Professional Documents
Culture Documents
y Proveedora Escolar
Cuatro breves
imposturas
Andrés Neuman
64
La musa
Sami Tchack
70
Crónica En la mira Bazar Librero
Tú impostor: EL Teorema
el asunto Sokal y las de Almodóvar,
descalificaciones en Antoni Casas Ros
el mundo académico J. J. Villegas
Matiana González 123
116
Las benévolas,
Jonathan LitteLL
César B. Callejas
125
Bios
129
ENSAYO
Rodrigo Fresán
Andy Warhol
Entrevista del año 1986
UNO. Leemos en la Biblia que “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen
y semejanza”. Y, apenas unas líneas después, el acto en cuestión ya ha sido con
sumado: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y
6 hembra los creó”.
Y hay algo que siempre me intrigó de todo esto.
Para empezar, la idea de que el hombre es una copia perfecta y al mismo tiem
po imperfecta de Dios.
Es decir: igual al original pero sin superpoderes. Una muy buena falsificación
pero sin firma.
Después está aquello de Dios anunciando –¿a quien?– un plural “hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza”. Lo que no puede sino hacernos sos
pechar que hay varios dioses y que el que habla es nada más que uno de ellos.
Uno de los tantos modelos brotados de una línea de montaje cósmica y divina,
de una The Factory celestial, a la que le ha sido asignada la construcción y re
producción de nuestro planeta.
CINCO. Leo en el tan monumental como magnífico ensayo The Culture of the
Copy: Striking Likenesses, Unreasonable Facsimiles de Hillel Schwartz (Zone Books,
New York, 1996) una frase paradójica y a la vez certera: “Acerca del plagiarismo,
poca cosa nueva puede escribirse”.
Asentado esto, Schwartz propone un breve impulso de la pulsión plagiarista
situando los primeros hitos en las idas y vueltas de materiales de filósofos grie
gos, poetas romanos e ilustradores medievales. La llegada de la imprenta, claro,
marca el Big Bang del plagiarismo. Y para el siglo XIX los Románticos excusan su
virulencia plagiarista argumentando que lo que ellos manipulan es materia
plebeya a la que su genio transforma en algo extraordinario. Y, enseguida, gran
des nombres de la literatura se apuntan al baile. Edgar Allan Poe y Nathaniel
Hawthorne y Washington Irving y Daniel Defoe y Bram Stoker son algunos de
ellos. Por su parte, Alexandre Dumas decide combatir el inevitable plagiarismo
a su obra con el autoplagiarismo explotando a ejércitos de ghost-writers a suel
do a los que bendice como franchises: les permite desarrollar sus personajes
pero los obliga a firmar con el nombre de Alexandre Dumas –y a entregarle los
derechos, claro– mientras proclama, triunfal, que “El hombre de genio no roba;
8 conquista”.
Mientras tanto, al otro lado del canal, se multiplican los Drácula, los Peter
Pan, los Sherlock Holmes, como alguna vez ya se había repetido el Quijote por
que, recuerden, Cervantes, en la segunda parte de su novela, no sólo obliga a su
héroe a leer la primera parte sino, también, la segunda en curso. Y comenta los
plagiarismos quijotescos de contemporáneos como Avellaneda y, para no ser
menos, acaba confesando que su libro no es otra cosa que el producto de la tra
ducción de un manuscrito que encontró en Toledo, escrito en árabe, y cuyo
autor es un tal Cide Hamete Benengeli.
Siglos más tarde el círculo se cierra –o se abre al abismo– con el relato de
Jorge Luis Borges, genio plagiarista y fagocitador si alguna vez lo hubo, titulado
“Pierre Menard, autor de El Quijote”. Allí, Borges lleva este gozoso trastorno a su
extremo absoluto, total, donde la reescritura exacta de Cervantes deviene en
una novela nueva y contemporánea de su nuevo y orgulloso y genial autor.
SIETE. Y mientras escribo esto estoy escuchando un álbum de una banda lla
mada –formidable nombre que funciona como declaración de principios o, mejor,
como advertencia de su gozosa falta de escrúpulos– The Dandy Warhols.
El álbum en cuestión se titula Welcome to the Monkey House (título robado a un
relato del escritor norteamericano Kurt Vonnegut) y la portada del álbum mues 9
tra a una banana a medio pelar cuya cáscara se abre y se cierra con un cierre
relámpago. Es decir: un plagio-mix-mutación de la portada de la banana que
Andy Warhol realizara para la banda The Velvet Underground y de la portada
del cierre relámpago que Andy Warhol hizo para el Sticky Fingers de The Rolling
Stones.
La mención a The Dandy Warhols –banda formada en Portland, Oregon, a
mediados de los años 90– y su inclusión como soundtrack apenas subliminal
para este texto no es un capricho o una coincidencia. The Dandy Warhols –a
diferencia de otras bandas pastiche-collage enciclopédicas y referenciales como
Electric Light Orchestra, Queen, Love & Rockets, Crowded House, The Water
boys y, recientemente, The Strokes o The Killers o Franz Ferdinand– no alude ni
hace guiños más o menos sutiles. Tampoco homenajea. The Dandy Warhols
plagia reinventando. The Dandy Warhols clona alterando el ADN del clonado.
The Dandy Warhols se disfraza de cualquiera hasta, en ocasiones, ser mucho
mejor que el inspirador de la máscara. Para muestra de esto, alcanza la audición
de su hit del año 2000, fagocitado por la firma Vodafone para una campaña
publicitaria. La canción –“Bohemian Like You”– es el tipo de gran canción de
The Rolling Stones que The Rolling Stones ya jamás podrán componer y grabar
(y que probablemente jamás pudieron crear). Interrogado y casi acusado por
semejante crimen, Courtney Taylor-Taylor –líder de The Dandy Warhols– aclaró
que, de acuerdo, se trataba de un gesto plagiarista pero, también, aclaró que “no
es un plagio a The Rolling Stones sino a Kiss plagiando a The Rolling Stones”.
NUEVE. Lo que nos podría llevar a pensar en las diferencias entre falsificación
y plagiarismo. Hillel Schwartz nos advierte en su libro que no es tarea sencilla.
Y en ciertas paradojas: porque hoy los albaceas de la obra de Warhol persiguen
judicialmente, por cielo y tierra, a todo aquel que reproduzca sin autorización o
atente contra el copyright de este muerto más vivo que nunca. Obras que –en
muchísimos casos– no son otra cosa que la constante y disciplinada digestión
de materiales ajenos. Pero, siempre, con la gélida pasión del iluminado, del pro
feta, de quien ve el futuro y descubre que, allí, el Verbo es Plagiar.
Y tal vez –idea que le robo a Schwartz y reescribo con variaciones, con in
jertos míos– la gran diferencia, la ética y el credo del asunto pase por aquí: el
falsificador falsifica por amor al dinero y con la fantasía de que sus obras sean
aceptadas como Gran Arte; mientras que los plagiarios plagian por amor al arte y
sólo desean que sus productos sean entendidos como invenciones. Dice Schwartz:
“El tiempo del falsificador terminó ayer, el tiempo del plagiario comienza ahora”.
Y agrega: “El plagiario produce lo que el arqueólogo o el historiador ya está bus
cando: artefactos o documentos muy familiares y, a la vez, tan extraños. La fami
liaridad convierte su trabajo en algo significativo. La extrañeza, en algo valioso”.
Es decir: el plagiario o el plagiarista disfruta de lo mejor de ambos mundos.
DIEZ. Leo en alguna parte que alguien calculó –vaya uno a saber cómo y con qué
autoridad, a quién le copió semejante certeza– que la mente humana es capaz
de producir tan solo 3,655,760,000 ideas originales.
¿Cuántas usamos?
¿Cuántas quedan?
¿A alguien le importa?
12
Óscar Gual
GRIZZLY GOD
Iba a escribir sobre cine, sobre directores de cine. El bastión principal sobre el
que iba a sostener mi argumentación era Werner Herzog. Iba a escribir sobre
todo de Herzog. Para empezar analizaría alguna de las secuencias más sobresa
lientes de Grizzly Man, un documental que produjo y dirigió en 2005. En él, el genial
cineasta bávaro utiliza las cientos de horas de video que Timothy Treadwell
había dejado grabadas tras pasar los trece últimos veranos de su vida convi
viendo con los osos grizzly en el Parque Nacional de Katmai, Alaska. Treadwell
era un wasp neoyorkino y los osos grizzly pasan por ser una de las especies más
peligrosas de la naturaleza. En el documental se observa cómo el punto de vista
de Treadwell sobre lo que hacía allí era radicalmente distinto del que tenía el res
to del mundo. Mientras él se consideraba un ecologista y afirmaba sin pudor que
ya formaba parte de la comunidad como un pequeño osezno, los guardas fo
restales y trabajadores del parque pensaban que estaba totalmente chiflado.
Había escrito varias líneas analizando un hecho que parece marcar un antes
y un después en la vida de Treadwell: fue segundo en el casting de Cheers para el
14 personaje de Woody Harrelson –su parecido es turbador–. Pretendía diseccionar
su personalidad, marcadamente bipolar, a partir de ciertos datos como su ex-
alcoholismo o su pronunciado narcisismo, según los testimonios de gente cercana
a él. Era el típico caso de actor fracasado. Pero a partir de aquel rechazo en Cheers
nació un nuevo Treadwell, mitad grizzly, mitad eco-warrior.
Después iba a lanzar al aire la manida pregunta de si, de tanto fingir, puede
uno llegar a asumir la mentira. Como contrapunto, también valoraría crítica
mente la actitud de Herzog, que toma prestadas las grabaciones de Treadwell
y las utiliza en su propio y cínico provecho. El hecho de que Herzog tuviese una
infancia bastante peculiar, pues no hizo una llamada telefónica hasta los 17
años y no le dejaron ver una película hasta los 19, lo aprovecharía para empa
rentarlo, a su pesar, con Treadwell. Ésta, más o menos, iba a ser la introducción
de este artículo, pero ya no va a ser así.
Porque ahora quien escribe esto no soy yo, son mis nervios a flor de piel.
Aunque mis manos estén dándole al teclado, son mis vísceras las que dictan.
Me parece irónico darme cuenta de cómo, en algún aburguesado momento
de mi vida, he llegado a desear con todas mis fuerzas que suceda algo que me
haga sentir, que me despierte, aunque ese algo sea terrible. Para que me aclare
de una vez si soy un robot o no. Estoy seguro de que no soy el único, de que a
muchos de vosotros, en alguna dominguera y feng-shuinamente distribuida terra
za, os habrá invadido esta catarsis solipsista mientras discutíais sobre el final de
ENSAYO
Inland Empire, sobre si existe una generación nocilla o sobre a partir de qué peso
unas gafas de pasta pueden dejarte esa incómoda marca en el puente de la na
riz. Ahora ya sé la respuesta. Cuando digo irónico, en realidad quiero decir que
me parece propio de un imbécil.
Encontrar, en un día que prometía ser tan aburrido como el anterior, a un her
mano reducido a cenizas, desata un escenario de ambigüedades que convierte
en imposturas de juguete el resto de páginas de esta revista. Es como el anun
cio ese en el que un tipo conduce un coche de verdad y el resto son todos de
cartón o de plástico. Ese día te llaman al móvil para informarte de que se ha detec
tado un bug en Matrix, un pequeño error que divide tu vida en un antes y un
después. Sólo eso. Y que, como no afecta a los usuarios suficientes, no piensan
programar ningún patch para arreglarlo. Que ya puedes llamar al teléfono de
asistencia que no te van a hacer ni puto caso.
A partir de este punto el ensayo se ramificaba examinando la actitud de otros
directores. El hilo conductor, como ocurre en estos casos, no necesitaba ser de
masiado grueso. Lo importante es adónde vas, no qué baldosas pisas. 15
El otro punto fuerte era la disección de ciertas escenas de la filmografía de
Takashi Miike. El director osaquense se dio a conocer en Europa con la polémica
Ôdishon (1999), un título muy alejado del resto de su filmografía. La idea era intro
ducirlo como un espécimen singular, alguien capaz de rodar hasta seis películas
y una serie de televisión en el mismo año. Tengo anotado el minutaje de mis ar
chivos divx para revisarlas una y otra vez. Aquí hubiese disfrutado, la verdad. Son
la secuencia de la tortura de la propia Ôdishon –palabras clave: agujas, narcóti
cos–, la secuencias inicial y final de Dead or Alive (1999) –p. c.: raya kilométrica,
metal, Dragon Ball–, la secuencia de la matanza de yakuzas y la del tirón de mejillas
de Ichi the Killer (2001) –p. c.: cuchillas, semen, Uma Thurman–, las secuencia inicial
y final de Gozu (2003) –p. c.: perrito aplastado, leche materna, parir un adulto– y
la desesperante estructura repetitiva de Izo (2004) –p. c.: matar, salto temporal,
matar, salto temporal, matar–. Estas serían sus obras clave. Sus trabajos más
comprometidos socialmente, como The Hapiness of the Katakuris (2001) –p. c.: ne
crofilia– o Visitor Q (2001) –p. c: coprofagia–, las podría firmar un Haneke pasado
de setas. El resto son cintas correctas de yakuzas como The City of Lost Souls (2000)
–p. c: pelea de gallos de plastelina– o infantiles como Andromedia (1998) –p. c.: vagi
na disparadora de dardos–. Además, era obligado referirme a la anécdota de que
en varios festivales se repartieron bolsas para vómito antes del pase de Ichi the
Killer. Si hubiese firmado tan sólo sus obras maestras sería considerado un genio
sin ningún género de duda, pero esta posibilidad se diluye debido a una brutal
incontinencia que le obliga a cagar películas a la velocidad del sonido. Esta filo
sofía de guerrilla queda plasmada en el documental de Yves Montmayeur Electric
Yakuza Go to Hell (2003).
La cuestión es que Miike, en los últimos años, parece haberse amansado. Y un
kamikaze domesticado es como una pistola con balas de fogueo. En Zebraman
(2004), The Great Yokai War (2005) y Waru (2006), Miike trata sosamente de imi
tarse a sí mismo. En el incoming de mi PC guardan cola Big Bang Love: Juvenile A
(2006) y Sukiyaki Western Django (2007), fríamente acogida en Sitges07. Parece
que, desde que los focos –y Tarantino– se han fijado en él, anda deslumbrado.
No se trata de un artista vendido, no es eso. Ni es una estrella ni maneja grandes
presupuestos. Simplemente es demasiado consciente de su obra y ha dejado de
ser libre para continuarla. Es un Tarzán en Nueva York que se ha percatado de que el
resto del mundo espera que se comporte como un mono, no como una persona,
y eso le pone nervioso. O no estaba preparado o ha dejado el listón demasiado
16 alto y demasiado pronto.
El siguiente paso de mi ensayo consistía en probar mis argumentos con otros
directores contemporáneos. Se trataba de discernir quiénes se están imitando
a sí mismos y quiénes aún no, de repartir certificados de autenticidad. Hay que
tener poca vergüenza y ningún respeto.
Empezaba por el tokiota Shinya Tsukamoto, compañero de generación de
Miike y autor de la mítica aunque sobrevalorada Tetsuo (1989), a quien le daba el
aprobado por seguir firmando artefactos del calibre de Vital (2004). Además, den
tro de su poco reconocida faceta como actor –memorable como maestro Ichi–, se
atreve a protagonizar esa salvajada lovecraftiana llamada Marebito (2004), diri
gida por otro loco como Takashi Shimizu y en la que pretendía hacer especial
hincapié: si Herzog consigue en Grizzly Man que Méliès y Lumiere se den un cor
dial apretón de manos, el tándem nipón provoca una auténtica reyerta callejera
entre los padres del séptimo arte.
Otros que pasaban el test eran los veteranos e incorruptibles Abel Ferrara,
Johnnie To y David Cronenberg. Y por supuesto, Herzog.
Por otra parte estaba el reducido grupo de los que claramente se han dejado
vencer por su propio personaje pero que, sin embargo, siguen obteniendo re
sultados sobresalientes. Destacaría a los mediáticos Kim Ki-Duk, Quentin Ta
rantino y Park Chan-Wook. De Ki-Duk señalaría que, obviando su empalagoso
cambio de humor desde Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring (2003), su de
GRIZZLY GOD
Oscar Gual
ENSAYO
GRIZZLY GOD
Oscar Gual
ENSAYO
de Klaus Kinski sobre el propio Herzog. Ese párrafo lo dejo tal y como estaba,
pues era mi forma de retomar el primer discurso. Quería encerrarme unos días
para revisar su filmografía –una excusa, lo que quería era ver películas y colocar
me sin que nadie me molestase– y así teorizar acerca de la proyección de la
personalidad de Herzog sobre sus principales personajes: el conquistador Lope
de Aguirre, el retrasado Stroszek, el melómano Fizcarraldo, el vampiro Nosferatu,
el salvaje Kaspar Hauser… Me he descargado The Wild Blue Yonder (2005), que va
de astronautas, pero no encuentro subtítulos. Añadiría que, curiosamente, en
el único caso en el que los protagonistas se alejan de ese perfil es para irse al
otro extremo: Corazón de Cristal (Herz au Glas, 1976) está rodada con actores hipno
tizados, cuyo comportamiento de marionetas humanas provoca escalofríos. Y
así, podría concluir que, si Herzog proyecta en todos sus personajes ese perfil
propio definido por Kinski, y si Treadwell, aunque sea real, no es más que otro de
esos personajes, entonces lo que hace Herzog es, consciente o inconscientemen
te, parodiar a Herzog. El análisis psicológico es demasiado cutre para continuarlo.
Y me guardaba un chiste sobre Klaus Kinski actuando en un capítulo de Cheers. 19
Con eso, más unas horas googleando, pretendía cerrar el círculo de centro Her
zog y radio Treadwell empezado en el primer párrafo.
Respecto al número que nos ocupa, mi thesis statement se basaba en la para
noia. Se trataba de extraer una conclusión de mi ordenamiento de directores
según algo tan estúpido, lo sé, como su autenticidad. Hubiese dicho que a un
autor siempre le llega el momento en que su personalidad artística mantiene
un pulso con su personalidad humana. Si la segunda es derrotada, tendremos un
artista full-time, las veinticuatro horas del día, con las aborrecibles consecuen
cias para aquellos que le rodean. Una personalidad artística peleona puede te
nerla cualquiera, ni siquiera hace falta producir nada, seguro que conocéis este
caso. Es más, seguro que alguno de vosotros sois este caso. A lo que iba: en el mo
mento en que la coletilla de autor recae sobre uno, también lo hace una espesa
tela de araña que dificulta todos sus pasos. Empieza a tener en cuenta las reac
ciones del público, porque ya ha pasado por ahí y sabe que es necesario volver
a hacerlo. Y cuanto más intenta obviarlo, más presente lo tiene. Es como cuando
vas colocado y quieres dormir: cuanto más lo intentas, más despierto estás.
Esa paranoia provoca al final que uno se deje reemplazar por su doppelgänger
artista, pues éste sí sabe manejarse entre bambalinas y actuar como se espera
de él. No existe un Kaspar Hauser, existen multitud de replicantes.
Este era el esqueleto de mi argumentación. Vamos a recordarlo.
Partía de la historia personal de Timothy Treadwell para cuestionar si era
posible modificar la personalidad, de forma consciente, hasta el punto de aban
donarla y saltar a otra distinta. Por otra parte proponía, al hilo de una supuesta
autenticidad del artista, una clasificación de cineastas contemporáneos según
este criterio, e incluso tenía la cara dura de empezarla. Ponía como primer ejem
plo a Takashi Miike, y proseguía nombrando al resto de pasada. En cine español
no tenía previsto perder ni un segundo. Después retomaba el primer punto –Tread
well, los osos, ¿recordáis?– y emparentaba a Herzog con su criatura, atrapándolo
en su propia farsa y relativizando así su sarcasmo. Finalmente, ejerciendo como
demiurgo juguetón, hacía confluir ambos brazos en una única conclusión y ésta
era que, en la era multimedia, todo se impregna de paranoia, que es el catalizador
del cambio. Quien la soporte podrá seguir siendo fiel a sí mismo, mientras que
el resto sufrirá un ineludible desdoble de identidad. Los artistas son los Ladrones
de Cuerpos; no los descubrirás porque no tienen sentimientos sino por vestir
cuello alto.
20 Iba a concluir con este ingenioso elemento metanarrativo: “… y, desde el mo
mento de un, dos, tres, ya, vas a empezar a fingir”.
El propósito de esta argumentación, de este erudito artículo sobre cine, no
era otro que servir de puente para saltarme cualquier código del buen gusto y
hacer publicidad de una novela. Una novela que trata sobre desdoblamientos
de personalidad –aunque esto entra con calzador–. También es una novela es
crita sin que nadie la esperase y por alguien que nunca volverá a ser libre. La
novela va de cortes y de rock and roll. Así es, iba a aprovecharme de mi privi
legiada posición de narrador y estafaros. Iba a situarme a la altura de Herzog
–tal y como él se ríe de sí mismo riéndose a su vez de Treadwell– para presen
taros a mi doppelgänger y despedirme para siempre: a partir de ahora, tratad
con él. Iba a venderos una moto que tiene forma de novela: Cut and Roll, pronto
en DVD Ediciones, con sangre, detectives y guitarras eléctricas, todo en el mis
mo volumen.
Pero ya no lo haré porque no soy yo quien escribe esto, son mis ojos inyec
tados en sangre y mis chamuscadas pestañas pegadas a la pantalla. Son mis
ganas de hostiar a Dios. Sí, el Creador se lo ha montado bien, y ha dividido a su
público en dos facciones: los creyentes, que piensan que es bueno y misericor
dioso, y los no creyentes, que directamente piensan que no existe. Su impostura
es monumental. Pero la tercera vía no se contempla, la Coca-Cola y la Pepsi son del
mismo dueño. Esa imagen suya, riendo como un psicópata, girando el tambor
GRIZZLY GOD
Oscar Gual
ENSAYO
Pablo Raphael
Caballos 23
Lolita
Cito a Jonathan Lethem: Un hombre culto de mediana edad rememora la historia
de un amour fou, una historia que empieza cuando, durante un viaje al extranjero,
se aloja en una casa de huéspedes. En el momento en que ve a la hija de la case
ra, se pierde. Es una púber y sus encantos lo esclavizan al instante. Sin reparar en
la edad, se vuelve íntimo de la niña. Al final, ella muere y el narrador –marcado
por ella para siempre– se queda solo. El nombre de la niña proporciona título a
la historia: Lolita.
