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CAPITULO 1

DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA
DEL TEXTO

1.1. Introducción

Pocas disciplinas han tenido un desarrollo más rápido que la lingüística en el siglo xx,
que, sobre todo en los años sesenta, fue objeto de una verdadera «explosión» (¿O
"inflación"), tanto por el número de publicaciones o el de especialistas, como por el
de nuevas teorías. En esos años, la cantidad de escuelas o tendencias
lingüísticas resulta especialmente significativa: es la época del triunfo del
generativismo chomskyano, de la aparición de teorías próximas pero diferentes,
como la gramática de los casos o las semánticas generativas, del surgimiento de
nuevas escuelas, como la sistémico-funcional británica de M. A. K. Halliday, la
lingüística estratificacional, la gramática generativa aplicativa, la gramatica de
Montague; es también el momento de auge de otras teorías (más o menos
alternativas al generativismo) como la tagmémica, las gramáticas de dependencias o
valencias y, en algunos países, como la RDA y la URSS, las gramáticas funcionales (por
ejemplo, V. Admoni y W. Schinidt). Y es la época del desarrollo del tratamiento
automático del lenguaje, la traducción mecánica, la lingüística matemática, etc. Es
también la época en5 que aparecen los primeros trabajos sobre lo que hoy llamamos,
con preferencia a otros nombres posibles, lingüística del texto.
Por su parte, los años setenta muestran un cierto reflujo en esa explosión; más que
por la aparición de nuevas teorías importantes, se caracterizan por la aplicación de
las ya surgidas al estudio de campos específicos del lenguaje. La sociolingüística y
psicolingüística modernas nacen en los sesenta, pero sus trabajos proliferan en los
setenta. Es también el tiempo de volver a replantearse cuestiones que en la década
anterior se habían olvidado, como el estudio diacrónico del lenguaje, que se comienza
a realizar de nuevo desde perspectivas tan distintas como la gramática generativa
chomskyana, la de los casos o la estratificacional.
En resumen, las escuelas o teorías lingüísticas que hoy día dominan el panorama de
los estudios sobre el lenguaje en todo el mundo son fruto de esos años sesenta,
mientras que la década siguiente vio un reflujo en la aparición de nuevas formas de
estudio del lenguaje. En este esquema, válido sólo en términos generales, sin
embargo, existe una importante excepción: la lingüística del texto. Aunque
«nacida» a fines de los sesenta, su verdadero desarrollo teórico (y, sólo en segundo
término, empírico) es fruto del trabajo desarrollado en multitud de países durante
los años setenta, sobre todo en su segunda mitad.

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La lingüística del texto es un producto básicamente europeo, al menos en las
formas hoy predominantes; más propiamente aún, europeo continental. El interés
por el estudio del texto o discurso como unidad lingüística superior a la frase u
oración aparece también, sin embargo, en otros centros de trabajo lingüístico,
como EEUU o Gran Bretaña, pero, por regla general, en estos casos no se trata aquí
sino de la ampliación de teorías ya existentes (gramática sistémico-funcional,
tagmémica, ete.) a un nuevo nivel, sin que pueda hablarse propiamente de teorías
textuales cualitativamente distintas a las de gramática oracional. Al contrario, en
Europa continental esa lingüística del texto pretende ser, no una simple alteración o
ampliación en mayor o menor grado de las teorías al uso, sino una verdadera
alternativa a ellas. Este valor se le da, fundamentalmente, en los dos Estados6
alemanes, algo menos (o, mejor, de otro modo) en la URSS, Polonia,
Checoslovaquia, etc.; otros países, como Francia o Italia, ven la lingüística del texto
como una disciplina que se une a las ya existentes, pero sin intentar suplantalas o
alterarla.
Al igual que sucedió en los años sesenta con la lingüística en su conjunto, en los
años setenta se observa una auténtica explosión (diríamos de nuevo: ¿inflación?)
de los estudios textuales. No sólo en número de practicantes y publicaciones, sino
también en el de los modelos o teorías, como los de S. J. Petofi, T. A. van Dijk, H.
Rieser, H. Isenberg, Ju. Martem'janov, S. Gindin, etc., trabajos desarrollados
fundamentalmente en este decenio, aunque vinieran preparados por obras
anteriores. Además, no ha sido sólo un interés teórico por el texto, sino que han
proliferado también los estudios prácticos sobre uno u otro aspecto del mismo,
sobre las estructuras textuales de determinadas lenguas, etc. Por otra parte, se echa
en falta en estos años la aparición de verdaderas introducciones generales a la
nueva disciplina, ya que las pocas existentes (con alguna escasísima excepción
parcial, como Fossestol, 1980, y Dressler, 1973) han sido siempre «introducciones a
un modelo o una teoría determinados: tales son las obras introductorias debidas a
T. A. van Dijk (por ejemplo, 1977), Petofi y García Berrio (1978), etc. Destaquemos
que lo mismo sucedió con las introducciones a la lingüística o a la gramática en los
años sesenta.
Por otro lado, al igual que sucedió en la lingüística de los años sesenta, la
lingüística textual de los setenta se ha visto encerrada, desgraciadamente, en
compartimentos estancos: los partidarios de cada modelo se complacen en sí

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mismos y olvidan a sus «competidores», como hicieron la mayoría de las escuelas
lingüísticas del anterior decenio (siempre con las mismas excepciones: tagmémica y
gramática sistémico-funcional). Más aún, el «telón de acero» sirvió como excusa para
mostrarse irreceptivos a los numerosos e importantes trabajos realizados en los
países del Este europeo, pese a los avances de la «coexistencia pacífica». Así,
mientras prácticamente todo lo que se publica sobre lingüística textual en Europa
occidental, Estados Unidos, Japón, etc., es7 inmediatamente conocido y comentado en
la URSS o los restantes estados socialistas pocas son las referencias a obras de estos
países en la lingüística textual de Europa occidental (para no mencionar siquiera
los EEUU). Así, se habla de lingüística del texto, incluso se presenta una historia de
su desarrollo, sin tener en cuenta los trabajos soviéticos, como hace H. Rieser
(1978), o con un conocimiento más bien pobre, adquirido «de oídas», como vemos -
por tomar un solo ejemplo próximo a nosotros- en Petofi/ García Berrio, 1978. La
situación no ha cambiado respecto a los sesenta, donde la importante lingüística
soviética y de otros estados socialistas se ignoraba sin más, o, cuando se mencionaba,
era mostrando su desconocimiento (citemos, por ejemplo, la desafortunada,
por ignorante, referencia de Chomsky a la teoría aplicativa de Saumjan, en
Aspectos de la Teoría de la Sintaxis). El trabajo meritorio de algunos lingüistas
(sobre todo de Francia y las dos Alemanias) no ha conseguido reducir, hasta la
fecha, el grado del desconocimiento de la lingüística del Este europeo. Como vemos, la
situación de la lingüística del texto en los años setenta es muy parecida a la de la
lingüística (en general) durante los sesenta. Más que una nueva
«teoría» equiparable al generativismo o cualquier otra escuela, parece que sus
problemas, pueden compararse con los de toda la ciencia del lenguaje hace ahora
veinte años. Este punto es importante para definir el verdadero lugar de la
lingüística del texto entre los estudios sobre el lenguaje, y tendremos oportunidad de
volver a él. Es preciso señalar además que, frente a la considerable polémica entre
escuelas que caracterizó la década de los sesenta, existe poca discusión
científica entre lingüística textual y «lingüística de la frase». Por regla general, los
partidarios de ésta prefieren ignorar aquélla, aunque la situación no es la misma a la
inversa. Con excepción de algunas teorías muy específican, las de gramática
oracional no han querido verse influidas por la lingüística del texto.8

1.2. ORÍGENES DE LA LINGÜÍSTICA DEL TEXTO

La lingüística del texto como tal aparece por primera vez en varios trabajos,
independientes entre sí, aparecidos en Europa central en la segunda mitad de los
años sesenta, aunque algunos de ellos comenzaran su gestación a principios de la
década. De en torno al año 1968 son obras pioneras como Das direkte Objekt im
Spanischen, de Horst-Isenberg, Pronomina und Textkonstitution, de Roland
Harweg, o Semantische Relationen im Text und im System, de Erhard Agrícola.
También en esta época aparecen los primeros trabajos de índole textual de Harald
Weinrich (como su Linguistik der Lüge); y a mediados de los sesenta se produce la

