Professional Documents
Culture Documents
2004
Interrogantes
¿Cuáles son los diferentes modos de pensar la juventud y la adolescencia? ¿Qué lugar
ocupa la construcción de identidades en la constitución de la subjetividad? ¿En qué medida la
escuela reconoce este proceso? ¿Cómo se posiciona frente al mismo? ¿Qué puede ofrecer la
escuela para alojar la construcción de identidades? ¿Cómo incide la relación de los jóvenes con la
palabra y, en particular, con la palabra de los adultos en ese proceso y en un marco social
complejo como el actual? ¿Cómo pensar el currículum escolar en relación con ese proceso?
1
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
En este sentido, la clasificación por edad sería siempre una forma de imponer límites y de
producir un orden en el que cada uno debe ocupar su lugar. Así, la categoría de juventud se
impone a los sujetos como una estructura cognitiva. Recordemos que, en la clase anterior,
el profesor Popkewitz también se había referido a la noción de infancia como una estructura
cognitiva, impuesta por diferentes conjuntos discursivos.
La clasificación en edades —como parte del arbitrario cultural de cada contexto—
caracteriza la juventud como un período de la vida de límites variables, en el que es posible
encontrar diferentes maneras de ser y de experimentar "la juventud", de acuerdo con épocas
y condiciones sociales y culturales diferentes. Por eso, para la sociología, la antropología o la
historia no es posible pensar en una juventud, sino en múltiples y diversas juventudes.
En coincidencia con Bourdieu, Mario Margulis (1996) y Marcelo Urresti (1999), sociólogos
estudiosos de los jóvenes y la juventud en la Argentina, toman en cuenta la heterogeneidad
social y las diversas modalidades en que se presenta la condición de joven.
Afirman que el concepto de “juventud” es esquivo porque alude a una construcción
histórica, social y cultural y no a una mera condición de edad.
En tanto construcción social y cultural, los historiadores Giovanni Levi y Jean
Claude Schmitt comparten la necesidad de no considerar la juventud como una mera edad
entre otras, pero exponen su interés por poner de relieve su especificidad. Para estos autores,
la juventud se distingue por su liminalidad, es decir, por transitar su experiencia en los
márgenes y entre márgenes.
Levi y Schmitt afirman que las sociedades "construyen" siempre la juventud como un
hecho social inestable, que se sitúa entre los márgenes movedizos de la dependencia
infantil y de la autonomía de los adultos. La juventud, en ese marco, nunca logra una
definición concreta y estable porque es construida simbólicamente por promesas y amenazas,
potencialidades y fragilidades, esperanzas y sospechas que proyectan las miradas cruzadas de
las diferentes sociedades, en su afán de excluir o controlarla debido, precisamente, a su
posición liminal.
Es posible reconocer en las diferentes historias de la juventud numerosos aspectos del
momento liminal, es decir, de los ritos de paso entre una fase inicial de separación y otra de
agregación.
2
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
consistía en acompañar al joven al foro o al capitolio con un cortejo integrado por amigos y
parientes. Luego, comenzaba el aprendizaje de la vida de adultos: aprendizaje militar, de la
retórica y de la política.
3
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
que para lo jóvenes que conocían el mundo del trabajo desde la infancia y habían transcurrido
durante la adolescencia largos períodos alejados de la casa paterna, el ejército representaba
solo una etapa de su emancipación individual. Para los estudiantes que no contribuían con la
gestión económica de la familia y abandonaban la casa tardíamente, el ejército tenía un valor
iniciático fundamental antes del matrimonio. Así fue que, a comienzos del siglo XX y en los
ambientes más instruidos de la población, se comenzó a conferir al llamado a las armas un
significado de ritual existencial y, en algunos casos, se lo llegó a considerar como una prueba
sexual que ratificaba el ingreso del joven a la edad viril.
El concepto de joven comenzó a afirmarse en el Romanticismo. El siglo XIX nos
presenta una juventud inquieta y rebelde: la juventud es objeto de reivindicación y de
denuncia política. La juventud es metáfora del cambio social. Pero siempre esa juventud
pertenece al género masculino y a los sectores burgueses.
En el siglo XIX no hemos hallado a la juventud obrera por ninguna parte, sostiene
Michelle Perrot. El estudio no aparece cuando se habla de obreros. La familia y la clase
obrera tenían necesidad de sus jóvenes, les exigían trabajo y obediencia y, en definitiva,
silencio. Los jóvenes se expresaron poco y cuando lo hicieron su voz fue rechazada. Represión
y libertad se cruzaron en la trayectoria de la juventud obrera del siglo XIX. La disciplina laboral
se tornó más densa y tuvo que pechar con todo tipo de normalizaciones. Pero las múltiples
crisis, las diversas rupturas, los movimientos migratorios favorecieron la eclosión de
autonomías, sobre todo la masculina. Los jóvenes tendieron a individualizarse y a liberarse.
Además, en los albores del siglo XX, la juventud libertaria sembró la inquietud como también
la agitación contra el servicio militar; se tornaron más visibles las pandillas de jóvenes, el
incremento de la delincuencia juvenil y las rebeliones en los reformatorios. Entonces, fueron
tomando forma movimientos y políticas de juventud.
