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INDICE

Prefacio ………………………………………………………………………………………………. II

Introducción ……………………………………………………………………………………..… III

1. ¿Cuánto tiempo estaré triste tras una pérdida? .................................................. 1

2. ¿Cuándo una emoción está desbordada? ¿Cuándo es demasiado? .................. 4

3. Algunas personas no manifiestan ningún dolor o parece que no quieren o


pueden llorar. ¿Se debe a que son personas muy fuertes? .................................. 6

4. Si el tiempo y el olvido lo curan todo, ¿para qué ocuparse del


duelo? ............................................................................................................... 9

5. Las ceremonias de despedida o luto parecen vacías y sólo forma-


lidades sociales, muchas veces llenas de hipocresía. ¿De qué sirven? ................... 11

6. ¿Para qué ir a terapia o consejería cuando se vive un duelo? ............................ 14

Referencias ……………………………………………………………………………………….... 18

Sobre el Autor ……………………………………………………………………………………... 18

Ayuda disponible para dolientes ..…………………………………………………….......... 18

Nota importante ………………………………………………………………………………..... 18

I ManejodelDuelo.com
PREFACIO

Este e-book le explica, en un lenguaje claro y sin tecnicismos, qué es


el duelo y cómo manejarlo. También responde preguntas clave sobre el
tema: ¿cuál puede ser su duración?, ¿cuándo la emoción está desbor-
dada?, ¿es malo llorar?, ¿cuál es la utilidad de las ceremonias de luto?
Ayuda a entender la importancia individual de este proceso y, según el
caso, cuándo es normal y cuándo se complica y requiere ayuda externa.

II ManejodelDuelo.com
INTRODUCCIÓN

El duelo es esa experiencia que toca nuestras emociones y se mani-


fiesta de infinitas formas. Es una respuesta natural a la pérdida de una
persona, relación, condición de vida, parte de sí mismo o de cualquier
aspecto con valor significativo, incluso también se manifiesta, más su-
tilmente, cuando tenemos que abandonar ideas caducas que ya no se
adaptan a nuestra nueva realidad.

En mi vida, como en la de todos los seres humanos, han habido muchas


pérdidas importantes: me ha tocado cambiar abruptamente de trabajo
y profesión, vivir en varios países, separarme de familiares y amigos, sin
contar la pérdida de numerosos seres queridos, personas y mascotas.
Después de elaborar todas estas pérdidas, de la forma más armónica
que ha estado a mi alcance en cada ocasión, he llegado a aproximarme
a algunas certezas sobre el proceso humano del duelo. En el camino
me han ayudado maestros, terapeutas y un sin número de personas.
Luego, mi formación como psicoterapeuta Gestalt y coach ontológico
ayudó a entender mejor estás experiencias propias con el fin de ayudar
a otros.

Algunas certezas encontradas:


El duelo es un proceso que genera cambios profundos en nuestras vidas: po-
demos sentirnos confundidos, ansiosos y llenos de dudas sobre lo que nos pasa,
preguntándonos qué debemos hacer para aliviar el dolor que experimentamos
y cómo podemos finalizarlo en el menor tiempo posible.

Algunas veces podemos sentir que nuestro mundo está al revés y enfrentar mo-
mentos de frustración y desesperanza. Si carecemos de habilidades para resol-
ver el duelo, quedamos traumados por la pérdida y la muerte.

Se hace énfasis en las pérdidas vinculadas al fallecimiento de un ser querido pero


las ideas planteadas pueden extrapolarse a cualquier tipo de cambio o ausencia
como en los casos de separaciones, divorcios o cambios laborales.

III ManejodelDuelo.com
Las pérdidas nos muestran que no podemos dar nada por garantiza-
do: ni la salud, el poder, la seguridad ni una vida “feliz”. Después de ellas,
nuestro mundo no volverá a ser igual, pero en ese mundo diferente hay
espacio para recuperar la esperanza, la armonía y el bienestar.

El proceso del duelo no sólo requiere desarrollar la capacidad de sol-


tar y dejar ir el pasado; el duelo nos lleva a los lugares más profundos
de las relaciones de vida y de nuestra existencia. Nos devuelve a la vida
plena. En lugar de ser visto como sólo una consecuencia de la pérdida,
podemos asumirlo como el trabajo de crecimiento personal que nos
lleva a adaptarnos a una nueva realidad.

