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EVITANDO SU TOXICIDAD
El aluminio es uno de los elementos más abundantes en el planeta. Aproximadamente el 7%
de la masa de la tierra está formada por aluminio.
No esencial para el crecimiento de las plantas, el aluminio disponible o soluble puede ser
tóxico para ellas, mientras que otras formas como aluminosilicatos y precipitados o formas de
este metal elemental unido a ligandos no son fitotóxicas.
Existen pruebas de suelo para determinar su nivel, siendo relevante evaluar el alumino (Al+3)
disponible o soluble.
El síntoma que revela toxicidad por presencia de aluminio en las plantas es el menor
desarrollo de las raíces.
Nutrientes esenciales para las plantas como azufre y fósforo tienden a unirse con el aluminio
disponible.
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El exceso de Al+3 en el suelo puede conducir a otros problemas nutricionales como: color
pálido o descolorido, crecimiento marchito o raquítico, tallos finos o débiles y manchas
necróticas.
El aluminio se encuentra más disponible para las plantas en suelos ácidos (suelos con pH muy
bajo). Aquellos cultivos que prefieren suelos ácidos como los arándanos son más tolerantes al
aluminio.
Suelos con pH por debajo de 6 (especialmente menor a 5), son mucho más propensos a tener
exceso de aluminio y por lo tanto contienen niveles tóxicos para la mayoría de los cultivos.
La reducción de aluminio en el suelo se logra a veces con yeso. Los cationes de calcio (Ca+2)
del yeso compiten con los cationes de aluminio (Al+3), haciéndolos menos absorbibles por las
plantas. Esta estrategia de neutralización del suelo corre el riesgo de contaminar cuencas
hídricas.
La reducción del contenido de aluminio en la capa superficial del suelo se logra generalmente
con la adición de cal agrícola elevando el pH a 5.5 o más.