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Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ellas hubo una que le pareció la
más acertada. Una ventana de la casa de Doña Carmen daba hacia un angosto
callejón, tan estrecho, que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la
pared de enfrente.
Si lograra entrar a la casa frontera podría hablar con su amada, y entre los dos,
encontrar una solución a su problema. Preguntó quién era el dueño de aquella casa
y la adquirió a precio de oro.
Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de Doña Carmen, cuando, asomada a su
balcón, se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños. Unos
cuantos instantes habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, y
cuando más abstraídos se encontraban los amantes, del fondo de la pieza se
escucharon frases violentas. Era el padre de Doña Carmen increpando a Brígida,
quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su
señora.
El padre arrojó a la protectora de Doña Carmen, como era natural, y con una daga
en la mano, de un solo golpe la clavó en el pecho de su hija. Don Luis enmudeció
de espanto…la mano de Doña Carmen seguía entre las suyas, pero cada vez más
fría. Ante lo inevitable, Don Luis dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y
pálida, ya sin vida.
El lugar existe y es sin duda uno de los más típicos de la ciudad de Guanajuato, y
precisamente se le llama El Callejón del Beso.
Leyenda
El pájaro cu
Cuando el dios Tonatiuh gobernaba, en tiempos remotos, los pájaros, poseían el
don de hablar como las personas.
Entre todos ellos, el más feo y el más insignificante era el pájaro cu. Cuando en las
noches de luna llena, presididos por el águila, se reunían en consejo, el pájaro cu
aburría a todos con sus lamentos. No podía resignarse con su vulgar plumaje
descolorido-Un día, el águila, cansada de tantas quejas, quiso buscarle un remedio,
y preguntó al tecolote (la lechuza), que había ganado reputación de sabia, si se le
ocurría algo para embellecer al pájaro cu. La lechuza pensó largo rato y al fin
propuso, solemnemente, que cada pájaro le diese una de sus más bellas plumas.
Como éstos no se mostraban muy dispuestos a desprenderse ni de una sola de
ellas, la lechuza creyó oportuno que, a cambio, el pájaro cu se convirtiese en
mensajero de las aves, para poder pagar con sus servicios el sacrificio que se hacía
por él. Así fue acordado. Las plumas de los más bellos colores le fueron entregadas
y él las recibió, rebosante de alegría.
Desde aquel día, el pájaro cu fue el más bello de todos. Pero pronto se olvidó de su
compromiso; se pasaba las horas contemplándose en la superficie de las aguas y
se escabullía cada vez que alguna de las aves necesitaba sus servicios.
Todavía hoy el tecolote no puede salir de día, porque se expone a ser picoteado, y
el pájaro cu, que tampoco puede salir más que durante la noche, tiene que
esconderse de la lechuza, que le busca para satisfacer su venganza.
Su plumaje sigue siendo el más bello y el más brillante: prto de poco le sirve, ya qu
nadie lo ve. Sólo él se lo alaba, tristemente, contemplándose como antño en la
superficie de las aguas.