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Jordi Corominas
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Sin duda, cada una de las ciencias y sa- Las identidades, las categorías, los dis-
beres pueden enseñarnos algo sobre ella, cursos, son ambivalentes. Nos hacen via-
pero al final nuestra sexualidad se resiste bles, pero nos someten, nos ofrecen un
a un estudio objetivo. Solo se puede vivir sentido, pero nos impiden acercarnos a
subjetivamente, singularmente. Si intima- nuestra complejidad y singularidad radica-
mos con las personas, si nos dan cuenta les. Como decía Paul Ricoeur: “la sexua-
de su singularidad, pronto encontramos lidad quizás sea en el fondo impermeable
diferencias enormes que no encajan con a la reflexión e inaccesible a la conquista
las formas más extendidas de pensar la humana”2. Creo que es importante par-
sexualidad. Para algunas personas es tir de esta inasibilidad de la sexualidad,
muy importante que el sexo esté inserto del reconocimiento de que nuestra igno-
en un contexto de sentido, para otras lo rancia supera siempre con creces nues-
importante es que no lo esté. Hay quienes tro conocimiento, y de la ambivalencia
se reivindican como asexuales, sin ningún de todo discurso, para huir de actitudes
género de trauma ni represión, y quienes defensivas y de pontificaciones de todo
parecen obsesionados por el sexo. Ten- tipo bastante frecuentes en este campo.
demos a patologizar lo que se sale de la Si, como creo, P. Ricoeur y G. Coll-Pla-
norma y bajo divisiones en principio libe- nas tienen razón, las tesis que podamos
radoras se establecen nuevos dogmas, alcanzar sobre la sexualidad son provisio-
patologías y cirugías como si la realidad nales e inevitablemente sesgadas: ilumi-
debiera plegarse al concepto. Es lo que nan un aspecto, pero oscurecen otro.
ilustra el siguiente chiste:
Esta conciencia de la provisionalidad y
Un hombre va a probarse una america- ambigüedad de cualquier discurso sobre
na. Al ponérsela se queja de que la man- la sexualidad nos impide pensar que al-
ga es demasiado larga, la otra demasia- guna disciplina académica o clínica pue-
do corta, que no se la puede abrochar da proporcionarnos una manera infalible,
y que el cuello no le alcanza, a lo que el o mejor que ninguna otra, de entender
sastre responde: “Tranquilo, si encoge la sexualidad humana. Las intuiciones de
el brazo derecho, alarga el izquierdo, se muchas personas, desde las pensadoras
pone un poco curvado y esconde la ba- feministas hasta los biólogos molecula-
rriga, le queda perfecto”. Al salir el clien- res, son esenciales para la comprensión
te a la calle con la americana puesta un de la sexualidad. Por mi formación filo-
transeúnte le comenta a otro: “Mira que sófica, aquí abundaré en lo que conozco
tío más desgarbado, pobre, suerte de un poco más, es decir, en una perspec-
su americana”1. tiva filosófica.
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4 Este tipo de roles, contrario a nuestros estereotipos, Una de las grandes aportaciones de los
es lo que Margaret Mead descubre en algunas estudios antropológicos es cuestionar
culturas. Cf. Margaret Mead, Sexo y temperamento
en tres sociedades primitivas, Paidós Ibérica, 2006. que exista algún tipo de estructuración
5 Es interesante observar que no existen animales universal de la sexualidad. Pero de toda
enteramente homosexuales, es decir, que se relacionen
exclusivamente con miembros de su mismo género. Los la ingente variedad de estructuraciones
bonobos, por ejemplo, son literalmente pansexuales,
pero hasta donde sabemos no se ha encontrado una
que nos muestra la antropología quizás
orientación homosexual exclusiva entre los animales. podemos sacar una conclusión: Lo uni-
Cf. Franz Whaal, El mono que llevamos dentro,
Tusquets, Barcelona, 2010, p.106 ss. versal no es un determinado tipo de orga-
6 Gilbert Herdt, Same sex, different cultures, nización, sino la necesidad de estructurar
exploring gays and lesbian lives, Westwiew Press,
USA, 1997. Ha sido en los últimos cien años que socialmente la sexualidad humana con
en la cultura occidental ha empezado a considerarse todo el aparato de prohibiciones, tabúes
que la actividad homosexual es algo que cierto tipo
de personas realiza. Aunque también en este tipo y hábitos que ello conlleva. Lo universal es
de afirmaciones tenemos que ser extremadamente que haya siempre prohibiciones interiori-
cautelosos, pues desconocemos muchos usos de
culturas desaparecidas o exterminadas. Por ejemplo, zadas, pero, estrictamente, no hay nin-
según Bret Hinsch entre los Tapirapés, cuando guna prohibición determinada universal.