En naciones guerreras como las que el fascismo proponía, se reclutaron muchachos
por medio de una imponente obra de militarización que acogía a muchachos de diferentes
edades, lo cual hacía posible el mito de la eterna juventud: soldados formados por la Patria y
con la voluntad preparada para la obediencia. Para los fascistas, ya había pasado el tiempo en
que la escuela y la política destruían todo lo que construían afectuosamente las santas madres
en las almas de los hijos.
En síntesis, los Estados modernos modificaron radicalmente el papel de los
jóvenes. Estos pasaron a constituir un grupo social cuyas solidaridades traspasaron los límites
del pequeño espacio de la comunidad. El Romanticismo ubicó a la juventud como
portaestandarte de la nación y los jóvenes burgueses suscribieron las ideas de la Revolución a
lo largo de toda Europa. Luego vinieron los movimientos juveniles católicos y protestantes, las
juventudes nazis y fascistas, las revueltas estudiantiles —desde los campus americanos hasta
las barricadas parisinas de mayo del 68—. De ese modo, se fue construyendo una nueva
percepción de la juventud, de sus problemas, de sus modelos y de sus solidaridades. Pero,
solo el mundo del consumo del siglo XX fue capaz de crear ese modelo de juventud
absolutamente positivo que impregna a la vida adulta con el sueño de la eterna juventud.
Una de las transformaciones más importantes de la revolución cultural, posterior a
la Segunda Guerra Mundial, ha sido la irrupción de los jóvenes como grupo privilegiado
de la industria cultural. Una industria cultural que ciertamente no descubre en ese
momento al joven consumidor pero cuyo peso se expande en forma impactante y cuyas
formas de vida influyen en los demás grupos. Al calor de esta expansión, la juventud no se
presenta solamente como modalidad social y cultural dependiente de la edad, la clase o la
generación, sino que, a partir de entonces, también se presenta como signo que condiciona
una cantidad de actividades productivas, ligadas con el cuerpo y con la imagen que
comercializan la juvenilización.
4
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Desde este punto de vista, los integrantes de los sectores populares tendrían acotadas sus
posibilidades de acceder a la moratoria social por la que se define la condición de juventud, ya
que no suele estar a su alcance el lograr ser joven en la forma descripta: ingresan, cuando lo
hacen, tempranamente al mundo del trabajo; realizan los trabajos más duros y menos atractivos;
suelen contraer a menor edad obligaciones familiares; carecen del tiempo, del dinero y de la
moratoria social para vivir un período más o menos prolongado, con relativa despreocupación y
ligereza. Aún cuando el desempleo y la crisis proporcionan, a veces, tiempo libre a los jóvenes
de clases populares, estas circunstancias no conducen a la "moratoria social": en realidad el
"tiempo libre" se constituye en una frustración. El tiempo libre es también un atributo de la vida
social, es tiempo social, vinculado con el tiempo de trabajo o de estudio por ritmos y rituales que
les otorgan permisividad y legitimidad. El tiempo libre que emerge de la inactividad forzosa no es
festivo, no es el tiempo ligero de los sectores medios y altos, está cargado de culpabilidad e
impotencia, de frustración y sufrimiento.
5
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
6
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
los adultos. Enfatizamos esta idea de ensayos que refieren al drama subjetivo que se está
jugando. Ensayos que le permiten al sujeto entrar y salir de ese mundo hasta que se pueda
instalar "de verdad". Esto es, hasta poder sostener en términos propios la escena del
mundo, asumiendo y afrontando las consecuencias de sus actos.
En estos días cuando desde algunos sectores se está proponiendo bajar la edad de
imputabilidad de los jóvenes por los crímenes que cometen resulta interesante detenerse en el
relato de un fiscal de menores, quien señala la necesidad de reconocer en qué medida son
conscientes, reconocen, comprenden la transgresión que han cometido los muchachos a
quienes interroga. Desde la perspectiva que sostenemos y planteamos en esta clase,
entendemos que asumir la transgresión que conlleva el hecho cometido implica sostener en
términos propios la escena del mundo, situación que en esta edad de la vida se encuentra en
vías de ser conquistada.
Ahora bien, sostener en términos propios la escena del mundo requiere de un deseo
propio que a su vez la sostenga, lo que también constituye algo por conquistar, para lo cual
los ensayos —que implican transitar por los deseos diversos de otros, adultos y pares— , son
una condición necesaria. Detrás de la joven deportista o modelo afamada, la joven actriz, el
joven especialista en sistemas de computación, los cuerpos tatuados, los rostros cubiertos de
aros en lugares que despiertan asombro, miedo, risas o rechazo se vislumbra un deseo por
conquistar para, a partir de él, afrontar la escena del mundo, lo que nos convoca a considerar
con toda la seriedad del caso los así llamados ensayos, más aún cuando la situación se
presenta bordeando ciertos límites tolerables para la mirada del adulto.
El profesor Martínez descubrió que Horacio le "robó" el libro que había dejado
sobre el escritorio, ya que sólo él se había quedado terminando el examen para
poder salvar la nota del primer bimestre. No se trataba de un libro cualquiera.
