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HISTORIA DE UNA IMAGEN

La foto más querida otras cimas de los Alpes. Las primeras fue-
ron modestas, pero en 1956, con 24 años,
firmó dos que llamaron la atención: la norte
del Cervino y la directísima al Gran Zebrú,

de Kurt Diemberger la escalada en hielo más difícil de la época,


que todavía hoy sería un proyecto compro-
metido de no haber desaparecido el champi-
ñón blanco que lo coronaba. Fue entonces
La imagen suelta que encontraremos entre las páginas de la nueva edición de cuando el presidente de la sección vienesa
Entre cero y ocho mil metros es como el hielo: si se mira rápido, es solo un mo- del Club Alpino al que pertenecía pensó que
era conveniente arreglar una cita y presen-
mento feliz congelado. Pero quien tenga tiempo para observar verá gotear la tarle a Hermann Buhl.
“Naturalmente, había oído hablar mucho
historia del mentor y del discípulo que se deshace días después en un accidente. de él. Era para mí como las grandes montañas
del Himalaya, tenía algo de inasequible”, es-

S
I la tenéis entre las manos, no tratéis Con la chaqueta de montaña abrochada cribió con el asombro del aspirante que co-
como un simple cartón la foto ana- dentro de su habitación sin estufa pensaba en noce a un consagrado. “Jamás olvidaré el mo-
ranjada de un alpinista con ropa anti- sus aspiraciones deportivas y en las posibili- mento en que me encontré frente a él”. Her-
gua que acaba de clavar el piolet en dades reales de llegar a alcanzarlas: “¿Qué mann Buhl, también austriaco, siete años
una cima. Dice el pie: Hermann Buhl en la será de mí? ¿De mí, buscador de cristales de mayor, era el respetado alpinista que había
cumbre del Broad Peak el 9 de junio de 1957. roca, ciclista, futuro escalador? Sí, se puede conseguido escalar en solitario el último tra-
Al fondo, el Gasherbrum IV. Kurt Diemberger alcanzar la meta ambicionada, ¿pero qué mo hasta la cumbre del Nanga Parbat, aque-
capta esta imagen de su amigo con la magia de debo yo querer verdaderamente? Mi profe- lla montaña disputada durante años en la que
la puesta de sol. sión no existe”. Le daba vueltas y pensaba habían muerto más de treinta alpinistas. Sin
La biografía de Kurt Diemberger –Entre que, si fueran suyos los millones ficticios que equipo de oxígeno ni compañero, había par-
cero y ocho mil metros– ha vuelto a las libre- manejaba en las clases de Contabilidad, po- tido desde el campamento más alto con una
rías veintidós años después de su primera dría ser explorador o descubridor como los mochila, un piolet y los bastones de esquí.
publicación en España con un marcapági- famosos Sven Hedin y Heinrich Harrer. Hermann Buhl consiguió dos hitos en aquel
nas en el que se reproduce una foto muy es- “¿Cómo lo habrán conseguido ellos?”. ataque. Fue la primera persona en pisar la
pecial. Kurt dice de ella en un correo elec- Hasta ese momento, el joven Diemberger cima del Nanga Parbat y el único alpinista en
trónico: “Es mi gran amigo Hermann en el había descubierto por libre las montañas coronar un ochomil en solitario. Regresó con
máximo momento de felicidad en la cum- austriacas subido en la bicicleta de su abue- graves congelaciones después de vivaquear
bre del Broad Peak con la puesta del sol. lo. A partir de entonces, dedicó los veranos por encima de ochomil metros, y años des-
Para Hermann también fueron minutos de a conquistar pués se encontraba allí, delante de Kurt, para
máxima elevación espiritual en la invitarle a su expedición al Karakórum, don-
cumbre de su segundo ochomil”. de se haría la foto de la que hablamos.
Lo avisa el fotógrafo de montaña
Robert Bösch: hay que tener mucho Broad Peak, la montaña
cuidado cuando uno ve una imagen “Dondequiera que llegábamos, encontraba
porque el primer reflejo es fiarse de lo siempre mucho trabajo que despachar, yo,
que nos dicen los ojos –en este caso, el doctor. ¿Doctor? «Tú has estudiado»,
lo obvio: foto antigua, prueba de cum- había dicho Buhl, «y uno de nosotros
bre al uso–. “Sin embargo, las mejores debe hacer de médico». Yo había estudia-
informaciones se obtienen de alguien do Comercio. Me compré un manual,
que sepa mucho de ese tema”. Así aprendí rápidamente cómo se ponen las
pues, para entenderla, hay que acercar- inyecciones, hice que un verdadero mé-
se a Diemberger. dico me explicara las enfermedades más
importantes, sus síntomas y sus trata-
Hermann Buhl, el protagonista mientos, y así me vi como propietario
Muchos años antes de convertirse en el poco feliz y poco convencido de veinti-
único alpinista vivo que tiene en su his- siete kilos de medicinas, todas empa-
torial la primera ascensión de dos ocho- quetadas en buen orden».
miles –el Broad Peak y Dhaulagiri–; La expedición al Broad Peak tenía
muchos años antes de recibir un Piolet cuatro miembros: Marcus Schmuck,
de Oro honorífico por su carrera, y mu- dueño de un “notable talento como or-
chos años antes de que su primera bio- ganizador”; Fritz Wintersteller, el jefe
grafía se incluyese entre los clásico de la de intendencia, “un hombre tranquilo
literatura de montaña, Kurt Diemberger y reposado que incluso en la cumbre
era un joven aficionado al monte que del Mont Blanc se liaba su cigarrillo”;
malvivía en un piso de estudiantes de Herman Buhl, la estrella del equipo, y
Viena mientras se sacaba la carrera de Kurt Diemberger, el benjamín de
Ciencias Comerciales. veinticinco años en el papel de doc-

