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San Juan de la Cruz - Resumen

Cautelas:

1- Contra el mundo:
a. Acerca de todas las personas tenga igualdad de amor e igualdad de olvido, quitando el corazón de
ellos. Tenlos todos como extraños, y de esa manera cumples mejor con ellos que poniendo la
afición que debes a Dios en ellos. No ames a una persona más que a otra, que errarás. No pienses
nada de ellos, no trates nada de ellos, ni bienes ni males, y huye de ellos cuanto buenamente
pudieres; y si esto no guardas, no sabrás ser religioso, ni podrás llegar al santo recogimiento ni
librarte de las imperfecciones. Y si en esto te quisieres dar alguna licencia, o en uno o en otro te
engañará el demonio, o tú a ti mismo, con algún color de bien o mal.
b. Aborrece toda manera de poseer, y ningún cuidado admitas acerca de ello: no de comida, no de
vestido ni de otra cosa criada, ni del día de mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más
alta, que es buscar el reino de Dios.
c. Guarda de poner el pensamiento y menos la palabra en lo que pasa en la comunidad, por graves
que sean, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su tiempo; y jamás te escandalices ni
maravilles de cosas que veas ni entiendas, procurando tú guardar tu alma en el olvido de todo
aquello. Aunque se hunda el mundo. Aunque vivas entre demonios, quiere Dios que de tal manera
vivas entre ellos que ni vuelvas la cabeza del pensamiento a sus cosas, sino que las dejes
totalmente, procurando tú traer tu alma pura y entera en Dios, sin que un pensamiento de eso ni
de esotro te lo estorbe. De tal manera viva en el monasterio como si otra persona en él no viviese.

2- Contra el dem.:
a. Jamás, fuera de lo que de orden estés obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena
de caridad, ahora para ti, ahora para otro cualquiera de dentro y fuera de casa, sin orden de
obediencia.
b. Jamás mires al prelado con menos ojos que a Dios, sea el prelado que fuere, pues le tienes en su
lugar. Vela en que no mires en su condición, ni en su modo, ni en su traza, ni en otras maneras de
proceder suyas. Y será tu obediencia vana o tanto más infructuosa cuanto más tú, por la adversa
condición del prelado te agravas o por la buena condición te aligeras. Si esto no haces con
firmeza, de manera que vengas a que te dé igual que sea prelado uno que otro, por lo que a tu
particular sentimiento toca, en ninguna manera podrás ser espiritual ni guardar bien tus votos.
c. De corazón procura siempre humillarte en la palabra y en la obra queriendo que antepongan a los
otros a ti en todas las cosas, y esto con verdadero corazón. Y seas siempre más amigo de ser
enseñado de todos que querer enseñar aun al que es menos que todos.

3- Contra sí mismo y la sagacidad de su sensualidad:


a. Entiende que no has venido al convento sino a que todos te labren y ejerciten. Y que unos te han
de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamiento contra ti, y que en todo esto tú has de
estar sujeto, como la imagen lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora. Y si esto
no guardas, no sabrás vencer tu sensualidad y sentimientos, ni sabrás haberte bien en el convento
con los religiosos.
b. Jamás dejes de hacer las obras porque te falte gusto o el sabor que en ellas hallares, si conviene al
servicio de Dios que ellas se hagan. Ni las hagas por solo el sabor y gusto que te dieren, sino
conviene hacerlas tanto como las desabridas, porque sin esto es imposible que ganes constancia y
que venzas tu flaqueza.
c. Nunca en los ejercicios el varón espiritual ha de poner los ojos en lo sabroso de ellos para asirse de
ello y por sólo aquello hacer los tales ejercicios, ni ha de huir de lo amargo de ellos, antes ha de
buscar lo desabrido y trabajoso de ellos, y abrazarlo, con lo cual se pone freno a la sensualidad.

+ Tenga todas las cosas del mundo por acabadas, y así cuando, por no poder más, las hubiere de tratar, sea
tan desasidamente como si no fuesen. El negocio que pudiera hacer por tercera persona no lo haga por sí
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mismo, porque le conviene mucho ni querer ver a nadie, ni que nadie le vea. En ninguna manera quiera
saber cosa, sino sólo como servirá más a Dios y guardará mejor las cosas de su instituto.

