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Antonio Machado

(Los números de cada poema remiten a la edición de Manuel Alvar de las Poesías completas)

Soledades
II Fue una tarde lenta del lento verano.
He andado muchos caminos, Respondí a la fuente:
he abierto muchas veredas; No recuerdo, hermana,
he navegado en cien mares, mas sé que tu copla presente es lejana.
y atracado en cien riberas.
Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
En todas partes he visto como hoy sobre el mármol su monotonía.
caravanas de tristeza, ¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
soberbios y melancólicos que ves, sombreaban los claros cantares
borrachos de sombra negra, que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
y pedantones al paño
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...
que miran, callan, y piensan
Fue esta misma lenta tarde de verano.
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas. —No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra... Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
Y en todas partes he visto
yo sé que es lejana la amargura mía
gentes que danzan o juegan,
que sueña en la tarde de verano vieja.
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra. Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
Nunca, si llegan a un sitio,
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
preguntan a dónde llegan.
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa —Yo no sé leyendas de antigua alegría,
ni aun en los días de fiesta. sino historias viejas de melancolía.
Donde hay vino, beben vino;
Fue una clara tarde del lento verano...
donde no hay vino, agua fresca.
Tú venías solo con tu pena, hermano;
Son buenas gentes que viven, tus labios besaron mi linfa serena,
laboran, pasan y sueñan, y en la clara tarde dijeron tu pena.
y en un día como tantos,
Dijeron tu pena tus labios que ardían;
descansan bajo la tierra.
la sed que ahora tienen, entonces tenían.
—Adiós para siempre la fuente sonora,
VI del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
Fue una clara tarde, triste y soñolienta
fuente, es más amarga que la pena mía.
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta... Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruïdo abrióse la puerta
La fuente sonaba.
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
sonó en el silencio de la tarde muerta.
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.
XI
En el solitario parque, la sonora
copia borbollante del agua cantora Yo voy soñando caminos
me guió a la fuente. La fuente vertía de la tarde. ¡Las colinas
sobre el blanco mármol su monotonía. doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?