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Ver como se pone el sol Para llegar a esos pueblos de Pakistán pri- equipo estaba convencido de que así llegarí-
mero hicieron un viaje en un barco, él y an todos juntos a la cumbre. Kurt sabía que
desde la cumbre de un Fritz, que bordeó África durante un mes con más de un compatriota sacudiría la cabeza en
sus dos toneladas de equipaje abordo –“Dá- Viena desaprobando la expedición, pero los
ochomil es tan bonito como bamos treinta vueltas corriendo a lo largo proyectos de Hermann Buhl habían sido
acariciar un oso dormido, del puente de popa para no perder el entre- siempre más atrevidos que los de los demás.
namiento”–. Luego vino un primer tramo a Él era el único con experiencia en el Himala-
por eso pocos se la juegan. El pie por los valles de Baltistán junto a setenta ya y buscaba el límite de lo posible; ellos con-
y ocho porteadores; más tarde se montaron fiaban en que sabría reconocerlo a tiempo.
plan era llegar hasta la cima en un tren en Karachi que cruzó las llanuras Una huelga de porteadores –“demasiada
por la pared occidental, una del país y, ya en Rawalpindi, tomaron un nieve, demasiado frío”– les obligó a meterse
avión que sobrevoló el Nanga Parbat. Al ate- en faena antes de lo esperado y trabajar en
vía directa que un explorador rrizar, emprendieron una nueva marcha de equipo, y en el codo con codo Diemberger
aproximación de 200 kilómetros donde al- acabó de constatar que, efectivamente, Buhl
había descrito hacía dos gunos días preguntaban a los paisanos por le tenía simpatía. Reconoce en su biografía
décadas y que era menos sus dolencias y otros, a los alcaldes por sus que se dio cuenta de ello en infinidad de
infraestructuras. ocasiones: por un consejo, por unas pala-
propensa a los aludes que la —Mañana queremos atravesar aquel bras de ánimo o por gestos cotidianos que
vía seguida tres años antes puente colgante, ¿es sólido? le causaban un gran placer… algunas veces.
—¡Podéis ir tranquilos! Otras, Hermann le explicaba paternalmente
por el Karl Herrligkoffer”. —¿Cada cuánto tiempo se repara? cosas que él ya sabía, pero viendo su alegría
—¡Podéis ir tranquilos, lo renovamos ante el hecho de poder darle indicaciones,
siempre, ¡un poco antes de que se rompa! no abría boca.
tor itinerante por los pueblos que atravesa- La intención del grupo era prescindir de la
ban en la marcha de aproximación. Así lo larga cola de ayudantes a partir del campo Mejor no despertar al oso
contaba: “Los pacientes formaban colas lle- base. Nadie había ascendido un ochomil sin Ver como se pone el sol desde la cumbre de
nos de confianza y yo cortaba ampollas, apli- porteadores de altura y Hermann Buhl lo un ochomil es tan bonito como acariciar un
caba gotas en los ojos y en los oídos y me in- quería intentar en el Broad Peak, que aún era oso dormido, por eso pocos se la juegan. El
clinaba para auscultar pechos. Afortunada- una montaña virgen. Lo harían, además, sin plan era llegar hasta la cima por la pared occi-
mente, disponía de gran cantidad de analgé- equipos de oxígeno. El plan era aclimatar dental, una vía directa que un conocido ex-
sicos para los casos dudosos”. A la vuelta mientras subían el material necesario a cada plorador del Himalaya había descrito hacía
tendría que pasar por los mismos sitios y dar campamento. “Cierto es que el planteamien- dos décadas y que era menos propensa a los
explicaciones de las meteduras de pata, por to era duro, completamente nuevo y no exen- aludes que la vía seguida tres años antes por el
eso sus terapias eran bastante prudentes. to de riesgos”, escribió Diemberger, pero el alemán Karl Herrligkoffer, la persona que más