el hombre se casa vive con su esposa, y cuando
ésta se queda embarazada, otros hombres tienen Schelsky lo dice muy bien: «Una vez que
trato sexual con ella pues se cree que el niño o la
niña será más fuerte con más semen. La cultura
se consigue hacer que las normas sexua-
Tapirapé, conformada por un grupo indígena del Mato les establecidas por la sociedad parezcan
Grosso del Brasil que ha entrado muy recientemente
en contacto con las culturas occidentales, es una de indudables a la conciencia social y huma-
las pocas culturas fuera de la cultura Occidental en na que una sociedad tiene de sí misma, a
la que los hombres adultos pueden tener relaciones
homosexuales igualitarias con otro adulto sin que todos les resulta natural comportarse de
ninguno de ellos tome un rol femenino. Cf. Bret Hinch, acuerdo con ellas. Pero entonces el cali-
Passions of the Cut Sleeve, University of California
Press, 1990, p.13 ficativo de natural de ningún modo tiene
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cuerpo hembril que se sienta hombre o to, subyacen tras la gestión médica de la
que una persona con un cuerpo machil intersexualidad y la aproximación de las
que se sienta mujer difícilmente encon- diferentes disciplinas a la sexualidad.
trarán un lugar en el espacio social en
que sentirse reconocidas y respetadas ¿Cuáles son en la actualidad los esque-
plenamente”18. mas de pensamiento dominantes? Si
entendemos el término paradigma como
El que una criatura intersexual o transe- esquema de pensamiento o esquema
xual deba criarse como varón o mujer y formal de organización mental que nos
someterse a alteraciones quirúrgicas y lleva a concebir las cosas de una deter-
diversos regímenes hormonales, el que minada manera, bien podríamos hablar
una deportista deba hormonarse para de cuatro grandes paradigmas o marcos
compensar sus “ventajas competitivas”, teóricos que suelen subsumir a un con-
depende de lo que pensemos sobre una junto de teorías científicas y sociales en
variedad de cuestiones que trascienden una cierta coherencia entre ellas: el marco
las ciencias naturales. De hecho, como del biologismo, el de su opuesto el ultra-
exponíamos en el primer interrogante, lo construccionismo, el del construccionis-
que se defiende como natural lo es mu- mo moderado y el sistémico. Es lo que
cho menos de lo que nos parece y aún en intentaré resumir ahora.
el supuesto de que pudiéramos estable-
cer algo como “natural” todavía queda- 5. El cuerpo bajo el poder de las
ría la cuestión de responder porque nos fuerzas biológicas o de las sociales
deberíamos regir por designios naturales
como si la naturaleza fuera normativa. El biologismo19 tiene su expresión más
popular en una concepción genocéntri-
Si tenemos en cuenta todas las cuestio- ca de la sexualidad: somos lo que dictan
nes anteriores parece obvio que nuestros nuestros genes y los concebimos como
cuerpos son demasiado complejos para
proporcionarnos respuestas definidas so-
19 Con esta denominación hago referencia a aquella
bre las diferencias sexuales. Cuanto más doctrina que aplica los conceptos categoriales de la
buscamos una base física simple para el biología a campos no biológicos, especialmente a
los campos de las ciencias humanas y al campo
sexo, más claro resulta que el «sexo» no de la filosofía. Por ejemplo, la sociobiología es
una doctrina biologista en tanto que pretende
es una categoría puramente física. Las explicar en términos exclusivamente biológicos los
señales y funciones corporales que defini- comportamientos sociales de los seres humanos.
El biologismo, además de ser cuestionado por
mos como masculinas o femeninas están su reduccionismo, ha sido criticado por su carga
ya imbricadas en nuestras concepciones ideológica. Es el caso, por ejemplo, de quien acude
a la genética con el fin de justificar la situación de
del género. Nuestras teorías del sexo y el inferioridad de la mujer o de ciertos grupos étnicos
género, nuestros marcos de pensamien- o raciales, o también de los que utilizan la teoría
