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Diócesis de Tabasco

EUCARISTÍA
DE
ORDENACIÓN
DE
DIÁCONO

Seminario Diocesano del Señor de Tabasco y Nuestra Señora de Guadalupe


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ORDENACIÓN DE DIÁCONOS
INTRODUCCIÓN GENERAL

I
Importancia de la Ordenación

Los diáconos se ordenan mediante la imposición de las manos heredada de los


Apóstoles, para desempeñar eficazmente su ministerio por la gracia sacramental. Por
eso, ya desde la primitiva época de los Apóstoles, la Iglesia Católica ha tenido en gran
honor el sagrado Orden del diaconado.

Es oficio propio del diacono, según le fuere asignado por la autoridad competente,
administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al
Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el Viatico a los moribundos, leer
la Sagrada Escritura a los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los
funerales y de la sepultura. Dedicados a los oficios de la caridad y de la administración,
recuerden los diáconos el aviso del bienaventurado Policarpo: «Compasivos, diligentes,
actuando según la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos».

Los que van a ser ordenado diáconos deben ser admitidos por el Obispo como
candidatos, exceptuando los que están adscritos por los votos a un instituto clerical.

Mediante la Ordenación de diacono se obtiene la incorporación al estado clerical y la


incardinación a una diócesis o prelatura personal.

Por la libre aceptación del celibato ante la Iglesia, los candidatos al diaconado se
consagran a Cristo de un modo nuevo. Están obligados a manifestar públicamente aun
aquellos que hayan emitido el voto de castidad perpetua en un instituto religioso.

En la celebración de las Ordenes se encomienda a los diáconos la función de la alabanza


divina en la que la Iglesia pide a Cristo, y por él al Padre, la salvación de todo el mundo;
y así han de celebrar la Liturgia de las Horas por todo el Pueblo de Dios, mas aun, por
todos los hombres.

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RITO DE LA ORDENACIÓN DE DIÁCONOS

Ritos Iniciales

Monición de Entrada: Buenos días queridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta
gran fiesta, donde seremos testigos del inmenso amor que Dios tiene por su pueblo, la
Iglesia. Un hermano de nuestra comunidad será consagrado a Dios para servir a sus
hermanos.

Así, gozosos por encontrarnos reunidos para escuchar la Palabra de Dios y compartir el
vino y pan consagrados, levantemos nuestras oraciones al cielo por este hermano que será
constituido servidor del Pueblo santo de Dios. Nos ponemos de pie y juntos entonamos el
canto de entrada.

Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el modo
acostumbrado. Los ordenandos preceden al diacono portador del libro de los
Evangelios, que ha de utilizarse en la Misa y en la Ordenación. Siguen los demás
diáconos, si los hay, los presbíteros concelebrantes y, finalmente, el Obispo, con sus dos
diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegados al altar, y hecha la debida
reverencia e incensación, todos se dirigen a su respectivo lugar. Mientras tanto se canta
la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.

Antífona de Entrada Jn 12, 26


El que quiera servirme, que me siga, dice el Señor, para que donde yo esté, también esté
mi servidor.

Invocación Trinitaria
Los ritos iniciales se realizan del modo acostumbrado. Terminado el canto de entrada,
el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el Obispo dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

El pueblo responde:
Amén.

Saludo
Enseguida prosigue el Obispo
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
El amor de Dios nuestro Padre
Y la comunión del Espíritu Santo
Estén con todos ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu

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Acto Penitencial
Inmediatamente prosigue el Obispo:
Nos disponemos para celebrar dignamente estos sagrados misterios, pidiéndole perdón
a Dios por todos nuestros pecado.

Se hace una breve pausa en silencio.


Después, hacen todos en común la confesión de sus pecados:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
Y ante ustedes, hermanos,
Que he pecado mucho
De pensamiento, palabra, obra y omisión.
Golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
A los ángeles, a los santos
Y a ustedes, hermanos,
Que intercedan por mí ante Dios,
Nuestro Señor.

El Obispo concluye con la siguiente plegaria:


Dios todopoderoso
Tenga misericordia de nosotros,
Perdone nuestros pecados
Y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:
Amén.

