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despreciable. jPobre Sancho! Nadie te ha tratado tan despladadamente, Para terminar, quiero hacer notar que esta car- ta no obedece a un prurito de critica, Por el con- trario, siendo un asiduo y entusiasta lector de su revista, creo de este modo contribuir modestamente a evitar que en lo sucesivo se deslicen articulos como el que nos ocupa, entre los casi siempre mag. nificos trabajos que nos brindan ustedes. ‘Muy agradecido a la atencién que se sirvan pres- tarme, me es grato suscribirme de ustedes su atto, y afmo, s. s. FR, . Tomado de ta Revista de la Universidad de México, Vol. XIE, Nim. 8, abril do. 1959, 92 ‘TRADUCTORES Y TRAIDORES Flor que toc 2e deshoja owe Después de largos afios de experiencias mezcladas con no pocas satisfacciones de toda especie, a estas alturas nadie ignora ya que traducir es tal vez —y aun, para no exagerar, sin tal ve2—, de todas las ra- mas que abarea Ia curiosa mente humana, si no Ta mits difiell si una de las menos féciles, Traduttore traditore, se dice oscuramente en italiano. Nada més claro, en verdad, pero, zhasta qué punto? Esbocemos nuestra propia teoria en el orden I6gico que Ie co- mresponde. En primer lugar, y esto es inherente a la conocida condicién humana, para que haya traicién ésta no sélo debe existir sino’ ser consciente en mds de un aspecto, para usar un lugar comtin; en segundo Iu: sar, el solo hecho de emprender una nueva versién nos esté diciendo ya a todas luces que el autor de ésta no piensa traicfonar a su pupilo por nada del mundo, Otra cosa, y los ejemplos podrian traerse a porrillo, es cuando el traductor resulta por natu- raleza de indole tan descuidada que traiciona sin querer o se deja levar por el entusiasmo que toda obra maestra genera de por si en clertos casos. Re- sumiendo: la traicién, como hemos visto, si quiere 93 que se tenga por tal, tiene que ser deliberada; cuan- do se da, como sucede con frecuencia, puede ser tam- bién por descuido. He ahi el verdadero problema, dividido tajantemente en sus dos partes insepa. rables, Slo quien no ha traducido nada ignora las dift cultades concomitantes a la traduccién. Veamos. Qué es To que debe hacerse cuando uno se lo propone, ¢traducir la letra o el espiritu? Este nue- vo difema, como si el anterior, con ser lo que hemos Visto, ya hubiera quedado resuelto, es el primer cargo de conciencia en la vida privada de todo tra- ductor. ¥ no es para menos. Si se decide, piensa éste preocupado en su cama durante las noches, por la traduccién Titeral (que muchos propugnan’ con afi hasta cierto punto sensacionalista) se estara concretando a trasladar mecéinicamente (ejemplos: inglés piano=espafiol piano; aleman inteligenzi espafiol intetigencia, etc.) palabras de un idioma a ‘otro, olvidando quizé los més inteligentes idiotis- ‘mos, descuidando las excelencias del primero, y per virtiendo en su defecto la peculiar esencia del. se- gundo, en el que piano, asf como asi, no suena nunca igual. Si va al otro método, o sea el mis o menos bre, eno estaré atribuyendo las insidias de un alma abyecta 0 mediocre al estro sublime del inmortal autor? Entonces, se me preguntaré dentro de la logica mids clemental, ges preferible evitar a toda costa la traduccién? No seré yo quien resuelva este proble- ma que viene desde Cervantes, con ser quien era, Yo en lo personal digo dinicamente que si en cual 94 quiera de sus formas y por cualquier lado que se Ja vea la traduccién es mala, en la duda uno debe abstenerse, Y tal ver tendria que ser asi si ya el Estagirita no nos hubiera prevenido en el pasado mas que inmediato que en tales casos existe la soli cién genial, como todo lo de él, del gusto medio, © aurea mediocritas, como bien apunté en su momen to oportuno el no menos inolvidable cerdo de la piara de Epicuro. Esta, por decirlo asf, tercera posicién o (llevando <1 simil hasta sus tltimas consecuencias) coexisten- cia pactfica de un problema a todas luces insoluble en cualquier campo, no peca de tendencia hacia un lado u otro del péndulo, pues finalmente todo pue- de reducirse a una sencilla ecuacién matemética: lisese la traduccién literal siempre que pueda hacer- se y asf convenga al espiritu, y la espiritual o libre cuando Ta letra To exija, ya’ sea por la fuerza del tema, del consonante o de los acontecimientos. ‘Tal vez estas divagaciones serfan ociosas si en los Jiltimos tiempos yo mismo no hubiera dedicado par- te de mis ocios a este divertimento. Pero ahora, para abreviar, pues el tiempo, como de costumbre, est pasando, s6lo quiero relatar en muy pocas palabras mi experiencia con la traduccién de un poema del poeta alemén Christian Morgenstern, por ser un caso, ademis, tal vez tinico en ambas lenguas. Al notar Ia estructura del poema me planteé des- de el principio mismo la famosa disyuntiva: gletra © espfritu? Claro que de acuerdo con la linea de 95 ji conducta que una y otra vex me tracé desde la in- fancia, al final decidi optar por Ios dos, cada uno por su lado. Asf en medio puede verse el poema original: Fisches Nachtgesang y en la préxima pagina, en los extremos izquier- do y derecho, coma el buen y el mal ladrén de la leyenda, las versiones literal y espiritual: La serenata del pez Nocturno en la pecera PRO, gece a Cue \ ae VuuUY wy Ahora bien, y para finalizar, zcon cudl de se queda el buen o el mal lector, que también los hay? Es indudable que con Ja que mejor le parez ca; 0 con ninguna, si ejerce a su sabor la libertad que se desprende de todo arte por esencia no sujeto a pasiones, reglas, 0 presiones internas.

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