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Traducción de
E,STUDIOS
ENclnNecróN PÉnez Srusño DE, HISTORIA
v DEL PENSAMIENTO
Epuanpo Busros
CIENTTTTCO
por
ALEXANDRE KOYRE
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INDICE
velntluno editores, sa
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cEtñ DCt2¡a. tEXtCO 20. O.F.
españa edltores, sa
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On¡pxucróN y pRoyEcros ne lNvnsr¡cAclóx 1
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^"J EL PENSAMTENTo MODERNO 9
@ chapman & hall (para los ensayos "galileo y platón", Cev¡l¡sn¡ y LA cEoMETRfe on ¡.os coNTrNUos 3n
"galileo y la revolución científica del siglo xvii", BoNAVENTURA
"el de motu gravium de galileo: del experimento imaginario y coMo crENTfFrco
de su abusot', t'un experimento de medición", ttgassendi y PASCAL 350
PROLOGO
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I
I
I
T
ha seguido este mismo plan cronológico partiend.o de la cien- dad, con sus incertidumbres, sus errores y sus fracasos. Los
cia escoldstica hasta llegar a Newton. Excepto los artículos re- { articulos que siguen ilustran del modo mds convincente el cui-
lativos al autor de los Principia, que están reservados a un dado con que Alexandre Koyré ha sabido poner en práctica sus
,¡olumen especial de Etudes newtoniennes, esta. colección com-
propias reglas de pensamiento, bien con moti"¡o de estudios de
prende en realidad tres grandes partes consagradas respectiva- i síntesis donde se esfuerza por poner de manifiesto las grandes
mente a la ciencia de la Edad Media y det Rinacimieúá, a Ga- líneas de su obra, el clima científico de una época o la in'fluencia
lileo y a la obra de algunos otros sabios eminentes de ta pri- l
de las ideas filosóficas, o bien con motiuo de artículos z¿Ís
mera mitad del siglo XVII (Mersenne, Cavalieri, Gassendi, Ric- )
I
\
técnicos donde estudia cuestiones precisas apoydndose en nu-
cioli, Pascal) s. Aparte de unas pequeñas correcciones de orden merosas citas.
tipográfico, y de la introd.ucción de llamadas interiores al vo- Por esta admirable lección de método que nos da, tanto
lumen, el texto de los artículos reproducidos está exactamente como por la riqueza de su contenido, esta nueya obra de Ale-
de acuerdo con el de los originatis: las trad.ucciones han sido xandre Koyré merece ser leída y meditada por los especialis-
re-alizadas con la preocupación constante d.e preservar a la tez
tas en historia del pensamiento científico y, de un modo mucho
el pensamiento de Alexandre Koyré y su mod.o habitual de ex- mds general, por todos los que se interesan por la historia de
presión. j
las ideas.
Al mismo tiempo que reagrupa un conjunto d.e estudios del René Taton
mds olto interés sobre los orígenes y ta génesis de la ciencia
moderna, este volumen q.porta una t¡iva lección de métado de ]
investigación histórica. Varios textos particularmente revela-
dores de los principios directivos de la obra de Koyré se en-
cuentran aquí, en efecto, reproducidos. El que abre la colec-
ción es notablemente claro y explícito. El autor insiste en é1,
en. printer lugar, sobre su ,rconvicción de la unidad d.el pensa-
miento humano, particularmente en sus formas más eleiadas»
(pensamiento filosófico, pensamiento religioso y pensamiento
científico), convicción que explica en gra.n parie ia evolución
de sus investigacionesó. Si habiendo abordado el estudio de los
orígenes de la ciencia moderna, pasa sucesivamente de la as-
t-ronomía a la física y a las matemáticas, continuará tigando
la evolución del pensamiento científico a la de las ideas Trans-
científicas,'filosóficas, metafísicas, religiosas. Las cuatro obras
citadas anteriormente y la mayor parte de los artículos repro-
ducidos en este volumen son el lruto de este notable esfuZrzo \l
de aruilisis y de interpretación de una de las más impoitantes l
I
Alexanclre Koyré
Orientación y proyectos de inuestigación 7
denado del pensamiento antiguo y medieval por un universo
infinito y homogéneo, implica y exige la reestructuración de mentación cuantitativa de la ciencia clásica, y, por último, Ios
los primeros principios de la razón filosófica y científica, la re- orígenes del cálculo infinitesimal. '
estructuración también de nociones fundamentales, como las La historia del pensamiento científico, tal como yo la en-
de movimiento, espacio, saber y ser. por eso el descubrimiento tiendo y me esfuerzo en practicarla, tiende a captar .t .r*ino
de leyes muy simples, como la ley de la caída de los cuerpos, seguido por este pensamiento en el movimiento mismo de sulac-
ha costado a genios importantísimos esfuerzos tan grandes que tividad creadora. con este fin, es necesario colocar de nuevo
no siempre han sido coronados por el éxito. Así, la noción -de las obras estudiadas en slr medio intelectual y espiritual, in_
inercia, tan manifiestamente absurda para la Antigüedad y la terpretarlas en función de las costumbres mentaies, de las
Edad Media, como plausible e incluso evidente para nosoiros preferencias y aversiones de sus autores. Hay que resistir a la
hoy, no pudo ser puesta de manifiesto con todó su rigor ni tentación, a la que sucumben demasiados hiitoiiadores de las
siquiera a través del pensamiento de un Galileo, y sólo lo fue ciencias, de hacer más accesible el pensamiento con frecuencia
por Descartes. oscuro, torpe e incluso confuso de los antiguos, traduciéndolo
Durante la guerra, absorbido por otras tareas, no pude a un Ienguaje moderno que lo clarifica, perá al mismo tiempo
consagrar tanto tiempo como hubiera deseado a los trabajos lo deforma; por el contrario, nada es más instructivo que el
teóricos. Pero, desde 1945, he empezado una serie de nuevas estudio de las demostraciones de un mismo teorema dadás por
investigaciones sobre la formación, a partir de Kepler, de la Arquímedes y Cavalieri, Roberval y Barrow.
gran síntesis newtoniana. Estas investigaciones conjtituirán el También es completamente esencial integrar en Ia historia
resto de mis trabajos sobre la obra de Galileo. de un pensamiento científico la forma en que él mismo se si-
El estudio dei pensamiento religioso y filosófico de los gran- tuaba y comprendía con relación a lo qre t" precedía y acom-
des protagonistas del matematismo experimental, de los pre- pañaba. No podríamos subestimar el interés de las polémicas
cursores y contemporáneos de Newton y del mismo Newton se de un Guldin o de un Tacquet contra Cavalieri o torricelli;
reveló indispensable para la interpretación completa de este peligroso no estudiar de cerca la manera en la que un
movimiento. Las concepciones filosóficas de Newton relativas -sería
Wallis, un Newton o un Leibniz consjderaban la historia he sus
al papel de las matemáticas y de la medida exacta en la cons- propios descubrimientos, u olvidar las discusiones filosóficas
titución del saber científico fueron tan importantes para el éxi- que estos descubrimientos provocaron.
to de su empresa como su genio matemático: no es por falta Por último, hay que estudiar los errores y lós fracasos con
de habitualidad experimental, sino como consecuencia de la in- tanto cuidado como los triunfos. Los errores de un Descartes
suficiencia de su filosofia de la ciencia de Bacon- o un Galileo, los fracasos de un Boyle o de un Hooke, no son
por lo que Boyle y Hooke fracasaron ante-tomada
los problemas de óp- solamente instructivos; son reveladores de las dificultades que
tica, y son profundas divergencias filosóficas las que han aii- ha sido necesario vencer, de los obstáculos que ha habido que
mentado la oposición de Huygens y de Leibniz a Newton. superar.
He abordado algunos aspectos de estas investigaciones en mis Habiendo vivido nosotros mismos dos o tres crisis profun-
clases de la Universidad de Chicago, en conferencias en las uni- das en nuestro modo de pensar
versidades de Estrasburgo y Bruselas, Yale y Harvard, y en las
crisis de los funáamen-
tos» y eclipse de los -«la
absolutos» matemáticos, la revolución
ponencias presentadas en el Congreso de Historia y de Filoso. "el
relativista, la revolución cuántica-, habiendo sufrido la des-
fía de las Ciencias (ParÍs, 19a9) y en el Congreso Internacional trucción de nuestras ideas antiguas y habiendo hecho el esfuer-
de Historia de las Ciencias (Amsterdam, 1950). Por otro lado, zo de adaptación a las ideas nuevas, estamos más capacitados
en mis conferencias en la VI Sección de la Ecole Pratique des que nuestros predecesores para comprender las crisis y las
Hautes Etudes he estudiado problemas del mismo orden: la polémicas de antaño.
transición del «mundo del poco más o menos» aI «universo de Creo que nuestra época es particularmente favorable a inves-
la precisión"; la elaboración de la noción y las técnicas de me- tigacioaes de este tipo y a una enseñanza consagrada a ellas bajo
dición exacta; la creación de instrumentos científicos que han el título de Historia del pensantiento científico. ya no vivimós
hecho posible el paso de la experiencia cualitativa a la experi- en el mundo de las ideas de un Nervton, ni siquiera de Max-
well, y por esto somos capaces de considerarlas a la vez desde
I
8 ¡lexandre Koyré EL PENSAMIENTO MODERNO *
dentro y desde fuera, de analizar sus estructuras, de ver las
causas de sus fallos, al igual que estamos mejor equipados para
comprender el sentido de las especulaciones medievales sóbre
la composición del continuo y la «latitud de las formas», y la
evolución de la estructura del pensamiento matemático y fíiico
a lo largo del último siglo en su esfuerzo de creación de tormas
! nuevas de razonamiento y su vuelta crítica a los fundamentos
intuitivos, lógicos y axiomáticos de su validez.
Por ello mi intención no es limitarme solamente al estudio
del siglo xvn; la historia de esta gran época debe esclarecer los
períodos más recientes y los temas que trataría estarían ca-
racterizados, pero no agotados, por los temas siguientes:
¿Qué son los tiempos modernos y el pensamiento moderno? An-
El sistema newtoniano; el completo desarrollo y la inter- tiguamente se sabía muy bien: los tiempos modernos comenza-
pretación filosófica del pensamiento newtoniano (hasta Kant ban al final de la Edad Media, concretamente en 1453; y el
y por Kant). pensamiento moderno comenzaba con Bacon, quien al fin ha-
La síntesis maxwelliana y la historia de la teoría del campo. bía opuesto al razonamiento escolástico los derechos de la ex-
Los orígenes y los fundamentos filosóficos del cálculo de periencia y de la sana razón humana.
probabilidades.
Era muy simple. Por desgracia, era completamente falso. La
La noción de infinito y los problemas de los fundamentos historia no obra por saltos bruscos; y las netas divisiones en
de las matemáticas. períodos y épocas no existen más que en los manuales escola-
Las raíces filosóficas de la ciencia moderna y las interpreta- res. Una vez que se empiezan a analizar las cosas un poco más
ciones recientes del conocimiento científico (positivismo, necl- de cerca, la ruptura que se creía ver al principio, desaparece;
kantismo, formalismo, neorrealismo y platonismo). los contornos se difuminan, y una serie de gradaciones insen-
Yo creo que, realizadas según el método que he esbozado, sibles nos lleva de Francis Bacon a su homónimo del siglo xrr,
estas investigaciones proyectarían una viva luz sobre la estruc- y los trabajos de historiadores y eruditos del siglo xx nos han
tura de los grandes sistemas filosóficos de los siglos xvrrr y xrx hecho ver sucesivamente en Roger Bacon un hombre moderno,
--todos los cuales se determinan en relación al saber científi- y en su célebre homónimo, un rezagado; han «rzuelto a colocar,
co, ya pala integrarlo, ya para trascenderlo-, que nos permi- a Descartes en la tradición escolástica y han hecho comenzar
tirían comprender mejor la revolución filosófico-científica de la filosofía .,moderna» en Santo Tomás. El término «moderno»,
nuestro tiempo.
¿tiene en general algún sentido? Siempre se es moderno, en
toda época, desde el momento en que uno piensa poco más
o menos como sus contemporáneos y de forma un poco distinta
que sus maestros... Nas moderni, decia ya Roger Bacon. . ¿No
es en general vano querer establecer en la continuidad del de-
venir histórico unas divisiones cualesquiera? La discontinuidad
que con ello se introduce, ¿no es artificial y faisa?
Sin embargo, no hay que abusar del argumento de la conti-
nuidad. Los cambios imperceptibles desembocan en una diver-
siclad muy clara; de Ia s;emilla ai árbol no hay sahos; y la con-
tinuidad del espectro no hace sus colores menos diversos. Es
cierto que la historia de la evolución espiritual de la humanidad
zado ya no es el suyo, que los marcos del pensamiento metafí- velo, sino también alrededor de é1, el mundo de la Edad Media
sico y materia, acto y potencia- están para él vacíos estaba muerto, y bien muerto.
de un-forma
conteniclo vivo. Su universo es a la vez más uno y menos Pero no lo estaba en todas partes. Y no lejos de Florencia,
deternrirrado, más dinámico, más actual. El possest niega jus- en la célebre y antigua Universidad de Padua, el aristotelismo
medieval su forma averroísta- llevaba aún una existencia
tamente esta distinción que fue durante siglos la base de una artificial, -en
que se prolongarÍa, sin embargo, hasta bien entrado
concepción teísta del universo. Y además otra cosal por «mís- el siglo xvrr. Las Cuestiones peripatética.s, de Cesalpino, son un
tica» que sea su doctrina, el cardenal confiesa: no es más que buen ejemplo de esta mentalidad. Y el estudio de esta obra
una teoría, no tiene experiencia; habla de oídas, basándose en de obras análogas como las de un Cremonini- nos enseña
la experiencia de los demás. -o
bien lo poderosas que eran las resistencias que tenían que ven-
Con Nicolás Maquiavelo estamos ante otro mundo comple- cer un Descartes, un Galileo, el «pensamiento moderno», hasta
tamente distinto. La Edad Media ha muerto; más aún, es como qué punto la imagen del mundo medieval y antiguo se había so-
si nunca hubiera existido. Todos sus problemas: Dios, la salva- lidificado, «realizado» en la conciencia humana. Para Cesalpino,
ción, las relaciones del más allá con este mundo, la justicia, el la duda no existe. La verdad está por completo en la obra de
fundamento divino del poder, nada €e todo esto existe para Aristóteles. Es ahí donde conviene buscarla. Y ciertamente, se
Maquiavelo. No hay más que una sola4eafidad, la del Estado; puede a veces mejorar este o aquel detalle, corregir esta o
hay un hecho: el del poder. Y u4,fr¡obilema: ¿cómo se afirma aquella observación, fisiológica o física, pero permanece lo esen-
y ie corrr.*a el poder en el Est@ I ¡frrora bien, para resol- cial: el marco de los conceptos metafísicos, el marco de las
verlo no tenemos que preocuparnos por puntos de vista, juicios. nociones físicas, toda la máquina del mundo y toda su jerar-
de valor, consideraciones de moralidad, de bien individual, etc., quía. Desde luego, Cesalpino es muy inteligente; sus análisis,
que verdaderamente, en buena lógica, no tienen nada que ver sus comentarios, son agudos y penetrantes; sus distinciones,
con nuestro problema. ¡Qué hermoso Discurso del método hav profundas. El estudio de estas Cuestiones es provechoso incluso
implícitamente en la obra del secretario florentino! ¡Qué her- hoy. Pero ya no hay vida en é1, y el frío despego de Cesalpino,
moso tratado de lógica, pragmática, inductiva y deductiva a la que deja a otros, dice, el cuidado de buscar si lo que explica
vez, se puede sacar de esta magnífica obra!; tenemos ante nos- es conforme o no a la fe y a la verdad cristiana, siendo su papel
otros a alguien que sabe ligar la experiencia con la razÓn -al explicar a Aristóteles, es muy probablemente una máscara. Pero
contrario que F. Bacon-, y alguien que, anticipándose a los también es un signo de los tiernpos: para ponerse esta máscara
siglos, ve el caso más simple en el caso más general. Maquia- poder llevarla- había que sentir oscuramente ccmo
-y
se quiera- un cierto despego -tan
también por Aristóteles. Había
velo no aspira a una lógica nueva; simplemente, la pone en
práctica. Y, comparable con esto a Descartes, supera así los que tomar más o menos la actitud de un profesor moderno, ha-
marcos del silogismor su análisis el análisis cartesia- cer la obra de un historiador. Ahora bien, lo que vive no es
no- es constructivo, su deducción -como
es sintética. La inmoralidad objeto de historia; nada está más lejos del hombre que busca
de Maquiavelo es pura lógica. Desde el punto de vista en que la verdad viva que la actitud de un hombre que busca la verdad
se coloca, la religión y la moral no son más que factores so' «histórica». Y lo quiera o no, incluso aunque no lo quiera en ab-
ciales. Son hechos que hay que saber utilizar, con los que hay soluto, la exactitud y agtdeza de Cesalpino son ya casi las de un
que contar. Esto es todo. En un cálculo político, hay que tener erudito. La pedanteria ha sustituido al ingenio. La construcción
en cuenta todos los factores políticos: ¿qué puede hacer un es muy sólida aún; tiene una gran importancia; ya no hay vida
juicio de valor referido a la suma? ¿Desvirtuar subjetivamente en ella.
sus resultados? ¿Inducirnos a error? Muy ciertamente, pero en
absoluto modificar la suma.
Es una lógica y un método, como acabamos de decir, pero
la posibilidad misma de adoptar este despego prodigioso
y elta naturalidad sorprendente--con
esta actitud metódica, indica
y expresa el hecho de que no solamente en el alma de Maquia-
ARISTOTELISMO Y PLATONISMO Aristotelismo 1t platonismo 17
EN LA FILOSOFÍA DE LA EDAD MEDIA *
Universidades de París, Oxford y El Cairo, ¿eran realmente más
ridículos y ociosos que los que hoy djscuten? Quizá los conside-
remos así porque no los comprendemr¡s bien, es decir, porque
ya no hablam<¡s el mismo lenguaje y no vemos el alcance y
Ias implicaciones de los problenras discutidos, ni el sentido vo-
luntariamente paradójico, a menudo, de la forrna bajo Ia cual
se presentan.
Así, ¿hay algo más ridículo que preguntarse cuántos ángeles
¡rueden colocarse en el extremo de una aguja? ¿O si el intelecto
humano está situado en la Luna o en otro lugar? Sin duda. Pero
La filosofía de la Edad Media es, en cierto modo, un descubr! sóL: en tanto no se sabe o no se comprende lo que está en
jtrego. Ahora bien, lo que está en juego es saber si el espíritu,
miento recientísimo. Hasta hace rerativamente pcrcos años, toda
Ia Edad Media se representaba bajo los más só,rbrÍos .,rlo."r, si un ser o Lrn acto espiritual juicio, por ejemplo- ocupa
triste época en la que el espíritri humano, esclavizado por la o no un lugar en el espacio...-un Y esto ya no es en absoluto ri-
autoridad autoridad, del dogma y de Aristótelei_. se tlícnlcl. I-o mismo ocllrre con el intelecto humano. Pues lo que
agotaba en-doble
discusiones estériles de pioblemas imaginarios. Áún cstá en jtrego en esta curiosa doctrina de los filósofos árabes
hoy, el término «escolástica, tiene para nosotros un senticlo cs saber si el pensar¡iento r¡erdadero pensamiento-- es in-
peyorativo. divi<luai o no. Y si admiramos-el a Lichtenberg por haber afirma-
Sin duda, no l-odo es falso en este panorama. Tampoco es clo c.¡ue más l,aldria emplear una forma impersonal y no decir
cierto todo. La Edad Media ha co,ociclo una época cle barbarie pienso, sino piensa en nú; si aceptamos o por lo menos discu-
profunda,-barbarie polltica, económica e intelectual __época que timos las tesis durkheimianas sobre Ia conciencia colectiva a la
se extiende poco más o menos cescle el siglo vr hasta el xll; vez innranente y trascendente al individuo, no veo por qué
pero ha conocido también una época cxtraordinariarnente fe- --dejanclo a un lado la Luna- no tratar con todo el respeto que
c_unda, una eipoca de vida intelectual y artística cle una intensi- mcrecen la5 teorízis de Avicena o Averroes sobre la unidad del
d.ad. sin igual se extiencle clesdl el siglo xr hasta el xrv intelecto human<¡.
(inclusive)-, a-que La barbarie medieval, económica y política
que debemos, entre otral cosas, el arte gó-
-tal como
re-
_la
tico y Ia filosofía escolástica. srrlta cle los excelcntes trabajos del historiador bclga Pirenne-,
Ahora bien, la filosofía escolástica ha tenido como origen mucho menos la conquista del mundo
-lo sabemos
sido, algo muy grande. Son los escolásticos
ahora__ ha
los q,e han ller.ado romano por las tribus germánicas que la ruptura de las rela-
a cabo la educación filosófica de Europa y han iread<¡ Ia termi- ciones entre Oriente y Occidente, el mundo romano y el nrundo
nologia de la que nos servimos aún; son ellos quir:nes con su griego. Y es la misma razón --la falta de relaciones con el orien-
trabajo han permitido a occidente volver a t,nrar, o ir-rclr-rso, te helénico- la que ha producido la barbarie intelectu¿rl de
más exactamentcj, tomar contacto cr:n la obra filosófica de Ia Occidentc. Como es la reanudación de estas relaciones, es decir,
Antigüed,ad. Así, a pesar de las apariencias, hay una Ia toma de contacto con el pensamiento aritiguo, con la herencia
profunda-- continuidad entre la filosofíá medieval 'erdaclera
y la griega, la que ha producido el <lesarrollo de la filosofía medie-
-y
filos<¡fía m<¡derna- f)escartes y Malebranche, Spinoza y I-eibniz, val. Ciertamente, en la época que nos ocupa, es decir, en la
muy a menudo no hacen más que continuar la obra dá sus pre- E,cl¿rcl Media, el Oriente de Bizancio- ya no era griego.
decesores medievales. Era árabe. Por eso son los -aparte
árabes los que han sido los maestros
-. Err cuanto a lc¡s problemas ridículos y ociosos sobre los que y educadores del Occiclente latino.
discutían interminablemente los profesáres y alum,os cle ias Ile subrayado ntaestros y educadares, v no sólo y simple-
mente, tal ccrmo se ha dicho muy a menudo, intermediarios
*_Artfculo aparecido en Les Gants
tlu Ciel, vol. vr, Ottawa,
entre el mundo grieg<l y el latino. Pues si las primeras traduc-
1944,
pp. 75-107. ciones en latín de obras filosóficas y cientificas griegas fueron
f',
'¡ 18 Alexandre Koyré Aristotelismo y platoni::mo lg
hechas, no directamente del griego, sino a través del árabe, no cido" aprendÍa griego, iba a estudiar a Grecra... Se sabía griego
fue solamente porque no había ya, o no había aún, nadie en Oc_ como antiguamente en Europa se- sabía ir.ancés. No exagere-
cidente que supiera griego, sino también, y quizá sobre todo, mos, sin embargc, el gr.ado de esta djfusión. La propia aristo-
porque no había nadie capaz de comprender" libros tan dificiies cracia romana no estaba totalmente uhelenrzada», o, por lo me-
como la Física o la Metafísica, de Aristóteles, o el Almagestct, nos, excepto en círculos muy estrechos, nu leía ni a platón, ni ,.
de Tolomeo, y porque sin la ayuda de Fárábi, Avicáa o a Aristóteles, ni siquiera los manuales estoicos; en efecto, para
Averroes, los latinos no lo habrían conseguiclo nunca. y es qrie ella escribían Cicerón y Séneca.
no basta saber griego para comprender a Aristóteles o platón Ahora bien, no es esto lo que ocurre en el mundo árabe.
frecuente entre los filósofos clásicos-; hay que saber, Apenas acabada la conquista política, el mr¡ndo árabe islámico
-error
además, filosofía. Ahora bien, de esto los latinos ¡ro ñabían sa- se lanza con un ardor sorprendente a la conquista de la civili-
bido nunca gran cosa. La Antigüedad latina pagana había ig- zaci6n, de la ciencia, de lá filosofía griegas. Toclas las obras cien-
norado la filcsofía. tíficas, todas las obras filosóficas, serán, bien traducidas, bien
Es curioso constatar --e insisto en esto porque me parece (en el caso de Platón) expuestas y parafraseadas.
algo de una importancia capital y, aunque conocido, no siempre El mundo árabe se siente y se dice heredero y continuad.or
señalado- la indiferencia casi total del romano por la ciencia del mundo helénico. En lo que tiene mucha razón, pues la bri-
y la filosofía. El romano se interesa por las cosas prácticas: la llantez y rica civilización de la Edad Media árabe no es
agricultura, la arquitectura, el arte de la guerra, Ia política, el una Edad Media, sino más bien un Renacimiento- -que es, con toda
derecho, la moral. Pero si se busca en toda la literatura latina verdad, continuadora y heredera de la civilización helénica 2. Es
clásica una obra científica digna de este nonibre, Do se encon- por lo que ha podido desempeñar frente a la barbarie latina el
trará; una obra filosófica, tampoco. Encontraremos a plinio, eminente papel de educ:adora que ha tenido.
lr' es decir, un conjunto de anécdotas y comadreos de vieja; Séne- Sin duda, este florecer de la civilización árabe-islámica ha
lr
ca, es decir, la exposición concienzuda de la moral y de la física sido de muy corta duración. El mundo árabe, después de haber
estoicas, adaptadas decir, simplificadas-- al uso de ios transmitido al Occidente latino la. herencia clásica que habÍa
'ri
romanos; Cicerón, es -es
decir, ensayos filosóficos de un literato recogido, la ha perdido y repudiado.
aficionado, o Macrobio, un manual de escuela pr.imaria. Pero para explicar este hecho no es necesario invocar, como
{
! Es verdaderamente asombroso, cuando se piensa en ello, que lo hacen muy a menudo los autores alemanes incluso fran-
ceses-, una repugnancia congénita del árabe -e
,i
contrar respuestas a las críticas de Algazel (al-Gházáh), hubie- hablando, que su Dios es un Dios creador, concepción muy di-
ran sabido «islamizar" a AriStóteles... No tuvieron tiernpo. [.os fícil o quizá incluso imposible de captar por la tilosofía a.
sables tllrcos y bereberes pararon brutalnrente el movirrriento y Sabe además sobre Dios, sobre él mismo, sobre el mundo,
fue al Cccidente latino al que incumbió Ia l¿rbor de recoger la sobre su destino, muchas otras cosas que Ie enseña la reli-
herencia árabe conjuntarnente con la herencia gricgei clue los gión. Sabe, por lo menos, que las enseñá. Frente a esta ense_
árabes le habían transmitido. fianza necesita tomar partido. Necesita aclemás, frente a la
religión, justificar su acfividad "fitosófica; y, por otro laclo, ne-
ccsita, frente a la filosofía, justificar la existencia de la re-
Acabo de insjstir en la importancia y el papel de la herencia ligión s.
antigua. Ocrrrre qtre la filosof ía, por lo rnenos nuestra filosofía, Esto crea, evidentemente, una situación tensa y complicada
está vincul¿rdn por entclo a la filosofía griegat, sigue las líneas en extremo, Afortunadamente, además, pl¡es son esta tensión
trazadas por [a filos<¡fÍa grir:ga, realiza actitudes prcvistas por y esta complicación en las relaciones entre la filosofía v la re-
ésta. ligión, Ia razó, y la fe, las que han alimentado el desariollo fi-
. Sus pr<iblemas rson siempre los problemas del saber y del l<lsófico de Occidente.
ii, ser plernteadr-rs por los griegos. Siempr:e la mism¿r cxhortación Y, sin embargo, a pesar de esta situación completarnente
:fi délfica ¿r S<jcrates, fvñ0r oEauro'v, conócete a ti rnis-t¡o, respon- nueva, en el rnomerlto en que un filósofo
de a las pleguntas ¿qué soy?, ¿c1ónde esloy?, es decir, ¿qué es
--ya sea iudío, mu-
sr.rlmán o cristiano- aborda el problema centr¿rl de la rnetafí-
ser?, ¿'r1ué es el mundo? y, finalmente, ¿que1 hago? y ¿qué debo sica, el del Ser y el de la esencia del Ser, encuentra en su
hacer yo en este mundo? Dios creador el Dios-Bien de Platón, el Dios-pensamiento de
Y scgún se dé a estas preguntas una u otra resptrcsta, según Aristóteles, el Dios-Uno de Plotino.
se adopte una u olra actitud, se es platónico, arist<-rtélic<l o in-
cluso plotiniano. A trrenos qile se sea estoico o escéptico.
En la fil<¡sofia de la Ecl¿r.l Mcr1ia qtie filosolía cs-- La filosofía medieval se nos presenta la mayor parte de las
encontramos f¿icilmente l¿rs actitucles-puesto
que acallo de mencionar. vcces como si estuviera dominada completamente por la auto-
Y, sin crnbargo, sener¿rll¡rcnte heiblanlo, la situacirjn dc Ia [i- liclad de Aristóteles. Sin ducla es verdad, pero sólo para un pe-
losofía medicrval --,v, por supuesto, la del filósofo*- son l;iis- r'í<¡do cleterminado ó. Y la razón cle ello es bastante fácil cle
tante difercntes cle Ia de la fik¡sofia ¿lntigua. t:omprender.
La filosofía rnecliev¿il --aunque se tr¿ite cle la filc,st¡fía cris- primer lugar, Aristóteles fue el único filósofo grieeo cuya
- Encompleta
tiana, judía o isl¿imica-- sc sitiia, en elect<¡, dentro de un¿ rr:- obra *por lo menos tor:la la que se conocíá en la An-
iigión reve:iacia. El filósofo, salvo alguna erxcepción, espccilrl- ti¿üedad-- fue traducida al árabe y n-rás tarcle al latín. La de
mente la del averroísta, es cret'ente. Por eso, ciertos probleuats Platón no tuvo este honor, \¡ fLre, por tanto, menos conocicla.
para él están resucltos por anticipado. l)e cste modo, tal cotllr; Esto tampoco es reslrltaclr¡ de la casualiclad. l.a obra cle
dice mrry oportLlnamente Gilsotr 3, el filós«-rfrt anligtttl i:rtlecle pre- Ari,stóteles for:na una verdarlcra enciclopedia del saber hr:ma-
uuntrrrse si hav dir¡ses y cutintos hay. En l¿t Edacl Nleclia gra- rr<1. E,xcepto medicina y matemiiticas, encontrarnos en ella rie
cias a la Edacl \{eclia ocurre lo mismo en la época ntodeln¿r- -y rrrclo: lógica
-,1o cual es de una impcrrtanciil capital--, lísica,
va no se pueden plar.rtear cuesti<¡nes parecidas. Fi-rclcmos, sin lstronomízr, metafísica, ciencias naturales, psicologí;r, ética, pct-
cluda, pregnntarnos si Dios erxiste, más exactanlente, podentos litica... Nc¡ es aso¡nbroso que para la sesunda Edad Meclia clc-s-
pr('gllntarnos crimo sc puede dcm<¡strar stt existenci¡. Pr:rcl l¿t lrrinbracla y aplastada por esta masa de saber, subyugacla por
plrrraliclacl cie dioses ya no tiene ningírn setrtido: todo el rnun-
do sabc' que Dios *-erista o no--- sólo pueclc ser írnico. Ade-
más, lrientras quc Pr,atón o Aristóteles r¡e forman librenrcntc su a Por eso es negada por aquellos filósr¡fos medievales que han man-
concepción de Dios, el filósofo rnediev¿il sabe, generalnlenle t.r¡irlo fidelísimamente la exigencia por la filos<-rfía de la suDrcmacía v l¿t
,rrrlocracia, es decir, por los averroístas.
s (lf. Leo Strauss, Phile»opltic untl Ge.setz, BerlÍn, 193_s.
r Cf. E. Gilson, L'esprit dc la philosophie núclié¡tale, 2 6 Grosso nxtdo, a pzrrtir de la seguncla nritacl del siglo xrrr.
22 .qt)*onar" Koyré Aristotelismo y platonismo 23
esta inteligencia verdaderamente fuera de lo común, Aristóteles
se convirtiera en el representante de la verdad, la cima y p".- totélico cristiano, Santo Tr¡más, y el mayor platónico, San
fección de la naturaleza hurnana, er príncipe tii iotor cii íoirr, Bucnaventura, son exactamente contemporáneos.
como dirá Dante. Ei príncipe de loi que saben. y, sobre todo, Acabo de decir que la Edad Media conocía a platón sobre
de los que enseñan. pues Aristóteles, aáemás, .s .r.ru gurrju pu.u todo de segunda mano. Sobre tcdo..., pero no únicamente. pues
el profesor. Aristóteles enseña y se enseña; 'se discuie si el Menón y el Fedón, traducidos a lo largrc del siglo xrr, per-
menta.
/,á ""- manecieron casi desconocidos, en cambio, el Timeo, traducido y
Por eso no es extraño que, una vez introducido en las escue- provisto de un largo comentario por Calcidio (en el siglo rv)
las, arraigara. en ellas inmediatamente en cuanto cstaba en todas las manos.
-además,
autor de,la lógica, estaba en ellas ya clesde siempre_ y que El Timeo es la historia si se prefiere, el mito- de la
ninguna tuerza humana haya podid-o expulsarlo de ellai. ias -o, en
creación del mundo. Platón cuenta él cómo el Demiurgo, o el
prohibiciones, las condenas, fuéron letra muerta. No se podía Dios supremo, después de haber formado en un cráter una
quitar Aristóteles a los profesores sin darles otra cosa á, ,, tnezcla de lo Mismo y de lo Otro que quiere decir, en
lugar. Ahora bien, hasta Descartes no había nada, absolutaÁen- -lo
cste caso, de lo permanente y lo carnbiante- forma con ello
te nada, que darles. cl Alma del Mundo, que perdura y es móvil a la vez, los dos
ti Platón, en cambio, se enseña mal. La forma dialogada no cÍrculos de lo Mismo y de lo Otro (es decir, los círculos del
es una forma escolar. Su pensamiento es sinuoso, Alficl ae 7.ctdíaco y de la Eclíptica) que, por sus revoluciones circulares,
captar y a menudo presupone un saber científico considera- tlcterminan los movimientos del mundo sublunar. Los dioses in-
!1" y, por tanto, bastante poco extendido. por eso, sin duda, fcriores, los dioses astrales, Ias almas, se forman con lo que
desde el final de la Antigüedad clásica, platón ya no se estudia queda. A continuación, cortando en el espacio pequeños trián-
excepto en la academia. Donde, además, es menos estudiado que
gulos, Dios forma con ellos cuerpos elementales, y de estos
interpretado. Es decir, transformado.
clcmentos, los cuerpos reales, las plantas, los animales, el hom-
Por todas partes, el manual sustituye al texto. El manual
bre, siendo ayudado en su trabajo por los dioses inferiores.
nuestros manuales- bastante ecléctico, sincretista, ins_
-como
pirado sobre todo en el estoicismo y el neoplatonismo. por Curiosa mezcla de cosmogonía mística y de mecánica celeste,
eso en la tradición histórica, platón aparece de alguna manera tlc teología y de física matemática... La obra tuvo una fama
neoplatonizado. No solamente entre los árabes, qué muy a me- <'onsiderable; las bibliotecas europeas están llenas de manus-
nudo le confunden con Plotino, sino también enire los latinos critos y de comentarios inéditos del Timeot. Inspiró la ense-
e incluso entre los griegos que le ven a través de los comen- í'i¿rnza de la Escuela de Chartres, poemas, enciclopedias medie-
tarios o los manuales neoplatónicos. Lo mismo ocurre, por otro v^les, obras de arte. Sin duda, la noción de dioses inferiores era
lado, en lo que concierne a Aristóteles. chocante, pero bastaba con sustituirlos por ángeles para hacer
Y, sin embargo, a través de los escritos neoplatónicos, a tra- cl Timeo aceptable.
vés de Cicerón, Boecio, Ibn Gabirol (Avencebrol) y sobre todo En Oriente, la fama del Timeo fue tan grande como lo fue
y ante toclo a través de la obra grandiosa y magnífica de San cn Occidente. Inspiró notablemente, tal como 1o ha mostrado
Agustín, subsisten ciertos temas, ciertas doctrinás, ciertas ac- rt'cientemente Kraus e, una buena parte de la alquimia árabe.
titudes, las cuales, sin duda, traspuestas y transformadas por Así, por ejemplo, la doctrina de la transformación de los meta-
el marco religioso en el que se insertan, persisten y nos permi- les de Yabir nosotros llamamos Geber- está fundada
ten hablar de un platonismo medieval. E incluso-afirmár que Ir¡da ella en el -que
atomismo matemático del Timeo. Los alquimistas
este platonismo que ha inspirado el pensamiento medieval la- st: afanan por calcular los pesos específicos de los metales ba-
tino en los siglos xr y xrr no ha desaparecido con la llegada s¡'rndose en consideraciones visiblemente inspiradas en la obra
triunfal de Aristóteles a las escuelas ?. En efecto, el mayor áris-
-r Cf. R. Klibansky , The
.1,,19. continuity of the Platonic tradition, Londres,
? El contenido platonizantc de las doctrinas se disimula a veces e
nosotros-- ccn el r<:vestirr¡ierto de una terminología aristotelizante.-para Cf. Paul Kraus, Jábir et les origines de l'alchimie arabe, El Cairo
(MC¡¡roires de I'Institut d'Egypte), 1942.
24
Alexandre Koyré 4ri.sIotelisnta t platortis»to 25
de Platón._ Con poco
éxito, seguramente. pero no era culpa (-'ul-ir¡sa utilizaciór:r de la doctrina de Platón en favor dc: Ia
. suya. La idea era buena. Nos dámos cuenta <ie ello hoy.
;rutocracia del colnendador de los-creyentes. Pero, lo que es
El Timeo no c<¡ntiene, sin duda, todo el ptaio.rism<r. presen_
ta, sin emba,go, argu'ai á" r* doctrinas'funcramentares; la ¡ruis curioso aún, la utilización teológic<_r-política del plat<inismo
de las ldeas_Formas sobre todo, así comc¡ la ;r.i;; lro sc detiene ahí: la profetología de A',-icena va a ser utilizada
''i, paración del mundo sensibre y der mundo interigibre: ;;'i; ; :r su vez ; .1ra apolar las pretensiones del papado a la teocra-
1., .l Demiurgo construye nuestrb mundo inspiránjose en
e, etecto, , i;r trnir.erqal; y el inonje franciscano Roger Bacon va a copiar
' etcrnos. Al mismo tiempo, e, Timeo <-,frece un intento
moderos; lr'íamente a Avicena aplicando cr:n toda tranqtrilidacl zrl papa l<r
de so-
lución *por ra acción diui.ra- der problema áe-ras reraci<¡nes r¡rrc aquél nos dice del Imán. Esto, sin embargo, quccla corn<r
entre las ideas y Ia rearidad sensibré. Es comprlnsibre clue r:rso aislad<¡ .v ladc¡ del derrechr¡ ronrano y <Ie Cicerón- es
Alistóteles quien -aleduca
filósofos rnedievales.-luyun visto en él una <loctrina muy ros polítican-rente a Europa.
acep- l-a utilización de la Re.pública, de Platón, por los ¡rensadorcs
table y muy compatible con la nocjón de Dios-Cread.o..
ée prie_ ¡r<rlÍticr:s del Islam, y la de la Políticu, de Aristóteles, por los
de decir incr,so a la inversa que Ia noción de Dios-creador
.nriquece y se precisa, gracias Ál Tior"o, con la de un plan se ,1,' [,¡¡¡sp., es un hecho extrernadamente curios<l y lleno de
iil, preconpebido por él deide tocta la eternidad. ideal ,,,n¡;ccuencias importantes; examinarlo nos llel,aría demasiado
r El m.ndo ár'abe Ir'iosrr. Además, no me he propuesto examinar aquÍ cl aris-
conocerro muy bien- cc¡noció, de to- tolgli5lr. y el platonismo como doctrinas políticas, sino cot¡c¡
dos rnodos, a platón-sin mucho mejor de lo que pudieron cono_
li, cerlo los latinos. conocía en particular la ctoctrina política. ,ral rlr¡r'trinas o actitudes rnetafísicas y morales.
iii como lo ha mostrado bien straussr', clescle al-Farábi, er peor I-a atracción ejercida por el platonismo --o el neoplatonis-
co.ocido, p_ero quizá erl mejor fitósofo del Islam, la docfrina rrro -- sobte un pensamiento religioso, es evidente. ¿.Cómo ncl
r( ( ()nocer', en efecto, la inspiración profundamente religiosa
rii' ryolítica de Piatón ocupa un rugar importante en er pensamiento rlt'I'letón? ¿Cómo no ver en su Dios que nec lallit nec faltitur,
árabe.
La- doctrina política <Je pratón curmina, es bien sabiclo, en
',r¡ [)ios qlre es el mismo Bien trascendente, es decir, el De-
ii' a doble .idea de la ciudad ideal y clel Jefe ideal <le la ciurtad, rnrrrgo que fclrma el Universo para el bien y que, a decir ver-
,l' el rey-filósofo que contenrpla la iclea clel Bien, Ias esencias eter- ,l,,tl, no crea rnás que el bien; cómo no ver err él algo análogo
, nas del mundo inteligibre y hace reinar ia ley ctel Bien en la ,¡l l)ios de las religiones de la Biblia? El tema del alma natural-
I ciudad. En la transpósición farabiana, ra ciuáad icrear se con- nrcnte cristiana islámica--, tema constante entre los pensa-
,l()r'cs L1e la Edad-o Media, ¿puede encontrar una pmetra más bella
vierte en la_ ciuclad der Isram; el lugar crel rey iir¿sofo es ocu-
pado por el profeta. Esto está ya bastante .íu.o r¡ut: cl e.jemplo de Platón?
al-Fárábi. Iin cuanto a Plotino, ¿cómo un alma mística podría dejar
Está, si es posible, toclavía mái claro en Avicena,"r,quien des-
cribe al profeta Jmán- como el rey firósofá , er potí- rlt'tratar de identificar al Dios trascendente de la religión con
-o alfalta
ticct de Platón. Nada en ér, ni siquiera er mito de ra ca-
r'l Ifno, trascendente al Ser y al Pensamiento, del último de los
verna a donde regresa el vidente. El profeta, el rey-filósofo ¡,urndes fikisofos griegos? Por ello, todos los misticismos, desde
t'l momento en que se hacen especulativos, desde el momento
-y ahíeseseldonde-
sofo-
está su superioridad r:especto al simple filó-
h<¡mbre de acciirn, qrle sabe --de lo cual nó ,rs .a-
('r¡ (lrle quieren pensarse y no sólo vivirse, se vuelven natural-
paz el si.rple filósofo- traducir Ia intuición intelectual en rn('nl.e e incluso inevitablemente hacia Plotino.
términos de irnaginación y cte mito, en térrninos accesibles a ra F'ue mediante la lectura de Iibros platónicos como San Agrrs-
mayoría de los mortales. El profeta _el rey fiiósofo_ es, pues, lin fue llevado hasta Dios" Fue en estos libros, tal como nos lo
el legislador de Ia ciuclacr; el filósofo ,o ruúe más que interpre- cr¡rrnta él rnismo en páginas inolvidables, donde su aln:a ator-
lar la ley del profeta y de:;cubrir. su senticio filosóiico; es ésto ¡¡rt'lrtada e inquieta, conmovidá'opor el espectáculo dei n'ral rei-
lo, q,e cxplica en úrtir,o término, Ia concordancia dcl pensa- n;rr)te en el rrrundo hasta el punto de admitir Ia existencia dc
r¡rr l)ic.¡s del mal, de un dios malvaclc¡ al ladc¡ de un Dios buen<-r,
miento filosófico y de la ley... bien comprendida.
t0 op. cit. rr Cf. G. de Lagarde, l,a naissance de l'esprit ltique att dé¡,lin du Mo-
vrtt Age, 2 vc¡ls.. Saint-Pa.ul-Trois-Cháteaux. 1934.
26 Ale"randre Koyré. Aristotelismo y platonismo 27
aprendió qlre no hay más que un solo Dios. Fueron los platóni- unimam scire cupio, suspira San Agustín, Dios y el alma, pues
cos los que enseñaron a San Agustín que Dios es el mismo Bien no se puede conocer lo uno sin congcer lo otro; noverim me,
creador, fuente inagotable de perfección y de belleza. El Dios noverim fe, ... pues es ésa una noción de una importancia
de los platónicos mismo según San Agustín que el de la capital decisiva- para-y el platónico medieval, inter Deum et
religión cristiana--el
es el bien que, sin saberlo, buscó siempre animam nu,lla est interposita natura; el alma humana es lite
su corazón angustiado: el bien del alma, el único bien eterno ralmente una imagen, una semejanza de Dios. Es ésta justa-
e inmutable, el único que vale la pena de ser perseguido. rnente la razón de que no se pueda conocer por completo 12.
Se comprende que un alma de tal clase no esté, propiamen-
"¿Qué es todo aquello que no es eterno?», repite San Agus-
tín, y el eco de sus palabras no será nunca olvidado en Oici- te hablando, unida al cuerpo. No forma con él una r¡nidad indi-
dente. Quince siglos más tarde, otro pensador, violentamente soluble y esencial. Sin duda, está en el cuerpo. Pero está en él
antibíblico, Spinoza, nos hablará todavía de Dios, único bien «como el piloto está en el navío»: lo gobierna y lo guía, pero en
cuya posesión llena el alma de felicidad eterna e inmutable. su ser no depende de é1.
El qlma: he aquí la palabra clave de los platónicos, y toda Lo mismo ocurre en lo que concierne al hombre. Pues el
filosofía platoniana está siempre finalmente centrada en el hombre, para el platónico medieval, no es nada más que un
alma. Inversamente, toda filosofía centrada en el alma es siem- onima immortalis mortali utens corpore, rttt alma que posee un
pre una filosofía platónica. cuerpo. Lo usa, pero en ella misma es independiente de él y
El platónico medieval está, en cierto modo, deslumbrado por rnás molestada y trabada que ayudada por él en su acción. En
su alma, por el hecho de tener una, o más exactamente, por el cfecto, solamente el alma está dotada de la actividad propia
hecho de ser un alma. Y cuando, siguiendo el precepto socráti- rlcl hombre, el pensamiento, la voluntad. Hasta tal punto que
co, el platónico medieval busca el conocimiento de sí mismo, ¡rara el platónico no habría que decir: el hombre piensa, sino
lo que busca es el conocimiento de su alma, y es en el,conoci- t:l alma piensa y percibe la verdad. Ahora bien, para esto el
miento de su alma donde encuentra su felicidad. crrerpo no le sirve de nada. Muy al contrario, se interpone como
El alma para el platónico medieval es algo hasta tal punto una pantalla entre ella y la verdad 13.
más elevado y perfecto que el resto del mundo que, a decir
verdad, con este resto no tiene nada en común. Por eso no es El alma no necesita del cuerpo para conocer y conocerse
hacia el mundo y su estudio hacia donde debe volverse el fi- ;r sí misma. Ella se comprende inmediata y directamente. Sin
lósofo, sino hacia el alma. Pues es ahí, en el interior del alma, rluda no se conoce plena y enteramente en su esencia. Sin em-
donde habita la verdad. bargo, su existencia, su ser propio, es lo más seguro y más
Entra en tu alma, en tu fuero interno, nos ordena San eicrto que hay para ella en el mundo. Esto es algo que no
Agustín. Y son poco más o menos los mismos términos que en- ¡ruede f,onerré * duda. La certeza del alma para sí mismafl
contramos en el siglo xr bajo la pluma de San Anselmo, como t'l conocimiento directo del alma por sí misma, son rasgos muy
dos siglos después bajo la de San Buenaventura. irnportantes y muy platónicos. Así, si nos encontramos algún
La verdad habita en el interior del alma reconoce la rlía frente a un filósofo que nos explica que un hombre des-
enseñanza de Platón-; pero la verdad para -se el platónico me- ¡rrovisto y privado de toda sensación interna y externa se co
dieval es Dios mismo, verdad eterna y fuente de toda verdad, noce a pesar de todo en su ser, en su existencia, no dudemos;
sol y luz del mundo inteligible: un texto, una imagen platónica incluso si nos dice lo contrario, ese filósofo es un platónico ra.
que se repiten constantemente en la filosofía medieval y que
permiten sin duda alguna revelar el espíritu y la inspiración 12 El alma se conoce directa e inmediatamente; capta su ser, pero no
de Platón. rrr esencia. El alma no posee la idea de si misma, pues su idea es Dios,
La verdad es Dios; es, pues, Dios mismo quien habita en rr«rs explicará Malebranche.
13 Por eso, el alma desencarnada encuentra de nuevo la plenitud de
nuestra alma, más cerca del alma de lo que lo eitamos nosotros
mismos. Por eso se comprende el deseo del platónico medieval r¡¡s facultades. Forzando un poco los términos, se podría decir que el
,rlrna está encerrada en su cuerpo como en una prisión. En sí misma,
de conocer su alma, pues conocer su alma en el sentido pleno es casi un ángel.
y completo del término es ya casi conocer a Dios. Deum et l1 Se reconoce, sin duda, a Aücena.
28 Alexandre Koyré Aristotelismo y platonismo 29
Pero esto no es todo. El alma para el platónico no se limita lejana y muy imperfecta, refleja algo del esplendor y la gloria
a conocerse a sí misma. Pues conociéndose a sí misma, por de Dios; en la medida misma en que es un símbolo. Concebir
poco que sea, conoce también a Dios, puesto que es su imagen a Dios como creador del mundo material, efímero y finito,
por imperfecta y lejana que sea, y, en la luz divina qrrJ tu para el platónico es concebirlo de una manera muy pobre, de-
inunda, conoce todo lo demás. por lo menos todo lo que pueda masiado pobre.
ser conocido por ella y que valga la pena de ser conócidá. No, una demostración digna de ese nombre debe fundarse
L1 ly divina que ilumina a todo hombre que viene al cn realidades mucho más profundas, más ricas y sólidas, es de-
mundo, luz de verdad que emana del Dios-verdad, Jol inteligible cir, en la realidad del alma; o en la de las ideas. Y como las
del mundo de las ideas, imprime al alma el reflejo de las iáeas ideas o sus reflejos se encuentran en el alma, se puede decir
etemas, ideas de Platón convertidas en ideas de Dios, ideas se- que para el platónico medieval, el ltinerarium mentis in Deum
gún las cuales Dios ha creado el mundo; ideas que son los ar- ¡rasa siempre por el alma.
quetipos, los modelos, los ejemplares eternos de las cosas cam_ Una prueba platónica es la prueba por los grados de per-
biantes y fugitivas de aquí abajo. fección, prueba que, del hecho de que existan esos grados, de-
Por ello no es estudiando estas cosas duce la existencia de la perfección suprema e infinita, medida
-los objetos
do sensible- como reconoce el alma la verd.ad.
del mun-
La verdad de las v origen de la perfección parcial y finita.
cosas sensibles no está en ella: está en la conformidad de ésta Una prueba platónica es la prueba que ya he mencionado
con las esencias eternas, con las ideas eternas de Dios. Son por la idea de la verdad, prueba que, de la existencia de verda-
éstas las que constituyen el legítimo objeto del verdadero dcs fragmentarias, particulares y parciales, deduce la de una
saber: estas ideas son la idea de la perfección, la idea del vcrdad absoluta y suprema, una verdad infinita.
número; es hacia ellas hacia donde debe dirigirse el pensamien- Perfección absoluta, verdad absoluta, ser absoluto: para el
to apartándose del mundo que se ofrece a nuestros sentidos (el platónico es asÍ como se concibe al Dios infinito.
platónico se dirige siempre hacia las matemáticas, y el conoci- Además, nos enseña San Buenaventura, no necesitamos dete-
miento matemático es siempre para él el propio modelo del nernos en estas pruebas «por grados»: lo finito, lo imperfecto,
{l
r[,
saber). A menos que perciba en la belleza de eite mundo sen- lo relativo, implican directamente (en el orden del pensamien-
sible la huella, el vestigio, el símbolo de Ia belleza sobrenatural to como en el del ser) lo absoluto, lo perfecto, lo infinito. Esta
de Dios. cs justamente la razón de que, por finitos que seamos, podemos
t'oncebir a Dios, y, como nos lo ha enseñado San Anselmo, de-
rr)ostrar la existencia de Dios a partir de su idea misma: basta
Ahora bien, si es alrededor del alma, imagen divina, dond.e inspeccionar en cierto modo la idea de Dios que encontramos
se organiza la concepción epistemológica ¡r melafísica del pla- cn nuestra alma, para ver inmediatamente que Dios, perfección
tonismo medieval, esta concepción se esgrimirá en todos los lbsoluta y suprema, no puede no ser. Su ser, e incluso su ser ne-
pasos del pensamiento. Por eso las pruebas de la existencia ccsario, está en cierto modo incluido en su perfección, que no
de Dios, problema central de la metafisica medieval, tienen en ¡ruede ser pensada como no existente.
este pensamiento un sesgo extremadamente car.acterístico. Concluyamos, pues: la primacía del alma, la doctrina de las
El filósofo utilizará, sin duda, la prueba que afirma la exis- irlcas, el iluminismo que soporta e intensifica el innatismo de
tencia del Creador partiendo de la criatura o, la que del orden, l'latón, el mundo sensible concebido como un pálido reflejo
de la finalidad reinante en el mundo, deduce la existencia de rlc la realidad de las ideas, el apriorismo e incluso el mate-
un ordenador supremo. En otros términos, las pruebas que se ruatismo: he ahí un conjunto de rasgos que caracterizan al
basan en los principios de causalidad y de finalidad. ¡tlatonismo medieval.
Pero estas pruebas no dicen gran cosa al espíritu del pla-
tónico medieval. Una buena demostración debe ser construida
de un modo muy distinto. No debe partir del mundo material Volvamos ahora hacia el aristotelismo.
y sensible: para el platónico, en efecto, éste existe apenas, no Ya he dicho que el platonismo de la Edad Media, el de un
existe más que en la débil medida en que, de una manera muy San Agustín, un Roger Bacon o un San Buenaventura, no era,
30 Alexandre Koyré Aristotelismo y platonismo 3r
ni con mucho, el platonismo de Platón. Del mismo modo, el dades de la religión revelada ró e incluso a la concepción fun-
aristotelismo, incluso el de un Averroes y, a fortiori, el de un damental del Dios-creador. Por ello se comprende muy bien que
Avicena, o por no hablar más que de filósofos de la Edad Me- la autoridad o que la ortodoxia regiliosa haya condenado a Aris-
dia occidental, el aristotelismo de San Alberto Magno, de Santo tóteles por todas partes. Y que los filósofos de la Edad Media se
Tomás o de Siger de Brabante, no era tampoco el de Aristó- hayan visto obligados a interpretarlo, es decir, a repensarlo en
teles. un sentido nuevo, compatible con el dogma religioso. Esfuerzo
que no triunfó más que parcialmente con Avicena 17, pero que
Esto, además, es normal. Las doctrinas cambian y se modi- triunfó brillantemente con Santo Tomás: asl, Aristóteles, cris-
fican a lo largo de su existencia histórica: todo lo que vive tianizado en cierto modo por Santo Tomás, llegó a ser la base
está sometido al tiempo y al cambio. Solamente las cosas muer- de la enseñanza en Occidente.
tas y desaparecidas permanecen inmutablemente iguales. El aris-
Pero volvamos a la actitud espiritual del aristotelismo: ya
totelismo medieval no podía ser el de Aristóteles, aunque no he dicho que está empujado por el deseo del saber científico,
fuera más que porque vivía en un mundo diferente, en un mun- por la pasión del estudio. Pero no es su alma, es el mundo lo
do en el que, tal como he dicho anteriormente, se sabía que no que estudia: física, ciencias naturales... Pues el mundo, para el
había y que no podía haber más que un solo Dios. aristotélico, no es el reflejo apenas consistente de la perfección
Los escritos aristotélicos llegan a Occidente, primero por divina, libro simbólico en el que se puede descifrar incluso
España, en traducciones hechas del árabe, luego en versiones ¿r duras penas- la gloria de lo eterno; el mundo se ha -esolidifica-
hechas directamente del griego en el curso del siglo xrrr. eui- do en cierto modo. Es un «mundo», vna naturaleza, o trn con-
zás incluso hacia el final del siglo xrr. junto jerarquizado y bien ordenado de naturaleeas, conjunto
Ya en 1210, en efecto, la autoridad eclesiástica prohíbe la rnuy estable y muy firme, que posee un ser propio; que lo
Iectura --es decir, el estudio- de la física de Aristóteles. prue- posee incluso como propio. Sin duda, para un aristotélico me-
ba cierta de que era conocida desde un tiempo lo suficiente- dieval, este ser es derivado de Dios, causado por Dios e in-
mente largo ya pafa que los efectos nefastos de su enseñanza cluso creado por Dios; pero este ser que Dios le confiere, una
se hicieran sentir. vcz recibido, el mundo, la naturaleza, la criatura lo posee. Y
(:s suyo, ya no es de Dios.
La prohibición fue papel mojado: la difusión de Aristóteles
Sin duda, este mundo seres de este mundo- es
va a la par con la de las escuelas, o más exactamente, con la
de las universidades. rnóvil y cambiante, sometido -y los
al devenir, al transcurso del
Esto nos revela un hecho importante: el medio en el que licmpo: sin duda se opone por eso mismo al ser inmutable
y supratemporal de Dios; pero por móvil y temporal que sea,
se propaga el aristotelismo no es el mismo que aquel que ab-
sorbía las doctrinas platónicas del agustinismo medieval; y Ia
rl mundo no es ya efímero y su movilidad no excluye de nin-
atracción que ejerce no es la misma tarnpoco 15. ¡lrin modo la permanencia. Bien al contrario, se podría decir
(luc para el aristotélico, cuanto más cambia, más es lo mismo,
El aristotelismd, como he dicho antes, se propaga en las uni-
¡rrrt:s si los individuos cambian, aparecen y desaparecen en el
versidades. Se dirige a gentes ávidas de saber. Es ciencia antes rrrrrrrdo, el mundo no cambia: las naturalezas permanecen las
de ser otra cosa, antes incluso de ser filosofía, y es por su va- r¡rismas. Es incluso por esto por lo que son naturaleza.s. Y es
lor propio de saber científico, y no por su parentesco con una l,r)r esto por lo que la verdad de las cosas está en ellas.
actitud religiosa, por lo que se impone. lil espíritu del aristotélico no está, como el del platónico
Muy al contrario: el aristotelismo aparece al principio como rrrcdieval, vuelto espontáneamente hacia sí mismo, está natural-
incompatible con la actitud espiritual del buen cristiano y del
buen musulmán; y las doctrinas que enseña
-la eternidad del El aristotelismo, a decir verdad, es incompatible con la noción
¡ó mis-
mundo, entre otras- parecen netamente contrarias a las ver- rrru rlc religión revelada.
tr posible, además, que Ia verdadera doctrina de Avicena, esotérica
F-s
v , r¡icladosamente ocultada al vulgo ---ocurre lo mismo en lo que con-
t5 Cf. G. Robert, Les écoles et I'enseiL.lement de la théotogie pendant ' i' r nc a al-Fárábi- sea tan irreligiosa, e incluso antirreligiosa, como la de
la premiere moitié du XIIe siécle, 2.. ed,, Ottawa-París, 1933. A vr.r ¡ <¡es.
32 Alexandre Koyré Aristotelismo y platonismo 33
mente fijado en las cosas. Asl, son las cosas, la existencia de mado y transformado en este punto (como en otros) el aris-
las cosas qy9 hay de más seguro para é1. El acto primero y totelismo de Aristóteles-, creando conrpletamente una es-
-1"
propio del.espíritu humano no es la pércepción de sí mismo, sino pecie nueva de formas sustanciales'que pueden prescindir ,,de
la percepción de los objetos naturales, sillas, mesas, otros hom- la materia, pudo Santo Tomás conformarse a la verdad de la
bres. Sólo por un giro, una contorsión o un razonamiento llega religión.
a captarse o a conocerse a sÍ mismo.
El aristotélico tiene, sin duda, un alma; pero él no es urt
alma. Es un hombre. Pero volvamos al hombre y a sus actos. EI hombre, lo he-
- Srí a laespregunta
decir,
socrática, a la pregunta ¿qué soy?, es
el hombre?, dará una réspuest. *uy distinta a
rrros visto, es por su naturaleía un ser mixto, un compuesto de
¿qué alma y cuerpo. Ahora bien, todos los actos de un ser deben ser
la que da el platónico. El hombre no es un alma encerrada en conformes a la naturaleza. El acto propio del hombre, el pensa-
el cuerpo, alma inmortal en un cuerpo mortal: ésa es una miento, el reconocimiento, no puede, pues, no comprometer toda
concepción que, según el aristotelismo, rompe la unidad del su naturaleza, es decir, su cuerpo y su alma a la yez. Por esto
ser humano; el hombre es un animal rationali mortale, un ani- no sólo el pensamiento humano se nos revelará como algo que
mal racional y mortal. t:c,¡mienza por la percepción de las cosas materiales y, por tanto,
Dicho de otro modo, el hombre no es algo extraño _en ¡'ror la percepción sensible, sino que este elemento formará de
cuanto alma- infinitamente superior al mundo; es wa na.tu_ ól un momento necesario e integrante.
ralezo entre otras naturalezas, una naturaleza qlue, en la jerar_ Para el aristotelismo, el dominio de Io sensible es el domi-
quía del mundo, ocupa un lugar propio. Un lugar, sin áuda, nio propio del conocimiento humano. Sin sensación no hay
bastante elevado, pero que se encuentra en el mundo, ciencia. Sin duda, el hombre no se limita a sentir: elabora la
Tanto como se centra la filosofía del platónico en la no- sensación. Se acuerda, imagina y, por estos medios, se libera
ción de alma se centra la del aristotélico en la de naturalezct. cle la necesidad de la presencia efectiva de la cosa percibida.
Ahora bien, la naturaleza humana comprende el cuerpo tanto Después, en un grado superior, su intelecto abstrae la forma
como el alma; es la unidad de los dos. Así, los actos humanos cle la cosa percibida de la materia a la que está naturalmente
son todos, o casi todos, actos mixtos, y en todos, o casi todos ligada, y es esta facultad de abstracción, la capacidad de pensar
luego sobre la excepción- el cuerpo interviene como ¡bstractamente, la que permite al hombre hacer ciencia, y le
-volveré
un factor integrante, indispensable y necesario. privado de su «listingue de los animales. El pensamiento abstracto de la cien-
cuerpo el hombre no sería ya hombre, pero tampoco serÍa cia está muy lejos de la sensación. Pero la unión subsiste
ángel. Reducido a no ser más que un alma, sería un ser in-
(Nihil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu...). Por eso,
completo e imperfecto. El no haberlo comprendido es el error krs seres espirituales son inaccesibles al pensamiento humano,
del platónico. :rl menos directamente, y no pueden ser alcanzados por él
rnás que por el razonamiento. Esto es válido para todos los
Además, ¿qué es el alma? Según una definición célebre, es scres espirituales, incluyendo el alma humana.
17
lorma del cuerpo organizado que tiene la vid.a en potencia; Así, mientras el alma platónica se captaba ella misma inme-
definición que expresa admirablemente la correlaciól esencial rliata y directamente, el alma aristotélica llega a conocerse so-
entre la forma, el alma y la materia, el cuerpo, en el compues- l¿rmente por el razonamiento; por una especie de razonamiento
to humano. Por eso, si nada es más fácil para un platónico q.,. causal del efecto a la causa, del acto al agente. Y, del mismo
demostrar la inmortalidad del alma, hasta tal punto es, deide nrodo que el alma agustiniana de Dios- tenía, o en-
el principio, concebida como algo completo y perfecto 18, nada -imagen
r'«rntraba en ella algo que le permitía concebir a Dios, formarse
es más difícil para un aristotélico. y sólo haciéndose infiel al r¡na idea imperfecta y lejana, sin duda, pero una idea
espíritu del aristotelismo histórico si se prefiere, refor_ -muy de Dios, su arquetipo y su original, esta vía
rlc todos modos-
-o, cstá completamente cerrada para el aristotélico. Solamente por
t8 con el fin de conferirre er carácter de sustancialidad, el platónico t'l razonamiento causal puede llegar a Dios, probar y demostrar
medieval llega a dotarla de t¡¡a materia espiritual. srr existencia.
34
Alexandre Koyré Arist otelismo y platonismo 35
Por ello, todas las pruebas de la existencia de
fundadas en consideraiiones cuurat"., y parten Dios están Sin duda volvemos a encontrar en el aristotélico las prue-
todas de la
existencia de las cosas der mundo exterior'. s" práriu-i""r,r.o lras por los grados de perfección y del ser... Pero aun en eso,
ir. más lejos; probando la existencia áe Dios, rnientras que el platónico saltaba eh cierto modo de lo rela-
-*""á"
adquiere su noción. para el platónico, io t.-á. "l u.irtát?li"o t ivo a lo absoluto, de Io finito a lo infinito, el aristotélico pro-
do. Es para esto además.para lo que está hecha. Basta y nos viene de
mente para probar,, con la ayuda áe .azonamientos igual_ laí riraOrjs), está separado (lopuotós) fuera
como" ros (0úpa0ev)'
que acabamos de esbozar, h áxistencia de un Generaciones de comentadores han enarbolado este texto
Dios No
basta. para permitirnos formarnos una idea "."uAo..