Enseguida se entona el canto del Señor, ten piedad. A continuación, si la Liturgia del día
lo prescribe, se canta o se dice el himno:
Gloria a Dios en el cielo,
Y en la tierra paz a los hombres
Que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
Te alabamos, te bendecimos,
Te adoramos, te glorificamos,
Te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
Tú que quitas el pecado del mundo,

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Ten piedad de nosotros;


Tú que quitas el pecado del mundo,
Atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
Ten piedad de nosotros;
Porque sólo tú eres Santo,
Sólo tú Señor,
Sólo tú Altísimo, Jesucristo,
Con el Espíritu Santo
En la gloria de Dios Padre.
Amen.
Terminando el canto del Gloria, el Obispo, de pie y sin mitra, dice él solo la oración
colecta.

Oración Colecta

D
ios Nuestro, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia a no buscar que alguien
los sirva, sino a servir a todos, concede a estos hijos tuyos que has elegido hoy
para el ministerio del diaconado ser infatigables en el don de sí mismos,
constantes en la oración, y alegres y bondadosos en el ejercicio de su ministerio. Por
Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amen.

Liturgia de la Palabra

La liturgia de la Palabra se realiza del modo acostumbrado, hasta el Evangelio inclusive.

Monición:

1ª Lectura
Del libro del profeta Jeremías
Irás a donde yo te envíe.
1, 4-9

E
n tiempos de Josías, el Señor me dirigió estas palabras: “Desde antes de formarte
en el seno materno, te conozco; desde antes de que nacieras, te consagré como
profeta para las naciones”.

Yo le contesté: “Pero, Señor mío, yo no sé expresarme, porque apenas soy un


muchacho”.

El Señor me dijo: “No digas que eres un muchacho, pues irás a donde yo te envíe y dirás
lo que yo te mande. No tengas miedo, porque yo estoy contigo para protegerte”, lo dice
el Señor.

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El Señor extendió entonces su brazo, con su mano me tocó la boca y me


dijo: “Desde hoy pongo mis palabras en tu boca”.

V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial
Del Salmo 97

R. / El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

Cantemos al Señor un canto nuevo


Pues ha hecho cosas portentosas:
El poder de su diestra y de su brazo
Le han dado la victoria. R. /

El Señor revelo su salvación,


Y a los pueblos mostro lo justo que es.
Se acordó de su amor y su lealtad
Al pueblo de Israel. R. /

La tierra entera ha contemplado


La victoria de nuestro Dios;
Que todos los pueblos y naciones
Aclamen jubilosos al Señor. R. /

Que alaben al Señor al son del arpa


Y de instrumentos musicales;
Que al son de trompetas y clarines,
Al Señor, que es el rey, todos aclamen. R. /

Monición: Dios, nuestro Señor, pide que haya siervos suyos que, dejando a un lado otras
tareas, se dediquen exclusivamente al servicio de su santuario, como forma privilegiada
de estar en presencia del Señor y consagrado a Él en cuerpo y alma. Escuchemos.

2ª Lectura
Del libro de los Hechos de los Apóstoles
Eligieron siete hombres llenos del Espíritu Santo.
6, 1-7

E
n aquellos días, como aumentaba mucho el número de los discípulos, hubo ciertas
quejas de los judíos griegos contra los hebreos, de que no se atendía bien a sus
viudas en el servicio de la caridad de todos los días.

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Los Doce convocaron entonces a la multitud de los discípulos y les


dijeron: «No es justo que, dejando el ministerio de la Palabra de Dios,
nos dediquemos a administrar los bienes. Escojan entre ustedes a siete hombres de
buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encargaremos
este servicio. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra».

Todos estuvieron de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu


Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquia. Se
los presentaron a los apóstoles y estos, después de haber orado, les impusieron las
manos.

Mientras tanto, la palabra de Dios iba cundiendo. En Jerusalén se multiplicaba


grandemente el número de los discípulos.

V. Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.

Monición:

Aclamación antes del Evangelio Jn. 15, 15


R. Aleluya, aleluya.
A ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado a conocer todo lo que he
oído a mi Padre.
R. Aleluya, aleluya.

+ Del Santo Evangelio según San Juan


No son ustedes quienes me han elegido, soy yo quien los ha elegido
15, 09 – 17

E
n aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo
yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi
amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en
su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie
tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis
amigos, si hacen lo que lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no
sabe lo que yo hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer
todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les
conceda cuanto les pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen
los unos a los otros”.

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V. Palabra del Señor.


