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El nacimiento de un héroe biónico

Me endureceré para soportar


los sufrimientos, el trato duro, el aislamiento,
el cansancio, la sed, el hambre,
la fatiga, el calor, ¡porque soy Comando!

¿Cómo cambió su vida después del accidente?, le pregunté. "El accidente no cambió mi vida,
mi vida sigue siendo la misma", respondió orgulloso, con una inmensa y retadora sonrisa,
dispuesto a demostrarme todo lo contrario. Y así fue.

Un día de abril del 2007, los anhelos de un pequeño se convirtieron en la decisión crucial de
un hombre. Le bastó con ver el valeroso despliegue de la Operación Militar Chavín de Huántar,
en la toma de la Embajada de Japón, para no tener dudas de que era un hombre nacido
netamente para el combate y defensa de su nación.

Carlos Felipa Córdova es ese hombre. Lleno de ambiciones y constantes retos. De empezar
como un simple soldado, ascendió a capitán del Ejército Peruano con esfuerzo y dedicación.
Lo prepararon para ir a la guerra, a luchar contra el enemigo y a defender su país a toda costa.
Aprendió lo que significa verdaderamente la unión, el sacrificio y la voluntad, pero sobre todo
le inculcaron la entrega por el prójimo y la valentía de nunca retroceder.

Fue un 23 de noviembre del 2010. Dos de la tarde. Ese día sería la última vez que Carlos Felipa
pisaría un terreno de combate. Una mina puesta por terroristas le volaría su pierna izquierda,
y parte de la derecha también, además de sus metas en la vida militar.

“Nos desplazábamos sigilosamente hacia otros campamentos donde buscábamos conquistar


un nuevo objetivo terrorista. Pero a lo lejos, ya nos esperaban…”, recuerda el excapitán del
Ejército Peruano, quien se encontraba realizando una operación contrasubversiva en la región
de Yaviro, en San Martín de Pangoa, ubicada en la zona del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y
Mantaro (Vraem).

El sendero frondoso y difícil hacía dudar al comando Felipa de los pasos siguientes con los que
dirigiría a su patrulla. Algo andaba mal. Algo era sospechoso. De pronto, cayó en la cuenta de
que alrededor de él se encontraban enterradas en el piso una cadena de minas. El comando
hizo un alto. Eran minas sembradas a lo largo del camino que fueron activadas
inteligentemente por los terroristas, mientras que la patrulla se desplazaba a la cabeza de
Felipa. Era una treta. No hubo tiempo. Una explosión. Los seis hombres junto a él salieron
esparcidos por el aire.

“Estaba en el piso. Me quise levantar. Agarré mi fusil para repeler el ataque, mientras buscaba
una zona segura. Quise pararme, pero me caí. Esa carga explosiva me había mutilado
automáticamente la pierna…”.

Un soldado malherido vio al comando Carlos y se tiró lealmente sobre él para cubrirlo. Al ver
la condición de su comando, no podía hablar, se quedó estupefacto. Con una correa, el
soldado le realizó un torniquete en la rodilla; luego, con un fusil, una pistola y un par de
granadas empezaron a disparar juntos para ablandar la zona de ataque y esperar a que el resto
de patrullas vengan a su rescate.

“Como a las once de la noche escuché a unos compañeros que le hablaban a mi amigo:
‘Compañero, ¡Tranquilo! ¡Tranquilo!’... Después de unos minutos, ellos decidían darlo como
fallecido…”

Los rescataron al día siguiente de la emboscada terrorista. Recibieron la orden de desplazarse


a la zona más alta del lugar. Ya en ese lugar, recién el helicóptero pudo entrar y los llevó a una
zona segura para posteriormente traerlos a Lima.

Carlos Felipa sobrevivió a 12 operaciones quirúrgicas y estuvo a punto de perder las dos
piernas. La izquierda quedó totalmente mutilada, pero los médicos hicieron lo imposible por
salvarle la derecha. Uno de los tres músculos de la pantorrilla le fue extraído para cubrir la
rodilla de la pierna derecha. Fue un injerto para reconstruir la piel.

Mientras que estuvo once meses internado en el hospital, su esposa, sus padres y hermanos
lo acompañaron a cada instante. Él siempre trató, en todo momento, de transmitirles
fortaleza. Nunca se amilanó ante su situación. Carlos tenía en claro una cosa: Debía de volver
a caminar en dos piernas a pesar que los médicos le decían lo contrario.

En la búsqueda de una prótesis que reemplazara la ausencia de su miembro derecho, se


encontró en Internet con la Genium Bionic Prosthetic System. Una impresionante pierna
biónica que trabaja con chips y sensores de movimiento, capaz de funcionar como una pierna
normal. No era una prótesis común. Convertirían a Carlos -pensando ficticiamente- en mitad
humano, mitad robot. Solo le faltaba reunir 92 000 dólares y comprarla. Hacer realidad la
ficción cuesta caro, pero para Carlos nada era imposible.