El autor de la historia que he descrito, Heinz von Lichberg, publicó el relato
de Lolita en 1916, cuarenta años antes que la novela de Vladimir Nabokov.
Cosette
De una sentencia del Tribunal de Apelación de París: El 18 de diciembre de 2008
los jueces permitieron que la protagonista de Los miserables creciera, al menos en
edad. En el 2001 la familia de Víctor Hugo denunció al escritor François Ceresa
porque sus novelas Cosette o el tiempo de las ilusiones y Marius o el fugitivo (publicadas
con la complicidad de la Editorial Plon) eran una imitación comercial que aten
taba contra la integridad de la obra de su antepasado. La variante de un falsario
al modo de Avellaneda se repite en tiempos del mercado. La nueva sentencia
rectifica y corrige aquella emitida en el 2004 por la Corte de Apelación. Primera
instancia en cuyas actas se consideraba que no se podía escribir una obra como
Los miserables sin atentar contra el derecho moral de Víctor Hugo. La sentencia
decía a la letra: “Los miserables es un verdadero monumento de la literatura mun
dial y no una simple novela en la que se describe un comportamiento filosófico
y político”. A modo de reivindicación, el Tribunal Supremo anuló la decisión de
prohibir la obra de Ceresa alegando que no era su competencia juzgar el mérito
de la obra o su carácter de obra culminada. Al rectificar su decisión original, el
Tribunal afirma que su verdadero papel era juzgar si las novelas denunciadas
alteraban el escrito de Víctor Hugo o provocaban una confusión sobre su pater
nidad. No es así. La conclusión final fue que las adaptaciones no pueden ser
prohibidas. Con ello los herederos de Víctor Hugo han perdido una batalla que
reclamaba 675,000 euros de indemnización. El juicio sobre la obra de François
Ceresa queda ahora en manos del lector.
Tom Castro
24 De la biografía autorizada: Nace el 7 de junio de 1834. Fue registrado en Wapping,
Inglaterra, con el nombre de Arthur Orton. Creció en los bajos barrios de Londres.
En 1854 se hizo a la mar como grumete. Desertó en Valparaíso. Adoptó el apellido
de cierta familia Castro que le dio casa y trabajo en Chile. Reaparece en Austra
lia en 1861. En Sidney se hace amigo de un negro de Zamboaga apellidado Bogle.
En 1865, leyendo el diario, ambos toman nota de un aviso publicado por una tal
lady Tichborne. En él se daba cuenta del naufragio del Mermaid. Se trataba de
un vapor que había zarpado de Río de Janeiro y que se había hundido en el Atlán
tico durante su travesía a Liverpool. Entre los pasajeros que perecieron en el nau
fragio iba un militar inglés llamado Charles Tichborne. Rehusándose a reconocer
la muerte de su hijo, la madre solicitaba información sobre el paradero del mili
tar desaparecido. Conscientes de que la mujer estaba decidida a no aceptar la
muerte de su hijo, Castro y Bogle decidieron inventar a un impostor. Lo harían
sin preocuparse por el parecido físico y con el descaro de quien desea engañar
a quien desea ser engañado. Castro escribió a Lady Tichborne. Ella lloró sobre
las páginas. En invierno de ese año Bogle se presentó en la casa Tichborne para
anunciar la llegada de su patrón. Unas horas después, madre e hijo se abrazaron
por el feliz reencuentro. Todo fue perfecto hasta 1870 cuando lady Tichborne fa
lleció a causa de un padecimiento cardiaco. A pesar de la presión de los jesuitas
y el enojo de algunos parientes que buscaban desenmascarar la conjura em
prendida por Castro y Bogle, los amigos lograron quedarse con la fortuna de
ENSAYO
Caballos negros
El Alquimista
Esta novela que fue publicada en 1988 por el brasileño Paulo Coelho y que ha 25
vendido noventa millones de copias, sido traducida a sesenta y cinco idiomas
y distribuida en ciento cincuenta países, no es otra cosa que una paráfrasis
cursi del cuento Historias de dos que soñaron, escrito por Jorge Luis Borges quien,
a su vez, retomó la historia de un relato que aparece en Las mil y una noches.
Defoe
Espectacular versión postcolonial con que J. M. Coetzee se iguala a la historia
arquetípica del naufrago y rebasa, literalmente por la izquierda, a las más de
cuarenta versiones escritas entre los siglos XVIII y XX de aquella obra original
mente titulada The Life and Strange Surprising Adventures of Robinson Crusoe of York,
Mariner: Who lived Eight and Twenty Years, all alone in an un-inhabited Island on the coast
of America, near the Mouth of the Great River of Oroonoque; Having been cast on Shore
by Shipwreck, where-in all the Men perished but himself. With An Account how he was at
last as strangely deliver’d by Pyrates, historia que a su vez Daniel Defoe escribió a
partir de la experiencia relatada por el corsario Alexander Selkirk, abandonado
en la isla Juan Fernández por órdenes del capitán William Dampier y rescata
do ocho años más tarde por el célebre cazador de la Nao de China, el comodoro
Woods Rogers.
Enroque
Bustos Domecq
Tomado de dos notas de prensa y de la ficha de autor de Seis problemas para don
Isidro Parodi (Sudamericana, 1941): El doctor Honorio Bustos Domecq, conocido
entre sus amigos como “Bicho feo”, nació en la localidad de Pujato (provincia de
Santa Fe), en el año 1893. Después de interesantes estudios primarios, se tras
ladó con toda su familia a la Chicago argentina. En 1907, las columnas de prensa
de Rosario acogían las primeras producciones de aquel modesto amigo de las
musas, sin sospechar acaso su edad. De su obra destacan Fata Morgana; El aporte
santaferino a los ejércitos de la Independencia; Dos fantasías memorables y estos Seis
problemas para Isidro Parodi que el presidente de la Academia Argentina de Letras,
Gervasio Montenegro, ha calificado como el nuevo retoño de la tradición here
dada por Edgard Poe. Tras el éxito de ventas, diversos críticos llamaron a la sospe
cha sobre la identidad del autor e incluso se atrevieron a decir que su existencia
era un invento de Borges Acevedo y Bioy Casares. Nada más lejano de la realidad.
26 En 1946, con la aparición de la obra Un modelo para la muerte, se comprobó que
Bustos Domecq en realidad era el escritor argentino B. Suárez Lynch.
B. Traven
Publicado en el diario La Jornada: Moviéndose siempre con diferentes seudóni
mos; primero Ret Marut, luego Benick Traven Torsvan, Bruno Traven y Hal Croves,
se presume que su nombre verdadero era Traven Croves Torsvan. Nació en
Chicago, fue estibador en Nueva Orleáns, trabajador petrolero en Tampico;
especialista en cultura maya; novelista y guionista de cine para John Houston;
Roberto Gavaldón; Emilio “el Indio” Fernández, Julio Bracho y Luis Buñuel. En
1969 se exilió de México. Sus hijas aún viven en Polanco.
Benjamin Black
Se cita la ficha de autor de uno de sus libros y el solo hecho de su redacción
atenta contra el juego del impostor: Benjamin Black es el seudónimo del
prestigioso escritor John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) Mientras Banville
hace la literatura seria, Black vende.
Reina
Bosco Sodi
Hackeado de su página de internet: Bosco Sodi nace en México df en 1970.
Actualmente vive entre Barcelona, Berlín y México df. Toda la colonia Juárez
en un solo eje. Sodi es maestro de la ubicuidad. Su obra ha sido intensamente
valorada por el equipo de fútbol Barcelona. Eto, Rafael Márquez y Ronaldinho
De arriba hacia abajo:
Cabeza olmeca en una han dicho de su trabajo: “él lo que quiere es ganar títulos y si el año que viene
ciudad maya, México df. no los gana aquí, lo hará en otro lado”. Implacable, Sodi tiene arte. Sobre todo
Sacrificio humano para exponer en lugares tan interesantes como el Instituto Electoral del Distrito
con tiburones. Federal. Ha presentado la misma pieza y sus variaciones en más de cuarenta
Apocalipsis, San José CA. galerías. Misma que carga en su blackberry y muestra con cualquier pretexto.
Rubén Ortiz No hay puerta que se le resista, fiesta en la que no esté. Y sin embargo, la cena
ENSAYO
de los notables se le resiste. Bosco Sodi es pues, uno de los mejores exponentes
del namedroping contemporáneo.
Enric de Marco
De un artículo firmado por Mario Vargas Llosa: El historiador Benito Bermejo,
residente en Viena, debe ser muy quisquilloso, uno de esos espíritus rectilíneos
e implacables en la búsqueda de la verdad. Sólo a alguien así se le hubiera ocu
rrido ponerse a averiguar si en los archivos de los campos de exterminio nazi
de Mauthausen y de Flossenburg aparecía el nombre de Enric Marco, el más
visible y publicitado del puñadito de deportados españoles que sobrevivió al
horror pardo, víctimas del cual perecieron, en aquellos y otros campos de ani
quilamiento hitlerianos, siete mil de sus compatriotas.
Enric Marco, nacido en 1921, conocido como “el deportado número 6,448”, era
presidente de la asociación Amical Mauthausen, que cuenta con 650 socios en
España, cargo para el que había sido re-elegido el 1 de mayo, y se encontraba ya
en Austria, rumbo a Mauthausen, para participar en las ceremonias conme 29
morativas de los 60 años del fin del nazismo, a las que iba a asistir Rodríguez
Zapatero, presidente del Gobierno español, cuando el historiador concluyó su
rastreo y elaboró su informe. Marco tenía, en su bolsillo, el discurso que había
preparado para leerlo en aquella ocasión. Desconcertada, estupefacta con las
conclusiones de Bermejo, la Amical de deportados españoles pidió a su presi
dente que, mientras se aclaraban las cosas, regresara a España. Su discurso lo
leyó en Mauthausen otro deportado, Eusebi Pérez.
En Barcelona, conminado por los miembros de la Amical Mauthausen a pre
sentar pruebas que desmintieran a Bermejo, Enric Marco confesó que aquél
había descubierto la verdad: era un impostor, nunca había estado en un campo
de concentración nazi, desde hacía treinta años engañaba a todo el mundo.
Señor Enric Marco, contrabandista de irrealidades, bienvenido a la mentirosa
patria de los novelistas.
Tania Head
De una nota aparecida en The New York Times: En diciembre de 2008 se reveló
que Tania Head, presidenta de la Red de Supervivientes del World Trade Center
no es una víctima de los atentados del 11-S y que, a pesar de lo que contaba ante
reporteros y estudiantes universitarios, no es una de los dieciséis sobrevivientes
del piso 78 de la torre sur. Tanía aseguraba haber trabajado para Merrill Lynch,
cosa que la empresa desmintió. Tania lloraba por haber perdido a su novio Dave,
quien murió en la torre norte. Los amigos de Dave y sus parientes dicen que nun
ca oyeron hablar de ella. Cuando la entrevistaban, Tania nunca entraba en deta
lles sobre el hombre que (según afirmaba) le apagó las llamas que prendían
en su vestido antes de ayudarla a bajar las escaleras. Nunca habló del hospital en
que fue tratada, ni con qué personas estaba o se topó ese día. Las universidades
de Harvard y Standford no tienen constancia de que haya estudiado en sus aulas,
tal como ella afirmaba. Tampoco está claro su relato más impactante: que, en el
caos del 11-S, un hombre que estaba atrapado le dio su anillo de matrimonio y
que, según afirmaba, ella entregó a su viuda.
Tania Head nació el 3 de julio de 1973 en Barcelona. Su verdadero nombre es
Alicia Esteve Head. Se formó como secretaria ejecutiva y es vecina del barrio
de Tres Torres, distrito de Sarriá-San Gervasi.
Kim Jong-il
30 Tomado de la página web que está al servicio del gran líder: Kim Jong-il tiene
tiempo para todo. Ha superado a su padre, Kim-ll sung, en cargos públicos. Estu
dió economía política marxista, es aficionado a los automotores, la historia, la
música y la agricultura. En la década de los setentas, desde el Departamento de
Propaganda y Agitación, revolucionó las artes plásticas de su país. Es poeta en
jefe del Comité Central de la Unión de Escritores Coreanos; comandante supremo
del ejército rojo del pueblo de Corea; presidente de la Comisión de Defensa Na
cional; jefe del comité militar del Partido de los Trabajadores de Corea; jefe máxi
mo del Partido de los Trabajadores; líder de los 541 miembros de la Asamblea
Popular; cabeza de los 1,127,000 efectivos que sirven a las fuerzas armadas; coman
dante de los 3,800,000 campesinos que conforman la Guardia Roja Campesina;
primer lugar en la fila de los 115,000 efectivos que conforman las Tropas de Se
guridad del Ministerio de Seguridad Pública de Corea del Norte y presidente
vitalicio, jefe de estado y de gobierno de la República Popular Democrática de
Corea. A pesar de su noble y dinámica labor, donde no hemos incluido su agenda
familiar (tres matrimonios, cuatro hijos, fiestas de cumpleaños para sesenta mil
invitados), Kim Jong-il ha tenido la paciencia y el tiempo necesario para escribir
un total de seis mil libros.
Y los que faltan.
Luigi Amara
DESCONFÍA DE LA SILLA
32
Juan Antonio Sánchez Rull
SEGUNDA MANO
DEDICATORIA
No es preciso anunciarte porque vengo de ti y voy hacia ti. Eres el antes y el después,
el agua de silencio que rodea las islas de la palabra.
Suena en mis vísceras la honda sinfonía de tus vocales. La runa de mi voz hace eco
en ti, oh claridad recíproca. Decirte es un pleonasmo.
Abrevas en la fuente de mis ganglios. Respiro por tus branquias. Me abarcas al pensarte.
Si pienso te condensas. Colmamos la unidad al habitarnos, saturación dichosa.
Alguien mueve la mano que redacta esta frase. Alguien empuña el arma, ilumina
con su faz el texto, contiene los temblores del pulso que se asoma a los demás
por el otero de esta perorata: ciervo vulnerado. Otra que no eres yo. Otro que no
soy tú. Aquel que aquella es, la que se anima en él.
Si nos hemos cruzado al subir o bajar por la colina, tuyo es el lado opuesto, la di
rección contraria, el aire que se engolfa en mis odres vacíos; el revés y el afuera,
la avidez, la porfía, nuestra mitad perdida que jamás termina de elevarse en acecho
de quién.
DICIEMBRE, 25, MADRUGADA
Al alba he contemplado
un cadáver yaciente a los pies de la estatua de Artigas
como si rotas todas sus cadenas por sable libertario
si bien podía estar sólo ebrio, dormido y soñándose libre
bien defendida su alucinación por General fantasma
Al alba he contemplado
la íntima, tenebrosa soledad de todos los objetos de la tierra
que despiertan desnudos de sí mismos
para pálidamente reintegrarse poco a poco en su ser
desorientados aún, su mismidad perdida, así entrañables
Al alba he contemplado
tan cómplices como hartos a dos viejos amantes
saliendo de un bonito hotel que yo conozco
enemigos tal vez por ya tan próximos 37
satisfechos y míseros
solos en el amor como ningunos
Al alba he contemplado
las hondas ascuas negras y abiertas de mi perro saludando mi arribo
como mirándonos de fuego a fuego en cierta luminosa indistinción traviesa
que celebra la Nada de este Todo
38
CUENTO
Juan Villoro
Nuestro equipo llevaba nombres de escritores en los dorsales. Eso era especial.
Más especial era que mis diez compañeros trabajaban en la policía.
Alguna vez le dije a mi ex esposa (entonces mi novia) que el fútbol significaba
un estado de ánimo. He llorado con los goles del Cruz Azul y mi única fractura
se debió al fútbol (pateé el refrigerador cuando nos eliminó el Santos). Afición
no me falta. Cada vez que atravieso un parque y veo niños jugando, anhelo que
se les vaya la pelota para devolvérselas con un toque que considero maestro,
aunque le pegue al carrito de algodones de azúcar.
Lo que me molesta es correr. El organismo se degrada con ese desgaste dis
frazado de ejercicio. Correr envilece y correr en el trópico o a dos mil metros de
altura envilece dos veces. Los mexicanos debemos caminar.
El problema, mi problema, es que este partido podía ser mi salvación. El fútbol
regresaba como el peor estado de ánimo: la angustia del hombre acorralado.
La mañana empezó mal. Abrí el periódico y vi el marcador del narcotráfico:
cuatro ejecutados, dos en Zamora, mi ciudad natal, y dos en Guadalajara, donde
estudié la universidad. Las ejecuciones se habían convertido en mi horóscopo. 41
Si las víctimas caían en sitios que tenían que ver conmigo, el día era atroz.
A pesar de las señales en contra, salí a la calle, y no sólo eso: salí con el Me
cate. Me pidió que lo acompañara a Ciudad Moctezuma a ver a un mecánico
baratísimo.
El coche del Mecate revela que ya consultó a un mecánico baratísimo, pero
necesitaba otro, a 15 kilómetros de donde estábamos, para cambiar el claxon
que sonaba como si tuviera gripe.
Todo esto resulta indigno de figurar en una historia, pero cuando uno se siente
en deuda hace cosas indignas de figurar en una historia. El Mecate enseña Edu
cación Física en una secundaria donde las tres maestras de Español están ena
moradas de él. Gracias a eso, recomiendan mis libros juveniles y una vez al año
me invitan a un auditorio donde reúnen a mil lectores cautivos. Entonces siento
un poder magnífico. Con el Mecate iría a la Patagonia.
Hicimos hora y media de camino. En el desayuno, yo había bebido una cafe
tera completa. Cuando pasamos junto a la Cabeza de Juárez, me estaba ori
nando. Apenas pude disfrutar la vista de ese horrendo monumento, el cráneo
colosal del Benemérito de las Américas montado sobre un arco que lo hace ver
aún más alucinatorio. Aunque no advertí toda la fealdad en su espectacular
detalle, la imagen resultó profética.
Entramos a un inmenso conglomerado de casitas de dos pisos donde la planta
baja está ocupada por un negocio y la azotea por perros, antenas y tinacos. Cuan
do llegamos al taller, me pellizcaba la mejilla para que el dolor me distrajera.
Minutos después oriné sobre un montón de piedras. El taller mecánico estaba
junto a un sitio donde hacían lápidas para cementerios y figuras de yeso.
Un hombre desesperado puede orinar entre futuras tumbas. Un hombre muy
desesperado puede orinar sobre una estatua de Benito Juárez. Fue lo que hice.
Me gusta contar el tiempo en las orinadas largas. Mi récord son dos minutos.
Iba en el segundo 98 cuando alguien me tocó la espalda. Me volví y oriné los
zapatos un policía.
–Mira nomás, pendejo –el policía señaló sus pies; luego señaló lo que yo había
tomado por una piedra–. ¿Ya viste?
–¿Qué?
–¡Measte a Juárez!
Me acuclillé para ver la piedra y comprobé que, en efecto, se trataba de un
42 busto en miniatura del Benemérito de las Américas. A su lado estaban Morelos
con su pañuelo en la cabeza, Carranza con sus barbas, Allende con sus patillas.
¿Cómo no los había distinguido?
Cuando me incorporé, un pelotón rodeaba al policía. Me vieron como si mis
orines hubieran apagado la flama del Soldado Desconocido.
Los policías estaban ahí para escoger una lápida en memoria de un compañero
acribillado. La ocasión era solemne. Eso me lo dijeron después. En ese momento
sólo criticaron lo que yo había hecho. Orinar una propiedad privada (ajena) es
delito. Mancillar un símbolo patrio es un delito peor.
Los policías de Ciudad Moctezuma llevaban un uniforme algo distinto al de los
del df Pero eso los distinguía menos que otro detalle: eran juaristas convenci
dos. Mi suerte había sido pésima: la cabeza de Juárez es la que más se parece a
una piedra redonda.
El celo histórico de los uniformados se confundía con el abuso de autoridad,
pero un sexto sentido me indicó que decirlo podía ser nocivo para mi salud.
Me llevaron a la patrulla sin que pudiera despedirme del Mecate. En el camino a
la delegación, politizaron mi arresto. Me recordaron que la izquierda mexicana es
juarista y que Ciudad Moctezuma está regida por la izquierda. El gobierno federal
no le perdonaba a Juárez haber separado la Iglesia del Estado, ni haber sido indio.
–La derecha es discriminatoria –dijo un policía.
y fue a dar al rincón donde anidan las arañas. En caso de contar con redes,
aquello se hubiera visto como un golazo. El único problema es que esa era mi
portería.
Hemingway llegó dispuesto a matarme.
–“Los valientes no asesinan” –cité la frase con que Guillermo Prieto salvó la
vida de Benito Juárez.
Debo reconocer que los policías juaristas respetan sus principios: Hemingway
me perdonó la vida.
Se podría pensar que el marcador de tres goles en contra, las condiciones del
terreno y mi escasa capacidad de respirar en ese aire cuajado de polvo podían
desanimarme, pero no fue así. Corrí por mi libertad, me barrí aunque no fuese
necesario y fracturé al extremo izquierdo.
El árbitro fue sádico: en vez de sacarme la segunda tarjeta amarilla y luego la
roja, me sacó directamente la roja para enfatizar mi torpeza.
Ya dije que en Ciudad Moctezuma hay leyes que se respetan. Cuando un fut
bolista es expulsado se le suspende dos partidos, aunque se trate de una liga 45
amateur y las porterías no tengan redes. Por mi culpa, el verdadero Fontanarrosa
se iba a perder lo que quedaba del campeonato.
Salí de la cancha corriendo, para no retrasar el juego y permitir que mis com
pañeros anotaran tres goles para empatar. Atrás de mí venía Kafka.
Se dirigió a un maletín de utilero y sacó unas esposas.
Pasé el resto del partido encadenado a un poste.
Ya sin mí, el equipo recibió otros dos goles, pero ellos no reconocieron que
les hice falta. Después de los tres pitidos finales, volvieron a verme con ojos de
sacrificio mesoamericano.
