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INTRODUCCION

El desplazamiento forzado en general tiene efectos devastadores que no se limitan


únicamente a los desplazados (quienes huyen de su territorio), sino que por el contrario se
reflejan en los núcleos familiares de los mimos y sobretodo en la situación social del país en
general.
El desplazamiento de las comunidades indígenas constituye una gran amenaza a nivel
cultural puesto que destruye modos de vida ancestrales, estructuras sociales, lenguas e
identidades que son de una u otra forma factores que enriquecen la sociedad de la nación y
demuestran la diversidad que en ella habita.
Según la Corte Constitucional de Colombia, al menos 34 grupos de diferentes etnias en
Colombia se encuentran en peligro de extinción, lo anterior, causado por el conflicto armado
y las consecuencias que el mismo trae sobre los grupos nativos anteriormente mencionados.
Las comunidades indígenas más afectadas con respecto al desplazamiento forzado son los
Nükák (procedentes del departamento del Guaviare), los Guayaberos (procedentes del
departamento del Meta), los Hitnü (procedentes del departamento de Arauca), los Awá
(procedentes de los departamentos de Nariño y Putumayo) y los Embera (procedentes de la
costa pacífica colombiana). Los desplazamientos forzados de estos grupos indígenas se dan
principalmente por la presencia de grupos armados en sus territorios y la presión constante
que éstos ejercen sobre ellos, así como las confrontaciones armadas, las amenazas de las
cuales son víctimas, las masacres, las minas antipersonas, y el reclutamiento forzado de
menores de edad y/o hombres de su comunidad en general.
Las comunidades indígenas que habitan en regiones en donde el conflicto armado es una
constante pueden sufrir otras situaciones que ponen en peligro su existencia (las cuales son
diferentes del desplazamiento forzado), entre ellas se cuentan: la ocupación de sus lugares
sagrados, confinamientos, controles sobre la movilidad de personas y bienes, controles de
comportamiento, prostitución forzada, de acoso y abuso sexual.
Según las estadísticas, aproximadamente 70,000 de los desplazados internos del país (de los
dos millones que existen), son parte de alguna comunidad indígena.
1. DESPLAZAMIENTO FORZADO DE COMUNIDADES INDÍGENAS
ALEDAÑOS AL CASCO URBANO DE OCAÑA NORTE DE SANTANDER

2. OBJETIVOS

2.1.OBJETIVO GENERAL
Mostrar la problemática del desplazamiento forzado en Ocaña norte de Santander y en
las veredas aledañas.

2.2.OBJETIVOS ESPECÍFICOS

 Mostrar qué es el desplazamiento forzado.

 Contar la historia de vida de un desplazado por la violencia en Colombia, para así


conocer la ruta que se sigue y las experiencias que se viven al ser desplazado en este
país.