R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Monición: Permanezcamos de pie.

Después de la lectura del Evangelio, el diacono deposita nuevamente y con toda


reverencia el libro de los Evangelios sobre el altar, donde permanece hasta el momento
de entregarlo a los ordenados.

Monición: Nos podemos sentar.

Liturgia de la Ordenación

Comienza después la Ordenación de los diáconos. El obispo se acerca, si es necesario, a


la sede preparada para la Ordenación, y se hace la presentación de los candidatos

Monición: A partir de este instante se inicia el Rito de la Ordenación. El Presbítero Miguel


Ángel Apastillado Pérez, Rector del Seminario, llama al aspirante al diaconado.

Elección de los candidatos


Los ordenandos son llamados por el rector del Seminario, de la siguiente manera:
Acérquense el que va a ser ordenado diácono.

E inmediatamente los nombra individualmente; cada uno de los llamados dice:


Presente.

Monición: El Padre Rector del Seminario presenta ante el Obispo al aspirante al


diaconado, pidiendo en nombre de la Iglesia le sea concedida la Sagrada Ordenación.

Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia. Todos los llamados permanecen de
pie ante el Obispo, y el rector, dirigiéndose al Obispo, dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diácono a este hermano
nuestro.

El Obispo le pregunta:
¿Sabes si es digno?

Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy
testimonio de que han sido considerado digno.

El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este hermano
nuestro para el Orden de los diáconos.

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Todos dicen:
Te damos gracias, Señor

Monición: Ahora nos disponemos a escuchar la homilía de nuestro Pastor, Monseñor


Gerardo de Jesús Rojas López

Homilía
Enseguida, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que, partiendo del
texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, instruye al pueblo y a los
elegidos sobre el ministerio de los diáconos, teniendo en cuenta la condición de los
ordenandos.

Promesa de los elegidos


Monición: Dentro del Rito de la Ordenación, el aspirante es interrogado para asumir el
compromiso de entrega al Pueblo de Dios y, en presencia del Obispo y de todos los
presentes, manifiesta está la voluntad de cumplir su Ministerio, según el deseo de Cristo y
de la Iglesia.

Solamente se levanta el elegido y se pone de pie delante del Obispo, el pueblo de Dios
permanece sentado

Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos y se ponen de pie delante del
Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:

Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los diáconos deben manifestar ante el
pueblo tu voluntad de recibir este ministerio.

¿Quieres consagrarte al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la gracia


del Espíritu Santo?

Los elegidos responden todos a la vez:


Sí, quiero

El Obispo:
¿Quieres desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diácono como colaborador
del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?

Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y proclamar
esta fe de palabra y obra, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?

Los elegidos:

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Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres ante Dios y ante la Iglesia, como signo de su consagración a Cristo, observar
durante toda la vida el celibato por causa del Reino de los cielos y para servicio de Dios
y de los hombres?

Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal como corresponde a tu
género de vida, y fiel a este espíritu, celebrar la Liturgia de las Horas, según tu condición,
junto con el Pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo el mundo

Los elegidos:
Si, quiero.

El Obispo:
¿Quieres imitar siempre en tu vida el ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre servirás
con sus propias manos?

Los elegidos:
Si, quiero, con la gracia de Dios.

Monición: Seguidamente, el elegidos se acerca a la sede y de rodillas, pone las manos


juntas entre las del Obispo. Así, manifiesta públicamente su compromiso de obediente
configuración a Cristo, cabeza y esposo de la Iglesia, para estar unido radicalmente y de
todo corazón al servicio de Dios y de los hombres.

Enseguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus
manos juntas entre las manos del Obispo. El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es
su Ordinario:

¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?

El elegido:
Si, prometo.

El Obispo concluye siempre:


Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha comenzado.

Oración Litánica

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Monición: Viene el momento de la postración, signo de humildad y


pequeñez del hombre ante Dios. Mediante este gesto, el elegido pide la
fuerza y la protección de Dios Padre, para ejercer el Ministerio que hoy la Iglesia le
confiere. Nosotros, como partícipes de esta celebración, nos unimos en oración, cantando
las letanías de los Santos, pidiendo que Dios consagre, bendiga y santifique a este hermano
nuestro, elegidos para el Orden del diaconado.

Nos ponemos de pie, solamente el elegido se ponen de rodillas frente al Obispo.