de la evolución de Darwin (darwinismo social) para
justificar las desigualdades sociales de la sociedad
18 Gerard Coll-Planes, op., cit., p. 219 capitalista.
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una plantilla para el desarrollo, como una ción y en las mujeres los genes que tienen
información lineal que no hay más que ex- que ver con la crianza. El cerebro mascu-
traer del libro de la vida. Así se busca el lino habría sido preparado desde miles y
gen de la “homosexualidad”, la “transe- miles de años para la comprensión de las
xualidad”, la timidez o la agresividad en relaciones espaciales, para resolver pro-
las relaciones sexuales, etc. En el fondo blemas mecánicos, para concentrarse y
se hace presente el viejo esencialismo fi- controlar las emociones y el cerebro fe-
losófico ahora traducido en esencialismo menino se habría especializado en la ha-
biológico o feminista (feminismo de la dife- bilidad verbal, la sensibilidad emocional y
rencia): se supone que existe una esencia la capacidad para hacer varias cosas si-
real, auténtica, de aquello que es inmuta- multáneamente23. “Los hombres tendrían
ble y constitutivo de una persona. Dicha un mayor ímpetu sexual y es natural que
esencia se considera presocial: la socie- a diferencia de las mujeres fantaseen con
dad la puede fomentar o reprimir, pero no mantener relaciones sexuales con diferen-
modificar. El género es exclusivamente la tes personas ya que el inseminar a tantas
expresión externa de propiedades bioquí- hembras como pueden responde a una
micas, hormonales, neuronales y genéti- estratagema de adaptación biológica”24.
cas que diferencian al hombre y a la mujer
y , a la vez, determinan su relación y, por No podemos olvidar que durante el siglo
tanto, no habría razón para distinguir el XIX la “ciencia” explicaba cómo y porqué
sexo del género, porque el sexo biológico la mujer no tenía que gozar de los mis-
determina el género correspondiente. mos derechos de los hombres. La ideo-
logía de la naturaleza diferente y comple-
La mayoría de los biologistas defienden mentaria de los sexos se convirtió en la
la supremacía masculina20 , pero también ideología legitimadora de un espacio pú-
encontramos autoras biologistas que de- blico ocupado por los varones y de una
fienden la superioridad femenina21. Los espacio privado regentado por las mu-
argumentos son diversos: la evolución jeres. Por un lado la razón masculina, y
de la humanidad y el reparto de labo- por otro el “cuidado” de los demás de las
res habría ido marcando nuestros genes mujeres y su especial sensibilidad y afec-
y esculpiendo sutiles diferencias en los tividad. Por esto las mujeres quedaban
celebros masculino y femenino22. En los confinadas al ámbito doméstico donde
hombres primarían los genes que tienen por su naturaleza intrínseca eran mucho
relación con la orientación y la organiza- mejor que los hombres.
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27 X. Zubiri, Sobre el hombre, Al. Editorial, Madrid, 28 Arnold Gehlen, El hombre: su naturaleza y su lugar
1987. en el mundo. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1987
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abren diversas posibilidades que se- En nuestro cuerpo todo lo psíquico (cul-
leccionamos más o menos libremente tural, social, fruto de la propia libertad…)
según como hayamos sido lastrados y es orgánico y todo lo orgánico (neurológi-
configurados individual, social e históri- co, hormonal, morfológico) es psíquico. El
camente. El cuerpo humano es una es- color pálido de una cara, por ejemplo, es
tructura liberada del estímulo, del instin- algo orgánico desde cierto punto de vista
to, de las respuestas automatizadas. No (“flujo sanguíneo”) y psíquico desde otro
es solo que el ser humano no esté deter- (“está asustado”). No hay dos sustancias
minado a actuar de una manera inmedia- autosuficientes en el hombre, pero tam-
ta y compulsiva, es que además necesita poco hay una única sustancia material.
hábitos, costumbres, para ligar cada uno La relación entre lo psíquico y lo orgánico
de los momentos de la acción (percep- hay que entenderlo como dos dimensio-
ción, sensación, respuesta) y culminarla. nes de un único sistema. Ni las células
Sin estos hábitos seríamos inviables29. ni el cerebro piensan, el que piensa es el
sistema completo que integra en cada in-
La llegada al mundo de un niño es la de dividuo su condición biológica y psíquica.
un organismo prematuro, débil, plás-
tico, que para ser viable necesita una Los llamados niños “salvajes” brindan un
estructuración psicológica, social y cul- buen ejemplo para comprender el cuerpo
tural. Necesita las pautas, las rutinas, la humano desde esta perspectiva sistémi-
atención y el afecto de su entorno para ca (ni dualista ni biologista). El animal llena
sobrevivir, desarrollarse, experimentar con sus esquemas específicos la falta del
el gusto de vivir y adquirir un modo de entorno humano del niño. La humanidad
vida humano. Los otros se insertan lite- del cuerpo de los niños salvajes estriba en
ralmente en el cuerpo del bebé, en la fi- su extrema adaptabilidad porque incluso
jación y articulación de sus sensaciones, lo que es instintivo para el grupo animal
afectos y respuestas, y en su fisonomía adoptivo es cultural para el cuerpo huma-
(en su modo de reír, por ejemplo) mucho no. Sin embargo, si no se incrustan otros
antes de que llegue a tener conciencia seres humanos en el sistema de aprehen-
de ello30. Estos hábitos fijados no son siones, sentimientos y reacciones del niño
una simple modulación o complemento éste no llevará jamás una vida humana.
