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Aceleración financiera y la metafísica radical del socialismo

Oscar Pichardo Isaak

En “Por una Metafísica radical del socialismo: Marx y Laruelle” Katerina Kolozova hace un lúcido
análisis del panorama financiero y contemporáneo: logra a través de la interpretación que François
Laruelle hace de Marx construir una propuesta para reactivar la idea del socialismo.

El pensamiento de Laruelle no se ha estudiado en el mundo hispanoparlante debido a la ausencia de


traducción de sus obras. Él nombra a su disciplina no-filosofía o filosofía no estándar. De acuerdo con
él, en el origen de toda filosofía hay lo que llama “principio de auto-suficiencia”, que a través de su
historia ha tomado diversos nombres. Cómo ejemplos podemos nombrar al Ser en Heidegger o la
diferencia en Derrida y Deleuze. Toda filosofía parte de un principio que estructura el desarrollo de su
pensamiento, sin salir de ahí en su desarrollo metodológico. Laruelle reduce los conceptos de la
filosofía a su principio más básico y parte de ese lugar para utilizarla en contra de su propia autoridad,
construyendo así una democracia del pensamiento. Con la metodología de la no-filosofía, Laruelle hace
una crítica muy cristalina de los principios de la filosofía, que en sus manos se develan como meras
ficciones. Con sus conceptos provoca una colisión por métodos cuánticos: el resultado es un
calidoscopio de posturas y estilos que defienden al hombre, concebido como un agujero negro que se
sustrae de las abstracciones que intentan dominarlo. En última instancia, la no-filosofía es una defensa
de lo vivido, no en pasado ni futuro, sino en una conjugación donde el tiempo se vuelve irreconocible.

En el trayecto de la no-filosofía un aliado privilegiado es el pensamiento de Karl Marx, debido a su


búsqueda de fundar una ciencia materialista de la sociedad. Al colocar la esencia del ser humano en la
fuerza del trabajo, y no en el espíritu trascendental como en la dialéctica de Hegel, hace un llamado a
escuchar la realidad física y sensorial. Ya que denuncia la plusvalía como la operación de abstracción
del trabajo en el capitalismo, nos hace ver que este opera de manera similar a la filosofía: una realidad
auto-suficiente que busca tomar el lugar de lo vivido. La filosofía, en términos de Laruelle y Marx, nos
lleva a violar nuestros propios intereses, reemplazando la vida con la “verdad”. En términos marxistas,
el fetichismo nos lleva a traicionar nuestras necesidades inmediatas, impidiéndonos tener una vida
plena.

Uno de los aciertos más importantes de “Hacía una metafísica radical del socialismo” de Katerina
Kolozova es señalar que el socialismo es una solución genuina del conflicto entre hombre y naturaleza
y entre el hombre y el hombre. Su meta no solo es la emancipación económica sino también metafísica.
Pero antes de que se argumente que esto es contradictorio, debemos de señalar que el materialismo
histórico propone una “metafísica trascendental empobrecida”. “Una vida espiritual plena es la meta
de la idea socialista y comunista”, escribe Marx. Una espiritualidad que es experimentada, vivida y
materializada como sensorial o real. La oposición de los espiritual con lo material se vuelve obsoleta en
esta visión.

Para Kolozova, siguiendo a Laruelle, una revuelta en contra de la violencia y la subyugación, en vez de
ser realizadas en nombre de abstracciones y visiones de transformación del mundo, deben ser una
acción política afectada por la inmanencia. Son acciones determinadas por intereses reales y sensitivos
en vez de intereses abstractos o filosóficos. “El humano solo puede tener su emancipación
sucumbiendo a su animalidad inmanente”, nos insiste Kolozova. No una animalidad como la entiende
el racionalismo clásico, donde la ausencia de razón pone fuera de balance al hombre con el mundo,
sino por el contrario una animalidad donde tenemos un reencuentro con una sensibilidad extraviada.
Esta solución metafísica tiene una disociación tan radical contra el sistema neoliberal reinante que
podemos señalar esto como una causa de sus crisis y posible fin. Al principio del siglo XXI la
economía ya no es tal en el sentido propio del término. En vez de eso, se ha convertido en un
instrumento de las finanzas. El puro valor simbólico y lingüístico del dinero no está vinculado al valor
material o de uso. Se ha convertido en algo auto-referencial, y su valor está medido solo de acuerdo a
medidas hipotéticas en hipotéticos sistemas de medición.

