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Un recorrido teórico inter .c.a.

mbio, año
a la territorialidad desde
7, n. uno de sus13-35
8 (2010), ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales
[ISSN: 1659-0139]

Un recorrido teórico a la
territorialidad desde uno de sus
ejes: El sentimiento de pertenencia y
las identificaciones territoriales
Isabel Avendaño Flores1

Recepción: 4 de marzo de 2010 / Aprobación: 25 de mayo de 2010

Resumen Abstract
Este documento de corte teórico This theoretical document links
enlaza a la geografía con la cultura. El geography and culture. The objective
objetivo es vincular ideas expresadas is to join some ideas expressed by di-
por distintos autores y de disciplinas fferent writers from a diversity of dis-
variadas sobre el sentimiento de per- ciplines about the feeling of belonging
tenencia y las identificaciones. Al lado or possession and identification. Next
de los vínculos de dominio y las formas to issues such as links to control and
de apropiación territorial son temas acquisition of territories, these have
que han repuntado recientemente, a been discussed recently in regards
propósito de las relaciones glocales y to glocal relations and the disjoing of
el supuesto desdibujamiento del te- the territory. These pages start with
rritorio. Estas páginas inician con una the exploration of the way in which
exploración sobre la manera en que people arrange the world from a cen-
las personas ordenamos el mundo ter -ego/geo/ethno-centrism, which
desde un centro –ego/geo/etnocen- starts the feeling on the “place”. Then
trismo- que da pie al surgimiento del analyzes, topophilia and topophobia,
sentido de lugar. Luego, se analiza la the “in” and “out”, the belonging or
topofilia y la topofobia, el adentro y el possession feelings and the territo-
afuera y, las pertenencias y las iden- rial identifications. The nation-state
tificaciones territoriales. Se menciona is mentioned as a matri-patriotic en-
al Estado nación como una entidad tity that arises feelings of a mythical

1 Profesora de la Escuela de Geografía e investigadora del Centro de Investigación en Identidad y Cultura


Latinoamericanas (CIICLA), Universidad de Costa Rica. Correo electrónico: isabel.avendano@ucr.ac.cr; 13
iavend01@gmail.com

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Isabel Avendaño Flores

matripatriótica que suscita sentimien- fraternity. This is linked to patriotism,


tos de fraternidad mítica. Ello se en- nationalism and the sense of com-
cadena con el patriotismo, el nacio- munity. In the presence of a mix of
nalismo y el sentido de comunidad. scales, it is finally suggested how we
En la existencia de un traslape de align ourselves from an individual to
escalas, finalmente, se sugiere cómo a ‘mankind’ scale where, instead of
nos encaminamos de una escala del fragmentation, we set course to in-
yo a una de la Humanidad y en don- tegration using superimposed plans
de, en vez de la fragmentación nos and scales.
enrumbamos a la integración pero
con planos y escalas superpuestas.

Palabras claves Key words


Territorialidad / Sentimiento de per- Territoriality / Territorial membership
tenencia territorial / Identificaciones feeling / Territorial identifications / To-
territoriales / Topofilia / Topofobia pofilia / Topofobia

Resumo
Este documento de cunho teórico relaciona geografia com cultura. O objetivo
é associar idéias expressas por diferentes autores de várias disciplinas sobre o
sentimento de pertencimento e identificação. Além dos vínculos de dominação
e as formas de apropriação territorial, são temas atuais que dizem respeito às
relações globais e à suposta desterritorialização. O texto se inicia com uma
exploração sobre como as pessoas organizam o mundo a partir de um centro
ego-geo-etnocêntrico, que dá origem a um sentido de lugar. Em seguida, se
analisam a topofilia e a topofobia, dos pontos de vista interno e externo, as
pertencimentos e as identificações territoriais. Menciona-se o Estado-nação
como uma entidade “matripatriótica” que suscita sentimentos de fraternidade
mítica. Este aspecto está relacionado com o patriotismo, o nacionalismo e um
sentimento de comunidade. Por fim, sobre a existência de sobreposição de
escalas, se sugere que nos encaminhamos de uma escala do Eu para uma
de Humanidade e onde, em vez da fragmentação nos dirigimos para a inte-
gração, mas com planos e escalas sobrepostas.

Palavras Chave
Territorialidade / Sentimento de pertencimento territorial / Identidades regio-
14 nais / Topofilia / Topofobia.

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

Presentación les debido a que estas nociones no


solo configuran un tema sumamente

E
n la aldea global y en esta nue- interesante sino que establecen una
va era de la comunicación, la de tantas correlaciones entre cultura
palabra territorio se ofrece y geografía. A través de este prisma,
poco atractiva. Sin embargo, hoy día podrá deducirse que lo territorial es
parece haber ganado un nuevo ím- una temática transdisciplinaria. Dado
petu y alcanzado una nueva etapa. que el objetivo es elaborar un tejido
Se escucha que se han superado las conceptual, metodológicamente, es-
barreras espaciales y por otro lado, tas líneas parten de la revisión biblio-
que los horizontes se interrumpen. gráfica secundaria y conciernen a una
Surgen incertidumbres sobre la for- investigación más amplia. En general,
ma en que significamos los «lugares», el artículo está organizado partiendo
cómo nos relacionamos con ellos o de una escala del «yo» y plantean-
de qué manera conservamos el senti- do la construcción de la escala de la
do de lugar local. Persiste una noción Humanidad; a la vez, se sugiere que
–idealizada- de una época en que los más que desintegración en muchos
lugares estaban habitados por comu- «yoes» se tiende a la integración. Por
nidades coherentes y homogéneas y otro lado, que las distintas escalas se
por otra parte, también se nos habla superponen y en donde la construc-
de la fragmentación. ción socio-simbólica de los lugares
guarda un carácter transversal (resi-
Este artículo se propone reunir dencia/laboral, público/privado, lo-
conceptos para afrontar el papel ju- cal/global).
gado de las pertenencias y las identi-
ficaciones como uno de los ejes que El amor por la tierra
explican el término de «territorialidad». natal y el geocentrismo
Desde la perspectiva geográfica, la
territorialidad se define como la ac- Los seres humanos ordenamos
ción de significar un lugar y con ello, el «mundo» de una forma egocéntri-
proteger, ratificar, defender, marcar, ca. Se considera que el egocentris-
generar y alterar el territorio mediante mo y etnocentrismo son dos rasgos
hábitos, ritos, costumbres, prácticas humanos universales2. Esta especie
y usos por un sujeto individual o co- de omfalismo (ombligo) posee fuer-
lectivo. Los otros dos ejes conceptua- zas que varían extensamente entre
les que enlazan a la territorialidad son
los vínculos de dominio y de poder, y
la apropiación vista como forma(s) de
vivir y habitar un territorio. 2 La crítica de la sospecha recuerda que todos
los valores universales son «valores particula-
res universalizados» y sospechosos en virtud
En estas páginas se pretende en- de que la cultura universal es la de los domi-
fatizar en el sentimiento de pertenen- nantes (Bourdieu, Pierre. Razones prácticas.
Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Edito- 15
cia y en las identificaciones territoria- rial Anagrama, S.A., 2002 1994. p. 128).

