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Universidad

de Chile Alumno: Nicolás López


Facultad de Filosofía y Humanidades Fecha de entrega:
Departamento de Literatura 17 de octubre de 2017
Lengua y Literatura Hispánica
Pregunta II.a
Ramo: Lit. Contemporánea Europea y EEUU
Profesores: C. Brincic y F. Cuevas

En este trabajo nos proponemos hacer un análisis comparado de algunos poemas de Soledades
de A. Machado y Poeta en Nueva York de F. G. Lorca en donde se trata el tema de la infancia,
poniendo atención a la manera en que ambos escritores traducen originalmente las estéticas de
sus épocas.

Sobre el tema de la infancia en el Machado de Soledades, Bernard Sesé ha escrito: “(…) parece
que la infancia, en la imaginación del poeta, está como aplastada, sofocada bajo el velo de una
melancolía indefinible. La infancia, en Machado, es a menudo triste y soñadora” (111). En efecto,
el tratamiento de la infancia está casi siempre difuminado por un esfuerzo de la memoria del
poeta, sobre todo cuando se trata de su propia niñez. Aunque “con raras excepciones, Machado,
según parece, no habla directamente de su infancia” (Sesé, 108), es decir, no habla de hechos
concretos que podamos rastrear en su biografía, sí habla a menudo de la infancia como un
territorio ignoto al cuál se van a buscar respuestas para el presente, aunque no siempre con
resultados satisfactorios. Tengamos en consideración, por ejemplo, la sección Galerías, en donde el
poeta incursiona dentro de la arquitectura de su alma. En el poema LXXXVII escribe:

Galerías del alma… ¡El alma niña!
(…)
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre… Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
(…)
Nada sabemos de las almas nuestras
(1, 7-9, 14)

Como se ve, la infancia, el sueño y el alma forman parte de un mismo proceso para el poeta: el
de la exploración del yo. Veremos esto con más detalle más adelante.
En el caso de Lorca, la infancia es vista como un momento de la vida en donde se pudo ser feliz
debido a la inocencia que permitía el amor homoerótico, pero que sin embargo no presenta

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continuidad en su presente1. La pérdida irreparable de este paraíso de inocencia será uno de los
ejes fundamentales que será proyectado desde el interior del poeta hacia la sociedad de New York.
Recordemos el “rostro distinto de cada día” de Lorca para entender que su personalidad presente
está atomizada; el choque con la ciudad será solo el detonante para un conflicto que ya traía en su
maleta. No por nada, Lorca afirma en su “Conferencia recital”: “La impresión de que aquél inmenso
mundo no tiene raíz os capta a los pocos días de llegar (…) Yo solo y errante evocaba mi infancia
de esta manera” (s.p). A diferencia de Machado, Lorca no buscará respuestas en la infancia, pues
esta está perdida y solo pueden encontrarse evasiones momentáneas en ella: “es imposible
recuperar la infancia porque está claramente muerta, perdida, tanto si nos situamos en el nivel
personal, en el yo, como si miramos hacia la biografía social y colectiva” (Alonso Valero, 4).
Veamos algunos ejemplos.
El poema VI de Soledades presenta la forma de un diálogo entre una fuente y el hablante que
bien podemos interpretar como un diálogo del hablante consigo mismo. La fuente le interroga:
“¿te recuerda hermano, / un sueño lejano mi canto presente?” (13-14), a lo que el hablante
responde: “no recuerdo hermana, / más sé que tu copla presente es lejana” (17-18). Con esto ya se
sugiere el tema de la infancia asociada al sueño y a la dificultad para recordar. El hablante está
consciente de que su tristeza actual tiene su origen en el pasado “yo sé que es lejana la amargura
mía / que sueña en la tarde de verano vieja” (31-32), pero piensa que en el recuerdo puede
encontrar también alguna solución: “cuéntame mi alegre leyenda olvidada” (36). Sin embargo, la
fuente le responde: “dijeron tu pena tus labios que ardían; / la sed que ahora tienen, entonces
tenían” (43-44). El hablante se retira desilusionado “adiós para siempre, tu monotonía, / fuente, es
más amarga que la pena mía” (47-48). Hasta aquí está desarrollado lo que ya advertíamos al
comienzo: la búsqueda en la infancia de soluciones para el presente que no resulta
satisfactoriamente. A mí parecer, la clave del poema está en la evocación sonora, rasgo
eminentemente modernista. El sonido de la fuente, su canto, es el medio por el cuál el hablante
busca un recuerdo de la infancia que sea distinto a su presente. Sin embargo, desde el comienzo se
nos anticipa lo invariable de este canto con un verso que se repite a lo largo del poema: “La fuente
vertía / sobre el blanco mármol su monotonía” (11-12). Es decir, se nos sugiere la continuidad de


1 Es preciso recordar el dato biográfico de que Lorca sufrió un desengaño amoroso por culpa del

escultor Emilio Aladrén solo meses antes de empezar a escribir su poemario, lo que explicaría que
el tema de la infancia aparezca también emparentado con el tema de la traición.