1
¿Adónde el camino irá? CANCIONES
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero... XLIII
—La tarde cayendo está—.
Era una mañana y abril sonreía.
En el corazón tenía Frente al horizonte dorado moría
la espina de una pasión; la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
logré arrancármela un día; cual tenue ligera quimera, corría
ya no siento el corazón. la nube que apenas enturbia una estrella.
Y todo el campo un momento ........................................................................
se queda, mudo y sombrío,
Como sonreía la rosa mañana
meditando. Suena el viento
al sol del Oriente abrí mi ventana;
en los álamos del río.
y en mi triste alcoba penetró el Oriente
La tarde más se oscurece; en canto de alondras, en risa de fuente
y el camino se serpea y en suave perfume de flora temprana.
y débilmente blanquea, Fue una clara tarde de melancolía
se enturbia y desaparece. Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
Mi cantar vuelve a plañir:
perfume de rosas, doblar de campanas...
Aguda espina dorada,
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
quién te volviera a sentir
suave de rosas aromado aliento...
en el corazón clavada.
... ¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
DEL CAMINO .........................................................................
XXI
Pregunté a la tarde de abril que moría:
Daba el reloj las doce... y eran doce ¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
golpes de azada en tierra... La tarde de abril sonrió: La alegría
pasó por tu puerta —y luego, sombría:—
... ¡Mi hora! —grité— ... El silencio
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
HUMORISMOS. FANTASÍAS. APUNTES
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja LIX
y encontrarás una mañana pura
Anoche cuando dormía
amarrada tu barca a otra ribera.
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
XXII
Di, ¿por qué acequia escondida,
Sobre la tierra amarga, agua, vienes hasta mí,
caminos tiene el sueño manantial de nueva vida
laberínticos, sendas tortuosas, de donde nunca bebí?
parques en flor y en sombra y en silencio; Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
criptas hondas, escalas sobre estrellas;
que una colmena tenía
retablos de esperanzas y recuerdos.
dentro de mi corazón;
Figurillas que pasan y sonríen
y las doradas abejas
—juguetes melancólicos de viejo—;
iban fabricando en él,
imágenes amigas, con las amarguras viejas,
a la vuelta florida del sendero, blanca cera y dulce miel.
y quimeras rosadas Anoche cuando dormía
que hacen camino... lejos... soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
XXXV Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
Al borde del sendero un día nos sentamos.
y era sol porque alumbraba
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
y porque hacía llorar.
son las desesperantes posturas que tomamos
Anoche cuando dormía
para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita.
2
soñé, ¡bendita ilusión!, proyecta nuestra imagen
que era Dios lo que tenía con un perfil grotesco.
dentro de mi corazón.
Sentimos una ola
de sangre, en nuestro pecho,
que pasa... y sonreímos,
GALERÍAS
y a laborar volvemos.
LXI (Introducción)
Leyendo un claro día LXXVII [III]
mis bien amados versos,
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
he visto en el profundo
tú eres nostalgia de la vida buena
espejo de mis sueños
y soledad de corazón sombrío,
que una verdad divina de barco sin naufragio y sin estrella.
temblando está de miedo,
Como perro olvidado que no tiene
y es una flor que quiere
huella ni olfato y yerra
echar su aroma al viento.
por los caminos, sin camino, como
El alma del poeta el niño que en la noche de una fiesta
se orienta hacia el misterio.
se pierde entre el gentío
Sólo el poeta puede
y el aire polvoriento y las candelas
mirar lo que está lejos
chispeantes, atónito, y asombra
dentro del alma, en turbio
su corazón de música y de pena.
y mago sol envuelto.
así voy yo, borracho melancólico,
En esas galerías,
guitarrista lunático, poeta,
sin fondo, del recuerdo,
y pobre hombre en sueños,
donde las pobres gentes
siempre buscando a Dios entre la niebla.
colgaron cual trofeo
el traje de una fiesta
apolillado y viejo, LXXIX
allí el poeta sabe
Desnuda está la tierra,
el laborar eterno
y el alma aúlla al horizonte pálido
mirar de las doradas
como loba famélica. ¿Qué buscas,
abejas de los sueños.
poeta, en el ocaso?
Poetas, con el alma
¡Amargo caminar, porque el camino
atenta al hondo cielo,
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
en la cruel batalla
y la noche que llega, y la amargura
o en el tranquilo huerto,
de la distancia!... En el camino blanco
la nueva miel labramos algunos yertos árboles negrean;
con los dolores viejos,
en los montes lejanos
la veste blanca y pura
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
pacientemente hacemos,
poeta, en el ocaso?
y bajo el sol bruñimos
el fuerte arnés de hierro.
El alma que no sueña,
el enemigo espejo,