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individuos y grupos sociales3. El ego- es posible entender que toda territo-


centrismo es el hábito de ordenar el rialidad o dominio se organice alrede-
mundo cuyos componentes disminu- dor de capacidades y se denomina-
yen rápidamente de valor conforme ran con metáforas orgánicas:
se alejan del yo. El ser humano como
la medida de todas las cosas denota «Las concepciones tradicionales
un simbolismo del centro que sobre- de la acción recurrían a menudo a
vivió en el mundo occidental hasta metáforas orgánicas en sus alusio-
casi la Edad Moderna4. Fuera de la nes: el conflicto [entre dos] era un
experiencia íntima con su cuerpo y mano a mano, el combate era a bra-
con la gente, el ser humano organiza zo partido, la justicia era ojo por ojo
el territorio de modo que se conforme y diente por diente, un debate franco
con y abastezca a sus necesidades era a corazón abierto, la solidaridad
biológicas y relaciones sociales (si era hombro con hombro, la comuni-
está cercano o distante). Se asignan dad era cara a cara, la amistad era
valores a partes del cuerpo y a su uña y carne y el cambio era paso a
vez, las mide. Se juzga tamaño y dis- paso»7.
tancia. El cuerpo es «cuerpo vivido»
y el territorio es «territorio humano Con un orden del mundo a partir
interpretado»5. de un centro, se establece el senti-
do de lugar, es decir, el sentimiento
Organizar el mundo u otorgar- de pertenecer. La palabra espacioso
le sentido es una práctica territorial. se asocia a la importancia de estar li-
Incluso, desde la escuela de Piaget bre; tener libertad implica tener espa-
se descubre que las nociones topoló- cio, un sitio, un lugar; significa tener
gicas (vecindad-lejanía, continuidad- la energía y lugar para actuar. Estar
discontinuidad, interior-exterior, con- libre tiene varios niveles de signifi-
junción-disyunción, etc.) se alcancen cado; es la capacidad de superar la
primero que las nociones proyectivas
actual condición y esta transcenden-
y las euclidianas, geométricas o mé-
cia implica, según Tuan8, la energía
tricas (distancia, ángulos, medida,
elemental de moverse. En el acto del
etc.)6. A partir de estas disertaciones,
moverse, el espacio y sus cualidades
se experimentan directamente.
3 Tuan, Yi-Fu. Topophilia: A study of
environmental perception, attitudes and value. Sujetándose a una concepción
New York: Columbia University Press. 1990.
p.30.
subjetiva, lugar y espacio son dos
experiencias comunes: «lugar» es se-
4 Cfr. Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno. guridad; «espacio» es libertad. Más
Arquetipos y repetició. Madrid: Alianza Editorial
S.A./Emecé. 2004. p. 25.

5 Tuan, Topophilia…, Op. cit. p.34. 7 Bauman, Zygmunt, Cultura como praxi,
Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
6 Vilà Valentí, Joan, Introducción al estudio teó- 2002. p.43.
16 rico de la geografía, Barcelona: Editorial Ariel,
S.A., 1983. p.27. 8 Tuan, Topophilia…, Op. cit. p. 52.

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adelante, esta última idea se refuta a sentimiento de amor, apego, arraigo


partir de planteamientos de Bauman o enraizamiento por un territorio. Esto
y el costo de oportunidad que implica último se conoce en la jerga geográ-
contar con libertad. Tuan dice que no fica bajo el concepto de topophilia, y
hay lugar como el hogar9. Incluso, la a su opuesto, con el de topofobia. La
zona de seguridad en ciertos juegos topofilia y el sentimiento de pertenen-
infantiles es el hogar. cia resultan sinónimos.

¿Qué es hogar? Es el sitio en que Bourdieu12 nos define «philia».


se hace la lumbre; es la vieja casa, Señala a aquella palabra que suele
el viejo vecindario o la ciudad natal traducirse por amistad y que desig-
(motherland)10. Los planificadores na el rechazo del espíritu de cálculo;
evocan «un sentido del lugar». Has- el lugar donde se deja en suspenso
ta este momento parece que espa- el interés en el sentido estricto del
cio es más abstracto que lugar. Sin término, es decir la búsqueda de la
embargo, espacio se convierte en equivalencia en los intercambios. Sin
lugar cuando conseguimos cono- embargo, philia en asociación con
cerlo mejor y dotarlo con valor11. De territorio apela a la naturalidad de
lo expuesto, estamos enterados de este sentimiento. Al respecto, Fustel
la seguridad y de la estabilidad, así de Coulanges13 brinda algunas pistas
como, de la amenaza y el riesgo que mediante el análisis de la ciudad an-
proporciona el lugar. Además de es- tigua de Grecia y Roma. Esto llama
tas relaciones de proximidad ¿Existi- la atención en virtud que el término
rán otros factores para que un lugar «territorio» se forjó en latín.
evoque algún sentimiento?
Según describe de las antiguas
La topofilia y la topofo- creencias, el alma permanecía aso-
ciada al cuerpo. La muerte no los
bia son valores otorga- separaba y quedaba encerrada con
dos a un territorio él, en la tumba. Era necesario que el
cuerpo quedara recubierto de tierra;
A lo largo de la historia, la Huma- un alma sin tumba, carecía de mo-
nidad no solo ha propendido a migrar rada, vivía errante. Cada familia tenía
sino que se debe a tal tendencia. Pa- su tumba; los muertos descansaban
radójicamente, también es cierto que unos al lado de otros. Los de la misma
los seres humanos desarrollan un sangre se enterraban juntos y nadie
de distinta familia se le admitía. Fustel

9 Tuan, Yi-Fu. Space and place. The perspective


of experience. London: Edward Arnold 12 Bourdieu, Op. Cit, p.128
(Publishers) Ltd. 1977.
13 Fustel de Coulanges, Numa Denis. La ciudad
10 Tuan, Topophilia…, Op. cit. p. 6. antigua: estudio sobre el culto, el derecho, las
instituciones de Grecia y Roma. Santafé de 17
11 Idem, p.6. Bogotá: Panamericana Editorial Ltda. 2005.

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de Coulanges devela una asociación Patriotismo y naciona-


entre el derecho a la propiedad priva-
da, la religión y la familia. La religión
lismo: otros conceptos
prescribía que el hogar estuviese fi- asociados con la topo-
jado al suelo; prohibía abandonar la filia
tierra en que se había fijado el hogar
y en el que reposaban los restos de El patriotismo hace referencia al
los antepasados divinizados: apego que siente una persona hacia
una terra patria, tierra natal o lugar de
«el dios de la familia quiere tener una su nacimiento. El Estado-nación asu-
morada fija… mediante el hogar in- mió la tierra natal como fundamento
mutable y la sepultura permanente, de su propia soberanía16 y por ende,
la familia ha tomado posesión del lo organiza políticamente. En épocas
suelo, la tierra ha quedado, en cier-
antiguas, el patriotismo se abocaba
to sentido imbuida y penetrada por
la religión del hogar y de los antepa-
a un sentimiento local. Más tarde,
sados… no fueron las leyes quienes se debía lealtad al señor, la ciudad o
garantizaron al comienzo el derecho ambas. Pero el sentimiento se exten-
de propiedad, fue la religión»14. día de manera variable; no se trata-
ba de una tierra con «límite exacto»
o soberano17. Alguien es «nacional» o
Cuando las personas cambiaban tiene tal o cual nacionalidad cuando
de lugar y pretendían evitar cualquier está adscrito a la categoría política
profanación, cargaban consigo un y por ende, al ordenamiento jurídico
terrón, simbolizando el suelo sagrado concreto del Estado nación. De esta
en que habían sido enterrados sus forma, la nacionalidad se convierte
mayores y a los que estaban unidos en una situación social, cultural y te-
por sus manes –seres divinizados–. rritorial; el vínculo del individuo con un
Llevaban consigo el suelo de su fa- Estado concreto le genera derechos
milia y de sus abuelos, y practicaban y deberes recíprocos.
ceremonias diciendo: «…ésta sigue
siendo la tierra de mis padres, terra La soberanía tiene sus raíces en
patrum, patria, aquí está mi patria, dos filosofías aparentemente irre-
porque aquí están los manes de mi conciliables del Estado moderno o el
familia»15. De lo expuesto, quedó sen- estado nación occidental: el raciona-
tada la correspondencia entre padres lismo con la búsqueda de un propó-
y patria, y entre familia y tierra. No sito y una eficacia y; el romanticismo
obstante, la correlación con tierra na- mediante la demanda de sentimien-
tal continúa siendo una interrogante. tos como la base de toda acción.

