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a

Federico Pastor Ramos

LA FAMILIA
EN LA BIBLIA

EDITORIAL VERBO DIVINO


Avda. de Pamplona, 41
31200 ESTELLA (Navarra)
1994
p

3
La fa mili a en el plan divino

Presentación general
En realidad, para nuestros propósitos, es casi i gual
hablar de teología bíblica de la familia que de la familia
vista desde la teología bíblica. Prescindiendo de aspectos
más técnicos, menos relevantes aquí, se trata de presentar
la realidad de la familia a una luz más profunda que la
histórica, cultural o antropológica.
Querríamos ver a la familia desde los planes de Dios
respecto al ser humano; qué aporta la familia para las
relaciones de éste con Dios, en qué sentido resulta impor­
tante y cómo.
Lo que la Biblia dice sobre la familia tiene los rasgos
que hemos procurado exponer en los capítulos preceden­
tes, pero, partiendo de y asumiendo todo lo afirmado y,
cómo es lógico, desde un punto de vista creyente, no se
limita a esos meros datos. En definitiva no se trata de
especulaciones o de teorías sobre una importante realidad
humana, sino de exponer su sentido más profundo.

Revelación como realización humana en la familia


La Biblia en cuanto Revelación no pretende ilustrar
acerca de «verdades» o misterios. Básicamente quiere lle­
�ar a los hombres, a cada hombre, a Dios, a la unión con
El y, consigu ientemente, a la felicidad definitiva y total;·con
72 Teología de la familia

otras palabras, a la salvación en el sentido más absoluto de


esa palabra, a la vida y vida abundante en términos e van­
gélicos o a que Dios sea todo en todas las cosas, con
palabras de Pablo. Todo ello con las consecuencias que
tiene, no para Dios, sino para el hombre. La Revelación se
orienta hacia este fin en un proceso en cuyo centro está
Nuestro Señor Jesucristo. No nos hallamos, pues, ante
una doctrina abstracta, sino ante una realidad existencial.
Es importante destacar esta perspectiva. La teología
bíblica no son meras afirmaciones sobre Dios, como pue­
de sugerir la palabra «teología». Su objetivo es el ser
humano, cada ser humano, en sus relaciones con Dios. La
«gloria de Dios», otra fórmula ampliamente utilizada, es
realmente la salvación humana. Salvación entendida no
como una «cosa», como algo que uno recibe, tiene y pue­
de perder, sino como una relación profunda con el Señor,
que coloca a cada individuo en una situación positiva
fundamental y le hace ser y vivir plenamente.
De este modo una pregunta pertinente ante lo que la
Biblia dice es: ¿qué tiene que ver todo esto conmigo, con
mi vida presente y futura, con mi destino como ser huma­
no, como individuo, y qué tiene que ver con todos los
demás?
No es esto fomentar un individualismo egocéntrico o
egoísta. Es claro que, en la Biblia, las vinculaciones de
cada persona con los otros seres humanos son fundamen­
tales. U no no se salva aislada o separadamente de ellos,
pero tampoco hay que olvidar el puesto irrepetible de
cada cual y su importancia. No nos hallamos ante una
masa despersonalizada o amorfa, sino ante la suerte de
personas unidas con otras, pero que son el punto de llega·
da de toda la comunicación divina con la raza hu mana.
La pregunta anterior es u n intento de personnliza r d
contenido bíblico de forma que no se quede reducido n
abstracciones o informaciones, sino que contribuya u h•
total realización person al.
L, /lll11ilit1 t.•11 el ¡,/1111 divino 73