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HISTORIA DE UNA IMAGEN


alto había llegado en la montaña. Un pequeño sus compañeros, que debían de andar alre-
tramo coincidía con sus pasos, pero partir de dedor de ella. –“Las seis de la tarde y algún
Metros más abajo,
7.200 metros era una zona nueva. El 29 de minuto. ¿Qué estoy mirando? ¡No tengo cuando imaginó lo que
mayo, con todos los campamentos instalados, un segundo que perder”–. Con flojera en
lanzaron el primer ataque desde el último. las rodillas y miedo a marease superó las había pasado, hizo una foto
Empezaron bregando con la profunda últimas rocas, y allí es donde se cruzó con
nieve en polvo, el desnivel y el frío. Cuan- ellos. Cuenta que sus compañeros acaba-
de las últimas huellas de su
do se hizo de día notaron que el cansancio ban de tomar las fotos de la cumbre y se amigo: una línea continua
les obligaba a progresar más lento, y, ya disponían a descender, y entonces les pidió
por la tarde, al superar los 7.800 metros, la- que le hiciesen una a él, pero no quisieron. que baja por el filo de la
mentaron tener que respirar tres o cuatro Que tenían prisa, dice que le contestaron, y arista y luego la desviación, el
veces antes de dar un paso a causa de la fa- se quedó contrariado a 8.051 metros inten-
tiga y la altura. Llegaron a ver la cumbre a tando encajar el desplante. pequeño error, el momento
una distancia de una hora, a unos quince o
veinte metros de desnivel por encima de su La luz de la cima en el que algo se rompe y ya
posición, pero decidieron darse la vuelta Minutos después se vio solo en la cima, ro- nada vuelve a ser como
para no despertar al oso. “Ya es demasiado deado de cumbres mudas, en su primer
tarde. ¡Son las seis! Un banco de niebla bri- ochomil, nunca antes conquistado por otra antes. Pero esa es la historia
llante envuelve la cresta, del abismo sube el expedición, y sintió una desazón incómoda:
crepúsculo. Quien se encamine ahora a la “¿Estoy verdaderamente feliz? ¿Era este el de otra imagen”.
cumbre difícilmente volvería de allí”. momento que había soñado desde que em-
El 9 de junio lo intentaron otra vez. El frío pecé a escalar montañas? Abajo, sobre la
les martirizó hasta que salió el sol, y para ese arista, está Hermann, con el que había pen- ra. Bajaron hasta allí a oscuras y debilitados,
momento ya se les había colado en los pies, sado y deseado alcanzar la cima. ¿Y la cum- entre sombras que envolvían los resaltes de
especialmente a Hermann Buhl, que fue el bre? Sí, ha suscitado en mí grandes impre- la antecumbre y borraban el camino, pele-
más perjudicado: las congelaciones que ha- siones, el panorama ha sido inolvidable: ando por salir ilesos y conseguir un buen fi-
bía sufrido en su vivac del Nanga Parbat le ¡pero cuánto más luminosa era la imagen de nal para una de esas historias de montaña en
habían dejado secuelas, y poco a poco se em- mi fantasía!”. En ese momento aún no sabía las que el éxito mira con desdén a los proto-
pezó a descolgar del grupo. Marcus y Fritz se que Buhl había reemprendido la marcha y colos de seguridad. Días más tarde, anima-
adelantaron, pero Diemberger mantuvo su avanzaba obstinado hacia la cumbre. Cuan- dos por lo conseguido, los cuatro decidieron
ritmo doliéndose de ver a un ídolo en apu- do Kurt se lo encontró, metros más abajo, conquistar más picos para exprimir el viaje.
ros. A las cinco menos cuarto, dos horas an- creyó que era una alucinación. “Estaré aquí solo una vez en la vida”, pensa-
tes de que se pusiera el sol, le pidió permiso Miró la hora –casi la seis y media– y lue- ba un equivocadísimo Kurt.
para abandonarle: “Le ruego a Hermann que go se fijó en la luz naranja que solo tocaba Marcus y Fritz escalaron un sietemil.
me deje intentarlo. Él consiente, sabe cuánto la cresta y en la oscuridad que cubría el res- Ellos eligieron otro, el Chogolisa. El día 27
deseo llegar a la cima. Le doy las gracias, no to de montañas que tenía por debajo. de julio atacaron su cima porque amaneció
tendrá que esperarme mucho tiempo”. “Dentro de poco se pondrá el sol. ¿Subir tranquilo, pero a 400 metros del final les
Kurt emprendió la subida acelerado, ja- todavía a la cima? ¿No es una locura? El úl- envolvió una tormenta violenta que oscu-
deando como un asmático, con los ojos timo campamento se encuentra mil cien reció la montaña con la inmediatez de un
puestos en la cumbre y en los dos puntitos, metros más abajo. ¡Y nos estamos aden- apagón. Se dieron la vuelta y trataron de
trando en la noche! Pero frente a mí está seguir las huellas borradas, de encontrar el
Hermann Buhl. Él ya ha pasado una noche camino entre la niebla, pero esta vez fue di-
a ocho mil metros. ¿Y por qué no esta? ferente. En el descenso por la arista, casi