Para ayudarte a emprender el camino al crecimiento personal y equi-


librio es fundamental que puedas manejar información adecuada. Por
eso este texto busca responder con claridad las 6 preguntas esencia-
les que surgen cuando se vive un duelo.

IV ManejodelDuelo.com
1. “No quiero pasar muchos días sintiéndome mal.
¿Cuánto tiempo estaré triste tras una pérdida?”

Sabemos que un duelo está finalizando cuando la aflicción se reduce


significativamente pero algunas personas creen que los duelos deben
terminar en unos pocos días y por ello se impacientan consigo mismos
o con otros cuando no “superan” el dolor con prontitud.

Recientemente perdí a una mascota muy querida que estuvo conmigo


por once años. Lo llamé Benito y era un perro hermoso e inteligente,
sabía hacer muchos trucos y era muy equilibrado y sociable, tenía gran
cantidad de seguidores en facebook debido a sus travesuras y anéc-
dotas. Pasábamos mucho tiempo juntos por lo que desarrolle un gran
apego afectivo con él. Su pérdida para mí fue muy significativa. Luego
de apenas dos semanas hice un comentario sobre la tristeza que sentía
en las redes sociales. En respuesta, obtuve algunos mensajes que me
increpaban por mantener el dolor por “tanto” tiempo, especialmente en
mi caso ya que soy terapeuta especializado en duelo. Este fue otro re-
cordatorio de que mucha gente piensa que la aflicción por una pérdida
es un proceso que debe vivirse muy rápidamente, en pocos días, y que
a veces, manifestar tristeza no es considerado adecuado, se percibe
como un indicador de “debilidad” y de fracaso en el manejo del duelo.

El duelo es un proceso humano que abarca nuestro ser profundo y


todas nuestras emociones. Es un camino a recorrer y no un hecho o
evento a “pasar” en pocos días. Predecir su duración exacta en cada
caso no solo es complicado sino también innecesario.

Ojalá pudiéramos pronosticar una fecha exacta en la que el dolor de-


saparece: en tantos días, a la vuelta de cuatro semanas o dentro de sie-
te lunas, pero no es así.
1 ManejodelDuelo.com
Cada persona vive el duelo en una forma muy particular, a su
propio ritmo y tiempo. En muchos casos, no requiere de asisten-
cia médica aunque puede beneficiarse del apoyo de familiares así
como de consejería profesional especializada personal y de grupo.

A menudo el proceso de sanar una pérdida se compara con el proce-


so de curar una herida en el cuerpo. Cuando fluye normalmente y no
es interrumpido, el duelo lleva a la cicatrización de las heridas intelec-
tuales, emocionales, psíquicas y espirituales. El tiempo de esta cicatri-
zación dependerá de la profundidad, extensión de la herida y de los
recursos que tengamos para cuidarla y sanarla.

Hay autores que afirman que, cuando el duelo no se complica, puede


tener una duración alrededor de 6 meses y frecuentemente se re-
suelve en un año, pero estas son generalizaciones y, en ocasiones, un
duelo “sano” por una pérdida significativa puede extenderse más. Es-
pecialmente en los casos de pérdidas de cónyuge o hijos dos años en
duelo es un tiempo frecuente y “normal”.

En el caso de duelo por muerte, el proceso será más o menos extenso


de acuerdo al significado personal que le demos a la pérdida lo cual, a
su vez, depende de varios factores. Entre ellos podemos mencionar:

Nivel de apego al ser querido fallecido, es decir, importancia afectiva del vínculo.

Conocimiento de los eventos y factores que conducen a la pérdida.

Experiencia de pérdidas anteriores y apoyo recibido durante esos duelos previos.

Características de la muerte (por accidente, natural, por enfermedad larga o cor-


ta)

Edad y condiciones de salud mental y física del doliente.

Disponibilidad y calidad del apoyo social-familiar.

Crisis concurrentes (problemas que suceden al mismo tiempo y están relaciona-


dos con la economía doméstica o laboral, cambios de condiciones de vida, entre
otros).