Una idea que haría válidos
verdadera de é1. ¡rroponiendo las interpretaciones más diversas y más inverosí-
nosotros_ los argumentos rniles. En líneas generales no hay más que dos soluciones posi'
del platónico. -para bles: la de Alejandro de Afrodisia, que adop-
De este modo, la prueba por la idea _la prueba
anselmia_ tarán los árabes, y la de Temistio, que
-modificándola-
y acabán'
na-. sería. buena para un ángel, es decir, pá.u ;;;."- dola- adoptará Santo Tomás. -elaborándola
mente espiritual, un. ser que poseyera esta idea "" de Dios que
presupone San Anselmo. para nosotros, que Vamos a examinar brevemente estas dos soluciones, pero
no vale nada.
no la poseemos, lntes precisemos lo que es el «intelecto agente» ¿.
Fstá claro que se trata siempre de lo mismo, la misma idea Es indiscutible que en nuestro pensamiento hay un elemen-
central: naturaleza humana, pensamiento humaáo, y ,i to activo y un aspecto pasivo. Aristóteles distingue, por tanto,
ra la moral, se trataría de conducta humana... Natúraleza, cn nosotros dos intelectos: intelecto agente e intelecto paciente.
"r1üiu-
samiento, conducta d:. ser compuesto, de un ser
pen_ Ill primero es el del maestro; el segundo, el del alumno. El pri-
"T
está.-íntim_a.y casi indiso_lublementá --'
""yu'ui*u rrlero es el que enseña; el segundo, el que aprende. El primero,
ligada u ,, ..r".pál--
Ahc¡ra bien, cosa curiosa, hay un -pr.rrrto en el qüe el aris- cl que da; el segundo, el que recibe.
totelismo termina por romper lá uniáad de la naturaleza hu_ Aristóteles, al contrario que Platón, que enseña que no se
mana, un punto en el que es el aristotélico infiel a su maestro, ¡ruede aprender nada que no se sepa ya, estima que sólo se
San19 Tomás, quien, contra éste, restablece la unidad. ¡ruede saber lo que se ha aprendido. Y también que no se
El aristotélico tiene un respeto profundo por el pensamien- puede aprender algo más que si hay alguien que lo ha apren-
i,li to. Por el verdadero. pensamiento, por supreito. Lo explica de rlido antes que nosotros, que lo sabe y que nos transmite
otro modo que platón; nos lo m,r.jt.u el,aborándos* p!"á.u
li
decir, constata, sin embargo, que en un cierto momento, .a, ,r, tcles se ve obligado a recurrir a una comparación, o mejor dicho, a una
cierto grado, lo sensible éstá totalmente superado. EI pensa_ ;rnalogía: la aprehensión de la verdad por el intelecto es algo análogo a
la percepción sensible, y el intelecto se comporta respecto a su objeto,
miento del fitósofo, del metafísico, el pensamientá t"e :rproximadamente como el ojo lo hace respecto al suyo; es intelección
capta y -el
formula las reyes esenciales der Ser y der pensamiento "cn potencia» como el ojo es visión «en potencia». Ahora bien, lo mismo
que toma conciencia de sí mismo_ es una actividad pura y (lue no basta tener ojos para ver, y que, sin la intervención de la luz,
totalmente espiritual. por tanto, ¿cómo puede pertenecer a un rro es posible ninguna visión efectiva (en acto), igualmente no es sufi
t icnte poseer un intelecto «en potencia de saber" para que resulte de
ser humano? Aristóteles no da .riu ."rp,r"sta muy clara a este cllo conocimiento efectivo: se necesita además la intervención o la acción
problema capital. Un pasaje célebre nos dice que el intelecto rlc un factor especial, eI intelecto agente, o el intelecto en acto, que des-
agente (voüs nou¡ruxds) es puro ([p¡s1a¡s) e inmártal (¿i§ávatos t'mpeña por 1o tanto, con relación aI intelecto humano, el papel que la
Itrz desempeña con relación al ojo.
38 Alexandre Koyré Aristotelismo Y Platonismo 39
I
40 Alexandre Koltré LA APORTACION CIENTIFICA
De este modo, su solución al problema planteado por el DEL RENACIMIENTO "
texto de Aristóteles se opone a las solucioneJ árabes. Ei tam-
bién la única que, en el marco del aristotelismo, permite salva-
guardar la unidad y la individualidad de la personá humana, del
compuesto humano.
Esta solución nos enseña, grosso modo, que la actividad y la
pasividad, el intelecto agente y el intelecto paciente, son inse-
parables, y, por consiguiente, si el hombre piensa, debe nece-
sariamente poseer los dos. Ahora bien, si Aristóteles nos dice
que el intelecto agente nos viene ude fuerar, tiene mucha ra-
zón, con tal de que se comprenda que nos viene directamente
de Dios; que es Dios quien confiere, a cada uno de nosotros, al Hablar de la aportación científica del Renacimiento puede pa-
crearnos, un intelecto agente. Esto es justamente lo que nos recer paradójico e incluso increíble. En efecto, si el Renaci-
hace criaturas espirituales y explica en último término la acti- miento fue una época de una fecundidad y una riqueza extra-
vidad puramente intelectual de nuestra razón; la consciencia ordinarias, una época r¡ue enriqueció prodigiosamente nuestr¿l
de sí, el conocimiento metafísico, la existencia de la filosofía. irnagen del universo, sabernos todos, sobre todo hoy, que la ins-
Y es la espiritualidad de nuestra alma la que explica a su vez piración del Renacimiento no fue una inspiración científica. EI
el hecho de que sea separable del cuerpo y subsista, inmortal, icleal de civilización de la época que se llama justamente Rerra-
cuando muere éste. ..imiento de las letras 1 de las artes, no es de ningún modo un
Acabo de decir que la solución tomista es la única que en el icleal de ciencia, sino un ideal de retórica.
marco del aristotelismo permite salvaguardar la espiritualidad De este modo, es slr.mamente cáracterístico que la gran re-
del alma y la unidad del compuesto humano. Sería quizá más Iorma de la lógica que intentó en la lógica de Ramus-
exacto decir que desborda los marcos del aristotelismo: el Dios lrrera una tentativa de sustituir-pienso
la técnica de la demostración
de Aristóteles (y de Averroes), este Dios que no piensa más rlc la lógica clásica por ulla técnica de la persuasión.
que en sí mismo y que ignora el mundo que no ha creado, es El tipo que encarna. el ambiente y el espÍritu del Renaci-
incapaz de desempeñar el papel que le asigna Santo Tomás. La nriento es evidentemente el gran artista; pero es también y so,
solución tomista presupone un Dios creador y un mundo crea- lrre todo quizá el hombre de letras: fueron los literatos sus
do. Pues es solamente en un mundo tal donde singula propriis ¡rromotores, sus anunciadores y sus «pregoneros». Lo fueron
sunt crea.ta rationibus, en el que la individualidad espiritual, l¿rmbién los eruditos. Y aquí me permito recordar lo que nos
la personalidad hurr,ana, es posible. No lo es en el cosmos de lra dicho Bréhier: el espíritu de erudición no es exactariente
Aristóteles. Esa es la lección que nos enseña la muy curiosa -ni en modo alguno- el espíritu de la ciencia.
historia del platonismo y del aristotelismo medievales. Por otro lado, sabemos también, y esto es algo muy impor-
llnte, que la época del Renacimiento fue una de las épocas
rrcnos dotadas de espíritu crítico que haya conocido el mundo.
lis la época de la más burda v profunda superstición, una épo-
r'rr en l& que la creencia en la rnagia y en la brujerÍa se propagó
rlr' rrrán€ra prodigiosa y estuvo infinitamente más extendida que
,'n la Edad Media, y ustedes saben bien que la astrología desem-
l)cña en esta época un papel rnucho mayor que Ia astronomía
pobre, como dijo Kepler-, y que los astrólogos ocu- la magia es una cosa absurda, no se tiene ninguna razón para
-pariente
pan cargos oficiales en las ciudades y junto a los soberanos. no creer en esos hechos.
Y si miramos la producción literaria de esta época, es evidente Ahora bien, por el hecho mismo'de la destrucción de la
que no son los hermosos volúmenes de traducciones de clásicos ontología medieval, de la ontología aristotélica, el Renacimiento
salidos de las prensas valencianas los que constituyen los gran- se ha encontrado lanzado o reducido a una ontología mágica,
des éxitos de librería: sc¡n las demonologÍas y los libros de ma- cuya inspiración se encuentra por todas partes. Si se miran los
gia; son Cardano y más tarde Porta los grandes autores que grandes sistemas, las grandes tentativas de síntesis filosóficas de
se leen por todas partes. la época, bien sea Marsilio Ficino o Bernardino Telesio, o in-
La explicación de este estado de ánimo serÍa muy compli- cluso Campanella, se encontrará siempre en el fondo de su pen-
cada y no quiero iutentarla aquí. Existen factores sociológicos, samiento una ontología mágica. Incluso aquellos que, en cierto
factores históricos; deben ser tomados en consideración los modo por obligación, habrían debido defender la ontología aris-
hechos mismos de la recuperación de la vieja literatura griega totélica, como los averroístas y los alejandrinistas de Padua, se
y latina, de la difusión de esta literatura, del respeto que ins- contagiaron del espíritu de la época; y tanto en Nifo como en
piraban a los literatos y a los eruditos del R.enacimiento los Pomponazzi encontramos la misma optología mágica y la misma
cuentos más estúpidos desde el momento en que se los encon- creencia en los poderes demoníacos.
traban en los textos clásicos. De este moclo, si se quisiera resumir en una frase la menta'
Pero en mi opinión hay también otra cosa. El gran enemi- lidad del Renacimiento, yo propondría la fórmula: todo es po'
go del Renacimiento, desde el punto de vista filosófico y cien- sible. El único problema es saber si «todo es posible, en virtud
tífico, fue la síntesis aristotélica, y se puede decir que su gran cte intervenciones de fuerzas sobrenaturales, y ésta es la demo-
obra fue la de§trucción de esta síntesis. nología sobre la que Nifo escribió un gran libro que tuvo un
Ahora bien, estos rasgos que acabo de evocar, la creduliclad, cnorme éxito, o si se rechaza la intervención de las fuerzas so-
brenaturales para decir que todo es natural y que incluso los
ii,,
esta clestrucción. Efectivamente, después de haber destruido la hechos milagrosos se explican por una acción de la naturaleza;
I física, la metafisica y la ontología aristr¡télicas, el Renacimiento cs en esta naturalización mágica de lo maravilloso en lo que
,1,
se encontró sin física y sin ontología, es decir, sin posibilidad de consiste lo que se ha llamado «el naturalismo, del Renaci-
decidir con anticipación si algo es posible o no. miento.
1i Ahora bien, me parece que en nuestro pensamiento lo po- Ahora bien, si esta credulidad de «todo es posible" es eI re-
sible prevalece siempre sobre 1o real, y l<¡ real no es más que verso de la medalla, hay también un anverso' Este anverso es
el residuo de lo posible; se coloca o se encuentra en el marco la curiosidad sin límites, la agudeza de visión v el espíritu de
de lo qrre no es irnposible. En el mundo de la ontología aristo- ¿rventura que llevan a los grandes viajes de descubrimientos y
télica hay una infinidad de cosas que no son posibles, una in- :r las grandes obras de descripción. Mencionaré solamente el
finidad de cosas, pues, que se sabe de antemano que son falsas. clescubrimiento de América, la circunnavegación de Africa, la
Una vez que esta ontología es destruida y antes de que una circunnavegación del mundo, que enriquecen prodigiosamente
nueva, que no se elabora hasta el siglo xvn, haya sido estable- cl conocimiento de los hechos, y que alimentan la curiosidad
cida, no hay ningún criterio que permita decidir si la informa- ¡ror los hechos, por la riqueza del mundo, por la variedad y la
ción que se recibe de tal o cual .hecho, es verdadera o no. rnultiplicidad de las cosas. Siempre que baste una recopilación
De esto resulta una credulidad sin límites. tlc hechos y una acumulación de saber, siempre que no se nece'
El hombre es un animal crédulo por naturalezai es normal site una teoría, el siglo xvr produjo cosas maravillosas.
creer en el testimonio, sobre todo cuando viene de leios o del Nada más bonito, por ejemplo, que las colecciones de dibu.
pasado; es normal creer: en el testimonio de gentes honradas y jos botánicos que revelan en sus láminas una agudeza de visión
respetables, de gentes que jusramente inspiran confianza. Así, ¡rositivamente prodigiosa. Pensemos en los dibujos de Durero,
descle el punto de vista del testimonio, nada está establecido de «'n las colecciones de Gesner, en la gran enciclopedia de Aldro'
un modo más seguro que la existencia del demonio y de las vandi, llenos además de historias sobre el poder y la acción má-
brujas; mientras no se sepa que la acción de la brujería y de rricos de las plantas. Lo que falta, en cambio, es la teoría clasi-
44 Alexundre Kot'ré La aportación científica del Renacimiento 45
ficadora, la posibilidad de clasificar de un modo razonable los misma de este universo. Es e,idente que había que destruir
hechos que se han reunid<¡: en el fondo, no se supera el nivel esta concepción del mundo para que Ja astronomíi heriocéntri-
del catálogo. Pero se acumulan los hechos, los libros y las co- ca pudiera tomar impulso.
lecciones, se fundan jar:dines botánicos, colecciones mineraló- No.tengo tiempo de describir la historia del pensamiento
gicas. Se tiene un inmenso inter'és por las «maravillas de la na- astronómico. Ouerría, sin ernbargo, insistir en el hecho ae q"e
turaleza», por la varíefas rerum, se goza con la percepción de fueron los filósofos ros que .omerzaron er movimiento. Es
esta variedad. cier-
to que fue la concepción tte Nicolás de Cusa la qrre inauguJ el
Ocurre lo mismo en lo que concierne a los viajes, a la geo- trabajo destructivo que lleva a Ia <iemorició^ dál
grafía. Ocurre lo mismo en lo que concierne a la descripción ui..,
ordenado, poniendo en el mismo plano ontológico"or*á, Ia realidad
y al estudio del cuerpo humano. Se sabe que ya Leonardo había r-le.la.Tierra y la de los cielos. La Tierra, nos dióe, es una
hecho disecciones, o más exactamente, pues se habían hecho ttobilis, una estrella
stella
mucho antes que éi, que Leonardo se atrevió a hacer clibujos de ."9p1", y es por eso mismo, ta"to comá-po.
la afirmación de la infinitud o más bien de Ia increterminaclon
ellas, acumulando en una sola lámina Ios detalle.s que habÍa clel universo, por Io que pone en funcionamiento .t p.á."ro-a"
observado en varios objetos anatómicos. Y es en 1543, fecha pensamiento que desembocará en la nueva ontologÍa,
doblemente memorable --es la fecha de la publicación del De en la
l'.cometrización der espacio y en la desaparición de ía síntesis
revolutiortibus orbium coelestium, de Copérnico-- cuando apa-
lerárquica.
rece el gran libro De 't'abrica corpctris humani, de Vesalio. Fn la física y la cosr.,rología aristotélicas, para traducirlas a
La tendencia erudita produce igualmente sus frufos, quizá rrrr. Ienguaje un poco moderno, Ia estructuru mir-u del espacio
involuntariamente; poco importa aderrrás. Los giandes textos lísico es la que determina el lugar de los objetos que allí ,. .n-
científicos griegos que eran desconocidos o mal conocidc¡s en la ( ltentran. La Tierra está en
época anterior son traducidos, editados o retraducidos y reedi- el centro del mundo, porque, por
su naturaleza, es decir, porque es pesada, debe encbntiarie'en
tadcls. En reaiidad, sóio se traduce verdadera y totalmente al t'l centro. Los cuerpos pesados van hacia ese centro, no porque
latin a Tolomeo en el siglo xv y, como .se sabe, en función dc-l {c enc.entre allí algo, o porque alguna fuerza física loá atiai-
estudio de Tolomeo se realizará la reforrna ile la astronomía. ,:ír; van al centro porque les empujá allí su naturaleza. y si la
También los grandes matemáticos griegos son traducidos y edi- licrra no.existiera y si la imaginásémos destruida no quedara
tados a lo largo del siglo xr¡r. Arquímedes primero, Iuego Apo- ,lt'ella más que un trocito qu.e hubiera escapado a ¡resta
lonio, Pappus, Herón. Finalmente, en 1575, Maurólico irtenta r'iri., ese trozo conservado iría igualmente al centro como á"rt*.-
reconstruir los libros perdidos de Apolonio, tarea <1ue hasta al
Fermat será una de las principales ambiciones cie los grandes "rinico» Iugar que le conviene. pára ra astronomía esto quiere
tk'cir gue es tanto la estructura der espacio físico .o-o ,, .ru-
matemáticos de finales del siglo xvr y princi¡-rios del xvrr. Aho- Ir¡r'aleza propia lo que determina el lugar y el movirniento
re bien, es cierto que son la reanudación y asirnilación de la lr rs astros.
de
obra de Arquímedes las que sirven de base a la revolución Ahora bien, justamente Ia concepción inversa es la que se
cielrtífica que se realizará en el siglo xvrr, igual que la medita- .
,rlrrs p..r en los diferentes sistemas de astronomía que .L opo_
ción de los libros de Apoionio sobre las cónicas hará posible la n('n a la concepción aristotélica y en los que el p,rnio de viita
revolución astronómica cperada por Kepler. Irricr¡ sustituye gradualmente al punto de vista cósmológico.
Si pasamos a la evolución científica propiamente clicha, s<:
podría decir, sin duda, que se efectúa al rnargelr del espíritu . Si los cuerpos pesados, nos dice Copérnico, van hacia la
Irr'r'r3, no es porque vayan hacia el centro, eS decir, hacia un
renacienle, y al margen de Ia actividad del Renac:imientt"r pro- lrr¡irrr determi¡rado dr:l Universo; van simplemente porque quie-
piamente dicho. Sin embargo, es verdad que la destrucción de r.rr reqresar a la Tierra. El razonamiento copernicáno^poré de
la síntesis aristotélica forma su base previa y necesaria. rrr.rrifie.sto la sustitución por una realidad o un lazo
Bréhier nos ha recorclado que en la síntesis arist<¡télica el rrr¡r rcalidad y un lazo metafísico; por una fuerza lisico de
mundo forma un cosmos fÍsico bien ordenado, cosmos en el que físic'a d.e una
r',,tlltctura cósmica. Así, por imperfecta que sea Ia astrono-
todo se encuentra c:n su lugar, la Tier¡'a en particular, al en- ilrr;r t'<lpernicana desde el punto de vista físico o mecánico, iden-
contrarse en el centro del Universc, y en virtud de la estructura lilrr':r. sin embargo, la estructura fisica de la Tierra con la de
La aportación científica del Renacimiento 47
4é, Alexandre Koyré
Lo que es radicalmente nuevo en la concepción del mundo
los astros celestes, dotándolos a todos de un mismo movimiento de Kepler es la idea de que el universo esté regido en todas
circular. Igualmente asimila mutuamente el mundo sublunar y sus partes por las mismas leyes y - por leyes de naturaleza
el mundo supralunar, y de este modo realiza la primera etapa estrictamente matemática. Su universo es, sin duda, un univer-
de identificación de la materia o los seres que componen el uni- so estructurado, jerárquicamente estructurado en relación al
verso, de destrucción de esta estructura jerárquica que domi- Sol y armoniosamente ordenado por el Creador, que se mani-
naba el mundo aristotélico. fiesta a sí mismo en él como en un símbolo; pero la norrna
No tengo tiempo de describir la historia de la lucha entre que sigue Dios en la creación del mundo está determinarla por
ia concepción copernicana y la concepción tolemaica de la as- consideraciones estrictamente matemáticas o geométricas.
tronomía y de la física; ésa fue una lucha que duró dos siglos; Al estudiar los cinco cuerpos regulares de Platón, Kepler
los argumentos de una Parte y de otra no eran en modo alguno tuvo la idea de que el conjunto de estos cuerpos formaban el
despreciables; a decir verdad, no eran muy fuertes ni de un modelo según el cual Dios creó el mundo y de que las distancias
hdó ni de otro, pero lo que aquí nos importa soBre todo no de los planetas a partir del Sol debían ajustarse a las posibi-
es el desarrollo de la astronomía como tal, sino el progreso lidades de encaje, el uno en el otro, de estos cuerpos regulares.
en la unificación del universo, la sustitución por un universo La idea es típicamente kepleriana: hay regularidad y armonÍa
regido por las mismas leyes del cosmos estructurado y jerar' en la estructura del mundo, pero ésta es estrictamente geomé-
quizado de Aristóteles. trica. El Dios platónico de Kepler construye el mundo geome'
El segundo paso hacia esta unificación lo dio Tycho Brahe, trizándolo.
i quien, uúnq.re partidario, y esto por razones físicas muy vá- Kepler es un verdadero lanus bifrons: encontramos toda-
l¡,, lidas, de la concepción geocéntrica, aportó a la astronomía y vía en su obra el paso, extremadamente caracterÍstico, de una
a la ciencia en general algo absolutamente nuevo, a saber, un concepción aún animista del universo a una concepción meca-
,ir
espíritu de precisión: precisión en la observación de los he' nicista. Kepler, que en el Mysteriunt cosmographicum comien-
I chbs, precisión en la medida, precisión en la fabricación de ins- za por explicar los movimientos de los planetas por la fuerza
i trumentos de medida que sirvan para la observación. Aún no es de las almas que les empujan y guían, nos dice en el Epitome
rl, el espíritu experimental; de todos modos, es ya la introducción que no vale la pena recurrir a almas allí donde la acción de
e., .orocimiento del universo de un espíritu de precisión' l'uerzas materiales o semimateriales, como la luz o el magne-
"i
Ahora bien, la precisión de las observaciones de Tycho es la que tismo, ofrece una explicación suficiente; ahora bien, el flreca-
sirve de base al trabajo de Kepler. Efectivamente, tal como nos
nismo basta justamente porque los movimientos planetarios
siguen leyes estrictamente matemáticas.
dice éste, si el Señor nos ha dado un observador como Tycho
Además, dado que Kepler descubrió que la velocidad de los
Brahe, no tenemos derecho a despreciar una diferencia de ocho movimientos de los planetas no es uniforrne, sino que está su-
segundos entre sus observaciones y el cálculo. Tycho Brahe
js una vez más Kepler quien nos lo dice- ha destruido defi- ,jeta a variaciones periódicas en el tiernpo y en el espacio, de-
bió plantearse el problema de las causas físicas que producÍan
nitivamente la concepción de las esferas celestes que soportan cstos movimientos" Por eso mismo debió fo¡:mular, aunque de
a los planetas y que rodean la Tierra y el Sol, y por eso mismo rrn modo imperfecto, la primera hipótesis de la atracción, de
el problema no se haya planteado por sí solo-- ha trna atracción magnética y no completamente universal sin
-aunque
impueito a sus sucesores la consideración de las causas físicas tluda, pero gue de todos modos se extendía lo suficientemente
de los movimientos celestes. h:jos para poder conectar los cuerpos del universo con el Sol.
No puedo exponer aquí tampoco la obra magnífica de Ke', Kepler supo descubrir las verdaderas leyes de los movi-
pler, obra confusa y genial y que quizá sea la que represente mientos planetarios; no pudo, en cambio, formular las del mo-
mejor el espíritu del Renacimiento en la ciencia, aunque crc vimiento porque no supo llevar suficientemente lejos --era ade-
nológicamente sea posterior a éste; las grandes publicaci rnás extremadamente difícit- la geometrización del espacio y
de Kepler pertenecen efectivamente al siglo xvr¡: la Astronom llcgar a la noción nueva de movimiento que resulta de ello.
nova sive physica coelestis, es de 1609, y el Epitome Ast l)ara Kepler, que en esta cuestión es un buen aristotélico, el rc-
copernicanae fue publicado de 1618 a 1621.
Fr-
48 Alexandre Koyré La aportación cientílica del Renacimiento 49
poso no necesita ser explicado. El movimiento, por el contrario, urr ¡nundo limitado y finito es la que no permite a Kepler
necesita una explicación y una fuerza. Por esto Kepler no puede franquear los límites de la dinámica aristotélica.
Ilegar a concebir la ley de la inercia. En su mécánica, como Kepier (y Bruno) pueden ser incorporados al Renacimiento;
en la de Aristóteles, las fuerzas motrices producen velocidacles y cr¡n Galileo salimos sin rringuna duda y definitivamente de esta
no aceleraciones; la persistencia de un movimiento impiica lá época. Galileo no tiene nada de lo que la caracteriza. Es anti-
acción persistente de un motor. mágico en el más alt<l grado. No experimenta ningún gozo ante
El fracaso de Kepler se explica, sin duda, por el hecho de ia variedad de las cosas. Por el contrario, lo que le anima es la
que, dominado por la idea de un mundo bien ordenado, no gran iclea --arcluimediana- de la física matenrática, de la re-
puede admitir la de un universo infinito. Y nada es más ca- clucción de lo real a lo geométrico. De este modo, geometriza
racterístico por lo que respecta a esto que la crítica que opone el nniverso, es decir, identifica el espacio físico con el de la
a las intuiciones de Giordano Bruno. Br-uno no es seguramente geometría euclidiana. Por esto stlpera a Kepler'. Debido a ersto
un sabio; es un matemático execrable hace un cálculo, cs capáz de formular e! concepto de movirniento que sirve de
-cuando
podemos estar seguros de que será falso- que quiere reformar base a Ia dinámica clásica. Pues aunque no se haya pronunciado
la geometría introduciendo en ella la concepción atómica cle ios c:laramente *probablemente por prudencia.* acerca de este
«mínimos» y, sin embargo, comprende mejor que nadie ¡rroblema de la finitud o infinitud del mrrndo, el universo gali-
duda porque es filósofo- que la reforma de la astrononrÍa-sin rea- It:ano no está de ninguna manera lirnitado por la bóveda ce-
tr
I
lizada por Copérnico implica el abandono total y definitivo de Ir-'ste. Por ello admite que el movimiento es una entidad o un
Ia idea de un universo estructurado y jerárquicamente or<len¿r- ¿sttt¿lo tan est¿rble '¡ tan perdtrrable como el estado de reposo;
do. Por ello proclama con una osadía sin parangón la iclea cle ¿rdmite, pl¡es, que no se necesita una fuerza constante que obre
{¡'r'
h
un universo infinito. sobrc- el m<ivil para explicar su movirniento; admite la relativi-
Arrnque no puede elevarse todavia porque no es rlad clel movimiento y clel espacio y, por tanto, la posibilidad
maternático y no conoce la física, la -jtrstamente
verdadera, la de Arqui dc aplicar a Ia mecánic¿r las leyes estrictas de la geometría.
,{|
medes- a la noción de un movimiento que se continúa a sí Galileo fue quizá el primero que creyó clue las formas mate-
I
J rnismo en un espacio en 1o sucesivo infinito, tlega dc- todos rnáticas se realizaban efectivamente en el mundo. Todo lo que
I modos a plantear y afirmar esta geometrización del espacio ¡, t'st¿i en el mundo está sornetido a la forma geométrica; todos
i,
la expansión infinita del universo que es la premisa inclispen- Ios rnovimientos están sometidos a leyes matemáticas, nr¡ sólo
sabie de la revolucióri científica del siglo xvrr, de la fundación l.¡s mr¡vimientos regulares y las formas regulares. que quizá no
de la ciencia clásica. se encuentran en absolutc¡ en la naturaleza, sino también las
Es muy curioso ver a Kepler oponerse a esta concepción. inismas formas irregulares. La forma irregular es tan geomé-
El mundo de Kepler, mucho más extenso, sin duda, que el de trica como la forma regular, es tan precisa como ésta; solamen-
la cosmología aristotélica, e incluso que el de la astronomía lc es más complicada. La ausencia en la naturaleza de rectas
copernicana, está aún limita¡lo por la bóveda estelar, dispuesta v círculos perfectos no es una objeción al papel preponderante
alrededor de la inmensa cavidad que ocupa nuestro sistema so- tle las maternáticas en la física.
lar. Kepler no admite la posibilidad de un espacio (lue se ex- Galileo se nos presenta al mismo tiempo como uno cle los
tienda más allá, ni la de un espacio lleno, es decir, poblado por ¡rrimeros hombres qlte comprendió de una mallera muy precisa
otras estrellas, estrellas que no vemos la ¡raturaleza y eL papel de Ia erperiencia en las ciencias.
sería, piensa, una Galileo sabe que la experiencia --o si puedo permitirme
concepción gratuita y anticientífica-, ni-eso
la de un espacio ,,,acío: r'rriplear la palabra latina, el experimenium, para oponerlo jus-
un espacio vacío no sería nada, o sería una nada existente. Está talnente a la experiencia cc¡rnún, a la que no es más que obser'
dominado siempre por la idea de un mundo, expresión del vación- que el experintentuzT, se prepara, que el experimentum
creador, e incluso de la Trinidad dirrina. De este modo ve en el r's üná pregunta hecha a ia naturaleza, una pregunta hecha en
Sol la expresión del Dios Padre, en el mundo estelar la del Hijo rrn lenguaje rnuy espr:cial, en el lenguaje geométrico y mate-
y en la luz y la fuerza que circulan entrc los dos e!¡ s1 s_.pacio, nl¿itico; sabe que no basta observar lo que existe, 1o que se
la del Espíritu. Y justamente esta ficleliclad a la concepciiin de ¡)rusenta normal y naturalmente a los ojos, que hay que saber
rf,
50 Alexandre Koyré LOS ORIGENES DE LA CIENCiA MODERNA.
formular la pregunta y que además hay que saber descifrar y LINA INTERPRETACION NUEVA *
comprender la respuesta, es decir, aplicar al experimentum
las leyes estrictas de la medida y la interpretación matemática.
Galileo es también el que, por lo menos en mi opinión, cons-
truyó o creó el primer verdadero instrumento científico. Ya he
dicho que los instrumentos de observación de Tycho Brahe eran
ya de una precisión desconocida hasta entonces, pero los instru-
mentos de T;,qhs Brahe, como todos los instrumentos de as-
tronomía anteriores a Galileo, eran instrumentoi de observa-
ción; eran, a lo sumo, instrumentos de medida precisos
que los de sus predecesores- de hechos simplemente -más observa-
dos. En cierto sentido, aún son herramientas, mientras que los Desde los tiempos heroicos de Pierre Duhem, de energía y sa-
instrumentos galileanos esto es aplicable tanto al péndulo ber asombrosos, al que debemos la revelación de la ciencia me-
como al telescopio- son-y instrumentos en el más fuerte sentido dieval, un gran número de trabajos se han consagrado a esta úl-
del término: son encarnaciones de la teoría. El telescopio ga- tima. La publicación de las grandes obras de Thorndike y de Sar'
lileano no es un simple perfeccionamiento del anteojo .bátavor; ton y, en estos diez últimos años, las de las brillantes investiga-
está construido a partir de una teoría óptica; está construido ciones de Anneliese Maier y de Marshall Clagett, por no hablar
con una cierta finalidad científica, a saber, para revelar a nues- de una multitu.d de otra.s monogra.fias y estudios, han ampliado
tros ojos las cosas que son invisibles a simple vista. Tenernos y enriquecido nuestro conocimiento y nuestra comprensión de
t aquí el primer ejemplo de una teoria encarnada en la materia, la ciencia medieval y de sus relaciones con la filosofía medie-
que nos permite franquear los límites de lo observable en el val conocimiento y comprensión han hech.¡ progresos
sentido de lo que se ofrece a la percepción sensible, fundamento aún -cuyo
más grandes-, así como de la cultura medieval en general.
experimental de la ciencia pregalileana. Y, sin embargo. el problema de los orígenes de la ciencia
Haciendo así de la matemática el iondo de la realidad fí- nroclerna y de sus relaciones con la de la Edad Media sigue
sica, Galileo es llevado necesariamente a abandonar el mundo siendo una quaestio disputata muy vivamente debatida. Los par-
cualitativo y a relegar a una esfera subjetiva, o relativa al ser ticlarios de una evolución continua, al igrral que los de una re-
vivo, todas las cualidades sensibles de las que está hechc¡ el volución, se manti.enen todos en sus posiciones, y parecen in-
mundo aristotélico. La ruptura es, pues, extremadamente pro- capaces de convencerse los unos a los otrosl. Esto, en mi opi-
funda. nión, mucho menos porque estén en desacuerdo sobre los he-
Antes del advenimiento de la ciencia galileana, aceptamos chos que porque lo están sobre la esencia misma de la ciencia
con más o menos acomodación e interpretación, sin duda, el moderna y, por consig¡jriente, sobre la importancia relativa de
mundo que se ofrece a nuestros sentidos como el mundo real. algunos caracteres functamentalcrs rle esta última. Además, lo
Con Galileo y después de Galileo tenemos una ruptura entre que a unos les parece una diferenc.ia de grado, a otros ies
el mundo que se ofrece a los sentidos y el mundo real, el de parece una oposición dr: naturaleza 2.
la ciencia. Este mundo real es la geometría hecha cuerpo, la
geometría realizada.
Aquí salimos del Renacimiento propiamente dicho; sobre * Artlculo extra-ldo de Diogéne, núm. 16. 195ó, Parls, Gallimard, pp 1442.
estas bases, sobre la base de la física galileana, de su interpre- t Véase, por ejempio, mi estudio sobre el libro de Anneliese Maier,
tación cartesiana, se construirá la ciencia tal corr¡o la conoce- Die Vorliiufer Galileis im XIV. Jahrhundert, Roma, 1949, aparecido en
los Archfues Internationales d'Histoire des Sciences, 1951, pp. 7ó9 ss., y su
mos, nuestra ciencia, y podrá construirse la gran y extensa sínte- respuesta: «Die naturphilosophische Bedeutung der scholastichen Iurpetus-
sis del siglo xvrr, la que fue realizada por Newton. Theorie", et Scholastik, 1955, pp. 32 y ss.
2 Así, Crombie ve una diferencia de grado en el hecho de que el mé-
todo cuantitativo haya reemplazado al método cualitativo (cf. Roberr
(;rosscteste..., pp. 4, 25 ss.), mientras que, para mÍ, ahí hay una dire-
rcncia <ie naturaleza.
52 Alexandre Koyré Los orígenes de la ciencia ntoderna 53
La concepción de la continuidacl encuentra en A. C. Crombie visto nosotros mismos en una época reciente. No es de extrañar,
su defe¡rsc¡r más elocuente y absoluto. En reelidad, su brillante pues, que hayan ocupado tai lugar en el siglo xrrr, en una época
y erudito libro sobre Roberto Grosseteste 3 en que, a consecuencia del aflujo siemp,:e creciente' de traduc-
-s¡¿ dedelasla con-
tribuci«-¡nes más inrportantes a nuestro conocimiento his- ciones del árabe y del griego, el mundo <¡ccitlental debía asimi-
toria del pensamiento medieval entre las publicaciones de estos lar un volumen casi abrumador de conocimierrtos científicos
últimos diez años, obra que asocia a rrna riqueza excepcionai de y filosóficos ntrevos. Ahora bien, los problemas más importan-
información una profundidad y sutileza de interpretación igual- tes traLados por la metodologia científica conciernen a Ia re-
mente notables- tiende, principalmente, a demostrar n<l sólo lación de las teorías con los hechos; su objetir,c-r es fijar las
que la ciencia moderna tiene su origen profundo en el terreno condiciones que la teoría debe cumplir para ser acr:ptada .v es-
medieval, sino también que lo menos en sus aspectos tablecer los diversos métodos que nos permiten <,lecidir si una
fundamentale.s v esenciales--- -por
por su inspiración metodológica leoría dada es válida o no. En otros términos, para recrlger las
y filosófica, es una invención medieval. O para recoger los tér- erpresiones meclievales, los rnétodos de nverificación, r' cle "fal-
minos de Crombie (p. 1): sación».
Según Crc,mbie, los hombres de ciencia-filósr.¡fos del siglo xtrr
El rasgo distintivo del métc¡do científico del siglo xvrr, si se le com- tuvieron el gran mérito de comprender el interés que presenta
para con el de la Grer:ia antigua, era su concepción de ia manera en para ersta uverific¿¡ción» v esta
la que una teor'Ía debia estar vinculada a los irechos observaclos que "falsación" ei método experirnen-
tal, en tanto que se distingue de la simple observación que es
se proponía explicar. la serie cle pasos lógicos que comportaba para
construir teorias ¡,' someterlas a contrr¡les experimentalcs. L,a cien- la base de la inducción aristr¡télica; descubrieron y elaborarorr
cia moderna dcl¡¡: uon nrucho su é-xito al uso dL- estos rnétodos in- así las estructuras funclamentales del "métc¡<lo experimental» cle
ductivos y experimentales, que constitur,en 1<-. quc- se llam¿r A meuu- la ciencia modelna. A dc-cir verdad, descubrieron más que esto,
do el ruétado experimerttal. La t<:sis de este libro es la sjquiente: a saber, el verciaclero sentido v la vercladcra {turción de una
la comprensitln sisteinática., lnoderna, por lo m('nos cle los ispec,.os teoría científica, y reconr:cieron que tal te<¡ría "no podría ser
cualitativos de este r.nétodo, se debe a los filósofos occicientales del nunca cierta» y, por tanto, no podia pretelrlir31' 5gr necesaria, es
siglo xrrr. Sc¡n ellos quienes han transforr,.iaclo el métocio gextmótri- decir, única y clefinitiva.
co de los gricgos y han hecho ja ciencia i:xperimental nroderna. Naturalmente, Crombie no dice qr.re la ciencia medieval (la
cle los siglos xrrt y xIV) utilizara el métodcl er"perimental t:rn
Si puciieron hacerlo, estim¿l Combrie, es porque, ol ;ontra- bien y tan arnpliaruente corno la dcl siglo xvII. Deciarn así (pá-
rio que sus predt:cesores gliegos árabes-, l'ueroli
-e inciuso
capaces de utilizar el empirismo práctico cie las artes y oficios
gina 19):
[rusc¿rnrlo una explicación racional, y de superar así las lirnita- Ei método experimental no estaba a punto en todos sus detalles en
cione:; d.e uno y o1.ro, y porque, una vez más al contrario que el siglo xIl¡, ni siquiera en el xr'",. Y este¡ método tampoco se apli-
los griegos, frrer<¡n capaces Ce formarse xrna concepción nrucho caba siempre sistemáticamenle. La tesis de este libro cs que una
niás unificada de ia existencia. Iln consecuencia, si los dife- téoría sisteinática de la ciencia experimental era ya comprendicla y
rc)ntes tipos v modos de conocimiento distinguidos por los grie- aplicada por número suficiente de filósofos para producir la revolu-
gos matemática y metafísica-- ccrrresponclían para ós- ción metodológica a la que la ciencia moclerna debe su origen. Con
tos a-física,
<iiferc:ntes tipos d¿: exi¡itencia, los filósofr¡s cristianos del esta revolución apareció en el mundo latino r¡cciclcntal una noción
Occidente, al cr¡ntrario, «vieron en ellos difr:rencia.s esencial- r:lara de la relación entre ia teorÍa v ia r--trservación, nocii¡n en la
que se fundan la concepción y ia aplicación práctica múdernas de
mente de rnétoclo" (p. 2). la investigación cientifica y de ia erpiicaciórr. un conjunto c:aro
Los plobiemas meto<lológtcos desen:peñan un papel impor- de métc¡dos que permiten ti'atar los problernas físrccs.
tanre dut'ante io.s períodos críticos de [a ciencia, como hemos
En cuanto a la ciencia del siglo xvrr y a su filosofía, según
.r A. C. Crombie, Rob¿rt Gro-ss¿teste and rhe origins of experimental (lrombie no llevaron consigo ninguna i:roclificiicirin ftincli:nlen-
science. 1.í00-f;0(.1. XIi-:1ó9 pp., Oxforcl, Clarencion Press, 1953; r:f. t¡rmbiér-l
A. C. C¡crnrbie, .lugusiilie to (JaliLeo, XVI-4ó3 pp., L.ondres, Falcon press,
tirl de los nlétodcs científicos existentes. Sustituvcl'on sirriple-
19.52. rrlilnte el prr.rcedimiento cualitativo oc-rl' el procedirniento i:uan-
54 Alexandte KoYré
mcderna
Los orígenes de la ciencia 55
secuencias se procedía a experimentos controlados, gracias a los Crombie considera como el mejoi discipulo de este último.
cuales las causas falsas podían ser eliminadas. Dice (p. 139):
Todo método cientlfico implica una base metafísica o, por El escritor que penetró más profund"-"r," y gue más completa-
lomenos, algunos axiomas sobre la naturaleza de la realidad. mente desarrolló la actitud de Grosseteste en io que conciernt; h
naturaleza y a la teoría de la ciencia fue Roger^ B""or. -[""i"rt",
Los dos axiomas de Grosseteste, heredados naturalmente de los investigaciones han mostrado que en muchos áspectos ¿o ."
griegos y realmente admitidos por todos o casi todos los re- cia, Bacon recogía simplemente ra tradición ae oiforá-y á"-ó.orr"-
presentantes de la naturaleza tanto antes como después de é1, "i"n-
t€ste, aunque estuviera en condiciones de beber .rráru. rreot".
son los siguientes: el primero es el principio de la uniformidad desconocidas para Grosseteste, como por ejemplo "r, ra optica d" ritu-
de la naturaleza, a saber, que las formas son simpre idénticas cen, y por consiguiente-, no sólo de repetir, linó también de
mejorar,
en su funcionamiento. Como dice en De generatione stellarum: por lo
Tgngs a veces, las teorÍas óptiias áe Grosseteste. Otrai veces
Res eittsdem naturae eiusdem operationis secundum naturam en cambio las sustituye por teoríás mucho menos perfectas.
suam effectivae sunt. Ergo si secundum naturam suam flon . .4rí,mientras que en su teoría de la propagación^de la luz (mul-
sunt eiusdem operationis e'ffectivae, non sunt eiusdem natu- tip_licación de species) aceptaba Ia expticaiioi ae crosseteste -!.,"
rae. En apoyo de este principio, cita el De Generatione II, de veía en ello un proceso de autogeneraiió., y de regeneración de'la
lux, así como la analogía que ésté establecía entre lá luz y el sonido,
Aristóteles: Idem similiter se habens non est natum facere nisi aclaró notablemente esta concepción declarando que la "luz no era
idem; "la misma causa en las mismas condiciones no puede el flujo de un cuerpo sino una pulsación; aceptó tainUien f" páS"iO"
más que producir el mismo efecto» (p. 85). de Alhacen que rechazaba h cóncepción de úna propagación' instan-
El segundo axioma era el del principio de economía o lex tánea de la luz. Pero mientras que Grosseteste é*pÍi"áua la forrna-
parsimoniae, tomado también de Aristóteles, que veía en él un ción del arco iris por una serie de refraccionei de la luz «en
principio pragmático y que Grosseteste, así como sus precur- medio de una nube convexa», Bacon, aun subrayando con preci_
sores medievales y sus sucesores modernos, empleaba como sión el papel desempeñado por cada gota de lluvia y traclenao nliar
principio que rige no sólo la ciencia, sino también la propia que cada observador veía un arco lris diferente É, sustituyó bas-
tante desafortunadamente Ia refracción por ra refrexión. En cuanto
naturaleza: a su posición general lógico-metodológica, Roger Bacon subraya
Partiendo de estas presuposiciones que conciernen a la realidad, el
a la tel los aspectos matérnáticos y eiperimen-tares de ra ciencia.
método de Grosseteste consistÍa en establecer una distinción por la , L1 matemáticas, según Roger Bacon, son la puerta y la llave-de
Ias ciencias-y de las cosas dáeste mundo y dán un óonocimiento
experiencia y la razón entre las causas posibles. Sacaba deducciones
seguro de ellas. En primer lugar todas las categorÍas dependen de
de teorías rivales, rechazaba las que contradecían los datos de la un conr¡cimiento de la cualidad de Ia que tratin las mátemáticas
experiencia o que él consideraba que era una teorfa establecida, y por consiguiente toda la excelencia dé la lógica depende de ias
verificada por la experiencia, y utilizaba las teorías que eran verifi matemáticas 1p. la3).
cadas por la experiencia para explicar nuevos fenómenos.
Este método fue explÍcitamente aplicado por él en sus Opuscula
a diversas cuestiones científicas, en las cuales las teorías mediante Pero no sólo la ciencia de la lógica, sino también la de la
las que aborda su estudio son algunas veces originales, pero la ma- naturaleza, dependía, según é1, de las matemáticas, por lo me-
yoría de las veces están sacadas de autores anteriores como Aristó- nos en una amplia medida (ibid.); también Roger Bacon dice:
teles, Tolomeo o diversos naturalistas árabes.
sólo en matemáticas, como ha dicho Ave*oes en el primer libro
«Sus disertaciones sobre la naturaleza de las estrellas y de de su Físic¿..., las cosas que nos son conocidas y las que están-en
los cometas" (p. 87), así como sobre la naturaleza y causa del la naturaleza, o absolutamente, son las mismai...; sóio en mate-
arco iris y sobre la razón por la que algunos animales tienen máticas se encuentran las demostraciones más conri.rcent"s, fun-
cuernos, son buenos ejemplos de ello. dadas en las causas necesarias. por Io que e.s evidente q,r" '.i
las otras ciencias deseamos llegar a una ierteza en la que iro qrr"á"
"n
Es a Roger Bacon, aunque éste probablemente no hubiera asis- Atejandro de Afrodisia o de Avicena, n.
"f. p.
158, 3;
tido nunca a las conferencias de Roberto Grosseteste, a quien ,, ,t li.lo;:"3!ón*ea
ó0 Alexandre Koyré I tts orígenes de la ciencia rnoderna 6l
ninguna duda, y a una verdad sin error posible, debem<¡s fundar el ¡rtrnto (p. l7)- «reaccionó violentamente contra el platonismo
conocimiento en las matemáticas. Roberto, obispo de Lincoln, y irgustiniano de su tiempsr, del que Robert Grosseteste fue un
F. Adán de l\ilarisco han seguitlo este méiodo, y si alguien descen- ¡lrrticlario tan ferviente.
diera a las cosas particulares aplicando la fuerza de las nratemá- Crombie cree, en efecto, que la epistemología positivista de
ticas a las diferentes ciencias particulares vería que nada grande
puede ser discernido en ellas sin las matemáticas. occam (la cual según él era favorable al desarrollo de la ciencia
t'rnpírica), era, por así decir, el desenlace normal del movimien-
Io metodológico lanzado por Roberto Grosseteste, e incluso su
Podemos darnos cuenta de ello fácilmente al obser'¿ar que ,tknté. También resumiendo los puntos de vista de Gi.ossetes-
la astronomía está basada completamente en las matemáticas y l(' nos dice (p. 13) que éste sostuvo que !a función de las ma-
que sólo por cálculos y razonamientos matemáticos llegamos tt'máticas era solamente describir y poner en correlación los
-€nPorel cómputo del calendario- a determinar los hechos. llechos y los acontecimientos. Las matemáticas no podían dar
otra parte, nadie ha puesto la ciencia experirnental en ir conocer ni las causas eficientes ni las otras causas que pro-
un lugar tan alto como Roger Bacon, quien no sólo le atribuyó tlucían cambios en la naturaleza, porque hacían explícitarnente
la prerrogativa de confirmar invalidar- las conclusiones :rbstracción de estas causas cuya investigación era el papel pro-
del razonamiento deductivo -o (verificación y falsación), sino ¡rio de la ciencia de la naturaleza, ciencia en la que, *sin embar-
también aquélla mucho más importarrte de ser la fuente de ¡ro, el conocimiento de las causas no era más que incompleto
verdades nuevas e importantes que no pueden ser descubier- v solamente probabler. Además, en su presentación general de
tas por otros medios. Realmente, ¿quién podria, sin l:r expe- l¿r evolución intelectual (epistemológica) de la filosofía cientí-
riencia saber algo, sea lo que sea, sobre el magnetismo? ¿'Córno Iica en la Edad Media que he citado antes (p. 19), Crombie nos
seria posible sin la experiencia descubrir los secretos de la tlecía ya (p. 11) que:
naturaleza y, por ejemplo, hacer avanzar la ntedicina? La cieri-
cia experimental que une el razonarniento y el trabaio lnanual lr,l principal resultado de este esfuerzo por comprender cómo hay
es la que nos permitirá construir los instr¿mentos y máquinas t¡ue emplear la teoría para coordinar los hechos en una disciplina
que darán a la humanidad ¡rráctica correcta fue demostrar que en Ia ciencia el único ncriterio
cimiento y poder. -o a la cristiandad- a Ia rtez cono- tlc verdad» era ia coherencia lógica y la verificación experimental.
l.a cuestión metafísica del por qué de Ias cosas, a la que se había
Pero no necesito insistir: todo el mundo conoce las asom- rcspondido en términos de sustancias y de causas, quod quid est,
brosas anticipaciones --y la asombrosa credulidad- de Roger f tre progresivamente sustituida por la cuestión científica
dtel cómo
Bacon. rlc las cosas a la que se respondió simplemente por la puesta en
No puedo, desgraciadamente, analizar aquí la exposición t:orrelación de los hechos, por cualquier medio, lógico o matemá-
que nc,s hace Crornbie de la óptica medieval y de la ñlanera tico, que condujera a este fin.
en que la Edad Media había explicado el arco iris; bajo su ex-
perta dirección ai:ordarnos a Aiberto Magno (pp. 197-200), a En cuanto a Occam, que no era en modo alguno un experi-
Witelo (pp.213-232) que conocía sin ningrrna duda a Grosseteste rnentador, incitaba, sin embargo, a los filósofos de la naturaleza
y Roger Bacon aunque no los cite, y quien además era partida' ru esforzarse por conocerla a través de la experimentación; pues
rio convencido de la metafísica neoplatónica de la luz clel gran r:riticaba violentamente las concepciones tradicionales de la
pensador de Oxford y finaimente a Thierr,v de Friburgo (pá- causalidad sólo las de las causas finales, que,.. según é1,
ginas 232-2\9), el mayor teórico de la óptir:a de la Edad Meclia, no eran más -no
que «metafóricas», sino también las de las causas
quien fue el primero en admitir una doble refracci«ln de los ra. t'ficientes- y reducía el conocimiento a la simple observación
yos luminosos en las gotas de llrrvia. f)ebo vr¡lver a la histo- de las secuencias de hechos y de acontecimientos. En conse-
ria de la metodología en la que Crombie nos presenta, corlo r:uencia, su programa práctico para las ciencias de la natura-
sucesores de Grosseteste que recogerr la lógica i¡r¿luctiva de lcza prescribía simplemente poner en correlación los hechos
este último desarrollándola, a Duns Escoto que es bast.ante rrbservados o <(salvar las apariencias por medio de la lógica
natural- y a Gr-riller¡no de Occam, lo que -loes más t¡ien sor. v de las matemáticas" (p. 175). Además, aplicando sin piedaá el
prendente, datlo que Occam --el propio Clonlbie insisle en este principio de la parsimonia célebre «navaja de Occamr-
-la
Los orlgenes de la ciencia moderna 63
62 Alexandre KoYré
arco gótico, las vidrieras o la espiral de los relojes de finales sido presentado como el proprium de la epistemología galilea-
de la Edad Media, no fueron el resultado de ios progresos na (y que Randall ha descubierto en los ti'abajos de los aristo-
de las teorías científicas correspondientes, ni suscitarón tal télicos de Pacluae), no era en mqdo alguno una invención
progreso. Por curioso que pueda parecer, un descubrimiento «moderna», sino que era bien comprendido, descrito y enseña-
tan revolucionario como el de las armas de fuego no tuvo in- do por los lógicos de la Edad Media desde el siglo xrrr e inclu-
cidencia científica como tampoco había tenido 6ase científica. so el xn, y que, adernás, se remonta al método de análisis y
Las balas de cañón derribaron el feudalismo y los castillos me- de sínte.sis (los térnrinos de resolutio y compositio no son más
dievales, pero la dinámica medieval no se modificó. Realmente, que la traducción de estas palabras griegas) utilizado por los
sj interés práctico fuera la condición necesaria y suficiente griegos y clescrito por Aristóteles en sus Segunclos analíti.cos.
del-eldesarrollo de la ciencia experimental nuestra acepción Sin embargo, si es así puede dudar de ello difícilmente
de la palabra- esta ciencia habría sido-en creada un millár de después de la demostración-y sede Crombie-, la única conclusión
años lo menos- antes de Roberto Grosseteste, por los
-por del que podemos sacar de este importante hecho parece ser que
ingenieros Imperio romano, si no por los de la Repriblica la metodología abstracta tiene relativamente poca importancia
romana. para el desarrollo concreto del pensamiento científico. Parece
La historia de la óptica en la Edad Media, tal como nos la que todo el mundo ha sabido sieinpre que había que intentar
cuenta el mismo Crombie, parece confirmar mis dudas acerca reducir las combinaciones complejas a los elementos simples
de la interdependencia profunda lo menos hasta el des- y que las suposiciones (hipótesis) debían ser «verificadas" o
arrollo de la tecnología científica -por
que es un fenómeno muy re-
ciente- de las relaciones prácticas y teóricas. Es posible, na- "falsadas" por deducción y confrontación con los hechos. Uno
está tentado de aplicar a la metodología el dicho célebre de
turalmente, aunque muy poco verosímil, que el genio desco- Napoleón a propósito de la estrategia: sus principios son muy
nocido que inventó los anteojos estuviera guiado por considera- simples, su aplicación es Io que cuenta.
ciones teóricas; por otra parte, es cierto que este descubri- La historia del desarrollo de la ciencia parece confirmar este
miento no influyó para nada en el desarrollo de la ciencia ópti- punto de vista. El mismo Crombie admite que "la revolución
ca de la Edad Media, mientras que esta última, por más que metodológica, realizada por Grosseteste no llevó a éste a nin-
haya podido decir Roger Bacon, no dio origen a ia tecnologÍa gún descubrimiento importante, ni siquiera en óptica. Y en lo
óptica ni a la construcción de instrumentos ópticos s. En el si que se refiere a las ciencias de la naturaleza en general, la de-
glo xvrr, por el contrario, la invención del telescopio dio oca- terminación dada por Grosseteste de la *causa" de los cuernos
sión a un desarrollo de la teoría y fue seguido por el progreso de algunos animales 10, determinación que está fundada com-
de la técnica. pletamente en la concepción aristotélica de «las cuatro causas»,
Y si Crombie afirma que la urevolución metodológica del se parece muy poco a lo que nosotros llamamos habitualmente
siglo xtrr" dio origen a la ciencia nueva y que de un modo ge- ciencia, sea o no experimental.
neral la metodología fue el motor y el factor determinante del Ocurre lo mismo, poco más o menos, en lo que concierne
progreso científico, no creo que lo haya probado tampoco. Una a Roger Bacon: sus experiencias, incluso las que no son poco
vez más me parece que los mismos resultados de sus investiga- realistas o puramente literarias, no son apenas superiores a las
ciones socavan sus tesis. de Grosseteste y de todas formas no representan un progreso
Crombie nos ha mostrado, efectivamente, que el célebre umé- revolucionario es que representan algún progreso- en re-
todo de resolución y composición», que muy a menudo nos ha lación a las de-sila ciencia griega. Además, el progreso real del
pensamiento científico parece haber sido en gran medida in-
s La óptica no hizo ningún progreso entre Thierry de Friburgo y Mau-
rólico o, prácticamente (no habiéndose publicado antes del siglo xvr e J, H. Randall, Jr., "The development of scientific method in the
las obras de Maurólico), entre Thierry de Friburgo y Kepler. Pero la School of Padua,, lournal oÍ the History ol ldeas, l94O; cf. mi «Galileo
óptica de Kepler, como ha demostrado Vasco Ronchi, no está basada en and Plato», ibid., 1944.
concepciones medievales, sino que marca la «catástrofe de la óptica me- t0 Cf. p. 69; por la que tienen cuernos es que no tienen dien-
dieval,, cf. Vasco Ronchi, Storia della luce, 2.. ed., Bolonia, 1952; trad. "La causa
tes en los dos maxilares, y el hecho de que no tengan dientes en los dos
francesa, París, 1956. maxilares es la causa por la que tienen varios estómagos.'
66 Alexandre Koyré Los orígenes de la ciencia mode.rna 67
dependiente del de la metodología: hay un método no ficos de los que constituye el prefacio. En realidad, codifica las
una metodología- en los trabajos de Jordán de Nemore; -peroy en reglas de la geometría algebraica cartesiana. De este modo, la
lo qud se refiere al siglo xrrl, no hay ninguna razón para creer ciencia cartesiana misma no era el desenlace de una revolución
que Petrus Peregrinus metodológica, como tampoco la de Galileo fue el resultado de
--el único experimentador verdadero de
esta época- se apoyaba en cualquier modo en Grosseteste ll. la orevolución metodológica, de R. Grosseteste. Además, inclu-
Incluso en el carnpo de la óptica, los progresos reales de esta so si admitiéramos que la metodología tuvo una influencia pre-
ciencia en los trabajos de Bacon, de Witelo y de Thierry de Fri- ponderante en el desarrollo científico, tropezaríamos con una
burgo no están determinados por consideraciones metodológi- paradoja, la de ver cómo una metodología esencialmente aris-
cas, sino por aportaciones nuevas, y en primer lugar por la de
-con tres siglos de retraso- una ciencia
totélica engendraba
la Optica de Alhacen, que, por razones evidentes, no podía estar fundamentalmente antiaristotélica.
influido por la urevolución metodológica» de Occidente. En fin, no estoy en modo alguno seguro de que estemos au-
A decir verdad, Crombie sabe muy bien me- torizados para aplicar a la enseñanza lógica de Grosseteste el
jor que nadie- que su «revolución metodológica»-seguramente
tuvo un al- término de urevolución, lz. Como ya he indicado, me parece que
cance bastante limitado y que el desarrollo continuo de las dis- Crombie en realidad ha demostrado la continuidad perfecta y
cusiones metodológicas al final de la Edad Media no se vio asombrosa del Cesarrollo del pensamiento lógico: desde Aris-
acompañado de un desarrollo paralelo de la ciencia. Llega in- tóteles y sus comentaristas griegos árabes- hasta Roberto
cluso a explicar esta ausencia de progreso científico por el he- Grosseteste, Duns Escoto y Occam,-yhasta los grandes lógicos
cho de que los filósofos de esta época se consagraban exclusi- italianos y españoles..., y hasta John Stuart Mill, hay una ca-
vamente al estudio de problemas puramente metodológicos, lo dena ininterrumpida de la que el obispo de Lincoln es uno de
que llevó consigo un divorcio entre la metodología y la ciencia los eslabones más importantes, pues resucitó esta tradición y
-asi, ni Duns Escoto ni Guillermo de Occam se interesaron la implantó en Occidente. Sin embargo, fue la lógica y la me-
realmente por la ciencia-, divorcio que fue altamente perjudi- todología de Aristóteles lo que trasplantó, y como esta lógica y
cial para esta última, aunque, al parecer, no lo fuera para la esta metodología forman parte integrante de la física y de la
primera. metafísica aristotélicas se encontraban en perfecto acuerdo con
Crombie tiene ciertamente razón: un exceso de metodología la ciencia aristotélica de la Edad Media y no con la del si-
es peligroso, y muy a menudo, si no la mayor parte de las ve- glo xvrr, que no lo estaba o lo estaba muy poco. Pero la meta-
ces, conduce a la esterilidad: tenemos suficientes ejemplos de física de Grosseteste no era en modo alguno aristotélica; en
ello en nuestra época. Por mi parte, iría incluso mucho más realidad, si comportaba una buena dosis de aristotelismo era,
lejos: pienso que el lugar de la metodología no está en el prin- en sus principales aspectos, una rnetafísica neoplatónica, lo
cipio del desarrollo científico, sino, por así decir, en medio de cual nos lleva al problema de la influencia de la filosofÍa o de
éste. Ninguna ciencia ha comenzado nunca con un tractatus de la metafísica en general, y no únicamente de la lógica o de "ia
methodo, ni ha progresado nunca gracias a la aplicación de un metodología, sobre el pensamiento científico.
método elaborado de un modo puramente abstracto, a pesar Crombie subraya alegro de declararme totalmente de
del Discurso del método, de Descartes. Este, como todos sabe- acuerdo con él- que-me el platonismo y el neoplatonismo han te-
mos, fue escrito no antes, sino después de los Ensayos cientí- nido siempre tendencia, por lo menos en principio, a tratar a
través de las matemáticas los fenómenos naturales y a dar así
a las matemáticas un papel mucho más importante en el siste-
ll Petrus Peregrinus y, después de é1, Roger Bacon, insisten en el ma de las ciencias que el que les atribuía el aristoteiismo" In-
hecho de que un experimentador debe poder realizar un trabajo manual.
Tal es, en efecto, el caso en una época en la que los «artesanos» no son siste también, en lo que tiene toda la razón, en el hecho de que
capaces de construir los instrumentos necesarios para el sabio. Así, New- la metafísica de la luz de Roberto Grosseteste, de la que éste
ton, Galileo y Huygens tenían que pulir sus lentes o sus espejos ellos
mismos, etc. Sin embargo, esto no duró mucho y, bajo la influencia de
la ciencia y sus necesidades, se creó una industria de fabricación de 12 En realidad, aun subrayando su aspecto revolucionario, Crombie
instrumentos que retomó este «trabajo manual»: los astrónomos --{on reconoce él mismo que la metodología de Grr¡sseteste es esenciaimente
rarísimas excepciones- no prepararon ellos mismos sus astrolabios. aristotélica.
ó8 Alexandre Kot¡ré Los orígenes de la ciencia moderna 69
hizo además el fundamento de la física, constituía la primera posibilidad de un movimiento diurno de la Tierra, no tienen
etapa del desarollo de una ciencia matemática de la naturale- nada que ver con el nominalismo o el positivismo.
za. Aquí me siento igualmente en perfecto acuerdo con é1. Creo Crombie no lo niega. Considera que el mayor mérito del no.
efectivamente que es aquí donde Grosseteste da pruebas de gran minalismo consiste no en el desarrollo de la teoría del impetus,
originalidad (no tenenros que olvidar que, a pesar de la armo- sino en.su rechazo por Occam en favor cle una concepción que
nía natural entre el platonismo y la matematización de la natu- él asimila otros muchos historiadoresr3- i tu .b.r-
raleza, el neoplatonismo desarrolló finalmente una concepr.:ión cepción cle -como
la inercia del siglo xvrr. No pienso que esta inter-
del mundo dialéctica y mágica, y no matemática: la aritmo- pretación sea completamente e:Kacta, ni que el teito citatdo por
logía no es la matemática) y de una profundidad de intuición Crombie la corrobore, ni siquiera la admita, aunque prro ior-
que solamente el desarrollo científico contemporáneo nos per- otros sea bastante natural. para nosotros, que récor.áamos la
mite apreciar plenamente. Es exacto, naturalmente, que era declaración aparentemente análoga de Descartes, que afirma
prematuro querer reducir, como él lo hizo, la física a la óptica, no haber diferencia entre el movimiento y el cuerpó en movi_
y nadie, excepto Roger Bacon, aceptó su punto de vista. Es miento; pqra nosotros, que olvidamos que para Desóartes, como
igualrnente cierto que la evolución de la óptica no desempeñó para nosotros mismos, el movimiento es esencialmente un es-
un papel deterrninante en la formación de la física del si- tado opuesto al estado de reposo
glo xvrr, y que Galileo no se inspiró en la óptica. Sin embargo -lo cual no es así
cam- y que es, por consiguiente _contrariamente
para Oc_
a Ia afirma_
sorprende bastante que Crombie no mencione este he- ción de Occam-, ua efecto nueyo, y un efecto que para ser pro-
-me
cho-, la gran obra de Descartes debía llamarse El mundo o ducido requiere no solamente una causa, sino tambié., ,ru .árru
tratado de la luz, aunque, en efecto, su física no haya sido perfectamente determ.inada. Me parece que si tenemos esto pre-
modelada sobre la óptica y, además, apenas haya sido mate- sente en la mente y si no introducimos én el texto de Occam lo
mática; de todas formas, fue el platonismo (y, naturalmente, que no está, reconoceremos que es imposible deducir concep_
el pitagorismo) quien inspiró la ciencia matemática de la natu- ciones como, por ejemplo, las de la conservación de la direc_
raleza (y sus métodos) en el siglo xvrr y Ia opuso al empiris- ción y de la velocidad que implica la concepción moderna del
mo de los aristotélicos (y a su metodología). Sin embargo, movimiento, y no le imputaremos el descubrimiento del prin_
como hemos visto, no es sólo al matematismo platonizante, sino cipio de la inercia.
también, e incluso más aún, al empirismo de la tradición nomi- .
