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Palabra propia, palabra ajena: dos momentos de la escritura camëntsá

Diego Pérez Medina


Maestría en Estudios Literarios

Ir al otro y volver del otro no es un problema intelectual, es un problema del


corazón; claro que uno puede estudiar al otro, es más, es su deber hacerlo, pero
comprenderlo es algo distinto. Conocer la vida de los pueblos, hacer la pregunta
necesaria que conduzca al saber, no sale del conocimiento de los científicos sino
del corazón del hermano o de la hermana.

ABADIO GREEN

Tal vez no sea el único medio, ni siquiera un medio seguro, pero la palabra muchas veces se
revela como esa puerta que le abrimos al otro para que pueda entrar en lo que somos. Incluso
si esto último (esa noción a veces tan esquiva del ser) no nos resulta claro a nosotros mismos,
permitimos que el otro se acerque desde la palabra a ese umbral de la existencia para que
mire de un lado a otro lo que hay dentro nuestro. Sin embargo, en ese sentido, la palabra es
puerta de frontera, ya que solo es posible atravesarla si somos capaces de habitar la lengua
en la que está inscrita. A veces también somos visitantes extranjeros, cuando podemos
recorrer la palabra que no nos es propia, cuando aprendemos a pasear por calles sueltas de
esos universos de sentidos de territorios ajenos. Hay otros casos en los que son los mundos
otros los que se aproximan al nuestro, como invitándonos a atravesar sus puertas. En este
último caso, el ser que ha cruzado a un mundo ajeno se vale de sonidos prestados para contar
su propia historia, aun sabiendo que al hacerlo es posible que escapen aspectos únicos propios
de su forma de ver el mundo. ¿Qué guía entonces una aventura de estas características? ¿Por
qué acudir a la palabra ajena para decir(me) lo que soy? Estas dos preguntas guían este
escrito, el cual no es más que un recorrido por dos momentos de la palabra del pueblo
camëntsá1 en el Valle de Sibundoy, Putumayo: el primero es aquel en el que un escritor
indígena se propone por primera vez llevar al español los relatos de su comunidad para
publicarlos, estudiarlos y clasificarlos como mitos, leyendas y relatos tradicionales. En este
sentido, veremos los textos escritos por Alberto Juajibioy Chindoy (1920-2007), quien se
destaca por ser uno de los precursores de la literatura indígena en Colombia, a partir de los

1
Aunque camëntsá es propiamente la lengua, esta palabra se usa comúnmente para denominar a esta
comunidad nativa del alto Putumayo.
estudios etnolingüísticos que realizó sobre las historias y la lengua de su pueblo. El segundo
momento es el de uno de los poetas camëntsá más reconocidos en la actualidad: Hugo Jamioy
Juagibioy (1971-), cuyos textos están escritos en su mayoría en español y en camëntsá2 —
aunque en algunas ocasiones solo estén escritos en español—.

El taita Alberto

El taita Alberto3 se sienta al lado del fogón donde su abuelo solía contarle las historias. Esta
vez el fuego no está prendido, no por lo menos en suelo en donde se acostumbra, pero está
vivo en sus manos, en la hoja de papel en la que ahora escribe. De sus palabras brotan las
palabras que recopiló desde que tenía 10 años, según el mismo recuerda: los cuentos, las
historias que su pueblo ha transmitido por generaciones, aún antes de que llegara el hombre
blanco, eso que ahora el mismo llama mitos (Rocha Vivas, Palabras mayores 145):

Los mosquitos

1. Llegó una señorita para ser nuera donde tenían un hijo joven. 2. En seguida los padres
del joven le entregaron maíz para hacer chicha, luego se fueron a trabajar en la cuadrilla.
3. La señorita era un mosquito. 4. Por tanto mascó un poco de maíz y escupió en todas las
ollas. 5. Bastaba eso para que hubiese chicha en las ollas. 6. Al regresar los padres,
encontraron a la joven peinándose tranquilamente, y el cesto de maíz estaba en su
integridad. 7. Sin haber observado en las ollas dijeron a la señorita: 8. “Dios mío, el maíz
está en la misma forma, y la chicha nos es muy urgente para los peones”. 9. Entonces la
joven salió furiosa de allí y fue a avisar a sus hermanos los mosquitos porque no le
agradecieron. 10. Dentro de poco entró ella en la casa, revoloteó en los sitios donde había
chicha y dijo: 11. “Para todo el tiempo moleréis en el mortero”. 12. En seguida entraron los
mosquitos posándose en la chicha y ésta desapareció al instante. 13. Entonces los dueños
de la casa decían: “No nos hagan ese maleficio, déjennos la chicha en la misma forma”. 14.

