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I.

Organización del Estado y de la Administración Pública

TEMA 1. LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978: ESTRUCTURA Y CONTENIDO. LA

REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

La Constitución española de 1978 es el resultado de un largo proceso constituyente que se desarrolla desde el
verano de 1977 hasta diciembre de 1978. Agotado el período de elaboración en las Cámaras, fue aprobada por
las Cortes en sesión plenaria del Congreso y del Senado el 31 de octubre de 1978. Fue ratificada por el pueblo
español en referéndum el 6 de diciembre de ese mismo año y sancionada por S.M. el Rey ante las Cortes el 27
de diciembre. Por último, el día 29 fue publicada en el BOE, entrando en vigor en esa misma fecha.

El sentido y alcance que debe darse al texto magno, a la Constitución española, es el de un documento en el que
se integran las “reglas del juego” a seguir por las instituciones y ciudadanos españoles, un conjunto de normas
que el pueblo español se ha dado a sí mismo a través de sus legítimos representantes al objeto de que sirvan de
marco dentro del que desenvolver la vida pública, privada, política e institucional del país. Un texto que integre
las normas y principios básicos que todos los españoles hemos de respetar, como premisa de convivencia
pacífica y ordenada en el Estado.

La Constitución es, en un sentido material, la norma que establece los principios fundamentales que han de regir
el orden social, político y económico de la sociedad. Es decir, la norma que contiene las premisas básicas y
principios que han de inspirar el conjunto de las normas (leyes, decretos, reglamentos, ordenanzas, etc.) que se
aprueben en el futuro en el Estado español.

Desde un punto de vista formal, la Constitución es la norma suprema del ordenamiento elaborada por el poder
constituyente, es decir, por el propio pueblo, que, en ejercicio de su soberanía, se dota del estatuto jurídico por
el que desea regirse. Es decir, la Constitución ocupa la posición de jerarquía suprema en el ordenamiento jurídico
español. Es la norma primera y fundamental y ninguna otra ley o norma del Estado puede contradecir el
contenido de la misma, en base a esa posición de supremacía jerárquica que ocupa con respecto al resto del
ordenamiento jurídico.

1. Características
La Constitución española de 1978, en tanto que Constitución escrita, se caracteriza por los siguientes rasgos
generales:

Es una Constitución rígida


Es una Constitución rígida o, lo que es lo mismo, su reforma exige un procedimiento más severo y difícil que
la de cualquier otra norma jurídica. El mismo se encuentra regulado en el Título X y se prevén dos sistemas de
reforma en función del alcance o ámbito de los artículos que se pretendan reformar de la misma.

Es una Constitución consensuada


Es una Constitución consensuada debido a que gran parte de su contenido fue el resultado no de la voluntad
mayoritaria de la Asamblea constituyente, sino de una formulación que hiciese posible el acuerdo de todos los
miembros de aquélla. Ello hace que los contenidos consensuados se caractericen por una cierta ambigüedad e
indefinición.

Es una Constitución democrática de origen popular


La Constitución fue elaborada por una Asamblea constituyente, es decir, elegida al efecto de poder redactar la
Constitución. En esta Asamblea se encontraban representadas todas las fuerzas políticas del momento, al tiempo
que posteriormente fue ratificado su texto en referéndum por el conjunto del pueblo español.

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Es la norma jurídica suprema o norma primera


Desde el punto de vista jurídico-constitucional, la Constitución es la norma fundamental del Estado, superior al
resto de las leyes y a cualquier otro tipo de norma. La Constitución legitima la actuación de los poderes públicos
y garantiza un régimen político de libertades. Todos los poderes públicos y los ciudadanos, sin excepción,
incluido el Rey y su familia, están sometidos a la Constitución y, por tanto, obligados a cumplir sus mandatos.

Es una norma con doble valor jurídico


Por una parte, es fuente inspiradora del sistema jurídico y, por la otra, es norma integrante del mismo
ordenamiento jurídico.

Este doble valor de la Constitución de 1978 ha constituido una innovación en la tradición constitucional
española, ya que es la primera Constitución de la que puede predicarse tal carácter. Por una parte, en la misma
se integran los valores y principios fundamentales del sistema, aquellos que todos los poderes públicos y
particulares han de seguir en su actuación diaria, pero, por otra, la Constitución es norma en sí misma, norma
jurídicamente aplicable ante los Tribunales de Justicia e invocable ante el resto de los poderes públicos. Tiene
un doble valor, es norma directamente aplicable y norma inspiradora del resto de las que comprende el
ordenamiento jurídico español.