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Es importante ser pacientes y considerar los factores que influyen en
la duración del duelo antes de juzgarse a sí mismos o juzgar a otras
personas que lo transitan por que nos parece que llevan demasiado
tiempo sintiéndose mal.

Por otro lado, es también muy importante estar alertas cuando trascu-
rrido un tiempo de varios meses, el dolor, la pena o la ansiedad mues-
tran muy poca o ninguna tendencia a decrecer. En esos casos, tanto
como si el duelo es propio o ajeno, es importante buscar apoyo profe-
sional pues el proceso normal puede estar estancándose o volviéndose
“patológico” con consecuencias nefastas para la salud y calidad de vida
de una persona.

En conclusión, no hay un tiempo exacto para predecir cuando el dolor


del duelo desaparece pero tampoco debe durar toda la vida. Cuando
lo abordamos con coraje y activando todos nuestros recursos, además
de contar con el adecuado apoyo psicosocial, puede abreviarse la du-
ración de los sentimientos de aflicción significativamente pero nunca
podemos superarlos del todo de manera inmediata.

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2. “Se habla del duelo como un proceso lleno de
emociones. Pero ¿Cuándo una emoción está des-
bordada? ¿Cuándo es demasiado? ”

Recuerdo que atendí en Coaching de Duelo a una persona que llevaba


más de un año separada de su pareja. Pese al tiempo María se sentía
terriblemente mal por la ausencia de su cónyuge. Una mañana ella en-
tró a mi consultorio llorando y al sentarse le ofrecí tomara un kleenex
de una caja muy grande que siempre tengo a mano. La caja estaba casi
completamente llena, pero observándola cuidadosamente me dijo “no
creo que sean suficientes pañuelos para mi tristeza, no alcanzarán” y
continuó llorando por toda la hora de consulta. Sus emociones de tris-
teza la desbordaban a pesar del tiempo en duelo. Obviamente, María
necesitaba ayuda para manejar esa tristeza sin fin.

Es sano reconocer nuestras emociones, expresar cuando estamos


tristes o admitir cuando tenemos rabia o sentimos miedo. Pero si una
emoción aparece constantemente de forma intensa y repetitiva durante
mucho tiempo (varios meses) y no puede manejarse, entonces esa emo-
ción no está en equilibrio, está desbordada, es demasiado, aún cuando
responde a un duelo muy profundo debido a una pérdida muy sentida.
En estos casos podemos estar enfrentando un duelo complicado.

Se hace necesario aprender cómo manejar las emociones, para poder


llevarlas a su papel sano de equilibrio en la vida.

Las emociones son poderosas y un estado repetitivo y crónico de e-


llas puede hacer que su impacto bioquímico en el cuerpo se desbor-
de fuera de control. Por ello, atender las emociones puede requerir
de terapia, antidepresivos, medicamentos contra la ansiedad, o de un
coaching profundo de duelo para manejar cambios en el estilo de vida
para que, de esta manera, pueda recobrarse el camino de regreso a la
salud.
4 ManejodelDuelo.com
También, el buscar ayuda profesional para trabajar las emociones que
no manejamos, seguramente nos hará encontrar asombrosas respues-
tas sobre nosotros, nuestra familia y el mundo que nos rodea. 

Las emociones son irreemplazables, necesarias y de gran importan-


cia para la vida, pero si están fuera de equilibrio, pueden ser muy
peligrosas para nosotros, nuestra salud y nuestra convivencia en el
mundo.

En el caso de María, primero se descartó que sufriera de depresión y


tras varias conversaciones de coaching, ella pudo enfocarse en aspec-
tos de su separación que no había considerado, identificarse con sus
fortalezas y dejar atrás el sentirse víctima de la situación. No necesitó
usar más kleenex para hablar en sus sesiones.

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3. “En algunos casos, las personas no manifiestan
tener ningún dolor y a veces parece que no quie-
ren o no pueden llorar. ¿Se debe a que este tipo de
personas son muy fuertes?”

Mi madre murió una madrugada muy fría cuando yo tenía sólo 13


años. Recuerdo que desde que me dieron la noticia en el hospital sentí
como si me hubieran inyectado una gran dosis de anestesia.

Luego oía a gente llorando en el funeral pero yo no podía hacerlo en


absoluto. Sólo sentía un incómodo vacío y silencio interior.