L 11s "fir11111tio11cs h!l>Jicas sohrc la farnília se insertan


en cst.1 p ·rspcctivn. Así Jn tcologfn de la familia, la visión
híl lic:t de esln rculidad en el plan divino, ha de contribuir
:t umt 1ncjor y nwyor con1prcnsiún Je la existencia humana
y :t u,rn vivencia de ese plan.
No se quiere, con este enfoque, minimizar o minusva­
lorar la importancia de la familia, sino, por el contrarío,
situarla en un horizonte que resulte conforme al bíbJico y,
por tanto, relevante, interesante y -¿por qué no?- práctico
y real para cada uno de nosotros.
De todos modos, precisamente por esta última afirma­
ción y para fundamentar debidamente los aspectos más
concretos, prescindo en este momento de temas de moral
o ética familiar, que veremos más adelante, por ser una
consecuencia de la visión más básica que será lo que nos
.
ocupe a cont1nuac1on.
. ,,
A primera vista puede resultar un modo de proceder
menos operativo, pero, siguiendo el principio de que «ope­
rari sequítur esse» ( el obrar sigue al ser), parece que, en
primer lugar hay que detenerse en lo que la familia es,
teológicamente hablando, para pasar luego a la realización
concreta. No sería correcto, a mí juicio, enfocar la familia
según la Biblia, como una realidad escenario de unas de­
terminadas obligaciones, por ejemplo, a través de las cua­
les la persona llegase a su relación con Dios 1• El enfoque
bíblico es mucho más profundo, como espero quede claro
en breve plazo.

Plan de Dios
La familia aparece en el plan divino sobre el hombre
como un componente fundamental. Lo hemos visto, en
parte, al detenernos en la antropología. Sólo es necesario

1
En el fondo esa manera de ver las cosas sería usar a la familia del
mismo modo que la ley, cosa que la teología paulina rechaza decididamente.
74 Teología de la familia

caer en la cuenta de que esa antropología no es sin0 1 ª


dimensión humana del proyecto de Dios.
La relación con Dios, en lo que, como acabamo d
decir, consiste la salvación concebida de un modo p:rso�
nal, se da, en gran parte por y en la familia.

• Creación
No pocas veces se invoca la frase divina de Gn 1,26
«hagamos al hombre ...» en plural, como un primer funda­
mento de la familia. Efectivamente, algo puede encontrar­
se en esa expresión, pero de modo un tanto lejano y
complicado. Se trata de un relato antropomórfico, aunque
menos que otros. En el original hebreo Dios es llamado
aquí «Yahveh Elohim», una fórmula que sugiere el plural,
a lo que responde esa primera persona en forma delibera­
tiva que es el «hagamos». Ello ha permitido hablar de una
alusión a la Trinidad, a la «familia divina». Pero quizás sea
excesivo insistir demasiado en ese antropomorfismo. No
lo sería, quizás, tanto ver aquí una mínima concepción de
una divinidad que no es aislamiento o soledad, sino comu­
nidad y comunicación, solidaridad y amor, si se quieren
usar términos humanos aplicados analógicamente a Dios.
Es, más que otra cosa, una orientación básica y general
hacia una idea de la divinidad en sentido de comunión.
Pero no sería correcto tomar este lenguaje al pie de la letra.

• Imagen de Dios
Este hombre es imagen de Dios en cuanto vinculado
con otros. Es creado no como individuo aislado. El texto
de Gn 1,27 dice simplemente:
«Y creó Dios al hombre a imagen suya:
a imagen de Dios lo creó;
macho y hembra los creó».
No parece casual el que, inmediatamente despué � de
decir que el ser humano es imagen de Dios, se mencione
La familia en el plan divino 75

u división en sexos Y cuanto ello implica en lo personal y


familiar, lo cual, evidentemente, ha de estar presente en la
01 ntalidad del autor.
Sin detenernos especialmente en el significado estricto
de «imagen» 2, cabe destacar que el ser humano es presen­
tado como imagen de Dios en cuanto pareja, porque se
relaciona con otro ser humano de sexo opuesto. Un tanto
en consonancia con un Dios que es comunidad/comunica­
ción, insinuado en el «hagamos», puede imaginarse un
hombre abierto hacia los demás, en contacto y comunica­
ción con ellos. Es una cierta proyección de esa visión de
Dios h�cia su creatura humana.
En nuestro interés actual lo importante radica en que,
tal como aparece en esta narración, cuando Dios crea al
hombre, lo hace con un fundamental componente relacio­
nal entre hombre y mujer. El ser humano es pareja y,
como tal, imagen de Dios.
Esta relación querida, planeada y realizada por Dios,
no es algo accidental ni secundario. Es su modo concreto
básico de reflejar y comunicarse con Dios, conceptos pre­
sentes en la concepción semítica de la imagen. El plano es
claramente teológico.
Ahora bien, siendo la pareja la primera realización de
tal relación, es, a su vez, el núcleo de la familia, como ha
aparecido claramente en la anterior exposición antropoló­
gica. Dicho de otra manera: la pareja inicial, prototipo de
las demás, es resumen y representación sintética de la
familia, en cuanto que se comunica . .Simplificando, pero
de modo justificado: el hombre es imagen de Dios porque
es familia, no sólo porque es individuo o persona indivi­
dual. De este modo lo familiar cobra una trascendencia
t�ológica muy fuerte; está integrado en la concepción crea­
cional del ser humano por parte de Dios.