Era el "abc" para preparar sus clases de historia del Siglo XX y tenía anotaciones
suyas de cuando fue a escuchar a su autor, el profesor Erick Hobsbawm, que había
estado de paso por Buenos Aires. Para él, había sido una experiencia que le cambió
la manera de pensar los temas y de dictar sus clases.
Cuando se dio cuenta de lo ocurrido, comenzaron sus devaneos. En primer lugar,
el Prof. Martínez sintió la preocupación por el libro, un hito en su trayectoria
profesional. Luego, pensó en cómo afrontaría la situación con ese chico, Horacio,
a quien todos en la escuela catalogaban como el "pibe chorro" y por quien él había
apostado —contra la opinión de sus colegas— para ayudarlo a salirse de ese drama
de vivir en los márgenes. Y el libro dejó de ser la prioridad de sus devaneos porque
lo que verdaderamente angustiaba al profesor era cómo salir de la situación, sosteniendo
su apuesta por Horacio.
El Prof. Martínez abrió la primera clase del segundo bimestre comentándoles a sus alumnos
cuánto le había gustado prepararla, ya que se refería a un tema que él, dos años atrás,
pensaba de una manera muy diferente. Así les comentó a sus alumnos que, a partir de
escuchar al autor del libro La historia del Siglo XX en una charla a la que había tenido
oportunidad de asistir, su manera de pensar el tema había cambiado radicalmente. Había
descubierto que se podía pensar el siglo ya no convencionalmente, sino por los
acontecimientos que marcaron quiebres en la historia. En este caso, el autor del libro
proponía pensar al "corto siglo XX" entre la primera Guerra mundial y la caída del muro de Berlín.
Un siglo de apenas setenta y cinco años. ¡El corto siglo XX! ¡Cómo se había asombrado al
escucharlo!
El profesor les contó a sus alumnos, también en esa clase, que había recurrido a unos apuntes que
guardaba de aquella charla, porque no había encontrado el libro para preparar el tema, a pesar de
haber dado vuelta su biblioteca. Ese libro que tanto significaba para él puesto que le había "dado
vuelta" su manera de pensar el tema y su materia.
Horacio permanecía callado.
A la salida, en la esquina de la escuela, el muchacho salió al cruce:
—Profesor, el libro lo tengo yo.
—Te debe haber gustado tanto como a mí, seguramente...
7
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Imaginen que la situación del relato anterior tiene otro final. Horacio permanece callado en la clase
mientras el Prof. Martínez, habla, pero no hay encuentro en la esquina y, por consiguiente, no hay
devolución del libro.
¿Cuales son las estrategias que consideran que se pueden tomar en una situación semejante? ¿La
prevención? ¿La disuación represiva? ¿la denuncia y el castigo? ¿silenciar el hecho? ¿intentar
modificar comportamientos? ¿promover acciones que recompongan lazos de solidaridad?
El Prof. Martínez apostó a que detrás del robo no había un pibe chorro, sino un sujeto
movilizado por alguna circunstancia. Un sujeto con un deseo, por eso un sujeto.
Parece una anécdota inocente, frente a las situaciones que —sabemos hoy— viven
muchos jóvenes, para quienes robar es dar de comer a sus hermanos o procurarse la campera
que no les es provista, o es la posibilidad de comprar droga y hasta, a veces, de participar en
tomas de rehenes.
Pero la anécdota resulta elocuente para apreciar la posición del adulto que puso por
delante al sujeto a quien le supuso un deseo, el de tener un libro, antes que el estigma o la
sanción del nombre "chorro". Suponerle un deseo es darle la oportunidad de entrar y salir del
personaje chorro. Denunciarlo o sancionarlo como tal es contribuir a dejarlo instalado en ese
lugar.
Sabemos que adoptar esta posición implica para los adultos interpelar sus propios prejuicios,
sus propios malestares. Pero ocurre que hoy la brecha abierta entre la generación de jóvenes
y la generación de adultos conlleva el riesgo de encontrarnos sin una pasarela para llegar a los
representantes de toda una edad que se alejan de los ideales que construimos para ellos: son
los chorros, los pankis, las lolitas, los hackers, los tatuados, las madres adolescentes que
conviven todos, en las mismas aulas. Sin embargo, cuando logramos establecer contacto con
esos "seres extraños" terminamos por percibir que aspiran a descubrir valores, y valores
rigurosos, aspiran a encontrar una razón para vivir, aunque muchas veces digan que su suerte
ya está echada y que su destino está jugado. Se trata de leer allí al personaje que
asumen, más que a un adulto que ya es, aunque ellos mismos así se lo crean. Leer
allí un personaje es aceptar que hay un sujeto que está constituyéndose.
Una vez más, y en consonancia con el planteo realizado en la clase 9 respecto del
lugar que le cabe a la educación con respecto al niño, esta edad de la vida vuelve a
plantearnos la necesidad de tener en cuenta al sujeto en su situación particular y para su
entrada en la cultura.
Así como en el apartado anterior, "Notas para la delimitación del concepto de
juventud", la perspectiva sociológica e histórica nos brindó algunas referencias para situar las
diferentes formas de entender a qué se llama juventud, pensar al joven como sujeto obliga a
considerar ciertas operaciones psíquicas específicas de un orden lógico, aunque no deslindadas
del contexto histórico social y cultural; operaciones que acompañan un proceso tendiente a
sostener en términos propios la escena del mundo, es decir, a ubicarse con relación a
un deseo propio, lo cual requiere ensayar diferentes personajes.
