- cin del espiritu laico. En cuanto 2 aquella controversia sobre Ia ensefianza libre (0 privada), los que recordamos ¥, Sobre todo, los que ingresamos a través de ella en el mun- do de Is politica estudiantil, sabemos que su interts se con- sumid ripidamente. Bien pronto, otras cuestiones ocupa- ron el primer plano (incluso dentro del reformismo univer- sitario movilizado contra la habilitacin de las universidades, Privadas): la “batalla del petroleo", la. industrializacion pesada y el capital extranjero, el Plan Conintes.., es decir todas aquellas cuestiones en toro a las cuales se consi maba lo que por entonces se llamé la “traicion de Fron- dizi”, En el propio campo universitario el debate sobre 1a reaccidn clerical fue dejando paso a otros temas y en la figura del “cientificismo™ se hallo el correlato de la penetra- cién imperialista en la cconomfa, (Algin dia habri. que analizar todo cuanto se puso bajo el rotulo de cientificis- mo y todo cuanto se puso en su critica.) Finalmente, ta emergencia de wn progresismo catdlico con impulsos radi- ceales e inclinado al didlogo con la izquierda, cuando no 2 disputarle el sentido de la transformacion de la sociedad, volvié completamente anacronico, ya a mediados de los 60, cl alineamiento laico de 195% No tengo, pues, la intencién de suscitar querellas viejas, aunque creo que valdria la pena un anilisis historico de ex tas vicisitudes de la cultura argentina de los altimos veint cineo afios (de ta cultura de los intelectuales, al menos: ‘no quiero istitar a los especialistas en Cultura popular), Hay algo, sin embargo, que las palabras Iaicismo 0 laico evocan ¥ que quiero rescatar: la negativa a conceder a alguna ins- ‘tucion, doctrina o autoridad el lugar de guardianes de la verdad 6 del sentido de nuestra existencia como colectt- vidad nacional, por un lado, y el estimulo, por el otro, a la plena secularizacién de ia vida social y de la cultura, No $e trata entonces, y como es obvio, ni de la religion sidad ni de los valores religiosos. Tales valores no slo for- man parte del tejido de nuestra cultura, sino que dinica- mente alguna especie trivial y fanatica de positivismo po- dria imaginar una campaa de “csclarceimiento™ para esalojarlos, Pero no hay ningin peligro més alejado que Th. W. Adomo, éste en la Argentina de hoy. De lo que se trata, en todo ca- 30, ¢5 de la institucion y de la autoridad que asumen la representacion oficial de esos valores para reivindicar. el derecho exclusivo a inspirar los principios de la cultura y Ja moral colectivas. De eso se trata hoy, cuando se obser- va, tras la restauracion de las instituciones de la demoera- cia politica, a la conservadora cipula de la Iglesia Catéti- ca argentina nuevamente instalada en el centro de la vida publica, censurando, ejerciendo presiones mas © menos discretas, y reclamando para si Ia custodia del orden moral y de la nacionalidad, Y resulta deprimente comprobar con ‘uinta facilidad se le concede ese lugar. Basta reparar en el embarazo que provoca en Ia mayoria de los partidos Politicos el tema del divorcio, para no hablar de los funcio- narios del gobierno (los divorciados incluidos). No podri decirse que la Iglesia obtuvo exe reconoct miento porque fue un foco protector o de disidencia con- ‘ra cl autonttarismo y la represion salvaje durante el dlti- mo régimen militar. Sélo algunas parroquias, aqui y alli, ¥ unos pocos sacerdotes, que todo el mundo conoce, ha- blaron y actuaron con dignidad y coraje en esos afios. Con el resto, y se contaban en é1 a los mis autorizados portavo- ces del ‘clero local, la dictadura mantuvo fluidas relacio- ries, (No es necesario referirse a los que exaltaron las proc- zas de nuestros “sefiores de la guerra”) Del experimento Politico reaccionario que se inicio en 1976 y que no dej6 institueién ni tejido de la sociedad civil sin afecter, tnica- mente la Iglesia emergio reforzada en el papel que se atri- buye. Asi se halla ahora, como foco de resistencia a la se- cularizacion de las relaciones sociales y de nuestros modos de vida, més preocupads por el divorcio, por el avance de siertos funcionarios en reas que considera de m1 compe- tencia 0 por los especticulos del Teatro San Martin, que Por la barbarie de 10s aitimos anos. EI hecho de que la Iglesia recupere, 0 mantenga, desde hhace décadas y sin que importen demasiado las vicisitudes historicas, su papel de tutela ¢ intérprete privilegiado del orden moral, con el poder informal pero efectivo de apro- bar, censurar 0 pronunciar vetos de significado politico, no es ajeno a Ia afinidad que el integrismo de su prédt ca encuentra en otros “integrismos” extendidos en la socie- dad y la cultura argentinas. No es necesario insistir sobre el caso demasiado clocuente de las fuerzas armadas y el mundo ideolégico que reina hasta ahora en ellas, para cuya comprension, digamos al pasar, no basta remitirse ala “doc- trina de Ja seguridad nacional”. En la sociedad civil hay otras formaciones culturales, con fuertes impulsos integris- tas, y cuya imagen de la naciénacomo comunidad orgénica = alimenta del recelo cuando no de la hostilidad ante las innovaciones tanto politicas como ideoldgicas. Estas son percibidas y encaradas como amenazas abiertas 0 latentes al nicleo de la nacionalidad, un niicleo que debe ser culti- 1 vado y defendido permanentemente porque esta permanen- temente bajo el asedio de “ellos”, ¥ “cllos” no son dnica- mente los extranjeros, sino también quienes, en labor acaso mis inddiosa, adoptan categorias 0 toman ejemplos de culturas ¢ instituciones contrarios @ la tradicion nacio- nal, que no es sino ung, la verdadera, Ia Tradicion por excelencia. Esta imagen integrista de la nacion ticne dife- rentes registros y puede ser ciltivada con recursos inte- lectuales de la mas variada procedencia, pero las signifi caciones que producen siempre son remitidas a exe fondo orginico de donde procederian las tinicas significaciones verdaderas. Las otras significaciones son falsas, al menos nacionalmente falsas, porque estin fuera de lugar y, preci- samente, porque son de otros lugares, Pues bien: en estas formaciones culturales que reclaman para si, para sus sim- bolas y para sus intérpretes el sentido de nuestra existencia colectiva, suelen hallar correspondencias y_afinidades los lamados’ contra la secularizacion y los peligros de la liber- tad cultural De todo esto se trata, en primer lugar, cuando hablo de recobrar aquella actitud laica que se niega a reconocer en ninguna autoridad, doctrina, etc., cl papel de portadores exelusivos y excluyentes de la verdad o del sentido de nues- tra vida histOrica como sociedad nacional. Es una accp- cin puramente negativa o critica, si se quiere, del laicis- ‘mo, aunque pienso que se halla asociada a una imagen de la cultura: la que la concibe como experimentacion y co- municacién de valores heterogéneos, pero también como conflicto ¢ interrogacion critica de esos valores. No es la imagen de un espacio neutro, ajeno a los intereses sociales y sin comunicacin con los dilemas de la existencia colec- tiva, pero si resstente a la politizacion inmediata 0, més bien, resistente a esa visibn unidimensional de la cultura pa- ra la cual ésta no es mAs que otro escenario de la politica, de donde extrac no slo sus apuestas sino también si 16- fica. Si bien la tendencia a traducir en clave politica todas las significaciones culturales ha desempefiado una funcion revulsiva ¢ innovadora, su ritualizacion la ha levado a en- contrar en todo nada mas que lo que busca: diferentes ver- ssones de la misma frase, Casi indefectiblemente sucle ser portadors de lo que W. Guilherme dos Santos denomina concepcion totalitaria de la verdad, resumiéndola en dos proposiciones: “a) las verdades particulares se integran para formar una verdad total; sélo en Ja medida en que el six tema de verdades es é1 mismo verdadero, estara garantiz2- da la veracidad de cada una de las verdades particulares del sistema; vieeversa, ninguna de las presuntas verdades par- ticulares puede revelarse falsa sin falsificar todo el sistem: b) cada verdad particular sobre un fendmeno particular contiene toda la verdad, es decir, no hay nada verdadero sobre un fendmeno particular ademés de la verdad particu- larmente establecida”. Seria dificil identificar la actitud laica esbozada mis arriba con el liberalismo argentino “realmente existente”. Faniticos del mercado y obsesionados por suprimir todo Jo que consideraban el legado politico y cultural del pero- rnismo, intolerantes frente a todas las formas de disidencia y etitica ideologicas cuya emergencia indicaba que, des pués de todo, nuestro pais integraba el mundo contempo- Hineo, la mayoria de sus exponentes ha reclamado, una otra vez durante décadas, el sacrificio de las libertades ci viles para poner a la sociedad en su quicio “natural”. Hasta la intervencién militer de 1976, cuya marcha acompafiaron durante buen trecho no sblo los “pragmiticos” sino tam- ign los “doctrinarios” del liberalismo local, quienes inics- mente opusieron sus reservas cuando la gestion econdmica se apartaba de la ortodoxia o cuando el régimen buscaba negociar con los representantes de un pasado (la Argentina posterior a 1945) que debia dejarse atzis. Todo lo demés, la represion y la degradacion cultural, fue pasado por alto, cuando no abiertamente legitimado, Ain hoy es dificil Saber si este sector del mundo politico ¢ ideologico se he 2 democratizado efectivamente, si ha aceptado, al menos, que el principio det sufragio universal reconoce la capacidad de todos para expresar una voluntad digna de pesar en la orien- tacin de las politicas de gobiemo, De cualquier modo, re- saltaria imposible asociar, aunque suele hacerse, ¢! laicis- mo cultural con una ideologia que aqui ha sido, antes que nada, una de las formas de codificacion del conservaduris- mo social y politico, En general, nuestros liberales sblo se han batido y se baten desde hace demasiado tiempo finica- mente por aquellas innovaciones que liberen al eapitalismo de todo control pablico. Y culturalmente no han hecho mis que la prédica de los valores del “individualismo po- sesivo”. Tradicionalmente, 1 concepto de izquierda estuvo aso- ciado al de laicismo, A tal punto, que esa unidad parecia natural antes que manifestacion de una constelacion his- tOrico-cultural que sc alimentaba de cierta imagen de la ciencia y del progreso: la primera como factor inequivo- camente liberador (de la supersticion y del mito), el segun- do como marcha ascendente hacia un fin de la historia (una teleologia), de acuerdo a leyes objetivas que fijaban el sen- tido de cada etape o forma de la existencia social. Pero el curso del siglo XX no ha hecho mis que trabajar para poner ‘en crisis esa constelacion y sus presupuestos, En primer lu- gar, se ha vuelto mds compleja la idea y la realidad de la icncia (que aparece, en verdad, més como una red de s2- beres y técnicas cognostitivas que como un sistema), y iis critica la conciencia acerca de la necesidad de contro- lar politica, pero también moralmente, sus miltiples usos. En segundo lugar, la nocién de progreso se tomd también problemitica desde que los cambios no tomaron la misma Gireccion ni siguieron la misma linea, y con frecuencia se encontraban entre sus victimas aquellos a quienes esos cambios debian redimir. A estas sorpresas de la historia de- ben agregarse las que produjo la propia izquicrde allf don- de el socialismo alcanz6 el poder y provocé transformacio- nes enormes que trastrocaron el viejo orden, pero acabaron dando forma a unEstado totalitario, De todo esto se trata, también y finalmente, cuando pienso en la necesidad de una posicién resueltamente Jai ca en fa cultura argentina y en la consideracion de los pro- bblemas de nuestra sociedad. La cuestiOn concieme a Ia iz- quierda y creo que Gnicamente la izquierda no tiene para perder en ese esfuerzo otra cosa que las cadenas de una vision determinista y teleolbgica del proceso social. Si la izquierda ha de ser un factor de innovacion cultural y po- Iitica, por los temas que plantea y por las opciones que pro- pone, necesariamente debe secularizar su propia cultura, incorporando la ‘reflexion sobre aquellas sozpresas que 1a historia le reserva muchas de sus certidumbres constitu- tivas y desprendiéndose de la idea totalitaria de verdad con Ja que alin se identifica, (Los celadores ideoldgicos y otros espiritus precavidos han colocado cerca de estos problemas el espantapijaros de la socialdemocracia pare ahuyentar los peligros de la reflexin.) Quizas se piense que nada de esto es actual ni significativo en une sociedad como la ‘muestra que tiene otros problemas urgentes y decisivos, co- ino el de la dependencia y sus efectos (pobreza, inestabi- tigad cronica, etc.). Sin embargo, si la dependencia ha de ser algo mds que el lugar comiin de una jerge ritual que nos fexime de todo anilisis consistente porque encuentra en ella la causa universal de todos nuestros males, su enfoque de- beria ser tambitn Iaicizado, es decir liberado del magma ideologico donde hoy se halla incorporado. Le seculariza- cidn de la propia cultura no significa para nada que solo haya que atenerse a Jo existente, renunciando @ la formu- lacion de metas y a la imagen movilizadora de la sociedad justa, sobre todo si se tiene de ella la sobria definicion de Castoriadis: “Una sociedad justa es una sociedad en que la question efectiva de la justicis efectiva, esti siempre efec- tivamente abierta”, Edward Said RECUERDO DEL INVIERNO No hay tranquilidad como la que sentimos en los escena- ios donde hemos nacido, donde empezamos a querer los objetos antes de conocer el trabajo de la elecci6n, y donde el mundo exterior parecia slo una extension de nuestra personalidad. George Eliot, £1 molino sobre el Floss E | exilio es la grieta insalvable producida por la fuerza entre un ser humano y su lugar de nacimiento, entre el yo y su verdadero hogar. La desdicha esencial de esta rup- ‘ura no puede superarse. Ciertamente existen historias que presentan al exilio como una condicion que abre Ia vida episodios heroicos, rominticos, sloriosos y hasta triunfales. Pero son sblo historias, esfuerzos para vencer Ia invalida desdicha del extraamiento. Los logros de cualquier exila- do estan permanentemente carcomidos por su sentido de pérdida, Si el verdadero exilio es una condicibn de pérdida, or qué sé lo ha transformado con tanta facilidad en un motivo potente y enriquecedor de la cultura modema? Una razon es que nos hemos acostumbrado a pensar a la modemidad como un periodo alienado y espiritualmente huérfano. Vivimos en la era de la angustia y de la multitud solitaria. Nietzsche nos enseRid a sentirnos incbmodos fren- te a la tradicién, y Freud, a considerar la intimidad domés- tica como mascara civiizada de la cdlera parricida e inces- uosa. La modems cultura occidental surge, en gran parte, del trabajo de exilados, émigrés, refugiados. El pensamiento es- tético, académico ¢ intelectual norteamericane es hoy lo que 6 a causa de los refugiados del fascismo, del comunis- mo y de otros regimenes entregados a la opresion y expul- sion de sus disidentes. Piénsese en Einstein y su impacto sobre nuestro siglo. O en pensadores politicos como Mar- ‘aise, George Steiner planted una vez que toda una zona de 1a literatura del siglo XX, literatura escrita por y sobre exi- lados —Beckett, Nabokov, Pound, entre otros~ refleja la “era del refugiado”. En la'introduccibn a su libro Extrate- rritorial Steiner escribia: “Parece logico que quienes produ- cen arte en una civilizacion casi barbara, la causa de tantos hombres sin hogar, sean poetas despojados, que deambulan a través del lenguaie. Excéntricos, distanciados, nostilgicos, deliberadamente