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Art. 315.- “El que, en una reunión tumultuaria, atenta contra la integridad física de las personas y/o
mediante violencia causa grave daño a la propiedad pública o privada, será reprimido con pena privativa de
libertad no menor de seis ni mayor de ocho años.
En los casos en que el agente utilice indebidamente prendas o símbolos distintivos de las Fuerzas
Armadas o de la Policía Nacional del Perú, la pena privativa de la libertad será no menor de ocho ni mayor de
diez años”.
El uso de los derechos constitucionales consagrados, ha de materializarse con arreglo a los principios
de razonabilidad y ponderabilidad, descartando cualquier tipo de manifestación violenta.
Dicho de otro modo: el ejercicio del derecho de reunión será lícito siempre y cuando su concreción se
ajuste a los límites que la propia Constitución delimita, con ello, la seguridad ciudadana y el orden público, que
no pueden verse alterados, so pretexto de una manifestación democrática, dando tugar a la preponderancia
de los bienes jurídicos de valor superior.
Es de verse, entonces, que, en el marco de estas asonadas públicas, sobre todo cuando sus
participantes son los miembros de las denominadas barras bravas o de sectores sociales acostumbrados a
los actos vandálicos, se producen afectaciones a la propiedad pública y/o privada, así también sucesos de
sangre, en cuanto a la lesión de los bienes jurídicos fundamentales (la vida, el cuerpo y la salud), así como a la
integridad del patrimonio. Estamos hablando de una violencia extrema que en los últimos tiempos ha traído
como saldo, personas muertas y gravemente heridas.
Por lo expuesto, estamos ante un bien jurídico de naturaleza supraindividual que ha de ser
comprendido por aquel estado de seguridad ciudadana, de que las personas puedan desenvolverse
normalmente en las urbes y ciudades, de no verse afectos por ciertas reuniones tumultuarias que, en su
proceder, no dudan en lesionar los intereses jurídicos de mayor raigambre constitucional, aprovechando las
ventaja que les otorga la muchedumbre, con propiedad la predisposición a delinquir, ya desde un factor
criminológico.
Se trata, básicamente de delitos que tienden a subvertir o alterar tas bases materiales de la convivencia
de un determinado sistema constituido.
Advertimos que el artículo 315° del CP, tiende a tutelar una serie de bienes jurídicos de forma
omnicomprensiva, al develarse que aparte del interés jurídico espiritualizado (“Tranquilidad Pública"), también
se protege la integridad física de las personas, así como el patrimonio público y privado, configurándose un tipo
penal pluriofensivo de modo que la naturaleza
de esta figura delictiva, ha de verse desde el siguiente plano a saber: de que los efectos perjudiciales
de la conducta antijurídica {injusto penal de Disturbios) ha de afectar en forma simultánea el bien jurídico
colectivo, así como los intereses jurídicos personales; si esto no es así, se dará una tentativa de este delito,
siempre y cuando la acción prohibida haya tomado lugar en una “reunión tumultuaria”.
Siguiendo las pautas reseñadas en titulaciones anteriores, habríamos de proclamar un tipo penal de
peligro, con arreglo a la visión colectiva del bien jurídico tutelado; sin embargo, el legislador, dispuso que la
punición de este comportamiento se encuentra condicionada a la realización de ciertos resultados de disvalor,
que se exteriorizan en lesiones y atentados contra el patrimonio (público y/o privado); por tales motivos se
constituye en un delito de lesión.
Lo anotado lleva a un sector de la doctrina a sostener que la ambigüedad, que es inherente al propio
concepto de orden público, resulta complementada en la sistematización positiva de los delitos de desórdenes
públicos, con una heterogénea diversidad de bienes y valores que son tenidos en cuenta en los diferentes tipos
legales incriminadores de este comportamiento delictivo.
2. TIPICIDAD OBJETIVA
a. Sujeto activo
Autor de esta figura delictiva puede ser cualquier persona, no es indispensable algún tipo de cualidad
especial, por lo que constituye una tipificación común; quien haya de responder como autor, debe primero estar
incurso en una reunión tumultuaria y, segundo, aprovechando dicha configuración colectiva, afectar la
integridad física de una persona y/o el patrimonio (público y/o privado).