No fue fácil buscar apoyo para el financiamiento de la prótesis. Sin embargo, después de
tantas solicitudes, en el 2011, gracias a su empeño por mantenerse en la vida militar, su
historia llegó a oídos del presidente Ollanta Humala, quien firmó una resolución en donde le
concedía la pierna biónica por su valentía en combate y le ofrecía viajar a Estados Unidos para
empezar con su rehabilitación.

"La prótesis que estoy usando es efectivamente algo muy bueno. Pero lo más importante es el
espíritu que uno tenga, la actitud y la voluntad para sobreponerte a las cosas difíciles". Y vaya
que tiene razón. El perder una pierna no le dolió tanto como uno de los momentos más tristes
de su vida: Retirarse del Ejército Peruano después de casi 13 años de servicio militar.

"Sentí nostalgia, pena. Yo siempre les decía a mis amigos que con pierna o sin ella, yo podría
continuar, pero lamentablemente pasé al retiro por una situación administrativa".

Felipa sabía que su historia no acabaría ahí. No era el fin de su mundo. Él ya tenía metas
trazadas y objetivos que quería conquistar. Se había forjado para ser un luchador. La vida lo
retaba y a él le fascinan los retos.

Tras su completa rehabilitación, este campeón logró convertirse en instructor de Krav Maga,
sistema de defensa y combate israelí, y en el 2013 realizó su mejor hazaña en Ica, cuando saltó
en paracaídas a más de 15 mil pies de altura.

“Yo era paracaidista, ya había saltado muchas veces y lo decidí hacer para demostrarme a mí
mismo y a todo el entorno que no hay nada imposible si tú te lo propones”, rememora el atleta
quien se ha convertido en el primer paracaidista en saltar con una pierna biónica en Perú y
Sudamérica, y con gran orgullo, en el segundo hombre en el mundo.

Lleno de expectativas y deseos de superación, vio en el deporte una oportunidad. Desde muy
joven, Carlos Felipa mostraba tener el perfil de ser un deportista con mucho talento y con un
futuro prometedor. Practicaba taekwondo y natación. Sin embargo, él buscaba desempeñarse
en un deporte que se acomodara a sus expectativas de superación. Así fue que tomó la
decisión de ir por el camino del atletismo. En marzo, con el apoyo de pocas instituciones, logró
adquirir la Fitness 3S80, prótesis calibrada con tornillos para que exista una extensión y flexión
ideal a la hora de correr.
Los médicos le dijeron que solo podría correr 100 metros, pero él quería correr 500. Gracias a
esa terquedad, él rompió sus propios límites y hoy sabe que puede mucho más.

Considerado el único peruano en poseer una pierna biónica, Carlos se preparó


exhaustivamente para darle al Perú una medalla de bronce en su debut como atleta
paralímpico en la disciplina de 100 metros planos del II Open Internacional de Atletismo y
Natación Paralímpico, realizado en Colombia hace dos años. Este logro se convertiría en un
gran impulso para su carrera deportiva.

En el 2015 se consagró campeón mundial de atletismo 200 metros en el Campeonato Mundial


Militar Korea y este año concretó una de sus más grandes anhelos: Viajó a Río para representar
al Perú en sus primeros Juegos Paralímpicos. Hace poco estuvo en Zurich, Suiza en la
Cybathlon 2016, las primeras olimpiadas biónicas de la historia.

Él es Carlos Felipa Córdova, un hombre de 38 años, veterano de combate del Ejército del Perú,
paracaidista, exinstructor de defensa personal y actual atleta paralímpico en actividad. Un
hombre con una historia admirable y sacrificada, llena de obstáculos, pero gran ejemplo de
superación y emprendimiento. Su familia y su pequeño hijo han sido su gran motivación a lo
largo del tedioso pero satisfactorio camino. Superó la discapacidad para convertirse en un
deportista calificado y a pesar de tener poco tiempo como atleta, cree que desde que perdió
la pierna ha sido una gran competencia con la vida y que mientras el cielo se lo permita,
seguirá compitiendo.

“En sí, el accidente no cambió mi vida, cambió mi rutina de vida. Mi vida sigue siendo la misma.
Discapacitado es el que se cree discapacitado. Para mí la única discapacidad es el miedo. No
hay nada imposible, siempre, siempre lo voy a repetir”.

Finalmente, llega a mí una curiosa pregunta. Como si todavía no me hubiera quedado claro,
le pregunto: ¿En algún momento pensaste en rendirte? Y como para sellar su historia,
decidido, con la misma mirada y sonrisa retadora del principio, me responde: No, nunca.

Nombre: Mabel del Carmen Romero Contreras

Ciclo: VIII Turno: Mañana

Aula: S01 Celular: 944148744

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