extemporincos..", En otros tiempos y lugares, los exilados tuvieron simila- res visiones transacionales y mezcladas, sufrieron las mis- mas frustraciones y desgracias, realizaron las mismas tareas criticas y dilucidadoras. La diferencia entre estos exilados del pasado y los de nuestra época es, por supuesto, de es cala. La guerra modema, el imperialismo y las ambiciones casi teologicas de gobemnantes totalitarios son los respon- sables, La nuestra cs, sin duda, la época del refugiado, de os hombres desplazados, de la inmigracin masiva Pensado en este marco amplio impersonal, el exilio no puede funcionar como un ténico. Considerario impul- so benéfico del humanismo y la creatividad, supone empe- ‘quefiecer sus mutilaciones, El exilio modemo es imemedia- Dlemente secular e insoportablemente historico. Producto de seres hhumanos sobre otros seres humanos, desgarra a millones de las fuentes de su tradicién, de su familia y su seografia. Ver a un poeta en el exilio ~y no sblo leer la poesia det exilio— es captar 2 las antinomuss del exilio materializadas y sufridas. Hace algunos afios, me encontré con Faiz Ahmad Faiz, el més grande de los poetas urdu. Se habia exiliado de Pakistin después del golpe militar de Zia ul-Haq y habia encontrado un lugar en las ruinas de Beirut, Sus mejores ‘amigos eran palestinos; sin embargo senti que, pese ala aft nidad espiritual, algo no se combinaba del todo: la lengua, las potticas, la historia de vida. Solo una vez, cuando Eabal ‘Ahmad, un amigo paquistani también exilado, legé a Beirut, Faiz parecio superar est extrafiamiento que estaba siempre inscripte en su rostro. Los tres pasamos una noche en un sucio restaurante y Faiz recitd para nosotros. Después de un rato, tanto él como Eqbal dejaron de traducizme los versos, pero esto carecid de importancia, Lo que vefa no necesitaba traduccidn: sobre la obstinacion y Ia pérdida asomaba el regreso al hogar, como dici¢ndole exultantemente a Zia: “Aqui estamos”. ¥ sin embargo, era Zia quien estaba en la patria Los poctas cxilades objetivan y prestan dignidad a una condicién penseda para negirsela. Para comprender el exi- lio como una de las formas del castigo politico, es necesario recorrer tertitorios de la experiencia que estén mis alli de los de Ia literatura, Es necesario poner a un costado a Joy- cc, Nabokov e incluso Conrad, quienes escribieron sobre cl exilio con dramatismo, pero de un exilio sin causa ni razon. Piénsese en cambio en las masas para las que fueron creadas las instituciones de las Naciones Unidas, en los re- fugiados sin refinamiento, postedores sdlo de sus nfimeros Y Sus tarjetas de racionamiento. Paris es famosa por atraer exilados cosmopolitas; pero es también la ciudad donde hombres y mujeres de los que no sabemos nada pasaron aos de desdichada soledad: vietnamitas, argelinos, cambo- yanos, libaneses, senegaleses, peruanos. Piénsese también ‘en El Cairo, Beirut, Bangkok, México. Los nimeros sin es- peranza crecen a medida en que erece la distancia respecto del mundo atlantico; crece el abandono, Ia miseria compri- mida de los indocumentados sin historia narrable. Para re- flexionar sobre los haitianos exilados en América, los nati- ‘os de Bikini en Oceania, o los palestinos en el mundo ara- be, €5 preciso dejar el modesto refugio de la subjetividad, del arte, y volvernos hacia las abstracciones aritméticas de Ja politica de masss. Negociaciones, guerras de liberacion nacional, pueblos arrancados de sis casas, estibados en ‘@mmnibus 0 avanzando a pie hacia campos de refugio en Jos valores eran claros, las identidades, estables, y la vida, tocada por la permanencia. La novela curopea se funda, precisamente, en la experiencia opuesta: la de una sociedad cambiante cn la cual un héroe de clase media, itinerante y desheredado, trata de construir un nuevo mundo que, de algin modo, se parezca al viejo que ha quedado atris para siempre. En lu épica no hay mundo 0/70, sino silo la final dad de éste. Odiseo regresa a Itaca después de aos de vaga- bundeo; Aquiles muere porque no puede escapar a su des. .tino, La novela, en cambio, existe porque pueden existir ‘otros mundos altemativos para los especuladores burgueses, Jos vagabundos y los exilados. ‘Aunque les vaya bien, los exilados son siempre exeéntri- cos que sienten su diferencia (que frecuentemente explo- tan) como una suerte de orfandad, Quien carece realmente de hogar considera la costumbre de denunciar extraflamien- to en todo lo modemo como una afectacion, un desplie- gue de actitudes a la moda. Aferrado a la diferencia como aun arma que usaré con voluntad férrea, el exilado insiste celosamente en su rechazo a pertenecer, Esto se traduce por lo general en una intransigencia que no puede ser facilmente pasada por alto. La obstinacién, la exageracion, son estilos caracteristicos del exilio, métodos para obligar al mundo a aceptar la vision del exilado —vuel- ta, de todos modes, inaceptable porque, en realidad, no se quiere que sea aceptada—. Después de todo, pertenece al exilado, La compostura y la serenidad son los rasgos mis ajenos al trabajo de los exilados. Los artistas exilados son desagradables y su terquedad es transparente, incluso en sus mejores obras. La vision de Dante en la Divina comedia es tremendamente poderosa en sus detalles y en sa universi dad, pero incluso la paz beatifica alcanzada en el Paraiso leva as huellas del juicio vengativo y severo del Infierno. Sélo un exilado como Dante, desterfado de Florencia, usa a la eternidad como lugar dondt se compensan viejos ple tos. La literatura del exilio tiene un lugar junto a le literata- ra de aventuras, educacién y descubrimiento, como topor de la experiencia humana. {Como sucedi6 esto? {Se trata del mismo exilio que deshumaniza y lega, incluso, a matar? 40 estamos ante una variante mis benigna? Esta ditima suposici6n es, segin mi entender, la verda- dera. Como clemento de la tradicién cristiana y human{s- tica de redencién a través de la pérdida y el sufrimiento (y 6 la literatura occidental cs parte de sa tradicon), el exilio hha jugedo un importante papel. No casualmente Virgilio fue el guia de Dante, y a la visin, en la Eneida, de una Tro- ya humeante y destruida sucede la fundacion de Roma, ‘Aunque no tengamos dudas frente a los dolores del exilio de Petrarca o la tristeza de Eneas ante su lejana Troya, sa- ‘bemos que son el preludio de algo mds grande y més impor- tante. El exilio, entonces, es una experiencia que debe so- Portarse para alcanzar una identidad restaurada, elevada 4 un nivel mis alto y significativo, Esta vision redencionista del exilio es, en primer lugar, religiosa, aunque puede ser reclamada por diversas culturas, ideologias politicas, mito- logias y tradiciones, El exilio se convierte as{ en la precon- divin necesaria de un estadio mejor. Esto puede verse en los relatos del exilio de una nacién antes de lograr un Es tado, 0 el exilio de un profeta que es previo a su retorno triunfal. Moists, Als, Jess Gran parte del interés contemporineo en el exilio puede remitirse a la nocion de algin modo vaga de que los no exi- lados pueden participar en los beneficios del exilio a través ‘de la redencion. No se trata aci de rechazar esta idea, Porque tiene algo de plausible y verdadera. Como los estu- diantes itinerantes de la edad media o los esclavos sabios levados de Grecia al imperio romano, los exilados —los ex- cepcionales~ leudan el espacio que los rode. Y natural mente “nosotros” nos concentramos en subrayar el aspecto iluminador de “su” presencia, olvidando sus miserias y sus demandas, Pero contemplado desde la sombria perspectiva politica de las actuales dislocaciones masivas, el exilio indi- vidual nos fuerza a reconocer el destino tragico de la pérdi- da del hogar en un mundo invariablemente despiadado, Una generacion antes que la nuestra, Simone Weil plan- ted el dilema del exilio con tremenda concisién. Aun no compartiendo, como es mi caso, su programa esencialmente religioso para que “crezcan las raices”, su reconocimiento del exilio no ha perdido fuerza. “Estar arraigado”, escribi6, Weil, “es quizés la més importante y menos reconocida necesidad del alma humana”. Sin embargo, Weil también pensb que la mayor parte de ‘los remedios frente al desa- Fraigo, en esta era de guerras mundiales, deportaciones, y exterminios masivos, es tan peligrosa como aquello que 3 pretende curar. De todos ellos, el Estado —o, mis exac tamente, ¢l estatismo— es uno de los mis insidiosos, en la medida en que la estadolatria tiende a suplantar todo otro exo humano. Weil expone de manera nueva el complejo de presiones y limites que se ubican en cl centro de la situacién de exi- lado. Alli esté esa realidad de aislamiento y desplazamiento, que produce el narcisismo masoquista, resistente a todos los esfuerzos de mcjora, sculturaeion y comunidad. En este extremo, el exilado puede convertiral exilio en un fe- fiche, en una prictica que lo distancie de todo vinculo y compromizo. Vivir como si todo lo que lo rodea fuera tem- porario y quizés trivial, es caer presa de un cinismo petu- Tante y una qucjosa falta de amor. Mis usual es la presion para que el exilado se vincule —partidos, movimientos na- Gionales, Estado—, Se oftece al exilado un nuevo conjunto de filisciones donde desarrollar nuevas lealtades. Pero tam- bign hay una pérdida de perspectiva critica, de reserva inte- lectual, de coraje moral. GExiste un punto medio entre estas dos altemativas? ‘Antes de responder, debe reconocerse que el nacionalismo defensive de los exilados muchas veces produce autocon- Ciencia, al mismo tiempo que las formas menos atrayentes Se autosfirmacion. Quiero decir con esto que proyectos Teconstitutivos tales como rearmar una nacién en el exi- lio (esto es verdad en este siglo tanto para los judfos como para los palestinos) suponen la construcciOn de una historia nacional, Ia revitalizacion de una vieja lengoa, Ja fundacion de instituciones nacionales tales como bibliotecas y univer- sidades, Estas pricticas, aunque a veces promueven un etno- centrismo estridente, también dan origen a investigaciones sobre la identidad, que inevitablemente superan hechos tan simples y positives como la “etnicidad”. Por ejemplo, la autoconciencia de un individuo que trata de entender por qué las historias de los palestinos y Ios judfos tienen deter- minados patrones, por qué, pese ala opresidn y la amenaza de extincion, un ethos particular sigue viviendo en el exilio, Necesariamente, entonces, hablo del exilio no como hi- gar privilegiado para la introspeccion individual, sino como tuna alternativa a las instituciones de masas que entretejen gran parte de la vida modema, Si el exilado no quiere re- fagiarse en una masificacion acritica, ni permanecer echado mientras cura sus heridas, debe cultivar una subjetivided escrupulose (que no sea ni indulgente consigo misma, ni sombria). Quizis elejemplo mis riguroso de tal subjetividad se encuentre en Theodor Adorno, Su obra maxima, Minima moral, es una autobiografia escrita en el exilio; se subti tula Reflexionen aus dem beschadigten Leben (Reflexiones desde una vida mutilada), Fuertemente enfrentado con lo que €1 denomina el “mundo administrado”, Adomo afiz- mma que toda vide es constrefiida a formas hechas, “hogares” prefabricados. Demostrd que todo lo que hacemos 0 pen- Samos y todo lo que poseemos, es, en altima instancia, una mercancia, El lenguaje es una jerga, los objetos estin sdlo Dara la vents. La misiOn intelectual del exilado consiste en el rechazo de este estado de cosas, Adorno escribié con grave ironia: “Es parte de la moralidad no sentirse en casa en la propia casa”. Seguir a Adomo es mantenerse lejos del hogar, para po- der contemplario con la distancia del exilado. Hay conside- rable mérito en la préctica de sefialar las diserepancias en- tre los conceptos e ideas y lo que realmente producen. Da- ‘mos por supuestos al hogar y al lenguaje; se convierten en tuna naturaleza y sus supuestos pasan a ser dogmas y orto- doxias. El exilado sabe que en un mundo secular y contingente, Jos hogares son siempre provisionales. Limites y fronteras, ‘que nos encierran dentro de la seguridad de un tertitorio familiar, también pueden convertinse en prisiones y ser defendidos mds alld de toda razén y necesidad. Los exila- dos cruzan las fronteras, rompen las barreras del pens®- miento y la experiencia. Hugo de San Victor, un monje sajon del siglo XII, escri- bid estas lincas obsesivamente bellas: “En consecuencia, Ja mente encontrar una fuente de gran virtud en aprender, ‘poco @ poco, primero a cambiar sobre las cosas visibles y fransitorias, 4¢ manera tal que, luego, pueda dejarlas por completo. El hombre que siente que si patria es dulce, to- davia es un temo principiante; el que piensa que toda tierra es como la saya, ya es fuerte; pero perfecto es quien siente que todo el mundo cs una tierre extrafla, El alma tiems fija su amor en un lugar del mundo; el hombre fuer te extiende su amor 2 todos los lugares; el perfecto, ha lo- ‘ado extinguirio”. Erich Auerbach, que paso como exilado los afios de a guerra en Turquia, citd este pasaje como modelo pare quien quicra trascender los limites provinciales o nacions- les. Sdlo abrazando esta actitud el historiador puede co- menzar a captar en si diversidad y particularidad la ex- petiencia humana y sus registros escritos; de otro modo, qQuedaré remitido mucho mis a las exclusiones y_reaccio- nes del prejuicio que a la Hbertad que acompata el cono- cimiento, Pero repirese que Hugo, por dos veces, aclara que el hombre “fuerte” y el “perfecto” alcanzan indepen- dencia y distancia trabsjando a través de los vinculos, no rechazindolos. Se predica el exilio a partir de la existen- cia del amor y el nexo con el lugar natal; la verdad de todo exilio no es que el hogar y el amor de hogar se hayan perdido, sino que la pérdida es inherente a la existencia misma de ambos. Mirar las experiencias como si estuvieran destinadss a aesaparecer, :Qué las ancla en la realidad? {Qué puede per- manccer de ellas? 