2. Estructura y contenido
Desde un punto de vista formal, la estructura de la Constitución española de 1978 es la de un texto escrito
dividido en un Preámbulo, 169 artículos, cuatro Disposiciones Adicionales, nueve Disposiciones Transitorias,
una Disposición Derogatoria y una Disposición Final. En un sentido material, en cambio, se distingue entre
parte dogmática y parte orgánica, atendiendo a la diferente naturaleza de los preceptos constitucionales.

La parte dogmática incluye los preceptos que enuncian los principios básicos y valores reconocidos en la
Constitución, mientras que la parte orgánica es la que contiene los artículos que definen la composición y
funcionamiento de los poderes del Estado, así como las relaciones entre ellos.

2.1. Preámbulo
El preámbulo recoge la exposición de motivos que impulsan la norma constitucional y los objetivos que con
ella se pretenden alcanzar. Tiene, por tanto, valor declarativo pero no preceptivo. El texto del preámbulo no está
integrado en el articulado de la CE y únicamente recoge una declaración de principios y motivos por los que el
pueblo español se ha dado a sí mismo una Constitución, como elemento de convivencia.

2.2. Parte dogmática


La parte dogmática de la Constitución española está integrada por el Título Preliminar (arts. 1 a 9) y Título I
(arts. 10 a 55). Ambos Títulos integran el conjunto de principios generales del ordenamiento jurídico, político
y territorial del Estado, así como los valores que han de presidir la total actividad pública y privada del Estado
y el conjunto de derechos esenciales del ciudadano.

2.3. Parte orgánica


La parte orgánica de la Constitución está integrada por los Títulos II al IX de dicho cuerpo legal, y en la misma
se integran los límites de actuación de los tres poderes del Estado y del conjunto de las instituciones que lo
comprenden. Es decir, se articula en estos Títulos el reparto de funciones y competencias que van a desarrollar
todas y cada una de las instituciones públicas y políticas que la Constitución reconoce.
Los distintos Títulos recogen todos los artículos referidos a una misma materia y están divididos, a su vez, en
capítulos y éstos en secciones. El contenido de los distintos Títulos es el siguiente:

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— Título II: “De la Corona” (arts. 56 a 65).


— Título III: “De las Cortes Generales” (arts. 66 a 96).
— Título IV: “Del Gobierno y de la Administración” (arts. 97 a 107).
— Título V: “De las Relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales” (arts. 108 a 116).
— Título VI: “Del Poder Judicial” (arts. 117 a 127).
— Título VII: “Economía y Hacienda” (arts. 128 a 136).
— Título VIII: “De la Organización Territorial del Estado” (arts. 137 a 158).
— Título IX: “Del Tribunal Constitucional” (arts. 159 a 165).

2.4. Reforma Constitucional


El último Título de la Constitución, el X (arts. 166 a 169), se dedica a regular los distintos procedimientos para
la reforma de la CE.

2.5. Disposiciones finales


Las disposiciones finales, fuera del articulado de la Constitución, constituyen un sistema de cierre de la misma,
en las que se prevén aspectos tan importantes como los sistemas de acceso al autogobierno (autonomía) de
varias Comunidades históricas, así como un conjunto de aspectos genéricos de carácter técnico-jurídico. Es
importante recordar su distribución, que es la que sigue:

— 4 Disposiciones Adicionales.
— 9 Disposiciones Transitorias.
— 1 Disposición Derogatoria.
— 1 Disposición Final.

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 Principios generales contenidos en el Título Preliminar


El análisis del Título Preliminar de la Constitución debe hacerse pormenorizadamente en tanto que en el mismo
se asientan e integran los principios generales de articulación de todo el sistema jurídico, territorial y político
del Estado español.

o Estructura jurídica, política y territorial del Estado español (arts. 1 y 2 CE)


En los arts. 1 y 2 de la CE se encuentran definidos los límites jurídicos, políticos y territoriales del Estado, al
prever dichos artículos que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado. La forma
política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. El art. 2, por su parte, establece que “la Constitución
se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles,
y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad
entre todas ellas”.