Y entonces, como quien Desde luego, entonces tuvo mucha suerte. sin luz, Hermann Buhl se escoró demasia-
¿La tendremos también hoy? Si no fuese do hacia el borde de una cornisa, que se
decide que vale la pena así… en el fondo qué importa. Por un ins- partió con su peso y le hizo caer al vacío
reventarse las falanges tante me sorprendo de este pensamiento”. por la cara norte de la montaña. Kurt
Y entonces, como quien decide que vale Diemberger, que iba delante, no vio nada.
tocando el piano a cuatro la pena reventarse las falanges tocando el Solo notó el temblor de la nieve como si le
piano a cuatro manos con Beethoven, su- recorriera una descarga.
manos con Beethoven, subió bió de nuevo hasta la cima detrás de Her- Metros más abajo, cuando imaginó lo que
de nuevo detrás de Hermann mann Buhl mientras se escapaba el sol. había pasado, hizo una foto de las últimas
Cuando la luz tocaba los últimos metros de huellas de su amigo: una línea continua que
Buhl. Cuando la luz tocaba la cumbre y la nieve parecía incandescente baja por el filo de la arista y luego la desvia-
los últimos metros de la disparó la cámara. Click. “La luz de esta ción, el pequeño error, el momento en el
cima estará siempre en mi vida”. que algo se rompe y ya nada vuelve a ser
cumbre y la nieve parecía como antes. Pero esa es la historia de otra
La oscuridad del descenso imagen. Dos pies continuaron la hilera de
incandescente disparó. Click. Eran las doce y media de la noche cuando huellas por el camino seguro. Eran de Kurt
“La luz de esta cima estará Kurt y Hermann abrieron la cremallera de la Diemberger, que bajó y pudo contarlo.
tienda y se desplomaron en los sacos que les
siempre en mi vida”. esperaban en el último campamento de altu- Ana TORRES

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