De acuerdo a The Financial Crisis Inquiry Report publicado por el gobierno de los Estados Unidos en
el 2011, la recesión financiera que empezó en el 2008 (y que parece que está aquí para quedarse) fue
resultado de malas estimaciones de las agencias de valoración acerca de las derivadas financieras,
seguros y otras formas de valor financiero, sin ningún referente real de propiedades físicas o de uso de
valor. Por ejemplo, en el 2007, los cinco mayores bancos de inversión -Bear Stearns, Goldman Sachs,
Lehman Brothers, Merril Lynch y Morgan Stanley- estaban operando con extremadamente poco
capital. Su nivel de proporción era tan alto como de 40 a 1, lo cuál significa que por cada 40 dólares en
bienes, solo había un dólar en capital para cubrir perdidas. Una caída de hasta menos de 3 dólares en el
valor de los activos podría parar operaciones en seco una firma, lo cuál la llevaría a la necesidad de
declarar su quiebra. Estos niveles eran escondidos en derivadas financieras, entidades fuera de balance
y escaparates decorados de los reportes disponibles al público inversor. En el 2008, la burbuja explotó y
el Estado intervino. Está intervención no podía ser especulativa. Tuvo que sostenerse en los recursos
materiales de los ciudadanos. Se puso como carne de cañón la tierra y la vida como sustento de la
fuerza de trabajo para que los bancos sobrevivieran. Estos sustentos fueron destruidos tan pronto como
fueron traducidos a “bienes derivados”. La abstracción destructiva entre lo material y lo monetario fue
lo que nos llevó a la recesión económica que aún vivimos.

Para Kolozova, esta abstracción es una demostración de que en última instancia, la economía
contemporánea tiene su fundamento en una instauración del capital como una determinación
trascendental de lo social, una decisión filosófica que se instituye a si misma como más real que la
realidad. La visión capitalista del mundo es esencialmente una filosofía. Este punto, más que ser una
crítica devastadora a la filosofía, puede ser una reactivación de su importancia en la economía política,
ya que tiene el potencial de desenmascarar la ontología del mercado de valores, un punto que Kolozova
pasa por alto.

Katerina Kolozova dice estar de acuerdo con el manifiesto aceleracionista que escribieron Nick Srnicek
y Alex Williams inspirado en Nick Land (aunque son críticos con su rabioso nihilismo, que puede
llegar a ser muy reaccionario). Para estos autores, acelerar el funcionamiento del capitalismo de
acuerdo a su lógica inherente podría ser revolucionario. Kolozova explica de manera convincente el
escenario al cuál puede llevar el aceleracionismo: arrastrar la especulación financiera hasta el lugar en
que se estrelle con lo Real y se quede sin recursos materiales. La plusvalía y el valor de uso
inevitablemente se disociarán cuando desproporcionadamente haya más edificios vacíos que llenos
debido a la inflación causada por el incumplimiento de hipotecas y la devaluación de bienes. Un
escenario apocalíptico es necesario para que un nuevo horizonte político aparezca. Es en este punto
donde intersecta la economía y lo Real. Kolozova se suscribe al entendimiento de lo Real tanto de
Laruelle como de Lacan como un encuentro que interrumpe la cadena significante: carece de forma y
significado. Como el trauma, es una inesperada intervención de lo que no hace sentido. La
rehabilitación de la utopía socialista solo será posible cuando choquen las industrias financieras con lo
material y la soberanía del capitalismo se vuelva inoperante.

Cuando los apostadores financieros se estrellaron con lo Real, el aspecto material de su forma de vida,
le pidieron al gobierno un rescate financiero y les fue otorgado. Hay una relación directa entre la
industria bancaria y el gobierno, al menos en Estados Unidos y la Unión Europea, como se ha probado
desde el crac financiero. Esto puede parecer obvio en un principio, pero se vuelve más complejo
cuando analizamos que la motivación del Estado para intervenir en la industria financiera va en contra
de los principios de la racionalidad económica. ¿Cómo es que la estabilidad de la inversión de los
bancos y sus fondos sirven a la estabilidad general de la economía, vinculada a la producción material,
consumo y sustentabilidad? El rescate financiero del gobierno de los Estados Unidos trajo más peligros
que estabilidad, y por lo tanto: a) un crecimiento de la pobreza, b) un agujero en el presupuesto
nacional, y c) la preservación de una “industria”, la cuál no apoya a la economía real, sino que contiene
la tendencia de destruirla. Inclusive es un medio que puede poner en peligro la soberanía de los Estados
si es que la industria financiera sigue teniendo crisis constantes como se prevee. Llegará el punto en
donde la manipulación de los precios será más poderosa que la capacidad del Estado para salvar la
banca. Es respecto a este punto que un proyecto aceleracionista, aunado a la inercia de los mercados de
valores, pueden tornarse en contra de la política económica que se ha venido manejando hasta el
momento.