Por primera vez consideré una suerte que respetaran la ley. Un poquito
de impunidad habría bastado para que me asesinaran.
¿Qué podía hacer para calmarlos, recitar la frase famosa de Juárez: “El respeto
al derecho ajeno es la paz”? Guardé silencio y eso me ayudó.
Después del partido, el equipo debía asistir a la tertulia literaria. Tampoco
ahora había tiempo para llevarme a la delegación.
Los acompañé a un salón de la presidencia municipal. Entramos en uniforme,
con caras de policías goleados, más tristes que las de los futbolistas.
Me sentaron entre Kawabata y Okri. En ese momento, ocurrió algo desagra
dable: Jorge Linares entró al estrado por una puerta lateral.
Los policías aplaudieron su llegada. A continuación, uno por uno se pusieron
de pie, dijeron el nombre del escritor que llevaban en la espalda y recitaron su
biografía. Cuando me tocó mi turno dije:
–Yo soy Fontanarrosa.
Linares me vio con atención. Nos conocíamos de nuestros inicios literarios.
Él es de Colima y recibimos juntos la beca Jóvenes Creadores del Occidente.
A pesar de sus ojeras, los dientes manchados de tabaco, el pelo ralo y la frente
arrugada por sus fracasos literarios, Jorge era reconocible. Más difícil resultaba
que me ubicara a mí, con la camiseta del Inter, en un equipo de policías de Ciudad
Moctezuma.
Recité lo que recordaba de la tarjeta. Jorge sabía de memoria las biografías
porque él las había escrito. Me vio con incertidumbre, como si tratara de recor
dar algo.
Lo que quería recordar era lo siguiente: en 1998 nos peleamos por Fontana
rrosa. Me acuerdo bien porque fue el año del Mundial de Francia. Jorge era
46 entonces jefe de redacción de una revista que desprecio pero donde a veces
publico porque soy plural. Escribí para ellos la reseña de Una lección de vida. Jorge
la rechazó con estos argumentos:
–No te atreves a decir que el autor te gusta porque te parece populachero y
tú quieres ser el escritor más fino de Zamora. El epígrafe de Adorno no viene al
caso: lo pusiste para lucirte.
El comentario me molestó por veraz. Había leído a Fontanarrosa con gusto y
mis reparos eran caprichosos (lo acusé de colonialista por escribir “mejicano”
en vez de “mexicano”). Sin embargo, en ese momento pensé que Jorge quería
bloquear mi carrera, me odiaba por ser un mejor escritor del Occidente y sólo
se interesaba en Fontanarrosa por estar enfermo del fútbol.
Poco después, Jorge dejó el trabajo de jefe de redacción, se fue como corres
ponsal al Mundial de Francia y comenzó el sostenido hundimiento que ha sido
su trayectoria. No volvió a escribir cuentos. Adquirió la deleznable notoriedad
de un cronista de fútbol y apareció en programas deportivos donde parecía in
telectual porque nadie lo entendía. Mientras él se sometía al declive de alguien
que sólo concibe una metáfora si incluye un balón, yo aprovechaba el tiempo
de otro modo. No puedo decir que me haya consagrado, pero soy uno de los
autores juveniles más leídos de México, especialmente en la escuela del Mecate,
y el año pasado recibí la Mazorca de Plata para autores del Occidente. Si ahora
Jorge Linares me odia es por envidia.
Después de que recitamos las biografías, él leyó unos textos que hicieron reír
mucho a los policías. En la sección de preguntas y respuestas, mis compañeros
de equipo revelaron que lo habían leído con admiración, y no sólo a él, sino a
otros autores que mencionaron al lado de Zidane y Figo. Al terminar la lectura,
rodearon a Jorge para pedirle autógrafos, como si fuera Maradona.
Cuando lo dejaron libre, él se acercó a preguntar:
–¿Qué haces aquí?
–Yo soy Fontanarrosa –repetí, como si no pudiera decir nada más.
–Un grande –dijo él.
–Grandísimo –agregué, con tardía sinceridad.
En ese momento el Mecate entró a la sala. Me había buscado por toda Ciudad
Moctezuma y al descubrirme gritó mi nombre como un náufrago que ve una
gaviota.
La expresión de Jorge no cambió:
–¿Qué haces aquí? –insistió.
–Me arrestaron –contesté, y le conté mi historia. 47
Los policías le tenían respeto a Jorge. Nos dejaron hablar, sin interrumpirnos
ni acercarse a nosotros. La situación cobró tal rigidez que ni siquiera el Mecate
se aproximó. Fue un momento extraño, como cuando los capitanes de los equi
pos discuten en la cancha y nadie se les acerca. Una pausa dramática en la que
dos rivales resuelven algo urgente. Segundos después volverán a odiarse. En ese
instante, concentran las miradas del estadio entero y sus compañeros aguardan
como estatuas. ¿Hay mayor tensión que la de los enemigos que acuerdan algo?
Ese diálogo no califica como una jugada; al contrario: suspende el partido, ocurre
fuera del tiempo, en una lógica paralela, inescrutable, que agrega un elemento
extraño, que nadie desea pero contra el que no se puede hacer nada, un pac
to oscuro y preocupante, el de los adversarios forzados a coincidir. Así nos vieron
los demás, o así quise que nos vieran.
Cuando acabamos de hablar, Jorge se dirigió a los policías y me dejaron libre.
Ellos lo hubieran obedecido en cualquier cosa. Pude regresar a casa, en el coche
del Mecate, al que ahora le sonaba el claxon cuando caíamos en un bache.
¿Qué fue lo que Jorge Linares me dijo en aquel conciliábulo? Contó que había
perdido la facultad de escribir historias. No se le ocurría nada. Sólo podía narrar
lo sucedido en una cancha de fútbol. Me pidió mi historia a cambio de mi liber
tad. Acepté porque no me quedaba más remedio:
–“Una lección de vida” –recité.
Jorge me dio un abrazo. Olía a tequila y a jabón barato.
Sentí lástima por él. Luego me irritó no haberme dado cuenta de que lo mío
era una historia.
Al despedirse, Jorge se hizo el interesante:
–Un defensa debe dejar que pase la pelota o pase el jugador, pero no a los
dos. La literatura es igual: a veces pasa la historia, pero no el autor.
El hijo de puta se quedó con mi cuento. No digo que yo lo hubiera escrito
como Borges, pero sí como un mejor escritor del Occidente. Modestia aparte,
él tiene el tema, pero no tiene mi voz.
48
Grégoire Polet
Traducción de Eloísa Alcaraz
¡MUERE, CORAZÓN!
¡MUERE, CORAZÓN!
Grégoire Polet
CUENTO
Ignacio Padilla
PACTO DE CABALLEROS
PACTO DE CABALLEROS
Ignacio Padilla
Juan Antonio Sánchez Rull
CUENTO
Olivier Rolin
Traducción de Eloísa Alcaraz
REMEMORACIÓN
DE MACEDONIO X
para Pascale
Vi a Macedonio por última vez unos días antes de su muerte. Recuerde usted que
en esa época vivía en un pequeño departamento sobre el puerto de Trani, casi
bajo el campanile de la catedral. La luz del mar lavaba la piedra blanca como de
hueso. Él mismo parecía casi desencarnado, reducido a un montoncito de huma
nidad, ligera y opalescente. Se había separado de sus libros, repartidos en varias
instituciones ilustres de América y de Italia. Me dijo que tenía la certeza de su in
minente final, y que todo estaba bien. Cuando protesté para guardar las formas,
me mandó callar con una dulce ironía. A sus ochenta y ocho años pasados, ya le
correspondía tomarse unas vacaciones. ¿Además para qué seguir viviendo? Ya
no tenía ganas de aprender, ya que finalmente había comprendido. La olvidadiza
memoria se acordará sin duda del inmenso erudito que fue Macedonio. Pero no
siempre fue aquel hombre sabio que nosotros conocimos. Usted ignora sin duda
que su belleza, la fortuna de su familia, un temperamento proclive a los excesos
hicieron de él, durante los años de su juventud, un dandy famoso rodeado de
los mejores círculos de la Europa cosmopolita. Las fiestas que solía ofrecer en
60 su palacio de Nápoles para una élite de ricos originales, los escándalos que a
veces se originaban ahí, saltaban a los titulares durante los primeros años del
periodo de entreguerras. Cómo acabó todo eso, cómo, habiendo nacido para
fastuosidades dignas del Renacimiento, conoció, y para siempre, la bulimia del
conocimiento, eso fue lo que me contó durante nuestro último encuentro.
Las casualidades nos ponen en el camino de nuestro destino, y cuando diva
gamos es cuando nos convertimos en lo que deberíamos ser. El azar tomó para
él la apariencia de ese castillo octogonal que el Emperador Federico II mandó
construir en la cima de una colina de la Murgia. Un día de primavera de 1920,
Macedonio emprendió ahí una excursión en compañía del joven Lord Cavendish
y de la amante de este último, una bailarina indo-lituana de inusitada belleza.
Una rivalidad, centrada en la bailarina, pero de la cual no era la única causa, se
acrecentó a lo largo de aquel día. Deseoso sin duda de dejar bien clara su supe
rioridad intelectual a ojos de esa exótica criatura, Cavendish, cuya fatuidad sólo
era comparable a su credulidad, y en quien las teorías descabelladas y pintores
cas encontraban siempre a un convencido, sostuvo que Castel del Monte era la
obra de un mago persa que el emperador había traído con él de su cruzada, y que
había codificado la cifra de la inmortalidad en los números que definían su figura:
ocho fachadas, ocho torres con ocho pans, dieciséis salas, tres escaleras, quince
ventanas etc. Macedonio trató de hacerle entender que, por milagrosa que fuera,
esa cifra que supuestamente abriría las puertas de la eternidad a quien la cono
CUENTO
REMEMORACIÓN DE MACEDONIO X
Olivier Rolin
poco de nieve (se acordaba aún) coronaba las colinas de la Murgia. Habían en
contrado muerta a una joven en medio de los naranjos de su terraza de Nápoles
que colindaba con el Pausilipo. Era, me dijo él, el principio de la memoria. Y así
fue como la verdad se le reveló también, en su magnífica, su evidente banalidad.
Sólo la inocencia cree en el misterio, y hacía mucho tiempo que él había dejado
de ser inocente: pero ese día, lo fue incluso un poco menos. El secreto del extraño
monumento consistía en que no había ningún secreto. Era La figura en el tapiz de
Henry James. La fortaleza octogonal no era sino una fábrica de sueños, una pro
vocación para urdir pensamientos y acomodarlos en una forma determinada.
Los rigurosos planos que le habían dado eran una invitación a la fantasía. ¿Quién
había matado a esa joven? ¿Cómo? (una rama de laurel le salía de la boca) , ¿por
qué? Macedonio seguía sin saberlo. A fin de cuentas, me dijo, mientras la noche
lanzaba sus tintas alrededor de la gran osamenta de la catedral, era quizás un
emblema de la literatura: no me atreví a preguntarle si se trataba del castillo o
de la muerta.
Esa noche, me dijo, comprendió también que frente a sus ojos estaba lo que 63
le había sido destinado desde siempre, como a cada persona, la morada que le
habían reservado personalmente (como un compartimiento de ese coche-cama
que años atrás le habría gustado ocupar con la bailarina) en medio de la nada
abominable. Cavendish, le informó la vieja bruja, había conocido una muerte
valerosa durante los combates de Cirenaica. Macedonio regresó a Italia, se
instaló en Trani donde ya no hacía nada más que ir a pescar desde el espigón
del puerto. De cuando en cuando, pero no con mucha frecuencia, uno de esos
vivos relámpagos que hormiguean en la opacidad del agua (a la que lo devolvía
de inmediato) se dejaba atrapar por su anzuelo. Era demasiado tarde, pensaba,
para que todo su conocimiento terminara en poesía. Murió, como dije, pocos
días después de nuestro encuentro, y no pude dejar de advertir que se trataba
del octogésimo día de su octogésimo año.
CUENTO
Andrés Neuman
LA FELICIDAD
LA ROPA
EL DESTINO
HÉROES
Sami Tchak
Traducción de Eloísa Alcaraz
LA MUSA
Después de haber vaciado su vaso de aguardiente, José leyó una página de Sexus.
No aplazaba nunca ese ritual. Luego, como siempre, se deseó las buenas no
ches, Buenas noches, Josesito. Se metió bajo el edredón y se durmió de inmediato.
Llegó entonces un loro con las alas blancas y dejó un bote de mermelada de gua
yaba sobre la mesa, cerca de Sexus. ¡Mermelada, José! ¡Mermelada de guayaba!, decía
el pájaro mientras revoloteaba sobre el hombre que dormía profundamente.
¡Mermelada, José ! ¡Mermelada de guayaba! Y como el durmiente seguía sin moverse,
el loro de alas blancas se fue por la ventana. De repente, del bote de mermelada
emergió una hermosa adolescente. ¡José, tú me esperabas, ya estoy aquí! ¡Levántate,
José, estoy aquí! Alzó cerca de la cara de José un volumen arrugado de Sexus. Pero
el durmiente seguía sin moverse. ¡Despiértate, José! ¡Estoy aquí! El hombre por fin
se despertó. Empapado en sudor en su viejo pijama, salió de su cobija sucia y se
precipitó a la mesa donde esperaba encontrar el bote de mermelada y también
a la adolescente. Aunque estaba consciente de que se trataba de un sueño, no
pudo evitar escribir: La musa que yo esperaba llegó al fin, luego cogió su Sexus y lo
70 abrió en la página que había leído justo antes de dormir.
¡Todo encajaba perfectamente! ¡Sexus!
José tenía la costumbre de ir al casino Caribe de la séptima avenida. Sin ser
adicto al juego, le gustaba la idea del ser humano encadenado a su pasión o a
la ínfima probabilidad de que su gran ganancia venciera a la incurable miseria.
Y sólo jugó por primera ocasión el día en que tuvo una visión: sobre una silla
desocupada por un jugador, se le apareció el rostro de uno de los dioses de la li
teratura, Dostoievski. José abrió los ojos, se los frotó con ambas manos. Pero la
cara seguía ahí, marcada por una profunda amargura. Me estoy volviendo loco,
dedujo, mientras corría hacia los sanitarios donde, efectivamente, en el techo,
volvió a ver la misma cara, ahora sonriente. Una sonrisa triste. Salió corriendo del
baño, ansioso de salir del casino antes de que todos los jugadores descubrieran
su locura. Pero, de pronto, tuvo una iluminación: Acabo de recibir una señal. Me es
pera un gran destino, pues el Dios Do, Eterno entre los Eternos, fue un lamentable juguete
de las máquinas tragamonedas, sus obras maestras surgieron en parte de su pasión por el
juego y de su epilepsia.
Convencido entonces de que había recibido una señal del Dios Do, José se puso
a jugar, pero muy rápidamente agotó sus magras reservas de dinero. Salió del
casino en el que nunca volvería a poner los pies. ¡Adiós casino! Pero sintió tal sed
del Caribe que volvió corriendo al día siguiente. Para comprender ese vínculo
tan particular, hay que saber que había sido frente al Caribe donde una pequeña
CUENTO
puta de doce años, después de una violación, había atrapado a un niño en su vien
tre, José. La misma mujer, veinticinco años más tarde, fue golpeada a muerte
frente al mismo casino Caribe porque había robado un bote de mermelada de
guayaba. José, que nunca había querido a su madre, vivió esa muerte con cierto
alivio. Sin embargo, tenía la convicción de que el Caribe iba a desempeñar un
papel de importancia capital para su vida. De modo que asistía a ese lugar como
quien espera algo. Y fue en el Caribe donde un día encontró sobre una silla el
ejemplar de Sexus de Henry Miller que un jugador había olvidado. Tras la lectura
del libro descubrió su vocación de escritor. El efecto que Sexus tuvo sobre él fue
tan grande que se compró una computadora y concibió la estructura de una
novela que habría de ser un monumento a la memoria de esa madre a la que no
había querido. Pero durante meses no pudo escribir una sola frase que lo dejara
satisfecho. Se convenció entonces de que le hacía falta un detonador, una
mujer, porque, según el propio Henry, fue gracias a una mujer, Mona, que sur
gieron Sexus y otros libros. Al pasear por la ciudad, escrutaba los rostros feme
ninos con la esperanza de que uno de ellos hiciera escala en su cor azón y 71
desencadenara el río verbal. Y esta adolescente aparecida en el sueño, pensaba,
era su Mona personal.
Fue un miércoles –hacía frío– cuando José llegó al Caribe, se aclaró la gar
ganta, tosió y escupió junto a una mendiga que exhibía a su bebé mal nutrido,
justo en el lugar donde habían linchado a su madre por robar un bote de merme
lada de guayaba. Entró al casino repleto de jugadores y vio, de pie, cerca de la
máquina donde dos años antes se había encontrado el ejemplar de Sexus de
Henry, una joven ataviada con un vestido corto y negro. En una fracción de se
gundo, comprendió el vínculo entre Sexus y esta mujer. Entonces, emocionado
y convencido de que era la réplica de la adolescente de su sueño, la que había
surgido del bote de mermelada de guayaba, la sujetó por la cintura. Enojada, la
desconocida se dio la vuelta con brío, pero se quedó paralizada por el hombre
que vio, arrugado y mal vestido, de una fealdad repulsiva. Discúlpeme, señorita, me
permití sujetar por la cintura la oportunidad de mi vida, pues usted es la oportunidad de
mi vida. Ella consiguió controlar el asco que le inspiraba y sonrió con todo el res
plandor de sus dientes. ¿Su oportunidad por qué? José intentó devolverle la sonrisa.
¿Podemos tomar una copa en uno de los bares del centro comercial La Terraza Pasteur?
Ella dijo que sí, caminaron hasta el centro, entraron en un bar. Ella pidió agua con
gas, él un vaso de aguardiente. ¿Usted es una jugadora? Ella rió con ganas. No, en lo
absoluto, pero sé muy bien cómo es eso. Entonces le habló de ella. Se llamaba Flora, su
72
padre, quien durante mucho tiempo había sido un ebanista pobre, se había vuelto
rico de la noche a la mañana gracias a un billete de lotería que le había comprado
a un vendedor callejero frente al Caribe. Se había ganado cien millones de pesos
que invirtió en el negocio de las esmeraldas. Desde entonces se había converti
do en un apasionado de los casinos, y se había iniciado en el Carib e. Arruinado
en menos de un año, se había suicidado un miércoles en el Caribe. Flora tenía en
tonces nueve años. Su madre, viuda y sin posesiones, se había convertido a su
vez en una clienta del mismo casino Caribe.
Una pequeña lágrima apareció en el ojo de Flora. Perdóneme yo… Pero cuando
José le contó su historia, sintió tanta lástima por él que para no hacerle daño
habría aceptado seguirlo a pie hasta Perú. Pero olvidemos los dolores, Flora. Yo te
esperaba y tú llegaste para alzarme hasta la más alta cumbre del templo de la literatura.
Ella lo miró sorprendida. Sí, soy un escritor consciente de ser un genio y en busca de mi
propia voz. Tú eres mi voz, acabo de encontrarla. Mi música está madura para que la
escuche el mundo. Pero ¡qué casualidad! El día de su cumpleaños número once,
Flora había tenido la suerte de estrechar la mano de Gaby Márquez en persona 73
en la puerta del Museo del Oro. Este encuentro de pocos segundos con el dios
nacional de las letras le había inoculado el virus de la lectura. Antes de cumplir
los veinte, ya había frecuentado todas las bibliotecas de la capital. Luego,
considerándose incapaz de crear belleza con las palabras, sólo soñaba con con
vertirse en la musa de Don Márquez. Pero era lo suficientemente realista para
saber que eso no le ocurriría, que Gaby no la necesitaba. ¿Sería José el consue
lo que le enviaba la providencia? ¿Quieres escribir sobre mi vida? Estaba tan excitada
que hubiera sido posible quitarle el vestido sin que lo notara. ¿Cuándo piensas
empezar? A partir de ese momento José hubiera debido renunciar a la idea absurda
de que acababa de conocer a su musa. De haberlo hecho, se hubiese ahorrado…
Sin embargo insistió en considerar a Flora el detonador de su obra. Gracias a
ella, surgiría de él un torrente de palabras, de la misma forma en que la famosa
Mona había sido para Henry una verdadera revelación. No había pensado que
en realidad Henry llevaba en él, antes de conocer a Mona, el contenido de Sexus,
que el impresionante río de palabras, de ideas, imágenes con las que inundó al
mundo de las letras venía de su propio manantial.
José alquiló una carreta que tiraba un caballo blanco y subió con su musa
quien, media hora después, descubriría la guarida del desagradable creador, en
uno de los barrios más feos de la capital. Pero en ese nido de miseria, ella no vio
sino la belleza de la literatura. Nunca antes había sido tan feliz. Regresó a la
calle para llamar a su madre, No iré a dormir esta noche. Sin embargo, a Flora le
bastaron pocas horas para comprender que José no era más que una superficie
repulsiva, nada más. No tenía nada en las venas y ni siquiera su miseria material
había logrado darle fuerza a sus entrañas. Pertenecía a ese tipo de gente que,
aún después de haber comido carroña, se tira pedos sin olor. Se había dado
cuenta al leer una página de uno de sus borradores, donde, en vez de escribir
simplemente El sol se acostaba, o La noche caía, José había alineado estas palabras:
Hacia occidente, servidores invisibles preparaban ya la cama para la noche del astro rey.
Ella dudó antes de decirle: ¿Por qué no escribes simplemente llegaba la noche o El
sol se ponía? El feo escritorzuelo soltó una carcajada, ¡Pero entonces sería de un
aburrimiento decepcionante, Flora! A ella, ese énfasis le produjo asco y vomitó en
un plato limpio. Tengo que ponerle algo en las venas, este hombre no tiene entrañas,
tengo que ayudarlo, José no tiene tripas.
Un día, mientras salía del Caribe donde por primera vez acababa de ganar tres
mil pesos, José se encontró de frente con un niño armado. ¿Tú eres José? Y, sin es
74 perar la respuesta, abrió fuego sobre nuestro hombre apuntando a las rodillas.
José cayó justo en el lugar donde varios años antes su madre había sido asesinada.
