Catedrático ESAP La palabra de moda en Colombia es la CORRUPCIÓN. Así lo volvieron los medios masivos de comunicación. Y ponen el grito en el cielo, y entrevistan a Raimundo y todo el mundo, y hacen informes comparativos de cuantas escuelas y hospitales se habrían podido construir si no se hubieran robado la plata de los colombianos y, de nuevo, se inventan campañas para contribuir a la lucha contra este flagelo, campañas coyunturales que apuntan más a un interés por el rating que por un auténtico compromiso con la sociedad En nuestro país, existen condiciones estructurales del sistema y del ejercicio político que se constituyen en caldo de cultivo para la corrupción. Entre ellas, La concentración creciente del poder en el Ejecutivo y las debilidades del sistema de pesos y contrapesos; El clientelismo; La impunidad; La falta de transparencia en la financiación de la política; La "cultura del atajo" y el "todo vale"; Una débil cultura de rendición de cuentas; El incumplimiento por parte de muchas entidades públicas del derecho de acceso a la información; Fallas en el diseño de la institucionalidad estatal, e Incumplimiento de la normatividad vigente. Además, la corrupción está inmersa en toda la sociedad, involucrando al sector público, al sector privado y a la ciudadanía. Dicho en otras palabras, el fenómeno parece estar relacionado con causas de orden ético, social, político y administrativo.
¿Cómo vamos en el ranking mundial?
Las diferentes mediciones realizadas sobre la corrupción en Colombia muestran un panorama bastante desalentador. Colombia se encuentra en el puesto 78 entre 178 países evaluados. De otra parte, en el contexto americano, Colombia ocupa el décimo puesto (entre 18) y en el Latinoamericano, el cuarto. (O sea, vamos perdidos). Adicionalmente durante los últimos doce años no ha habido cambios significativos, lo cual indica que las políticas y acciones emprendidas para enfrentar la corrupción no han sido eficaces.
Como los superamigos, a luchar por la justicia
Colombia tiene un buen desarrollo normativo en materia de lucha contra la corrupción. Sin embargo, la gran deuda es el cumplimiento formal y sustantivo de la norma. Por ello es indispensable aumentar la capacidad del Estado para cumplir y hacer cumplir las normas que regulan la gestión pública en temas relacionados con la corrupción. Una política pública de lucha contra la corrupción debe contemplar medidas de prevención, investigación y sanción, y propender por la integración y coordinación de todos los entes responsables de su aplicación Entre ellos, por su impacto en el fenómeno, cabe destacar los siguientes: Gestión de la contratación estatal. Gestión contable y desempeño financiero Fortalecimiento de la institucionalidad local y departamental Acceso a la información Promoción y publicidad de las decisiones y acciones públicas Rendición de cuentas Pero más allá de las normas, una efectiva Política Integral de Lucha contra la Corrupción no es concebible si no contempla un fuerte componente de educación y de participación ciudadana. Y, sobre todo, si no entendemos que todos somos, por acción o por omisión, corresponsables de la corrupción: el sector público, el sector privado, los medios de comunicación y la ciudadanía. Solo entonces la corrupción dejará de ser una transacción de bajo riesgo y altos rendimientos y se convertirá en una de alto riesgo y bajos rendimientos.