La voluntad se une a Dios por la operación de la misma, no a través del sentimiento y aprehensión de su
apetito, ni con el entendimiento de sus inteligencias.
“Muy incipiente sería el que en faltándole la suavidad y el deleite espiritual pensase que le falta por eso
Dios”.
Todo gozo, esperanza, temor y dolor, sólo referidos a Dios.
También hay que reorientar los bienes morales para que su objeto sea siempre Dios.

- Contemplación:
Las potencias han cumplido su tarea y dejan de obrar en actos particulares, y se pone el alma en un acto
general y puro. Reposarla alma y dejarla estar en su quietud y reposo.
Estarse con atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no se den nada por la
imaginación ni por la obra de ella.
“Lo que aquí han de hacer es solamente dejar al alma libre y desembarazada y descansada de todas las
noticias y pensamientos, no teniendo cuidado allí de qué pensarán ni meditarán, contentándose sólo
con una advertencia amorosa y sosegada en Dios y estar sin cuidado, sin eficacia y sin gana de gustarle
o sentirle; porque todas esas pretensiones desquietan y distraen al alma de la sosegada quietud y ocio
suave de contemplación que aquí se da”.
“Si de suyo quiere algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los bienes que Dios
por medio de aquella paz y ocio del alma está asentando e imprimiendo en ella”.

(La purgación sensitiva proporciona la fortaleza que permitirá aguantar la posterior purgación
espiritual.

Tras la purga de lo sensitivo les quita Dios todo deleite en las meditaciones que se realizan con el
discurso y la imaginación. Les quite el dulzor y las empieza a acostumbrar a que caminen por sí
mismas, para su desazón. El alma ha de elegir entre ir acostumbrándose a este nuevo estado, que
le resulta oscuro, extraño, en el que parece que no estuviera pasando nada, o buscar alivio en sus
formas familiares de interpretar el mundo.

La función de las potencias ha sido llegar a este punto. Si se insiste ahora con ellas buscando lo que
le es familiar, se camina entonces en dirección contraria. La pura fe es noche oscura para las
potencias naturales. Para la voluntad ya sólo queda la fe. La forma espiritual del espíritu es la
unión de amor.

El alma sufre porque se elimina lo que ella ha sido hasta ahora, y que es distinto de la pureza que la
está trabajando; lo que sufre es su identificación con las imperfecciones. Lo trabajado siente pena
profunda por creerse abandonada, desechada y pensar además que es para siempre.
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Dado que esa luz no cabe en nuestras comprensiones de ningún nivel, cuando la tenemos no
sabemos que la estamos teniendo. Y allí donde sabemos algo, allí es donde no está.

No puede haber unión sin esta purga del proceso de desidentificación. “Conoce en sí dos partes tan
distintas entre sí, que le parece no tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que está muy
remota y apartada de la una”. La purificación va en oleadas, y en cada oscilación, buena y mala, el
alma cree que está en un estado definitivo. Hay pues dos purgas, una sensitiva y una espiritual.
Poner todas las potencias y apetitos en sueño y silencio.

El alma puede usar las tentaciones de lo sensitivo como referencia para elegir lo contrario, para
adentrarse más en lo correcto. Sucede sin que ella haga nada de su parte.

La voluntad ha de elegir la unión. El alma ha de salir pues de su acomodamiento a buscar al


Amado. Es sólo el amor lo que une y junta al alma con Dios.)

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“De donde entonces le puede el alma de verdad llamar Amado, cuando ella está entera con Él, no teniendo
su corazón asido a alguna cosa fuera de Él; y así, de ordinario trae su pensamiento en Él. De donde algunos
llaman al Esposo Amado, y no es Amado de veras, porque no tienen entero con Él su corazón, y así su
petición no es en la presencia de Dios de tanto valor; por lo cual no alcanzan luego su petición, hasta que,
continuando la oración, vengan a tener su ánimo más continuo con Dios, y el corazón con Él más entero con
afección de amor, porque de Dios no se alcanza nada si no es por amor.”

El alma que ama no pide lo que quiere, sino que expresa lo que necesita.