4A qué debemos renunciar? Silo quien haya alcanzado independencia y distancia, para quien la patria es dulce pero cuyas circunstancies hacen imposible que recupere esa dulzura, puede contestar estas preguntas. Gal persona también reputari imposible una satisfaccibn tributaria de sustitutes proporeionados por la ilusion o por el dogma.) Esta paréce ser una indicacion que conduce a una pers pectiva sombria y a la desaprobacién permanente de todo entusiasmo 0 impulso espinitual, No necesariamente, Pare- ‘ce extrafio hablar de los placeres del exilio, y sin embargo puede decirse algo de algunas de sus condiciones. Contem- plar “al mundo entero como a1una tierra extrafta” hace po- sible la originalidad de la vision, La mayoria de la gente es conciente de una sola cultura, una ubieacién, un hogar; los exilados conocen por lo menos dos, y esta pluralided de vision da origen a una percepcién de las dimensiones si multineas, conciencia que para decislo con un témino musical ¢s contrapuntistica. Para un exilado, las costumbres, expresiones o actividad 40 un nuevo medio suceden inevitablemente contra la me- moria de estos hechos en otro medio. Asi, tanto el vicio como el nuevo son vividos, reales, contrapuntisticos. Hay tun placer especial en este tipo de aprensién, especialmente sil exilado es consciente de otras yuxtaposiciones contra- puntisticas que debilitan el juicio ortodoxo y elevan la sim- patia aprecistiva. Hay también un sentido particular de ogro cuando se actiia como si nuestro hogar estuviera siem- pre donde uno esté Descubro, sin embargo, un riesgo: el hibito deta simula- ion es cansador, El exilio no es nunca un estado satisfecho, plicido o seguro, El exilio, en palabras de Wallace Stevens, 5 “un recuerdo del inviemo” en el cual Ia fuerza del verano ¥ el otofo o Ia potencialidad de la primavera son inalcanza- bles. Quizs sea éste otro modo de decir que Ia vida del exi- lado avanza de acuerdo con un calendario diferente, porque est menos sujeta a estaciones y menos organized que la vi- da en el hogar. El exilio es la vida vivida fuera del orden ha- bitual, Es némada, descentrado, contrapuntistico; en cuan- to alguien se acostumbra a él, izrumpe una vez més sa fuer- za errante, (raduccién: Beatti Sarlo. Edward W. Said, palestino, es profesor de literatura comparada eo la Universidad de Columbia. Ha publi- cdo, entre otras obras: Orientalismo y The World, the Text and the Crit.) 7 Hilda Sabato Beatriz Sarlo HISTORIA Y FICCION Representando la historia L ‘5 gringos plantea una vez mis el problema de la re presentacidn de lo real. Cuenta una historia cuyo presupuesto es que pudo haber sucedido, Esto no quiere de- cir que haya sucedido realmente sino que su legalidad es la de lo posible, Fuertemente marcada por su intencion refe- rencial, esta scric de television quiso hablar de un proceso cuya historicidad es evidente: el proceso de constitucion de los sectores populares en la Argentina de fines de! siglo XIX y comienzos del XX. Entonces se abre la pregunta que fun- Ga las estéticas realistas: gcOmo hablar de la realidad hacien- do ficcion? ;edmo inventar lo que tiene que arrojar el efec- to de haber sido real? Estrategias de representacion: ellas definen un pacto de relaciones no s6lo entre discursos sino entre actores, Pacto discursive, por un lado, en la medida en que se acepta la suposicion de que la literatura, el cine o ta fiecion televisi- va citan a otros discursos reales o posibles. Se hipotetiza Ja existencia previa de e50s discursos (y situaciones discur- sivas) y la estrategia consiste en su puesta en un discurso otro: el de la narracion, Este lado det pacto es fuerte (ca si decisivo) cuando ademés de la representacion de lo real, Ja narracion quiere afirmar la representacion de un real his- torico, esto es de un conjunto sobre el cual existe el acuer- do de su existencia previa en el tiempo. El otro lado del pacto incluye al pablico y a los soportes de la narracién (diflogos, imigenes, actores, sonidos). En el caso de una representacion “real historica” se tiende a un grado maximo de ilusion referencial y tanto el piblico como la narracion y sus actores aceptan ese vinculo s6li- do y al mismo tiempo constantemente puesto en cuestion por la imposibilidad de homologar los discursos radicalmen- te diferentes de lo real y de la representacion. Todos los devates sobre la representaciOn realista giran sobre este punto. La television argentina ha trivializado casi sin excepeio- nes sus estrategias de representacién y, en consecuencia, ha propuesto pactos triviales a su pablico. Se confia en que la ‘mimesis de Ta lengua oral es una garantia de representacion Y que a mayor mimesis mayor triunfo del verosimil realis- ta, Asistimos, de esta manera, a discursos tan pegados a 1 referente que, por ese mismo hecho, pierden todo valor re- ferencial, Esta estética 0, mas bien, esta ausencia de esté- tica ha marcado series como Compromizo, cuyo éxito tran- sitorio es necesario explicar mas bien en funcion de la sitia- cién politica en la que s¢ emitien los progremas. No puede decirse que éste sea el caso de Los gringos. or varias razones. En primer lugar, porla diteccién de Da- Vid Stivel, euya precision y calidad visual son infrecuentes en fa television argentina: estamos lejos de ios primeros planos sin sentido, de los erraticos o enloquccidos movi- mientos de cimara, de los colores agrios, las luces agresivas, las definiciones brutales y los sonidos hntecos a los que ta television confia su estética, En segundo lugar, por un equipo de actores que, enfrentados con personajes’ mix construidos, con situaciones draméticas menos triviales, con diseursos mejor trabajados, hubiera podide demostrar con evidencia un nivel! de calidad parejo. Hechas estas sal- vedades, la importancia del esfuerzo de Los gringos obliga a reflexionar como lo intentibamos en el comienzo de esta nota. Los gringos se presents como tn teleteatro histérico y realista y a partir de esta opcién habria que pensarlo. Con sentido fundacional, la obra se instala en un periodo en el ‘cual se construye la sociedad aluvial en Buenos Aires, Elige comenzar en 1890, aft de crisis y tensiones politicas, que inaugura una década de acelerado proceso de urbanizacion y de incorporacién de cientos de miles de inmigrantes, que acentuaron la heterogeneidad de una ciudad que ya desde Yemnte aiios antes habia comenzado 2 perder su cardcter al- deano y eriollo, En esa bisqueda de los origenes, son los sectores popula- res los que preocupan a los autores de Los gringos, y en ellos se centra la imagen y el argumento. Sin embargo, des- dde ese Angulo se propone una vision de la sociedad toda vision de un universo profundamente escindido en el que se reconocen dos sectores irreconciliables, De un lado, el pucblo, Del otto, el regimen, los sefioroncs, los bacanes de Buenos Aires. ¥ junto con éstes, aunque en un espacio aje~ no al de nuestra sociedad, los ingleses. “Los ingleses nos tie nen siempre como deudores perpetuos™, dice don Erasmo. Fete mundo de los malos se hace presinte a través de las conversaciones omniscientes de don. Erasmo y cl sargento Tarra referidas a los hombres de la élite de mi tiempo, por un lado, y de la aparicion de personajes concretos, si bbicn menores, por el otro. Verdaderos representantes de ese mundo, como el duefio del conventillo ~abogado portefio, miembro nato de las clases altas, al que se hace decir en lun momento ";Sabés lo que me pasa con este pais?... que no me interesa”— 0 intermediarios de él ante las clases subaltemas —como el capataz de la estancia 0 el comisa- Ho-, estos personajes son siempre estereotipos, encargs- dos de llevar la desgracia (desalojo, estafa, prision) al seno. de los sectores populares. El campo cémtrario, el de los buenos, el del pueblo, tiene también sus grandes personajes, qe $e mencionan una ¥ otra vez, identificando asi a los héroes del momento, co- ‘mo Alem’o Yrigoyen, pero también trazando linajes. Pa- vyon y Caseros, con sus villanos y sus mértires, son evocadas varias veces como hitos en la derrota del pueblo, y hasta ‘Vicente Lopez surge del pasado cuando, refiriéndose al hijo de éste con admiracion, don, Erasmo dice: “No puede ne- ‘gar que es hijo del que hizo el Himno”... Naturaimente, no falta la figura de Rosas, que aparece junto a.un cuadro con Ia imagen de Alem en la pared del cuarto que habita el sar- gento Ibarra, las dos enmareadas por una cinta argentina. Ellos son'los hombres de la Naciba, y el pueblo los ze- ‘conoce. Los eriollos don Erasmo e Tarra, el uno ilustrado, cl otro intuitivo, mateando en el patio del conventillo, no se cansan de explicario al espectador a la vez que a quienes constituyen la materia prima en ta constitucion de un pue- blo renovado, sus vecinos de pieza, los inmigrantes, Estos rapidamente ¥an conociendo a sus enemigos y hasta el tano Carmelo, latero ambulante y muy pronto botellero exito- 30, sagazmente descubre que “.... después vienen los ingle- ses y se llevan todo” Todo esté muy claro, pues, para Loz xringos. Un mun- do maniqueamente escindido en que buenos y malos ja- ‘mis equivocan sus roles y en el que ese pueblo ahora am- plisdo no se confundiri nunce en la construceion de su identidad, Identidad que no admite dudas tampoco para el espectador: se propone aqui un melting pot de limites pre- ‘is08, los que impone el espacio del conventillo. ‘Trams social y trama narrativa ‘Sin duda, 1 conventillo ¢5 un espacio ficcional donde se puede juntar a la gente y se constituye en un lugar de cruce de ias distintas lineas de un trama social, En este sen- tido tiene ta ventaja de ser a la yee un espacio privado y piiblico. En principio, el problema no reside en los limites impuestos por cl espacio del conventillo, sino en la deci- sign sobre el tipo de historia que alli tendré lugar. En el caso de Los gringos, la densidad de la trama social se pier- de en Ia progresiva privatizacion de tos conflictos. La s<- rie hu seguido un curso que la fue acercando cada ver mis peligrosamente al género sentimental. Si en un principio os problemas familiares eran los niicleos narrativos, luego, medida que los hijos de estas familias crecen, son las penpecias sentimentales las que se van imponiendo como cic. El romance de Is hija de} tano Carmelo con el joven abogado de clase alta ya se coloca por completo en el mun- do de la novela sentimental de comienzos de siglo. De manera correlativa, la serie encuentra cada ver ma vores dificultades en la representacion de lox conflictos so- tiales y Ios episodios que ocurren en la fabrica vuclven a hacemos reflexionar sobre los obsticulos formales ¢ ideol’- sicos para la representacion del mundo obrero, no sélo en la television sino en el cine y Ia literatura argentina, mo se puede introducir una dimension de materialidad en un discurso narrativo visual? La uridad protagonizada por el gallego zapatero y si hijo es una propuesta que Iuego la serie no retomé. Brevemente: un episodio relata de qué mo- do el padre trasmite un saber prictico a su hijo, ensefén- dole a cortar el cuero, describiendo el gesto del brazo y Ia fuerea que debe imprimir a la herramienta, En esta esce- ‘na, los personajes dejan de hablar o hablan s6lo aguello que no puede ser dicho de otro modo: se trasmiten las formas de una conciencia prictica, la del trabajo, y quizis esta inflexién narrativa, de haber prevalecido, hubiera res- catado a Los gringos de ls infinita verborragia de perso- najes que, por lo general, todo lo saben. ‘Casi todos los personajes aparecen como inverosimilmen- te omniscientes: las mujeres, intocadas casi por el mundo ‘que las rodea, establecen relaciones impecables con sus hi- jos y levantan reivindicaciones casi feministas respecto de a autoridad marital o la independencia de iniciativa en el trabajo. Los criollos viejos son historiadores y_filbsofos que incurren sin vacilaciones en el anacronismo, leyendo Ia historia presente con la perspectiva de la historia furu- ra, De la historia presente, por lo demas, 1o saben casi to- do (més 0 menos con el conocimiento que se adquiere veinte o treinta afios después de los hechos) Este rasgo, que constituye a los personajes como con- ciencias sabias, disminuye el,interés dramitico de sus pro- bblemas y de las situaciones por las que atraviesan: saben de- masiado para que sean verosimiles © interesantes. Se nos propone también el caso opuesto: el del italiano, cuyos aho- ros se van a evaporar en un cuente del tio por el que le 9 prometen tierras. Este personaje demuestra saber demasis. do poco. Su ignorancia, su candidez, su entrega, son psico- lbgice y dramiticamente inverosimiles El cura es quizis el menos creible de los sabios: por tador de un discurso de avanzada moral y social, compren- vo hasta el limite de salirse de la ética religiosa para ayu- dar a sus ovejas descarriadas, no llega representar nun- a, on la trama dramética, ese punto iltimo de resistencia aque la religién y la moral autoritarias ponen a los deseos de hombres y mujeres. La omnisciencia de los personajes tiene una consecuen- «ia grave para el ritmo de la narraci6n: todas las escenas im- portantes son demasiado explicadas, el diflogo frondoso re- ‘duplica lo que ya ha sido entendido a través de la imagen y €s muy frecuente que pequefias unidades narrativas plan- teadas con imaginacién (como el diagnéstico que hace el tano Carmelo del caricter mercantil de la sociedad argen- tina) se hundan en la trivialidad sentenciosa porque el guién no ¢e priva nunca de poner en boca de un personaje la ex- plicacion social, politica o moral de lo que acaba de jugarse draméticamente. El espectador ve la serie con la certeza de que las escenss, cortadas varios segundos antes, serian siempre mejores. Esta certeza se origina en cl caricter mar cedamente didéctico que Lor gringor asume cuando se jJuegan conflictos que Henen que ver con la historia. Y la ES] socenw JULIO/AGOSTO 1904 ANALISIS DE COVUNTURA tapas de la Resistencia Populr. ‘TEMA CENTRAL: CULTURA ¥ CONTRACULTURA rmocracia: Oscar Landi: Cultura y Politica en ta Transicién a Irocracia; Bantrir Sarla: Argentina 1984: La Cultura an el Proceso La lnvegracion Cinematogratice ‘oercamarieana. La Utopia al Alcance de los Cineasts, Manvel Ca- | teller: Los Potion y fm Cultura, tgnoranese, Inhibeien, Incoheren | 2. Carlos Fuentes: Las Cultures, Portadoras dela Vida Posible; aa 1 Aaland: Era su Destino - Cuenta, POLITICA-ECONOMIA-CULTURA ‘Abraham Pimetsin: De la Ruptura de Althusser con e maexicmo Luis Vitale: Juego oe Estructura: Contra Materalime Historica, [Un Manus! 8 Espaidas de la Rain, Joud Maria F. Madina: Argen- tine y Bran: Redemocratizacion y Poder Militar. Clévis Brigagao: EI Satera Insitucional y ef Manejo de 12 on America Latina NOTICIAS-INFORMES-RECENSIONES AHORA PUEDE OBTENERLA EN LA ARGENTINA POR SUSCRIPCION lincando fete aurea) Anus! G nameros! USS 20 / Biel (12 numerot_ USS 35 JPAGOS: Cheaues en dalares a nomote se NUEVA SOCIEDAD. Apar ade 68712 Chacao Carscas 1060-8 - VENEZUFLA Rogamas no rieciuer Wansferencias banearias para cancetar user VTAMOIEN EN LIDRERIAS Dstrinuye Catalogos. $8. Ay indrmendenia 1860 Duenan Aves Toit. 305708 10 omnisciencia de los criolios es el recurso formal de esta pedagogia sobre nuestro pasado. ‘Omniscientes, los criollos son también bondadosos (no alcanza a atenuar este rasgo Ia maledicencia de las comadres de conventillo o la obsequiosidad para con los ricos del en- cargado). La virtad criolla (que rinde tributo a una tradi ‘ibn literaria y cultural) no cs el soporte més adecusdo para la representacién realista, que Los gringos se habria plan- teado, de las relaciones entre inmigrantes ¢ hijos del pais. |Llenos de tensiones y desconfianzas, salpicados por la burls ante la torpeza prictica o verbal del gringo, estos vincalos diffciles son idealizados en la generosidad con que un erio- lo de ley repara cl daio que un criollo picaro infligio a una familia italiana (la generosidad criolla llega hasta el exceso de matar al estafedor a cuchilladas, hecho que, por otra parte, permite desalojar de la serie al malvado, miembro incdmodo de los sectores populares). El pobre indio, que desaparece a la mitad de la serie y que funcionaba como la prueba visual de la conquista del desierto, hubiera podido ser lo radicalmente otro: pero ex taba privado de palabra, El guién decidié convertislo s6lo en un diligente circulador de mate y sombra protectora.de su dueflo, el sargento criollo que le habia perdonado la vida y que, a partir de ese momento, habfa ganado su vo- luntad y su silencio. Inmigrantes de Italia, Espa 0 Folo- nia, criollos de provincia, portefios de vieja data y has- ta ese indio pampa serin la materia prima heterogénes y diversa con que la serie pretende describir como se fue plas- ‘mando un nuevo universo popular. Sin embargo, el camino legido para hacerlo no puede dar cuenta del complejo y contradictorio proceso de conformacion de los sectores populares de Buenos Aires a fines de siglo. ‘Al tomar como escenario principal el conventillo, la obra enfoca en primer plano el émbito del hogar de los per- sonajes y la historia que nos cuenta es la del transcurnir de su vida cotidiana en ese espacio doméstico. Y los protago- nistas son, en su mayor parte, familias: familias legalmente constituides, formadas por una pareja y no mis de dos 0 tes hijos, casi familias tipo. Los hombres solos