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PRINCIPALES ENFOQUES DEL SUBDESARROLLO HACIA UNA POSIBLE

DEFINICION DEL SUBDESARROLLO.

En los inicios del Siglo XXI, y en plena época globalizadora, son múltiples
los problemas a los que deben enfrentarse las naciones. El narcotráfico, el efecto
invernadero, el terrorismo y las crisis económicas mundiales son solo algunos de
los retos que plantea el nuevo orden internacional.

El subdesarrollo y la pobreza, como problemas no solo económicos, sino políticos y


sociales, requieren de la profundización en el estudio y la investigación de los
mismos. Es necesario clarificar acerca de lo que se habla y precisar sus
características particulares, solo de esta manera se iniciará el camino de
modificación de la realidad.

Ambos temas conciernen a todos los países, desarrollados y subdesarrollados, a los


primeros por las presiones que generan las grandes masas migratorias proveniente
de los países en vías de desarrollo y a los segundos porque si no se logran
establecer equilibrios en sus estructuras económicas y sociales, no sería exagerado
hablar que su futuro estará seriamente comprometido.

En el presente trabajo estudiaremos los diversos conceptos existentes acerca del


subdesarrollo, las características de los países subdesarrollados y las posibles
medidas que se pueden ejecutar para superar ese estado.

El término subdesarrollo es controvertido por el escaso consenso existente. Una


nación o región subdesarrollada sería la que no cuenta con cierta cantidad de
riqueza, servicios o capacidades productivas, pero no hay acuerdo sobre cómo
medir esas cantidades porque se han elaborado distintas listas y criterios.

La idea del subdesarrollo tiene su origen en los economistas alemanes del siglo XIX
y principios del XX, quienes discutían la idea de Adam Smith según la cual todas
las regiones, profesiones y poblaciones pueden progresar económicamente a un
ritmo parecido.

Independientemente de lo muy complicado que ha resultado la definición del


término, el subdesarrollo es un problema mundial al que se le han atribuido
multitud de factores; pero sin acuerdo sobre si son o no influyentes, como la raza,
si pueden considerarse genéricos o específicos, como la religión, si han sido
creados por otras naciones, caso de los colonialismos, o si por el contrario serían
algo propio de las poblaciones subdesarrolladas, como la culpabilización de los
otros.

Qué es el Subdesarrollo, Desarrollo y sus principios y enfoques?

"El estudio del subdesarrollo es una tarea ardua y compleja. Reviste, además,
enorme importancia por el problema que representa para la humanidad la
existencia de un gran desnivel entre países, desde el punto de vista económico y
social".

En una primera aproximación a este tema se puede afirmar que no existe


un concepto único y totalmente aceptado de desarrollo. No es sólo un problema
económico, implica también el aspecto social. Osvaldo Sunkel, clasifica en tres las
principales tendencias que se dedican al estudio del desarrollo: las que lo conciben
como un estado o etapa, y las que enfocan el desarrollo como
un proceso de cambio estructural global.

El desarrollo como crecimiento: Los autores que conciben el fenómeno del


desarrollo como un proceso de crecimiento, suelen definir el nivel de desarrollo en
términos de ingreso por habitante, y el proceso de desarrollo en términos de tasa
de crecimiento. El ingreso por habitante es para esta escuela el indicador, o
medida, más adecuado para definir el nivel y ritmo de desarrollo. Este mismo
criterio lleva también a establecer nóminas de países ordenados según su nivel de
ingreso medio por habitante, de donde se deduce enseguida que aquellos que
están por encima de cierto límite arbitrariamente escogido, serán considerados
países desarrollados, y poco desarrollados los que están por debajo del mismo.

Numerosos son los autores que adoptan como punto de partida las teorías del
crecimiento para analizar aspectos del desarrollo y casi todos ellos centran su
atención sobre cuestiones relacionadas con la inversión; temas tales como
determinar la tasa de inversión, el financiamiento externo, los criterios de
prioridad en la asignación de recursos, la movilización de los ahorros internos, etc.,
constituyen la preocupación fundamental de quienes piensan en el desarrollo
como si fuera un problema de crecimiento.

Por cierto que este tipo de pensamiento tiene una influencia decisiva sobre
los modelos que se utilizan para la elaboración de planes en los países
subdesarrollados. Estos planes llaman la atención sobre la necesidad de
incrementar las inversiones y distribuirlas de cierta manera para lograr un
determinado ritmo de crecimiento del ingreso.

Se destaca la elaboración de proyectos y programas concebidos como esfuerzo de


inversión y de aumento de la producción, y la obtención de recursos financieros
tanto internos como externos para solventar el mayor nivel de inversión. En estos
planes, y en toda la bibliografía vinculada a esta concepción, prácticamente se
ignoran los aspectos relacionados con la productividad de las inversiones, las
condiciones institucionales, sociales, políticas y culturales que influyen sobre el
efecto y el grado de utilización de la capacidad productiva de los recursos
humanos y de los naturales, así como las consecuencias de dichas inversiones
sobre las condiciones de vida de la población, la distribución del ingreso, la
concentración regional de la actividad económica, etc.

Este enfoque tampoco se preocupa en precisar las consecuencias que tendrá el


aumento de las inversiones sobre la estructura económica, política y social. Visto
así, el problema de los países subdesarrollados aparece reducido, casi
enteramente, al de una mayor capacidad de acumulación y su desarrollo
quedaría asegurado con las tasas de abono e inversión.

Desde el punto de vista prospectivo o ideológico esta corriente admite en realidad


que el objetivo del desarrollo es llegar a tener el mismo tipo de sistema económico,
social y político que el existente en los países de alto grado de desarrollo, es decir,
implícitamente consiste en concebir el desarrollo como un proceso de avance hacia
el capitalismo maduro.

El subdesarrollo como etapa: En contraste con la noción de desarrollo de


crecimiento, que es un enfoque enteramente deductivo, hay otra corriente de
pensamiento que, sin apartarse demasiado de su contenido ideológico y
metodológico, procede en cierto sentido en forma inversa, es decir, adopta la vía
inductiva.

En los autores que siguen esta forma de análisis de los problemas del desarrollo, se
observa, en general, que este proceso es concebido como una sucesión de etapas
que se recorren desde la más primitiva o tradicional a la más "desarrollada" o
moderna, pasando por varios niveles o estadios intermedios que tienen
determinadas características. Se podría afirmar entonces que la nota común de
estos autores en cuanto a método es, por una parte, la aplicación de esta secuencia
descriptiva como forma de analizar el proceso de desarrollo, y por la otra
el carácter parcial de las teorías, en el sentido de asignar el carácter de variable
causal básico a una de las características del subdesarrollo. En cuanto al contenido
ideológico subyacente en esta escuela, se trata también, como en el caso anterior,
de concebir el desarrollo de las sociedades subdesarrolladas como el camino hacia
el tipo de sociedad que se concibe, implícita o explícitamente como ejemplo ideal:
la moderna sociedad industrial.

Esta teoría no se limita a aspectos económicos sino que considera igualmente los de
orden institucional y social como variables importantes en el análisis.

El desarrollo como un proceso de cambio estructural global: Esta escuela se


identifica con la corriente de pensamiento llamada "escuela estructuralista". Ésta
pone el acento de la política de desarrollo sobre un conjunto de reformas
estructurales, en la función del estado como orientador, promotor y planificador, y
en una reforma y ampliación sustancial de las modalidades de financiamiento
externo y del comercio internacional.

Un esquema analítico adecuado para el estudio del desarrollo y del subdesarrollo


debe reposar sobre las nociones de proceso, de estructura y de sistema. No se
admite que el subdesarrollo sea un "momento" en la evolución continua (enfoque
del desarrollo como crecimiento) o discontinua (enfoque del desarrollo como
sucesión de etapas) de una sociedad económica política y culturalmente aislada y
autónoma; por el contrario, se postula basándose sobre la observación histórica
sistemática, que el subdesarrollo como el desarrollo son dos caras de un mismo
proceso histórico universal; que ambos procesos son históricamente simultáneos,
que están vinculados funcionalmente, es decir, que interactúan y se condicionan
mutuamente y que su expresión geográfica concreta se observa en dos grandes
dualismos: por una parte, la división del mundo entre los estados
nacionales subdesarrollados, atrasados, pobres, periféricos, dependientes; y por la
otra, la división dentro de los estados nacionales en áreas, grupos sociales y
actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos y actividades atrasadas,
primitivas y dependientes.

El desarrollo y el subdesarrollo pueden comprenderse, entonces, como estructuras


parciales, pero interdependientes, que conforman un sistema único.

La característica principal que diferencia ambas estructuras es que la desarrollada,


en virtud de su capacidad endógena de crecimiento, es la dominante, y la
subdesarrollada, dado el carácter inducido de su dinámica, es dependiente; y esto
se aplica tanto entre países como dentro de un país.

El "problema" fundamental del desarrollo de una estructura subdesarrollada


aparece así como la necesidad de superar su estado de dependencia, transformar
su estructura para obtener mayor capacidad autónoma de crecimiento y una
reorientación de su sistema económico que permita satisfacer los objetivos de la
respectiva sociedad. En otros términos, el desarrollo de una unidad política y
geográfica nacional significa lograr una creciente eficacia en la manipulación
creadora de su medio ambiente natural, tecnológico, cultural y social, así como de
sus relaciones con otras unidades políticas y geográficas.
En síntesis, el concepto de desarrollo, concebido como proceso de cambio social se
refiere a un proceso deliberado que persigue como finalidad última la igualación
de las oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional
como en relación con sociedades que poseen patrones más elevados de bienestar
material. Por otra parte, este enfoque implica el uso del método estructural,
histórico y totalizante, a través del cual se persigue una reinterpretación del
proceso de desarrollo en los países latinoamericanos, partiendo de una
caracterización de su estructura productiva, de la estructura social y de poder ,
sobre la política económica y social, y de los cambios en las estructuras productivas
y de poder derivados de las transformaciones que ocurren en los países centrales y
en las vinculaciones entre esos países y los periféricos.

El desarrollo implica, pues, cambio. Es un problema de dinámica social y


económica, y no se trata tan solo de avanzar, sino de la dirección del cambio y de
su velocidad: es necesario ir a la misma velocidad que los demás para que no se
agrande la brecha. (Caldera, 1970, 09).

El desarrollo es un proceso continuo, que implica el paso de un estado de


desequilibrios pronunciados a otro de equilibrio y de satisfacción de la mayor
cantidad de necesidades humanas. Se asocia el término con riqueza, porque se
supone que al disponer de suficientes recursos se logra satisfacer a las mismas.

No es un concepto excluyente, y para que sea auténtico debe ser integral. En este
caso la integralidad se refiere a que se debe considerar el aspecto social
del hombre. Desarrollo no es sólo el disponer de una mayor cantidad de riqueza
(generalmente creciente), sino como es distribuida y utilizada por la población. No
es sólo disponer de una capacidad de compra elevada sino que la gente logre
satisfacer sus necesidades básicas (en principio) y avance un poco más. También es
necesario que la gente tenga acceso a mejores sistemas educativos, de salud y de
protección social.

El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, incorporó aspectos como la


capacidad de producción y de escoger, dentro de un concepto en el que el
desarrollo se entiende como la expansión y fortalecimiento de la libertad del ser
humano, en términos de remover los factores restrictivos como lo son la pobreza,
la tiranía, la exclusión económica, la privación de asistencia Características de los
Países Subdesarrollados.

En el libro Introducción al Subdesarrollo, la Profesora Mireya Caldera establece


ciertos rasgos comunes en los países subdesarrollados:

Estructura primaria: gran parte de la población se dedica a las actividades


primarias de la economía: explotación agrícola y producción
de materias primas minerales.

Heterogeneidad estructural: se manifiesta en la complejidad de la estructura


económica y en la falta de articulación de la misma.

Subempleo y desempleo.

Inestabilidad de la producción agrícola y minera.