3
Campos de Castilla
XCVI (Retrato) Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y un huerto claro donde madura el limonero;
y una redonda loma cual recamado escudo,
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, para formar la corva ballesta de un arquero
más recibí la flecha que me asignó Cupido, en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
pero mi verso brota de manantial sereno;
desnudos peñascales, algún humilde prado
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
donde el merino pace y el toro, arrodillado
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
Adoro la hermosura, y en la moderna estética lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
mas no amo los afeites de la actual cosmética, ¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
del Duero.
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
El Duero cruza el corazón de roble
A distinguir me paro las voces de los ecos,
de Iberia y de Castilla.
y escucho solamente, entre las voces, una.
¡Oh, tierra triste y noble,
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera la de los altos llanos y yermos y roquedas,
mi verso, como deja el capitán su espada: de campos sin arados, regatos ni arboledas;
famosa por la mano viril que la blandiera, decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
no por el docto oficio del forjador preciada. y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
Converso con el hombre que siempre va conmigo
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
Castilla miserable, ayer dominadora,
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
que me enseñó el secreto de la filantropía.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
el traje que me cubre y la mansión que habito, cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
Y cuando llegue el día del último vïaje, La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
me encontraréis a bordo ligero de equipaje, Castilla no es aquella tan generosa un día,
casi desnudo, como los hijos de la mar. cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
XCVIII (A orillas del Duero) o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. indianos a la corte, la madre de soldados,
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, guerreros y adalides que han de tornar, cargados
buscando los recodos de sombra, lentamente. de plata y oro, a España, en regios galeones,
A trechos me paraba para enjugar mi frente para la presa cuervos, para la lid leones.
y dar algún respiro al pecho jadeante; Filósofos nutridos de sopa de convento
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante contemplan impasibles el amplio firmamento;
y hacia la mano diestra vencido y apoyado y si les llega en sueños, como un rumor distante,
en un bastón, a guisa de pastoril cayado, clamor de mercaderes de muelles de Levante,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
aves de altura, hollando las hierbas montaraces Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—. Castilla miserable, ayer dominadora,
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.

4
El sol va declinando. De la ciudad lejana Es horrible y grotesta su figura;
me llega un armonioso tañido de campana flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—. ojos de calentura
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas; iluminan su rostro demacrado.
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen Huye de la ciudad... Pobres maldades,
de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen. misérrimas virtudes y quehaceres
Hacia el camino blanco está el mesón abierto de chulos aburridos, y ruindades
al campo ensombrecido y al pedregal desierto. de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
XCIX (Por tierras de España) —rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
El hombre de estos campos que incendia los pinares
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
y su despojo aguarda como botín de guerra,
—¡carne triste y espíritu villano!—.
antaño hubo raído los negros encinares,
No fue por una trágica amargura
talado los robustos robledos de la sierra.
esta alma errante desgajada y rota;
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la tempestad llevarse los limos de la tierra
la terrible cordura del idiota.
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
CXV (A un olmo seco)
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes Al olmo viejo, hendido por el rayo
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. y en su mitad podrido,
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto, con las lluvias de abril y el sol de mayo
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas algunas hojas verdes le han salido.
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
¡El olmo centenario en la colina
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
que lame el Duero! Un musgo amarillento
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
le mancha la corteza blanquecina
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
al tronco carcomido y polvoriento.
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales. No será, cual los álamos cantores
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza, que guardan el camino y la ribera,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza; habitado de pardos ruiseñores.
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
Ejército de hormigas en hilera
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
va trepando por él, y en sus entrañas
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
urden sus telas grises las arañas.
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero, Antes que te derribe, olmo del Duero,
la forma de un inmenso centauro flechador. con su hacha el leñador, y el carpintero
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta te convierta en melena de campana,
—no fue por estos campos el bíblico jardín—: lanza de carro o yugo de carreta;
son tierras para el águila, un trozo de planeta antes que rojo en el hogar, mañana,
por donde cruza errante la sombra de Caín. ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
CVI (Un loco) y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
Es una tarde mustia y desabrida
por valles y barrancas,
de un otoño sin frutos, en la tierra
olmo, quiero anotar en mi cartera
estéril y raída
la gracia de tu rama verdecida.
donde la sombra de un centauro yerra.
Mi corazón espera
Por un camino en la árida llanura,
también, hacia la luz y hacia la vida,
entre álamos marchitos,
otro milagro de la primavera.
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
CXIX
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones, Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
y ruinas de viejos encinares, Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
coronando los agrios serrijones. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
El loco vocifera Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
a solas con su sombra y su quimera.