A continuación todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos
juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:

O
remos hermanos, a Dios Padre Todopoderoso, para que derrame
bondadosamente la gracia de su bendición sobre estos siervos suyos que ha
llamado al Orden de los diáconos.

Entonces, los elegidos se postran en tierra, y se cantan las letanías; todos responden. En
los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás
días, de rodillas, en cuyo caso el diacono dice:

Nos ponemos de rodillas

En las letanías, pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombres de santos, por
ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de quienes
reciben la Ordenación, así como otras invocaciones más apropiadas a cada
circunstancia.

Señor, ten piedad de nosotros.


Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros


San Miguel Ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios Rueguen por nosotros
San Juan Bautista Ruega por nosotros
San José Ruega por nosotros

Todos los santos patriarcas y profetas Rueguen por nosotros


San Pedro y San Pablo Rueguen por nosotros
San Andrés Ruega por nosotros
San Juan Ruega por nosotros
Todos los santos Apóstoles y evangelistas Rueguen por nosotros
Santa María Magdalena Ruega por nosotros
Todos los santos discípulos del Señor Rueguen por nosotros
San Esteban Ruega por nosotros

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San Ignacio de Antioquia Ruega por


nosotros
San Lorenzo Ruega por nosotros
San Vicente Ruega por nosotros
San Felipe de Jesús Ruega por nosotros
Santos Cristóbal Magallanes y compañeros, mártires Rueguen por nosotros

Santas Perpetua y Felicitas Rueguen por nosotros


Santa Inés Ruega por nosotros
Todos los santos mártires Rueguen por nosotros
San Gregorio Ruega por nosotros
San Agustín Ruega por nosotros
San Atanasio Ruega por nosotros
San Basilio Ruega por nosotros
Santo Tomas de Aquino Ruega por nosotros
San Efrén Ruega por nosotros
San Martin Ruega por nosotros
San Benito Ruega por nosotros
San Francisco y Santo Domingo Rueguen por nosotros
San Francisco Javier Ruega por nosotros
San Juan María Vianney Ruega por nosotros
San José María de Yermo y Parres Ruega por nosotros
San Antonio de Padua
Santa Catalina de Siena Ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús Ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús Ruega por nosotros
Santa María de Jesús Sacramentado Venegas Ruega por nosotros
San Juan Diego Ruega por nosotros
San Juan XXIII
San Juan Pablo II
San José Luis Sánchez del Rio
Todos los santos y santas de Dios Rueguen por nosotros

Muéstrate propicio Líbranos, Señor


De todo mal Líbranos, Señor
De todo pecado Líbranos, Señor
De la muerte eterna Líbranos, Señor
Por tu encarnación Líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección Líbranos, Señor
Por el envió del Espíritu Santo Líbranos, Señor

Nosotros, que somos pecadores Te rogamos, óyenos


Para que gobiernes y conserves a tu santa Iglesia Te rogamos, óyenos
Para que asistas al Papa y a todos los
miembros del clero en tu santo servicio Te rogamos, óyenos

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Para que bendigas a estos elegidos Te rogamos,


óyenos
Para que bendigas y santifiques a estos elegidos Te rogamos, óyenos
Para que bendigas, santifiques
y consagres a estos elegidos Te rogamos, óyenos
Para que concedas la paz
y concordia a todos los pueblos de la tierra Te rogamos, óyenos
Para que tengas misericordia de todos los que sufren Te rogamos, óyenos

Para que nos fortalezcas y asistas en tu santo servicio Te rogamos, óyenos


Jesús, Hijo de Dios vivo Te rogamos, óyenos

Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos

Monición: Permanecemos de rodillas

Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:

S
eñor Dios, escucha nuestras suplicas y confirma con tu gracia este ministerio que
realizamos: santifica con tu bendición a estos siervos tuyos que juzgamos aptos
para el servicio de los santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:
Amen.

El diacono, si el caso lo requiere, dice:


Monición: Nos ponemos de pie.

Y todos se levantan.

Imposición de las Manos y Plegaria de Ordenación

Monición: Este es el momento central de la ordenación diaconal. Nuestro Obispo


impondrá las manos a este hermano nuestro. Por este gesto, se confiere al elegido el sello
imborrable del Espíritu Santo para poder ejercer dignamente el ministerio diaconal en la
Iglesia, en la persona de Cristo Jesús.