No necesariamente debe pertenecer a una banda, organización delictiva u otra estructura criminal,
pues puede infiltrarse en una reunión, donde los miembros se identifican con una determinada asociación de
personas, para afectar los bienes jurídicos comprendidos en la articulación; más por lo general, se trata de
individuos acostumbrados a actuar en bloque, que se agrupan para cometer esta ciase de
fechorías, mediando la coraza que le otorga la muchedumbre y así evitar ser descubiertos.
Máxime, la idoneidad para lesionar el bien jurídico colectivo determina la presencia de varios in-
dividuos, que hayan de proceder a la vulneración de los intereses jurídicos tutelados por el
precepto penal.
Ante cada lesión que acometa cada individuo, se tendrá varias acciones atribuibles a título
de autor.
La calidad de autor se sostiene sobre el dominio funcional del hecho, en el sentido de que el
agente cuenta con toda la posibilidad de realizar el tipo penal o, en su defecto, frustrar su
perpetración; un reparto de roles puede darse perfectamente en estos casos, cuando varios
sujetos dan una golpiza a un ciudadano, siempre que podamos advertir la afectación al cuerpo
humano como una unidad inescindible y que exista una codecisión de delincuencia; v. gr., quien
sujeta a un vigilante particular, para que el otro pueda dañar la propiedad pública, es un co-autor,
pues neutraliza aquel elemento de resistencia de la conducción típica; quienes participan en la
reunión tu multaría, empero, no estaban de acuerdo con la realización de esta clase de eventos,
no pueden responder por ámbitos de organización estrictamente individuales. Una solución distinta
puede darse en una asociación de personas formada para cometer lesiones y daños, a través de
un acuerdo implícito.
También puede aparecer en escena una Autoría Mediata, siempre que el hombre de
adelante pueda ser percibido como un instrumento, quien ejecuta la acción típica dominado por la
voluntad del hombre de atrás; sólo podemos observar esta variante de autoría cuando el ejecutor
es un inimputable, es decir, ante un sujeto incapaz de conducir su conducta conforme su leal saber
y entender, ante un enajenado mental {minusvalía psíquica). Cuando estamos ante un menor de
edad, hemos de distinguir, si quien lesiona y/o daña es un niño o un adolescente; si lo es el primero,
aceptamos la Autoría Mediata, pero ante el segundo, nos inclinamos por una inducción, de acuerdo
con la estructura psicosomática del adolescente y, así se estima en el CNA, al haberse tipificado
como «infracción a la ley penal» en su artículo 193 (Pandillaje pernicioso), que debe ser
concordado con el artículo 148° del CP (Instigación al Pandillaje Pernicioso).
Hemos de negar una Autora Mediata cuando el hombre de adelante, actúa en el marco de
un Error de Tipo, serian casos límite de poder aceptar que quien afecta el patrimonio cree
equivocadamente que se trata de su propiedad; de ningún modo, cuando se lesiona a un
ciudadano; el Error de Prohibición muy difícilmente ha de aceptarse, importa una presunción casi
de iure et de iure que todos conocen que lesionar a alguien o dañar el patrimonio ajeno se encuentra
prohibido por el ordenamiento jurídico.
Sujeto pasivo
Al erigirse en un bien jurídico de orden colectivo, será la sociedad en su conjunto, sin dejar
de lado, la identificación de agraviados directos por las lesiones y/o los daños, quienes serán
víctimas de dichos delitos, por los Disturbios será el Estado, que asuma los intereses públicos
afectados.
Modalidad típica
Primer punto a saber, es que debemos entender por “reunión tumultuaria”; no puede
tratarse de un grupo reducido, de dos o tres personas, debe tomar lugar a partir de un número
significativo de personas, agrupadas a fines de diversa índole, no siempre con motivos delictivos.
La ordenación a la afectación de los bienes jurídicos personajes puede aparecer en pleno
desarrollo de la reunión, sin requerirse plena confluencia de voluntades, donde la turba se
convierte en el escudo y, a su vez, el medio por el cual los vándalos acometen a sus víctimas.