A) Estructura jurídica del Estado


El art. 1 de la CE define la estructura jurídica del Estado como la de un Estado social, democrático y de Derecho
que, además, debe propugnar como valores superiores de su ordenamiento jurídico los principios de libertad,
justicia, igualdad y pluralismo político.

a) El Estado social; el concepto de Estado “social” es uno de los más empleados en los últimos años por la
sociedad entera. A diferencia del Estado “liberal” de finales del siglo XIX inicios del XX, que únicamente se
limitaba a garantizar una situación de paz y seguridad en la sociedad óptima para que cada individuo en
particular realizara sus derechos y desarrollara su iniciativa privada, el Estado “social”, surgido a mediados del
siglo XX, parte del principio de socialización del Estado, de la necesidad de que el Estado y, a través suyo, los
poderes públicos, tomen la iniciativa para garantizar al ciudadano mucho más que una simple paz o seguridad
ciudadana dentro de la que desarrollar cada cual su iniciativa privada. El Estado adquiere un compromiso y
obligación de satisfacción de prestaciones sociales hacia el ciudadano y éste tiene garantizado en nuestra
legislación el derecho a reclamar del Estado las mismas. El Estado y, a través suyo, los poderes públicos
(Gobierno, Cortes Generales, Administración, Poder Judicial, etc.) deben llevar a cabo una actividad
encaminada a la plena satisfacción de los derechos y servicios que la Constitución española ha reconocido a los
ciudadanos. Se incluyen aquí todos los servicios públicos clásicos de garantía social (sanidad pública, sistema
de pensiones, subsidio de desempleo, protección familiar...), como las nuevas formas de regulación estatal a
través de una política orientada al pleno empleo, formación profesional, así como programas de redistribución
(social y regional) de la renta por medio de la política fiscal, etc.

En definitiva, el Estado social es un Estado activo, un Estado que participa y toma la iniciativa en sectores
tradicionalmente reservados a la iniciativa privada (durante la vigencia del Estado “liberal” no existía seguridad
social, prestaciones por desempleo, prestaciones sanitarias, pensión por jubilación, educación obligatoria hasta
una cierta edad, etc.), al objeto de asegurar a todos los ciudadanos españoles (y extranjeros residentes en España)
aquellos derechos que la Constitución les ha reconocido en su Título Primero.

b) Estado democrático; el Estado democrático es aquel que tiene una estructura organizativa democrática y
propugna una convivencia plenamente democrática. Uno y otro aspectos se garantizan en nuestra Constitución,
al prever la misma un conjunto de mecanismos de articulación democrática de la sociedad, como son los partidos
políticos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, las asociaciones, las libertades públicas, el pluralismo
lingüístico, la libertad de creencia religiosa, etc. Esta pluralidad de mecanismos de articulación democrática
(conocidos como formas de participación indirecta del ciudadano en la vida pública) se complementa con los

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mecanismos de participación semidirecta o directa reconocidos en la propia Constitución y que permiten la


plena participación del ciudadano en las instituciones del Estado, a través de la iniciativa legislativa popular, el
referéndum nacional, el derecho de petición, la acción popular, el jurado, etc.

El art. 1.2 de la CE deposita en manos del pueblo español “la soberanía nacional”, o, lo que es lo mismo, la
titularidad teórica del conjunto de los poderes del Estado. Esta precisión del art. 1 de la CE se incluye en el texto
magno al objeto de clarificar que la titularidad de los poderes del Estado no reside en el Rey sino en el pueblo
español, quien, a través de los mecanismos de participación directa e indirecta antes enumerados, ejerce los
mismos, delegando en representantes y terceros el ejercicio real de los mismos (senadores, diputados,
funcionarios, etc.) o ejerciéndolos directamente, como sucede a través del referéndum, el Jurado, etc.

c) El Estado de Derecho; el Estado de Derecho que preconiza la CE de 1978 se fundamenta en dos principios
básicos:

— La separación de poderes. La separación de poderes del Estado en un Poder Legislativo, un Poder Ejecutivo
y un Poder Judicial responde al esquema clásico de estructuración del Estado diseñado en la Revolución francesa
y que se ha difundido a lo largo de los dos siglos anteriores en la mayor parte de Estados europeos. Éste es el
sistema empleado por la CE de 1978; sin embargo, dicho sistema es mucho más complejo que el diseñado en la
Revolución francesa, por dos motivos, la interdependencia de los poderes públicos entre sí y el surgimiento de
las Comunidades Autónomas (17 en la actualidad y dos Ciudades Autónomas), en las que cada una de ellas ha
desarrollado, con mayores o menores competencias, un Poder Legislativo y Ejecutivo propio, no Judicial, que
es común para el conjunto del territorio nacional.

