You are on page 1of 2

ASÍ ESTAMOS

ENERO 2018

Hacia finales del año pasado, las coaliciones electorales se acabaron de alinear. El PRI, aliado
con el partido Verde, arranca, por primera vez, en tercer lugar, con un candidato no priísta, que
asumen puede contrarrestar el enorme desprestigio que han acumulado en el último lustro.
Meade todavía no construye una imagen y un discurso que lo aparte de la continuidad y
complicidad que hasta hoy representa. A su favor quizá resulte que, por lo pronto, la imagen
presidencial no sólo no empeoró, sino que ha mejorado, con una aprobación entre el 26%
(Mitofsky) y un 31% (Buendía & Laredo). Por descontado se da que contará con el apoyo total
del aparato y recursos del gobierno federal.

Por su parte, López Obrador escogió como aliados a un partido que apoya al régimen de Corea
del Norte y roba dinero público para albergues, y otro que representa a la ultraderecha
evangélica… y sigue en primer lugar. Cómodamente instalado en el papel de predicador
sectario, logra escandalizar unos días o unas horas con algún comentario racista o con la oferta
de repartir dinero que no existe o con alguna ocurrencia original, como amnistiar a
narcotraficantes (se entiende que ya sentenciados). Con igual comodidad designó, como
candidatos a las alcaldías de la Ciudad de México, a operadores de la cañería política local,
algunos de ellos partícipes en escándalos que ya nadie recuerda. Habrá que ver si el
resentimiento social le alcanza para ser Presidente.

También por primera vez en una elección presidencial, un partido conservador y uno de
izquierda conforman una alianza, que en este caso arranca en segundo lugar. Anaya intenta
construirse una imagen a partir de los negativos de sus adversarios: nos dirá que no es la
corrupción e ineptitud de unos, ni la improvisación vacía del otro, pero desentrañar que sí es a
partir de su trayectoria y su oratoria es, hasta hoy, un ejercicio inútil.

La gran incógnita política del año será si predominarán quienes prefieren mantener su precaria
situación económica, apostando a una opción de continuidad, o si serán más quienes,
frustrados por un sistema que produce mucha violencia y pocas oportunidades, prefieran votar
por una opción que pudiera representar un cambio, el que sea y a donde sea.

En lo económico, el país tuvo un mal año debido a la caída en la producción de petróleo, el


desplome de la inversión pública, un menor consumo (2017 fue el primer año, desde el 2009,

en que la venta de automóviles disminuyó con respecto al año anterior), y el incremento de la


inflación (la de la primera quincena de diciembre fue la más alta de cualquier primera quincena
de cualquier mes desde el 2001). Los riesgos para este año, así definidos por el Banco de
México, serán la volatilidad en el mercado cambiario, la reforma fiscal de Estados Unidos, la
incertidumbre asociada a la renegociación del TLC y las elecciones presidenciales.

No todos pierden en esta economía, y algunos incluso medran con éxito. De enero a noviembre
de 2017, los bancos acumularon ganancias por 124 mil millones de pesos, 28% más que lo que
habían ganado en el mismo periodo del 2016 (CNBV). Descontando inflación, tuvieron
ganancias reales del 20%, diez veces más que el crecimiento de la economía. Es el contraste
de siempre con los perdedores de siempre: el número de personas que no pueden adquirir una
canasta básica se incrementó en un 1.8% el último año. Con la mayor inflación en una década
y la desaceleración económica, no se ve cómo pudiera cambiar esta tendencia.

Ningún problema se agravó tanto como el de la inseguridad. 2017 habrá cerrado con alrededor
de 30 mil asesinatos, aproximadamente 65% más que en el 2014. En el año también fueron
asesinados nueve alcaldes (sólo en diciembre asesinaron a uno en Oaxaca, uno en Chiapas y
otro en Guerrero), 12 periodistas… y 530 policías. Para atender esta carnicería, la imaginación
en los Poderes Ejecutivo y Legislativo sólo alcanzó para votar una ley que sólo hundirá al país
y a las Fuerzas Armadas en una ruta absurda que no disminuirá la inseguridad y que sí alterará
el equilibrio que por décadas ha habido entre las esferas civil y militar. La ley de seguridad
interior no prefigura un escenario golpista pero sí es una señal de hacia dónde van las cosas y,
en ese camino, ni hablar de una auténtica reforma policial o de emparejarnos con California,
que inauguró el año con una legalización plena de la mariguana, al menos para ahorrarnos la
vergüenza de meter campesinos a la cárcel.

Una pequeña polvareda levantó en el mes el reportaje del New York Times sobre el gasto del
gobierno en publicidad en medios escritos para influir en coberturas informativas. Nada nuevo.
Quizá dos breves consideraciones: cómo sería el trato de los medios a los gobiernos federal y
locales si, con el nivel de crítica que hoy existe, no recibieran esos recursos y, vinculado a lo
anterior, el papel de muchos medios escritos y electrónicos como empresas de extorsión que,
a partir de la desafortunada frase de López Portillo (“no pago para que me peguen”), lograron
superarse y ahora, si no les pagan, pegan o, más bien, pegan más.

¿El saldo del año? Mayor desigualdad, mayor violencia, una corrupción rampante e instituciones
inoperantes. ¿Y las campañas electorales? Con su derroche de dinero y banalidades, harán de
esta realidad, si acaso, un espectáculo un tanto más grotesco.

You might also like