16 Bauman, Zygmunt. Identidad, Madrid: Edito-


14 Idem. p. 61, 66, 67. rial Losada, S.L. 2005. p.47.
18
15 Ibidem. 17 Tuan, Topophilia, Op.cit. p.100.

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El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

La «soberanía» del Estado-nación se Desde los Estados-ciudad de la


basa en el uso legítimo de la fuerza Grecia antigua hasta los Estados-
física y es el Estado, el único que de- nación de la Europa moderna, la co-
clara las guerras y redacta los trata- munidad política ideal fue concebida
dos de paz, controla la fuerza policial como un organismo social aislado y
y las prisiones, y regula cuando un arraigado, étnicamente homogéneo,
ciudadano puede llevar armas. Al uti- que habita y domina de forma exclusi-
lizar este monopolio de la fuerza para va un territorio determinado; circuns-
proteger, controlar y expandir la ac- crita tanto demográfica (mediante
tividad económica, el Estado podría lazos temporales de consanguinidad
funcionar o se le puede considerar, o filiación parental) como geográfica-
como el proveedor más racional de mente (mediante lazos espaciales de
bienestar público18. convivencialidad o vecindad residen-
cial). Para poder preservar de forma
El nacionalismo implica la sobre- segura y duradera este doble víncu-
valoración de lo «nacional» y la exclu- lo de sangre y de suelo, se postuló
sión de la «comunidad» nacional del que la comunidad política ideal debía
«otro», así como, una cierta hostilidad ser completamente autárquica o so-
hacia los vecinos. El nacionalismo es berana, esto es, debía autoafirmarse
una -no la única- de las bases del mediante la separación física, la dife-
patriotismo. En el ámbito académico renciación simbólica, el parentesco
como en el político ha influido bas- endogámico, la autosuficiencia eco-
tante, en parte se debe a la tradición nómica y el conflicto bélico con las
dominante del pensamiento filosófico, demás comunidades «extranjeras»20.
político y jurídico de Occidente. Se-
gún ha sido estudiado, desde Platón Este nexo entre la etnia y la tierra-
hasta Carl Schmitt, el nacionalismo suelo ha sido postulado por los más
establece un vínculo de propiedad o diversos mitos nacionales como un
de pertenencia mutua entre la comu- designio divino, ley natural o ambas
nidad de sangre y la comunidad de cosas al mismo tiempo. Además, ha
suelo, entre etnia y suelo19. sido remitida simultáneamente al pa-
sado y al porvenir: es un vínculo origi-
nario, una herencia legada por los an-
tepasados desde tiempo inmemorial.
18 Baumann, Gerd. El enigma multicultural. Un Al mismo tiempo, es un destino, una
replanteamiento de las identidades nacionales,
étnicas y religiosas. Barcelona: Ediciones Pai-
promesa solemne, una lucha heroica,
dós Ibérica, S.A., 2001. pp.32-33. una misión sagrada que es preciso lle-
var a su pleno cumplimiento. A cada
19 Campillo, Antonio. “Ciudadanía y extranjería en
la sociedad global”. En: Pedreño C., Andrés
pueblo le estaría destinado un terri-
y Manuel Hernández P. (coordinadores). La torio determinado, y cada territorio
condición inmigrante. Exploraciones e inves- sería el legado divino y la propiedad
tigaciones desde la Región de Murcia. Mur-
cia: Universidad de Murcia. Vicerrectorado de
Extensión Cultural y Proyección Universitaria, 19
2005. p. 114. 20 Idem.

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natural de un solo pueblo. Este víncu- sentido para ellas23. Para los autores
lo sagrado entre la etnia y la tierra, los recién mencionados, la identidad se
padres y la patria, la voluntad divina y ancla tanto en pertenencias como
la ley natural, la herencia recibida y la en identificaciones. Las primeras –en
misión encomendada, ha adoptado plural- se eligen, corresponden al
en Occidente dos grandes versiones ámbito de la «seguridad reconfortan-
míticas: la griega de la autoctonía21 y te», a la red de relaciones próximas y
la judía con la tierra prometida. están cercanas a la libertad, por tan-
to, constituyen una alternativa. Las
identificaciones son de cualidad dis-
Pertenencias e identifi- cursiva, según Stuart Hall24. Se trata
de construcciones culturales, incom-
caciones: construccio- pletas y siempre están en marcha.
nes de madera identi- Pertenencias e identificaciones son
taria de madera identitaria, sin embargo,
las primeras guardan mayor relación
Zgymunt Bauman y Stuart Hall en- con la identidad que las segundas25
cadenan el tema de las pertenencias porque son nuestra alternativa. Insis-
con el de las identidades22. Desde la timos, en la necesidad de distinguir
vertiente sociológica, el concepto de entre ambas categorías.
identidad es polifacético. En general,
denota lo que las personas se ha- «Adentro» y «afuera»; el
cen sobre quiénes son y lo que tiene
«ser» y el «estar» en el
lugar; topofilia y topo-
21 Las variantes modernas del mito de la autoc-
fobia
tonía han sido de dos tipos: unas pretendían
demostrar la superioridad biológica y cultural Las pertenencias invocan al «den-
de la «raza» blanca europea sobre el resto,
para justificar la conquista y dominación im- tro»; este recurre a cosas y personas
perialista de las «razas» inferiores de ultramar. vistas, encontradas, tratadas o con
Otras pretendían demostrar que una determi-
nada «nación» europea contaba con una his-
las que se ha interactuado en la rutina
toria diferenciada y un arraigo milenario en un habitual y en la cotidianidad. Como
determinado territorio del continente, para dar se deduce, el círculo del geocentris-
legitimidad ideológica a la homogeneización
étnica de los grandes Estados-nación, a sus mo se amplió: el «dentro» es el lugar
reclamaciones territoriales, a las aspiraciones donde nadie se encuentra perdido,
soberanistas de los grupos étnicos carentes
de Estado propio y a las guerras nacionalistas
entre todos ellos, Idem, p.115.