A los efectos de vislumbrar el drama subjetivo por el que está atravesando el sujeto
que participa de este proceso, apelamos ahora a algunas ideas que aporta el psicoanálisis.
Pensar en las operaciones psíquicas en juego en esta etapa de la vida, requiere pensar al
joven con relación al movimiento generado a partir de la pubertad. Por lo tanto, cuando
hablamos de pubertad lo entendemos como un punto de partida para hablar de
adolescencia, siendo este término un campo mucho más amplio, vinculado con la lógica de
la cultura y de la sociedad. Así como hablar de juventud nos ubica en una perspectiva histórica
y sociológica, hablar de pubertad y adolescencia, nos ubica en una perspectiva de la
constitución subjetiva entramada en un contexto social y cultural. No son por tanto categorías
excluyentes sino complementarias.
La pubertad es un concepto que plantea cuestiones relativas a la sexualidad, a la
elección de objeto sexual, vinculadas con el crecimiento. Freud lo aborda en un trabajo
clásico, La metamorfosis de la pubertad, —el tercero de los Tres ensayos para una teoría
sexual (1905). Es sabido que Freud no ignora el empleo del término adolescencia, por cuanto
su noción tiene en la época una vigencia no desdeñable, pero rehusa hacer de la adolescencia
una categoría de orden teórico, como lo hace por ejemplo en relación con los niños, a partir
8
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
9
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Los pájaros que mudan de plumaje son desdichados. Los seres humanos también mudan en el
momento de la adolescencia y sus plumas son plumas prestadas; se dice a menudo que el
adolescente que comienza a perder sus antiguas identificaciones toma el aspecto de algo prestado.
Sus ropas no parecen ser las suyas, ya se trate de vestidos de niños, ya de vestidos de adultos; y
sobre todo ocurre lo mismo con sus opiniones: son opiniones tomadas en préstamo. El primero que
creó esta metáfora, este empleo de la palabra prestado, como si uno llevara ropas de otro, como si
uno hiciera gestos de otro, como si uno pronunciara palabras de otro, había adivinado muy bien lo
que son las dificultades de identificarse consigo mismo a través de las identificaciones con los
demás y hasta qué punto es difícil que la identificación consigo mismo resulte cómoda."
10
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Estas mudas suelen llevar al joven a montar una puesta en escena. Hoy es el niño que
demanda cuidados y reclama escandalosamente no haber sido tenido en cuenta a la hora de
elegir una comida, una película, la visita a un pariente, la mayor atención a un hermano.
Mañana monta en cólera porque se tocó su mochila, se entró en su cuarto, se ordenó su
placard. Suelen confundir o asustar al adulto, confusión o susto que es posible neutralizar en
tanto no se pierda de vista que se trata de un ensayo que requiere no ser denunciado como
tal. Requiere de un adulto que acompañe al niño que es por momentos y al adulto con su
privacidad que pretende ser en otros. ¿Cómo se ubica entonces el adulto? Entrando en la
escena, prestándose al juego.
Sabemos que "Yo es otro" y que el Yo es sucesivamente o simultáneamente varios
otros, pero todavía no sabemos bien cómo todo eso se arregla al terminar la adolescencia,
pues el sujeto no se desembaraza de sus objetos prestados, en cierto modo, logra
modificarlos, integrarlos, hacerlos suyos.
Podríamos intentar comprender la adolescencia como un problema de
identificaciones en plural. Decíamos que se trata de una especie de muda. Las viejas
identificaciones caen como las viejas plumas para que crezcan otras. Pero, ¿qué ocurre con el
sujeto, o mejor dicho con "el yo" durante ese proceso? ¿Cómo compensa las identificaciones
perdidas y cómo acepta las nuevas? Se puede entrever el aspecto de alienación, es decir, las
identificaciones y las desidentificaciones. El tema de las identificaciones es difícil, también
desde el punto de vista teórico, y es difícil intervenir sobre las mismas.
Para intentar tener un poco más de claridad sobre la cuestión de la identificación,
tema verdaderamente difícil, proponemos pensar en otro ejemplo que nos aporta O. Mannoni
(1984):
El actor que representa Hamlet se identifica tan perfectamente con su personaje que podría
improvisar, o bien podría incurrir en deslices verbales que serían deslices de Hamlet. Por ejemplo,
en la escena del sepulturero, cuando Hamlet sostiene en la mano el cráneo de Yorrick en lugar de
decir: "Ah, pobre Yorrick" cometería un desliz verbal y diría "Ah, pobre Hamlet". Hasta Shakespeare
habría podido incurrir en ese desliz al escribir la obra y podría haber corregido y poner Yorrick, y
luego pensándolo mejor, podría haber vuelto a poner Hamlet, por considerarlo mejor. Se trata de
una forma de identificación entre los dos personajes. Pero se podría pensar que otro actor se
identifique también con Hamlet, con una identificación más alienante, dando muerte realmente al
otro actor que representa a Polonio detrás de la cortina.