estin en minora: dos personajes que muy pronto se veri que no per- tenecen realmente al campo popular y que por lo tanto, de- jarin el conventillo; dos personajes centrales, criollos vir~ tuosos a quienes no se les conoce mujer y viven el uno con su hermana también soltera y el otro con su indio, y final- mente, un viudo inmigrante recién egado, perteneciente una familia de italianos ya asentada Esta imagen de un orden familiar institucionalizado con- trasta fuertemente con la realidad social de la época. La mayor parte de los inmigrantes eran hombres solos y jove- nes, muchas veces solteros, otras, con mujer e hijos en su pais de origen,’esperando ser lamados por el viajero. Lle- gados a Buenos Aires, con frecuencia vivian varios afios sin mujer estable, por lo que la prostitucién florecié en esas décadas en la ciudad. Pero ademés, la institucion matrimo- nial de ninguna manera estaba impuesta entre los sectores, populares criollos. Concubinatos, hijos “ilegitimos”, muje- res jefas de hogar, matrimonios con muchos hijos, familias ampliedas por la presencia de abuelos, tios, cufiados o pri mos y, sobre todo, muchos hombres solos, 2 veces convi- viendo’ con parientes, otras veces con compatriotas... Tea- lidad heterogénea, compleja, de institucionalidad dudosa, que en Los gringos queda oculta tras la imagen proliia ¥ respetable de la familia tipo. Centrada en el Ambito doméstico, la obra no deja sin em- argo de referirse al mundo del trabajo. En este sentido, se recorta un conjunto en el que el lugar central lo ocupa el trabajador por cuenta propia: artesano independiente 0 vendedor ambulante aut6nomo en camino de convertirse en prospero comerciante. El cuadro se completa con un par de asalariados del Estado (un ex soldado que vive de su jubilacién y un policfa en actividad) a mis de un obrero de taller, personaje que representa cl estereotipo del inmi- grante proletario y anarquists. Las mujeres solo ocasional- mente ejerven alguna actividad rentada —l lavado de ropa © la preparacion de comida para vender— y los hijos, si son mujeres no trabajan sino en las tareas domésticas, si son varones, en general acompafian a sus padres, Esta imagen de los sectores populares y el trabajo pre- senta una vision muy parcial de una sociedad urbana que para entonees contaba con la mayor parte de su poblacién empleada en talleres y fibricas, o en las diversas tareas no ‘alificadas que requeria Ia economfa de exportacion en expansion. No hay rastros de los miles de jornaleros que altemaban ocupaciones en el puerto, en las obras pGblicas ¥en las cosechas; ni de tas obras de los talleres de costu- 72.0 de los hijos empleados en las fibricas de fésforos 0 de calzado... Mas aun, el trabajo de todos parece dejar largas horas libres para la conversacion en el patio, el didlogo de pareja, el intercambio con hijos y vecinos. Hombres que debian trabajar dove o catorce horas diarias no parecen can- sados ni agobiados par esa vida de rutina y labor, Solamen- te Ia historia de Vicente, el zapatero, deja visumbrar ese slima de dureza y penuria en que sin duda vivian los traba- jadores de Buenos Aires hacia el novecientos En realidad, para los protagonistas de esta serie, Ia vida no parece deparar demasiadas incertidumbres o asperczas, Bien vestidos, bien alimentados, todos alfabetos, consti- tuyen un conjunto prolijo y ordenado en el que estd ausen- te la suciedad, la promiscuidad, la enfermedad y la muerte. Mientras la sociedad portefia acusaba altas tasas de morts- lidad infantil y se denunciaba la expansin de la tubercu- losis y lae vendreas, Los gringos 20 dezarrolla en un espacio externo a esa realidad sdrdida y elige ignorar también los males sociales de esa ciudad que crece contradictoriamente, Asi, no aparecen borrachos, locos ni prostitutas y la violen- cia ‘sélo resulta de la accién que se ejerce desde afuera so- bre los sectores populares, nunca nace desde dentro. Pero a si ver, ese desde afuera esti burdamente encar- nado en algunos personajes que no permiten reconstruir tuna trama social que vincule al conventillo con el resto del mundo. La sociedad se desdibuja en el exterior de ese un- verso, ¥ mientras las clases altas son representadas sin den- sidad a través de estereotipos, el Estado estd decididamente ausente, Sin embargo, en esta etapa, un Estado en répida consolidacién ampliaba y profundizaba 21 campo de ac- cién, contribuyendo 2 construir un orden hegeménico, pe- netrando en los intersticios de la sociedad a través de ins. tituciones como la escuela, el hospital, el servicio militar. Por eso llama la atencidn que la tinica imagen que evoca a ese Estado sea la de la figura policial, ala que de todas me eras se muestra en su funcién tradicional, de connotacio- nes paternalistas, ‘Tampoco existe un mundo popular fuera del conventt Ilo: no aparecen vecinos, no existen redes de solidaridad en- tre connacionales, no hay asociaciones de socorros mutuos, y solo se da una visién muy simplificada del funcionamien- AI. P. Asistencia e Investigacion en Psicologia Parja y Famil Psicopedagoat y Psicoanilisis Grupos de estudio sobre tori to de un gremio anarquista. En ese aislamiento, las familias respetables de trabaja- dores auténomos forman un conjunto arménico, sin anta- gonismos esenciales, donde los conflictos resultan de pro- blemas subjetivos.o de males infligidos desde afuera. Sin embargo, éstos nunca son tan devastadores como para im- pedir en ‘Ultima instancia una trayectoria de éxito para to- dos ellos, En efecto, la historia de Los gringos es la del as- ‘censo ripido y sin excepciones, que los lleva de la pieza del conventillo a la casita propia y de la venta ambulante al local instalado y prospero. Recortando de esta manera 1a experiencia de los secto- res populares, la obra ocluye los rasgos esenciales del drama social de la Argentina de entonces. Nada nos hace vislum- brar del impacto que tuvo para la sociedad local la legada de miles y miles de inmigrantes, de patses lejanos y lenguas exéticas, que aio a aio irrumpfan en la ciudad. Impacto ‘que st tradujo en fusiones pero también en fricciones, ea conflictos, cn profundas desconfianzas. Pero ademés, tam- poco se puede percibir el tremendo golpe que el transplan- te debe haber infligido a cada uno de estos inmigrantes. No hay rastros del duro camino seguido por estos hombres y mujeres, de condicion humilde y origen remoto, en su bis queda de formas de supervivencia material, social y cultu- ral, en la reconstrucciin de su identidad, Era difteil apren- der a vivir en Buenos Aires; el azar y la incertidumbre sig- naron la historia de sis sectores populares. En el trabajo, dependian de una demanda de mano de obra siempre fluc- tuante, que abria oportunidades insospechadas para algu- ros, pero cerraba la puertas para muchos mis. En el hoger, las deficientes condiciones de salud, viviends y alimenta- cién daban a la vida cotidiana un sabor amargo de lucha permanente contra lo incierto y amenazante. Pero si, como propone la serie, el problema entre crio- llos y extranjeros se limita a un pleito doméstico sobre dén- de cuelga cada quien la ropa en el patio del conventillo, si répidamente ambas partes reconocen su esencia comin, la de pertenecer al pueblo en oposicién a los sefiorones, sin duda que el conflicto se diluye. Si, como se postula, Is identidad es ffcilmente recuperada y muy pronto todos se sienten seguros y en casa, es natural que no haya traumas de adaptacion, Si, finalmente, el camino del trabajo es rela- tivamente ficil y sobre todo ascendente, es légico que el éxito corone la empresa de todos. Por 30 1a obra no inclaye locos ni borrachos. Por ¢s0 también s¢ olvida Ia historia de Ia accién comin de estos inmigrantes y trabajadores que desde muy temprano bus- caron asociarse, creando mutuales, gremios, organizacio- nes que les permitieran hacer frente a las dificultades enor- mes que significaba sobrevivir en Buenos Aires, Por 50, finalmente, se ignora el bijo fondo, se pinta un universo popular que no admite a esa franja social tfpica del nove- cientos, que las clases altas insistian en calificar de mar- ginal, Coordinscibn Le. SILVIA PASINI Lic, GABRIELA MARIANI © Adultos. Nifos, Adolescentes, Diticultades en ef sprendizaje. Orientacién voeacionsl. diana, y su puntuacién desde las a ticulaciones proouestas en la concep rualizacion lacaniana, Para profesio- rales y estudiantes de distintas dis- Siptinas MENSAJES: 46-6015 Arancoles institucionsies Las lenguas del conventilo A partir de estos materiales historicos, que hemos cri ticado, joon qué tradiciones de representacion trabaj Los gringos y cuales decidié ignorar? Extrafia comproba- cion: en Los gringos, el sainete es el gran ausente. No dec ‘mos que ésta necesariamente hubiera debido ser una ausen- cia lamentable si la serie hubiera recurrido a otra estética. El grotesco, tampoco est presente, Sainete y grotesco hu- bicran parecido las salidas mds evidentes, pero hubieran sido efectivamente salidas o mds bien entradas, caminos para la puesta en discurso del material historico y ficcional. El muidn de Gené, y tambign las opciones de direccién de Sti- vel, eligieron mantenerse lejos de la promiscuidad cama- Yalesca del sainete o de la exageracién cuasi expresionista del grotesco. Estas eran las tradiciones posibles y no hubie- 1a sido demasiado astuto u original haber optado por ellas, Pero, al mismo tiempo, elegir una u otra hubiera asegurado tun estilo del cual la serie de television carece por completo. ‘Sélo una vision superficial puede vincular a Los gringos con el sainete, por el cruce lingilistico de los didlogas entre espafioles, italianos, judios y_criollos. Si el sainete tiene un rasgo definitorio es que el cruce linglistico representa en el plano discursive un conflicto social y cultural; el coco liche no es solamente la lengua de mezela del inmigrante ita- ano, sino la lengua parodiada por el criollo cuando quiere buscar alli, en el mundo simbolico, una zona de diferencia, que Ia suerte comin del conventillo parecia unificar. En el sainete no sucede solamente que los gallegos pro- nuncian sus eses y sus jotas, y los italianos equivocan la fonética del idioma que todavia no hablan, pero que si quieren hablar. En el sainete, también, esas son fuertes mar- cas de diferenciacion cultural que se traducen imaginaria- mente en diferenciaeién social, en matices dentro del mun- do plebeyo de la pobreza. El cocoliche sirve entonces no solo para que el italiano hable sino para que sea hablado, parodiado, buriado por el criollo. De este modo, en el saincte, el hecho de que aparezca el italiano cocoliche o el gallego, aragonés 0 vasco, es, bachtinianamente, 1a representacon lingiistica del cruce’ ideolbgico y cultural, que tuvo invariablemente sus zonas de violencia. En Lor gringos, con un tespeto que no hace sino dejar las diferencias cristalizadas, se permitio que pa- cificamente cada uno hablara su lengua y fuera, también pacificamente, transformindola en castellano “mal habli- do”, La promiscuidad lingiistica del sainete fue reempla- zada por la coexistencia pacifica de las fonéticas, anulan- do asi una de las zonas dramiticas de conflicto, que tam- bién, como se vio, fueron anuladas en otros niveles del uidn, Y los criollos desde dénde hablan? Hay un registro de ta oralidad que la literatura ha trasmitido. En Fray Mocho, se puede escuchar todavia los tonos, Ia ironfa, los desti- Zamientos sinticticos, las elipsis que constituyen la version fiteraria de ‘un mundo linglistico de otro modo inapren- «sible. Puleramente, los eriollos de la serie eluden la socarro- neria de los criollos de Fray Mocho, para adoptar un dis- ‘eurso que se coloca en el limite de le solemnidad y el buen tono. Mas parecidos a Martin Fierro aconsejando a sus hhjos, el apotegma y la sabiduria que los anima sesga su dis- ‘uno hacia el lado “serio” de la representacin de 1a len- mua oral. Curiosamente, esta serie televisiva, que en lo exterior aposté a ser polifonica, demuestra que la polifonia no con- siste en la mansa yuxtaposicén de lenguas sino en su con- flictiva mezcla. Desde este punto de vista podria decirse que el cocoliche del sainete es mas polifonico que el res- petuoso italiano de Los Gringos. Prolijidad linglistica que, de alguna manera, encuen- tra su correspondencia en la prolijidad visual con que apa- rece el conventillo en la serie. El conventillo era un espa- cio promiscuo y desordenado, Su desorden y promiscuidad fueron deliberadamente reemplazados en la puesta en cs cena por una mesa donde los criollos dialogan filosbfica- mente, sin estar acosados por el ruido, por el pasaje cons- tante de gente, por Ia intolerable falta de espacio y de si lencio, Nadic canta en ese conventillo, las vecinas no dis- guten a los gritos, no se escuchan las risas de los borrachos y, cuando una pelea conyugal es inevitable, el encargado aconscja al matrimonio desavenido que se golpee en su pieza. No esté, por lo demis, la sordidez.escenogrifica que sue~ le acompaiar a la pobreza: estilizado visualmente, el con- ventillo es un lugar casi aceptable. El sainete lo habfa car- navalizado y ésta era una estética que reformaba el reali mo: Las gringos lo pone limpiamente en orden, destruyen- do, de algtin modo, el! verosimil reatista y también el pin- toresquismo mis procaz y zafado del costumbrismo. Conventillo limpio, atenuacion de la sordidez y la du- reea de la vida de los sectores populares, lenguas que dia- logan disciplinadamente entre si, buenos sentimientos invariables y malvados también invanables: Los gringos propone una imagen complaciente deuna sociedad en esen- sia arménica, abierta y no violenta, donde los sectores po- pulares construyen con pocos inconvenientes un mundo de valores y expectativas, de esperancas y realidades propias de la clase media urbana. Curiosamente, esta vision del mundo popular se acerca mucho al ideal que los sectores dominantes de entonces postulaban para las clases trabs- jadoras. Tos aringos w@ emite por ATC, los mibrcoles a as 22 homes, Cada episodio de la serie ocupa una hora de trasmision inclukdos fos cor- tes publicitarios, La sente fue dirigida por David Stivell goin per- tencee a Juun Carlos Gené. Los principales papeles fueron cubjet- tos por: Emilio Alfaro, Marta Bianchi, Luicina Brando, Catlos Co ‘ella, Julio de Grazia, Victor Laplace, Birbar Mugica, Miguel An- fel Sol, Osvaldo Terranova, EL ands raz sobre os tre pe eros episodiox Profesores responsables: Tomés Abraham, Enrique Mari, Alejandro Russovich y Oscar Terén, Primer ciclo: La filosofia en sus problemas El poder: La filosofia entre el didlogo y la guerra. Sus relaciones con el saber. La razén: Formas conciencis-sustancia-razén- sujeto. Spinoza. Hegel. EI sujeto: Muerte y escision de la figura Dios: Informe: © inscripciones 12 COLEGIO ARGENTINO DE FILOSOFIA (C. A. F.) Hombre. Nietzsche, Marx, Freud. La existencia. Conciencia y libertad. Heidegger, Sartre. El conocimiento, Epistemologia. £1 modelo cientifico. Popper. Wittgenstein. EI deseo. Problemitica del deseo e historia de la sexualidad. Hegel. Schopenhauer. Lacan. Foucault. en Parané 774 (1° 8), telétono: 44-2838, de 15 2 20 hs. Maria Teresa Gramuglio NOTAS SOBRE LA INMIGRACION Temas < ‘omo el rosismo, como el peronismo, como el exilio, la inmigracion pertenece aesa categoria de acontecimien- tos histéricos que han dejado su marca profunda en Ia socie- dad argentina Modificaron, transformaron, dividieron; gene- raron proyectos audaces, arrepentimientos, culpas y desen- gatos; debates, polémicas y enfrentamientos muchas ve- ces erueles; tambien, odtos, tragedia y muertes En torno de cellos se condensan Zonas {an intensamente cargadas de la ideologia y la afectividad que, por