Los siguientes meses fueron muy duros para mí. En aquel tiempo cuan-
do yo era adolescente, en mi país no era usual buscar ayuda psicológica
tras una pérdida.

Recuerdo que lograba aliviarme concentrándome en continuar mis


estudios de secundaria pero la falta de expresión emocional me hizo
todo más difícil por largo tiempo.

Yo era incapaz de sentir o procesar la pérdida de mi madre. Nunca


grité, ni me arrodillé en el suelo a llorar. Pero mi caso no era el único,
la ausencia de expresión de las emociones del duelo sucede en todas
partes.

Existen personas que no manifiestan su aflicción ni en público ni en


su intimidad. No lloran durante los ritos funerarios, evitan mencionar
su pérdida a los demás y regresan a su vida cotidiana aparentemente
calmados.

Algunos quizás no tienen la oportunidad de vivir su duelo de forma a-


propiada debido a los compromisos laborales o las demandas de cuida-
do de una familia que no les permiten darse una pausa para sentir que
les sucede internamente. Sin embargo, el que una persona tras una
pérdida afectiva no manifieste su conmoción o sentimientos, no siem-
pre se traduce en que tenga siempre una gran estabilidad emocional o,
como se dice comúnmente, posee una gran “fortaleza de carácter”.
6 ManejodelDuelo.com
Muchas veces la ausencia de reacción emocional se presenta en per-
sonas que están tan impactadas en las fases iniciales del duelo, que
experimentan un aturdimiento en el que no dan signos de afectación
o dolor.

En ocasiones se instaura en el deudo una especie de embotamien-


to afectivo, con la dificultad para la expresión de emociones. A esto se
le llama “duelo congelado o incompleto”. Este tipo de duelo es más
frecuente que se genere en la infancia o adolescencia ya que en estas
etapas no se cuenta con la suficiente madurez emocional para enfren-
tar las pérdidas, especialmente si no se cuenta con apoyo familiar sufi-
cientemente informado en el acompañamiento del duelo.

A menudo queda dolor reprimido y escondido por muchos años y


emerge aleatoriamente en forma de episodios de depresión o ansie-
dad. Cuando el dolor permanece enterrado por tiempo, requiere de
asesoramiento psicológico, en el marco de una revisión profunda de
vida, para actualizarlo y liberarlo definitivamente.

En otras ocasiones, la persona experimenta síntomas psicosomáticos


y conductas disfuncionales (agresividad pasiva, irritabilidad latente) que
le causan dificultades en sus relaciones y sufrimiento, pero no las vincu-
la con la pérdida del ser querido.

En este tipo de duelo, que puede llamársele “duelo enmascarado” el


deudo acude frecuentemente a médicos aquejado de diferentes prob-
lemas de salud (comúnmente cefaleas, problemas digestivos y neuro-
musculares), pero silencia el hecho de su pérdida reciente, ya que cree
que no se relaciona con sus síntomas de salud y mucho menos con su
conducta, la cual le causa problemas al relacionarse con los demás.

En los casos de duelo congelado o de duelo enmascarado es impor-


tante buscar ayuda profesional.

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La expresión equilibrada de emociones es una función normal del or-
ganismo y cuando éstas no son exteriorizadas, el organismo tiene que
hacer un gran esfuerzo funcional para contenerlas, restringiendo el flu-
jo bio-energético natural, el ritmo respiratorio y provocando tensiones
neuromusculares crónicas. En particular las técnicas de trabajo psi-
co-corporal como el masaje terapéutico muscular profundo, el yoga y
otras técnicas corporales supervisadas por un terapeuta especializado,
pueden ayudar a desbloquear las emociones y restaurar su expresión
más natural y auténtica.

En mi caso, muchos años después de la muerte de mi madre, cuando


finalmente logré atender sesiones de terapia, pude desenterrar emo-
ciones que no habían podido ser nunca expresadas durante mi ado-
lescencia. Gracias a ellas pude sanar asuntos que parecían completa-
mente olvidados. Desde ese entonces cambié, para bien, muchas cosas.
Pude recobrar mi ser y liberar hasta mi forma de respirar. Convirtiendo
el dolor en aprendizaje, decidí usar mi experiencia y prepararme como
psicoterapeuta para ayudar a otras personas en duelos difíciles.