2
Algunos de sus poemas solo se encuentran en español. De igual manera, cabe destacar que varios de sus
poemas fueron traducidos al camëntsá, aunque se concibieron originalmente en español. Véase Rocha Vivas,
Palabras mayores 186.
3
Taita es una denominación propia de varios pueblos originarios que expresa respeto y aprecio hacia los
mayores.
Desde aquel tiempo, por no haber examinado antes la hechura de la chicha, siempre se
muele en el mortero para elaborarla. (Rocha Vivas, Pütchi 27)4

Su interés al contar las historias es una extensión de la intención de los abuelos: “[…] el uso
del idioma vernáculo como medio de instrucción y comunicación escrita reforzará el valor
del mismo, evitará que caiga en desuso entre los nativos y contribuirá al fortalecimiento de
la identidad étnica del grupo” (Juajibioy Chindoy10). Solo que su palabra ahora tiene un velo
que no tenía la de sus mayores. En él pesa la formación brindada por los capuchinos (con
quienes aprendió griego y latín), además es lingüista de profesión de la Universidad de
Antioquia. Por esa razón, las historias de su pueblo se visten con palabras de occidente: el
estudio antropológico, lingüístico y, en últimas, científico, guían sus relatos. Su rol de
investigador e informante sitúa la obra de Alberto Juajibioy en el “paulatino paso del
informante nativo al escritor indígena bilingüe, y en las narrativas que recogió, reelaboró y
estudio, es notoria la conjunción entre los intereses lingüísticos y etnoliterarios (en
perspectiva auto-etnográfica)” (Rocha Vivas, Pütchi 23).

Las historias que compila están llenas de la magia que cautiva a todo aquel que las escucha
de la voz de los mayores y que, cuando uno no pertenece de nacimiento a su cultura, generan
la fascinación de no comprender los límites entre realidad y ficción:

El tigre

1. En el pueblo viejo de Mocoa solían cocer el famoso alucinógeno ‘tigre bejuco’ para tomarlo
dos veces en cada semana.

2. En una ocasión un consuetudinario tomador de yagé precisamente en el momento de la


euforia, se revolcó en el patio y se transformó en tigre con pelos pargos y cerdosos alrededor
del hocico. (Juajibioy Chindoy 129)

Más allá del interés científico que guía el proyecto estético del taita Alberto, el tono de los
relatos logra recuperar la sensación que percibí al escuchar por primera vez a los mayores
contar las historias que son propias de su pueblo, en las cuales es común que los animales se
transformen en humanos y los humanos en animales, tal vez porque la frontera que en

4
El texto está originalmente escrito en camëntsá y en español. La división por números corresponde a la
división del texto en lengua indígena. Se deja solo el texto en español dado que no se hará un análisis a fondo
de la estructura del texto.
occidente separa sus dos mundos allá todavía es muy tenue y en ocasiones parece casi
inexistente.5

Quedan algunos interrogantes de la lectura de los mitos, leyendas e historia que compila este
escritor-investigador. La primera la retomo de Miguel Rocha Vivas, quien juiciosamente ha
estudiado su obra: “¿puede considerarse literatura indígena la etnoliteratura propia e
independiente del último periodo6 en la obra investigativa e Alberto Juajibioy Chindoy? En
parte no y en parte sí” (Rocha Vivas, Palabras mayores 145). Esta respuesta a medio camino
es central para leer no solo la obra de Juajibioy Chindoy, sino en general las literaturas
indígenas, ya que nos remite antes que nada a la idea de autoría: el taita Alberto no escribió
ninguno de sus libros pensándose como autor de una obra literaria, su voz siempre fue la de
su pueblo y las historias las que le transmitieron sus mayores. Sin embargo, al plasmar en el
papel las versiones de las historias es inevitable que algo suyo quede impreso. Es este paso
de lo oral a lo escrito tal vez en donde surge la importancia de su obra y en donde se encuentra
precisamente la dificultad para responder la pregunta que se formuló más arriba. Tal vez para
entender mejor esta cuestión se pueda pensar en líneas generales en la diferencia que existe
entre literatura oral y escrita, por lo menos en Colombia:

No vamos a dar una distinción totalizadora [de literatura oral] sino que abordaremos unas
características esenciales que permiten delimitar y delinear el campo de la literatura oral. La
primera tiene que ver con el autor: en la literatura oral el concepto de autor se disuelve en una
serie de autores que intervienen dentro de la misma creación. A pesar de que se pueda
identificar al autor de una obra y este sea reconocido como el creador, por el hecho de
inscribirse en las dinámicas de transmisión de la oralidad, la obra le pertenece al pueblo en la
medida en que es él quien se apropia de ella y la transmite transformándola, imprimiéndole el
toque personal, la subjetividad, de quien la reproduce. Esta es una característica fundamental a
la hora de hablar de la literatura oral debido a que marca una diferencia abismal con la literatura
escrita, en donde el autor es una figura inmutable.

5
Sobre la visión del ser de los animales y los humanos en la cultura amazónica, véase el texto de Duchesne
Winter “Derrida y el pensamiento amazónico (La bestia y el soberano / el jaguar y el chamán)”.
6
Esta acotación sobre el último periodo parte de la división que hace Rocha Vivas de la trayectoria de
Juajibioy Chindoy, pero no se hará énfasis en ella, dado que no resulta funcional para los propósitos del
presente texto.
La segunda característica parece muy obvia: la literatura oral está hecha para ser divulgada
oralmente. Algunos críticos, teóricos e historiadores literarios hablan de literatura oral
tratándose de literaturas escritas que retoman o se basan en formas de expresión orales para su
creación literaria. Evidentemente no es lo mismo sentarse a escribir una obra teniendo en cuenta
algunas de las manifestaciones orales (literarias o no) y componer una obra literaria de forma
oral para que sea divulgada de forma oral. (Freja de la Hoz 23)

Queda decir al respecto que la literatura indígena difícilmente puede ser tan tajante en lo que
se refiere a las divisiones mencionadas entre transmisión oral y escritura. Los autores de
obras literarias provenientes de tradición indígena en nuestro país, aún los más recientes, se
reconocen como portadores de la voz de sus mayores y cuestionan su rol como autores (más
allá de que un nombre igual quede inscrito en los textos). Dirá Rocha Vivas al respecto que

un rasgo especial en sus obras no necesariamente es que expresen muchas voces […], sino que
las voces que escriben fueron brutalmente silenciadas y apartadas por la aplastante fuerza de
un conglomerado de proyectos de colonización, nacionalización y abducción homogeneizante
de sus territorios y formas de vida ancestral. (Palabras mayores 147)

Tal vez el interés de mantenerse alejado, con la mirada del observador científico, que sin
embargo no puede apartarse de sus raíces, es lo que hace que cobre fuerza la voz colectiva
presente en las narraciones de Alberto Juajibioy Chindoy, a pesar de su indeleble estilo
personal. No obstante, ese mismo alejamiento me lleva plantear una segunda pregunta sobre
su obra: ¿qué pasa cuando las palabras del otro están tan arraigadas dentro de nosotros
mismos que nos convertimos a nosotros y a los nuestros en ese otro que es objeto de estudio?

Esta es una pregunta que me parece fundamental para entender la obra del taita Alberto, sobre
todo porque permitirá entender la posición fronteriza de la identidad que se consolidará en la
literatura indígena de nuestro país, como se verá en la obra de Hugo Jamioy Juagibioy, el
otro escritor camëntsá que leeremos más adelante. Al verter sus historias ancestrales al
español, al tratar de objetivar el leguaje y traducir las metáforas propias de su lengua,
pareciera como si fuera necesario ponerse las gafas del occidental para poder entender lo
propio de su cultura, como si en lugar de vivir la identidad que no requiere explicaciones
hubiera que diseccionarla para poder acceder a ella.
No es mi interés definir entrar de fondo en esta cuestión, ya que habría que entrar a hablar
con detenimiento del problema de identidad producto de un proceso extenso de contacto entre
culturas. De la transculturación e hibridación que nos han traído hasta nuestros días. Esos
temas han dado y seguirán dando lugar a debates más complejos que el interés mismo de
estas páginas. Creo, sin embargo, que lo importante está en la pregunta y en la
problematización que encierra. Ya que a la larga es una pregunta que funciona como puente
y norte en esta reflexión.