encima de sus diferencias especificas y de la mayor o menor presencia activa y actual tn la resolucién de viejos conflictos 0 en la formulacién de Jos nuevos, funcionan como niicleos productivos al parecer inagotables del imaginario social. Sobre ellos han vuelto y ‘vuelven, una y otra vez, la reflexion, la evocacion, la memo- ria. Y los leemos en la literatura contemporanea: en ensi- yos, en puntuales conmemoraciones periodisticas, en interrogaciones historicas y sociologicas; los leemos, sobre todo, en cl tejido vivo de la ficcion. Ahi estin: en Una sombre donde suena Camila O'Gorman, en los poemas de Juan Gelman y de Jorge Isaias, en as metaforizaciones de La vida entera 0 el humorismo crispado de las novelas de Mario Szichman, en el contrapunto barroco de Cuerpo a cuerpo, en los sinuosos relatos de Andrés Rivera, en Respiracién artificial, 9 deslizindose subrepticiamente en los textos distanciados de Saer y de Héctor Bianciotti, De entre ellos, la inmigracion emerge como un tema literario fuertemente enlazado a un nudo de obsesiones recurrentes que tocan, en muchos casos, nuestras historias, familiares y personales, Historias dolorosas de desarraigos y asimilaciones que, si por un lado remiten a la incontestada e incontestable pregunta sobre los origenes, por el otro, proyectadas sobre lo social, problematizan incesantemente las claves de la configuracién de la Argentina modema y la constitucion de esa figura inasible Hamada identidad nacio- nal, Historias, en fin, que vuelven a actualizarse, realimen- tadas por la experiencia de los iltimos aftos, en los cuales el exilio de los descendientes de los inmigrantes se propone, de un modo que seria ligero lamar metaférico, como 1a imagen invertida de la inmigracion. Recorridos En 1965, Gladys Onega public La inmigracién en la literatura argentina (1880-1910). Este ensayo resulta hoy un punto de partida inevitable para comprobar la incidencia del fendmeno inmigratorio en la literatura y la curva que traza, con sus pliegues, repliegues y contradicciones, en un Conjunto de textos ensayisticos y de fiecién que registran desde la propuesta esperanzada de los primeros proyectistas hasta la alarma y el desencantado balance de sus herederos del Centenario. En Literatura argentina y realidad politica, David Villas despejé las constantes temiticas, ideoldgicas y formales que conectan las teacciones irritadas dle Sarmiento, de Cambaceres, de Martel, alrededor del noventa, con la cuforia integradora del Centenario, articulada en tomo al mito del crisol de razas, cuya exaltaciOn se lee en Los gaw- chos judios de Gerchunoff. Y més adelante, en su ensayo sobre Discépolo, Grotesco. inmigracidn y fracaso, coloca en cl centro de la novedad formal del grotesco y de la emer- gencia de un nuevo piblico urbano para cl teatro nacional a la nueva clase media de origen inmigratorio, “al “hijo del stingo’ encamado en el yrigoyenista”, que encuentra en cl grotesco, més que en el sainete, la concretizacion estética de sus coaflictos y frustraciones. Y podriamos seguir: icbmo no ver en los efectos de la inmigracién uno de los de- sencadenantes decisivos de las polémicas que agitaron el campo literario en los alles veinte? ,Como no encontrar, latente y siempre amenazante, el fantasma de esa invasion que bajo la forma de la fealdad urbana o del guaranguismo, invita tantos textes de Sur en la década del treinta? Plebe- yismo, tmero, corrupcién del lenguaje, las buenas maneras desvirtuadas,” estridencia, aglomeracion: también en la ensay/istica de esos afios reviven los viejos tbpicos, los viejos mates. Eso, hasta que la historia se los devuelva, con el Peronismo, encarnados en un nuevo sujeto: el inmigrante del interior, el nuevo birbaro, el cabecita negra Hacer Ia América Estas ripidas reflexiones pretenden ser el esbozo preca- Ho de un marco de lectura 0, si se prefiere, el disefio (tam- bién precario) de uno de los lugares desde los cuales es posible leer la novela de Pedro Orgambide Hacer la Améri a.’ Constituido en la encrucijada de la proximidad afectiva al tema y el reconocimiento de su recorrido literario, se revela como un lugar incbmodo y seguramente poco reco- mendable, cargado por demasiadas expectativas, por una sierta ansiedad, como si, parafraseando a Sarmiento, algo en Rosotros estuviera siempre en busca del imposible texto total capaz de vencer al monstruo que nos propone ese enigma Desde ese lugar, la frase “hecha del titulo resulta un Wamado cuajado de significaciones, una cita de miltiples referencias. Cita, por empezar, a otro titulo, a un homénk mo, el Hacer la America de Juan Marsal, que edit en 1969 13 1 Instituto Di Tella. Un homénimo que es su antitesis y su reverso: una no ficciOn, una historia de vida, la de un inmigrante espaiiol que fracasa en le Argentina y se vuelve & su pais pobre y enfermo. Cita la formula que sintetizaba el proyecto, o més bien la fantasia y el ensuefio del inmigran- te, Cita la descalificacion de exe ensuefio, que devino.acuss- cidn denigratoria de Ie codicia y Ia avidez por enrituecerse répidamente. Cita la imposibilidad del proyecto, y en ese sentido funciona irbnicamente, como un desmentido del ‘mito que enuncia. Hacer la América: version italianada, es decir, adecuada « estas latitudes, de la “quimera del oro”. Yel oro, esa quimera, esa alucinacion, abre el relato: “Eh, paisanos: ustedes ven lo que yo Yeo? Miren, miren! (.) No estoy loco. Es cierto, mamma,: el oro flota en el aire...” A partir de ese deliro inicial, el texto comienza a desplegar, 0 mejor dicho a acumular, entrecruzindolas, las historias de una galeria reconocible de personajes criollos Yy extranjeros cuya filiacion remite a la tradicion litera- ria en que se afirma, Trabaja sobre la historia con un conjunto heterogineo y miltiple de textos literarios, desde “la mancha temitica de Boedo” hasta el sainete y el teatro popular criollista, Entre los personajes, Ia peripecia va tramando una red complicada de relaciones. La primera de ellas reviste un cardcter paradigmético: el alucinado italian to que escapa del Hotel de Inmigrantes es recogido y ap=- drinado por un antiguo “gaucho malo”, ahora borgiana- ‘mente transformado en un sentencioso carrero de suburbio. La iniciacién consiste en el aprendizaje de la criolledad: bailar el tango, manejar el cuchillo, ira la milonga y Uegar a ser, é1 mismo, duefo de un carro adecuadamente provisto de'sus fileteos y de su inseripcidn. Como los Rubenes y las Rebecas de Gerchunoff: "Muy criollo el gringo, cré~ me”, Hacia el final de la novela, convertido en pionero de! cine nacional, leva a si viejo mentor a trabajar en los corralones donde filmaré Juan Moreira. En trayectorias anilogas, la joven judia terminara siendo actriz de sainete y el canillita gallego, bandoneonista y compositor de tangos, La galeria esti densamente poblada, y no sélo por inmigrantes: en el abigarrado mosaico emergen el gringo sofiador y el gringo materialista, el gallego cabeza dura, el judo meditativo, el alemén socialista, el catalan anarquista, el carrero, el payador, el poeta nacional, la prostituta redimida, la costurera provinciana, el viejo guerrero de la Independencia, el politico de comité y hasta el mismiximo presidente Yrigoyen, “el Hombre del Sur”. zimportan sus nombres? Se diria que no, ya que sus interioridades estin doblemente absorbidas pot lo exterior que les sucede (los ‘azarosos y enfiticamente subrayados encuentros y deser- ‘cuentros) y por su deliberada condicion arquetipica que los confina en su funcién de estereotipos portadores de los ras- 0s y conflictos que los definen, {Una epopeya andnima, entonces? Tal vez sea ésa una de las maneras posibles de contar la historia de la inmigra- cion, Y si asi fucra, es un mérito de Orgambide acerearse 3 ese mundo desde una perspectiva dispuesta a rescatar con humor, con ironia, pero siempre del lado de los de abajo, la dimension heroica de esa gesta de gentes oscuras, Yen esa perspectiva el trabajo y las luchas obreras no po- dian estar ausentes: huclgss, enfrentamientos, represion, son los episodios que acompafian ¢) relato de las primeras formas de organizacion sindical y politica orientadas por el anarquismo y el socialismo, La novela transcurre entre los shoe del Centenario y la Semana Trigica, y termina, como es de esperar, con algunas tragedias: la muerte del poeta a manos del escuadron de Seguridad, la muerte del judio a manos de las Guardias Blancas. Junto a las historias famili- rs y sentimentales, el trabajo y la politica, pero también las diversiones: el paseo de Julio, los bailes, bodas y car- navales; y ademas las polémicas literarias, el teatro, cl sai- nete, Ia poesia popular, la payada, el tango, el circo y el Sine, En este mundo Meno y bullente no falta nada ni ne ie, y escribir sobre la novela parece azrastrar a la escritu- 4 1a, como se ve, hacia el mismo principio acumulativo que la'satura: “.. supo que América comenzaba on esa calle de ‘casas de cambio, venta de monedas, cervecerias y comer- ios con articulos de mar. América comenzaba alli bajo ‘sus pies y no en los insultos de ese hijo de puta de capataz. ‘América con vendedores de barquillos, oficinistas con man- gas de lustrina, casas de compraventa, amuncios de cigarr- Nos, marineros, barberias y salones de lustrar”, ‘La acumulacién y Ia mezcla. Ese bried-brac urbano que condensa la imagen de América, condensa también la moda- lidad constructiva que rige la novela. Hay mezcla de voces y discursos; hay inclusion de poemas, carteles, anuncios ¥ panfletos: hay alusiones y citas literarias; hay parodia, intertextualidad y camavalizacion; hay apelacion a los g& neros menores, que aparecen discutidos y_ tematizados. Hay fragmentacion y altemancia de las historias que, como en los teleteatros, se descomponen en breves flashes, ence- denados en el montaje por la gravitacion de una palabra, de una oposicin, de una repeticién, de una semejanza Hay, por fin, un sentido festival de Ia vida ligado a las cele- braciones populares, momentos de méxima convergencia de os procedimientos que alcanzan n el relato un clima de- lirante: unas bodas pantagruélicas que son la remake su- burbana de las bodas de Camacho, unos camavales omits ticos que acaban en cuarésmica contricin. En suma, una serie de recursos prestigiados y ya prestigiosos, utilizados sin inocencia, con una deliberacién enfatizada por las fre- cuentes referencias al arte, a los géneros, al engafo y al espejo. Negacion de la ingenuidad: el arte, se nos dice, es ilusion, es ritual, es camaval y cs magia, Podria decime de Orgambide, por lo tanto, que escribe desde la proximidad afectiva y ¢1 conocimiento vivo de la historia y la literatura de la inmigraci6n. (Y habria que agregar, desde la experiencia del exilio, que lo mucve & proyectar esta operacion de rescate que es su serie de no- velas de la memoria. De ahi que Ia historia se desplace hacia adelante y hacia atris, en los recucrdos de los vie~ jos y en las premoniciones del Payador, que amalgaman todas las puebladas y todas las represiones, hasta incluir en ellas a la figura del autor.) Pero este lugar que encon- tribamos incdmodo para la lectura, se revela para él asom- brosamente comodo, y le permite orquestar con notable soltura la complicada materia con que construye el co- pioso fresco, apelando para ello a recursos y motivos cuya Taiz puede situarse en el cruce entre la matriz del sainete y la pottica de Marechal, ‘Una eleccion singularmente adecuada a la materia de la novela. Pero si es verdad que este cruce conduce al poeta Bardi auna muerte menos platonica que la de Adan Buenos ayres, no es menos cierto que ello no basta para garantizar Ja necesaria distancia critica, ess presion reflexiva sobre los, instramentos, que los desestabiliza y los arranca de su fun- ion convencional y convencionalizads. Por exo Hacer la ‘América no nos exime del conventillo ni de la Biblioteca Popular; alli nadie roba, ni mata, ni enloquece. Las familias, son armoniosas, los viejos rememoran cl pasado, los hijos se acriollan, Las dificultades de la lengua no son obsticu- lo para la comunicacion ni para cl trabajo. Hay huclgas y ‘a veoes hambre (no demasiada), pero hay prevision y soli- daridad. A veces asoma la codicia, pero nuncs la sordidez ni las traiciones. Ese universo sin opacidades nos brinds fallegos que son gallegos, italisnos que son italianos, obreros que son obreros, mujeres fieles o infieles por deft nicion. Nos prodiga lo mismo en lo otro, sin conseguir co- ocar io otro en lugar de lo mismo. El excesivo apego a la matriz de! sainete resulta insuficiente para atrapar la ver dadera diversidad de ese mundo que solo aparece diverso en. los procedimientos textuales, mientras que por debajo de la ‘multiplicidad de voces yla mezcla tragicomica se encuentran Ia conciliscion, la paz, Ia integracion, que podrian resumirse en el pasaje de un mito al otro: de “hacer la América” al crisol de razas”, De aqui provienen los agrados y las desazones que nos depara la novela. Entre los primeros, Ia fluidez del lenguaje, el humor, los regocijantes placeres del reconocimiento y la complicidad. Entre los segundos, la raina del efecto, la homogeneizacion de la histonia, Ia previsibilidad, el natura- lismo disfrazado. Escorzos En algunas de las novelas que se mencionaron al princi pio de estas notas la inmigracion también esta presente, aunque de un modo menos totalizador, imbricada en his- torias que transcurren por caminos menos transitados y ad- quiere, quizi por eso mismo, un sesgo inquietante, un aura de malestar que comparte, cn la dimension simbélica, con la carga conflictiva y Jas tensiones intemas de la narracion. En Cuerpo @ cuerpo,? la relacion con el anarquismo y el claro homenaje al grotesco (serie de los capitulos “Babi Jonia: de nuestro repertorio”) pone a la nota de la inmi- sraci6n en el registro violento, atravesado de zonas opa- as, con que una escritura retorcida y rota, por momen- tos eliptica hasta Jo ininteligible y por momentos sobre- saturada, arma el relato, En Nada que perder, > Reedson, el hijo del inmigran- te rojo y judio que acaba de morir, debe probar ante la justicia que Moisés y Mauricio Reedson fueron una misma persona; una cuestion de papeles, y, en rigor, una cuestion de identidad. El punto de partida es un dato nimio, reali ta, que forma parte del folklore de la inmigracin. ,Quién ‘RO conoce esos avataresen que empleados de migraciones o de oficinas civiles tradujeron o simplificaron nombres y ape- Lidos pronunciados en lenguas incomprensibles, y convirtie- ron a Biaggios en Santiagos, Myriams en Marias, 2 Mennin- ghers en Menin? Las visitas a los testigos inician una recupe- racion de la memoria: memoria de los antepasados y de las pervecucioncs en la ticrra de origen, de la trama de lealte- des tejida por el desarraigo, de las rupturas con la ley que fundan una ética de la no claudicacion, dnica herencia del hijo: “Un hombre, doctor que a los doce afios desist de ser el rabino més brillante de Lomza: comié cerdo te de los notables de la sinagoga y cllos —Dios sc de sus almas— lo excomulgaron”. Reflexiond un agreed: “Siempre lo excomulgaron, ann los que sus camaradas, porque amaba a la verded més que a la vida”, Identidad e identificacion: esa herencia, a la vez fuerte y precaria, vuelve al motivo inicial Cuando la vie- ja amiga de sa padre muere en los Estados Unidos, Reed- son recibe una carta con una pregunta: “zQuién es usted para que Raquel haya corrido con su nombre, Reedson, en los labios, al encuentro de la muerte?”