El elegido se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra,
y se pone de rodillas ante él.

Monición: Con la oración de consagración, el Obispo invoca al Espíritu Santo sobre el


elegido al diaconado, con la cual se suplica a Dios que este hermano nuestro pueda ejercer
dignamente el ministerio diaconal, siendo fiel dispensador de la gracia divina sobre
todo el pueblo de Dios.

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El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de


los elegidos. Posteriormente, estando todos los elegidos arrodillados ante el Obispo,
este, sin mitra y con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

A
sístenos, Dios todopoderoso,
De quien procede toda gracia,
Que estableces los ministerios
Regulando sus órdenes;
Inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
Por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
Palabra, sabiduría y fuerza tuya,
Con providencia eterna todo lo proyectas
Y concedes en cada momento cuanto conviene.

A tu Iglesia, cuerpo de Cristo,


Enriquecida con dones celestes variados,
Articulada con miembros distintos
Y unificada en admirable estructura
Por la acción del Espíritu Santo,
La haces crecer y dilatarse
Como templo nuevo y grandioso.

Como un día elegiste a los levitas


Para servir en el primitivo tabernáculo,
Así ahora has establecido tres órdenes de ministros
Encargados de tu servicio.

Así también, en los comienzos de la Iglesia,


Los Apóstoles de tu Hijo,
Movidos por el Espíritu Santo,
Eligieron, como auxiliares suyos en el
Ministerio cotidiano,
A siete varones acreditados ante el pueblo,
A quienes, orando e imponiéndoles las manos,
Les confiaron el cuidado de los pobres,
A fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
A la oración y a la predicación de la palabra.

Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio


A estos tus siervos,
A quienes consagramos humildemente
Para el orden del diaconado
Y el servicio de tu altar.

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ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO,


PARA QUE, FORTALECIDOS
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES,
DESEMPEÑEN CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.

Que resplandezca en ellos


Un estilo de vida evangélica, un amor sincero,
Solicitud por pobres y enfermos,
Una autoridad discreta,
Una pureza sin tacha
Y una observancia de sus obligaciones espirituales.

Que tus mandamientos, Señor,


Se vean reflejados en sus costumbres,
Y que el ejemplo de su vida
Suscite la imitación del pueblo santo;
Que, manifestando el testimonio de su
Buena conciencia,
Perseveren firmes y constantes con Cristo,
De forma que, imitando en la tierra a tu Hijo,
Que no vino a ser servido sino a servir,
Merezcan reinar con él en el cielo.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


Que vive y reina contigo
En la unidad del Espíritu Santo y es Dios
Por los siglos de los siglos.

Todos:
Amen.

Revestimiento con la estola cruzada y la dalmática

Monición: Desde este momento, él ya es Diácono, por ello recibe las insignias propias de
este Orden. La estola cruzada y la dalmática son signos de compromiso de servicio, de
colaboración con su obispo y a las comunidades.

Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los


ordenados se levantan, y unos diáconos u otros ministros ponen a cada uno la estola al
estilo diaconal y le visten la dalmática. Mientras tanto se canta un canto apropiado.

Entrega del libro de los Evangelios

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Monición: En este momento, nuestro Obispo entrega el libro de los


Evangelios al nuevo diacono, como signo de la Palabra divina que reciben
y a la cual es enviado a predicar.

Los ordenados, ya con sus vestiduras diaconales, se acercan al Obispo y, uno por uno,
se van arrodillando ante él. El Obispo entrega a cada uno el libro de los Evangelios
diciendo:

R
ecibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; esmérate
en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas.

Monición: Con el abrazo de la paz, nuestro Obispo manifiesta su alegría al recibir a este
hermano nuestro al ministerio del diaconado.

Finalmente, el Obispo da al ordenado el beso de paz, diciendo:


La paz sea contigo

Y el ordenado responde:
Y con tu espíritu

Y lo mismo hacen todos o al menos algunos de los diáconos presentes. Prosigue la Misa
de la manera acostumbrada. Si lo indican las rubricas, se dice el Símbolo de la Fe. Se
omite la oración universal.

Liturgia Eucarística

La preparación de los dones para la celebración eucarística es realizada por alguno de


los ordenados, quienes se encargarán también de asistir al Obispo y a los
concelebrantes.

