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“La sustitución puede ser revocada por el representante, reasumiendo el poder, salvo
pacto distinto”.
Sustitución y delegación
“El acto jurídico celebrado por el representante, dentro de los límites de las facultades
que se le hayan conferido, produce efectos directamente respecto del representado”.
Según COVIELLO para que haya representación directa es necesario que se obre en
nombre de otro, pues obrar en interés ajeno no es bastante para que los efectos del
negocio operen, sin más, en beneficio y a cargo no de quien lo realiza, sino de la
persona en cuyo nombre se celebra.
El artículo 160 alude explícitamente a la representación directa; aquella por cuya virtud
el representante es un nexo puente, de modo tal que sobre él no recaen las
consecuencias jurídicas del negocio: se atribuyen al representado sin que entre éste y
su representante sea menester un ulterior negocio de cesión.
Pero los efectos del acto realizado repercuten en el haber del representado sólo en la
medida que el representante haya procedido dentro de las facultades que se le haya
conferido.
Los efectos del acto jurídico representativo, esto es, del acto celebrado por el
representante en nombre del representado, dentro de los límites del poder, se
producen directa e inmediatamente para este como si él mismo lo hubiera celebrado.
“El acto jurídico celebrado por el representante excediendo los límites de las
facultades que se le hubiere conferido o violándolas, es ineficaz con relación al
representado, sin prejuicio de las responsabilidades que resulten frente a éste y a
terceros.
También es ineficaz ante el supuesto representado el acto jurídico celebrado por
persona que no tiene la representación que se atribuye”.
El acotado artículo 161 plantea tres casos en los cuales se configura a representación
directa sin poder:
El representante debe obrar con arreglo a las facultades que le han sido
conferidas, ateniéndose estrictamente a los actos jurídicos para los cuales ha sido
autorizado y cautelando permanentemente el interés del representado.
Sobre el caso de que alguien se atribuya una representación que no tiene, sea
porque se ha extinguido la relación representativa, porque el apoderamiento ha sido
revocado o porque nunca se le otorgó la representación ni los poderes. Esta situación
difiere, pues, de las anteriores, porque en esta, no existiendo relación representativa,
el seudorrepresentante la ha asumido de hecho y, más aún, ha usado facultades o
poderes inexistentes como un falsus procurator, a quien Díez Picazo describe como la
persona que lleva a cabo un acto de injerencia o de invasión de la esfera jurídica ajena
sin estar autorizado para ello.
La ineficacia no significa que el acto sea nulo o anulable sino, simplemente, que
no despliega sus efectos hacia la esfera jurídica de quien ha sido indebidamente
representado, por lo que si él no ratifica el acto celebrado por su seudorrepresentante,
el tercero contratante no tiene nada que exigirle y solo podrá dirigir sus pretensiones
contra el seudorrepresentante, quien demás queda obligado por los daños y perjuicios
que irrogue al tercero contratante o terceros, o aún al mismo dóminus.
B. Exceso en las facultades: se deben comprender todos aquellos casos en los que
el representante sobrepasa las atribuciones recibidas. Al haber vulnerado el
contenido del poder el representante ha celebrado un negocio para el cual (o para
algunas de sus estipulaciones) no se le había otorgado autorización.
C. Violación de las facultades: (otra hipótesis que el código señala es) el uso
anormal de atribuciones. Violación que consiste en la desviación impropia del poder
o uso abusivo de las facultades concedidas.
D. Situación del tercero:
D.1). Cuando el tercero haya actuado con cuidado y diligencia y confianza sin
su culpa en la representación alegada, tendrá derecho a ser resarcido por el
falso o excesivo representante del daño que le cause por este motivo. El
derecho a la indemnización procede por la realización del “representante” de
un acto ilícito, doloso o negligente, pues carecía del todo de poder, o este no
era suficiente o adecuado.
D.2). En lo que atañe al abuso, es coherente pensar que el tercero no tiene por
qué verse afectado. A él no le compete examinar el poder con pruritos de
inquisidor. En estos supuestos el negocio celebrado con el representante, surte
plenos efectos entre el tercero y el representado. Indudablemente, si la
violación y abuso es tosco, burdo y salta a la vista de cualquier ciudadano
diligente, o si el tercero es cómplice del representante, justo es que el
representado pueda invocar la ineficacia.
II. Responsabilidad ante el representado
A. Falta de poder: en este caso, aunque haya habido actuación con ánimo
representativo, el acto no surte efectos para “representado” mientras no sea
ratificado expresa o tácitamente por él (mediante, por ejemplo, aprovechamiento del
resultado).
B. Exceso en atribuciones: se plantea dos situaciones
B.1). Que el representante, actuando dentro de los límites del poder, o sea,
válidamente ante terceros, se haya excedido de las instrucciones recibidas
coetánea o posteriormente. En este caso el negocio es perfecto y sin afectar al
tercero las reclamaciones se producirán entre las dos partes de la relación
representativa y tendrán lugar sin afectar la recepción de los efectos jurídicos en el
patrimonio del representado.
B.2). Que el representado se haya excedido del explícito contenido del poder. En
realidad, ara el caso así celebrado, es como si no tuviera poder de representación.
Se infiere del texto legal que el rebasamiento de facultades cuyo resultado sea
ventajoso para el representante, no faculta a éste para reclamar contra el
representante, si ratifica el negocio.
C. Uso abusivo: no parece correcta la solución del artículo, según la cual la violación
ocasiona ineficacia del acto para el representado. Lo propio es que el dóminus pueda
reclamar a su representante la indemnización por los perjuicios que sufra, pero no es
razonable que pueda invocar la ineficacia si el abuso no fue reconocido por el
tercero, ni podía, ni debía ser conocido por él. Es claro que no puede quedar al
arbitrio del otorgante del poder interpretarlo a su gana y en posible daño de terceros,
quienes están fuera de la relación representativa y mal pueden saber las eventuales
instrucciones del representado a su representante.
III. Situación jurídica del acto: el artículo parte de la premisa explícita de que
el acto no produce efectos (con las limitaciones ya vistas) para el
representado. Ahora bien, ¿es nulo?, ¿anulable?
Obviamente no está quejado de nulidad absoluta, pues admite ser ratificado y,
además, no está incurso en las causales apuntadas en el artículo 21.