En el CP español, en el artículo 557°, se señala a la letra, que debe tratarse de una actuaci6n
en grupo de varias personas, dando lugar a la naturaleza de un delito pluripersonal, lo que no se da en
nuestra lege lata, al instituir un delito esencialmente personal; sin embargo, la interpretación
normativa ha de seguir el primer cauce, a fin de resguardar el principio de ofensividad.
Entonces, una reunión tumultuaria es aquella donde participa una pluralidad de personas,
suficiente cantidad para poder afectar con toda facilidad, la integridad física de varios ciudadanos,
así como el patrimonio público o privado; sin que tenga que acreditarse que todos los protagonistas
de la reunión, dirijan su accionar a la afectación de los bienes jurídicos persona- les. No obstante,
si estamos hablando de una alteración a la “Tranquilidad Publica” ha de manifestarse actos de
violencia perpetrados y atribuibles a varios agentes, por lo que debió haberse optado por una
estructuración normativa que enfatice la actuación del grupo, conforme la idoneidad del
comportamiento grupal para perturbar el Orden Público. Como dice POLAINO NAVARRETE, si la
pluralidad de sujetos no se comporta en este modo de acción conjunta, no se concreta el tipo que
constituye un delito pluripersonal y de acción compartida por la pluralidad de autores.
Dicho lo anterior, estaremos ante la presencia de varios autores del delito de Disturbios, si
es de que de los hechos aparece que cada uno de ellos ha provocado una afectación a la
integridad física de algún ciudadano o si ha dañado la propiedad pública y/o privada. No podemos
someter la imputación jurídico-penal por este injusto, por el simple hecho de pertenecer a la
agrupación acostumbrada a cometer este tipo de desmanes, de ser así estaríamos configurando
un Derecho penal de autor, ajeno al fundamento material del injusto, el hecho que lesiona y/o pone
en peligro el bien jurídico.
Concurrirá el fin de atentar contra la paz pública allí donde esta quede necesaria o
probablemente dañada a consecuencia de los hechos y, sin embargo, y pese a conocerlo así, se
actué.
Sabemos por nuestros estudios de las primeras articulaciones de la PE del CP, que el
legislador delimita con precisión normativa la frontera entre los delitos y las faltas, en base a criterios
cuantitativos y cualitativos, como una forma idónea de racionalización de la violencia punitiva estatal,
reservando la pena privativa de libertad para aquellos actos antijurídicos que su- pongan un mayor
grado de afectación al interés jurídico tutelado, siguiendo los dictados del principio de minima
intervención.
Así también ha de verse en el caso de dados, en tanto la conducta debe significar una
verdadera afectación a la integridad del bien; donde la magnitud de las consecuencias
perjudiciales debe recaer sobre un bien cuyo valor supere una RMV, si no es así será constitutiva
de una falta contra el patrimonio, en concordancia con lo previsto en el artículo 444° del CP, por
ende, no podrá ser cobijada bajo el radio de acción de la figura in examine.
Si optáramos por la primera opción, de que solo puede aplicarse los delitos de lesiones o
de daños, según un orden específico de tutela al bien jurídico, importaría un rendimiento nulo del
artículo 315° del CP, lo que político criminalmente sería insatisfactorio, cayendo en el mar de un
Derecho Penal Simbólico.
En la doctrina se postula que puede acontecer una doble punición por un mismo hecho, por
dos tipificaciones distintas, sin vulneración del principio del non bis in idem, siempre y cuando se
advierta la protección de un bien jurídico singular en cada uno de los delitos, de manera que si en
el marco de los artículos 121° y 122° del CP se tutela específicamente la integridad corporal,
fisiológica y psíquica de las personas y en el artículo 205° se tutela la integridad material de los
bienes (su funcionalidad), el artículo 315° recoge un tipo pluriofensivo, donde si bien también se
protegen dichos intereses jurídicos, el acento del disvalor recae sobre la Tranquilidad Publica.
En tal entendido, nos inclinamos por la fórmula del Concurso ideal de delitos, según el artículo
48° del CP; que no ha de resolverse vía el principio de Absorción, pues el legislador, luego de la
reforma producida por la Ley N° 28726, permite al juzgador incrementar la pena hasta en una
cuarta parte, no pudiendo exceder de los 35 años de ppl (Sistema de Acumulación Jurídico). La
orientación se ajusta a los cometidos de prevención general, tanto negativa como positiva.
