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EUCARISTÍA
DE
ORDENACIÓN
DE
DIÁCONO
ORDENACIÓN DE DIÁCONOS
INTRODUCCIÓN GENERAL
I
Importancia de la Ordenación
Es oficio propio del diacono, según le fuere asignado por la autoridad competente,
administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al
Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el Viatico a los moribundos, leer
la Sagrada Escritura a los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los
funerales y de la sepultura. Dedicados a los oficios de la caridad y de la administración,
recuerden los diáconos el aviso del bienaventurado Policarpo: «Compasivos, diligentes,
actuando según la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos».
Los que van a ser ordenado diáconos deben ser admitidos por el Obispo como
candidatos, exceptuando los que están adscritos por los votos a un instituto clerical.
Por la libre aceptación del celibato ante la Iglesia, los candidatos al diaconado se
consagran a Cristo de un modo nuevo. Están obligados a manifestar públicamente aun
aquellos que hayan emitido el voto de castidad perpetua en un instituto religioso.
Ritos Iniciales
Monición de Entrada: Buenos días queridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta
gran fiesta, donde seremos testigos del inmenso amor que Dios tiene por su pueblo, la
Iglesia. Un hermano de nuestra comunidad será consagrado a Dios para servir a sus
hermanos.
Así, gozosos por encontrarnos reunidos para escuchar la Palabra de Dios y compartir el
vino y pan consagrados, levantemos nuestras oraciones al cielo por este hermano que será
constituido servidor del Pueblo santo de Dios. Nos ponemos de pie y juntos entonamos el
canto de entrada.
Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el modo
acostumbrado. Los ordenandos preceden al diacono portador del libro de los
Evangelios, que ha de utilizarse en la Misa y en la Ordenación. Siguen los demás
diáconos, si los hay, los presbíteros concelebrantes y, finalmente, el Obispo, con sus dos
diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegados al altar, y hecha la debida
reverencia e incensación, todos se dirigen a su respectivo lugar. Mientras tanto se canta
la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.
Invocación Trinitaria
Los ritos iniciales se realizan del modo acostumbrado. Terminado el canto de entrada,
el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el Obispo dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.
Saludo
Enseguida prosigue el Obispo
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
El amor de Dios nuestro Padre
Y la comunión del Espíritu Santo
Estén con todos ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu
Acto Penitencial
Inmediatamente prosigue el Obispo:
Nos disponemos para celebrar dignamente estos sagrados misterios, pidiéndole perdón
a Dios por todos nuestros pecado.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
A los ángeles, a los santos
Y a ustedes, hermanos,
Que intercedan por mí ante Dios,
Nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amén.
Enseguida se entona el canto del Señor, ten piedad. A continuación, si la Liturgia del día
lo prescribe, se canta o se dice el himno:
Gloria a Dios en el cielo,
Y en la tierra paz a los hombres
Que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
Te alabamos, te bendecimos,
Te adoramos, te glorificamos,
Te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
Tú que quitas el pecado del mundo,
Oración Colecta
D
ios Nuestro, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia a no buscar que alguien
los sirva, sino a servir a todos, concede a estos hijos tuyos que has elegido hoy
para el ministerio del diaconado ser infatigables en el don de sí mismos,
constantes en la oración, y alegres y bondadosos en el ejercicio de su ministerio. Por
Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amen.
Liturgia de la Palabra
Monición:
1ª Lectura
Del libro del profeta Jeremías
Irás a donde yo te envíe.
1, 4-9
E
n tiempos de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: “Desde antes de formarte
en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como
profeta para las naciones”.
El Señor me dijo: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás
lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”, lo dice
el Señor.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 97
Monición: Dios, nuestro Señor, pide que haya siervos suyos que, dejando a un lado otras
tareas, se dediquen exclusivamente al servicio de su santuario, como forma privilegiada
de estar en presencia del Señor y consagrado a Él en cuerpo y alma. Escuchemos.
2ª Lectura
Del libro de los Hechos de los Apóstoles
Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo.
6, 1-7
E
n aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas
quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus
viudas en el servicio de la caridad de todos los días.
V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.
Monición:
E
n aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo
yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi
amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie
tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis
amigos, si hacen lo que lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no
sabe lo que yo hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer
todo lo que le he oído a mi Padre.
No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les
conceda cuanto les pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen
los unos a los otros”.
Liturgia de la Ordenación
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia. Todos los llamados permanecen de
pie ante el Obispo, y el rector, dirigiéndose al Obispo, dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diácono a este hermano
nuestro.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si es digno?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy
testimonio de que han sido considerado digno.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este hermano
nuestro para el Orden de los diáconos.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor
Homilía
Enseguida, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que, partiendo del
texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, instruye al pueblo y a los
elegidos sobre el ministerio de los diáconos, teniendo en cuenta la condición de los
ordenandos.
Solamente se levanta el elegido y se pone de pie delante del Obispo, el pueblo de Dios
permanece sentado
Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos y se ponen de pie delante del
Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:
Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los diáconos deben manifestar ante el
pueblo tu voluntad de recibir este ministerio.
El Obispo:
¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diácono como colaborador
del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?
Los elegidos:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieres vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y proclamar
esta fe de palabra y obra, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieres ante Dios y ante la Iglesia, como signo de su consagración a Cristo, observar
durante toda la vida el celibato por causa del Reino de los cielos y para servicio de Dios
y de los hombres?
Los elegidos:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieres conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal como corresponde a tu
género de vida, y fiel a este espíritu, celebrar la Liturgia de las Horas, según tu condición,
junto con el Pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo
Los elegidos:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieres imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre servirás
con sus propias manos?
Los elegidos:
Si, quiero, con la gracia de Dios.
Enseguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus
manos juntas entre las manos del Obispo. El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es
su Ordinario:
El elegido:
Si, prometo.
Oración Litánica
A continuación todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos
juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
O
remos hermanos, a Dios Padre Todopoderoso, para que derrame
bondadosamente la gracia de su bendición sobre estos siervos suyos que ha
llamado al Orden de los diáconos.
Entonces, los elegidos se postran en tierra, y se cantan las letanías; todos responden. En
los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás
días, de rodillas, en cuyo caso el diacono dice:
En las letanías, pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombres de santos, por
ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de quienes
reciben la Ordenación, así como otras invocaciones más apropiadas a cada
circunstancia.
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
S
eñor Dios, escucha nuestras suplicas y confirma con tu gracia este ministerio que
realizamos: santifica con tu bendición a estos siervos tuyos que juzgamos aptos
para el servicio de los santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amen.
Y todos se levantan.
El elegido se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra,
y se pone de rodillas ante él.
A
sístenos, Dios todopoderoso,
De quien procede toda gracia,
Que estableces los ministerios
Regulando sus órdenes;
Inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
Por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
Palabra, sabiduría y fuerza tuya,
Con providencia eterna todo lo proyectas
Y concedes en cada momento cuanto conviene.
Todos:
Amen.
Monición: Desde este momento, él ya es Diácono, por ello recibe las insignias propias de
este Orden. La estola cruzada y la dalmática son signos de compromiso de servicio, de
colaboración con su obispo y a las comunidades.
Los ordenados, ya con sus vestiduras diaconales, se acercan al Obispo y, uno por uno,
se van arrodillando ante él. El Obispo entrega a cada uno el libro de los Evangelios
diciendo:
R
ecibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; esmérate
en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas.
Monición: Con el abrazo de la paz, nuestro Obispo manifiesta su alegría al recibir a este
hermano nuestro al ministerio del diaconado.
Y el ordenado responde:
Y con tu espíritu
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos de los diáconos presentes. Prosigue la Misa
de la manera acostumbrada. Si lo indican las rubricas, se dice el Símbolo de la Fe. Se
omite la oración universal.
Liturgia Eucarística
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan
y el vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para las
necesidades de la Iglesia o de los pobres.
El Obispo se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada
sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del
hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros
pan de vida.
Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el Obispo puede decir en voz alta
estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
Después el Obispo toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice
en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del
hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros
bebida de salvación.
Luego el Obispo, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las
manos, dice una de las siguientes fórmulas:
Orad, hermanos,
Para que este sacrificio, mío y vuestro,
Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
Para alabanza y gloria de su nombre,
P
adre Santo, cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos para darnos ejemplo,
recibe los dones que te presentamos, y haz que, al ofrecernos a ti como oblación
espiritual, quedemos llenos de espíritu de humildad y de celo en tu servicio. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I
Cristo, fuente de todo ministerio en la Iglesia
E
n verdad es justo y necesario,
Es nuestro deber y salvación
Darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Plegaria Eucarística
Plegaria Eucarística I
Canon romano
CP P adre misericordioso,
Te pedimos humildemente
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Traza, una sola vez, el signo de la cruz sobre el pan y el vino conjuntamente, di-
ciendo:
Estos + dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
Puede decir los nombres de aquellos por quienes tiene intención de orar, o bien
junta las manos y Ora por ellos unos momentos. Después, con las manos extendi-
das, prosigue:
Y de todos los aquí reunidos,
Se inclina un poco.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Se inclina un poco.
Y prosigue:
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
Y acéptala,
Como aceptaste los dones del justo Abel,
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
Y la oblación pura
De tu sumo sacerdote Melquisedec.
Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención
de orar.
El pueblo aclama:
Amén.
Rito de la Comunión
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
Y siguiendo su divina enseñanza,
Nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
Digamos confiadamente
La oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
En nuestros corazones
Con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
Digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
Signo de reconciliación
Y vínculo de unión fraterna,
Oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
P
adrenuestro, que estás en el cielo,
Santificado sea tu Nombre;
Venga a nosotros tu reino;
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
A los que nos ofenden;
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambien ahora
Un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
Dense la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
Dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Obispo da la paz a los
concelebrantes y a los ordenados
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del
mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
Unidos en este cáliz,
Sean para nosotros
Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La
última vez se dice: danos la paz.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
No sea para mí un motivo de juicio y condenación,
Sino que, por tu piedad,
Me aproveche para defensa de alma y cuerpo
Y como remedio saludable.
Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta
el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.
Los ordenados y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Los papas y los familiares de los ordenados pueden comulgar bajo ambas especies.
C
oncede, Señor, a tus hijos alimentados con esta Eucaristía, ser fieles ministros del
Evangelio, de los sacramentos y de la caridad, para bien de tu pueblo y gloria de
tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Rito de Conclusión
Una vez concluida la oración después de la comunión, pueden darse breves avisos al
pueblo.
Y, enseguida, el Obispo, con las manos extendidas sobre los ordenados y el pueblo,
pronuncia la bendición:
El Obispo:
Q ue Dios, que los ha llamado al servicio de los hombres en su Iglesia, les conceda
un gran celo apostólico hacia todos, especialmente hacia los pobres y afligidos.
Todos:
Amen.
El Obispo:
Todos:
Amen.
El Obispo:
Q ue él, que los hizo dispensadores de sus sacramentos, les conceda ser imitadores
de su Hijo Jesucristo, para ser en el mundo ministros de la unidad y de la paz.
Todos:
Amen.
El Obispo:
Y
Que a todos ustedes, que están aquí presentes, los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, + Hijo + y Espíritu + Santo.
Todos:
Amen.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el Obispo besa con veneración el altar, y hecha la debida reverencia con los
ministros, se retira a la sacristía.