A Dios hay que salir a buscarle por la obra, no como muchos que no querrían que les costase Dios más que
hablar, y aun eso mal, y por Él no quieren hacer casi cosa que les cueste algo. Y que así les viniese el sabor de
Dios a la boca y al corazón, sin dar paso y mortificarse en perder alguno de sus gustos, consuelos y quereres
inútiles. Pero hasta que de ellos salgan a buscarle, aunque más voces den a Dios, no le hallarán.

El alma más vive donde ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes
ella la da al cuerpo, y ella vive por amor en lo que ama.

El alma tiene estas verdades en su entendimiento según la fe. Pero la fe no es perfecto conocimiento, al
modo en que el dibujo no es perfecta pintura. Cuando esas verdades estén en clara visión, estarán en el alma
como perfecta y acabada pintura.

“Pero sobre este dibujo de fe hay otro dibujo de amor en el alma del amante, y es según la voluntad. Y
cuando hay unión de amor, que es verdad decir que el Amado vive en el amante (y viceversa). Y tal manera
de semejanza hace el amor en la transformación de los amados que se puede decir que cada uno es el otro
y que entrambos son uno. La razón es porque en la unión y transformación de amor, el uno da posesión de
sí al otro; y así, cada uno vive en el otro, y el uno es el otro y entrambos son uno por transformación de
amor.“

“Transformados en Dios, vivirán vida de Dios y no vida suya, aunque sí vida suya, porque la vida de Dios
será vida suya. Y entonces dirán de veras: vivimos nosotros y no nosotros, porque vive Dios en nosotros“.

“Que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios. Y así no se ha de
entender que lo que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la luz o las criaturas en Dios,
sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios“.

En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle
a la luz a que goce lo que antes tenía.

Por vía sobrenatural, puede Dios infundir y aumentarle amor sin infundirle ni aumentarle inteligencia.
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O se sabe de Dios o se sabe del mundo.

En unión de las potencias continua en esta vida no se puede estar. Según la sustancia del alma sí.

Los hábitos de la razón se mantienen, pero la fantasía queda obnubilada.

Mientras dura el acto de amor, dura el no saber.

Dios no necesita nada de nosotros. Por lo que a Él respectan, nuestros trabajos, si de algo sirven, es de
engrandecer al alma. “Y como no hay otra cosa en la que más la pueda engrandecer que igualándola
consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con
la cosa amada. De donde porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama esposa del Hijo de Dios,
lo cual significa igualdad con Él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a
entrambos”.

Ya solo en amar es su ejercicio.

Lo que aprovecha es el amor a Dios, por poco que sea, más que las otras obras sin Él.

Por amor, en un cabello le ligan.

El más puro padecer trae más íntimo y puro entender. Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría,
la puerta es la cruz, que es angosta.

“El alma llega primero a una unión de voluntad. Pero no llega aún a la fuerza de unión del amor que viene
de Dios. Dios entonces la hace amar con la fuerza que Él la ama transformándola en su amor. Le da su misma
fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de
hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello.

Y así, ama el alma a Dios con voluntad y fuerza del mismo Dios, unida con la misma fuerza de amor con que
es amada de Dios.

Porque así como entonces su entendimiento será entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios,
y así su amor será amor de Dios. Porque aunque allí no está perdida la voluntad de alma, está tan
fuertemente unida con la fortaleza de la voluntad de Dios con que de Él es amada, están las dos voluntades
unidas en una sola voluntad y un solo amor de Dios.”

Hasta llegar a esto no está el alma contenta, ni en la otra vida lo estaría si no sintiese que ama a Dios tanto
cuanto de Él es amada.

Con el amor paga el alma a Dios lo que le debe, y con el entendimiento antes (más bien) recibe de Dios.

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El alma sólo puede obrar de suyo por el sentido corporal, del cual en este caso está muy libre y muy lejos, su
negocio es ya sólo recibir de Dios, el cual solo puede en el fondo del alma, sin ayuda de los sentidos, hacer
obra y mover al alma en ella. Y así, todos los movimientos de tal alma son divinos; y aunque son suyos, de
ella lo son, porque los hace Dios en ella con ella, que da su voluntad y consentimiento.