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recepción másiva de las ideas de V. Propp (su Morfología del Cuento) y se publican las
primeras obras de la escuela francesa de estudio del discurso, como la Gramática
del Decamerón, de Tz. Todorov (1969). Al mismo tiempo, en Checoslovaquia existía
un considerable interés (compartido en Polonia, por ejemplo) por la cuestión de
la perspectiva funcional de la frase y sus aspectos textuales9, mientras que en la
URSS se afianzaba una ya larga tradición de estudios sintácticos (en menor grado,
también semánticos) sobre niveles transfrásticos, reflejados ya incluso en manuales
introductorios de sintaxis (como la Sintaksis sloznogo predlozenija, de S. E.
Krjuckov y L. Ju. Maksimov, de 1969, que incluye un capítulo sobre «hipersintaxis»).
Así, decir que la lingüística del texto aparece hacia la segunda mitad de los años
sesenta no significa que esa fecha sea el comienzo de la preocupación por el texto,
sino sólo el momento en que los trabajos sobre esta unidad de la lengua comienzan
a destacar como intentos de diferenciarse (poco al principio) del resto de las
escuelas lingüísticas, bien ampliando, bien sustituyendo las teorías existentes, y es
por entonces cuando comienza el10 estudio de los problemas teóricos que lleva
consigo el estudio del texto.
Por esa misma época que, al parecer, tiene una considerable importancia en la
historia contemporánea de la lingüística sufren cambios radicales las teorías ya
establecidas: se introduce un componente transformacional en la tagmémica,
aparecen las alternativas a Chomsky desde el mismo generativismo
norteamericano -anunciadas ya antes en Europa en los trabajos de M. Bierwisch y
su escuela, y de S. K. Saumjan y la suya- y alcanza un principio de su luego
considerable fuerza la pragmática. Todo ello significa, de una forma u otra, que se
comienza a abandonar el postulado fundamental generativista de la autonomía de
la sintaxis y el intento de relegar la «actuación» o el «habla» -a una disciplina
-«secundaria».
El final de la década de los sesenta, en nuestra opinión, se caracteriza por el regreso
de la semántica (y otros aspectos, como la diacronía) y de la pragmática, y el
surgimiento «oficial» de la lingüística del texto. Esta última, surgen de hecho,
como lingüística decididamente -semántica y pragmática, lo que nos podría hacer
pensar (exagerando, ciertamente, pero no tanto como muchos querrían pensar)
que se trata de la verdadera culminación de ese interés por fenómenos antes
relegados a los límites externos de la «verdadera lingüística».
En consecuencia, podemos decir que la aparición de la lingüística del texto como
disciplina «autónoma» es fruto de un interés general, visible sobre todo a partir de
1965, por cuestiones de semántica y pragmática. Y que se desarrolla, con caracteres
de auténtica explosión, fundamentalmente en los años setenta, hasta llegar a
convertirse en una de las formas de practicar la lingüística más importantes del
decenio, juntamente con la programática.
Sin embargo, la lingüística del texto tiene unos orígenes más antiguos y su
aparición no es debida solamente a ese "interés por la semántica y la pragmática".
Veremos a continuación esos orígenes y las causas concretas del nacimiento de la

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Por ejemplo, obras de K. Hausenblas como Kompozicie jazykoveho projevu o de B. Palek,
"Crossreference: A Study from Hypersyntax", en las Acta Lingüística de Praga, de los años 1966 y 1968,
respectivamente.
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disciplina. Para ello, nos fijaremos solamente en los antecedentes y11 orígenes de la
"lingüística del texto propiamente dicha", es decir, el estudio del texto y su estructura
como unidad del lenguaje. No tendremos en cuenta, por tanto, el estudio literario,
filológico, psicológico o ideológico del texto, sino solamente su estudio lingüístico.

1.2.1. Orígenes del estudio del texto

Todos los autores coinciden en señalar entre los antecedentes del estudio del texto la
retórca, desde la antigüedad clásica. La retórica, desde Aristóteles hasta sus
formas actuales, se preocupó de la estructuración del texto, pero siempre en forma
más bien ajena a la lingüística. Lo mismo sucede, también desde entonces, con la
poética y la estilística, ya más moderna.
No debe pensarse, sin embargo, que estas disciplinas que poseen una amplia
tradición sean meros antecedentes descubiertos a posteriori por la lingüística
textual. Más bien al contrario, han ejercido una influencia directa en su nacimiento
y desarrollo, y aun hoy día prefiguran algunas de las tendencias más conocidas
(como la francesa). Esto se debe básicamente a que algunos de los primeros y más
destacados representantes de la lingüística del texto provienen del campo literario
o estilístico, y aportaron un conocimiento de las ideas tradicionales de retórica,
poética y estilística. Tales son Teun van Dijk, Nils E. Enkvist, S. I. Gindin, S. J.
Schmidt y, entre nosotros, Antonio García Berrio, junto con otros muchos: las
escuelas praguianas de estudio del texto, por ejemplo, poseen un especial interés
por las cuestiones del texto artístico. De este modo, decir que esas disciplinas
tradicionales son antecedentes de la lingüística textual moderna es distinto que
afirmar que la gramática filosólfica del XVII es un antecedente del generativismo.
Porque en este caso no puede hablarse de influencia (directa o indirecta), sino de
mero «redescubrimiento» moderno de las ideas de hace tres siglos,
redescubrimiento debido, en gran parte, al mantenimiento de presupuestos
filolsóficos similares (cfr. Zvegincev, 1973; Motsch, 1974). El descubrimiento de
que12 existían similitudes (más o menos discutidas y discutibles) entre gramática
filosófica y gramática generativa es a Posteriori, y no contribuyó en la primera fase
del desarrollo de ésta (aunque luego se utilizara para fundamentar sus ideas más
importantes). Por el contrario, como hemos apuntado, la retórica y las otras
disciplinas clásicas contribuyeron directamente, y lo siguen haciendo, en el
desarrollo de la lingüística del texto. Así lo señala, por ejemplo, A. García Berrio:

«Sobre la estrategia del análisis textual, la moderna lingüística del texto se ha


encontrado ya con una larga tradición de análisis. Olvidadas, pero no superadas, es
preciso contar siempre con las enseñanzas de la Retórica, a partir de su estructura
de partes mayores, invenno, dispositio y elocutio, y sobre todo de la segmentación del
texto en unidades, incorporada por la dispositio» (Petofi/García Berrio, 1978: 82-
83).

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La influencia de estas ideas de la retórica, sin embargo no ha sido ni única ni
primordial; mayor interes tiene, en nuestra opinión, la ejercida por la estilística, ya
que muchos estudiosos de esta disciplina se han preocupado siempre del texto
como conjunto, puesto que el análisis de la frase, tal como se realiza tradicionalmente
en lingüística, es de todo punto insuficiente para el estudio estilístico (cfr. Enkvist,
1973, 1978). En el libro Current Trends Of Stylistics, editado por B. B. Kachru y H.
F. W. Stahlke (1973), se pone de manifiesto cómo, desde la "estilística" sánscrita
hasta la de la Escuela de Praga y la escuela española de Dámaso Alonso, ha sido
constante la preocupación por el tex to.
La razón del interés de la estilística (y en menor grado también la retórica) por el
texto completo es evidente, ya que, desde el punto de vista literario, la frase no
tiene otra función que la de ser elemento de un texto, y para conocer y estudiar
estilísticamente una obra no basta con analizar las estructuras oracionales, sino
que es preciso fijarse en la estructura de la obra13 en su conjunto. Como la
estilística intenta adoptar los métodos de estudio lingüístico al análisis del estilo,
hubo de completar los que podía obtener de las gramáticas oracionales con otros
creados especialmente para el estudio conjunto de todo el texto. Con lo que, en
lugar de ser una disciplina meramente «receptiva respecto de la lingüística, realizó
aportaciones considerables a ésta, aunque, por lo general, sólo pudieran integrarse
en el marco de la «lingüística propiamente dicha» dentro de las actuales tendencias de
estudio lingüístico del texto (cfr. 7.7).
Otra rama de esta tradición de estudios textuales se encuentra en los análisis del
cuento popular debidos a Propp (1928, con segunda edición en 1968) y en el
análisis de mitos de Lévy-Strauss, pero también en los estudios semióticos
generales y de la cultura.

1.2.2. Orígenes del estudio lingüístico del texto

Si podemos encontrar antecedentes claros para la lingüística del texto en estudios


tradicionales sobre el discurso, también los podemos hallar dentro de la lingüística
tradicional, en la gramática. La lingüística, que fue primero una ciencia de la
palabra, se convirtió más tarde en ciencia de la frase, ya a partir de los primeros
estructuralistas. Pero, al igual que la «lingüística de la palabra» tenía que
considerar fenómenos del nivel oracional, la «lingüística de la frase» tuvo también
en cuenta, en ocasiones, fenómenos que van más allá de aquél.
Curiosamente, estos antecedentes no se encuentran, con pocas excepciones, en los
modelos gramaticales más «científicos». Ni el generativismo chomskyano, con un
modelo de corte matemático y lógico, ni el estructuralismo más radical -analizable
también con medios matemáticos, más simples esta vez- pasaron nunca de las
frases, probablemente porque es difícil aplicar al texto, los afinados criterios
formales que, al parecer, sí sirven para la frase y otras unidades inferiores. Hubo
pocas" excepciones, pero las que hay son significativas. La más interesante está

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representada por el14 análisis del discurso de Zellig Harris, quien ya se refería a él
en el prólogo a la edición de 1960 de su Structural Linguistics:

«El análisis lingüístico exacto no va más allá de los límites de la frase... Hay,
sin embargo, rasgos estructurales que se extienden sobre partes más amplias de
cada parte conexa de lengua hablada o escrita... Los métodos útiles para el
hallazgo de esas estructuras del discurso son ampliaciones de los métodos de la
lingüística» (p.vii).

Pero también en Bloomfield, Fries y otros estructuralistas norteamericanos (cfr.