2
Para ello me remito una vez más a mi ya citada obra Antropología bíblica.
..

76 Teología de la familia

tico insisitir en que, siem­


Es, en C:L\nibio, más problen1á
en, se aluda al h�mbre en
pre en este texto de la imag
o por ser transmisor de la
cuanto <<crct,dor» de algún mod
ecto, porque, para el hom­
vid tt . No es eliminable este asp
habl�r de ella, verosímil-
bre bíblico, la pareja procrea y, al
cias de esta relación;
01ente tiene en cuenta las consecuen
por otra parte la desc�nden_cia apar��e en estas primeras
páginas bíblicas con cierta i1:1portanc1a, per� esto ocurre
más bien en el capítulo siguiente del Genesis y no tanto
en primer término, sino dependiendo de la relación hom­
bre-mujer. En el texto mismo de Gn 1 se sugiere en
primer lugar tal relación, pero se conoce, con el «creced y
multiplicaos», la consecuencia generativa de ella. Pero no
estrictamente como creación.
Esta concepción inicial, literaria no cronológicamente
hablando, se desarrolla en el resto de la Biblia.

• Imagen y semejanza del Hijo


Cuando en el Nuevo Testamento, especialmente en
Colosenses y Efesios, se retoma y reelabora esta concep­
ción de la creación, se destaca su carácter cristológico.
Cristo es el modelo de este hombre, de tal modo que no
es inadecuado decir que, según esos textos, el hombre ha
sido creado a «imagen y semejanza del Hijo hecho hombre».
Ello acentúa la dimensión teológica de modo total y abso­
luto. La realidad humana está, ya desde antes de la misma
creación, pensada por Dios en un plano de comunicación
Y realización con El mismo por medio del Hijo. No so n
necesarios otros complementos para elevar al hombre al
plano de lo «sobrenatural». Aplicando este principio, nos
encontramos ��e un elemento integrante del ser humano,
cual es la familia, también entra de lleno en ese plano.
Cada persona es imagen de Cristo o dicho d e otro
modo, el Señor Jesús, el Hijo encarnado: es modelo del
ser humano. Pero no sólo en cuanto individuo, sino como
La familia en el plan divino
77

mien1bro de �na fa mili a. Esta realidad humana refleja tam­


bién a Jesucristo. Y ello se entiende con cierta facilidad al
tener en cuenta que el amor Y la solidaridad entre los
hombre�, elemento central en la vida familiar, es también
lo esencial en la persona del Hijo hecho hombre.

• Relaciones entre los hombres


El elemento familiar aparece determinante en las rela­
ciones de los hombres veterotestamentarios con Dios. De
un modo u otro lo tenemos presente en el relato de Caín
y Abel y en el del diluvio. Cuando Dios se comunica con
los hombres lo hace teniendo en cuenta a sus familias.
Es claro el caso de Abraham -siempre ciñéndonos al
texto genesíaco, no a la historia- pues es en su familia
donde se realiza la bendición de Dios, sus relaciones con
Él. El hijo es fundamental como realización primera de la
promesa divina y es donde se llevarán a cabo las otras
bendiciones de Dios, que no son otra cosa sino la relación
de Dios con los seres humanos.
Algo parecido ocurre con los demás patriarcas, los cua­
les, a su nivel todavía inicial, no se ponen en contacto con
Dios, ni Dios con ellos, independientemente de sus fami­
lias respectivas. Es algo plenamente patente en todo el
Génesis.
Lo mismo sucede con otros personajes importantes.
Por poner ejemplos más bien literarios que históricos: Rut
y Tobías realizan los planes divinos sobre ellos viviendo su
vida familiar.
Va apareciendo la familia como un elemento funda­
mental para que el hombre se encuentre con Dios. �o cual
confirman las exhortaciones sapienciales sobre la vida fa­
miliar de tono más práctico e inmediato.
Pero sobre todo es en el Nuevo Testamento donde
esta con�epción alca�za su punto culminante. No se. trata
sólo de que la familia ofrece el marco de una sene . de
_
obligaciones mandadas por Dios. Eso es demasiado sim-
78 Teología de la familia

ple. Hay, sin duda, exhortaciones en este sentido, pero


entroncando con algo más amplio.