El hermoso niño se volatilizó, como en un sueño. José fue llevado inconsciente
al hospital. Cuando salió de la sala de recuperación varios meses después de
que le amputaran las dos piernas, Flora seguía estando cerca de él, totalmen
te dedicada a su persona. Gracias Flora, no tengo a nadie más en el mundo, sólo a ti.
Ahora yacía en una silla de ruedas. Flora estaba siempre a su lado, casi ado
rándolo, convencida de que su discapacidad convertiría su escritura en un grito
que desgarraría los tímpanos del mundo. Ese niño es una de las facetas de mi suerte,
pues, después de lo que me ha hecho sufrir, mis palabras no podrán ser sino truenos. ¿La
suerte? Flora nunca le confesó que ella estaba detrás de esa famosa suerte,
que era ella quien había pagado al niño sicario para asustarlo. Sólo para asus
tarlo un poco, con un arma. pero el sicario, acostumbrado sin duda a hacer bien
su tabajo, había sido tan concienzudo que decidió abrir fuego. Por suerte su camino
se cruzó con el mío, repetía José quien desde entonces pasaba horas frente a su
computadora, afirmando estar literalmente poseído por El Verbo. Mis palabras
tienen mil piernas para correr en mi lugar, avanzan más rápido que el sonido.
Durante seis meses, escribió unas diez horas al día. Para mantener a José,
ahora que ya lo creía capaz de eternizarla con sus palabras, Flora aprendió a fre
cuentar las calles peligrosas, gobernadas por las chicas de entre diez y quince
años, pero donde también las viejas de dieciocho años, o más, podían conseguir
LA MUSA
Sami Tchak
una buena fuente de ingresos. Cuando regresaba al nido piojoso después de ha
ber ofrecido su cuerpo a más de un cliente, el escritor le suplicaba que lo dejara
meter la nariz en su sexo para, según él, enriquecerse con el auténtico olor de la
vida. Eso me da fuerzas, Flora. Ella se prestaba al juego y se sentía halagada.
Un día le anunció que había terminado el primer texto posterior al drama. Un
cuento de diez páginas. Con esto marco mi nacimiento al mundo de las letras. Pero,
desde la primera frase de esa supuesta obra maestra, Flora sintió una decepción
tan grande que decidió volver a casa de su madre, y fue lo que hizo, aunque sin
olvidarse de José. ¿Qué es lo que hay que inventar para que al fin corra algo en esas venas
sin vida? Nada, ya no se puede hacer nada más. Es un cuerpo sin entrañas, todo lo que uno
pueda meter desaparecería más rápido que el agua en una red de pesca. José no puede ser
un escritor, ninguna suerte, ningún azar lo volverá capaz de crear belleza como hace Gaby,
nada lo volverá capaz de escribir Sexus de Henry.
Un miércoles, después de acompañar a su madre al casino Caribe, Flora de
cidió volver a la casa de José, y, ese día, le mostró la foto donde se le veía cari
ñosamente abrazada de la cintura por Gaby Márquez en carne y hueso. Parecían 75
padre e hija. Mira, mira soy yo de once años, y él, es Gaby. ¿Tú quién eres? ¿Tú qué eres?
Ni siquiera un pedo de Gaby, José, ni siquiera su pedo. Y rompió a llorar mientras se
decía, Hay que reparar el error.
Flora escapó del nido del escritorsucho. Volvió varias horas más tarde y en
contró al cagador de palabras tan concentrado que parecía incapaz de escribir
una coma digna de ese nombre. Se sintió invadida por el asco y sintió ganas de
descalabrar a José con la plancha que estaba ahí, al alcance de su mano, pero
logró controlarse. ¿José, por qué me conociste? ¿Porqué nuestros caminos tuvieron que
coincidir? El Caribe no fue una casualidad, ¡confiesa! No, no digas nada. Huyó, histérica,
y volvió dos horas más tarde, aparentemente serena. ¿Eres feliz, José? De inme
diato, se descaró ¿Me tienes miedo, José? Él abrió los ojos como platos. José, compré
un arma. Mostró el arma mientras reía. ¿Estás loca? Ella seguía riendo. ¿Y tú José,
no estás loco? El escritorzuelo vio pasar frente a sus ojos un loro con alas blancas
que sujetaba con el pico un ejemplar de Sexus con la tapa sucia de mermelada
de guayaba. José, yo soy la muerte, no nos conocemos porque naciste en mis brazos. Ella
se echó a reír. ¡Estás loca, Mona! Flora dejó de reír. ¿Mona? Pero si yo no soy Mona, soy
tu muerte, José, tu muerte. ¡Mira! Entonces, el loro de alas blancas soltó el ejemplar
de Sexus sobre la frente de José. El disparo partió muy lejos propagando su eco.
A DOS TINTAS
SOBRE LA IMPOSTURA
Jean Echenoz
76
Enrique Vila-Matas
Enrique Vila-Matas: Creo que no nos une nin su gusto, y con el que se puede jugar. Me dije
guna impostura, sino un bar. Se llamaba El Avia que quizás la impostura radica en eso y al mis
dor y era un bar de Barcelona. Un local decorado mo tiempo no lo creo: es una manera de apro
con hélices y escudos, gorras de la RAF, restos de piarse de los lugares que no está nada mal. Pero
aeropuertos y de catástrofes aéreas. Nos llevó es verdad que tengo una afición particular por
allí Sergi Pàmies y siempre he pensado que él los aeropuertos, los de verdad, y que aparecen
sabía perfectamente que nos llevaba a un esce con mucha frecuencia en mis libros. Me siento
nario que parecía un fragmento de una de tus muy bien en los aeropuertos puesto que de cier
novelas. Nunca más estuve en ese bar y me han ta forma no existen: son no-lugares, umbrales
dicho que hace muchos años que no existe, tuvo arbitrarios, en ellos se lleva una vida provisoria
una existencia fugaz. Fue un bar tan efímero y artificial. Existen tanto y tan poco como las
que estoy seguro que decir ahora que nos une fronteras. Qué pena que ya no exista El Aviador
su recuerdo –porque yo sé que preguntas a ve y, al mismo tiempo, tampoco está mal que sólo
ces por ese lugar– hasta puede parecer una im haya existido una noche.
postura, sobre todo si tú ahora me desmintieras
y dijeras que no recuerdas El Aviador, pero no EV-M: Bueno, está claro que El Aviador, bar
lo harás. ¿No serás capaz de hacerlo, verdad? que existió una sola noche, es el escenario úni
co (y sabemos que ya para siempre imaginario)
Jean Echenoz: Recuerdo perfectamente El Avia de nuestra relación. La verdad es que esa idea de
dor, hace ya varios años y eso que era muy tarde, una relación que se ha prolongado a lo largo 79
según me parece, con todo lo que eso implica, del tiempo y que de momento ha existido sólo
pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido la una sola noche me evoca, salvando todas las
noche de ayer. distancias, a Brigadoon. ¿Recuerdas esa película
Lo que me impresionó particularmente de ese de Vincente Minnelli en la que dos cazadores
lugar, es que la barra del bar –quiero decir el neoyorquinos (Gene Kelly y Van Johnson) se pier
espacio largo y estrecho frente al que uno se den entre las brumas de las Highlands escocesas
encuentra de pie, detrás del cual está un barman y van a parar a una pequeña aldea que no apa
y sobre el cual uno coloca lo que bebe– esa ba rece en el mapa: Brigadoon? Sus aldeanos viven
rra era la reconstrucción, bajo una placa de y visten como en el siglo XVIII, y uno de los fo
vidrio, de un campo de aviación en miniatura: rasteros se enamorará de una de las chicas del
estrecho y largo, a cuyos costados se encuen lugar (Cyd Charisse). Pero pronto averiguarán
tran los edificios aeroportuarios y sobre el cual que sobre Brigadoon pesa un hechizo que hace
se posan los aviones que acaban de aterrizar o que, a lo largo de un tiempo infinito, ese lugar
los que van a despegar. Tengo un recuerdo muy sólo aparezca un día cada cien años…
vívido de ese lugar entre otras razones porque Me acuerdo que durante esa única noche en
me parecía –confusamente a esas horas aun la que existió El Aviador estuve todo el rato tra
que con una nitidez que permanece intacta– que tando de comentarte algo que mi timidez me
era así como uno podía sentir ganas de hablar impidió finalmente decirte. Acababa de leer una
de un campo de aviación en una novela: como de entrevista contigo a propósito de Cherokee, don
un modelo reducido que uno puede ordenar a de decías que a veces en las calles oías cosas
que te servían para las novelas. Y contabas que nero para mí fantástico, que me permitía saber
un día antes habías ido a ver a tu garajista y que me leías (todo un orgullo para mí) y que,
que su mujer estaba haciéndote la factura y te encima, habías captado mi fidelidad en el tiem
invitó a sentarte. Había un perro que quería po infinito a la noche única de El Aviador.
subírsete encima. La mujer dijo entonces: “A
estos perritos les encantan las rodillas”. JE: Sí, esta historia del perro y las rodillas
Yo esa noche en El Aviador estuve intentando tuvo otro destino. Yo también utilicé más tarde
todo el rato decirte que aquella frase de las ro esta frase emitida por la mujer de mi mecánico
dillas también me había fascinado. No sé si eso (las palabras exactas eran: “Es que a esos anima
explica que, años después, como guiño secreto litos les gustan mucho las rodillas”), en una no
a El Aviador, me apropiara –en deliberada impos vela titulada Nosotros tres. Sin embargo ya no era
tura– de la frase de la mujer del garajista y la pronunciada en un taller de coches sino en un
incluyera en París no se acaba nunca, donde es avioncito modelo Piper Cheyenne que volaba
cribí: “La mujer del mecánico parecía borracha, sobre la región de la Beauce, y el que decía eso
me dijo que para hablar con su marido había de su perro era un especialista en técnicas es
que pedir audiencia y me invitó a sentarme. Me paciales. Esto es una prueba de que se puede
senté. Apareció un perro que quería subírseme reciclar todo en las circunstancias más diversas.
encima. La mujer dijo entonces A estos perritos De todas formas, el taller del que provino esta
les encantan las rodillas. Y a mí lo que me encantó frase sigue existiendo, no muy lejos de mi casa,
80 fue la frase. La anoté en el cuaderno que llevaba pero ya no le pertenece al mismo mecánico
para tomar notas en la calle sobre aquellas co –cuya esposa y cuyo perro probablemente no
sas que pudieran serme útiles para mi libro”. sabrán jamás que tuvieron un pequeño papel en
Lo curioso del caso es que incluí la frase de la escritura de por lo menos dos libros. Pero tú
los perritos y las rodillas en mi libro sobre París hablas de “impostura” y no creo que, sobre este
y sin darme cuenta pasé a olvidarme de mi asunto de tomar prestada una frase, sea ésta la
impostura y a olvidarme de qué garaje había palabra correcta. La impostura –y sobre todo
salido y fui apropiándome lentamente de la fra el sentimiento de impostura–, es algo distinto.
se, hasta acabar creyéndola mía. Por eso me Mientras que aquí estamos hablando de nuestro
llevé una cierta sorpresa cuando recibí tu carta trabajo mismo: captar, robar, apropiarse, des
–la única que me has escrito: única como la no viar, romper en mil pedazos la percepción del
che única del bar El Aviador–, donde me decías mundo y reunir esos pedazos en un orden dife
sentirte feliz de haber reencontrado en mi libro rente para intentar dar una imagen reconstrui
la idea de que los perritos adoran las rodillas. da de ese mundo. Como haces tú, sin duda –y
“Me alegra –me comentabas– haber reencon creo que sobre todo lo llevas a cabo en tu ma
trado (pág. 231 de la edición francesa) esa idea nera de utilizar la historia literaria–, yo nunca
que exponen con fuerza las esposas de los ga he dejado de tomar de todas partes cualquier
rajistas durante el instante fatal en el que nos clase de elementos (historias relatadas, pala
confeccionan la factura”. bras hurtadas con disimulo, graffiti, fotografías
Me pareció que mi impostura-guiño había instant áneas, fragmentos de películas, ñoñe
terminado por propiciar una carta única, de gé rías televisadas, citas, etc.) para maquillar des
pués esas cosas como se suele decir en francés EV-M: Se me escapa la risa, Jean. Lo has adi
que se “maquilla” un coche robado, para inten vinado, la frase me encanta y ahora no estoy
tar que funcionen en esta imagen reconstruida más que reprimiendo mis deseos de abalanzar
–en ese mal necesario que es un argumento. me sobre ella y hacerla inmediatamente mía.
Lo que podríamos llamar la imaginación de Pero voy a controlarme, al menos para no apro
un novelista quizás no sea otra cosa que el tra piármela con tanta velocidad. Buscaré un pun
bajo de esta reconstrucción misma. Esos ele to intermedio entre hacerla mía y tratar de
mentos que uno roba –y hacemos bien en olvidarla. En mi próximo viaje a París iré a la
robarlos, no le servirán nunca a nadie más, y si rue de Belleville. Eso haré. Iré a esa calle a bus
lo hacen será para un uso muy distinto– no car la frase, me acercaré a ella sin prisas, como
siempre encuentran su lugar de una manera un viajero lento. Muchas veces me han pregun
inmediata. A veces hace falta esperar mucho tado por qué trabajo tanto con frases de otros
tiempo antes de encontrar un sistema para ava autores. Practico –les digo– una literatura de
sallarlos, para ponerlos en escena y darles así investigación. Leo a los demás hasta volverlos
la máxima existencia posible. En ocasiones se otros. Este afán de apropiación incluye mi pro
trata de cosas muy pequeñas, puede ser un de pia parodia. En mi libro autobiográfico París no
tallito totalmente trivial pero que, vaya a saber se acaba nunca el narrador participa en un concur
por qué, me encanta. Y nadie me asegura que so de dobles de Hemingway sin parecerse nada
le encantará a alguien más. Por ejemplo hay en a éste, participa sólo porque decide que se pa
la calle de Belleville en París, de nuevo cerca de rece al escritor americano. Es decir, cree que 81
mi casa, una tienda de ropa femenina bastante es su copia, pero no se le parece en nada.
modesta, no muy chic, en cuyo escaparate colga Puede parecer paradójico, pero he buscado
ron un letrerito sobre el que está escrito: “tam siempre mi originalidad de escritor en la asimila
bién vestimos a las mujeres redondas”. Como ción de otras voces. Las ideas o frases adquieren
ves, no es más que un detalle ínfimo y trivial otro sentido al ser glosadas, levemente retoca
pero este enunciado me maravilla por su curio das, situadas en un contexto insólito. “Me llamo
sa mezcla de rareza y de banalidad, de franqueza Erik Satie, como todo mundo”. Como ha escrito
brusca y de torpe cortesía, de cierta ternura y Juan Villoro, esta frase del compositor francés
de otras cosas más que se me escapan. Me resume mi noción de personalidad: “Ser Satie
gustaría haber escrito esta frase irrisoria y ni es ser irrepetible, esto es, encontrar un modo
siquiera estoy seguro de saber exactamente por propio de disolverse hacia el triunfal anonima
qué. Y ya que no la escribí, me la voy a robar, to, donde lo único es propiedad de todos”.
por supuesto, pero hace años que espero encon Se me ocurre que la frase es intercambia
trar el marco de ficción en el que jugará, en el ble con ésta: “Me llamo Ravel como todo el
mejor de los casos, discretamente, su minúscu mundo”.
lo papel. Por el momento, todavía no lo he en Y sí. Escribimos siempre después de otros. Y
contrado. No pierdo la esperanza de que sea a mí no me causa problema recordar frecuen
en mi próximo libro, si es que consigo escribirlo. temente esa evidencia. Es más, me gusta hacer
Mientras tanto, Enrique, si esta frase te gusta lo, porque en mí anida un declarado deseo de
tanto como a mí, te la ofrezco con mucho gusto. no ser Nadie, lo que me lleva a procurar no ser
nunca únicamente yo mismo, sino también ser desapareció. Estaba ahí hace apenas unas cuan
descaradamente los otros. tas semanas y ahora ya no está. Decididamen
Al igual que Antonio Tabucchi, dudo, por ejem te, todo va muy rápido. En su lugar, otra tienda
plo, de la existencia de Borges y pienso que el propone más o menos los mismos artículos que
rechazo de éste a una identidad personal (su la anterior, pero ya sin la menor alusión a las mu
afán de no ser Nadie) nunca fue tan sólo una jeres redondas, ni cuadradas ni triangulares.
actitud existencial llena de ironía, sino más bien Al ver eso, se apodera de mí un ligero pánico, y
el tema central de su obra. En su relato La forma una cierta consternación: desde entonces ya
de la espada, Borges, a través de su personaje nada prueba la realidad de esa frase que por
John Vincent Moon, sostiene la siguiente con supuesto nunca pensé en fotografiar, uno po
vicción: “Lo que hace un hombre es como si to dría (tú podrías) sospechar que la inventé para
dos los hombres lo hicieran”. hacerme el gracioso, soy un mitómano, no soy
Yo también soy ahora John Vincent Moon y más que un impostor. Invadido por ese senti
digo que para Borges el escritor llamado Borges miento agobiante, retrocedo un paso sobre la
era un personaje que él mismo había creado y acera para ver el nombre de esta nueva tienda,
que, si nos sumamos a su paradoja, podemos y he aquí que se llama, precisamente, PANIC.
decir que Borges, personaje de alguien llamado No está mal. Eso sí que lo puedes verificar. Está
como él, no existió jamás, no existió más que en en la calle de Belleville, en el n°118.
los libros. Eso lo dijo también Tabucchi y yo, por Entonces, una vez más, la cuestión de la im
82 tanto, también soy Tabucchi que un día me dio postura. En todo caso del sentimiento de impos
un papel en el que estaba escrita esta frase de tura que no me parece un valor negativo, sino
Borges de la que acabo de apropiarme: “Yo soy todo lo contrario. Y lo que viene ahora tiene
los otros, todo hombre es todos los hombres”. que ver con ese asunto.
Así es que, cuando escribo, sin duda yo soy La semana pasada me encontraba en una isla,
Tabucchi, Borges, Echenoz y John Vincent Moon en una casa donde encontré tu Mastroianni-sur-
y todos los hombres que han sido todos los hom mer. No lo había leído aún, lo leo. Y he aquí el mo
bres en este mundo. Aunque, eso sí, para no mento de sorpresa: los dos vivimos, en el mismo
complicar ya más las cosas, me llamo única momento, hace más de cuarenta años (tene
mente Erik Satie (o Ravel) como todo el mundo. mos más o menos la misma edad), la misma
situación quizás determinante: el mismo so
JE: Me dije: la calle de Belleville es muy larga, brecogimiento ante La Notte de Antonioni en
muy empinada y es cansado recorrerla. Sería la que Marcello Mastroianni interpreta a un es
una pena que si Vila-Matas viene a Paris, y per critor, y más precisamente ante el principio de
siste en su proyecto, se agote buscando una esa película cuando está a punto de acudir a la
frase que después de todo quizás no valga tanto presentación de su libro en Milán. Y era eso,
la pena. Pero viendo que estabas tan interesado nosotros lo vimos y era eso. Era exactamente
como yo en esas frases que podríamos llamar eso. Era absolutamente lo que queríamos ser
frases de exportación, salí en busca de ella para y lo que nos hacía desearlo aún más a los die
poder indicarte su dirección exacta. Y he aquí cisiete años, cada uno en su sala de cine, a ti en
el momento de horror: ya no existe. La tienda Barcelona y a mí en una horrible ciudad del sur
este de Francia. Escribir era ya mi objetivo, no tan que era Oscar Wilde el que decía: “Ve con cui
accesible por cierto, aún si me parecía que era dado con lo que desees ser porque tarde o tem
lo único que podía hacer. Pero, escritor-Mas prano acabarás siéndolo”. No sé cuántas veces
troianni se convertía en un ideal de ese objeti conté en público la historia de que había desea
vo hasta en los detalles que tú mencionas –el do ser Mastroianni presentando un libro en
cuello de su camisa, idealmente planchado, su Milán. Hasta que un día volví una vez más a
coche–, y sobre todo con Jeanne Moreau de contar esa historia en público, casi de forma
su brazo –cosa que ciertamente no era un de mecánica, sin darme cuenta de que estaba pre
talle. Sin embargo, ahora desconfío de la pala cisamente en Milán y de que una hora antes
bra “escritor”, intento utilizarla lo menos posible me había parecido un gran fastidio (como le
para referirme a mí mismo, salvo cuando real ocurría a Mastroianni en la película) tener que
mente me veo obligado a decir el nombre de mi ir a esa presentación. Sentía en el fondo como
oficio: y es que me parece fetichizado, reves algo tan poco interesante tener que presentar
tido, marmóreo, plomizo, solemne, en pocas un libro en Milán que en el hotel, preparándo
palabras exasperante, y por cierto no es un me para aquel fastidioso acto, ni siquiera me
oficio. Al punto que esta especie de marca so había dado cuenta de que estaba viviendo la
cial que me fascinaba en mi adolescencia, me misma situación de Mastroianni. Por cierto,
parece casi un timo. Aún cuando no hay real que en aquella película Mastroianni se apelli
mente otra cosa que hacer en la vida. daba Pontano y yo había escrito un libro titu
Mística o mistificación, el caso es que no lado El mal de Montano, que era el que presentaba 83
hay salida. De entrada considerar eso como un precisamente aquel día, aunque debo aclarar
trabajo me molesta: aunque escribir libros sea que le había puesto Montano sin relacionarlo
uno, y no de los más cómodos, siempre me ha con el Pontano de La Notte y que había sido un
costado un poco decir que “trabajo”, como si se amigo el que me había hecho reparar en esta
tratara de un abuso de confianza, puesto que curiosa coincidencia.
etimológicamente el trabajo es una tortura En fin. Fue ya estando ante el público milanés
mientras que yo no hago sino lo que me gusta. y repitiendo en voz alta la historia de Mastroian
Pero el resultado dista mucho de lo que se ve ni cuando me di cuenta de que estaba viviendo
en el cine: en el mes de abril de este año sucedió la situación que a los dieciséis años había de
que yo también, ironía de la vida, fui a presentar seado vivir. La situación parecía calcada: incluso
mi último libro a Milán, sin acordarme por cier estaba el fastidio de tener que acudir a aquel
to, ni siquiera por un instante, de La Notte, sin acto. Pero no estaba Jeanne Moreau y yo no
divertirme haciendo una asociación. Sin embar era, a todas luces, Mastroianni. Era sólo un po
go, no ocurrió en lo más mínimo de esa manera. bre escritor que se creía alguien. Y lo peor de
Estaba muy lejos de Marcello, no fue ni muy todo era que no podía evitar pensar en una frase
emotivo ni muy gracioso. No estaba en la pelí de Robert Walser: “Que un escritor se convierta
cula, no era sino yo mismo. en alguien no hace sino degradarlo a la condición
de limpiabotas”. Veía escrita la noticia en los
EV-M: ¡Claro! Tarde o temprano uno acaba periódicos del día siguiente: “Ayer, en el Institu
yendo a Milán a presentar un libro propio. Creo to Cervantes de Milán, un limpiabotas presentó
El mal de Pontano, su último libro”. Cuanto más vitado y quedé con ellos para el día siguiente.
pensaba en esto, más a ras de suelo me sentía Estoy en el centro mismo de mi sueño, pensé.
y más me iba hundiendo en mi asiento, y has Pero vi que todo seguía igual, no pasaba nada
ta hubo un momento en que pensé que, de tanto diferente. Me encontraba yo dentro de mi sue
deslizarme hacia abajo en mi asiento, acabaría ño y al mismo tiempo el sueño era real. Pero
sentado en el suelo, al pie de la silla. eso era todo. Estuve mirando a los rascacielos,
No, no hubo grandeza ese día. Así que tam probando a sentirme feliz rodeado de rascacielos.
bién puedo decir como tú: no me sentí dentro Estaba dentro de mi sueño pero aquello no era
del film de Antonioni, pues allí no estaba más ni emocionante ni divertido (ni très émouvant ni
que yo mismo. O, mejor dicho, más que un très marrant). Simplemente yo estaba allí y no me
limpiabotas. sucedía nada especial. Podría habérseme ocu
Creo que esta historia tiene un paralelismo rrido sentirme al menos el limpiabotas del bar
con un sueño sobre Nueva York que durante mu El Aviador, pero no se me ocurrió ni esto. Nada,
chos años me asaltó y acabó convirtiéndose en no pasaba nada. Estaba dentro del sueño, pero
mi sueño más recurrente. Tenía como escenario yo seguía siendo un infeliz. Como vi que no pa
un patio interior del centro de Barcelona, el am saba nada extraordinario, finalmente me acos
plio patio de un entresuelo de la calle Rosellón té y me dormí. Soñé entonces que era un niño
en el que, rodeado de grises construcciones, yo de Barcelona que jugaba al fútbol en un patio de
había pasado toda mi infancia jugando al fút Nueva York. Ha sido el mejor sueño que he te
84 bol, sin compañía alguna, a la salida del colegio. nido en toda mi vida, de una plenitud absoluta,
En el sueño recurrente todo estaba igual, yo deslumbrante. Descubrí que el duende del sue
jugaba a la pelota, el patio era el mismo, la deso ño no era la ciudad, no era Nueva York. El duende
lación general de la posguerra también. Sólo del sueño siempre había sido el niño que ju
cambiaba una cosa: en el sueño los edificios gaba. Y yo había tenido que ir a Nueva York para
que me rodeaban eran rascacielos de Nueva saberlo...