5
CXXX (La saeta) al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.
¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos, Buen don Guido, ya eres ido
siempre con sangre en las manos, y para siempre jamás...
siempre por desenclavar! Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
¡Cantar del pueblo andaluz, Yo pregunto: ¿Qué llevaste
que todas las primaveras al mundo donde hoy estás?
anda pidiendo escaleras
¿Tu amor a los alamares
para subir a la cruz!
y a las sedas y a los oros,
¡Cantar de la tierra mía,
y a la sangre de los toros
que echa flores
y al humo de los altares?
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores! Buen don Guido y equipaje,
¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡buen viaje!...
¡No puedo cantar, ni quiero El acá
a ese Jesús del madero, y el allá,
sino al que anduvo en el mar! caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
CXXXIII (Llanto de las virtudes y cero, cero.
coplas por la muerte de don Guido)
¡Oh las enjutas mejillas,
Al fin, una pulmonía amarillas,
mató a don Guido, y están y los párpados de cera,
las campanas todo el día y la fina calavera
doblando por él: ¡din-dan! en la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
Murió don Guido, un señor
La barba canosa y lacia
de mozo muy jaranero,
sobre el pecho;
muy galán y algo torero;
metido en tosco sayal,
de viejo, gran rezador.
las yertas manos en cruz,
Dicen que tuvo un serrallo ¡tan formal!
este señor de Sevilla; el caballero andaluz.
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro CXXXV (El mañana efímero)
en refrescar manzanilla.
La España de charanga y pandereta,
Cuando mermó su riqueza,
cerrado y sacristía,
era su monomanía
devota de Frascuelo y de María,
pensar que pensar debía
de espíritu burlón y alma inquieta,
en asentar la cabeza.
ha de tener su marmol y su día,
Y asentóla su infalible mañana y su poeta.
de una manera española, En vano ayer engendrará un mañana
que fue casarse con una vacío y por ventura pasajero.
doncella de gran fortuna; Será un joven lechuzo y tarambana,
y repintar sus blasones, un sayón con hechuras de bolero,
hablar de las tradiciones a la moda de Francia realista
de su casa, un poco al uso de París pagano
escándalos y amoríos y al estilo de España especialista
poner tasa, en el vicio al alcance de la mano.
sordina a sus desvaríos. Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
Gran pagano,
esa España inferior que ora y embiste,
se hizo hermano
cuando se digna usar la cabeza,
de una santa cofradía;
aún tendrá luengo parto de varones
el Jueves Santo salía,
amantes de sagradas tradiciones
llevando un cirio en la mano
y de sagradas formas y maneras;
—¡aquel trueno!—,
florecerán las barbas apostólicas,
vestido de nazareno.
y otras calvas en otras calaveras
Hoy nos dice la campana
brillarán, venerables y católicas.
que han de llevarse mañana
6
El vano ayer engendrará un mañana se hace camino al andar.
vacío y ¡por ventura! pasajero, Al andar se hace el camino,
la sombra de un lechuzo tarambana, y al volver la vista atrás
de un sayón con hechuras de bolero; se ve la senda que nunca
el vacuo ayer dará un mañana huero. se ha de volver a pisar.
Como la náusea de un borracho ahíto Caminante no hay camino
de vino malo, un rojo sol corona sino estelas en la mar.
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito XLIV
en la tarde pragmática y dulzona.
Todo pasa y todo queda,
Mas otra España nace,
pero lo nuestro es pasar,
la España del cincel y de la maza,
pasar haciendo caminos,
con esa eterna juventud que se hace
caminos sobre la mar.
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
LIII
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora, Ya hay un español que quiere
España de la rabia y de la idea. vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
CXXXVI (Proverbios y cantares) Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
I
Una de las dos Españas
Nunca perseguí la gloria ha de helarte el corazón.
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles, CXXXVII (Parábolas)
ingrávidos y gentiles
I
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse Era un niño que soñaba
de sol y grana, volar un caballo de cartón.
bajo el cielo azul, temblar Abrió los ojos el niño
súbitamente y quebrarse. y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
XV el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
Cantad conmigo a coro: Saber, nada sabemos,
¡Ahora no te escaparás!
de arcano mar venimos, a ignota mar iremos...
Apenas lo hubo cogido,
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
el niño se despertó.
tres arcas cierra una desconocida llave.
Tenía el puño cerrado.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¡El caballito voló!
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
XXIV
un caballito soñado.
De diez cabezas, nueve Y ya no volvió a soñar.
embisten y una piensa. Pero el niño se hizo mozo
Nunca extrañéis que un bruto y el mozo tuvo un amor,
se descuerne luchando por la idea. y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
XXVIII Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
Todo hombre tiene dos
el caballito soñado
batallas que pelear:
y el caballo de verdad.
en sueños lucha con Dios;
Y cuando vino la muerte,
y despierto, con el mar.
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
XXIX
¡Quién sabe si despertó!
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,