_
No niego que, como ha dicho Anneliese Maier, la concep_
nalista y positivista al que Crombie quiere atribuir el mérito ción de occam habría podido ser desarrollada y desembocar en
de haber inspirado la ciencia «moderna». la del movimiento concebido como estado. para mí es suficiente
constatar que eso no ha sucedido. y que ninguno de los nume-
Una vez más, desgraciadamente, no puedo aceptar su punto
rosos discípulos del venerabilis Inceptor inteñtó jamás hacerlo.
de vista. Naturalmente, no pongo en duda que la crítica de la Lg.9ryl es para ml por lo menos la pmeba de su- perfecta este-
concepción aristotélica tradicional (que alcanza su punto cul- rilidad. En realidad, el método nominalista condüce al escep_
minante cuando Occam ataca la validez de las causas finales y ticismo y no a la renovación de la ciencia.
niega la posibilidad de conocer todas las demás) haya des- El positivismo es hijo del fracaso y de la renuncia. Nace de
empeñado un papel importante al despejar el terreno en el que la astronomía griega y su mejor expresión es el sistema de
podía edificarse la ciencia moderna y al suprimir ciertos obs- 'folomeo. El positivismo fue concebido y desarrollado
táculos que detenían esta edificación. Por otra parte, dudo no por
l<¡s. filósofo,s del siglo xrrr, sino por los astrónomos griegos,
mucho que haya sido nunca un factor positivo en el desarrollo <¡uienes, habiendo elaborado y perfeccionado el método del pen-
científico. samiento científico ---observación, teoría hipotética, deducción
Efectivamente, ni los brillantes trabajos matemáticos y ci:
nemáticos de Nicolás de Oresme derivan directamente
-que
de los de la Escuela de Oxford, inspirados en el gran Brad- .B Asl, recientemente, H. Lange, Geschichte der Grund.lagen der physik,
wardine-, ni la elaboración de la teoría del impelers por él vol._I, p. 159, Munich-Friburgo, 1952; cf. Etudes sur Léinard. ae V¡ic¡,
rlc Pierre .Duhem, vol. II, p. 193; y contra esta tesis Anneliese Maier,
mismo y por Juan Buridán, ni el hecho de que aceptaran la op. cit., nr'rm. l.
70 Alexandre KoYré Los orlgenes de la ciencia moderna 71
y, finalmente, verificación por nuevas observaciones-, se en- raleza, por leer en el verdadero libro del universo. Era completa-
contraron en la incapacidad de descifrar el misterio de los ver- mente exacto que «el principal resultado de las investigaciones de
daderos movimientos de los cuerpos celestes y, en consecuen- los astrónomos ha sido solamente dar ¡azón de las apariencias de
cia, limitaron sus ambiciones a «superar los fenómenos», es los cuerpos celestes»; pero en la crítica que formuló a propósito
decir, a un tratamiento puramente formal de los datos de la del sistema de Tolomeo, dijo precisamente que nsi satisfacía a
observación. Tratamiento que les permitía hacer predicciones un astrónomo solamente aritrrrético, no satisfacía ni contentaba a
válidas, pero cuyo precio era la aceptación de un divorcio defini-
un astrónomo filósofo». Copérnico, sin embargo, habla compren-
dido muy bien que si se podían salvar las apariencias celestes con
tivo entre la teoría matemática y la realidad subyacente ra' falsas suposiciones sobre la naturaleza, se podía hacerlo mucho más
Es ésta la concepción no es en modo alguno progre- fácilmente aún con suposiciones verdaderas. Así no era sólo por
siva como parece creer -que
Crombie, sino al contrario, retrógrada aplicación pragmática del principio de economÍa por lo que la
en sumo grado- que los positivistas del siglo xrv, bastante hipótesis simple debía ser elegida. Era la Naturaleza misma, .que
cercanos en esto a los de los siglos xrx y xx, quienes sólo han no hace por numerosas causas lo que puede hacer por pocas»,
sustituido la resignación por Ia fatuidad, intentaron imponer a la naturaleza misma la que ordenaba aprobar el sistema de Co
pérnico.
la ciencia de la naturaleza. Y fue por rebelión contra este de'
rrotismo tradicional por lo que la ciencia moderna desde Co-
pérnico (al que Crombie clasifica de modo bastante sorpren- Tal era por lo menos el punto de vista de Galileo, quien
dente entre los positivistas rs) a Galileo y a Newton, llevó a cabo estaba profundamente convencido del carácter matemático de
su revolución contra el empirismo estéril de los aristotélicos, la estructura profunda de la naturaleza (pp. 305-306):
revc¡lución que se basó en la convicción profunda de que las
matemáticas son más que un medio formal de ordenar los he- Al concebir la ciencia como una descripción matemática de rela-
chos y son la clave misma de la comprensión de la naturaleza. ciones, Galileo permitió a la metodología liberarse de la tendencia
hacia un empirismo excesivo, tendencia que constituía el principal
En realidad, el modo en que Crombie concibe los motivos defecto de la tradición aristocrática, y le dio un poder de genera-
que han inspirado la ciencia matemática moderna, no está en iización que quedaba sin embargo estrictamente relacionado con
desacuerdo con el mío. Así, en su excelente descripción de la los datos de Ia experiencia, algo que los neoplatónicos que le habían
posición epistemológica de Galileo, dice (p. 309): precedido no habían alcanzado más que en contadas ocasiones.
Galileo lo consiguió en primer lugar no dudando en utilizar en sus
Si en la práctica Galileo juzgaba la exactitud de una "proposición teorías matemáticas conceptos de los que ningún ejemplo había
hipotética; según el criterio familiar de la verificación experimen- sido o podÍa ser observado. ExigÍa solamente que de estos concep-
tai y de Ia simplicidad, es evidente que su finalidad no era simple' tos pudieran deducirse hechos observados. Así, por ejemplo, no
mente elaborai un método práctico para «salvar las apariencias»' existe plan absolutamente perfecto ni cuerpo aislado que se mueva
Realmente se esforzaba por descubrir la estructura real de la natu' en un espacio euclidiano vacÍo, infinito, y sin embargo, frre a partir
de estos conceptos como Galileo elaboró por vez primera la teoría
de la inercia del siglo xvrr. uY, dice, mi admiración ya no tiene
14Tal es el punto <le vista formulado por Proclo y Simplicio y aI que límites cuando veo cómo su razón fue capaz, en Aristarco y Co.
Averroes se adhirió estrictamente.
pérnico, de violentar tan bien sus sentidos, que, a pesar de éstos,
ls Este extraño error sobre Copérnico
-al que Crombie opone además
a Galileo declarando (p. 309) que "[Galileo] rehusó aceptar la declaración se hizo dueña de su credulidad.»
dei propio Copérnico según Ia cual [su teoría] era simplemente. una
consirucción mitemática, declaración que está de acuerdo con la opinión Está claro: la manera en que Galileo concibe un método
de los astróno¡nos occidentales desde el siglo xul,' la teoría heliostátiqa
era [para Galileo] una opinión exacta de la naturalezap es el único error científico correcto implica un predominio de la razón sobre la
realniente imporiante que Crombie ha cometido en su excelente obra; simple experiencia, la sustitución por rnodelos ideales (mate-
qrr" coirige aderiás él mismo en su Augustine to Galileo, p' 32ó' máticos) de una realidad empíricamente conocida, la primacía
"..o.
Londres, 1953 y 1956. En realidad, Copérnico no consideró nunca su teo' de Ia teoría sobre los hechos. Fue así solamente como las li-
ría como una mera construcción matcmática y no dijo nunca nada que
pudiera interpretarse en este senticlo. Fue Osiander y no el propio Copér' mitaciones del empirismo aristotélico pudieron ser superadas
nico quien eipresó este puntc de cn el prefacio que escribió la y como pudo ser elaborado un verdadero método expefimental,
'ista orbium coelestium, en 1543.,para
primeia edición del De revolutionibus un método en el que la teoría matemática determina la estruc-
72 Alexandre Koyré Los orígenes de lu ciencia tnotierna 73
tura misma de la investigación experimental, o para volver a Resulta bastante sorprendente, después de habern<¡s ente-
tomar los térrninos propios de Galileo, un método que utiliza rado por Crombie de que la ciencia moclerna _la de Galileo
el Ienguaje matemático (geornétrico) para formular sus pregun' y Dcsca.tes- no sólo utiliza modos'de razonamiento compre-
tas a la naturaleza y para interpretar las respuestas de ésta; tamente nuevos (de lo imposible a lo real), sino que está tam_
la cual, sustituyendo el mundo del poco rnás o menos conocido bién fundada en una ontología completamente diierente de la
empíricamente por el universal racional de la precisión, adopta de ia ciencia tradicional a la que .é opone, y que esta lucha
la medición como principio experimental más irnportante. Fue cont,a la tradición tiene una profunda significaóión filosófica,
este método el que, fundado en la matematización de la natura- leer como conclusión de sus investigacioires (p. 3lg) que:
leza, ha sido concebido y desarrollado, si no por el mismo Gali-
leo, cuyo trabajo experimental carece prácticamente de valor y A pesar de los enormes medios que las nuevas matemáticas apor-
que debe su fama de experimentador a los esfuerzos infatigables taron al siglo xvrr, la estructura lógica ¡, los probiemas de la cien-
de los historiadores positivistas, al menos por sus discípulos y cia experimental siguieron sienrl<,¡ fun<iamenialmente k¡s mismos
sucesores. En consecuencia, Crombie me parece que exagera un desde el principio de su historia moclerna, unos cuatro siglos antes.
poco el aspecto oexperimental» de la ciencia de Galileo y la es' La historia de la te,ría de Ia ciencia experimentar, d,: ó.osseteste
trechez de las relaciones de ésta con los hechos experimenta- a l{ewton, es realmente una serie de ,ariaciones sobre er lema de
Aristóteles, segrin el cual el fin de la investigación científica era
Ies ró: en realiCad, Galileo se equivoca cada vez que se atiene a la ciescubrir premisas verdaderas para llegar a un tonocimiento demos-
experiencia. Sin embargo, parece reconocer bien la transforma- trado de las observaciones, introd,ciendo el nuevo i,strurnento cre
ción radical que la nueva ontoiogía aportó a las ciencias físicas la experie,cia, y transportándol<.¡ a la clave de las matemáticas. El
e incluso el sentido muy especial de las famosas afirmaciones, inr¿estigador se esforzaba por edificar ,-¡n sistema .r,er,ific¿rclo de
aparentemente positivistas, del gran florentino. Así, escribe (pá- proposiciones en-cuyo seno la relación de Io más particular a lo
gina 310): más general era la de una consecuencia necesaria.
El cambio capital introducido por Galileo, con otros matemáticos El nombre de Ne'w,ton da aparentemente la clave de la afir_
platonizantes, corno Kepler, en la ontología científica, consistió en mación de Crombie. Crombie cree realmente en la concepción
identificar la sustancia del mundo real c<.¡n las entidades l¡atemá' positivista de Neu,ton, a propósito clel cual escribe (p. 3lf):
ticas contenidas en las iec.¡rías utilizadas para <lescribir las apa'
riencias. su r¡rétodo matemático estaba en realidacl relegado a las obser.va-
ciones, del mismo rnodo que la «gis¡¡si¿ srp"rLr., matemática de
Cambio realmente capital que condujo a cambios igualmen' los cornentaristas latinos de A.istóteles, cicncia clue «da la razón
te impe.rtantes de ntétodos, distintos de la pura metodologla. de tai cosa, de lo que la cienci¿r inferi.¡r cla el ñecho», perro que
Sin ernbargo, Crombie prefiere entpiear este írltimo término no habla de las causas de esta cosa.
y escribe en consecuencia nnominaliz.ando, a Galileo (pági'
nas 305-30ó): I-a ¡neta de Nen'ton, al distinguir su «yj¿ matemática» <Ie
,.la investigación de las causas», por er;emplo, cl estudio cle Ia
EI importante resultado práctico obtenido fue abrir el mundo físico óptica v de la dinámica del esturiio de «la naturaleza v la cua-
a la irtiiizaci<in ilirnitada de las matemáticas. Galileo borró log Iidad de la gravitación y de Ia luz, er.a, tal c.or:-rr.¡ lt señala
más graves inconvenientes de la concepción cle Aristóteles, según cro¡ribie, Iiber:ir su .bra de toda rclación L-on las dos onto-
el cuál había una ciencia de la "física" situada f.uera ciel dominio losías cientÍficas más populares de su épor:a, a saber, las que
de las matemáticas, declaranclo que las sustancias y las causas que
esta física planteaba como postulatlos no eran más que simples rleri'aban de Aristóteles v Descartcs, que él juzgaba qlte nc)
palabras. Irabían sido «deducicl¿rs de los fenón.lenr¡s,. No L.u-qr" ñewton
rregara eue «di5cu1ir lasi causas reales tle los fenómenr¡s
Jrudie_
r'¿r ser cle la competcnc:ia de la ciencia, (p"
lo Cf. mi artículo oAn experiment in nteasurement in the XVIIth cen'
316). sino que simple_
Iltcnte dudó en uafirm¿u'que hubiera habielo tal tlescubrirniento
turv», en \os Proceedings of the Ameri<:an Philosophicat Societv, 1952, ,'n ujr¡gún caso pariicu.lar».
prr" 253-263.
74 Alexandre Koyré Los orígenes de la ciencia moderna 75
Esto es justo; no pienso, sin embargo, que Crombie haga que no creo en la interpretación positivista de la ciencia _ni
justicia al realismo brutal que Newton combina con la creen- siquiera en la de Newton- la historia contada de modo tan
cia de que las causas reales de los fenómenos, o bien son des- brillante por Crombie contiene una lección muy diferente: el
conocidas, o bien pertenecen a un ámbito del ser que supera empirismo puro incluso la «filosofía expeiimental> no
al ser fÍsico. Como, por ejemplo, el espíritu o los espíril¿¿s que conducen a ninguna -e parte, y no es renunciando a la finalidad
originan la atracción y la repulsión y son las fuerzas reales que aparentemente inaccesible e inútil del conocimiento de lo real,
mantienen la unidad y la estructura del mundo, así como las sino al contrario, persiguiéndola con audacia, como la ciencia
fuerzas reales que unen los átomos de la materia que componen progresa en el camino sin fin que la conduce a la verdad. .En
los cuerpos. Debemos tratarlos matemáticamente, nos ordena consecuencia, la historia de esta progresión de la ciencia mo-
Newton, y ai hacerlo no debemos ocuparnos de su naturaleza derna debería estar consagrada a lu áspecto teórico tanto por
real. Pero debemos, por otro lado, tenerlas en cuenta, puesto lo menos corno a su aspecto experimentál. En realidad, como ya
que son fodas reales y puesto que su determinación constituye he dicho, y como lo demuestrá bien la historia de la'lógica áe
una meta esencial en la investigación científica. las ciencias relatada por crombie, no sóro el primero e"stá es-
Crombie no cree que esto sea así. Juzga en consecuencia trechamente asociado al segundo, sino que domina y determina
que la ciencia de Galileo y de Descartes, fundada en una ontolo- su estructura.,Las grandes revoluciones científicas áel siglo xx
gia matemática inspirada en Platón, una ciencia que tendía a un como las de los siglos xvrr o xrx-, aunque fundadás na-
conocimiento real, aunque naturalmente parcial y provisional -tanto
turalmente en hechos nuevos
del mundo real, perseguía una meta imposible e incluso falsa. q¿¡le5-, son fundamentalmente-en
la imposibilidad de verifi_
revolucioires teóricas cuyo re_
Newton, que había renunciado a buscar las causas, o por lo sultado no consistió en relacionar mejor entre ellas «los datos
menos había retrasado su búsqueda hasta un futuro lejano de la experiencia", sino en adquirir uni nuerra concepción de la
y proclamado el divorcio entre la ufilosofía experimental" y la realidad profunda subyacente en estos <<datos».
metafísica incluso la física-, era más sagaz: volvió a la Sin embargo, las moradas del reino de Dios son numerosas.
metodología -earistotélica y la epistemología nominalista de la Y se puede tratar la historia de muchas maneras. Digamos,
Edad Media. pues, que en el reino de la historia Crombie ha edificado una
Crombie considera que la cierrcia moderna es decididamen- bella morada-
te positivista. Es, por tanto, en la historia -o la prehistoria-
def positivismo rlonde ve la progresión de la "ciencia experi'
menialr. Según é1, esta historia comporta una lección filosó-
fica (p. 319):
La verdad filosófica que ha puesto en evidencia toda la historia
de Ia ciencia experimental a partir del siglo xrrr es que el método
experimental, concebido en urt.. principio como un método que per'
mite descubrir las verdaderas causas de los fenómenos, demuestra
ser uu método que permite clar simplemente su verdadera des'
cripción.
Una teoría científica ha dado toda la explicación que podÍa dar
de sí cuando ha puesto en correlación los datos de la experiencia
del modo ntás exacto, completo y práctico posible' Cualquier otro
problema que pudiera plantearse no podría serlo en lenguaje cien'
iíficr.¡. Por iu naturaleza tal descripción es provisional y el progra'
ma práctico de la investigación es sustituir las teorías limitadas por
otras, cada vez más comPletas.
¿Aceptaremos la lección filosófico-histórica de Crombie? En
1o que á mí se refie¡e, no pienso que debamos hacerlo. Para ml,
LAS ETAPAS DE LA COSMOLOGÍA CIENTÍFICA * Etapas de la cosmología científica 77
lar una teoría explicativa del dato observable; algo que los ba- mente mítico. En cuanto a la idea de que el movimiento circu-
bilonios no hicieron nunca. lar es un movimiento natural, parece paradójicamente confir-
Insisto en la palabra «observable», pues es cierto que el sen- # marse en nuestros días: el Sol gira, las nebulosas giran, los
tido primero de la famosa fórmula aó(euv td gar,vop¡Éva quiere electrones giran, los átomos giran, todo gira. ¿Cómo negar que
decir justamente: explicar los fenómenos, superarlos, es decir, esto sea algo completamente «natural»?
revelar la realidad subyacente, revelar, bajo el desorden apa- Volvamos ahora a los que han intentado explicar los movi-
rente del dato inmediato, una unidad real, ordenada e inteli- mientos celestes como resultado de un encajamiento de esferas
gible. No se trata sólo como nos enseña una mala interpreta- que giran unas en las otras. Tuvieron bastante éxito, a excep-
ción positivista muy corriente, de unirlos por medio de un ción de un fenómeno que no se dejaba explicar muy bien
cálculo a fin de obtener una previsión: se trata, en realidad, de muy importante ver la atención prestada por los griegos a la-es
ne-
descubrir una realidad más profunda que proporcione su ex- cesidad de explicar verdaderamente un fenómeno-, a saber, Ia
plicación. variación en la luminosidad de los planetas que tan pronto eran
Esto es algo bastante importante, que nos permite com- muy brillantes como no lo eran, hecho que no se podía explicar
prender la unión esencial, a menudo olvidada por los historia' más que admitiendo cambios en sus distancias a la Tierra.
áores, entre las teorías astronómicas y las físicas. Es un hecho Esto exigió la invención de una teoría explicativa nueva,
que los grandes descubrimientos las grandes revoluciones teoría llamada de los epiciclos, y de las excéntricas, que fue
en las teorías astronómicas- han-oestado siempre en relación elaborada sobre todo por la escuela de Alejandria, por Apo-
con descubrimientos o modificaciones en las teorías físicas. lonio, Hiparco y Tolomeo.
No puedo hacer un esbozo ni siquiera breve de esta historia Entre las dos se establece un interntedio extraordinario: un
extremadamente apasionante e instructiva. Quiero simplemente genio de primer orden, Aristarco de Samos, plantea como hi-
indicar algunas etapas de la matematización de lo real, que es pótesis explicativa el doble movimiento de la Tierra alrededor
el trabajo propio del astrónomo. del Sol y sobre sí misrna. Es bastante curioso que no haya
Ya he dicho que comienza con la decisión de descubrir bajo tenido seguidores. Tuvo un único alumno, parece. Plutarco lo
la apariencia desordenada un orden inteligible; así, encontra- dice: «Aristarco propuso esta tec¡ría como hipótesis y Seleuco
mos en Platón una fórmula muy clara de las exigencias y pre- la afirmó como verdad., El texto es importante, pues confirma
supuestos de la astronomía teórica: reducir los movimientos de el deseo y la distinción que hacían los griegos entre una simple
los planetas a movimientos regulares y circulares' Programa hipótesis calculatoria y la hipótesis físicamente verdadera: la
que poco más o menos es ejecutado por su alumno Eudoxo y revelación de la verdad.
perfeccionado por Calipo; éstos, en efecto, sustituyen el movi- Aristarco no tuvo éxito y no se sabe por qué. Se ha dicho
*i"rrto irregular de los astros errantes por los movimientos a veces que la idea del movimiento de la tierra contradecía
bien ordenaáos de las esferas homocéntricas, es decir, encaia- demasiado las concepciones religiosas de los griegos. Pienso
das unas en otras. que fueron más bien otras razones las que determinaron el
Se han burlado mucho ahora- de esta obsesión fracaso de Aristarco, las mismas sin duda que desde Aristóteles
-menos,
griega por lo circular, de este deseo de reducir todos los movi' y Tolomeo hasta Copérnico se oponen a toda hipótesis no geo-
mientos celestes a movimientos circulares. Yo no encuentro céntrica: la invencibilidad de las objeciones "físicas contra el
que esto sea ridículo ni estúpido: el movimiento de rotación movimiento de la Tierra. Hay, ya lo he dicho, una relación ne-
es un tipo propio y muy notable de movimiento, el único que cesaria entre el estado de la física y el estado de la astrono-
en un munáo finito se prosigue eternamente sin cambio, y es mía. Ahora bien, para la física antigua, el movimiento circular
eso justamente lo que buscaban los griegos: algo que-pudiera (rotacional) de la Tierra en el espacio parecía debía pare'
-y la experien-
cer- oponerse a hechos indiscutibles, y contradecir
proslguirse o ..ptodr..,cirse eternamente. El gusto de los grie-
go, pó. lo eternó es algo muy característico de su mentalidad cia diaria; en resumen, una imposibilidad física. Otra cosa más
constituía un obstáculo para la aceptación de la teoría de Aris-
ói"rriifi"u. Los teóricos griegos no hablan nunca del origen de tarco, a saber, la grandeza desmesurada de su Universo; pues
las cosas, o si hablan de ello, es de un modo muy consciente-
d
80 Alexandre Koyré Etapas de la cosmología científica 81
do encontramos una ruptura entre la astronomía matemática tendencia: búsqueda de la coherencia inteligible de lo real, que
y la astronomía física. explique el desorden del puro fenómeno- las irregularidaáes
En efecto, mientras que los filósofos y los cosmólogos con- aparentes de los movimientos planethrios, r.educiéndolos justa-
tinuaban admitiendo que los cuerpos celestes se movían por mente a puras «apariencias» irreales; efectivamente, estas irre_
movimientos uniformes de los orbes corporales, insistiendo en gularidades aparentes (paradas, retrogradaciones, etc.) la mayo-
el valor de esta concepción desde el punto de vista fÍsico, los ría de las veces resultaban ser simples efectos secundarios, a
astrónomos matemáticos respondían que el problema físico saber, proyecciones en el cielo de los movimientos de la Tierra
no les importaba y que su finalidad era determinar las posi- misma.
ciones de los planetas sin ocuparse del mecanismo que los Una tercera ventaja de esta teoría era Ia relación sistemáti-
llevaba al lugar determinado por el cálculo. ca que establecía entre los fenómenos celestes por el hecho de
Yo, por mi parte, pienso que Tolomeo se decide por esta que las apariencias, es decir, los datos de la observación rela-
ruptura entre la astronomía física y la rnatemática porque cree tivos a los diversos planetas, se encontraban explicados, por
en la astrología y porque desde el punto de vista astrológico, lo rnenos en parte, por un único factor, el movimiento d.e la
como desde el punto de vista práctico, era efectivamente in- Tierra. Por tanto, se podíarr deducir de ella más fácilmente los
útil saber cómo, física y realmente, los planetas llegan a un movimientos verdaderos y los movimientos reales.
lugar dado. Lo que es importante es saber calcular sus posi- ¿Cómo llegó Copérnico a su concepción? Es muy difícil de
ciones para poder deducir sus consecuencias astrológicas. decir, porque lo que éi mismo nos cuenta no lleva a su astro-
No quiero extenderme en este problema aunque sea impor- nomía. Nos dice que encontró testirnonios relativos a los au-
tante, y aunque la divergencia entre las dos astronomías haya tores antiguos que habÍan intentado explicar las cosas de un
subsistido durante largo tiempo, en realidad hasta Copérni- rnodo distinto a como lo hace Tolomeo, lc¡s cuales principal-
co y Kepler. Los astrónomos árabes, en la Edad Media, muy mente habían propuesto hacer del Sol el centro de los movi-
razonablemente, intentaron restablecer la unidad, sustituyendo mientos de los planetas inferiores (Venus y Mercurio) y que se
las esferas u orbes corporales por los círculos puramente ma- dijo que se podÍa intentar l'racer lo mismo para los otros.
temáticos de Tolomeo. En el mundo cristiano sucedió lo mismo. Pero esto le habría llevado a constituir una astronomía del
Cito al gran astrónomo Peurbach, quien logró constituir un mo- tipo de la que Tycho Brahe desarrolló después de é1. Además,
delo de los movimientos planetarios (sin poder reducir, sin em- es curioso constatar que nadie intentó hacer esto antes que
bargo, estos movimientos planetarios a revoluciones uniformes), Copérnico. Esto es algo que lógicamente debería colocarse en-
y, con un número relativamente muy pequeño de esferas ma- tre Tolomeo y Copérnico. Lo cual nos enseña que la historia
teriales, expücar todos sus movimientos.
del pensamiento científico no es enteramente lógica. Por eso,
La gran revolución que desplazó a la Tierra del centro del para comprender su evolución hay que tener en cuenta factores
universo y la lanzó al espacio, data de hace poco; y, sin embar-
go, es muy difícil comprender los motivos que guiaron el pen- exiralógicos. Así, una de las razones la más
-probablemente
profunda- de la gran reforma astronómica operada por Co-
samiento de Clopérnico. Es cierto que, por un lado, hubo un
pérnico, no era del todo científica.
motivo físico. La imposibilidad de una explicación física, me-
cánica, de la astronomía de Tolomeo, ese famoso ecuante que Pienso, por mi parte, que si Copérnico no se detuvo en el es-
introducía en los cielos un movimiento no uniforme, le parecía tadio tycho-brahiano que lo hubiera considerado
verdaderamente inadmisible; por eso su discípulo Rético nos alguna vez-, fue por-admitiendo
una razón de estética o de metafísica,
dice que la gran ventaja de la nueva astronomía consiste en por consideraciones de armonía. Siendo el Sol la fuente de la
el hecho de que nos libera de los ecuantes, es decir, que nos ,¡
hrz, y siendo la luz lo más bello y mejor del mundo, le parecía
da al fin una imagen coherente de la realidad cósmica, y nc conforme a la razón que rige al mundo y que lo crea, que esta
dos imágenes, una la de los filósofos y otra la de los astróno- luminaria estuviera colocada en el centro del universo que se
mos matemáticos, que, por lo demás, no concordaban entre sl. cncarga de iluminar. Copérnico lo dice expresamente y creo
Además, esta nueva imagen simplificaba la estructura ge- que no hay ninguna razón para no creer en su adoración al
neral del universo explicando vean que es siempre la misma Sol, sobre todo cuando el gran astrónc¡mo que es Kepler, el que
-y
1
84 Alexandre Koyré ,l I Etapas de la cosmología científica g5
inaugura verdaderamente la astronomla moderna, es todavla físico y dinámico. El esfuerzo de Kepler consiste de este modo
más heliólatra que Copérnico. en encontrar no sólo una concepción astronómica que permita
No puedo dejar de mencionar a Tycho Brahe, cuyo sistema I oJfen-a-r. y «superar» los fenómenos, 'sino también ú.ru iorr."p_
astronómico, que habría debido aparecer antes de Copérnico, es ción física que permita explicar por causas físicas el movimien-
un exacto equivalente de este último, con la diferencia de que to real de los cuerpos celestes en el mundo.
I También insisfe en el prefacio de la Astronotnia nova en la
Tycho Brahe admite que la Tierra es inmóvil y que el Sol, con
todos los planetas que giran alrededor de é1, gira alrededor de necesidad de esta unificación de la física celeste y de la física
la Tierra. terrestre, en el hecho de que el sol no es simpleménte el centro
¿Qué razones tenía para retroceder con relación a Copér- del mundo y que no se limita a iluminar dejando marchar fuera
nico? Creo que se vio llevado por dos clases de consideraciones e independientemente de él los mecanismos motores de los
de orden muy diferente: sus convicciones religiosas, por un planetas, cada uno completo en sí mismo, sino que debe ejercer
lado, que no le permitían aceptar una doctrina contraria a las una influencia física en los movimientos de los c*rpo" asirales.
Sagradas Escrituras, y, por otro, la imposibilidad de admitir el No tengo, desgraciadamente, tiempo de decirles más sobre la
movimiento de la Tierra desde el punto de vista de la física. estructura del pensamiento de Kepler y la elaboración téc-
Por eso insiste en las objeciones físicas contra este movimien- nica de su doctrina.
!o ql" es curioso y divertido es que Kepler,
en la deducción de las famosas leyes que llevan su- nombie y
to, en lo que, por otro lado, tiene razón: las objeciones físicas
contra el movimiento de la Tierra eran irrefutables antes de que todo el mundo conoce, a saber, que los cuerpos celestes se
la revolución científica del siglo xvrr. mueven en elipses y que los espacios barridos por sus radios
Me queda aún hablar de Kepler, cuya obra tampoco es ente- vectores son proporcionales al tiempo, comete un doble error.
ramente científica y que está profundamente inspirada en la Pero los errores se compensan, de forma que su deducción llega
idea de la armonía, en la idea de que Dios ha organizado el a ser exacta gracias precisamente a este doble error.
mundo según las leyes de la armonía matemática; esto es Probablemente porque Kepler quería, desde el principio, en-
para Kepler la clave de la estructura del Universo. En cuanto contrar una solución nueva al problema de los movimientos pla-
a los lugares respectivos que atribuye al Sol y a la Tierra es, netarios, una física celeste, una astronomía causal (Ai,tuo)"oyrj-
por supuesto, copernicano y por la misma razón que Copér- ros), no intentó que era factible-, después de haber
nico: el Sol para él representa a Dios, es el Dios visible del -lo
trado que la trayectoria "n.ór-
real de Marte era una elipse, reproducir
universo, símbolo del Dios creador que se expresa en el universo esta elipse por una combinación de círculos, sino que sustituyó
creado, y es por esto por lo que es necesario que esté en el en seguida el mecanismo de los círculos, esferas u orbes que
centro de éste. guían y transportan los planetas por la idea de una fuerza mág-
Sobre esta base metafísica Kepler edifica su obra cientí- nética que, emanando del Sol, dirige sus movimientos.
fica, la cual, tanto en sus intenciones como en sus resultados, Se podría decir, lanzando una mirada de conjunto a la evo_
supera con mucho la de Copérnico. En efecto, la finalidad que lución del pensamiento astronómico, que se eslorzó primera_
persigue Kepler es muy ambiciosa y muy moderna: quiere re- mente en descubrir la realidad ordenada de los movimientos
constituir (o, más exactamente, establecer) la unidad de la de los astros subyacente en el desorden de las apariencias.
concepción científica del mundo, la unidad entre la física y la Para hacerlo, los griegos emplearon los únicos meáios mate"
astronomía. Por ello, la gran obra astronómica, la obra funda- máticos y físicos que les permitía el estado de los conocimien_
mental de Kepler, consagrada al planeta Marte, se llama .4s- tos científicos de su época, es decir, la idea del movimiento
tronomia nova Li.cuolvolr¡tos seu physica coelestis (La astro- natural circular; de ahí la necesidad de explicar los movimien-
nomía nueva o física celeste). tos aparentes por una superposición y acumulación de movi_
El razonamiento de Kepler está guiado por la idea de la mientos circulares. El fracaso de Tolomeo acabó por necesitar
explicación causal: si el Sol se encuentra en el centro del mun-
do, es necesario que los movimientos de los planetas no estén una transformación de la física misma, y Ia astronomía no triun-
ordenados con relación a él de un modo geométrico u óptico fó co¡l Kepler y tampoco con Newton más que fundándose en
en Copérnico-, sino que lo estén también de un modo sl una física nueva.
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8ó Alexandre Koyré LEONARDO DA VINCI, 5OO AÑOS DESPUÉS *
Se podría concebir igualmente esta evolución bajo el
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88 Alexandre Koyré Leonardo da Vinci, 500 años después g9
mayor es el hombre del que hablamos en sus aspiraciones, su pasó los últimos años de su vida en Cloux, cerca de Amboise,
pensamiento y su obra. donde murió apaciblemente el 2 de mayo de 1519.
Esto llega a ser abrumador cuando se trata de Leonardo, - -Hasta aquí teneuros al hombre público o exterior que el
siglo xrx considera con admiración como el mayor represéntan-
un genio universal, si es que alguna vez los hubo.
Además, en este caso estamos ante una dificultad particu- te de su época, el artista y artesano incompara6le, ejámplo per-
lar y única en su género; no hay un solo Leonardo da Vinci, fecto del individualismo libre y creador, que se afirma en obras
hay dos. de una perfección y de una belleza impérecederas.
Está, por un lado, el Leonardo da Vinci que podría llamar Figura trágica al mismo tiempo, pues el destino ha sido duro
hombre «público» u hombre «exterior». El inteligente adoles- para este hombre público y para sus obras. Se han perdido al-
cente nacido el 15 de abril de 1452, hijo de Ser Piero da Vinci, gunos retratos. También se han perdido los famosos dibujos
que a la edad de catorce o quince años se convirtió en alumno, de La batalla de Anghiari. La cena se deteriora. La gran esta-
o más bien en aprendiz, de Andrea Verrocchio y después en su tua de Francisco Sforza, Il Cavallo, no fue nunca vaciada: no
socio. hubo dinero para pagar el metal, o más bien el metal era
Está el joven apuesto, brillante y dotado de dones excepcio- necesario para armas. En cuanto al modelo de arcilla que fue
nales, músico, pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, a quien erigido en L493 en el pedestal donde debía colocarse el monu-
Lorenzo el MagnÍfico puso en 1481 a disposición de Ludovico mento en bronce, desapareció sin dejar huellas bajo la acción
Sforza, apodado el Moro, duque reinante en Milán. Ingresado al conjunta de la lluvia y las flechas de los soldados del mariscal
servicio de este último en 1482, le sirvió durante casi veinte Trivulzio, que lo utilizaron como blanco para sus tiros.
años, hasta su caída con la toma de Milán por los franceses. Por grande que sea este hombre público, no es todo Leo-
Trabajó para él como una especie de uhombre para todo»: nardo. Hay otro, el hombre «interior», el hombre secreto. El
como maestro de ceremonias, organizando espectáculos y fies- hombre que Francisco I llamaba respetuosamente «mi padre»
tas, como ingeniero e inspector, abriendo canales y construyen- y del que decía a Benvenuto Cellini, veinte años después de la
do fortificaciones y fosos, como artista, haciendo para Ludovi- muerte de Leonardo, que éste no solamente era el hombre que
co el retrato de su cuñada Isabel d'Este y también los de sus conocía mejor que nadie la escultura, la pintura y la arquitec-
bellas amantes Cecilia Callerani (1485) y Lucrecia Crivelli (1495); tura, sino también, y ante todo, un excelente filósofo; el hombre
pero primero, y ante todo, como escultor, trabajando durante que había llenado de notas y de ensayos filosóficos y científi-
años en la gran estatua de Francisco Sforza, la cual, superando cos innumerables hojas de papel y las había cubierto de dibu-
jos geométricos, mecánicos, anatómicos, de proyectos de libros
en dimensiones las de Donatello y Verrocchio, debía dar a co-
a escribir y máquinas a construir; el hombre que escribió estas
nocer al mundo el poderío de la dinastía de los Sforza y la
notas y estos ensayos en caracteres invertidos que no podían
gloria de Leonardo. ser descifrados más que en un espejo, para protegerlos de mi-
Es el hombre que al mismo tiempo que trabajaba para Lu- radas indiscretas, y que además los guardó en secr.eto y no
dovico el Moro pintó La cena y La Virgen de las Rocas para los los mostró nunca a nadie, o por lo menos muy raramente. Así,
dominicos de Santa Maria delle Grazie; que más tarde, en Flo- en 1517, se los hizo ver a Antonio de Beatis, secretario del
rencia, donde volvió después de la caída de su señor, pintó La cardenal de Aragón, quien, a continuación, hizo un informe para
Sagrada Familia, Leda, Mona Lisa y La balalla de Anghiari, su señor, señalando que estos manuscritos eran bellísimos y
estableciendo así su reputación de mejor pintor de su época. que podrían ser muy útiles si se publicaban.
Es el hombre que sirvió a César Borgia y que en 1507 vol- Estos documentos no se editaron nunca. En lugar de dejár-
vió a Milán a trabajar, esta vez para los franceses, para Carlos selos a Francisco I, que por lo menos los habría guardado agru-
de Amboise y el rnariscal Trivulzio; después, obligado a mar- pados todos juntos, Leonardo, antes de morir, los legó en tes-
charse cuando los franceses abandonaron la ciudad, fue a Roma tamento a Francisco Melzi, su domesticas, alumno, secretario
a servir a los Médicis, al papa León X y, por último, cansado y amigo. Melzi los llevó a ltalia, e igual que su señor, los guar-
pero no destrozado, vencido por el mundo pero no desalentado, dó casi en secreto. Después de su muerte pasaron a sus ñere-
aceptó en 1515 la invitación del rey de Francia, Francisco I, y deros, quienes perdieron una parte y, por último, a finales del
90 Alexandre Koyré Leonardo da Vinci, 500 años después 91
siglo xvr, vendieron lo que quedaba a un tal Pompeo Leoni, es- medieval, sobre todo de la de los nominalistas parisienses, que
cultor italiano al servicio de la corte de España. había estudiado cuidadosamente y que habia preservado y
El resto de la historia de estos papeles es más bien com- transmitido a través de sus manriscritos a los hombres de
plicada y demasiado larga para ser contada aquí. Se encon- ciencia del siglo xvr e incluso del xvrl. Leonardo ya no apa-
traron en España, después de nuevo en Italia, antes de que se recía como un genio único, tal como lo habían visto los
dispersaran entre París y Windsor, Turín y Milán; lo que im- historiadores del siglo xrx. Por el contrario, en la concep-
porta es que, con excepción de las partes de los manuscritos ción de Duhern, se convirtió en un lazo (el lazo más importan-
sobre pintura que sirvieron de base al Trattato della Pittura, te) entre la Edad Media y la Edad Moderna, estableciendo así
publicado en París en 1651, del manuscrito que lleva el nombre de nuevo la unidad y la continuiclad del desarrollo del pensa-
de nArundel» (Tomas Howard, Lord Arundel, lo llevó en 1ó38 miento científico.
de España a Inglaterra, donde el antropólogo alemán Blumen- Los eruditos contemporáneos, a la vez que reconocen nume-
bach lo vio en 1788) y de un cierto número de páginas sobre rosos elementos medievales en el pensamiento de Leonardo da
problemas científicos que Libri sustrajo de los Archivos del Vinci (efectivamente, su dinámica, su concepción de la ciencia,
Instituto de Francia y que mencionó en st Historia de las cien- el papel atribuido a las experiencias y a las matemáticas, tienen
cias matemdticas en ltalia en 1841, todos los otros manuscritos contrapartidas medievales), no han aceptado la imagen trazada
siguieron siendo desconocidos. por Duhem.
Hasta ei último cuarto del siglo xrx no fueron descubiertos Nosotros, que gracias al movimiento desencadenado por
algunos de estos manuscritos en las grandes bibliotecas, donde Duhem, conocemos el pensamiento de la Edad Media y el del
dormían apaciblemente desde hacía varios siglos; fueron trans- Renacimiento mejor de lo que habría podido conocerlos é1, nos
critos, traducidos y finalmente publicados por Jean-Paul Rich- hemos dado cuenta de que para impregnarse de la tradición
ter (1888), Ravaisson-Mollien, Mac Curdy y otros. medieval, Leonardo no necesitó meditar sobre los manuscritos
La impresión producida por estas publicaciones fue consi- y los incunabula de Alberto de Sajonia o de Bradwardine, de
derable. El personaje de Leonardo adquirió proporciones so- Nicolás Oresme o de Buridán, de Suisset o de Nicolás de Cusa,
brehumanas. Fue proclamado el mayor espíritu moderno, fun- aunque probablemente leyera u hojeara alguno de ellos. En
dador de las técnicas y de la ciencia modernas, precursor de efecto, esta tradición antiaristotélica, la tradición de la dinámi-
Copérnico, de Vesalio, de Bacon y de Galileo, apareciendo mi- ca basada en el concepto del impetus, tuerza, potencia motriz
lagrosamente como un proles sine matre al comienzo del mundo presente en el cuerpo en movimiento, que los nominalistas pa-
moderno. risienses oponían a la dinámica de Aristóteles ,, estaba en el
Después, en los primeros años del siglo xx, eI gran sabio y t Según Ia dinámica de Aristóteles, torlo movimiento violento irnplica
erudito francés Pierre Duhem, a quien debemos el redescu- la acción continua cle un motor unido a un cuerpo movido. No hay movi-
brimiento de la ciencia medieval, publicó su célebre obta Léo- miento sin motor: separémosles, v el movimiento se detendrá. Así, si se
nard de Vinci, ceux qu'it a lus et ceux qui l'ont lu (190ó-1913), deja de tirar de un coche o de empujarlo, dejará de moverse y se
en la que intentó deitruir la imagen más bien mítica de Leo- detendrá.
Excelente teoría que explica bastante bien la ma¡roría de los fenóme-
nardo que acabo de evocar, sustituyéndola por otra, estricta- nos de Ia vida cotidiana, pero que encuentra mayores dificultades en los
mente histórica. casos en que los cuerpos continúan moviéndose, incluso cuando ya no
El libro de Duhem es el punto de partida de toda investi' son empujados o arrastrados por un motor: flechas lanzadas por un
gación moderna, y, en comparación con sus inmensos méritos, arco, piedras arrojadas con ia mano.
Esta es ia razón de que la crítica de la dinámica de Aristóteles haya
f,oco importa que, deslumbrado y arrebatado por su doble des' estado siempre centrada en el problema a quo ntoveanlur proiecta?: ¿qué
tubrimiénto, por un lado el de la ciencia medieval y por otro es lo quc hace ¡noverse al objeto lanzado? Para explicar este movimiento
el de los eleráentos medievales en el pensamiento de Leonardo, los nominalistas parisienses adoptaron la teoría del impetus, fuerza mo-
nos haya presentado finalmente una imagen extraña y paradó- triz transmitida por el motor al cuerpo movido, fuerza que permanecía
jica de esie último: la imagen cle un Leonardo que no era sólo en el cuerpo movido dei mismo moclo que permanece el calor en el cuerpo
calentado y se convertía así en cierto modo en un motor interior que
un hombre de ciencia, sino también un sabio tan grande como continúa str acción sobre el cuerpo después de que éste se haya separado
el mismo Duhem: un Leonardo, último fruto de la tradición {le su primer motor.
92 Alexandre Kavré Leonardo da Vinci, 500 años después 93
aire; era una tradición aún viva, que se encontraba tanto en la era nhombre de letras», un humanista, que carecía de cultura
enseñanza universitaria como en los libros populares en lengua literaria, que no cursó nunca estudios universitarios, que no
vulgar en italiano-, cuya irnportancia y sabía griego ni latírr, que no podía enrplear el florido y refinado
-particularmente
amplia difusión sabemos apreciar ahora.. italiano de la corte de los Médicis o de ios Sforza, o de los
Sabemos también gue para voh,er a encontrar esta tradición miembros de la Academia. Ciertamente, todo esto es verdad.
los hombres de ciencia del siglo xvl, los Berr-ra¡dino Baldi, En efecto, según el último editor de sus escritos, su Iengua
Cardano, Tartaglia o Benedetti, no tenían necesidad rie buscar es la de un granjero o un artesano toscano, su gramática es
en los manuscritos de Leonardo: podían encont¡'arla más fá- incorrecta, su ortografía es fonética. En resumen, esto signi-
cilnrente en un gran número de libros impresos de nuevo. fica que aprendió todo por sí mismo. Pero autodidacrr.r no sig-
La concepción de Duhem, aunque subrayaba la continuidad nifica ignorante, y uomo senza lettere no puede traducirse por
del desarrollo histórico, trlvo el resultado paradójico de pre- persona iletrada, sobre todo en este caso. No debemos admitir,
sentar a Leonardo como un espíritu medieval tardío rnás o me- por tanto, que, porque no podía escribir en latín, no pudiera
nos aislado en su tiempo. tampoco leer en esta lengua. Si nc¡ obstante, aunque quizás no
Historiadores más recientes tienden a establecer una unión lo hiciera muy bien, pudo leer a Ovidio, lo que sin duda hizo,
más estrecha entre Leonarrlo y su época. Nos hacc.n obserr¿ar pudo serle mt¡cho menos difícil leer un libro de ciencias
la existencia de una literatura científica y técnica cn len,eua metría, óptica, física o medicina-, temas que conocía-geo- per-
vulgar que acabo de mencionar. Subrayan en particular clttc' fectamente. Las obras científicas son cfectivamente fáciles de
la disección de los cuerpos humanos era bastante frecuente erl leer, con tal de que su tema sea familiar al lector. Donde se
el siglo xv y a principios del xvl. Ponen tam.bién en rr:iaciót-i encuer,tran dificultades es en los textos literarios.
los estudios técnicos y los dibujos de l,eonardo con el vrvísimr¡ Me pregunto adernás si, impregnados como estamos por
interés por estas cuestiones en esta época, época ruuchc¡ ntás nuestra tradición intelectual, académica y visual a la vez, po-
avanzada respecto a esto de lcl que se creía hasta hace algrin demos inraginar siempre las condiciones en las que el conoci-
tiempo; efectivamente, un gran número de rnáquill¿1s represen- miento, o por lo menos una cierta clase de conocimiento, podía
tadas en Ios dibujos de Leonardo parecen no haber sjdo inra- ser adquirido y transmitido durante ias épocas que precedieron
ginadas por é1, sino ser diseños cie objetos que existían, que éi
a la nuestra. EI gran historiador Lucien Febvre, que tanto hizo
había podido ver y que probablemente habia visto a st: ltlt'e- por la renovación de los estudios históricos en Francia, tenía
dedor. Otros sabios, en violenta reacción conlra la tentativa Ce
Duhem por medievalizar a Lconard<¡ -v hacer de él un crudit<; la costumbre de insistir en la diferencia entre iluestra estruc-
«ratón de biblioteca», tienden a relacionarle directanlellte con tura mental por lo menos nuestros hábitos mentales, há-
-o
bitos de los ptreblos que leen en silencio y que aprenden todo
Ios grieg<ls: con Arquímedes, por quien Leonardo mostrci efec-
tivamer,te un profundo interés; con Euclides, de quien intetltó visualmente* y la o las de ia gente en la Edad Meclia e incluso
a todas ltrces copiar el método. En cl;anto a lc¡s tltros, estátt de los siglos xv y xvr, que leían en voz alta, que tenían que pro-
inclinados a aceptar la opinión de los contemporáneos de Leo- nunciar las palabras y aprender tc¡do, o por Io menos la mavor
nardo: uoma senza lettere, es decir, sin cuitura. parte de las cosas que sabían, de oído. Estas personas, para
De este inodo sustituyen Ia imagen que da Dtrhcni de un quienes no sólo la fe sino ta¡nbién el conc¡cimiento
Leonardo que había leído todo y a quien todo el r¡und<¡ Jrabía
-fides-,
--scientia- era ex auditu, estas personas no creían que tur:ieran
leído por la de un Leonardo que no habia leícir-¡ nada 1' a quien que leer un litrro con el fin de saber de lo que se trataba, mien-
nadie había leído. Me parece que en stt reacción contra lrt teo¡'Ía tras hubiera alguien que se lo enseñara cle viva voz.
de Pie¡r-e Duhem, los investigadores contemporáneos han jdo Por ello, no debemos minimizar todc¡ lo que el joven Leo-
demasiado lejos. En efecto, Leon¿,rdo es un uottto sert¿a lel' nardo habría podido aprender de oídas en Florencia flo-
terei nos lo dice él mismo al añadir, sin embargo, que fuel'on rentinos son más bien charlatanes- sc¡bre Ficino y Pico-los y sobre
sus enemigos quienes le llamar<¡n así y al reivindicar conll'a
'si:peririres cle la experiencia. Sin embargo.
las r\ctas de la Academia, sin haber tenido rlunca necesidad de
ellos los derechos abrir sus grandes infolios. De oídas habria podido aprender su-
¿qué quiere decir torio esto? Yo creo quc nacla, exce¡:to que no ficientemente sobre el conocimiento del mundo: una mezcla de
c
Leonardo da Vinci, 500 años después 95
94 Alexandre Koyré
platonismo y escolástica, de magia y hermetismo, para hacer de de cosas. Tantas, si no más, como se aprenden hoy en la es'
ello una libre elección. cuela: el cálculo, la perspectiva decir, la geometría-, el
No debemos minimizar tampoco los conocimientos filosó-
-es el bronce, el arte de di-
arte de tallar las pieáras-y de vacim
ficos y científicos que habría podido adquirir en Milán a través bujar un mapa y ei de fortificar una ciudad, el arte de construir
del comntercium (contacto) con sus amigos Marliani, médico bóvedas y el de abrir canales.
célebre, descendiente de una especie de dinastía de científicos: No erán ignorantes estos «iletrados» instruidos en estos fa'
Lucas Pacioli, matemático, autor de una inmensa Summa de mosos tallerei, y si su saber era sobre todo empírico, no era
aritmética, álgebra y geometría, escrita además en italiano y en ningún caso despreciable. Por eso Leonardo tenía perfecta-
no en latín, que Leonardo compró en Padua en 1494, o incluso mente razót al oponer los conocimientos que había adquirido
con los partidarios y discípulos de Nicolás de Cusa, de los que por la experienciá a la ciencia libresca de sus adversarios hu-
había un cierto número en Milán, como hoy se sabe. Habrían manistas. Además, estos talleres, el de Verrocchio sc¡bre todo,
podido, y lo hicieron ciertamente, enseñarle textos importantes eran mucho más que lugares donde se conservaba y mantenía
y contarle muchas cosas relativas a las discusiones meclievales una habilidad tradicional: eran, por el contrario, lugares donde
entre los partidarios de la dinámica aristr"¡télica pura y los de se estudiaban problemas antiguoi y nuevos, donde se discutían
la teoría del impetus adoptada por Nicolás de Cusa, así como y aplicaban nuevas soluciones, donde se hacían experiencias y
por Juan Marliani, tío de su amigo. donde se estaba impaciente por aprender todo lo que pasaba
Habrían podido hablarle también de las discusir¡nes concer- en otras partes.
nientes a la unidad y pluralidad de los mundos, cuestión calu- El taller de Verrocchio no explica el milagro de Leonardo
rosamente debatida durante la Edad Media, y en la que los fi explica el milagro de un genio-i pero, sin embargo, fue
lósof<¡s medievales, por razones teológicas, con el fin de no li-
-nada
este tallei el que le formó y dio a su inteligencia una cierta
mitar la omnipotencia divina, defendieron contra Aristóteles y orientación qué t" llevó a la praxis y no a la teoría pura'
sus sequaces la tesis de la pluralidad, o por lo menos de la po- Esta tendéncia práctica es bastante importante para permi'
sibilidad de pluralidad de los mundos, de los que decían que tirnos comprender y apreciar la obra científica de Leonardo
Dios habría podido crear tantos como hubiera querido, aunque da Vinci.
realmente no haya creado más que uno solo. Efectivamente, es mucho más un ingeniero que un hombre
Es inconcebible que Leonardo no haya oÍdo hablar de estas -G.otg" artista,
de ciencia. Un ingeniero por supuesto. Semejanle a
cosas, aunque no haya leído el texto de estas discusiones. Por Verrocchio, al que Sarton denorninó el San Juan de Leo-
mi parte, creo que el dilema «ratón de biblioteca», que repite nardo: semejante a Alberti o a Brunelleschi; un tipo de espí-
lo que ha leído, o puro genio original, que crea e inventa todo, ritu en el que el del Renacimiento encuentra una de sus me-
es un falso dilema: tan falso como las imágenes contradicto- jores
- y más atractivas encarnaciones.
rias de un Leonardo filósofo y sabio, o practicón ignorante. Es- Leónardo, hombre del Renacimiento'.' ¿No es demasiado
tas dos imágenes provienen de una proyección en el pasado simple? ¿No he subrayado yo mismo la oposición entre Leonar-
de las condiciones preponderantes en nuestra época. En efecto, -sabios
do y los eruditos y hombres de letras del Quattrocento?
estamos tan acostumbrados a aprender todo en la escuela Ciertamente lo he hecho, y estoy dispuesto a adrnitir que en
y artes, medicina y derecho-, que olvidamos fácil- gran medida el espíritu y la obra de Leonardo rebasan el Rena'
-ciencias
mente que hasta el siglo xrx, e incluso rnás tarde, los técnicos, cimiento e incluso se oponen a é1. Se oponen sobre todo a las
ingenieros, arquitectos, constructores de navíos e incluso má- tendencias miticas y mágicas del espíritu del Renacimiento, de
quinas, sin hablar de los pintores y escultores, no se instruían
las que Leonardo está completamente liberado.
en escuelas, sino que aprendían su oficio sobre el terreno, en Sé también que el concepto mismo de Renacimiento, por
los talleres.
muy claramente que haya sido determinado por un Burckhardt
Olvidamos, igualmente, o no lo comprender4os suficiente-
mente bien, que por toda esta serie de razones precisas, los o un Wólfflin, ha estado sometido a una crítica tan extremada
talleres de un Ghiberti, de un Brunelleschi o de un Verrocchio por los eruditos de nuestra época, que éstos lo han destruido
eran a la vez lugares donde se aprendía una enorme cantidad casi, al descubrir fenómenos típicos del Renacimiento en Ia
i
de problemas relativos a las lúnulas y a la transformación de prensa de imprimir, y él mismo grabara Ias planchas que re-
las figuras y cuerpos unos en otros, la construcción de figuras presentan los cuerpos geométricos regulares para el De divina
regulares y la determinación de los centros de gravedad, iabri_ proportione de su aurigo Lucas Pacioli. Y es probablemente por
g?ldo compases para trazar secciones cónicas, sino que tam- esta misma razón por la que los dibujos de Leonardo, que en-
bién, como ya he dicho, logra hacer algunos verdaderds descu- carnan la imaginació¡r del teóric<t y no la experiencia del prác-
brimientos. tico, son tan diferentes de las obras y compilaciones técnicas
Al mismo tiempo, y esto me parece muy importante, en él de los siglos xv y xvr; mientras que estas Írltimas son croquis
la geometría domina a la ciencia del ingeniero. De este moclo, o pinturas, los dibujos de Leonardo son "diseñoso, los prirne-
su geometría es frecuentemente la de un ingenier.o, y viceversa, ros que se han dibujado.
su arte de ingeniero es siempre el de un geómetra. precisamen- Igualmente, mientras que es extremadamente difícil recons-
te por esta razón, prohíbe ejercer este arte e incluso enseñar- truir las máquinas de la Edad Media, de las que tenemos sólo
lo a los que no son geómetras. «La mecánica
-nos Cice-
el paraíso de las ciencias matemáticas., La mecánica,
es
es clecir
la descripción o l<¡s dibujos, nada hay más fácil que construir
Ias de Leonardo, o más exactamente, nada es más fácil que
sentido de este término ha cambiado desde el siglo xv-, construirlas hoy. Así, por ejemplo, Robert Guatelis ha cons-
-el
Ia ciencia de las máquinas, una ciencia un arte- en el que truido una bella colección de modelos de Leonardo que Ia In-
Leonardo, genio técnico donde los haya, -o
despliega una capacidad ternational Business Machines Corporation ha expuesto en 1952
absolutamente asombrosa. ¡Qué no ha construido! Máquinas antes de darla al museo de Vinci, lugar de nacimiento de Leo-
de guerra y máquinas para la paz, carros de asalto y máquinas nardo. Pero dudo mucho que nadie, incluyenclo al mismo Leo-
excavadoras, armas y grúas, bombas y máquinas para hilar, nardo, haya podido construirlas en srr época. Esto no dismi-
puentes y turbinas, tornos para hacer tornillos y para pulir nuye en nada el genio de Leonardo, sino que le hace aparecer
lentes, escenarios giratorios para espectáculos de teátro, pren- como lo que es verdaderamente: un tecnólogo más que un
sas para imprimir y cojinetes sin fricción, vehículos y barcos técnico.
que se mueven por sí mismos, submar.inos y nráquinas vo- Leonardo, el ingeniero, es ciertamente uno de los más gran-
ladoras, máquinas destinadas a hacer el trabajo de loi hombres des tecnólogos de todos los tien-rpos. ¿Pero qué decir de Leo-
más fácil y a aumentar su bienestar y poder.. Sin embargo, a nardo el físico? Historiadores modernos, por una reacción jus-
decir verdad, estas consideraciones prácticas y utilitarias r,ó
parecen haber desernpeñado un papel prepon<ierante en el -"
tificada contra las exageraciones de sus predecesores, han he-
es- cho notar que sus expresiones son a menudo vagas y con bas-
píritu de Leonardo, ni en su acción. Y quizá me he equivocado tante frecuencia contradictorias; que su tecnología carece dc:
al llamarle constructor de máquinas; una designación más co- precisión; que su concepción t1e la 'forg motriz gue
rrecta sería la de inventor. es la causa del movimiento de los cuerpos -fuerza
libres- es mítica
Efectivamente, de todas estas maravillosas máquinas cuyos o poética: en efecto, Ia define o describe como la única entidad
dibujos cubren innumerables páginas dc sus m¿rnuscritos, no en este mundo donde todo se esfuerza por persistir en el ser,
es en absoluto seguro que haya construid<¡ nunca una sola. que tiende, por el contrario, hacia su aniquilación y su muerte;
Parece haber estado mucho más preocupado por la elaboración que su noción de la pesantez (gravedad), presentada a veces
de sus proyectos que por su realización; muciro más preocupa- como una causa y a veces como un efecto del movimiento, es
do por el poder intelectual del espíritu humano capaz de con- jncoherente. Y subrayan, igualmente, las variaciones de l.e<¡-
cebir e inventar estas máquinas, que por el verdadero poder que nardo erl su concepción de los coeficientes de aceleración cie
habrían podido procurar a los hombres y las realizaciones la caída (libre) de los cuerpos, proporcional, en ciertos pasajes,
prácticas que les habrían permitido realizar. Es quizá la razón al espacio (trayectoria) recorrido por el cuerpo, y en olros
profunda por la que intentó tan raramente hacer uso de sus pasajes, al tiempo transcurrido durante la caÍda.
propias invenciones, o incluso de las de los otros; por ejemplo, Por supuesto, todo esto es verdad. Sin ernbargo, no clebemos
al contrario que Durero, no se sirvió nunca, al menos para sí olvidar que estos conceptos y estas cuestiones son difÍciles, y
rnismo, de las dos grandes invenciones técnicas de su'época, que, por ejemplo, la confusión entre la aceleración con relación
la imprenta y el grabado, aunque inventara y perfeccionara la al espacio y la aceleración con relación al tiernpo, es muy fácil
100 Alexandre Kovré Leonardo da Vinci, 500 años después 101
de hacer, tan fácil que continuó hasta Galileo y Descartes, esto durante más de un siglo- que, en oposición a la opinión
qrrienes también la hicieron y tuvieron alguna dificultad para unánime de teóricos y prácticos decir, los pirotécnicos y
-es de una bala era
artilleros-, afirmó que la trayectoiia una
esclarecer estos conccptos ambiguos.
No <lebemos olvidar tampoco que los escritos de Leonardo curva continua, y no, como se creía, una línea compuesta de dos
abarcan un amplio período y que no sabemos concretamente segmentos de recta, unidos entre sí por un arco de círculo.
cuánclo fue esciito tal o cual texto. Es muy posible que las Para volver al caso que ya he mencionado, al estttdio del fc-
nómeno del choque, él fue el primero además el irnico du-
contrariicciones y variaciones no provengan <Ie la incohcrencia, -yno sólo en establecer
sino del clesarrollo, del cambio de espíritu, del progreso' ¿No rante cerca de ciento cincuenta años--
po<lríamos aclmitir mí nle parece extremadatnente proba- para dos móviles iguales que se encuentran la ley general de la
igualdacl de la velocidad después dei choque y la de los ángr-ilos
ü1"- qr" habiencl<¡ -a comenzado a pensar de un modo confuso
de incidencia y reflexión, sino también en demostrar que si dos
pánsamiento empieza siempre así*, Leonardo se abriese
-el
progiesivamente un Camino hacia la claridad? Si fuera así, el cuerpos iguales se desplazan uno hacia el otro a velocidades di-
esbó2,¡ seria muy riifer.ente y deberíamos atribuir a Leonardo el
ferentes, cambiarán sus velocidades después del choque. En
mérito de haber comprendido la verdadera estructura de la ace- cuanto a los filósofos, podrán admirar y analizar esta extraña
Ieración del movimiento cle la caída de los cuerpos graves, alln- facultad que permitió a Leonardo alcanzar tales conclusiones
que, como ya he dicho, haya sido incapaz clc expresar su intui- ignorando las premisas en las que se fundan.
iió., términos malemáticos y de deducir a partir de ella la Teniendo esto presente, podemos descubrir al examinarlo
relación", exacta entre el tiernpo transcurriclo y el espacio reco- más de cerca que no sólo el físico, sino también su física ofre-
rrido en tal movimiento. Sin etnbargo, es posible que incluso cen más interés del que se admitía recientemente, y que en su
en este caso s!,1 intuición fuera fundarrrentalmente correcta. imperfección y debilidad esta física es más original, por lo
Yo, por mi parte, creo que fue así. Pero es difícil demos- menos en sus intenciones, de lo que parece a primera vista.
tra¡lo, pues la terminología de Leonardo es efectivamente muy Parece que con sus dudas, contradicciones e incoherencias,
vaga e incoherente: es la terminología de un uotno senza lettere. los textos de Leonardo revelan un persistente esfuerzo por re-
Nos dice, por ejemplo, que el espacio recorrido por el cuerpo formar la física haciéndola a la vez dinámica y matemática' Así,
que cae ciece al mocio de una pirámide, pero no especifica a el carácter dialéctico de su concepción de la "t'orza podría expli-
qué hace alusión: la arista, el volumen <¡ la sección de la pirá- carse como una tentativa para transformar la idea misma de
mide. Efectivamente, es una lástima que Leonardo no haya sido, causa física, fusionando las de causa e'fficietxs y causct finalis
tal como querría Duhem, alumno de ios nominalistas parisien- en el concepto de potencia o fuerza que tiende a desaparecer en
ses. En .tfe caso, habría tenido a su disposición una precisa y el efecto que produce y en el que se realiza. Es posible también
sutil terminología, y habría sido fácil para mí exponer con que las variaciones en su concepción de la gravedad -*fuente y
exactitud lo qué él entendía por esta afirmación. Desgraciada- efecto del movimiento- no puedan ser comprendidas más que
mente, no era sucesor de ellos, como tampoco fue predecesor como una sucesión de esfuerzos por «dinamizar, este concepto
de Galileo, del que le separa precisamente la concepción de la y para fundir la estática y la dinámica, ligando mutuamente la
orza o el impetirs, causa inherente del movimiento, concepción
f'de energía potencial de un cuerpo grave y la que adquiere en y
la que Gálileo se liberó a la vez que liberaba a la física, por su movimiento de caída.
sustituyendo esta concepción por la de inercia. En cuanto a la tendencia a matematizar la física, además de
Sin embargo, a pesar de su retraso en el ámbito teórico, su tentativa infructuosa por deducir la ley de la aceleración de
es muy interésante para un filósofo o un historiador de las la caída y su éxito en el análisis de las leyes de choque, se
ciencias estudiar a Leonardo como físico.
El historiador debe admitir que, aunque Leonardo no co- manifiesta en su interés profundo por Arquímedes, al que cita
nociera el principio de la inercia, no por ello dejó de enunciar en varias ocasiones y cuyos manuscritos buscó toda su vida:
hechos que, para nosotros, lo implican sin duda alguna, y que esta tendencia se manifiesta mucho más aún en su concepción
además iólo f,rero., enunciados de nuevo tras el descubrimiento de la ciencia física en general, concepción a la que la geome-
por Galileo de este principio. Leonardo fue, pues, el único -y tría euclídea sirvió con toda seguridad de modelo'
102 Alexandre Koyré
LA DINAMICA DE NICCOLO TARTAGLIA *
La física, según Leonardo, debería comenzar por un con-
junto de principios y proposiciones primeras que proporciona-
rían la base de posteriores desarrollos. Admirable ideal, en
efecto, que sigue siendo un ideal.
No necesito insistir en la obra de Leonardo en el ámbito de
las ciencias naturales, la geología, la botánica y la anatomÍa.