Los efectos negativos del rescate bancario es algo que pudo haber predicho cualquier economista. Lo
que quedó demostrado es que el bienestar económico de la sociedad fue sacrificado en nombre de las
industrias financieras. En su libro “Beneficios sin producción: como nos explotan las finanzas” Costas
Lapavistas desenmascaró el mito de los Estados incapaces de establecer control sobre el capitalismo.
Pensar algo así es una falacia ideológica: la economía siempre ha sido política, justo como Marx
siempre insistió. La libertad absoluta en el mercado es una decisión filosófica y un decreto político que
nadie ha querido parar, ya que quienes toman las decisiones no han dejado de hacer dinero. Si se toma
la decisión filosófica de que las cosas sigan su cauce, el mercado de valores se terminará tornando en
contra de los Estados gobernantes. Por el momento lo que ha sido el muro de contención es un proyecto
político en que el capitalismo y la democracia se han disociado, sin embargo no es una estrategia que
pueda funcionar mucho tiempo. Aunado al detrimento de las necesidades materiales de la sociedad
causada por el desempleo y la inflación que ocasionará, el escenario financiero que estamos viviendo
traerán un escenario social catastrófico. Una bomba de tiempo hace tic tac en la economía mundial.

De acuerdo con Kolozova, uno no necesita la promulgación de un proceso de aceleración del


capitalismo como forma de resistencia, haciendo referencia a los argumentos del “Manifiesto
Aceleracionista”, sencillamente porque este es un proceso que es generado por el mismo capitalismo.
Es este punto en donde la revolución política que imagina Kolozova tiene su punto débil, pues sin una
ontología del mercado de valores que entre en guerra con el Estado, no habrá una base de capital que
permita a una sociedad socialista hacerse de los medios de producción tecnológicos. Como declara
Nick Land en uno de los ensayos de Fanged Noumena, el mercado de valores no debe ser visto como
un enemigo sino como un arma. El gran descubrimiento de Laruelle es que la abstracción del capital
intersecta con la abstracción filosófica. Su gran error al darse cuenta de esto es la búsqueda de una
pasividad radical: el punto débil de la no-filosofía se encuentra en no poder articular las condiciones de
una lucha política, dejando cómo única alternativa la claudicación al sistema capitalista; sin embargo
tal opción nos parece ingenua respecto a como funcionan las necesidades materiales en nuestra
sociedad. Esta postura solo puede tener como resultado que los medios de producción se queden en las
mismas manos que han estado hasta el momento. El punto débil de la no-filosofía es el reverso de su
descubrimiento político: revela lo Real en la política, pero no logra construir una política Real. Frente a
la renuncia gnóstica al mundo que Laruelle propone habría que oponerla a una ontología de la acción
política, pero sin olvidar sus imperativos inmanentes y materiales.

La tecnología y el mercado de valores son armas del enemigo de las cuales la búsqueda por la
emancipación no debe dejar en manos de los opresores. Solo con una alianza prometeica entre el
mercado de valores y un socialismo defensor de nuestras necesidades materiales es que el drama
tecnológico en el que vivimos puede tener un final satisfactorio. La arma para realizar esta tarea puede
encontrarse en las filosofías contemporáneas del materialismo especulativo cuya tarea es pensar la
naturaleza de la contingencia, lo cuál es lo que rige el mercado de valores. Esta modalidad de
pensamiento permite a la filosofía tener una voz poderosa al proponer un concepto de especulación que
no se queda en la mera parálisis cognitiva, como se podría pensar que es el resultado de una aceleración
imposible de contener, sino por el contrario ofrece una forma de pensamiento que nos permite pensar
las abstracciones que rigen el capital. La epistemología de Quentin Meillassoux puede ser controversial
en el campo de la realidad material, pero no en el mercado de valores. Su materalismo especulativo
propone una revolución copernicana, en el sentido que Copérnico utilizó mediciones matemáticas para
conceptualizar aquello para lo que no había instrumentos de medición. Mientras que aún no sabemos
que conocimiento pueda ofrecer esta epistemología, y aún desconocemos si puede pensar lo absoluto y
transgredir la cognición humana tal como propone Meillassoux, lo cierto es que en el mercado de
valores estamos seguros de que el número es lo que rige su comportamiento. Desde que se hace uso de
la geometría, que como su etimología indica se inventó para medir la tierra, la economía está regida por
el uso del número. Como atestiguó Arquímedes en la antigüedad y Alan Turing en la modernidad, el
poder del número, el número como poder, siempre ha sido un factor en el campo de batalla.