La figura delictiva sub examine sólo resulta reprimible a título de dolo, conciencia y voluntad
de realización típica. El agente sabe perfectamente que esté atentado contra la integridad física
de personas inocentes o da- fiando la propiedad (pública o privada), en el marco de una reunión;
es decir, el autor dirige dicha conducción de disvalor, aprovechando el enjambre de vandalismo
que se manifiesta con la violencia que perpetra los miembros de la agrupación.
El dolo, como esfera anímica y cognoscitiva de la psique del agente, ha de abarcar, tanto
los resultados de afectación a los bienes jurídicos personajes, como la alteración a la Tranquilidad
Publica; bastando el dolo eventual como “conciencia del riesgo típico”.
No se exige la presencia de un ánimo de esfera trascendente aparte del dolo, cualquier tipo
de animus ha de ser rechazado.
CIRCUNSTANCIA AGRAVANTE
En los casos en que el agente utilice Indebidamente prendas o símbolos distintivos de las
Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional del Pen), la pena privativa de la libertad será no menor
de ocho ni mayor de diez años.
Se presenta una mayor ofensa de disvalor cuando el autor perpetra el injusto de Disturbios,
portando prendas o símbolos distintivos de las Fuerzas Armadas o de la Policía Nacional; en tales
circunstancias se atenta contra el decora, el buen nombre y el prestigio de las instituciones
castrenses y policiales, tomando en cuenta que personas inescrupulosas, al hacer uso de dichas
investiduras, propician también un marco de confusión en la ciudadanía, , pues pueden verse
engañados de que dichos sujetos pertenecen a las instituciones tutelares de la Defensa Nacional
y el Orden Público.
Los símbolos, insignias e indumentaria de las instituciones castrenses, deben ser reales, a
efectos de que puedan generar cierta percepción hacia la ciudadanía, una apariencia que es
aprovechada por dichos agentes para facilitar el emprendimiento criminal.
Una conducta parecida encontramos en el artículo 362 del CP, Ostentación indebida de
título u honores, donde el bien jurídico tutelado es la Administración Pública, al distorsionarse el
ejercicio legítimo de una función o cargo, así como la confianza de la ciudadanía hacia el desarrollo
de ciertos roles funcionales. Delito que es sancionado con una pena insignificante.
APOLOGIA
Art. 316.- *El que públicamente hace la apología de un delito o de la persona que haya sido
condenada como su autor o participe, será reprimido con pena privatm* de libertad no menor de
uno ni mayor de cuatro años.
Si la apología se hace de delito de terrorismo de la persona que haya sido condenada como
su autor a participe, la pena será no menor de seis ni mayor de doce años. Si se realiza a trapes
de medios de comunicación social o mediante el uso de tecnologías de la información y
comunicaciones, como Internet u otros análogos, la pena será no menor de ocho ni mayor de
quince años; imponiéndose trescientos sesenta días multa e inhabilitación conforme a los incisos
2,4 y 8 del artículo 36 del Código Penal”.
1. CONCEPTO DE APOLOGÍA
Por «Apología» debemos entender aquel acto, en virtud del cual una persona ataba y/o
enarbola un determinado hecho, mediante la palabra hablada, Ja escritura o un discurso
apologético, que de ser decepcionado por una cantidad indeterminada de individuos.
La apología supone una “alabanza o argumentos defensores del hecho que se elogia”, en
palabras de Lamarca Pérez.
Ahora bien, la Apología como figura delictiva, ha de consistir en algo más de una exaltación,
de una alabanza entusiasta, de no ser así, sería una penalización directa al derecho de opinión
que tiene todo ciudadano, en el marco de un Sistema democrático.
El delito de apología tiene como razón de ser el sancionar a quien promueva de forma
pública e inequívoca la realización de conducta^ sancionadas penalmente, señala CRUZ BOLÍVAR.
Apologizar es, en términos comunes alabar, exaltar, mostrar ante todos lo positivo de algo o de
alguien.
En palabras de GONZÁLEZ GUMÁN, por muy reprobable que, desde el punto de vista ético
pueda parecer el elogio de un delito, lo que no es más que una opinión no deben formar parte del
catálogo de delitos que integran un texto punitivo.