El centro del alma es Dios. Cuando con todas sus fuerzas entienda y ame y goce a Dios, estará satisfecha. No,
mientras todavía tenga movimiento y fuerza para más.
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El mismo fuego de amor que se une con el alma es el que antes la embiste purgándola.

El alma puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual mil años son como el día de
ayer que pasó, y todas las gentes son como si no fuesen. Todas las cosas le son nada, y ella es para sus ojos
nada. Sólo su Dios para ella es el todo.

El cauterio de amor, crea la llaga en el alma y a la vez la cura. Y crecen llaga y curación. Porque el amante,
cuanto más llagado está, está más sano. Hasta que toda el alma venga a resolverse en llaga de amor.

Dios le dice al alma: yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.

Son los dos, el Espíritu Santo y el alma, quienes hacen los movimientos de las llamas divinas, como un juego.
El Espíritu Santo parece querer siempre darle al alma la vida eterna. En realidad son movimientos del alma,
pues Dios no se mueve. Esos movimientos se producían por no estar ella aún perfecta en gloria.

Los resplandores de Dios cubren al alma de sí mismos, como hacen las sombras.

Las potencias del alma son tan profundas cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con
menos de infinito. Padecen en la misma medida cuando están vacías.

Cuando no están vacías de toda afección de criatura, no sienten el vacío grande de su profunda capacidad.
Cualquier cosilla que se les pegue basta para tenerlas tan embelesadas que no sienten su daño ni echen de
menos sus bienes, ni conozcan su capacidad.

Pero cuando están vacías y limpias es intolerable la sed y hambre y ansia del sentido espiritual.

El alma, cuanto más desea a Dios más le posee. De esta forma, los ángeles no penan porque ya le poseen, y
porque no hay fastidio de hartura, siempre le desean.

(Primero de forma intermitente, por los movimientos de alma. Lo mismo que daña curando, alimenta
espiritualmente. “Hasta que todo sea llaga” -> la sensación de cura dolorosa/unión, se haga
permanente.
Por fin, de forma permanente. Amar todo el tiempo, vida de D. todo el tiempo. Sólo así estará satisfecha
el alma.)

Dios da sus noticias amorosas (resplandores) al alma, y esta resplandece como ellos, unida a ellos según
sus potencias. Así, el alma le da a Dios el sí por gracia de voluntad, siendo ya la voluntad de Dios y del alma
una en un consentimiento propio y libre. Al amar el alma a Dios del mismo modo, la voluntad de Dios y de
ella es una, la operación es una. El alma es como sobra de Dios. Hasta este matrimonio, Dios va purificando y
hermoseando y adelgazando, con otras disposiciones positivas que Él la va haciendo en sus visitas.

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Cuando Dios decide llevar al alma por las cosas sobrenaturales, Él es el agente principal. La tarea del alma
entonces no consiste más que en no estorbar este proceso. En dejar de hacer, no en hacer.

Los enemigos que podrían sacar de este camino son:

1- El maestro espiritual:
Al sujetarle a la capacidad natural, para que no la exceda nunca.

La advertencia amorosa general en Dios se usa para ponerse en este estado de desasimiento de todo.
Pero cuando este estado se ha alcanzado, incluso la advertencia ha de olvidar.
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Porque si ese gusto sobrenatural que transmite Dios se junta con otros, sabores, mundanos o
espirituales, entonces no se siente.

El alma en este estado suele al menos experimentar un enajenamiento y extrañeza sobre todas las cosas,
con inclinación a soledad y tedio de todas las criaturas y del siglo. Y todo lo que no es esta extrañez se
hace desabrido.

Esas unciones tan subidas del Espíritu Santo, con el menor acto que el alma quiere entonces hacer de
suyo de memoria, entendimiento o voluntad, o aplicar el sentido, o apetito, o noticia, o jugo, o gusto, se
deturban e impiden en el alma.

Esas distracciones en ese nivel, son de más lamentar que los desvaríos de las almas comunes.

No den a entender a las almas que están en este estado que no hacen nada. Ponerla en soledad y
ociosidad.

Vacar de esta manera al alma a todas las cosas, llegando a estar vacía y desapropiada acerca de ellas.
Esto es lo que el alma puede hacer de su parte.