Es mucho más conocida e indiscutible. Pero no se puede dejar
de admirar la precisión, la calidad artistica de sus dibujos, su
aguda visión, el ingenio de su técnica a menudo superior a la
de Vesalio; tengo qLtc insistir, sin embargo, en el hecho de que
toda -su obra sobre anatornía apunta a una finalidad muy defi
nida y precisa: descubrir la estructura mecánica interna del En la historia de la dinámica, Tartaglia ocupa un puesto bastan-
cuerpo humano para hacerla accesible a la observación directa, te importante. Hay que señalar, sin embargo, que las ideas que
es decir, a la yista. tuvieron más influencia en sus contemporáneos fueron Ias fün-
Aquí estamos de nuevo ante una cuestión que ya he tratado damentalmente tradicionalistas de la Nova scientiar, y no las
en esta conferencia: la importancia relativa y la relación entre mucho más avanzadas de las Quesiti et inventioni diverse2.
ver y oír, visus y au.ditus, corno fuentes e instrumentos del sa- L,a nueva ciencia que anuncia el librito cle Tartaglia es la
ber en diferentes épocas y culturas. ciencia de la balistica. Ahora bien, aunque sin cluda exagera
Me parece que a través de Leonardo, y con él por primera al pretender ser su inventor ---Leonardo da Vinci se había ocu-
\¡ez en la historia, quizá, el auditus está relegado a un segundo pado de esto mucho antes que él-, no es menos cierto que fue
plano, ocupando el primero el rris¿.¿s.
EI hecho de que el auditus retroceda a segundo plano im-
el primero en tratar de esta nciencia, en un libro impreso;
el primero también en someter a un tratamiento rnatemátic<¡, es
plica en el caurpo de las artes el ascenso de la pintura a la cum-
decir, geométrico, algo que hasta entonces no era más que un
bre de su jerarquía respectiva. Como nos explica Leonardo con «arte» pura y simplemente empírico. Por eso rnismo, la Noya
esmero, esto se debe a que la pintura es cl único arte capaz
scientia señala una fecha, y Ios méritos de Tartaglia siguen sien-
de verdad, es decir, el único capaz de enseñarnos las cosas tal do enormes, aunque las tcorías que exponga en ella sean com-
como son. Pero en el á¡nbito del conocimiento y de la ciencia pletarnente falsas: las ciencias, hablando en general, cor¡ienzan
esto significa algo distinto, algo mucho más importante. Esto siempre con teorias falsas. Pero la posesióll cle una teoría, in-
significa, efectivamente, la sustitución de la-t'ides y la traditio,
cluso falsa, constituye un enorme progreso con relación al es-
del saber de los otros, por la yista y la intuicirír personales, li tado preteórico.
bres v sin coacción.
Leonardo da Vinci no desarrolló la ciencia con la que so-
La base de la dinámica de la Noya scientia es casi pura-
ñaba. No habría podido hacerlo. Era demasiado pronto y tenía
mente tradicional. Pero su presentación no 1o es. Tartaglia pa-
muv poca influer,cia en ei pensamiento científico de sus con- rece, efectivamente, querer evitar toda discusión filosófica a
propósito de los conceptos que emplea .-movimiento natural y
temporáneos y sucesores inmediatos; sin embargo, su puesto
violento, etc.-, así como toda discusión relativa a las causas cle
en la historia del pensamiento ltun'lano es inuy importante:
gracias a él y a través de é1, como hemos visto, la técnica se ha los fenómenos que está estudiando. Así, no plantea nlrnca Ia pre-
heclro tectrología y el espíritu hunrano se ha elevado al ideal gunta: a quo moventur proiecta?, ni menciona la existencia de
del ccln<¡cimicnto en el que utl siglo más tarde se inspiraron * Artículo publicado en l,a
Galileo y sus arnigos, lr¡s miembros cle la A<:ceclentia dei Lincei science au XVII.sl¿icle, Colloque Internati<.¡-
nal de Royaumont, 14 de julio de 1957, París, Hermann. 19ó0, pp.93-116.
c¡rre rechazart>n i¿r autolidad y la tradición y quisieron ver las Este articulo ha sido también publicado parcíalrnente cn el Py'r¡l¿rso-
cosas tal como cran. pLtische s J ahrbuch, 19.58 (Festschrif t Hcdrvig C«¡nraci-j\,tartius).
I Nova ,scícnti¿t intenta da NiL:olo TarÍnlca, Venccia, 1537.
''. Quesiti et i¡to'en/iotti rliter.se di Nicoto Tertalec, Brisciano, Venecia,
1546.
104 Alexandre Koyré La dinámica de Niccolo Tartaglia 105
teorías rivales de Aristóteles y Ia del intpetus* que expli- hacen "siendo forzados a ello de abajo arriba, de arriba abajo,
-la
can de modos diferentes Ia acción del motor en el móvil, en el de aqui a allá, en virtud (causa) de alguna potencia que les
caso del movimiento violento, o la aceleración espontánea de los muel'e)>. De este mc¡clo, para 'Iartagliá, 1, csto es algo rnuy im-
cuerpos graves en el del movimiento natu¡:a!. El procede ruado portante aunque sin duda puran-lente tradicional, como \'(:re.
geontetrico, comenzando por clar una serie de definiciones, a rnos en seguida, el movimiento descendente de un r:uerpo igual-
las qrre siguen xtposiciones (axiomas) y juicios conlunes de los rnenie grrve es su solo y único movinriento natural; todos los
que finalmente Cedrrce las proposiciones de la ciencia nueva. Re- dc-.rnás. el de un cuerpo que se desplaza horizontalrnente, son
sulta de ello un cierto carácter zafio de la obra. Pero Tartaglia, tan vi<llentos como el movinriento hacia arriba.
que sin cluda se considera empirista cañones sorl hechos, Err cuanto a la potencia que los rnueve que acabamos de
las balas van por el aire y caen- y se -lc¡s
dirige al práctico, no al mencionar, Tartagiia Ia define (dL-f. XIII) conto «cuaiquier
filósofo, lo ha querido asÍ. Son justamente datos y conceptos máquina artificial capaz de lanzar o tirar por el aire violenta-
empÍr:icos .-por lo filenos es lo que él cree- lo que quiere so- mente un cuerpo i¡¡ualrlente grave».
meter a un tratamiento maternático (geométrico) sin pasar por La suposición pritrtera nos dice que si un cuer-l)o cn rnor i-
una teoría explicativa que formaría su r¡nión. Es en esto en miento produce un efecto (un choqr.re) rnal'or, cs gue va nrás,
lo que consiste el interés de la lentativa. Y el fracaso de su deprisa; el iuicio común I añade que un cuerpo igualinente gra-
positivismo avant la lettre nos enseña muy bien la dificultad ve produce un efecto tanto mayor' fal chocar] con otro cuerpo
de su empresa, así como el peligro que comporta, para una cuanto rnás de arriba venga con un movir¡riento natural; r, cl
ciencia c1ue nace, r-rna confianza exagerada en Ia oernpiria". juicio comtin IY, que un cuerpo igualmente grave anirnado por
La Ciencia nueva de Tartaglia no es un trata.do de tnotu; no un rnovimiento violento producirá un efeclo t¿rnto nrás gran<1e
estudia todos los movimientos posibles de los cuerpos dados
sobre otro clrerpo ciianto más cerca esté éste del puntcl de
cn la realiclad concrcta; no se ocupa de los cuerpos "ligeros,; partida (principio) rie este movimiento.
hace abstraccirin de ciertas condiciones reales del movimie-nto,
De estas sttposi,:ictnas v jtticio-; L:otlltüxes por Lln ra-
sobre todo de la existeneia y Ia resistencia del rnedio; sólo se -y ello
zonamiento b¿rstante curioso que se funda en el hecho cie que
ocupa r.Iel ruovimicnto de los cuerpos «igualmente graves», es
decir', los que, «a consecuencia cle la gravedad cle su rrrateria un cuerpo que cee rle rnás arriba (lo alto de una tr.rrrc) r,'hoca
1, a consecucncia de su forlna no son susceptiblcs de experirnen- contra el suelo con une fuer'za ma)'ol' que el que cÍre de una
tar una oposición sensible dei aire a su movintiento" (i, def. I), ventana que se encuentra a r¡itad de ia altura, ),, por tanto.
lo que quiere decir, prácticamente, los cuerpos esféricos c1e va más deprisa-, Tar'.aglia dcduce (prop. 1) que ocn erl mt¡r'!
plomo, hierro, piedra o de otra materia de pesr: semejante miento naturai tocio cLrerpo igualrnr:rr1e' gravc va tanto rnás
(p.8., rcverso), diclro de otro rnoclo: las balas. dcprisa cuanto más se aieja ciel punto dc particla (pri,-rcipiti) o
Esta definición de «cuerl)o igttalmente grat'e» r'a seguida por cuanto nrás se acerca ai punto de llegad;i (lirrai) de su movi-
Ias dofiniciones de iustante: .,1o que n<¡ tiene partes» (del' lII); micnto," Ilsta ide¡rtificación del rlejamicnt¿: del purllo clc par-
del tiem¡ro: omedida clel mol'ir¡riento v del reposo, (def. IV); tida con Ia aproxinración ai plirlto de llegada, idcnlific¿rción
del mor-inriento: «traltsmutación (traslado) quc un cuerpo hace perfectarnente natural, )' de Ia que IJenedctti seríi el primelo en
de un lugar a otro», siertdo los términos de este tracl!1do <.ins' reconocer el carácter falaz, imp.lica que un cuerilo que se rliri-
tantes». ./r esta definición, Tartaglia añade la obserlaciórr cle que giera liacia el centr'r'l dr:l nr'.¡ndr.¡, a conclición por slt¡.ri-rirstc de
algunos sabios distinguen scis clases c1e movimientos, aullque pocler trasladarse alli, pol ejempic., p()r urr c;ina) que ¿itravesar^a
Aristóteles no conc,ciera rrás que tres de ell<.¡s; en cuatlto a é1, Ia T'ierra por uno de sus diáme"trcs, llegaría allí «-'on lrn¿¡ \'e-
Tartaglia, no se ocupa más que del movimiento local, de ahÍ su locidaci nláxinra. Efc:ctivame:nle, el mor,imir:nto dci grave h:rc:ia
dcfinición. el ceniro del rnuncio es semejante ¿ri de un viujero qur' r'a hacia
El n-lovimiento local cie los cuel'pos igualmente gra\¡es pue' el Iugar deseado:
de ser, bien r:rr movirnicnto natural, es decir (def. \/I), «el que
hacen, sin r,i<¡lencia alguna, de un lugar superior a un lugar in- Cuanto rnás va acercánd,rse a esc lugar más se aplesura v se es-
ferior,; bien r¡n ¡1crr.:i¡¡ig¡16¡ violento tclef" VII), a saber, r:l que fuerza pol caminar; parece ur, pet'c.grino que viene de un lugar
La dindmica de Niccolo Tartaglia 107
106 Alexandre Koyré
todos los cuerpos igualmente graves, semejantes e iguales, parten
lejano; cuanto más se acerca a su pais, más se esfuerza por cami- del principio de su rnovimiento natural con u¡ra velocidad { igual,
nar con todas sus energías, y ello tanto más cuanto más lejano está pero aumentan sus velocidades de tal modo que el que atraviese
el país del que viene; asÍ ocurre con el cuerpo grave; se apresura un espacio mayor, ira más deprisa. '
igualmente hacia su propio nido, que es el centro del mundo; y
cuanto más alejado está el lugar de donde viene, más deprisa va al La velocidad del movimiento de bajada no dice
acerca¡'se a é1. expresarnente que sea proporcional a él- -Tartaglia
aumenta, pues, en
función del espacio recorrido.
Pero ¿qué hará el grave cuando haya alcanzado su «nido»? Las propiedades del movirniento violento son rigurosamente
¿Se detenclrá alli como el peregrino que ha vuelto a su país, o contrarias a las clel movimiento natural. De este modo (propo-
continuará su curso? En la primera edición de la Nova scientia, sición III):
Tartaglia no nos lo dice, pero en la segunda (1550) toma partido
resueltamente contra la posibilidad de una parada: Cuanto más se aleja del principio un cuerpo igualmente grave, o
cuanto más se acerca al final del movimiento violento, más len-
tamente va.
Acabamos de recc¡rdar Tartaglia- que la opiniórr de un
-escribe
gran núrnero de filós<¡fos era que si existiera un canal perforado
de parte a parte a trar'és de la Tierra pasando por su centro, por De ahl el importantísimo corolario, en virtud del cual Tarta-
el cual pudiera moverse un cuerpo uniformemente grave, tal como glia rechaza la creencia común en la aceleración inicial del pro-
se ha explicado anteliormente este cuerpo se detendría de repente yectil, rechazo fundado además en la negación del aumento de
al llegar al centro del mundo. Pero esta opinión desde mi punto la potencia del choque con el alejamiento de dicho proyectil
de vista no es exacta 3. Lejos de detenerse de repente, al llegar al de su punto de lanzamiento:
centro, el móvil, al estar impulsado por una gran velocidad, sobre-
pasaría este punto como lanzado por un movimiento violento y se De ahí se manifiesta que un cuerpo igualmente grave tiene al prin-
dirigiría hacia el cielo del hemisferio opuesto al nuestro, para cipio de su movimiento violento mayor velocidad, y al final menor
volver inmediatamente al mismo centro, volverlo a sobrepasar de velocidad que en ningún otro lugar de su trayectoria; y que cuanto
nuevo cuando hubiera Ilegado en virtud de un movimiento vio mayor es el espacio que tiene que recorrer, más deprisa irá al
lento que esta vez le traeria hacia nosotros, de ahí voivería otra principio de su movimiento (cor. 1).
vez a nroverse con un movimiento natural hacia el mismo centro,
etcétera, disminuyenclo graclualmente de vclocidad hasta pararse Como el cuerpo en movimiento natural, el que se mueve con
efectivamente en el centro de la Tierra. movimiento violento no puede tener una misma velocidad en
dos momentos diferentes de su trayectoria (cor. 2); por otra
Estando fijada des<Je ahora la estructrtra general de los mo- parte (la situación aquí es estrictamente inversa a la del movi-
vimientos ctre los cuerpos pesados, Tartaglia nos presenta dos miento natural), todos los cuerpos igualmente graves, seme-
jantes e iguales, irán al final de su movirniento a igual veloci-
corolnrios bastante importantes, a saber: a) que el cuerpo grave
dad, cualquiera que haya sido la que tenían al principio 5.
va rntis lenta.mente al principio de su movimiento y más de- Esto implica una consecuencia importante, aunque prema-
prisa al final; á) que su velocidad varía constantemente, es tura, puesto que aún no se ha determinado la forma de Ia tra-
decir, que no puede scr la misma en <los momentos distint<¡s yectoria del movimiento violento cuestión será además
del recorrido. vuelta a estudiar por Tartaglia en -la
el libro II de su obra-, a
Es sólo ahora, en la proposición II, cuando Tartaglia esta. saber, que si dos cuerpos son lanzados bajo un mismo ángu-
blece que:
A
Frc. 2
F¡c. 5
ii
113
lt2 Alexandre Koyré La dinámica de Niccolo Tartaglia
permitido calcular la longitud relativa de las partes rectilínea
y circular de la trayectoria. Pero él no saca esta consecuencia
sin embarge- de su concepción del movimiento
-inmediata,
violento; quizás porque se da cuenta del carácter artificial de
ésta. Todo 1o que nos dice es que la parte circular de la tra-
yectoria es tanto mayor cuanto mayor es el ángulo de proyec-
ción, con la excepción, por supuesto, del caso en que la proyec-
ción se hace perpendicularmente hacia arriba o hacia abajo
(figura ó).
Frc. 7
BBB
FIG. ó
ll;
118
Alexandre Kctyré La dindmica de Niccolo Tartaglia tt9
equilibrio de la baranza. Ahora bien, este equiribrio
se encuentra
realizado del moclo más perfecto cua,do'Oo,
se strspenden de los brazos iguales de Ia "r".por^-i;;;i.,
balan r" tl.-lz ij-iri-
guras 10 y 1l).
ffi F¡c. l0
B
-4.
FIG. 12
/r^
A partir de lo cual, olvidando, si se puede hablar así, que
las balas no están colgadas de los brazos de una balanza, péro
teniendo en cuenta que tampoco están sostenidas por piános
\.< inclinados, Tartaglia prosigue, asimilando el movimiento hori-
zontal al de un cuerpo que se mueve «en €l plano de
A igualdad».
la
I-"1::::
tan buenos frutos en estática? állf i,"""!?oá y que ha hecho indudables y ciertos. Así, por ejemplo, es segu-
ro que si se disparan de un único y mismo cañón dos tiros, uno
El problema de ra trayectoria rectilinea o curya ro vuelve después de otro idénticas la elevación y la carga-, el
a estudiar Tartaglia en una serie de diáIogos .i -siendo
segundo tendrá mayor alcance que el primero; como es seguro
tf Ro{§, prior de Barletta, Gabriel Taáino"o, "uulri"."
9:
(Ques. VI, VII, VIII, IX y X). Tartaglia
ái M";;;."g. que para dar en un¿r muralla con la mdxima tuerza hay que po
repite fo, ,.jr*"lio, nerse a una cierta distancia de ésta, ni muy cerca ni muy lejos.
que, ha presentado al duqüe de- urbiná y
anide Tartaglia, pues, considera un deber explicarnos estos hecÉos.
suplementaria
-y muy rázonable- del" error de ""ulos"ipri"r"]L"
artilleros, Así, a la pregunta que le plantea elprior de Bar-
que creen todos en ra «rectilineidad, der tiro
ranzado dil;;i.- -.retórica-
Letta (Quesito IY, p. 13 r):
mente, es.decir, que Ia línea de mira y el eje del .uná"
no son idénticos, sino que no son cari nunca paralelos. por ,Jfo
"o eso, «Si se hacen con una misma pieza de artillería dos disparos, uno
si sucede *como sucedl efectivamenls--que ra bara tras otro, con una misma elevación, hacia el mismo blanco, con
arcanza ra
meta apuntada, no es-porque \¡aya en línéa recta igual carga, ¿serán iguales los dos?». Responde él con seguridad: .Sin
siguiendo la
Iínea de mira, o una linea- paralála u Jrtu; es porque duda alguna serán desiguales; el segundo tiro tendrá mayor alcance
de mira y la rrayectoria *curva_ ¿á ü Uulu J;ü;;i;;.la línea que-.el primero". «¿Por qué razón?", pregunta el prior, y Tartaglia
esto poseen uno o incluso dos puntos comunes (figs. explica: oPor dos razones. La primera es que en el primer tiro; la
13 V'i4)l bala ha encontrado el aire en reposo, mientras que én el segundo,
.ri,
'T
I
r23
rl'r t22 Alexandre Koyré La dinámica de Niccolo Tartaglia
lo no sólo completamente agitado por la bala lanzada
encuentra Iimita a explicar que eI aumento de la ootencia clel choque
en el pi:imer tiro, sino dirigiéndose todavía o corriendo fuerte- de la velocidad
es pcrfectam"n," .o-lpuiitj"'tt" r^'disrninución ta Nova scientia'
mente hacia donde se tira. Ahora bien, es más fácil mover y pene- dado
trar una cosa ya movida y penetrada, que una cosa que está en tJel proyectil cuva ;;;;;;t;;t1¿;; había
muel'e' rnueve algo;
que'
El hecho es, nos d;;;; il; toclo 1o se
reposo y equilibrio. Por consiguiente, la bala; después del segundo de la pólvora' em'
tiro, al encontrar un obstáculo menor que con el primero, irá más ¿espe¿iia loi cierta ventosidad
"rr,"i";;i;, v-entosidad' una columna
lejos que la primerar. ñ'j.i;ñ;e áá etu, ;'unto con esta
una viga' -la cual se mu:ve'
de aire qtte puecte '"o'"á*putada a que la bala' ql:-I"'
La segunda razón es técnica: Ia primera explosión de pólvora ;i"-.;;ü;;ó -r'"tt" más'lentamente su iongitud y en muy poco
será más débil que la segunda; efectir¡amerrte, Ia primera se esto la penetra V atiavleia en toda cerca del
produce en un cañón lleno de humedad; la segunda, en un tiempo. Ahora ui*",'ii Jil;¿; t" coloca'"demasiudo se ensancha v se
cañón perfectamente seco. Nos equivocaríamos, sin embargo, al #.iili, il;"*""-i""^;;;:4";
-distancii normalmente
de la boca del cañón' pero que'
concluir, como hace el prior, que si se lanza una serie de tiros, ;itrp" . lrrru cierta con el muro' no ha tenido
su alcance irá siempre aumentando. Efectivamente, el reca- clebido a la proxlmiJuI J"r cañón
tocar el muro antes de ser atra'
Ientamiento de la pieza provoca una contracorriente; además, tiempo de hacerlo-j"ilg; u-
mismo opone una re-
en una pieza demasiado caliente, la explosión se hará demasiado ;;;;á; por ru bala; retrácede y por eso
interponi enjre la 'bala y
,r rápidamente. sistencia al movimienit'á" üd^rl {se pero si la distancia que
El mecanismo imaginado por Tartaglia para explicar el alar- et muro como una-;;;";; áe cojín); bala tiene tiempo de
gamiento de la trayectoria del segundo tiro de cañón no puede separa el cañón y "i-i'""o e'*áyo''-lamuro sin que la fuerza
ser invocado en caso de variación de la fuerza de la percusión: atravesar toda la v-áoip"át el
"'i"-i" el choque de vuelta de
de este tiro se d-;b;i';"útüada por.deiaclo tras ella'
efectivamente, ésta se manifiesta ya en el primer tiro... Tarta- lia
glia, pues, imagina otro. Escuchemos al Signor Jacomo de ia colurrrna cle airá ;i;--ü bala cle Tartagli:-'li-]l;
Achaia plantearle la cuestión (Quesito XVIII, p. 24 r): Se ve fácilmente que el d<¡ble.esfue"t'zt'' ert la experlencla
tufisrica directamente
tcntar aserltar io t"t"io pretensiones de la «experiencia»
S. Jacomo: He visto por experiencia que tirando con un cañón v al mismo tiernpo iechazal las técnica, no ha
contra una muralla y estando cerquísima [de ésta], no he podido crrnf,_rsa de la vida ;;;ái;; , 9" L" práctica Era a Ia vez prena-
ilegar.
causar un efecto tan potente como el que he obtenido estando un lreeaclo ¿ buen t¿.min", v no iocrÍa inriuencia en sus
poco más lejos; ahora bien, por las razones alegadas por vos en Por'e:io no tuvo áucha
i,.,ff;';;;;;'iül' lo que tenía de nrás valioso'
vuestra Nova scientia, deberla ser todo lo contrario, porque Ia bala contemporárr"o', 'ói" todo en tripartita expuesta en la
lanzada desde una pieza de artillería cuanto más se aleja de la Pues si la teoría'ál'f"-1távectoria ei siglo xvi'e in-clu-s:"*át
boca de esta pieza más aminora y pierde velocidad, lo que quiere en
Nova scient¡, curvilínea expuesta
decir que va menos deprisa y donde va menos deprisa produce un la""o"i'"ná-Jiiü
tráve;;ú cornpletamenie
efecto menor. Inversamente, cuanto más cercano está el lugar de tarde, la cle
ni siquiera l<¡s matemá-
donde es lanzada la bala al lugar de percusión, mayor debe ser el cn las Quesiti"t ;i;;';l;g""á"u'¿i"'BalJirr' s'in
Que'
efecto producido porque esta bala se mueve con un movimiento ticos como co'aut'i'"u's;?;ut¿i"o por ella' ni siquiera 'embargo'
Juan
deberían haberse t""iiat áe''tuci<los
\Ér
más rápido, y sin embargo, como acabo de decir, encuentro por los fundamentos
experiencia que ocurre todo 1o contrario. Os pregunto, pues, la Bautista gertedetti, ;t;;;ñ"" a ta.[radición
causa de este inconveniente. la filoüriu' tt'oi"-atica'.la a<loptaron y li^:l:li"tu
\ sólidos cle alglinas oprnlones
discutieron: s.""¿;-tti "iitito' efectivarrreute'
;;;; "., las--Qu¿:si¡i' peio no se rcfiere
I
Un teórico del temple de Galileo habría respondido negando cle Tartaglia, sin em'
I
el hecho. Pero los Galileos son raros en la historia. Tartaglia niln(:a a Ia teoría'IJ;t,íri *p"*i^}ii
"*itii*'pá; ¡' e' Éenedetti'
por
no se interesa
que él Dulaert de Gante y Luis Coronel r2- se bargo, no es parti;"lar"tenté característico:
-como antes tiro' ptrnto de ataque
la b¿lística, , t'';;;;^;á"-iu i*otiu del
I
12 Cf. P. Duhem, Etudes sur Léonard de Vinci, III, París, 1913; Marshall
r:riticuc cl'Aristote'' en Mélan-
\
Clagett, The science of mechanics in the Middle Ages, Madison, Wiscon-
sin,
r'! Cf. Alexandre Koyré, 'J' B Bencdettio-'oniin'o'ción' pp' 125-149'
pu'i')"idsi"'
1959. ,:,'s E. 6if.son, ^lá"i;t;;io
i
t
flt,
|' 124
j Alexandre Koyré
tradicional de los adversaric¡s cle
JU4N BAUTISTA BEMDETTI,
terminar Ia rravectoria descrita p;. Aristóteles, no intenta de- CRITICO DE ARISTOTELES *
de^ Cardano, n.afa,r y aigunos
;i';;"yec1il; la incliferencia
otrós lo es^ mucho más: nos nrues-
tra el podcr de la traáición
inftuencia de Leonarcl.o ¿a rii-ná;^;;;;
""rpl.i.o,te.nica. Es ésta y no Ia
que encontrarnos er.l ellos, Al pretendía Duhem, Io
mislno tiempo se revela otr_o oo-
der, el del esfuerzo que ha
t;tJ;";";;;ü;;;i;;.ili..i"
de Galileo para supeiar er obstác,lé
ro.mrao por ra traclicirin.
¡
128
Alexandre Koltré luan Bautista Benedetti 129
serán.iguales... Establezcamos además
lͧinosa'u'i
cuerpo está co-rocado
que el centro del Si, por ejemplo, el cuerpo o fuera en cantidad [volumen] cuá'
p""io-áá irt".*"".ión de Ia druple.rlel cuerpo g, está claro, por lc que se ira dicho más ariba,
"" "l v.i"J".ái.oJ del cuerpo lÍnea s.o
prolongada con Ia línea a.m.i-
del ia iÍnea s.¡ [con a.r,.dj;""il*iiá.nos d.e.c len etr que será igualrnente cttatro veces más-pesado que g (pues si fuera
cuei'po acuoso igual al cuerpo a continuación que el igual a él en cantidad y peso, no habría ninguna duda de que.estos
a.ar.l i,
al cuerp. d.e.c; radmitamos'finaim"ni"j'q""
"" V que el cuerpo n es igual cuerpos se noverÍan en tiempos iguales); divido pues, en ia imagi-
veces más pesado el -"-l er cuerpo d.e.c es och<¡ nación, el cuerpo o en cuatro partes iguales [que forman cuerpos]
[más pesadó] er cuerpo a.r,¡.i. dos veces sernejantes a su todo (de f,rrma esférica); Ieitos cuerpos] son
^que
que er cuerpo""a.p"
,n.
Digo por Io tanto qr",i, proporción hkln la linea p.q de tal modo que la
cuyos centros los coloco en
d.e.c con el movimient" del .movimiento del cuerpo distancia entre I y k sea lo rnismo que la distancia entre i y n.
Ia misma que la que sea"l i""ipá-o1,.,.¿'f oa*¡,ida Ia hipótesis)
encuentra entre los excesos de pesos es Divido a continuación la línea /¡./ en dos partes iguales en el punto
los cuerpos d.e.c v a.u.i con."ru"iJ"á'ns de i; éste, según la ciencia común v según Arquímedes, será el centro
que el tiempo en .t qre s; ^#;;; cuerpos n y m, es decir
con relación al tiempo.en__el que,";.;;; it'"..u".ro a.u.i. será séprupre
claro por la proposició" rri ¿TiiiLá'á""i.qri*edesel cuerpo r/.¿.c. pues está
que si Ios cuerpos a.u.i y d-r.; 'i;;;;'ilualmente 1)e insicrerttibrs
cuerpos m y n. no se moverían pesaclos que los
¡Í hacia abajo, y por la p..p"ri.¡á, de ni;il;
'üií"á1,modo, ni hacia arriba, ni
cuerpos más pesados^que'el rn"álo mismo llibro] que los
se dirigen hacia abajo.; en consecrr"nai,1., que se han colocado]
"l
se dirigirán hacia aba;o l"-."rir1"".i" Ios cuerpos a.u.i v c.e.d
v
del agua) al lmovimie"lá ¿"ll-""i.pi'i?l¡esrará a. lo húmedo (es decir.
doble, y al det cuerpo ¿ r." ,"üJ"i"oi;: en proporción sub-
tiempo en el que. el centro der ;..
cuerpo ,l]i
elto se deduce que el
'jl?"j1"::'"oT" ^:::
dado, estará
el tiempo en";orl ;;.p";;ü; +;,;;;;'i,,1;?"
atravesará '"1 ';;ni;; "3111""i1r,:i_""Ti.J;
del movimiento natural, p";;-tr-;.;;;"iá" del cuerpo a.u.i (hablo
u.t,iu por todas parres
:,?:'il lffifi"fT#rtas' 91 ¿"'i','-po.'ii.,e.as rectas, u -".o1 q.,"
Aürr,";;;';í;d;":j::l-ill "9".,o. se puede.deducir a"i'liÜL a"
."oui*i",,io';;"".11:*JT"ü"i.Li.r.:.,ff ';:.1"..:*::*j,,::":
"ü.,"áá"¿
to.
::
";:rl:.X 1X.-ll1t.rción . áe iá d;-; fi.- ;;; li' i
por esta misma ,rroot?"$"rr."tta suposición es suficient"tá"i" éru.u
o"
FIc. 2
lr
133
132 Alexandre Kc¡vré luan Bautisfi Benedettt
134
Alexandre Koyré Juan Bautista Bencdetti 135
136
Alexandre Koyré luan Bautista Benedetti 137
qrle deriva de la naturaleza del mencionado
el caso del movimiento recto. Ergo...-it-.---- cuerpo, l: que no es lentos e incluso sometidos a una doble violencia (p. 159; con-
frontar f)uhem, op. cit., p. 216).
Elrazonamiento <Ie [lenedetti que acabo
de
al parecer, a la afirmaciSn der caráctercitar
cc¡nc'lucirle, debe¡.Ía
privireciado
No es a un movimierlto de rotaci/¡n, sino a ttn mo','itlliento rectilineo
del movinrie¡rro circuiar y dct .i" .rrr.iá.'*,;;t;:iá,, al que cada una de las partícula.s de la rueda de molino sería arras-
rniento en ,í¡rea recta. Airo* ui"ri,-."mo ,i"ii*,,- trada por su impetus si l'uera libre; durante el movimiento de r<¡ta-
tamente Io contrario_lo que nos diáe: hemos visto, es exac- ción cada uno de esos inxpetus parciales es violento y, por lo tanto,
el mo'imiento circular de se altera.
la mano o de la ho.da iinpt.ime,ip.ry""tii Imaginemos una rueda horizontal, tan perfectamenle iguiil cr:mrr
recta (p. 160): u, impetus en lÍnea
fuera posible, que reposara en uil ítnico punto; irrrprimámoslc un
movimiento de rotacitin con toda la fuerza que podamos emplcilr,
no silenciemos un efecto.qtre se produce en esta luego dejémosla; ¿de dónde viene que su movimientc¡ de rotación
cuanto más hace crecer el -aurnentá ái: veiocic¡a¿ circt¿nstancia.
no sea perpetuo?
giratorio el dt-l mo,inrienro
.irnperu.s del pror,.cli,r,-
-¿l n..esn.io es (rue ra mancr Esto ocurre Por cuatro causas.
se sienta tirada por cuerpo y esto a tra,,,eís cic la cuerda; La primera es quc un movimierrto ta! no es nafural de la rueda'
.este
c)uanto ma],or es el ü.;tpef¡l.s clcl movinricnto
cllerpo' más potente es ra inclinación de eslJq.e se imprinre ai La segunda consiste en que la rueda, autr cttando descansara en
en linea recta; mavor tamrriérl es ra ftreiia cuerpo a rno\¡erse un punto matemático, requeriría necesariamente por cncirna de
fin dc poder coger este movin.,iento. con ra qtie tira co, el ella un segundo polo capaz de mantenerla horizontal y este polt'
debería ser realizado por algún mecar-iislno corporal; r'csuitaría de
Efectivamente, de un rn<¡do general (p.
él un cierto rrtzamiento de donde prol'endrÍa una resistenci¿r.
2g7): La tercera causa se d.ebe al aire contiguo a esta rueda que la
Trrdo cuerpo prave que. se mueve, bien por,.su frena contiuuamente; y por este me<lio resiste al m«-¡vimierrto:
dcsea naturalmcnte
naturaleza, bien por He aquÍ ahora la cuarta callsa: consideremos cada una de las
'i<-,lercia, -;i;;'
cr.¡n.cerlo clal.amente. cuando darnos
í.,"',,n"o recta: i,odenros re- partes corporales que se mueve con Ia ayuda dei inlpetus que le
piedras con una h<.¡nda.; lu, .,l."rJu, """i,", el brazo ;;;;";rr. ha sido impreso por urra propir.:dad rnoviente extrinseca; esta parte
oaqiJ..." un peso
y tiran de la mano tanro ¡nás fru".tü"ri"l;.-,i;ñ tanto rnavor tiene una inclinación natural ai movimiento rectilineo l no al
gira Ia h<.¡ncia v cuanto,nas r,ipiáo ,ííj"oJrftr, movimiento curviiíneo; si una partícula tomada en la circu¡feren-
*uri_iento;
".'Jiio pieara y que eslo
del_apetito natural que está ur".,tu¿u.i viene cia de dicha ruecia fuera separada de este cuerpo, no cabe ninguna
a moversc en línca rcr.ra.
Ia empuja duda de que durante un cierio tiempo, esta parte separacia se mo
vería en línea recta a través del aire; podemos recc¡nocerio en ttn
Y no es sólo el movimiento cie circunvolución lo que eiemplo sacado de las hondas con las que se lanza¡t piedras; en
dra un impetus rectilíneo, ),, por. trnto, una fuerza engen- estas hondas el impetus del movimiento que se ha impreso al pro-
en url cuerpo <1ue realiza un circuito alredeclor óentrífulga, .vectil dest--ribe, por una especie de propensión natural, un camino
que es exterior a ér; ocurre lo rnism. en de un .;;i." rectilineo; Ia piedra lantada comienza un c¿t¡lrino rectilíneo si-
lo que con.i.in.'ar guiendo la recta qtle es tangerlte al círcr¡lo que describía al prin-
movimiento de rotación. ptres er mo,imiento de
rotación no es cipio y que le toca en el punto en quc se enccntraba la piedra
otra_cosa que un conjun!.o de movimientos cuando fue abandonada, como es fácil atlmitir.
de circunvr¡lución
:1.:.1:tl de eje cte las parres aei cuerpo que gir.a sobre
.su están Esta misma razrln )race que cuar)to mayor es la" rue'da, mayor
sr rnismo: éstas -impáttts
toda--o animadas por un rineal es e\ impetus que reciben las diversas partes de Ia t:ircunfer.encia
y ésa es justarnente la erplicación det hecho ae qúe irf iii."i de esta rueda; por eso ocurre rnuy a menudo que cuando qliereÍ)os
miento.no sea perclurable ..*o pu.,,.ia-que tenía detenerla lo conseguimos no sin esfuerzo ni dificultad; efectiva-
que ser: en
efectr¡, en un mo'r,imiento cle rotación- rro
ante un mo- mente, cuanto mayor es el diámetro de un círculo, lnenos cu':va
\''irniento naturar, sino ante u, co,junto ".,r*os
cre m.¡virnientos es la circunferencia de este círculo ]. menos por: lo tanto se debilita
vi'- el imoetus rectilíneo por la desviación que le impone la tt'a¡'cctoria
,,'. Lq teorÍa de
la graverl:rd dcsarrollada aquí por Benedetti es la circular.
.^
L ope;¡r1i66. de Ei rnovimiento de ias partes que se encuentrarr en dicha circun-
ferencia Se acerca por io tanto más al nrcvimiento conft¡rl¡e a la
139
138 Alexandre Kavré Juan Bautisrc Benedetti
inclinación que la naturaleza les ha atribuido, inclinación que con- partes no tiende única y ab'
en un movimiento tal, cada una de sus ri:ro que más tienfe
siste en desplazarse siguiendo la Iínea recta; por eso es tanto más soiutamente hacia el ;;;t;; á""át' 'bien'
de tal modo
dificil contrarrestarla. i"-,ir""" de rotación'
a moverse p".p"rai"uiJt*;;; pernranecer recto' Y si digo
que un cuerPo tul ,"""'tuliá"'ánte debe hacia el centro del
que sus partes no ,J"it'tflt'an absolutámenteestán nunca absoluta-
Benedettj reemprende el estudio de los problemas en cuestión mundo, lo digo po.q,",'u-^ptlát
-"fát" a" i99"' no
(relaciórr del r¡or.,imiento circular y del rnovimiento en línea mente privadas de .til de inclinación' gracias a la cual el
que'
Iis verdad sin embargo
rccta, no persislencia del mcvimiento rotatorio) en una carta a cuerpo rnismo tienAe hicü-"'t" put'to' hacia éste; dicho de otro
cuanto más rápido ;;;; ii""á"
-iu tanto más ligero' Esto oüa
Pablo Capra de No.,.ara, duque cle Saboya, en la que aplica su 1o de-
modo, el cuerPo en c-uástión se hace arco' o cualquier
concepción a la explicación del hecho de que la peonza se rnan- muéstra muy bien "f J:-*pio ¿t n"tt'u de
tiene en posición vertical mientras gira (rápidamente) y cae máquina, que, cuant;'má's rapida es en
su m\)virniento violento'
cuando deja de girar. Benedetti acepta, por supuesto, la expli- tiene rli rectá, lo que- quiere decir que se inclina
más propensión modo' se hace más
cación tradicional de este hecho por Ia incr,mpatibiiidad de los menos al centro d"l ;;ü-á'Jitr'ó de-otro
de un modo más claro'
ligera l. Pero si q""¿i;^;;; áta
irupetu.s que se entorpecen mutuamente en su acción, y por el ver¿a¿
; iáu"'' la peonza' mientras gira muv
aligerarniento del cuerpo en movimiento en comparación con imaginad que este i;;",'o 'ai'i¿" en un gran número de partes;
el rnismo ouerpo en reposo. pero la completa, o mejor dicho, rápidamente, ," "o'iu enseguida hacia el centro del
la aclara, por su concepción del carácter violento de la rota- vcréis entonces que ilt"i * bajarán rectamente hacia el
delir''observado
mundo, sino que '"-"t'L"'Étá"'-iot uti
ción (pp. 285-286): (q"¿';; ;;;;)-"""ttu t" ha a propósito
horizonte. Lo que o cle otro cuerpo' de
de la peoirza 12. Y "i'"i";;"1á"'dá.1ái ntly" p"ntq 191 p"'i!3:é,tl"o'
Me preguntáis en vuestras cartas si el movimiento circular de i,,rv Ui"., hasta q-ué
esta ctase, demuestra
una rueda de moiino que hubir:ra sido puesta en marcha oportuna- ro ?"'tÉiJ";-;i movimientó violento' movimiento
se equivocan del aire"' mientras que' real'
mente podría durar perpetuamente en el caso de que ésta descan- "n
que iuzsan proro.uaá"iát"iá-tütlion
a"J"#i"¡T ;;; il"tórr diferente' a saber' la
de
sara, por asÍ decirlo, en un punto matemático y de que fuera per- mente, el meclio
fcctame¡rte reclonda y perfectamente pulida. resistir al movimiento'
Contesto que tal moviniicntr¡ no podría ser perpetuo e incluso
que no podría ciurar mucho tiernpo: primero, está frenado por el
aire que le <lpone una cierta resistencia en el perimetro de la ¡true- d-esempeñ1 y1a d?!f-P*
la; pero atlemás está frenado por Ia resistencia d.e las partes del El medio, en la fÍsica aristotélica' la.física del impetus nrega
móvil. U¡ia vez puestas en m<¡vimiento estas partes, tienen un ción; es ala vez tt;i;¿;;i' y motor;
-Beneáetti
añade que incluso su
impetus que las lleva naturalmente a moverse en línea recta, pero la acción motriz ;;i;;dd' mal comPrendida y' sobre todo'
como están uniclas juntamente y se continúan una a otra, sufren acción retardatarii-i'u siao comprendió mal' o
vicliencia cuando se mueven en circulo; es por fuerza e¡r un rno- mal evaluada por'l'itáü"t' ¿''ittotát"s
absoluto' el papel de las
vimiento tal cuando pernranecen unidas entre ellas; cuantt¡ más más exactamente, rro'"o*pt"".dió 1n llegó al error casi
rápido se hace el m<¡vimiento, más se acrecierrta en ellas esta natu- matemática, lu'ii"-"iiá-fíiica' Por.ello ufundamentos in-
ral inclinación a m<¡ver:se en línea recta v más contraria a su pro' ",,
todo; utoru ui"'i, sjü ;;;ti""do de los
en
pia naiuraleza es la obligacion de girar en circulo. Con el fin de
que continúen e¡n su natural unión a pesar de su propia tendencia
de la confusión
a moverse en lÍnea recta una vez que son pucstas en marcha, es ll El razonamiento de Benedetti es un.bello ejemplo'
á propósito de la grave-
preciso que cada una de ellas resista tanto más a la otra y oue conceptual que reina 'Áái tig"" Dor slr rápida rotacton
cada r¡na de ellas tire, por así decir, tar)to más vivamente hacia dad. Qúe Ia peonza ";'l"1il;;i;alregalileana
;ilá"1;;;;;; ser admitido por
alrás de le que se encuentra delante de ella, cuanto más rápirJo nos parece ,r, ";t hace más que sacar
es el movimiento de rotación.
^t't"a5"i;"t;;;"id*t't"!ut"boder
cualquiera; .i., t-u"i"eo"iái"tJt"i "fit*á¡o
no
admitida' de la
De la inclinación de las partes de los cuerpos redondos a la una conclusiór, "ott"Jt-" de la doctri""'' ae"lÁ--
-toÁút'-ente
i*pefas natural' v vio-
rectitud del movimiento, resulla que una peoDza que gira alrededor incompatibilidu¿ -'"iJut- -que
"'iuJtr"t"f un movimiento
rento, de donae r"rulá un :""Ii:-Ti;"do'por reposo'
de sÍ misma con gran violericia permanece, durante un cierto lapso p"t"¿ó que cuerDo en
Ce tiempo, casi recta .qobre su punta de hierro, no inclinándose
horizontal es menos 'raz?n: este
.*it1:
el carácter rectilíneó del impetus del mo-
r2 Benedetti riene
hacia el centrr) del mundo más de un lado 'li-le de otr(r, po¡qtte vimiento circular fü-"""á enseñado antes de él'
""
Itt
t:
quebrantables" de la filosofla matemática que quiere decir, resistencias diversas, sus movimientos estarán, entre ellos, en pro'
-lo
realmente, partiendo de Arquímedes e inspirándiose en platón_. porción inversa a la de las resistencias... y si el cuerpo que se
se puede sustituir la física de Aristóteles por una física mejor, compara con el otro tiene la rnisma gfavedad o ligereza, pero una
fundada en las verdades que eI intelecto humano conoce poi si. resistencia menor, será más rápido que el otro en la misma pre
Por ello, Benedetti es plenamente consciente de Ia importan- porción en que su superficie engendre una resistencia menor qur
cia de la empresa. Toma incluso posturas heroicas 1pp. tOt y la del otro cuerpo... Así, por ejemplo, si la proporción de la super-
siguientes): ficie del cuerpo mayor con la del cuerpo menor fuera de 4/3, la
velocidad del cuerpo menor sería mayor que la del cuerpo mayor
E-¡- t3l, ciertamente, nos dice, la autoridad de Aristóteles, que es como el número cuaternario es mayor que el ternario.
difícil y peligroso escribir algo contra lo que ha enseñado,'párticu-
larmente para mí, a quien ha parecido siémpre admirabre ia sabi- Un aristotélico podría, e incluso debería, admitir todo esto.
duría de este hombre. Sin embargo, empuiádo por el celo de la Pero aún hay algo que admitir, añade Benedetti, tomando de
v.erdad, por cuyo amor, si viviera, habríá árdidó él mismo, ...no nuevo la teoría expuesta por él veinte años antes, a saber (pá-
dudo e¡r decir, en interés común, en qué me fuerza a separaime de gina 1ó8):
él el fundamento inquebrantable de ia filosofía matemática.
Como hemos aceptado la tarea de probar que Aristóteles se que el movimiento natural de un cuerpo grave en diferentes medios
equivocó en la cuestión de los movimientos locales naturales, debe- eJ proporcional al peso de este cuerpo en los mismos medios. Así,
mos empezar por anticipar algunas cosas muy ciertas y que el pof ejémplo, si el peso total de cierto cuerpo grave estuviera repre-
intelecto conoce por si 13; en primer lugar, que clos cuerpós óuales- ientaáo por a.i (fig. a) y si este cuerpo se colocara en un medio
quiera, graves o ligeros, de volumen igual y de figura.semejante,
pero compuestos de materiales diferentes y dispuestr_is clel mismo
modo, observarán en sus movimientos naturales locales la propor-
aue¡
ción de sus gravedades o ligerezas en los mismos meclios. Lu q,r.
es completamente evidente por la naturaleza, desde el momento
#
en que tomamos en consideración que la nrayor velocidad o len-
titud (mientras el medio permanece uniforme y en reposo) no Frc. 4
proviene sino de las cuatro causas siguientes, a saber: a) 1a mayor
o menor gravedad o ligereza, b) la diversidad de Ia forma, c) Ia cualquiera, menos denso que él mismo (pues si estuviera colocado
posición de esta forma con relación a Ia línea de dirección que se
extiende, recta, entre Ia circunferencia y el centro del mundo, y, en un medio más denso, no sería grave, sino ligero, tal como lo
en fin, d) el tamaño desigual de los móviles. De donde está claro demostró Arquímedes), este medio le restaría la parte e.i, de tal
que si no se modifican ni la forma (ni en cualidad ni en cantidad) modo que la parte a.e de este peso actuaría sola; v si este cuerpo
ni la posición de esta forma, el movimiento será proporcional a la estuviera colocado en algún otro medio, más denso pero sin em-
propiedad moviente que es el peso o la ligereza. Ahorá bien, Io que bargo menos denso que el mismo cuerpo, este medio le restaría
digo de Ia cualidad, de la cantidad y de-la posición de la misma la parte u.i. de dicho peso, y dejaría libre la parte a.u.
figura, lo digo con relación a la resiitencia dál mismo medio. pues Digo que la proporción de la velocidad de un cuerpo en el medio
la.disimilitud o desigualdad de las dos figuras, o Ia diferente posi- menoi dénso, a la velocidad del mismo cuerpo en el medio más
ción, modifica de un modo no desdeñable el movimiento de los denso, será como a.e respecto a a.u, lo que es mucho más conforme
gygrpos en cuestión, puesto quo la forrna pequeña divide más a la razón que si dijéramos que estas velocidades serán como ¿¿.i
fácilmente la continuidad del medio que ta granOe, clel mismo modo respecto a e.i, puesto qr¡e las velocidades están en proporción sólo
que la aguda lo hace más rápidamente que 1a obtusa. Así, el cuerpo con las fuerzas movientes (cuando la figura r:s la misma en cuali-
que se mueve con Ia punta hacia delante se moverá más deprisa dad, cantidad y posición). Lo que decimos ahora es evidentemente
que el que no lo hace. Cada vez por lo tanto que dos cuerpós se conforme a lo que hemos escrito más arriba, pues decir que la
enfrenten con una misma resistencia, sus movimientos serán pro- proporción de las velocidades de dos cuerpos heterogéneos, pero
porcionales a sus propiedades movientes; e inversamente, cada vez semejantes en cuanto a Ia figura, magnitud, etc., en el mismo me-
que dos cuefpos tengan una sola y misma gravedad o iig.r"ru, , dio es igual a la proporción de los mismos pesos, es lo mismo que
decir que las velocidades de un solo y mismo cuerpo en diversos
medios están en proporción con los pesos de dicho cuerpo en los
13 Notemos esta profesión de fe platónica. mismos medios.
143
t42
luan Bautista Benedetti
Ale.tandre Kovré
Sin duda, desde su punto de vista Benedetti tiene comple- violento. En cuanto al primero, es decir, el movimiento de caÍ-
tamente razón. Si las velocidades son proporcionales a las da, «Aristóteles no habiia debido declarar (en el cap. 8 del pri-
fuer:¿as movientes y si una parte de la fuerza moviente (del mer libro del De Coeto) que el cuerpo es tanto más rápido
peso) se neutraliza por la acción del medio, no es más que cuanto más se acerca a su meta, sino más bien que el cuerpo
lo paite restante lo que cuenta, v en medios cada vez más den- es tanto más rápido cuanto más se aleja de su punto de par-
tida».
sos, la velocidad del grave disminuirá siguiendo una progresión
¿La oposición proclamada
por Benedetti es real? ¿Es que un
aritrnótica y no geométrica comó decía Aristóteles. Pero el ra-
zonamiento de Benedetti, fundado en la hidrostática de Arquí- qr" ," atá¡a ae su punto de partida (terminus a quo)
(terminus
"rr"lpo
no se acerca, por eso mismó, a su punto de llegada
medes, no parte en absoluto de las mismas bases que el de Tartaglia, que construyó diná-
Aristóteles: para Aristóteles, el peso del cuerpo es una de sus "á [u"m¡l de podria creer' punto de partida de
-su
los cuer-
micá sobre la áonsideración del
propiedades constantes y absolutas, y no una propiedad relativa
como para Benedetti y los «antiguos». Por eso, para Aristóte- ;;;-; sus movimientos naturales y violentos' escribe: uSi
I'r., .r".po igualmente grave se mueve con movimiento
natural'
les, actúa en cierto modo todo él en los diferentes medios que (punto partida) o se ac-er'
Ie oponen resistencia. Así, pues, Benedetti estima que la física cuanto *dt-t" ateia de su principio de
de la gravedad ni de la ligereza de los cuerpos, que consiste ti está lejos de despreciar la consideración del punto de llegada'
"o
del fin natural del movimiento de los graves: en efecto' en
el
en la densidad o rarez.a del cuerpo grave o ligero y en la el reproche y Ia
densidad o rareza mayor o menor de los medios». La densidad momento mismo en que dirige a Aristóteles
corrección que acabo de citar, escribe: 'En los movimientos
o rareza, ésas son las propiedades absolutas de los cuerpos. naturales y iectilíneos, la impresión, la impetuosidad recibida
El peso, es decir, la pesadez o ligereza no son más que sus
resultantes. En sí mismos, todos los cuerpos son «graves», y los crece continuamente,'tipues el móvil tiene en sí mismo su causa
moviente, es decir, propensión a ir al lugar q.ue le está
«ligeros» no lo son más que en relación al medio en que se en- para ex-
cuentran la. La madera es pesada en el aire y ligera en el agua, asignado por naturaiezao' Y algunas líneas más abajo'
plifar el mecanismo del movimiento de caída' Benedetti añade:
como el hierro es pesado en el agua y ligero en el mercurio, y se prolonga el movimiento'
Benedetti, a fin de evitarnos un error en el que nos sería fácil
.Prr", la impresión crece según
caer, nos previene de "que las proporciones de los pesos del recibiendo ei .uerpo continuamente un nuevo hnpetus: efec-
que
mismo cue{po en medios diferentes no siguen las proporciones tivamente, contiene en sí mismo la causa de su movimiento del
de nuevo su lugar natural' fuera
de sus densidades. De donde se producen necesariamente pro- es la inclinación a ganar
vsmo§
porciones desiguales de las velocidades y, sobre todo, las velo- cual está colocado por violencia'» De este modo' para"o*9
ui"", f. causa ,Jel'movimiento de caída es' Benedetti'
cidades de los cuerpos graves o ligeros de igual figura o mate- la tenden-
ria, pero de magnitudes diferentes, siguen en sus movimientos **u"iu*""te la misma que para Aristóteles' a saber'Pero el me-
cia natural del cuerpo á uotu"t a su lugar natural'
naturales en el mismo medio una proporción muy diferente de movimiento
Ia que afirma Aristóteles»; entre otras «a igual peso, un cuer- canismo en virturj del cual se realiza este 'v stt
po más pequeño irá más deprisa", porque la resistencia del aceleraciónestátomadoporBened-ettideladinámicade|im.
medio será menor... petus: sor impetus consicutivos, engendrados continuaurente
curso del movimiento' los que' en
;;; i" causa rnoviente en el empujan
En realidad, según Benedetti, Aristóteles no comprendió cuanto causas secundarias, o transportan el cuerpo
nunca el movimiento. Ni el movimiento natural ni tampoco el destino. Ahora bien, estos impetus se engen-
hacia su lugar de
á.u, y-en el movirniento a medirla que e'l cuerpo se aleja
su punto
la Es interesante notar que esta doctrina se encuentra en Marco Tre- de su punio de partida. Sin duda, se acerca ala vez a
"on
visano, en su tratado inédito De macrocostno; ct. G. Boas, nA fourteenth
century cosmology, Proceedings ol the American Philosophical Society,
vol. XCVIII (1954), pp. 50 ss., y Marshall Clagett, The Science of Mecha- ts Cf. Nicolo 'Iartaglia, Nova scientia, libro I' prop' II y III'
nics in the Middle Ages, p.97, Madison (Wisc.), 1958.
144 Alexandre Koyré luan Bautista Benedetti 145
de llegada. Pero aunque Tartaglia haya creído lo contrari«:r, ma- ción alrededor del punto o. Entonces esta línea [a.b] coincidirá
temáticamente no es lo mismo tó. unas veces con b.u, bttas b.n; uoas avanzará de b.u hacia b'n
En lo que concierne al movimiento violento, Aristóteles no "on ocurre en. las líneas de direcciones
y otras de b.n hacia b.u como
comprendió gran cosa tampoco, puesto que no se dio cuenta y retrogradaciones de los planetas; en consecuencia, el círclulo u'a'n
ni del carácter esencialmente violento del movimiento hacia ser¿ como el epiciclo y b como el centro de la tierra. Está claro
arriba, que no es en modo alguno efecto de una ligereza sus- por lo tanto que cuando la línea D.a coincide con b-u o b'n no es
tancial, no existente in rerum nqtura, sino de una extrusión de
un cuerpo, menos grave (menos denso) que el medio en el que
se sumerge, por este medio; ni de la continuidad del movi-
miento de vaivén y de la inexistencia del momento de reposo
(quies media) entre la ida y la vuelta; ni de la posibilidaá de
que un movimiento en lÍnea recta sea infinito en el tiempo.
En lo que concierne al movimiento de vaivén (p. 183):
no modificarÍan por eso su velocidad y cada uno sería tan rápido La multiplicidad infinita no es nlenos real que la finita; el
como g. Por Io tanto, g sería tan rápido como o m. infinito se encuentra en la naturaleza como actual y no sólo
como potencial; y el infinito actual puede cclmprenderse tan
El movimiento en el vacío, la caída simultánea de los gra- bien como el potencial.
ves homogéneos: estamos ya muy lejos de la física de Aris- La incomprensión de las matemáticas que Benedetti repro-
tóteles. Pero los fundamentos inquebrantables de la filosofía cha tan a menudo a Aristóteles nos revela asÍ algo mucho más
matemática, el modelo siempre presente en el ánimo de Bene- grave, a saber, su anti-infinitismo. Ese es el origen últim<¡ de
detti de la ciencia de Arquímedes, no le permiten detenerse todos sus errores; sobre todo de los que conciernen a la es-
ahí. El eror de Aristóteles no fue sólo no haber admitido la tructura del pensamiento.
posibilidad del vacío en el mundo; fue el haberse forjado una Irrversamente, es su rechazo del finitismo lo que expliczr
imagen falsa del mundo y haber adaptado a ésta la física. Es en el fondo la oposición de Juan Bautista Benedetti a la doctri-
su falsa cosmología es favorable a Copérniccl, y por na y la tradición de Aristóteles y determina su lugar entre los
-Benedetti j
esto, probablemente, insiste en el carácter natural del movi- que han conducido a la humanidad del rnundo cerrado de los
miento circular del todo y sus partes (véase supra pp. 135-13ó)--,
cosmologÍa fundada en el finitismo que está en la base de su teo-
fj: antiguos al universo infinito de los modernos.
ría del «lugar natural". Realmente, «no hay ningún cuerpo, en el
mundo o fuera de él (poco importa lo que diga Aristóteles),
que no tenga su lugarr. ¿Lugares extramundanos? ¿Por qué no?
¿Habría algún "inconveniente en que fuera del cielo se encon-
trara un cuerpo infinitor? Sin duda, Aristóteles lo niega; pero
sus razones no son en modo alguno evidentes, como tampoco
lo son las que nos da de la imposibilidad de una pluralidad
de mundos, de la inalterabilidad del cielo y de muchas otras
cosas más. Todo porque una vez más Aristóteles nc compren-
dió nunca a los matemáticos. I.a prueba es que negó la realidad
del infinito (p. 181):
152
Alexandre Koyré Galileo y Platón 153
masiado y demasiado poco. Explica el prodigioso
Ia ciencia del siglo xvrr por ei de la tecnología. desarrollo de periencia, sino la «experimentación» Io que desempeñó
-más
este último era infinitameite menás Sin embargo, tarde sólo- un papel positivo considerable. La experimenta-
sorprendente que el prime_ ción consiste en interrogar metódicamente a la naturaleza; esta
ro. Además, oivida los logros t¿""i.L,
áá u nJuá-¡r,rIÁ* ñ. ,¡r_ interrogación presupone e implica un lenguaje en el que for-
ne en cuenta el apetito de.poder y riqueza
quimia a Io largo de su hiitoria. " que inspiró a l,a al_ mular las preguntas, así como un diccionario que nos permita
otros eruditos han insistido en la lucha de Gar,eo leer e interpretar las respuestas. Para Galileo, como sabemos
autoridad, contra la tradición, contra Ia bien, es en curvas, círculos y triángulos, en lenguaje matemáti
pu.ti",rlar la J. e.irüi"1.., co e incluso, de un modo más preciso, en lenguaje geométrico
contra la tradición cientrfica y "r,ritosófica que
nía y enseñaba en tas Universia.á"r. -Hu" ra Igresia -"rt"- -no el del sentido común o de los prrros símbolos- como de-
de Ia observación y Ia experie".i"
,"b;"t;;;;t faper bemos hablar a la naturaleza y recibi¡: sus respuestas. La elec-
nueva ciencia de Ia na- ción del lenguaje, la decisión de emplearlo, no podían estar de-
tu¡:aleza 7. Es perféctamente cierto,""'lu
poi ,tlprr"rto, que la obser-
vación v la experimentación .orrrt'itrv", terminadas evidentemente por la experiencia que el uso mismo
más característicos, de la cienclu *"áór.,".
uno cle los rasgos de esta lengua debia hacer posible. Tenía que venirles de otras
Es
los escritos de Galileo encontrámo.-irrrr.,-r.rr"..blesverdad que en fuentes.
observación y a Ia experiencia, y ,"u iráriu llamadas a la Otros historiadores de la ciencia y de la filosofíat0 han in-
a hombres que no cieían u;;;u;;-*ro..,. tentado rnás modestamente caracterizar la física moderna en
t"rilÁonio de sus ojos porque cuanto "física por algunos de sus rasgos distintivos: por ejemplo,
lo que veían era contrario""a ra "i enseñánza de ras gentes de au-
toridad, o peor uúr, no querían (como Cremonini) mirar la función que en ella tiene el principio de inercia. Exacto, de
por el .gl:. nuevo: el principio de inercia ocupa un puesto eminente en la
.telescopio de Galileo por miedo a ver algo que hubiera mecánica clásica por contraste con Ia de los antiguos. Es en ella
contradicho las teorías y crLencias tradicionales. Ahora
precisamente const.uy"náo r.rn t.l"r.oplo bien, la ley fundamental del movimiento; reina implícitamente en la
vando cuidadosamenté la Luna y tos pianetas,
y utiflánáob, oür".- física de Galileo, explícitamente en la de Descartes y Newton.
satélites de Júpiter, fue como "Cáfil"á- descubriendo los Pero detenerse en esta característica me parece un poco super
a la.astronomía y cosmología ¿, iii ¿p".u. ur.stó un golpe mortal ficial. En mi opinión, no basta establecer simplemente el hecho.
Tenemos que comprenderlo y explicarlo: explicar por qué la
. Sin emba¡go, no hay qui olvidar que ta observación o expe_
riencia en el sentid.,. d" i^ física moderna fue capaz de adoptar este principio, compren-
espontánea del sentido der por qué y cómo el principio de inercia, que nos parece tan
común no desempeñó,un.pup"i "*pe.i"nciu
capital __o si to frizo fue ir,-pu_
pel negativo, el der obstáculo- ü Ia funaación I
moderna 8' La física de_ Aristóteles, y más aún
de Ia ciencia
la de los nomina- de los primeros que hubieran especulado sobre las fuerzas y los rno-
listas parisienses, ra de Burida" y"ñ.orar ¿" o.LsÁ",-ári"u^ ,]
vimientos... Para que los físicos lleguen a rechazar la dinámica de Aris-
mucho más próxima, según. Tarlery y Duhem, ¿" tóteles y a construir Ia dinámica m<¡derna, necesitarán comprender que
del sentido coryrún que la de Galiláo"y Descartes e.i" *p'".j"ri"i" los hechos de los quc son testigos cada día, no son, en modo alguno,
No es la ex- los hechos simples, elementales a los que las leyes fundamentales de la
dinámica se deben aplicar inmediatamente; que ia marcha <iel navío
7 Muy recientemente un crítico me ha reprochaclo, arrastrado por los sirgadores, que la rodadura en un camirro del carruaje
haber olvidado esre asDccto de Ia amigablemente. el enganchado a los caballos, deben ser considerados como movimientos
Garireo (cf. L. olschki,
"The scien(ific personatiry ""."iirná'a"
.t-ó"ülü,1"á)iíí,i thc Historl, of Merti. de una extrema complejidad; en una palabra, que para el principio de
cine' YJr, 1942). No creo, "f haber la ciencia del movimiento, se debe, por abstracción, considerar un móvil
_tengo que confesarro,
reproche, aunque creo profuna-a*"iit" -"."r.ili*"rrr"
mcrecido este que, bajo la acción de una fuerza úr¡ica, se mueve en el vacío. Ahora bien,
tecr-ría, y
no recolección de nhechosr. - á""'i,
--- '- ciencia de su dinámica, Aristóteles llega a concluir que tal movimiento es im-
8 ",
E. Meyerson, Identité ot ,iiilú, 3.. ed., parís, 1926, p. posible."
de modo muv convincente, Ia farta l";.;;;d;cia 15ó, muestra, r0 Kurd Lasswitz, Geschichte der Atontistik, Hamburgo-Leipzig, 1890,
y los-principios de la física modein;. ="""-'*' entre «ra experiencia» II, pp. 23 ss.; E. Mach-, Die lvlechanik in ihrer E.ntwickhtttg, 8." ed., Leipzig,
e P. Dr.rhem, Le systime
du ntotidc, par.ís, 1913, I, pp. 194 ss.: 1921, pp. 117 ss.; E. Wohlwill, nDie Entdeckung des Eleharrunggesetzes,,
en efecro, parece. adapr¿¡ss't"., r-Jiir.,r.nte a las :Esta Zeitschrif t fiir Wólkerpsychologie tmd Sprachtttissenschafl, vr¡ls. XIV v
li::,lr::,
corrrentes que no podia deiar de imponerse observaciones XV, 1883 y 1881, y E. Cassirer, Das Erkennttúsproblent in der Phiktsophie
en principiá-; l;;;;;;;i;" und Wissenschaft der neueren Zeit,2.'ed., Berlín, 1911, I, pp. 394 ss.
l:.
simple, tan cl.aro, tan plausible e incluso evidente, adquiere este la significación y el designio ra. Desaparecen en el espacio infi-
estatuto de evidencia y verclad a priori, m.ientras que para los nito del nuevo universo. En este nuevo universo, en este nuevo
griegos, así como para los pensadores de la Edad Media, Ia mundo de geometría hecha real, es donde las leyes de la física
iclea de que un cuerpo, una \¡ez pLtesto en movimiento, conti- clásica encuentran valor y aplicación'
nuara moviéndosc siempre, parecía evidcntemente falsa e in- La disolución del cosmos, repito, me parece la revolución
cluso absurdarr. más profunda realizada o padecida por el espíritu humano des-
No intentaré expiicar aquí las razones y causas que provo- de la invención del cosmos por los griegos. Es una revolución
caron la revolución espirituai del siglo xt't. Para nuestro pro- tan profunda, de consecuencias tan lejanas, que, durante si-
pósito basta con describirla caractcrizandc¡ la actitud lnental glos, los hombres raras excepciones como Pascal- no
captaron su alcance -con
y sentido; aun hoy es a menudo subesti-
o intelectual de la ciencia moderna a trar'és de dos rasgos soli mada y mal cornprendida.
darios: l.'', la destrucción del cc.¡smos y, por consiguiente, la
desaparición en la ciencia cle toclas las consideraciones funda-
Lo que los fundadores de la ciencia moderna, y entre ellos
Galileo, debían, pues, hacer, no era criticar y combatir ciertas
das en esta noción t?' 2.",la geometrización del espacio, es decir,
teorías erróneas, para corregirlas o sustituirlas por otras me-
la sustitución de Ia concepción de un espacio cósmico cualita- jores. Debían hacer algo distinto. Debían destruir un mundo
tivarnentc diferenciado y concreto, el de ia física pregalileana, y sustituirlo por otro. Debían reformar la estructura de nues-
por el espacio hc-rmogéneo y abstracto de Ia geometría euclidia- tra propia inteligencia, formular de nuevo y revisar sus con-
na. Se pueden resumir y expresar del siguiente modo estas clos ceptos, considerar el ser de un modo nuevo, elaborar un nuevo
caracterÍsticas: la matematización (geometrización) de ia natu- concepto del conocimiento, un nuevo concepto de la ciencia
raleza ), por consiguiente, la matematización (geometrización) e incluso sustituir un punto de vista bastante natural, el del
clc la cic-ncia. ,l sentido común, por otro que no lo es en absoluto rs.
