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Psicología de la familia – Prof.

Tatiana Blanco
Luis Imbach
Bitácora 4

1. Cualquier acercamiento a la familia en tanto objeto de estudio debe realizarse sin perder de
vista que se trata de una familia que no está aislada de un panorama, que se trata de un sistema
adentro de Sistema Social, en este sentido las relaciones familiares, en tanto funcionan como
formadoras de identidad, deben entenderse a su vez como constituidas por este entorno (efectos
de una práctica social). Dicho esto, hay un concepto que no se puede dejar pasar a la hora de
pensar en los atributos esenciales de estas relaciones, pensadas en sí como expresión de un
Sistema Social, este concepto es el de “violencia”. Toda relación familiar es más o menos violenta,
conceptualmente hablando (incluso el amor debe ser entendido como una forma de violencia en
el sentido de que toda relación humana está mediada por la ignorancia, las pasiones y las
equivocaciones y toda negociación implica afectados). En su determinación concreta hay muchas
formas de pensar la violencia, (desde la diferencia sexo/género, desde las exigencias del
tiempo/espacio doméstico, desde lo jurídico/judicial). Entre estas distintas formas de determinar
la violencia en concreto es posible sintetizar un axioma: por violencia entendemos un acto
violento y un trauma.

2. ¿Qué genera la violencia? En clase se discutió que la principal causa de la violencia tiene que
ver con la vivencia de lo insoportable (se dijo “el Otro se vuelve insoportable”). Esto se puede leer
desde muchos ligares diferentes: la presión por producir Capital (ganancia del Otro para otro) y la
cosificación del ser son los dos grandes temas que relucen en la conversación del grupo. El punto
aquí es cómo distinguir esa violencia que no es un mero “dato de la especie”, sino una violencia
que está estrictamente asociada a la organización familiar contemporánea en tanto esta es
entendida como manifestación de una sociedad que podría ser diferente, por ejemplo no
capitalista. La lógica productiva del dólar contrae en América Latina una violencia innecesaria. Hay
un gran que podríamos llamar socio-psicoanalítico: la relación entre la Teoría del complejo de
castración (Freud, Lacan), la Teoría de la dependencia (Bambirra, Dos Santos, Gunder Frank).
También cabe preguntarse cómo leer una “Caída del padre” en el contexto latinoamericano.

3. Parece rescatarse desde lo más testimonial el relato de una necesidad de “sacrificar la familia”
como condición inevitable de una lógica absurda, la de la producción de necesidades. Lo mismo
pasa con la consideración de la mujer como objeto de dominación, también parece inevitable en
tanto no haya una re-estructuración profunda de la economía, única vía de transformar
efectivamente el espacio de lo político-sexual. El corolario de esto es el siguiente: la familia es el
lugar de la producción capitalista, el capitalismo no es la forma en que las familias
latinoamericanas quiere organizarse. En términos del psicoanálisis lacaniano, el Otro del Capital es
adonde se anulan las semejanzas que podrían registrarse a partir de una diferencia sexual
sostenida. Si se anula la diferencia sexual y con esto la semejanza se cae en la lógica de lo
indistinguible, en que el prójimo se vuelve el culpable de “males” inexplicables, males imposibles
de entender.

4. El discurso que atraviesa a las familias contemporáneas latinoamericanas es un discurso


instalado sobre cuatro ángulos: 1. no hay existencia que no esté clasificada según la falsa
oposición productor/dueño de los modos de producción, 2. no hay posibilidad de no gozar (se
trata del goce cristiano de no poder no ser un cordero Dios), 3. uno debe sentirse culpable por
gozar, 4. no hay alternativa al síntoma, el síntoma es producir “más” (lógica narcisista de la no-
castración), esto es, satisfacer necesidades con la producción de necesidades.

5. El síntoma sostiene a la familia y es así la base de la sociedad. Esto plantea al psicólogo el


desafío de pensar el encuadre de la terapia, “las reglas del juego en la relación de terapia”. Una
pauta importante a señalar para pensar este desafío específico de la profesión puede plantearse
con la siguiente pregunta: ¿cómo hacer que la mamá hable? Finalmente se intentó, sin poder
llegar a discutir la efectividad de los resultados, pensar la diferencia entre fantasía y fantasma, en
los siguientes términos: la fantasía tendría que ver con los sueños del deseo mientras que el
fantasma (phantome) obedecería a una realidad ideológica. La fantasía sería un dato de la
estructura en sí, el fantasma un efecto contingente, no absolutamente necesario, de esta
estructura.

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