Digamos que la primer identificación es lúdica y la otra demente. La complicación es que por un
lado el actor que representa Hamlet se identifica con Hamlet, pero es indispensable que esté
también y al mismo tiempo identificado con un actor que representa a Hamlet. "
MANONNI, Octave (1984) La crisis de la adolescencia. Gedisa. Barcelona.
Veamos qué nos dijo Florencia, quien fue presidenta del Centro de Estudiantes de su colegio:
"La diversidad que hay en el colegio te prepara para la vida. Conviven chicos de la villa con la
hija del artista famoso, que sale cada día de su casa con veinte pesos en el bolsillo. Es una
11
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
enseñanza para la vida. Podés ser de un sector social y aprender cómo viven los demás.
El Centro de Estudiantes te da una formación cívica importante, tanto si participás activamente
o si votás y punto. Te mete en la cultura de lo que significa estar en campaña, elegir
representantes, aprender a elegir, a votar. Los chicos habían elegido a una agrupación en joda
para la presidencia, y qué pasó, desapareció el centro de estudiantes. Después de esa etapa,
empezaron a votar cada vez con más seriedad. Sino, llegan a los dieciocho años y no saben
qué boleta poner en el sobre y ponen una feta de salame. Prefiero que pongan una feta de
salame en la votación del Centro de Estudiantes, ya lo hicieron en la secundaria, y que puedan
pensar si tiene valor impugnar el voto cuando tienen que elegir algo tan importante como un
presidente, en las elecciones del país. Es como cuando estás en 7° grado y te llevan a manejar
en carting y aprendés a manejarte con los semáforos. Si chocás nadie se va a morir. En cambio
si salís después a la calle, sabés cuáles son los riesgos. Pero si hacés la experiencia de votar
mal en el Centro de Estudiantes, cada vez aprendés más.
Y todo eso se pudo hacer gracias a que tuvimos el apoyo de las autoridades del colegio.
Salimos con los chicos a las 10 de la mañana para pedir por el arreglo del edificio y no me
tatuaron una triple A en el pecho."
¿Cómo se ubica el docente en este espacio? Creemos que el adulto debe ubicarse en ese
espacio habilitándolo como un espacio de transición, con toda la seriedad que merece;
entendiendo que lo que está en juego es, precisamente, un juego de identificaciones, aunque el
sujeto esté convencido de que es el personaje, de que es Hamlet, como en el ejemplo anterior. El
adulto no debe creérselo, lo cual no significa quitarle crédito. En nuestro ejemplo, la presidenta
del Centro de Estudiantes es una joven que está ensayando una posición para su vida ciudadana
futura, y que en la actualidad de sus actos permite que algo acontezca en su escuela: los chicos
movilizados en defensa de "su" edificio, lo que indudablemente también es una actitud
ciudadana. Es tránsito y presente al mismo tiempo, y es en ese presente que se abre la
posibilidad de desalienarse del personaje sólo "rebelde" del activista del Centro de Estudiantes.
Es en lo imaginario de esta identificación donde es posible operar, intervenir, poniendo al
personaje en clave de personaje, participando de la puesta en escena.
Si el adulto se ciñe a confrontar al adolescente con la realidad de ese "personaje", con ese
en el que el chico se encuentra alienado, no logrará gran cosa, esto es, no conseguirá más que
reforzar la alienación. Se trata de no ponerlo en evidencia y de "entrar en el juego".
En las sociedades más estables, las identificaciones ya estaban establecidas de manera
masiva. Estos tiempos predisponen en más que frecuentes ocasiones a producir fallidas
respuestas identificatorias, por fuera o en los márgenes de una trama discursiva, configurando
las fugas como respuestas a la pregunta "¿quién soy?" Se trata de un estilo de respuestas que
encubren una posición expulsiva del adulto, quien no le permite al adolescente una salida
transicional, un estar yéndose mientras permanece en su espacio privado. En la infancia se
construyó una escena a partir del discurso de los adultos, portando un personaje "yo soy..."
Ahora se abre la pregunta por el ser del nuevo sujeto, pregunta que implica para el joven
cuestionar la escena y el personaje construidos en la infancia.
Desde el joven, las fugas representan precipitaciones anticipadas del cierre de la
identidad, en frágiles y sufridos nombres como: síntomas orgánicos, embarazos no deseados,
cuadros psicopatológicos, conductas delictivas, adicciones, fugas propiamente dichas de los
hogares; en donde no pudo ser soportado el tiempo de construcción de un nombre propio, que
en lugar de ser un significante abierto se cristaliza en un signo cerrado, en un "yo soy": Juan es
reemplazado por drogadicto; Alicia, por madre adolescente.
Se trata, del lado de los adultos, de no creerles, en tanto allí sigue habiendo un
adolescente o una adolescente inmersos en un proceso vinculado con las identificaciones, que
hace que transcurran por un estado "pasajero" de vulnerabilidad, tanto por la labilidad y hasta la
fractura, muchas veces, de los lazos sociales y familiares. A esto se suma la puesta en suspenso
de su ingreso al circuito productivo, con el supuesto fin de promover la continuidad de su
instrumentación y capacitación, supuesto de una supuesta burguesía en ascenso social, que hoy
se halla en cuestión. Esto es, en la crisis de nuestro sistema socioeconómico, hallamos
fuertemente obstaculizado el proceso de pasaje de este sujeto social, condicionado tanto por el
debilitamiento de sus espacios de pertenencia —con todas las variantes de sector social y cultural
12
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
que podamos imaginar— como por la falta de canales articuladores e intermediarios en cuanto a
escenarios sociales de inserción adolescente.