En el duelo sano las emociones son expresadas en equilibrio: ni se


desbordan manifestándose con alta intensidad por largo tiempo ni
tampoco se ignoran ni restringen impidiendo su expresión adecuada
y oportuna.

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4. “Si el tiempo y el olvido lo curan todo, ¿para qué
ocuparse del duelo?”

Mi abuela materna repetía a menudo un verso de la sabiduría popular:

“Al tiempo le pido tiempo.


El tiempo, tiempo me da.
Pero el mismo tiempo me dice
que él me desengañará”.

Sin embargo, en el caso de los duelos, sólo el transcurrir del tiempo


no es suficiente para que reencontremos nuestro equilibrio y certezas
de vida.

No es el tiempo sino lo que hacemos durante ese tiempo lo que


finaliza el duelo.

Elaborar las pérdidas no equivale a resignarse, con actitud pasiva, en


espera que sólo el tiempo cure el dolor y las heridas emocionales.

El duelo es un trabajo que emprendemos a muchos niveles conscien-


tes e inconscientes y, como toda labor, requiere de la realización de
tareas ineludibles para superarlo.

Según varios autores estas tareas incluyen:

Aceptar la realidad y dimensión de la pérdida.

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Revisar el pasado y concluir los asuntos pendientes.

Liberar adecuada y oportunamente las emociones que acompañan al duelo.

Entrenarse para asumir la vida de nuevo sin lo perdido.

Trabajar en la renovación, creando nuevas oportunidades de vida.

Por otra parte, el olvido tampoco es lo que concluye el duelo. Sobre


todo si es un olvido basado en la represión de recuerdos y de las expe-
riencias vividas.

Hace poco leí una frase anónima que decía “Haz como el sol que re-
nace cada día y olvida la noche que pasó”. Esta frase puede ser muy her-
mosa, pero tomando el sentido de la imagen, ni siquiera el sol puede
olvidarse de la noche que pasó pues de ella deviene.

El olvido nunca es liberador, parece que nos aleja de lo que nos hace
sufrir, pero no lo consigue del todo, porque el recuerdo permanece en-
terrado en nosotros y aunque lo neguemos sigue influyendo en cada
instante de nuestra vida, hasta tanto no lo comprendamos y elabore-
mos suficientemente.

Aceptar el dolor y expresarlo sin considerarlo como una experiencia


puramente negativa es una clave fundamental para superar el duelo.

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5. “Las ceremonias de despedida o luto parecen
vacías y sólo formalidades sociales, muchas veces
llenas de hipocresía. ¿De qué sirven?”

Una amiga, mediante las redes sociales, me dijo alguna vez que los fu-
nerales eran para ella una formalidad llena de hipocresía y que, cuando
ella muriera, no quería que se celebrara ningún rito ni mucho menos
que llevaran luto por su ausencia.

Si bien en nuestro mundo contemporáneo muchas ceremonias se han


mecanizado y comercializado excesivamente, los seres humanos, por
naturaleza y desde tiempos ancestrales, necesitamos de las ceremo-
nias comunitarias rituales para ayudarnos a iniciar la elaboración de los
cambios en nuestras vidas tras una pérdida.

Los ritos son parte importante de la civilización humana, y es la


razón por la cual todas las culturas tienen ceremonias funerarias
sagradas.

Afortunadamente, si pensamos que los rituales heredados socialmente


no satisfacen nuestras expectativas podemos nosotros mismos crear
nuevos rituales que nos sean significativos. Las despedidas simbólicas
son invaluables pues no sólo sanan nuestros pensamientos sino tam-
bién nuestros niveles emocionales y espirituales. Para ideas de cómo
crear tus propios rituales puedes visitar esta página.

En todas las tradiciones de ritos fúnebres hay elementos comunes.


Generalmente hay un altar con el cuerpo, una imagen u objeto que sim-
boliza la persona desaparecida. También frecuentemente están repre-
sentados los elementos de la naturaleza, agua, aire, tierra y principal-
mente el fuego de la trasformación en forma de velas o antorchas.