— El principio de legalidad. El significado del principio de legalidad se encuentra perfectamente definido en el


art. 9.1 de la CE al establecer el mismo que “los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución
y al resto del ordenamiento jurídico”. El sometimiento a la ley de toda la sociedad española, sin distinción, es
la expresión máxima del Estado de Derecho. Con dicho sometimiento se excluyen arbitrariedades y se impone
un límite jurídico y ético a la capacidad de actuación de los poderes públicos, quienes están igualmente
sometidos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico, debiendo responder ante la sociedad y ante los
Tribunales de Justicia en los casos en que se quebrante dicho sometimiento a la ley y al Derecho.

B) Estructura política del Estado


El art. 1.3 de la CE establece que “la forma política del Estado español es la Monarquía Parlamentaria”. La
Monarquía ha sido la forma política tradicional de gobierno de este país durante muchos siglos y, como tal, es
una institución de profundo calado histórico y cuyas normas reguladoras se remontan hasta la Edad Media. La
Constitución de 1978 no ha hecho sino recoger tal tradición política y consagrarla como forma política de
gobierno del Estado español, si bien sometiéndola a los límites que la expresión “parlamentaria” comporta.

La soberanía nacional reside en el pueblo y no en el Rey, por lo que es el pueblo español el titular de los poderes
del Estado. El Rey, como representante actual de la institución secular de la Corona de España, se encuentra
sometido y limitado:

a) Al pueblo español, titular de la soberanía nacional.


b) A las Cortes Generales, legítimos representantes del pueblo español.
c) A la Constitución española, en virtud del principio de legalidad y del hecho de que la institución de la
Corona tiene hoy su fundamento en el propio texto magno, al regular el mismo en su Título II la forma de
sucesión del Rey y la figura del Príncipe heredero.

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C) Estructura territorial del Estado


Según el art. 137 de la CE, “el Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las
Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión de sus
respectivos intereses”. La estructuración territorial del Estado en municipios y provincias es ya clásica y
asentada en nuestra legislación.

Sin embargo, la estructuración del Estado en Comunidades Autónomas, suprimiendo la anterior división
regional, constituye una innovación jurídica fruto de la situación política de consenso y de la necesidad de
obtener acuerdos en la transición. Surge así el “Estado de las autonomías”, fórmula que tiene y ha tenido
múltiples deficiencias organizativas y estructurales, pero ha servido para mantener la convivencia pacífica del
país y reconocer la existencia de sustratos diversos dentro del Estado. El sistema territorial de autogobierno que
preconiza la CE está basado en la existencia de unas instituciones de gobierno (Consejo de Gobierno y Asamblea
legislativa de las CCAA) propias en las CCAA que, dotadas de mayores o menores competencias, según la
forma de acceso al autogobierno que emplearan en su momento, permiten la coexistencia en el Estado español
de unas instituciones políticas de gobierno de ámbito territorial central y unas instituciones de autogobierno
autonómicas con limitación territorial y competencial de sus funciones al territorio en el que se constituyen y a
las competencias que asumen en sus Estatutos de Autonomía o a las que posteriormente les han sido transferidas.

El Estado de las autonomías se asienta en las siguientes premisas básicas:

a) La prohibición o no reconocimiento a las CCAA del derecho a la autodeterminación.


Es decir, se admite y reconoce el autogobierno pero se excluye la independencia.
b) El reconocimiento constitucional de que la nación española es una, indisoluble y unida.
c) La prohibición de federación entre las diversas Comunidades Autónomas.
d) La articulación del sistema de autonomías sobre la base del principio de la solidaridad entre todas
ellas.
e) El reconocimiento de la existencia de pueblos y nacionalidades históricos con identidad propia dentro
del Estado español.

o El idioma (art. 3 CE)


El art. 3 de la CE prevé al respecto que “el castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen
el deber de conocerla y el derecho a usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las
respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus
Estatutos. (...)”. De este precepto legal se induce claramente la existencia de un régimen de cooficialidad de las
lenguas en el Estado: el castellano con carácter general a todo el país y las lenguas autonómicas en cada uno de
los territorios en los que la misma está reconocida.