Gasparov, 1976) se halla la preocupación por tenerse que limitar a la frase, si bien
sólo el citado Harris y la tagmémica de Pike (cfr. Longacre, 1976) intentaron
desarrollar científicamente esas «intuiciones». Pero, mientras las ideas de Harris
quedaron prácticamente sin desarrollo ulterior fuera del mismo Zellig Harris y
algunos discípulos directos (cfr. Harris, 1963; Prince, 1978; Lafont/Gardés-Madray,
1976), las de Pike, esbozadas ya en su obra Language in retation to a unified theory of
the structure of human behavior (1967-2), se vieron desarrolladas por una
amplia escuela hasta convertirse, hoy día, en una de las más importantes formas de
estudio lingüístico del texto (cfr. 5.7.3).
En Europa, dentro del estructuralismo, apenas hay más antecedentes que la Escuela
de Praga, que, de todas formas, nunca fue un estructuralismo
«químicamente puro». Pero la Escuela de Praga, entre otras razones por su interés
estilístico y funcional, siempre prestó una atención considerable al texto y es hoy
día una de las tendencias más interesantes en lingüística textual, de manera que no
se la puede considerar como simple antecedente, sino como forma ya relativamente
antigua de estudio de las estructuras lingüísticas del texto.
Fuera del estructuralismo europeo, sí aparecen numerosos antecedentes que no se
continúan, por sí mismos, en tendencias modernas específicas. Así. Gili Gaya
reconocía en su Curso superior de sintaxis española algunos conceptos hoy
considerados fundamentales:15

"El discurso se divide en unidades intencionales a las que hemos llamado


oraciones... Las oraciones se suceden guardando entre sí una relación de
coherencia representativa, lógica o afectiva una trabazón psíquica de orden
superior. Si esta relación de continuidad no se revela decimos que el discurso es
incoherente. La unidad total del discurso, a la cual sirven las oraciones que lo
componen, obedece a leyes psicológicas, y según ellas percibe el oyente o el lector la
coherencia o incoherencia del discurso que se le dirige» (p. 325).

Fuera de Espña, el gramático alemán K. Boost desarrolló el concepto de


Satzverflechtung, "entretejimiento de oraciones", que es un enlace transfrástico de
tipo formal (sintáctico), o también semántico. También en lingüistas como O.
Jespersen pueden encontrarse ideas que reaparecen posteriormente. Pero, por
regla general, la influencia ejercida por ellos es sólo secundaria e indirecta, aunque

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siempre ha de tenerse presente, ya que se trata de autores que han participado en la
preparación lingüística de algunos destacados estudiosos del texto, mediante
manuales de uso escolar o universitario (y así, para citar un solo ejemplo, Horst
Isenberg, hispanista y uno de los principales lingüistas textuales, reconoce el papel
pionero de las anteriores observaciones de Gili Gaya).

Pero, en general, aunque hay antecesores reales del estudio de algunos de los
problemas específicos de la unidad lingüística textual, lo que hoy llamamos
«lingüística del texto» no es el desarrollo de ninguno de esos antecesores (con la
excepción de Pike y su tagmémica), quienes sin embargo sí tuvieron una cierta
influencia, probablemente, en la preparación inicial de muchos de los estudiosos
actuales. De manera que la hueva disciplina tiene que explicar sus origenes por
razones que no pueden resumirse en la existencia de una tradición más o menos
extensa e importante16.

1.2.3. Causas de la aparición de la lingüística del texto

Al igual que en otros campos de la lingüística, en la textual es preciso buscar


razones de diverso tipo para explicar su nacimiento (cfr. Bernárdez, 1980). En
primer lugar, causas puramente internas, de la propia disciplina lingüística. En
segundo lugar, causas externas, basadas en el contexto intelectual en que se mueve la
lingüística. En algunas ocasionec, ambos tipos de causas están estrechamente
relacionados.

1.2.3.1. Causas internas.-Las causas internas («lingüísticas») que dan lugar al


nacimiento de la lingüística del texto se encuentran sobre todo en los estudios
sintácticos debidos, fundamentalmente, al generativismo. De hecho, como tendremos
ocasión de comprobar, la mayoría de los lingüistas textuales proceden del campo
generativista, aunque haya algunos (Harweg, Pike, Halliday) que provienen de una
u otra escuela estructuralista no generativa; son, sin embargo, minoría, y en todos
los casos se han visto sometidos a una mayor o menor influencia de la gramática
generativa transformacional.

Se trata aquí de la aparición, desde los primeros años de desarrollo de la teoría


generativa, de fenómenos (aparentemente) sintácticos cuya explicación no podía
hacerse de manera adecuada si no se tenía en cuenta el contexto, es decir, las frases
anteriores y/o posteriores del mismo texto.

La coordinación, por ejemplo, comenzó a estudiarse de nuevo, después de una


larga época de abandono casi general, dentro del generativismo, ya que había sido
presentada en el trabajo inicial de Chomsky (Syntactic Structures) como
"transformación de conjunción". Los seguidores de Chomsky realizaron desde el
principio estudios más a fondo sobre las diversas transformaciones propuestas por
aquél, con la intención de perfeccionar el modelo; entre ellas se encontró la

16
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coordinación, que se vio favorecida, además, por la dificultad de su estudio sintáctico
autónomo. Al hacer éste, se vio que una explicación suficiente17 (por ejemplo,
sobre las condiciones de uso de una u otra conjunción, etc.) debe tener en cuenta
factores no sintácticos, fundamentalmente semánticos, pero también pragmáticos
(cfr. Lakoff, 1971). Igualmente, se puso de manifiesto que la coordinación actuaba,
no sólo en el nivel de la oración aislada, sino en la sucesión de oraciones. Más
adelante (4.6) nos fijaremos con más detalle en este fenómeno.

Otros aspectos de la «sintaxis» que escapaban de los límites de la frase eran el uso del
artículo (al que Weinrich dedicó uno de los primeros trabajos de lingüística
textual, cfr. Conte, ed., 1977; Weinrich, 1976); la sucesión de tiempos y, en general, el
uso de los mismos (que Weinrich trató en su libro Estructura y Función de los
Tiempos en el Lenguaje), la pronominalización, los interrogativos, etc. Horst
Isenberg (1977: 122) presenta una lista de 23 fenómenos que escapan a la
capacidad explicativa de una gramática oracional18.

De hecho, los primeros trabajos de lingüística textual son intentos de ampliar (o


modificar) las gramáticas oracionales al uso, generativas o estructuralistas, para
poder explicar todos esos fenómenos (por ejemplo, Isenberg [1968] desarrolla su
concepto inicial de texto para explicar el uso de a con el complemento directo en
español; el trabajo fundamental de Harweg [1979-2] es una extensión de su
tratamiento de la pronominalización).

Igualmente, las primeras discusiones se centraron en estos temas y en su (nuevo)


status teórico, y en la cuestión de hasta qué punto su estudio exigía alejarse de las
gramáticas oracionales conocidas (cfr. Vichweger, 1979).

También son causas internas, aunque tengan una estrecha19 relación con las causas
externas que veremos a continuación, dos fenómenos a los que ya nos hemos
referido: la entrada en la lingüística (y la gramática, más específicamente), incluso
en las tendencias tradicionalmente más asemánticas y formalistas, de la semántica y
con ella la pragmática moderna. De manera que la lingüística textual no se
encontraba con la única base de una semántica más o menos formal pero
básicamente autónoma, sino también con trabajos de semántica y pragmática de
interés considerable, sobre todo desde el punto de vista teórico, que procuraban
enlazar la gramática (en sentido tradicional) con las nuevas disciplinas parciales.
De forma que, en gran medida, el interés por el texto se unió a esa tendencia ya
existente: si queremos estudiar la semántica como parte integrante de la gramática,
tenemos que observar las relaciones semánticas -señalizadas formalmente o no-
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Son los siguientes: pronombres; artículo; pro-adverbios; conectores oracionales; partículas de
preguntas y respuestas; señales de articulación (Gliederung); morfemas verbales y construcciones
perifrásticas: expresión
del tiempo, modo, aspecto, Aktionsart; caracterización del complemento directo en español, albañés,
bengalí,
etc.; formas de tratamiento; honorativo japonés, elementos deícticos situacionales; entonación;
posición del acento oracional; énfasis y contraste; orden de palabras; articulación en tema y rema;
expansión; condensación: nominalización, etc., elipsis; anáfora y catáfora; coordinación y
subordinación; sucesión temporal; fórmulas fijas; saludos, comienzo de cuentos, etc.
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existentes entre las frases, a fin de describir adecuadamente la semántica de cada
frase particular. Pero esa semántica, que suele ser de tipo referencial, tiene una
conexión inmediatamente reconocible con los factores pragmáticos y, en general,
sociales. Así, también la lingüística del texto respondía a una necesidad vivamente
sentida por entonces en toda la lingüística.

1.2.3.2. Causas externas. -El primer grupo de causas externas se encuentra en


disciplinas muy estrechamente relacionadas con el lenguaje, y puede considerarse
que son determinantes en el surgimiento de la lingüística del texto. Se trata del
campo del tratamiento automático del lenguaje, desde la documentación a la
traducción mecánicas; estas disciplinas necesitaban disponer de descripciones
lingüísticas rigurosas adecuadas para el tratamiento de textos completos, es decir,
no de frases aislidas. Los modelos lingüísticos utilizables (generativos, de
dependencias o -distribucionalistas) se limitaban a la frase y, en consecuencia, eran
insuficientes para el tratamiento de textos completos necesario para la traducción, la
obtención de resúmenes, etc. Los expertos en documentación automática habían
intentado ampliar dichos modelos, para hacerlos extensibles al texto, y es
interesante20 señalar, por ejemplo, que uno de los primeros libros que se
planteaban el análisis del texto llevara como título -Analyse automatique du
discours (Pecheux, 1969).