Debemos agregar, por tanto, determinado acento de desaprobación, que pueda sustentar
válidamente la incriminación del discurso apologético, en la medida que pueda provocar la comisión
de un delito; para ello, las palabras y/o el escrito debe llegar a un determinado número de
personas, cuyo contenido sea idóneo y eficaz para poder generar en el colectivo la predisposición
a perpetrar un hecho punible. Así, en la doctrina colombiana, cuando nos dice que la exaltación
de hechos delictivos tiene que ser, así sea en grado mínimo, ideada de tal forma que pretenda
llegar a varias personas, como sería ei caso no solo de una noticia en un periódico o en la
televisión, sino también de una conferencia, un escrito, una página de Internet, diferente a los
correos personales, que tienen el carácter de privado, etc. Si se produce una intrusión a la
intimidad, ingresando al correo personal y, así se extiende el mensaje apologético, no podrá
hablarse de delito, en tanto su autor no tuvo la intención de dirigirlo a una pluralidad de personas.
A nuestro entender, la Apología, para ser constitutiva de delito, requiere más que una
alabanza a la comisión de un hecho punible determinado, pues es indispensable que manifiesta
una incitación a delinquir, una provocación a que otras personas sean convencidas a cometer
determinados delitos, para tal efecto, ésta debe llegar a una serie de destinatarios, debe ser en
todo caso pública, suponiendo que el mensaje sea transmitido, difundido por un medio de
comunicación social; a su vez debe ser directa, que se oriente a transmitir un mensaje provocador
de la violencia terrorista -por ejemplo-, no tendrá dicho efecto cuando el contenido es confuso,
ambiguo, donde lo que expresa su autor es más que una postura ideológica.
Por lo dicho, la Instigación sería una incitación directa a delinquir, por lo que se diría que la
apología sería una especie de incitación indirecta, cuya represión requiere que se convierta en una
incitación directa, es decir, cuando se convierta en una provocación.
La auténtica diferencia entre provocación e inducción radica en que aquélla se dirige a una
pluralidad de personas (...), de tal naturaleza que rebase la esfera de lo íntimo o privado: para que
la provocación sea punible ha de tener lugar en un espacio público.
No cabe imputar a los actos de expresión las consecuencias que de ellos deriven a causa
de las acciones de otros realizadas en virtud de un proceso de deliberación racional y libre, y que,
por tanto, no cabe limitar la libertad de expresión sobre la base de los daños que, eventualmente,
puedan producir tales acciones.
Según lo dicho, cabe destacar dos aspectos: primero, que el discurso apologético requiere
ser transmitido, difundido a una pluralidad de personas, con capacidad auto-conductiva para poder
cometer los delitos que se elogian y, segundo, que la punición de la Apología, no requiere constar
que el mensaje comunicativo haya traído como consecuencia la comisión de un delito concreto,
por parte de quien canalizó e interiorizó la comunicación.
b) Que cuando la apología se refiera a la persona que haya cometido el delito, esta
debe tener la condición de condenada por sentencia firme;
c) Que el medio utilizado por el apologista sea capaz de lograr la publicidad exigida
por el tipo penal, es decir, que debe tratarse de una vía idónea para propalar el
elogio a un número indeterminado de personas; y,
4. CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES:
a) Si la apología se hace de delito previsto en los artículos 152 al 153-A, 200, 273 al
279-D, 296 al 298, 315, 317, 318-A, 325 al 333; 346 al 350 o en la Ley N* 27765,
Ley Penal contra el Lavado de Activos o de la persona que haya sido condenada
como su autor o partícipe.
Como sostuvimos, líneas atrás, el legislador se inclinó por normar una Apología “genérica”,
aplicable a toda ciase de delito, que a nuestro entender colisiona con los fundamentos
democráticos del Derecho penal; de modo que puede darse una Provocación a la comisión de
injustos penales, como la Estafa, la Apropiación Ilícita, Insolvencia punible, pánico financiero,
fraude de divisas, chantaje, omisión a la asistencia alimenticia, daños, usura, etc. Toda una
amplitud de la admisión del discurso apologético, cuyos reparos no sólo son de orden dogmático,
sino también de naturaleza criminológica.