7
Nuevas canciones
CLXI (Proverbios y cantares) LIII
Tras el vivir y el soñar,
I
está lo que más importa:
El ojo que ves no es despertar.
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve. LXXXV
¿Tu verdad? No, la Verdad,
VIII y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Hoy es siempre todavía

XLVI
CLXIV (Glosando a Ronsard y otras
Se miente más de la cuenta rimas. De mi cartera)
y, por falta de imaginación,
hasta la verdad se inventa I
Ni mármol duro y eterno,
L
ni música ni pintura,
Con el tú de mi canción sino palabra en el tiempo.
no te aludo, compañero;
ese tú soy yo. VI
Verso libre, verso libre...
Líbrate, mejor, del verso
cuando te esclavice.

De un cancionero apócrifo
CLXVII (Al Gran Cero)
junto al agua viva y santa,
Cuando el Ser que se es hizo la nada
toda sed y toda fuente.
y reposó, que bien lo merecía,
ya tuvo el día noche, y compañía En ese jardín, Guiomar,
tuvo el hombre en la ausencia de la amada. el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
Fiat umbra! Brotó el pensar humano.
se funden y complementan
y el huevo universal alzó, vacío,
nuestras horas. Los racimos
ya sin color, desubstanciado y frío,
de un sueño -juntos estamos-
lleno de niebla ingrávida, en su mano.
en limpia copa exprimimos,
Toma el cero integral, la hueca esfera, y el doble cuento olvidamos.
que has de mirar, si lo has de ver, erguido.
(Uno: mujer y varón,
Hoy que es espalda el lomo de tu fiera,
aunque gacela y león,
y es el milagro del no ser cumplido, llegan juntos a beber.
brinda, poeta, un canto de frontera El otro: no puede ser
a la muerte, al silencio y al olvido. amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.
CLXXIII (Canciones a Guiomar)
CLXXIV (Otras canciones a Guiomar)
En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río, VI
jardín de un tiempo cerrado
Y te enviaré mi canción:
con verjas de hierro frío.
«Se canta lo que se pierde»,
Un ave insólita canta con un papagayo verde
en el almez, dulcemente, que la diga en tu balcón.

8
Poesías de Soledades
XXII S (A Juan Ramón Jiménez) exclama, y luego dice: 'Aunque las presas son,
lo mismo que las garras, pura figuración'.
El poeta es jardinero. En sus jardines Sobre la blanca arena, aparece un caimán
corre sutil la brisa que muerde ahincadamente en el bronce de Kant.
con livianos acordes de violines, Tus formas, tus principios y tus categorías,
llanto de ruiseñores, redes que el mar escupe, enjutas y vacías.
ecos de voz lejana y clara risa Kratilo ha sonreído y arrugado Zenón
de jóvenes amantes habladores. el ceño, adivinando a M. de Bergsón.
Y otros jardines tiene. Allí la fuente Puedes coger cenizas del fuego heraclitano,
le dice: Te conozco y te esperaba. mas no apuñar la honda que fluye, con tu mano.
Y él, al verse en la onda transparente: Vuestras retortas, sabios, sólo destilan heces.
¡Apenas soy aquel que ayer soñaba! ¡Oh, machacad zurrapas en vuestros almireces!
Y otros jardines tiene. Los jazmines Medir las vivas aguas del mundo...¡desvarío!
añoran ya verbenas del estío, Entre las dos agujas de tu compás va el río.
y son liras de aroma estos jardines, La realidá es la vida, fugaz, funambulesca,
dulces liras que tañe el viento frío. el cigarrón voltario, el pez que nadie pesca.
Y van pasando solitarias horas, Si queréis saber algo del mar, vuelve otra vez,
y ya las fuentes, a la luna llena, un poco pescador y un tanto pez.
suspiran en los mármoles, cantoras, En la barra del puerto bate la marejada,
y en todo el aire sólo el agua suena. y todo el mar resuena como una carcajada.