Para citar sólo algunos pocos ejemplos, podemos mencionar las dificultades que
Vauquois (1975) señala para la traducción atomática: junto al problema de hallar
los referentes de los pronombres de una frase, se destaca que la desambiguación de los
elementos semánticos (léxicos o proposicionales) depende normalmente del
contexto lingüístico, etc.; en general, se muestra cómo el proceso de traducción se
realiza sobre todo el texto en su conjunto, entendido como unidad, y no sobre
frases aisladas. Las mismas dificultades plantea Ljudskanov (1969), mientras A.
Andreewsky (1973) presenta ya, desde un punto de vista algorítmico, posibles
formas de incluir información sobre las relaciones interfrásticas para la
documentación automática.

Esta necesidad de no limitarse a la frase se ve con mayor claridad aún en el campo de


la traducción, sea automática o humana, que en los demás terrenos de la
automación lingüística. Partiendo de la problemática específica de la traducción, se
llega a consideraciones de interés no meramente metodológico, sino también
teórico. Así, L. S. Barhudarov (1975) señala que la traducción no se realiza «en el
lenguaje como sistema, sino en el habla (rec), con los productos concretos del
habla, o textos, de ahí que para la teoría de la traducción sea necesaria y justificada la
introducción del nivel textual» (p. 176). Gindin y Leont'eva (1978) dedican un
trabajo fundamental al tema de las relaciones entre teorías del tratamiento
automático de la información y lingüística del texto, exponen algunos de los
numerosos modelos desarrollados en este campo (fundamentalmente en los EEUU)
y señalan la gran importancia de estas cuestiones para el desarrollo de la
lingüística textual.

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Los trabajos con este enfoque son muy numerosos, aunque no siempre son obra de
lingüistas. Sin embargo, en países como la URSS, la lingüística textual tiene entre
sus objetivos más evidentes el contribuir a la solución de las dificultades con que
topa el tratamiento automático de los datos lingüísticos. Sería necesario21 todavía un
estudio que mostrara con mayor detalle las interrelaciones entre la nueva
disciplina lingüística y los trabajos de lingüística automática realizados en
numerosos países.

Otro tipo de influencias proviene de la situación intelectual en que se mueve la


lingüística, es decir, las ideas generales sobre el desarrollo y las necesidades de la
ciencia. Esa situación intelectual (que suele manifestarse a través de la generalización
filosófica de los resultados obtenidos por las «ciencias naturales») ha influido
siempre de forma considerable en el desarrollo de la lingüística (cfr. Bernárdez,
1980; Motsch, 1974), y esa influencia continúa, probablemente más intensa
todavía. Por lo que se refiere a la lingüística del texto, se pone de manifiesto sobre todo
en el intento de ampliar el objeto de estudio, en la pérdida de límites definidos
entre las disciplinas que, desde distintos puntos de vista, estudian un mismo
objeto. Así, mientras la lingüística del siglo xx ha mostrado una clara tendencia al
aumento de la formalización acompañado de un programa de trabajo cada vez más
restringido, que dejó de tener en cuenta el carácter social del lenguaje (Maas,
1973:13), la lingüística del texto, al mismo tiempo que procura no abandonar la
formalización (aunque ya con más prudencia que hace unos años), huye del
reduccionismo de escuelas lingüísticas anteriores. Si, hasta ahora, la gramática (por
ejemplo, la generativa, porque también hay excepciones, y la tagmémica representa la
más clara de ellas) quedaba prácticamente separada de la sociolingüística (pese a los
esfuerzos integradores de Labov y otros), la psicolingüística (pese a las afirmaciones
programáticas del generativismo) y las demás disciplinas que estudian el lenguaje,
la lingüística del texto incluye entre sus preocupaciones más destacadas aspectos
psicológicos y sociológicos, con lo cual tienden a borrarse los hasta ahora nítidos
límites entre «lingüística» y demás disciplinas del lenguaje (cfr. Zvegincev, 1973b;
Bernárdez, 1978b). Esta tendencia hacia un conocimiento integrados es
característica de la actual ideología científica22. En palabras del biólogo Faustino
Cordón (1978: XXXIX)23:

«... las inmensas conquistas de la ciencia experimental, conseguidas muchas


veces bajo impulsos increíbles de genio, han llevado a la ciencia a un grado de
madurez que exige, imperiosamente, su elevación a un nuevo orden de
problemas y soluciones, dicho de otro modo, que exige integrar las múltiples
teorías científicas, totalmente desvinculadas unas de otras cuando se
retieren a objetos cualitativamente distintos (y, a veces, cuando se refieren a
un mismo objeto visto desde ángulos distintos), en un sistema de
conocimientos único, general e integrador.»

21
Pág. 29
22
Volveremos sobre esta cuestión en 6.3.3.

23
Pág. 30
1.2.3.3. Resumen. -Como resumen de la breve exposición de causas que han
conducido al desarrollo de la lingüística del texto, podemos señalar las siguientes:
a) necesidad de realizar aportaciones de carácter lingüístico a las disciplinas
que trabajan con textos completos, como poética, estilística y tratamiento
mecánico de la información lingüística;
b) necesidad de explicar, por el recurso al texto coherente, una serie de
fenómenos que no pueden estudiarse adecuadamente en frases aisladas;
c) necesidad de integrar los datos semánticos y pragmáticos con los
gramaticales;
d) necesidad de seguir las directrices científicas generales, entre las que se
encuentra la de realizar estudios integradores, escapando del reduccionismo
de otras tendencias lingüísticas.

A estas causas podrían añadirse otras como el intento de desarrollar, por ejemplo, en
la RDA, una forma de estudios lingüísticos adaptada a las ideas del marxismo-
leninismo, o el desarrollo de nuevos métodos de enseñanza de la lengua materna y las
lenguas extranjeras, etc24.

DESARROLLO Y SITUACIÓN ACTUAL


DE LA LINGÜÍSTICA TEXTUAL

Al igual que no existe una «historia» de los antecedentes que condujeron a la


lingüística textual, tampoco existe una historia de la disciplina, pese a las
considerables transformaciones que ha sufrido a lo largo de sus poco más de diez
años de existencia como campo «autónomo» de estudios lingüísticos. Los trabajos
existentes son, por regla general, parciales, meramente descriptivos o, al contrario,
básicamente críticos con escaso contenido informativo, y no suelen tener en cuenta el
conjunto de tendencias existentes. Señalamos a continuación los trabajos que
pueden consultarse con más provecho.

Hannes Rieser (1978, reproducido con cierta ampliación en Petofi/García Berrio,


1978) muestra una breve historia de la lingüística textual bastante correcta, pero en la
que solamente tiene en cuenta una pequeñísima parte de todo el campo. Se basa
fundamentalmente en el desarrollo de su propia obra, la de J. S. Petofi y T. A. van
Dijk, mencionando también a W. Kurnmer, H. Isenberg y E. Lang, pero sin tener en
cuenta los trabajos más recientes de estos dos últimos; ignora, asimismo, la
lingüística textual soviética o de otros países de Europa oriental, al igual que
tendencias importantes en el Occidente europeo y los EEUU, como Francia,
Inglaterra y el importante trabajo de la tagmémica. Pero, con estas limitaciones
señaladas, puede considerarse un trabajo esencialmente correcto e importante.
B. Gasparov (1976) realiza un estudio más amplio, teniendo en cuenta las
tendencias existentes en la URSS, RFA, EEUU, Gran Bretaña y Checoslovaquia, y

24
Pág. 31
secundariamente otros países. Además de ser un buen resumen de la situación de la
lingüística del texto, discute algunos problemas teóricos importantes.

Sandulescu (1976) considera básicamente las diferencias entre las tendencias


europeas continentales y las anglosajonas, aunque en estos últimos años la situación
ha cambiado un tanto, sobre25 todo por lo que respecta a los trabajos realizados en
Gran Bretaña.

Trabajos parciales interesantes sobre la situación en diversos países o escuelas se


encuentran en el volumen Sintaksis Teksta (1979). Sobre lingüística textual
soviética, la obra fundamental es todavía Jelitte, ed., 1976, además del breve ensayo de
S. I. Gindin (1978b). Sobre la tagmémica, es de especial interés Longacre (1976),
quien tiene en cuenta también otros aspectos de la lingüística textual. Monaghan
(1979) es un buen estudio, también histórico, del modelo sistémico-funcional,
desde sus orígenes en Firth, y Grosse (1979) considera críticamente las tendencias
francesas, a las que en este libro prácticamente no tenemos en cuenta. Igualmente,
Lafont/Gardés-Madray (1976).

Información interesante sobre las diferentes tendencias textuales actuales puede


encontrarse sobre todo en Dressler, ed., 1978, y referencias más parciales en obras
muy diversas, como el prólogo de R. Harweg a la segunda edición de su Pronomina
und Textkonstitution (19792), el de S. J. Schmidt también a la reedición de
Textttheorie (1976-2). Más resumidamente, en obras como Bondarenko, 1976;
Mateeva, 1978, etc. Coseriu (1980) presenta un resumen crítico de algunas
tendencias modernas (fundamentalmente de la RFA). Bernárdez (1980), siguiendo a
Viehweger e Isenberg, señala las características generales de la situación actual.