York, lo que hacía que yo me sintiera en el cen No sé, quizás deberíamos haber ido con dieci
tro del mundo y extrañamente –la sensación séis años a presentar nuestro libro a Milán.
era de una placidez y plenitud maravillosas–
muy feliz. JE: Esta historia de presentación no es, por
La recurrencia de este sueño me llevó a la cierto, ni indiferente ni inocente, es por el con
sospecha de que yo podía conocer la felicidad trario uno de esos grandes malentendidos. Qui
el día en que fuera a Nueva York y, rodeado de zás, al principio, hubiera sido mucho más inte
los rascacielos vecinos, me encontrara en el resante presentar, a los dieciséis años, libros
centro mismo de mi sueño. que no habíamos escrito, que todavía no había
Un día, tenía yo ya cuarenta años, me invita mos escrito o que no escribiríamos jamás. Y
ron a Nueva York y viajé por fin a esa ciudad. mucho después, una vez que ya hubiéramos
Llegué muy tarde en la noche, un taxi me dejó escrito otros que nunca hubiéramos imaginado,
en el hotel y, ya en la habitación, miré por la sobre todo no presentarlos jamás.
ventana y vi que estaba rodeado de rascacielos. Porque el problema con esas presentaciones,
Hablé por teléfono con los que me habían in es que hace falta hablar de algo, un libro que al
principio no tenía nada que ver con la palabra tarea imposible. Más valdría entonces, como
articulada: era un objeto del lenguaje distinto regla general, presentar libros que no existen.
de la palabra, un sonido construido en el silen Y, ya que en ésas estamos, mejor no volver a
cio, una imagen o una idea, un dispositivo. Su presentar nada.
autor no lo había concebido para después ha
blar de él –casi todo lo contrario: fue hecho para EV-M: Me parece muy seductor presentar li
no tener que hablar, sobre todo para no tener bros que no existen y creo que se parece a un
que hablar–. “La voz del libro proviene de un gesto del que Borges fue el pionero: hacer la
deseo de callarse”, escribe Pascal Quignard. De reseña de un libro inventado. Presentar libros
modo que uno se ve obligado a inventar siem que uno ha escrito tiene, en cambio, bien poco
pre un propósito para añadirlo de manera casi de seductor. Parece que a uno le castiguen por
artificial al libro, y que es una reducción, una haber escrito ese libro. Es como si fuera una
aproximación, muy semejante a la arbitrarie sanción que te imponen por haberlo publicado,
dad del signo y que nunca resulta satisfactoria. como si quisieran advertirte de que no se te
Y hay que intentar hacerlo lo mejor posible, aun ocurra volver a hacerlo.
que uno sepa muy bien que eso no funciona, que ¿Qué habría ocurrido si a Kafka le hubieran
no puede funcionar –y sobre todo que uno es preguntado, una y otra vez en entrevistas, qué
sin duda la última persona capaz de hablar de significaba el escarabajo de La metamorfosis?
ello de forma inteligible. Debemos construir un Aunque él hubiera contestado que no lo sabía,
pequeño objeto de palabras cuando justamen nos habrían privado como lectores del misterio 85
te lo que no queríamos eran palabras. y la libertad de imaginación, dos de los grandes
Formulado de manera más trivial es como si encantos de toda lectura. Ahora me doy cuenta
le propusieran a un lanzador de disco, con el pre de que fue de eso precisamente de lo que ha
texto de que sabe utilizar su cuerpo, que hiciera blamos tú y yo, Jean, en el pasillo de la sala de
salto de longitud. O, desde otro punto de vista, actos del Institut Français en la última ocasión
como esos tipos de los diarios que le dicen a uno: en que nos vimos, que fue cuando presentaste
escríbanos 7,000 caracteres sobre ese tema Je m’en vais en Barcelona.
para pasado mañana, usted ya está acostumbra En realidad, seguro que lo sabes, nosotros
do, para usted no es nada. ¡Dioses! Si supieran. sólo nos hemos visto en presentaciones de li
Esta obligación de comentario, de glosa, de bros. Pero yo pienso que el destino de nuestra
claración de intención, etc. tiene entonces un amistad no tiene porque pasar forzosamente
aspecto algo desolador: equivale a andar persi por las odiosas presentaciones de libros. Mira
guiendo a su propio libro, a la prensa y a los Jean, tendríamos que ir pensando en encon
lectores si es que existen, y a sofocarse lamen trarnos alguna vez en un escenario distinto:
tablemente. Tener que reconstruir la totalidad en la presentación de un libro que no exista,
de su propio libro e intentar darle una exis por ejemplo.
tencia pública, social, que no estaba prevista
en lo más mínimo en el proyecto y que ocupa JE: Acepto de buen ánimo tu propuesta, Enri
el lugar del proyecto mientras que, según me que, quizás podríamos hacer un espectáculo
parece, la cuestión no era esa. Además es una muy bueno en esa ocasión. Pero entonces vol
veríamos a caer, fatalmente, en el mismo pro avanza en amplia curva hacia el vacío. Y allí, en
blema: no hay literatura sin show. Sin importar efecto, no hay salida, no hay salida alguna.
qué forma tenga, la presencia del autor ante
su trabajo, junto o detrás de su trabajo es una JE: Sin embargo, en todos esos impasses, el sen
vez más, y lo será siempre, una puesta en esce timiento de impostura –o mejor dicho de una
na. Lo queramos o no –y cuando uno lo quiere posible impostura, y que por cierto podría
así, si lo hace de forma más o menos hábil, y mos no notar– es en el fondo más bien refres
cuando uno no lo desea, si se rompe la cara de cante. Pone las cosas en su lugar. Es un honesto
manera más o menos catastrófica–, todo eso punto de mira, una buena plataforma de obser
no es más que un buen y muy conocido show. vación. Una especie de vacuna que podría
Uno está ahí para eso, y, sin duda, habría que proteger de todo riesgo de agrandamiento y
alegrarse de que siga habiendo un público de megalomanía –aunque una megalomanía
para ese tipo de cosas. consciente de sí misma y de su vanidad consti
La forma que tome ese show no cambia nada tuye quizás una de las condiciones del oficio–.
a su naturaleza. Su no-forma tampoco, por cier Sin embargo, también está el riesgo de que se
to: aun los que se retiran del mundo –evit aré convierta en masoquismo, lo cual tampoco es
mencionar nombres, siempre se citan los mis sano. También podría impedirnos seguir traba
mos en esos casos–, aun la renuncia al mundo jando, lo cual es aún menos sano, incluso si uno
con toda la virtud que eso supone, su altura, su puede preguntarse con frecuencia si no debe
86 ausencia, es un gran espectáculo. El miedo y el ría dejar de escribir, pregunta que en sí misma
temblor son excelentes espectáculos. El silencio no es tan insana, pero éste es otro tema.
es un súper espectáculo. No hay escapatoria. Más valdría entonces mantener una reserva,
una suspensión momentánea del juicio –no
EV-M: Hemos ido a parar al gran teatro de estoy para nada ni para nadie. Pero entonces
Oklahoma. ¿Recuerdas, en América de Kafka, puede surgir también la cuestión de la modes
al joven Karl ante el cartel del gran teatro? Le tiacomo antídoto o como complemento de la
resulta atractivo porque en él puede leerse: impostura. Es verdad que de entrada la modes
“Todo el mundo es bienvenido”. Todo el mundo, tia es ridícula. Aun cuando representa un es
es decir, también yo, piensa el joven Karl. El cudo correcto contra la arrogancia y el agran
gran teatro no es para él una solución personal, damiento de uno mismo, constituye además
sino un gran show –“América es sobre todo una otro tipo de impostura, puesto que general
gran payasada” escribió Walter Benjamin–, mente no es sino una pose. Pose paliducha,
una perspectiva y un final para todos. Ese estrangulada, ruborizada, no muy bonita. La
capítulo último de América es el verdadero puer modestia, escribía Jules Renard en su Diario, es
to de llegada y un refugio sobrecogedor para to siempre falsa modestia –algo que, admitía él
dos los náufragos de la tierra. Recuerd o ese mismo, ya está muy bien–. Pero la modestia,
momento en el que a Karl le hacen contemplar observaba después, “puede ser una especie de
una única vista del gran teatro de Oklahoma y orgullo que llega por la escalera de servicio a
ve sólo un palco que parece en realidad el esce hurtadillas”. En cier to sentido, el círculo se ha
nario: un escenario con una balaustrada que cerrado.
Santiago Roncagliolo
EL GALÁN, EL VILLANO
Y LA CHICA BUENA
En un estudio de grabación, todo es de mentira: las camas no son camas sino
tablas cubiertas con frazadas. Las ventanas son cristales retroiluminados. Los
hornos son cuevas de cartón con lámparas dentro. Lo mismo ocurre con los acto
res cuando se les ve grabar: los personajes que en la pantalla pequeña resultan
naturales y cotidianos, en tamaño natural sobreactúan estrepitosamente y sus
rostros están cubiertos con capas de maquillaje del grosor de un pastel de crema.
Así son las telenovelas. Necesitan un montón de maquillaje, toneladas de car
tón piedra y múltiples efectos de luz para parecerse a la realidad.
La primera telenovela en que trabajé se llamaba “Lucecita”, y era una adapta
ción de un guión de Delia Fiallo. La versión original había sido un éxito en Ar
gentina durante los años sesenta, y nuestro jefe había rescatado los derechos
de reproducción tras el naufragio de una productora bonaerense.
El argumento de “Lucecita” era una muestra del género más tradicional: la
campesina pobre y buena llega a la ciudad como empleada doméstica y se ena
mora del chico rico de la casa. La familia se opone a su relación, por supuesto,
88 pero al final el amor triunfa y ella se queda con el chico (y por ende, con el dine
ro, pero no porque Lucecita le dé importancia a lo material. Ella sólo aspira al
amor verdadero. El dinero viene con el paquete).
Historias así se han visto aproximadamente unas doscientas quince mil veces
en las pequeñas pantallas de América Latina. Pero el remake peruano añadía al
original una idea que a la postre resultó muy astuta: ambientar la acción a fi
nales del siglo xix. La distancia en el tiempo o el espacio hace verosímiles los
hechos más absurdos, quizá porque damos por sentado que nosotros somos gen
te normal, pero en otras épocas y lugares, cualquier cosa era posible. En conse
cuencia, los trajes de época, los carruajes, las casonas antiguas y los paisajes
majestuosos revestían la recalentada historia de Lucecita con un barniz de rea
lidad que los publicistas de la productora difundían entre el target de audiencia
escolar-universitaria dándoles a entender que el mundo ha cambiado mucho,
pero así eran las cosas en el siglo XIX.
Según ese razonamiento, en el siglo XIX, las campesinas peruanas eran ru
bias y altas, y hablaban como colombianas; los mendigos de las calles podían
perfectamente ser venezolanos; y las familias de la rancia aristocracia limeña
lucían un notable acento porteño.
Estas licencias tenían escandalizado a nuestro asesor en temas históricos,
que desde luego era el miembro peor pagado del equipo de producción y el
único que tenía el contrato limitado a los diez primeros capítulos. Pero el produc
CRÓNICA
En fin, Lucecita fue un éxito. Se vendió a toda América, España, Rusia, Grecia
y China. Ninguno de los guionistas cobró regalías por esas ventas, pero una
prima mía de Valencia quedó gratamente impresionada al saber que yo había
trabajado ahí.
Sin embargo, debo admitir que duré muy poco en ese equipo. Era nuevo y es
taba sometido a demasiada presión. Los guionistas principales sabían cuándo
poner “afecto” en vez de “amor” y cómo producir situaciones límite para engan
char al televidente antes de cada pausa comercial. Podían mantener una situa
ción en suspenso durante capítulos enteros y adaptar cualquier cosa al siglo xix,
incluso las escenas que ocurrían en talleres de automóviles y aviones. El trabajo
era titánico. Yo no estaba a la altura.
Desde entonces, cada vez que escucho a un escritor decir que los guiones de
las telenovelas son demasiado facilones, me dan ganas de decirle “anda, intén
talo tú, a ver si te parece tan fácil”.
Tuve una segunda oportunidad en el mundo de la televisión. Fue en una tele
novela más localista llamada “Amor serrano”, una tragicomedia basada en la 91
comedia de Molière El burgués gentilhombre. Nuestro actor principal era un có
mico muy popular, conocido por el alto calibre sexual de sus programas de humor.
Los canales de tv solían retirar al cómico de la programación tras sus inconte
nibles excesos grotescos, pero el director de la telenovela había pensado que
sería rentable ofrecerle su primer papel dramático: un personaje de clásico lite
rario, por así decirlo, libre de polvo y paja.
Esta vez, el argumento era menos convencional. Esta productora trabajaba
siempre con bajo presupuesto pero, por eso mismo, con mayor capacidad de
riesgo creativo. En la ficción, nuestro cómico encarnaba a un nuevo rico sin edu
cación y “de rasgos humildes” enamorado de una chica guapa –léase, una vez más,
rubia– pero sin dinero. Ella odiaba a ese hombre, pero su madre, harta de vivir
en la miseria, la obligaba a corresponder a sus afectos. Completaba el triángulo
un misterioso guapetón con un oscuro secreto en su pasado. Siempre es bueno
que haya secretos en el pasado de los personajes, aunque los guionistas no se
pan exactamente cuáles. Ya se inventarán alguno cuando haga falta.
En esta producción, las reglas eran menos clásicas. Como no había guión ori
ginal, nos reuníamos los lunes para decidir por dónde iría la historia cada semana.
El proceso creativo era interesante, porque era grupal. Uno de los guionistas
se especializaba en las escenas de humor, otra tenía una gran sensibilidad para
los momentos románticos y la otra era la reina de las escenas tristes. Según
sus características personales, cada uno de nosotros le tomaba cariño a uno u
otro personaje, y se preocupaba especialmente de sus peripecias. A menudo
teníamos diálogos como:
–Es hora del beso. Paloma y Sergio tienen que besarse pero ya.
–Ella no lo haría. No va con ella. Más bien esperaría una ocasión más propicia.
Sergio acaba de romper con Miriam y…
–A Sergio nunca le importó Miriam. Ni nadie más. De hecho, trata de com
portarse por Paloma, pero es un macho bruto. No va a aguantar mucho sin
baldear el callejón.
Era como una reunión de viejas chismosas, pero en vez de hablar de lo que
hacían nuestros vecinos, hablábamos de lo que harían nuestros personajes. Y
no siempre estábamos de acuerdo.
Peor aún, con treinta y dos personajes a nuestro cargo, alguna vez inevitable
mente se nos colaba un error. Un día, mientras veíamos la novela, presenciamos
con estupor cómo uno de los personajes secundarios descubría la identidad se
92 creta del galán. No recordábamos haber puesto eso en el guión. El jefe dijo:
–¿De dónde salió esa escena?
Nadie respondió.
–¿Cómo se coló eso?
Nunca lo supimos. Tras el capítulo en antena, llevábamos escritos ya otros
veinte, y nadie había dado continuidad a esa revelación crucial para el desa
rrollo de la telenovela. Simplemente, alguien lo había escrito y lo había dejado
ahí, olvidado, como un pedazo de estiércol en una frutería, esperando que
nadie lo notase.
Y lo más increíble es que nadie lo notó. Ni siquiera los actores de la escena,
que nunca grababan en orden cronológico, así que no tenían muy clara la su
cesión de la historia. Al final, no hicimos nada. Seguimos adelante como si esa
escena no hubiese existido. Oficialmente, no existió. Después de todo, la vida
es así de incoherente. Grandes cosas pasan desapercibidas, y a menudo, aconte
cimientos de apariencia decisiva transcurren sin consecuencias. Esa vez, la teleno
vela abandonó la rigurosa estructuración de la ficción y rozó la amorfa condición
de la existencia. Pero no tenía ninguna importancia de todos modos.
Otras veces, la realidad y la ficción se mezclaban caprichosamente. El ejemplo
más claro ocurrió durante la segunda mitad de la novela, cuando el cómico per
dió fuste como rival en el triángulo amoroso, o más bien, cuando descubrimos
que nuestro triángulo amoroso era insostenible. Valía para las escenas de
humor, no para el melodrama.
No era un problema de talento. El cómico era un buen actor dramático. Era
sólo que, como revelaron los focus groups, el público no quería bajo ningún con
cepto que él fuese la pareja de la chica. Quizá su personaje inspiraba ternura,
quizá funcionaba como gracioso bobalicón, pero las amas de casa no soportaban
la idea de que besase a nuestra protagonista un hombre que había aparecido
en la televisión con un disfraz de vaca ordeñándose lujuriosamente las ubres. Y
corrían rumores de que la protagonista tampoco estaba muy contenta con él.
Según se decía, acostumbrado a tratar con vedettes y bailarinas de cabaret, nues
tro protagonista no tenía unos modales precisamente refinados, por muy buen
tipo que fuese.
Yo siempre le atribuí el rechazo a un componente racista en la audiencia, pero
es difícil saberlo con seguridad, porque ni antes ni después hubo un galán de
rasgos andinos en las telenovelas peruanas, y nuestro cómico no era el mejor
bebé de probeta para este tipo de experimentos sociales. 93
El caso es que decidimos reforzar el triángulo por el otro lado. Llamamos a
una actriz que compitiese por el amor del galán. La nueva personaja llegaba al
barrio en el capítulo setenta y era una tigresa. En la vida real no se quedaba
atrás. Según los canales de información privados de la productora, no tardó ni
quince minutos en enamorarse de nuestro galán en la vida real. A partir de en
tonces, sus escenas de cama resultaban excitantemente intensas (hay que re
cordar que la buena no puede tener escenas de cama, pero la mala sí, porque a
falta de atributos morales, usa sus más bajos instintos para atraer al hombre).
Eran una pareja ardiente en cámaras, y eso se traducía en la sintonía.
Pero un día, se pelearon.
El rumor corrió por todas las instancias de producción y la cadena de montaje.
El galán y la nueva habían llegado por separado a grabar y no se acercaban a
menos de veinte metros de distancia. Para más morbo, ese mismo día el plan
de rodaje incluía una escena con bofetada. Un manjar para la existencia habi
tualmente rutinaria de los guionistas.
Todo nuestro equipo bajó a ver el rodaje de esa escena. El silencio habitual
del plató era gélido cuando comenzó. Y el ritmo estaba muy bien. Los gritos
de la chica sonaban stanislavskianamente genuinos, su indignación poseía
esa dulce naturalidad de lo auténtico, plena de matices y detalles sutiles. Él
resistía sin bajarle la mirada de los ojos, implacable. Y llegó el momento de la
bofetada.
Hay una técnica histriónica para dar bofetadas en la tele. Hay que poner la
mano como un cuenco, de un modo que el golpe suena pero no hace daño. Pues
bien, en la escena en cuestión, la chica abrió toda la palma de la mano y los de
dos para abarcar plenamente la cara de su víctima. Casi vimos en cámara lenta
cómo el brazo recorría una distancia inusualmente larga hasta el platillazo
final, y cómo las uñas dejaban sus arañazos en los bordes de una marca roja,
como un escupitajo del diablo, que ocupaba el rostro entero del galán, cuya
cabeza giró 180˚ recordando a la Linda Blair de El Exorcista.