22 Bauman, Identidad, Op. cit.; Bauman, Zyg- 23 Giddens, Anthony. Modernidad e identidad
munt. Comunidad: En busca de seguridad del yo. El yo en la sociedad en la época con-
en un mundo hostil. Buenos Aires: Siglo XXI temporánea. Barcelona: Ediciones Península.
de Argentina Editores, 2005 y Hall, Stuart. 2000. p. 60.
“Introducción: ¿Quién necesita “identidad”?”.
En: Hall, Stuard y Paul du Gay. Cuestiones de 24 Hall, Op. cit.
20 identidad cultural. Buenos Aires: Amorrortu,
2003. pp. 13-39. 25 Bauman, Cultura…. Op. cit.

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sin palabras y sin estar seguro de Se puede perder ese «adentro» y


cómo actuar. Es el sitio para sacar- con ello, quebrantar la seguridad del
se la armadura y desempacar, afirma hogar. Se puede ganar «adentro», si
Bauman, donde es excesivo probar o es que se gana, pero significaría per-
defender algo, ya que todo está sim- der libertad ya que es «sometimien-
plemente ahí, es obvio y nos parece to». En conclusión, la seguridad y la
familiar. Las añoranzas hogareñas libertad son dos valores igual de pre-
que vive un inmigrante, por ejemplo, ciosos, codiciados e irreconciliables
son un anhelo nostálgico hacia el pa- de forma plena y sin fricción27.
sado; denota el impulso a sentirse
en casa, reconocer y pertenecer al En vista que se han establecido
propio entorno; implica un sueño de diferencias entre las pertenencias y
pertenencia; ser un «hijo de la patria». las identificaciones, la idea tradicional
Esto nos permite distinguir entre el de que las pertenencias pueden ser
«ser» y el «estar» en el lugar. analizadas a diversas escalas, desde
una casa, una ciudad, un Estado, el
En contraposición, «fuera» -«allí planeta o el universo, amerita algún
fuera»- es donde, si se llega a entrar, cuidado como se verá a continua-
se hace ocasionalmente. «Afuera» ción. Lo cierto es que, la pertenencia
ocurre lo impredecible e incompren- que el Estado nación se ha atribuido,
sible, se desconoce cómo reaccionar aspecto que podría considerarse tri-
una vez que han ocurrido cosas o vial, merece cierta dedicación. En pri-
bien, de lo poco conocido y constitu- mera instancia, porque es inexistente
ye un ámbito del que poco se espera la alternativa y más bien, la pertenen-
y al que escasos cuidados se dedi- cia hacia el Estado nación es parte
can. Aventurarse «allí fuera» significa del engranaje discursivo con reglas
desbordar lo conocido, estar fuera de definidas socialmente, que gobiernan
lugar y del propio elemento, situación y enmarcan las actividades.
que invita a problemas y a temibles
perjuicios. Por ello, cuando alguien
decide tomar rumbo del «aquí» ha- El Estado nación: ¿Es-
cia el «allá», surgen sentimientos de cala de identificaciones
inseguridad y temores. «Dentro» sig- o de pertenencias?
nifica:
Charles Taylor28 anuncia que la
«la douceur d’être inclu», compren- pertenencia nacional es un tema es-
diendo ese «deseo primario, el de
pertenecer, pertenecer a un grupo,
ser acogido por otro, por otros, ser
27 Bauman, Comunidad. Op. cit. p. 11.
aceptado, conservado, estar segu-
ro de los apoyos con que se puede 28 Taylor, Charles. “Nacionalismo y modernidad”.
contar, tener aliados»26. En: McKim, Robert y Jeff McMahan Comp. .
La moral del nacionalismo. Orígenes, psicolo-
gía y dilemas de parcialidad de los sentimien-
tos nacionales. Volumen I. Barcelona: Editorial 21
26 Idem, p. 54. Gedisa, S.A., 2003. pp. 53-86.

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pinoso pero ineludible. Zygmunt Bau- mogénea y territorialmente delimita-


man ha sido inmejorable al acusar da. El moderno Estado democrático
que en: demanda un alto grado de «patriotis-
mo», es decir, de un fuerte sentido de
«Un moderno y líquido escenario vi- identificación con la sociedad, con la
tal, las identidades [nacionales] cons- tierra natal y su organización política
tituyen tal vez las encarnaciones de y con el tener disposición a entregar-
ambivalencia más comunes, más se en su beneficio. En otras palabras,
agudas, más profundamente senti-
el moderno Estado democrático crea
das y turbadoras».29
un fuerte sentido de identificación co-
mún y nacional; impide la alternativa
Como lo exponen algunos auto- por ello, deja de ser una pertenencia.
res, proponemos dos puntos: des-
prenderse de la concepción de iden- Las identificaciones hacia la fa-
tidad como algo fijo, estático y por milia, clase social, etc., impregnan la
ello, abrirse al concepto propuesto vida y resultan significativas en cier-
de Stuard Hall de «identificación». tos sectores de actividad pero a dife-
Por otro lado, evitar la confusión que rencia de la identificación nacional, lo
puede generar el término «identidad que cristalice en ellas quedará como
nacional» si, únicamente, es vista opción abierta, no conllevan la obli-
como una sucedánea de comunidad gación –del tener qué- como sí en lo
y entendida como el «hogar natural» nacional. Tampoco están por encima
o círculo que se mantiene cálido por de cualquier tendencia como tarea
fríos que sean los vientos del exte- del Estado moderno31. En el fondo,
rior. Taylor propicia la separación de los
conceptos de pertenencia e identifi-
De acuerdo con Taylor30 y de la cación y justifica que el sentimiento
forma en que se ha desarrollado la que genera el Estado nación sea en
sociedad, el ser ciudadano ha adqui- algunos casos y momentos, ambiva-
rido prioridad sobre una legión de po- lente e inquietante.
los diferentes como la familia, la clase
social, el género e incluso, la religión. El Estado nación acoge un carác-
En estrecha comunión, ciudadanía y ter complejo debido a que es: «un ser
democracia surgieron y crecieron jun- a la vez territorial, político, social, cul-
tos durante los veinticinco siglos de la tural, histórico, mítico y religioso»32.
historia de Occidente, pero lo hicie-
ron en el marco conceptual e institu-
31 Bauman, Cultura… Op. cit. p. 53; Miller, David,
cional circunscrito por el ideal político Sobre la nacionalidad. Autodeterminación y
de una comunidad étnicamente ho- pluralismo cultural, Barcelona: Ediciones Pai-
dós Ibérica, S.A. 1997.