1.3.1. Desarrollo moderno de la lingüística textual

. La primera aparición del término lingüística del texto se encuentra en el artículo


«Determinación y entorno», de Eugenio Coseriu (1956). Allí, al referirse a la
necesidad de hacer una lingüística de la «parole», señala primeramente que:

«En lo particular, el hablar como "producto"es, justamente, el texto, y en lo histórico


se identifica nuevamente con la "lengua"...» (p. 286)26, distinción que desarrolla
más adelante en dos formas de lingüística:

«..existe, y está sólidamente constituida, la lingüística de las lenguas, es


decir, del hablar en el nivel histórico. Existe, asimismo, una lingüística del
texto, o sea del hablar en el ni el particular (que es también estudio del
"discurso", y del respectivo "saber"). La llamada "estilística del habla" es,
justamente, una lingüística del texto» (p. 289).

25
Pág. 32

26
Pág. 33
Estas ideas de Coseriu no encontraron una continuidad en trabajos de otros autores,
aunque Coseriu (1980) es en parte el desarrollo de las mismas.

Lo que aquí más nos interesa es la consideración del «texto» como producto del
«hablar», es decir, como producto de la actividad lingüística (concreta) de los
hablantes. De alguna forma, este concepto básico de texto es el que hoy día está
más generalizado, sobre todo en Europa continental, y volveremos a él en capítulos
posteriores.

Sin embargo, en lugar de comenzar el estudio de las cuestiones textuales desde este
punto de vista, los primeros trabajos intentan solamente, como ya indicamos más
arriba, explicar algunos fenómenos sintácticos y semánticos que no se podían
describir adecuadamente en el nivel orácional (pronominalización, uso del artículo,
de los tiempos verbales, etc.). Usualmente, como también dijimos, se adoptaban las
ideas y los métodos de la gramática generativa, más raramente de la estructuralista.

Así, los primeros modelos pretenden ampliar la gramática generativa (por regla
general, el modelo chomskyano de 1965) a un nuevo nivel. De este tipo son los
trabajos iniciales de Hannes Rieser, Horst Isenberg, J. S. Petofi, Ju. Martemjanov y
otros. El, ellos puede partirse, por ejemplo, de la sustitución del símbolo inicial
«Oración» por el símbolo «Texto», que se expande en sucesiones de frases (cfr.
Bourdin/Duhem para los trabajos de Isenberg, Thümmel y otros). No existe, en
esta primera fase, un intento de apartarse radicalmente de la gramática
tradicionalmente27 basada en la oración, aunque algunos autores como Isenberg ya
apuntan la necesidad de separar de algún modo gramática oracional y gramática
textual. Como señalan los autores franceses de "La grammaire de texte en pays de
langue allemande":

"En el trabajo de Thümmel no hay delimitación verdadera entre la gramática del


texto y la de la frase, mientras que, con Isenberg, las unidades discretas de la
gramática del texto no parecen pertinentes para la de la frase, y a la inversa"
(Bourdin/Duhem, 1972:74).

Este enfoque de la lingüística del texto como ampliación («necesaria») de una


gramática oracional desató considerables critícas, centradas en la discusión sobre la
necesidad o no de alterar los mecanismos de las gramáticas oracionales para
hacerlas susceptibles de aplicación al texto. De ahí las polémicas representadas por
Ewald Lang (1973a) o Dascal y Margalit (cfr. 1974), el primero en torno a los
trabajos iniciales de Horst Isenberg, los segundos sobre la obra de T. A. van Dijk
(1972a).

Afirmaban estos autores que las cuestiones aparentemente insolubles por la


gramática oracional eran fácilmente resolubles por ésta, con una simple adaptación de
sus mecanismos, y que, por otra parte, el texto no tenía el carácter de «unidad
lingüística» equiparable a la frase. La principal Polémica, desde entonces, residió

27
Pág. 34
en el intento de demostrar que, pese a su diferencia de status teórico, el texto era un
objeto tan digno de estudio lingüístico como la oración, lo que hizo que se
pusieran de relieve las diferencias entre texto y frase, abandonándose en cierto
modo la discusión teórica del texto mismo.

Se partía, en estos modelos de ampliación de la gramática oracional, de la siguiente


consideración: si en la gramática es posible establecer un nivel morfémico que se
integra en uno superior, el de las palabras, éste a su vez en el del sintagma, y estos
unidos forman el nivel superior, la frase, no hay razones de principio para no
considerar que el nivel de las oraciones se28 subordina a su vez a uno más elevado, el
de los textos (o los párrafos, que luego se integran en textos). Este es el método
seguido por Harris y los modelos gramaticales basados en niveles sintácticos o
estratos, como la tagmémica, la gramática sistémicofuncional y la misma gramática
estratificacional. Para estos autores, una frase es un conjunto de sintagmas más
una serie de elementos estructurales integradores del nivel de la frase; el sintagma, a
su vez, es un conjunto de palabras más elementos integradores propios del
sintagma, etc., de forma que cada nivel está formado por unidades del nivel
inmediatamente inferior más esos elementos integradores estructurales. Este punto
es de gran interés teórico dentro de la gramática, y sus posibilidades descriptivas son
considerables, aunque no nos podemos detener en él. Para dejar algo más claro el
principio de los «estratos» o niveles, citaremos las palabras de D.
G. Lockwood en su introducción a la gramática estratificacional, la escuela que,
probablemente, mejor ha desarrollado teórica y prácticamente el concepto:

«En vista de la gran diversidad estructural de los materiales que tiene que
poner en relación el lenguaje, parece razonable plantear la hipótesis de que
dentro del lenguaje existen varios niveles de estructuración. Cada uno de
estos niveles se llamará estrato. En cada estrato se puede suponer que existe un
esquema táctico (tactic pattern) o táctica (tactics): un esquema (pattern) de
relaciones que especifican las combinaciones correctas de los "elementos" del
estrato. Juntamente con la táctica hay otros esquemas que, con él, forman
lo que puede llamarse sistema de estratos» (1972: 6).

El número de estratos o niveles existentes no está aún perfectamente delimitado, y es


posible añadir niveles suprafrásticos. Aquí no nos interesa la interpretación
teórica que se da a los estratos (distinta en la gramática estratificacional y la
tagmémica, por ejemplo), sino el hecho de que es posible entender que el texto es, no
una unidad propiamente, sino un nivel de estructuración de29 los elementos
lingüísticos30. Esto, posiblemente, resultaría aceptable aún hoy para todo el

28
Pág. 35
29
Pág. 36
30
La gramática estratificacional considera que "no hay razón teórica para limitar nuestro interés
por el lenguaje a la oración y sus componentes" (Lockwood, 1972:8); incluso, "la teoría
estratificacional considera,
por tanto, que la tarea última de la lingüística es explicar todos los textos de cada lengua que estudia"
(idem).
El modelo, efectivamente, no queda "automáticamente" o "por principio" limitado a la oración, sino
que puede dar comienzo en el texto o en cualquier otro nivel.
mundo, aunque no así las repercusiones teóricas de aceptar ese carácter del texto
como fundamental.

De hecho, los modelos que separan niveles estructurales, como los ya mencionados, son
los únicos que han conservado desde su origen una forma de descripción del texto
de este tipo. Otros autores, que partieron de la consideración del texto como unidad
lingüística superior a la frase pero integrada por frases, pasaron más tarde a una
nueva consideración de la definición del texto y, en consecuencia, a una nueva forma
de su estudio.

Admitir que el texto es un nivel especial, formado por unidades del nivel inferior, es
decir, frases, se puede resumir en la consideración de «texto como conjunto de
frases», a la que tendremos ocasión de referirnos más adelante. Para este «modelo del
texto», será suficiente con especificar las condiciones en que es posible unir frases
para dar lugar a un texto «gramatical», de forma que la lingüística del texto sería una
simple <gramática transfrástica> (en la misma forma en que una gramática
oracional es una «gramática transléxica»), y no implicaría un cambio de rumbo en
los estudios gramaticales o, como lo denominamos en otro lugar (Bernárdez, 1980),
la lingüística del texto transfrástica no sería, en absoluto, una
«revolución en la lingüística».