de nuestra estructura biológica, sino un
pilar tan fundamental que sin él no habría Somos por naturaleza seres culturales y
propiamente un cuerpo humano. estamos forzados a naturalizar hábitos
culturales. No hay dos tipos de proceso:
uno guiado por los genes, las hormonas y
29 Ibíd.,
30 X. Zubiri, op. cit, p. 235 y 241. De hecho, creo que las neuronas (naturaleza) y otro por el me-
nunca tendremos una conciencia cabal de la inserción dio ambiente, la sociedad y la cultura. Tan
de los demás en nuestros cuerpos. Es lo que nos
pueden ayudar a descubrir las ciencias sociales y el importantes pueden ser los genes como
psicoanálisis.
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nuevos según nuevas organizaciones de que han alcanzado todas estas funcio-
la materia33. Un sistema nuevo como el nes en el ser humano es tal que compa-
del cuerpo humano supone la aparición rar un ser humano con un chimpancé es
de propiedades nuevas, propias y especí- como comparar un gran supermercado
ficas del sistema, que no se explican des- con una pequeña tienda de pueblo. En
de las partes del mismo34. ella hay, sin duda, el embrión del gran
supermercado, pero el cambio cuantita-
Es posible que si desglosamos nuestro tivo (numero de empleados, superficie,
sistema encontremos las mismas propie- procesos administrativos, etc.) es de tal
dades que en los demás sistemas vivos, orden, la complejidad ha aumentado de
a lo sumo una diferencia cuantitativa en la un modo tan exponencial, que ya no po-
cantidad de neuronas, pero es el nuevo demos pensar el supermercado exclu-
modo en que quedan sistematizadas es- sivamente desde la tienda del pueblo,
tas propiedades el que da pie a cualida- como no podemos pensar la vida exclu-
des nuevas como la posibilidad de tomar sivamente desde la materia inerte.
decisiones libres.
Quizás el problema de fondo es que la
Si tiro una piedrecita a un cristal no le continuidad y la diferencia entre animales
pasa nada, pero si voy aumentando sis- y humanos se ha pensado siempre bajo
temáticamente el tamaño de la piedra lle- metafísicas materialistas (que reducen el
gará un momento que romperé el cristal. todo a una parte: por ejemplo a los genes)
El cambio cuantitativo produce efectos y o dualistas (que introducen nuevas ente-
cualidades nuevas. Pedro Laín Entralgo lequias: por ejemplo un alma). Pensar con
lo explica muy bien35: Los chimpancés un esquema sistémico puede ayudarnos
sienten, recuerdan, tienen un embrión de a hacer justicia a ambas posiciones: no
conciencia, aprenden, inventan, espe- podemos diferenciar nítidamente entre lo
ran, se comunican, pero la complejidad biológico –sexo– y lo cultural –género– ni
suponer la maleabilidad del género frente
33 Son los llamados emergentismos sistémicos, al carácter permanente e inmutable del
estructurismos dinámicos o materialismos
estructuristas. Entre los autores que lo defienden sexo. Pero sí que podemos diferenciar en
destacan M. Bunge, K, Popper, J. Searle, J. el sistema psicoorgánico que conforma el
Montserrat, X. Zubiri, P. Laín Entralgo.
34 Mario Bunge, El problema mente celebro, un cuerpo humano un subsistema orgánico
enfoque psicobiológico, Tecnos, Madrid,1985. El
emergentismo afirma en esencia que la realidad
más accesible a las ciencias naturales y
evolutiva del cosmos se ordena en tres niveles un subsistema psíquico, a la vez socio-
ascendentes: la materia inanimada, la materia viviente
y la conciencia, cada uno de los cuales emerge del cultural y biográfico, cuyo estudio es más
anterior con propiedades específicamente nuevas, propio de las ciencias sociales. En lo que
no reducibles a las que posee el nivel de realidad de
que emerge, e impredecibles, por tanto, mediante sigue trataremos de acercarnos a la se-
el conocimiento de éstas, por científico y exhaustivo xualidad desde estos dos subsistemas.
que parezca ser.
35 Pedro Laín Entralgo, Cuerpo y alma, Espasa-
Calpe, Madrid, 1991, pp. 166 ss.