32 Morin, Edgar. “El estado-nación”. En: Delan-


29 Bauman, Identidad. Op. cit. p. 75. noi, Gil y Pierre-André Taguieff (compiladores).
22 Teorías del nacionalismo. Barcelona: Ediciones
30 Taylor, Op. cit. p. 65. Paidós Ibérica S.A., 1993, pp. 453

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

Envés y anverso, asocia las nociones ta de «interioridad» o «exterioridad»


de comunidad y de sociedad. Es una como escenarios en el sentido del in-
sociedad en sus relaciones de inte- dividuo en el lugar, de la experiencia
rés, de competiciones, rivalidades, que mantenga con ese lugar y no, un
ambiciones, conflictos sociales y polí- anclaje en construcciones materiales
ticos. Igualmente, es una comunidad abiertas o cerradas.
ya que crea pertenencias, actitudes
y reacciones frente a un Otro. «Te- Edgar Morin36 retoma la expresión
ner una comunidad», «estar en co- «comunidad destino» para señalar
munidad» desencadena una buena la fraternidad mitológica que sella al
y agradable sensación. La sociedad Estado-nación. Con «destino», Morin
puede ser mala; no la comunidad33. no hace referencia a una comunidad
Dentro de sus significados, transmi- receptora, a movilidad, sino al enca-
te la promesa de placeres como un denamiento de sucesos necesarios y
territorio cálido, un lugar acogedor fatales. Así, el Estado-nación es una
y confortable, un hogar. Es el lugar comunidad destino que contiene la
donde «nunca somos extraños los maternidad en su femenino y la pa-
unos para los otros»34. Nótese que ternidad en el masculino. La sustan-
al hablar de transmitir, se está frente cia femenina conlleva las cualidades
a una creencia, por tanto, ante una de la tierra-madre (homeland, madre
construcción cultural. patria), del hogar (home, heimat), y
suscita, en los momentos comuni-
El Estado-nación al convocar «co- tarios, los sentimientos de amor que
munidad», apela a la emoción, al sen- experimenta la madre de forma natu-
tido de lugar. Al punto que, el «aquí» ral. El Estado, de sustancia paterna,
contra el «allí», «cerca» contra «lejos» dispone de la autoridad absoluta e
o, también, «dentro» contra «fuera» incondicional del padre-patriarca y a
son oposiciones que registran do- quien, se le debe obediencia absolu-
mesticación como familiaridad de los ta.
diversos fragmentos del mundo que
rodean al ser humano35. El sentimien- La relación matripatriótica con el
to de pertenencia corresponde con el Estado-nación suscita, frente al ene-
«dentro»; extrapolación de «en casa», migo, el sentimiento de fraternidad
de terreno familiar, conocido hasta el mítica de los «hijos de la patria». El
punto de la evidencia o, incluso, de la mito nacional se bipolariza. En el pri-
invisibilidad. Se asumen escenarios, mer polo yace el carácter espiritual
no en el sentido físico sino respecto de la fraternidad entre «hijos de la
a intersubjetividad territorial. Se tra- patria». En el segundo, la fraternidad
mitológica se torna biológica, que
une entre sí a seres de la misma san-
33 Bauman. Comunidad…. Op. cit. p. 8.
gre, lo que tiende a suscitar el mito
34 Ibidem
23
35 Bauman. Cultura…. Op. cit. p. 38. 36 Morin. Op. cit.

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segundo (y biológicamente erróneo37) pone Pierre Bourdieu39, a propósito


de la «raza» común38. ¿Qué preten- de: family discourse. Bajo esta ar-
de evocar el Estado-nación? Invoca gumentación, la familia mantiene un
patria, a esa entidad consustancial- discurso en que la unidad doméstica
mente materno/paterna que transfie- es concebida como un agente activo,
re a escala de vastas poblaciones de dotado de voluntad, capaz de pensa-
individuos, las cálidas virtudes de las miento, de sentimiento y de acción, y
relaciones familiares entre personas basado en un conjunto de presuposi-
que se creen pertenecientes al mis- ciones cognitivas y de prescripciones
mo hogar. normativas referidas a la manera co-
rrecta de vivir las relaciones domésti-
En ocasiones, el peso se inclina cas: universo en el que están suspen-
por la parte materna; en otras, por didas las leyes corrientes del mundo
la paterna. De tal manera, la idea de económico, la familia es el lugar de
nación implica un racismo virtual que la confianza (trusting) y del don (gi-
se actualiza cuando el segundo polo ving) o de la philia. En el discurso de
se impone. Ello induce al sentimiento la familia por la familia hay modelos
y a la necesidad de que tal trasfondo ideales y universales de las relaciones
sobreviva. Es frecuente que la nación humanas (como el de fraternidad), y
sea considerada como la mejor de-
las relaciones familiares en su defini-
fensa de tal sustrato y a veces, como
ción oficial tienden a funcionar como
su encarnación.
principios de construcción y de valo-
ración de toda relación social.
Lo anterior queda mejor com-
prendido con la disertación que pro-
Otorgamos valores de acuerdo
con la forma en que nos fueron incul-
37 Las más recientes investigaciones de la pa- cados por las instituciones a las que
leoantropología, la genética y la lingüística pertenecemos –familia, escuela, igle-
comparada muestran que todos los humanos sia-. El Estado nación es una institu-
tenemos el mismo tronco genealógico; todos
somos descendientes de unas cuantas ban- ción que apela a otra institución que
das de cazadores y recolectores nómadas produce y se reproduce discursiva-
que vivieron en África hace casi 200.000 años
y que apenas sumaban unos pocos miles de
mente. Lo que se pretende afirmar es
personas. Esto tiene tres implicaciones: 1) la que el Estado nación está sostenido
idea de «raza» utilizada políticamente para jus- por creencias, las que se transmiten
tificar la lucha, la dominación, la segregación
y el exterminio entre los diferentes grupos ét- por artefactos culturales a disposi-
nicos carece de base biológica, puesto que ción de todos aquellos que pertene-
todos tenemos un árbol genealógico común
y estamos emparentados unos con otros; 2)
cen a ella (libros, periódicos, medios
nuestros primeros antepasados no eran blan- electrónicos). Lo anterior es lo que
cos, ni amarillos, ni cobrizos, sino que tenían Benedict Anderson40 llamó «comu-
la piel tan oscura como los negros actuales;
3) ningún pueblo de la Tierra es realmente au-
tóctono, puesto que todos somos hijos lejanos
de los primeros migrantes africanos (Campillo, 39 Bourdieu. Op. cit. p. 128.
Op. cit., p.107).
24 40 Anderson, Benedict. Comunidades imagina-
38 Morin. Op. cit. pp. 455-456. das. Reflexiones sobre el origen y la difusión

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

nidad imaginada». Pero imaginada grupos que alberga, se asiente que el


no equivale a decir invención espuria sentimiento de identidad territorial o
sino que depende para su existencia de la conciencia de pertenecer puede
de actos colectivos que encuentran albergar muchos lugares y a escalas
su expresión a través de los medios muy diversas43. El hecho de que las
de comunicación, los que posibilitan fronteras de los Estados nación mo-
un imaginario colectivo41. De modo dernos demarquen comunidades po-
tal, hacia el Estado nación existe una líticas nacionales no significa que los
identificación en el tanto que es re- territorios sean «propiedad» del grupo
sultado de la discursividad y la cons- dominante ni el hogar del grupo na-
trucción cultural y, que está velada de cional mayoritario o titular. Hay algu-
pertenencia. Reiterando, una identifi- nos individuos que no pertenecen al
cación con máscara de pertenencia. grupo nacional dominante. Pero bajo
una postura igualitarista aceptable,
La pertenencia se comprende todos los individuos sujetos bajo la
por todo aquello que apela. La per- autoridad del Estado deben tratarse
tenencia a una nación existe cuando con igual consideración y respeto.
sus miembros se reconocen entre sí
como compatriotas y creen compartir La «comunidad» como
características relevantes por ser par-
identificación
te del «adentro». Por ello, el «aden-
tro» es comunidad y esta, representa
La existencia de personas no per-
seguridad del hogar pero cuando se
tenecientes al grupo nacional domi-
«gana adentro», se pierde libertad. El
nante quiere decir, que en el territorio
«adentro», el «ser y estar en comu-
hay gente que tiene identificaciones
nidad» es un privilegio que, mientras
múltiples y por tanto, también puede
se mantenga como sueño, es inofen-
sivo e invisible42. Teóricamente se ha tener referentes territoriales múltiples.
establecido una diferencia pero en Tal situación, de acuerdo con Doreen
la práctica, las evidencias empíricas Massey44, puede ser una fuente de
señalan que las pertenencias son un riqueza, de conflicto o ambas, por
sentimiento defendible. tanto, en primera instancia, propone
abandonar la identificación persisten-
Debido a que las fronteras de los te de territorio con la idea tradicional
Estados rara vez coinciden exacta-
mente con las identificaciones de los
43 Kymlicka. Will. Fronteras territoriales. Madrid:
Editorial Trotta S.A. 2006. p.49.