o La bandera y la capitalidad del Estado (arts. 4 y 5 CE)


El art. 4 de la CE prevé que “la bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y
roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas. Los Estatutos (de autonomía), podrán
reconocer banderas y enseñas propias de las Comunidades Autónomas. Éstas se utilizarán junto a la bandera de
España en sus edificios públicos y en sus actos oficiales”.
Asimismo, el art. 5 de la CE prevé que “la capital del Estado es la villa de Madrid”.

o Los partidos políticos (art. 6 CE)


Tal y como los define el art. 6 de la CE, los partidos políticos expresan el pluralismo político y son el mecanismo
para la formación y manifestación de la voluntad popular; en definitiva, un instrumento fundamental para

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asegurar la participación política en el Estado democrático. Como peculiaridad más importante a resaltar de los
mismos, la CE exige a éstos, aparte de que su creación y el ejercicio de su actividad sean libres, que lo sea
dentro del respeto a la Constitución y a la ley y que “su estructura interna y funcionamiento deberán ser
democráticos”.

o Los sindicatos y asociaciones empresariales (art. 7 CE)


La Constitución española, en su art. 7, recalca con respecto a los sindicatos y organizaciones empresariales que
ambos contribuyan a la “defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios”,
diferenciando cada organización los intereses que ha de defender y perseguir.

La creación y el ejercicio de la actividad de los sindicatos y organizaciones empresariales se llevará a cabo


dentro del respeto a la Constitución y a la ley, y nuevamente la CE hace hincapié en que “su estructura interna
y funcionamiento deberán ser democráticos”.

o Las Fuerzas Armadas (art. 8 CE)


Las Fuerzas Armadas están integradas por los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y deben diferenciarse de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, integrados por la Guardia Civil, la Policía Nacional, las Policías
autonómicas y las Policías locales o municipales. Los objetivos de uno y otro colectivos son muy diferentes y,
si bien puede definirse en rasgos generales que las FCSE tienen como misión garantizar la seguridad ciudadana
y el orden público, la Constitución española de 1978 reserva a las Fuerzas Armadas las siguientes funciones:

— Garantizar la soberanía e independencia de España.


— Defender su integridad territorial.
— Defender el ordenamiento constitucional.

El Jefe de las Fuerzas Armadas es el Rey, si bien es el Gobierno, a través del Ministro de Defensa, quien dirige
la política militar nacional. Dispone la CE que “una ley orgánica regulará las bases de la organización militar
conforme
a los principios de la presente Constitución” (art. 8.2).
Dicha Ley Orgánica es la 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional.

o Los principios del art. 9 de la CE


El art. 9 de la CE consagra un conjunto de principios o garantías básicos en la estructuración jurídica del Estado;
algunos de éstos ya han sido analizados, como el principio de legalidad o el deber de los poderes públicos de
promover las condiciones necesarias para que los ciudadanos participen en la vida política, económica, cultural
y social del país; sin embargo, el art. 9 de la CE contempla, además, otros principios, que se refieren a:

A) La jerarquía normativa
El ordenamiento jurídico español está integrado por el conjunto de normas vigentes en el Estado, tanto las de
ámbito territorial nacional como las de ámbito territorial autonómico.
Todo este conjunto de normas está estructurado sobre la base de dos principios, el de jerarquía y el de
competencia. El primero de ellos se refiere a la existencia de un orden de graduación jerárquico entre los
diversos tipos de normas que asegura la preeminencia de las unas sobre las otras. A la cabeza de todas ellas se
coloca la Constitución española y por debajo de la misma se estructura un conjunto de normas que
tradicionalmente son jerarquizadas y plasmadas en forma de pirámide, conocida como “pirámide de Kelsen”.

B) La publicidad de las normas

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La publicidad de las normas es un presupuesto básico para asegurar su conocimiento por los ciudadanos y, con
ello, la plena seguridad jurídica. La entrada en vigor y eficacia de las normas está basada en la previa y necesaria
publicidad de las mismas y, a tal efecto, el Código Civil, en su art. 2.1, prevé que “las leyes entrarán en vigor a
los veinte días de su completa publicación en el Boletín Oficial del Estado, si en ellas no se dispusiere otra
cosa”. Así, pues, la regla general la constituye la necesaria publicación en el BOE de las normas, antes de que
las mismas entren en vigor, al objeto de asegurar el principio de publicidad reconocido en la CE.