Cuando el entendimiento va entendiendo, no va llegando a Dios, sino antes apartando. Ha de ir creyendo


y no entendiendo. Porque por fe y no por otro medio se junta con Dios.

Así, el entendimiento no ha de quererse emplear en noticias distintas y otros discursos y entenderes, sino
ha de querer estarse ocioso.

En los actos naturales del alma, la voluntad sólo ama lo que entiende.

Pero a la vez (aunque puede también Dios comunicar en una o en otra, o en una más que en la otra) que
infunde una inteligencia general en el entendimiento, sin noticia particular, la voluntad es bañada de un
amor genérico, sin particularidades.

Por tanto, no hay que temer la ociosidad de la voluntad en este caso, que si de suyo deja de hacer actos
de amor sobre particulares noticias, hácelos Dios en ella, embriagándola secretamente en amor infuso.

Preocúpese el alma pues solo de estar vacía y desasida de gustos particulares de arriba y de abajo,
desasida de sus afecciones. Así, percibe que a Dios no le gusta muy particular y distintamente, ni le ama
con distinto acto, sino en aquella infusión general oscura y secretamente. Quietud solitaria en que le ama
sobre todas las cosas amables. Todos los demás gustos le son ya desabridos. Lo mismo acerca de la
memoria.

Cuando el sentido ya no halla qué asir, no buscarlo. Eso sólo trae desasosiego. No pensar que el alma se
ha perdido. Al contrario.

Soledad y vacío de sus potencias y operaciones. A Dios le cuesta mucho hacer llegar al alma hasta aquí
(como para que el alma insista en hacer ella con sus potencias).

Adormecimiento o aniquilación del sentido. Olvido solitario.

2- El dem.:
Para que saliera el alma de las soledades en que está recibiendo unciones del Espíritu Santo, la pone jugos
sensibles, a veces de cosas buenas, para cebarla y que vuelva al trato del sentido (busca lo que al alma le
es familiar, para sacarla de aquello).

No os volváis al sentido. Dejad vuestras operaciones. No poner las potencias en cosa alguna,
desasiéndolas de todo. Junto con la advertencia amorosa sencilla, cuando no os hiciere desgana el
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tenerla. Porque no habéis de hacer ninguna fuerza al alma si no fuese desasirla de todo y liberarla,
porque no lo turbéis y alteréis la paz y la tranquilidad.

3- La misma alma:
Como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y se llena de sequedad y disgusto, la
cual estaba gozando la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios la estaba de secreto poniendo
(aderezando).

Dios porfía por tenerla en aquella callada quietud, y ella porfía también con la imaginación y el
entendimiento a querer obrar por sí misma (como el que se mueve impidiendo al pintor que intenta
pintarle, hacer su trabajo).

Ha de advertir el alma que si bien ella no siente hacer nada (con las potencias de su alma, que es como
ella siente las cosas), mucho más hace que si ella lo hiciese.

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Unge entonces Dios con los más subidos ungüentos del Espíritu Santo para unirla consigo. La disponen y
saborean en la íntima sustancia del fondo del alma, de manera que el padecer y desfallecer en deseo con
inmenso vacío de estas cavernas es inmenso.

La sustancia del alma puede sentir la sabiduría, amor y comunicaciones que Dios pone en las potencias
espirituales: memoria, entendimiento y voluntad. Estas son como cavernas profundas. El alma se va
volviendo consciente de la capacidad que tienen, a medida que recibe de Dios.

Todas las cosas se reciben en esa sustancia del alma. Es la virtud y capacidad que tiene el alma para sentir,
gustar y poseer todo. Las cavernas de las potencias se lo administran.

Es como cuando los objetos de los sentidos corporales acuden a la fantasía (que las tiene entonces como
receptáculo):

Al alma en tiniebla le es imposible alzar los ojos a la divina luz ni caer en su pensamiento, porque no sabe
cómo es, nunca habiéndola visto. Y por eso, ni la podrá apetecer, antes apetecerá tiniebla, porque sabe
cómo es, e irá de una tiniebla a otra, guiado por aquella tiniebla, porque no puede guiar una tiniebla sino a
otra tiniebla.

El hombre peca al alimentar su natural incluso si el origen de eso que le llega es sobrenatural.