Hugo Jamioy Juagibioy

Buscándome

Durante años
he caminado buscándome.

Cómo voy a encontrarme


si los lugares
donde escarbé
están fuera de mi tierra. (Bínÿbe oboyejuayëng 113)

El tema de la búsqueda, del contacto con el mundo occidental, con las grandes urbes donde
todo parece tan distinto y caótico en comparación con el lugar de origen, es recurrente en los
poemas de Hugo Jamioy Juagibioy. En él, la búsqueda de la identidad —la suya, la del otro—
es recurrente, pero ya no desde un interés antropológico, como se daba en el caso de Alberto
Juajibioy Chindoy. Su voz poética es clara y se va construyendo a lo largo de su obra. Aún
así, su palabra se sigue presentando como doblemente ajena: por un lado, y como muchos
otros escritores indígenas, Jamioy Juagibioy se considera la voz que heredó de sus abuelos y
de su pueblo, llegando a cuestionar su papel como poeta o autor (Rocha Vivas, Palabras
mayores 188).7 De ahí que su obra sea leída como oralitura, término con que se ha
denominado las obras literarias con un fuerte sustrato en la tradición oral.

7
Sin duda es reveladora la respuesta que da el propio autor ante el sentimiento que le produce su libro Bínÿbe
oboyejuayëng: “—En principio fue vencer un temor, mi poesía no era considerada. Luego fue una bonita
oportunidad de dialogar con la gente. Un taita de mi comunidad me ha dicho algo muy lindo: ‘Es como si
todos los camëntsá estuviéramos hablando ahí’” (Rocha Vivas, Palabras mayores 194).
Por el otro lado, su palabra también parece ajena al valerse de un idioma que no es el mismo
del de sus abuelos (muchos de sus poemas fueron traducidos al camëntsá por su hermano).
La voz de la tradición es más un eco que un sonido puro, y desde allí pareciera llevar al
mundo la sabiduría de los mayores, pero también pareciera que sus textos son el lugar de
extrañamiento desde donde él mismo trata de volver a sus raíces.

Más allá de la posición fronteriza de su escritura, la obra de Hugo Jamioy Juagibioy ya es


representativa de la nueva generación de escritores que se asumen propiamente desde
categorías estéticas primordialmente occidentales. sus textos son definidos como poesía, y
aunque se hallan aspectos míticos o mágicos de fondo, ya no estamos en ese terreno
movedizo que planteaba la obra del taita Alberto. Es válido en este punto recordar aquí la
cita de Freja que se encontraba líneas atrás para remarcar que, por más que un texto sea
escrito pensando en la tradición oral de la que nace, el hecho de que sea pensado directamente
desde la escritura le da un carácter propio y definido.

La ubicación de su escritura en categorías estéticas propias de una cultura hegemónica


occidental tiene múltiples implicaciones al momento de leer los poemas de Jamioy. Quiero
destacar simplemente dos: la primera, entrar en el campo de la poesía es entrar en el campo
del poder, de esa ciudad letrada de la que hablaba Ángel Rama. En este sentido, el
reconocimiento literario que ha ganado el autor le ha permitido ser merecedor de distintas
becas y apoyos oficiales para el desarrollo de su obra y de investigaciones sobre la literatura
indígena del país. Su obra es ampliamente reconocida en el mundo y ha logrado, junto con
otros autores de su generación, algo que parecía difícil hace algunas décadas: la traducción
de sus poemas a múltiples lenguas, por su calidad artística, no por un interés antropológico.
La segunda implicación es una lectura o posibilidad que se abre desde la primera. Al tener
una voz que es escuchada, es más fácil transmitir el mensaje que lleva su poesía.