Acabada la Liturgia de la Palabra, los ministros colocan en el altar el corporal, el puri-


ficador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede ejecutarse un canto adecuado.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan
y el vino para la celebración de la eucaristía, bien aportando otros dones para las
necesidades de la Iglesia o de los pobres.

El Obispo se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada
sobre el altar, dice en secreto:

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del
hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros
pan de vida.

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Después deja la patena con el pan sobre el corporal.

Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el Obispo puede decir en voz alta
estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.

El diácono echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:


El agua unida al vino
Sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir
nuestra condición humana.

Después el Obispo toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice
en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del
hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros
bebida de salvación.

Después deja el cáliz sobre el corporal.


Si no se canta durante la presentación de las ofrendas, el Obispo puede decir en voz alta
estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.

A continuación, el Obispo, inclinado, dice en secreto:


Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
Y nuestro espíritu humilde;
Que éste sea hoy nuestro sacrificio
Y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.

Y, si se juzga oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A continuación el diácono


inciensa al Obispo, a los concelebrantes y al pueblo.

Luego el Obispo, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Después, de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y juntando las
manos, dice una de las siguientes fórmulas:

Orad, hermanos,
Para que este sacrificio, mío y vuestro,
Sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
Para alabanza y gloria de su nombre,

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Para nuestro bien


Y el de toda su santa Iglesia.

Oración sobre las ofrendas

P
adre Santo, cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos para darnos ejemplo,
recibe los dones que te presentamos, y haz que, al ofrecernos a ti como oblación
espiritual, quedemos llenos de espíritu de humildad y de celo en tu servicio. Por
Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I
Cristo, fuente de todo ministerio en la Iglesia

V. El Señor este con ustedes.


R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, Nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

E
n verdad es justo y necesario,
Es nuestro deber y salvación
Darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Ya que, por la unción del Espíritu Santo,


Constituiste a tu Hijo Unigénito
Pontífice de la Alianza Nueva y Eterna,
Y en tu designio salvífico,
Has querido que haya en tu Iglesia
Abundancia de ministerios.

En efecto, Cristo no solo confiere


La dignidad del sacerdocio real
A todo su Pueblo santo,
Sino que, con especial predilección
Elige a algunos de entre los hermanos,
Y mediante la imposición de las manos,
Los hace participes de su ministerio de salvación,
A fin de que fomenten la caridad
En tu pueblo santo, lo alimenten con la Palabra,
Lo fortifiquen con los sacramentos
Y, consagrando su vida a ti
Y a la salvación de sus hermanos,

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Diócesis de Tabasco

Se esfuercen por reproducir en si mismo


La imagen de Cristo
Y te den un constante testimonio de fidelidad y de amor.
Por eso, Señor, con todos los ángeles y santos,
Te alabamos, cantando llenos de alegría:

Santo, Santo, Santo…

Plegaria Eucarística

Plegaria Eucarística I
Canon romano

El Obispo, con las manos extendidas, dice:

CP P adre misericordioso,
Te pedimos humildemente
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,

Junta las manos y dice:


Que aceptes y bendigas

Traza, una sola vez, el signo de la cruz sobre el pan y el vino conjuntamente, di-
ciendo:
Estos + dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,

Con las manos extendidas, prosigue:


Ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
Para que le concedas la paz, la protejas,
La congregues en la unidad
Y la gobiernes en el mundo entero,
Con tu servidor el Papa N., conmigo, indigno siervo tuyo,
Y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
Promueven la fe católica y apostólica.

CONMEMORACION DE LOS VIVOS

C1 Acuérdate, Señor, de tus hijos N. y N.

Puede decir los nombres de aquellos por quienes tiene intención de orar, o bien
junta las manos y Ora por ellos unos momentos. Después, con las manos extendi-
das, prosigue:
Y de todos los aquí reunidos,

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Cuya fe y entrega bien conoces;


Por ellos y todos los suyos,
Por el perdón de sus pecados
Y la salvación que esperan,
Te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,

Este sacrificio de alabanza,


A ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

CONMEMORACION DE LOS SANTOS

C2 Reunidos en comunión con toda la Iglesia,


Veneramos la memoria
Ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
La de su esposo, san José;
La de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
[Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente,
Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián,]
Y la de todos los santos;
Por sus méritos y oraciones
Concédenos en todo tu protección.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con las manos extendidas, el Obispo prosigue:


CP Acepta, Señor, en tu bondad,
Esta ofrenda de tus siervos
Y de toda tu familia santa;
Te la ofrecemos también por tus hijos
Que han sido llamados
Al Orden de los diáconos;
Conserva en ellos tus dones
Para que fructifique lo que han recibido de tu bondad.