Figura de Jesús
Tomemos el modelo del propio Jesús, que es, de algún
modo ' la escenificación histórica de lo dicho más arriba
sobre el Hijo, a cuya imagen ha sido creado el hombre. Es
necesario leer este ejemplo de Jesús no sólo como algo
edificante, aplicable a comportamientos éticos o morales,
sino con toda su significación.
Jesús aparece, igual que cualquier otro ser humano,
dentro de una familia. Pablo, primer autor cronológico del
Nuevo Testamento, aun no teniendo excesivo interés en
los temas históricos detallados de la vida de Jesús, alude a
su plena condición humana con una mención a la madre
del Hijo, «nacido de mujer» (Gál 4,4).

• Sagrada Familia
Marcos no habla del origen familiar de Jesús, pero
Mateo y Lucas sí lo hacen. Los relatos de la infancia de
Jesús en estos evangelios, dentro de sus grandes dificulta­
des de interpretación y aun teniendo en cuenta que su
intención es más teológica que histórica, entre otras cosas
ponen de relieve el marco familiar real de Jesús. No pode­
mos tomar al pie de la letra todas las afirmaciones que se
hacen en tales relatos, pero en cuanto a nuestro punto
actual nos sirven para percibir que el comienzo y primer
desarrollo de la persona de Jesús se realiza en una familia.
Tiene padres que cuidan de Él y por Él se preocupan, vive
con ellos, lo educan...
Lucas lo presenta creciendo ante Dios y los hombres
(Le 2,51-52) en el ambiente de su familia. Crecimiento no
sólo humano «normal», «en sabiduría y estatura», sino en
gracia, es decir, en su relación con el Padre.
Desde luego hay que matizar y comprender adecuada·
mente estas expresiones, pero nos ponen sobre la pista de

...........
La familia en el plan divino 79

Jo que buscamos: la familia es el contexto humano real de


encuentro profundo Y cada vez mayor con Dios, con la
existencia, con los demás hombres, con el ambiente huma­
no. Es patente que Jesús nace, crece y pasa la mayor parte
de su vida humana en un contexto familiar.
La familia es un elemento importante en la realidad
humana de Jesús. Lo acerca a los demás seres humanos,
pero los evangelios muestran la importancia de ese elemen­
to. Dios, en su vida humana, asume personalmente la
familia y revela así su puesto en la historia de la salvación.
Realmente se trata de realizar en la vida terrestre del Hijo
los principios más profundos que puedan imaginarse sobre
este tema. Esta familia, llamada adecuadamente la Sagra­
da Familia, es el modelo para toda familia concreta.
Además de lo relativo a Jesús, que tiene una trascen­
dencia definitiva, podemos fijarnos en los otros miembros
de esta unidad familiar, lo que nos resulta cercanamente
significativo, porque se trata de seres humanos «norma­
les», es decir, que no se trata, como en el caso del Hijo,
de un Dios hecho hombre. Son personas, hasta cierto
punto, como nosotros. Los padres de Jesús, María y José,
prácticamente no salen de ese ambiente familiar, lo que
tiene importantes consecuencias teológicas. Estas dos per­
sonas -insistamos especialmente en María dado su puesto
especial y que tenemos algún dato más sobre ella- realizan
su salvación, el plan de Dios sobre ellos, en su vida fami­
liar ordinaria, vulgar, de aldeanos galileos. Tengamos en
cuenta que, de la Virgen sobre todo, se afirma, con razón,
que es quien más perfectamente ha cumplido este plan de
Dios. Lo ha hecho en un marco casi exclusivamente fami­
liar y de vida cotidiana, lo cual nos muestra una vez más
la importancia de este ambiente. El marco familiar es para
los miembros de la Sagrada Familia, su lugar de encuentro
con Dios, en más de un sentido. Paralelamente, Y con las
debidas reducciones, también puede serlo para otros seres
humanos.
Marco que luego se cambia. De hecho Jesús lo aban­
donará para llevar a cabo su misión pública e integrarse en
80 Teologla de la familia