La dis<¡lución del cosmos significa la destrucción de una .q Esto explica por qué el descubrimiento de cosas, de leyes,
idea: la de un mundo de estructura finita, jerárquicamente I que hoy párecen-tan simples y fáciles que se les enseñan a los
ordenaclo, un mundo cualitativamente diferenciado desde el I niRos del movimiento, ley de la caída de los cuerpos--
punto de vista ontológico; esta idea es sustituida por Ia de un exigió -téyes
un esfuerzo tan enorflle, tan arduo, a menudo vano, de
universo abierto, indefinido e incluso infinitr:, que las mismas -l algunos de los mayores genios de la humanid-ad, un Galileo, un
Ieyes universales unifican y gobiernan; un universo en el que DJscartes¡6. Este hecho, a su vez, me parece refutar los intentos
todas las cosas pertenecen al mismo nivel del ser, al contrario modernos de minimizar, e incluso de negar, la originalidad del
que la concepción tradicional que distinguía y oponía los dos pensamiento de Galileo, o por lo menos su carácter revoluciona-
mundos del Cielo y la Tierra. Las leyes del Cielo y las de la iio; demuestra también que la aparente continuidad en el des'
Tierra estarán fundidas en lo sucesivo. La astronomía y la física
se hacen interdependientes e incluso unificadas y unidas13' Esto
r4 Cf. E. Bréhier, Histoire de la phitosophie, t- Il, fasc' I, París, 1929,
implica que desaparecen de la perspectiva científica todas las p. 95: «Descartes libera a la física de la obsesión del cosmos helénico, es
consideraciones fundadas en el valor, la perfección, la armonía, decir, de la imagen de un cierto estado privilegiado de cosas que satis-
facía nuestras neiesidades estéticas... No hay estados privilegiados puesto
que todos los estados son equivalentes. Así pues, no hay ningun'lugar en
. rr Cf. E. Meyerson, op. cit., pp. 124 ss. li física para la búsqueda de iausas finales y la consideración de lo mejor."
t2 El término permanece, por supuesto, y Newton habla siempre del ls Cf. P. Tanneryf uGalitée et les principes de la dynamique,, Mémoires
cosmos y de su orden (como habla del impetus), pero en un sentido scientifiques, VI, Éárís, 1926, p.399: uSi para juzgar el sistema dinámico
completamente nuevo. de Aristételes, hacemos abstracción de los prejuicios que derivan de nues-
13 Como he intentado demostrar en otra parte (Etudes Ealiléerutes, tra educación moderna, si intentamos volvernos a situar en el estado de
IlI, Galitée et la loi d'inertie, París, 1940) la ciencia moderna resulta de ánimo que podría tener un pensador independiente al principio del
esta unificación de la astronomía y de la física que le permite aplicar los siglo xvir, difí"il desconocer que este sistema está mucho más con-
métodos cle Ia investigación matemática, utilizados hasta entonces para el fo-rme que "§
eI nuestro con la observación inmediata de los hechos'»
estudio de los fenómenos celestes, al estudio de los fenómenos del mundo ¡o Cf. mis Etudes galiléennes, fI, La toi de la chute des corps, París'
sublunar. 1940.
f- ,w
arrollo de la física entre la Edad Media y la Moderna (contim¡i- a conocer un poco mejor m. o más bien, como el orden crono-
dad que Caverni y Duhem han subrayado tan enérgicarnente), es lógico no corresponde sino muy toscamente a esta división,
iluscria 17. Es verdad, por supuesto, que una tradición injnte- podríamos distinguir grosso rnodo e\ la historia del pensa-
rrumpida lleva de las obras de L:s nominalistas parisienses a las miento científico tres etapas o épocas, que corresponden a su
de Benedetti, Bruno, Galileo y Descartes. (Yo mismo he añadido vez a tres tipos diferentes de pensamiento: primero, la física
un eslabón a la historia de esta tradiciónr8.) Sin embargo, la aristotélica; a continuación, la física del impetus, salida, como
conclusión que saca Duhem es engañosa: una revolución i:ien todo el resto, del pensamiento griego y elaborada en el curso
preparada continúa siendo, sin embargo, una revolución, y a del siglo xrv por los nominalistas parisienses; finalmente, la fí-
pesar de que el mismo Galileo en su juventud (como Descartes sica moderna, matemática, del tipo de Arquímedes o Galileo.
a veces) compartió las opiniones y enseñó las teorías de los Estas etapas las encontramos en las obras del joven Galileo:
críticos rnedievales de Aristóteles, la ciencia moderna, la ciencia no sólo nos informan acerca de la historia --o la prehistoria--
nacida de sus esfuerzos y de sus descubrimientos, no sigue de su pensamiento, acerca de los móviles y motivos que Ie han
la inspiración de los «precursores parisienses de Gailileo»; se dominado e inspirado, sino que al mismo tiempo nos ofrecen,
coloca inmediatamente en un nivel completamente diferente, condensado y, por así decir, clarificado por la admirable inteli-
un nivel que a mí me gustaría llamar arquimediano. El verda- gencia de su autor, un cuadro sorprendente y profundamente
dero precursor de la física moderna no es ni Buridán, ni Nico- instructivo de toda la historia de Ia física pregalileana. Trace-
lás de Oresme, ni siquiera Juan Filopón, sino Arquírncdes r'. mos de nuevo brevemente esta historia comenzando por la fi
sica de Aristóteles.
La fisica de Aristóteles es falsa, por supuesto, y completa-
I mente caduca. Sin embargo, es una «físicar, es decir, una cien-
Se puede dividir en dos perír:dos la historia del pensamiento cia altamente elaborada, au.nque no maternáticamente 21. No es
científico de la Edad Media y del R.enacilniento, que empezamos algo ima.ginario y pueril, ni un tosco enunciado logomáquico de
sentido común, sino una teoría, es decir, una doctrina que, par-
17Cf. Caverni, Storia. del me:odo sperimentale in ltalia,5 vols., Flo- tiendo naturalmente de datos del sentido común, Ios somete a un
rencia, 1891-1896, en particular los volúmenes IV y V. P. Duhcm, L'e mou- tratamiento extremadamente coherente y sistemáticon.
vement absolu et le mouvement relatil, París, 1905; oDe I'accélération Los hechos o datos que sirven de fundamento a esta elabo-
produite par une force constante», Congrés International de l'Histoire des
Sciences, sesión III, Ginebra, 1906; É,tudes sur Léonard de Vittci: Ceux ración teórica son muy simples y en la práctica los admitimos
quíl a lus et ceux qui I'ont /¿¿, 3 vols., ParÍs, 1909-1913, en particular el exactamente come. lo hacía Aristóteles. Todos encontramos
vol. III, Les précurseurs Ttarisiens de Galilée. Muy recientemente la tesis siempre «natural»r ver un cuerpo pesado caer «hacia abajo".
de ia continuidad ha sido sostenida por J. I{. Randall, Jr., en su bri' Exactamente como Aristóteles o Santo Tomás, nos habríamos
llante artículo oScientific lnethod in the scl¡ool of Paduar, Journal ol the o toro-
History of ldeas, l, 1940; Randall dernuestra de mocl<; convincente la ela- asombrado profundamente al ver un grave
boración progresiva del método de nresolución y composición" en l¿r
-piedra
elevarse libremente por el aire. Esto nos parecería bastante
enseñanza de los grandes iógicos del Renacimiento. Sin embargo, el
propio Randall declara que «un elemento faltó en el métod.o forrntrl¿rdcr
por Zabareila: no exigió que los principios de Ia ciencia natulal fueran ?0 Debemos este conocimiento principalmente a los trabajos de P'
matemáticos» (p.20a), y que ei Tractatus de paedia. <le f-remo¡rini "resonó Duhem (a las obras citadas anterioremente (n. 17) hay que añadir r,es
como una advertencia solemne a los maternáticos triunfanlr:s de lá gran origines de la statique,2 vols., París, 1905, y Le systéme du monde,S-.vols',
tradición aristotélica de empirismo racional, (lbid.). Ahora bien, "esta Paiis, tSt:-tSl7) y a Ios de Lynn Thorndike, cf. su monumental History
insistencia en el papel de las matemáticas que se añadió a la melodología. of magic and experimental science,6 vols., Nueva York, 1923'1941. Cf. igual-
lógica de Zabarella, (p. 205), constituye precisamente. en mi opinión, mente F. J. Dijksterhuis, Wal en Worp, Groninga, 1924.
el contenido de la revolución científica del siglo x\¡rl, v, en Ia opinión 21 La física aristotélica es, por esencia, no matemática. Presentalla,
de la época, la lÍnea divisoria entre los partldarios de Plaión y los de como lo hace Duhem (De l'accétération produite par une force canstante,
Aristóteles. p. S59), como fundada simplemente en otra fórmula matemática distinta
t8Etudes galiléennes, l, A l'aube de la sciencie clas.sique, París, 1940. a la nuestra, es un error.
El siglo xvr, pcr lo r¡lenos en su scgunda rnitad, fue el pcrír:do crt
ls 22 A menudo, el historiador moderno del pensamiento científico no
que se recibió, estudió y comprendió poco a poco a Arquimedes. aprecia suficientemente el carácter sistemático de la física aristotélica.
F
158 Alexandre Koyré Galileo y Píotón 159
«contra natura» y trataríamos de explicarlo por algún mecanis- y cada cosa en su lugar: el concepto de «lugar natural» expresa
mo oculto. esta exigencia teórica de la física aristotélica'
Del mismo modo, encontramos siempre <<natural» ver ia La concepción de «lugar natural» está fundada en una con-
llama de una cerilla dirigirse hacia
"arriba» y colocar nuestras cepción puramente estática del orden. En efecto, si cada cosa
cacerolas «sobre» el fuego. Nos sorprenderíamos y buscaríamos estuviera «en orden», cada cosa estaría en su lugar natural, y,
una explicación si viéramos, por ejemplo, volverse la llama y por supuesto, allí se quedaría y permanecería para siempre.
apuntar hacia «a!¿jor. ¿Calificar'íamos esta concepción o, me- ¿Por qué habrla de abandonarlo? Al contrario, ofrecerla una
jor, esta actitud de pueril y simplista? Quizá. Podemos incluso resistencia a todo esfuerzo por echarlo fuera de é1. No se la
señalar que, según el mismo Aristóteles, la ciencia comienza poclría expulsar de allí más que ejerciendo una especie de
precisamente cuando se intenta explicar cosas que parecían violencia y si debido a tal violencia el cuerpo se encontrara
naturales. Sin embargo, cuando la termodinámica anuncia como fuera de «su» lugar, buscarla el modo de volver a éste.
principio que el «calor, pasa de un cuerpo caliente a uno frío, Asl, todo movimiento implica una especie de desorden cós-
pero no de un cuerpo frío a uno caliente, ¿no traduce simple- mico, una perturbación en el equilibrio del universo' pues es
mente la intuición del sentido común de que un cuerpo «ca- o bien un efecto directo de la violencia, o bien, al contrario, un
liente». se vuelve «naturalrrrente» frío, pero que un cuerpo frío efecto del esfuerzo del ser por compensar esta violencia, por
nr¡ se vuelve «naturalmente» caliente? E incluso cuando declara- recobrar su orden y su equilibrio perdidos y turbados, por
mos que el centro de gravedad de un sistema tiende a tomar llevar de nuevo las cosas a sus lugares naturales, lugares donde
la posición más baja, y no se eleva por sí solo, ¿no traducimos deben reposar y permanecer. Es esta vuelta al orden lo que
simplemente una intuición del sentido común, la misma que constituye precisamente lo que hemos llamado movimiento
expresa la física aristotélica al distinguir el movimiento «natu- *natural, E.
ral, del movimiento «violento»? a. Turbar el equilibrio, volver aI orden: está perfectamente
Además, ni la física aristotélica ni la termodinámica se con- claro que el orden constituye un estado sóIido y duradero que
tentan con expresar simplemente en su lenguaje el "hecho" tiende a perpetuarse él mismo indefinidamente. No hay, pues,
necesidaó de explicar el estado de reposo, o por lo menos el
de sentido común que acabamos de mencionar; lo transponen;
estado de un cuerpo en reposo en su lugar natural, propio;
la distinción entre movimientos «naturales» y movimientos «vio-
es su propia naturaleza la que lo explica, la que explica, p-or
lentos» se sitúa en una concepción de conjunto de la realidad ejemplb, que ta Tierra esté en rePoso en el centro del mundo.
física, concepción cuyos principales rasgos parecen ser: a) la Igualmente, es evidente que el movimiento es necesariamente
creencia en la existencia de «naturalezas" cualitativamente de- un estado transitorio: un movimiento natural se termina na-
finidas, y b) la creencia en la existencia de un cosmos, en suma, turalmente cuando alcanza su objetivo. En cuanto al movi-
la creencia en la existencia de principios de orden en virtud de miento violento, Aristóteles es demasiado optimista para admi-
los cuales el conjunto de los seres reales forma un todo jerár- tir que este estado anormal pudiera durar; además, el movi-
quicamente ordenado. miento violento es un desorden que engendra desorden y admi-
Tod«r, orden cósmico, armonía: estos conceptos implican que tir que pudiera durar indefinidamente, significarla realmente
en el universo las cosas están (o deben estar) distribuidas y dis- que ie atandona la idea misma de un cosmos bien ordenado.
puestas en un cierto orden determinado, que su localización no Áristóteles mantiene, pues, la creencia tranquilizadora de que
es indiferente ni para ellas ni para el universo; que, al contra- nada de lo que es contra naturam possit esse perpetuumú.
rio, cada cosa tiene, según su naturaleza, un «puesto» determi- De este modo, como acabamos de decir, el movimiento en
nado en el universo, el suyo propio2a. Un lugar para cada. cosa ta física aristotélica es un estado esencialmente transitorio. Sin
embargo, tomado al pie de la letra este enunciado sería in-
a Cf. E. Mach, Die Mechanik, pp. 124 ss.
2a Es sólo en «su» lugar donde un ser alcanza su realización y llega 25 Las concepciones de nlugares naturales' y de .movimientos natura-
a ser verdaderamente él mismo. Y esa es la razón por la que tiende a les" implican la de un universo finito.
:¡r Aristóteles, Flsica, YlÍÍ, 8, 215 b.
ocupar este lugar.
ló0 Alexandre Ko.yré Galileo y Platón 161
correcto e incluso doblemente incorrecto. El hecho es que el mos el movimiento Iocal 30-- la existencia de un punto fijo con
mr¡vimiento, aunque sea para cada uno de los cuerpos movidos, relación al cual lo movido se muele, un p;nto fijo inrnutable;
o por lo menos para los del mundo sublunar, para los objetos el cual, evidentemente, no puede ser más que el centro del
móviles de nuestra experiencia, un estado necesariamente tran- universo. Por otro lado, el hecho de que cada cambio, cada
sitorio y efímero, es, sin embargo, para el conjunto del mundo proceso, irecesite para explicarse una causa, implica que cada
un fenómeno necesariamente eterno y, por consiguiente, eter- movimiento tiene necesidad de un motor para producirlo, mo-
namente necesario,, un fenómeno que no podemos explicar sin tor que le mantiene en movimiento tanto tiempo como éste
descubrir su origen y su causa tanto en la estructura física dura" E] rnovimiento, en efecto, no se rnantiene como el reposo.
como en la estructura metafísica del cosmos. Tal análisis mos- El reposo- estado de privación- no necesita la acción de una
traría que la estructura ontológica del ser material le impide causa cualquiera para explicar su persistencia. El movimiento,
alcanzar el estado de perfección que implica la nocién de re- el cambió, cualquier proceso de acfitalización o debilitación e
poso absoluto y nos permitiría ver la causa física última de los incluso de acfualización o debilitación continua, no puede abs-
tenerse de tal acción. Quitad Ia causa, el movimiento se de-
movimientos temporales, efímeros y variables de los cuerpos
tendrá. Cessante caltsa cessat effectus3t.
sublunares en el movimiento continuo, uniforme y perpetuo de
En el caso del movimiento «natural», esta causa, este mo-
las esferas celestes u. Por otro lado, el movimiento no es, ha- tor es la naturaleza misma del cuerpo, su oforma, que trata de
blando con propiedad, un estado; es un proceso, un flujo, un volver a traerlo a su puesto y mantiene así el movimiento. Vice-
devenir en y por el que las cosas se constituyen, se actualizan versa, el movimiento que es contra naturam exige, sin embargo,
y se realizan'. Es perfectamente cierto que el ser es el término durante toda su duración la acción continua de un motor ex-
del devenir y el reposo la meta del movimiento. Sin embargo, el terno unido al cuerpo movido. Quitad el rnotor, el movimiento
reposo inmutable de un ser plenamente actualizado es algo se detendrá. Separadlo del cuerpo movido, el movimiento se
completamente diferente de la inmovilidad pesada e impotente detendrá también. Aristóteles, como sabemos bien, no admite
de un ser incapaz de moverse por sí mismo; el primero es algo la acción a distancia,; cada transmisión de movimiento impli-
positivo, «perfección y actus>>; la segunda no es más que una ca según él un contacto. Sólo hay, pues, dos tipos de tal trans-
"privación". Por consiguiente, el movimiento -procesus, de- misión: la presión y Ia tracción. Para hacer mover un cuerpo,
venir, cambio- se encuentra colocado entre los dos desde el hay que empujarlo o tirar de é1. No hay otros medios.
punto de vista ontológico. Es el ser de todo lo que cambia, de La física aristotélica forma así una admirable teoría perfec-
todo aquello cuyo ser es alteración y modificación y que no tamente coherente que, a decir verdad, sólo presenta un de-
existe más que cambiando y modificándose. La célebre defini fecto (aparte del de ser falsa): el defecto de ser desmentida
ción aristotélica del movimiento entis in potentia in por el uso cotidiano del lanzamiento. Pero un teórico que me-
-actus encontrará perfecta-
quantum est in potentia- que Descartes rezca este nombre no se deja turbar por una objeción sacada
mente ininteligible expresa admirablemente el hecho: el movi- del sentido común. Si encuentra un «hecho» que no cuadra con
miento es el ser --o el actus- de todo lo que no es Dios. su teoría, niega su existencia. Si no puede negarla, la explica.
De modo que moverse es cambiar, aliter et aliter se habere, En la explicación de este hecho cotidiano, el $el lanzamiento,
cambiar en sí y con relación a los otros. Esto implica, por un movimiento que continúa a pesar de la ausencia de «un motor»,
lado, un término de referencia con relación al cual la cosa mo-
vida cambia su ser o su relación; lo que supone examina- 30 EI movimiento local no es más que r¡na clase,
-si -desplazamiento-
aunque particularmente importante, de umovimiento, (kinesis), movi-
miento en el ámbito del espacio, por constraste con Ia alteración, movi-
7/ El movimiento no puede resultar más que de un movimiento ante- miento en el terreno de la cualidad, y la generación y la corrupción,
rior. Por consiguiente, todo movimiento efectivo implica una serie infi- movimiento en eI ámbito del ser.
nita de movimientos precedentes. 3t Aristóteles tiene toda la razón. Ningtn proceso de cambio o de de-
28 En un universo finito, el único movimiento uniforme que puede venir puede prescindir de la causa. Si el movimiento en la física moderna
persistir indefinidamente es un movimiento circular. persiste por sí mismo, es porque ya no es más que un proceso.
2e Cf. Kurt P"iezler, Physics and reality, New Haven, 1940. 32 El cuerpo tiende a su lugar natural, pero no es atraído por é1.
162 Alexandre Koyré Galileo y Platón ló3
hecho aparenternente incompatible con su teoría, es donde trla euclidiana) no hay lugares o direcciones privilegiados. En
Aristóteles nos da la medida de su gerrio. Su respuesta consiste el vacío no hay, ni puede haber, lugares «naturales». Por consi-
en explicar el movimiento aparentemente sin motcr del pro- guiente, un cuerpo colocado en el vacío no sabría donde ir, no
yectil por la reacción del medic, ambiente, aire o agua 33. La tendría ningrrna razón para dirigirse a una dirección mejor que
teoría es una genialidad. Desgr:aciadamente (además de que es a otra, y, por tanto, ninguna razón para moverse. Vicerrersa, una
falsa), es absolutamelte imposible desde el punto de vista clel vez puesto en movimiento, no tendría más razón para detener-
sentido común. No es, pues, asombroso que la crÍtica de la se aquí que allí ni, por tanto, razón alguna para detenerse §.
dinámica aristotélica vuelva siempre a la. misma quaestio dispu- I-as dos hipótesis son completamente absurdas.
tate: ¿a quo moveantur proiecta? Aristóteles, una vez más, tiene toda la razón. Un espacio va-
cío (el de la geometría) destruye enteramente la concepción
de un orden cósrnico: en un espacio vacÍo, no sólo no existen
u lugares naturales s, sino que no hay en absoluto lugares. La
idea de un vacío no es compatible con la comprensión del mo-
Volveremos dentro de un momento a esta quaestio, pero tene- vimiento como carnbio y como proceso; qtizá ni siquiera con la
mos que examinar primero otro detalle de la dinámica aristo- del movimiento concreto de cuerpos concretos .realesrr, percep-
télica: la negación de todo vacío y del movimiento en un vacío. tibles: quiero decir, los cuerpos de nuestra expcliencia coti-
En esta dinámica, efectivamente, un vacío no permite que el diana. El vacío es una sinrazón37; colocar las cosas en una tal
movimiento se produzca más fácilmente; al contrario, lo hace sinrazón es absurdo s. Sólo los cuerpos geométricos pueden ser
completamente imposible: esto por razones muy profundas. ocolocados, en un espacio geométrico.
Hemos dicho ya que en la dinámica aristotélica cada cuerpo El físico examina cosas reales; el geómetra, razones a propó-
es concebido como dotado de una tendencia a encontrarse en sito de abstracciones. Por consiguiente, sostiene Aristóteles,
su lugar natural y a volver a éste si ha sido separado de él nada podría ser más peligroso que mezclar geometrÍa y física y
con violencia. Esta tendencia ex¡rlica el movimiento natural de aplicar un método y un razonamiento puramente geométricos
uri cuerpo: movimiento que le lieva a su lugar natural por el al estudio de la realidad física.
camino más corto y más rápido. Se deduce que todo movimien-
to natural procede en línea recta y que cada cuerpo camina
hacia su lugar natural tan deprisa como le es posible; es decir, III
tan deprisa como su medio, que se resiste a su movimiento y se
le opone, le permite hacerlo. Así, pues, si no hubiera nada que Ya he señalado que la dinámica aristotélica, a pesar ---o quizá
lo detuviera, si el medio ambientr.'no opusiera ninguna resisten- a causa-- de su perfección teórica, presentaba un grave incon-
cia al movimiento que le atraviesa (tal sería el caso en un va- veniente; el de ser absolutamente no plausible, completamente
cío), el cuerpo caminaría hacia nsu, puesto con una velocidad increfble e inaceptable para el buen sentido común, y estal
infinita 1. Pero tal movimiento sería instantáneo, lo que evidentemente en contradicción con la experiencia cotidiana
toda razón- parece absolutamelite imposible a Aristóteles. -con La más común. No es nada asombroso, pues, que no haya gozado
conclusión es evidente: un movimiento (natural) no puede pro nunca de un reconocimiento universal y que los críticos y ad-
ducirse en el vacío. En cuanto al movimiento violento el del lan- versarios de la dinámica de Aristóteles le hayan opuesto siem-
zamiento, por ejemplo, un movimiento en el vacÍo equivaldría a pre la observación, de sentido común, de que un movimiento
un movimiento sin motor; es evidente que el vacío no es un prosigrre separado de su motor originario. Los ejemplos clási-
medio físico y no puede recibir, transmitir y mantener un mo- cos de tal movimiento, rotación persistente de la rueda, vuelo
vimiento. Además, en el vacío (corno en el espacio de la geome-
36 Cf. Aristóteles, Física, lV, 8, 214 b.; 215 b.
36 Si se prefiere, se puede decir que en un vaclo todos los lugares son
¡3 Cf. Aristóteles, Física, IV, 8, 215 a.; VIII, 10, 267 a.; De coelo, IlI, 2, los lugares naturales de toda clase de cuerpos.
301b. E. Meyerson, Identité et réalité, p. 84. 37 Kant llamaba al espacio vacío un Unding.
¡r Cf. Aristóteles, Física, VII, 5, 249 b., 250 a.; De coelo, III, 2, 301 e. 38 TaI era, como sabemos, la opinión de Descartes y de Spinoza.
164 Alexandre Koyré Galileo y Platón ló5
de una flecha, lanzamiento de una piedra, fueron siempre in- Es evidente, como el misnto Duhem lo ha reconocido, que
vocados en contra suya, desde Hiparco y Juan Filopón, pasan- hemos vuelto al sentido común. Los partidarios de la física áel
do por Juan Buridán y Nicolás de Oresme, hasta Leonardo cla impetus piensan en términos de experiencia cotidiana. ¿No.es
Vin,;i, Benedetti y Galileo 3e. cierto que necesitamos hacer un es-Íuerzo, clesplegar y gastar
No tengo la intención de analizar aquí los argumentos tra- fwerza para mover un cLlerpo, por ejemplo, para empujar una
dicionales que desde Juan Filopón { han sido repetidos por los I
carretilla, lanzar una piedra o tensar un arco? ¿No está claro
partidarios de su dinámica. Se pueden clasificar grosso modo en que es esta fuerza la que mueve el crlerpo, o más bien lo hace
dos grupos: a) los primeros argumentos son de orden material moverse, que es la fuerza que el cuerpo recibe del motor la
y subrayan 1o improbable que es la suposición segírn la cual un que le hace capaz de superar una resistencia (como ia del
cuerpo grueso y pesado, pelota, muela que gira, flecha que vuela aire) y salvar los obstáculos?
contra el viento, pueda ser movido por ia reacción dei ai¡:e; Los partidarios medievales de la dinámica del impetus dis-
b,) los otros son de orden formal y señalan el carácter contra- cuten largamente y sin éxito sobrc e] estatuto ontológico del
ciictorio de la atribución al aire de un doble papel, el de resis- impetus. Intentan hacerlo entrar en la clasificación aristotélica,
tencia y el de motor, así como el carácter ilusorio de toda la interpretarlo como una especie de -forma o habitus, o como
teoría: ésta no hace más que desplazar el problema del cuerpo una especie de cualidad como el calor (Hiparco y Galileo). Es-
al aire y se encuentra por eso obligada a atribuir al aire lo que tas discusiones demuestran sólo la naturaleza confusa, imagi-
niega a otros cuerpos, la capacidad de mantener un mol'imien- nativa de la teoría que es directamente un producto o, si se
to separado de su causa externa. Si es así, nos preguntamos puede decir, urr condensado de sentido común.
por qué no suponer qure el motor transmite al cuerpo m..¡viclo. Como tal, concuerda más aún que el punto de vista aris-
o le imprime, algo que le hace capaz de moverse lla- totélico con los «hechos,> o imaginarios- que consti-
mado dynamis, virtus motiva, yirtus impressa, impetus,-algo im- -reales de la dinámica medieval; en
tuyen el fundamento experimental
petu.s impressas, algunas veces forza o incluso motio, y que se particular con el uhecho" conocidísimo de que todo proyectil
representa siempre como una especie de potencia o de fuerza, comienza por acrecentar su velocidad y adquiere el máximo
que pasa del motor al móvil y continúa entonces el movimiento, de rapidez algún tiempo después de haberse separado del
o mejor dicho, produce el movimiento como su causa. motor ar. Todo el mundo sabe que para saltar un obstáculo,
3e Para la historia de la crítica medieval de Aristóteles, cf. las obras 4l Es interesante notar que esta absurda creencia que Aristóteles com-
citadas anteriormente (p. 15ó, n. 17) y B. Jansen, Olivi, "Der álteste partió y enseñó (De coelo, II, 6) estaba tan profundamente arraigada y
scholastische Vertreter des heutigen Bewegungsbegriffes", Philosophisches era tan universalmente aceptada, que el propio Descartes no se atrevió
lahrbuch (1920); K. Michalsky, «La physique nouvelle et les différents a negarla abiertamente, y, como hizo a menudo, prefirió explicarla. En
courants philosophiques au XIV" siécle", Bulletin International de l'Aca- ló30, escribe a Mersenne (A.-T., I, p. 110): uMe gustaría también saber
démie polonaise des sciences et des Lettres, Cracovia, 1927; S. Moser, si no habéis experimentado si una piedra lanzada con una honda, o la
Grundbegrilfe der Naturphilosophíe bei Wilhelm von Occam (Insbruck, bala de un mosquete, o un tiro de ballesta, van más deprisa y tienen
1932); E. Borchert, Die Lehre yon der Bewegung bei Nicolaus Oresme más fuerza en la mitad de su movimiento que al principio, y si tienen
(Münster, 1934); R. Marcolongo, ul-a meccanica di Leonardo da Vinci,, más efecto. Pues ésa es la creencia del vulgo, con la que sin embargo
Atti della reale accademia delle scienze fisiche e matematiche, ){I)( no están de acuerdo mis razones; y yo encuentro que las cosas que son
(Nápoles, 1933). empujadas y que no se mueven por sí mismas, deben tener más fuerza
40 Sobre Juan Filopón, que parece ser el verdadero inventor de la al principio que la que después tienen.» En 1632 (A.-T., I, p. 259) y una
teoría del impetus, cf. E. Wohlwill, uEin vorgánger Galileis im VI Jahr- vez más en 1ó40 (A.-T., II, pp. 37 ss.) explica a su amigo Io que es cierto
hundert", Physicalische Zeitschrift, VII (190ó), y P. Duhem, Le systéme en esta creencia: «In motu proiectorum, no creo en absoluto que el
du monde, l; la Física de Juan Filopón, al no haber sido traducida al proyectil vaya nunca menos deprisa al principio que al final, contando
latín, permaneció inaccesible para los escoiásticos que no tenían a su desde el primer momento en que deja de ser empujado por la mano o
disposición más que el breve resumen dado por Simplicio. Pero fue muy la máquina; pero creo que un mosquete que sólo esté alejado
conocida por los árabes y la tradición árabe parece haber influido, di- un pie
y medio de una muralla no tendrá tanto efecto como si estuviese alejado
rectamente, y por la traducción de Avicena, en Ia escuela oparisiense, quince o veinte pasos, ya que la bala al salir del mosquete no puede ex-
hasta un punto insospechado hasta ahora. Cf. el importantísimo artlculo pulsar eI aire que está entre ella y esta muralla tan fácilmente y asl
de S. Pines «Etudes sur Awhad al-Zamán Abu'l Barakát al-Baghdáhi", debe ir menos deprisa que si esta muralla estuviera menos cerca. Sin
Revue des Etudes juires (1938). embargo, es el experimento el que debe determinar si esta diferencia
t66 Alexandre Koyré Galileo y Platón 167
hay que «tomar impulsor; que una carretilla que se empuja o bastante próxima a la ley de la inercia y es particularmente
de la que se tira se pone en marcha lentamente y gana velo- inte¡esante e importante notar que el propio Galileo, que en
cidad poco a poco; ella también toma impulso y adquiere su su De motu laos da una rie las mejores exposiciones de la di-
fuerza; del mismo modo que todo el mundo un niño námica del impetus, niega resueltamente la validez de tal su-
clue lanza una pelota- sabe que para alcanzar -incluso
con fuerza la posición y afirma con todo vigor la naturaleza esencialmente
meta, hay que colocarse a cierta distancia, no demasiado cerca, perecedera del impetus.
a fin de dejar que la pelota tome velocidad. La física del tz- Evidentemente, Galileo tiene toda la razón. Si entendemos
petus no tiene dificultad en explicar este fenómeno; desde su el movimiento como un efecto del impetus considerado como
punto de vista, es perfectamente natural que el impetus necesi- su causa in[ranente, pero no interna al modo de
te cierto tiempo para uadueñarse" del móvit, exactamente como -una causa
una «naturaleza»- es impensable y absurdo no admitir que
el calor, por ejemplo, necesita tiempo para expandirse en un la causa o fuerza que lo produce debe gastarse necesariamente,
cuerpo. y al final agotarse en esta producción. No puede permanecer
La concepción del movimiento subyacente en la física del sin cambio durante dos momentos consecutivos, y, por consi-
impetus es completamente diferente de la de la teoría aris- guiente, el movimiento que produce debe necesariamente ami-
totélica. El movimiento no se interpreta ya como un proceso norarse y apagarse4. Así, el joven Galileo nos da una lección
de actualizacién. Sin embargo, siempre es un cambio, y como muy importante. Nos enseña que la física del impetus, aunque
tal hay que explicarlo por la acción de una fuerza o una causa compatible con el movimiento en un vqcuum, es colrto la de
determinada. El impetzs es precisamente esta causa inmanen- Aristóteles incompatible con el principio de inercia. No es la
te que produce el movimiento, que es cont)erso modo el efecto única lección que Galileo nos enseña con respecto a la física
producido por ella. Así, el impetus impressus produce el movi- del impetus. La segunda es por lo menos tan valiosa como la
miento; mueve el cuerpo. Pero al mismo tiempo desempeña primera. Demuestra que, collto la de Aristóteles, la dinámica del
otro papel muy importante: vence la resistencia que el medio impetus es incompatible con un método matemático. No con-
opone al movimiento. duce a ninguna parte: es un camino sin salida.
Dado el carácter confuso y ambiguo de la concepción del La fisica del impetus progresó muy poco durante los mil
impetus, es bastante natural que sus dos aspectos y funciones años que separan a Juan Filopón c1e Benedetti. Pero en los
deban funCirse y que algunos partidarios de la dinámica del trabajos de este último, y de modo más claro, más c<¡herente
impetus deban llegar a la conclusión de que, por lo menos en y más consciente en los del joven Galileo, encontramos un re-
ciertos casos particulares, tales como el movimiento circular suelto esfuerzo por aplicar a esta física los principios de la
de las esferas celestes, o más generahnente, la rodadura de un «filosofía matemática» a3, bajo la influencia evidente, innegable,
cuerpo circular en una superficie plana, o más generalmente to- del «sobrehumano Arquímedes" «.
davía, en todos los casos en que no hay resistencia externa Nada es más instructivo que el estudio de este ensayo
al movimiento, como en un v-acltür?l, el impetus no se debilita, más exactamente, de estos ensayos- y de su fracaso. Nos -o de-
sino que sip¡re siendo «inmortal». Esta consideración parece muestran que es imposible matematizar, es decir, transformar
en concepto exacto, rnatemático, la grosera, \aga y confusa
es sensible y dudo mucho de todos los que no he hecho yo mismo.» Al teoría del impetus. Hubo que abandonar esta concepción a fin
contrario, el amigo de Descartes, Beeckman, niega de un modo peren- de edificar una física mate4grática en la perspectiva de la es-
torio la posibilidad de una aceleración del proyectil y escribe (Beeckman
d Mersenne,30 de abril de ló30, cf. Correspondance du P. Mersenne, Pa- tática de Arquímedes a5. Hubo que formar y desarrollar un con-
rís, 193ó, II, p. 457): uFunditores vero ac pueri omnes qui existimant
remotiora fortius ferire quam eadem propinquiora, certo certius fallun-
tur.» Admite, sin embargo, que debe haber algo de verdad en esta
q?
Cf. Galileo Galilei, De motu, Opere, E,d. Naz., I, pp. 314 ss.
creencia e intenta explicarla: «Non dixeram plenitudem nimiam aeris
43 J. B. Benedetti, Diversarum speculationum mathematicarum liber,
impedire effectum tormentorii globi, sed pulverem pyrium extra bom- Taurini, 1585, p. 1ó8.
bardam iam existentem forsitan adhuc rarefieri, ideoque fieri posse ut
{a GafileoGalilei, De motu, p.3N.
globus tormentarius extra bombardam nova vi (simili tandem) propulsus La persistencia de la terminología --la palatrra impetus es empleada
't5
velocitate aliquamdiu cresceret.» por Galileo y sus alumnos e incluso por Newton- uo dcbe impedirnos
constatar la desaparición de la idea.
T
1
cepto nuevo y original del movimiento. Este nuevo concepto es De este modo, el novimiento parece ser una relación. per.o
el que debemos a Galileo. es al mismo tiempo un eslado; igual que es otro estado e) re-
poso, entera y absolutamente opuesio al primero; además, uno
y otro son estados persistentes as. La célebre prirnera Iey del mo-
rv vimiento, Ia ley de la inercia, nos enseña que un cuerpo aban-
donado a sí mismo persiste eter¡ramente en su estado de movi-
Conocemos tan bien los principios y conceptos de la rnecánica miento o reposo, y que debemos aplicar una fuerza para trans-
moderna o, mejor dicho, estamos tan acostumbrados a ellos, for¡nar un estado de movimiento en estado de reposo, y vicever,
que nos es casi imposible ver las dificultades que hubo que sa ae. Sin embargo, la eternidad no pertenece a toda clase de mo-
superar para establecerlos. Estos principios nos parecen tan virniento, sino únicamente al movimiento unif<¡rlne en línea
simples, tan naturales, que no notamos las paradojas que im- recta. La física moderna afirrrra, como t<¡dos sabemr.¡s, que urla
plican. Sin embargo, el simple hecho de que los espíritus más vez puesto en movimiento un cuerpo, conserva eterrrarnente slr
grandes y más poderosos de la humanidad Descar- dirección y velocidad, a condición, por supuesto, de que no
tes- debieran Iuchar para hacerlos srryos, basta-Galileo,
para clemos- sufra la acción de alguna fuerza externa s. Aciemás, al aristo-
trar que estas noci<¡nes claras y simples noción de movi- télico, que objeta que aunque conoce, es un hecho, el movi-
miento o la de espacio- no son tan claras -lay simples como lo r¡riento eterno, el eterno movimiento circular de las esferas ce-
parecen. O bien son claras y simples sólo desde un cierto punto
lestes, no ha encontrado nunca¡ sin embargo, un rrrovimiento
de vista, únicamente como parte cle un cierto conjunto de con- rectilíne<¡ persistente, la física moderna le contesta: ipor su-
ceptos y axiomas, sin el cual ya no son en modo alguno sim- puesto! un movimiento rectilíne<¡ uniforme es absolutamente
ples. O bien, quizá son demasiado claras y dernasiado simples: imposible y no puede producirse más que en el vacío.
tan claras y tan sirnples que, como todas las nociones primeras, Reflexionemos sobre esto, y quizá no seremos demasiádo
son muy dificiles de captar. duros para el a¡'istotélico que se sentía incapaz de captar y
El movimiento, el espacio: intentemos olvidar por el mo- aceptar esta noción inaudita, la de una relación-estado persis-
mento todo lo que hemos aprendido en la escuela; intentemos tente, sustancial, concepto de algo que a él le parecía tan abs-
imaginarnos lo que significan en mecánica. Intentemos colocar- truso y tan imposible cc¡mo nos parecen a nosotros las poco
nos en l¿ situación de un contemporáneo de Galileo, de un afortunadas formas sustanciales de los escolásticos. No es de
hombre acostumbrado a los conceptos de Ia física aristotélica extrañ¿rr que el aristotélico se haya sentido asombrado y per-
que ha aprendido en sa escuela, y que, por primera vez, en- dido ante este sorprendente esfuerz<¡ por explicar lo real pclr
cuentra el concepto moderno de movimiento. ¿Qué es? Real- lo imposible o que es lc¡ mismo- por explicar el ser ieal
mente, algo bastante raro. Algo que no afecta de ninguna ma- -lo
por el ser matemático, porque, como ya he clicho, estos cuL:rpos
nera al cuerpo que gstá provisto de él: estar en movimiento que se ntlreven en líneas rectas en un espacio vací<¡, infinito,
o estar en reposo no representa diferencia para el cuerpo en rro son cuerpos reales que se desplazan en un espacio real, sino
movimiento o en reposo; no le aporta ningún cambio. El cuer- cuerpos matemálico-s que se desplazan en un espacio ntate-
po, en cuanto tal, es tc¡talnrente indiferente a uno y a otro n. tnática.
Por consiguiente, no podemos atribuir el movimiento a un
cuerpo determinado considerado en sí nr.ismo. IJn cuerpo no
está en movirniento más que en relación con algún otro cuerpo unos con los otros. En Ia lísica aristotéiica, así como en le del impetus,
cada movimi,3nto se interfiere con cada uno de los otros y algunas ,reces
al que suponernos en reposo. Todo movimiento es relativo. Así, inclus.-¡ le impide ¡rroclucirs:.
pues, podemos atribuirlo a uno rr otro de los dos cuerpos, ad ar Ei movinricnto v el reposo se col<¡can así en el mismo nivel t¡nto-
libiturt q
. lógico; Ia persistencia del. tnoyimienlo se hace por lo tar)to tan cvidente
¡>or sí misrna, sin qtie se necesite er.plicarla, corno lo habÍa si<Jo prece-
cienterrrente la persistencia del reposo.
'ló En la física aristotélica, el movimiento es un proceso de cnmbio y # En términc¡s modernos: en Ia dinárnica aristotélica, y en la del
afecta siempre al cuerpo en mo'¿irniento. impetu:;, la ft¡erza prociuce el movimiento; en la dinámica raoderna, Ia
47 Un cuerpo dado puede, por consiguiente, esiar <lotado de un nú-
fuerza produce l¿t aceleración.
mero indetermiua<lo de n:ovimientos diferentes que no se interfieren los 50 Esto implica necesariamente la infinitud del universo.
170 Alexandre Koyré Galileo y Platón t7l
Una vez más, estamos tan acostumbrados a la ciencia nra- Pisa, "como profesor esta vez, podía haber aprendido de su
temática, a la física matemática, que no notamos la rareza de amigo y colega Jacobo Mazzoni, autor ds un libro sobre Platón
un punto de vista matemático sobre el ser, la audacia paradó- y Aristóteles, que «ningún otro problema ha dado lugar a más
jica de Galileo al declarar que el libro de ja naturaleza éstá es- nobles y bellas especulaciones... que el de saber si el uso de
crito con caracteres geométricos 5r. Para nosotros esto cae de las matemáticas en física como instrumento de prueba y tér-
su peso. Pero no para los contenrporáneos de Galileo. por co¡r- mino medio de la demostración es oportuno o no; dicho de
siguiente, lo que constituye un verdadero tema del Dialogo so- otro modo, si nos es provechoso, o al contrario, peligroso y per-
pra i due massimi sistemi dei mondo es el derecho de la cien- judicialu. oEs bien sabido, dice Mazzoni, que Platón creía que
cia matemática, de la explicación matemática de la naturaleza, las matemáticas son particularmente apropiadas a las investi-
por oposición a la no matemática del sentido común y de la gaciones de la física, por eso él misr¡o acudió en varias oca-
física aristotélica, mucho más que la oposición entre dos siste. siones a ellas para explicar misterios físicos. Pero Aristóteles
mas astronómicos. Es un hecho que el Dialogo, como creo ha- sostenía un punto de vista muy diferente y explicaba los erro-
ber denrostrado en mis Etudes galiléennes, no es tanto un libro res de Platón por su excesiva adhesiór. a las matefiráticas» 5r.
sobre. ciencia, en ei sentido que damos a esta palabra, cuanto
un libro sobre filosofÍa para ser completamente exacto y Gymnasio Pisano profitentis, De motu, libri X, quibus generalía naturahs
emplear una expresión en-o, desuso pero venerable, un libro sobre philosophiae principia suntmo studio collecta continentur (Florencia,
'filoso"fía de la naturaleza- por la sencilla razón de que la so- 1591), libro X, cap. Xf. Jurene mathematicae er ordine scientiarum ex-
purgantur, p. 5ó: u... Itaque veluti ministri sunt mathematicae, nec honore
lución del problema astronómico depende de la constitución dignae et habitae propaideia, id est apparatus quidam ad alias disciplinas.
de una nueva física, la cual, a su vez, irnplica la solución de Ob eamque potissime caussam, quod de bono mentionem facere non
la cuestión filosófica del papel que desempeñan las matemá- videntur. Etenim omne bonum est finis, is vero cuiusdam actus est.
ticas en la constitución de la ciencia de la naturaleza. Omnis vero actus est cum motu. Mathematicae autem motum non res-
piciunt. Haec nostri addunt. Omnem scientiam ex propriis effici: propria
El papel y el puesto de las matemáticas en Ia ciencia no es vero sunt necessaria quae alicui (?) quatenus ipsum et per se insunt.
real.mente un problema muy nuevo. Muy al contrario: durante Atqul talia principia mathematicae non habent... Nullum causae genus
rrrás de dos mil años ha siclo el objeto de la meditación, la in- accipit... proptereaquod omnes caussae definiuntur per motum: efficiens
vestigación y la discusión filosóficas. Galileo es perfectamente enim est principium motus, finis cuius gratia motus est, forma et materia
sunt naturae; et motus igitur principia sint necesse est. At vero mathe-
consciente de ello. ¡No hay nada asombroso en esto! Aún .io- matica sunt inmobilia. Et nullum igitur ibi caussae genus existit» láid.,
vencísimo, de estudiante en la Universidad de Pisa, las confe- libro I, p. 54: «Mathematicae cum ex notis nobis et natura simul effi-
rencias de su maestro, Francisco Buonamici, podían haberle ciant id quod cupiunt, sed caeteris demonstrationis perspicuitate prae-
enseñado que la «cuestión» del papel y naturaleza de las mate- ponentur, nam vis rerum quas ipsae tractant non est admodum nobilis;
quippe quod sunt accidentia, id est habeant rationem substantiae quate-
máticas constituye el principal tema de oposición entre Aris- nus subiicitur et determinatur quanto; eaque considerentur longe secus
tóteles y Platón *. Y algunos años más tarde, cuando volvió a atque in natura existant. Attamen non-nullarum rerum ingenium tale esse
comperimus ut ad certam materiam sese non'applicent, neque motum
consequantur, quia tamen in natura quicquid est, cum motu existit; opus
st G. Galilei, Il saggiatore, Opere, Yl, p. 232: filosofia é scritta in est abstractione cuius beneficio quantum motu non comprehenso in eo
questo grandissimo libro, che continuamente ci "La sta aperto innanzi a gli muDere contemplamur; et cum talis sit earum natura nihil absurdi exo.
occhi (io dico I'universo), rna non si puó intendere se prima non s'im- ritur. Quod item confirmatur, quod mens in omni habitu verum dicit;
para a intender la lingua, e conoscer i caratteri, ne' quali ¿ scritto. Egli atqui verum est ex eo, quod res ita est. Huc accedit quod Aristoteles
é scritto in lingua mátematica, e i caratteri son triangoli, cerchi, cd altre distingüt scientias non ex ratione notionum sed entium.,
53 Jacobi Mazzoni, Caesenatis, in Almo Gymnasio Pisano Aristotelem
figure geometriche, senza i quali mezi é impossibile a intenderne umaryr-
mente parola". Cf. Carta a Liceti del 11 de enero de 1641, apere, XVIII, ordinarie Platonem vero extra ordinem profitentis, In Universam Platonis
p. 293. et Alistotelis Philosophiam Praeludia, sive de comparatione Platonis et
La enorme compilación de Buonamici (1011 páginas in folio) es una
52 Aristotelis, Venecia, 1597, pp. lE7 ss., Disputatur utrum usus mathemati-
inestirnable obra de refercncia para el estudio de las teorias medievales carum in Physica utilitatem vel detrimentum afferat, et in hoc Platonis
del movimiento, aunque ios historiadores de Galileo hayan hecho rnenciótt et Aristotelis comparatio. oNon est enim inter Platonem et Aristotelem
de clla a menudo. no la han utilizado nunca. El libro de Buonamici es quaestio, seu differentia, quae tot pulchris, et nobilissimis speculatiG
muy raro. Por Io tanto, me permito <iar de él una larga cita: Francisci nibus scateat, ut cum ista, ne in minima quidem parte comparari possit.
Bonaurici, Florentini, e primo loco philcsophiam ordinariarn in Almo Est autem differentia, utrum usus mathematicarum in scientia Physica
t72 Alexandre Koyré Galileo y Platón 173
Vemos que para la conciencia científica y filosófica de la mos de intentar hacerlo? Pero ¿es posible? Aquí tenemos exac-
época
-Buonamici
y Mazzoni no hacen más que explicar la tamente el problema, y Galileo, en el margen del libro, resume
communis opinio- la oposición, o mejor, la línea divisoria en- la discusión y expresa el verdadero pensamiento del aristoté-
tre el aristotélico y el platónico es perfectamente clara. Si rei- lico: "En las demostraciones relativas a la naturaleza
vindicamos para las matemáticas un estatuto superior, si acle- no hay que buscar la exactitud matemática.» -dice-,
más le atribuimos un valor real y una posición decisiva en fí- No se debe. ¿Por qué? Porque es imposible. Porque la na-
sica, somos platónicos. Si, por el contrario, vemos en las ma- turaleza del ser físico es cualitativa y vaga. No se conforrna con
temáticas una ciencia abstracta, así, pues, de menos valor que la rigidez y precisión de los conceptos matemáticos. Pertenece
aquellas y metafísica- que tratan del ser real; si pir- siempre al «poco más o menos». Así, pues, como el aristotélico
-física
ticularmente sostenemos que la física no necesita ninguna otra nos explicará más tarde, la filosofía, que es la ciencia de lo
base que la experiencia y debe edificarse directamentá sobre la real, no necesita examinar los detalles ni recurrir a las deter-
percepción, que las matemáticas deben contentarsc. con el pa- minaciones numéricas al formular sus teorías del movimiento;
pel secundario y subsidiario de un simple auxiliar, somos aiis- todo lo que debe hacer es enumerar sus principales categorías
totélicos. (natural, violento, rectilíneo, circular) y describir sus rasgos
De lo que se trata aquí no es de la ceÍteza aristo- generales, cualitativos y abstractos s.
-ningún o de-
télico ha puesto en duda la certeza de las proposiciones El lectc¡r moderno está probablemente lejos de estar con-
mostraciones geométricas-, sino del ser; ni siquiera del empleo venciclo de ello. Encuentra difícil admitir que ola filosofía"
de las ¡natemáticas en física --ningún aristotélic<t ha negadcr haya tenido que contentarse con una generalizació¡ abstracta y
nunca nuestro derecho a medir lo que es mensurable y a con- vaga y no intentar establecer leyes universales, precisas y con-
tar lo que es numerable-, sino de Ia estructura de la ciencia y, cretas. El lector moderno no conoce la verdadera razón de
por tanto, de la del ser. esta necesidad, pero los contemporáneos de Galileo la conocían
Tales son las discusiones a las que Galileo hace continua- muy bien. Sabían que la cualidad, tanto como la forma, siendo
mente alusión a lo largo de este Dialogo. De este modo, al prin- por naturaleza no matemática, no podía ser analizada en térmi-
cipio, Simplicio, el aristotélico, subraya que en lo que con- nos matemáticos. La física no es geometría aplicada. La materia
cierne a las cosas naturales, no tenemos siempre obligación terrestre no puede nunca enseñar figuras matemáticas exactas;
de buscar la necesidad de demostraciones matemáticas 5a. A lo las «formas» no la "informan" nunca completa y perfectamen-
que Sagredo, que se da el gusto de no conlprender a Sinrplicio; te. Siempre queda una distancia. En los cielos, por supuesto,
replica: «Naturalmente, cuando no podéis alcanzarlo. Pero si no ocurre lo mismo; por consiguiente, la astronomía matemáti-
pudiérais, ¿por qué ¡ro?» Nairrralmente. Si es posible en cues- ca es posible. Pero la astronomía no es la física. Que esto se
tiones relativas a las cosas de la naturaleza alcanzar una de- le haya escapado a Platón es prccisamente su error, y el de sus
mostración provista de rigor matemátjco, ¿por qué no habrÍa- partidarios. Es inútil intentar edificar una filosofía matemáti-
ca de la naturaleza. La empresa está condenada incluso antes
tanquam ratio probandi et medius terminus demonstrationum sit oppor-
de empezar. No conduce a la verdad, sino al error.
"Todas estas sutilezas matemáticas -explica Simplicio-
tunus, vel inopportunus, id est, an utilitatem aliquam afferat, vel politrs son
detrimentum et damnum. Credidit Plato mathematicas ad speculalioncs verdaderas in abstracto. Pero, aplicadas a la materia sensible
physicas apprime esse accommodatas. Quapropter passim eas adhibet in y física no funcionan» r. En la verdadera naturaleza no hay ni
reserandis mysteriis physicis. At Aristoteies omnino secus sentire videtur, círculos, ni triángulos, ni líneas rectas. Es inútil, pues, aprender
erroresque Platonis adscribet amori Mathematicarum... Sed si quis volue-
rit, hanc rem diligentius considerare, forsan, et Platonis defensionem invc- el lenguaje de las figuras matemáticas: el libro de la naturaleza
niet, videbit Aristotelem in nonnullos errorum scopulos impegisse, quod no está escrito en ellas, a pesar de Galileo y de Platón. Real-
quibusdam in locis Mathematicas demonstrationes proprio consilio valdc mente, no sólo es inútrl; es peligroso: cuanto más se acos-
consentaneas, aut non intellexerit, aut certe non adhibuerit. Utrarnque con- turnbra el espiritu a la precisión y rigidez del pensamient<>
clusionem, quarum prima ad Platonis tutelam attinet, gecunda errores Ari§-
totelis ob Mathematicas male rejectas profitetur, brevissime demonstrabo.»
5a Cf. Galileo Galilei, Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, ss Cf. Dialogo, p. 242.
Opere, F-d. Naz., VII, 38; cf. p. 25ó. n lbid., p. 229, p. 423.
174 Atexandre Koyré Galileo y Platón 175
geométrico, menos capaz será de captar la diversidad móvil,
cantbiante, cualitativamente determinada del ser. cia del movimiento prometida por este maravilloso verificador
Esta actitud del aristotélico no tiene nada de ridícular. de la naturaleza, Galileo GaIiIei" 6,
A rnÍ, por lo menos, me parece perfectamente sensata. No se Comprendemos también el orgullo de Galileo el platónico,
puecle establecer una teorÍa matemática de la cualid.ad, objeta que en sus Dlscorsi e. dimostrazioni anuncia que <(va a promc-
Aristóteles a Platón; ni siquiera del movimiento. No hay mo- ver una ciencia completamente nueva a propósito de un pro.
vimiento en los números. Pero ignorato motu, ignoratur natura. blema muy antiguo» y que probará algo que nadie ha probado
El aristotélico de la época de Galileo podía añadir que el más nunca hasta entonces, es decir, que el movimiento de la caída
grande de los platónicos, el mismo Arquímedes s el d.ivino, no de los cuerpos está sujeto a la ley de los números ó1. El movi-
pudo nunca elaborar más que una estática. No una dinámica. miento gobernado por números; la objec.on aristotélica se en-
Una teoría del reposo. No del movimiento. contraba por fin refutada.
El aristotélico tenía toda la razón. Es imposible obtener una Es evidente clue para los discípulos de Galileo, lo mismo que
deducción matemática de la cualidad. Sabemos bien que Ga- para sus contemporáneos y antepasados, matemática significa
platonismo. Por consiguiente, cuando Torricelli nos dice uque
lileo, como Descartes un poco más tarde, y por la misma razón,
entre las artes liberales sólo la geometrÍa ejercita y aguza el
se vio obligado a suprimir la noción de cualidad, a declararla
espíritu y lo hace capaz de ser un adorno de la ciudad en tiem-
subjetiva, a expulsarla del ámbito de la naturaleza s. Lo que pos de paz y de defenderla en tiernpos de guerrarr, y qrue, «cae-
implica aI mismo tiempo que se vio obligado a suprimir la teris paribus, un espíritu adiestrado en la gimnasia geométrica
percepción de los sentidos como fuente de conocimiento y a está dotado de una tuerza completamente particular y viril"a,
declarar que el conocimiento intelectual, e incluso a priori, es no se muestra sólo discípulo auténtico de Platón, sino que se
nuestro solo y único medio de aprehender la esencia de lo real. reconoce y proclama como ta1. Al hacer esto, sigue siendo un
En cuanto a la dinámica y a las leyes del movimiento, el fiel discípulo de su maestro Galileo, que en su Respuesta a los
poss¿ no debe ser probado más que por el esse; para demos- ejercicios filosóficos, de Antonio Rocco, se dirige a este último
trar que es posible establecer las leyes matemáticas de la na- pidiéndole que juzgue por sí rrrismo el valor de dos métodos
turaleza, hay que hacerlo. No hay otro medio, y Galileo es rivales puramente físico y empírico, y el mate'
perfectamente consciente de ello. Así, pues, es dando soluciones mático-, -ely método
añade: «Decidid al mismo tiempo quién razonó
matemáticas a problemas fÍsicos concretos de la caÍda de mejor: Platón, que dijo que sin matemáticas no se podría
-el como
los cuerpos, el del movimiento de un proyectil- lleva a
Simplicio a confesar que «querer estudiar problemas de la na-
ú0 Bonaventura Cavalieri, Lo specchio ustorio overo tratatto delle
turaleza sin matemáticas, es intentar algo que no puede ser
settioni coniche e alcuni loro mirabili eff etti íntorno al lume, etc., Bolo-
hecho". n\a, 1632, pp. 152 ss.: uMa quanto vi aggiunga la cognitione delle scienze
Me parece que podemos ahora comprender el sentido de este matematiche, giudicate da quelle famosissime scuole de Pithagorici et de
texto significativo de Cavalieri, que, en 1630, escribe en su "Platonici» sommamente necessarie per intender le cose Fisiche, spero
Specchio ustorio: uTodo lo que aporta (añade) el conocimien-
in breve sará manifesto, per la nuova dottrina del moto promessaci
dall'esquisitissimo Saggiatore della Natura, dico dai Sig. Galileo Galilei,
to de las ciencias matemáticas que las célebres escuelas de los ne suoi Dialoghi...'
pitagóricos y los platónicos consideraban como supremamente 6r Galileo Galilei, Discorsi e dimostrazioni mathematiche in torno a
necesario para la comprensión de las cosas físicas, aparecerá due nuove scienze, Opere, E,d. Naz., VIII, p. 190: «Nullus enim, quod
sciam, demonstravit, spatia a mobile descendente ex quiete peracta in
claramente pronto, espero, con la publicación de la nueva cien- temporibus aequalibus, earn i¡:ter se retinere rationem, quam habent
numeri impares ab unitate consequentes.t
6¿ Evangelista Torricelli, Opera geometrica, Florencia, l6tA, II, p. 7:
nSola enim Geometria inter liberales disciplinas acriter exacuit ingenium,
Como se sabe, fue la de Pascal e incluso de Leibniz.
'¡ Vale
sE quizás la pena señalar que para toda la tradición doxográfica, idoneumque reddit ad civitates adonrandas in pace et in bello defenden-
Arquímedes es rn philosophus platonicus. das: caeteris enim paribus, ingenium quod exercitatum sit in geome-
5e Cf. E. A. Burtt, The methaphysical foundations of modern physical trica palestra, peculiare, qur:ddam et virile robur habere solet: praesta-
science, Londres y Nueva York, 1925. bitque semper et antecellet, circa studia Arquitecturae, rei bellicae, nau-
ticaeque, etc.»
,.-t
aprender filosofía, o Aristóteles, que hizo a este mismo Platón con el infinito es como cero): pero bajo la relación de la in-
el reproche de haber estudiado demasiada geometríar 6. tensidcid, en tarlto que este término signifique captar intensa-
Acabo de llamar a Galileo platónico. Creo que nadie pondrá mente, es decir, perfectamente, un¿r proposición dada, dlgo que
en duda que lo sea 6. Además, lo dice él mismo. En las pri- el espíritu humano comprende algunas proposiciones tan per-
meras páginas del Dialogo, Simplicio hace la observación de fectarnente y con una certeza tan absoluta como la naturaleza
que Galileo, siendo matemático, experimenta probablemente misma pueda tener; a este género pertenecen las ciencias mate-
simpatías por las especulaciones numéricas de los pitagóricos. máticas prrras, es decir, la geometría y la aritmética de las que
Esto permite a Galileo declarar que los considera totalmente inclusc¡ el intelectr¡ divino conoce, por supussto, infinitamente
desprovistos de sentido y decir al mismo tiempo: m/rs proposicioncs, por la sencilla razón de que Ias conoce to-
das; pero en clranto al pequeño número que cornprende el es-
Sé perfectamente que los pitagóricos tenían la más alta estima por píritu humarro, creo que nuestro conr¡cirniento iguala al cono-
la ciencia de los números, y que Platón mismo admiraba la inteli- ciririento divino en certeza objetiva porque logra comprender
gencia del hombre y creía que éste participa en la divinidad por sin necesicl¿rd, más allá de la cual no parece que pueda exis-
la única razón de que es capaz. de comprender la naturaleza de los tii' nna certeza mavor?" ú.
números. Yo mismo me siento inciinado a emitir el mismo .iuicio 6s.
Galileo habría podido añadir que el entendimiento humano
es una <.¡bra dc Di<.'s tan perfecta que ab initio está en pose-
¿Cómo habría podido tener una opinión diferente, él que
creía que en el conocimiento matemático el espíritu humano sión de est¿rs lcleas claras y simples cuya simplicidad misma es
alcanza la perfección misma del entendimiento divino? ¿No una garantÍa de r.erdad, y que le basta para volverse hacia él
dice que "bajo la relación de la extensión, es decir, en atención rnisr¡ro para encontrar en su «rnemoria, los verdaderos fun-
a la multiplicidad de las cosas que hay que conocer, que es darnentos cle la ciencia y cltll conocirniento, el alfabeto, es decir,
infinita, el espíritu humano es como nada (aunque comprendie- l¡¡q ek-:mcnto:; r.lel lenguaje lenguaje matemático-- que ha-
ra un millar de proposiciones, porque un millar comparado bll la naturr,rir-'z¿r crc¿rcla por-elDios. FIay que encontrar el verda-
dcr'<¡ fundamento de una ciencia real, una ciencia del mundo
6 Gaiileo Galilei, Esercitazioni filosofiche di Antonio Rocco, Apere, real, tt<¡ dc una ciencia qLle sólo llega a la verdad puramente
Ed. Naz., YÍI, p. ltA. formal, la verclad intrÍnsec¿r del razonamiento y de la deduc-
s El platonismo de Galileo ha sido más o menos claramente recono- ción matem¿iti<:os, rrna verdad que no esté afectad,a por la no
cido por algunos historiadores modernos de las ciencias y de la filosofia. existencia, en la naturaleza, de los objetos que estudia; es evi-
Así, el autor de la traducción alemana del Dialogo subraya la influencia
platónica (doctrina de la reminiscencia) en la forma misma del libro dente que Galileo no se corltentaría, como tarnpoco Descartes,
(cf. G. Galilei, Dialog über die beiden hauptsiichlichste.n Weltsysteme, ccn tal suce'-láneo de ciencia y de conocimiento reales.
aus dem italienischen übersetzt und erláutert von E. Strauss, Leipzig, ,\ propósiio de esta cieucia, verdadero conocimiento «filo-
1891, p. xrrx); E. Cassirer, Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und
Wissenschaft der neueren Zeit,2." ed., Berlín, 1911, f, pp. 389 ss., insiste s|.¡fica" erle is conocirniento dc la esencia misma dei ser, Ga-
en el platonismo de Galileo en su ideal del conocimiento; L. Olschki, lileo prociaina: oY yo os digo que si alguien no conoce la ver-
Galileo und seine Zeit, Leipzig, 1927, }rtabla de "la visión platónica de la rJncl por sí misrno, es imposible que cualquiela le dé este cono-
naturaleza» de Galileo, etc. Es E. A. Burtt, The methaphysical foundations cirnir:nto. Efecilvamente, es posible ensenar' las cosas que no
of modern physical science, Nueva York, 1925, quien mejor ha expuesto
en mi opinión el trasfondo metafísico de la ciencia moderna (el matema- suii rii r,ercl;.tdelas ni iaisas, pero las verdaderas, con 10 que
tismo platónico). Desgraciadamente Burtt no supo reconocer La existen- v'o entiencl<¡ las cos¿rs necesarias, es decir, las que no pueden
cia de dos (y no una) tradiciones platónicas, la de la especulación mística ser c1e otro rnodr¡, toda r:nediana inteiigencia las conoce por sí
sobre los números y la de la ciencia maternática. El mismo error, pecado
venial en el caso de Burtt, fue cometido por su crítico, E. W. Strong, misma, r: no p.iecle comprenderlas nunca, ó7. Segurarnente. Un
Procedures and metaphysics, Berkeley, Cal., 1936, y en su caso fue pecado platónico nrt puecle tener una opinión distinta, puesto que, para
mortal" Sobre la distinción de los dos platonismos, cf. L. Brunschvicg, é1, conr¡cer nr) es otra cos¿r qlre comprender"
Les étapes de la philosophie mathématique, Paris, 1922, pp. 69 ss., y
Le progrés de la cc¡nscience dans Ia philosophie occidentale, París, 1937,
pp. 37 ss. o6 Dialogo, p. 128 ss.