El problema radica en que el «salto» de la frase al texto es de diferente tipo que el del
sintagma a la frase, etc. Porque, según las ideas que acabamos de exponer en su
esencia, para explicar la «gramaticalidad» de un texto sería necesario y suficiente
especificar el «esquerna táctico» del nivel del texto, y las oraciones («elementos» de
ese nivel textual) que lo integraran deberían ser, además, «gramaticales» ellas
mismas. Sin embargo, un texto31 puede ser inaceptable, agramatical (teniendo en
cuenta que la gramaticalidad del texto no debe entenderse en el sentido estricto de la
gramática generativa chomskyana), aun cuando las frases que lo componen sean
perfectamente graimticales, si bien, para que un texto sea gramatical, sus frases
componentes deben serlo también. La situación parece, a primera vista, similar a la
existente en el nivel de la oración, donde sintagmas correctamente construidos
pueden dar lugar a una frase agramatical. Sin embargo, a diferencia de la frase, el
texto posee condiciones de gramaticalidad que no son básicamente sintácticas, sino
muy fundamentalmente semánticas y pragmáticas. Se trata de la diferencia entre
formas de estructuración del texto que señaló S. Gindin, y a las que nos referimos
detalladamente más adelante. Así, mientras los niveles restantes, desde la frase
hasta el nivel fónico, se estructuran por principios que pueden estudiarse con
métodos no necesariamente semánticos, el texto no puede explicarse plenamente
(siquiera sea como «unidad compuesta de frases») si no es por métodos semánticos (y
pragmáticos). Podría intentarse solucionar este problema considerando que lo que
existe en realidad son los niveles semántico, sintáctico, morfológico y fonológico,
que cuentan con unidades especiales para cada nivel: texto, oración, morfema y
fonema. Pero parece un tanto arriesgado considerar que el texto es una
«unidad sernántica» (como hacen Halliday y su escuela) frente a la oración que es

31
Pág. 37
una unidad sintáctica. Es, pues, evidente la dificultad de considerar el texto como un
nivel más por encima del oracional, sin añadir al mismo tiempo que se trata de un
nivel radicalmente distinto a los demás.

Porque, como señaló, entre los primeros, S. I. Gindin, el texto no puede definirse
adecuadamente si no es en base a criterios pragmáticos (cfr., fundamentalmente,
Gindin, 1971 b). Además, la gramaticalidad del texto no pude establecerse sólo en
términos «gramaticales» (es decir, estructurales), sitio que es preciso tener muy en
cuenta factores, por ejemplo, sociales (cfr. los ocho aspectos del texto que señala
Isenberg, 1976). De ahí que la lingüística del texto, que comenzó queriendo ampliar la
gramática (generativa) entendida como competencia del usuario de la32 lengua, se
viera forzada a sustituir el concepto puramente gramatical propio del modelo
chomskyano por otro radicalmente distinto, de manera que la lingüística textual
intentó describir, no la "competencia lingüística" (en términos chomskyanos), sino
más bien la «competencia comunicativa», concepto desarrollado por Dell Hymes y
adoptado más tarde por otros muchos. Pero describir la «competencia
comunicativa» escapa de las posibilidades de una gramática tradicional, estructural o
generativa. De forma que para poder estudiar esa aparente unidad gramatical que es
el texto es preciso tener en cuenta factores no integrables en los modelos
oracionales, para poder explicar la «competencia comunicativa» (definible aquí
como «capacidad de generar y entender textos correctos y aceptables») hay que
salirse, necesariamente, de los marcos de la gramática en sentido tradicional.

Lo que quiere decir, en resumidas cuentas, que el texto deja de considerarse como
mera unidad de orden superior, pero equiparable a la frase u otras unidades
inferiores del sistema de la lengua. En su segunda y actual fase, la lingüística del
texto, efectivamente, olvida esa inicial definición de texto y pasa a considerarlo
como una unidad básicamente comunicativa, aunque posea, además, características
de unidad o nivel lingüístico. Es decir, en su segunda fase de desarrollo no se intenta
ampliar una gramática generativa (o de otro tipo) a un nuevo nivel, sino que se
intenta buscar el medio lingüístico que sirva para estudiar ese elemento especial que
llamamos «texto», y que se entiende fundamentalmente como fenómeno comunicativo.

No deja de ser curioso que este desarrollo haya vuelto a las consideraciones que en
1930 hacía el filósofo soviético Valentín Volosinov:

«La verdadera realidad del lenguaje no es el sistema abstracto de formas


lingüísticas, ni el habla monologal aislada, ni el acto psicofisiológico de su
realización, sino el hecho social de la interacción verbal que se cumple en uno o
más enunciados» (Volosinov, 1930:118)33.

40

32
Pág. 38

33
Pág. 39
Es decir, al examinar el texto estudiamos una «realidad lingüística» diferente a la
del sistema de la lengua que era el objeto de estudio de las escuelas anteriores. Y,
además, esa realidad representada por el texto («interacción verbal que se cumple en
uno o más enunciados») es, desde el punto de vista de las funciones
(comunicativas) del lenguaje, la «verdadera» realidad.

En otros puntos de su obra (por ejemplo, pp. 120, 140), Volosinov destaca esa
consideración comunicativa del lenguaje y de su producto básico, lo que ahora
llamamos texto.

De manera que el pasar a considerar el texto desde un nuevo punto de vista, trae
consigo un profundo cambio en la consideración de los elementos lingüísticos,
como tendremos ocasión de comprobar a lo largo de las páginas de este trabajo.

Destaquemos, además, que este cambio de rumbo en la lingüística textual es muy


rápido. Los trabajos de Isenberg de 1968 ya muestran los principios de esa
consideración del texto, aunque en general tengan las características de las que
hemos llamado primera fase de la lingüística textual. Las mismas ideas
fundamentales, expuestas por Gindin en varios trabajos del año 1971, aparecen
también por esa época en otros autores importantes como Rieser, Petofi, T. A. van
Dijk, Agrícola, Viehweger, Weinrich, etc. En la URSS, por su parte, esta forma de
considerar el texto como unidad comunicativa fundamental no es en absoluto
nueva, ya que fue una constante a lo largo de la historia de la lingüística soviética.

En esta nueva segunda fase de la lingüística textual, el texto no es


fundamentalmente (aunque sí secundariamente) un conjunto de frases con una
determinada estructuración, sino la unidad fundamental del lenguaje entendido
comunicativamente. En esta fase, los problemas no son sólo los derivados de
intentar una adaptación adecuada de modelos ya existentes, sino que surgen
problemas teóricos considerables sobre el status de la lingüística del texto en el
marco de estudios del lenguaje, la necesidad (o no) de replantear la lingüística en
general, las posibilidades (o su ausencia) de escribir en forma adecuada (¿y
formalizada?) las estructuras textuales, especialmente de su componentes no
sintácticos34, etc. Varios de estos problemas se desarrollan en algunos de los
artículos que integran Petofi, ed. 1979 (cfr. también 6.3).

En resumen, la evolución de la lingüística del texto (que es mucho menos lineal de lo


que puede parecer por las páginas precedentes) ha llevado de la simple modificación
de los modelos existentes a un replanteamiento de muchos problemas importantes de
la lingüística, tanto de su temología como de su teoría y epistemología.

34
Pág. 40
1.3.2. La situación actual

Actualmente, en la lingüística del texto siguen apareciendo las dos formas de


entender el texto que hemos caracterizado como faces de desarrollo histórico. Las
escuelas que conservan la concepción del texto como conjunto de frases, según
señalamos más arriba, son aquellas con un sistema de niveles o estratos
estructurales bien desarrollado, y que integran elementos no exclusivamente
linguísticos. Así, la tagmémica considera la conducta lingüística como una forma
más de conducta, es decir, la conducta lingüística se integra en la no lingüística (en
forma similar a lo presentado, desde presupuestos diferentes, en el capítulo 2 de
este libro). De esta forma, el texto encuentra la explicación de sus componentes no
lingüísticos dentro del modelo general. Lo mismo sucede en el modelo sistémico-
funcional.

En consecuencia, aunque haya diferencia entre la consideracíón del texto, todas las
escuelas actuales tienden a interpretarlo modelos gramaticales como elemento con
aspectos no meramente grarnaticales/estructurales. Puede decirse que, de todos los
modelos gramaticales importantes, solo el generativo era, al parecer,
absolutamente incapaz de integrar el estudio del texto35.36

De manera que, al distinguir las escuelas actuales según su definición del texto
como «Conjunto de frases». O como «unidad comunicativa», no se hace
verdaderamente justicia a la realidad. En el primer grupo tendríamos las ya citadas
tagmémica y gramática sistémico-funcional, junto con la Escuela de Praga -y sus
partidarios en otros países-, además de modelos menos generalizados, como el de
Harweg, el de Sevbo, etc. En el segundo estarían las restantes escuelas importantes, a
las que ya nos hemos referido. Pero en todos los casos se considera que, para
estudiar y describir el texto, es preciso contar con fenómenos no meramente
lingüísticos, sino también sociales (y psicológicos, etc.).

Otra distinción que se ha establecido, y que ciertamente tiene justificación, es la


que señala C.-G. Sandulescu entre las corrientes europeo-continentales y
anglosajonas. Las primeras se centran en el texto escrito y preferentemente en la
realización de modelos que podemos llamar, simplificadamente, deductivos; en el
área anglosajona la atención se dirige sobre todo al texto hablado y tiene un interés
más empírico que teórico. Así, mientras modelos teóricamente importantes como los
de Petofi, T. A. van Dijk, etc., limitan la utilización de textos reales a la obtención de
ejemplos ad hoc, la tagmémica aplica sus esquemas descriptivos al análisis de
numerosísimos textos en diversas lenguas, y la gramática sistémico-funcional
procura analizar textos completos de la lengua inglesa e incluso hacer «gramáticas
del texto» para la misma lengua.