otros grupos. Hay otros contextos vitales que el m i


evangelio destaca al señalar que la familia de Jesú:mo
cualquiera que cumple la voluntad dé Dios (Me 3,31-3;�
Mt 12,46-50; Le 8, 1 9-2 1 ). Algo semejante ocurre con Í
n1atiz que Jesús añade al elogio a su madre de Le 112;.
« i Dichoso el vientre que te llevó y los pechos qu; t�
dieron de mamar!», que en su versión actual sería un
popular «iv_iva la madre que te parió!» Sin rechazar lo que
de bueno tienen esas palabras, eleva la mira poniendo de
relieve que una dicha mayor es cumplir la voluntad de
Dios, lo cual, por otra parte, incluye implícita y aun semiex­
plícitamente a María, su propia madre. Pero esto segundo
no quita lo primero. Sólo hace ver que la familia no es el
único modo de realizar el plan divino, puede resultar insu­
ficiente y aun crear dificultades. Pero en todo caso es
importante.
Los evangelios presentan a Jesús, en ocasiones, unido
a sus parientes con naturalidad, ya en su vida pública,
como aparece en las bodas de Caná, narración que termi­
na con estas palabras: «después bajó a Cafanaum con su
madre y sus hermanos, pero no se quedaron allí muchos
días» On 2, 1 2).
Efectivamente, Jesús es identificado como miembro
de su familia por parte de sus paisanos, que en Mt 13,55-56
dicen: «¿no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su
madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Ju­
das? ¿y no están todas sus hermanas entre nosotros?»
(paralelo en Me 6,3-4). O en Jn 6,42 algo semejante:
«¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre
conocemos?»
Con todo, es también verdad que se da un ciert?
distanciamiento por parte de Jesús de las relaciones fanu­
liares. Como ya hemos dicho, hay un momento en que la
abandona físicamente, porque hay otras cosas importantes
aparte de la familia.
Entre los inmediatos seguidores de Jesús y los �rime­
ros mensajeros del evangelio encontramos dos pareJaS de
La familia en l pla11 divino 81

hermanos Pedro y Andrés y los Zebedeos, Santiago y


Juan. Alguno de ellos, como Pedro, están casados, lo que
no es obstáculo para que sean llamados por Jesús, que
acepta los vínculos famillares y los integra en su acción.
Esta importancia de la familia en los evangelios no
significa una aceptación total y acrítica de ella. La familia,
sus miembros, a veces no comprenden o malinterpretan la
misión, no sólo de Jesús, sino de sus discípulos. En alguna
ocasión los fami4ares de Jesús dan muestras de incompren­
sión respecto a El y su misión: «se enteraron sus parientes
y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: 'está fuera de
sí'» (Me 3,31). También la madre de los Zebedeos preci­
samente, en una preocupación comprensible desde el pun­
to de vista maternal normal, aboga por sus hijos en un
«tráfico de influencias» que muestra cómo no ha entendi­
do gran cosa del mensaje de Jesús y que hace preciso
poner las cosas en su sitio (Me 10,35-40; Mt 20,20-22).

• Limitaciones
La familia puede resultar un obstáculo en algunas oca­
siones que se salen de la vida corriente. De hecho, en
términos más generales Mt 10,36 llega a decir que «los
enemigos del hombre son los de su propia casa/familia».
El contexto de este pasaje, en coherencia con los otros
evangélicos que hemos mencionado, hace ver que el segui­
miento radical de Jesús puede plantear conflictos con las
relaciones familiares ordinarias y provocar enfrentamientos
y diferencias entre los miembros de la familia. No se idea­
liza, pues, la familia de modo excesivo.

Mensaje de salvación
Aunque no resulte demasiado importante en compara­
ción con otros temas no conviene olvidar que, cuando
Jesús anuncia su mensaje de salvación, a veces lo hace en
un contexto familiar. Lo muestran sus contactos con la
familia de algún discípulo, como Pedro (Me 1,28-31 y
82 Teología de la familia

paralelos sinópticos) y con. otras �amilias, la de Marta,


María y Lázaro, con la q�e tiene amistad (Le 10, 38-42; n
11, lss) o en las ya mencionadas bodas de Caná. J