6 Dialoco, p. 35. at f¡i¿lsgs, p. lt3.
178 Alexandre Koyré Galileo y Platón 179
En las obras de Galileo, las alusiones tan numerosas a El Dialogo y los Dlscorsi nos cuentan la historia del descu-
Platón, la mención repetida de la mayéutica socrática y de la brimiento, o mejor aún, del redescubrimiento del lenguaje que
doctrina de la reminiscencia, no sotl adornos superficiales que habla la naturaleza. Nos explican el modo de interrogarla, es
provienen del deseo de anroldarse a la tnoda literr.aria surgida decir, la teoría de esta experimentación científica en la que la
del interés que siente por Platón el pensamiento del Renaci- formulación de los postulados y la deducción de sus consecuen-
lniento. Tampoco están encaminadas a ganar para la nueva cias preceden y guían el recurso a la observación. Esto también,
ciencia la simpatía del «lector medio» cansado ;r a.;queado por por lo menos para Galileo, es una prueba "de facto». La cierr-
Ia aridez de la escolástica aristotélica, ni a revestirse contra cia nueva es para él una prueba experimental del platonismo.
Aristóteles de la autoriciad de su maestro y rival, Platón. Muy
al contrario, estas alusiones son perfectamente serias y deben
ser tomadas tal cual. De este morlo, para que nadie pueda tener
la rnínima duda en cuanto a su punto de vista filosófico, Ga-
lileo insiste s:
§aLvretl: La solución del problema en cuestión implica el co
nocimiento de algunas verdades que conocéis tan bien como yo.
Pero como no os acordáis, no veis esta solución. De este modo,
sin enseñaros, porque las conocéis ya, por el sólo hecho de recor-
dároslas, os haré resolver el prrcblema a vos mismo.
Sruplrcro: Muchas veces me he asombrado al ver vuestro modo
de razonar que me hace pensar que os inclináis hacia Ia opinión
de Platón, nostrum scire sit quoddam reminisci., os lo suplico,
libradme de esta duda y decidme vuestro propio pensamiento.
Sqlvtr:rt: Lo que pienso de esta opinión de Platón, puedo expli-
carlo con palabras y tarnbién con hechos. En los argumentos ade-
lantados hasta aquí, de hecho me he pronunciado ya más de una
vez. Ahora quiero aplicar el mismo método a la investigación en
curso, investigación que puede servir de ejemplo para ayudaros a
comprender más fácilmente mis ideas en cuanto a la adquisición
de la ciencia...
tiempo como este estado no esté sometido a la acción de una idea nueva de la naturaleza, una concepción nueva de la cien-
fuerza exterior cualquiera. En otros términos, un cuerpo en cia; dicho de otro modo, una nueva fil<¡sofía. Ahora bien, nos
es casi imposible apreciar en su justo. valor los obstáculos que
reposo permanecerá eternamente en reposo a menos que sea
puesto en movimiento. Y un cuerpo en movimiento continuará ha habido que salvar para establecerlas y las dificultades que
moviéndose y se mantendrá en su movimiento rectilíneo y uni-
implican y contienen: porque conocemos dernasiado bien los
forme hasta que alguna fuerza exterior le impida hacerlo 2. conceptos y principios que forman la base de la ciencia mo-
derna, o más exactamente, porque nos hemos habituado de-
El principio del movimiento de inercia nos parece perfecta- masiado a ellos.
mente claro, plausible e incluso prácticamente evidente. Nos El concepto galileano de movimiento (igual que el de espa-
parece completamente natural que un cuerpo en reposo perma-
cio) nos parece tan natural que creemos incluso que la ley de
nezca en reposo, es decir, permanezca allí donde está la inercia deriva de la experiencia y la observación, aunque,
sea* y no se mueva espontáneamente para colocarse- -donde
en otro evidentemente, nadie ha podido observar jamás un movirniento
sitio, y que, converso modo, una vez puesto en movimiento, de inercia, por la simple razón de que tal movimiento es com-
continúe moviéndose, y moviéndose en la misma dirección y con pleta y absolutamente imposible.
la misma velocidad, porque, en efecto, no vemos razón ni causa
para que cambie una u otra. Esto nos parece no sólo verosímil, Estamos igualmente tan acostumbrados a la utilización de
sino evidente. Nadie, creemos ha pensado de otro modo nunca.
las matemáticas para el estudio de la naturaleza que no nos
damos cuenta de la audacia de la aserción de Galileo de que
Sin embargo, no hay nada de eso. Realmente, los caracteres de
overosimilitud" y «evidencia» de que gozan las concepcioues "el libro de la naturaleza está escrito en caracteres geométri-
que acabo de evocar datan de ayer. Los poseen para nosotros, cos», como tampoco somos conscientes del carácter paradójico
gracias justamente a Galileo y Descartes, mientras que para los de su decisión de tratar Ia mecánica como una rama de las
griegos, como para la Edad Media, habrían parecido han matemáticas, es decir, de sustituir el mundo real de la expe-
-o Este
parecido- ser manifiestamente falsas, e incluso absurdas. riencia cotidiana por un mundo geométrico hipostasiado y
hecho no puede ser explicado más que si admitimos o recono- explicar lo real por lo imposible.
cemos que todas estas nociones «claras» y «simples, que for- En la ciencia moderna, como sabemos bien, el espacio real
man la base de la ciencia moderna, no son uclaras, y "simples" se identifica con el de la geometría, y el movimiento se consi-
per se e in se, sino en la medida en que forman parte de un dera como una traslación puramente geométrica de un punto
cierto conjunto de conceptos y axiomas fuera del cual ya no son a otro. Por eso, el movimiento no afecta de ningún modo al
en absoluto «sim.ples». cuerpo que está provisto de é1. El hecho de estar en movi-
Esto, a su vez, nos permite comprender por qué el descubri- miento o en reposo no produce modificación alguna en el cuer-
miento de cosas tan simples y fáciles como, por ejemplo, las po; esté en movimiento o reposo, siempre es idéntico a sí
leyes fundamentales del movimiento, que hoy se les enseñan mismo. Como tal, es absolutamente indiferente a los dos. Por
a los niños las comprenden- ha exigido un esfuerzo tan ello, somos incapaces de atribuir el movimiento a un cuerpo
considerable-que
y un esfuerzo que a menudo no ha tenido éxito, determinado tomado en sí mismo.
a algunos de los espíritus más profundos y poderosos de la Un cuerpo está en movimiento sólo con relación a otro cuer-
humanidad: es que ellos no tenían que descubrir o establecer po que suponemos que está en reposo. Por eso podemos atri-
estas leyes simples y evidentes, sino que tenían que crear y buirlo a uno u otro de los dos cuerpos, ad libitu¡n. Todo mo'
construir el marco mismo que haría posible estos descubri- vimiento es relativo.
mientos. Para empezar, han tenido que reformar nuestro propio Igual que el movimiento no afecta al cuerpo que lo posee,
intelecto; darle una serie de conceptos nuevos; elaborar una un movimiento dado no ejerce ninguna influencia en los otros
movimientos que el cuerpo en cuestión podría realizar al mismo
2 Cf. Isaac Newton, Philosophiae naturalis principia mathematica; Axio- tiempo. Así, un cuerpo puede estar provisto de un número in-
mata sive leges motus; lex I: corpus omne perseverare in statu suo quies' determinado de movimientos que se combinen según leyes pu-
cendi vel movendi uniformiter in directum, nisi quatenus a viris im- ramente geométricas, y, viceversa, todo movimiento dado puede
pressis cogitur statum illum mutare.
184 Alexandre Koyré Galileo y la revolttción científica l g5
descomponerse según estas mismas leyes en un número inde- lo han demostrado P. Duhem y P. Tannery 3, concuercla
terminado de movimientos que lo componen. -mu_
cho más que la de Galile¡o-- con el sentido tomún y la experien-
Ahora bien, admitido esto, el movirniento se considera, sin cia cotidiana.
embargo, como un estado, y el reposo como otro estado corr,- La física de Aristóteles está basada en la percepción sensible
pleta y absc¡iutamente opuesto al primero; por esto, debemos )' por esto es resueltamente antimatemática. se niega a susti-
aplicar una fuerza para cambiar el estado de mor.imiento de tuir por una abst.acción gec,métrica hechos cualitátivamente
un cuerpo dado al de reposo, y viceversa. determinados por Ia experiencia y por el sentido común, y nie-
Resulta de ello que un cuerpo en estado de movimiento per- ga la- posibilidad misma de una física matemática, fundá.,hor",
sistirá eternamente en este movimiento, como un cuerpo en a) en u,a hete.oge,eidad de los conceptos matemáticr¡s con
reposo persiste en su reposo; y que ya no se necesitará una ios datc'rs cie Ia experiencia sensible; b) en la incapacidad cle las
fwerza o causa para marrtenerlo en su rnovimiento uniforme y matemáticas para expricar la cuaridad y deducir ér movimiento.
rectilíneo, como tampoco se necesitará para mantenerlo in- No hay ni cualidad ni movimiento en el reino intemporal de
mór,il, en reposo. las figuras y cle los números.
En otros térrninos, el principio de inercia presupone: a/ la En cuanto al movimiento (kinesis) e incluso al movimiento
posibilidad cle aislar un cuerpo dado de todo su entorno físico, local, Ia física aristotélica lo co,sidera como una especie de
y considerarlo como algo que se realiza simplemente en el proceso de ca*bio, en oposición al reposo, eu€, sienáo el fin
espacicr; b) la concepción del espacio que le identifica con el 1, la meta del movimiento, debe ser reconocido como un estado.
espacio homogéneo infinito de la geometrÍa euclidiana, y c) una Tod<¡ rnovimiento es cambio (actualización o corrupción) y,
concepción del movimiento y del repos<l que los considera por consigtriente, un cuerpo en movirnicnto no sólo cainbia con
cc¡mo estados y los coloca en el mismo nivel ontológico del relación a los otros cuerpos, sino que al mismcl tiempo está
ser. Sólo a partir de estas premisas parece evidente e incluso sometido a un proceso de cambio. por eso el movimientó afecta
admisible. Por eso, no es de extrañar que estas concepciones siempre al cuerpo que se mueve, y, por consiguiente, si el
parecieran difíciles de admitir incluso de comprender- a cuel:po está provisto de dos o varios movimientos-, éstos se en-
los predecesores y contemporáneos-e de Galileo; no es de extra- torpecen, se obstaculizan mutuamente y son a veces incompa-
ñar que para sus adversarios aristotélicos la noción de movi- tibles uno con otro. Además, la física aristotélica no admite eI
miento comprendido corno un estado relativo, persistente y sus- derecho, ni siquiera la posibilicrad, de identificar el espacio con.
tancial, pareciera tan abstrusa y contradictoria como nos pare- creto de slr cosmos finito y bien ordenado con el espicio cle la
cen las famosas formas sustanciales de la escolástica; no es de geometr'ía, como tampoco admite la p.sibiiidad di aislar un
extrañar que Galileo haya tenido que realizar grandes esfuerzos cuerpo dado de su entor.no físico (y cósmico). por consiguiente,
antes de haber logrado formar esta concepción, y que grandes cuando se trata de problemas concretos de física, i"-pr"
genios como Bruno e incluso Kepler no lograran alcanzar esta necesario tener en cuenta el orden del rnundo, considerar"a la re-
rneta. Realmente, incluso en nuestros dÍas la concepción que gión del ser (el pue'sto onatural,) a la que un cuerpo dado per-
describirnos no es fácil de captar. El sentido común es lo tenece por su naturaleza misma; por otro ]a<io, es imposible
ha sido siempre- medieval y aristotélico. -y intentar someter estos diferentes ámbitos a las mismas leyes,
Ahora debemos lanzan' una ojeada a la concepción pregali- incluso sobre todo, quizá* a las mismas leyes del mávi.
leana y sobre todo aristotélica del movimiento y del espacio. miento. -y
No voy, por supuesto, a intentar hacer aquí una exposición de Así, por ejemplo, los cuerpos terrestres se [rueven en línea
la física aristotélica. Voy sólo a señalar algunos de sus rasgos recta; los celestes, en círcul<¡s; los ctierpos pesados ciescien_
característicos, rasgos que la oponen a la física moderna. den, mientras que los Iigeros se elevan; estos mo'imientos son
Querría señalar igualmente un hecho que es a menudo mal para ell<is «natLrrales»; al contrario, no es natural para un cuer-
c.¡nocido, a saber, el hecho de que la física de Aristóteles no es
un montón de incoh.erencias, sino, al contrario, una teoría cien- 3 Cf. P. Duhem, Le st.stéme du rnoncle, yol. I, pp . 91
tífica, altamente elaborada y perfectamente cohererrte, que no ss., París, I{er-
mann, 1915; P. Tannery oGalilée et les principes de la dynamique,, l,fémoi.
sólo posee una base filosófica muy profutrda, sino que, como res scientifiques, vol. Vi, París, 192ó.
18ó Alexandre Koyré Galileo y la revolwción científica 187
po pesado subir y para un cLlerpo ligcro bajar: sólo por «vio- o de su tuelo, este lugar hal¡ría sido «rápidamente retirado de
lencia" podemos hacerles efectuar estos movimientos, etc. debajo y se encontraría en otro sitio».
Está claro, incluso después de este breve resumen, que el No debemos burlarnos de este .argumento. Desde el punto
rnovimíento, considerado como un proceso de cambio (y rro de vista de la física aristotélica, es completamente justo. Tan
como un estado) no puede prolongarse espontánea y automá- justo, incluso, que sobre la base de esta física es irrefutable.
ticamente, que exige, para persistir, la acción continua de un Para destruirlo debemos cambiar todo el sistema y desarrollar
motor o una causa y que se dctiene cle golpe desde el momen- un nuevo concepto de movimiento: justamente el concepto de
to crn que esta acción cesa de ejercerse sobre el cuerpo en mor¡imiento de Galileo.
movimiento, es decir, desde el rnomento en que el cuerpo en Como hemos expuesto, el movimiento para los aristotélicos
cueslión es separado de su motor. Cessante cqLtsa cessat e'f"fec' es un proceso que afecta al móvil, que tiene lugar oen, el cuerpo
f¡¿s. Se deduce que, como es eviclente, el tipo de movimiento en mol,imiento. Un clrerpo al caer se mueve de A a B, de un
postulado por el principio de inercia es totalmente imposible e cierto lugar situzrdo encima de la Tierra hacia ésta, o, más exac-
incluso contradictorio. tarrente, hacia su centro. Sigue la línea recta que une estos dos
Volvamos ahora hacia los hechos. Ya he dicho que la cien- puntos. Si drlrante este movimiento la Tierra gira alrededor de
cia moderna había nacido en ult contacto estrecho con la as- su eje, describe cc¡n relación a esta línea (la línea que va de A
tronomía; de un modo más preciso, tiene su origen err la ne- hacia el centro de la Tierra) un movimiento en el que no toman
cesidad de afrontar las objeciortes lísicas opuestas por nu- parte ni esa línea ni el cuerpo que está separado de ella. El
merosos sabios de la época a la astronomía copernicana. Real- her:ho de que la Tierra se muer/a por debajo de él no puede
mente, estas objeciones no tenían nada de nuevo: muy al con- afectar a su trayectoria. El cuerpo no puede correr tras la Tie-
trario, a pesar de ser presentadas algunas veces bajo una forma rra, prosigue su camino como si nada pasara, pues, en efecto,
ligeramente modernizada (por ejemplo, sustituyendo por el tiro a é1 nada le ocurre. lncluso el hecho de que el punto A (lo alto
de una bala de cañón el viejo argumento del lanzamiento de una de la torre) no perrnanezca inmóvil, sinó que participe en el
piedra) son idénticas, en cuanto al fondo, a las que Aristóteles movimiento de la Tierra, no tiene ninguna importancia para
y Tolomeo planteaban contra la posibilidad del movimiento su movimiento; lo que se produce en el punto de parti<la del
de la Tierra. Es muy interesante, sin embargo, y muy instruc- crrerpo (después cle abandonarlo) no tiene la menor influencia
tivo ver estas objeciones discutidas y vueltas a discutir por el en su comportamiento.
propio Copérnico, por Bruno, Tycho Brahe, Kepler y Galileo a. Esta concepción puede parecernos extraña. Pero no es en
Los argumentos de Aristóteles y de Tolomeo, despojados moclo alguno absurda: es de esta manera e.ractamente como nos
del adorno gráfico que les han dado, pueden ser reducidos a la irnaginamos el movimiento --o la propagación- de un rayo de
aserción de que si la Tierra se moviera, este movimiento ha- Iuz: este rayo no participa en el movimiento de su origen. Ahora
bría afectado a los fenómenos que se manifiestan en la super- bien, si el cuerpo, al separarse de la torre, o de la superficie
ficie de dos modos perfectamente determinados: 1." la velocidad <k: la Tierra, cesara de participar en el rnovimiento de ésta, un
formidable cle este movimiento (rotativo) desarrollaría una cuerpo lanzado clesde lo ¿rlto de una torre no caería nlrnca
fuerza centrífuga de tal amplitud que los cuerpos no unidos a efe-ctivamente a su lado: y una piedra o una bala de cañón lan-
Ia Tierra serían lanzados lejos; 2." este mismo movimiento obli- zada verticalmente al aire no volverÍa a caer nunca en el lugar
garia a todos los cuerpos no ligados a la tierra, o temporalmen- de tlon<le había salido. Lo que implica a -fortiori que una pie-
te separados de ella, como las nubes, pájaros, cuerpos lanzados dr¿r o una bala al caer del mástil de un navio en marcha, no
al espacio, etc., a quedarse atrás. Por esto, al caer una piedra caerá nunca a su lado.
desde lo alto de unar"torre, no caería nunca a su lado, y, a for' La respuesta de Copérnico a los argumentos de los aristoté-
tiriori, una piedra (o una bala) lanzada (o arrojada) perpen- licos es, a decir verdad, bastante débil: intenta demostrar que
dicularmente al aire, no volvería a caer nunca en el lugar de consecucncias clesgraci¡rdas deducidas por estos últimos po-
donde había partido, puesto que durante el tiempo de su caída drían ser justas en el caso de un movimiento «violento". Perct
no en el del movimiento de la Tierra y con relación a las cosas
a Cf. Etudes galiléenes, IIII. Galilée et le principe d'inertíe. q(le pertenecen a la Tierra, pues, pala ellas, es un movimiento
188 Alexandre Koyré Galileo y la revolución científica r89
natural. Es la razón por la que todas estas cosas, las nubes, por la superficie del mar; y el movimiento de la Tierra no
tiene más influencia en el movimiento sobre la tierra que el mo'
Ios pájaros, las piedi'as, etc., participan en el movimiento y no
se quedan atrás.
vimiento del navío sobre las cosas que están sobre o en ese
navío.
ios'argr*entos de Copérnico son muy débiles. Y, sin em-
Las consecuencias deducidas por Aristóteles podrían produ-
bargo, llevan en sí los gérmenes de una nueva concepción que
será desarrollada por pensadores que le sucederán. Los razona-
cirse sólo si el origen, es decir, el lugar de partida del cuerpo
que se mueve, fuera exterior a la Tierra y no ligado a ésta.
mientos de Copérnico aplican las leyes de la "mecánica celeste»
a los fenómenos terrestres, un paso que implícitamente anuncia
Bruno demuestra que el lugar de origen en cuanto tal no
desempeña ningún papel en la definición del movimiento (del
el abandono de la vieja división cualitativa del cosmos en dos trayecto) del cuerpo que se mueve, y que lo que importa es la
mundos diferentes. Además, Copérnico explica el trayecto apa'
rentemente rectilíneo (aunque realmente describa una curva)
unión -o la falta de unión- entre este lugar y el sistema
mecánico. Un .lugar, idéntico, puede incluso dic-
del cuerpo en caída libre por su participación en el movimien- -horribile
to de la Tierra; al ser este movimiento común a la Tierra, a tu- peÍte\ecer a dos o varios sistemas. Así, por ejemplo, si
imaginamos dos hombres, uno encaramado en lo alto del más-
los cuerpos y a nosotros mismos, para nosotros es *como si til de un navío que pasa bajo un puente y el otro de pie en el
no existiera». puente, podemos imaginarnos que en un cierto momento las
Los argumentos de Copérnico están basados en una con- rnanos de estos dos hombres estarán en un lugar idéntico. Si
cepción mítica de la «naturaleza común de la Tierra y de las cn este momento cada uno de ellos deja caer una piedra, la
coias terrestres». La ciencia posterior deberá sustituirla por el del hombre del puente caerá directamente en el agua, mientras
concepto de un sistema físico, de un sistema de cuerpos que que la del hombre del mástil seguirá el movimiento del navío
compórtan el mismo movimiento; deberá apoyarse en la .re- y (describiendo una curva muy particular con relación al
latividad física y no óptica del movimiento. Todo esto es im- puente) caerá junto al mástil. Bruno explica la causa de este
posible sobre la base de la filosofía aristotélica del movimien-
comportamiento diferente por el hecho de que la segunda
io, y exige la adopción de otra filosofía. En realidad, como va- piedra, habiendo compartido el movimiento del navío, retiene en
mos a ver más claro todavia, en esta discusión nos encontra- sí misma una parte de la t¡irtud motriz de la que ha estado im-
mos con problemas filosóficos. pregnada.
La coniepción del sistema físico, o más exactamente mecá- Tal como lo vemos, Bruno sustituye la dinámica aristoté-
nico, que esiaba implícitamente presente en los argurnentos de lica por la dinámica del intpetus de lc¡s nominalistas parisienses.
Copérnico, fue elaborada por Giordano Bruno. Bruno descu- [.e parece que esta dinámica proporciona una base suficiente
brió, por una intuición genial, que la nueva astronomía debía
abandonar inmediatamente la concepción de un mundo cerrado ¡rara elaborar una física adaptada a la astronomía de Copér-
nico, lo que, como nos ha demostrado la historia, era erróneo.
y finito para sustituirla por la de un universo abierto e infi- Es verdad que la concepción del impetus, virtud o poten'
nito. Esto implica el abandono de la noción de lugares natura-
les y, por tanto, de Ia de movimientos «naturales» opuestos a cia que anima los cuerpos en movirniento, que produce este mG
los no naturales o «violentosr. En el universo infinito de Bruno, vimiento y se desgasta por eso mismo, permitió a Bruno refutar
l«rs argumentos de Aristóteles, por lo menos algunos de ellos.
en el que la concepción platónica del espacio comprendido Sin embargo, no podía descartarlos todos y, todavía menos, prG
como uieceptáculo, sustituye a la concepción aristt¡télica del
espacio comprendido como "envoltura,, los "lugares» son per- ¡rorcionar lc¡s fundamentos capaces de sustentar el edificio de
feótamente equivalentes y, por consiguiente, perfectamente na-
ll ciencia moderna.
trrrales para tódos los cuerpos cualesquiera que sean. Allí donde Los argumentos de Giordano Bruno nos parecen muy rüzo
rrables. Sin embargo, en su época, no produjeron ninguna im-
Copérnito hace una distinción entre el rnovimiento «natural» cle
la Tierra y el movimiento «viole¡¿e» de las cosas quc están ¡rrcsión, ni en Tycho Brahe, que en su polémica con Rothmann
sobre la Íi".ra, Bruno los asimila' Todo lo que pasa en la rr'¡rite incansablemente las viejas objeciones aristotélicas, aun-
r¡rrc modernizándolas ur1 poco; ni siquiera en Kepler, que, aun-
Tierra, suponiendo gue se mueva, nos explica, es una cQntra-
particla eiacta de 1o que ocurre en un navío que se clesJiza r¡rrc influido por Bruno, se cree obligado a volver a los ar'
190 Alexandre Koyré Galileo y la revolución científica t9l
gumentos de Copérnico, sustituyendo la concepción mítica (la perfecta razón al no admitir los hechos y teorias que ésta im-
identidad de la naturaleza) del gran astrónomo por una con- plica.
cepción física, la de la fuerza de atracción. La posición tomada por Kepler es particularmente intere-
Tycho Brahe no admite que la bala que cae desde lo alto sante e importante. Nos muestra mejor que cualquier otra las
del mástil de un navío en movimiento acabe al pie de ese más- raíces profundamente filosóficas de la revolución galileana. Des-
til. Afirma que, muy al contrario, caerá atrás, y cuanto mayor de el punto de vista puramente científico, Kepler quien de.
sea la velocidad del navío, más lejos caerá. Igualmente, las bemos inter alia el término de inercia- es sin-a duda alguna
balas de un cañón lanzadas verticalmente al aire no pueden uno de los más grandes, si no el más grande, genio de su
volver al cañón. tiempo; es inírtil insistir en sus notables dotes matemáticas, que
Tycho Brahe añade que si la Tierra se moviera corno pre- no son igualadas más que por la intrepidez de su pensamiento.
tende Copérnico, no sería posible enviar una bala de cañón a la El títulc¡ mismo de una de sus obras, Physica coelestis ó, es un
misma distancia, al este y al oeste: el movimiento extremada- reto a sus contemporáneos, y, sin embargo, filosóficamente está
mente rápido de la Tierra, compartido por Ia bala, vendría mucho más cerca de Aristóteles y de la Edad Media que de
a impedir el movimiento de ésta, e incluso lo haría imposible Galileo y Descartes. Raz<¡na aún en términos de cosmos; para
si la bala en cuestión debiera moverse en Lrna dirección opues- él el movimiento y el reposo se oponen todavía como la luz y
ra a la del movimiento de la Tierra. las tinieblas, como eI ser y la privación del ser. El término iner-
El punto de vista de Tycho Brahe puede parecernos extraño, cia significa para é1, por consiguiente, la resistencia que los
pero no debernos olvidar que, a su vez, Tycho Brahe debía en- cuerpos oponen al movimiento, y no, como para Newton, al
paso ciel estado de movimiento al de reposo, y del de reposo al
contrar las teorías de Bruno absolutamente increíbles e incluso de movimiento; por eso, lo mismo que Aristóteles y los físicos
exageradanlente antropomórficas. Pretender que dos cuerpos, de la Edad Media, necesita una causa o fuerza para explicar el
al caer del misrno lugar y yendo hacia el mismo punto (al cen- movimiento, y no la necesita para explicar el reposo; cree como
trc¡ de la Tierra), efectuarían dos trayss¿os distintos y descri- ellos que los cuerpos en movimiento, separados del móvil o
birían dos trayectorias diferentes, por la sola razón de que uno privados de la influencia de la propiedad o potencia motriz,
de ellos haya estado asociado a un navío, mientras que el otro no cor^tinuarán su movimiento, sino que, al contrario, se de-
no lo haya estado; significaba para un aristotélico Tycho tendrán.
en dinámica lo es- que el cuerpo en cuestión se-yacordaba Por ello, para explicar el hecho de que, sobre Ia Tierra que
de su asociación pasada con el navío, sabía d6nde debía ir y se mueve, los cuerpos, aunque no estén unidos a ella por lazos
estaba dotado de la capacidad necesaria para hacerlo. Lo que materiales, no se quedan atrás, por lo menos de un modo
implicaba para él que el cuerpo en cuestión poseía un alma: e perceptible, y de que las piedras, lanzadas al aire, vuelven a
incluso un alma singularmenie poderosa. caer al lugar de donde ltan sido tiradas, de que las balas vuelan
Además, descle el punto de vista de la dinámica aristotélica, (o casi) tan lejos al oeste como al este, debe admitir --o dedu-
tanto como desde el punto de vista de la dinámica del irupetus, cir* una fuerza real que una estos cuerpos a la Tierra y los
dos movimientos diferentes se entorpecen siempre mutuamen- obligue a seguirla.
te; y los defensores de una y otra concepción invocan como Kepler descubre esta fuerza en la atracción mutua de todos
prueba el hecho conocidísimo de que el movimiento rápido de los cuerpos materiales, o por lo menos terrestres, lo que quiere
la bala (en su carrera horizontal) le impide bajar y le permite decir, desde el punto de vista práctico, en la atracción de todas
mantenerse en el aire mucho más tiempo de lo que hubiera po- las cosas terrestres por la Tierra. Kepler piensa que todas es'
dido hacerlo si se hubiera dejado caer simplerlente 5. En resu- tas cosas están ligadas a la Tierra por innumerables cadenas
men, Tycho Brahe no admite la independencia mutua de los clásticas y es la tracción de estas cadenas lo que explica que
movimientos lo admitió antes de Galileo-; tiene, pues, nubes y vapores, piedras y balas, no permanezcan inmóviles en
-nadie
5 Esa es una creencia general que comparten, en particular, los arti-
6 Astronomia nov¿ AITIOAOIHTOS seu Physica coelestis tradita
lleros.
comentaritis de motibus stellae Martis, s. 1., 1609.
t;
t
el aire, sino que sigan a la Tierra en su movimiento; el hecho nora la enorme dificultad de su empresa. Sabe muy bien que
de que estas cadenas se encuentren por todas partes permite, se encuentra frente a enemigos poderosos: la autoridad,la tra-
según Kepler, arrojar una piedra o disparar uná bah en direc- dición y peor de todos- el sentido común. Es inútil ali-
ción opuesta a la del movimiento de la Tierra: las cadenas de -el
near las pruebas ante espíritus incapaces de captar su alcance.
atraccién arrojan la bala hacia el este tanto como hacia el Inútil, por ejemplo, explicar la diferencia entre la velocidad li-
oeste, y de este modo su influencia se equilibra, o casi. El mo- neal y la velocidad de rotación (su confusión está en la base
vimiento real del cuerpo (la bala dispaiada verticalmente) es de las primeras objeciones aristotélicas y tolemaicas) a quienes
naturalmente una combinación o una mezcla: a,) de su propio no están acostumbrados a pensar matemáticamente. Hay que
movimiento, y b) del de la Tierra. pero como éste último es empezar por educarlos. Hay que proceder lentamente, paso a
común, sólo cuenta el primero. Se deduce claramente (aunque paso, discutir y volver a discutir los viejos y los nuevos argu'
Tycho Brahe no lo haya comprendido) que aunque la longitucl mentos, hay que presentarlos bajo forrrras variadas, hay que
del trayecto de una bala arrojada haciá el esté y h deltra multiplicar los ejemplos, inventar otros nuevos más contunden-
lanzada hacia el oeste sean diferentes cuando se miden en el tes: el ejemplo del caballero que lanza su jabalina al aire y la
espacio del universo, sin embargo, los trayectos de estas balas vuelve a coger de nuevo; el ejemplo del tirador que tensa su
sobre la Tierra son parecidos o casi parecidos. arco más o menos fuertemente y que da así a la flecha una
Lo que explica por qué la misma fuerza producida por la velocidad más o menos grande; el ejemplo del arco colocado
-
misma cantidad de pólvora puede proyectarlal casi a la misma en un coche en movimiento que puede compensar así la mayor
distancia en direcciones opuestas 7. o menor velocidad del coche por la velocidad mayor o menor
De este modo, las objeciones aristotélicas y tychonianas dada a las flechas. Ejemplos, innumerables, que uno tras otro
contra el movimiento de la Tierra son desechadas y Kepler sub- nos conducen mejor dicho, conducían a los contemporáneos
raya que era un error asimilar la Tierra a un navío en movi- de Galileo- a-oaceptar esta concepción paradójica e inaudita,
miento: realmente la Tierra «atrae magnéticamente» los cuer- según la cual el movimiento es algo que persiste en el ser in se
pos que transporta, el barco no lo hace en absoluto. por eso y per se y no exige ninguna causa o fuerza para esta persisten-
necesitamos un lazo material en el caso del navío, lo que es cia. Una labor muy dura, pues no es natural concebir el movi'
completamente inútil en el de la Tierra. miento en términos de velocidad y dirección y no en términos
No nos detengamos más en este punto; vemos que el gran de esfuerzo (impetus) y desplazamiento.
Kepler, el fundador de la astronomía moderna, el mismo hom- Pero, realmente, no podemos pensar en el movimiento en
bre que proclamó la unidad de la materia en el universo y afir- el sentido de esfuerzo e impetus; podemos s6lo imaginarlo. No
mó que ubi materia, ibi geometria, fracasó en el establecimien- debemos, pues, elegir entre pensar e imaginar. Pensar con Ga'
to de la base de la ciencia física moderna por úna sola y única lileo o imaginar con el sentido común. Pues es el pensamiento,
razónt creía que el movimiento era ontológicamente de un nivel el pensamiento puro y sin mezcla, y no la experiencia y la per-
de ser más elevado que el reposo. cepción de los sentidos, lo que está en la base de la .nueva
Si ahora, después de este breve resumen histórico, nos vol- ciencia' de Galileo Galilei.
vemos hacia Galileo Galilei, no nos sorprenderemos al verle, Galileo lo dice muy claramente. Así, al discutir el famoso
también a é1, discutir larga, muy largamente incluso, las obje- ejemplo de la bola que cae de 1o alto del mástil del navío en
ciones tradicionales de los aristotélicos. Podremos además apre- movimiento, Galileo explica largamente el principio de la rela-
ciar la habilidad consumada con la que en su Dialogo sopra i tividad física del movimiento, la diferencia entre el movimien-
due massimi sistemi del mondo ordena sus argumentos y pre- to del cuerpo con relación a la Tierra y su movimiento con re-
para el asalto definitivo contra el aristotelismo. Galileo no ig- lación al navío; después, sin hacer ninguna mención de la ex'
periencia, concluye que el movimiento de la bola con relación
al navío no cambia con el movimiento de este último' Además,
z Siendo el cuerpo inerte por naturaleza, es decir, oponiendo una re- cuando su adversario aristotélico, imbuido de espíritu empiris-
sisl§ncia al movimiento, Kepler concluye que los cuerpos separados de ta, le plantea la pregunta: «¿Ha hecho usted el experimento?»,
la Tie-rra quedarán un poco atrás. Tan poco, sin embargo, qué no podre-
mos darnos cuenta de ello. Galileo declara con orgullo; uNo, y no necesito hacerlo, y pue-
194 Alexandre Koyré Galileo y la revoluc!ón científica 195
do afirmar sin ningún experimento que es así, pues no puede en los números. Y sin embargo el movimiento --por 1o menos el
ser de otro modo» B. movimiento de los cuerpos arquimedianos en el espacio infini-
Así, necesse determina el esse. La buena física se hace a pri.o- to y homogéneo de la ciencia nueva- está regido por los nú-
ri. La teoria precede al hecho. La experiencia es inútil, porque meros. Por las lege.s et rationes numeroruTTx.
antes de toda experiencia poseemos ya el conocimiento que bus- El. rnovirniento está subordinado a los números; incluso el
camos. Las leyes fundamentales del rnovinriento (y del reposo), más grande de los antiguos platónicos, Arquímedes el super-
leyes que determinan el comportamiento espacio-temporal de hombre, lo ignoraba, y fue a Galileo Galilei, «este maravilloso
krs cuerpos rnateriales, son leyes de naturaleza matemática. De in.¡estigador de la naturalezarr, como le había oenominado su
la misma naturaleza que las que gobiernan las relaciones y le- alumrio y amigo Cavalieri, a quien le correspondió descubrirlo.
yes de las figuras y los números. Las encontramos y descubri- El platonismo de Galileo Galilei es rntry diferente del de la
mos no en la naturaleza, sino en nosotros mismos, en nuestra Acadeuria florentina, lo misrno que su filosofía matemática cle
inteligencia, en nuestra mernoria, como Platón nos lo ha ense- la naturaleza difiere de su aritmología neopitagórica' Pero hay
ñado otras veces. más de un¿-r escuela platónica en la historia de la filosofía y el
Y por eslo, como proclama Galileo ante la gran consterna- problema de saber si las tendencias e ideas representadas por
ción de su interlocutor aristotélico, es por lo qr-re somos capa- Jámblic<¡ y Proclo son más o menos piatónicas que las repre-
ces de dar pruebas pura y estrictamente matemáticas de las sentadas por Arquímedes no está aún resuelto.
proposiciones que describen los «síntomas" del movimiento y Sea c:omo sea, Ito voy a examinar aquí este problema. Sin
desarroliar el lenguaje de la ciencia natural, interrogar a la na- embargo, dcbo indicar que para los contemporáneos y alumnos
tttraleza mediante experimentos construidos de mocl<¡ materná- de Galiieo, tanto como para el propio Galileo, Ia línea de sepa-
tico y leer en el gran libro de la naturaleza, que está escrito en ración entre el platonismo y el aristotelismo es perfectamente
«caracteres geornétricos» e. clara. Creían efectivamente que la oposición entre esias dos fi-
El libro de la naturaleza está escrito en caracteres geomé- losofías estaba determinada por puntos de 'ista diferenies so-
tricos; la fisica nueva, la de Galileo, es una geometría clel me' bre las matemáticas en tanto que ciencia y sobre su papel en
vimiento, del mismo modo que la física de su verdadero maes- la creación de la ciencia de la naturaleza.
tro, el divus Archirnedes, era una física del reposo. La geome- Según ellos, si se consideran las matemáticas como una cien-
tría del movimiento a trn'iori, Ia ciencia matemática de la nalu- cia auliliar que se Gcupa de abstracciones, y por esto tiene me-
raleza... ¿cómo es posible? ¿Fueron por fin refutadas por Pla- nos valor q.te las ciencias que tratan de cosas reales, como la
tón las viejas objeciones aristotélicas contra la matematización física; si se afirma que la física puede y debe basarse directa-
de la naturaleza? No del todo. Ciertamente no hay cualidad en mente en la experiencia y la percepción sensible, se es aristo-
el reino de los nírmeros, y es pcr lo que Galileo --igual que télico. Si, por el contrario, se quiere atribuir a las matemáticas
Descartes- se ve obligado a renunciar a elia, a renunciar al un valor süpremo y una posición clave en el estudio de las co'
mundo cualitativo de la percepción sensible y de la experien- sas cle la naturaleza, entonces se es platónico.
cia cotidiana y a sustituirlo por el mundo abstracto e incoloro En consecuencia, para los contemporáneos y alumnos de Ga-
de Arquímedes. En cuanto al movi.miento, ciertamente no lo hay lileo, com-o para el mismo Galileo, la ciencia galileana, la filoso'
fía galileaná de la naturaleza, apatecía como una vuelta a Pla-
I En realidad este experimento, constantemente invocado en las dis' tón, corno una victoria de Platón sobre Aristóteles.
cusiones entre partidarios y
adversarios de Copérnico, no se hizo r¡unca. Debo confesar que esta interpretación parece ser perfecta-
Más exactamerrte;, sólo Io hizo Gassendi en Marsella en 1642, y quizás mente razonable.
también Thomas Digges unos sesenta y seis años antes.
9 Un experimento es una pregunta que planteamos a la naturaleza y
que debe ser formulada en un lenguaje apropiado. La revolución gali-
{eana puede ser resumida en el hecho del descubrimiento de este len-
guaje, del descubrimiento de que las mateináticas son la gramática de
la ciencia física. Este descubrimient<¡ de la estructura racional de la natu'
raleza ha formado la base a priori de la ciencia experimental moderna
y ha hecho posible su constitución.
't*offir,'
GALILEQ Y EL EXPERIMENTO DE PISA: Galileo y el experimento de Pisa t97
A PROPOSITO DE UNA LEYENDA * bajada de los graves, que repitió varias veces en presencia de pro
fesores y estudiantes pisanos en el campanario de Pisa.
pero, ante to<lo, vino armado con un arma nueva: el experimen- <le esta época. Era un insulto a sus maestros y a ellos mismos,
to» 5. Finalmente, un historiador recentísimo, E. Narner^, nos da una desgracia que podría excluirlos de las filas de la élite. Es in-
de los ex¡rerimentos de pisa rrn relatc magnífico, briilante y dispensable tener presente constantemente esta actitud para apre-
vivo 6 «con increíble osadía, Galileo enviaba a Aristóteles a lo! ciar claramente el genio cte Galileo, su libertad de pensamiento y
polvorientos estantes de las bibliotecas" FrclponÍa abrir el gran su valor, y estimar en su justo mérito el sueño profundo del que
libro de la naturaleza y leer sus leyes con mirada fresca...r-Des- la conciencia humana debía despertarse. ¡Qué esfuerzo, qué luchas
pués dc hab:r expuesro los ataques de Galileo contra Aristóte- eran necesarias para dar nacimiento a una ciencia exacta!
les y sus nuevas doctri,as fund,das en la experiencia (péndulo, Galileo subió las escaleras de la torre inclinada, con calma y tran-
plano iuclinado, etc.), Narner cc¡ntinúa: quilidad a pesar de las risas y gritos de la multitud. Comprendía
bien la importancia del momento. En lo alto de la torre, formuló
una vez más el problema en toda su exactitud. Si los cuerpos al
Cuando Galileo supo que todos los otros profesores expresaban caer llegaban a tierra al mismo tiempo, había conseguido la victo
dudas referentes a las conclusiones del insolénte innovadoi, acept¿ ria, pero si llegaban en momentos diferentes, serian sus adversa-
el reto. Solemnemente invitó a estos graves doctores V u'toáo .i rios quienes tendrían razón.
cuerpo de estucliantes, en otros términbs, a la universidad entera, Todo el mundo aceptó los términos del debate. Gritaban: uHa-
a asistir a uno de sus experimentos,, pero no en su mar.co habitual. ced la prueba.»
No, éste no era s,ficientemente grande para é1. Fuera, Ua;o ei ciefo HabÍa llegado el momento. Galileo lanzó las dos bolas de hierro.
abierto, en la ancha praza de ta catedrat. y la cátódrá indicada Todos los ojos miraban arriba.
claramente para estos experimentos era el Campanile, fa iámása Un silencio, Y se vio salir juntas las d<¡s bolas, caer juntas y
torrt¡ i¡6ll¡y¿d¿. juntas tocar tierra junto a la
Los profesores de Pisa, como los cle otras ciudades, habÍan sos- "orre.
tenido siempre, conforrne a la enseñanza d,e Aristóteles, que la
velocidad de la caída de un objeto dado era proporcional a'su peso. Habríamos podiclo rnultiplicar a voluntad estas citas y estos
Por ejemplo, una bola de hierro que pése- cien libras y otra ejemplos. Nc¡ hemos creído que debiéramos hacerJo. ¿Para qué,
que sólo pese una, lanzadas en el mismo momento, descle una efectivamente, sobrecargal' iníttilrnente nuestra exposición?7.
misma altura, deben evidcntemente tocar tierra en momentos di- Inútilmente, pues en todas partes habríamos encontracio los
ferentes y con toda seguridad la que pesa cien libras tocará tierra rnismt.¡s elementos del relaro: ataque público al aristotelismo,
la primera, puesto que justamente es -más pesada que la otra. experimento público realizado en lo alto de la torre inclinacla,
Gaiileo, al contrario, pretendÍa que el pLso ,o ienía nada que éxitr¡ del experirnento expresado en la caída sirntútdnea de los
ver y que las dos t<¡carian tierra en el rnismo momento. dos cuerpos, consteruación de los adversarios que, sin embargo,
Escuchar semejantes aserciones hechas en el corazón de r-¡na a pesar de la evidencia, persisten en sus creencias tradicic¡na-
ciudad .tan vieja y tan sabia era intolerable; y se pensó que era
necesario y urgente afrentar públicamente a Lste joven profesor les; y todo ello oenmarcador, o si se prefiere, engalanado según
que tenía una opinión tan elevada de sí m.ismo y claile una lección la fantasía del autor por rasgos más o menos logrados. Efecti-
de modestia de la que se acordase hasta el finaj de su vida. vamente, todos estos rasgos que <irarnatizan tanto el relato de
Doctores con largos trajes de terciopelo y magistrados que pa- Fahie como el de Namer, son pr-lra y simplemente inventados
recían querer ir a u'a especie de feria de pueblo ábanclonaron ius por ell.os, puesto qtte la írnica fuente autérrtica de la que dispo-
diversas ocupaciones y se mczclaron con l,'ls representantes de la nemos, el Racconto istorico de Vincenzo Viviani, no contiene
Facultad dispuestos a burlarse del espectáculo fuera cual fuera una pa.labra cle esto.
el final. E¡l cuanto a los momentos o elementos comtlnes que acaba"
Lc¡..más extraño quizás de toda esta historia es que no se.le
ocurrió a nadie hacer el experimento por sí mismo anles de llegar rnos de apuntar, están todos directa o indirectalnente fundados
a la plaza. Atreverse a poner en duda algo que Aristóteles ha6ía en el relatr: de Viviani.
dicho, era nada menos que una herejía a rol ojbs de los estudiantes Ahora bien, como lo ha expuesto ya lVohhvill (y nosotros
vamos a añadir a los argurnentos de Wohlwill nos pare-
cen conrpletamente suficientes- otros que nos-que
parecen decisi-
s lbid., p. 216, § 8, Public experiment.; ol failing bodies.
u
-Eryll" Namer, Galileo, searcher of the' Heaiens, Nueva york, 1931, 7 Mencionemos, sin embargo, a L. Olschki, Galilei u.n'L seine Zeit, Halle,
pp. 28-29.
1927.
r
200
Alexand.re Koyré Galileo y el experimento de Pisa 201
vos), eI relato de Viviani sobre
el experimento de pisa no está
tundado en nada. Lor-iip"liá-";;"; poco de conocimientos físicos, habrÍan bastado para reconocer
á" pisa son un mito. su inverosimilitud. E incluso su imposibilidad. Efectivamente,
tal como ya ha puesto de manifiesto Wohlwiil, hay que ser ver-
He aquí, además, el texto de Viviani B: daderamente demasiado ingenuo o demasiado ignorante de las
costumbres y los usos de las Universidades y de los universi-
En esta época fl5g9-1590) se convenció tarios para admitir que la asamblea de los profesores, seguida
los efectos de la naturár"r" de que Ia investigación de
por el conjunto de los estudiantes, pudiera presentarse in corpo-
conocimiento de la naturaleza "*ig.'".r"".".uaru*"nte un verdadero re en una plaza pública, con el solo fin de asistir a un experi-
aei?oviá¡r.rto, conforme al axioma
a ta vez filosófico y vutgar ¡iiiiá]á"ártu
entonces cuando. ante la-gran' ignoratur natura; tue mento ridículo al que le hubiera convocado el último de los
demostró ---"on ju iraig-"";io" de todos Ios filósofos, maestros auxiliares ---el más joven, el de menor categoría y el
tos exactos- la falsedad ¡;-;_;;ifrff;r, pruebas y razonamien-
"y:rd." d" peor pagado- de la última de sus facultades. Y por otro lado,
sobre ra narurateza_d"l..á"ilIá"iái
"ñ;;;;;:'conclusiones de Arisróteles para indignar y consternar a «todos los filósofos» no bastaba
ces eran tenidas nor claras áj"llr.iones que hasta enton- poner en duda la enseñanza de Aristóteles. I)esde hacía cien
que las vetocidades d" *ó;ir";" i"al.lJá1.s. Así, entre otras, la de años efectivamente sólo se hacía eso. Además los argumentos y
diferentes y que se mueven á;; ;::;".mate¡ia, pero de pesos razonamientos rl a los que Viviani hace alusión y con cuya ayu-
en modo atguno ," a través áei mismo medio, no siguen
oj:.T::,ó.,
tóreles, sino que se muevelr á;; ffiectad, tar como dice Aris_ cla Galileo había refutado las .conclusiones» de Aristóteles, no
todos con-la, misma cran completamente inauditos; habían sido presentados y des-
dentostró por repeildo, -r,erocidad. Lo que arrollados desde hacía tiempo por Benedetti12; y en la época
"*p"ririiir"í'n"ino, desde ro alto de! cam-
!:i::'í i: :;;: í: y,;""::;;"i.)i
-iá. 'ii"iií'
a"*á-p,zrzí,í;;)¡¡n misma del profesorado de Galileo en Pisa, un "filósofo", Jacobo
[Demostró también]- q"" Mazzoni, los exponía tranquilamente, sin provocar ni asombro
quL' cae a través de diferentes velocidades de un mismo móvil ni tumulto 13. Más aún, otro «filósofo», Buonamici 14, buen aristo-
porción inversa a" r^ á.".iJ;á meAiás ,i, ttilico de estricta observancia, no se sentía en absoluto incómo-
HX;J,L:l%::,1?il¿:"."" 3.¿,:
if :,ii"*,f.:1,:ffiil: f , ;;;;rd;;""? uu,,,iáu; ;
-
;;;;il. clo al presentar a sus oyentes
tla- todas las objeciones que -sin
duda las refutaba en segui-
" los siglos, y sobre todo los nomi-
nalistas parisienses, habían inventado contra la doctrina del
Es superfluo insistir I'lstagirita.
_en la expansión sufrida por el texto,
muy sobrio v b.eve, tle^Viviani, ú"¡á'iá pf"*a de sus sucesores. En fin, ¿cómo es posible que este experimento tan importan-
Sería cruel insistir en sus errores, tc, tan decisivo, montado con tanta publicidad, lo conozcarnos
simple 'confrontación. basta. -i..-'r,*i.radores
en sús incomprensiones e. La
de Galileo han útticamente por el relato que hizo de él sesenta años más tarde
adornado y .desarrollaao, el Viviani? ¿Cómo es posible que de este resonante suceso nadie
r-J"iá"áá v.iuiani ñua-iJ--_II*á"p_
to Wohlwill_ Io ha puesto en dudaro. y <liga ni una palabra? Ni los amigos de Galileo, ni siquiera sus
de reflexión y sentiáo sin embargo... un poco
""..i",*,ii-pá.o a" saber histórico, un
I Vincenzo Viviani L Vincenzo Viviani hace alusión a las tesis sostenidas por Galileo en
istorico rlella pita di Gatitei (opere, sus cnsayos sobre el movimiento motu- escritcs en Pisa y publica-
Ed;
N^Í., vol. XIX, ;.'u0urr,""'" tl¡s cn el volumen I de sus obras. -De
Sobre estos bosqrrejos, véase P. Duhem,
,. i.l'l;XTi"*fÍi,E!'ol',1¡113.1gren{ia9 h. imr-oy.ancía dei hecho de que "l)t.l'accélération produite par une force constante", en IIe Congres inter-
¡tutional dc Fhilosophíe, Ginebra, 1905, pp.807 ss.; E. Wohlwill, Galilei,etc.,
pi,ar: erecriv,;;;;; ;;'itg:Tí ése es er p,;t'."_
frX!::,Zi¡::"ji:1, vrrl. I, pp. 90-95, y nuestro estudio, «A l'aurore de la science moderne»,
dctti- que Ios sravcs a" ,.lrj"l.'I'::^^"ilT9 .crera..aún -como Bene- A¡utoles de I'Université de Paris, 1935, 5, y 1936, 1.
una vclocidad a¡f ,r",,t"1"¡i"¿t1:'.¿Jrito específico ¿ir".".,r.r-.'án"".un ¡2 Vóase J.-B. Benedetti, Diversar¿tnt speculationum ntathematicarutu
," v. r.. wohlwill
.
chichte der Mediz.in ,md "Die, pisaner Fallve:suche,-, lrlrr'r, 'Iaurini, 1585. Cf. las obras citadas supra y P. Duhem, Etudes sur
N-at¿ürv¡rr"iiiir'rt,"li vot. ^,litteiluneen Tttr Ges_ Lttottard de Vinci, vol. III, París, 1919, pp. 214 ss.
IV, pp. Z2g ss.,
x o ni: *';;;;;;;;"1:;'i ¿, vor. Galitci f r .1. Mazzoni, In univer::am Platonis et Aristotelis philosophiant pra.e-
3;n ;;í T^:' J{:^:': rr. Hamburgo, re26, lrrlir¡, Vcnecia, 1597, pp. 192 ss.
rores al ar-t¡culo u" ,.li',"*rli*os citado antcrior¡nentc son todas posre- r{ [f. Bonamici, De motu, Florencia, 1597, libro IV, cap. XXXVIII,
"{ r¡n.412 ss.
203
202 Alexandre Kovré Galileo v el experir'nettto tl¿ Pisa
picrcle nullca' una ocasión
adversarios, hablan jamás de ello. Como tampoco el propio rnucho antes que Galileo (Baliani no ya el
Galileo. Ahora bien, nada más interosímil que semejante silen- .' QI" ciler
tlc reivindicar una ptitíri^i^-to''ttá'''rtddeian<lo lf-1l'
esteras '
cio. Tenclríamos que admitir que Galileo, que no se ha privado cn Rocca al savo''a, iiizo etptxims¡¡e5
cle pesg e incluso ¿*'*aterias
difererrtes (dá cera.v {¡- ntoml)
de contarnos y presentarnos como realizados efectivamente vclocidad' tocando ¡is¡¡¿ «en
experimentcsrs que ¡;e había limitado a imaginar, nos oculta (lue caycroll totlas tott-l^-'"it*a 1?' Como también el jesuita Ni-
cuidadosamente Lln experirnento glorioso efectivamente reali- .ll ¡¡risnro intlilisiblc iilstantc»
zado. Es tan improbable que no se puede admitir seriamente. -'?tr:¿xt:.,.ru-"r," cstas asercio-'":.dt cabeo de que «todos
La irnica explicación posible de este silencio, es la siguiente: velocidad" las que provocaron
si Galileo no habla nunca del experimento de Pisa, es porque los cuerpos *o"r, "o'i ü á1t"'u te la Universi-
no lo reaiizó" Por fortuna para é1, además. Pues si Io hubiera cn Vincenzo Renieri, profesor de matemáticas a un con'trol' Y de hacerlo
cl¡-rd de Pisa, el at'"o'át
proceder
hecho, ianzando el reto que ] or él formulan sus historiadores, que se prestaba tan bien al ex-
sólo habría servido para confundirle. utilizando la tc¡rre inclinada'
perimento.
Galileo t8' de hacer un
Efectivamente, ¿qué habría ocurrido si, como desde Viviani Tuvimos ocasión, escribe a siu maestro que caían des-
t'"rncrimcnto co¡r dos H;; i" 'i'titti"t diferentes'
piomo, pero de
nos repilen los historjadores de Galileo, hubiera dejado real- d'e
rtc una misma ,rr,rru;',llo'iJ -.J".u v "i-t1to ha escrito- qlle- caen en el
mente caer desde lo alto de la torre inclinada las dos bolas de arnaño parecido;,t,ia'IJ',i"Iir"lü ii'ttltt1
10 y 1 (o de 100 y 1) libras? Es curioso que ninguno de los
r
la.misma velocidad' y porque
rnisrno tiempo y Uega; a tierra con ha compuesto a propósito
historiadores sepamos por lo menos-, ni siquiera Wohl- un cierto inglés ha aii'táJ; *" iit"tl nosotros hemos en-
will, se ha¡za -que
planteado nunca este problema. Se comprernde: un pr«:blema q"t ltT;;iic;' Éero' final'nente'
de lo alto del campa-
lcrs historiadores creían en e7 experimento, aceptaban comple- contrado que esto to-"Iu uti; efectivamente' Ia bola de plomo y la
tamente el relato de \¿iviani en su conjunto. Los hombres del nario de la cateclral i' i" fi*t"l hubo entió
hizo también eI expe-
Se
siglo rvrr eran más irrcré,lulos. Quizás tenÍan otras cualidades. <lc maclera casi tres #;t-ü;tt"t"""i"- cle las bolas ordi-
a"-r t-amáño
Fuera como fuera, si Galileo no hizo el experimento de Pisa, rimento con dos u"r"'i;ililá'^unu uaia ¿e mosquete' v se vio
narias de artillería, il ;;tí';;i'¿ü-;; desáe la altura de
otros lo hicie¡:on. Con resultados que si se hubieran sabjclo, que cuando la más -#i; ü-;;; ry?:,"lu tu"'pequeña con mucho.
habrían asombrado muchísinro a los hi.storiadores. cste mismo campanário, ra mayor precede a la
No era necesario esperar la publicación del Racccttto istorico
sin embargo' En 164ó
de Viviani para saber que los cuerpos «caían toclos cou la Nicolás Cabeo no se dejó persuadir'Metereotógica de Aristó-
misma '¿elocidacl». El propio Galileo ¿no había escrito en su de los
¡rtrblicó "., no*u."i;;;i;tit que los, graves de pesos
célebre Dialogo sopra i tlue ntassimi si-stemi del tnutdo qtre rclcs donde reatlrmó resueltarnente
la mrsma
«bc¡las cle l, 10, 100 y 1.000 libras atravescir'án (en caída libre) ctiferentes á" tu *it"ta materia- caían con Lo que' dice'
el rnismo espacio de 100 varas al mismo tiempo»? 1ó Y no f¡rlt<l -pero
vclocidacl y ltegaba;;;;i;;;;
aI mismo tiempo'
le' En cuan'
experimentos
gente que tornara al pie cle la letra esta aserción. cstableció po, ,,'*"'*ái y fr""'entes
Como Baliani, que en un pequeño opirsculo, De motu gra-
vium, aparecido en 1ó39, expone largamente que esto lo sabía grauium' Génova' 1639' prefacio'
r?Giovanni Battista Baliani' De motu
;1á ¿itpiá"iltu de interés' Admitien-
tlaliani da una rtpt"'' '-"-".'"ti't""tia interna de la mate-
"*pli;1¿ió;;;L;;.
rlo probablem",'1", d;;;;; á"
''Gravia
t5 Sohre el carácter de Ios experimentos de Galileo, véase P. 1'annery,
r ia al movimi.,'to,
moveri i"io pt"pottionem
'gravitatis
motu
nGaliiée et les princioes de la dyirai:nique, (Mémoires scíentifiques, vr¡]. VI "tlíiü i*n"airy"."tq naturalitér perpendiculari
;rd matcriam, "t "bi"'i;' ptus pariter sit
pp. 395 ss.) y ya Caverni, Storia del metodo sperimentale in ltalia, vol. IV,
lerantur, moveri u"q-'áIit"t' quia ubi pr"
É'lorencia, 1895, pp. 290, 350 y E. Mach, Die Mechanik in ihrer Entwicklung, "Jl-gtu'itatis'
1921, pp. 125 ss.
r natcriae.» 13 de marzo de 1ó41
(Opete' ttolu'
18 Vincenzo Renieri, Carta a Galiteo'
te G. Galiltí, Dialogo sopra i il¿¡e ntassimi sisietni ¿lel tnondo (Opere,
164ó' vo'
vol. VIi, p.222). Galileo afirrna haber hecho el ¡:xperimento. Sin enrbar- "'"8 ñ['.t'r;'¿jfll, libtos meteorolosicos Aristotelis' Roma'
go, cs difír:il imaginarlo lievar,do a lo ¿üto de una torre una bola Ce '"
lrrrrren I, P. 97'
1.000 (!) e i:rclus<.¡ de 100 libras.
[rr'"
l"
I
204
Alexandre Koyré Golileo y el experimento de Pisa 205
to a Ias objeciones de sus adversarios que atribulan
de retardación al aire, Cabeo estima un poder La afirmación de que «todos los cuerpos calan con una ve'
;;;
dicen: et aire no tiene nada que ,"ili ". comprenden lo que locidad igual», afirmación que no hablan comprendido ni Ba-
de la velocidad a. Semejantes ;r"J;";,
I i;;;;^;;.i"rri, liani ni Cabeo ni Renieri otros- valia según él para el caso
respuesta: el colesa_de Cabeo, el jesuita
no podían pasar sin abstracto y fundamental-ni del movimiento en el vecío x. Para el
fue quien se encaigó de ello.
Gianbattistá ni""ioli movimiento en el aire, es decir, en el lleno, para el movimiento
que no podía, pues, ser considerado como absolutamente libre
..
En su Almagestum novumzl, después de haber de todos las impedimenta, dado que tenla que superar la resis-
pliamente expuesto am-
lo difícil que era proceaer a un experimento concru- tencia del aire pero en modo alguno desdeñable-
yente acerca de una materia tan dericada
como Ia caída rápida ya era otra cosa.-pequeña
Galileo explicó esto con toda la claridad desea-
de,un gravea, Ricciori relata tor ble. Un largo desarrollo de los Discorsi que Renieri no había
efectuados en
Bolonia, en la torre de los Asinelli."*p"ri*entos
Ériu -to..", inclinada como leído *o no había comprendido-E está precisamente dedi-
la de. Pisa, se prestaba en efecto purii"rfu._ente para cado a esta cuestión. Por ello, en respuesta a la carta de éste
experimentos. Se diría, añade el sabio jesuita, estos
qr" ," nuúiu anunciándole los resultados de sus experimentos, Galileo se
hecho especialmente para ellos. En cuatro limita a remitirle a su gran obra en la que había demostrado
ocasiones, en mayo
de 1640, en asosro de 1645, o.tru." á" ro+s l'li"ái"r."i"';" que no podía ser de otro modo.
enero
-de
",
1650, se puso en práctica el experime.rto, ,o¿.árráor" Ahora bien, Galileo no necesitaba tampoco esperar la ela-
rle
-todas
las precauciones iequeriAa.. I se descubrió
que dos boración de los Discorsi para saber que la resistencia. del aire,
globos de arcilla, de la misma dimenslón, de los siendo, grosso modo, proporcional a la superficie (en el caso
cuales uno,
hueco, sólo pesaba diez onzas, *i."i.ur-q"e
el otro, lleno, pe- de una bola, al cuadrado de su radio) y el peso a la masa (por
saba veinte, que salían en el mismo
momento de lo alto de la lo tanto a su cubo), sería para una bala de mosquete relativa-
torre, Ilegaban al suelo en momentos diferentes. y ;;;- mente mayor que para una bala de cañón. Lo sabía ya en la
particular, el más ligero se quedaba quince "" época en que inició sus trabajos en Pisa. No es en modo alguno
pies atrás a. de extrañar: Benedetti lo había explicado efectivamente mucho
antes que é1.
contar con que los cuerpos
Galileo, además, no tenía ninguna necesidad
resultados de los experimentos- de Renieri y
de esperar los Por eso, si podla
-y debía-
más y menos pésados caen con velocidades completamente- dis'
de ni.ái"ii-pur. tintai a las proporcionales a sus pesos, como hubiera debido
:l^1* tY"..d?t cuerpos .de la misma materia pero de dimen- ser según Aristóteles, si debía prever que el cuerpo menos pe-
::"::,1,.'^rl"?::, :riaer de to«juntos»
al"o d"
";;;;;'y
";"H,. jilil:; sado (la bala de mosquete) cae mucho más rápidamente de lo
):.J:::rT lytT:. EFmoverse - , ;;;;'ñ;;;;; que habría debido hacerlo, había algo que no podía admitir;
s tos resuliua"i lo J h;b;; ó"aiil';r;;l
i:"11..^"t.
;Los _'y:1" efectivament" pi"rirto.
había incluso este algo era su caída simultánea.
Y es ésta la última razón por la que Galileo no hizo el expe-
rimento de Pisa, ni siquiera lo imaginó.
a lbid'' p' 68: aerem nih, efficere
in
velocitatem. Cabeo no ooaia visíúiem;";;. isto motu nec pro nec co?ttra
Tal es la conclusión de nuestra pequeña investigación- En
;;;pr."der cómo Ia sente que
rechazaba como absurdu l" .*pii.u.l;;';"';r';."leración cuanto a su moraleja, ¿se nos permitirá dejar a los lectores la
del aire, podía Ilesar i"u""uiá-""-;;r;* por Ia reacción preocupación de sacarla ellos mismos?
locidad de Ia caÍdá. " ii'fluencia del aire en ra ve-
2r Sobre Riccioli v sus
experimentos, véase Caverni, Storia, etc.,vol.
pp.--282, 312, 3n y passim. IV, ¡a Otros Io hablan comprendido. Asl si Johannes Marcius, De propor'
casi imposible medir directamente diferen- tione motus, Praga, 1ó39, éscribe: «Motum quatenus a gravitate procedit
ÍAt:::*-:.1]:^1::="t cuisdem speciei seu gradus, eadem celeritate ferri in omnibus, quantum-
:'§l?":,:11"__::":=;:4;;üü#'cáüH;"11i."§g:*:.":T,:l; vis mole, iigura, pondera a se differant", sabe que esto no vale más que
Í:T,?"*"^,::1j".,.o.1.:,i.9,.;;;#*J"rq"Í;':":;."'tr::":';?h,;?:,XT
nol?y,. Botonia, 1651, vol. II, p. 3Si. para el movimiento supuestamente libre de todo impedimentum, es de
Batiisi;' ñi";í.u, Atmages um novum, Boronia, cir, para el movimiento en el vaclo.