Inestabilidad de las exportaciones agrícolas (si las hay).

Dependencia: la misma se manifiesta de diversas maneras, en lo tecnológico, en lo


económico e inclusive en lo cultural.

Estructuras sociales desequilibradas y desarticuladas.

Desigualdad en el ingreso y en el nivel de vida.

Rápido crecimiento demográfico.

Bajo nivel de instrucción de la población.

Insuficiencia alimenticia.

Higiene deficiente.

Insuficiencia de recursos médico-sanitarios.

Ausencia o insuficiente disponibilidad de infraestructuras.

Inestabilidad de las instituciones políticas.

Es conveniente aclarar que no todos los países subdesarrollados se encuentran a un


mismo nivel de subdesarrollo, por lo que en algunos no se encontrarán todos esos
rasgos pero en otros sí.

ORIGEN DEL SUBDESARROLLO COMO UNA EXPANSION DEL


CAPITALISMO MERCANTILISTA EUROPEO HACIA AMERICA LATINA Y EL
PROCESO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL, CONFORMANDO UNA
ECONOMIA MUNDIAL CON CARACTERISTICA MUY ESPECIFICA DE
CENTRO PERIFERIA.

Las tres contradicciones del capitalismo, la expropiación-apropiación del


excedente, la estructura centro metropolitano-satélite periférico y la continuidad en
el cambio, hicieron su aparición en América Latina en el siglo XVI y desde
entonces han caracterizado a este continente. América Latina fue conquistada y su
pueblo colonizado por la metrópoli europea para expropiar el excedente
económico de los trabajadores del satélite y apropiárselo para su acumulación de
capital, iniciando con ello el presente subdesarrollo del satélite y el desarrollo
económico de la metrópoli. La relación capitalista metrópoli-satélite entre Europa y
América Latina fue establecida por la fuerza de las armas. Y por esta misma fuerza,
así como por la fuerza de la creciente vinculación económica y de otro tipo, se ha
mantenido esta relación hasta hoy.

Las principales transformaciones ocurridas en América Latina en los cuatro


últimos siglos han sido producto de sus respuestas a las influencias económicas,
políticas y otras que, o bien partieron de la metrópoli, o bien surgieron de la
estructura metrópoli-satélite. Excepto en la Cuba postrevolucionaria, todos estos
cambios no han alterado las esencias de esa estructura. Marx observó que "la
historia moderna del capital comienza con la creación, en el siglo XVI, de un
comercio y un mercado mundialmente expansivos". (Marx, I:146.)
Después de Marx, la contradicción capitalista de la expropiación-apropiación fue
subrayada, entre otros, por Werner Sombart y Henri Sée. Este último escribe en su
Orígenes del capitalismo moderno: Las relaciones internacionales constituyen el
fenómeno principal que uno encuentra cuando trata de comprender la causa de la
acumulación primaria del capital (...). La más fecunda fuente del capitalismo
moderno se halla, sin duda, en los grandes descubrimientos marítimos (...). Los
orígenes del comercio colonial consisten ante todo, como dice Sombart, en la
expropiación de los pueblos primitivos, incapaces de defenderse contra los
ejércitos invasores. Mediante verdaderos actos de piratería, los mercaderes
europeos obtuvieron enormes ganancias (...). No menos lucrativas fueron las
prácticas de trabajo forzoso que Ios europeos exigieron de los aborígenes de las
colonias (...) y de los negros importados de África por los tratantes de esclavos,
comercio criminal éste, pero que creó, no obstante, enormes riquezas (...). Debemos
reconocer que esta fue una de las fuentes (...) del capitalismo. (Sée, 1961: 26, 40.) La
conquista y la incorporación a la estructura metrópoli-satélite del capitalismo
fueron más rápidas y llegaron más lejos en la América Latina que en otras partes.
¿Razones? El oro, el azúcar y la expropiación de ambos a los satélites
latinoamericanos y su apropiación por la metrópoli europea y, más tarde, también
por la norteamericana. Así, Sergio Bagú escribe en su clásico Economía de la
sociedad colonial-Ensayo de Historia comparada de América Latina: "La
revolución comercial, que se inicia en el siglo XV, al multiplicar el capital mercantil
y estimular su vocación internacionalista, vinculó la suerte de un país con la de
otro, intensificando su interdependencia económica". "La economía que las
metrópolis ibéricas organizaron en América fue de incuestionable índole colonial,
en función del mercado centro-occidental europeo. El propósito que animó a los
productores luso-hispanos en el nuevo continente tuvo el mismo carácter.

No fue feudalismo Io que apareció en América en el período que estudiamos, sino


capitalismo colonial... Iberoamérica nace para integrar el ciclo feudal". "Si alguna
característica bien definida e incuestionable podemos encontrar en la economía es
la de la producción para el mercado. Desde los primeros tiempos del régimen hasta
sus últimos días, ella condiciona toda la actividad productiva"... "Es así como las
corrientes que entonces predominaban en el mercado internacional europeo
constituyen elementos condicionantes de primera importancia en la estructuración
de la economía colonial. Esto es, por otra parte característico de todas las
economías coloniales, cuya subordinación al mercado extranjero ha sido y sigue
siendo el principal factor de deformación y aletargamiento". La penetración
capitalista, además de convertir a la América Latina en satélite de Europa,
introdujo pronto en ella esencialmente la misma estructura metrópolisatélite que
caracterizaba las relaciones latinoamericanas con Europa. El sector que explotaba
las minas y exportaba los minerales fue el alma de la economía colonial, y aunque
nunca dejó de ser un satélite de la metrópoli europea se convirtió en todas partes
en un centro metropolitano del resto de la economía y la sociedad nacional. Surgió
o se creó una serie de sectores y regiones satélites pera abastecer a las minas de
madera y de combustible, a los mineros de comida y ropa, y a los ociosos dueños
de minas, comerciantes, funcionarios, clérigos, militares y gorrones, de la parte de
los elementos de su vida parasitaria que no importaban de la metrópoli con el
producto del trabajo forzoso indígena e importado. Creció de este modo una
economía ganadera, triguera y textil que no era menos comercial y sí más
dependiente que la economía minera misma. El ganado, que entonces era una
fuente de bienes de consumo y exportación mucho más importante que ahora, y el
trigo, renglón principal de la hacienda española, se produjeron desde el principio
en grandes haciendas que españoles y criollos poseían y administraban. Los
primeros trabajadores fueron, por fuerza, esclavos, después indígenas
encomendados o sujetos a la mitad; más tarde brazos alquilados, obligados a la
servidumbre por deudas o por diversos contratos de aparcería que aseguraban su
permanente disponibilidad. La tierra, al principio en gran parte inútil para los
españoles, pero después progresivamente buscada y más valiosa a medida que el
valor comercial de sus productos aumentaba, se adquiría por merced, por
conquista, por expulsión de los indígenas de sus tierras comunales, y
posteriormente de los mestizos y hasta de los pobladores blancos de sus predios,
ocupándose primero la tierra secuestrada y legalizándose después la ocupación
mediante soborno y falsificación de documentos, a menudo mediante compra o
embargo por deudas del propietario anterior, o por diversos medios fraudulentos,
pero nunca, debe observarse, por encomienda, pues ésta sólo otorgaba derechos
sobre los indígenas y no sobre la tierra. Los monarcas sólo concedían tierras a
quienes se hacían acreedores a ello por vivir en la capital de la colonia o de la
provincia.

A menudo los propietarios de tierra no se distinguían de los poseedores de


derechos exclusivos sobre el comercio internacional o interior, la explotación de
minas, los medios de transporte, el capital usurario, los empleos civiles y religiosos
y otras fuentes de privilegios. La propiedad privada surge, pues, en circunstancias
favorables para que cambie de manos; sus títulos se heredan, se negocian, se
transfieren por compraventa; los compradores surgen entre Ios funcionarios (cuyos
buenos sueldos les permiten disponer de dinero, tan escaso entonces) y entre
quienes han logrado enriquecerse con rapidez gracias al comercio y, sobre todo, a
las minas de oro y plata. Es lógico, por tanto, que encomenderos funcionarios
fuesen los primeros propietarios rurales e iniciaran un lento proceso de
acumulación de tierras que alcanzará su apogeo en el siglo XVII fue el nexo
monetario y la dura realidad económica en que se apoyaba, y no principalmente
las tradiciones, los principios o las relaciones sociales aristocráticas o feudales, lo
que rigió en América Latina desde el comienzo. Y fue la concentración estructural
de la propiedad, del predominio y del capital la que también concentró la tierra,
los brazos encomendados, el comercio, las finanzas y los empleos civiles, religiosos
y militares en unas pocas manos¹. El poder del capital monopolista predominó
desde el principio y continúa predominando. La sede geográfica, económica,
política y social de esta apropiación y acumulación monopolista de capital fue, por
supuesto, la ciudad y no el campo, por mucho que éste haya sido la fuente de la
riqueza. La ciudad colonial vino a ser el centro metropolitano interior
predominante, y el campo el satélite periférico dependiente.

Al mismo tiempo, el dominio y la aptitud para el desarrollo económico de la


ciudad latinoamericana fueron coartados desde el principio, pero no por su región
satélite o alguna supuesta estructura feudal de aquélla (antes bien, la estructura del
campo fue y sigue siendo la fuente principal del desarrollo económico urbano),
sino por su propia condición de satélite de la metrópoli mundial extranjera. En
cuatrocientos años ninguna metrópoli latinoamericana ha superado esta limitación
estructural de su desarrollo económico. Un investigador de la América Central
observa: "La posición privilegiada de la ciudad tiene su origen en la época colonial.
Fue fundada por el conquistador para cumplir las mismas funciones que todavía
cumple en la actualidad: las de incorporar al indígena en la economía traída y
desarrollada por ese conquistador y sus descendientes. La ciudad regional era un
instrumento de conquista y es aún en la actualidad de dominación". (Stavenhagen,
1963: 81.)
De dominación, empero, no sólo de su propio grupo gobernante sino también de
la metrópoli imperialista, cuyo instrumento es la ciudad latinoamericana, con su
disperso sector terciario "de servicios". Una vez introducidas en la América Latina,
en los niveles internacional y nacional, las contradicciones capitalistas de la
polarización y la expropiación-apropiación, sus consecuencias necesarias, esto es,
desarrollo limitado o subdesarrollo en las metrópolis del continente y desarrollo
del subdesarrollo estructural, lejos de retardar su aparición varios siglos, hasta
después de la revolución industrial inglesa, como con tanta frecuencia se sugiere,
comenzaron a generarse y brotar desde luego. Bajo el subtítulo de "Dinámica de las
economías coloniales", Aldo Ferrer confirma nuestra tesis en La economía
argentina, las etapas de su desarrollo y problemas actuales: "Si se pretende
determinar cuáles fueron las actividades económicas dinámicas en la economía
colonial, deben recordarse las características de la economía de la época y se
concluye qua fueron aquellas estrechamente ligadas al comercio exterior. La
minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal,
dedicadas fundamentalmente a la exportación fueron las actividades expansivas
que atrajeron capital y mano de obra. En estos casos, (economías coloniales) la
producción se realizaba generalmente en unidades productivas de gran escala,
sobre la base de trabajo servil. Los grupos de propietarios y comerciantes
vinculados a las actividades exportadoras eran, lógicamente, los de más altos
ingresos, conjuntamente con los altos funcionarios de la Corona y del clero (que
muchas veces consiguieron sus puestos por la compra de los mismos). Estos 25
sectores constituían la demanda dentro de la economía colonial y eran los únicos
sectores en condiciones de acumular. Forzando el concepto, constituían al mismo
tiempo el mercado interno colonial y la fuente de acumulación de capital. En estas
condiciones, al mismo tiempo que el sector exportador era muy poco diversificado,
la composición de la demanda tampoco favorecía la diversificación de la estructura
productiva interna. Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de
propietarios, comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión de
adquirir los bienes manufacturados de consumo y durables (consistentes en buena
proporción de bienes suntuarios de difícil o imposible producción interna) en el
exterior, y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad gastado
internamente... El sector exportador no permitía, pues, la transformación del
sistema en su conjunto, y una vez que la actividad exportadora desaparecía, como
ocurrió con la producción azucarera del noreste del Brasil ante la competencia de
la producción antillana, el sistema en su conjunto se desintegraba y la fuerza de
trabajo volvía a actividades de neto carácter de subsistencia.