La diferencia se basa, a nuestro parecer, en que las escuelas textuales europeas han
partido de la gramática generativa, adoptando muchos de sus principios (siempre
35
Cfr. , sobre los "estudios generativos sobre el discurso", el artículo de S. Kuno, "Generative
discourse análisis in America". En Dressler, ed., 1978: 275-294

36
Pág. 41
que eran compatibles con el estudio del texto), mientras que los modelos
anglosajones han partido de tendencias no generativas. Sin embargo, pensamos
que las distancias entre estos dos tipos de lingüística textual son mucho menores de lo
que puede parecer a simple vista, ya que ambos comparten la idea fundamental,
repetidamente señalada ya, de que para el estudio del texto es preciso superar los
límites tradicionales de la lingüística y la separación tajante entre "lingüística y no
lingüística"37.

Veremos a continuación, muy brevemente, la situación en alguno de los países


donde los estudios textuales han alcanzado un mayor desarrollo.

1.3.2.1. La URSS.-En la exposición precedente apenas hemos hecho referencia a la


Unión Soviética. Principalmente, porque en este país la evolución de la lingüística
textual tiene unas características diferentes, sobre todo en cuanto a sus orígenes,
respecto a la que hemos resumido.

Así, mientras en Europa -occidental o EEUU sólo es posible señalar algunos


antecedentes aislados y, en realidad, poco influyente, en la URSS los primeros
trabajos sobre cuestiones textuales aparecen antes de 1950 y la tradición no se
interrumpe hasta la actualidad, aunque se hayan dejado sentir las mismas
tendencias existentes en Europa occidental (sobre todo por la existencia de una
escuela generativista bastante fuerte en la Unión Soviética). Se trata, pues, del
único país que cuenta con una tradición extensa y continua en la disciplina. Esto se
manifiesta, entre otras cosas, en la utilización de términos más o menos sinónimos
con el de texto, como conjunto sintáctico complejo (sloznoe sintaksi eskoe celoe) y
vyskazyvanie, que suele traducirse por enunciado, términos a los que nos referimos
en 3.3. La conciencia de que el estudio de las unidades superiores a la oración no
debe marginarse de la gramática se manifiesta en la existencia de estudios sobre
hipersintaxis desde los años sesenta, y en la presencia de capítulos sobre este tema en
obras de carácter gramatical general (como la ya mencionada Sintaksis sloznogo
predlozenija).

En Jelitte, ed. 1976, se presenta un resumen relativamente amplio de los estudios


textuales en la URSS que pueden remontarse hasta Lomonosov.

Determinante en el desarrollo de la lingüística textual soviétiea es, de un lado, esa


tradición gramatical, que en realidad responde a la necesidad de considerar la
función comunicativa del lenguaje. Recordemos que, sobre todo por razones
ideológicas, la URSS no tuvo escuelas antisemánticas tan destacadas como las38
europeas y, sobre todo, las norteamericanas. En ese marco tienen que entenderse
trabajos sobre cuestiones textuales debidos a Pospelov en los años cuarenta, o los de
Buslaev, A. Potebnja, etc. En segundo lugar, hay que poner de relieve la

37
Pág. 43

38
Pág. 44
importancia, sobre todo a partir de los años sesenta, de las cuestiones de la
traducción automática y la teoría de información con datos lingüísticos, a las que ya
nos hemos referido.

Como decimos, en la Unión Soviética no ha habido interrupción de las tradiciones de


estudio textual. Sin embargo, el desarrollo reciente de la disciplina puede compararse
con el habido en los países de Europa occidental. Junto a un interés por los
modelos formales de base semántica/pragmática y generativa hay que señalar la
existencia de numerosos trabajos sobre fenómenos específicos de la coherencia
(superficial y profunda) de los textos, sobre las relaciones entre frases, así como
entre lingüística del texto y disciplinas próximas como la sociolingüística y, sobre
todo, la psicolingüística.

Una de las aportaciones más interesantes de la URSS a la lingüística del texto y, en


general, a las modernas corrientes lingüísticas ha sido el desarrollo de la teoría de la
actividad verbal (teorija recevoj dejatel'nosti) que exponemos en el capítulo 2.
Elaborada en base a las ideas de Wygotsky, y desarrollada en nuestros días por A.
N. y A. A. Leont'ev, proporciona una sólida base para el estudio del texto como
unidad comunicativa, y ha sido aplicada no sólo en la URSS, donde se cuenta con
numerosos trabajos, sino también en otros países, sobre todo de Europa oriental,
pero también occidental, especialmente la RFA (cfr. los trabajos de W. Kummer y
S.J.Schmidt).

No disponemos de espacio para mencionar siquiera algunos de los más destacados


representantes de la lingüística textual soviética. Sin embargo, a lo largo de este
trabajo tendrenios ocasión de discutir algunas de las ideas y teorías más
importanes.

1.3.2.2. Checoslovaquia; el interés por las cuestiones textuales en Checoslovaquia es


antiguo y se enlasa con las ideas de la Escuela de Praga. Su interés por los fenómenos
estilísticos y por el39 aspecto comunicativo y funcional del lenguaje llevó a Mathesius a
considerar algunas cuestiones textuales. Los estudios checoslovacos se centran
fundamentalmente en la llamada «perspectíva funcional de la frase», o articulación
en tema y rema, que tiene precisamente bases comunicativas. Para poder explicar
adecuadamente qué es rema y qué tema en una frase concreta, es preciso tener en
cuenta el contexto sintáctico, es decir, las frases anteriores y posteriores, además
de otros fenómenos sintácticos, semánticos, etc. De esta forma, la perspectiva
funcional de la frase sirve de puente entre la gramática oracional y la textual. Se
entiende el texto, sobre todo en los modelos actuales de Danes, como sucesión de
frases unidas entre sí fundamentalmente por medio de la progresión temática,
concepto al que nos referiremos más detalladamente en 4.4.2. Esta cuestión ha sido
desarrollada por autores importantes, como P. Sgall, J. Firbas, Fr. Danes, E. Benes, B.
Palek y otros.

39
Pág. 45
Otros autores, como K. Hausenblas, propugnan una perspectiva ligeramente
distinta, que parte del texto como unidad comunicativa y no de la frase (cfr.
Hausenblas, 1977).

I. M. -Gorskova (1979) realiza un análisis de las distintas tendencias de la


lingüística textual checoslovaca, y señala tres formas distintas de estudio:

a) el basado en la perspectiva funcional de la frase, al que ya nos hemos


referido;
b) el estudio del texto centrado en la problemática del texto artístico, y que
sigue la rica tradición de la estilística praguiana. Entre sus representantes
pueden mencionarse Fr. Miko o- A. Popovic, con todo el «Grupo de la
Universidad de Nitra»;
c) el estudio del habla conversacional, siguiendo también una tradición de la
Escuela de Praga, y que está representada por autores como VI. Barnet.

A estas tres tendencias hay que añadir la representada por Karel Hausenblas, quien
dedica su atención, como hemos dicho, al aspecto comunicativo del texto y a su
relación con otras formas de articulación de un mensaje comunicativo.40

La máxima aportación de los lingüistas checoslovacos en este campo se centra en la


aplicación textual de la perspectiva funcional de la frase, que se ha convertido en
elemento fundamental de muchos modelos de lingüística del texto y de otras
disciplinas gramaticales. Su influencia abarca, desde modelos formales soviéticos
como el de Martern'janov, hasta los elaborados por autores tan diversos como
Halliday y, Hasan, T. A . van Dijk, etc., y reaparece de una u otra forma en las obra de
Petofi, Viehweger, Agrícola, etc.

1.3.2.3 Polonia; También en Polonia tienen bastante antigüedad, y considerable


importancia actualmente, la lingüística textual y, en general, los trabajos sobre el
texto. Comenzaron fundamentalmente en base a las teorías de la Escuela de Praga
(perspectiva funcional); de otro lado, tienen gran importancia como pioneras las
obras de A. Wierzbicka e.i. Bellert sobre cuestiones semánticas.

Los modelos o tendencias que encontramos en Polonia son esencialmente los


mismos que en otros países, desde los modelos formales basados en la definición del
texto como conjunto de frases (Marciszewski, 1977, 1979) a otros de carácter
comunicativo, como los de Janus y, parcialmente, también Boguslawski. Gran
influencia tienen los métodos lógicos de Ajdukiewicz, visibles en la obra, sobre
todo, de los citados Marciszewski y Boguslawski.

El bieta Janus (1979) presenta un resumen de los principales trabajos polacos en


lingüística textual. Señala que en Polonia, al igual que en otros países, el
tratamiento automático de la información ha tenido una gran influencia, centrada

40
Pág. 46
en la aportación de M. R. Mayenowa, a quien, por otro lado, se deben también
trabajos importantes sobre otras cuestiones teóricas del texto.

Boguslawski (1977) presenta algunas consideraciones teóricas sobre el concepto de


coherencia textual, al que se han dedicado numerosos trabajos, recogidos en parte en
volúmenes colectivos de la serie de las publicaciones de Instituto de Literatura de la
Academia Polaca de Ciencias41.

Las aportaciones polacas a la lingüística del texto, con la excepción de los trabajos de
I. Bellert y A. Wierzbicka, son todaavía poco conocidas en Occidente. Sin
embargo, tanto por su producción propia como por la actividad de lingüistas de
otros estados en ese país, puede considerarse como uno de los centros más
importantes de trabajo en nuestra disciplina42.

1.3.2.4. República Democrática Alemana.-Ya hemos indicado que la RDA es uno de los
países donde primero empezó a trabajarse en cuestiones textuales. Cuenta,
además, con algunos de los más importantes representantes de la disciplina.