,","- rY,n1:"r$':vanni t 1651, 25 Véase Renieri, Carta a Galileo, del 20 de marzo de 164l (Opere, ve
Iumen XVIII, p. 310).
EL DE MOTU GR
ffi ffi {iHiy,Eft lHf,ffi ,$f*Tá'o, El De Motu Gravium de Galileo 207
;:1: :.J:: J i." ;, ."Jffi n ario pone en j que se mueven donde se deduce la imposibilidad
-de Galileo, primero, la da a conocerdela mo-
:
riL.;,3"s, ue.
fectamente risos perfectament" planos per- vimiento en el vacío- tra-
lancas
v ar.i^lTfcctas.en
":'¿:
perfectamáni" ;;ij;ffi::-:"::::_tuspende pesos de pa- vós del portavoz del aristotelismo, Simplicio, y luego le opone,
ly-*ffi;;'H',1;;#ffi"1'"X}?"":flesan""au;r,uáJ"i,uiu.ru ¡r'.lr boca de Sagredo, los datos de un experimento real y por
amen e en er és pa_ci, lr<¡ca de Salviati, los resultados de un experimento imaginado r'.
n t
i" ii" i,. ;'
garireano.
Lá;".:ili:lijE i,ililiill,. lil:
:TtÍ:rTlf:Tias *'-,io"u,*ienro de ine¡.cia y ran_ Srnplrcro: Aristóteles, al menos en lo que yo recuerdo arremete
(rontra ciertos filósofos antiguos, quienes recurrian al vacío por
t'onsiderarlo necesario para el movimiento, diciendo que éste no
i¡"?::¡;*l"TitrT*11'§ii:qiil1i:T"'xixffi
Io menos ei ráácron a ra ,t::l¿'i
u-_r_"".r ser farsos, por ¡rodrían clarse sin aquéI. Aristóteles les replica demostrando que,
rerum
son tan a menudo experimentos ,_r;rj" nruv al contrario, al tener lugar el movimiento (tal como veremos)
iI;;lÍ}í.o,Xl i'J:,fi:,S#,l? c's el vacío Io que hav que descartar. Su razonamiento discurre así:
lilj:r::*",kT:'$ ;;'ú;;.#á"? srstemas de rlosoría lurce dos suposiciones, una de las cuales trata de los móviles con
nescartes, Newton, Einstein... na.
de Galileo. y^i"]"ii* .r l¡csr¡s diferentes, que se mueven en el mismo medio y la otra, de
Volvam<¡s, pues rrn rnismo móvil moviéndose en medios diferentes. Por lo que a Ia
;;;;;:,:,;,i ar primer ribro ¡rrimera se refiere, supone que los móviles de peso diferente se
1:
Dititogo t.,
,obre
-rás' 3"xz,;1",:"{";;:,;,:l^e1te
que como el nrueven en el mismo medio con velocidades distintas, las cuales
sistetnás';;i, ,;;;:temdticas, rrr¿rnl.ienen entre sí la misma proporción que sus pesos respectivos.
versación entre tres ,;;.;;::
:s personaje.c '!!!'Í'i: es una amigable con-
.simbóIic.os sutuiuii,.;;;;":."- I)c m<¡clo que, por ejemiilo, un móvil diez veces más pesado que
rante de la ciencia frtro, se mueve con una velocidad diez veces mayor12. En el segundo
mens,espírir.,,bi":li';'lililg:'r.*r:,X1*.;g:fl ( írso, parte del principio de que las velocidades de un mismo mó-
esto es czpa:z de conrpréncier :S::*.k; '.'i[, en medios diferentes, son inversamente proporcionales al espe-
y Simplicio, defensoi ¿. l" v .""iu#i. enseñanza oe §arviati, ror o densidad de tales medios. De modo que si suponemos, por
i.uál"iá'..rnirr".sitaria dominada eiernplo, que la densidad del agua es diez veces superior a la del
5.T{r;Ji;iiX1,hffi n$;¡":#'posi.io,",,á"riJ,i.',i, airc, la velocidad en el aire, siempre según Aristóteles, sería diez
u¡spués de haber discutiáo \,eccs mayor que la velocidad en el agua t¡. Y de esta segunda supo-
.
a habrár de unas r sici(rn deriva lo siguiente: dado que lo tenue del vacío supera
ae u caiaá
99 i.,-g."I;,]:iJ;JffjJ:#i",,rñ:i"f; r¡rf initamente la corporeidad, por muy sutil que sea, de cualquier
n[*':T':]á'tf"'uri"a 'ffi-ü "íli r", verocidades-á" lo. rrrrdio pleno, todo rnóvil que se mueva en este medio pleno durante
( icrto tiempo, recorriendo cierto espacio, debería moverse por el
samentep.opo..iá,,-u1?,".",:':::i:lffil"'r:i#*"'.",:J*iX uacÍ<-¡ en un solo instante ta. Ahora bien, el movimiento instantáneo
cs imposible, luego es imposible que se dé el vacío como fundamento
8 f)esempeña rlcl movimiento.
asf eI
-' papel
r de intermediaria entre ro
real. matemático y Io
9 Los dosprimeros no s, \t Cf. Díscorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scien-
r ar : sa gredo \r-J'¡-ro¿u'
reares
:s rnrig"r-;i-ó,
florentino, r fá, fi', i.'iljlL.:-:l1tjri5o¡,
«
so¡r
es un veneciano,_ Salviati .tambi én per.
;:1:iiti','l;';,:m*"li:iii*i'*"ü{}:T::"üTl§:,?,:ii'riiülr?,,i1 .
', (Opere di Galileo Galilei, Edizione Nazionale, vol. VIII, Florencia, 1898),
filil-ltJcl"u. 1,¡r 105 ss. Al no haberse traducido nunca al francés los Discorsi, los citaré
,:,x.1íli:]il*É:Td'E,iig'#il:,#iJi
cro es puramente simbáI#::;:r:*.T:IP^S,li'o
"rr! pgrp.tuur. simpri .r tr:ntinuación in extenso,) lPara ia versión castellana utilizamos la edi
if ""i-?::"r"'x§"t'Jlf
:3;:r*:J,H;¡tÍ:;t;l*ti,l*ii.i::ü"q?t.itrJ,'""i".1'B,t;iif
verosimil qu" ir,- -' é,4tt uerrienrar¡sta de Aristóteles, §¡_pii.iur;
Lx:
, i,rn preparada por Carlos Solís y Javier Sádaba: Consideracíotres y demos-
tt,tcíones matetndlícas sobre dos nueyas cienci¿s, Madrid, Editora Nacio-
;s--más
uco por que er espiriru
definició, .l'j"fi:r"Io: :3:"iT de un a;istoré- rr.rl,1976. En esta versión se indican las correspondencias con la pagina-
l':*,'.'.{T"*"'lt:f;.tl{,",j,'"4"iii:I1:iiJi-Ítrx'iÍii:.¿l"lt,'iill
-es
ffi ':;#Y-";iXÍ,:;;;;ili":,xl'u3l"liÍ?Li.T"l?,ii1li.i,l.,Tti;
pticius eran' r¡*pl¡iiü. j: , r,rrr iie Ia edición italiana citada, por lo que no añadiremos referencias
,k' página a la edición española.l
tz Asi, suponiendo constante la resistencia del medio, se tiene: V,
= Pr:R
I 3"",'i ;,:*:',? i,,*,F ura i
a j:ililfr1"Í:i
¡,Y',,Íjo j'or'íi?',á,*,s:i"*:,#:lg,i"":!i#:',"iii:'.:
1"-, :i_r11*, a a, e s
.
r ru p t (t
"ií,::::::: oX,"T::",fl "Í:ffj .,1?.;'#i li y, : P: R,; V, = P: R,. Uniendo estas dos fórmulas se obtiene:
[f.Jff*á"¿i",_i:;S:1,:,::Ji#1,.f
propagación de ra ruz
V P: R. Sienpre se supone P > R.
"í'."*áÍ"' """1i'"L3:"r,*j".f "J",T"",.J¡; :,T, " ,1 V
= P: 0 = *. La velocidad, cn el vacío, sería infinila.
r,r
l 2ll
i
210 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo
SAr-trl¡'rt: Se ve que el argumento es ad hominem; es SAL\,rATr: Etttonces, si nosotros tuvier-1111-:":,,:n:I1lfi::Y3:
Sei.i'r¡rr: .DnLUrrLES,
decir, ,dente que si uniésemos
contra los que hacían d.el vacio condlción necesaria del nrovimieuto, u"l.iiáua"t naturales fuesen distintas'.:-t,":^-
oj ^r-*-
rler más lento
de rnodo que si vc concediera que cl argumento es concluyente, con-
cediend<.¡ al mis¡no tiempo que el ruovimiento no tiene iugar en el
ni:Í":i'"liJ'# i.j ffi ;: *. :, :l' 1,1;1,
arnbos'ein.ras'ou'*''*ir1'ü'a.uiáá"1másrápiclo"¿Estáisdeacuer'
rrrientras que éste acci
it r;:'*
llll|t $i
vatio. Ia hip.-itcsis dei vaci-¡, tomaLia abs<.¡lutanrentc v no cn rclaciún ,in l,o" lo que acabo de decir? deben, ciertamente' su-
al movimiento, no qucda, sin más, eliminacla ls. Perr.¡ para decir Stllpt.lclo: Me Parece que las cosas
aquello clue pod.rían haber responclido est.¡s filósofos antiguos, y a
tin de que se vea mc.ior hasta qué punttt es concluvente la. clemos- "u;:tlil;r, Pero si eito es asl'
"::Ídil:'::,"t":;':,1:;o:"
t;""tpto'
v
con'una velocidad de
si.
tracitín de Aristóteles, creo que podr:ían atacarse los dos supuefitos una piedra grar.rde '"'"tn't'l'"1-'o" con,r-¡-rta velocidad de cuatlo'
si
negándolos sinrplernr:nte. En lo que. atañe al primero, dudo seria- ,r.tro grados y una prerira peqtreña'
mente que Aristóteles haya hectro 1a experiencia consistente en según Io clicho' será inferior a
t<¡mar dos piedras, una de las cuales es diez veces más pesada que l¡s uriimos, *l r"sultutl*l ¿e u*Uas'bierrl las. dos piedras juntas dan
la t¡tra, para de"larlas caer al mismo tiernpc desde una altura, pon-- ,,cho grados ¿. '"lotüua]'Á;;; r" primera que se movía con
ganlos de c:ie¡r trrazas, ¡, vcl si descienden con velocidades tan dife- r',¡r resultaco una '";t';; ;;á""'q* lo que.se sigue que taI comp'rest'o
rentes que en el momento en que una está tocarldo ei sue.lo, nos ,,.,ho erados de velocidaá; de de las piedras sola' 1o
encontremos con quc Ia otra no ha recorrido ni siquiera diez brazas. ¡¡,¡-'erá a más ttl"Jül¿ riue la'p.rimera cómo suponiendo que
'¡
,.,,¡1 gs¡tfadi." ,,,-r"o,.i'-ni'i¿tl'ir.
r'éit, pues.
Snutpuclo: f)e sus r¡isnas palabras se deduce, sin embargo,
,. 1 rnóvil rnás pesado';";;";;
a rnás velc¡cid¿r<1 que el que pesa 17'
que él lo ha experimertado, ],a que dice: Vemas que el más pesado. se mueve u máttot velocidad
Ahora bien, tal vetse a,lude a una experiencia llevacia a cabo. .r{'nos, crtttcltt-Yo q"" eí t''tás pesado
S,rcneno: Yo, sin embargo, senor Simplicio, que no he hecho O:O:'-,¿ t#;J;;:
la pruet,a, os aseguro que una bala de cañón que pese ciel, dos
cicntas o Inás litrras, nr¡ aventajará ni siquiera en un palmo en su
"[*'
S i n r i> I i r:i
:i:'iii"ilJ;il;
o.1Yuu e tl1 to
;'
ia lmen
1:,::,.-::*
P:q":ñ.u ?.'l:' ::"1,:l^::^-1¡i'§:::
t e-
.
llegada al suelo, a una bala de ntosquete rie media libra, aunque la I I;'ffi , H. r? ñi
4 I l: :: :""1" ::, : ". ] "::',i,Í Í ;.';l:
altura de la caída sea de doscientas brazas ló.
S,uvratr: Sin recurrir a otras e:(fleriencias, podremos probar
'I
filrlr,iatl
il:,,'li""l?
i;;
-,'-
¿Ie asesra urr F4vrPL dici"'''dc'
X;J'#""^*'io"-i-'1s
',;t;;.;;;queña, anáaicta,a ".], j,1.Tor?].I
ünrenta su peso. E,fec- :::::
claramente, sin embsrgo, con Lina demostración brele )' conclu' ],1-*.'.T1::,i
entre los oraves en ,novi-
rós graves lnovl-
yente. que no es verdaC que un mó'r'il rnás pesado se mueva a más ,''l;;;;;;;-1','"r ""ttt"rio c'istinguir
velocidacl que un móvil más liviano, con tal cie que arnbos sean rJe r¡icttto y los mismos graYes ell reposc'
Ia misma materia, como es el caso, sin duda, de aquelk:s de los
que habla ^liristóteles. Pero decidme antes, señor Simplicio, si ad- i¡i e clra glanoe
I nir pledra sr- ande
ccir.c ada *.b T:_
Lt'rL'\aus I ":1y :.,:t^adjuntarle .5,t;
:?,lXTul.?:" só)o
l,,u'íár^}'se te anaae otra piedra, titn._tl
-""-?- )ue i uon
mitís que a todo cuerpo pesado en caída libre le corresponda una ^-.L^ r\.rip, rtnTr's del
1:" ;: : :; ; ffi ;'.:'i-, $ .,::|: : llblemente
-¿. i ;oe ":1"i f ,T;'" i".l
velocidad determinada, de modo tal que rro se pr.¡eda aumentar c) l, l,Iffi
rulir '"
l)rizl'ta :' v)t(']Pa' "í;:
; ;
si,.por ciciáiS Caer .
ia cohesión de los cucrpos-' sino tainbie¡r rrcr'l.ro ¡'cr€éis que se rrcs ectra!3^.ttlt^':"^: ,::lti'"f1::
lanzada a ;"",::?:;
infinitesimales
-que explicarr ili; ;'ItÍH:"",?;=,"";"';;;'¿;';"
herir de,na argui'en
de vacíos de dimensiones finitas, e.g. Ios qlle se producen en Ia bor¡¡b¿r
de succión.
1ó Es, confesénroslo, muy dudoso que Sagredo haya hechc nunca estos
ftrc oresetttado por Galileo
r/ Fs irrtcrcsante notar qlte este argumento zcs:'escrilo
experimentos; Ios primeros que los ;nstituyeron de un modo sistemático probablemente
fueron al parecer G.B. Riccioli y Merse¡rne; r-:f. rni «An experiment in .,, (.1, s. ne ntot, ¡uvenii l.i. ó;;;";;.i. l,p
iuiuao'de éí' la consecucncia de l¡
measurement», en Atncricrtn. Phiktsophiccl S<>ciety, Prot.eedi.ngs. Filadelria, r, , r:r 159ü. sin que ctliiti'^t":útt''
1953; traducción española «tJn ex¡-.c¡i¡ngrt.¡ de :nedicir:nr, a .onlinllaciór, ..,,,:", ,,'i';. i, r.itocidad dc calcla rlc los gratcs.
pp.
' ;; ,; óp*r., vol. Vlil, pp. I(r8 ss.
274-305.
213
212 Alexandre Koyré E/ De Motu Gravium de Galileo
que huyera delante de nosotros a la misma velocidad le o más so su ale s, e mov e r í an : 1
:ll'-*.: Hi,li"¿ J.ii# :1
; de
^;;;;iés
;',i¿'
si s
i gu a Ie . .:1,
rápido que nosotros mismos? Sacad la conclusión, por tanto, de i;;;i, un trcmpo 1q:fl;X'i3,i-T¡,:i:fl#';;i ;; dire-
que en la caida libre y natural, la piedra más pequeña no presiona sc movieran en un tl(
diferentes2a'
con su peso a Ia mayor y, consecuentemente, no le añade peso rcntes, o moverse a traí¿i áe ñ-redios
alguno, como sería el caso en estado de reposo. q}" la caída Simultánea
Benedetti, como Galileo, consi.leru o especie' es decir'
Simplicio, sin ernbargo, no se ,rc sraves grandes , ;J;"i:;;;i;;;;áeza de
es contra;ia
-i'á'¿ublemenle'
idéntica) a Ia enseñanza
,,rai¡edad específica, tienen razón: Aristó-
¿Y si se posase la piedra mayor sobre la pequeña?
Aumentaría el peso de la otra, responde Salviati s, si su movi
l\.iotót"l"r. En Io q*J' pieáras grandes caen mís
retes efectivamente T;;"il;;;;
miento fuese más rápido. Pero hemos visto ya de modo conclu-
yente que si la más pequeña fuese más lenta, reducirfa un tanto la ;;, d ";;;;i" q "" t.;' ;;"á; # :t i^:a:i'#;;',1,:" ?l;'ffi i;. ; i:
si Simplicio no se equrvoco atco,funrlir por su <(expe'
,
relaciones
"t entre las velocidades «caul
y por esto las relaciones en-
también.
tes habrían a"UiiJ"'"t-constantes' ier igualmente constantes'
§ tre los espacios i"""ttráát-J"u"tiu"
Discorsi, p, ll7.
$ La pesantez del aire no se discute; ni
tampoco el hecho de que pese ;ñoá büo, t"ul*"nte no lo son'
tanto más cuanto más comprimido está: son cosas que todo el mundo
aris-
e lbid., p. 118.. es una crw de la
admite. En cambic¡, hay que admirar quizás más- el ingenio de Ga- dinámica
lileo en el montaje de su experimento-y por supuesto- aun- ^^^r--onir{n es
de esta aceleración
; L;?;li";tión
que no pueda, evidentemente, aspirar a -imaginario,
la precisióu. totélica.
5l Dlscorst, p. 117.
225
Et DeN{otu Gravi urt
de Galiteo
224 Alexandre Koyré
'i-l':Y:i;";.k;;,
l:;::;.;';; Jf *i'*o tiemPo'-e'f"tfo
exPlicaclcr.c
Simplicio, como acabamos de ver, tiene toda la razón: si la p.otáii-"'i .tuti,uPt,u, es rnuy interesante
resistencia del medio tuviera un valor constante lo ad- ""'i1 puede
runre
'o"t':e de Galileo q"'" "tu!:^dlr"'iáit"'áI-p'"'""tu
mite Aristóteles (y el propio Galileo al seguir a-como "o'
^-'o,,'epción
hará también en un contexto diferente)
Benedetti lo
relación de las
, ;;v' .l;;'rllil'l,i; Ht"H'";l;# ;';.áio por el
-la ,.-fiiá.i0"" *."^.::iu * y q.r" ü¿d"';isminuida
r
rlc una imPortancta udP¡Ls¡ ".
velocidades, producto de dos «causas» constantes, seguiría sien. capiral 1
do constante. Pero ahí está justamente el error: la resistencia
del medio no es constante, sino que varía; y esto en función
misma de la velocidad del movimiento. Salviati viene, pues, a
dar su explicación $:
He de decir que un cuerpo pesado tiene, por naturaleza, un prin-
$*ilNii$:1p,g5i¡;ffi Fe"Lt5#i#,"f Hffi
cipio intrínseco que 1o mueve hacia el centro común de los graves t r:;?::'rL::#'-t}"Í,*pi*ru-:;t;ü'§f
Cf. más abalo
sA
(esto es, hacia el centro de nuestro globo terrestre) con movimien- ticnte (The birth
r t
t;r Profundísima. ob :g',th';tt'k11;
r EI aumento de la velocidad, y la propia velocidad, Do son más que
efectos o acumulaciones de aceleraciones.
It Discorsi, p. 11E.
ft lbid., cf. también De motu, pp. 255 ss.
t/ La ignorancia en el DiáIoco- de la naturaleza de Ia
gravedad no impide-proclamada
a Galileo reconocer en ella un principio inherente a
los cuerpos. Esa es además Ia condición indispensable de la constancia ,rNi*aH*.,u.,',¡*u**rrg'1,'l",'
rrs,1759),
'la hipór
de la aceleración.
[1, r
226
Alerandre Koyré E/ De Motu Gravium de Galilea
hecho de que en su enri¡a^iz(_ _ , 227
muy ir.i*r.:'-lil[Tlt"'rlr,:".1,1,, Garireo cometa un
:..orgustarÍa por ejemplo Ia atracción 6. lxl que igualmente implica que, en
me llama
;;" :l i:',*,",[T j:rffi 1,;# Hi: # último término, la materia de la que están constituidos los cuer-
t c,, i om u J 1,* H, pos lo menos los cuerpos terrestres- es idénticamente
_a1
nrente _o no llesa clara y erplÍcita- -por en
-".""titt r".*ri"i^mular la misma todos ellos, y no cornporta distinciones cualitati-
en cir:rtc» nrodo.
¡, .,..,i "
ffii,'.ffi :"
*" vas. I..a gravedad de un cuerpo (en el vacio) es, pues, r:stricta-
como para
^ ^
*.,";" i:T:""l."::: :ii*lltr nreirte proporcional a la cantidad de materia que contiene.
Benedel
I-"r. que, o,,,,l',1
v. l*ni:: H..ff :".§"1 §::
i1qi!.
todos Ios cuerpos, J '¡6v¡vo -, Iro Doclemos_, pues, extender
o aI cuerpo en cuanto a
Anticipándonos un poco, y prestando a Galileo una terminologfa
que ignora se poclría decil que, para é1, la masa de uu cuerpo
y su ¡¡avedad no son sino la misma cosa 6.
del grave, v a".i, ' tal, Io quc nos dice
Se podría incluso ir más lejos y, anticipándonos una vez nlás,
t
3 "I',¡, á' á"iunirormem";;;
movimiento
:: .i,.ff" ;; mf
de
p.i.,.i pi o' i,, J" o
decir que, para Galileo, la masa inercial y la masa gravitatoria
"lr"'..r"^:,,,., ra rierra con un
;:::-:1":,nt:o
9,:u":d?d, ;,;':;;ff#;:l:,*.i"J;;iill. ."
o*os tér,ii.,á,, u s<¡n esencialmente idénticas, a'unque esta identidad no aparez-
ca ulás que eú el movimiento en el vacío, y no en el que tiene
sin embargo, definirse--;;" po.. lo. demás, puáa",
y. consustañ;i"f;J:tt" co,o «s¿s5¿¡¡
:::::lTo^t
6 «Pl'rncipio" ir,¡s"'¡' lugar en el lleno, tal como veremos enseguida. ¿Masa i»ercial?
srno ademá t to
*¡| Í!p-o' "o'no
l"l'" u'r no sóIo constante' Sin duda Galileo no emplea este término ó?, aunque no es rnenos
sean. por en todos r:ierto que en sus razonamierrtos hace uso constante de esta
esto jussS- tiene ';;.:;"t'u
cualesquiera
noción @. Efectivamente, aparte dsl «principio inherente» de
ranre e igual para ia-all-rpos' un valo' oue
oequiera que esrén '^1?:
,.lT""T
;;;;r: r;r"ración coirs-
'":
cre que ra gravedad
¡era un efecto de r,ilJ^':io'1,-i':;;;f,;ff'.tH':;J
una fuerza.*,".io.],"iiro
ff: ús F,s en esta negatil'a a busca¡'una explicación a la gravedad, y a for-
rnar a partir de ella una teoría, donde se encuentra la fuente de la este-
I
rilidad del galileísmo en teoría astronómica, y del fracaso de Borelli, Una
a su velocidad, es m rirala teoría es siernpre mejor que la ausencia de tuda teoría, cf. mi Ré-
volutiott astronomique, Borellí et la mécanique celesle, Parls, Hermann,
f;aiqir,1¡"ti*fr t9ó1.
06 La historia de Ia noción de masa = cantidad de materia, es aún bas-
5,'$$--,.t",i--+t'ü;;,::r.",s{iirs{f:r tante oscura. Se podría sostener, por un lado, que está, por lo me¡ros im-
¡;lícitamente, presentc ya en Arquimedes y, por otro, que su determina-
t;ión mediante el volumen x densidad, igual que mediante el peso, lo está
ftltü,¡ik*fff É*if ";:;"i,ütlin,;:fl siri*::";,rn también: esa es la base misma del arte del experimentador. Podríamos
tarnbién
-y es en gran parte mi opinión* atribuir a Kepler Ia gioria de
h¿rber descrrbierto esta noción. Fue é1, en efecto, quien (al distinguir la
"f¿i 1,1?, d. o n s t i t uy e er
cuerpo rísrco. ¡r¡asa = cantidad de materia = volumen x densidad, que interviene en Ias
:. Sl :?,tai"¿;:?":
'c;;-s^""]"¡' vrr' i^'.i::o_"
pp' ló0 ss') .c rt:laciones dinámicas y permanece constante, de su peso, que no perma-
,t" §rMPLIcIo: La
¡¡¡1i_r,á"¡' 3
** j?:,,li:,* o.
t[l,:ii'"'!"#,[,"f;H,:T,:il:.u ro:
nece constante) dio de ella, por prirnera vez, una definición correcta. Ha-
zaña tanto rnás meritoria cuanto que Kepler es aún aristotélico en diná-
rnica, aunque herético. Para la prehistoria de la noción de masa, cf. An-
neliese Maier, Die Vorliiufer Galileis im XIV. lahthundert, Roma, 1949.
Max Jammer, Concepts of Mass, Harv. Univ. Press, l9ó1.
r*rtf #*lff*g;ye**,m+':;ffi
6, El término «inercia' ¡inertia) viene de Kepler y para él quiere decir
aproximadamente lo contrario de lo que quiere decir para nosotros, a
saber, una resistencia del cuerpo a ser movido, una inclinatio ad quietem
para hablar como Nicolás de Oresme. Empleo este término, por supuesto,
cn su sentido moderno.
d Se podría sostener además que la noción de inercia = resistencia aI
l-ffiN*+ri#*fi*:mt#H#*# movimiento = inclinación al reposo, no hace más que explicitar una con-
ccpción fundamental y esencial del aristotelismo: ¿por qué efectivamente
se necesitarían fuerzas para mover los cuerpos, si éstos no opusieran re-
sistencia al hecho de ser movidos? Y ¿por qué se detendrían, privados de
motor, si no tuvieran en sl u¡a inclinación al reposo? En fin, yeudo más
229
228 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo
gran peso de la
y lo que era la qu9 oponía al
la gravedad, la doctrina galileanl posee un segunclo principio inflada, Pequeña
bala de plomo; d" "li;";;
ticlui¿o oue si el me<lio tuera
interno dentro de ella es el mismo-- a saber, el de la
-que
resistencia a la aceleración o a la deceleración que se le im- í,p.iiii..á*pr",H#.;,r,i;";,,:*,*:l';"il'X:il["i{!ü,T:
pone o hace padecer$, y esto en proporción a la magnituC tan^9li'r;i.¿,á;&lr.
la vejiga sería iguátes' Ahora.b-ien'
harían-*""¿io
'.an pequeña, qut que, en v irtud
de esta aceleración (positiva o negativa rc) y a su peso, o dire- :ut, ]:l:::"Í:';,
de que «en u
"". "i-r"
mos, de su masa, es decir, a la cantidad de materia que con- .i'uá*iti¿tumós el principio tb'u' ?3 ¡6 Dresenta ninguna re'
<Iel vacío, o ¿" tt"iqt^t'#
ottu
tiene 71. Por eso para eso- es por lo que el medio tranquilo iá' caen con la misma
y cedente resiste -y al movirniento del cuerpo descendentel las sistencia al movimie'|'i;' 'il; """tp"i
en condiciones de determrnar
partes del medio --que Galileo se representa como un fluido velocidad 74, nos ".,"á'tiu'lumos c-uerpos serrleiantes y deseme-
de
perfecto- que no tienen ninguna ligazón unas con otras (nin- Ias relaciones de vel-ociáua"t mismo medio'-bien en medios
jantes al moverse, ;i"";; el
gttna viscosidad) se oponen a su puesta en movimiento (lateral) páotiu*ot resolver -correcta-
y esto tanto rnás cuanto más rápido es este movimiento lateral, diferentes; en ot,os ;;il;; ÁIi:iJt*t"t dio una solución que'
en función de la velocidad de Ia caída de dicho cuerpo; o más mente- el problenia';i;;;
exactamente, en la medida en que sul aceleración (pascl del rrer"oi demostrad<¡' era falsa'
reposo al movimiento) es mayor. Se podría decir también:
"r"r;
en medida en que la acción sobre el medio del cuerpo que
l¿r a sustituir por la
desciende es mayor, mayor es también Ia reacción del rrredio; Realmente en las corisideracioles.dlslnadas eI papel dei medio nos
verclacl galileana "I:;;;;";;e'iii¿t"ttt' Su acción
o cle sus partes 72. Está claro que esta reacción es igualmente s"nsiuleme"t" áit"t"ttt"'
tanto más fuerte resistencia del medio tanto mayor-- aoarecerá bajo un ;t'*; en Benedetti-- estática: o'' st
cuanto más denso es -laéste; o lo que es lo mismo, más pesado. va no será dinámicJ-sino -corno aI movimlen-
El medio no se opondrá
ie prefiere, niarostátü le quitará oesgio
Está claro, en fin, que un cuerpo que baje vencerá Ia resisten-
cia del rnedio tanto más fácilmente cuanto mayor sea la fuerza iá á"r cuerpo que baje: de este camo en su manera de pre-
que le anime; en otros términos: cuanto más pesado sea; o más ;Se dio cuenta Galileo No dice de esto nI una
exactamente, cuanto más pesado sea en comparación con el ."r,iu, eI modo d"";;iá;ei-medio?
medio en cuestión. Así, hemos visto lo fuerte que era la resis- ;"^l';t'ñil;""1",,1*:'il*lJii j",::"i,'"ilT1',1#,".J,1:?:
tencia que el aire opr6¡i¿ al debilísimo mamentum de la vejiga
'#f,'.j:§;,:"fi :1ffi""I'ii*"aá-q"",lr,f ::'.[,:g;'!:T,l¿
lejos: siendo eI movimiento la actualización de una potencia, ¿cómo con-
;;; J ;;v ? ::.i.l1':
sea, nos dice que ii" il l" :fT #l":;ffi ;;medio-ersustrae
d robl
p a
em
al
en cuestión, ou'"*uul-'i'"^'i" u:'"- "r ,ry;';;'
cebir que ésta última no se resiste a la actualización?
Se podría añadir además que la noción moderna de inercia no está tan del móvit, que [eI peso] es t"ta" empleado por éste
oeso ^"f putu separar las
lejos de la de Kepler (o de Aristóteles) como parece a primera vista, y
iel móvill para abrirs! Paso t1-1 T:ái; v
como acabo de decir: al igual que ésta, es resistencia al cambio, cf. New.
ton, Principes mathématiques de Ia philosophie ftaturelle, vol. I, p. 2; Pa- ¿"""it" í'ltirno de su camrno"""
i,átr"t
rís, 1759. inmersos en
Se trata de la resistencia a Ia aceleración, y no al movimiento, al medio,aligera los cuerpos propia mate-
Y como es evidente oue 9l *n de iu
óe
que el cuerpo es "indiferente», y que sí se conserva. Es precisamente por
esto por lo que, mientras que en la caída la aceleración es neutralizada él en propo'"lo' ur'i"Iá-¿" 'ot"t"l1gt'al
por la resistencia externa (del medio), el grave continúa moviéndose con
una velocidad uniforme.
70 Por eso es preciso una fuerza mayor para conferir a un cuerpo dado
una aceleración mayor (un movimiento más rápido); Ia aceleración es
llixx,.:i:,"1.ll';'3"ÍrliJl"."ü!1i:,':',",:1?::"3§J:i:'i',l,fd3;;
la fuerza moviente' r
proporcional a la fuerza. cional a su masa' pero
7l La aceleración es asl una fuerza dada- inversamente propor- iliii,;;;:l :::1":ft?tjl.j'"lt?it-o,imiento del pénduro v en
er de ros
cional a Ia masa (peso) de-para La resistencla
75
los cuerpos sobre los que actúa.
¡2 Imolícitamente tenemos aquí la afirmación de la igualdad de Ia ac- provectilesdttt*p"?l'i""nó"ip"tu'n""'""*iiááito;tf'másadelante'
ción y de la reacción. Además fue afirmada ya, precisamente para el cho-
que, por Leonardo da Vinci. "'^'!1,?!o;,,, o. rrn.
230 231
Alexandre Koyré Et De Motu Gravi:um de Galileo
ria, obtendremos lo que buscamos si disminuimos, en la misma pro- ouita uno sobre cuatro. De ahl que' el el momento en que la bola
porción, Ia velocidad de los móviles que en el medio no resisténte
H':ffi;;;;d;;''d"l; ;it"á áe la torre' toque el suelo' la ve'
(tai y corno hemos supuesto) serían iguales. más que los tres cuartos de dicha altura' el
iü;;-úñ"re"orriao,""át mientras
Et plomo es doce -El rn¿t pesado que el agua' 'queab-
Curioso razonamiento r que confirma la interpretación de la marfil, solamente dos. agua, pues, sustrae de sus velocidades
conceircirln galileana que he dado más arriba: «el peso» es la ;;i;i;:,;;-lerian
-.i'.i.*it ie"aüt,-"r pio*o la duodécima parte' mientras
«causa» o orazón, dc la aceleración. Disminuid «el peso» que á"" te susirae-iu t"itta, de modo que cuando el plomo
actúa sobre el cuerpo: la aceleración y por lo tanto la velocidad ü"v.?"t"""aido once ürt'át "o "í ugou'pienso el marfil no habrá descen-
Si ."g"-i*ot-"ti" t"giu' que las- experiencias
disminuirán otro tanto, con tal de que la resistencia que opon- dido sino seis. t los de Arist&
ga a la acción de este peso siga siendo la misma. se ajustarán mucho o[l;;-t-;;si'ét'cát"tttos [t'e
teles.
Supongamos, por ejemplo, que el plorno sea diez mil veces más de acuerdo
pesado que el aire, mientras que la madera de ébano es solamente Sin duda alguna: el cálculo de Galileo estaría Siempre'
mucho más que el de Aristóteles'
mil veces inás pesada 78. A las velocidades de estos dos cuerpos, que con el experimento
s-e sustituyan los números re-
tomadas absolutamente, es decir, eliminando cualquier resistencia, sin embargo, que ," t'ugu Y eye
-salviati
serían iguales, sustrae el aire, al plomo, un grado sobre los diez dondos --mil, diez. miÉ áe
por números reales' que
mil, y uno de los mil a la madera de ébano o diez de diez mil zs. entre los pe-
expresen relaciones ,"ute', medidas,efectivamente
Así pues, cuando el plomo y el ébano caigan en el aire desde cual- que caen en el mis-
sos específicoss de iu*-t*tu""ias diversas
Galileo no ha tre'
quier altura, que recorrerían en tiempos iguales si se suprimiese la
resistencia del aire, éste quitará uno a los diez mil grados de velo
mo medio' e*peri,nento§ y mediciones que Nos encontra-
cidad del plomo, mientras que de los diez mil grados del ébano res- ti" rtuda alguna, ni iretende. haber hecho' imaginados'
"iro,
mos una vez más, ¿áUito de los experimentos
tará diez. Esto es tanto como decir que si dividimos la altura de la ""-tt imaginadr:s los que nos permi-
caÍda en diez mil partes, cuando el plomo llegue al suelo, se encon Sr¡n igualm"rrt"
"*p*'imentos rje las velocidades entre los
trará el ébano diez o tal vez nueve partes más atrás, de tas diez mil tirán determinar for'""tu"io'es
partes en cuestión. Pero, ¿qué otra cosa significa esto sino que una cuerpos que caen en medios diferentes'
bola de plomo que cae desde una torre de una altura de doscientas
de los medios' sino que
brazas, aventajará en menos de cuatro dedos a una bola de ébano no cornpararemos las diferentes resistencias del rnóvil al pr':so de
que cae desde la misma altura? El ébano pesa mil veces más que cortsideraremo, qt'J'tt"tti¿u el peso
",' "*o"¿"
estaño-es lnil veces más pesado
el aire, mientras que la vejiga hinchada de Ia que hablamos pesa los mediossr. eri, pói'"^:'"i,,pi., "r aeua" Si dividimos' pues'
solamente cuatro veces más. El aire, por tanto, sustrae uno de los oue el aire y diez pésado que..el
mil grados de la intrÍnseca y natural velocidad del ébano; pero a la '"""t-"'át
uu.or"tá-i"il'iono
l¿r vel<-¡cidad
en mil. gtidot' esta velocidad' y al
de la vejiga, que tomada absolutamente sería la misma, el aire le sustraerle el aire fo *ii¿ti*t parte' será de novecientos noventa
*i""ttut qo" "' el agua se moverá solamente con
sustrae la décima parte de
, Según este razonamiento, tomado al pie de la letra, las velocidacles novecientos grados, ;;át-^;;" "i ue"it"
"""t"-lá¿.r,
son proporcionales a los pesos, como en Aristóteles ---o en Benedetti.
tt' que el ury"'-:o*o
Pero precisamente no hay que tomar el razonamiento galileano al pie de fiil"-o, ahora un sólido un poco más pesado-
Si bola de esta made'
seria, por ejemplo, í;;;A;;" áe e""it'u' una
la letra, pues no se trata de «velocidad», sino de aceleración. Actualizán- otro tanto [en volumenl
dolo, como ya lo he hecho en la p.227, se podría decir que la inmer- ra pesa, pongamos por casr', mil dracmas'
de aire' sólu dos'
de agua pesará .rorJJ""l* ti"t"""tu' y lo
sión de un grave en un medio que lo «aligeraD, separa su masa gravita- rnisrn.r
toria de su masa inercial.
n Discorsi, pp. 119 ss. Señalemos una vez más el carácter no empfrico Crew y Sa1vio.[e haL]en
de las determinaciones numéricas de Galileo. Galileo no habla úl¿ «pesos especlficos'.como
so
concernin.g two n¿w
-imaginario-
D Por el hecho de estar inmersos en el aire, el plomo perderá una diez decir en su traducciói- á;-ú; D[scorsi (Dialogues
iialian and Latin into Eng-
milésima parte de su peso, el ébano una milésima; el peso efectivo del sciences by Gatíteo Cr'¡lirii.ii*fr't"¿ fro,,-ttre
Evaston v Chicago' 1939)' pero el sen-
primero será, pues, 10.000-l=9.999, el del segundo 1.000-10=990, o en lish by W. Crew u"d-Á.-á"-§;lvio,
los dos casos, igual al exceso del peso del cuerpo sobre el del medio tirloestáclaro[LatraducciÓnespañolar:it.tarnbiénemplealaexpresiÓn
(P R). .pesos especÍficos"l'
- tt Discorsi, p. 120.
Fr''
il
I'
232 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo 233
Es evidente que, suponiendo que la velocidad absoluta de la bola Cr:mencemos por citar a Benedetti e:
fuese de mil grados, en el air.e no sería sino de novecientos
y ocho-y en el agua quedaría reducida a cincuenta, dado que noventa I.a proporción de los movimientos [velocidades] de los cuerpos
el agua
le arrebata de los mil grados de peso, no'ecientos s"mejantei [por sus pesos] pero de honrogeneidades [materias] di-
jándole más que cincuenta del peso tbtal. ¿"-
un sólido"i.r".r".riu,-rro
tar se áo.,re.Ía, ferentes, moviéndose en el mismo medio y a través del misrno espa-
por tanto, en el aire a una velocidad casi veinte veces mayor que cio, es flal que se encuentra erttre'los excesos (sobre todo de sus
en el agua, puesto que Io que supera su peso al del agua
es'la vigé- pesos, o de sus ligerezas) con relación al medio..' y viceversa".. la
sima parte de su propio peso, proporción que se encuentra entre lc¡s menci<¡nados excesos con re-
Llegados a este punto me gustaría que consideráramos lo siguien_ lación a los medios, es la misma que la lque se encuentra entre] sus
te: ya que en el agua no pueden descender sino aquello, movimientos.
que tienen un peso específico superior al de aquéllá y, ".r-".po, Pongamos un medio uniforme bf7 @ar ejemplo, agua) en 9-l qu"
temente, muchos cientos de veces más pesados -q.r" "orrr""rr"o-
aire, si tra- estén cálocados dos cuerpos [esféricos] de hornogeneidades diferen-
tamos de encontrar ra relación de sus velocidades-en "i el aire'yen er tes, es clecir, de especies diferentes. A,<lmitamos que el cuerp<> dec
agua, p'demos admitir, sin caer en un error notable, que el ái." ,ro es de plomo y el cuerpo aui de madera, y que cada-uno de -ellos es
dismi'uye de manera apreciabre el peso absoruto ni,'pir más pbsado que un cuerpo parecido [en magnitud] pero de agua'
te, la velocidad absoluta de tales cre.pos. De aquí'qir", a".p"?,
"urrig,ri"rr- Admiiamos que estos cuerpos esféricos y acuosos son ¡lz y n"' admi
haber determinado en cuánto exceden ,,, p"ro .f d"i-"g.ra,
¿" tamos a conlinuación que el cuerpo acuoso igual al cuerpo aui es
q,r" m, y que [el cuerpo] ze es igual al cuerpo dec; ladmitamos finalmen-
no ofrece grandes dificurtades, diremos qr" ., verocidád en "t."
el aire. t"1
'qre
.r".po dec lde plomol es ocho veces m.ás pesado que el
es a su velocidad en el agua como su p"so totul a lo que excede
al peso del agua. Asi, por ejemplo, si una bola de ,.rurfil p"." u"i"t.
éste crr",,po n"iy el cuerpo aui lde maderal dos veces más pesado que el
onzas y lo mismo de agua, diecisiete, la velocidad del rñarfil cr".po m lde agrral s3. Digo, por tro tanto, que la- proporción del
aire es a su velocidad en el agua más o menos como vei.nte es a
en el movimiento clel cuerpo dec con el movimiento del cuerpo aui (en
tres. la hipótesis admitida) es la rnisma que la que se encuentra entre
los eicesos de los pesos de los cuerpos dec y aui con relación a los
cuerpos n -\ nl, es decir, que el tiempo en el que se moverá el cuer-
El razonamiento «hidrostático» de Galileo sigue, e incluso muy po aui será el séptuplo del tiempo en el que [se moverá] el-cuer-
fielme'te, el de Benedetti. No se diferencii ae ¿1, realmente, po tlec. Pues por la proposición III del libro de Arquímedes De in'
'siclentibus,
está claro <¡ue, si los cuerpos aui y dec fueran igualmen-
más que por la forma dialogada, la elegancia del estilo, el nú- te graves que los cLlerpos m y t't, no se moverían <le ningún modo,
mero y la variedad de los ejemplos: pues si Benedetti en su ni hacia airiba ni hacia abajo, y por la proposición VII del mismo
discusión del problema de la velocidad de la caída en er vacío [libro], que los cuerpos más pesados que el medic len el que están
y en un medio resistente, habla casi siempre de gravedad espe- colocados] r.,an hacia abajo; en consecueucia, los cuerpos auí y dec
cífica, y Galileo, casi siempre, cle graveáaa simptemente, ius se dirigirán hacia abajo, y la resistencia del húmedo (es decir, del
ejemplos implican la mayor parte de las veces u'a referencia agua) Con el lmovimiento] del cuerpo aui estará en proporción sub-
dobie y con el cuerpo dec subóctuple; se deduce de esto que el
a la gravedad específica, y eso de un modo tal que el lect<.¡r tiempo en el que e1... cuerpo dec afraviese el espacici dado estará en
no puede equivocarse. Ahora bien. al seguir el miimo camino, proporción séptupla [siete veces más lar¡¡a] con el tiempo en el que
sirviéndose del mismo esquema en sus razo- lo afraviese.. el cuerpo aui. . Pcr eso. tal como se puede deducir
-arquimediano--
namientos, Benedetti y Garileo ilegan a conclusiones sensibre- dei citado libro de ArquÍrnedes, la proporción cle movimiento a mo-
mente diferenles: mientras que el primero, como ya he dicho, virniento no es corlfcrme a la p-rcporción <ie las gral'edades ae'rl y
afirma que los cuerpos grandes y pequeños, pesadás y ligeros, dec, si:rc a la proporción cle los excesos de la gravedad de aal so-
pero de la misma materia o gravedad e.specí"t'ica, bre tn y de la de dec sobre a. Lo inverso de esta proposición está
u la" mis- suficientemente c aro por esta r¡isma proposición...
ma velocidad, y que los cuerpos de gravedades "u.r,específicas
diferentes caen a,elocidades diferentes no sólo en el rÉno sino s2 J. B. Benedetti, Resoh¡tio ontttittttt Euclidis problematum (Libri,
también en el vacío, Galileo mantiene quc su velocidad, en el op. cír.. itp.259 ss.): cf. pp. 353 ss. de mi ¿rrtículo citado en la n<.¡ta 2?. Re'
vacío, es la misma. ¿Cómo explicar esta divergencia? necletti ácompafia su crposición de un dibujo que he juzga'do inútil repro-
de un simple erro¡. del primero? ¿O es otra cosa? ¿Se trata <iucir aquÍ.
s ;f,Iádera dos veces más pesada que el agual iBenedetti exagera!
234 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo 235
De donde resulta que el movimiento más rápido no es causado de sus comentaristas mei-evales, sometiendo su dinámica a una
por el exceso de la gravedad o ligereza del cuerpo más rápido con crítica muy penetrante, dedujeron la r-recesidad de hacer de-
relación a la de los cuerpos más lentos... sino en realidad, por la pender la velocidad de un cuerpo no de la relación F: R, de
diferencia [de la gravedad] específica de los cuerpos con relación la potencia con la resisterrcia, sino del exceso de la primera
a la gravedad y ligereza fdel medio].
sobre la segunda 87. Es verdad sin embargo que Juan Filo-pón
En suma, si Benedetti admite, con Aristóteles, que Ia «vir- no se refiere a Arquímedes; y que los medievales no aplican
tud» moviente del cuerpo que baja es proporcional a su gra- su concepción al movimiento de la caída.
vedad, no se trata para él de la gravedad individual del cuerpo Treinta años más tarde, en su compilación de las Diversas
en cuestión, sino de su gravedad específica. Además, al quedar especulaciones materndticas y físicass, Benedetti vuelve a la
esta gravedad, según Arquímedes, disminuida por la acción del cuestión y nos dice que:
medio en el que se sumerge, lo que se tiene en cuenta es sólo
el peso restante, .el exceso, de peso específico del cuerpo sobre cada vez que dos cuerpos tengan que enfrentarse a una misma re'
el peso específico del medio, y lo que determina las relaciones sistencia, ius movimientos serán proporcionales a sus propiedades
de sus velocidades son las relaciones de estos excesos diferen- movientes; e inversamente, cada vez que dos cuerpos tengan una
sola e igual gravedad o ligereza, y resistencias diversas, sus movi-
tes de cuerpos específicamente diferentes. Así, el peso del cuer' mientos estaián entre ellos en proporción inversa a estas resis'
po que baja en un medio dado, debe restarse de la resistencia tencias.
del medio y no dividirse por ella; es decir, restarse del peso de
un volumen igual de este medio M. La velocidad será, pues, Atención sin embargo: no tomemos esto en el sentido de
P - R y no P : R, .r- las velocidades de cuerpos diferentes, en Aristóteles. Efectivamente:
el misrno meriio, estarán en relación de lc¡s excesos de sus pesos
sobre el del medio V, : V2 : (Pr * R) : (P, - R) 8s. Exactamente el movimiento natural de un cuerpo grave en diversos medios es
cc¡mo Cla.lileo nos lcl ha explicado. proporcional al peso [relativo] de este cuerpo en los mismos me-
Be¡edetti tiene, pues, b'r-renas razones para señalar que su áioi. po. ejempló, si el peso total de un cierto cuerpo estuviera re'
conce¡rci.ón «no es conforrne a ia doctrina de Aristóteles». ¿I-,as presentado poi a.i, y si este cuerpo se .colocara en un medio me'
tiene también para añadir que no lo es tampocr¡ a la de «nin- nos denso que él rnismo (pues si estuviera colocado en un medio
guno cle sus comentaristas que hn tenido ocasión de ver o leer, más denso no sería pesado, sino ligero, como lo demostró Arqulme-
des) este medio le restaría la parte e.i, de tal modo que la patle a'e
o con los que ha podido cr¡nversarr? Ciertamente no lenenlos actuarla sola, y si este cuerpo estuviera colocado en algún otro me'
ninguna ,aión prra sospechar que esté faltando a la verdad' dio, más densó, pero sin embargo menos denso que el propio- cuer'
Y por lo demás, su teoria, en §u integridad, no se encuentra po, este medio le-restarÍa la parte r¿.i de dicho peso' y dejarla libre la
efei-tivamente en ninguno de los comentaristas del Estagirita' parte a.u,
L,o cual no quiere clecir que se erlcuentren cosas bastante
análogas, relativas .justarnente a la rloctrina de la caída en Juan ¡
Filopán y sobre todo en su comentario a la Física de Aristóte- ¡
les, qrre cra entonces fácilrnente accesible M. Además, algun<ls
Digo que la proporción de la velocidad de un cuerpo en un me- Al contrario, en el vacío, cuerpos compuestos de la misma
dio menos denso con la velocidad del mismo cuerpo en el medio materia tendrán la misma velocidad, ya sean grandes o'peque-
más denso, será como a.e es a a.u, lo que es mucho más conforme ños; una bala de cañón no caerá más deprisa que una bala de
a la razón que si dijéramos que estas velocidades serán como ¿¿.i mosquete.
a e.i, puesto que las velocidades son proporcionales sólo a las fuer-
zas movientes... y lo que decimos ahora es evidentemente conforme
a lo que hemos escrito anteriormente, pues decir que la proporción
de las velocidades de dos cuerpos heterogéneos fde pesos específi- El razonamiento de Benedetti parece carecer de fallos y por
cos diferentesl... en el ¡nismo medio es igual a la proporción de es- lo tanto también la conclusión a que llega; los encontraremos
tos mismos pesos fespecíficos], es lo mismo que decir que las ve- nuevamente, por lo demás, en el joven Galileo. En efecto, si el
locidades de un solo y mismo cuerpo en diversos medioi están en medio «quita" pesor y por lo tanto velocidad a los cuerpos que
proporción a los pesos [relativos] de dicho cuerpo en estos mismos
medios.
se mueven a través de él; si, además, a cuerpos de iguales di'
mensiones pero de diferentes naturalezas, es decir, Pesos espe-
Todo esto no es conforme a la doctrina de Aristóteles. Pero cíficos, les quita un porcentaje diferente la cantidad
absoluta del peso «quitado" sea la misma-, -aunque
y si las velocidades
es Aristóteles quien se equivoca; al admitir sobre todo que la
gravedad y ligereza son cualidades opuestas y propias del cuer- diferentes a las que caen por esto en el mismo medio sean asl
po. Realmente no hay nada de eso: todos los cuerpos son gra- proporcionales a los erccesos diferentes de los pesos diferentes
ves; más o menos; sus cualidades primarias consisten en su respecto a este último (Vr : Pr - R y Vz: P¿ - R), ¿no se de-
densidad o en su rareza; los cuerpos ligeros no son más que duce que al suprimir la acción del medio, es decir, al colocar
cuerpos menos graves colocados en un medio que lo es más, los cuerpos en el vacío, añadimos a sus pesos y velocidades una
o más exactamente, cuer:pos más «raros» colocados en medios cantidad idéntica y obtenemos en consecuencia resultados di-
más densos ú. Ahora bien, podemos, con el pensamiento al me- ferentes? Es justamente lo que nos dice el joven Galileo en
nos, hacer variar la densidad, o la Íarcza del medio, y trans- su De motu; en particularel:
formar asi un cuerpo pesado (en relación con el medio) en uno
ligero, y al revés. Podemos también, modificando la densidad que el mismo móvil, bajando en diversos medios, sigue, en lo que
del medio, modificar igualmente la velociCad de Ia caída de un concierne a la velocidad de sus movimientos, la misma proporción
cuerpo dado en medios diversos. Podemos aumentarla, en par- que tienen entre ellos las excesos cuya gravedad sobrepasa la de
ticular, haciendo el medio más ligero. Nunca sin embargo, ni los medios; asÍ, si la gravedad del móvil fuera 8 y la gravedad de
siquiera en el vacío, llegará a ser efectivamente infinita, lo que un volumen igual del medio fuera ó, su velocidad sería 2; y si la gra-
hace caduca la objeción aristotélica contra c-l movimiento en vedad de un volumen igual de otro n¡edio fuera 4, su velocidad en
éste sería 4. Resulta de ello que estas velocidades serán entre ellas
el vacío: al contrario, es en el vacío donde los cuerpos, de pesos 2 y 4; y no como los espesores o gravedades de los medios como
específicos diferentes, caerán a velocidades diferentes, veloci- quería Aristóteles: Del mismo modo, evidente también será la res-
dades que les son propias. En efecto: puesta a otra pregunta, ¿cuál es la proporción que seguirán, en lo
que concierne a sus velocidades, móviles iguales en volumen, pero
en el lleno, la proporción de las resistencias exteriores se resta de desiguales en peso [al moverse] en el mismo medio? Las velocida-
la proporción de los pesos, y lo que queda determina la proporción des de estos móviles serán entre sí como los excesos de las grave'
de las velocidades, que serÍan nulas, si la proporción de las resisten- dades de los móviles respecto a Ia del medio; así, por ejemplo, sean
cias fuera igual a la proporción de los pesoss; por esto, [los pesos] dos móviles iguales en volumen, pero desiguales en gravedad; la
tendrán en el vacio velocidades distintas que en el lleno; a saber, Ias gravedad de uno seria 8 y [la] del otro ó, mientras que la gravedad
velocidades de cuerpos diferentes les decir, de cuerpos compuestos de un volumen igual al medio sería 4: la velocidad de uno será 4
de materias diferentesl serán proporcionales a sus pesos específi- y [a] del otro 2. Estas velocidades seguirán, pues, la proporcióu
cos absolutos. que existe entre 2 y 4 y no la que se encuentra entre las gravedades,
a saber, de 8 a 6.
8e lbid., pp. 174 ss. y supra, nota 62.
c, Es decir, si las fuerzas movientes fueran iguales a las resistencias. el Ci, De motu, pp, 272 ss.
238 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo 239
Galileo que
. -añade
mite calcular .la concepción que ha desarrollado per_
las reraciones de ras verócidades de
excede {e ninguna cantidad. Pero esto no es necesario en las pro-
dit"- porciones aritméticas: en éstas un número puede tener con otro
rentes- que bajan
-o que suben_ en diversos medios".r".foiy con_ número la misma proporción que el número con la nada... Así, 20
cluYe rz; es a 12 como 8 es ;¡ 0. Por eso si, como querÍa Aristóteles, los mo
vimientos estuvieran entre ellos en la misma proporción geométri-
Tales son- las reglas universales de las proporciones de los movi- ca que la sutilidad [de un medio] con la sutilidad [de otro] tendría
.
mientos de los móviles, ya sean de ta mismi especie o no, en el razón en concluir que en el vacío no puede haber movimiento en el
mismr¡ medio o en medios diferentes, [moviéndosl] fru"ia- ai.iü o tiempo; efectivamente el tiempo [del movimiento] en el lleno con
hacia abajo. el tiempo en el vacío no puede tener [a misma] proporción que la
sutilidad del lleno con la sutilidad del vacÍo, puesto que la sutilidad
Galileo nos advierte, sin embargo, que lá experiencia no ve- del vacio es nula. Pero si la proporción de las celeridades no fuera
geométrica sino aritinética, no resultaría de ello nada absurdo.
rifica de ninguna manera estas reglas:1os ligeros caen
más rápido de lo que deberían "uerpos
incluó, al prin-
lu9ho
cipio del movimiento, más deprisa que-caen
Esto es lo que efectivamente sucede s.
los pesados_ lo'que
además, imponiéndonos el deber de eiplicar li farta de conctr- Por eso en el vacío el móvil se moverá del mismo modo que en
dancia de los hechos observados con la teoría, no implica en el lleno. Ahora bien, en el lleno el móvil se mueve según Ia propor-
modo alguno la falsedad de ésta; las desviaciones implican la ción del exceso de su gravedad sobre la gravedad del medio en el
presencia y la acción de un factor suplementario... e3. que se mueve, y del mismo modo, en el vacío, según el exceso de
Las «reglas" de Galileo son, está claro, las de Benedetti su gravedad sobre la gravedad del vacío; y como ésta es nula, el
para é1, como para este último, la posibilidad del exceso de la gravedad del móvil sobre la gravedad del vacío será
-implican
movimiento en el vacío: los cuerpos en el vacÍo caerán a velo- [igual a] su gravedad total; por ello se moverá más rápidamente
cidades finitas; y a velocidades diferentes. El error de Aristó- [que en el lleno] en proporción a su gravedad total. Efectivamente,
en ningún lleno p<ldrá moverse tan rápidamente, dado que el exce-
teles fue no haber comprendido que gravedad y ligereza no son so de la gravedad del móvil sobre la gravedad del medio será más
cualidades últimas sino sólo propiedades relatival de los cuer- pequeño que la gravedad total del móvil; por ello su velocidad será
pos, qrre expresan las relaciones entre sus densidades propias igualmente más pequeña...
y las de los medios en que se encuentran: fue sobre todó háUer
presentado la relación entre Ia potencia y la resistencia como Las velocidades de los móviles en el vacío no serán por lo
u:ra proporción geométrica y no como una proporción aritmé_ tanto ni infinitas que absurdo- ni iguales. Serán, al
tica. Por eso concluyó que en el vacío la vetoiiaaa sería in- -lo a sussería
contrario, conformes gravedades específicas: un cuerpo
q.
finita cuya gravedad específica sea 8 caerá a 8 grados de velocidad,
o y aquél cuya gravedad específica sea 4, a 4. Al contrario, los
- lr"l en las proporciones geométricas, es necesario que la canti. cuerpos de gravedad específica parecida caerán al mismo
dad más pequeña pueda multiplicarse hasta que exceda á todu -"g- tiempo s.
nitud dada. Se necesita, por lo tanto, que dicha cantidad sea algo,
y no nada; efectivamente, la nada, multiplicada por sí misma, -no
n lbid., p. Pienso que es inútil insistir: el joven Galileo, está muy claro,
p: motu,
273.
p.273: «Sed animadvertendum est quod magna hic oritur había abrazado en todos estos detalles la doctrina de Juan
-.-?
difficultas: quod proportiones istae, ab eo qui periiulum fáerii Bautista Benedetti e7. Esta, además, no es nada absurda. Supon-
-servari comperientur. si enim duo diversa mobiiia accipiet, quae'tales
"o":óU-
ha- gamos, en efecto, que la gravedad esté causada por una atrac-
beant conditiones ut alterum altero duplo citius feratur, et'.i t"iria"i"¿" ción ierrestre, del tipo de la atracción magnética (o simple-
dimittat, non certe velocius, duplo citius, terram periinget: q"i" Lti"*
sin observetur, id quod levius est, in principio motus práeibit gravius et mente la atracción de los «semejantes» entre sí). No habría,
velocius. erit. Quae quidem, diversitatei et, quodammo prodigia,-u"áé-r"-
cidant (per accidens enim haec sunt) non'es1 hic locus-inquiiéá¿i. úirá"- cs lbid., p. 281.
d"g _"_ryp prius est, cur motus naturalis tardius sit in principi", -_ N lbid., p.283.
e4 lbid., pp. 278 ss. q Galileo, sin duda, no lo cita, pero la filiación es patente.
fir
it
240 Alexandre Koyré El De Motu Gravi:um de Galileo 241
pues, nada sorprendente en que algunos cuerpos fueran atraí- que se mueve con movimiento natural, a su cambio de estado,
dos por la Tierra más fuertemente que otros que los haría i.e, a la aceleración; si, por lo demás, se la establece como pro-
-lo
más «pesados»- y que cayeran por esto a velocidades diferen- porcional a su masa, es decir, a su peso absoluto, se llega in-
tes, oponiendo la misma resistencia interna al movimiento. Di- mediatamente, transfiriendo a la resistencia interna la relación
ríamos entonces que la masa inerte de un cuerpo y su masa de proporcionalidad geométricq que Aristóteles había estable-
gravitatoria no son iguales s. Se me objetará sin duda que, comc) cido para la resistencia exterior, a la tesis de la caída simul-
tampoco Galileo, Benedetti no explica la gravedad por la atrac- tánea de los graves en el vacío r01. Además la reintroducción en
ción, sino que la considera como una propiedad natural de los el esquema dinámico de la proporcionalidad geométrica no se
cuerpos, ligada o incluso idéntica a su densidad; lo que es per- detendrá ahí; cuando se estudie, en efecto, la caída de los
fectamente exacto. Por eso no he atribuido a Benedetti una cuerpos, no ya en el vacío, sino en medios resistentes, es decir,
teoría atraccional de la gravitación: le he propuesto sólo como cuando se estudie la acción y el papel de la resistencia exterior,
ejemplo, para demostrar que no era absolutamente necesario no nos limitaremos a constatar que se traduce por una dismi
que los cuerpos cayeran en el vacío a la misma velocidad; y que nución aritntética de la fuerza motriz; más exactamente, no de-
podrían hacerlo muy bien a velocidades diferentes e. Se podría tJuciremos una disminución aritmética del mismo grado, y por
añadir además qúe Benedetti ignoraba la noción de masa iner- Io tanto parecida para todos los cuerpos, de la velocidad de su
te, así como la de resistencia interna de los cuerpos a la ace- movirniento clescendiente: se evaluará esta disminución de la
leración e incluso, en el movimiento «naturalr, la de resisten- fuerza motriz en su relación con la resistencia interna que ha
cia al moyimiento y que por esto no podía distinguir la primera permaneciclo inalterada, y por esta relación se
-geométrica-"
cleterminará Ia velocidad resultante; o, lo que es lo rnismo, se
de la masa gravitatoria, ni tampoco identificarla con ella. Lo
que una vez más es exacto; y esto justamente es lo que explica la determinará en función de la relación del peso del cuerpo
por qué haciendo un razonamiento aparentemente idéntico al cn cuestión, al qrre se habrá restado el del medio, con su peso
de Benedetti y al que había hecho él mismo en De motu, el ahsoiuto; o lo que es lo mismo, por la relación de su fuerza
Galileo de los Discursi (y ya el del Dialogo) pudo llegar a una mt¡triz en el nredio con su fuerza motriz absoluta (en el vacío);
conclusión completamente diferente. En efecto, si no se esta- o, actualizanclo esto por la relación del peso efectivo (en el
blece, en el cuerpo que baja, una resistencia internr¿ opuesta r¡redio) corr stt masa inercial 102, Por eso volveremos a encontrar,
a la fuerza que actúa sobre él rm, si Aristóteles- no se al tórmino cie la serie infinita de resistencias continuamente
-como
tiene en cuenta más que las resistencias externas y se adntite decrecientes, opuestas a los movimientos de los cuerpos que
vacío-- una velo-
la proporcionalidad simple de las velocidades con las luerzas
movientes, sólo hay que ocuparse de la variación de la fuerza
bi.jan por medios cada vez más raros
-en el
cidad idéntica, y no ya velocidades diferentes. Pero se la encon-
motriz. El razonamiento aritmético adquiere entonces todo su tr¿rrá solamente porque se había partido de ella.
valor. La concepción de Benedetti y del joven Galileo se impone
entonces necesariamente.
Si al contrario lo hace en el pasaje que he La aserción galileana de la caída simultánea de los cuerpos gra-
-como aunqueGalileo
citado antes- se establece, no sea más que irnplícita- ves, como nos la han presentado hasta aquí los Discorsi, no
mente, una resistencia interna del cuerpo que baja, es decir, descansa, nos hemos dado buena cuenta de ello, más que en
lot Al ser la fuer¿a motriz y la resistencia interna proporcionales las
Cf. supra, nata 77.