. Y &sa es 1a pregunta que cierra la novela, —Cuando salia de noche a mirar el campo —contaba una vieja inmigrante siciliana— me preguntaba: por qué me ha- bran traido a esta oscuridad y a este silencio? Habfa venido a los quince aflos, y su recuerdo idealizado de Sicilia borra- tba el hambre y Ia miseria. Quedaban el color de las casas pintadas, el paesino piccolo donde por las noches era post ble reunirse con los vecinos y la parentela, tener un minimo de vida comunitaria. En Le busca del jardin,de Héctor Bian- ciotti,uns abucla mitica y grotesca trac esa misma reminis- cencia rebelde y nostilgica de paraiso perdido a la lanura polvorienta de la pampa gringa, supuesto vergel de quienes sélo conocen el lado pintoresco de la vida campesina. Esta excelente novela poco conocida entre nosotros fue escrita Por un argentino que vive desde hace treinta afios en Euro- pa, Habla de la inmigracién desde los recuerdos opresivos de la infancia campesina, desde ese lado oscuro de la luna silenciado en idilios bucdlicos que repiten Iugonianamente una saga tranquilizadora y triunfalista, Lemos: “A veces, al decir ‘las colinas’ 1a abuela se callaba y suspiraban las mujeres. Luego, tras un momento, venian las vicisitudes de la travesia y del desembarco, la concesién de tierras virge- nes (expresion fabulosa que atravesaban tigres y lobos, ani- males aproximadamente imaginados ya que eran los apela- tivos, impropios, de los perros domésticos) y las intermi nables jornadas de inviemo, de sol a sol, detris del arado y del buéy que abrian por vez primera el suelo de América ¥ las Pinottas y Mariellas, con el cuerpo dilatado y los micmbros sueltos sobre las sillas bajas, las Giuseppas y Be- niaminas que acaso no sabfan considerar sus propias penas, ya en uns especie de mis allé atontado, escuchaban atentas, con algo de mulas sofiadoras y casi felices, porque la po- bre leyenda, la oscura epopeya que brotaba de la boca si- mida era la de cada una y, como ellas, anénima”, Esa “oscura epopeya” se interioriza y deja su marca in- deleble en el nifio que escucha fascinado la menci6n de las colinas y la misica de La Traviata en el gram@fono de la abuela —Iujos del paisaje y la cultura de un mundo ausente en la desolada planicie—. Junto a la fascinacion por lo desco- nocido, entrevisto en los relatos y en las imagines de unas pocas revistas ilustradas, el nifio padece el horror de lo co- nocido: el mutismo y las explosiones de cblera del padre autoritario, los cuerpos deformados por el trabajo incesan- te, los suicidios del primo Alcides y de la tia Marta, las ten- a5 separaciones y los imposibles reencuentros familiares. Habri que huir de todo eso, ser otro, encontrar el jardin: volver a Europa, Pero en este texto elusivo y fragmentario, ‘que compone la historia y alcanza la belleza trabajando so- bre rifagas de recuerdos dispersos y pequefios detalles, el hijo del inmigrante dibuja la figura inestable de un nuevo Ulises, convertido él también, como su padre y su abucla, en un inmigrante, condenado a errar entre dos Itacas; ¥ ninguna de las dos podré ser, en definitiva, su patria, delan- apiade 1 Pedro Orgambide, Hacer le América, Bruguera, Buenos Aizes, 1984. 2 David Vitias, Cuerpo « cuerpo, Siglo XI, México, 1980. 2 Andrés Rivera, Nede que perder, Centro Editor de América La- tina, Buenos Aires, 1982. 15 Susana Zanetti NO ES OLVIDO “E ran las 15'y 15, Don Pedro lleg6, como de costum- bre, al minuto, Antes de sentarse a mi lado, colocd su sombrero en la repisa del tren, Me dijo: “;Quiere que co- Toque el suyo?’, Y la accion siguié ala palabra, Tomé asien- to tranquilamente. *;Como le va?” le pregunté. Entonces se lev a la frente el dorso de la mano diestra semicerrada y se desplomé a milado...”. Este aio se celebraron muchos y muy diversos homens- jes en Buenos Aires. Quisiera sumar uno a Pedro Henriquez Urefia. Si bien comencé citando el relato que hizo de su muerte Augusto Cortina —quizés para conjurar de entrada esa muerte en la que se condensaron tan nidamente lo oca- sional y lo promiscuo-, el recuerdo es por el centenario de su nacimiento, No es la mera visita al rincbn provinciano, ya sin vigencia —de alli la alusion del titulo de esta nota al poema de Nicanor Parra. En Argentina, por lo menos, la labor de Henriquez Urefia sobre la literatura y la cultura Intinoamericana sefiala ain caminos sin cumplir y reflexio- nes de insoslayable actualidad En la vigorosa trama de sus dias, cargados de nostalgia, de entusiasmo y de necesidades, se recorta, de inmediato, la coherencia de su proyecto. Asombra, enseguida, el cau- dal de su saber, mis alld de lo estrictamente espafiol e his- panoamericano, Y se impone, al mismo tiempo, Ia claridad y sencillez de sus textos, ajenos en absoluto al lenguaje téc- nico sofisticado y a la erudicin pedante, El critico —el especialista, el profesor— debia incidir en la formacion del piblico, en la educacién y en la distribucion de la cul- tura. ¥ en este campo operaba a partir de una propuesta también muy clara: “No nos deslumbre el poder ajeno: el poder es siempre efimero, Ensanchemos el campo espiri tual: demos el alfabeto a todos los hombres; demos a cada uno los instruments mejores para trabajar en bien de 16 todos; esforcémonos por acercamos a la justicia social y ala libertad verdadera; avancemos, en fin, hacia nuestra utopia”, “El ideal de justicia esta antes que el ideal de cul tura: es superior el hombre apasionado de justicia al que solo aspira a su propia perfeccion intelectual.”"" Fue lector voraz inclinado a la critica literaria desde chico: a los once aios apenas hace una antologia de la poe sia Lirica dominicana con su hermano Max. Su temprana formacin musical le dio ademés un instrumento valioso pars la conerecion de su proyecto totalizador en el stu io de la cultura latinoamericana (eft. por ejemplo st documentado estudio sobre “Masica popular de América” 1929, ed. 1929-30). A contrapelo —y con reservas— tam- bién colabord su pronta familiaridad con el exilio, el de su padre primero y luego el propio. Vivio en Haiti, Cubs, Mé xico, Estados Unidos, Espaila y Argentina, interviniendo de manera muy directa, y desigual, en la vida cultural de e808 paises. La revision de su papel y de los alcances de esa actividad —cumplida por un extranjero— proporcionaria tun interesante Angulo de confrontacion de los respectivos campos culturales nacionales y de sus relaciones interame ieanas. Evidentemente hay que tener a la mano para ello, las memonas de Henriquez Urefia y una recopilacién exhaustive de sus carlas, pues parecen muy pocas las in cluidas en las Obras completas,* Las reservas son obvias: juez Urea debid realizar sus investigaciones en buene medida privado de una biblioteca personal, de sus archivos, y adecuarse cada ver a las posibilidades de trabajo. Mis de diez afos pasb en México (1906/1914, 1921/24). Periodista, empleado de una compaiia de seguros, prof sor de la UNAM. La amistad entranable con Alfonso Re- yes. Una intensa actividad intelectual, Con Alfonso Reyes concreta la primera edicidn mexicana de Ariel. La lectu- ra que en la adolescencia hace de Rodd incidira en su con- cepcion espiritual del destino americano, a partir del recha- z0 de lo econdmico y material como Gnico parimetro para valorar una cWvilizacién, euyo modelo primordial era Esta- dos Unidos. Rod® partciera marcar también el particular peso que da a los ensayistas cn la literatura latinoamerica- na: “En el manual de Coester, respetable por el largo es- fucrzo que representa, nadie discemniré si merece mis atencibn el egregio historiador Justo Sierra que el fabulis- ta Rosas Moreno, o si es mayor la significacion de Rodd que la de s2 amigo Samuel Blixin, Hace falta poner en circu lacion tablas de valores: nombres centrales y libros de lee- ‘tura_indispensables. La historia literaria de la América espatiola debe escribirse alrededor de unos cuantos nom- bres centrales: Bello, Sarmiento, Montalvo, Marti, Dario, Rods”? Junto a A. Caso, A. Reyes, J. Acevedo, ete, participa en la fundacion del Ateneo de la Juventud (1909), de tan- to pewo en la formacion del pensamiento antipositivista, Interviene en la redacci6n de la formidable Antologia del Centenario (1910), en la conerecion de la Universidad Popular de México (1912), asi como en la organizacion de la biblioteca latinoamericana que funda Vasconcelos en 1923 siendo secretario, de Educacion Pablica, y propicia la ereacion de la Escuela de Altos Estudios cuando €3 pro- fesor de la UNAM (1921/23), En los primeros aos de la década del diez inicia con Al- fonso Reyes la revaloracion de Géngora, significativa res ecto de las actualizaciones de las vanguardias de los vein- te, Se muestran ya desplegados en esta ctapa los conte- nidos de su funcidn como intelectual. La revision del pass- do que resignifica la tradiciOn literaria, la batalla por rea- lizar las rupturas necesarias para echar las bases del futuro de las sociedades americanas, la prioridad que otorga a la ampliacion de la educacion y a la institucionalizacion de los estudios especializados, sin desatender la implementa- cién de medios para quebrar el aislamiento y la incomuni- cacibn interamericana, base imprescindible de toda inda- gacion de la propia cultura. En Estados Unidos (1901/04, 1914/21, 1940/21) es fundamentalmente profesor de espaiiol y de literatura c= aitola y latinoamericana. Alli se doctora en filosoffa con luna tesis sobre La versificacion irregular en la poesia cas tellana (1918, ed. 1920), punto de partida de estudios im- portantes sobre métrica y ritmos, bagaje que le posibilita mis tarde precisar autorizadamente los aportes del moder- nismo al respecto y el papel que agudamente ya habia asig- nado a Rubén Dario (“Al morir Rubén Dario pierde la len- ‘gia castellana su mayor poeta de hoy, en valor absoluto y en significacion historica. Ninguno, desde 1a época de Gon- gora y Quevedo, ejercid influcncia comparable, en poder re- novador, a la de Dario. ... En el orden de la versificacion, Rubén Dario es Gnico; es el poeta que dominé mayor va- Hiedad de metros. Los poetas castellanos de los cuatro siglos ‘iltimos, en Espafa y en América, aun cuando ensayaron formas diversas, dominaban de hecho muy pocas, eran los. mis, poetas de endecasilabos y de octosilabos.”)* Sus investigaciones de estos afios le permiten ir definien- do, documentadamente, la originalidad hispanoamericana ¥y Su hugar en elcontexto de la cultura espafiola. Entre otros interesan sus estudios sobre cl espafiol de" América, perspec- ‘iva adecuada para encarar las cuestiones de dependencia. cultural, que revisa desde el momento mismo de la legada del europeo,, Se destacan su discusion sobre “El supuesto andalucismo en América”, las investigaciones lexicales ~en- tre ellas Ja de caribe-canibal, de especial significacion para cl anilisis del imaginario europeo sobre este continente-, y sobre todo la labor que mis tarde cumple en la publica- sion de la Biblioteca de Dialectologia del Instituto de Filo- logia de Buenos Aires, en la cual aparceen muchos de sus trabajos? En la misma perspectiva se ubica su interés en el estu- ‘dio del pasado colonial —llevando adelante esa recomenda- cidn a Sanchez Reulet de 1936: “... lo interesante para es- tudiar no es la semejanza: es la divergencia.”. ‘que importan sus atinades “Apuntaciones sobre iz novela en América”, sus estudios sobre teatro, tanto como sus consideraciones acerca de Alarcin, sor Juana y el barroco, también significatives en cuanto 2 las valoraciones de las vanguardias estéticas. Mis tarde realiza on Estados Unidos otro trabajo de en- vergadura, uno de sus més valiosos legados. Invitado por la Universidad de Harvard dicta en el Fogg Museum of Art tuna serie de conferencias sobre literatura latinoamerica- nna durante el aiio académico 1940/41. Las dicta en inglés y se editan en 1945, Su traduccion espafiola constituye Las corrientes literarias en la América Hispénica (1949). Henriquez Urea concreta alli una sintesis realmente magistral, todavia no superade en su estructuracion y en muchos de sus juicios, Sigue siendo un necesario punto de artida para las propuestas que hoy se intentan llevar a ‘cabo sobre una periodizacién especificamente latinoame- ricana de nuestra literatura. La concepeion es totalizante, globalizadora: no se tr ta del recorrido a saltitos (‘“metonimico”) de pais a pais, Entiende ta historia literaria como una compleja red de re- laciones de contextos historicos, sociales, linglisticos, cul turales, que deben organizarse atendiendo a los diversos estratos ¥ a sus interrelaciones con las literaturas de otros Ambitos y con el arte en general. Quizés la obra fue también posible porque Henriquez Urefia no sometid su proyecto ni al esquemitico estudio de fuentes, ni a la “pantufla filo- Vogica”, ni a la estilistica entonces triunfante. Plantea el desarrollo de nuestra historia literaria como una basqueds que le otorga sentido ditimo: “la busca de nuestra expresion”, que venia meditando desde la década del veinte como vertebradora de Hispanoamérica, expues ta cn “La utopia de América” (1922), “El descontento ¥ Ia promesa” (1926) y en los otros trabajos recopilados en Seis ensayos en busca de nuestra expresion (1928). Esta busca se describe a partir de su conviccion de que “el ‘gran problema de la América Hispénica fue, y lo es todavia, ‘el de su integracion social”? y de que la integracién cultu- ral €3 en nosotros el resultado de una experiencia dind- mica y particular de mestizaje, Las Corrientes no avanzan casi més alld del postmoder- rnismo, aunque espigando en las notas sobre todo se pueden ) EL segundo tema se desprende del anterior: una crlti- ea auténtica del autoritarismo que no sea reduccionista 1o pasa por una inversion de la problematica del Qué ha- cer? sino por su abandono liso y llano. Aquellos tipos dis. fintos de interaccion son el sustrato de pricticas sociales de niveles diferentes, con reglas, estilos y modos de insti- tucionalizacion que ies son propios, El sentido es siempr> propiedad de estas practicas y por es0 no puede ser inven tado o impuesto desde afuera: ni los totalitarismos se han revelado capsces de subsumir en un discus dinico los mil- tiples significados interubjetivos que asi se generan, por més que los mutilen 0 que los condenen temporariamente al silencio. En lo que aqui més interesa, ni el esquema del ¢Qué hacer? ni sa inversion han advertido hasta donde exis te una discontinuidad necesaria entre las agendas y formas 28 de comunicacién de los partidos, de los sindicatos y de los movimientos de base. Sin duda, estos niveles deben ser atticulados entre si; pero solo seri adecuada y eficaz una articulacion que admita (y que respete) la especificidad de cada uno. Y se trata de una tarea indispensable justamente porque los diversos niveles no pueden suprimirse a volun tad: el primer anarquiemo argentino, por ejemplo, se trans formé en anarco-sindicalismo orginico pero quedé final- mente condenado a la ineficacia politica por su rechazo del nivel partido; y, més recientemente, ¢! saludable anti- vanguardismo del movimiento brasileiio de las comunida- es de base ha desembocado en un repudio de la politica que, en los hechos, acaba entregandole este espacio a la Iglesia Catélica (cf. Desvios, 1982: 66). Por lo demés, esta misma irreductiblided de las diferencias hace incon. cebible un proyecto genuinamente socialista que no se fande en el plurelismo y en un grado considerable de des- centralizacion de las decisiones, Falta aftadir que 1a multipticidad de las practicas provo- a desarrollos desiguales ~y, a menudo, inconmensurables— 4e lor niveles, lo que cuestiona cualquier imagen preconce- bida de las jerarquias; y esto vale tanto para los partidos co- mo para los sindicatos 0 las organizaciones de base. Por 80 seftalaba hace unos aio Claudin que el propio esque- ma oxganizetive de Lenin puede ser o no “blanquista” segiin €] contexto en que se inscriba (Si antes puse cui Gado en referirme al ;Qué hacer? es porque los anilisis del propio Lenin fueron variando de énfasis conforme cambia- ‘ba Is situacion, como lo revela el papel central que le atri- ‘buy6 2 le creatividad de las masas en £/ Estado y la revolu- cion. De cualquier manera, la logica de las semejanzas que satura su obra hizo que este reconocimiento fuera abstrac- 10 y, finalmente, transizono.) 