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la tristeza desde la infancia hasta el presente del hablante. En contraste con el sonido de la fuente
se encuentra el ruido de la cancela, “rechinó en la vieja cancela mi llave; / con agrio ruido abrióse
la puerta” (5-6), generando una suerte de claroscuro sonoro. El “agrio ruido” con el que el
hablante llega a escuchar la canción de la fuente es el mismo que produce cuando se retira, dando
entender que se retira igual de amargo que cuando llegó.
En “Tu infancia en Menton” de García Lorca también aparece la idea de la fuente que contiene
recuerdos del pasado. La niñez sería esta “fábula de fuentes”, que es en realidad una “fuente de
fábulas”, es decir, de historias que no se ajustan a la realidad. Se asume que el destinatario del
poema tuvo una relación con el hablante: “Es tu yerta ignorancia donde estuvo / mi torso limitado
por el fuego” (7-8). Este amor solo es posible en la niñez, en tanto “es tu yerta…” se corresponde
con el sintagma nominal “tu niñez” del primer verso. El hablante fue traicionado por el
destinatario “norma de amor te di, hombre de Apolo, / llanto con ruiseñor enajenado, / pero,
pasto de ruina, te afilabas” (8-10), por lo que desea poder volver a encontrar esa momento de la
infancia: “pero yo he de buscar por los rincones / tu alma tibia sin ti que no te entiende” (17-18).
Es importante que la infancia buscada y recordada no se refiere a una niñez real, sino a un estado
de inocencia y pureza. El hablante, durante el tiempo en que compartió este estado con su
destinatario, fue capaz de romper la máscara de su amado, “con el dolor de Apolo detenido / con
que he roto la máscara que llevas” (19-20) para encontrar “tu máscara pura de otro signo” (4) de
la infancia. El hablante busca recuperar a toda costa ese momento en donde el amor homosexual
era posible aunque la sociedad, en particular la iglesia, lo reprima: ”no me tapen la boca los que
buscan / espigas de Saturno por la nieve / o castran animales por un cielo” (34-36). Castrar
animales por un cielo debe entenderse como reprimir la sexualidad del hablante para cumplir con
las reglas religiosas y acceder a la salvación. Sin embargo, el momento de la infancia es
irrecuperable y al final no queda “ni tú, ni yo, ni el aire, ni las hojas” (44), solo las fábulas de las
niñez. Aunque tanto el poema de Machado como el de Lorca son igual de amargos, es posible
advertir varias diferencias. Mientras el poema de Machado explora la infancia para poder
remedar la amargura de su presente, el de Lorca lo hace a modo de evasión. Vale decir, que
mientras Machado busca restablecer una continuidad, Lorca pretende poder volver a la
ensoñación de la infancia. Esto último, sumado al uso de algunas metáforas como “caballo azul de
mi locura” (23), da cuenta de la influencia surrealista en Lorca. Sin embargo, la imposibilidad de

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poder trascender al mundo de la infancia y la ensoñación lo convierte en un poema bastante
íntimo sobre el dolor.
El poema VII de Soledades puede considerarse como el reverso del VI. La fuente y el limonero
vuelven a aparecer, por lo que se sugiere que estamos en el mismo lugar. Nuevamente, el hablante
busca recuerdos que se asumen de infancia: “buscando una ilusión cándida y vieja: / alguna
sombra bajo el blanco muro / algún recuerdo, en el pretil de piedra / de la fuente dormido, o en el
aire” (9-12). Esta vez sí le es posible acceder a recuerdos felices: “Sí, te recuerdo, tarde alegre y
clara, / (…) cuando me traías / el buen perfume de la hierba buena / (…) que tenía mi madre en
sus macetas” (21-27). En este poema la evocación es más odorífera que sonora, pero con un efecto
estético modernista similar: el “aroma de ausencia” (16) es el responsable de evocar los recuerdos
positivos del hablante.
Finalmente, en “1910 (intermedio)” de Lorca se vuelve a plantear el tema del recuerdo de la
infancia como evasión del presente. Las primeras cuatro estrofas describen imágenes que ya
hemos identificado como típicas de la representación de la infancia en el poemario: “Aquellos ojos
mío de mil novecientos diez / no vieron enterrar a los muertos” (1-2), “en los tejados de amor, con
gemidos y frescas manos” (12), “en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad” (16). Todas
estas imágenes aparecen con verbos conjugados en pretérito. En la quinta estrofa se quiebran las
descripciones de la infancia y se reniega del recuerdo: “No preguntarme nada. He visto que las
cosas / cuando buscan su curso encuentran su vacío” (18-19). Es decir, que lo que mis ojos
“vieron” no me conducen a nada según lo que “he visto” (puede asumirse que se refiere a la misma
traición de “Tu infancia en Menton”). Los últimos dos versos están conjugados en presente y nos
sitúan en Nueva York donde el poeta ve “criaturas vestidas ¡sin desnudo!” (22), es decir, iguales a
él, sin la inocencia de la niñez. Los comentarios que pueden hacerse para este poema son similares
a los que ya hicimos para “Tu infancia en Menton”, con la salvedad de que aquí sí aparece la
trasposición de la crisis interior hacia el exterior urbano que ya señalábamos al comienzo.
En resumen, el tratamiento de la infancia en ambos autores parte de búsquedas distintas.
Mientas Machado busca con dificultad la unidad de su existencia en los recuerdos, Lorca se
conforma con poder evadirse momentáneamente de su presente escindido en la ensoñación de la
infancia.

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BIBLIOGRAFÍA

ALONSO VALERO, E. “POETA EN NUEVA YORK: EL APOCALIPSIS Y LA GRAN CIUDAD”. AMALTEA: REVISTA DE
MITOCRÍTICA, 5. 2013.


LORCA, F. POETA EN NUEVA YORK. BARCELONA: LUMEN, 1968.

MACHADO, A. SOLEDADES. GALERÍAS. OTROS POEMAS. MADRID: CÁTEDRA, 2000.

SESÉ B. ANTONIO MACHADO (1875-1939) EL HOMBRE. EL POETA. EL PENSADOR. MADRID: GREDOS.

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