del nacionalismo. México, D.F.: Fondo de Cul- 44 Massey, Doreen. “La filosofía y la política de
tura Económica, S.A. 1993. la espacialidad: algunas consideraciones”.
En: Arfuch, Leonor (compiladora). Pensar
41 Miller. Op. cit. p. 64-65. este tiempo: espacios, afectos, pertenencias.
Buenos Aires: Editorial Paidós. 2005. pp. 101- 25
42 Bauman. Comunidad, Op. cit. p. 11. 128.

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de «comunidad». Primero, porque Pertenencias, reterrito-


las comunidades pueden existir sin
rialidad y desterritoria-
compartir el mismo territorio: redes
de amigos, comunidades religiosas, lidad
étnicas o políticas importantes. Por
Arjun Appadurai46 sugiere distin-
otra parte, aquellos territorios que
guir entre «suelo» y «territorio» (hijos
poseen «comunidades» estrictamen-
de este suelo). Para este autor, el
te definidas o poseen grupos socia- suelo se relaciona con la pertenen-
les coherentes, son probablemente cia; el territorio trata de la integridad,
casos raros. Existen las comunida- el deslinde, la vigilancia y la subsis-
des siempre y cuando se entienda, tencia. Sin embargo, Appadurai se
que están constituidas de personas acerca a otros autores como Ortiz47 o
que pueden albergar varios sentidos Massey cuando señala que al abrirse
del lugar. fisuras entre lo local, lo translocal y lo
nacional, el territorio como base de
Además, Massey cree necesario la lealtad y el afecto nacional (suelo
tomar en cuenta relaciones entre lo patrio), está cada vez más divorciado
local y lo global. Propone interiorizar del territorio como lugar de la sobera-
la idea de que lo local como lo ínti- nía y el control estatal de la sociedad
mo, familiar, cercano y constitutivo civil.
no es algo separado y diferente de lo
En repetidas ocasiones y para
global, lo lejano, virtual, usurpador y
muchos ciudadanos de un país, las
hegemónico. Aquí, Massey nos intro-
cuestiones prácticas de la residencia
duce en el tema de la cotidianidad. –estar en un lugar- y las ideologías de
Giddens45 por su parte, señala que la la patria, el suelo y las raíces –ser del
diversificación de las circunstancias lugar-, están separadas (reafirma los
de interacción suele ser pertinente ya términos de Massey, Bauman). Los
que en muchas situaciones moder- referentes territoriales de la lealtad cí-
nas, los individuos se ven envueltos vica están divididos entre diferentes
en una multiplicidad de encuentros y horizontes (lealtades de trabajo, resi-
entornos en donde cada uno puede denciales y religiosos) pudiendo crear
exigir distintas formas de conduc- registros separados de filiación –iden-
ta «apropiada». Podría creerse que tificaciones bajo lo postulado por Hall
esto estimula simple e inevitablemen- o bien, comunidades siguiendo lo
te la fragmentación del yo en múlti- planteado por Massey.
ples «yoes», pero como lo advierte
Giddens, más bien que puede favo-
46 Appadurai, Arjun. “Soberanía sin territorialidad.
recer y en muchas circunstancias, Notas para una geografía posnacional”, Revista
una integración. Nueva Sociedad, Núm. 163. setiembre-
octubre. 1999. pp. 109-124.

26 47 Ortiz, Renato. Otro territorio. Santafé de


45 Giddens, Anthony. Op. Cit. P.241. Bogotá: Convenio Andrés Bello. 1998.

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

Appadurai48 ve que las disyuncio- producción. En ese momento y con-


nes en los nexos entre espacio, lugar, diciones, surgen los discursos de
ciudadanía y nación tienen varias im- exilio y patria creando nuevos imagi-
plicaciones de largo alcance. Una, el narios locales. Desde esta vertiente,
territorio y la territorialidad son cada la reterritorialidad y su contraparte, la
vez más la justificación de la legitimi- desterritorialidad se entienden en una
dad y el poder del Estado, mientras perspectiva de escala.
las ideas de nación parecen estar
más impulsadas por otros discursos Subráyese, aun cuando los pro-
de lealtad y filiación, en ocasiones lin- cesos de territorialidad (re y des) se
güísticos, raciales o religiosos, entre relacionen más con una escala local,
otros, pero muy raramente territoria- Appadurai rechaza tal exclusividad
les. Esto resulta comprensible, desde de escala –parece contradictorio,
el punto de vista político en que se pero no lo es. Los ejercicios de des-
infiere que define territorio. Por ello, territorialización y reterritorialización
ve la nación como algo imaginario, al pueden generar tensión entre uno o
Estado-nación moderno como una más estados nación merced a lógi-
organización compacta e isomórfica cas de relaciones locales, regionales
de territorio que está atravesando y globales tipo dominó. Lo manifes-
una crisis de envergadura49. Reite- tado por Appadurai sigue la misma
rando, el argumento que define al línea que en otras oportunidades han
territorio es el uso o la actividad y no apuntado Martín-Barbero51, Castells52
el vínculo de propiedad. La existencia o Massey53 tocante a las territorialida-
de características geográficas simila- des a escala local pero atravesadas
res es paisaje mientras que actividad por otros planos. Además, reafirma
o uso es territorio. la idea de que la diversidad de circui-
tos de comunicación sobre una base
Desde el punto de vista de la mi- territorial implica la continua creación
gración, para Appadurai50, la reterri- y re-creación de distintas relaciones
torialización entraña el esfuerzo de con los demás y con ello, la construc-
crear condiciones sin apoyarse en ción de innovadas territorialidades y
un imaginario nacional, sino solo en variadas identificaciones personales.
un imaginario de autonomía local o
de soberanía de recursos. En estos
casos, se crean y defienden formas
51 Cfr. Martín-Barbero, Jesús. “Comunicación y
de derechos (formales e informales; ciudad: sensibilidades, paradigmas, escena-
legales e ilegales) que permiten que rios”. En: Giraldo, Fabio y Fernando Viviescas
el grupo desplazado continúe su re- (comp.) Pensar la ciudad. Bogotá: Tercer Mun-
do S.A., CENAC y Fedevivienda. 1996.

52 Castells, Manuel. El poder de la identidad. Vol.


48 Appadurai, Op Cit. 2. La era de la información. Madrid: Alianza
Editorial. 1998.
49 Idem, p. 110.
53 Massey, “La filosofía y la política de la espacia- 27
50 Idem, p. 122. lidad: algunas consideraciones”, Op. cit.

