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Declaración del Club Político Argentino

CALIDAD INSTITUCIONAL: ASIGNATURA PENDIENTE

A dos años de iniciada la gestión de Cambiemos, las debilidades de su programa de


mejora de calidad institucional son injustificadas y resultan asimismo cada vez más
costosas. Demasiado frecuentemente las iniciativas en este terreno quedan
subordinadas a las necesidades de la coyuntura, a intercambios y ventajas que se
privilegian en otros terrenos y a la lógica de la polarización electoral, según la cual
exhibir el perfil negativo de los adversarios más desacreditados bastaría para
mantener el apoyo de la ciudadanía.

Al optar por esta vía en apariencia fácil el oficialismo minimiza el esfuerzo de toda la
sociedad y los costos que una mayoría de compatriotas está sobrellevando para que se
avance en este sentido; se limita a sacar provecho de los escándalos que son
responsabilidad de sus predecesores y adversarios más virulentos. Pero así deja pasar
oportunidades –laboriosas pero virtuosas– para terminar con las inaceptables “reglas
de juego” que vienen de lejos y hacen posibles esos escándalos.

Así se ha visto en el frente sindical, cuando se busca debilitarlo en lugar de favorecer


su mejora, y también en la administración de justicia, como lo requiere la división de
poderes y las competencias del Congreso Nacional.

Mientras que en la provincia de Buenos Aires se avanzó contra casos graves de


corrupción sindical, situaciones similares en la conducción de gremios nacionales muy
bien documentados se siguen manejando con guantes de seda. Desde hace años
existen proyectos de ley para limitar la reelección indefinida en esas organizaciones, a
los que no se ha dado tratamiento parlamentario. La necesidad claramente
democrática de transparentar el manejo de los fondos sindicales, lo cual incluye entre
otras medidas presentar declaraciones juradas patrimoniales a sus administradores,
parece manejarse exclusivamente como amenaza en función de la docilidad de los
dirigentes a las necesidades de la política antinflacionaria.

Lo sucedido recientemente en derredor de la intervención del SOMU, que pretende


ser disculpado someramente como una mancha menor en una intervención definida
como “ejemplar” sienta un mal precedente respecto al modo como el oficialismo
busca aprovechar una eventual mayor injerencia en estas organizaciones, cuando lo
que corresponde es control y transparencia. Los funcionarios están obligados a dar el
ejemplo para que se asuma en toda la sociedad, como una prioridad exigible, la
conducta limpia y el servicio como eje inspirador de la gestión.

Sin duda que los delitos y abusos de la gestión anterior en dicho sindicato fueron muy
graves, pero considerar que ello autoriza el nepotismo que practiquen funcionarios del
Ejecutivo, manteniendo la práctica de aprovechar el privilegio de cumplir una función
pública para nombrar parientes y amigos en las estructuras del Estado o donde él
tenga gravitación, supone degradar el proceso de cambio institucional prometido.
Por ese camino todo tiende a igualarse hacia abajo, y esa será la conclusión que le
quepa extraer a la opinión pública.

Peor todavía será el resultado si el oficialismo insiste en diluir estos problemas


polarizando la escena contra lo más desacreditado del campo opositor, para sostener
una alternativa maniquea del estilo “ellos son corruptos y violentos” y “nosotros
republicanos y honestos”, pese al hecho de que en numerosas ocasiones la vara de la
república y la honestidad es sorteada de mala manera u omitida en las iniciativas
gubernamentales. O también desestimar la legitimidad de las críticas al respecto
diciendo que “le hacen el juego a los corruptos y violentos”, repitiendo así un
argumento falaz que con muy pobres resultados pretendió usar en su provecho el
gobierno anterior.

La lucha contra la corrupción sindical y política está atada al modo en que el gobierno
ha decidido dosificar y dilatar la reforma del Poder Judicial. Aunque no se resume a
eso, la demora en encarar el prometido saneamiento de la Justicia Federal en lo penal
resulta a esta altura una señal preocupante, vista la manipulación que la mayoría de
los jueces de ese fuero practican de las causas a su cargo, simulando avances que no
son tales, intercambiando gestos al respecto por decisiones a su favor del Consejo de
la Magistratura, y otros manejos inadmisibles en diversos fueros e instancias de la
administración de justicia, cuya reforma requiere acciones legislativas específicas.

Una mención aparte merece la Oficina Anticorrupción, donde un equipo profesional ha


avanzado en ordenar el desguace practicado por la gestión anterior, pero a dos años
de mandato es impostergable que se delegue esa tarea en personas que no estén
directamente identificadas con el partido gobernante y es aconsejable que este
organismo sea política y administrativamente independiente del Poder Ejecutivo. De
otra manera sus investigaciones sobre los funcionarios en ejercicio seguirán
careciendo de credibilidad, y la opinión pública se afirmará en la convicción de que
sólo cuando termina una gestión es posible revisar sus actos de gobierno.

La campaña electoral ya terminó y la gestión del cambio institucional necesario


requiere de un esfuerzo más decidido y consistente por respetar y hacer respetar la
ley, diferenciar el Estado del grupo gobernante, garantizar la transparencia y castigar
las violaciones a la ética pública sobre todo cuando son cometidas por propios y
aliados.

Seguir comportándose como una facción en pugna con otras no va a fortalecer el


sentido de lo público en nuestro país, y sin un cambio cultural profundo en ese terreno
no saldremos adelante, aún en la hipótesis de que el crecimiento económico consiga
mantenerse unos años y se logre consolidar la actual distribución de poder.

Comisión Directiva
Club Político Argentino
Buenos Aires, 22 de enero de 2018.

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