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Lo más importante de estas ceremonias es que permiten expresar y
compartir los sentimientos de aflicción en grupo, en comunidad, lo que
es un aporte importante para sobrellevar las primeras fases del due-
lo. Como bien dice un proverbio sueco, “la alegría compartida es doble
alegría y la pena compartida es media pena.”

Los rituales sagrados nos ayudan a procesar el tránsito del fallecido


para poder ubicarlo en su nuevo espacio de destino definido por nues-
tras creencias (el universo, el cielo, nuestra memoria y/o corazones).

Además los ritos permiten establecer simbólicamente los límites entre


ese “más allá” o el “otro mundo” con el espacio de este mundo de los
vivos donde se mantiene la comunidad de dolientes. Sin los rituales,
muchos dolientes y sus fallecidos quedan psicológicamente “atrapados”
en una tierra indefinida.

Los rituales son sanos y sanadores, facilitan el dejar ir al fallecido y


reunirnos a plenitud con la vida de nuevo.

Luego de los ritos fúnebres viene el “luto”, entendiendo el luto como el


proceso psicosocial que nos permite ayudar a resolver el duelo, a través
de la expresión social de la conducta y las prácticas posteriores a la
pérdida. La forma de expresar el luto está estrechamente relacionada
con la cultura a la que pertenezcamos (por ejemplo: vestirse de negro
u otros colores específicos, guardar una dieta especial o continuar ce-
remonias para el difunto como misas o novenarios, etc.).

Si bien la manifestación de las ceremonias fúnebres ha mermado en


nuestro mundo actual, más lo ha hecho la expresión del luto.

En la cotidianidad de la calle, para mí es cada vez más difícil distinguir


qué personas han tenido una pérdida reciente pues las señales de luto
tradicionales, como ropa de colores particulares, bandas y botones de
luto ya no se observan.
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Creo que esto tiene varias razones: muchas personas en la sociedad
contemporánea se sienten incómodas al ser reconocidas como dolien-
tes, es decir el duelo es una vivencia que se prefiere ocultar del público
en general y por otra parte, como no hay educación sobre cómo acom-
pañar a una persona en duelo, mucha gente también se siente incó-
moda ante una persona que denota estar en duelo: no sabemos cómo
comportarnos ni qué decir.

El problema es que cuando creemos que “el luto se vive sólo interna-
mente y no hay que demostrarlo”, frustramos la posibilidad de obtener
más apoyo psicosocial durante el duelo.

En verdad, el duelo se vive en muchos niveles, internos y externos.

En el contacto de la persona con el mundo, el doliente necesita ser


reconocido y apoyado. En una cultura más humana, deberíamos po-
der estar en armonía con la expresión del luto público, no para generar
sentimientos de lástima, sino para que sea claro para la comunidad que
cierta persona vive momentos de transformación y cambios y que por
lo tanto necesita ser considerada y ayudada de manera acorde.

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6. “¿Para qué ir a terapia o consejería cuando se
vive un duelo?”

Aunque no es siempre necesario, siempre es una opción ventajosa


conseguir asistencia tras una pérdida significativa.

De esta manera, la asistencia profesional a cualquier duelo es un


beneficio que uno se permite a sí mismo.

En mi criterio, la asistencia psicológica no sólo resulta clave en el caso


del duelo patológico, cuando el proceso se complica y la persona tiene
serios inconvenientes para volver a su rutina de vida y superar el dolor
de la pérdida. Esta asistencia puede ser beneficiosa en todo duelo, no
sólo cuando las personas se encuentran en situaciones muy compro-
metedoras para su bienestar emocional o psíquico.

Como terapeuta me ha tocado acompañar a cientos de personas en


sus procesos. Cada una de ellas ha sido un universo distinto de histo-
rias, sentimientos e intensidades. Sin embargo, todas ellas se han podi-
do beneficiar de esta asistencia, haciendo de sus duelos procesos más
llevaderos y sobre todo, oportunidades de crecimiento personal. Por
otro lado, muchas personas deciden no acudir a consejería o terapia
para el duelo por diferentes razones.

Un amigo mío me repetía, recientemente, la razón que más he escucha-


do: “no tengo tiempo para pasar horas acudiendo a un terapeuta, tengo
demasiadas obligaciones”. Es la famosa “falta de tiempo” para dedicarse
a uno mismo, especialmente si se trata de “materias del corazón”, como
pasa con los duelos, donde la gente descuida sus necesidades más pro-
fundas.