• Lo familiar en los evangelios


Los evangelios están llenos de rasgos familiares que
aparecen de modo tan natural que pueden pasarse por
alto. Mencionemos algunos:
padres preocupados por sus hijos enfermos (Me
9,17-24 y paralelos sinópticos, episodio del muchacho epi­
léptico; Me 7,25-30 y par., la mujer cananea; Me 5,22ss y
par., la hija de }airo; Jn 4,46-53, el funcionario real);
o padres que los lloran muertos (Le 7,11-15, la viuda
de Naim);
hermanos que hacen lo mismo Gn 11,1SS, Marta y
María ante la muerte de Lázaro);
padres que hablan de su hijo ciego de nacimiento On
9,18-23 );
la suegra de Simón Pedro (Me 1,30-31 y par.);
el padre de los Zebedeos (Me 1,20 y par.);
la madre de éstos, ya mencionada;
los parientes del propio Jesús, sobre todo José y María...
Jesús utiliza elementos y vivencias familiares para anun-
ciar su mensaje. Como cualquier otro ser humano se vale
de estas vivencias para expresarse. Así, además de los
simbolismos bíblicos fundamentales, que veremos más aba­
jo, presenta ejemplos y parábolas tomados de la vida fami­
liar como la del padre de los dos hijos, más conocida como
el «Hijo Pródigo» (Le 15,11-3 2) o la del también padre
de dos hijos que reaccionan de forma muy distinta ante el
mandato paterno (Mt 21,28-31), la del padre que envía a
su hijo a la viña (Me 12,6ss y par.), las parábo las de las
bodas (Mt 22,2-13; 25,1-12 y par.).
Otras veces aparecen situaciones familiares ante las
que Jesús toma partido, decide, opina, censura, como:
la ofrenda al templo en lugar de la debida atención ª
los padres (Me 7,10-13 y par.);
La familia en el plan divino 83

matrin1onio y divorcio (Me 10,2-12; Mt 5,31-32;


19,3 -9; Le 16, 18);
adulterio (Mt 5,27-28.31-32 y par.; Jn 8,1-11);
relaciones entre hermanos (Mt 5,21-24; 18,15-16),
también sobre la herencia (Le 12,13);
entierro del padre (Mt 8,21-22; Le 9,59-60);
despedida de la familia (Le 9,61);
exención de los hijos de los impuestos (Mt 17,25-26);
celibato (Mt 19,10-12)
convivencia no conyugal On 4,17-18)...
Puede haber situaciones extremas en que las relaciones
familiares más íntimas se rompan y los padres e hijos se
traicionen (Me 13,12 y par.). Jesús y sus contemporáneos
comprenden la alegría de las bodas (Me 2,19 y par.; Le
14,7ss), la necesidad de la viudas y cómo están expuestas
a explotaciones (Me 12,40 y par.; Le 18,1-5; 21,1-4), las
limitaciones del embarazo y de la lactancia (Me 13,17 y
par.), el dolor y la alegría del parto (Jn 16,21), de la
maternidad en general, como recuerda Jesús a las mujeres
en el camino del Calvario (Le 23,29)... 11

Cuando Jesús quiere subrayar su pretensión de que los i¡


;!
hombres le acepten de modo incondicional y absoluto dice 1
que hay que amarle más que al padre, a la madre y a la
familia en general (Mt 10,37-38 y par.).
Hay una frase en que, quizás, los enemigos de Jesús
aludan peyorativamente al nacimiento del propio Jesús al
decir que ellos no son hijos de prostitución (Jn 8,41).
No es relevante que algunos de estos datos no sean
históricos. Nos aportan todos ellos el que la salvación
traída por Jesús acontece en ambiente familiar, aunque,
por eso sólo, no lo convierta en el único ni en el más
importante, entre otros motivos porque, como hemos in­
dicado, de la familia pueden surgir problemas y limitacio­
nes a este mensaje. Pero, ¿en qué ambiente humano, por
«espiritual» que sea no ocurre eso?
. Más adelante veremos la famili,Jn su �ensión e�le­
s1al y habrá ocasión de observar co la prrmera predica-
\
84 Teología de la familia

ción y formación de la comunidad cristiana acontece en


un ambiente muy familiar.
Lo familiar está integrado en toda la predicación y
actividad de Jesús. De modo muy especial resalta la men­
ción de María en la muerte de éste. En un momento tan
decisivo para Él mismo y para todos lo� ho�b�es tambié n
la familia está presente. De ello se derivaran importantes
consecuencias teológicas.

