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Para Zigman nos encontramos frente a una figura contractual que es una
combinación del contrato de alquiler y el de depósito, con un específico y principal
deber de vigilancia activa y de brindar seguridad como resultado por parte del
banco, dado que el usuario busca en la institución bancaria, la vigilancia y
seguridad que no posee en su empresa o en su casa, eligiendo una entidad
profesional en base a su seriedad e imagen, en quien deposita su confianza.
La razón que lleva al cliente a contratar es la custodia de los bienes que dejará a
resguardo en un compartimiento, el cofre, por cuyo uso exclusivo paga un precio,
o sea que el pago es la contraprestación del derecho de uso de la caja de
seguridad con el servicio de vigilancia activa a cargo del banco con el cual se
celebra la contratación.
El compromiso que asume el Banco con sus clientes, de custodiar las cajas de
seguridad exige de la entidad la adopción de medidas idóneas para cumplir su
prestación, medidas más rigurosas y distintas que las del depósito de dinero.
Ingresar a la caja.
Derecho al cobro de una indemnización en el caso de pérdida o sustracción
de los valores depositados en la caja de seguridad.
Derecho a ser mantenido en el mismo compartimento una vez finalizado el
contrato.
Derecho a que se le comunique en caso de no renovación a la finalización
de la contratación, antes de que la caja sea abierta.
SITUACIONES COTIDIANAS
Se recomienda, para evitar tener que recurrir a indicios y presunciones que las
entidades bancarias intentarán desacreditar en un proceso judicial hacer
confeccionar un acta notarial en la que se haga constar una descripción del
contenido del cofre, para tener así una prueba preconstituida, en caso de un robo.