En esta última posibilidad radica posiblemente uno de los puntos de contacto con el proyecto
científico literario de Alberto Juajibioy: su obra busca dar vida a la tradición de su tierra,
permitirle al otro acceder a su forma de ver el mundo y, sobre todo, alimentar dentro de su
misma comunidad la necesidad de preservar lo que es propio, de seguir oyendo y trasmitiendo
la palabra sabia de los abuelos, siempre en riesgo de perderse. En su poema “La historia de
mi pueblo” se puede leer el contacto entre el mundo occidental y el lugar de origen, la
necesidad de volver al lugar territorio propio desde un lugar que anda a un ritmo acelerado;
allí se plasman muchos de los aspectos problemáticos que hemos mencionado hasta aquí:

La historia de mi pueblo

La historia de mi pueblo
tiene los pasos limpios de mi abuelo,
va a su propio ritmo.

Esta otra historia va a la carrera,


con zapatos prestados
anda escribiendo con sus pies
sin su cabeza al lado,
y en ese torrente sin rumbo
me están llevando.

Solo quisiera verme


una vez más en tus ojos, abuelo.

Abrazar con mis ojos tu rostro,


leer las líneas
que dejó a su paso el tiempo,
escribir con mis pies
solo un punto aparte
en este relato de la vida. (Bínÿbe oboyejuayëng 105)

Contrapuntos y contactos

No pareciera del todo lícita la comparación de la obra de los dos poetas cabëng8 que hemos
leído hasta este punto. No por lo menos si lo pensamos desde la lógica de los géneros
literarios, ya que uno desarrolla un proyecto lingüístico literario de recopilación de historias
tradicionales, mientras que el otro escribe poesía. Sin embargo, poner a dialogar la obra de
estos dos creadores y cultivadores de la lengua camëntsá resulta muy conveniente al

8
Esta es la palabra que se usa en la comunidad para referirse a sí mismos, ya que camëntsá hace referencia a
la lengua, no al lugar de origen, como se mencionó al inicio de este texto: “Camuentsa Cabëng Camëntsá
Biya: de aquí mismo, de nosotros mismos
y que así mismo habla, es decir: ‘hombres de aquí con pensamiento y lengua propia’” (Jamioy Juagibioy 23).
momento de comprender la inscripción paulatina de una comunidad en la escritura literaria
de occidente, con todo lo que esto conlleva.

La magia del relato tradicional, observado con el interés científico del taita Alberto, deja de
ser simple objeto de estudio y cobra una vida renovada en la poesía de Hugo Jamioy. De ahí
que los dos momentos de escritura revelen esa búsqueda del pueblo camëntsá por abrir sus
puertas hacia fuera de su comunidad y, al hacerlo, permitir que ingrese nueva luz a ese lugar
de origen para recuperar su tradición.

La figura del autor también puede ser estudiada desde la obra de los dos escritores. Al asumir
el yo poético, Hugo Jamioy sabe que es él quien habla, así sea su pueblo el que se escuche
de fondo. Más allá del reconocimiento propio de sus valores tradicionales de que su obra es
solo el compendio de las palabras de los mayores, sus palabras hacen explícito el conflicto
de identidad y toda la emoción propios del yo lírico.

Aunque se podría pensar que la obra de Alberto Juajibioy era el opuesto de este yo poético,
desde mi lectura resulta muy próximo. Su lenguaje con pretensiones de objetividad no hace
más que revelar constantemente sus raíces y la imposibilidad de tomar distancia de una
cosmogonía que le es propia (como aceptar la posibilidad de que un hombre se transforme
en animal, o viceversa, como algo posible y hasta verificable en su cultura). De ahí que desde
este primer momento en las letras de su comunidad ya fuera evidente el conflicto del
nombrase, de buscar definir el ser con palabras ajenas, para presentarse ante el otro, para
transformarse desde el lenguaje.