Independientemente de las restricciones que las autoridades solían imponer sobre


las actividades que dentro de las colonias competían con las metropolitanas, poca
duda cabe que tanto la estructura del sector exportador como la concentración de
la riqueza constituyeron obstáculos básicos para la diversificación de la estructura
productiva interna, la elevación consecuente de los niveles técnicos y culturales de
la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la evolución del
mercado interno y a la búsqueda de líneas de exportación no controladas por la
potencia metropolitana. Este chato horizonte del desarrollo económico y social
explica buena parte de la experiencia del mundo colonial americano y,
notoriamente, de las posesiones hispano-portugueses". (Ferrer, 1963: 31-32).
Poniendo en mis propios términos las observaciones y el análisis de Ferrer, se
puede observar cómo el establecimiento de la estructura metrópoli-satélite entre
Europa y las colonias latinoamericanas, y dentro de estas mismas, sirvió para
fomentar desde luego un desarrollo limitado o subdesarrollo en la metrópoli
colonial (nacional después) y un subdesarrollo estructural en los satélites
periféricos de estas metrópolis coloniales. Bagu y Ferrer observan que la
exportación del excedente económico de las colonias fue la causa y la fuerza motriz
que las llevó a ser partes integrantes del expansivo sistema capitalista mundial.
Como anota Ferrer explícitamente, el sector dinámico de las colonias o satélites fue
el de la exportación, es decir, la metrópoli interior. Desde el principio mismo, esta
metrópoli interior y más tarde nacional expropió el excedente económico de sus
satélites periféricos y, sirviéndose de esta metrópoli interior como instrumento de
expropiación, la metrópoli mundial se apropió a su vez de gran parte de ese mismo
excedente económico.

Algo de este excedente económico de las periferias provinciales quedó, por


supuesto, en las diversas metrópolis latinoamericanas. Es decir, como señala
Ferrer, el producto interno se concentró allí, como también, en consecuencia, la
actitud nacional para el consumo y la inversión o la acumulación. Pero la misma
estructura metrópoli-satélite, cuyo desarrollo, en primer lugar, dio existencia a la
América Latina que conocemos, creó y sigue creando en estas metrópolis
latinoamericanas (quizás aún más ahora) intereses que indujeron a sus grupos
dirigentes a satisfacer por medio de importaciones gran parte de su concentrada
demanda de consumo. Esta estructura conspiró también contra la inversión por
aquéllos del excedente económico apropiado de sus compatriotas, en fábricas para
su propio consumo o para la exportación, y mucho menos, por supuesto, para el
consumo de los expropiados. Las consecuencias de la estructura metrópoli-satélite
del capitalismo internacional sobre la estructura y el proceso capitalista nacional
no se resumen únicamente, por tanto, en la apropiación por la metrópoli mundial
del excedente de los centros nacionales, que además de ser satélites de aquélla son
metrópolis de sus respectivos satélites periféricos, de cuyo excedente económico se
apropian a su vez. Los efectos del capitalismo mundial y nacional calan más hondo
y conducen a la orientación errónea y el mal empleo hasta del excedente que queda
a disposición del satélite.

Esta ha sido, pues, la regla del desarrollo económico y, simultáneamente, del


subdesarrollo a lo largo de la secular historia del capitalismo. Si los grupos
gobernantes de los países satélites han encontrado provechoso, de vez en cuando,
adoptar un grado relativamente mayor de industrialización y desarrollo
autónomos, como ocurrió en el siglo XVII y varias veces después, no fue porque
hubiese cambiado la estructura esencial del sistema capitalista mundial sino
únicamente porque el grado de dependencia de las metrópolis mundiales había
menguado temporalmente, debido al accidentado desarrollo del belicoso sistema
capitalista mundial. Durante las depresiones y las guerras, el desarrollo industrial
y económico de los satélites latinoamericanos tomó impulso, sólo para ser
cercenado de nuevo o reencauzado en el subdesarrollo por la subsiguiente
recuperación y expansión de la metrópoli, o por el restablecimiento de la
integración activa de ésta con sus satélites. Vale decir que en el conjunto de
América Latina, las tres contradicciones del capitalismo hicieron su aparición
desde el principio y comenzaron a ejercer sus inevitables efectos. A despecho de
todas las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales por las que
han pasado la América Latina y Chile desde el período inmediatamente posterior a
la Conquista, han retenido los elementos de la estructura capitalista que la
colonización implantó en ellas. La América Latina, lejos de haber superado
recientemente o de no haber superado aún el feudalismo (que, en realidad, nunca
conoció), o de haber tomado hace poco un papel activo en el teatro del mundo,
inició su vida y su historia posterior a la Conquista como parte integrante y
explotada del desarrollo capitalista mundial. Eso explica su subdesarrollo de hoy.
Eduardo Arcila Farías escribe en El régimen de la encomienda en Venezuela (1957:
307): "La encomienda y la propiedad territorial en América son instituciones que
no tienen entre sí ninguna relación. Entre los institucionalistas no existe confusión
alguna al respecto, y los historiadores especializados han puesto cada cosa en su
sitio. En realidad no se justifica el hacer aquí esta aclaración sobre una materia muy
clara, sino en razón del desconocimiento que existe en Venezuela tanto sobre la
encomienda como sobre los orígenes de la propiedad territorial, sobre los cuales no
se ha intentado aún estudio alguno. "A menudo muchas personas que escriben
sobre historia en nuestro país confunden ambos términos y atribuyen los orígenes
de la propiedad a Ia encomienda". En su New Viewpoints on the Spanish
Colonization of America (1943: 80, 84), dice así: "La idea más generalmente
aceptada al respecto de la encomienda es que las tierras y los indios fueron
repartidos entre los españoles desde los primeros días de la Conquista [...]. Pero
esta noción de que las encomiendas fueron el verdadero origen de la hacienda está
expuesta a seria duda, a la luz de la historia de la tierra tanto como a la del pueblo
[...]. En resumen podemos decir que la propiedad del suelo en Nueva España no
era conferida mediante encomiendas. Dentro de los límites de una sola
encomienda podía encontrarse tierras pertenecientes a indios individualmente,
tierras poseídas colectivamente por las aldeas, tierras de la Corona, tierras
adquiridas por el encomendero mediante una concesión diferente de la
encomienda o relacionada con su derecho al pago de contribuciones en productos
agrícolas, y, por último, tierras otorgadas a otros españoles, aparte el
encomendero. Lo anterior demuestra que la encomienda no puede haber sido el
antecedente directo de la hacienda moderna, porque no daba verdaderos derechos
de propiedad [...]. En Chile, en cierto caso, el encomendero de una aldea
despoblada, lejos de pretender que las tierras abandonadas le pertenecían por
virtud de su encomienda original, acudió a las autoridades reales para que le
diesen el derecho a ellas mediante una nueva y diferente concesión". De las
funciones capitalistas de la encomienda se trata en el capítulo sobre el "problema
indígena".

PRINCIPALES CARACTERISTICAS DE ECONOMIAS LATINOAMERICANAS


SUBDESARROLLADAS:

En primer lugar, sus habitantes apenas disponen de lo necesario. El concepto de lo


necesario se amplía en la sociedad capitalista de consumo de masas. Otra
característica es la sub-producción de tipo capitalista. Los recursos no están
aprovechados. También está entra sus características el alto crecimiento
demográfico, ya que el incremento de la población impide el desarrollo económico.
La población es mayoritariamente dependiente, debido a los bajos niveles de
inversión, y no a los altos índices de población. Otra de las características es la
dependencia económica del mundo desarrollado, neocolonialismo, puesto de que
la inversión industrial y los canales de comercialización del producto están en
manos de los países ricos.

Estos efectos y no las causas de una economía subdesarrollada. Son fruto de la


desigualdad intrínseca que introduce el sistema capitalista, que tiende a acumular
capital en unos países detrayéndolos de otros. Si se analiza las sociedades de los
países capitalistas podemos encontrar grupos de población que tienen las mismas
características que las de los países subdesarrollados, es el llamado cuarto mundo,
la única diferencia es que en los países del Tercer Mundo esta población adquiere
el carácter de endémica.
a.- El crecimiento de las necesidades: el aumento del gasto hace crecer el mercado y
el consumo de bienes, los cuales se diversifican cada vez más. Los productos deben
aparecer y desaparecer rápidamente del mercado, y ser perecederos. El gran
impulsor de este tipo de economía de consumo de masas es la clase media, con
rentas que les permiten adquirir bienes, pero no acumular capital.

El Estado tiende a cubrir muchas necesidades que poco a poco se van haciendo
básicas, es lo que se conoce como Estado del bienestar. Sin embargo, en la sociedad
actual no basta tener las necesidades básicas cubiertas, la sanidad, la educación y la
cultura son necesidades que nadie, en los países desarrollados, puede renunciar y a
las que tienen derecho. La vida urbana crea nuevas necesidades: de vivienda,
equipamiento, transporte, vestido, etc. creadas, en su mayor parte, por la
publicidad.

b.- El crecimiento demográfico: con la revolución industrial y el crecimiento de la


productividad aumenta, también, la población, en el proceso de transición
demográfica. A diferencia de lo que pasa en los países desarrollados, que la
transición demográfica dura entre 90 y 120 años y su crecimiento anual máximo
nunca supera el 2%, en los subdesarrollados la transición demográfica es mucho
más corta y los crecimientos anuales máximos superan en 2%.

c.- La revolución verde y la economía de plantación: desde los tiempos del sistema
colonial data la dedicación de ciertas zonas del mundo a la agricultura y a la
extracción de materiales y materias primas, gracias a un sistema de especialización
productiva que buscaba ventajas comparativas. En agricultura se nota el impacto
de la revolución verde que es el uso de las variedades de altos rendimientos, con
todos los insumos necesarios para incrementar la producción al doble o más. En los
países subdesarrollados es un problema añadido, ya que su dependencia de los
países ricos en cuestiones agrícolas es total.

En los países subdesarrollados el modelo que se establece es la economía de


plantación especulativa, que funciona como una empresa de producción; con
asalariados y utilizando todas las ventajas de la tecnología y la ciencia. Se crea un
proletariado rural indígena desvinculado de las tradiciones de su civilización. La
producción de las plantaciones está dedicada al comercio internacional y no al
consumo interno.

d.-La ciudad y el sector terciario: cuando un país se industrializa sus ciudades


crecen espectacularmente, y con ellas el sector terciario y de servicios, que es
indispensable para poder vivir en una ciudad. Con este proceso se descapitaliza el
campo en favor de la industria y los servicios. Los capitales liberados son
absorbidos por los servicios financieros y la búsqueda de operaciones
especulativas.

c.- La industrialización del Tercer Mundo: La industrialización del Tercer Mundo


es un hecho reciente que se debe a la política de desconcentración productiva de
las multinacionales, y que buscan en los países pobres mejores condiciones de
contratación de la mano de obra, incluso llegan a emplear fuerza de trabajo infantil
en condiciones de semiesclavitud; y otras ventajas fiscales.

La producción de estas industrias no va dirigida al aumento del consumo interno,


sino a la exportación. Sin embargo, algunas empresas comienzan a fabricar
componentes para las multinacionales y terminan dependiendo de ellas en
exclusiva. Son empresas subsidiarias autóctonas.