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A diferentes escalas geográficas, «En un mundo en el que circulan li-


cada uno de esos territorios denotará bremente capitales y mercancías, ¿se
identificaciones en forma progresi- pueden legítimamente poner fronte-
va como obra de una construcción ras a los empobrecidos, porque para
los enriquecidos, no las hay».
social-comunicativa. Desde princi-
pios del siglo XX, en la obra de Mead Respecto al primer asunto, a fina-
y otros interaccionistas simbólicos les del decenio de 1970, el sociólogo
se venía contemplando que el suje- Norbert Elias56 en «El proceso de la
to no tiene una identidad fija, bioló- civilización», propuso un hilo históri-
gicamente determinada y que puede co en las relaciones entre individuo y
asumir diferentes identificaciones en sociedad. Las nuevas generaciones
tiempos distintos, incluso, la idea de elaboran de forma diferente el pro-
la coexistencia de algunos sí mismos ceso social de conformación de su
elementales heterogéneos54. De ahí conciencia individual; los modelos de
que al hablar de territorio, también autorregulación que el individuo inte-
hay necesidad de remitirse a la dife- rioriza poseen un componte social y
rencia entre pertenencia e identifica- generacional. Además, los acoples
ción y referirse a las escalas. entre estructuras individuales y las
sociales son mutables y continuas.
La Humanidad: ¿una Sin embargo este autor enfatiza en el
estadio de la niñez. Argumenta que,
escala en proceso de un individuo está lejos de ser está-
construcción respecto tico, sin historia, sin relaciones con
a las pertenencias y las nadie, centrado en sí mismo, com-
pletamente solo y quien nunca fue
identificaciones? niño. La sociedad está formada por
un complejo montón de individuos
En un análisis de la escala de la interdependientes, con una «perso-
Humanidad es necesario referirse a nalidad abierta», vinculados unos
dos aspectos. Primero, es un plano con otros, con un grado superior o
de integración superior que instituye inferior de autonomía relativa -nunca
una unidad referencial de la identidad con una autonomía total y absoluta- y
del nosotros o identidad social, cada constituyendo conjuntamente grupos
vez más importante. Segundo, guar- o sociedades de tipo diverso:
da una estrecha consonancia con
aspectos éticos y morales, tal como «desde el principio hasta el final de su
comenta Bel Adell55. vida, se remite y se orienta a otros se-
res humanos y depende de ellos»57.

54 Larraín, I. Jorge. Modernidad, razón e identi-


dad en América Latina. Santiago: Editorial An- 56 Elias, Norbert. El proceso de la civilización.
drés Bello.2000. pp. 107-108. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéti-
cas. México D.F. Fondo de Cultura Económi-
55 Bel Adell, Carmen. “¿Fronteras abiertas, fron- ca. S.A. 1989.
28 teras cerradas?”. Papeles de Geografía 35.
Universidad de Murcia. 2002. pp. 5-15. 57 Ibidem p. 16- 28.

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

Para Elias58, la relación Estado- ción del «nosotros» mayor será tam-
nación-individuo-sociedad ha cam- bién el crecimiento del individualismo
biado e infiere que seguirá haciéndo- y del valor otorgado al individuo. Pa-
lo en el futuro. La Humanidad se ha rece que la Humanidad camina hacia
dirigido hacia una época en que cada un incremento todavía mayor de la
vez menos, los Estados nacionales subjetividad ya que en una sociedad
concretos determinan la identidad de cada vez más cosmopolita, el «noso-
los individuos. La tendencia hacia la tros» objeto de identificación se hace
agrupación de Estados o la Huma- cada vez más abstracto y tiende a
nidad en su conjunto como provee- abarcar a toda la Humanidad.
dores de los motivos de formación
de la identidad tanto individual como Por otra parte, surge el proble-
colectiva, apareja una creciente im- ma de la menor carga emocional y
portancia del yo y una decreciente mayor necesidad de argumentación
importancia del nosotros. racional en los procesos de identifi-
cación con un «nosotros» cada vez
De acuerdo con este autor, el más amplio. Es mucho más difícil una
proceso de la civilización ha condi- identificación emocional con la Hu-
cionado el cambio histórico del noso- manidad en su conjunto que, con la
tros al yo y argumenta que en el futu- figura Estado-nación. Los límites del
ro, el desarrollo de la Humanidad se «nosotros» frente al «ellos» han sido
encaminará hacia formas globales de modelados en los últimos siglos, así
convivencia por encima de las fronte- como, la conciencia colectiva ha sido
ras nacionales, alcanzará un nivel en definida a través de artilugios con los
el que predomine entre los seres hu- enfrentamientos armados con otros
manos un perfecto equilibrio entre el Estados nacionales e incluso, inter-
nosotros y el yo. Por otro lado, el «no- nos. Una concepción más amplia del
sotros» mantendrá, tal y como lo ha nosotros provoca problemas debi-
hecho históricamente, una multiplici- do al desajuste entre la pérdida del
dad de capas desde los círculos fa- sentimiento de lo colectivo otorgado
miliares más estrechos a los círculos por el nivel previo en su más amplio
de amigos, pueblos, ciudades, nacio- sentido, el histórico y el pasado re-
nes, agrupaciones posnacionales de ciente, el de su país. Súmese que el
varios Estados y la humanidad en su nivel más elevado, el global, todavía
conjunto. La identificación con cada no otorga sentido.
uno de estos planos tiene una carga
emocional diferente y el compromiso Elias anunciaba en la década de
emocional del individuo va creciendo 1980 que este fenómeno es típico
conforme aumenta el tamaño o el ca- de toda fase de transición, ya que
rácter abstracto del nosotros. Pero las identidades grupales no son fácil-
cuanto mayor sea el nivel de integra- mente intercambiables y el proceso
de identificación con el nuevo nivel
de lo colectivo es largo y requiere 29
58 Ibidem.

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menor fuerza emocional y mayor ra- Las pertenencias-


cionalidad. Sobresale en los términos
de este autor, que la unión en un ni-
identificaciones y su
vel de integración superior que tome relación con los vín-
en cuenta dos o más países, podría culos de dominio y las
ser posible en la figura del inmigran- formas de apropiación
te, pues hasta ahora, los individuos
no se consideran a sí mismos como
territorial
«yos» carentes de un nosotros. Las
La territorialidad es esa acción de
decisiones personales afectan tam-
significar un territorio mediante hábi-
bién a consideraciones universales
tos, prácticas y usos por un sujeto
–el nexo, va de la persona al plane-
individual o colectivo. No obstante,
ta. Papel importante en el sentir y la
la revisión bibliográfica hace hincapié
conducta del individuo, el equilibrio
en que no hay una única pertenen-
entre el yo y el nosotros y, por ende,
cia ni identificación, sentido de lugar
la identidad del nosotros y el ideal del
o de profesarse «adentro». No todas
nosotros59.
las personas que residen en un mis-
mo lugar experimentan los mismos
En cuanto a la segunda variante,
sentimientos ni con la misma inten-
la aldea global configurada por la pro-
sidad hacia el lugar que comparten
gresiva concentración económico-
o con la tierra natal. El territorio y la
financiera, el imperativo tecnológico y
experiencia vivida no están aislados,
la interdependencia ecológica, exclu-
se relacionan con otros procesos, a
ye a continentes, pueblos y a un alto
veces incontrolados o ni siquiera per-
porcentaje de la población mundial.
cibidos, pero que influyen significati-
La exclusión y el empobrecimiento
vamente en la vida de una persona
se han mundializado; la brecha de la
(trabajo, poder). Así, las pertenencias
pobreza y desigualdad mediante la
y las identificaciones lucen como un
centralidad de lo económico reduce
juego de fuerzas.
las formas culturales a satélites fun-
cionales del mismo. Entre otros, esto
Al principio de este documento se
impulsa y promueve la migración60.
indicó que se distinguen tres ejes que
articulan la noción de territorialidad
(los vínculos de dominio y de poder,
las pertenencias y las identificaciones
y la apropiación vista como forma(s)
de vivir y habitar un territorio) y pese
a que se enfatizó en el segundo, esta
triada forma una unidad. Los vínculos
de dominio y poder hacen del terri-
torio un producto ideológico cuyas
59 Idem, p. 256; Giddens, Op. Cit. p. 282.
30 prácticas y expresiones materiales
60 Bel Adell. Op. cit. p.8. se ejercen en diferentes grados, por