Esta encrucijada no es una respuesta fácil, pues el juego de poder entre la economía y el Estado tendría
que tener a una disasociación radical, pero tampoco es imposible, pues sería la culminación de la
tendencia del capital de desterriorializarse, por decirlo en términos de Gilles Deleuze y Félix Guattari:
el capitalismo es la disolución de todos los vínculos tradicionales, hace de la desterritorialización de
personas, bienes y valores su modo de operar. La desterritorialización es a la vez lógica de la opresión y
práctica de emancipación. La auto-destrucción del capitalismo es su propia esencia, su ausencia de
esencia, una esencia que se autofagotiza. En vista de las prácticas económicas a las que nos ha llevado
la era digital, es de esperarse acontecimientos dónde la lógica del capital rompa con la soberanía del
Estado de manera mucho más disruptiva que la que hemos visto hasta el momento, lo cuál puede
conllevar modalidades de soberanía inesperadas. Que empiecen a popularizarse transacciones sin la
regulación de un banco, como son los blockchains, y que se popularice formas de dinero sin el sustento
de un Estado, como las criptomonedas, son síntoma de que las finanzas se dirigen a modos de
intercambio cada vez más desterritorializados.

Lo que decía Marx en el siglo XIX sigue siendo aún válido para nuestros días: aún no hemos visto nada
de la devastación de la que es capaz el capitalismo. We are not in postmodernism anymore, Toto,
escribe Nick Land, haciendo referencia a que si bien en la posmodernidad vivíamos en la burbuja de la
simulación esta terminará estallando en nuestra cara, como para Dorothy desapareció Kansas de un
momento a otro sin darse cuenta. Esto puede tener un efecto apocalíptico en la forma en que abordamos
nuestras necesidades materiales si la lógica del capitalismo sigue su cauce. No hay más opciones que
enfrentarnos a un escenario catastrófico. Cualquiera que sea el resultado, ¿es realmente sorprendente
que la solución socialista tenga que pasar por los límites del capitalismo? ¿Acaso no es esto otra cosa
más que la metafísica radical del socialismo?

Bibliografía

Deleuze, Gilles & Guattari. (1985). Anti Edipo: Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona: Paidos
Ibérica.
Kolozova, Katerina. (2015). Toward a Radical Metaphysics of Socialism: Marx and Laruelle. New
York: Punctum Books.
Land, Nick. (2017). A Quick-and-Dirty Introduction to Accelerationism. Diciembre 2017, de Jacobite
Sitio web: https://jacobitemag.com/2017/05/25/a-quick-and-dirty-introduction-to-accelerationism/
Land, Nick. (2012). Fanged Noumena. United Kingdom: Urbanomic.
Land, Nick. (2013). Suspended Animation. Shangai: Urbanatomy.
Laruelle, François. (2015). General Theory of Victims. Cambridge: Polity.
Laruelle, François. (2015). Introduction to Non-Marxism. Minneapolis: Univocal.
Marx, Karl (1976). Grundrisse: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política.
Madrid: Siglo XXI
Meillassoux, Quentin. (2015). Después de la finitud. Ensayo sobre la necesidad de la contingencia.
Argentina: Caja Negra Editorial.
Srnicek, Nick & Wlliams, Alex. (2013). #Acelera. Manifiesto por una política aceleracionista.
Noviembre 2017, de Comité Disperso Sitio web:
https://syntheticedifice.files.wordpress.com/2013/08/manifiesto-aceleracionista1.pdf

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