Otras características de los países subdesarrollados serían las siguientes:


1.- Países en transición que vacila entre el desarrollo y el estancamiento económico.
Registran características y magnitudes variables, su desarrollo no es sostenido sino
propio de economías volubles que se sostienen bajo esquemas de dependencia
externa.
2.- Los países subdesarrollados son dependientes de las imposiciones de los
mercados internacionales que dificulta la planificación de sus programas
socioeconómicos, sus productos básicos y materias primas son comprados a
precios fluctuantes y desvalorizados, mientras los productos que importan para su
subsistencia aumentan sus precios sin previo control.
3.- El nivel de ingresos por habitante variable y dependiente.
4.- Imposibilidad para reforzar y financiar su propio crecimiento económico.
5.- Intentos por resolver sus problemas de salubridad y educación. Los resultados
son variables en este aspecto.
6.- Dependencia de los países en cuanto a su comercio exterior: la exportación es
escasa y dependiente de la monoproducción, mientras que la importación incluye
variedad de materiales, equipos, insumos y alimentos que se hacen necesarios en la
vida cotidiana y el progreso de las industrias.

INDICADORES SOCIALES ECONOMICOS QUE PERMITAN COMPARAR


ECONOMIAS DESARROLLADAS:

A pesar de que el subdesarrollo se incorporó al objeto de estudio de las ciencias


sociales, particularmente de la económica, éste no sólo se mantiene, sino que su
evolución ha observado una tendencia a la profundización y al distanciamiento de
los países desarrollados.

No se trata de un fenómeno despreciable en el sentido de su estudio teórico, pues


los países subdesarrollados representan una parte considerable de
la población mundial, sobre quienes el peso de las contradicciones del sistema
capitalista recae con particular fuerza.

El acceso de ese grupo de países a los servicios de educación es escaso, en algunos


de ellos la escolaridad promedio no sobrepasa los tres años. La transferencia
inversa de tecnología influye negativamente sobre ellos, con la emigración de
personas capacitadas hacia los países desarrollados, en la búsqueda me mejores
opciones de empleo y de condiciones de trabajo, alentados por la propaganda
intencionalmente dirigida a fomentar esa expectativa. Por eso, uno de cada cinco
de los trabajadores que han alcanzado más de trece grados, no se haya empleado
en su propio país, sino en uno desarrollado.

Entre 1990 y 2003, el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante –uno de los
indicadores ampliamente empleado en la medición del desarrollo- observó un
crecimiento medio de 0,72%, sólo seis países rebasaron el 7% anual. Según
estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)
para poder alcanzar el objetivos de reducir la pobreza. La participación en
el comercio mundial representa, en términos de exportaciones, sólo el 2,4% de las
cuales, las dos terceras partes corresponden a productos primarios.

De especial interés para la evaluación del fenómeno del subdesarrollo, resultan las
apreciaciones de los exponentes del Pensamiento Económico Cubano, en las que la
dominación extranjera es presentada como un elemento básico en la conformación
de las relaciones de dependencia, especialmente de las que han distinguido los
vínculos entre los polos dominante y dominado del sistema capitalista de
economía mundial, en su fase imperialista. El reconocimiento de que la
dependencia no es precisamente un fenómeno formal, sino derivado de las
relaciones entre los dos polos del sistema capitalista, otorga mayor relevancia a las
reflexiones de los teóricos cubanos. Por eso la necesidad de hacer referencia a la
perspectiva con que ha sido evaluado ese fenómeno en Cuba.

La visión estructuralista, por otra parte, también intenta explicar el subdesarrollo,


toda vez que éste se ha convertido en un fenómeno típico del capitalismo
monopolista. Dado el carácter mundial del capitalismo, el grupo de países
subdesarrollados no puede ser excluido absolutamente. La dinámica de
la reproducción a nivel global, demuestra la inclusión de ese grupo. De ahí el
interés que adquiere para la teoría económica, si bien sus exponentes lo han
centrado en las manifestaciones externas así como en la desarticulación con el
sistema, de tal forma que niegan la responsabilidad de los países desarrollados.

El predominio de la ideología neoliberal en el pensamiento burgués, tiene su


reflejo también en el análisis del subdesarrollo. Por eso, priorizan la actuación
sobre las manifestaciones externas del fenómeno. En ese sentido, la medición del
desarrollo adquiere una importancia vital, en la mesura que permite conocer
donde incidir para aumentar o disminuir los indicadores. Ello se extiende,
intencionalmente, al efecto sobre la opinión pública.

Aspectos tales como el crecimiento del Producto Interno Bruto, el ingreso por
habitante, el nivel de desempleo y la inflación entre otros, adquieren para la teoría
neoliberal, una importancia decisiva.

Estos análisis, centrados en las manifestaciones externas del fenómeno, no son


compartidos por los exponentes del pensamiento cubano, si bien no desestiman la
validez de los indicadores, especialmente de aquellos que ilustran el
empeoramiento de la situación de la clase trabajadora. Es por ello que en Jacinto
Torras, Ernesto Guevara, Carlos Rafael Rodríguez y Fidel Castro; se hallan reservas
respecto del concepto subdesarrollo acuñado por los teóricos burgueses.

Para Torras, existe una identidad entre países subdesarrollados económicamente y


dependientes políticamente. Su consideración de que "Dentro de esa categoría, y
coincidiendo casi totalmente con ella, pueden calificarse a todos los países
coloniales, y semicoloniales o dependientes"[2] lo confirma. Las relaciones de
dependencia generadas a partir de los nexos con el sistema capitalista mundial,
particularmente en su fase imperialista, diseñados por las metrópolis con criterio
de complementariedad a sus industrias respectivas, así como de consolidación de
sus posiciones de dominación; constituyen para este autor, la causa de la situación
socio económica en la cual se hayan los países considerados subdesarrollados.

En el Ché se aprecia una valoración similar a la de Torras, pues este autor prefería
llamarles "en verdad países coloniales, semicoloniales y dependientes". En su
opinión, esa condición era debida a "la acción imperial que ha desarrollado
anormalmente las ramas industriales o agrícolas necesarias para complementar su
compleja economía". Con esas acotaciones, el autor establece un nexo entre la
situación económica y la dominación política, así como también hacía notar el rol
de los países imperialistas en la conformación del subdesarrollo.

Fidel Castro considera que el subdesarrollo constituye "un fenómeno económico y


social único y global, un hecho político… En su base no se encuentra más que un
orden económico internacional injusto y una manifiesta desigualdad en
la distribución de las riquezas, tanto entre las diversas naciones como dentro de
muchas de ellas"[5], con lo cual sitúa el fenómeno en el entramado de las relaciones
económicas internacionales, diseñadas por los países hegemónicos.

De ahí que el subdesarrollo, desde la perspectiva del Pensamiento Económico


Cubano, más que un fenómeno, constituye un proceso. Sus características, en ese
sentido, no son sino las manifestaciones externas en las cuales las relaciones entre
países desarrollados y subdesarrollados cobran forma. De ahí los momentos
fundamentales en el análisis del asunto, derivados de esta perspectiva.

Es un tipo peculiar de capitalismo, surgido en países económicamente atrasados,


asociado al colonialismo primero, y al neocolonialismo después.

Como rasgos peculiares, se destacan la dependencia estructural que influye en


toda la estructura socioeconómica y condiciona los atributos principales del
sistema y del proceso de desarrollo.

La dependencia impuesta, en la cual intervienen también las burguesías nacionales


dominantes, que disfrutan las ventajas de la deformación estructural, toda vez que
sus intereses se encuentran vinculados a los del capital trasnacional.

Es parte consustancial del proceso histórico global del desarrollo capitalista,


acaecida como resultado de la actuación de sus leyes y contradicciones que, a nivel
internacional, se revela en la conformación de dos polos diferenciados:
desarrollados y subdesarrollados.

Siguiendo la perspectiva teórica e ideológica característica del pensamiento en el


polo dominante, éstos han intentado explicar el subdesarrollo como un fenómeno
natural, necesario, resultado de la incapacidad para conducir la economía; en cuya
evolución las economías desarrolladas no son responsables. Paralelamente, su
interés ha estado dirigido a introducir métodos cuantitativos en los que sea
reflejada la situación económica, así como aconsejar procedimientos para
contrarrestar las manifestaciones visibles concretas del fenómeno.

De ahí la utilidad de los indicadores, que si bien no se hayan asociados al


subdesarrollo, si han devenido instrumentos de registro del comportamiento de las
economías de los diversos países, entre ellos los subdesarrollados.

Como el subdesarrollo, no ha permanecido estático, sino que ha observado una


evolución, en la medida en que las relaciones sociales se han complejizado,
especialmente las de dominación. Por esa razón, los indicadores no sólo
contemplan los tradicionales, relativos a la producción y el ingreso, sino también
otros de carácter social como es el índice "calidad de vida". Los más utilizados son:

Ingreso por habitante, el cual es sintetizado por grupos de países.

Relación del producto nacional bruto por habitante. Este indicador permite
comparar al grupo de países subdesarrollados respecto a los desarrollados.

Ritmo medio de crecimiento económico.

Participación en la economía mundial, fundamentalmente a través del comercio y


de la inversión de capitales.

Calidad de vida.

Índice de capacidades básicas.

Concentración del personal técnico.

A partir de los indicadores, es posible clasificar a los países en atención a su nivel


de desarrollo, lo cual posibilita establecer distinciones entre ellos. Igualmente,
permite proyectar acciones en pro del desarrollo.

Aún con la incorporación de nuevos indicadores, el Banco Mundial, institución


financiera internacional, al distinguir tres grupos de países, lo hace utilizando
como criterio el nivel de ingreso:
Ingreso bajo, para aquellos países con menos de $755 por habitante.

Ingreso medio, para los que poseen un rango entre $756 y $9 265. Aquí introduce
una nueva diferenciación, al clasificar a los países con ingreso entre $756 y $2 995
como medio bajo, mientras los que superan ese nivel los considera de medio alto.

Ingreso alto, en los que ubica el grupo de países con un rango por encima de $9
266.

Si bien el ingreso por habitante constituye un indicador que oculta las diferencias
al interior delas clases sociales, los grupos étnicos, las razas y el género; ofrece una
idea del nivel económico del país, así como también permite establecer una
comparación con el resto. Esa comparación arroja una diferencia que sitúa a los
países más pobres en un punto muy distante de los países desarrollados.

El reconocimiento de la diversidad al interior de los países clasificados como


subdesarrollados, tiene en su base los diferentes niveles económicos presentes en
cada uno de ellos. Tal vez por esa razón, ni el término subdesarrollo acuñado por
los teóricos de la burguesía monopolista trasnacional, ni su medición a través de
los indicadores; sean suficientes para expresar el estado de los países del polo
dependiente.

La presencia de países cuya situación no sólo económica, sino también social,


resulta alarmante, se revela ante los estudiosos como un problema: algunos
fenómenos presentes en esos países, no encajan con los indicadores tradicionales,
pues resultan insuficientes para medir, tal como es su propósito. Esa situación,
tanto los estudiosos como las instituciones internacionales; tratan de resolverla
mediante la adición de nuevos indicadores.

Como el producto interno bruto y el ingreso por habitante, entre otros; resultan
insuficientes para medir la realidad de los países subdesarrollados, el término
pobreza ha aflorado de tal forma, que ocupa un lugar particularmente relevante,
tanto en el discurso teórico como en el político. Para ese fin, es utilizado el
Coeficiente de Identificación de países en condiciones críticas (ICB). Este indicador
comprende:

Porcentaje de niños inscriptos en el primer grado escolar que llegan a alcanzar el


quinto (I-1)

Mortalidad de niños menores de cinco años (I-2)

Porcentaje de partos atendidos por personal especializado (I-3)

Al comparar las diferencias en el desarrollo económico, siempre a través de los


indicadores, la Organización de Naciones Unidas emplea el término "países de
menor desarrollo" para designar al subconjunto de países subdesarrollados. En el
incluye los cincuenta más pobres del mundo.