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Otra razón que algunas personas argumentan es que no sienten que
su proceso sea “tan dramático” y piensan que pueden arreglarse solas.
He conocido personas con duelos muy profundos por pérdidas que
otros considerarían banales; por ejemplo, una vez trabajé con una per-
sona que tenía que cambiar de institución educativa por el cierre de la
misma. Para muchos de sus compañeros este cambio no era de mayor
importancia pero para este paciente era algo realmente trascendente
pues con el cierre de su empleo dejaba atrás metas y sueños que se
había propuesto alcanzar en esa institución.

Lo importante del duelo no es el tipo de pérdida en sí sino el signifi-


cado personal que le damos a la pérdida.

Además, el duelo no debe atenderse profesionalmente sólo porque


la historia detrás sea lo suficientemente grave como para aparecer en
el titular de un periódico. El duelo pude asistirse con ayuda profesional
simplemente porque la pérdida nos importa.

Ciertas personas, muy educadas, piensan que la terapia es para gen-


te “débil” y “sin madurez”. Juan, mi quiropráctico, perdió a su esposa de
muchos años repentinamente. Una mañana amaneció sin vida debido
a un infarto fulminante mientras dormían juntos. En una oportunidad
le ofrecí mi asistencia para el duelo y él me contestó que, siendo él un
profesional de la salud, se sentía “fuerte“ y con suficientes recursos in-
ternos para auto-ayudarse, por lo que no pensaba acudir a terapia. Sin
embargo, en una mañana que fui a hacerme un ajuste quiropráctico con
él, le pregunté cómo se sentía trabajando sólo sabiendo que su esposa
había sido también su asistente. La cara de Juan se coloreó de rojo inten-
so, como si hubiese estado expuesto a un gran fuego. Yo le pedí en ese
momento que soltará su respiración contenida y, al hacerlo, comenzó a
llorar muy sentidamente. Lo acompañé allí mismo, en su consultorio, y
le di contención para que pudiera liberar un poco de aquello que había
pensado podía manejar solo. Juan estaba tan conmovido que no pudo
atenderme a mí ni a ningún otro paciente ese día. Pocos días después
me llamó para iniciar sus sesiones de coaching de duelo.

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También he escuchado que algunas personas han acudido a terapia
previamente y no han quedado satisfechas con lo que lograron. Una
conocida mía tuvo muchos problemas por la relación difícil que tenía con
su hijo durante la adolescencia y las terapias a las que asistieron no les
parecieron de utilidad. Desde entonces esa persona decidió no buscar
ayuda profesional, aun cuando se enfrentó, posteriormente, a pérdidas
que la degastaron mucho emocionalmente. Así hay personas que por
malas experiencias terapéuticas previas descartan erróneamente para
siempre toda ayuda profesional, aunque se encuentren en situaciones
nuevas y muy diferentes.

Algunos profesionales de la salud pocas veces refieren a ayuda emo-


cional profesional durante el duelo, aún observando manifestaciones
psicosomáticas en sus pacientes, ya que como se ha mencionado en
otros párrafos de este e-book, se considera que “el tiempo cura”, parti-
cularmente lo que no tiene un origen puramente orgánico.

En ocasiones las personas no consideran adecuado “gastar” dinero en


aliviar su sufrimiento, o en sí mismos, conducta que muchas veces deri-
va más de una baja auto valoración o de sentimientos de culpa posible-
mente no reconocidos, que de verdaderas limitaciones financieras.

Hoy en día, pueden hacerse arreglos para recibir ayuda profesional,


aún teniendo bajo presupuesto. También el acceso al internet ha hecho
que esta ayuda esté disponible en todas partes.

Cuando tenemos una herida importante en el cuerpo o un hueso roto,


no dudamos en acudir a un profesional para atenderla mejor y evitar
complicaciones. Ahora, ¿Cómo descartar, a priori, la ayuda cuando la
herida es en el alma y el corazón se siente roto?

El trabajo de duelo más efectivo es aquel que se hace con asistencia


profesional adecuada.