Es este punto el que me parece que hace más lícito la lectura en contrapunto de estos dos
autores. Ambos son figuras transculturadoras que se mueven entre le mundo de occidente y
el Tabanóc o lugar de origen. La obra del taita Alberto es considerada como precursora de
toda una generación de escritores indígenas, no solo en lengua camëntsá, porque tendió un
puente de igualdad entre dos culturas que habían convivido estando separadas por la fuerza
de la violencia opresora de una sobre la otra, y permitió un diálogo más igualitario, al querer
demostrar que tanto su lengua como sus historias eran susceptibles de los mismos análisis
científicos y teóricos que las otras lenguas e historias. También porque expuso el mundo
fantástico que había sido preservado de boca en boca, de abuelos a hijos y nietos por
generaciones.
Es, sin embargo, en la obra de Hugo Jamioy cuando el proyecto transculturador cobra mayor
fuerza. Al hacer uso de la poesía no solo está valiéndose de la palabra española para contar a
su pueblo, sino que usa la magia de la poesía para narrar la magia de su pueblo. Tal vez la
predilección de los escritores indígenas por este tipo de escritura (sobre la narrativa, aunque
esta cobra cada día más fuerza), se deba a las posibilidades que da el lenguaje poético, a su
capacidad de decir lo más profundo del corazón a la vez que lo vela con la palabra. Más allá
de sentir lo propio de la cultura del poeta en los textos que son más explícitos (véase a manera
de ejemplo la serie de poemas “Yagé” 1, 2 y 3), esta se revela en frases sencillas que muestran
lo que para nosotros es un hecho asombroso (sin que tal vez para ellos lo sea):

No dije nada, solo pensé

Esas plumas que lleva el taita en su corona


me hicieron pensar en la muerte de un guacamayo.

El taita, que caminaba distante de mí,


se acercó y me dijo:
“Yo no lo maté
lo recogí en el salado de los loros,
fue mi ofrenda
para adquirir el poder de adivinar el pensamiento”.

Luego se marchó. (Bínÿbe oboyejuayëng 91)

Este jugar con el lenguaje, este ir y venir entre lo que parece propio y ajeno alimentan la
palabra del poeta y transforman lo que podría entenderse como su yo poético, el cual aparece
siempre difuso. Pareciera incluso que el encuentro con ese mundo de “zapatos prestados” es
el que le permite al poeta volver a pisar el suelo de su territorio con más ganas. No hay que
perder de vista que la generación a la que pertenece Jamioy se distingue con la de sus mayores
al marcar una distancia crítica con el arraigado catolicismo producto de siglos de contacto
con los misioneros españoles. Tomar distancia del entorno puramente tradicional, salir y
encontrarse con un mundo en caos, le permite al poeta hacer renacer en sí el deseo de conocer
las tradiciones propias de su cultura.

Tal vez la palabra ajena en algunos momentos sea la que refleje con más claridad la palabra
propia. Tal vez al asumir la necesidad de mostrarse al otro desde su propio espacio de saber,
se pueda encontrar lo que es más propio en uno. Tal vez la escritura, por lo menos la que acá
hemos leído, sea esa paradoja en donde tenemos que ir lo más hacia fuera posible para
encontrar lo que está más en el centro. Eso es lo que representa para mi la poesía de Hugo
Jamioy Juagibioy, y es lo que veía como semilla en la obra compilada por el taita Alberto
Juajibioy Tisoy: un anhelo transculturador en el encuentro entre dos mundos.

Analfabetas

A quién llaman analfabetas,


¿a los que no saben leer
los libros o la naturaleza?

Unos y otros
algo y mucho saben.

Durante el día
a mi abuelo le entregaron
un libro:
le dijeron que no sabía nada.

Por las noches


se sentaba junto al fogón,
en sus manos
giraba una hoja de coca
y sus labios iban diciendo
lo que en ella miraba. (Bínÿbe oboyejuayëng 179)
Bibliografía

Duchesne Winter, Juan. “Derrida y el pensamiento amazónico (La bestia y el soberano / el


jaguar y el chamán)”. Cuadernos de Literatura 21(41): 168-193.

Freja de la Hoz, Adrián Farid. La literatura oral en Colobia. Romances, coplas y décimas en el
Pacífico y el Aribe colombianos. Bogotá: Centro Editorial Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Colombia, 2015.

Jamioy Juagibioy, Hugo. Bínÿbe oboyejuayëng / Danzantes del viento. Bogotá: Ministerio de
Cultura, 2010.

Juajibioy Chindoy, Alberto. Relatos ancestrales del folclor camëntsa. Pasto: Fundación
Interamericana.

Rocha Vivas, Miguel. Palabras mayores, palabras vivas. Tradiciones mítico-literarrias y escritores
indígenas en Colombia. Bogotá: Taurus, 2012.

———, comp. Pütchi Biyá Uai. Precursores. Antología multilingüe de la literatura indígena
contemporánea en Colombia. Vol. 1. Bogotá: Alcaldía Mayor, 2010.

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