Las diferencias entre los dos grupos de países, derivados de las relaciones de poder
desplegadas en el plano internacional -subdesarrollados y desarrollados – también
se ponen de manifiesto en la estructura productiva, comercial, así como de su
fuerza productiva respectiva. Ello se expresa en la llamada "brecha entre los países
más atrasados y los más desarrollados", determinada por los componentes
siguientes:

Productividad

Estructura productiva

Formación de capital humano


Participación en el comercio mundial

Infraestructura (electrificación)

Uno de los indicadores que ha cobrado importancia, a tenor del agotamiento de los
tradicionales, es el Índice de Bienestar Humano, en tanto criterio de medición del
desarrollo, el cual comprende tres indicadores:

Ingreso por habitante. La renta es considerada parte del bienestar, permite hacer
comparaciones entre países, pero escapa a juicios de valor, toda vez que no
ofrece información acerca de la distribución al interior de los miembros de
la sociedad, cuestión esta que, como es conocido, se halla concentrada en
segmentos reducidos de la población.

Índice de desarrollo humano (IHD). Aunque es una medida más completa , ya que
está centrado en el ser humano y ofrece un mejor balance entre las dimensiones
económica y social; resulta aún insuficiente, por cuanto oculta la desigualdad
social, no registra el desempleo ni la degradación ambiental, así como tampoco
revela la ocurrencia de cambios estructurales. El 85% de los cambios en este
indicador, pueden ser explicados por las variaciones del Producto Interno Bruto
per cápita, por lo que es ese el que continúa siendo la base de la medición del
desarrollo. De esa forma, los países capitalistas desarrollados, eternizan
el paradigma a alcanzar por los subdesarrollados donde, la irracionalidad tanto en
el consumo como en la relación con el ambiente; son referentes.

Estatura media. Indicador de carácter fisiológico, asentado en los parámetros de


los países desarrollados.

Con estos indicadores, se trata de medir la pobreza, el desempleo y la desigualdad,


aun cuando en la base de su formulación se halla la desigualdad.

Como la noción de que el desarrollo no es únicamente económico, los indicadores


de carácter social son incorporados, en los intentos de medirlo. Así han aparecido:

Esperanza de vida al nacer

Tasa de mortalidad en menores de cinco años

Tasa de alfabetización en adultos

Población con acceso a agua potable

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) emplea un sistema de


índices, en el que dominan los de carácter social, ellos son:

Desarrollo de la mujer

Desarrollo humano

Potenciación de género

Pobreza humana (países desarrollados). Pobreza humana (países en desarrollo)

Adelanto tecnológico.

A pesar de la inclusión de nuevos indicadores, en los intentos por dimensionar el


subdesarrollo; los tradicionales persisten como referentes relevantes. Igualmente,
la desarticulación del subdesarrollo de la dinámica del desarrollo en los países
hegemónicos, continúa al margen de ese proceso. Más aún, las fórmulas
propuestas como solución por los países desarrollados, para su implementación en
los países del Sur, se hallan inspiradas en los patrones del modelo capitalista.

PAPEL DEL ESTADO EN LA SOCIEDAD SUBDESARROLLADA:


El Estado tiene una función determinante en los países subdesarrollados y en vías
de desarrollo, los fines y cometidos que deben implementar para superar los
niveles de pobreza y subdesarrollo, se consideran que deberán ser más numerosos
y de mayor alcance, es decir, muy eficaces. El papel del estado no puede ser pasiva
o condicionada a la actuación del sistema económico, ya que es de suponerse que
en un país subdesarrollado la economía no funciona de la manera más equitativa
en la distribución de bienes y servicios a la población; por lo general, los países
subdesarrollados, carecen de elementos naturales que generen riqueza y si los
tiene, las ganancias obtenidas de éstos no se revierten a través del Estado a la
población, su capacidad manufacturera y de transformación no es la mejor, ese ha
sido el caso de nuestro propio país que ha explotado grandes riquezas petroleras y
aún sigue en el nivel de un país subdesarrollado.

El concepto de desarrollo es considerado por la existencia o disponibilidad de


“bienes de consumo por habitantes”, tales como automotores, televisores, neveras,
etc. Según lo expresado por esos indicadores, en base a éstos se considera si un país
es o no desarrollado.
Para otros, el criterio de la noción de desarrollo, consiste en un elevado y creciente
potencial industrial, el cual identifica, por lo general, desarrollo con
industrialización. No siempre esto es así, en América Latina existen casos notables
como Argentina, Brasil y México, que son los países con mayores índices de
industrialización de la región, y económicas relativamente diversificadas, pero no
se les considera a nivel mundial como países desarrollados. La industrialización
estructurada dependiente de una base tecnológica externa, aun contando con la
materia prima, en donde los mercados internos estén reducidos y fragmentados
por políticas que no protegen el mercado interno, como importaciones o políticas
de control cambiarios, ausencia de la protección nacional con relación a la
inversión extranjera, acuerdos internacionales que desfavorezcan nacional, todo
ello no son elementos que indiquen lo que puede significar el verdadero
desarrollo. Tampoco significa desarrollo todo un crecimiento económico nacional,
sino se encuentra acompañado de un adecuado y progresivo plan de distribución
del ingreso y bienestar.
El Estado en los países subdesarrollados debe cuidar su actuación política, y su
labor administrativa, la cual debe estar influenciada por una concepción ideológica
determinada, que va a influir en los factores subjetivos que el constituyente y el
legislador asuma como criterio propio al momento de elaborar o diseñar el
contenido de las Leyes que van a indicar los mecanismos y procedimientos con los
que se van a llevar a cabo los fines del Estado y los cometidos que para ello se
deberán emplear.
De acuerdo a algunas condiciones objetivas que generalmente caracterizan a los
países subdesarrollados, el Estado debe diseñar el conjunto de fines y cometidos
con los que actúa para solventarlos. Algunos de los problemas más significativos
con los que los países subdesarrollados se enfrentan, son los siguientes:

* Deficiencias o inexistencia en la prestación de los servicios públicos básicos.

* Alto grado de analfabetismo.

* Inicial desarrollo tecnológico.

* Generalmente son productores.

* Deuda interna y externa alta.

* Bajo nivel en las reservas internacionales.


* Alto nivel de delincuencia e inseguridad.

* Alta tasa de natalidad y mortalidad.

* Alta tasa de desempleo.

* Inestabilidad económica.

La solución de todos estos problemas le corresponde a solventarlos al Estado a


través de diferentes cometidos, destinados a resolver cada uno de estos aspectos,
en las circunstancias propias planteadas de un país, el Estado es quién está
llamado a intervenir de manera eficaz y con determinación, ya que los particulares
nunca asumen una posición que no sea la solución de sus problemas particulares o
la ganancia económica propia. Los fines y los cometidos en los países
subdesarrollados son diseñados y aplicados por el Estado en su máxima expresión,
o al menos así debería serlo ya que el Estado convierte en un gran protector y
promotor de la justicia social, sustituyendo los fines que por propósito tenían las
doctrinas, como el liberalismo y se convierte en planificador, administrador y
asume funciones esenciales en la estructura política y social como la d proveer
bienes y servicios públicos a toda la sociedad.

EL ESTADO Y LOS GRUPOS SOCIALES:

Una honda crisis parece invadir las democracias constituidas sobre el principio de
la soberanía popular. Tal crisis obedece al hecho de que en aquellos Estados no se
han creado aún estructuras idóneas para transformar la voluntad popular en
voluntad del Estado. Al afirmar que un Estado es democrático en cuanto su
soberanía pertenece al pueblo, se dice algo1 exacto, pero tal expresión peca de
insuficiente: falta añadir hasta qué punto1 el pueblo1 se halla en condiciones de
ejercer efectivamente el poder. En efecto, si la soberanía popular se encontrara
apartada del ejercicio del poder, se produciría cierta antinomia por contraposición
del Estado al individuo, de la nación al pueblo y se haría imposible la síntesis de
las diversas tendencias en un concepto o visión de conjunto. He dicho que la crisis
de muchas democracias se debe a la carencia de estructuras adecuadas. Es
necesario1 entonces hacer un examen del régimen político de los Estados
democráticos para poder precisar aquellos defectos que impidan el normal
funcionamiento* de sus instituciones. Antes de estudiar la patología de este
régimen político, es decir, la razón por la cual no funciona bien, hemos de conocer
su fisiología, a saber: cómo debe funcionar el antedicho régimen. El régimen
político propio de los Estados democráticos es llamado comúnmente régimen
representativo. Sobre este particular nos preguntamos ahora: ¿es exacta esta
denominación? Obsérvese, en primer lugar, que el régimen representativo1
apareció al declinar el Estado absoluto, reunido en la persona del Monarca, con la
afirmación, frente a los poderes del Estado, de los individuos componentes del
pueblo. Más aún, la Declaración de los Derechos del Hombre y el régimen
representativo se hallan estrechamente relacionados: los representantes garantizan
la protección de los individuos y, por lo tanto, que éstos se hallen en condiciones
de ejercitar libremente sus derechos. Me parece oportuno señalar que la protección
es el medio adecuado para permitir a los individuos el ejercicio de los derechos que
les competen. La libertad, a la cual tienden los derechos mismos, consiste en un
poder hacer ¿ cuanto no perjudique a los demás, según el artículo 4.0 de la
Declaración de los Derechos, poniendo así punto final a la serie de abusos o
privilegios que constituían una desmejora contra la iniciativa de cada ciudadano1 .
De esta forma el poder estatal experimentó una doble limitación debida, por un
lado, al reconocimiento de los derechos individuales, y, por otro lado, al nuevo
predominio del carácter tuitivo de los mismos poderes públicos. Así, pues, con el
régimen, representativo, la soberanía del Estado aparece corno una soberanía
limitada frente a la cual los poderes privados de los ciudadanos revisten el aspecto
de poderes absolutos, sustraídos del todo al control del poder político-. La
soberanía absoluta, entendida corno- un poder ilimitado, se transfiere así del
Monarca o Soberano- prevalente al individuo como sujeto privado. El fin del
absolutismo del poder individual coincide con la proclamación en las
constituciones contemporáneas de que el pueblo es soberano. La noción de
soberanía viene así transferida desde el piano de los poderes privados
individuales, donde antes prevalecía incontrolada, al otro plano de los poderes del
Estado o poderes políticos. Aunque parezca paradójico, la soberanía popular es
distinta de la soberanía del individuo'. Pueblo significa comunidad y, por
consiguiente, la soberanía es de todos y no de cada uno en particular. Si fuese de
cada uno, la porción de poder sería diversa o desigualmente distribuida y
soberanía popular designa una distribución igual del poder. Ahora bien,
preguntamos: el régimen representativo, que en un plano histórico-político se
deriva de la soberanía de los individuos, ¿puede adaptarse a la nueva realidad
histórica en la cual no son ya soberanos los individuos sino el pueblo? El régimen
representativo ¿es un régimen legado a los ciudadanos considerados
individualmente, como árbitros absolutos de ejercitar su poder?, ¿en qué medida
permanece el régimen representativo cuando el pueblo o comunidad resulte
soberano? No olvidemos que por soberano deberá entenderse quienquiera que
ejerce el poder. Al tratarse de los representantes, el soberano1 no- sería entonces el
pueblo sino el Parlamento. En verdad el régimen, representativo no sobrevino con
el sufragio universal, antes bien, con el sufragio limitado. El representante, se dice,
representa a la nación, no al pueblo. Con el sufragio universal se verificó una
profunda innovación en el ámbito de las instituciones políticas. En cierto sentido
«pueblo» se ha contrapuesto a «nación» y, por consiguiente, el régimen
democrático, en que el pueblo es soberano, al régimen representativo en que el
Parlamento, y por la misma razón el Estado, es soberano. Conviene, ante todo,
advertir que el régimen representativo conserva la estera organización del Estado
y, por ende, no sólo uno de sus órganos como el Parlamento. Siendo el Estado, en
sí mismo, representativo, también son, en consecuencia, representativos todos los
órganos que al mismo se refieren. Sus órganos, por lo tanto, no se distinguen ya en
representativos o no representativos, sino en electivos o no electivos. A su vez los
órganos electivos ofrecen una variante según que se funden en el sufragio
restringido o en el sufragio universal. En el primer caso los titulares de los órganos
representan a la nación y no al número limitado de electores de quienes han
obtenido la investidura. En el segundo caso, el sistema de la representación es
inadecuado para expresar la voluntad del pueblo. Por consiguiente, el contraste, si
cabe hablar de contraste, no se establece entre régimen representativo y régimen
democrático, sino entre la representación política, como institución representativa
en sentido estricto, y el régimen democrático que tiene su razón de ser en la
cambiante realidad histórico" política. A la misma, por lo tanto, hemos de
referirnos para comprender las causas y el funcionamiento de tales instituciones.
Mediante el régimen liberal los derechos del hombre fueron reivindicados por un
determinado estamento social en contraposición al Estado y a la clase social que
detentaba el poder. Tales derechos eran, naturalmente, solicitados por todos y no
sólo por la clase social promotora de la reivindicación. Sin embargo, cuando la
situación histórico-política cambió y, para muchos, las mismas reivindicaciones
resultaron inoperantes, surgió un nuevo conflicto que en cierto sentido reemplazó
a la contienda precedente. En esta primera fase la burguesía se había contrapuesto
a la aristocracia, clase privilegiada que retenía el poder; en la segunda etapa
aparecen como antagonistas la burguesía, convertida a su vez en estamento
privilegiado, y la clase obrera o popular. Y del mismo modo que el primer conflicto
terminó con la Declaración de los derechos del individuo-, al margen de cualquier
regulación del Estado que se limitaba a protegerlos, así también la segunda lucha
acabó, o1 mejor dicho, puesto que aún continúa, tiende hacia una Declaración de
los derechos sociales, con la cual se legitima el intervencionalismo del Estado en el
sector privado como manera de poner coto a los privilegios y de permitir a todos el
libre ejercicio1 de sus propias iniciativas y el acceso a la propiedad de los bienes
conseguidos con dichas iniciativas. Planteado el problema en estos términos, carece
de sentido en un plano teórico oponer, como suele hacerse, los derechos a su
ejercicio, o bien los derechos propiamente individuales de la Revolución francesa a
los derechos propiamente sociales, aparecidos en un plano histórico como una
secuencia de la revolución industrial. LUIGI ZAMPETTI Las derechos no pueden
nunca desligarse de su propio ejercicio. El ejercicio se dejaba al arbitrio del
individuo cuando éste era, desde el punto de vista del poder privado, soberano
absoluto, es decir, no sometido' a regulación o control exterior. Cuando, al
contrario, la misma actividad privada del individuo viene regulada tanto en su
contenido (derecho de iniciativa) cuanto en sus resultados (derecho de propiedad)
es que se toma en consideración al individuo desde otro punto de vista. Y, en
consecuencia, se altera también la clasificación de los derechos que al mismo
individuo se refieren. Este ya no- es considerado- dentro del Estado como- un
simple particular y, como tal, protegido, antes bien como «socio» o sujeto' privado,
cuya actividad llega a ser socialmente relevante y puesta en relación con las
actividades de los demás. Los derechos individuales se dividen así en derechos de
libertad personal, como el derecho a la integridad personal, a la inviolabilidad de
domicilio, el derecho de pensamiento, de religión, etc., exclusivamente
garantizados por el Estado y en derechos de libertad social como los derechos de
iniciativa y de propiedad, ante los cuales el Estado adopta una postura distinta.
Podemos, por ende, afirmar que los poderes tradicionales del Estado
representativo permanecen inmutables, garantizando- la libertad personal del
individuo. Pero las otras libertades y los derechos llamados sociales ¿de quién
reciben apoyo? No se trata tanto de garantizarlos 01 de protegerlos como de
intervenirlos y de regularlos. Ahora bien, ¿cómo podemos atribuir a los poderes
tradicionales del Estado, llamados a desempeñar una determinada fundón, estos
nuevos cometidos? ¿No- se daría lugar, acaso, a trastornos funcionales o
patológicos y aún hasta a perturbaciones orgánicas? A tal resultado se llega
cuando-, con la extensión del sufragio a todos los ciudadanos se mantiene
inconmovible la anterior estructura del poder. Se ha dejado- así en vigor en la
Constitución italiana el artículo- 67 (los diputados representan a la nación)
quedando inoperante el artículo 1° (la soberanía pertenece al pueblo), sin afrontar
así el problema de las relaciones entre pueblo y nación. En caso de seguir
manteniendo- la teoría del mandato parlamentario en la que los diputados
representan a la nación y no a los propios electores, sería menester distinguir
entonces entre la titularidad del poder, que sería del pueblo, y el ejercicio del
poder, que compete a los órganos parlamentarios representantes de la nación y tan
sólo indirectamente del pueblo. No debe preterirse que la teoría del mandato o
teoría representativa en sentido estricto nació del régimen electoral con sufragio
limitado, en que los electores, no constituyendo el pueblo, no podían ni ejercer el
poder (teoría del mandato) ni condicionarlo en los elegidos (prohibición del
mandato imperativo.

Ciertamente, tal como se ha indicado antes, se ha procurado mantener intacta


aquella teoría aun después de la extensión de los derechos políticos a tocios los
ciudadanos, separando la titularidad del poder, propia del pueblo., y el ejercicio de
dicho poder, confiado a los representantes. De hecho, tal sistema ha sido definido
como régimen, de democracia representativa, en el que su propia novedad se
encuentra en cierto modo inserta en la precedente estructura del Estado. Me
reservo, sin embargo, mi disconformidad con esta tesis. Es menester saber
distinguir los derechos políticos referentes al pueblo titular del poder, de los
derechos políticos que miran al Estado titular del poder. En este último caso,
propio de un sistema de sufragio- limitado, los electores se reservan tan sólo el
derecho de elegir los titulares de los órganos legislativos. El derecho político
consiste en el ejercicio del derecho al voto, de cuyo contenido depende la elección
misma. El ejercicio del mandato parlamentario nada tiene que ver con el ejercicio
del derecho al voto que agota el derecho político de los electores. En el régimen
democrático o de sufragio universal, al contrario, los derechos políticos no
coinciden, ni pueden coincidir, con el ejercicio- del derecho al voto, que es sólo un
aspecto, si bien importante, de aquellos mismos derechos. Rousseau tiene toda la
razón, cuando hace observar que decir que el pueblo es soberano significa atribuir
al pueblo mismo, además de la titularidad, también el ejercicio del poder. En
verdad, el principio de la soberanía popular no- requiere que todos los poderes
sean poderes del pueblo y ejercitables o practicables 'por el mismo, pero tampoco
que el pueblo, como antes se ha puesto de relieve, tenga la nuda soberanía {que de
hecho es nula) sin el ejercicio (que es el todo). Más bien, como advierte Balladore
Pallieri, la general asignación de la soberanía al pueblo, como se halla dispuesto en
las constituciones democráticas, tiene en realidad otro significado más amplio, el
de que toda la actividad, del Estado debe adaptarse a la voluntad popular y el de
que esta voluntad popular, cuando está debidamente manifiesta, prevalece sobre
cualquier otra voluntad. Ei problema propio de los Estados democráticos es el de
procurar que el pueblo se halle siempre en las debidas condiciones de manifestar
su propia voluntad. Menester será, pues, estudiar el proceso mediante el cual la
voluntad popular se transforma en voluntad del Estado. Tal procedimiento se
presenta en ía sociedad actual como algo> complejo y, en cualquier caso, no es
inmediato. Ix>s individuos, en efecto-, no se incluyen en el Estado de un modo
inmediato sino a través de grupos o sociedades intermedias, constituidas por la
fusión de los intereses sectoriales de los individuos. 33 LUIGI ZAMPETTI Cuando
se habla de pluralismo social se alude, en fin, al poder que llamaríamos personal y
absoluto de los individuos en su aspecto privado y a la concentración del poder
privado en manos de los grupos y asociaciones. En el Estado diríamos se encuentra
el poder eminentemente protector; en los grupos o asociaciones encontramos la
concentración del poder privado corno poder directivo o decisorio. La soberanía
del individuo parece, pues, transformarse, más que en soberanía popular, en
soberanía de grupos. Ahora bien, frente a éstos, ¿cuál es la función del Estado*?
¿Debe éste limitarse a proteger los grupos o mejor su coexistencia, así como antes
protegía la coexistencia a los individuos? Permanece, por lo tanto, inmutable la
distinción entre poder privado y poder político, con la salvedad de tratarse de
poder privado- de los grupos antes que de poder privado de los individuos. Esto
no es posible porque la formación de los grupos puede determinar la violación de
los derechos individuales garantizados a los individuos en -las constituciones de
nuestra época. Ante todo el Estado debía proteger los individúes, tanto respecto de
los demás como de sí mismo. Luego también ha de proteger a los individuos frente
a los grupos. ¿Cómo? ¿Con las formas y las estructuras tradicionales? Aun cuando
parezca anómalo, el Estado-, para proteger a los individuos respecto de los grupos,
debe intervenir regulando- la actividad de los mismos grupos. La protección puede
conseguirse mediante una simple intervención, El Estado, entonces, deja de tener
unos fines o unas funciones esencialmente protectoras. Es preciso-, no obstante,
que su aparato externo sea renovado para que él mismo pueda absorber las nuevas
tareas o- cometidos. Empieza en .este momento a perfilarse desde un punto de
vista concreto-, efectivo, el principio de la soberanía popular y, mediante éste, el
papel característico que los individuos están llamados a desempeñar en el nuevo-
tipo- de Estado-. ¿Por quién están, en efecto-, formados los grupos que el Estado-
debe disciplinar, sino por sujetos privados? Ahora bien, se aprecian dos clases de
grupos o asociaciones. En primer lugar, la pertenencia de los individuos al grupo-
puede hallarse determinada por la inclinación natural o por la actividad
desarrollada por los mismos. N o hacen otra cosa tales individuos que incorporarse
a una asociación de la que pueden formar parte por su tipo de actividad. Esto
explica que puedan- los citados grupos hablar y actuar también frente a
quienquiera que estricto sensu no forme parte de ellos. Pero hay otro tipo- de
asociación en que los individuos no- se incorporan de un modo natural en el
sentido antes- mencionado. Se trata ahora de una elección totalmente voluntaria,
en la que influyen factores- diversos, no siendo directamente relegada al
particularismo individual.