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de manera artificiosa el sistema de placer, probar si el paraguas era suyo. Así creo
desconectándolo de cualquier estímulo y que sucede con nuestros deseos. Los
de cualquier respuesta. Esta independen- otros han intervenido en nuestras pulsio-
cia de cada uno de los momentos de la nes sin que podamos acabar de enten-
acción en el ser humano hace que pue- der muy bien nuestros propios deseos ni
dan establecerse conexiones muy diver- si son realmente nuestros o son los de-
sas, patrones culturales absolutamente seos de los otros en mi.
originales o patológicos (piénsese en la
anorexia), y que las demás personas pue- Un ejemplo concreto de como se fija la pul-
dan estar muy presentes en el estableci- sión es el que nos muestran los estudios
miento de estas pautas. sobre la sonrisa. Los recién nacidos son-
ríen de manera espontánea durante la fase
Este rompimiento del patrón instintivo in- REM del sueño, pero al principio no es un
tegra la sexualidad humana en el mundo modo de expresión emocional. A las dos
del deseo, la cultura y la libertad y la so- semanas, el bebé comienza a sonreír es-
mete a una singularidad inabarcable. En porádicamente cuando está despierto. A
cada cuerpo hay una sexualidad diferen- los tres meses sonríe mucho más a menu-
te, algún patrón de conducta y combina- do y de manera no aleatoria, en respuesta
ción nueva entre los diferentes momentos a estímulos externos. Entre los seis meses
de la acción. Lo único que podemos ha- y los dos años de edad, la sonrisa expre-
cer es fijarnos en algunos de los nudos sa ya una amplia variedad de expresiones
básicos que, imbricados entre ellos y con faciales: sorpresa, enojo, entusiasmo y
el subsistema anterior, nos dan la singula- puede ir acompañada de «arrugamientos
ridad de cada uno. de nariz, caídas de mandíbula, parpadeos,
exhalaciones y levantamientos de cejas
8.1 Deseo que sirven para comunicar estados de áni-
mo desde el placer hasta la pillería»41. Así,
El deseo es una fijación de las pulsiones en un lapso de dos años, la sonrisa, por la
y puede ser más o menos consciente, intervención de los otros, cambia de for-
pero en cualquier caso empieza no sién- ma y se conecta con diversas acciones
dolo, empieza por la intervención de los expresivas. Por esta compleja estructura
otros. Creo que sucede un poco como a la vez biológica, social y psicológica,
el experimento de Bernheim que impre- el deseo sexual y su expresión tiene una
sionó a Freud. Bernheim dio a una mu- extraordinaria variabilidad y lo mismo po-
jer hipnotizada la orden de que una vez dríamos decir del deseo de tener descen-
despierta fuera a un rincón de la habita- dencia y otros deseos.
ción y abriera un paraguas sin recordar la
orden. Así lo hizo y al preguntársele por
41 Anne Fausto-Sterling, op. cit., p. 55 ss. Zubiri dirá
qué lo hacía respondió que para com- que los otros esculpen nuestra fisonomía en nosotros.
Cf. X. Zubiri, Sobre el hombre, op. cit, p. 63
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Podríamos definir el deseo sexual como bién puede orientarse a diferentes para-
una sensación que mueve el individuo a filias, a niños u otras personas que no
buscar o estar receptivo a las experien- consienten, al sufrimiento de uno mismo
cias sexuales42. Una persona puede tener o a la humillación de la pareja. Mientras
un deseo sexual, pero puede no realizar en el animal el estímulo, el instinto y el
el deseo o refrenarlo por influencias per- paso a la acción están directamente re-
sonales, morales o religiosas. Reciente- lacionados, en el ser humano el deseo,
mente el fracaso de encontrar “una viagra por imperioso que sea (excepto en los
femenina” ha llevado a la reaparición de casos obsesivos compulsivos) no con-
viejos estereotipos: las mujeres respon- lleva un pasar al acto. Podemos querer
derían a una estimulación externa de tipo actuar en contra de nuestros deseos, o
emocional o psicológico (sentirse bien podemos vivir permanentemente en el
con la pareja), mientras que en el caso deseo sin pasar nunca a la acción. Pero,
del hombre se trataría más bien de una aún satisfaciéndolo, el deseo no queda
cuestión genital, de una tensión sexual de nunca plenamente colmado si no es por
carácter interno más relacionado con fan- la muerte o por un budismo radical44.
tasías o imágenes sexuales43. Creo que Ningún logro es suficiente, y toda sen-
podríamos decir, desde nuestra perspec- sación de saciedad está marcada por la
tiva sistémica, que el deseo de las per- fugacidad. Ni uno ni mil besos agotan el
sonas puede ser tanto una respuesta a deseo de besar y recibir besos; ni una ni
estímulos internos, como externos, que mil caricias logran hacernos desistir del
se solapa con una gran cantidad de fac- deseo de acariciar y recibir caricias.
tores, que puede haber mujeres con una
sexualidad más genital que emocional y 8.2 Erotismo
hombres con una sexualidad más emo-
cional que genital y que, en definitiva, el El deseo sexual está relacionado con el
rol social genérico juega un papel impor- placer, con la experiencia agradable en-
tante en la fijación del deseo. vuelta en la búsqueda de su satisfacción.