Vocación
Cuando Pablo anima a seguir la propia vocación, a no
cambiar de vida ( 1 Cor 7, 17ss) tengamos en cuenta todo
lo que esto significa. Se trata básicamente de la vida fami­
liar personal. En ella se realiza la llamada de Dios, que es
una forma muy paulina y muy típica del cristianismo ini­
cial. para hablar de la relación con Dios, de la salvación.
Más tarde veremos cómo dice expresamente que los cón­
yuges pueden salvarse mutuamente y a sus hijos.
A propósito de las no pocas exhortaciones a la moral
. familiar que aparecen en las Cartas del Nuevo Testamen­
to, conviene, como decía más arriba, no tomarlas en un
sentido de puras obligaciones, sino concederlas toda su
importancia teológico/existencial. No sólo porque en la
familia llegue a ser cada uno la persona que Dios quiere
que sea, sino porque el ámbito familiar es el ambiente de
su vida, y también de su vida religiosa.

La familia, pequeña historia de salvación


Hablábamos más arriba de la familia como del lugar
donde el s�r h�mano,. en su mayoría, encuentra su ambien­
te de reahzacion y vida personal. Pero si analizamos ese
hecho, encontraremos que es mucho más.
Se ha d�stacado acertadamente que la salvación de
.
Dios se. real�za en la historia y realidad humana que pasa
a ser hist?ria de salvación. Las explicaciones y detalles
puede variar un tanto, pero la idea principal permanece.
>

La familia en el plan divino 85

Ahora bien, la historia humana no es sólo la «gran


historia» de los reinos e imperios, reyes, batallas, conquis­
tas y políticas, sino la cotidiana y personal. En ella es
como podemos vivir el designio de Dios sobre nosotros,
realizar, en lo humano, la salvación. Como hemos obser­
vado, la familia es elemento esencial de esta historia, por
lo cual se convierte también en «pequeña historia de sal­
vación» individual.
Los grandes libros «históricos» bíblicos muestran la
historia de salvación del Pueblo de Dios, de sus persona­
jes más relevantes, en su compleja realidad humana. Qui­
zás ése sea el sentido fundamental de tales escritos.
Pero, a su lado, otros libros, los ya citados de Rut y
Tobías, los demás Sapienciales, presentan esa misma con­
cepción reducida a los límites concretos de la vida de la
mayoría de las personas, a la familia. También aquí acon­
tece la relación con Dios desde la realidad personal. Lo
cual prosigue en el Nuevo Testamento.
Hay que partir del hecho de que la salvación, aun
siendo un suceso personal, se realiza en unión con otros.
La familia representa el grupo más inmediato para ello. La
solidaridad, desde la perspectiva bíblica, es un componen­
te esencial del acontecimiento salvífico. Y ¿dónde se da
más fuertemente que en la familia, en el matrimonio, en
las relaciones parentales y filiales y con los demás miem­
bros de la familia?

Amor familiar como salvación


No cabe duda de que el amor es la vivencia concreta
de la salvación. Es la relación con Dios en y por el otro. Y
a la inversa. Es el centro del mensaje de Jesús en su
vertiente más práctica.
En ello estaremos de acuerdo todos los seguidores del
Maestro. Baste recordar 1 Cor 13 o la Primera de Juan
para confirmarlo.
\
86 Teología de la familia