El partido político pertenece a este segundo tipo de grupo que, a mi manera de ver,
se refleja claramente en la composición, misma del partido. El inscrito, cabalmente
porque entra a formar parte de un grupo voluntario, se halla afectado del proceso
asociativo en cuanto tal. El individuo no se presenta desde este ángulo como un
simple ciudadano en el sentido tradicional o común del término, sino como un
ciudadano interesado' en conseguir, o mejor, que persigue una actividad regulada
por el Estado-. Contemplamos, pues, al individuo no ya en cuanto ejercita una
cierta actividad privada (profesor, operario, agricultor, etc.), sino en cuanto
desarrolla una actividad invada sin más aditamentos. Ciudadanos y sujetos
privados, por consiguiente, no son conceptos opuestos sino implicados; cuando
aludo al individuo como ciudadano desde el punto de vista político, es decir, de su
participación en la política nacional, entiendo referirme al ciudadano que tiene una
actividad privada de adaptación al bien de la colectividad. Esto explica cómo el
partido-, por un lado, es una asociación voluntaria en la cual, por consiguiente, los
individuos aparecen desempeñando- un papel de sujetos privados; por otro- lado,
sin embargo, asociándose en el partido, a diferencia de cuanto- sucede en otras
asociaciones, se despojan de su propio particularismo para considerar su actividad
privada en relación con la actividad privada de otros-, no sólo del mismo- grupo
{el partido sería entonces una asociación particular) sino- de otros grupos.
Podríamos, pues, considerar al ciudadano- como un sujeto privado- en general o
bien como un sujeto privado que entra a formar parte de la organización del
Estado1 en cuanto^ ejerce una actividad, distinguiéndolo- del ciudadano en
sentido estricto-, es decir, como ciudadano protegido por el Estado y, corno tal, al
margen de su organización. En efecto, los derechos políticos pertenecen
propiamente al individuo como socios, es decir, como inserto' en la sociedad y no-,
como suele .creerse, al individuo ubi singulus al que se quisiera reconducir a la
noción de electo-r. En otros términos, los individuos en tanto ejercitan
efectivamente un poder político en cuanto tienen un poder privado, viniendo a
significar que la rabio legis del pensamiento ochocentista, según el cual los electo-
res deberían reunir ciertos • requisitos {de censo y otros) sigue en pie. En verdad,
quienes- fueron excluidos consiguieron el derecho al voto asociándose en
organizaciones y conquistando así automáticamente el poder. El poder político',
opínese lo que se quiera, está, por consiguiente, concrecionado por el poder
privado-. Pero, ¿hasta qué punto-? El poder privado- ¿deviene ipso Jacto- poder
político? Y, en consecuencia, la soberanía de la sociedad y de los grupos ¿no
acabará, a la postre, suplantando directamente a la autoridad, a la soberanía del
Estado, con todas sus terribles derivaciones? 35 LUIGI ZAMPHTTI Sostengo que
no> por dos razones. Corresponde, ante todo, al Estado proteger a los individuos
uti mnguh y garantizar secundariamente su libertad personal. Si es verdad que el
poder privado sirve de base al poder político, el poder político en cambio no
coincide con el poder privado desde el momento en que desde el poder privado'
sería necesario alcanzar el poder político a través del tamiz del partido. El partido,
en efecto, interesa recalcarlo, puede ser considerado desde una doble perspectiva.
De una parte es asociación de ciudadanos en cuanto desarrollan una actividad
privada y, por ende, es también expresión del pluralismo social; de otra parte los
ciudadanos concurren a través del partido a determinar la política nacional y, por
consiguiente, entran a formar parte de la organización del Estado. El individuo
inserto en la sociedad viene a ser el sujeto del partido mediante el cual participa de
los poderes políticos. Esquemáticamente puede resumirse así: sujetos privados»
asociaciones particulares o sectoriales, asociaciones generales o partidos, Estados.
Esta es la fisiología del régimen democrático, tal como, por ejemplo', está previsto
en Italia. Más, desgraciadamente, no funciona como debiera. Pasemos, por
consiguiente, a examinar la patología o desarreglos del régimen democrático. En
muchos Estados democráticos los partidos se han mostrado incapaces de darse una
estructura que les permitiera actuar de mediadores de la voluntad de los grupos y
proveer a la inserción de la sociedad de los grupos dentro del Estado. He aquí la
razón de la crisis del sistema de partidos. Para dilucidar las dificultades propias
del caso, me remito al esquema antes trazado: sujetos privados-grupos-partidos.
Partiendo del segundo término, es decir, de los grupos, antes de ser los partidos
expresión de los grupos y los elementos transformadores de su voluntad en
voluntad del Estado, llegan a ser, a su vez, grupos en situación de concurrencia
respecto1 de otros grupos. De aquí el continuo- debilitamiento1 del poder del
Estado». El grupo ve en el Estado a un antagonista, no a un colaborador,
suscitándose, lamentablemente, una rivalidad entre los grupos {incluyendo los
partidos) y el Estado, que desintegra los poderes del Estado1 y hace inoperante el
concepto de democracia, entendida como manifestación de la voluntad popular. La
voluntad popular entendida como voluntad de los individuos aso- 'ciados en los
grupos, antes de convertirse en voluntad del Estado', viene a ser su antagonista. De
aquí la crisis de la democracia, carente ele estructuras capaces de encauzar la
voluntad del pueblo y, en ella, la voluntad de los grupos en la voluntad del Estado.
Debe quedar bien claro que el régimen de partidos constituye más bien un objetivo
que un punto de partida. Los partidos han de ser el medio de LOS GRUPOS
SOCIALES Y EL ESTADO encuadrar los grupos en el Estado y no un instrumento
para favorecer algunos grupos en perjuicio de otros. En este caso los partidos
serían elementos más demagógicos que democráticos. Y precisamente porque,
repito, los partidos tienen un sentido finalista y trascendente, antes de recurrir al
sistema de partidos es menester percatarse de si una determinada situación
histórico-política se halla preparada para tal experimento. De no ser así, sería de
presumir se tratara de insertar los grupos en el Estado sin recurrir a los partidos.
Ya sé que esto no es fácil: el grupo mira de hecho a la defensa de sus intereses
particulares, en fricción con los intereses de otros grupos. Así los intereses del
patrono no' coinciden con los de los trabajadores, los intereses de los artesanos, con
los de los operarios, los intereses de los profesionales, con los de los burócratas o
funcionarios públicos,, y así sucesivamente. ¿Quién superará esta antinomia o
estos antagonismos? Menester sería remitirse al sentido de responsabilidad de
quienquiera que fuere designado por los varios grupos para formar parte del
órgano legislativo o Parlamento. Este, en cualquier caso, no puede ni debe estar
compuesto sólo por representantes de los grupos y de las categorías sociales, sino
también por otros miembros que por su capacidad y experiencia se hallen en
condiciones de hacerse mediadores entre intereses contrapuestos. Tal sistema
podrá llevar a resultados positivos. Servirá, ante todo, para democratizar los
grupos de modo que la elección de los representantes pueda emanar de actos
conscientes y responsables de los miembros del grupo y centro del mismo. Debo,
por ende, elogiar desde este punto de vista la Ley Orgánica del Estado español, la
cual prevé que la gran mayoría de los procura' dores sea libremente elegida por los
grupos sociales. En una segunda etapa, más o menos remota, cuando se
intensifique la vida del grupo y la conciencia del bien común haya arraigado en el
mismo, se podrá entonces hablar del sistema de partidos como de un sistema de
coordinación de la voluntad de los grupos. Por consiguiente, será posible también
hablar de soberanía popular, que es un término ad quem, un punto de llegada y
no' un término A quo, un punto1 de partida. Tenemos una prueba de ello en el
hecho de que las constituciones democráticas, no obstante la declaración explícita
de que la soberanía pertenece al pueblo, no han conseguido' todavía asignar al
mismo, además del título, también el efectivo y concreto' ejercicio del poder. El
pueblo podrá ejercer el poder sobre todo> participando activamente en la vida de
los grupos. De este modo reivindico un nuevo concepto para la democracia.
Comúnmente se distingue entre' democracia directa y democracia indirecta o
representativa. La primera es un régimen político que podría encarnarse en un
estado-ciudad de reducidas dimensiones, como el ateniense, en el cual los
ciudadanos podían dedicarse de lleno a discutir los problemas políticos, con
dispensa de los trabajos manuales, relegados a los operarios que ocupaban por tal
motivo el último peldaño de la escala social y no tenían derecho a participar en el
poder público. En los Estados modernos carece de sentido mencionar la
democracia directa. Únicamente ha quedado, en términos generales, un vestigio de
la misma en la institución del referéndum popular, el cual, sin embargo, no puede
definirse como una verdadera y propia manifestación de voluntad. Según ha
observado Kaufman en su tratado Zur Problematik des Volkivillens, se recaba en
este caso1 una votación sobre unas cuestiones ya preparadas en cuanto1 al modo-
de incidir sobre la respuesta misma del pueblo. Cuando se habla de democracia se
alude hoy a la democracia indirecta o representativa. El pueblo1 como cuerpo1
electoral elige a los miembros del órgano legislativo. Son estos últimos, pues, y no-
el pueblo, quienes ejercen el poder. Sé ha permitido traer a colación cuanto a su
debido- tiempo sostuvo Rousseau y que me parece ahora definitivo: «La soberanía
no puede ser representada por la misma razón que no puede ser alienada; consiste
en la voluntad general y la voluntad no se representa; o es la misma o es otra; no-
cabe término medio. Los diputados del pueblo no son, por lo tanto, ni pueden ser,
sus representantes, son simples comisarios que nada pueden resolver
definitivamente. Toda ley no ratificada directamente por el pueblo1 en persona es
nula, no es propiamente una ley. El pueblo inglés cree ser libre, pero exagera
demasiado; únicamente lo es durante la elección de los componentes del
Parlamento; apenas elegidos éstos, aquél vuelve a la esclavitud y ningún otro
papel desempeña.» El hecho de que la democracia representativa pueda discordar
de la voluntad popular está demostrado en la práctica por el referéndum empleado
en la Confederación Helvética para someter a la aprobación popular proyectos de
ley instados desde el Parlamento e incluso leyes aprobadas por el mismo. La
verdadera democracia no es la democracia representativa sino aquella a la cual yo
llamaría «participativa» y que responde a la pregunta de ¿cómo participa el pueblo
en el poder? No cabe hablar de democracia por la sola circunstancia de que los
ciudadanos tengan el derecho1 de votar, sino cuando1 los mismos se encuentren
de algún modo' en condiciones de ejercer el poder. Ahora bien, que los individuos
participan a través de los grupos en h gestión del poder no ofrece la menor duda
desde el momento en que tales grupos se encuentran a su vez insertos o recogidos
dentro de la organización del listado. Este es el único y verdadero sistema de hacer
viable y operante el principio de la" soberanía popular. ¿Qué es, en efecto, el
pueblo sino> el conjunto de los individuos? A este propósito recordemos que los
individuos pueden ser tomados en consideración «ti sínguli o bien uti sociú La
soberanía popular aparece entonces con una doble vertiente: por un lado los
individuos piden que el Estado proteja su intangible esfera de libertad personal, a
que tienden ios derechos de libertad de pensamiento, de religión, el derecho de
integridad personal, etc.; por otro lado los individuos, a través de los grupos donde
se encuentran adscritos, participan en la formación de la voluntad del Por tal
motivo conviene hablar hoy, más que de división de poderes al estilo clásico de
Locke y de Montesquieu, de estructuración del poder en función de los fines que
ha de cumplir. El poder que atiende a proteger a los individuos en particular o a
cumplir decisiones tomadas por los órganos polí- ticos no es necesariamente
electivo, mientras el poder en que se expresa la voluntad de la sociedad y de los
individuos en la misma implicados ha de ser un poder electivo, fundado en la
participación de los grupos en la formación de la voluntad del Estado. El grupo,
además de su propia misión de promover los intereses sectoriales, debe también
contribuir a una activación ele la voluntad popular que, en una segunda etapa,
oportunamente y de un modo más perfeccionado, llegará a ser la voluntad del
Estado. No menos puede afirmarse que tanto mayor es el nivel de activación
cuanto más intenso1 es el grado de participación en el poder reunido por los
individuos comprendidos en los correspondientes grupos. En resumen, al afrontar
el problema de las relaciones entre la sociedad de grupos y el Estado-, deberíamos
tener presentes dos puntos de vista igual' mente fundamentales: de una parte el
Estado no puede reducirse a la sociedad porque el individuo' no queda totalmente
absorbido en 'el grupo, antes bien conserva intacta su propia autonomía, que el
Estado1 tiene el encargo de tutelar desde afuera de los mismos grupos (las varias
libertades personales); pero, de otra parte, la sociedad debe hallarse debidamente
encuadrada en el Estado para evitar se produzca a nivel de las relaciones entre los
grupos cierta anarquía que hubiera podido evitar de producirse ésta a un nivel
inferior de las relaciones entre los individuos. Remedando la terminología de
Hobbes, podríamos decir que actualmente el Estado está llamado a impedir no1
sólo; la guerra de los unos contra los otros, sino también de unos grupos contra
otros grupos. La sociedad contemporánea debe adoptar una nueva estructura que
le permita su inclusión orgánica en los grupos del Estado. N01 es, ciertamente, un
problema fácil, pero tampoco es insoluble. Es necesario proceder gradualmente y
siempre en esta misma dirección. La ciencia política puede aportar una
contribución interesante, demostrando en qué sentido se orienta la realidad
historio-política y señalando también los medios más idóneos para alcanzar tales
objetivos." 39 LUIGI ZAMPSTTI Me he limitado a señalar unos principios. La
aplicación de los misinos afecta a los políticos que abriguen el laudable propósito
de despliegue y elevación de la persona humana, considerada tanto en el
movilismo de su existencia {derechos de libertad personal) cuanto en la dinámica
de su actuación derechos civiles y políticos). Es menester proceder sin descanso'
hacia una adaptación de las instituciones políticas a esta nueva realidad histórica.
Subdesarrollo:
El grado de desarrollo debe ser objeto de diagnosis. Puede serlo merced a
la aplicaciónde unos meros índices de crecimiento económico: el consumo real per
cápita o relaciónentre el consumo total de un país y el volumen global de su
población; la renta percápita, y un baremo que se utiliza con mucha frecuencia y
que consiste en el análisis dela proporción en la que se distribuye la población
activa por sectores de producción -agricultura, industria, servicios...- y,
consiguientemente, la renta correspondiente a cadauno de ellos... Con referencia
al tercero de los índices económicos cabe señalar que lospaíses subdesarrollados
adscriben la mayor parte de su población activa al sectorprimario o agrícola,
mientras que en los desarrollados preponderan los sectoresindustrial y de
servicios. (Enciclopedia CIESA) El informe de la