2. La cuestion de la democracia La crisis de las dictaduras militares del cono sur ha coincidido con un marcado proceso de valorizacién de la democracia por parte de amplios sectores de izquiorda: y esto ha alimentado algunas confusiones que conviene des- pejar. Porque. en buenos principio, to que ahora esta en Juego en nuestros paises no es el restablecimiento de una Jemocracia genuina, que nunca existid, sino de un siste- ma de gobierno representativo. ‘Sucede que una cota es concebir a Ia democracia como un método para la formulacion y toma de decisiones en cl ambito estatal; y otra bien distinta imaginarla como una forma de vida, como un modo cotidiano de relacion entre hombres y mujeres que orienta y que regala al conjunto de las actividades de una comunidad. Estoy aludiendo, en los términos ya clisicos de Burdeau, al contraste entre una democracia gobernada y una democracia gobernante, ¢s decir, genuina. En cl primer caso, la participacion popu- lar tiene reservado un papel secundario y bisicamente defensivo: de manera periédica, la ley convoca al pueblo para que decida cual de las minorias potencialmente diri- gentes debe gobemarlo; y, una vez cumplido este acto, lo disuelve como tal. (Por es0 tiene razon Kelsen cuando sox tiene, desde esta perspectiva, que el pueblo es una pura creacion dg la ley.) Diferente €5 el caso de ta democra- cia gobernante, que busca maximizar la participacién dire 4 uel pueblo en la formulacion de politicas y en la toma de decisiones y no exclusivamente en la eleccién de quienes van a tener a su cargo estas tareas Sin duda, el objetivo del socialismo.es instaurar una de- mocracia gobemante, que no otra cosa significa la sociali- zacién de los medios de produccion y de decision, Pero esto ‘exige por lo menos dos aclaraciones, para que una utopia conereta no se convierta en una utopia abstracta que sir- va de cobertura a nuevos sistemas de dominacion. a) Una moderna democracia socialista no sélo no puede 24 negar sino que debe incluir necesariamente formas represen- tativas, Como se sabe, la democracia directa que imaging Rousseau estaba basada en Ia igualdad y en la independen- cia econdmicas de una sociedad de pequefios propietarios urales y debia operar en el espacio restringido de la ciu- dad-estado. Obviamente, estos supuestos son inaplicables a Ia complejidad ireductible de las actuales sociedades industrializadas (0 semiindustrializadas), que reclama mo- dos diversos de representacion y, también, mecanismos eficientes de control de los representantes. Esto dicho, de aqui no se sigue que haya que abandonar el niicleo orig nal de la idea rousseauniana, como quieren los tedricos de la democracia gobernada. Pero actualizario en las nuevas condiciones obliga ante todo a reconceptualizar la politi- 6a, que no pucde agotarse ya en el lugar por excelencia de la Tepresentacion que es el ambito estatal: ahora se trata de democratizar los sistemas de autoridad en todas las éreas, de la vida, respetando sus caracteristicas propias, lo que se vuelve a Ja vez un requisito imprescindible para una repre- sentacién auténtica y responsable. b) Este replanteo permite salir al crice de uno de los mayo- res argumentos de los teéricos de la democracia gobernada, esto es, que los ideales participatorios del socialismo no to- man en cuenta el bajo interés por la politica que manifies- ta en todas partes la mayoria de 1a poblacién. Es una ma- nera de teorizar acriticamente sobre el statu quo que 3° quiere proteger (cf. Pateman, 1970: 15). Porque, contraria mente a To que ensefian los’ manuales de instruccion civi- 3, la educacién demoeritica no puede ser un dato previo a la participacién sino su consecuencia: s6lo a través de una ‘participacion real, entendida en sentido amplio, es posible que el pueblo haga el aprendizaje efectiv de su autonomia, ‘gane confianza en sus fuerzas y adquiera control sobre ei ‘curso de su vida y de las circunstancias que la condicionan. Desde iuego, en esto no hay Sptimos absolutos sino siempre relativor; y es un recurso polémico demasiado ficil apelar 2 Ia invisbilidad de tos primeros para oponerse a la realiza- ‘ign de Jos segundos: luchar por una democracia gobeman- ‘te no implica un retomo idilico al viejo paradigma de la de- ‘moctacia directa ai tampoco instalarse en una vision racio- aalista del homo politicus —cuya desembocadura natural eel modelo del discurso imico que antes critiqué~ Supo- ne, en cambio, hacer mérito de la cvidencia empfrica acu- mulada, que muestra que hay una relacion directa entre a pasticipacion y el sentido de la propia eficacia politica; ¥ que esta iiltima se desarrolla mediante la intervencion activa en los més diversos campos de decisiones, entre los ccales el lugar de trabajo “es probablemeate Estrenado en octubre de 1984 en el Musco Municipal de Bell Artes Castagnino, Rosario. + Cartas de Amor, Texto pertencciente a “Habla Vaca” y a ‘amor constante mis alli de la Muerto". En aquél, Taborda y Guia- set hacian las veces de Irene y Carlitos. ‘en ef café los vidrios empafados un orofo caliente 5 demasiado hiimedo la méquina express canta si can to desafinado ¥ tonoro lax mesar de aqui y de alld se desesperan en un implicito truco todos mienten sin cortas en le mano y més allé del vidrio log co lectivos Ios 20mros grises borborones de arua surg fen de las veredas como esas pelicules en Londres 1 (0s taxis Una muchacha se pasca vacios ¢s muy poce le plete en st bieicleta azul los jubtlados se apr ‘etujan ¢ cl pelo le a0 ontra Les puertas del Banc ‘tert f sobre ba expalda iste este mundo carajo asta lo cuando echa fa cabeza s policias andan ca bichojos hacia atras no hay robox mi muertes hay’ 36, lo trem y_ pedalea ends éndolencis pero cuando ell « pusa t pedalea odo parece un poco més claro es ne mert se somric spenas ¢ saber que esté ahi gun (Or metr truco os apenas aunque s4 sonrisa tenga o Igo deb quiero te urlo y ol amor sea solo de este lado se puede ser un poco feltz por to menos le bi tleleta. 3 pierde entre el humo y los carteles 34 fespalda no ex mas que un recuerdo un poco triste w 1h poco amargo estaba ahi noms no haberle dicho "Y feni charlemos sentate un poco” es otra biciclete @ hhora ex un cartero en si bolsa tiene bodas nacimie tox y muertes (Taborde) 2 ella le bastabe con to ronrita aunque lax rucdes » el nedaleo sean los mt mos. 5 Crénica de un envenenamiento. Texto de cierre de “Amor cons- 32 ‘ante mas alla de Ja Muerte, También puede verse en “Artigas al- ‘guna palabra”. caso y acoso ¥ ocas0. Lo euento porque yo llevobo luna vide desepercibida mo pienso lever luna muerte desepercimuerta Pero quien, como, cudnto ¥ que dio: Sie tridnguto dela gulo angule ef éngulo de lz anguta, Ie anguile angula el éngulo at trignpulo de las Bermudas Yoasi fue que le ula me exiresmguld, comio-@ una anguite de Angols le hinchada de Boca ‘cuando se desboea. ¥ ahora la recuerdo a mi mujer, ‘que siga viva pero vtude, Sl pero vir, bore, pero vieedirectore. No obstante yo la amabe tanto, (que la hubiere metodo. Tan perfecta era, que me dabe téstima. ¥ mi mujer, ‘que pera los vecinos ere de su casa devote de ta virgen y educadite, ‘me envenend con un caldo de apio, acelge, zenghoria ¥ puerro ‘que a mi, me parecié 2 punto no 2 lacoma: ‘al quion no al paréntests: ‘ele negrite, pero jamais ala corchea, ‘Oh, Neruda! Ok, Kempes! ‘Oh, Pascal! No ela vez, . gino lo vers. ¥ aunque siempre, munca, Y aunque jamas, tempoco. Porque equella sopa me he puesto los ofos ‘mds rofos que un cerrojo. HISTORIA Y PSICOANALISIS HUGO VEZZETTI Roland Jaccard (director), Historia del Psicoandiisis, Vol. 1, Buenos Aires, Granica, 1984. “Yo no soy ni un verdadero hom: bre de cieneis ni un experimentador, Ini un pensador (entendamos: ¥0 nO toy. principalmente exto), $0 no 20 més que un conquistador fen espa Tol en el orignal) un explorador con toda ta curiosidad, te cudacia ¥ ie tenacided que caracterzan a esta ase de hombres. S. Freud N: el menor de los méritos de esta reconstruccién colectiva,rea- lizada bajo la dieceién de Roland Jac- card, el mantener abierta y viva esa aversion de Freud a hacer de su obra un sistema, Hay mas de un psicoandli- sis y Freud se dice de diversas maneras; tal es la primera constatacién que sur ge de los trabajos —de méritos desigua- les que integran este volumen. El pricoanilisis va a eumplir pronto lo, desde el comienzo de esa obs- tinada investigacin de ls formaciones del inconsciente, que el propio Freud situé miticamente el 24 de julio de 1895, cuando "se le revel... el enigma de los suenos"? El camino que reco- rrié su creador muestra bien la tenaci- dad y la imaginacin de un investiga dor capaz de dejarse sorprender por los hechos, y que no renuncia a las complicaciones de interrogar preci- samente# los menos tipicos. Un reso ‘te esencial de la fecundidad del psicoa- tal como Freud lo encamné, reside precisamente en ese respeto maximo por el hecho aislado y en el esfuereo por teoriarlo —e incluso ima ginarlo~ sin excluir los tanteos propios de un “discurri” que se reabre ince santemente Importa destacarlo, justament porque es en esa condicién fundamen- fal de los textos freudianos donde se ‘firma la plena legitimidad de esta em- Presa que los rescata desde una historia multiplicada. Y no es desdeftable el efecto renovador que ofrecen algunas de sus perspectivas, mis bien excén: cas respecto de las representaciones ue los propios psicoanalistas (comen- zando por Freud) aportaron a una his- toria “oficial”, menos preocupada por reconstruir una trama diversificada, que por fundar una tradicién que le- aitimara la administracién corporativa de 1a herencia recibida del maestro vie- nés. Sea atendiendo a los origenes “neu. rol6gicos”, 0 a su relacién con la litera- tura o con Ia sociedad vienesa: interro- gando a Freud desde Ia filosofia o a través de una secuencia de sus “descu: brimientos”, lo que se descubre es que se abren otfas historias en cuanto el psicoanilisis mismo, con la solidez pro- pia de su institucionalizacién exitosa, deja el centro de la escena, Ante todo, corresponde ubicar en su justa medida lo que recibe de unos nes" que no se limitan a Char cot, la neurologia y las téenicas de su gestion hipnstica, y que entronean con los temas mayores del inconscien. te, bajo la influencia de Eduard von Hartmann y de Ia sexualidad “des cubierta” en el discurso de un Ha- velock Ellis. Y si bien el texto de Alain de Mijolla (Los origenes de la réctica psicoanalitica”) no aleanza a desplegar la problemética abierta en toro de la histeria, la hipnosis, Ia su- gestion y la psicoterapia, basta para afectar la imagen difundida de un Freud creando su mundo de Ia nada, Precisién que importa, no para redu- cir la dimension original de sus inno: vaciones sino para detimitarlas y arti- cularlas con otras historias (de la psico: terapia, por ejemplo) que dentro o fue ra del “campo psicoanalitico” insisten con sus propias matrices y valores. Co- nocer en particular esas historias, co- mo algo distinto que la antitesis de un psicoanillisis que estaria depurado de LIBROS todo lo anterior, es cuanto menos una condicin —diria Freud para ito repe- tirlas. Si el sintoma como significante, desde 1a clinica particular que funda el psicoanilisis, abre el espacio deci- sivo de Ia investigacién freudiana, con- tinuado en el suelo, el acto fallido, el chiste, no es menos segura una relacién original con Ia literatura (Iacques le Rider, “Freud y la literatura”). Freud se sorprende: sus historias clinicas se een como novelas y se le aparecen bien distantes del “género cientitfico”. No es dificil advertir el deseo detcds de la perplejidad. Por otra parte, desde Ja nocion de “catarsis” (de la Poética de Aristoteles) hasta el procedimiento de la “asociacién libre”, hay mucho en la concepeidn de la cura que exhibe su deuda no sélo con temas sino incluso con cuestiones de técnica literaria Es facil, entonces, ubicar a la cura ‘en el marco de una escrinura, en la me- dida en que desde el comienzo es con- cebida, como “reconexién asociativi © “relleno de las lagunas mnémicas”, como un modo propiamente narrative segiin el cual el analizante reescribe en los huecos de un texto interminable. Por otra parte, en la coexistencia misma de los trabajos aqui reunidos es visible la tensién entre el modelo lite- ratio y la resuelta adscripcién de Freud a los valores de la ciencia. Por un lado, la neurologia y la ciencia experimen- tal del Esbozo de una psicologia cien- tifiea, por otro La interpretacién de los suenos, plagada de referencias que brotan de un didlogo ininterrumpido con los textos que lo acompatiaron siempre; 1a Biblia, la mitologéa y la tra- gedia griegas, Shakespeare. Menos amable fue la relacién de Freud con Ia filosofia, al menos por el tenor de sus declaraciones. Es bien conocida su discrepancia con las pre- tensiones mismas de una racionalidad filosofica a la que denunciaba como tuna presuncién de saber absoluto; asi como su rechazo a coneebir al psico- anilisis como una Weltanschawing. ‘Sin embargo, Paul-Laurent Assoun (Los fundamentos filoséficos del psi- coandlisis") se empefia en hacer pasar a Freud por un epigono de las “filoso- fias del instinto” que van de Schopen- hauer a Nietzsche, en una tarea que el mismo artjculo contribuye a dispersar, alli donde deja de lado el intento de buscar referentes filosbficos genéricos de la obra freudiana en autores 0 siste- mas, En ese sentido, y mds alld del du- 33 doso acierto de la denominacién que acufia —“las apuestas filosSficas del Psicoanilisis”~ en cuanto repasa el re- pertorio de problemas que desde el psicoandlisis impactan temas filosbfi- cos, produce las mejores sugerencias del articulo: el inconsciente y la repre- sentacién, la pulsién, el cuerpo y el sentido, la memoria y la inscripcioa, Ia cuestién de lo real: sujeto y objeto. Resulta de particular interés ¢1 mo- do de abordar Ia renovacién freudiana del tema de la memoria, que excede toda psicologia para coincidir con el centro de ese fundamento problemdti- co en el que los hombres se constitu- yen y se reconocen como tales, a par- tir de un pasado actuante y particular; retencién y a la ver reactualizacién de huellas que est4 no sélo en la base de la teoria psicoanalitica de la repre- sién, sino que es el suelo mismo de to- da ‘historia, personal colectivs Con “Freud y la sociedad vienesa’ el propio Roland Jaccard incursions fen un campo que casi no ha merecido atencién por parte de los historiado- res del psicoandlisis. Ante todo, lla- ma Ja atencién la ausencia de una men- cin explicita de trabajos que son ya imprescindibles para analizar la s0- ciedad y Ia cultura vienesas, como los de Carl Schorske y Janik y Toulmin ? De cualquier modo, la cuestion queda bien planteada: qué debe Freud a su época, a su cultura y, sobre todo, a su ciudad, en la que vivio 78 aftos? En las referencias que Viena le merecié no aparecen més que reproches, y no esa de proclamarle un odio personal mientras reserva para su. suelo natal, en Moravia, un afecto catrafiable. No obstante, més allé de los esfuer- 120s de Freud para afirmarse en su “ais- lamiento” solitario, es dificil ignorar la cuestién planteada por las influencias recibidas de una “revolucién cultural vienesa” (la expresién es de Jaceard) protagonizada, entre otros, por