 Conocer el trabajo de principales entes gubernamentales, no gubernamentales y


Organismos de control del Estado. Sus principales avances, normatividad, falencias
y posibles soluciones frente al problema
3. CUERPO DEL TRABAJO
La población en su mayoría es mestiza y blanca. El Departamento cuenta con 7.189
Indígenas, según el censo 2005, 22.125 Afrocolombianos, y 187 integrantes del pueblo
Room. El Dane registra tres resguardos indígenas con territorio en seis municipios, mientras
que la Fundación Hemera reconoce dos resguardos de la etnia Motilón-Barí, en la región del
Catatumbo, y uno del pueblo U´wa, en el sur del Departamento. Los Montilón-Barí son la
principal etnia, y se estima en más de 3.000 sus integrantes, mientras que los U´wa se estiman
en más de 7.000 pero éstos últimos habitan la región limítrofe entre el sur del Departamento
de Norte de Santander, y los departamentos de Boyacá y Arauca. Estas dos etnias se han visto
afectadas por la exploración y explotación de pozos petroleros en sus territorios.
Los desplazamientos en la zona de La Gabarra se presentaron durante los días 9 y 10 de
febrero, derivados de los actos intimidatorios recibidos por los campesinos e indígenas del
territorio por parte de los autodenominados grupos paramilitares. Según las declaraciones de
la comunidad, aproximadamente 100 familias se movilizaron no solo hasta el corregimiento
del Laguito, en Venezuela, también han llegado otras 600 cerca de la zona de Concentración
Veredal de las FARC, en Caño Indio.
La población no solo ha sido víctima de las amenazas anteriormente mencionadas, también
ha sido blanco de atropellos por parte de la Fuerza Pública, de los cuales la Comisión de
Solidaridad con el Catatumbo fue testigo el día de su llegada al sitio conocido como Pueblo
Nuevo en el municipio de Tibú, con la interrupción del paso de la Comisión hacía la zona de
los refugios humanitarios: “En el sitio conocido como Pueblo Nuevo, municipio de Tibú,
después de la base militar de La Gabarra, una unidad del Ejército Nacional perteneciente a la
Brigada Móvil 30, al mando del teniente Merlo, en coordinación con la Policía Nacional,
obstruyó y retrasó cerca de una hora el paso de la caravana de vehículos que transportaba a
la Comisión, pese a que todas las autoridades civiles y militares habían sido notificadas con
anticipación de esta jornada. Exigimos al Gobierno Nacional las garantías y acciones
necesarias para ejercer el derecho a verificar y documentar directamente las denuncias de las
comunidades. Entorpecimiento acompañado de filmaciones y fotografías a las personas de la
Comisión”, declaró el Equipo Jurídico de Pueblos en un boletín emitido el pasado 19 de
febrero.
Además, la comunidad manifiesta recibir hostigamiento por parte del Ejército Nacional, con
el fin de obtener información acerca de la actividad paramilitar en la región. La población
Catatumbera hace un llamado de denuncia desde sus refugios y movilizaciones al Gobierno
Nacional para exigir garantías de no repetición de hechos como la masacre de 1999 (en la
que estuvieron involucrados también las Fuerzas Armadas y paramilitares), así como el
acompañamiento del Estado en la implementación de los acuerdos con las FARC, no con la
militarización de sus veredas y lugares de trabajo y vivienda, sino con inversión que influya
positivamente en el desarrollo social, desde aspectos como la salud, educación y el avance
agroindustrial en la provincia.
Teniendo en cuenta que los campesinos son los principales afectados por el conflicto
existente en torno a la presencia de Paramilitares, es importante que el Estado se encargue de
cambiar la percepción errónea que tiene de estos dentro del mismo contexto.
El departamento de Norte de Santander y en especial la región del Catatumbo, se encuentra
dentro de las áreas más conflictivas del país y en una donde el problema humanitario se
manifiesta con mayor crudeza. De acuerdo con la Oficina en Colombia del Alto Comisionado
de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, “[En Norte de Santander] Se registraron
ataques y amenazas contra la población civil que fueron atribuidos a grupos paramilitares,
particularmente contra comunidades indígenas…”.
En los últimos, años la región ha mantenido una dinámica de expulsión y recepción de
población desplazada, reforzada por el impacto de los cultivos ilícitos y las fumigaciones en
la zona. La presencia de grupos armados ilegales en la zona ha generado un fenómeno de
reclutamiento forzado, especialmente de menores de edad, así como el uso de minas
antipersonal y otros remanentes explosivos de guerra. Se podría decir, en particular, que la
región del Catatumbo se ha convertido en zona de colonización por los actores armados y
zona de disputa territorial. En el departamento hacen presencia el Frente 33 de las FARC, el
Frente guerra Nororiental del ELN, que articula las estructuras de los frentes Domingo Laín,
Armando Cacua Guerrero y Efraín Pabón Pabón. El EPL opera en la zona a través del frente
Libardo Mora Toro.
A pesar de la desmovilización de grupos de Autodefensa en la región, se han identificado
nuevos grupos armados ilegales. La importancia estratégica de la región para estos grupos
radica básicamente, en tres razones: i) parte importante de la región está dedicada a la
explotación petrolera, abriendo paso a la extorsión de empresas petroleras y personas que
viven de esta economía; ii) la extensa frontera; y, iii) la presencia de cultivos ilícitos. Estos
grupos armados infringen de manera sistemática el Derecho Internacional Humanitario y
generan consecuencias graves en la situación humanitaria de la población civil. En la región
se han producido una serie de masacres, asesinatos selectivos, retenciones, desapariciones
forzadas, desplazamientos forzados, víctimas de minas, etc.
CONCLUSIONES
 Los pueblos indígenas, desde hace varias décadas, dejaron de ser simples objetos de
discusión y pasaron a ser actores del sistema internacional, y a ser partícipes del
diálogo de los derechos humanos entre Estados, actores no estatales y organizaciones
internacionales.

 Este mecanismo admite una amplia participación de los pueblos indígenas y los
convierte en su eje fundamental, les permite presentar quejas fácilmente y mantener
un diálogo directo con el experto independiente, sin ninguna intervención del Estado,
además cooperar en la organización de sus visitas y participar en el seguimiento de
las recomendaciones expresadas en sus informes. En este orden de ideas, se puede
concluir que sin esta participación no se podría conocer la situación real de derechos
humanos de los indígenas.

 Después de analizar las comunicaciones, uno de los hallazgos más alarmantes de los
Relatores Especiales, en términos de cifras y de violaciones a los derechos
individuales de los pueblos indígenas, es el desplazamiento forzado, como
consecuencia de la dinámica del conflicto armado, del narcotráfico y de la explotación
de recursos.
ANEXOS

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