Viehweger (1979) dedica un artículo a exponer la situación de la lingüística del


texto en la RDA. De él, así como de la bibliografía disponible, se desprende la
existencia de actitudes similares a las de Europa occidental, aunque hoy día
predominan absolutamente los trabajos que parten de la consideración del texto
como unidad comunicativa, perspectiva que aparece, además de en la lingüística
textual, en otros campos de la ciencia del lenguaje, incluyendo la psicolingüística, la
sociolingüistica, etc., y que tiene como base fundamental los trabajos
psicolingüísticos y psicológicos soviéticos de la escuela de Wygotsky y Leont'ev (cfr.
como visión general de la «ideología lingüística» de la RDA el volumen colectivo
Sprachliche Kommunikation und Gesellschaft, de 1974).

Entre los autores principales hay que destacar la obra de Erhard Agricola, centrada
primeramente (1969) en las relaciones semánticas entre lexemas, que luego aplicó a
su estudio del texto (1970, 1976, 1977). A él se deben trabajos importantes sobre la
cuestión del «tema del texto», a la que nos referiremos en 4.7.

Horst lsenberg, por su parte, uno de los pioneros y más dentacados practicantes de la
lingüística textual, aparte de sus aportaciones a otros campos de la lingüística
(como la diacrónica), ha planteado algunas cuestiones teóricas importantes sobre
el43 concepto de texto, su consideración autónoma como unidad comunicativa,
tipología del texto, etc. A él se debe, asimismo, el modelo más completo del texto
basado en la teoría soviética de la actividad verbal. A sus diversas aportaciones nos
referiremos en numerosas ocasiones a lo largo de este libro.

41
pág. 46
42
En Probleme und Perspektiven der neueren textgrammatischen Forschung se incluye una reseña
del libro colectivo O spójno éi teksta, con colaboraciones de los principales especialistas polacos.

43
Pág. 47
Dieter Viehweger cuenta como principal aportación con su teoría de las cadenas de
nominación, que presentamos en 4.3, y que es extremadamente importante para
explicar la coherencia textual.

Otros autores destacados son Ewald Lang, cuyo concepto de Gemeinsame


Einordnungsinstanz (Marco de Integración Global) resulta de gran valor para el
estudio de la comprensión del texto (cfr. 4.6.2). Heidolph es uno de los primeros
que realizaron un modelo textual basado en su consideración de unidad
comunicativa. Importantes para conocer los distintos enfoques de la lingüística
textual en la RDA son diversos volúmenes de los Studia Grammatica, especialmente
Danes/Viehweger, 1976 y 1977.

Puede decirse que la RDA ha producido algunas de las obras teóricas más
importantes en la lingüística textual, y que es uno de los países más destacados en
este campo.

1.3.2.5. República Federal de Alemania.-En Europa occidental y EEUU suele


pensarse que la lingüística del texto es algo característico, casi con caracteres de
exclusividad, de la RFA. Esto no es cierto, en tanto en cuanto, como hemos visto, los
trabajos textuales realizados en otros países son de considerable importancia y la
lingüística del texto es una disciplina que cuenta con numerosos practicantes. Sí es
preciso reconocer, sin embargo, que las variantes más influyentes entre los
lingüistas del «mundo occidental» provienen en su mayoría de la RFA. Si bien no se
puede hablar de lingüística del texto considerando sólo Alemania Occidental, es
imprescindible conocer sus principales representantes y teorías. En bastantes casos,
esos representantes son extranjeros que trabajan actualmente en Alemania. En otros
casos, como el del neerlandés Teun A. van Dijk, están estrechamente
relacionados con las escuelas linguísticas alemanas federales44.

La bibliografia sobre los trabajos de ese país es abundante y accesible, y puede


decirse que, de todos los centros de la lingüística textual europea, es el más
«productivo» (no sólo, aunque principalmente, por el número de páginas
publicadas). En castellano han aparecido traducciones de obras de S. J. Schmidt
(19762) y trabajos de Petofi y Rieser (en Petofi/García Berrio, 1978), además del
último libro de T. A. van Dijk.

Los modelos existentes en la RFA son numerosos y variados. Gülich/Raible (1977)


presentan una visión general de los más importantes de ellos. Figuras como los ya
mencionados Schmidt, Rieser, Petofi y el neerlandés T. A. van Dijk, junto a
Weinrich, Gliriz, Harweg, Stempel, Thümmel, Koch, Dressler y el mismo Eugenio
Coseriu son testimonio de la importancia de la nueva disciplina lingüística en
Alemania Occidental.

44
Pág. 48
Los caracteres generales de las escuelas existentes son similares a los de otros
países que hemos reseñado, aunque la diversidad de enfoques es mayor, sólo
comparable con la existente en la URSS. Es de destacar la existencia de grupos de
trabajo numerosos y de gran actividad, el más destacado de los cuales es hoy día el de
Bielefeld.

Puede decirse que todos los aspectos de la lingüística textual, tanto empíricos como
teóricos, se cultivan en la RFA, con predominio, sin embargo, de las cuestiones de
carácter teórico. Un resumen, siquiera excesivamente breve, de esas actividades
nos llevaría demasiado tiempo; pero a lo largo de este libro se reflejan algunas de las
ideas más importantes de estudiosos de ese país.

Destacaremos, finalmente, que un aspecto importante de la actividad de la


lingüística alemana occidental es la de dar a conocer, fundamentalmente a través de
la RDA (por ejemplo, mediante libros publicados en la RDA y distribuidos en
Europa occidental por editoriales de la RFA), trabajos de autores del Este europeo.
De esta forma, teorías como la de la actividad verbal se han dado a conocer (aunque aún
en forma restringida) en los países occidentales. Igualmente, parte del (escaso)
conocimiento que se tiene sobre la lingüística textual de los estados socialistas45,
especialmente RDA Y URSS, se debe a la participación de estudiosos de estos
países en publicaciones de Alemania Occidental.

1-3.2.6. Otros países.-Los países que hemos señalado son los que muestran una
mayor y más importante actividad en el campo de la lingüística textual. Sin embargo,
no son en absoluto los únicos donde se practica. En todos ellos existen tendencias
similares.

En Gran Bretaña hay una cierta tradición de trabajos textuales que se ha


desplazado también a Australia y Nueva Zelanda con su principal exponente, M. A.
K. Halliday y su esposa R. Hasan. En 5.6 presentamos sus ideas más importantes
sobre el texto.

En Escandinavia son Suecia y Noruega los países más activos, habiendo también
algunos trabajos interesantes en Finlandia. El principal representante es N. E.
Enkvist, interesado por cuestiones estilísticas del texto, pero también por otros
aspectos, como los procesos de coherencia textual. Otros practicantes de la
disciplina son B. Fossest0l, E. Andersson, T. Fretheim y C.-G. Sandulescu. Abo y
Lund, junto con Oslo, son los principales centros de lingüística textual en
Escandinavia.

En España, los trabajos de lingüística del texto son aún escasos, si hacemos excepción
de la considerable escuela semiótica que estudia el texto literario, y no se han realizado
aportaciones teóricas importantes. Destacaremos sobre todo la actividad de A.
García Berrio; merecen destacarse también Vidal Lamíquiz,

45
Pág. 49
Hernández Alonso, Criado de Val y otros que han hecho ciertas aportaciones, desde
diversos puntos de vista, al estudio del texto.

En otros países, como Italia, Hungría, Rumania, Bulgaria y los Países Bajos, existen
trabajos y estudiosos de lingüística textual que no carecen de interés, pero sobre los
cuales contarnos con poca información. Podemos señalar M.-L. Conte y C. Segre, en
Italia; Z. Kanyó, I. Fónagy, J. Zsilka y K. Csúri, en Hungría; E. Vasiliu, R. Mih
il o S. Marcus,
Rumania, etc.
En Francia, por otro lado, existe una amplia tradición de46 trabajos de tipo textual,
centrados en los nombres de Tz. Todorov, o Bremond y Greimas, entre otros.
Existen numerosas publicaciones. Los estudios franceses, sin embargo, se centran
casi exclusivamente en la estructuración general del texto literario (sobre todo la
narración) y en el comentario de textos (literarios). Abandonando las cuestiones
más propiamente lingüísticas a las que se dedica este trabajo. La influencia de las
escuelas francesas es considerable en España, y los trabajos más importantes están
traducidos al castellano47.

En cuanto a los EEUU, además de la tradición representada por Zellig Harris, hay
que contar fundamentalmente con los estudios de la tagmémica (cfr. 5.7.3), así
como los debidos a J. Grimes y sus colaboradores. Los estudios norteamericanos se
han ecntrado, como en Gran Bretaña, aunque más acusadamente todavía, en el
análisis de textos conversacionales, así como en las implicaciones sociolingüísticas
(en la línea de Hymes, Gumperz, Laboy. etc.)48.

46
Pág. 50
47
Sobre esta "escuela", cfr. Courtes, 1976 (introducción general); Ducrot-Todorov, 1972
(especialmente "Los conceptos descriptivos", pp. 201-388); Genot, 1979; Grosse, 1979,
Greimas et al., 1976;
Lanfont/Gardés-Madray, 1976; Lamiquiz, 1978; Talens et al., 1978
48
Pág. 51

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