La grave consecuencia es que lo que era una vulnerabilidad pasajera, una fuga
hacia una identidad anticipada, se convierte por efecto de la sanción del discurso social, del
discurso de los adultos, en una supuesta identidad definitiva, destino acabado, vulnerabilidad no
pasajera, sino estable. La idea de vulnerabilidad, a la que ya hicimos alusión en la clase nueve al
hablar de infancia, fue propuesta por Castel (1991), para enfatizar cómo determinadas
situaciones sociales culturales, económicas, crean exigencias simbólicas a las que el individuo no
logra responder, y generan respuestas sintomáticas y disfuncionales para actuar sobre la
realidad.
13
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
El uso de palabras y términos propios de los adolescentes varía según los contextos
sociales y culturales a los que pertenecen. También, los grupos o "tribus" juveniles usan
términos y códigos propios como indicador de su identidad.
¿Conocen el significado de algunos de esos términos? ¿Cuáles? ¿Son usados por sus
alumnos en la escuela? ¿En todas las situaciones? ¿Qué actitud toman en su institución
frente a esos usos del lenguaje?
Comparen esos usos con el uso del lenguaje que ustedes hacían en su adolescencia.
En el trayecto que progresa desde la falta de palabra (en latín, infans) hacia la búsqueda de
una palabra propia, la enunciación del sujeto suele ser afirmada a través de la sistemática
oposición a los enunciados del adulto. Es de la enunciación de los adultos precisamente de la
que intenta apartarse, ya sea que esté encarnada en padres o profesores. Se trata de la
puesta en escena de una pantomima de separación, que ataca el discurso del adulto en un
intento de desalienación, de un pensar por sí mismo. Si los adultos le han dado el
pensamiento con las palabras, el joven entiende que puede fundar un pensamiento propio en
las palabras que le sean ajenas.
La decepción respecto del discurso de los adultos que encarnan las figuras parentales
— contemporánea a la revalorización del grupo— encuentra en la jerga, insignias que
aseguran una pertenencia extra familiar. Encuentra un soporte en el colectivo generacional,
allí donde a veces el partido, la secta, la parroquia o alguna otra forma de militancia, con sus
fuertes liderazgos, vienen a suplir y a prolongar la figuras de los adultos idealizados en la
infancia.
Vimos hasta aquí cómo la relación ambigua e inconsistente de los jóvenes con la
palabra, en ese tránsito hacia la construcción de una palabra propia, está íntimamente ligada a
la necesidad de transitar una separación de los adultos de quienes dependen.
Volvamos a la idea de que en este proceso, así como resulta necesario soportar
tornarnos menos creíbles y consistentes para el joven, también resulta necesario que el adulto
se dé la oportunidad de señalarle al adolescente que aún no eligió su destino. Se
trata de no creer que ya se jugó su destino, esto es, de darle margen para que pueda seguir
ensayando. Tanto las modalidades discursivas desafiantes y silenciosas como las salidas
anticipadas, pueden ser pensadas como un llamado, una apelación al adulto.
Dice O. Mannoni que si hay una crisis del adolescente o de la adolescencia es
porque hay una crisis parental, o del mundo de los adultos, o de la sociedad, y ambas son
correlativas. Es responsabilidad de la sociedad, de los adultos, lo que hoy les pasa a los
jóvenes. Los adultos atraviesan por problemas que ciertamente influyen en las crisis de los
jóvenes adolescentes. Pero pasar de la dependencia a la autonomía, como es propio de la
adolescencia, sólo puede efectuarse entre el adolescente y la sociedad circundante, y tanto la
familia como la escuela forman parte de esa sociedad.
¿Cómo se ubica el adulto en el enfrentamiento que le presenta el adolescente, cuando
lo desacredita? El joven necesita desprenderse y al mismo tiempo rechaza la ayuda que
proviene del mismo de quien necesita separarse. Es difícil evitar estas dificultades, pero resulta
necesario afrontarlas si queremos comprender y pretendemos ejercer alguna influencia. Se
trata de no dimitir de las funciones que nos competen como adultos, frente a jóvenes que se
presentan muchas veces como autónomos y con un destino definido.
A este respecto, Winnicott (1999) aporta algunas ideas que pueden ser interesantes.
Él plantea que no se trata de combatir la crisis de la adolescencia, ni de curarla, ni de
abreviarla, sino más bien se trata de acompañarla y de explotarla para que el sujeto obtenga
de ella el mejor partido posible. En todo caso hay que aceptarla. El considerar a la
adolescencia como un "estado patológico normal", según Winnicott, hace pensar que se trata
de un paso inevitable pero de un paso que no deja de presentar riesgos.
Dice Winnicott que nuestro papel es afrontar, lo cual da por sobreentendido que
no se trata de soportar pasivamente ni de reprimir ciegamente. Este afrontar puede
ser pensado en relación con la sociedad, las instituciones y los adultos en general. No suplir ni
14
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
reemplazar; andamiar, sostener, pensando en todas las funciones que nos caben a los adultos
como padres o profesores. No combatir sino acompañar. En el acompañamiento hay lugar
para el sujeto.