De hecho, entre placer y deseo sexual
Psicológicamente el deseo puede ser hay una especie de circularidad: el orgas-
reprimido, canalizado o sublimado. Tam- mo no es posible sin excitación, la excita-
ción no se produce sin placer y la falta del
42 Harold I. Lief, “Inhibited Sexual Desire”, medical
mismo conduce a la falta de deseo por-
aspects of human sexuality, 7, 1977, p. 10,
43 Rosemary Basson, “Rethinking low sexual desire
in Women”, International Journal of Obstetrics and 44 No ha faltado en la humanidad los que han
Gynaecology, 2002, pp. 357-363. Citado por Marta I. intentado evitar estos rasgos de angustia inherente
González, García, que se distancia de esta distinción a la vida humana. Y lo han pretendido hacer
entre el deseo masculino y femenino. Cf. Marta. recetando la anulación del deseo. Hablo de gente
I González, “La pregunta del deseo: el síndrome como los estoicos en Occidente o el Budismo en
de insuficiencia de andrógenos en las mujeres y la Oriente. En ambos casos, si consideramos las
imaginación farmacéutica”, Cartografías del cuerpo, versiones más radicales, se propugna la muerte del
Ed. Cátedra, Valencia, 2014, pp. 49-89. sujeto mediante la eliminación del deseo.
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que la actividad sexual deja de ser gratifi- un mero instrumento cuyo único interés
cante45. Fijémonos que se trata del placer sea el de saciar el propio deseo y también
envuelto en la misma actividad deseante puede vincularse con el deseo de tener
y no en su consumación. Así el placer de descendencia46 o puede impersonalizar-
comer no es haber comido sino estar co- se y desprenderse de todo vínculo afec-
miendo y el placer sexual no es la tran- tivo como en el caso de la pornografía.
quilidad después del orgasmo sino estar En cualquier caso, como en el erotismo la
alcanzándolo. pura biología es secundaria y puede estar
vertido hacia la intimidad y el deseo del
Llamamos erotismo a esta capacidad de otro, no es extraño que se haya relaciona-
sentir placer a través del deseo sexual y do con lo sagrado y con la vida47.
de detenerse en él y aumentarlo, a tra-
vés de técnicas en el modo de acariciar, 8.3 Orientación
afrodisíacos, vestidos, modos de hablar,
entornos agradables, etc. El erotismo tra- Imbricado con el deseo sexual y el erotis-
ta de disfrutar del desear en relación casi mo está la orientación del deseo sexual
siempre con el deseo de otro. Supone un que no coincide necesariamente ni con
detenimiento, una concentración, en la el sexo biológico ni con la identidad se-
relación de mi cuerpo con el cuerpo de xual. Ya hemos señalado anteriormente el
otra persona. Ya hemos advertido ante- caso de algunos transexuales. Los seres
riormente de la posibilidad humana de humanos tenemos diferentes patrones
desconectar diversos momentos de la de atracción sexual que solemos subsu-
acción que en los patrones instintivos es- mir bajo los términos de homosexualidad
tán rigurosamente encadenados. (atracción por el mismo sexo), heterose-
xualidad (atracción por el sexo opuesto)
El cultivo del erotismo lleva, a través del bisexualidad (atracción por los dos sexos)
desarrollo de múltiples sensaciones (tác- y asexualidad (no atracción por ninguno)48.
tiles, olfativas, visuales, auditivas, etc.) a Las investigaciones de las últimas déca-
intimar con las sensaciones del otro, a das parecen mostrar que la orientación
brindarse atenciones mutuas y a comu- sexual sigue un continuo que va desde
nicarse para ir aprendiendo a dar y reci- la atracción exclusiva por el propio sexo
bir placer. Toda la superficie del cuerpo
46 Ya hemos señalado antes que la reproducción,
es concebible como «zona erógena». La fundamental para la supervivencia de la especie, se
plasticidad de la excitabilidad erótica casi convierte en los seres humanos en una consecuencia
indirecta de la búsqueda de recompensas eróticas.
no tiene límites. Esta dimensión erótica Cf. Serge Wunsch, op. cit.,
puede vertebrarse con una dimensión 47 Bataille, Platón, Michel Henry.