Tras la bofetada, el silencio glacial de la sala se hizo aún más pronunciado, si
eso es posible. Un mudo suspiro de sorpresa embargó a todo el equipo. Mien
tras el galán devolvía la cabeza a su sitio, la acción parecía continuar en cámara
lenta. Hasta que sus ojos volvieron a mirar hacia delante, precisamente a las
pupilas de su rival. Y entonces, en medio de la admiración general, continuó su
94 escena como un profesional.
Había sido un prodigioso ejemplo de pasión en ese misterioso punto de en
cuentro entre la realidad y la ficción. Había sido estéticamente hermoso. Y po
dría haberlo seguido siendo, de no ser porque al final, cuando terminó la escena,
el galán, sin dejar de mirar a los ojos de la villana, dijo:
–Señor director, ¿podemos volver a rodar la escena porque no me dolió la
cachetada?
Sólo entonces se desató la realidad. La chica se le tiró encima al galán y em
pezó a arañarle la cara, el más preciado capital de una telenovela. Fueron ne
cesarias dos asistentes de producción y un camarógrafo para rescatar nuestro
rostro emblema de las garras de esa histérica.
Ahora debo mencionar a mi jefe, que era un guionista de telenovelas de van
guardia. Se llama Eduardo, y se había hecho famoso escribiendo éxitos tele
visivos desde muy joven. Telenovelas “sociales” que retrataban a los vendedores
ambulantes, a los buscavidas, a las barras bravas del futbol, en fin, a los mar
ginales en un país en que los márgenes dejaban poco espacio para ser cualquier
otra cosa. “Amor Serrano” era una sátira del arribismo y el racismo, pero salía
de su estilo habitual. Era burlesca y ligera, más caricaturesca que realista.
Alguna vez le pregunté a Eduardo:
–¿Por qué no hacemos otra telenovela con temas sociales? Algo más crítico.
Él respondió:
–Hicimos esas novelas cuando el país iba bien. Había pasado la crisis de
los ochenta, la violencia había sido aplacada y la economía estaba bajo control.
La gente era optimista, y quería verse en las pantallas. Ahora, eso se acabó. La
dictadura da coletazos, tenemos otra crisis encima, la gente está harta. Sólo
quieren fantasías, que la pantalla los transporte lo más lejos posible de sí
mismos.
“Amor Serrano” tuvo un final accidentado. El país sufría una fuerte recesión,
y no había liquidez. El canal no pagaba a la productora, ni la productora a sus
proveedores, y conforme se acercaba el desenlace de la telenovela, nuestros
sueldos se retrasaban y el almuerzo se iba a reduciendo, hasta limitarse a una
manzana y un vaso de agua. El director no podía hacer frente a todas sus deu
das, y los empleados empezaron a cobrar con canjes publicitarios: juegos de
mesa, vales de ropa y electrodomésticos, invitaciones a pizzerías. En el punto
álgido de la decadencia, sorprendimos a los técnicos desatornillando las puer
tas del edificio de la productora a ver si con eso cubrían sus fines de mes.
Las relaciones entre Eduardo y el director también fueron volviéndose más 95
tensas. Los guionistas redactamos varias cartas de protesta y amenazamos
con una huelga. En respuesta, el director azuzó en nuestra contra al resto del
personal, con el sucio argumento de que éramos los que menos trabajábamos
y los primeros que queríamos cobrar. Eduardo, que vivía justo enfrente de la
productora, empezó a vigilarla desde su ventana. Si veía que algún actor pa
saba a cobrar, llamaba a los periodistas. Al director, que hacía esfuerzos deno
dados por que la suspensión de pagos no se filtrara a la prensa, la actitud de su
guionista principal no le gustó nada.
Al final de la temporada, sabíamos que no volveríamos a trabajar para ese
director. Pero nuestro cómico protagonista nos llamó para diseñarle un nuevo
programa de humor. Concebimos un programa de humor político, pero no se
concretó. A él lo contrató el canal del estado, junto a los cómicos e imitadores
más importantes del país, precisamente para desaparecer el humor político
de las pantallas. Fue una maniobra hábil del gobierno. Con los programas pe
riodísticos controlados, el humor era lo único que podía hacerles daño. Y en
ese momento, lo único que podía agenciarnos un sueldo.
Había poco trabajo porque había poco dinero para pagarlo. Pero a veces, por
la misma razón, había trabajo. Nuestro último encargo fue una novela llamada
“Girasoles para Lucía”. Había un guión original esta vez. Estaba en venezolano
y se habían limitado a grabarlo quitándole los localismos como “cónchale vale” y
esas cosas. Habían contratado a dos galanes musculosos, creo que chilenos.
Pero iban por el capítulo cuarenta de las grabaciones y estaban volando en
costos: demasiados personajes, demasiadas locaciones, demasiadas escenas,
daban dinamismo al guión pero perjudicaban la contabilidad. Entonces entra
mos nosotros.
A partir del capítulo cuarenta y dos, súbitamente, dos personajes muy se
cundarios desaparecen sin dejar rastro. Otros dos, se fugan por amor. Uno con
sigue una beca a un país lejano. Uno huye de su familia. Otro muere (pero no se
encuentra su cadáver. Es importante nunca encontrar los cadáveres, por si se ne
cesita más adelante un golpe de efecto con el regreso del muerto.) Después de
aniquilar a suficientes personajes para reducir significativamente la planilla
de la empresa, nuestro trabajo se convirtió en un cortar y pegar: darles a los
vivos los diálogos de los desaparecidos y que todo eso tuviese algún sentido.
Nos hacíamos llamar “Los exterminadores”.
La telenovela era como la famosa foto de Stalin con su gabinete en pleno, que
96 con el tiempo se fue convirtiendo en una foto de Stalin con su estado mayor,
luego con sus allegados más cercanos, hasta que terminó como una foto de
Stalin solo. La historia, cualquier historia, es sólo la parte que su guionista deja
ver de ella. “Girasoles para Lucía” tardó mucho tiempo en entrar en antena, y para
cuando vimos las primeras promociones en tv, ni siquiera reconocíamos la histo
ria que nosotros mismos habíamos reformado. Lo más extraño es que, así y todo,
la telenovela fue un éxito y se vendió en varios países latinoamericanos.
Por entonces, yo empecé a cansarme del trabajo, al menos en esas patéticas
condiciones. Cambié de rama y me dediqué al periodismo, porque la ficción
era cómodamente absurda, pero la realidad era mucho peor. Luego emigré.
Pero ya en España, la lucha por la supervivencia me devolvió a los guiones du
rante una breve temporada.
Esta vez era una productora que compraba guiones enlatados escritos para
Televisa durante los años ochenta y grababa las telenovelas en España, pre
viamente actualizadas. El productor pensaba que las telenovelas sólo las podían
escribir las mujeres, los gays y los latinoamericanos, y me contrató a mí, aun
que nunca quise preguntarle bajo cuál de esas categorías.
Los libretos de Televisa son probablemente los más mojigatos que se han
escrito de uno de los géneros narrativos con más tradición mojigata. Televisa,
como todo lo que sobrevivió y creció en México durante las décadas del pri, se
a menos que gastes más en sueldos que en todo el resto de la producción. Y eso es
absurdo. Y 2) los europeos tienen sentido del ridículo. Hay cosas que sus acto
res, simplemente, no pueden decir”.
Ninguna de las telenovelas de esa productora cambió la historia de la televisión
española, pero tampoco fueron mal de público. Para atenuar sus problemas
de verosimilitud, se ambientaban en ciudades pequeñas como Valladolid o Al
bacete (que sólo aparecían, claro, en las tomas de apoyo de exteriores. El resto
se grababa íntegramente en Madrid). No es un recurso muy distinto que man
darlas al siglo XIX. Creemos que ahí las cosas no cambian, se quedan suspendidas
en un eterno pasado mojigato. El hecho de que funcionasen razonablemente
bien me hizo pensar que quizá los actores europeos no quieren decir ciertas
cosas, pero a sus espectadores no les molesta escucharlas.
De hecho, la capacidad del género de llegar a las pantallas de todos los con
tinentes es una muestra de la universalidad de esa ficción básica: la chica –o el
chico– que busca el amor. Todo lo que sostiene la historia son los impedimentos
para encontrarlo. Los personajes quizá nunca evolucionen ni hagan nada en rea 99
lidad. Da igual. Los espectadores buscan sólo la compañía de alguien durante
una hora al día, alguien con una historia que contar, comentar y compartir con
los vecinos. Y siempre, en el fondo, la misma historia. Como los boleros, las can
ciones baratas y los clásicos de la literatura, la telenovela es una excusa para
soñar que satisface nuestras carencias más urgentes.
EN LA MIRA
Jorge Carrión
la voluntad de construir una estructura paralela El epígrafe de Eliot que abre las puertas de Respira
a los centros. Contorno era la alternativa al eje ción artificial habla del “sentido”, de su búsqueda
Sur/La Nación, que tenía la hegemonía de la le para restaurar la “experiencia”. ¿Hasta qué punto us
gitimidad. La paradoja es que lo alternativo ted quiso que el sentido de su novela refiriera a la ex
ha devenido hegemónico. Por eso el debate periencia dictatorial?
ahora pasa por cómo construir espacios inde No de un modo deliberado. La novela fue in
pendientes. Porque ahora el problema, como mediatamente leída en ese contexto y eviden
digo yo siempre en broma, no es el fracaso, sino temente esa lectura funciona, pero desde luego
el éxito: cómo hace uno para mantenerse autó no empecé a escribir ese libro con la intención
nomo en el marco de la cultura dominante, de registrar experiencias de la Argentina de
definida por los medios. Nosotros sacamos la aquel momento. Quiero decir con esto que el
revista para enfrentarnos a las páginas cultu epígrafe define en realidad la narración misma,
rales de los diarios. cualquier narración, que es la que construye el
sentido. Uno viaja para narrar, no sólo por la
Historia e historias experiencia en sí del viaje: el sentido se cierra,
En 1995 usted publicó una antología personal con el se ordena, en tanto que puede ser narrado.
título de Cuentos morales. Recuerda la etiqueta “no
velas ejemplares”, por su ambigüedad. ¿A qué se debe Sin embargo se afirma en ella que el tema es “trabajar
esa elección? con documentos del porvenir”... ¿Hay un vínculo con
En un punto, me parece que la literatura siem la ciencia ficción? 103
pre pone en juego cuestiones morales. Lo que Quizá en la ciencia ficción ese trabajo con el
decía Hannah Arendt, la literatura da a juzgar. futuro (la literatura no sólo trabaja con el pre
No importa la decisión moral del escritor, sino sente y el pasado) se ha hecho más nítido. La
la que el lector decide. Si alguna unidad podía dimensión utópica: el futuro actúa como una
yo encontrar en esos relatos era ésa: en ellos crítica al presente, es un tipo de literatura so
había cuestiones morales no resueltas. Ese po cial, por tanto; se toma un punto y se amplifica,
día ser el hilo conductor. como ocurre por ejemplo en la novela de Úrsula
K. Le Guin, La mano izquierda de la oscuridad, don
¿El concepto “historia” ha sido la obsesión de toda su de la gente cambia de sexo, cíclicamente, como
narrativa? ¿Por qué le parece más interesante que el crítica a los lugares fijos, a las funciones socia
de “discurso” o el de “arquitectura novelesca”? les y sexuales inmóviles.
Por un lado, pienso ahora, me interesa la pre
existencia de una historia, que alguien tiene El cuento como género abierto
que investigar para poder narrarla. Si uno dice ¿Es consciente de que sus “tesis sobre el cuento” han
“había una vez”, está por narrar algo que no servido a la crítica para limitar un género que no tiene
existe; en cambio, si uno afirma que hay una por qué admitir límites? ¿Hasta qué punto ha buscado
historia, la dirección es inversa. Además, yo nuevas fórmulas para comprender las poéticas posmo
provengo del estudio de la historia y, en ella, el dernas del relato?
historiador sabe que la historia existe, que hay En realidad no era ese el sentido: yo no que
que llegar a ella. ría agotar las posibilidades de discusión de un
género que cuenta con una tradición de re Sí, para ver cómo las innumerables versiones
flexión, desde Poe, de los propios narradores, reinventarían una y otra vez la historia secreta,
que sigue abierta. Mi intención no era dar una entre comillas: “los motivos del suicidio”.
clave, sencillamente surgió de mi lectura de
los cuadernos de Chejov, que dio pie a una re Lector/Crítico
flexión de la idea de una historia dentro de una Respecto de la forma tesis: ¿Fuera de la tradición argen
historia como una forma de ser breve. Al tener tina su modelo de intelectual sería Walter Benjamin?
la historia reservada, secreta, uno tiene más Por lo menos es alguien a quien admiro, sobre
juego narrativo, más espacio para desarrollar todo sus tesis sobre el concepto de historia,
lo que quiere contar. Por otro lado, la forma de que son once si no recuerdo mal, como revisión
tesis es un poco irónica. Yo pensé que no era in irónica de las de Marx… Por eso utilicé yo tam
dicado escribir algo sobre el cuento que fuera bién once tesis.
largo, y la forma de la tesis me brindó ese mar
co, como apuntes de algo posible y futuro. La “forma breve”, la “entrevista sobre teoría” o el “ensayo
literario” son tipologías textuales más o menos borgea
No deja de ser curioso que esa tradición de autores nas que usted ha trabajado. ¿Cómo se combinan con
hispanoamericanos que reflexiona sobre el cuento ten el formato de paper, que usted supongo que frecuenta
ga a menudo un carácter dogmático, como se aprecia como profesor?
en el célebre decálogo de Quiroga… Básicamente no escribo papers, aunque los lea
104 Habría que pensar por qué eso sucede, en el y los discuta con mis estudiantes, porque es una
sentido de que quizá el cuento propone una tradición interesante, con sus propias formas.
suerte de enigma que los cuentistas habrían Pero estoy más cercano a la tradición que yo
de resolver, o al menos de explicar… La epi llamo “las lecturas de escritor”: diario, entrevis
fanía… Tanto Quiroga como Cortázar o Borges tas, prólogos, textos más o menos marginales.
han trabajado en ese sentido. Desde la Poética Por ejemplo, los ensayos de Brecha, que quedaron
de Aristóteles existe esa incomodidad, porque inéditos, como anotaciones en un cuaderno…
las reglas parecen plantearse como una solu Son textos que generalmente quedan fuera del
ción y no como una pregunta: hay que tener en discurso de la crítica literaria. Habría que pen
cuenta que las reglas son resultado del trabajo sar en Auden, en Borges o en Valéry teniendo
propio y no una condición de él. en cuenta las particularidades de ese tipo de es
critura, que a menudo tiene un carácter polémi
En ese sentido ese texto debe leerse como una poética co, por su cercanía a la consigna, al manifiesto, al
personal, si se tiene en cuenta que el ejemplo del hom graffiti, por su escritura rápida. También los es
bre que gana en el casino y se suicida aparece en una critores son pedagogos, voluntarios o paródicos,
de sus novelas dentro del marco de la ficción… y usar esas reflexiones, esos mapas para futuros
Efectivamente, en algún momento pensé in viajeros puede ser muy útil para orientarse.
cluso en escribir un libro que fuera una serie de
versiones sobre esa historia… La editorial Península publicó hace poco un volu
men de Auden que se llama precisamente Prólogos
A lo Raymond Queneau… y epílogos…
piración artificial en que se habla de él como de un buscar siempre un punto de fuga, un nuevo
autor comercial, como si se tratara de una comunidad lugar, diferente. Habría otra acepción del con
cómplice en las antípodas de lo que representa Mújica cepto de fuga: siempre he intentado trabajar
Lainez. ¿Cómo fue su relación con su obra? con personajes que están en cierta escena de
Me gustan los primeros libros de Mújica Lai ilegalidad. La literatura es una forma de pensar
nez, Aquí vivieron, Misteriosa Buenos Aires y sobre nuestra relación con la ilegalidad…
todo Los ídolos, una novela que me gusta mucho,
tan literaria, con su aire Henry James. Tambien ¿Cuál es su relación personal con ella?
escribió algunas biografias lindísimas, al co Como la de todos. Yo siempre digo que lo me
mienzo, la de Hilario Ascasubi Anastasio el Pollo, jor que uno ha hecho en vida es lo que la policía
que le gustaban mucho a Borges, dicho sea de tiene registrado de él, que el currículum perfecto
paso. Luego empezó a escribir novelas histó es tu ficha policial.
ric as, una sucesión anual de pastiches pseu
do-refinados y preferentemente egipcios que ¿Ha robado en supermercados?
nos otros –hablo de los escritores de mi ge No me refiero sólo a ese tipo de actos ilegales.
neración– mirábamos con cierta ironía. Esa relación de tensión con cierto límite forma
parte de cualquier experiencia en que el deseo
Ilegalidades esté en juego, no sólo en la literatura.
Plata quemada parte de una investigación perio
dística. ¿Cuáles son sus referentes del periodismo En el taller de Piglia 107
narrativo? ¿Cómo escribe? ¿Cuál es su modus operandi?
He tenido muy en cuenta esa tradición nor Tengo una fórmula única, levantarme tem
teamericana de la no-ficción, al tiempo que he prano, no atender el teléfono, y sentarme a tra
leído la narrativa policial, como también asumí bajar después de tomar el café. Unas cuatro o
la noción de riesgo en lo que respecta al len cinco horas. Ese es mi mecanismo más persis
guaje en una situación extrema. Lo que hice tente. Si las cosas van bien, no digo que pueda
fue jugar con las convenciones del relato de no- escribir demasiado, pero ahí sí puedo imaginar
ficción pero llevé la ficción al límite. Transcribí que estoy escribiendo y no sólo redactando.
diálogos de una máquina que habría registrado
todo lo que se decía en aquel departamento, ¿Y el lugar físico?
pero esa máquina nunca existió. Fue la forma No puedo escribir en cualquier lugar. Sólo el
de llevar adelante la ficción. diario, que me acompaña a todas partes, puedo
escribirlo en cualquier lugar, incluso cuando es
Sus libros son siempre un espacio (la celda, el tren, el toy de viaje. Ahora escribo en Buenos Aires o
apartamento, el hotel) y un impulso de huida ¿La es en Princeton, en ámbitos conocidos, con el espa
critura es un arte de la huida? cio imaginariamente preparado para el trabajo.
Hay escritores a quienes les gusta estar cris
talizados. Hay otros, que no son mejores ni peo El ordenador no está conectado a Internet durante esas
res pero son los que me interesan, que intentan horas… No consulta nada en Google…
© Daniel Mordzinzki
EN LA MIRA
No, no, intento desconectarme de los mensa Sastre o ¿Qué es el arte? de Tólstoi. Pero yo no
jes, la sucesión incesante de e-mails que nos pensaba que mi libro fuera una respuesta.
acompaña ahora.
En el ensayo sobre Chandler, me sorprendió ver que
De modo que el diccionario sigue siendo para usted usted obviaba que el detective es un ajedrecista y
un libro. que, como tal y en su soledad, lee libros de ajedrez y re
Sí, tengo varios, son libros lindísimos, tan in construye partidas o las juega solo...
cómodos, pero a la vez son como las bibliote Sí, es verdad, no es que no lo tenga presente,
cas, siempre se encuentra lo que no se estaba como elemento de construcción de la interio
buscando. ridad del detective (como el whisky), sencilla
mente yo quería seguir una línea del género: el
Se ha estudiado su relación con el cine, pero no la que buen lector puede decodificar también textos
mantiene con Internet ¿Hasta qué punto ha alterado sociales o criminales. Y el detective, desde Dupin
su forma de escribir? hasta Marlowe, era básicamente un lector de
Volvemos a lo de antes: ¿De qué manera la literatura. Señalar eso, que algunos lectores fu
técnica afecta a la literatura? Yo tengo una po turos seguramente mejorarán, era lo que me
sición abierta, pero insegura, respecto a esto. interesaba en ese ensayo.