Como mencionábamos anteriormente, la forma de superar el dolor


no es enterrándolo dentro de nosotros mismos, desde donde puede
resurgir de las formas menos sospechadas.
16 ManejodelDuelo.com
La canción del cantautor argentino Piero, “Soy Pan, Soy Paz, Soy Más”
® tiene una estrofa que dice:

“Vamos, contame, decime 


todo lo que a vos te esta pasando ahora, 
porque si no, cuando está tu alma sola llora. 
Hay que sacarlo todo afuera 
como la primavera 
nadie quiere que adentro algo se muera. 
Hablar mirándose a los ojos 
Sacar lo que se puede afuera 
Para que adentro nazcan cosas nuevas”.

Si quieres oír la canción de Piero completa puedes ir al siguiente en-


lace: Soy Pan, Soy Paz, Soy Más - Piero

En nuestro mundo lleno de información se nos educa y enseñan mu-


chas cosas valiosas para la vida pero poco se dice sobre cómo elaborar
las pérdidas. Nuestra sociedad carece, en general, de educación para
manejar las despedidas, las ausencias y los duelos. Los recursos de ayu-
da profesional pueden, de manera directa y sencilla, compensar esa fal-
ta de “entrenamiento social” en el manejo de las pérdidas, ayudando a
reconocer nuestras fortalezas emocionales y potenciando los aspectos
personales que necesitamos robustecer para hacer más llevadero el
camino.

Mientras más nos permitamos tener apoyo y comprensión alrededor


nuestro será más fácil enfrentar las tareas del duelo.

17 ManejodelDuelo.com
Referencias
Bayés, Ramón, (2001) Psicología del sufrimiento y la muerte, Barcelona, Ediciones
Martínez Roca.
Bucay, Jorge (2003) Hojas de Ruta Buenos Aires, Editorial Nuevo Extremo.
Castro González, María del Carmen ( 2007) Tanatología, La Inteligencia Emocional y el
Proceso del duelo, Ciudad de México, Editorial Trillas
Freese, Arthur (1977) Living through Grief and Growing with it, New York, Barnes & No-
ble Books.
Neimeyer, Robert (2002) Aprender de la Pérdida, Buenos Aires, Editorial Paidos.
Rojas Posada, Santiago (2008) El manejo del duelo, Bogotá, Editorial Norma.
Sordo, Pilar (2012) Bienvenido el dolor, Santiago, Editorial Planeta.
Stecca de Alvizúa, Cristina (2004) Cerrando Ciclos Vitales, Ciudad de México, Editorial
Pax

Sobre el Autor:
Julio Vicente Pérez Infante es psicoterapeuta y coach, Premio Nacional de Psicoterapia
(2003) de la Asociación Venezolana de Psicoterapia por su investigación en la asisten-
cia psicológica de pacientes al final de la vida. Su trabajo abarca consultas personales y
grupales. En su práctica combina técnicas de integración mente-cuerpo con una visión
humanista de la terapia. Se ha especializado en acompañar transiciones de vida rela-
cionadas con separaciones, pérdidas, duelos, así como cuidados paliativos y psico-on-
cología. Trabajó por varios años en la coordinación del voluntariado de la Unidad de
Cuidados Paliativos del Instituto Oncológico Luis Razzetti y se desempeña como cola-
borador en varias instituciones en el área de la salud como la Fundación “Esperanza de
Vida” y “SenoSalud”. Igualmente se interesa en el trabajo de integración de lo onírico
como herramienta existencial que ofrece oportunidades de crecimiento personal pro-
fundo y apoyo al bienestar integral. Cree en el ejercicio de la Psicoterapia como un arte
de contacto humano auténtico y una misión que contribuye a incrementar bienestar, el
crecimiento personal y el sentido de la vida de los seres humanos.

Diseño e Ilustración
Jennifer Rodríguez

Ayuda Disponible para Dolientes


Si usted requiere ayuda para atravesar un duelo o transición de vida, puede programar
una sesión de terapia visitando esta página.

Nota Importante:
Lo Más Esencial Sobre el Duelo: Un aporte para transitarlo en armonía por Julio Vicente
Pérez para uso exclusivo de ManejoDelDuelo.com.

Este e-book no podrá ser reproducido ni distribuido total o parcialmente sin el permiso
previo por escrito de ManejoDelDuelo.com.

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