Desde el principio de las civilizaciones, muchos pueblos usaron el mandil como
símbolo místico. En Persia, los Mithas investían al candidato a ser iniciado con un mandil en blanco. Entre los israelitas, por ejemplo, se encuentra el cíngulo o ceñidor formando parte de la vestidura del sacerdocio. La secta judía de los Esenios vestía a sus novicios con un manto blanco. Esta costumbre proviene de la creencia antigua multi-religiosa y extendida, de que el asiento de los instintos animales es la región hipogástrica y por lo tanto, debe cubrirse y protegerse en pos del pulimiento espiritual. La palabra mandil viene de la voz latina mantile y también se traduce como sinónimo de mandil, los caldeos, los asirios, los druitas, etc., le atribuyen cualidades como la de perseverancia, constancia y firmeza en las acciones humanas. Es el primer decorado que el V.: M.: pone al nuevo aprendiz, gesto de transmisión por el cual se le da esta insignia distintiva del masón, blanco, limpio inmaculado y alto con sus ideales, distintivo de quienes deseosos del conocimiento, sanos y virtuosos, pretenden alcanzar la mayor de las riquezas: la elevación espiritual. Así, tras el primer abrazo fraternal que el aprendiz recibe inmediatamente después de su recepción como masón, el V.: M.: le ciñe el mandil diciendo: “recibid este mandil, distintivo del masón, mas honroso que todas las condecoraciones humanas, porque simboliza el trabajo, primer deber del hombre y fuente de todos los bienes, que os dará derecho de sentarnos entre nosotros y sin el cual nunca debéis estar en la Logia”. El verdadero mandil del Masón debe ser de piel de cordero, color blanco, de 14” o 16” de ancho, con 12” o 14” de alto, con babeta de 3” o 4” de alto, cuadrado y sin adornos. En cuanto a la manera de llevarlo, los aprendices de Masón lo deben llevar con la babeta levantada, simbolizando así el anhelo de crecer espiritualmente, con el alma apuntando a las alturas. Cuando el mandil se adhiere al cuerpo se sostiene por una cuerda, la cual forma un circulo con respecto al cuerpo, simbolizando el espíritu de Dios. El triángulo de la babeta representa el alma masónica, en un triangulo cuyos tres vértices significan: Tres hechos vitales: salud, dinero y amor. Tres cosas que defender: honor, hogar y patria. Tres cosas que controlar: carácter, lengua y conducta. Tres hechos por que luchar: libertad, seguridad social y tranquilidad familiar. Tres cualidades que estimar: rectitud, valor y gratitud. Tres hechos que meditar: vida, muerte y eternidad. Tres hechos que evitar: pereza, barbarie e ignorancia. Tres hechos que admirar: voluntad, dignidad y lealtad. Tres hechos que adoptar: libertad, igualdad y fraternidad. El ignorante grita, el inteligente discute y el sabio calla. Salud, fuerza y unión. El cuadrado representa a nuestro cuerpo (la tierra, la materia y la esencia). Uniendo estos tres significados, tenemos presente en el mandil la representación del hombre, el alma, espíritu y el cuerpo. Con este trabajo compruebo que el símbolo es algo vivo. Símbolo y simbolizado parecen interpenetrarse y se puede establecer una comunicación con él, mediante la cual se va revelando y se va mostrando, dejándose ver y comprender, respondiendo preguntas, hasta que su profundidad agota mi capacidad de seguirme preguntando, sabiendo que tengo ante mí todas las respuestas, inclusive para preguntas que aún no se formular.
Oscar Leonel Román López Durango, Dgo., a 13 de Marzo de 2009.