No estoy del todo al día, pero trato de estar
lo más cerca posible de lo que está sucediendo. En Formas breves usted reduce la obra de vanguar
Utilizo la red habitualmente, pero al mismo dia o la obra maestra a “géneros”, en otros lugares 109
tiempo mi idea es que la literatura no ha cam usted habla de política o de sociedad en términos de
biado demasiado. Hay nuevos elementos, pero teoría literaria ¿Todo puede ser explicado desde la
en lo esencial la escritura, poner una palabra de tipología textual?
trás de otra, sigue siendo igual. Hay novelas Todo depende de qué entendamos por tipolo
de Gibson, o en Argentina de Alejandro López gía sexual… Perdón, textual… El lapsus tiene
o de Daniel Link, que tematizan esos cambios, que ver con que no hay tipologías fijas, tampo
pero todavía no ha habido una incorporación co las sexuales… En cualquier caso, algunos ti
que vaya mas allá de los temas. pos de lenguajes, como el literario, con las par
ticularidades de la metaforización, la alegoría,
El lector irónico etcétera, tienen una función política y social,
El último lector tenía como título provisional Qué de modo que alguien adiestrado en la literatura
es un lector: ¿qué se debió el cambio? ¿Hay una vo puede estar atento a las modalidades retóricas,
luntad de adscribirse a la retórica del fin de los grandes a las formas de construcción de verosimilitud,
discursos? lo que yo llamo los “relatos sociales”, que van
El fin es una idea que intriga siempre a un desde el relato del Estado hasta los pequeños
escritor, no en términos apocalípticos, porque relatos que circulan en la sociedad. Esa sería
el fin determina el sentido. El título se refiere una manera de leer lo social desde la literatura.
al que llega tarde. En su primera versión apun Sobre el otro aspecto de su pregunta, lo que
taba hacia un título interrogativo, porque me quiero decir es que hay una tendencia de los
gustan mucho, como ¿Qué es la literatura? de rasgos de las obras maestras a estabilizarse,
por eso en broma digo que la obra maestra es de recuperar el lenguaje de manos de sus secuestrado
un género. res, los economistas. Se habló allí de cómo el poder im
prime (libros, periódicos, papel moneda, encuestas...) y
Entonces el problema es la ironía… cómo en la circulación del papel impreso está la clave
Sí, claro, la ironía está presente en todo esto de su perpetuación como poder ¿Cómo interviene el es
que estoy diciendo, pero como no podemos uti critor en esos mecanismos? ¿Quemando la plata?
lizar las cursivas en la oralidad, confiamos en O falsificando. Ese ha sido otro gesto extremo,
que el lector sepa verla. La convicción es acá lo muy presente en la literatura: hacer plata, es
irónico. decir fabricarla, hacer circular la plata falsa. En
Arlt está siempre ese tema. Y también, claro,
La ironía tiene que ver con la distancia, algo que usted quemarla, que es un gesto simétrico. En El Idiota
ha elaborado en sus reflexiones sobre Rodolfo Walsh de Dostoievski hay una escena extraordinaria
¿Cómo se adquiere en la escritura de ficción? ¿Cuáles en la que Natasha Filippovna arroja el dinero
son sus mecanismos para el ejercicio de la crítica? que le ofrecen al fuego de una chimenea y un
Me parece que es lo más difícil. Cuando de personaje se quema las manos para salvar los
cimos distancia hablamos de una cierta posi billetes. También el juego está muy presente,
bilidad de establecer una diferencia entre el quemar dinero en sentido metafórico, tirar la
sentimiento personal y su transmisión. El ejem plata en el casino, es otro gran tema. En Cicatrices
plo claro de esto son los sueños. La relación de Saer, la historia de Sergio Escalante que jue
110 apasionada con lo soñado nos lleva a creer que ga y pierde todo lo que tiene, también es no
podemos comunicarlo… Ahí vemos qué es na table. En fin, El zahir de Borges, ese relato sobre
rrar mal. el dinero como idea fija, como lo único que no
se puede olvidar. Los escritores han construido
En El último lector usted comenta el célebre sueño una suerte de contraeconomía imaginaria que
de Raskolnikov en Crimen y castigo en relación expresa bien lo que no está dicho en el ima
con el bovarismo de Nietzche, y habla también del ginario social dominante. La literatura como
bovarismo del Che: ¿el sueño del lector produce crítica de la economía política del signo: porque
monstruos? desde luego el dinero es el signo que rige todos
Sí, a veces, pero estamos hablando de héroes los valores y los intercambios y la producción
culturales o políticos un poco arcaicos, porque social de sentido.
hoy el bovarismo ya no está construido en la
escena del lector, sino que la cultura de ma En su reciente ensayo Fuera de campo, Graciela
sas es la que genera hoy el sistema de creencias Speranza lee su obra desde la luz de Duchamp y hace
e identidades. Ése es uno de los grandes debates hincapié en la importancia que tiene en su obra pre
de hoy. La televisión, Internet: ahí se genera el cisamente la falsificación: ¿Qué opina sobre eso?
bovarismo de hoy. El libro de Graciela Speranza es muy bueno y
abre toda una lectura novedosa, en especial de
Las monedas falsas Borges y de Cortázar. Apunta a cierta tradi
Me sorprendió que en el Congreso de Las Lenguas de ción conceptual (digamos así) en la literatura
Rosario, en 2004, se le citara acerca de la necesidad argentina. Para muchos de nosotros (también
misma que junto a su cónyuge forjó donde el cuerpo orina, envenena cada
esa nación por la que cabalga el caba parcela de huesos que osa dejar entrar
llero de la triste figura, esa nación de la idea de la vacuidad–, y de ese fenó
impostores, reino de escondites y ta meno no hay nada que podamos inferir,
pujos, de identidades inventadas y ni diferir, o soportar más que el pavor
falsificadas, país del que quizá sólo que siembra en nosotros, y esto ocurre
hombres como Perlasca puedan ser cada vez que una pequeña impostura
auténticos embajadores. –su forma más viciosa– se posa sobre
nuestra lengua para fundirse con len
Tabea Alexa Linhard tit ud y amargura, hasta que un mo
vimiento de glotis –hoq hoq hoq– la
arrastra al fondo del pozo que nos sir
ve simbólicamente de bolsa de entra
De la impostura
ñas, la arrastra y la disuelve gracias a
innumerables ácidos que habitualmen
La impostura cuesta cara a quien no la te nos ayudan a estructurar nuestra
toma en cuenta, ya sea en pensamien desastrosa voluntad gramatical; pero
to, en acto o en el fondo del calvario disolver la impostura, hacer que se re
de la ebriedad, y no cuesta solamente pliegue sobre ella misma, sobre la im
sino que se venga, se desata y descuar postura misma, dos, tres, setenta y un 115
tiza con una rabia ardiente como la de veces si hace falta, es un ejercicio que
un coño rasurado. La impostura agarra nos extenúa y que instala el agotamien
por las tripas y les exige a estas últi to en la cuba de la impostura, donde
mas una obediencia cerebral, imposi ella vuelve a crecer, a pulular, a propa
ble, nos llena de lodo, nos oprime entre garse, pues la impostura crece, como
dos páginas y se da gusto deletreando el desierto, nos modela todos los días
el nombre de nuestra madre como si a golpes de ridiculez con el único ob
se tratara de un fruto voluntariamente jetivo –digo bien: el único– de ense
podrido, y es contra todo eso contra lo ñarnos el arte del desdoblamiento. Es
que debemos luchar, o mejor dicho, es una lección que nos cuesta, aunque
contra todo eso contra lo que uno debe esto haga reír a algunos, que nos cuesta
debatir(se), ¿pero cómo? Cómo plan el agua y el alimento, lo que hacemos
tearse siquiera la lucha contra la im y no hacemos, de tanto estar habita
postura, algo que exige de nosotros, dos por ella, de tanto que nos sacude,
de usted, de mí, una energía astronó nos doblega y nos despoja conforme
mica, una voluntad volcánica, y la li nos traicionamos, atraviesa nuestros
quidación de una gran cantidad de ilu intestinos a la velocidad de un tranvía
siones y demás golosinas que se echa llamado expiro, y vuelve a salir, fulgu
uno al cogote –pues la impostura crece rancia oscura, por el recto, el hoyo mal
ahí donde hay capitulación, se desliza evacuado de la impostura, inmediata
mente propulsada, por el resorte de lo Tú impostor:
que nos encantaría ser, una podero el asunto sokal y las
sa impostura, una impostura gloriosa, descalificaciones en el
una impostura bien plantada sobre sus mundo académico
patas y enjaezada con robustos liga
mentos, una sinfonía hecha de impos
turas aglutinadas, que se escucharía en Acusaciones de impostura fueron y vi
todas partes, y finalmente ¿qué ganan nieron allá por la segunda mitad de los
cia obtendríamos, eh? ¿Qué golosa ale años noventa, revelando todo el poder
gría?, ya que a todas luces estamos más de descalificación que el término ‘im
que subyugados por esta impostura, postor’ lleva consigo. En 1997 el físico
puesto que esta impostura surge den teórico Alan Sokal publicó un libro,
tro de nosotros en cualquier instante, Imposturas intelectuales, en el que desa
como un fuego fallido, un pillo borra creditaba de un plumazo los estudios
cho de napalm, un tercero mal excluido sobre ciencia que recientemente ha
y que sin cesar –digo bien: sin cesar– bían hecho sociólogos, antropólogos
hunde sus dedos en nuestros ojos para e historiadores. Éstos a su vez le res
ayudarnos a ver; hunde su rabo en nues pondieron con una compilación de tex
tro culo para ayudarnos a sentarnos; tos reunidos bajo el título de Imposturas
116 hunde sus ideas torcidas en nuestro científicas, en el que los autores busca
cerebro para ayudarnos a esperar algo ban demostrar cómo Sokal no había
más que ese milico que es la autenti comprendido en lo absoluto la natu
cidad y que desde nuestro nacimiento raleza de los estudios que criticaba.
nos sabotea, mientras que deseába Impostores así eran, pues, no aquellos
mos ser auténticos, pero ser auténtico que suplantaban la identidad ajena,
no equivaldría a renacer, sería renegar, sino los que falseaban las ideas del
volver a entrar, en nosotros, por el hoyo otro, con tal de arruinar su reputación.
hélicoidal que lleva a las profundida Acusar a alguien de tergiversar un
des de otra impostura, más sobria, concepto al punto de hacerle perder su
menos orgullosa, menos seca, que uno identidad no sólo lo desprestigia como
quisiera ocultar de los otros, de uno pensador, sino que también apuntala
mismo, para acabar con la verdadera la jerarquía epistémica del propietario
carne de la impostura, nuestra barba de la idea que se puso a debate. Lo que
coa, que está ahí, por debajo nuestro, resulta triste, sin embargo, es cons
y nos dice: está bien, sé tú mismo, una tatar cómo, en el mundo académico,
vez, una sola vez. el diálogo de sordos muchas veces sí
es fruto de una lectura errónea, cuan
Claro do no abiertamente malintencionada,
Traducción de Eloísa Alcaraz de las ideas del otro. Ese fue el caso en
el “Asunto Sokal”, el episodio que llevó
BAZAR
la palabra impostura al ring de los de tas con intereses mucho más gene
bates más acalorados, y que enfrentó rales se hicieron eco de la controversia,
casi hasta la sangre a los cultivadores convirtiendo el tema en un verdadero
de los así llamados “estudios cultura fen óm eno mediático y en una de los
les sobre ciencia” con los científicos primeros grandes debates académicos
más ortodoxos. que se dirimieron en los entonces no
Todo comenzó en 1996 cuando Alan vedosos foros de Internet.
Sokal, un especialista en física cuánti En los ríos de tinta que corrieron so
ca de la Universidad de Nueva York, en bre el asunto, el artículo de Sokal reci
vió a la revista Social Text un artículo bió múltiples calificaciones. Se le llamó
en el que interpretaba las nuevas teo “fraude”, “sátira”, “parodia” y también
rías físicas a la luz de sus implicaciones “trampa”, palabras todas que tienen
ideológicas. Entre muchísimas otras en común la intención de hacer pasar
cosas, Sokal aseguraba ahí que la fí algo por lo que no es y, en este caso,
sica cuántica confirmaba las teorías minar la credibilidad del adversario.
de Lacan, o que la teoría de conjuntos Para Sokal, empero, se trataba de un
tenía ciertas analogías con el feminis “experimento”, lo que le daba un es
mo. Imitando el tipo de argumentos de tatus moral distinto, al sobreponer a
quienes normalmente publican en esa la cuestionable intención de engaño, la
revista, decía finalmente que sólo unos más noble búsqueda de contribuir al 117
nuevos fundamentos matemáticos lle mejoramiento intelectual de una de
varían a una ciencia verdaderamente terminada disciplina.
liberadora. La palabra “imitar” es impor Si una trampa es un artilugio dise
tante, porque, como lo reveló Sokal más ñado deliberadamente para que al
tarde, el texto era un sinsentido deli guien caiga, la pregunta es por qué la
berado, disfrazado con un estilo retórico revista Social Text cayó. Mirando cómo
muy claro. Su intención había sido ri funciona el mundo académico, puede
diculizar estudios similares y mostrar decirse que el artículo de Sokal se coló
que Social Text estaba dispuesta a acep en la revista por las mismas razones que
tar las ideas más absurdas, con tal de el biólogo coreano Hwang Woo-Suk
que estuvieran en la línea ideológica consiguió que Nature publicara hace
de los editores de esta publicación. pocos años unos experimentos con
embriones humanos que se suponía
El artículo de Sokal no sólo se abrió paso habían sido clonados, pero que en rea
hasta las páginas de Social Text –una lidad resultaron ser falsos. Tanto Sokal
revista que, por cierto, carece del tra como Hwang Woo-Suk dominaban el
dicional mecanismo de “revisión por lenguaje de la disciplina, y dijeron co
pares” cuyo objetivo es precisamente sas que los editores de las revistas que
garantizar la calidad de las publicacio les publicaron estaban esperando, y
nes especializadas. Periódicos y revis deseando, escuchar. Pero mientras que
el coreano engañó a los miembros de res de los estudios sociales y culturales
su propio gremio, Sokal lo hizo con los sobre ciencia recuerdan algunos de
de la comunidad de pensadores a la los argumentos planteados original
que criticaba. Y si el especialista en mente por Sokal.
células madre fue defenestrado del El pistoletazo de salida a estas re
mundo científico, Sokal en cambio ad flexiones fue la constatación de cómo
quirió fama y prestigio entre quienes, numerosos actores se han aprovecha
como él, se sentían a disgusto con una do últimamente de dos de los princi
rama de las humanidades que ha in pales postulados del programa fuerte
tentado mostrar cómo en la ciencia, de la sociología de la ciencia para apun
como en cualquier otra actividad hu talar sus propios intereses. Por una
mana, también existe la subjetividad. lado, la idea de que es importante to
En el sinfín de textos que siguieron mar en cuenta todas las teorías y no
al artículo de Sokal, hubo quien se con sólo las que a la postre hayan resultado
gratuló porque hubiera quedado al des exitosas, ha servido de base, por ejem
cubierto la falta de rigor intelectual plo, a los defensores del creacionismo,
de aquéllos en cuya agenda de trabajo disfrazado ahora de hipótesis científi
está el desvelar la dimensión social, ca bajo el nombre de “teoría del diseño
cultural e ideológica de las teorías inteligente” y que reclama para sí el
118 científicas, cayendo, en su opinión, en mismo estatus que la teoría de la evo
un relativismo peligroso. Desde el cam lución. Por otro lado, el subrayar las nu
po de los estudios culturales, la respues merosas controversias que existen en
ta fue que el propio experimento de el seno de la comunidad científica, ha
Sokal confirmaba cómo, en el mundo permitido minar la credibilidad de los
académico, elementos completamen investigadores que sostienen aquello
te subjetivos como el prestigio resul que por alguna razón no les conviene
tan fundamentales para conseguir vi a determinados grupos del poder. Es
sibilidad. Otros más dijeron por su el caso del gobierno de Estados Uni
parte que lo que sucedía era que los dos, que ha llegado a negar el hecho
científicos se sentían amenazados en mismo de que la Tierra se esté calen
su autonomía porque los estudios que tando, o de las tabacaleras que deli
estaban criticando habían desvelado ber adamente introducen sospechas
cómo la neutralidad científica no era sobre la relación entre el hábito de fu
más que una mera apariencia. mar y el cáncer.
Luego de la llamarada de los años “¿Me equivoqué al participar en la
noventa, las “guerras de la ciencia” pa inv ención de esa disciplina conocida
saron al olvido. Pero no deja de re como estudios sobre ciencia? ¿Qué ha
sultar curioso el constatar cómo, años sido de la crítica, cuando un libro que
más tarde, algunas autocríticas re sostiene que ningún avión se estrelló
cientes planteadas por los cultivado jamás en el Pentágono puede conver
BAZAR
En el instante en que un escritor inicia su labor, suele adquirir una máscara. Al principio ésta es
movediza y renueva sucesivamente sus rasgos según las insospechadas evoluciones de su es
critura. Más tarde, cuando el escritor se ha forjado ya un estilo propio, reconocible entre todos,
la máscara cristaliza para siempre a pesar de los cambios que más tarde quiera imprimirle su
creador. Algunos ejemplos dentro de la literatura demuestran cómo, tras alcanzar la meta per
seguida durante años, los escritores célebres sufren una crisis paradójica: envueltos por el halo
mullido del reconocimiento, se vuelven presa de la angustia que provoca la certeza, la fatalidad
de ser siempre el mismo. Su obsesión se concentra desde entonces en una sola tarea: cambiar,
ser diferente. En el siglo XX abundan los casos de personalidades múltiples; entre los más extraor
dinarios está sin duda el de Romain Gary. Este último en particular, encontró una manera inte
ligente de darle la vuelta a la celebridad, sin renunciar a sus beneficios.
Nacido en Vilna, Lituania, el 8 de mayo de 1914, Romain Gary adoptó desde muy joven la nacio
nalidad de Víctor Hugo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el novelista combatió en la Re
sistencia; participó en las campañas de África, de Abisinia y de Libia; obtuvo los grados de
Compagnon de la libertè y Commandeur de la Légion d’honneur. Testimonio crítico de su época,
las novelas de Gary están escritas desde un tono predicatorio, casi moralista, de no ser por la
ironía que maneja con una habilidad natural. Pocas trayectorias tan llenas de gloria se han visto
en la Francia literaria del siglo XX. Romain Gary llegó a ser en los años sesenta una autoridad
moral y literaria de su país adoptivo. Quizá por hartazgo de su personaje y para liberarse de su
120 propia sombra, quizá por ganas de probar la calidad de su trabajo sin el respaldo de su nombre,
Gary empezó a utilizar el seudónimo, no sólo con el objetivo de cubrirse, sino de edificar un
nuevo escritor, libre del anquilosamiento del novelista veterano.
Si bien es cierto que Gary era un nombre falso y que ya antes había firmado con un seudónimo
dos de sus novelas (L’homme à la colombe, de Fosco Sinibaldi, y Les Têtes de Stéphanie, de Shatan
Bogat), Emile Ajar fue el más representativo y el único que mantuvo su propia identidad en el
mundo literario francés.
En 1975 se otorgó el premio Goncourt, quizá el más célebre de Francia, a un escritor del que
nadie sabía nada. La novela ganadora fue La vie devant soi, firmada por Ajar, una de las obras
mayores de la literatura francesa durante la segunda mitad de nuestro siglo. En ella, Ajar retrata
la humillada cotidianidad de la gente pobre, en particular los hijos de las prostitutas, en los
barrios marginales de París. Bajo la amargura y la queja sarcástica, hay un sustrato de ternura
y humor. En esta novela, Ajar ridiculiza los lugares comunes con los que la gente suele referirse
a las prostitutas y desafía a los adversarios “flaubertistas” de Gary, inventando un lenguaje hecho
de acercamientos fonéticos en el monólogo falsamente infantil del narrador.
El pseudónimo le da la libertad y un impulso nuevo a la obra de Gary, lo lleva a cambiar lo
solemne por una parte cínica de lo cotidiano. La vie devant soi tiene un tono de revuelta que no
hay en las primeras obras del escritor, pero con todo su oficio, su lucidez. En esta novela, Ajar
aborda con pasión temas tan delicados como el aborto, la prostitución, la eutanasia, evitando
admirablemente los lugares comunes. En ella, la atmósfera constante es de un “dolor del mundo”,
ilustrado por la decepción y el pavor que siente un niño musulmán de la banlieue cuando contempla
LIBRERO
la vida que tiene frente a sí. Pero estos personajes nos muestran que es posible enternecerse
ante lo grotesco y nos enseñan el camino hacia una piedad humorística. De esta forma, Madame
Rosa, la encargada de la guardería clandestina donde vive Momo, puede conmovernos en sus
ataques de nostalgia por sus buenos tiempos de prostitución en el Bois de Boulogne, pavoneando
sus ochenta kilos en negligé rojo así como su sonrisa de beatitud senil por el pasillo del depar
tamento donde ahora vive.
En boca de una celebridad como Romain Gary, el discurso de ese seudónimo, sus burlas cons
tantes al mundo intelectual y artístico de París, habrían sonado tan estridentes que pocas
personas hubieran podido escucharlas, al menos sin una multitud de prejuicios. La resbalosa
identidad de Ajar, en cambio, le permitió expresarse con soltura y reírse de las críticas que venían
de todas partes: marxistas, existencialistas, así como de los representantes del nouveau roman.
A la literatura “comprometida” y a la tutela que ésta pretende establecer, Gary opuso una res
puesta capaz de molestar a todos, una “novela picaresca moderna” donde el “héroe-personaje”
doble del “personaje-autor” toma de manera imaginaria nuevas y múltiples identidades.
La especulación francesa nunca ha tenido límites: además de atribuir este libro a sus mejores
novelistas, los críticos hablaban de un trabajo colectivo. El cabo suelto quedó aparentemente
explicado cuando la revista Point descubrió la existencia de Paul Pavlowitch, sobrino real de Gary,
al que se le atribuyó la autoría de La vie devant soi. El parentesco explicaba además la influencia
del gran escritor en el estilo del supuesto debutante. El diccionario de literatura francesa con
temporánea, publicado por Jean Pierre Delarge en 1977, llegó a mostrar una foto apócrifa donde 121
Ajar aparece como un joven de aspecto mestizo y expresión trastornada. Pero esta respuesta
que convencía a todo el mundo no hizo sino aumentar la mistificación de Ajar. De todas las es
peculaciones nace otro libro, Pseudo (1976), sin duda la novela más experimental que haya escrito
el autor y que supera en osadía a muchas de las obras vanguardistas de esa década. Ésta reúne
las confesiones de Emile Ajar, escritas con un tono pretendidamente franco y testimonial y que
no es sino una burla hacia todo lo que tiene enfrente –en particular él mismo y su creación
literaria.
Hubo muchos lectores que no comprendieron a Ajar, hubo otros que lo menospreciaron por
su falta de respeto hacia el francés escrito. Sin embargo, además de detractores, este seudónimo
creó una verdadera cofradía, un círculo de cómplices incondicionales de sus novelas para los
cuales el único compromiso del escritor era el de mantener su autonomía. En ese mundo sin
inicio, los seguidores de Ajar podrán argumentar, y con razón, que cualquiera de los dos actores
es el seudónimo o la verdadera personalidad del otro y que la figura –política o literaria– de Gary
era un delirio del Ajar que desde siempre vivió oculto en el otro.
Guadalupe Nettel
Gonçalo tavares
Historias falsas
Gonçalo M. Tavares, escritor metódico y disciplinado. Irónico y fragmentario. En sus libros, que
escribe poniendo siempre una distancia temporal, intenta presentar distintos universos: el de
la historia de la literatura (en su proyecto “Barrio”, busca recrear el camino literario con perso
najes como Kafka, Pessoa o Valéry) y el de una historia de sus lecturas (el proyecto “Biblioteca”,
donde intenta hacer un diccionario de los hombres que le han influenciado en su quehacer
literario). Historias falsas (Almadía 2008) no es la excepción. Este libro traza un brevísimo reco
rrido por la biografía de algunos de los principales filósofos que han cruzado el mundo en
distintos tiempos para –como dice en la breve nota al lector– escoger un pequeño fragmento
verdadero e incorporarlo al mundo de la ficción.