El lugar de la educación
Si tenemos en cuenta la necesidad de darle al adolescente lugar a ensayos en los que
diferentes personajes puedan aparecer en escena, también podremos pensar en una escuela
que le dé oportunidades para ensayar, con adultos que puedan acompañar ese proceso. Se
trata de ofrecer al joven múltiples oportunidades que podrán tener su expresión, por ejemplo,
en el ofrecimiento de espacios optativos en el campo curricular.
Por cuestiones muchas veces vinculadas con los costos, estas opciones suelen ser
desechadas o no son amplias. Pero entendemos que cada profesor, en el marco de su propia
materia puede generar alternativas para que los alumnos ensayen, por ejemplo, darles la
oportunidad de que una unidad del programa pueda ser elegida por ellos, sin dejar de
acompañarlos.
En tanto asistimos a la falta de un horizonte que enmarque alguna trascendencia social
estable, ese horizonte que funcionó como regulación externa para las instituciones —léase la
familia y la escuela—, paradójicamente la institución escolar tiene hoy la oportunidad de
repensarse y de constituirse como un espacio protegido para los jóvenes.
La institución escolar puede sostener algún ideal que trascienda los marcos familiares,
de los que el joven necesita sustraerse. Puede asumir una función de protección y de
responsabilidad. Contribuir a que el sujeto no quede totalmente marginado del mundo
ofreciéndole la cultura. Pero para ello la escuela, también producto de la misma lógica
fundacional que la familia, debe modificar sus estrategias.
En efecto, entendemos que la escuela puede funcionar como un adulto
alternativo, esto es, como un lugar propiciatorio para la construcción de la subjetividad, de la
identidad, vía identificaciones; espacio de apoyo que puede operar como apuntalamiento del
psiquismo.
¿Qué lugar ocupan los contenidos, muchas veces sofisticados, en este proceso de
acompañamiento? Se trata de acompañar para recuperar el sentido, privilegiándolo frente a
toda la arquitectura disciplinar y didáctica.
Se trata de no subordinar los intereses de los alumnos a la investigación teórica y
didáctica. Esto nos abre la posibilidad de probar, confirmar, modificar, refutar, inventar
proposiciones teóricas y prácticas que se traduzcan en oportunidades para los jóvenes.
No es la teoría lo que obstaculiza —en este caso los contenidos y su didáctica— sino
la preocupación por defenderlos. No es una causa por defender sostener un enfoque, una
didáctica, una propuesta. Sí lo es sostener las oportunidades para los alumnos. La pedagogía
puede desempeñar un papel en el plano de la desalienación, en tanto combine enfoques
actualizados, en sus transmisiones, con las herramientas que se requieren para aprehender las
nuevas ideas y con las necesidades de los jóvenes.
Se trata de multiplicar ejemplos, que ya existen en la Argentina y en otros países, en
los que la escuela puede ser pensada como "un lugar de vida" para los jóvenes: una
escuela que está abierta al exterior. Una escuela abierta los sábados, los domingos y
feriados. Una escuela que toma la posta del lugar que le cabe a los adultos en un contexto
que no les asegura a los jóvenes un espacio en la escena del mundo. Una escuela que les
permita transitar su adolescencia, aunque afuera de ella se comporten a veces como si no
fueran adolescentes.
"¿Cómo entender que a la mañana vaya a la escuela y a la tarde robe?" Se trata de una
escena desdoblada. El sujeto se desdobla. ¿Cuál es el personaje? En un lugar puede jugar a
que todavía no es, mientras que en el otro pareciera que ya está jugado.
Por algo, igual va a la mañana al colegio, aunque alternando, molestando y desafiando.
Por algo igual va. Y es a ese "algo" al que debiéramos apostar. Porque es allí donde tenemos
mucho por hacer y para modificar.
Se pueden ofrecer a los alumnos talleres cotidianos donde se agrupen para descubrir
juntos, expresarse e inventar alrededor de la música, la representación teatral, la cocina, la
15
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Hoy en día los jóvenes no buscan tanto la promoción social como una razón para
vivir y nosotros solemos ser cada vez más impotentes en cuanto a poder ofrecerles esa razón.
¿Cómo salir de la impotencia? En la actualidad, un número cada vez mayor de
docentes está empeñado en reinventar una profesión que ya no se adapta al presente.
Reinventar nuestro oficio significa poner en tela de juicio las estructuras en las que nos
encontramos aprisionados los adultos con los alumnos.
Para finalizar, transcribimos el diálogo con una joven de 19 años que refleja la
importancia que pueden tener para los jóvenes sus profesores.
—¿Qué es para vos una buena escuela: una escuela que permita pasar la adolescencia?
—Es una escuela en la que cada alumno tenga nombre y apellido y no sea un número, como cuando
se da el presente con el número administrativo. Una escuela que tenga un cuaderno para cada
alumno, que es como el documento de identidad del colegio. Te identifica en qué año estás,
aparece tu dirección, el nombre de tus viejos, las materias. Tu vida en el colegio figura en el
cuaderno. Es igual que el documento de identidad, donde figura cuando votás.