Según lo anotado, el criterio fundamentador del injusto agravado sería la prevalencia y/o la
preponderancia (jerarquía) del bien jurídico protegido, según la compaginación de valores,
consagrados constitucionalmente, más vemos que tos delitos que atenían contra la vida humana
(Homicidio y sus derivados) no están incluidos en el listado, así tampoco los delitos de Lesa
Humanidad; se supone que la vida humana, la pervivencia de la raza humana, son los intereses
jurídicos más importantes en una comunidad social. No obstante, parece que, para el legislador,
el patrimonio y la libertad personal cuentan con mayor valor. Este es el problema que se suscita,
cuando el parlamento pretende abarcar el mayor número de supuestos, dejando de lado otros,
que revelen una mayor justificación penalizadora.
El delito de Apología debió haberse reservado de lege lata a los delitos de terrorismo.
Se dice en el precepto in examine, que la Apología también puede tomar lugar cuando se
dirige hacia una “persona que haya sido condenado como autor y/o partícipe de tos delitos
comprendidos en la norma”.
Si hemos afirmado que la Provocación requiere de una incitación directa e inequívoca hacia
determinado hecho o persona, dicha firmeza ha de basarse sólo en una resolución jurisdiccional
que haya adquirido la calidad de cosa juzgada (consentida y/o ejecutoriada); si aún no estamos
en dicho nivel, se trata de un estado de incertidumbre, pues el condenado (primera instancia),
tiene la posibilidad de impugnar la sentencia de condena y así, poder mejorar su situación jurídica,
inclusive puede ser absuelto en segunda instancia, sea por un recurso de Nulidad o de Apelación
(C de PP), como también puede suceder con el nuevo CPP. Entonces, cómo se podría hablar de
una alabanza a un hecho delictivo, cuando sobre el supuesto autor no ha recaído una resolución
jurisdiccional de condena inalterable en sus efectos.
Luego, nos dice el precepto que el agente, a quien refiere la retórica apologética, puede
ser un autor y/o partícipe. La calidad de autor, desde una visión restrictiva, no sólo comprende al
autor inmediato, sino que la visión extensiva contenida en el artículo 23° del CP, determina su
aplicación al coautor y al autor mediato, en base al co-dominio funcional del hecho y el dominio de
la voluntad que ejerce el hombre de atrás sobre el hombre de adelante.
Un delito tan controversial como la Apología, ha de aplicarse, sobre todo, en crímenes como
el «Terrorismo», donde las acciones violentas que se cometen a través del aparato criminal, vienen
infundidas con cierto matiz ideológico-político, donde el acopiamiento de una pluralidad de
personas, permite a estas organizaciones, asegurar con una gran probabilidad el éxito de sus
acciones delictivas, dependiendo del grado de automatismo con que se ha estructurado su marco
operativo. A su vez, la visión pluriofensiva que se manifiesta en estos injustos (DL N° 25475),
propone una política criminal basada en un significativo adelantamiento de las barreras de
intervención punitiva, a su vez, en mérito a los bienes jurídicos puestos en tutela por la norma
penal.
El Estado formulé una política criminal particular para hacer frente a la criminalidad
subversiva, de manera que en el Derecho comparado se tipifica la figura delictiva de la Apología
para los casos de Terrorismo.
Se sostuvo que la retórica apologética puede tomar lugar por una serie de medios, lo
importante es que sean idóneos para poder transmitir el mensaje a una pluralidad de personas
(discurso en una plaza pública, el reparto de un escrito, etc.); si es que la comunicación es
conocida por un escaso número de individuos, no se configura el delito de Apología.
La alabanza debe dirigirse a un acto (hecho) que haya sido calificado como un delito de
Terrorismo; un hecho que, de forma indubitable, revele dicha condición jurídico-penal, que sólo
puede configurar por intermedio de una resolución jurisdiccional firme y/o consentida. No se puede
elogiar un acto que aún no ha sido definido como tal, máxime si puede presentarse un mecanismo
procesal que desvirtúe dicho carácter. No obstante, debe decirse que sentencia absolutoria, que
indique la no responsabilidad del acusado {inocencia), no necesariamente da cuenta de la no
comisión del hecho punible, pues una cuestión distinta, es que los medios de prueba sean eficaces
para demostrar la culpabilidad del imputado.