Los veinte días de no vigencia de las normas a que se refiere el art. 2.1 del Código Civil se conocen jurídicamente
como el período de vacatio legis. Este período tiene por objeto que los ciudadanos se informen y conozcan el
significado de la norma al objeto de que, transcurrido que sea dicho plazo, pueda la misma entrar en vigor sin
dificultad.

La propia norma puede establecer un período más largo o más corto de vacatio legis, siempre que se exprese el
mismo en la norma misma. Así, por ejemplo, hemos visto cómo la Constitución española de 1978 entró en vigor
el mismo día de su publicación en el BOE, sin esperar los veinte días de vacatio legis. En otras ocasiones, los
legisladores establecen plazos de cuatro o cinco meses de vacatio legis al objeto de que la norma aprobada sea
conocida por toda la sociedad, especialmente cuando la misma conlleva una transformación sustancial con
respecto al contenido de la norma derogada. El art. 6.1 del Código Civil prevé que “la ignorancia de las leyes
no excusa de su cumplimiento”. Partiendo de este presupuesto legal, la publicidad de las normas es un elemento
esencial para asegurar el conocimiento de las mismas por todos y, con ello, la seguridad jurídica a la que nos
referiremos posteriormente.

C) La irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos


individuales
Este principio general del Derecho se encuentra doblemente regulado en nuestro ordenamiento jurídico: por una
parte, en la Constitución española y, por otra, en el Código Penal, donde más categóricamente el art. 2 del mismo
establece que “no será castigado ningún delito ni falta con pena que no se halle prevista por ley anterior a su
perpetración. Carecerán, igualmente, de efecto retroactivo las leyes que establezcan medidas de seguridad. No
obstante, tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al entrar en vigor
hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviere cumpliendo condena...”. La irretroactividad de las
disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales constituye una garantía de
seguridad jurídica, en tanto que el ciudadano no debe preocuparse por los hechos que en el futuro puedan ser
considerados delictivos, sino únicamente por los hechos que en la actualidad las leyes sancionadoras consideran
dignos de sanción penal o administrativa.

Por el contrario, la despenalización de ciertas conductas sí afecta a las personas que en el pasado cometieron las
mismas y se encuentran siendo juzgadas o cumpliendo condena por dichos hechos. Con la evolución social son
muchas las conductas que el legislador va considerando que han de ser despenalizadas y, por ello, impunes. Las
personas que en el momento de ser despenalizada una conducta se encuentran sufriendo prisión por la pena
impuesta en su día al haber cometido la misma han de ser dejadas en libertad inmediatamente, y si en los
juzgados se instruyen procesos penales contra personas por la comisión de hechos ahora despenalizados, los
mismos han de ser archivados y no proseguir con los mismos. Esto es lo que se conoce bajo el principio de
“aplicación retroactiva de las leyes penales que favorezcan al reo”.

D) La seguridad jurídica
La seguridad jurídica se encuentra íntimamente ligada a la publicidad de las normas, ya que una es presupuesto
de la otra. Con un adecuado sistema de publicidad se consigue el máximo de seguridad jurídica. Es necesario
que el ciudadano conozca o pueda conocer el ordenamiento jurídico, al objeto de que le pueda ser exigido el

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cumplimiento del mismo. A partir del momento en que las leyes constan publicadas en el BOE, puede exigirse
su cumplimiento a los ciudadanos, sin que éstos puedan alegar su desconocimiento o ignorancia.

E) La responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos


Este principio, consagrado en el art. 9.3 in fine, no es más que la plasmación directa del principio de legalidad,
el sometimiento de todos los poderes públicos y de los ciudadanos a la ley. Con la plasmación expresa en la
Constitución de las expresiones “responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos”
se hace especial hincapié en el sometimiento de los mismos al principio de legalidad y la posibilidad de
persecución de responsabilidades (civiles, penales y administrativas) contra los actos contrarios a derechos de
los mismos.