48 Personalmente tengo muchas dudas de que esta
afectiva y personal en la que se acaricia al orientación sexual no sea patológica, pero como
otro o a la otra como un sujeto y no como hace pocas décadas también se consideraban
patológicas toda tendencia que saliera de los
estándares heterosexuales prefiero mantener una
45 Rosemary Basson, op. cit duda razonable.
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tan sutiles y éstas se encuentran tan im- poder donde el varón es dominante. La
bricadas con nuestra vida que difícilmen- identidad sexual o género, entonces, es
te las percibimos. De hecho, el género lo el sistema de saberes, discursos, prác-
vamos aprendiendo continuamente des- ticas sociales y relaciones de poder que
de que nacemos. Antes de que el niño o le da un contenido específico al cuerpo
niña pueda etiquetarse a sí mismo como sexuado, a la sexualidad y a las diferen-
de un género o del otro, recibe ya una se- cias físicas, socioeconómicas, culturales
rie de claves preverbales y de conducta. y políticas entre los sexos en una época y
Los adultos tratan a los bebés de distinto en un contexto determinados. ¿Cuál es la
modo según sea niño o niña aunque los raíz de lo masculino y lo femenino?
padres piensen que sus reacciones son
exactamente las mismas. Es evidente Algunos autores sostienen que existen
que la socialización en el género es muy diferencias de comportamiento innatas
profunda y que cuestionarla puede resul- entre las mujeres y los hombres, que apa-
tar perturbador. Una vez que “se asigna” recen, de una u otra forma, en todas las
un género, la sociedad espera que los in- culturas y que los hallazgos de la socio-
dividuos se comporten como “mujeres” o biología apuntan claramente en esta di-
como “hombres”. Estas expectativas se rección. Suelen llamar la atención sobre
consuman y reproducen en las prácticas el hecho de que en casi todas las culturas
de la vida cotidiana en miles de acciones los hombres, y no las mujeres, toman par-
menores. Vivimos con este tipo de dife- te en la caza y en la guerra. Ello demos-
rencias todos los días y practicamos el traría que los hombres poseen tendencias
género por activa y por pasiva en todas de base biológica hacia la agresión de las
nuestras interacciones. que carecen las mujeres.
Esta división binaria es un marco de re- A otros autores no les convence este ar-
ferencia que organiza el comportamiento gumento y afirman que el grado de agre-
sexual de los individuos y que tiende a sividad de los varones varía considerable-
patologizar a las personas que manifies- mente de una cultura a otra, al igual que
tan deseos de vivir bajo otro género o que el nivel de pasividad y dulzura que se es-
simplemente manifiestan comportamien- pera de las mujeres56. Añaden, además,
tos asignados al género al que se dice que el hecho de que un rasgo sea prácti-
que no pertenecen. Los cuerpos como camente universal, no implica que su ori-
los de los intersexuales que no casan con gen sea biológico; pueden existir factores
la morfología que estipula esta concep- culturales generales que lo produzcan.
ción binaria del género son sometidos En casi todas las culturas la mayoría de
a intervenciones quirúrgicas. En nues- las mujeres pasan una parte considerable
tra cultura, además, esta división binaria
suele ir de la mano de una jerarquía de 56 Jean Bethke Elshtain, Women and war, University
of Chicago Press, 1987
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de su vida al cuidado de los hijos y no que las mujeres que quieren modificar
les resultaría fácil participar en la caza o sus pechos para someterse a los códigos
en la guerra. Según este punto de vista, de belleza no necesitan ningún dictamen
las diferencias en el comportamiento de psicológico. Se sobreentiende en tales
hombres y mujeres se desarrollan princi- casos que esas peticiones de las muje-
palmente mediante el aprendizaje social res, de aumentar o disminuir sus pechos,
de las identidades femenina y, masculina, se acoplan sin quiebra a las normas de
de la feminidad y de la masculinidad. Sea género dominantes; sería otro el juicio si
cual sea el grado de influencia de la bio- las mujeres quisieran no tener pecho en
logía en las diferencias de género, todo absoluto. ¿Por qué es expresión de una
parece indicar que la cultura y la socie- elección – pregunta Butler- el que una
dad juegan un papel decisivo, en el ani- mujer modifique el volumen de sus pe-
mal bio-cultural que somos. ¿Podríamos chos y es indicio de enfermedad el que se
o deberíamos construir otros géneros? incline por una extirpación total? En el pri-
¿Es posible imaginar una sociedad en la mer caso -responde-, se trata de hábitos
que, como sugiere Judith Butler, hubiera y de prácticas que están en consonancia
tal cantidad de géneros que fuera ya irre- con la división binaria mientras que en el
levante el binomio hombre, mujer?57 segundo se pone en cuestión la división
de los géneros.