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Un recorrido teórico a la territorialidad desde uno de sus ejes:
El sentimiento de pertenencia y las identificaciones territoriales

disparejos agentes y a la vez, pues- nes en su proceso de marcación de


tas en marcha en distintas escalas. un territorio.
Como se apuntó antes, el espacio es
político e ideológico y cuando apa- Respecto a los vínculos y las es-
renta neutralidad e indiferencia frente trategias de apropiación territorial
a sus contenidos, y por eso parece –tercer eje de la territorialidad, el in-
ser puramente formal y el extracto de dividuo despliega sus prácticas —su
la racionalidad, es precisamente por- permanente hacer— dentro de lo que
que ya ha sido ocupado y usado, y ya son sus espacios de vida, amplios y
ha sido el foco de procesos pasados dispersos o, concentrados, reduci-
cuyas huellas en el paisaje pueden dos, fragmentados. Desde esta pers-
ser inciertas. El espacio está formado pectiva, las prácticas cotidianas como
y modelado por elementos históricos el centro de la experiencia territorial
y biofísicos y a la vez, está sometido tratan de identificar esos comporta-
a un proceso político61. mientos, acciones, gestos, a veces
minúsculos, otras veces no tanto,
El sujeto individual y colectivo y en muchas ocasiones repetitivos,
interactúa en el territorio con otros con los cuales las personas hacen
actores y sujetos cuyas matrices so- sus lugares, los transforman material
cioculturales, memorias, imaginarios y/o simbólicamente, se apropian de
e intereses son diferentes y hasta ellos, les otorgan ciertas funciones,
divergentes. En tal situación podrían los eluden, los abandonan o los ha-
estar latentes gérmenes de potencial cen suyos62.
conflicto territorial puesto que la dife-
rencia es construida socialmente, por Los territorios surgen de las rela-
tanto, no es democrática, pluralista ciones de poder; las que establecen
ni tiene la misma validez para todos, las normas; y las últimas, definen lími-
sino que existen jerarquías y domi- tes sociales como territoriales, porque
nios, y a veces, son de raigambre determinan quién pertenece a un lu-
histórica. Por otra parte, los procesos gar y quién queda excluido, así como
políticos no empiezan ni acaban con la situación o emplazamiento de una
los Estados: todas las instituciones determinada experiencia. Si bien, la
sociales hacen su propia política. En escala es un mecanismo organizador
el encuentro entre los diversos ejerci- fundamental, entre escala y escala,
cios de territorialidad, los actores im- entre territorio y territorio, entre prác-
pulsados por sus intereses y finalida- ticas y experiencias territoriales es
des, disponen y distribuyen recursos, inexistente un límite claro y preciso.
intervienen y establecen negociacio- Una casa o uno vecindario constituye

62 Lindón, Alicia. “La espacialidad de la vida


61 Lefebvre, Henri. La revolución urbana. Madrid: cotidiana: hologramas socio-territoriales de la
Alianza Editorial. 1972. p. 31; Lefébvre, Henri. cotidianeidad urbana”. En: Nogué, Joan y Joan
The production of space. Oxford: Blackwell Romero (ed.). Las otras geografías. Valencia: 31
Publishers. 1991. Editorial Tirant lo Blanch. 2006. pp. 425-446.

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una localidad delimitada por la escala versal. En principio, la transversalidad


pero se instauran por la intersección parece opuesta y contradictoria con
de un conjunto de factores que coin- la idea que ha manejado la Geografía
ciden allí, sin que su funcionamiento de que cada lugar tiene rasgos par-
se restringa al nivel micro. Las loca- ticulares. Pero, pensar que cada lu-
lidades surgen en la intersección de gar es único resulta insuficiente. Tal
los procesos locales y globales, es y como explicó Lindón65, el devenir
decir, de las relaciones sociales que cotidiano construye lugares con ves-
operan con el alcance de escalas. tiduras «singulares» bajo el entendido
Los lugares ya no son «auténticos» de que esas particulares combinacio-
ni están «arraigados en la tradición» nes (no únicas) de rasgos presentes
sino que se definen por las relaciones en distintos lugares, son movilizados
territoriales que se entrecruzan y les por las personas a partir de sus expe-
proporcionan su carácter distintivo63. riencias y éstas, de sus valores. Y en
esta movilización de subjetividades
Por otra parte, las prácticas de territoriales contribuye a que el sen-
las personas, en ocasiones son es- tido que se le otorga a un lugar no
tudiadas bajo una óptica dicotómica: proceda de un rasgo o de varios que
el «trabajo/residencia», «espacios pú- son propios de ese lugar, sino que
blicos/espacios privados» o de géne- también pueden proceder rasgos de
ro. Sin embargo, se ha demostrado otro sitio. Hay pareos territoriales de
que tal separación es débil debido transferencia y movilización de senti-
a que remite a territorialidades «pu- dos.
ras», cada día más difíciles de en-
contrar aunque frecuentes en otros Más allá de lo que se ha deno-
momentos. Se sugiere que el estu- minado lugares relacionales —forma-
dio de territorios separados llevó a la dos por las relaciones sociales entre
constitución de un esquema analítico los grupos y los individuos— la esca-
monolítico. Aunque existieran algu- la asciende y desciende, como con-
nos diferenciados funcionalmente, se junto de actuaciones sociales que
marginó que el sujeto en su cotidia- conectan, de un modo distinto para
nidad conectaba territorios, llevando los disparejos habitantes, lo local con
elementos de uno a otro y viceversa. lo regional, o lo nacional con lo global
y lo residencial con lo laboral, lo labo-
La construcción socio-simbólica ral con lo recreativo, etc. Finalmente,
de los lugares se impregna de distin- la transversalidad es mayor con inter-
tas hibridaciones64 con carácter trans- mediación de las comparaciones.

63 McDowel, Linda. Género, identidad y lugar. Un


estudio de las geografías feministas. Madrid: híbridas: Estrategias para entrar y salir de la
Ediciones Cátedra. 2000. p. 16. modernidad. México: Editorial Grijalbo. 1990)
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32 64 Desde la perspectiva planteada por Néstor
García Canclini (García C., Néstor. Culturas 65 Lindón, Op. Cit., p. 432.

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