Junta las manos.


[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].

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CC Extendiendo las manos sobre las ofrendas, dice:


Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti;
de manera que sea para nosotros
Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado,
Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,
como lo requiere la naturaleza de éstas.
El cual, la víspera de su Pasión,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:


Tomó pan en sus santas y venerables manos,

Eleva los ojos,


Y, elevando los ojos al cielo,
Hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
Dando gracias te bendijo,
Lo partió,
Y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.

«Tomen y coman todos de él,


Porque esto es mi Cuerpo,
Que será entregado por ustedes».
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo
adora haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice:


tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.

«Tomen y beban todos de él,


Porque éste es el cáliz de mi Sangre,

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Sangre de la alianza nueva y eterna,


Que será derramada por ustedes y
Y por muchos
Para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía».
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:


I CP Éste es el Sacramento de nuestra fe.
O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
Proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

II Aclamad el Misterio de la redención.


Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
Y bebemos de este cáliz,
Anunciamos tu muerte, Señor,
Hasta que vuelvas.

III Cristo se entregó por nosotros.


Y el pueblo prosigue, aclamando:
Por tu cruz y resurrección
Nos has salvado, Señor.

Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:

CC Por eso, Padre,


Nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo,
Al celebrar este memorial de la muerte gloriosa
De Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor;
De su santa resurrección del lugar de los muertos
Y de su admirable ascensión a los cielos,
Te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
De los mismos bienes que nos has dado,
El sacrificio puro, inmaculado y santo:
Pan de vida eterna
Y cáliz de eterna salvación.

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Y prosigue:
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
Y acéptala,
Como aceptaste los dones del justo Abel,
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
Y la oblación pura
De tu sumo sacerdote Melquisedec.

Inclinado, con las manos juntas, prosigue:


Te pedimos humildemente,
Dios todopoderoso,
Que esta ofrenda sea llevada a tu presencia
Hasta el altar del cielo,
Por manos de tu ángel,
Para que cuantos recibimos
El Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
Al participar aquí de este altar,

Se endereza y se signa, diciendo:


Seamos colmados
De gracia y bendición.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

CONMEMORACION DE LOS DIFUNTOS

C3 Acuérdate también, Señor,


De tus hijos N. y N.,
Puede decir los nombres de los difuntos por quienes se quiere orar.
Que nos han precedido con el signo de la fe
Y duermen ya el sueño de la paz.

Junta las manos y ora unos momentos por los difuntos por quienes tiene intención
de orar.

Después, con las manos extendidas, prosigue:


A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
Concédeles el lugar del consuelo,
De la luz y de la paz.

Junta las manos.


[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

Con la mano derecha se golpea el pecho, diciendo:

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C4 Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,

Con las manos extendidas prosigue:


Que confiamos en tu infinita misericordia,
Admítenos en la asamblea
De los santos apóstoles y mártires
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
[Ignacio, Alejandro,
Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua,
Águeda, Lucía,
Inés, Cecilia, Anastasia,]
Y de todos los santos;
Y acéptanos en su compañía,
No por nuestros méritos,
Sino conforme a tu bondad.

Junta las manos y prosigue:


CP Por Cristo, Señor nuestro,
Por quien sigues creando todos los bienes,
Los santificas, los llenas de vida,
Los bendices y los repartes entre nosotros.

Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

CP P or Cristo, con él y en él,


 a ti, Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

Rito de la Comunión

Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
Y siguiendo su divina enseñanza,
Nos atrevemos a decir:

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O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
Digamos confiadamente
La oración que Cristo nos enseñó:

O bien:
El amor de Dios ha sido derramado
En nuestros corazones
Con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
Digamos con fe y esperanza:

O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
Signo de reconciliación
Y vínculo de unión fraterna,
Oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:

P
adrenuestro, que estás en el cielo,
Santificado sea tu Nombre;
Venga a nosotros tu reino;
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
A los que nos ofenden;
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.