XXVII S (Apuntes, parábolas, XXVIII S (Tres cantares enviados a


proverbios y cantares) Unamuno)
II I
Si me tengo que morir Señor, me cansa la vida,
poco me importa aprender tengo la garganta ronca
y si no puedo saber de gritar sobre los mares,
poco me importa vivir. la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
IV y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
Pensar el mundo es como hacerlo nuevo
solo, con el mar a solas.
de la sombra o la nada, desustanciado y frío.
Bueno es pensar, decolorir el huevo
II
universal, sorberlo hasta el vacío.
Pensar: borrar primero y dibujar después, O tú y yo jugando estamos
y quien borrar no sabe camina en cuatro pies. al escondite, Señor,
Una neblina opaca confunde toda cosa: o la voz con que te llamo
el monte, el mar, el pino, el pájaro, la rosa. es tu voz.
Pitágoras alarga a Cartesius la mano.
Es la extensión sustancia del universo humano. III
Y sobre el lienzo blanco o la pizarra escura
Por todas partes te busco
se pinta, en blanco o negro, la cifra o la figura.
sin encontrarte jamás,
Yo pienso. (Un hombre arroja una traíña al mar
y en todas partes te encuentro
y la saca vacía; no ha logrado pescar.)
sólo por irte a buscar.
'No tiene el pensamiento traíñas sino amarras,
las cosas obedecen al peso de las garras',

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Poesías de guerra
LXXIII S (La primavera)
2. El poeta y la muerte
Más fuerte que la guerra -espanto y grima- Se le vio caminar solo con Ella,
cuando con torpe vuelo de avutarda sin miedo a su guadaña.
el ominoso trimotor se encima —Ya el sol en torre y torre, los martillos
y sobre el vano techo se retarda, en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
hoy tu alegre zalema el campo anima, Hablaba Federico,
tu claro verde el chopo en yemas guarda. requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
Fundida irá la nieve de la cima «Porque ayer en mi verso, compañera,
al hielo rojo de la tierra parda. sonaba el golpe de tus secas palmas,
Mientras retumba el monte, el mar humea, y diste el hielo a mi cantar, y el filo
da la sirena el lúgubre alarido, a mi tragedia de tu hoz de plata,
y en el azul el avión platea, te cantaré la carne que no tienes,
¡cuán agudo se filtra hasta mi oído, los ojos que te faltan,
niña inmortal, infatigable dea, tus cabellos que el viento sacudía,
el agrio son de tu rabel florido! los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
LXXXIV S (El crimen fue en Granada: A por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
Federico García Lorca)
3.
1. El crimen
Se le vio caminar...
Se le vio, caminando entre fusiles,
Labrad, amigos,
por una calle larga,
de piedra y sueño en el Alhambra,
salir al campo frío,
un túmulo al poeta,
aún con estrellas de la madrugada.
sobre una fuente donde llore el agua,
Mataron a Federico
y eternamente diga:
cuando la luz asomaba.
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
XCII S
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico Estos días azules y este sol de la infancia.
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

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