Witt- genstein, Schnitzler, Karl Kraus, Hof- mannsthal; por Mahler y Schénberg en el terreno de la mésica © por los impulsores de una revolucién estéti- ca.en Ia pintura y In arquitectura bien afirmada en los primeros afios del si- glo. Problema bien situado, que perma- rece abierto y disponible para un ané- lisis mas preciso, con los eriterios pro- pios de la historia de las ideas. Finalmente, esta diversificacién de enfoques sobre Freud y su obra (que incluye otros articulos no menciona- dos aqui) viene a superar Ia ilusion del “descubrimiento” concebido como de- finitiva revelacién de una realidad ya dada y simplemente ignorada hasta a entonces. En ese sentido ¢s dificil no relacionar esa idea de conquista* con tuna nocién bien repetida en Ia obra freudiana: mabajo. Como correlato al- 20 debe ser producido; quiz eso que Freud ofrece a través de una pardbola ¥y une identificacién, en el surco abier- to por Copémico y Darwin La inno- vacién psicoanalitica consistirfa no tanto en descubrir las resistencias co- mo en provocarlas, precisamente alli donde afecta ese “narcisismo” (que equivale, para Freud, en el nivel colec- tivo, al “amor propio de la Humani- dad") que resiste la humillacién de saber que no es el amo de su propia morada, Entre el riesgo del encierro sobre si mismo y la tentacién de perder- se irremediablemente en otros campos; entre las tecnologias de la salud men- tal y Ia asimilacin a las formas “mo- dernas” de la cultura letrada, el psi- ‘coandlisis expone su precaria identi- dad. Razén de més para indagar en la historia transcurrida, desde aquellos origenes que amenazaban con “pertur- bar el suefio del mundo”. } “Por momentos siento agitarse en mi impulos hacia una sintesis; pero me cuido de mantenerlos dominados”, S. Freud, “Car ta a Fliess” N° 133, 16/4/1900, Obras Com- lets, Madi, Biblintece Noev, 1968, 2 Carta a Fliess N° 137, 12/6/1900, i 1, 864, > Carl E, Schorske, Viene findesiécle, Barcelona, Gustavo Gil, 1981. A. Janik y S, Toulmin, La Viena de Witt. enszein, Madrid, Taurus, 1974, 4 “Sobre la conquista del fuego" (1932), id, II, 67, enuncia bien el caricter trans. ieslvo de esa imagen de “conquistador” a Ia que Freud aspira. “Una dificultad del psicoandlisis™ 9 Masts Nao 158 UNA NOVELA DE LA DISTANCIA Beatriz Sarlo Rodolfo Rabanal, El pasajero, Buc- nos Aires, Emecé, 1984, 233 pags. Lapartado, En otra parte y El pa- ‘sajero son tres de los cuatro libros publicados por Rodolfo Rabanal. Me llama Ia atencién el hecho de que estos titulos reiteren Ia idea de excentrici- dad y desplazamiento y cada uno de ellos la represente a su modo: el mar- sxinal becketiano, la mirada arrojada sobre una sociedad extrafia, el escri- tor tratando de entender un mundo que se le escapa, En esta altima no- vela, ia condicién de extranjero que es- 16 precisamente de paso define al personajé que toma la voz central del relato. en primera persona. Se trata de Pablo Morén, escritor y miembro de un programa para escritores llege- dos de todas partes a una pequenia ciudad norteamericana. La novela es el encuentro transitorio de esos hom- bres, que van @ compartir durante al- ‘gunos meses las actividades del progra- ma y la vida en un edificio, el May- flower, nombre del barco que evs a Jos peregrinos pobladores de los prime- ros estados norteamericanos. Estos ¢3- critores son, entonces,pasajeros de un arco cuya legada a las costas ameri- canas, hace varios siglos, significé la fundacion de la cultura que ellos, hoy, ‘contemplan, mis o menos perplejos desde afuera. Si en el Mayflower de los founding fathers se habian tras- portado las certezas de la religion, de fa moral y de una forma de vida, en cl Mayflower de estos pasajeros, las certezas estin completamente ausen- tes. Y este quizis sea uno de los ele- mentos fascinantes de la novela, Algien dice, reflexionando sobre la posibilidad del arte: “jCémo po- driamos llevar adelante un ejercicio cuyo propisito és tan sélo lo imagi- nario?”, Precisamente, este propésito ‘casi imposible es el de los pasajeros. Morn no esta seguro si escribird una novela, un ensayo, si intentard “sen- cillamente producir algo, o producir- me yo mismo mediante la producci6n de algo”. Termina entregando un in- forme, cuyo contenido desconoce- mos, destinado posiblemente a que nadie lea, En realidad, la novela estd poblada de individuos cuyos propésitos y cu- yos deseos son irrealizables: un poeta deforme, paralitico, homosexual, que desde nifio ha deseado a su madre, ob- servindola con sus amantes; x com- batientes de Corea y Vietnam, enlo- quecidos por el miedo 0 por el recuer- do; marginales delirantes. El escenario de todos cellos es la ciudad de New Caen, descripta de dos maneras dife- rentes: por un lado, los escritores de paso pueden llegar a verla, desde afvera, como a un cuadro de Edward Hopper, tan siniestra como ordenada, Por @l otro, Morin la vive como un espacio descentrado donde, en conse- cuencia, toda ubicacién estable es im- posible: “todo cl nucleo urbano est ten las afveras de si mismo”. En este espacio descentrado, extrovertido, ca- rente de interioridad, aparentan reunir- se los_pasajeros: “vidas histéricamen- te confiadas a la divergencia”. También a la divergencia lingBisti- cea: los eseritores son hiingaros, italia- nos, polacos: las mujeres, norteameri- canas; Morin confiesa Hegar de “una ciudad remota, capital de un pais que no termina de gestarse, configurado por Ia inmodestia de sus designios y la impecable altura de sus errores”. Es- tos hombres dialogan en una lengua que es extranjera para todos ellos y durante los meses que dura su estadia en el Mayflower permanecen aliena- dos de sus respectivas lenguas. Curiosa situacion que no es mencionada ex- plicitamente en Iz novela y que, sin embargo, constituye uno de sus ejes fundamentales. En otra parte, libro inmediatamen. te anterior de Rabanal que inctuye dos novelas cortas, fue escrito desde la traduccién. Los didlogos en castelia- no representan al inglés y son, en este sentido, una de las muestras més in- teresantes de escritura extrafada: es cribir en castellano desde otra lengua y desde Ja sintaxis de las traducciones. Podria decirse que este proyecto exas- pera estéticamente una de las formas clisicas de constitucién de la litera ‘ura argentina. En El pasgjero quedan hvellas de es: te proyecto realizado en el libro an- terior, como dispersos signos discur- sivos que seflalan esa extranjeria lin- giistica que caracteriza @ los escrito- res del Mayflower. Cada vez que apa- recen las marcas de la traduccién el lector reactualiza la inquietud (inclu- so la imposibilidad) que afecta a la comunicacién entre ellos: estos hom- bres también hablan traduciendo, se ‘comunican entre si de manera aproxi- ‘mativa y, muchas veces, incierta. Sus didlogos no tienen, y no podrian te- ner, las inflexiones de una lengua re- sionalizada: estén presos en el grado cero del localismo. Y esto es inguietante. También lo es el tipo de circuito, en ocasiones complicadisimo, que eligen para hacer circular sus mensajes: cartas que no se envian, conversaciones de teléfono donde se cuentan conversaciones de te- éfono, dobles, triples y cuddruples inclusiones de verbos que introducen el discurso del otro: dijo que le comen- 16... / dijo que dijo / debo decirte, le dije... / pregunté a Thurber —le dije a Kathy-. Estamos ante una lengua que se representa a si misma en abismo: esto es una lengua trabajada ilusio- nisticamente, como es, también, un acto de ilusionismo, un juego de espe- jos descentrados, toda traduccién. El mismo rasgo afecta, de algin modo, « los procesos de constitucién de la lite- ratura argentina, literatura que podria ser pensada en las diferentes relacio- nes que entablan sus escritores con la lengua extranjera: de Sarmiento a Mansilla, de Victoria Ocampo a Ro- berto Arlt. Igual que una zona de la literatura, este libro tiene a la traduc- cién como condicién de escritura, porque ide qué otro modo van a ha- blar, sino traduciéndose, los escrito- tes pasajeros del Mayflower? Son, por otra parte, hombres fundamente afectados por la escisin de sus mundos: “Se quedarin pues en New Caen y nunca, pero nunca, dej rin de estar no obstante en sus paises; asi, estarin en dos partes, una de Jas cuales seri su presente y la otra ‘su pasado- continuamente actual, Yo mismo me mueyo ahora en esa bi- dimensionalidad del espiritu erradica- do, y hay dias que estoy mds cerca, y otros mas lejos, infinitamente mas lejos, sin que por ello deje de estar donde no estoy, al mismo tiempo”. Melancélico, herido por todos los te- mores (a la vejez, ala muerte, a la pér- ida del recuerdo), deseando con ‘una distancia mansa 0 abilica, Pablo Mo- rin sc encamina patéticamente a la gran escena final de la novela. Estos hombres, la novela lo ha ido demostrando obsesivamente, esti des- tinados a las separaciones. El otro es aquel perfectamente inasible, un pro- ducto de nuestras atribuciones: “La luz en el rostro del otro, jes mas lo ‘que os ojos irradian que lo de afuera reciben? jToman ellos Ia claridad que nuestra ilusién les adjudica?”. Y, en consecvencia, el otro, cada uno de os pasajeros del Mayflower, las. dos mujeres que se imbricaron fugazmente cen sus vidas, son superficies que duran- te algunos meses han estado en contac- to, pero preparindose para la nueva separacion. En este punto la novela de Raba- nal construye una escena formidable. Son en realidad tres escenas: el largo y Perverso mondlogo del poeta inglés, homosexual y paralitico: Ia_ditima reunién de los pasajeros y las dos mu- jeres; y, especialmente, las horas alu- ‘cinantes de melancolia y borrachera {que dos de los escritores dejan transcu- rir en el aeropuerto de Chicago. En un texto que hasta estas tres ‘grandes secuencias se ha movido casi imperceptiblemente, como si todo el tiempo Rabanal estuviera eludiendo Ja narracién, comenzéndola y abando- ndndola, intercalando reflexiones y bou- tades de pronto, sin perder estas cuali dades (la precisa indecisién de un re- lato hecho como desganadamente) in- cluso exacerbéndolas, las escenas fina- les se abren ante el abismo patético y exasperado del desco, de la soledad, del entendimiento imposible. Es diff. cil definir de qué manera, la emoci6n invade a esta novela distanciada, pro- duciendo un cierre donde Rabanal ha trabajado sobre la angustia inevitable que constituye a la condicién de pa- sajero. CUADERNOS MEDICO SOCIALES CESS. CENTRO DE ESTUDIOS SANITARIOS Y SOCIALES Asociacion Médica de Rosario Espafia 401 Rosario R. Argentina 35 LA PRECISA UNIDAD Martin Prieto Daniel Samoilévich, EI Mago y otros poemas, prologo de Beatriz Sarlo, dibujos de Guillermo Kuitea, Edi- cones de la Flor, Bucnos Aires, 1984, on Helder decimos a veces que ‘Samoilovich deberia haber naci do en Rosario; es nuestra manera de sentimos proximos, nuestro mejor elo- gio. Pero aqui se trata de algo menos solemne que un elogio y menos circuns- tancial (tratindose, casi, del mismo rio) que un lugar de nacimiento; se tra- ta de un libro; de proponer, entre va- rias otras, una lectura, una posibilidad, EI libro se divide en dos partes. La primera, la que podriamos incluir ba- jo el titulo de ¥ otros poemas, la se- gunda, EI Mago. Sin embargo, algo las ha unido bajo una misma cubierta Beatriz. Sarlo, en su prilogo, propone tun camino para romper con esta im- puesta escisién del titulo. Dice: “... et mundo aparentemente cotidiano del delta 0 de los patios portenos (Primera parte) es un escenario donde, muy pidicamente, se ven pasar las sombras del dolor y la muerte que El Mago (Segunda parte) quiere exorcizar™. Pro- ponemos un segundo camino enton- ces, otra posibilidad. Y otros poemas Los primeros poemas de esta pri mera parte vuelven x tematizar (sefia- 36 lando desde dénde se esté escribiendo) lineas ya tradicionales y siempre ri- cas de nuestra poesia: patios, Patria, iglesias pueblerinas y Borges, Gelman, Diz. Nada, més que lo ya dicho y 10 que sigue, llama aqui la atencién: Ia prolijidad de la escritura, 1a pres uubicacin de cada palabra, el no en- fitico (por prudente) uso de la meté fora. Pero este clima nos pone al acecho. Hay una espera que, por fin, no se frustra. En “América” dice Samoilovich: “Pero alguna vez hay que/ salir de casa/ si uno se quiere enamorar!”. Salir de casa, todavia en- tonces, era apenas cruzar el rio y, des- de las islas, verlo en su plenitud. Ha- bra aqui hongos, loros, olmos y tor- tugas. Pero habri también lugar para la reflexién, para la pregunta, para el misterio (“oblicuo, elusive, que une al azahar con Ja naranja,”), para el amor. Estas vifletas argentinas, porte- flas, listima, se terminan pronto. Gar- del, Berisso y Ensenada se alejan, Ya estamos en “EI Muelle”, ya estamos en el mar. Hubo que partir y hubo que acostumbrarse a palabras nuevas: ris, almejas, détiles. El mar y el muelle, el ‘muelle y el mar. Dos poemas, “La Car- pa” y “Cada Mafiana”, se preguntan por los habitantes de abajo del mar, or los festines que se celebran cada noche alli debajo. Pero es licito tras- tocar apenas la pregunta, que pre- gunte Samoilovich qué festines cele- bribamos nosotros aqui, entonees, de este lado del mar. Es la experiencia del viaje la que permite, por proxima, con- tar “La verdadera historia de Marco Polo” y revertir en el hermoso “Bacca- rat” Ia huida de Egipto de sus mayo- tes por Ia propia, la incesante biisque- da de un inexistente texto definitive por estas biisquedas, también incesan- tes, que acerca ahora él. Siguiendo es- ta linealidad del texto (o estas Iineas que trazamos nosotros para poder se- guirlo), habré después una “Resurrec- cin”, un muerto que no se aleja de su muerte sino que escapa y, entre tanta muerte y Iejania, como por arte de magia 0, aun, de supervivencia in- telectual, lugar ‘para la lirica mejor ("La garza mora”). Al terminar esta supuesta primera parte, sin mds pre- guntas y en un tono hasta alejado de los confines por los que nos habia Nevado hasta aqui esta poesia, diri: “Y basta ya/ de pena ;por Dios! por los jardines!”. Sin embargo este énfa- sis obtendré la respuesta que no ob- tuvieron las preguntas anteriores, y en esa respuesta estari la ruptura de la escision, y en Ia ruptura la novedad: no ya la recopilacién con motivo edi- torial de una serie de poemas disper- sos y que se fueron acumulando alo largo de los afios, sino la precisa uni- dad, 1a posibilidad que nos brinda Sa- moilovich de trazar estos caminos. La respuesta, decfa, los recodos del jar- din donde no habri ya penas pertene- cen al mundo de la ciencia ficcién, a la gran ficcién que se abre con EI Mago Hay un jefe que da drdenes y un Mago que las cumple. Hay un jefe que mira y dice: “Aqui faltan. Haremos mundos”, Y un Mago que los hace. Un jefe que, como dice Sarlo, “manda a construir un orden que se encuentra definido por una palabra, pero en los que, en sentido inverso, el lector lee ese orden antes de conocer la palabra magica”. Un orden adonde se juega 1a romper con la logicidad creando en- tonees otra, un orden en el que “un lugar de oscura precipitaci6n/ una villa de antiguas avenidas ents los picos di- bujados. con/ escuadra”” se llamari, por ejemplo, FERNET. Y otro que se llamar IRIS y otro MURCIELAGO y uno, claro, EL RIO. Hasta que el jefe lama al Mago y le pide “un lugar si nombre alguno, vacfo de toda inteli- gencia,/ donde el dolor) no sea posi- ble”. Pero no habré aqui, como hubo antes, respuesta del Mago; habré, si, ‘un posible final, un tres cuartos de pi- gina que se desboca en blanco; una, en ese blanco, dltima pregunta: {Cuil serd entonces el mundo, sino Ya el teal, sino ya el de la ciencia ficcion donde pueda no haber penas, donde pueda no haber dolor?

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