El Obispo, con las manos extendidas, prosigue él solo:


Líbranos de todos los males, Señor,
Y concédenos la paz en nuestros días,
Para que, ayudados por tu misericordia,
Vivamos siempre libres de pecado
Y protegidos de toda perturbación,
Mientras esperamos la gloriosa venida
De nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.

El pueblo concluye la oración, aclamando:


Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

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Después el Obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:


Señor Jesucristo,
Que dijiste a tus apóstoles:
"La paz os dejo, mi paz os doy",
No tengas en cuenta nuestros pecados,
Sino la fe de tu Iglesia
Y, conforme a tu palabra,
Concédele la paz y la unidad.

Junta las manos.


Tú que vives y reinas
Por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.

El Obispo, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono añade:


Dense fraternalmente la paz.

O bien:
Como hijos de Dios, intercambien ahora
Un signo de comunión fraterna.

O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
Dense la paz como signo de reconciliación.

O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado,
Dense fraternalmente la paz.

Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Obispo da la paz a los
concelebrantes y a los ordenados
Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del
mismo en el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
Unidos en este cáliz,
Sean para nosotros

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Alimento de vida eterna.

Mientras tanto se canta o se dice:


Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Danos la paz.

Si la fracción del pan se prolonga, el canto precedente puede repetirse varias veces. La
última vez se dice: danos la paz.

A continuación el Obispo, con las manos juntas, dice en secreto:


Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
Que por voluntad del Padre,
Cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo,
Líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
De todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
Y jamás permitas que me separe de ti.

O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
No sea para mí un motivo de juicio y condenación,
Sino que, por tu piedad,
Me aproveche para defensa de alma y cuerpo
Y como remedio saludable.

El Obispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado


sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios,
Que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:


Señor, no soy digno
De que entres en mi casa,
Pero una palabra tuya
Bastará para sanarme.

El Obispo dice en secreto:


El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

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Después toma el cáliz y dice en secreto:


La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

Después toma la patena o la píxide, se acerca a los que quieren comulgar y les presenta
el pan consagrado, que sostiene un poco elevado, diciendo a cada uno de ellos:
El Cuerpo de Cristo.

El que va a comulgar responde:


Amén.
Y comulga.

Los ordenados y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos.
Los papas y los familiares de los ordenados pueden comulgar bajo ambas especies.

Algunos de los diáconos recién ordenados ayudan al Obispo en la distribución de la


Comunión a los fieles, sobre todo como ministros del cáliz.

Concluida la distribución de la comunión, puede cantarse un cantico de acción de


gracias. La purificación de los vasos sagrados se realiza en la credencia. Después del
canto se dice la oración después de la comunión.

Oración después de la Comunión

C
oncede, Señor, a tus hijos alimentados con esta Eucaristía, ser fieles ministros del
Evangelio, de los sacramentos y de la caridad, para bien de tu pueblo y gloria de
tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Rito de Conclusión

Una vez concluida la oración después de la comunión, pueden darse breves avisos al
pueblo.

En vez de la bendición acostumbrada, puede darse la siguiente. El diacono puede hacer


la invitación:
Inclínense para recibir la bendición.

O con otras palabras.

Y, enseguida, el Obispo, con las manos extendidas sobre los ordenados y el pueblo,
pronuncia la bendición:

V. Bendito sea el nombre del Señor.


R. Ahora y por todos los siglos.
V. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

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R. Que hizo el cielo y la tierra.

El Obispo:

Q ue Dios, que los ha llamado al servicio de los hombres en su Iglesia, les conceda
un gran celo apostólico hacia todos, especialmente hacia los pobres y afligidos.

Todos:
Amen.

El Obispo:

Q ue el, que les ha confiado la misión de predicar el Evangelio y de servir al altar y a


los hombres, los haga en el mundo ardientes testigos suyos y ministros de la
caridad.

Todos:
Amen.

El Obispo:

Q ue él, que los hizo dispensadores de sus sacramentos, les conceda ser imitadores
de su Hijo Jesucristo, para ser en el mundo ministros de la unidad y de la paz.

Todos:
Amen.

El Obispo:

Y
Que a todos ustedes, que están aquí presentes, los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, + Hijo + y Espíritu + Santo.

Todos:
Amen.

Enseguida el diacono despide al pueblo diciendo:


En la alegría del Señor, pueden ir en paz

El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.

Después el Obispo besa con veneración el altar, y hecha la debida reverencia con los
ministros, se retira a la sacristía.

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