Las almas, de la misma manera que lo reciben lo están dando al que lo da con los mismos primores.
Infundidas en los resplandores de aquellas lámparas están ellas enviando a Dios en Dios esos mismos
resplandores, además de la entrega que de sí hacen a Dios.

Y las almas lo dan al modo que se lo dan a ella, y hecho el entendimiento uno con el de Dios. Recordar que
es algo extraño y ajeno de todo común pensar, y de todo modo y manera.

“Es el primor con que ella da a Dios en Dios la misma bondad, porque no lo recibe sino para darlo. Porque
estando ella aquí hecha una misma cosa con Él, en cierta manera es ella Dios por participación, es como
sobra de Dios. Así hace ella en Dios por Dios lo que Él hace en ella por sí mismo. Y lo hace al mismo modo.
Porque la voluntad de los dos es una, y así la operación de Dios y de ella es una.”
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Como Dios pues se le está dando con libre y graciosa voluntad, así ella también. Y tiene la voluntad tanto más
libre y generosa cuanto más unida en Dios. Y está dando a Dios al mismo Dios en Dios. Y es una verdadera
dádiva del alma a Dios.

El alma ve que verdaderamente Dios es suyo. Y que le posee hereditariamente, con derecho como hijo
adoptivo, por la gracia que Dios hizo de dársele a sí mismo. Que como cosa suya, puede dar y comunicar a
quien ella quisiere de voluntad.

Así el alma paga lo que debe. Porque de voluntad le da otro tanto a Dios como de Él recibe.

El alma se siente bien además así, porque ve que por su propia voluntad está dándole a Dios cosa suya propia
que cuadra a Dios según su infinito ser. El alma da tanto como le dan de vuelta a Dios, aunque es cierto que
no puede dar de nuevo al mismo Dios a sí mismo, pues Él en sí siempre se es el mismo.

Dios toma esto con agradecimiento, como cosa que de suyo le da el alma. Y de nuevo reentrega Dios ese
amor al alma también como de nuevo.

Así Dios y el alma poseen cada uno libremente por razón de la entrega voluntaria del uno al otro. Es un amor
recíproco en conformidad de la unión y entrega matrimonial.

Es esta una satisfacción grande para el alma, el ver que da a Dios más que ella en sí es y vale. Lo cual en la
otra vida es por medio de la lumbre de gloria, y en ésta por medio de la fe ilustradísima.

Cuando Dios hace recuerdos de Él al alma, le parece a esta que todos (los perfumes) se mueven para dar
suavidad, y que todos los reinos del mundo y virtudes del cielo se mueven, y que todas las virtudes y gracias
de todas las cosas criadas relucen y hacen el mismo movimiento todo a una y en uno.

Ve el alma cómo todas las criaturas de arriba y de abajo tienen su vida y duración y fuerza en Él.

El alma donde menos apetitos y gustos moran propios es donde Él más solo, y más agradado, y más como
en casa propia mora, rigiéndola y gobernándola, y tanto más secreto mora, cuanto más solo.

¡Oh, cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar Dios descansando y reposando en su seno! ¡Oh,
cuánto le conviene apartarse de cosas, huir de negocios y vivir con inmensa tranquilidad, porque aún con la
más mínima motica o bullicio no inquiete ni revuelva el seno del Amado!

A veces cuando aún las almas no están bien dispuestas, y Dios les hace algunos recuerdos sabrosos, todavía
podrían entender algo por los movimientos del sentido, que todavía tienen algunas acciones y movimientos
acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente puro espiritual.

Pero cuando el Esposo hace en esta alma perfecta este recuerdo, todo lo que pasa y se hace es perfecto,
porque lo hace Él todo; que es al modo como cuando uno recuerda y respira, siente el alma un extraño
deleite en la espiración del Espíritu Santo en Dios, en que soberanamente ella se glorifica y enamora.

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El vicio de la ambición en gente reformada es casi incurable. Apariencias de virtud y de mayor perfección.
Confundir hasta al más experimentado confesor.

Para vencer vicios y tentaciones y adquirir y ganar virtudes: acudir con un acto o movimiento de amor
anagógico contra tal vicio, levantando nuestro afecto a la unión de Dios. Así el enemigo no le halla, porque el
alma ya no está allí.
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