3. Reforma de la Constitución
 Concepto
La Constitución española de 1978 es una Constitución rígida, lo que quiere decir que para la modificación de
su contenido habrá de seguirse un procedimiento específico, distinto del procedimiento legislativo ordinario y
más agravado en sus trámites que éste. El procedimiento para la reforma constitucional viene regulado en el
Título X de la Constitución (arts. 166 a 169).

 Iniciativa
La iniciativa para promover la reforma constitucional viene atribuida por el art. 166 de la Constitución a los
siguientes órganos:

— El Gobierno.
— El Congreso de los Diputados.
— El Senado.
— Las Asambleas legislativas de las Comunidades Autónomas.

Se excluye expresamente de la posibilidad de impulsar una reforma a la iniciativa popular.


Asimismo, tampoco podrán iniciarse reformas de la Constitución en tiempos de guerra o durante la vigencia de
alguno de los estados excepcionales previstos en el art. 116 (alarma, excepción y sitio):

 Procedimientos de reforma
La Constitución regula dos procedimientos de reforma diferentes en atención a la materia que sea objeto de la
misma. Cuando lo que se pretende reformar afecte a los contenidos del Título Preliminar, a la Sección 1ª del
Capítulo Segundo del Título I (derechos fundamentales y libertades públicas) o al Título II (la Corona) o se
pretenda reformar totalmente la Constitución, se exige un procedimiento especialmente agravado, recogido en
el art. 168. Por el contrario, cuando la reforma pretendida no afecte a esos contenidos especialmente protegidos,
el procedimiento a seguir será el previsto en el art.167.

o Procedimiento general
El procedimiento general u ordinario exige, de acuerdo con el art. 167 de la Constitución cumplimentar los
siguientes trámites:

— Aprobación del proyecto de reforma en las Cámaras por mayoría de 3/5 de cada una de ellas. En caso de
desacuerdo entre ambas Cámaras, se formará una Comisión Mixta de composición paritaria de Diputados y
Senadores cuyo Dictamen se propondrá a votación en ambas Cámaras. Si no fuera aprobada esta propuesta, la

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reforma se entenderá aprobada si el texto cuenta con el voto favorable de la mayoría absoluta del Senado y una
mayoría de 2/3 en el Congreso de los Diputados.
— Referéndum facultativo de ratificación. Aprobada la reforma, será sometida a referéndum para su ratificación
cuando lo soliciten, dentro de los quince días siguientes, 1/10 parte de los miembros de cualquiera de las
Cámaras. Mediante este procedimiento se efectuó la reforma constitucional de 27 de agosto de 1992. Afectó al
art. 13.2 como consecuencia y condición para la ratificación del Tratado de Maastricht. Este Tratado exigía que
todos los ciudadanos de la Unión Europea pudiesen tener derecho de sufragio tanto activo como pasivo en las
elecciones municipales en el caso de residir en un Estado miembro del que no fueran nacionales, y con este
propósito se reformó el art. 13.2 del texto constitucional que en su redacción originaria se refería solamente a
las condiciones de ejercicio del derecho de sufragio activo por los extranjeros en las elecciones municipales.

Asimismo, por el procedimiento general se llevó a cabo también posteriormente la segunda reforma
constitucional, de 27 de septiembre de 2011, que modificó el artículo 135 de la Constitución con el propósito
de garantizar el principio de estabilidad presupuestaria, vinculando a todas las Administraciones Públicas en su
consecución, reforzando el compromiso de España con la Unión Europea y garantizando, al mismo tiempo, la
sostenibilidad económica y social de nuestro país.

o Procedimiento especial
Este procedimiento especial o extraordinario, previsto en el art. 168, es el que se sigue para llevar a cabo una
reforma total de la Constitución o de esos contenidos especialmente protegidos a que se hizo referencia con
anterioridad. Consta de los siguientes trámites:

— Aprobación de la propuesta de reforma por mayoría de 2/3 de cada Cámara –sin que contemple la
Constitución una fórmula para superar el posible desacuerdo entre las Cámaras–, procediéndose a la disolución
inmediata de las Cortes.
— Ratificación por las Cámaras elegidas de la decisión de reformar el texto constitucional, pasando al estudio
del proyecto de reforma. Aprobado el texto de la reforma por mayoría de 2/3 de cada una de las Cámaras, el
Presidente del Congreso de los Diputados lo comunicará al del Gobierno a los efectos de la convocatoria de
referéndum.
— Referéndum obligatorio para ratificar la reforma constitucional

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