Comisión Brandt

(1979) popularizó el término

Norte-Sur

que pretendía indicar la necesidad de establecerun nuevo orden económico


internacional (NOEI), a fin de mejorar las relaciones entrelos países
industrializados (la mayoría en el hemisferio boreal) y los países
menosdesarrollados (

underdeveloped

), los más de ellos al sur de los industriales. La expresión

centro-periferia

es de sentido análogo. Fue previamente utilizada por Raul Prebisch ylos


estructuralistas latinoamericanos.
Planes internacionales:

Desde la firma de la Carta fundacional de la ONU (24 oct 1945) se planteó el


problemadel desarrollo económico, político y social de todos los pueblos. La
fundación dediversos organismos especializados en la ONU (el BIRD, el Consejo
Económico ySocial, la UNESCO, la FAO, el UNICEF, las Comisiones Económicas)
dieron escasosfrutos. La promulgación del Primer Decenio para el desarrollo (1961-
1970) inicióproyectos importantes como las reuniones de la UNCTAD. Se produjo
un importanteavance sanitario. El foso entre ricos y pobres continuaba
ensanchándose. Mientras lasrentas individuales de los países adelantados se
cuadruplicaban, las bajas rentas de lospobres (inferiores a 100 dólares en 30 países)
se duplicaron en el mejor de los casos.Durante el Segundo Decenio (1971-1980)
surgió el Informe Pearson, complementadoluego con el Informe Jackson. Coincidió
con la crisis del petróleo,que detuvo elcrecimiento del Cuarto Mundo. No se
cumplieron los objetivos de crecimiento de un6% del P.N.B. de los más pobres, la
regularización de las relaciones comerciales ni laeliminación de las presiones
políticas.
Características de los países subdesarrollados:

Alto crecimiento demográfico.Elevadas tasas de natalidad. Elevado porcentaje de

población rural (entre el 40 y el 80%). Poca generalización de los bienes de


consumobásico. Desigualdades generalizadas: elevado índice de analfabetismo,
alto nivel dedesempleo, enfermedades endémicas, propiedad concentrada en pocas
manos. Elanalfabetismo juega a favor de la permanencia de los privilegios y
las desigualdadessociales. Excesiva dependencia respecto a los países
industrializados. Predominio de laagricultura tradicional. Bajo nivel de
productividad. Comunicaciones deficientes.Comercio exterior basado en la
exportación de materias primas o productossemielaborados y en la importación de
bienes de equipo.
Modelos de desarrollo:

Salimos de la historia para desembocar en el futuro y nos preguntamos qué harán


lospaíses subdesarrollados. ¿Qué modelo elegirán? ¿Tendrán sus dirigentes,
conscientes delos problemas, tiempo y libertad de elección? ¿No se verán obligados
a orientarse haciala solución más rápida y eficaz? Por otra parte ¿cuál será el papel
de los países ricos y

de alto nivel de vida en esta evolución del mundo miserable? ¿Por dónde empezar
lagigantesca tarea de su desarrollo? ¿Formación e instrucción, o implantación de
losmedios de producción agrícolas e industriales? ¿Habrá un plan de conjunto para
actuarmetódicamente en todos los frentes a la vez? Se ve ya claramente desde
ahora que de larespuesta a estas angustiosas preguntas depende la historia del
mañana. (J.A.Lesourd-C.Gérard,

Historia Económica Mundial

)Para acabar con la extrema pobreza, el hambre y las enfermedades no son


suficientes lasfórmulas tradicionales del crecimiento económico: imperio de la ley,
seguridad, controlde la corrupción y libre comercio. Hacen falta inversiones
públicas en agricultura,sanidad e infraestructuras; se necesitan para sentar las
bases de una actividad productivadel sector privado. La inversión pública
en carreteras, electricidad e instalacionesportuarias aumentaría eficazmente la
rentabilidad de las explotaciones agrícolas en elAfrica subsahariana. esta inversión
es un complemento y una condición previa para lainversión rentable del sector
privado, no la sustituye.
Agenda 21:

Documento no vinculante aprobado Durante la cumbre de Río (1992) en el que


serecogen diferentes estrategias dirigidas hacia la consecución de un desarrollo
sosteniblepara el s.XXI. Contiene múltiples propuestas para corregir la situación
ambiental delplaneta en torno a 40 ámbitos de la relación humana con
la naturaleza. Cabe destacar lademografía,el abastecimiento y saneamiento de las
aguas, los asentamientos humanos,la protección de la atmósfera, la conservación
de los bosques y de la biodiversidad, lalucha contra la desertización, la protección
de los océanos y la gestión de residuostóxicos y peligrosos. Recomienda disminuir
la cantidad de energía y recursosempleados en la producción de bienes,
promoviendo la utilización de sistemas deoptimización y fuentes de energía
renovables.
Objetivos de Desarrollo del Milenio:

Buscan reducir la pobreza y el hambre, garantizar la educación primaria universal,


laigualdad de género, evitar las muertes de madres y niños, hacer frente
a enfermedadescomo el sida o la malaria, mejorar el medio ambiente y fomentar
una alianza mundialpor el desarrollo. Pero, a menos de cinco años de esta fecha
límite, los avances logradosse ven amenazados por una crisis económica sin
precedentes, menos oportunidadescomerciales para los países en desarrollo y
reducciones de la ayuda de los paísesdonantes. Se calcula que, desde 2009, hay 100
millones de personas más viviendo en lapobreza extrema en el mundo, mientras que
desde 1990 a 2005 se había conseguidodisminuir esta cifra en 400 millones. Además, los
efectos del cambio climático son cadavez más evidentes y pueden tener un
impacto devastador

tanto en países ricos comopobres

. Los esfuerzos para conseguir los ODM han demostrado ser una herramientaeficaz
para mejorar las vidas de las personas y existen ejemplos concretos de países
quehan conseguido avanzar significativamente en su consecución. Países como
Malawi, porejemplo, que en cinco años ha logrado pasar de una situación de
hambruna a cosechasexcedentarias gracias a unas instituciones gubernamentales
eficaces, al apoyo de lasorganizaciones internacionales y a una renovación
tecnológica. O como Burundi,Ghana, Mozambique y Tanzania, que
han conseguido alcanzar la educación primariauniversal tras eliminar los derechos
de matrícula en los distritos más desfavorecidos conlos recursos adicionales
derivados de la cancelación de su deuda externa. Pasandotambién por Eritrea, que
pudo iniciar un intenso programa de salud encaminado areducir la mortalidad
infantil en el país gracias a los recursos y al apoyo proporcionado por los países
ricos y organizaciones de las Naciones Unidas. En tres años, de 1999 a2002, el
número de niños vacunados en el país aumentó de un 9,6% a un 76%. (Marina
Navarro)
Dificultades en el pago de la deuda externa:

A lo largo de la década de 1970, algunos países en desarrollo -en especial


Argentina, Brasil y México- financiaron sus crecientes déficit externos
(consecuencia de unos modelos de crecimiento desequilibrados) mediante
la colocación de deuda pública en los mercados internacionales de capitales. A
inicios de los años ochenta, una serie de acontecimientos macroeconómicos
adversos deterioraron gravemente la situación de los países endeudados. El alza de
los tipos de interés en los mercados internacionales y la fuerte apreciación del
dólar (divisa en la que estaba denominada la mayor parte de la deuda) elevaron los
pagos periódicos en concepto de intereses. La bajada de los precios de los
productos primarios, fuente de ingresos por exportaciones, cortó buena parte del
flujo de divisas. Los países en vías de desarrollo, los más endeudados, no vieron
cumplirse sus planes de crecimiento. En 1982 México, y con posterioridad
Argentina y Brasil reconocieron su incapacidad de afrontar el pago de la deuda
externa. Los intentos de atajar la que en su día se denominó crisis de la deuda

adoptaron la forma de sucesivos procesos de reprogramación del servicio de la


misma en el marco de negociaciones con los diversos acreedores, tanto públicos
(agrupados en el Club de París) como privados (Club de Londres). Los pobres
resultados de estas negociaciones dieron lugar a nuevas iniciativas como
las agrupadas bajo el epígrafe de Condiciones de Toronto, acordadas por los países
del G-7 en junio de 1988 y destinadas a la suavización de las condiciones de
reembolso de la deuda, o el plan Brady, propuesto en1989 por el secretario
del Tesoro de EE.UU., el cual contemplaba la movilización de nuevos empréstitos a
los países endeudados con el propósito de facilitar la renegociación de sus
obligaciones. Vista la relativa inoperancia de estas medidas, así como las adversas
consecuencias derivadas de la adopción de los diferentes programas de ajuste
destinados a la reducción del endeudamiento, a los que se acusaba de aumentar el
nivel de pobreza de muchos países en vías de desarrollo, en 1996 el FMI y el Banco
Mundial lanzaron de forma conjunta una Iniciativa para la reducción de la deuda,
de aplicación a los denominados Países pobres muy endeudados (PPME). La
iniciativa, que acoge a un total de 40 países -entre ellos Bolivia, Honduras y
Nicaragua- cuya deuda común alcanza los 170 millardos de dólares, ofrece
recursos financieros adicionales para programas sociales, sobre todo en los
ámbitos sanitarios y educativos, ala vez que permite condonar parte de la deuda
contraída con instituciones multilaterales. Como todas las políticas y programas
emitidos por estos organismos; el acceso a estas condiciones favorables se
condicionó a la adopción por parte de los países receptores deuna serie de
reformas estructurales decididas por ambas instituciones. Este requisito resultó
demasiado restrictivo, hasta el punto que la Iniciativa fue reformulada en la
cumbre del G-7 celebrada en Colonia (junio 1999), para hacerla más flexible. Como
alternativa un número importante de ONGs y otras instituciones vinculadas a la
Iglesia puso en marcha la campaña Jubileo 2000 con el propósito de conseguir la
condonación total de la deuda de los países más pobres. Los mayores deudores
como los grandes países de América Latina y Asia incrementaron a lo largo del s.
XX y principios del XXI su nivel de endeudamiento debido a la persistencia de los
desequilibrios de su sector exterior, como se mostró con la crisis financiera asiática
(1997-1998), brasileña (1998)y argentina (desde 2001). El total de la deuda externa
los países en vías de desarrollo pasó de los 1.300 millardos de dólares (1992) a
los 2.000 millardos (2002)

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