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Lectura y escritura del relato

Selección de cuentos de terror

Un creyente
Al caer la tarde dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería de
cuadros. Con ligero escalofrío uno de ellos, dijo:
-Este lugar es siniestro ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no, - dijo respondió – ¿y usted?
-Yo sí- dijo el primero- y despareció.
George Loring Frost ( Memorabilia).

Autrui
Lunes. Sigue la persecución sistemática de ese desconocido. Creo que se llama Autrui. No sé
cuándo empezó a encarcelarme. Desde el principio de mi vida tal vez, sin que yo me diera cuenta.
Tanto peor.
Martes. Caminaba hoy tranquilamente por calles y plazas. Noté de pronto que mis pasos se dirigían
a lugares desacostumbrados. Las calles parecían organizarse en laberinto, bajo los designios de
Autrui. Al final, me hallé en un callejón sin salida.
Miércoles. Mi vida está limitada en estrecha zona, dentro de un barrio mezquino. Inútil aventurarse
más lejos. Autrui me aguarda en todas las esquinas, dispuesto a bloquearme las grandes avenidas.
Jueves. De un momento a otro temo hallarme frente a frente y a solas con el enemigo. Encerrado en
mi cuarto, ya para echarme en la cama, siento que me desnudo bajo la mirada de Autrui.
Viernes. Pasé todo el día en casa, incapaz de la menor actividad. Por la noche surgió a mi alrededor
una tenue circunvalación. Cierta especie de anillo, apenas más peligroso que un aro de barril.
Sábado. Ahora desperté dentro de un cartucho exagonal, no mayor que mi cuerpo. Sin atreverme a
tocar los muros, presentí que detrás de ellos nuevos hexágonos me aguardan.
Indudablemente, mi confinación es obra de Autrui.
Domingo. Empotrado en mi celda, entro lentamente en descomposición. Segrego un líquido espeso,
amarillento, de engañosos reflejos. A nadie aconsejo que me tome por miel…
A nadie naturalmente, salvo al propio Autrui.
Juan José Arreola ( Bestiario).
Sola y su alma
Una mujer estaba sentada sola en su casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros
seres han muerto. Golpean a la puerta.
Thomas Bailey Aldrich ( Todos los cuentos)
Ultima cena
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente, yo llevaré la bebida.
Angel Galeano ( Vidas posibles).

Jinete bizarro
Siempre me cuesta bastante ensillar a mi rinoceronte blanco. Resulta que es una bestia bastante
indócil y majadera. Sin embargo, es enorme, extraño y bello, un animal muy singular y en serio
riesgo de extinción. Eso me agrada, pues me confiere distinción: no cualquiera puede permitirse
cabalgar en un Ceratotherium simum cottoni, para referirnos de un modo científico y riguroso.
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Lo más difícil es colocarle la cincha, sobre todo apretársela. Al coloso no le gusta que lo aprieten,
así que intenta cornearme con su arma natural. Hasta aquí, no me ha alcanzado, pero no siempre
cantaré victoria, el tiempo pasa y voy tornándome cada día más lerdo. Él quizás también, eso puede
salvarme. Después hay que calzarle la brida, otra pequeña proeza.
Afirmada la montura, salto sobre la silla y lo cabalgo, sujetando las riendas con firmeza. Suele
encabritarse, pero soy un magnífico jinete. Hice el servicio militar en caballería y me gradué con
honores en el arte de la doma. De alguna forma, un rinoceronte es un caballo formidablemente
robusto; incluso monstruoso, podría decirse.
Adoro atravesar a toda carrera el Parque Forestal las tardes de domingo. Los paseantes huyen
despavoridos y abandonan los deliciosos picnics que mi rinoceronte devora con fruición.
Diego Muñoz Valenzuela ( inédito).
Imperfecciones
Lisa es áspera, Alma sólo piensa en su cuerpo, Luz siempre está apagada. Y Mía no es.
Alberto Chimal ( 83 novelas).
Contaminación semántica
La vida transcurría plácida y serena en la bella ciudad de provincia sobre el lago.
A pié o en coche, en ómnibus o en funicular, sus habitantes se trasladaban de las zonas altas a las
bajas o viceversa sin alterar por eso ni la moral ni las buenas costumbres.
Hasta que llegaron los minicuentistas hispanos y subvirtieron el orden. El orden de los vocablos. Y
decretaron, porque sí, porque se les dio la gana, que la palabra funicular como sustantivo vaya y
pase, pero en calidad de verbo se hacía mucho más interesante.
Y desde ese momento el alegre grupo de minicuentistas y sus colegas funicularon para arriba,
funicularon para abajo, y hasta hubo quien funiculó por primera vez en su vida y esta misma noche,
estoy segura, muchos de nosotros funicularemos juntos.
Y la ciudad nunca más volverá a ser la misma.
Luisa Valenzuela ( Cambio de armas).

Órdenes
Le dice que se quede quieta, quietita, será sólo un momento, que suelte las manos rígidas, que
separe las piernas, así, buenita, que respire por la nariz, abra los muslos, así, justo así, no dolerá
nada.
Después, el dentista ejecuta la extracción.

Pía Barros (Miedos transitorios).

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