De este modo, personajes como Heráclito, Tales de Mileto, Platón o Diógenes, aparecen en la
mayoría de sus cuentos como personajes de segunda mano, sin que coordinen la verdadera
acción y desarrollo de la historia, pero sí marcando la impronta que originará –gracias a sus
enseñanzas– que esos otros personajes principales se reconcilien, se bifurquen o se fragmenten
aún más en sus procesos. Temas como memoria, cuerpo, duplicación, espejos, impostores, son
los temas que ocupan a los distintos cuentos. Historias que nos acercan a eso que somos noso
tros: imitadores, copias sin originales de los que otros ya han sido y que sin embargo nos per
petúan con una historia universal: la del ser humano. Así pasamos de la sabiduría a la locura,
del aprendizaje al crecimiento, del amor a la desesperanza. O a la inversa.
Historias falsas es un microcosmos por el que viajamos sin poner en tela de juicio los elementos
122 verídicos y los falsos; los primeros han conseguido matizarse con el rostro literario y la voz que
nos guía en cada uno de ellos lo sabe. Lo sabe y juega con nosotros, nos cuestiona, nos da opcio
nes, pero no nos dirá la verdad. Ésta, como en la vida, no importa, porque finalmente somos
conscientes de que nuestra memoria nos hace la misma jugada. Modificamos el pasado para
explicarnos el presente y en el proceso, cambiamos. Es lo que hacen a su vez los personajes de
los cuentos, pues como piensa Arquitas: “Siempre aprendiendo, pero incapaces de llegar a la
verdad”. Y ésa, es nuestra historia.
Historias falsas aparece ahora publicada por Almadía. Entre los títulos de Gonçalo M. Tavares
están Biblioteca (ed. Xordica, 2007), La máquina de Joseph Walter (ed. Mondadori, 2007), El señor
Henri (ed. Mondadori, 2007), Un hombre: Klaus Klump (Mondadori, 2006), y El señor Valéry (ed.
Mondadori, 2006).
Durante tres meses los escritores y el editor redactan el divertimento. Reconocen los traspiés,
los dejan a propósito: escriben como autor nacido en los setentas y se burlan del mundo como
Bustos Domeq. El producto final es una biografía apócrifa escrita en forma de novela. El teorema
de Almodóvar es una historia destinada a convertirse en el clásico de una generación inexistente.
Y curiosamente su autor tampoco existe.
Verdad 2
Cuando a las afueras de Madrid Pedro Almodóvar filmaba Volver, recibió la visita del escritor Gus
tavo Martín Garzo y su hija Elisa. Mientras preparaban las prótesis de Penélope Cruz, Almodóvar
le preguntó al escritor si no tenía una historia para él. Una hora después decidieron inventar a
un personaje tan falso como las tetas con que Penélope esperaba su llamado a escena. Esa
124 noche, Almodóvar empezó a escribir el guión y Martín Garzo el libro.
Verdad 3
Durante un encuentro de los escritores y editores que se reúnen cada jueves en el Cheers de
Barcelona escuché la siguiente anécdota: La verdad es que Casas Ros es chicano. Entonces el
sujeto extrae una fotografía y muestra la foto del supuesto Casas Ros con su mujer Sandra, a
quien en El teorema de Almodóvar ha matado. El mismo sujeto, alzando las tetas, nos dice:
–Todo lo demás es cierto: Casas Ros sólo tiene contacto con sus editores en Francia y España,
también con su madre. Almodóvar prepara un guión sobre su vida y yo fui su novio en la
Autónoma. En ese entonces me hacía llamar Lisa.
J. J. Villegas
LIBRERO
Jonathan littell
las benévolas
Aunque aparentemente toda la literatura sea mentira, la más colosal y hermosa de las mentiras,
no toda ella es impostura. La mentira aparece fiel a sí misma, como una construcción ideal
perfecta en la que cada afirmación se sostiene y sostiene a las que le siguen; mentir en literatura
es construir la verdad. En cambio, el impostor no es quien dice ser, impone su presencia aún con
tra la mentira de quien ciertamente es; el impostor no miente, simula. Por eso, en buena ley, la
literatura no puede ser en sí misma una impostura, pero sí puede, con arte y cuidado, construir
la mentira del impostor enfrentado a la realidad. El que miente se arriesga a ser descubierto, la
mentira puede ser desvelada y aparecer como una torcedura de la verdad; en cambio, el impostor
sufre si es descubierto, porque entonces es destruido, deja de ser para hacerse nada pues su
personalidad desaparece si pierde la máscara que lo cubre y lo justifica. Dice Aristóteles veri
tatem dies apelit, el tiempo descubre la verdad, sólo es cierto respecto de la mentira, porque con
la impostura, el tiempo puede volverla realidad.
En Las benévolas, Jonathan Littell, se atreve a construir la literatura del impostor, o mejor aún,
la novela de la impostura a través de un demiurgo imaginario que encarna al prototipo del ofi
cial de las SS, un creador de la realidad a través de las palabras y de la construcción de imágenes.
Al imaginar a su personaje, Littell sabe que nadie puede acercarse al impostor si no es a través
de la crisis que precede o que sucede a su caída; el impostor en su momento de gloria es la
realidad personificada. Maximilien Aue, Obersturmbannführer de las SS, testifica su vida en
la Segunda Guerra Mundial, en un veloz descomponerse de su personalidad y de la realidad que,
como una impostura universal, fue el fenómeno nazi. 125
Una vez terminada la guerra, retirado en la falsa paz de una nueva impostura, Aue no puede
sino ver cómo la pátina de la construcción ideada por el nazismo, se desvanece para dejar apa
recer los sustratos de una realidad que fue, permaneció oculta, y siguió siendo después del
desastre. Es su propia conciencia la que lanza aguijones no de arrepentimiento, pues siguien
do a su colega Eichmann, sabe que “el arrepentimiento es cosa de niños”, sino más bien de
prurito de impostor a punto de caer. Si toda aquella realidad se ha venido abajo, el mundo debe
caer con ella, porque para quien ha simulado ser y ha perdido su rostro, sólo queda la negación
de todo cuanto existe; Aue, sabe, como Schopenhauer, que “más valdría que no hubiera nada.
Como hay más dolor que placer en la tierra, cualquier satisfacción no es sino transitoria, y crea
nuevos deseos y nuevas desesperaciones, y la agonía del animal devorado es mayor que el placer
del que lo devora...”
Para quienes nacimos y vivimos después del Holocausto, el exterminio es una deuda histórica,
algo que no hicimos y que no pudimos evitar; para Aue, ese pecado no es sino la caída en la
impostura, un dejarse envolver por la falsa realidad construida desde el seno del nazismo, como
una interpretación de la realidad. Para el SS, “de la misma forma que, según Marx, el obrero está
alienado en lo referido al producto de su trabajo, en el genocidio o en la guerra total en su forma
moderna, el ejecutor está alienado respecto del producto de su acción...”
Nadie es impostor por accidente; al menos, nadie puede vivir su propia impostura si no es por
un acto de voluntad libre y consciente. Mr. Chance, el recordado protagonista de Desde el jardín,
de Kosinski, no es un impostor, es un hombre enmascarado por las circunstancias; pero Aue,
como cada uno de los nazis, es la impostura en sí misma porque, a sabiendas del ejercicio que
realizaban desde la fe y la razón, construyeron un mundo que pretendía suplantar al que ya
existía. El pecado, como en el original de la Biblia, es comer el fruto del árbol del conocimiento,
esta vez, para asomarse a las simas de la culpa banalizada por el poder del Estado y de la Nación.
Siempre ha de quedarnos la duda que el impostor ha lanzado sobre nosotros como su maldición
y su profecía.
Porque en el fondo y en la superficie, la suplantación nazi de la realidad no admitía fisuras; la
accidentalidad atribuida a quienes debieron ejecutarla es sólo el principio de la historia, a partir
de ella, los creyentes la abrazaron con fe verdadera pues, como recuerda Aue, refiriéndose a
uno de sus superiores, “él no podía sino transmitirnos una frase del Führer, que había oído de
los mismísimos labios de éste: los jefes le deben a Alemania el sacrificio de sus dudas...” No
dudar es la primera virtud del impostor; erigirse sobre la realidad en una nueva realidad absoluta
con todas las preguntas y todas las respuestas, de ahí que para una impostura lo sea en realidad
y ésta triunfe no puede sino sustentarse en una autoridad superior a sí misma; el impostor no
se debe a sí mismo sino a la finalidad que su suplantación persigue; los hay por dinero, los hay
por amor, los hay por anhelo de poder, pero el nazismo los supera a todos porque se erigió en pos
de la creación de una nueva realidad en el mundo.
El impostor, por otra parte, debe construir los códigos que permitan a los otros leer su propia
impostura sin adivinarla ni deconstruirla. Dejar a la libre interpretación de los demás las car ac
126 terísticas y los fundamentos de la impostura termina por destruirla. Quienes vivimos fuera
del universo creado por el impostor sólo sabemos lo que él ha querido decirnos, sólo nos aproxi
mamos en la medida de las pistas que nos ha dejado para seguirlo, fuera de eso no hay nada,
porque existe el mundo donde la impostura pasa como verdad absoluta, cerrada en sí y, por lo
tanto, es irrelevante. Así, la impostura nazi, parte de la idea de que es la Nación la que justificó
todo su fenómeno, haciendo desaparecer al sujeto, pero sobre todo, destacando siempre que
se trató de una Nación entre otras, la única que se alzó con el afán de dominio, mientras que las
otras se defendían o se dejaban morir. Aue recuerda a quienes parecían las naciones espejo de
la suya:
Alemania, por lo menos, no liquidaba a sus verdugos; antes bien, los cuidaba, a diferencia de Stalin (...)
Ni para nosotros ni para los rusos contaba en absoluto el hombre; la Nación y el Estado lo eran todo y,
en ese sentido, nuestras dos imágenes eran un reflejo mutuo.
Por eso la guerra no es para esta impostura ni el mayor de los males, ni siquiera el objetivo
final de su desarrollo, antes bien es un pretexto para exhibir su voluntad vital, para destruirlo
todo y reconstruir ese mundo falso, impostado e impuesto, un mundo en el que “la guerra aca
baba por parecer limpia y pura, algo de lo que muchos estaban ya intentando escapar refugián
dose en las certidumbres elementales de la guerra y del frente”; es decir, que muchos antes como
hoy, tratamos de escapar a esa impostura volviendo a las certezas del mundo que existía antes
de que la realidad se contaminara con esa construcción ideal y que el lenguaje se enturbiara con
su propia terminología que, más que describir, fabricaba nuevas realidades. Volvemos al mundo
como era antes de Auschwitz, porque creemos en esa realidad que fue, en la que la humanidad
podría ser cruel, pero no podía ser cruel sólo para probar sus principios y sus ideas; volver a los
inocentes tiempos prístinos en que la barbarie era un accidente y hasta una costumbre, pero no
un ensayo o una broma. Quisiéramos no haber presenciado el nacimiento de aquella impostura
que se preguntaba, como lo hace Aue, como lo hace Littell y como nos hacemos todos después
de aquellas noches interminables del lager, si ¿el propio campo, con toda aquella organización
rígida, aquella violencia absurda, aquella jerarquía meticulosa, no sería acaso sino una metáfora,
una reductio ad absurdum de la vida cotidiana? También Amélie Nothomb se ha hecho la pregunta
y la ha respondido sin afirmar y sin negar, pero creando la antiimpostura necesaria, esto es, la
representación teatral, artística y artificiosa de lo sucedido; al imaginar un campo de concentración
en el que la muerte está determinada por la llamadas de los televidentes, Amélie Nothomb nos
permite entrever cómo el espíritu impostor del nazismo ha creado códigos que siguen con noso
tros, como palabras malditas que al pronunciarse siguen siendo culpables de lo pasado y lo futuro.
En medio de la descomposición de su propio personaje, Aue quiere rescatar al humano que
aparece debajo del impostor e, insisto, no por arrepentimiento, sino porque la máscara es inso
portable y la realidad construida no alcanza a competir con la realidad increada. La palabra del
impostor es siempre palabra revelada por la propia impostura. Por eso, los nazis alcanzaron lo
inalcanzable y pudieron nombrar lo innombrable, lo hicieron a través del vaciado total de las
palabras para dejarlas sólo como continentes de realidades fabricadas, es decir, desnaturali 127
zándolas y reconstruyéndolas hasta hacerlas a la medida de la condición impostora que se
hallaba inscrita en su propia naturaleza; por eso son padres también de nuestra posmodernidad
que nació sucia y contaminada con el humo de los crematorios. Para Auel esa es la más brutal
de las revelaciones:
Y quizá era así como habíamos dejado que nos arrastrara una palabra y su condición de inevitable. ¿No
hubo, pues, en nosotros idea alguna, lógica alguna, coherencia alguna? ¿No hubo, pues, sino palabras
en aquella lengua nuestra tan peculiar, sólo esa palabra, Endlösung (solución final), y su catarata de
hermosura? Pues, en verdad, ¿cómo resistirse a la seducción de esa palabra?
El mejor impostor es pues, el que asume su condición y llega a la confusión total y final entre
sí mismo y su personaje, él es el que quiso ser y al cual se debe, en el que funde su historia para
reconstruirla, a sabiendas que, como dice Aue, “la hierba crece muy espesa encima de las tum
bas de los vencidos y nadie le pide cuentas al vencedor”, por eso de la impostura no hay otra
escapatoria que la supresión del personaje y del sujeto que lo sustenta, como si arrebatándole
la vida a la planta parásita quitáramos también el poder vital a la huésped. Y he ahí una diferencia
más entre la simple mentira y la impostura; aquella puede ser superada en la gracejada y la
ironía, decir: “¡ja! te he engañado”, es una salida más o menos oportuna para la mentira que
puede aparecer tan sólo como las costuras de una realidad vuelta al revés, pero para la impostura
no existe esa salida porque implica toda una creación del mundo y del personaje; el impostor
muere con su personaje, por eso el odio que Auel siente por Speer, aquel nazi bueno cuyo
arrepentimiento quiso conmover en Nüremberg y que no dejó satisfechos ni a nazis ni a aliados
y que para la posteridad es un patético intento de salvación y un profundo testimonio de error y
confusión. Para el nazi la actitud de Speer va más allá de lo aceptable porque pone de manifiesto
el truco de su construcción, es decir, al dejar ver el andamiaje sobre el que fue construida la
impostura, la destruye y la vuelve al carácter de mentira malintencionada, así piensa que “el
Reichminister Speer estaba al tanto de todo, como todo el mundo; o, al menos, en aquella época,
sabía lo suficiente para saber que valía más no saber más” y todavía irá más lejos .
Sin embargo, contra lo que los nazis pensaban, el mundo no sucumbió con su caída; tan bien
creada era su impostura que no podían imaginar ya el mundo fuera de ella; en consecuencia,
aquel personaje de maldición parece haber dejado su sombra sobre nosotros y ponernos en el
predicamento de pensar, quién será el siguiente, quién acumulará la fuerza vital suficiente; quién
las palabras necesarias, quién el momento oportuno, para convertir la Nación, la opinión o el
linaje en razón suficiente para subvertir de nuevo el orden cósmico, quien podrá como en otros
tiempos hacerse de una impostura tan monumental que pueda crear una mitología del mal y de
la intolerancia que no necesite más justificación que sus propios principios. Podemos no ser cre
yentes, aislarnos de la impostura y decir como a un falso demonio: “Tú no existes” y sin embargo,
ahí estará la impostura nazi encarnada en Bierkenau, para decirnos, como dice Aue:
“¿Qué derecho a la vida van a conservar los peores elementos, los criminales, los locos, los dé
128 biles, los asociales, los judíos, por no hablar de nuestros enemigos externos?”
al Sistema Nacional de Grégoire Polet teatro Tus amigos nunca dispuesta, Llamadas de
Creadores de Arte. Sus Escritor belga de lengua te harían daño; las obras Ámsterdam (publicada
libros de poesía más francesa nacido en 1978. para niños Rugor, el dragón por Editorial Almadía)
recientes son Ajedrez de Enseña Letras Romanas en enamorado y La guerra de y El testigo. Su obra ha
polvo (tsé-tsé, Buenos la UCL. Es autor de varias Mostark; el libro de cuentos recibido los premios Xavier
Aires, 2003) y Estado del novelas, publicadas por la Crecer es un oficio triste y los Villaurrutia, Antonin
tiempo (Hiperión, Madrid, editorial Gallimard, entre ensayos El arte nazi, Jet Lag Artaud y Herralde. También
2005). Fue en 2005 finalista las que destacan Madrid y La cuarta espada, de corte ha sido acreedor del
único del Premio de Poesía ne dort pas (premio Jean periodístico. Actualmente Premio Internacional de
Hiperión. Colabora en Muno 2005), Excusez les vive en Barcelona y colabora periodismo deportivo
distintos medios impresos fautes du copiste (premio semanalmente en la estación Vázquez Montalbán.
de Iberoamérica. Victor Rossel de los jóvenes de radio Cadena Ser.
2006) y Leurs vies éclatantes. Enrique Vila-Matas
Ignacio Padilla Actualmente vive entre Sami Tchak Nació en Barcelona en 1948.
Nació en México en 1968. Bruselas y Barcelona. Nació en Togo en 1960, En 1968 se instaló en París.
Ha sido estudiante en donde estudió filosofía e Se autoexilió del gobierno
Edimburgo, editor en Pablo Raphael impartió clases. Emigró del general Francisco
de Play Boy en México, Nació en México en 1970. a Francia en 1988. Es Franco para rentarle un
cervantista en Salamanca, Ha sido becario del Fondo Doctor en Sociología por apartamento a Marguerite
diplomático en Londres y Nacional para la Cultura la Universidad de París X Duras. Ha publicado una
reo de muerte en Tanzania. y las Artes y del Centro Nanterre y París V Sorbona. gran cantidad de libros
Entre sus libros sobresalen Mexicano de escritores. Concentró su investigación entre los cuales destacan
las colecciones de relatos Su libro de relatos Agenda académica sobre temas Impostura, Historia abreviada
Subterraneos (1990), El del suicidio obtuvo en 2003 de sexualidad femenina y de la literatura portátil,
androide y las quimeras el Premio Gilberto Owen. temas relacionados, como Una casa para siempre,
(2008); las novelas Si Actualmente vive en el comportamiento sexual Suicidios ejemplares, El
volviesen Sus Majestades Barcelona donde realiza y la crisis del SIDA en África. viajero más lento, Hijos sin
(1996), Amphitryon (Premio estudios doctorales en Es autor de varias novelas hijos, Lejos de Veracruz, El
Primavera de Novela 2000) y la Universidad Pompeu i y ensayos entre los que viaje vertical, Bartleby y
La gruta del Toscano (Premio Fabra. destacan Hermina, La fête des compañía, París no se acaba
Mazatlán 2006). Ha masques, Le paradis des chiots nunca, Doctor Pasavento,
publicado también varias Olivier Rolin y Filles de Mexico. Publicadas Exploradores del abismo y
novelas para niños y el Nació en Boloña en 1947 y por las editoriales Dietario voluble. Sus libros
libro de ensayos El diablo y creció en Senegal. Estudió Gallimard y Mercure de se han traducido a más de
cervantes (2005). En el 2008 filosofía y literatura clásica. France. En 2004 recibió el diez lenguas y obtenido
obtuvo el premio de cuento Ha trabajado para el diario Gran Premio de Literatura reconocimientos en el
Juan Rulfo de París. Liberation, para Le Meilleur Negra Africana. mundo entero entre ellos el
des mondes y la revista XX Premio Herralde, el XII
Ricardo Piglia semanal Nouvel Observateur. Juan Villoro Premio Rómulo Gallegos,
Nació en Adrogué, Es autor de la editorial Nació en la Ciudad de el Premio Nacional de la
provincia de Buenos Aíres, Seuil y desde 2007 es México en 1956. Escritor y Crítica (España), el Premio
en 1940. Estudió en la responsable de una serie periodista. Ha sido locutor Letterario Elsa Morante
Universidad Nacional de de conferencias que se de radio, diplomático, “Scrittori del Mondo”, el Prix
la Plata. Fue ganador del imparten en la Academia cronista de deportes y Médicis - Roman Etranger.
Premio Planeta 1997. Es de Francia en Roma guionista de cine. Ha
profesor de literatura en la ubicada en la Villa Médicis. colaborado en Vuelta, Nexos, J. J. Villegas
Universidad de Princeton Rolin se hizo acreedor del Proceso, Cambio, Unomásuno, Nació en 1976. Estudió en
en Estados Unidos. Su Prix Femina por su libro El País, Reforma, El Mercurio la Escuela de Biología de la
primer libro de relatos, La Port-Soudan y en 2003 fue de Chile, El Periódico de UAS. Posee una colección
invasión, obtuvo el premio nominado para el premio Cataluña y La Jornada. de casi tres mil insectos cuyo
Casa de las Américas. Goncourt por Tigre en papier. En esta última dirigió el registro va elaborando en
Las imposturas y los suplemento La Jornada pequeñas notas. Desde
contrastes son naturales Santiago Semanal (entre 1995 y 1998). hace diez años escribe un
a sus títulos: Nombre falso, Roncagliolo Ha impartido clases de proyecto narrativo que
Respiración artificial, Ciudad Nació en Lima en 1975, literatura en la Universidad pretende abarcar cada una
ausente, El último lector, creció en Arequipa y en de Yale, Boston, UNAM de las especies de su
entre otros. Además, se México. Es narrador, y Pompeu Fabra de colección para mutarlas
ha desempeñado como dramaturgo, guionista de Barcelona. Ha publicado en un relato. Tratado de
ensayista y crítico literario. televisión y periodista. En los libros de cuentos La entomología, insectos, será
Actualmente vive en el 2006, su novela Abril rojo noche navegable, Albercas, La publicado el año que entra
barrio de Palermo, en obtuvo el Premio Alfaguara. casa pierde y Los culpables. y pertenece a la primera
Buenos Aires. Además ha publicado la Además de las novelas El parte.
novela Pudor; la obra de disparo de Argón, Materia
Centeno 150-162, Colonia Granjas Esmeralda, C. P. 09810, México df, Tel. 54 45 04 70 www.grupoespinosa.com