¿Cuando un individuo no se siente bien
con su sexo asignado es porque se le ha Gerard Coll-Planes insiste en que nos
asignado un sexo equivocado o más bien causan más miedo y angustia hombres
lo inapropiado son las normas de géne- y mujeres que cuestionan el género nor-
ro? Es la cuestión clave que nos plantea mativo que los que aman a personas de
Judith Butler58. Su respuesta es que son su mismo género59. Así, en el caso de
las normas de género, su rigidez, la cau- los gays y lesbianas, se castiga más a
sa del sufrimiento y el malestar para un aquellos “con pluma”, es decir, se abo-
gran número de personas. Se facilita lo rrece la masculinidad en las lesbianas
que va en la dirección del fortalecimiento y la feminidad en los gays y se acepta
de los géneros establecidos y se teme lo mucho más un gay masculino y una les-
que los difumina. De ese modo cuando biana femenina y esto tanto en el exterior
las personas transexuales quieren cam- como en el interior del grupo. El rechazo
biarse de sexo son sometidos a unos aumenta en el caso de los transexuales
mecanismos muy restrictivos mientras al romper con la correspondencia sexo/
género y mostrar el carácter no necesa-
57 Judith Butler, El género en disputa, Paidós, rio de las vinculaciones macho/hombre y
Barcelona, 2007.
58 Judith Butler, Undoing Gender, Routledge, hembra/mujer, que son la base en la que
New York-London, 2004, p. 74. Judith Butler ha se apoya el género normativo.
sido reivindicada sobretodo por los movimientos
transexuales queer y intersexuales que se oponen al
género binario masculino/femenino. 59 Gerard Coll-Planes, op. cit., p. 128
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inevitables60. Por más que estemos li- está en juego es el enfrentamiento en-
teralmente atravesados por los otros en tre una concepción neoliberal de la se-
nuestros cuerpos y sometidos por tan- xualidad, en que todo vale si hay dinero
to a una poderosa influencia de facto- y consentimiento de por medio, y una
res sociales, inconscientes y biológicos, concepción estructural de la sexualidad
mantenemos un cierto grado de agen- que considera que las estructuras nor-
cia o libertad. La libertad no es desde mativas y coactivas determinan a favor
la perspectiva sistémica algo que se de los privilegiados “las elecciones” y el
superpone a la naturaleza humana para “consentimiento” de los individuos”61. El
controlarla o manejarla, sino que viene consentimiento, el dinero, los medios
exigida por nuestra naturaleza. Es por- de comunicación de masas, pueden fá-
que no tenemos instintos cómo el res- cilmente contribuir a hacer aceptable lo
to de los animales que necesitamos de inaceptable. ¿Qué considero inacepta-
una actividad racional que nos permita ble? En la sexualidad las relaciones de
“inventar” y transformar hábitos socia- abuso y dominación. Por eso me resul-
les. Es esta fuerza la que nos permite decir tan incomprensibles los discursos que
con Sartre que «Lo importante no es lo que bajo una pretensión liberadora tienden a
han hecho de nosotros, sino lo que hace- normalizar la prostitución o las relaciones
mos con lo que han hecho de nosotros». sadomasoquistas.
La fuerza de la razón nos permite crear Creo que la pregunta pertinente en éti-
éticas que persiguen disminuir el sufri- ca no es qué es natural o no en la se-
miento humano. Personalmente estoy xualidad de nuestros cuerpos, sino qué
totalmente de acuerdo con Ana de Mi- límites debemos poner al poder que
guel cuando afirma que “lo que está hoy ejercemos con nuestros cuerpos y a los
en juego en el terreno de la sexualidad deseos de este poder, pues el deseo se-
no es una visión positiva o negativa del xual puede llevar simplemente a reducir
sexo. Hoy el sexo está hasta en la sopa, al otro a objeto de satisfacción, sin nin-
en todas sus formas. La cuestión que guna consideración por su alteridad, sus
sufrimientos y sus deseos.
60 Judith Butler no da ninguna importancia a
estructuras previas al lenguaje. No solo no hay
tendencias biológicas dignas de tenerse en cuenta, De momento, me quedaría con esta sen-
tampoco hay estructuras críticas de la razón dadas,
previas a la cultura. Celia Amorós ha criticado,
cilla y minimalista propuesta de José An-
creo que con razón, este prejuicio antiilustrado tonio Marina62:
que Judith Butler retoma de Foucault. Si no somos
más que la expresión de una representación de
género social, no podemos criticarlo en vistas a
un ideal emancipatorio. Al rechazar el paradigma
del pensamiento crítico, no queda más que asumir
lúdicamente lo que se construye socialmente. 61 Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual, Ed. Catedra,
Cf Celia Amorós, Tiempo de feminismo, sobre Valencia, 2015, p. 147
feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad, 62 José Antonio Marina, El rompecabezas de la
Cátedra, Madrid, 2008, p. 363 y ss. sexualidad. Barcelona, Ed. Anagrama, 2002.
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