Ahora bien, según la Escritura, no se hacen distincio­


nes en ese amor, como si algunos tipos del mismo fu eran
más auténticamente cristianos y otros menos. Esta obser­
vación vale en un doble sentido, es decir: el amo r «huma­
no» es «divino» y el «divino» es «humano». No se tr ata
de que el amor al prójimo auténtico sea sólo el del Bu en
Samaritano, el dirigido a alguien que uno no conoce. Más
bien al contrario: todos se convierten en «próximos», aun­
que no lo sean al principio, pero eso no significa que los
próximos, los cercanos, se alejen o que el amarlos sea un
menor amor.
Surge de nuevo la pregunta: ¿cuáles son los más cerca­
nos a uno sino los miembros de la propia familia? En
ellos, parece, se realiza en primer término el amor, aunque
ciertamente no se limite a ellos. Hay motivaciones huma­
nas, espontáneas, para amarlos; es algo que surge, bien a
menudo, de forma instintiva. Pero esto no hace que ese
amor se deteriore o sea de menor entidad en cuanto rea­
lización de la salvación.
Si tomamos en serio que el ser humano real es creatu­
ra y obra de Dios, El es el artífice de estos instintos y
tendencias naturales. Así lleva a cabo sus planes salvado­
res y posibilita el que esta creatura suya llegue a la condi­
ción de hijo y a unirse totalmente con su Señor. Lo cual
vale hasta del amor erótico, pues nadie distinto de Dios es
el inventor del erotismo. En nuestra ayuda acude para
probar este enfoque el Cantar de los Cantares.
No es justo, a la luz de la Biblia, hacer dicotomías o
distinciones radicales, aunque seamos conscientes de los
matices que, de hecho, se dan. Pero no hasta el punto de
cambiar las tornas radicalmente y hacer del amor natural
un amor menor que un hipotético «sobrenatural». Cuan­
do se piensa así -lo que ocurre no tan pocas veces, por
cierto- se debe a una consideración no del todo exacta de
algunas exhortaciones evangélicas leídas en contextos es­
peciales.
Una contraprueba: léase 1 Cor 13,4-7 aplicándolo al
amor conyugal o paternofilial y se apreciará fácilmente
>
La familia en el plan divino 87

que ese amor cumple de forma excelente las característi­


cas del amor ( o de la caridad en un desafortunado, por
desvirtuado y convencional, lenguaje), que aparecen en
ese texto. En efecto, el amor familiar es paciente con los
defectos ajenos que se perciben mucho más en la vida
cotidiana; sirve de múltiples formas a los demás miembros
de la familia a los que se alimenta, educa, hace crecer,
forma, ayuda... ; ni cabe la envidia o la jactancia. No hay
alegría por los males ajenos y en cambio sí por sus logros
y realizaciones. Se pasan por alto los fallos y se excusan o
ni siquiera se perciben las posibles pequeñas o grandes
injusticias que puedan aparecer. Ningún amor como éste
lo cree todo y lo soporta todo sin dar importancia especial
a esa actitud.
Estas reflexiones sólo pretenden situar el amor familiar
en su justo puesto y, de ninguna forma, presentarlo como
única o mejor realización del amor al prójimo, lo que sería
caer en notables simplismos o reduccionismos arbitrarios.
En este contexto aparece con una cierta claridad que
la concepción bíblica de la familia y del matrimonio es
utopía.
Como veremos más abajo, al tratar de la práctica, la
realización concreta de este plan divino es, a menudo,
difícil y requiere sacrificios y renuncias. Basta pensar, por
ejemplo, en la fidelidad e indisolubilidad del matrimonio,
en la entrega de la vida a los otros miembros de la familia.
Estos y otros aspectos se viven en un contexto humano ya
salvado, sí, pero todavía no del todo realizado. Aún se da
el pecado y lo negativo en nosotros y en el mundo, los
protagonistas del plan divino, y ello hace que tropecemos
con muchas dificultades reales e inmediatas, de las cuales
no está libre la vida familiar.
Cada cual tendrá que adoptar una actitud abierta y
esforzada para superar esos escollos siempre presentes y,
en ocasiones, habrá que vivir el proyecto no en toda su
plenitud, sino «haciendo rebajas», aunque siempre cons-
88 Teología de la familia

cientes de que son eso, reducciones concretas del p lan


total de Dios.

Proyecto utópico
Pero no sólo por eso, que quizás lo muestra más clara­
mente, ha de decirse que la familia es un proyecto utópi­
co. Tiene sus raíces y meta en el mismo Dios. Para vivir
este plan divino no basta en éste, como en ningún otro
campo, el mero empeño y esfuerzo humano, las «obras de
las ley» como Pablo diría. El ideal está demasiado alto aun
con toda la buena voluntad que se quiera poner en su
consecución. Si la familia está dentro del plan de salvación
divino -como realmente lo está- es necesaria la presencia
e intervención del Señor en el comienzo, medio y fin de
su realización. Su ayuda es absolutamente imprescindib!e
para que llegue a buen término el proyecto familiar que El
ha creado.
No son consideraciones piadosas, sino caer en la cuen­
ta de la realidad en toda su hondura.

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