En una escuela así nadie pierde su identidad. Hay profesores de calidad.
(Sin darse cuenta, pasa de la escuela a hablar de una profesora.)
“Por ejemplo, ella se preocupa porque su alumno aprenda, ocupa tiempo en su casa para pensar la
cátedra que va a dar al día siguiente. No pone la nota por repetir de memoria pero sí por lo que
aprendiste. En el recuperatorio se ocupa de que hayas aprendido. Es exigente, cuesta aprobarlo.
Eso hace que tu secundario no sea una suma de notas, sino de conocimientos. Que el uno no sea
una sentencia de muerte."
"Para aprender su materia, tenés que saber el conocimiento de toda la materia. No se trata de
poner notas. Eso es un buen colegio. Eso es un buen profesor. Un buen profesor se apasiona con lo
que enseña. Pero sobre todo es esa capacidad para evaluar el aprendizaje. Se dedica mucho a
pensar las preguntas que a ella le reflejen en la respuesta que sabés, que no las podés contestar si
no sabés. Te dice "tal día vengo con la prueba" y viene. "Tal día te la devuelvo" y te la da. No se da
esas licencias ella. Es una mina que te enseña Biología. Logró que aprenda una materia que me
disgusta. No se limita al libro. Te da con las biblias, el Curtis y el Villé, y te trae recortes de diarios,
de Internet."
"Aunque el Estado no contempla la educación sexual, ella te la da. Te habla de anorexia, te habla
de la relación con tu cuerpo. En la adolescencia es un tema importante, si no lo tenés suplido en
otro lado, en tu casa, es importante que el colegio cumpla esa función. Te habla de SIDA, de
bulimia. Te asombrás de la ignorancia de tus compañeros que en 4° año se enteran de que un
preservativo no se puede usar dos veces, que el diú es más abortivo que anticonceptivo, que es
peligroso porque tu hijo puede nacer con el diú en la oreja. Todo eso lo aprendés gracias a ella.
Eso es un buen profesor. Un profesor que tiene como obligatorio educar, que sus alumnos aprendan
y no ir a cumplir un horario y a cobrar un sueldo. Aunque los profesores son personas y lo
necesitan. No como los que cuando estás en una situación difícil, optan por la más fácil: expulsarte,
mandarte a la psicopedagoga o darte el pase.
16
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
Ahora, ¿puede ser que un equipo docente piense en cada uno de sus 1600 alumnos, cuando
además algunos se desmayan de hambre?"
"Para que los chicos se comprometan hace falta un equipo de adultos que quiera al colegio y que se
comprometa.
Igualmente vas a encontrar a los chicos que escriben las paredes. No sé si es espíritu destructivo, si
uno quiere entender por qué son las cosas. Porque quizás algunos no tienen un cuarto donde
escribir sus paredes, y escribiendo las paredes del colegio lo sienten más suyo..."
"Que haya sido un debate fuerte que el colegio no tenga una imagen mala en el barrio para que los
vecinos manden a los chicos y no cierren cursos, ese es un debate que no lo podía creer, que los
chicos se planteen esos debates..."
"Un colegio que te contiene, acorde a los tiempos que corren, que tiene un programa para chicas
embarazadas, con horarios especiales, régimen de faltas. Una "pendeja" así te muestra que en la
Argentina que se está decayendo, no dejarla decaer, le permite que siga estudiando..."
El testimonio transcripto nos deja ver que la escuela es —en gran medida—, para los jóvenes,
su grupo de profesores y cuánto valoran que los adultos insistan en enseñar, esto es, que no
dimitan de su función.
Bibliografía
BOURDIEU, Pierre (1990) "La juventud no es más que una palabra", en
Sociología y Cultura. Grijalbo, México.
BOURDIEU, Pierre (1991) La distinción. Criterios y bases sociales del gusto.
Taurus, Madrid.
BRASLAVSKY, Cecilia (1986) "La juventud en la Argentina, entre la herencia del
pasado y la construcción del futuro", en Revista de la CEPAL, 29.
CARON, Jean-Claude (1996) "La segunda enseñanza en Francia y en Europa,
desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX: Colegios religiosos e
institutos en Levi G. y J. C. Schmitt, Historia de los jóvenes Tomo Il.
Santillana/Taurus, Madrid.
CASTEL, Robert (1991) "D´Lindigence á l´exclusion", en Donzelot, Face á
l´exclusion. L´Espirit, Paris.
DAVIS Natalie Z. (1996) citada en " Los guardianes del desorden. Rituales de la
cultura juvenil en los albores de la era moderna " en Levi G. y J. C. Schmitt,
Historia de los jóvenes Tomo I. Santillana/Taurus, Madrid.
FABRE, Daniel (1996) "Forjar la juventud en el pueblo" en Levi G. y J. C.
Schmitt, Historia de los jóvenes Tomo Il. Santillana/Taurus, Madrid.
FRASCHETTI Augusto, "Historia romana" en Historia de los jóvenes Tomos I
Santillana/Taurus, Madrid.
FREUD, Sigmund (1905). "La metamorfosis de la pubertad" en Tres ensayos de
17
FLACSO. Documento de trabajo de la Especialización en prácticas curriculares en su contexto. Bs. As. 2004
18