<_losaI peso (absoluto) clel cueipo, su relación, es decir, Ia aceleración es
99 Benedetti, que «explicaba» la aceleración del movimiento de la caída constarrte. Resulta <ie ello quc g es una constante universal'
l0z La velocidacl cle rin cue.po de peso específico dado en un medio
por el engendramiento sucesivo por el grave de nuevos impetus, podia
C-a<lo, estará, ptles. cletermínada por la relación (peso del cuerpo -
peso
admitir que los cuerpos de gravedad especifica mayor (más densos) en-
gendraban impetus más fuertes. Jet áe6o):'peso clei cuerpo; o por la relación del exceso de la potencia
ri'
lm En el movimiento natural, esta «fuerza» es consustancial al cuerpo. s<¡brc la resiitencia exterior con la ¡'esistencia interior
No ocurre lo mismo en los movimientos violentos: por eso los cuerpos {
'{:l 1
razonamientos a priori y en experimentos imaginarios 18. Nunca cuando se trata de leyes fundamentales de la naturaleza
hasta aquí hemos estado ante un. experimentó real; y ninguno -como
la d.e la caída- donde el razonamiento puro basta en principio,
de los datos numéricos que Galileo había invocado expreiaba es el experimento el único que puede asegurarnos que otros
medidas efectivamente aplicadas. por supuesto no se ló repro- factores, no previstos por nosotros, no \¡engan a impedir su
cho; me. gustaría, por el contrario, reivindicar para él la glória aplicación y que las cosas se desarrollen en la ¡'ealidad sensi-
y el mérito de haber sabiclo prescindir de Iós experim-entos ble, i.n hoc vero aere, poco más o menos colno se desarrollarían
(de ningún modo imprescindibles como lo demuestri el hecho en el mundo arquimediano de la geometría cosificada sobre el
TirTg de haber podido prescindir de ellos) y prácticamente que descansan nuestras deducciones. Además, desde un punto
irrealizables con los medios experimentales a su clisposición. de vista que pudiéramos llamar pedagógico, nada sustituye al
¿Cómo en efecto realizar una caída en el vacío antes de la in- experimento: él es quien nos ha demostrado la inadecuación
vención de las bombas neumáticas? ro4 y en cuanto a los expe- de la doctrina aristotéliea a la realidad y, tanto como sus con-
rimentos en el lleno, ¿cómo medir ucactamente la ventaja o el tradicciones internas, ha convencido a Simplicio de su falsedad.
rezago insignificantes de los cuerpos lanzados desde lo álto de Y la doctrina galileana de la caída simultánea de los graves
una torre antes de la invención de los relojes de precisión? 1s es tan nueva, y a primera vista tan contraria a los hechos y al
¿Cómo además esto a pesar de los métodos ingeniosos que sentido común, que solamente una confirmación experimental
nos expone- 10ó-yhacer una medición exacta del peso o de la podría hacerla aceptable. Sin duda para los espíritus cultivados
densidad del aire? Pues si no hubieran sido exaitos y libres de prejuicios por Sagredo- los argu-
lo sabe tan bien o mejor que cualquiera- no habrían -Galileo
tenido
-representados
mentos y los "experimentos» ya alegados por Galileo son sufi-
más que muy poco valor, o incluso ño habrían tenido ninguno. cientes. Pero ¿y para los demás? Para los demás, se necesita
No se trata por supuesto de olvidar o minimizar la función otra cosa, a saberr un experimento real.
del experimento. Está claro que sólo el experimento puede dar- Por eso no nos asombra demasiado ver cómo Galileo busca
nos los datos numéricos sin los que nuestro conocimiento de la una prueba experimental de su doctrina, y no podernos más que
naturaleza es incompleto e imperfecto. admirar la ingeniosidad suprema con que, en la imposibilidad
Es cierto también lo explica con suficiente clari- de proceder a un experi¡nento directo, encuentra en la natura-
-Galileopuede revelar
dad- que sólo el experimento cuáles de los me- leza un fenómeno que, bien interpretado, y en
dios mÍrltiples, todos aptos para producir un cierto efecto, son su lugar- un poco «corregido", podría servirle -confesémoslo
de confirmación
elegidos efectivamente por él en un caso dado107. E incluso indirecta. Este fenómeno es el movimiento pendular, cuyo iso-
cronismo había descubierto o creído descubrir rB:
1o3
¿Abandonó Galileo la concepción del De ntotu por-
-benedettiana-
que se había dado cue4ta de que no cuadraba con ei experimento mucho
más que la de Aristóteles? Es posible, y ei texto que he citado anterior-
Stlvurr: La experiencia consistente en tomar dos cuerpos tan
diferentes de peso como se pueda, haciéndolos caer desde cierta al-
mente (nota 93) parece indicarlo. Está claro, por otro lado, que el descu-
brimiento de la conservación del movimiento y Ia sustitución, como efecto tura para observar así si sus velocidades son iguales, presenta al-
propio y primero de Ia fuerza motriz, dei m<¡vimiento por la aceleración guna dificultad, ya que si la altura es grande, el medio, que bajo la
(principio de inercia) no podía dejar de forzarle a tracerlo. presión del cuerpo que cae se abrirá siendo empujado lateralmente,
loa E inciuso después. Por eso, para hacer un experimento r.eal, hubo opondrá un freno m.ucho mayor al escaso momento de un rnóvil
que esperar un siglo; se Io debenlos a Atwood. muy ligero que a la gran fuerza lrtiotenzal de uno muy pesado.
tos Fue un reloj humano ei que J. B. Riccioii utilizó para los suyos; De este modo, el cuerpo ligero, en uri espacio largo, quedará muy
cf. mi nExperiment in measurement» (trad. esp. «Un experimento de me- retrasado. Y' si, por el contrario, la altura es pequeña, se podría
dición,, infra, pp. 2'14-305. muy bien pensar o que no hay diferencia alguna de velocidaci, o que
t« AsÍ (cf. Discarsi, pp. 121 ss.), pesar el aire introduciendo un volumen
determinado de aire en un odre ya lleno de éste, cor:respondiendo el ex- es inobservable, en caso de haberla.
cedente del peso al excedente de aire.
1o¡ El ejemplo de la cigarra del Saggiatore es ya clásico. EI recurso a t§ Discorsi, pp. 128 ss. El isocronisrro del péndulo parece estar gene-
la experiencia está fundado en la riqueza mis¡na del matematis¡no de la rah¡ente admitido a cc.¡mienzos del siglo xvr¡; Baliani lo erige incluso en
ciencia clásica: sobre .csto, Descartes no dice nacla distinto de Galileo: principio. l,o que distingue a Galileo es haber intentado su demostración.
cf. mi oGalilée et Descartes», Congr¿s Intern«tional d.e philosophie, pa- Sobre Baliani, cf. S. Moscovici, «Sur l'incertitude des rapports entre ex-
rÍs, 1937. périence et théorie au xvrte siécle,, Pluysis, 1960.
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Alexandre Koyré Ef De Motu de Galileo 245
244
Es esta la razón que me ha impulsado a repetir muchas veces en efecto, se puede decir que las dos bolas se mueven a la misma
las caÍdas en alturas muy pequeñas, acuntulando así un número su' velocidad cuando, en los mismos tiempos, una describe un
ficiente de aquellas diferencias mínimas de tiempo, que tal vez exis' arco de cinco grados y la otra de sesenta? ¿No está claro que
tiesen entre la llegada al suelo del cuerpo más pesado y la llegada la bola de plomo va mucho rnás deprisa? Sin duda. Pero esta
del más ligero, de forma que, una vez unidas, dieran un tiempo no velocidad mayor no tiene nada que ver con la pesadez de la
sólo observable sino notoriamente observable. Además, para darme bola, por lo menos directarnente; está en función de la altura
la posibilidad de captar movimientos extraordináriamente lentos, de la que baja; la prueba es que se pueden invertir los papeles,
en los que la resistencia del medio altera rnucho menos el efecto
del simple peso, se me ha ocurrido hacer clescender a los móviles es deiir, haóer delcribir a ta bola de corcho un arco de 50
sobre un plano inclinado, no muy elevado con respecto a la horizon- grados y a la de plomo uno de 5: lo harán en el mismo tiempo,
tal y sobre el cual, tan bien como en la caída vertical, se podrá ver át igrr.f que describirán en el mismo tierapo arcos iguales- -ya
cómo se comportan los cuerpos cc,n pesos diferentes los. Además, y sean de óinco o cincuenta §rados- a lo largo de los cuales se
matizando el r:xperimento, he querido eliminar los obstáculos que las hará bajar" Por eso Salviati responde rr2:
pudiesen derivarse del contacto de estos móviles con el plano in-
ilinado. Finalmente, he cogido dos bol:rs, una cle plomo y la otra Pero, ¿qué diriais, señor Simplicio, si los dos realizaran su viaje
de corcho, siendo a<1uélla cien veces más pesadas que ésta. Até, des- al mismo- tiiempo cuando el corcho, apartado de la perpendicular en
pués, c:ada una a dos cordones iguales, muy delgados y-de !9n- ti"i"iu gradosj tuviera que atravesar un arco de sesenta grados tr3
gitud rle cuatro a cinco brazas, colgándolas a cierta ¿l¡s¡¿"l? 110. !{¿-
y el plo"mo, alejado solahente en dos grados del centro de sus os'
Éienclo separaclo, luego, Ias dos bolas de la perpendicular, las he.cle- óilu"i,or,"s, iuviéra que recorrer un arco de cuatro grados? -¿No se-
jado que se pusierarien rnarcha al mismo tiempo; entonces, siguien- iiu, más veloz el corcho? Pues bien, es esto último lo
áo las circunferencias de los círculos descr:itos por los cordoncs, sus "" "ri" ""ro,
que la experiencia nos enseña. Pero tened esto bien presente: apar-
radios han pasado más allá de la perpendicrrlar, par"a volver, des- taclo el pÉndulo de plomo de la vertical cincuenta grados, por ejem'
pués, atrás por el mismo lugar:. Y repitiendo más de cien veces es" plo, si l,o d"¡u*ot óaer desde ahí, vuelve a la vertical, sobrepasán'
i¿rs iclas y r,i.:niclas, han demostradrl de rrrodo palpable que la bola t áota en otroi cincuenta grados, más o Inencs, para describir.cle este
rnás pesada se a<lecua de tal rnoclo al ritmo de 1a más ligera que ni modcl ,n arco de casi c'ien grados. Volviendo, después, hacia atrás
en cién vibraciones ni tarrrpoco en mil rll loülaría aquélla Ia más mí- {
p.i il *it*o, describe otro arco un poco más pequeño; continúa
nirna clelantera fminirno ntonrcntof, sino que ambas ma¡'chan al ti este vaivén, y clesprrés de un gran nrimero de oscilaciones, acaha,
misrnísirno paso. t.
iinatmente,'queaancto en reposó. Cada rrna de tales oscilaciones tie'
I_a opr:rición clescrita malifiesta taml¡ién 1a acción del mctlio, p
!
ne lugar en ti.empos iguales, lo mismo la de los noventa grados como
el cual, acarreanclt¡ algrin ob:;táculo al m'-¡r'inriento, disminuye bas-
ta¡rte Áás [la amplituá de] las oscilaciones dcrl corcho que las del
i
{;
la de cincuenta, de véinte, de diez o de cuatro, de modo que, como
consecuencia cle ello, la velocidad del móvil va languideciendo con'
sin ñacerlás, no obstante, más o men.s frecrtentes' Más aún,
plornc,'ua.ot .f tinuamente, ya que va recol'riendo en tiempos iguales, arcos cada
ui lu, dcsclitos por cl c.rrcho no ftteser. más gue cle cinco o iÁ vez más pequeños.
seis grados, mientras que los del plorno, cle cincuenta o sesenta, las un eféctó parecido, si no igual, se obtiene suspendiendo ei cor-
osciláciones se producirían ert los mismos tiernpos. cho de un hilá de la misma longitud, sólo que el corcho llega a es-
i;; ; ."po.o después de un número menor de vibraciones' al ser
Simplicio, no sin razón aparetite, se encuentra un poco des- ;;";; iij"r:', ¿eui¿o a su ligereza, de superar el obstáculo -del
coricertado por esta clemosiración (lc cariz paradójico: ¿cómo, ;i;;il. bé cúatquler modo, süs oscilacic¡nes, grandesao-lospeqrreñas'
," t,u"",. en tiemios iguales entre sí e iguales también tiempos
loe La sustitución de la caída libre por el nlovimiento sobre el plano se puede concluir, que si
incliilado cs uno cle los títul<¡s de gloria dc Galileo; fue pc-¡r experimentos
ái rá. oscilacionls de"l plomo. De donde
sobre ei plano inclinado como controló la validez rle su ley de la caída;
cl plomo recorre ,rn u.io de cincuenta grados y el c¡:rcho uno de
cf. sobre esto mis Etudes caliléennes, II, y rni «Expcriment iII measure- diei, entbnces el corcho es más lento que e1 plomo. Podrá ocurrir,
.¡¡s¡1, (trad. esp. «Un experimento de rnedicitin", infra, pp. 274-305)'
"... ciascheduna di lorrl
tro p;s¡eysi, p. 128: lto attaccata a d'Lle sottili
spaghetti egualii; se trata asÍ tle un péndulo bifilar, cuya invcnción, atri- ttz fiisc7¡si, p, 129.
Irrriá" .rnr*ulmente a la Accadertia del Cimenf¿-¡, clebe ser restit-uida a ll3 f,l ¿¡gq total de la oscilación'
Galileo. ua f,¡ l¿ giornata qiaria ae los Di.sco¡si (cf. p. 277), iGalileo afirmará,
111 Pc'demos preguntarr,os si Gaiileo ha observado verdaderamente rnil .r.io.uÁ"t t"-, qrre t úáero de vibraciones de la pelota de plonro y de
oscilaciones de su péndulo. la de corcho es el "tmismo!
rli i
i,
por el contrario, que el corcho recorra cincuenta grados mientras su superficie, lisa o mgosa, y en el caso de los que, en este
que el plomo no recorra sino sólo <iiez o seis, de modo que, en tiem- sentido, son parecidos, de su volumen. La resistencia mecánica
pos distintos, el móvil más rápido será unas veces el plomo y otras
el corcho. Pero, si los mismos móviles recorren, en tiempos iguales, está, efectivamente, en función de la relación de la superficie
arcos iguales, se puede afirmar con seguridad que srrs velocidades del cuerpo con su peso; ahora bien, esta relación es menor en
son iguales. los cuerpos grandes que en los pequeños, y eso es lo que expli-
ca que Sagredo había planteado algún tiempo antes,
La demostración está acabada 11s; la ley de la ca-ída simultá- y a-cuestión
la que vuelve ahora- por qué una bala de cañón cae más
nea de los graves está establecida; las desviaciones observadas deprisa que una bala de mosquete. El peso del cuerpo, una vez
en la realidad sensible se explican fácilmente por la resisten- más, no tiene nada que ver con eso.
cia del aire, mayor para los movimientos más rápidos y más
fácilmente vencida por los cuerpos pesados que por los ligeros;
depende también, por supuesto que siempre se ha sabido-, Se podría sostener que el isocronismo del péndulo, sobre el que
de la forma de los móviles, más -lo o menos apta para penetrar Galileo insiste tanto, no es necesario para su demostración,
y dividir el aire ambiente 11ó. Depende, en fin, de la textura de y que basta constatar que las dos bolas, de plomo y corcho,
salidas de una altura igual, llegan abajo de su carrera, i.e. a la
perpendicular, en tiempos iguales. Lo que sin duda es correc-
115 La tesis del isocronismo del péndulo, ya tratada en el Dialogo en to rt7. Pero, para Galileo, el isocronismo en cuestión representa
contextos diferentes, en cuanto movimiento de un péndulo material (gior-
nata seconda, p. 257) y en cuanto descenso por la circunferencia de un no sólo un gran descubrimiento del que está, con razón, muy
círculo (giornata quarta, pp. 474 ss.) se nos presenta aquí como fundada orgulloso; representa también uno de esos casos rarísimos en
únicamente en la experiencia.. Ocurre lo mismo en la giornata quarta de que la coincidencia de la teoría y de la experiencia es casi
los Discorsi (pp. 277 ss.) donde, a las consideraciones que acabo de re- perfecta; representa además un medio: a) de eliminar en la
ferir, Galileo añade solamente la reflexión siguiente: siendo proporcional
la resistencia del aire a la velocidad del móvil, su acción retardataria so- medida de Io posible los efectos perniciosos de las causas se-
bre los rnovimientos lentos y rápidos (grandes y pequeñas oscilaciones) cundarias (aqui Ia resistencia del aire) que alteran los de los
será la misma, y por esto no tendrá efecto en la duración de éstas. Pero factores primarios que se quieren estudiar, y b) de hacer obser.
las giornata prima y quarta transcurren a nivel puramente popular: por
vables, por su acumulación, los pequeños efectos que tomados
eso están escritas en italiano. La demostración verdadera, es decir mate-
mática, del isocronismo, se encuentra én la giornata terza; y está en la- aisladamente no podrían ser constatados. Ahora bien, indiscu-
tín. Se funda en Ias siguientes proposiciones (T. VI, prop. VI,.pp. 221 ss.): tiblemente, eso es algo de suma importaricia, un perfecciona-
l) El tiempo del descenso de un grave a lo largo del diámetro de un miento capital, que no serla exagerado llamar revolucionario,
círculo vertical y a lo Iargo de toda cuerda que pase por su punto más
I
es menor que el del descenso por una sola. De d<¡nde se deduce que el
descenso a lo largo de la circunferencia se hace a la velocidad mtixima y
que su tiempo es siempre el mismo. No se puede dejar de admirar la movimiento uniforme. Por esto mismo, existe, pará cada medio, y sobre
elegancia y el ingenio de la demostración galileana, pues si se de- todo para el aire, una velocidad mdxima que el cuerpo en cafda libre no
mostró más tarde- el descenso por la circunferencia no es -como
el más rápido puede sobrepasar, sea cual fuere la altura de la que caiga y el tiempo
ni se realiza en tiempos iguales la cicloide la que posee estos privi- que dure su bajada. Puede, sin embargo, ser sobrepasada por medios
legios- no es menos cierto que,-espara hablar el lenguaje del siglo xvrrr, artificiales, como por ejemplo las balas de nuestros cañones. Por eso Ga-
la curva «tautocrona» y Ia curva «braquistocrona» no son más que una lileo llama a las velocidades de estos últimos velocidades sobrenaturales
sola curva. (cf. Discorsi, pp. 275-278).
116 §¡¿61¿5 a. la resistencia del aire, los cuerpos que caen a esta Tierra
Es bastante curioso constatar que la fisica galileana, sustituyendo el
no pueden cunformarse cornpleta sino parcial y aproximadamente a la movimiento por la aceleración y transfiriendo la resistencia al cambio del
Iey matemática de la caída; en efecto: a) como consecuencia de la acción exterior al interior del móvil, se encuentra en condiciones de aceptar las
hidrostática del aire que ualigera, los cuerpos que en él están inmersos, consecuencias que, en la física aristotélica, conduclan a absurdos (cf. nota
la masa gravífica no es idéntic¿ a la masa inercial: los cuerpos pesados l3); especialmente: a) que toda fuerza, por mínima que sea, aplicada a
caen más deprisa oue los ligeros; b) la resistencia del medio, que crece una resistencia (inercial) por grande que sea, produce un movimiento,
con la velocidad de aceleración, no es constante sino que va en aumento; y D) que de la igualdad entre la potencia y la resistencia resulta un me
el movimiento descendente no es, i,'r:§, «uniformemente» sino udisforme- vimiento cuya velocidad es igual, es decir, constante.
mente» acelerado, y se transfornra, al cabo de un cierto tiempo, ert un l¡7 Más eractamente, seria correcto... si Io hicieran.
248 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo 249
libre por la caída en el plano inclinado. Por eso se comprende Pero miremos desde más cerca, o desde más arriba; y no es
el valor que le atribuye, y el deseo que tiene de ponerlo en una analogía, es una identidad forrnal lo que encontraremos
práctica. entre estas d<¡s fórmulas. Efectivarnente, la segunda deriva de
Pero, ¿de hecho esta coincidencia entre teoría y práctica es la primera por una adición y una sustitución: la adición de la
real? En otros términos, ¿la experiencia podÍa demostrar el resistencia interna a la resistencia externa; la sustittrción del
isocronismo del péndulo?, o, por lo menos, confirmar su de- movimiento por la aceleración. La adición de la resistencia
mostración teórica? Desgraciadamente no podia hacerlo, pues interna a la del medio exterior, no cambia la estructura de Ia
el péndulo no es isócrono, como Mersenne pudo constatar por dináurica de Aristóteles: puede considerarse incluso implicada
experiencia (y Huygens demostrar teóricamente): Ahora bien, en ella. Por eso la dinámica de Kepler, es en su más profunda
si los métodos empleados por Mersenne son diferentes de los inspiración, urra <iinámica aristotélica lm: en ella la velocidad
de Galileo, y más precisos que los suyos ¡18, no es menos cierto es siempre proporcional a la fuerza, y una fuerza constante
que la diferencia entre la duración de las grandes y pequeñas produce un movimiento uniforrne. La sustitución del movi-
oscilaciones es bastante sensible y que por consiguiente no po- miento por Ia aceleración es, al contrario, una conmoción total;
día dejar de revelarse en los que Galileo había realizadlotte. no se trata ya de una modificación de la dinámica antigua; se
¿Qué hace entonces? «Corrige, el experimento, lo prolonga en trata de su sustitución por otra.
su imaginación, y suprime la diferencia experimental. ¿Se equi- Y sin embargo... ¿Por qué Aristóteles presentaba el movi-
vocó al hacerlo? En modo alguno. Pues no es siguiendo la ex- miento (o la velocidad) como proporcional a la fuerza motriz?
periencia, sino adelantándose a ella como progresa el pensa- Porque lo concebia como un cambio, xívr¡OrS, un proceso en el
miento científico. que el móvil no está nunca en el mismo estado (semper aliter
et aliter se habet) y porque todo cambio exige Ia postulación
de una causa e incluso de una causa proporcional a su efecto.
Lancemos ahora una ojeada atrás. A lo largo de este trabajo, De donde, necesariamente, se, deduce la prop<lrcionalidad del
'hemos intentado caracterizar la dinámica aristotélica por su movimiento con la causa motriz y su interrupción en ausencia
axioma fundamental: la velocidad de un cuerpo en movimiento de ésta. No hay, ni puede haber, movirniento sin motor: sire
cau.sa non est effectus, y cessante causa, cessat effectus.
es directamente proporcional a la tuerza motriz e inversamente
proporcional a la resistencia (V : F: R) y por esto, una fuerza La física galileana, la fisica clásica, no concibe ya el mo-
-por Io menos
constante, en un medio constante, produce un movimiento uni- vimiento como cambio, sino cuando es unifor-
forme. Nosotros le hemos opuesto el axioma fundamental de la
me- como un vercladero «estado»,2r. Por eso puede perdurar
y conservarse sin «causa»: privado o separado del motor, el mó-
dinámica clásica, según la cual al conservarse el movimiento en
vil proseguir'á, pues, su movimiento. Al contrario, la aceleración
el móvil, una fuerza constante produce un movimiento no ya es un carnbio; efectivamente, el móvil no permanece en el mis-
uniforme si¡ro acelerado. Hemos seguido a través de Benedetti mo estado; se habet aliter et aliter. Por eso la aceleración exige
y el joven Galileo la crítica de la dinámica aristotélica, crítica una «Causa» O una nfuerza, estriCtamente prOporciOnal a Sf
que al pasar por la sustitución del esquema de Aristóteles misma; y deja de producirse cuando cesa la acción de ésta.
(V : F - R) por el esquema arquimediano, llega finalmente al Sine causa non est ef'fectus, cessante causa quidem cessat ef-
esquema: aceleración proporcional a la fuerza motriz... e in- fectus.
versamente proporcional a la resistencia (interna y externa): Por eso al sustituir en nuestras fórmulas los términos rela-
A = F: R, o A : F: R¡ * R". Fórmula cuya analogía con la de tivos concretos, V y A, velocidad y aceleración, por un término
Aristóteles no podría escapársele a nadie. más abstracto y más esencial, x (rívr¡or,s), obtendremos, tanto
para Galileo como pafa Aristóteles: x = F: R. Lo que, desde eI y que los filósofos que enseñan lo contrario se equivocan total-
punto de vista titoiOtico, me parece que es un resultado pro- mente. Sagredo está de acuerdo. Sin embargo, si es así, pregun-
fundamente satisfactorio. ta, ¿cómo es posible que se formen gotas de agua, incluso de
dimensiones bastante considerables, en las hojas de las coles
y que el agua permanezca unida en vez de escurrirse y disper-
APÉNDICE
sarse? Salviati confiesa que no puede explicarlo. Está seguro,
sin embargo, de que es efecto de una causa externa y no de
una propiedad interna, y ofrece de ello una prueba experimen-
En las páginas precedentes he intentado describir el uso hecho tal «¡¡tly eficaz».
por Galileb del método del experimento imaginario, empleado
simultáneamente, e incluso con preferencia, al experimento real' En efecto la,
Y justificarlo. Efectivamente, es un método extremadamente
fecündo, que, al encarnar en cierto modo en objetos imagina' si las partes de esa gota de agua que se sostiene alzada mientras
rios las eiigencias de la teoría, permite concretar esta última está rodeada de aire tuvieran una razón interna para obrar así, con
y comprend;r lo real sensible como una desviación del modelo mucha mayor razón se soste¡rdrÍan si se tuvieran rodeadas por un
medio en el que tuvieran menos propensión a descender que en el
puro que nos ofrece n. H¿Y que confesar, sin embargo, que no aire que las envuelve. Ahora bien, un medio tal sería cualquier flui-
éstá eiento de peligro y que la tentación de la concreción a ul- do rnás pesado que el aire, como, por ejemplo, es el vin<¡. Se podría,
trarrua, a la que se sucumbe bastante fácilmente, juega algunas pues, cchar vino alrededor de aquella gota de agua, sumergiéndola
veces pasadas bastante molestas, y conduce a afirmaciones que con la elevación cada vez mayor del nivel del vino sin que las par-
la realidad se obstina en desmentir. ¡Desgraciadamente, hay tes clel agua, aglutinadas por la viscosidad interna, tuvieran que di-
que advertir que Galileo no evitó siempre este peligro! sociarse. Ahora bien, no es esto 1o que en este caso ocurre, sino todo
No voy a enumerar todos los casos en que el gran florentino lo contrario: apenas el vino que se ha vertido toque la gota de agua,
sucumbió a la tentación. Me limi{aré a citar dos ejemplos, bas' ésta, sin esperar que suba mucho su nivel, se disolverá y se exten-
clerá, quedando debajo del líquido que se le ha echado si es éste
tante sorprendentes los dos. vino tinto. La causa buscada es, pues, externa y tal ,tez haya que
I. En la "digresión» hidrostática tal -que corta el de-s-arro- achacar tal efecto al aire que lo rodea.
llo de la teoría dé la caída y que por eso mismo no he analizado En realidad, se observa, entre el aire y el agua, un gran desacuer-
en el cuerpo de este trabaJo- Sagredo refiere cómo poniendo do, cosa que he constatado a través de otra experiencia. Se trata de
sal en un iecipiente de vidrio antes de llenarlo de agua (conte- lo siguiente: si lleno de agua un globo de cristal en el que se ha
niendo entoncLs el recipiente agua salada, más pesada, abajo, hccho un agujero tan pequeño como el grosor de una paja, y si,
y agua dulce, más tigerá, arriba) logró mantener en equilibrio una vez lleno, lo vuelvo con el agujero hacia abajo, el agua, a pesar
áo ét, sumergida a media altura, una bola de cera aumentada clc su peso y prontitud para descender en ei aire, y el aire, igual
de peso por unos granos de plomo, y provocar así el asombro rnente clispuesto a eievarse en el agua dada su extrema ligereza, no
sc ponen de acuerdo, la una para caer, saliendo por el orificio, y el
de ius amigos. Salviati, yendo todavla más lejos, expone cómo, ()tro para subir', entrando por el mismo. Por el contrario, permane-
añadiendo át liquiao contenido en el recipiente agua salada, ccn, más bien, Ios dos hostiles y desconfiados. Si presento, por el
o agua dulce, se puede hacer subir y bajar la bola, -y sin tontrario, a aquel orificio un vaso con vino tinto, que es en una me-
dudá, provocar así un asombro aún mayor' Tras lo cual, basán- rlicl¿r casi insensible más ligero que el agua, lo veremos inmediata-
dose in el hecho (?) de que se pueden producir los mismos ulintc elevarse lentar¡ente a través del agua en forma de trazos ¡o-
efectos añadiendo cuatro gotas de agua caliente a seis litrr¡s iizrrr, mientras que el agua, con la misma lentitud, descenderá por
de agua fría --o inversamente- concluye que el agua no posee t'l vi¡¡o sin mezciarse hasta que el globo esté completamente llerp
ninguna viscosidad y no ofrece ninguna resistencia (que no sea tlc vino, por lo que el agua caerá toda al fondo del vaso colocado
rlcha.jo. Por todo ello, ¿qué otra cosa decir, que se pueda concluir
meóánica) a Ia penetración o a Ia separación de sus partes,
rlt: lo dicho, sin<l que hay una incompatibilidad entre el agua y el
i¡irt', nristcriosa para mí, aunque tal vez...?
rz Desempeña asf el papel de intermediario entre el pensamiento puro
y la experiencia sensible. t:.t lbid., pp. tl.5
Pr Discorsi, giornota prirz¿, pp' 113 ss. ss.
252 Alexandre Koyré El De Motu Gravium de Galileo 253
Confieso que comparto la perplejidad de Salviati. Es efec- táculo del agua fuese impotente para evitar el impulso de la bala,
tivan:ente difícil proponer una explicación del sorprendente ésta la acrecentarÍa o, al menos, Ia mantendria hasta el fondo.
experimento que acaba de referir. I'anto más cuanto que si No es esto, sin embargo, lo que vemos que ocurre; vemos, por
se hiciera de nuevo tal como lo describe, veríamos subir el el contrario, que el agua, aunque sólo tuviera algunas brazas de pro-
vino al recipiente de cristal (lleno de agua) y el agua bajar al fundidad, la frena y debilita de tal modo que golpeará suavemente
vaso (lleno de vino); pero no veríamos el agua y el vino susti- el lechc¡ del río o del lago. Es, pues, evidente que aquella velocidad
de la que el agua ha podido despojarla en un recorrido tan breve,
tuirse pura y simplemente Lrno a otro: veríamos ¡rrodrrcirse no se la dejaría adquirir ni siquiera en una profundidad de mil bra-
una mezcla l¡. zas. ¿Por qué, entonces habría de permitirle adquirirla en mil codos
¿Qué hay que concluir? ¿Hay que admitir que los vinos para perderla, después, en sólo cuatro? Más aún, ¿no se ve córno el
(tintos) del siglo xvlt poseían cualidades que no poseen ya los enorme ímpetu de la bola, lanzada por el mismo cañón, se debilita
vinos de hoy, cuaiidades que los hacían inrniscitrles con el agua, al atravesar sólo unas brazas de agua, de modo que, sin ningún per-
como lo es aún el aceite? ¿O podemos suponer que Galileo, que juicio para el navío, el proyectil apenas llega a golpearlo?
sin duda nc¡ había puesto nunca agua en su vino vino era El mismo aire, aunque sea muy sutil, disminuye tanrbién la ve-
para él ula encarnación de la luz del soir- no hiz<¡ -elnunca este locidad de caída del móvil, por muy pesado que sea, como podemos
comprenderlo bien con las experiencias que siguen. Si disparamos
experirnento, sino que, habiendo oído hablar de é1, lo recons- desde la cima de una torre muy alta un tiro de arcabuz en direc-
tituyó en su imaginaciór-r, admitientlo como algo indudable la ción hacia el suelo, Ia bala tocará tierra con menos fuerza que si
incompatibilidad esenciirl y total del agua y del vino? Pol r¡¡i descargáramos el arcabuz desde una altura de cuatro o seis brazas
parte, creo qLle esta í¡liii"¡lr¡ suposicitirr es ia buena. solamente; lo cual muestra con evidencia que el impulso con el que
II. EI hecl'io de q'-re la rcsistencia del medio aI movimiento partió la bala desde el cañón, descargado en lo más alto de la torre,
del móvil uc, lenga v¿rlor constante, sino qLre aumelite ert [un- ha ido disminuyendo al descender a través del aire. Se sigue de
ción cle la velocidad «le este movimicnto y lo haga proporcio' aquí, que Ia caída desde una altura cualquiera, por grande que sea,
nalmentc a ésta compot'ta uua serie de consecuencias de cariz no es suficiente para comunicar aquella velocidad, de la que se ve
paradójico, qrre Salviati tiene rnucho gusro en exponer a sus privada por la resistencia del aire cuando, de una u otra manera,
rft, se la había conferido.
interlocutores
Del mismo modo, er destrozo que causará en una muralla una
no hay esfera tan grande bala, dispar:ada por una culebrina desde una distancia de veinte bra-
afirman«lo sin rastro alguuo de duc1a, q!¡e
zírs, no creo que lo hiciese cayendo verticalmente desde cualquier
ni de rnateria tan pesada que la resistc¡lcia del medio, por rntly pe- distancia, por inmensa que ésta sea. Pienso, por todo ello, que hay
netrable que sea, no frene su aceleración, reduciéndola a Ia larga a un límite para la aceleración de todo móvil natural que parta del
un movirniento uniforme. La experiencia misma nos da una prueba estado de reposo, y que el obstáculo que opone el medio acaba por
Y es que ninguna velocidad. gue le confiriese un motor
mr-ry clara.
reducirlo a un movi¡niento uniforme, en el que ha de mantenerse ya
externo, podría ser tan grande como para que la rechazara o se'des- siempre.
embarazara de ellas gracias a la resistencia del medio. Así, una bala
de cañón que cayese por el aire desde una altura, por ejen'rplo, de
cuatro brazas, alcanzaudo, supongamos, una velot-idad de diez gra- El largo pasaje que acabo de citar nos ofrece un bello ejem.
dos, y que, a esta misma velocidad, entrase en el agua, si el obs- plo del pensamiento de Galileo en la obra y en la acción:
Potencia... e imprudencia; uso... y abuso de la imaginación.
125 §g 6lts¡cü'larr resultados más próximos a la aserción de Salviati
¿Qué hay rnás bello y profundo que las consideraciones que le
llevan a afirmar que el movimiento acelerado de la caida no
si en lugar rle hacer en el recipiente de cristal una sola abertura, se hi- sigue ni ¡ruede seguir más que en el vacío la ley matemática
cieran dos, añadiéndoles además, a cada una, una paja o un pcqueño tubo,
uno (A) apuntando aI interior del recipiente, el otro (B) hacia el exterior. que ha establecido para é1, y que en cualquier otro medio
Se vería entonces brotar del ttrbo A una raya de vino hacia la parte su- se aleiay se transforma finalmente en un movimiento uniforme
perior del recipiente y una raya de agua hacia la parte inferior del vas<.¡, que tiene una velocidad determinada por la naturaleza del
acumulándose el vino arriba y el agua abajo. Desgraciad¿tmcnte, incltlso
en este caso, habría mezcla; además Salviati provce a su recipiente de cuerpo que baia y del nredio ambiente (relación de peso), velo-
arz orificio y no de dos,' y no le aña-de paja alguna. cidad que, por esto, podría llamarse «velocidad natural» de este
tx Discorsi, giorndta prima, pp. t36 ss. cuerpo en el rnedio en cuestión? ¿Qué hay más ingenioso que
T
254 Alexandre Koyré El De Motu Graviwm de Galileo 255
el razonamiento que nos demuestra la imposibilidad, para un alcanzar un grave en caída libre, incluso si cayera de la Luna 13.
cuerpo dado que penetra en un medio determinado, de sobre- ¿Y cómo demuestra el carácter sobrenatural de la velocidad
pasar en éste su «velocidad natural» y reconquistar la superior, de la bala? Pues, justamente, por la experiencia del tiro diri-
de la que estaba animado antes de penetrar en él y de la que le
priva el medio al aminorar su movimiento? ¿Qué hay más
sorprendente que los experimentos que ilustran y w lbid.., giornata quarta, pp. n5 ss.: *Quanto poi aI perturbamento
Ga- procedente d'all'impedimento del mezo, questo é piü considerabile, e, per
lileo- aportan una prueba experimental a su tesis?-según la sua tanto moltiplice varietá, incapace di poter sotto regole ferme esser
Y, sin embargo, si es indiscutible que los cuerpos caen en compresso e datone scienza; atteso che, se noi melteremo in considerazio-
el aire más rápidamente que en el agua y que al pasar de uno ne il solo impédimento che arreca l'aria a i moti considerati da noi, ques-
a otra aminoran su movimiento, ¿podemos elevar esta obser- to si troverá perturbargli tutti, e perturbargli in modi infiniti, secondo
che in infiniti modi si variano Ie figure, le gravitá e le vel<¡citá de i mo-
vación a ley general, y decir que al pasar de un medio más raro bili. Imperd che quanto alla velocitá, secondo che questa sará maggiore,
a un medio más denso, un cuerpo en caída libre disminuye su maggiore sará il contrasto fattogli dall'aria; la quale anco impedirá piü
movimiento? ¿No se podría entonces de la imposibilidad de tal i mt¡bili, secondo che saranno men gravi: talché, se bene il grave des-
paso llegar a la conclusión de la necesidad de Ia detención? cendente dovrebbe andare accelerandosi in duplicata proporzione della
durazion del suo moto, tuttavia, per gravissimo che fusse il mobile,
Efectivametlte, en el ejemplo «experirl€nto»- de Galileo, nel venir da grandissime altezze sará tale l'impedimento dell'aria, che
-ode cuatro brazas, sino de una,
podríamos dejar caer la bala no gli torrá iI poter crescere piü la sua velocitá, e la riddurá a un moto
media, un cuarto... y adquirir así, a lo largo de su recorrido uniforme ed equabile; e questa adequazione tanto piü presto ed in
en el aire, no diez grados de velocidad, sino cinco, unc¡, medio minori altezze si otterá, quanto il mobile sará men grave... De i quali
accidenti di gravitá, di velocitá, ed anco di figura, come variabili in
y así sucesivamente hasta el infinito. Si la velocidad en el agua modi infiniti, non si pud dar ferma scienza: e peró, per poter scienti-
debiera ser siempre inferior a la velocidad en el aire, acabaría ficamente trattar cotal materia, bisogna astrar da essi, e ritrovate e di-
por ser infinitamente pequeña y por llegar a cero. ¿Cómo en- mostrate le conclusioni astratte da gl'impedimenti, servir cene, nel prati-
tonces un cuerpo grave, de plomo o de oro, podría adquirir en carle, con quelle limitazioni che I'esperienza ci verrá insegnando., ["Por
Io que se refiere a las perturbaciones procedentes de Ia resistencia del
el agua su r'¡atural»? ¿No está claro que sor- medio, es ésta una dificultad más considerable y difícil, dada su multipli-
prendente-"velocidad -cosa y
Galileo confunde «velocidad" y "aceleraciónr; cidad de variedades, de someterla a reglas fijas y a una descripción rigu-
que más sorprendente aún- en su ejemplo de la bala de rosa. Así, si consideramos solamente la resistencia que ofrece el aire a
-cosa
cañón detenida por algunas brazas de agua, olvida la diferencia Ios movimientos hasta eI momento estudiados, vemos que llega a pertur-
barlos a todos y los perturba en una variedad infinita de modos, como
que hay entre el efecto del choque y el de la resisterrcia hidros- infinitos son los modos en que varían las figuras, los pesos y las veloci-
tática, efectos que en otras partes distinguió tan bien? Y por dades de los móviles. Por lo que atañe a la velocidad, a medida que ésta
otro lado, si es absolutamente cierto que la velocidad, y por sea mayor, mayor también será la resistencia ofrecida por el aire; esta
lo tanto el impetus, de una bala de cañón no es en ningún sitio oposición crecerá a medida que los móviles sean menos pesados, de forma
que si bien el cuerpo que desciende debería recorrer, con movimiento
tan grande como en el momento en que sale de la boca de este acelerado, un espacio proporcional al cuadrado de la duración de su mo-
último, y que la travesía de 20 brazas de aire basta para ami- vimiento, no obstante, por muy pesado que sea tal móvil, si cae desde
norar su movimiento, si es igualmente cierto que una bala, una altura muy considerable, será tal Ia resistencia que sobre él ejerza
lanzada verticalmente al aire, a la altura que suba y por lo el aire que Ie impedirá que vaya incrementando su velocidad hasta redu-
cirlo a un movimiento uniforme e igual. Esta uniformidad se alcanzará
tanto desde la que caiga, no podrá nunca volver a tierra a su tanto más rápidamente y en menor altura cuanto menos pesado sea el
velocidad de salida, ¿se puede de esto sacar la conclusión que móvil. Por lo que se refiere al movimiento en el plano horizontal, aquel
saca Galileo, a saber, que la velocidad (y por lo tanto el impe- movimiento que debería ser uniforme y constante si no se le ofreciera
/as) de esta bala, sea cual fuere la altura de la que caiga, in- resistencia alguna, es alterado por la oposición del aire hasta llegar a
dejar quieto al móvil de que se trate; y una vez más: tanto más rápida-
cluso si esta altura es varias veces mayor que la que puede rnente ocurrirá esto cuanto más Iigero sea el móvil. De estas propiedades,
alcancar al ser lanzada en vertical, no será nunca igual a la como son el peso, la velocidad y también la forma, al variar en modo in-
velocidad con que sale de la boca del cañón? Está claro que finito, no se puede tratar cientÍfica y rigurosamente. Con todo, si quere-
mos proceder así, no tenemos más remedio que abstraer tales aspectos
no se puede. Sin embargo, Galileo lo hace. ¿Por qué? Porque y una vez que hemos encontrado y demostrado dichas conclusiones que
cree que la velocidad de la bala de la culebrina es una veloci prescinden de las resistencias, servirnos de aquéllas, aplicándolas a la ex-
dad ...sobrenatural» y que sobrepasa con mucho la que podría periencia con las limitaciones que ésta nos imponga.»l
256 Alexandre Koyré EI De Motu Gravivm de Galileo 257
mos que Galileo no varió nunca en sus opiniones y su actitud por su retorno a la enseñanza de los grandes maestros del alto
estética, no podremos desecharlas como algo de poca impor- Renacimiento, había salvado el arte de la pintura tanto del na-
tancia. Al contrario, tendremos que tenerlas en cuenta y exa- turalismo grosero como del engañoso manierismo, y había Io-
minarlas con tanta atención como respeto. «No podremos ex- grado hacer una síntesis de Ia idea y de la realidad en el noble
plicar sus Considerationi al Tasso como un efecto de las con- ideal" (p. 1ó).
diciones históricas, pues muchas personas honorables tenian Ahora bien, tal como muy pertinentemente nos lo recuerda
en esta misma época puntos de vista diametralrnente opues- Panofsky (p. a), .el gran físico astrónomo había crecido en
tos. Y no podrernos desdeñarlas corno un error de juventud una atmósfera que fue mucho más humanista y artística que
inspirado en el más bajo racionalismo de una actitud unila- científica. Hijo de un músico y teórico de Ia música muy co-
teralmente científica. Realmente, se podría intentar, si esto no nocido, habia recibido una excelente educación artística y li-
fuera invertir completamente los términos de este juicio ex- teraria. Conocía de memoria la mayor parte de los clásicos
traordinario 2, por lo menos transformarlo en una aserción de latinos. No sólo había compuesto él mismo obras poéticas
complementariedad. Si se considera que la actitud cientÍfica -en
el género serio tanto como en el estilo burlesco de su amigo,
de Galileo influyó en su juicio estético, puede considerarse el satírico Francesco Berni-, sino que también había consa-
igualmente que su actitud estética influyó en sus convicciones grado varios meses e incluso varios años a una anotación de
científicas. O más exactamente, se podría afirmar que como Ariosto, a quien consideraba que le debía el saber escribir ita-
hombre de ciencia y como crítico de ar¡e, obedeció a las mis- liano, y a una comparación detaliada entre el Orlando furioso
mas tendencias determinantes» (p. 20). de éste y la Gerusalemme liberata de Tasso": en realidad, un
Ahora bien, estas «tendencias determinantes», tendencias ca- elogio entusiasta del primero y una crítica mordaz del segundo.
racterísticas de la personalidad misma de Galileo, no eran ten- Excelente dibujante, uamaba y comprendía con un gusto per-
dencias puramente individuales. Reflejan un movimiento de fecto todas las artes subordinadas al dibujo», 1l si hay que
ideas singularrnente mal conocido por los historiadores. Así, creer a sus biógrafos, N. Gherardini y V. Viviani, en su ju-
para no citar más que a uno de los mayores y más influyentes, ventud se inclinó más al estudio de la pintura que al cle las
H. Wólflin, en sus Grundbegriffe der Kunstgeschichte3 nos pre- matemáticas.
senta el estilo del siglo xvrr como una oposición resuelta al del Sea o no verdad esta última aserción. lo cierto es que en
alto Renacimiento; realmente, señala Pan<.lfsky, entre 1590 y materia de estética y de arte Gaiileo no es en modo algulro un
1615 aproximadamente se afirma una reacción no contra el alto aficionado, y no es consideradr¡ como tal por sus contempo-
Renacimiento, sin,c, al contrario, contra el manierismo de la ráneos. Muy al contrario. Por ello, cuando el arnigo de Ga-
segunda parte del siglo; reacción que se sentía mucho más lileo, el pintor Cigoli, se ve envuelto, en Roma, en un debate
próxima al alto Renacimiento, cuyos valores trataba de encon- I
l sobre la strperioridad relativa de la pintura o la escultura
trar, que a sus predecesores inmediatos «eue consideraba con i siempre y desde siempre de moda- es a Galileo a quien
la mentalidad de un joven rebelado contra su padre, que, por -tema
pide que le suministre argumentos en favor de su propio arte.
consiguiente, espera ser ayudado por su abuelo» (p. 15). Ahora bien, cosa curiosa, las razones invocadas por Galileo
nGalileo, nacido en 15ó4, prosigue Panofsky, era un testigo son completamente análogas a las que antiguamente hacÍa valer
de esta revolución cortra el manierismo, y no es difícil ver de Leonardo da Vinci, a quien Galileo no conocía y que encuentra
qué lado se ponía. Su amigo Cigoli desempeñaba en Florencia de nuevo, automáticamente en cierto modo, porque, al igual
exactamente el mismo papel que los Caracci y Domenichino en que su ilustre precursor, funda sus razonamientos en Ia supe-
Roma. Además, tenía amistad con monseñor Giovanni Battista rioridad de la visión sobre el tacto, y de \a simbolización pic-
Agucchi, amigo íntimo de estos últi¡nos, justamente padre de tórica sobre la imitación escultórica.
una teo¡:ía estética e histórica... segirn la cual Annibal Caracci, Pero no es sólo al preferir la pintura a la escultura cuando
Galilec¡ se muestra un clásico: es igualmente en sus gustos en
? Es el cle N. Leo, nTorquato Tasso», Studien zur Vorgeschichte del el interior del ámbito pictórico. I-o que ciefiende es la claridad,
Scicentismo, Berna, 1951, p. ló0. la ventilación, el buen orden del alto Renacin-liento; lo que
¡ Munich, 19i5. detesta y combate es el recargamiento, la exageración, las con-
Alexandre Koyré Actitud cstética y pcnsamiento cicnlífico 265
torsiones, eI alegorismo y la mezcla de géneros del manierismo. pintrrra al óleo. Pues, dado que una intarsia está constituida por
Estas preferencias y estas aversiones de Galileo son las que pequeños trozos de madera de coiores diversos, esta cornposi-
proyectan una viva luz sobre su crítica de Torcuato Tasso, crí- ción hace necesariílrnL'nte a las figuras secas, duras y sin ar!
tica en la que usa Lronstanter¡rente monía ni relieve. Pero en una pintura al óleo, ios contonnc¡s se
"imágenes tomadas de las
arl.es visuales" (p. 17).
"Qq¿¡¿o leemos sus Consid.erationi al disuclven suavenrente y se pasa de un color a otr<¡ sin difi-
Tasso Panofsky (ibid.)-. comprendemos muy bien cultacles; por ello, la imagen (el cuadro) se hace suarre, armó-
que para-escribe
él la elección entre los dos poetas era no sólo algo nica, llena de fuerzas y rica en relie\¡e. Ariosto rnaliza y modela
de una importancia vitai y persorral, sino incluso algo que en armonía... El Tasso trabaja a trozos, seca"mente» (p. 17).
sobrepasaba los lírnilers de una controversia puramente liieraiia. Es una actitud completamente anáIoga, una actitud uclásica,
Para é1, la dirergencia de éstos representaba mucho rnenos dos con su insristencia en la ciaridad, solrriedad y .5€'p¿ración dt:
concepciones opuestas de Ia poesía que dos actitudes antité- géneros, saber, de la ciencia por un lado .y de la religión
ticas respecto al arte y ia vida en general». En su opinión, ula o del arte-apor otro-- ia que volvemos a encontrar en la obra
poesía alegórica (la de Gerusalentme liberata, del Tasso), que cientifica de Galileo. Y su aversión hacia la ¡rumerología, tanto
tuerza al lector a interpretar tod<¡ como una alusión lejána pittrgorica corno tríblica; hacia cl empleo del simtrolismo y de
a algo diferente, semeja los «truc<¡s» de perspectiva de ciertos analogías teo y anthropocóslnicas tanto por sus adversarios,
cuadros, conocid<¡s bajo el n<¡nrbre <le .anarnor.fosisr, que, para que op<inían al descr.rbrimicnto de los «planetas mediceos, el
citar al propio Galilec¡, nos muestran una figura humana cuan- valor enrinente del número siele, cotrro por sus partidarios, que
clo se los mira de lado y ciesde un pur]to de vista determinado, iustil"ii:aban el nrimero cLtatro alegando c¡ue reflejaba Ia esencia
pero cuando se los mira de frente, cr¡mo Io hacemos nc,rrnal y ctia.tri¡lartita de Dios, del universo y dr":l ¡orrrb¡c' (espíritrl, abna,
natur¿¡lmente en ol,ros cuadros, sóio nos ofrecen un laberinto na1.r.u"alcza y ilater'ia o cuerpo); hacia l¿i adopcirin cle concepcio-
de cr¡lores y líneas, a las que ¡.,odemos, si ponemos enipeño, les alrimistas en astrorromía o en física: esta avcrsión es estri<>
encontrar pirrecidos c<¡n rír¡s, playas, nubes r: lormas extrañas lÍirnr.:ntc paralela a su fcroz t-rposición al r¡ranierisulo litorario
y qlrirnéricas». Igualmente, pensaba, la poesía alegórica, a me- .'v pir-:l<i.,r'ico, cuya impr:rtancia I' profunclidad ltos ha rnoslrado
nos qrle logre "evitar el m/rs mínirno rastro clc esftrerzor, obli- tan bien Panofsk',¡. Es este "clasicism<¡,, de Galileo c:l que
ga a la narración n;,rtural, generalmente bien visible y que pue- pal(ice p(¡cler arrojar alguna luz sobre el enigma de sus rela-
de scr contenrpla«la cie frenl-e, «a adaptarse a un senticlcr alegó- cioirr:s cori Kcpler.
rico considfirallo clbli(:rríirnentc y únicanrente itnplícito», y «lo .,$c s¿rbc (pero uo se c-'orllprcrncle apr:ltas) Panofs-
obstruye de un rnoctro cxt¡'avagante c<¡n invenciones fantásticas, kv (p 20)"-- que Galilco, no srilc¡ en sus yrrinreros -escribc
escritos, sino
quiméricas v perfeclarlc:nte irrritilcs» (p. l3). «Por eso, no es irrr lil,;; (it sLr Dialof,,o .topra i due ntassími sislemi dcÍ niondr.t,
sólo corn¡:rar¿rndo el rntllodo 'aleg<irico' clel lasso ccln la ana- i1,:1¡.12. lil'rr<; que hizo rie él un¿¡ víctirr¿r dur"ante srr ticla. y un
morfosis pers¡>ectivista como Galileo asimila las intenciones simbolt"¡ c1,: lu ,rb.rlad intcleclurrl para l¡s lierlpos f irlutos, ig.
del Orlandt¡ furioso (tennina<lo harcia 1515) con las del arte noró cornplctarrrcnlc ltrs dcscui¡r'irnic:ntos aslr<¡iltilnicos lund¿¡-
clásico del Renacimiento, v Ias aspiracir¡nes de la Gerusalemme mcn"talcg de Kepler', su intr'épido cornpañero de aunas en I¿l
liberata (lerrninada hacia 1545) con las del manierismo. Muy Iitcha por cl recono<:iltiento dcl sistcma de Copérnicü y su c'o
al principio de las Consideratioizl, dr:scribe el contraste entre los lega en la Acadentia dei Lincel, colega cr.¡n ei quc rnanteníui re-
estilos del 'Iasso y rlel Ariosto, en términos qr:e casi sin cam- lac.ioncs de estima y de confianza mutua.»
bios ¡.rodrian aplicarse a ia descripción de dos cuadros (la lvfa- Para explicar estc' hecho, profunclarnente inquielalirc, ('on-
tlomru de Foligno, de Rafael, y la Inmacuiada Concepción, de fesirnoslo, no se puede, corno se ha propuestc¡ a veces. invoca.r
Vasaria..) c incluso a la cle cualquier obra del Giorgione o de Ia ignolancia cle Galileo respcctc) a la obra tle Kepler. Es rnuy
Tiziano cor.r.r¡lalada con cualquier obla de Bronzino o de F'ran- difícil cleer que Gerlileo no hLll)iera conocido nLlnca los tratra-
cesco Salviali. ilf'ectivanlentc, escribe Galileo, «el relato del jos del ilustre «rnatemático imperialu a quien además debía
Tasso se parece rnucrho más a una intarsia (ta::acea) que a una la victoria en la controversia consecutiva al descubrirniento de
los «astros mediceos"; efectivamcnte, fue el apoyo dado por
a Panofsky publica sus reproclucciones. Iíepler al Nuntius sid,,:reus y, aún más, la elab<¡ración cle la
266 Alexandre Koyré Actitt.td estética y pensamiento cienfífico 267
teoría del instn¡mento telescopio- empleado por Gali- libro de pugna, de polémica fi!.osófica, mucho más que un libro
leo en su trabajo, lo que-delhizo inclinar finalmente la balanza a rle astronomía. En favor de mi. opinió;: invocaba el hecho de
su favor. Además, es sabid<¡ que los descubrimient<¡s de Kepler r¡ue el sistema dei propio Copérnico esto es igualmente vá-
eran conocidos y aceptados por los partidarios de Galileo. Así, lido para el de Tolomeo-- no se expone -y allí en su realidad con-
Bonaventura Cavalieri dice en su Specchio ustorio (en 1632) creta (la cxcentricidad del orbe terrestre corr relación al Sol, el
que Kepler "ennobleció inmensamente las secciones cónicas número y la composición de los orbes planbtarios, etc....), sino
demostrando claramente que las órbitas de los planetas no eran que se nos presenta en su forma más simple --el S«:l en el cen-
círculos, sino elipses»i y ya veinte años antes uson mencionadas tro, los planetas moviéndose alrededor del Sol en círculos--, for-
las elipses como algo universalmente conocido y como una res- rna que Galileo sabia positivamente que era falsa. Yo habría po-
puesta conveniente a las cuestiones dejaclas sin solución por didr: alegar que si Gatileo hubiera querido escribir una <¡bra
la teoría original de Copérnico, nada menos que por el propio de astronomía no de filosofía general- habria tenido que
fundador oe la Accademia dei Lbtcei, Federico Cessi, que el 12 estrrdiar', corno -y
lo hizo Kepler en su Aslronontia nova, no dos,
de iulio de 1612 escribe a Galileo: ..Creo como Kepler que obli- sino /res grandes sistemas del mundo. No habría podido, como
gar a los errantes a la precisión de los círculos sería atarlos lo hizo, olvidar a 'Iycho Brahe...
contra su voluntad a una rueda de molino...; por eso sé, como
vos mismo, que muchos movimientos no son concéntricos, ni
con relación a ia Tierra, ni con relación al Sol..., y quizá no Panofsky nos objeta que Galileo había incluido en su Dialogo
hay ninguno que lo sea si sus órbitas son elípticas como pre- bastantes cosas difíciles y que habría podido añadir aún más sin
tende Kepler» (p. 22). temor a confundir a su lector. Creo, por mi parte, que Panofs-
La conciusión de Panofsky, que, con mucha razón, insiste en ky desconoce la diferencia de grados de dificultad entre las
la importancia de ia carta de Cesi --ésta parece haber escapa- cosas que Galileo discute en el Dialogo el nuevo con-
do a la atención de los historiadores y biógrafos de Galileo- cepto de movimiento- y las que deja a-incluso
un lado, y que subes-
me parece, pues, indiscutible 1p. 23): nDesde, por lo menos, tima en cierto modo el carácter insólito de las leyes de Kepler.
1612, es decir, sólo tres años después de la publicación de la Reconozco, sin embargo, que la explicación que acabo de ex-
Astrono¡nia nova y veinte añ<¡s antes de la publicación de su poner es insuficiente; pues si podía como mucho explicar el
propio Dialogo, Galileo estaba al corriente de la primera y se- silencio del Dialogo, no puede explicar el de Galileo.
gunda leyes de Kepler. No fue por falta de información, sino Panofsky tiene, pues, razón al admitir que se trata cle algo
deliberadamente, por lo que las ignoró. Y nosotros hemos de distinto, más profundo, y citar a propósito de esto la frase
preguntarnos por qué." de Einstein¡ .,Que el progreso decisivo realizado por Kepler
A este porqué, Wohlwill, en su Galileo Galilei und sei no deiara ninguna huella en la obra de Galileo es una ilus-
Kampf fiir die copernicanische Lehre (vol. II, p'88), había res- tración grotesca del hecho de que, a menudo, los espíritus
pondido que, para Galileo, qr-re sabía muy bien que el sistema creadores no son receptivos en modo alguno.» Tiene igualmente
copernicano comportaba dificultades cuya solución era indis- razón al no contentarse con una simple falta de receptividad y
pensable si se le quería elevar al rango de una verdadera as- al ver en la ignorancia de los descubrimientos keplerianos por
tronomia del sistema solar, pero que, con toda probabilidad, Galileo, la expresión de su rechazo tácito por este último, "que
no creía en el valor definitivo de las soluciones de Keplcrr, no se parece haberlos excluido de su espíritu por un medio que se
trataba cie alcanzar esta meta puramente científica; se trataba podría llamar el proceso de eliminación automática, como algo
cle «hacer ver claro a todo ser pensante la superioridad cle la que era incompatible con los principios que dominaban su pen-
concepción dei doble movimiento de ia Tierra (copernicana) samiento tanto como su imaginación, (p. 24).
sobre la concepción del mundo tradicionalr. Yo mismo, en mis Lo que quiere decir, en el fondo, que rechazó las elipses de
Eturies galiléennes, había intentado erplicar el silencio de Ga" Kepler por la simple razón de que eran elipses..., y no círcu-
Iileo en el Dialogo por el hecho r1e que esta obra, escrita en los, como estaba mandado.
italiano y no en latín, dirigida al hr-,rnbre culto al que se inten- Todos los historiadores conocen el famoso pasaje en-
taba ganar para la causa (opelnicarra, y no al técnico, era un cuentra justo al principio del Dialogo- en el que Galileo-se nos
\
268 Alexandre Koyre Actitud estética y pensamiento cientlfico 269
explica la perfección inherente al movimiento circular «que intrusión del carácter rectillneo; una forma que, Por este hecho
parte siempre de un término natural y se mueve siempre hacia mismo, no podía ser Producida por lo que él concebfa como un
un término natural; en el que la repulsión e inclinación son movimiento uniforme; y que, Podemos añadir, había sido tan
siempre de igual taerzar; que por esta razón no es ni retar- expresamente rechazada por el arte del alto Renacimiento
dado ni acelerado, sino uniforme y, por consiguiente, capaz de como adoptada por el manieris¡¡e" (p' 25)'
una continuación perpetua que no puede tener lugar en un Se podiía casi decir, por tanto, aunque Panofsky no lo diga
movimiento rectilíneo y continuamente retardado o acelerado. quizá no hay ni siquiera necesidad de emplear -el «casi»-
Todo el mundo conoce igualmente los pasajes, no menos fa- -y
que ba[leo senfía por la elipse la misma invencible aversión
mosos, en los que Galileo nos dice que eI movimiento rectilíneo que experimentaba por la anamorfosis; y que la astronomía
podía haber sido empleado para conducir la materia (dei mun- de Kepler era para él una astronomía manierista.
do) a su sitio, pero que, una vez acabada la obra, «la materia
debe, bien permanecer inmóvil, bien moverse circularmente»,
y que "sólo el movimiento circular puede convenir de un modo por mi parte, creo gue Panofsky tiene mucha tazón al insistir
natural a los cuerpos naturales que componen el mundo y que en el eminente papei que la idea de la circularidad desempe-
están dispuestos en el mejor orden, mientras que e[ rectilíneo, ñaba en el pensamiento de Galileo, al recordarnos, por. ejemplo,
dígase lo que se'diga, está asignado por la naturaleza a estos que una vez más, de modo sorprendente con
cuerpos y a sus partes cada vez que se encuentran fuera de -coiniidiendo,
ieonardo da Vinci- Galileo ve la característica de los movi-
los lugares que les correspondenr. mientos del cuerpo animal, o humano, en la rotacdón de sus
Todo el mundo conoce estos pasajes y nadie puede leerlos miembros alrededor de sus puntos de unión «cóncavos o con-
sin una cierta desazón; hasta tal punto nos parecen antigali vexos» y los reduce asl al «sistema de círculos y epiciclo-s",
leanos; no podemos admitir que Galileo haya profesado seria- mientrai que Kepler afirma, por el contrario, gue «todos los5
mente estos tópicos aristotélicos, tan contrarios al espíritu músculos óp"run iegUn el principio del movimiento rectilíneo»
mismo de la ciencia nueva, de s¿¿ ciencia, con su negación de ios y niega "que Dios haya instituido un movimiento perpetuo no
«lugares naturales", la geometrización del espacio, la destruc- iectillneo que no esté guiado por un principio espiritual». (pá-
ción del cosmos. Como no podemos admitir que Galileo haya gina 2ó). [,ie pregunto, en cambio, si tiene la misma razón al
podido, a no ser en broma o por deseo de mixtificación, en- áecirnos que,- oal contrario que Galileo y anticipándose a la
señar en su Dialogo el carácter circular del movimiento de física postgalileana [KePler], consideraba el movimiento rec-
caida: ¿no había demostrado él mismo que la trayectoria del tilíneo, y nL el movimiento circular, como el movimiento pri-
tiro era una parábola? Sabemos que la obsesión por la circula- vilegiadó en lo que concierne al mundo corporal [físico]u' Por
ridad era poderosa en el espiritu de Galileo... Pero de todos un Iado, en efecio, el carácter privilegiado del movimiento rec-
modos nos resistimos y tratamos de atenuar el alcance de sus tilíneo para el mundo material es una de las tesis más funda-
sorprendentes aserciones, nos esforzamos por «interpretarlas» mentalás de la física tradicional (la de Aristóteles): si para
y "explicarlasr. ésta el movimiento circular es natural en los cielos, es porque
El gran mérito de Panofsky está en haber roto con estos justamente las esferas y los astros no son materiales, o porque,
procedimientos; al haber abordado a Galileo por una vía insó- por lo menos, su materia es completamente distinta a la de
lita, ha logrado, me permito expresanne así, superar completa- nuestro mundo sublunar. Ahora bien, si Ia física moderna, a
mente la obsesión de la imagen tradicional de éste. Por eso es cuyo establecimiento Galileo y Kepler, los dos, contribuyeron
capaz de tomar los textos en cuestión at their face value, es tan poderosa y distintamente, reconoce al movimiento recti'
decir, al pie de la letra, y puede escribir que fue «simplemente tínei un privilégio absoluto, es en un sentido muy distinto de
imposible para Galileo visualizar el sistema solar como una
combinación de elipses». Allí donde nosotros no consideramos
s Es interesante señalar que, mientras que Galileo habla de los zovi'
al círculo más que como un caso especial de la elipse, Galileo mientos de los miembros dei cuerpo animal (cinemática), Kepler conside-
no podía dejar de sentir que Ia elipse es un círculo deformado; ra el de los músculos que los producen (dinámica). Ocurre lo mismo en
una forma en la que el «orden perfecto» ha sido turbado por la lo que concierne a la astronomla'
270 Alexandre Koyré
Actitud estética y pensamiento científico 271
aquel en el que lo hace el matemático imperial. para éste, el Panofsky, además, no discrepa: «Kepler y sus amigos -+s-
privilegio del movimiento rectilíneo expresa la finitud e im- cribe (p. 28)- no estaban menos anclados en la creencia de la
perfección relativa necesaria- del mundo creado: un supremacía ideal del círculo y de la esfera que Galileo. Igual
-pero
movimiento rectilíneo perpetuo y uniforme es rigurosamente que el de Galileo, el universo de Kepler conservó siempre la
imposible; para aquélla su privilegio consiste justamente en el forma de una esfera finita y bien centrada él era la
hecho de que, en su universo infinito, es, por excelencia, el
-para
imagen de la divinidad- y experimentaba un 'horror misterio-
movimiento que prosigue eternamente. so' ante el solo pensamiento de la infinitud 'sin límite ni cen-
No olvidemos tampoco que si Kepler pudo superar efecti- tro' de Bruno., Panofsky no hace de Kepler un «moderno».
vamente nla obsesión de la circularidad», no lo hizo del todo: el Muy al contrario. En efecto, «si admitimos como 'moderno'
movimiento de los planetas, aunque no sea ya «natural» ni (p. 28)- la eliminación del alma de la materia, inclu-
siquiera uanimalr, sino producido por un motor exterior, no -escribe
yendo los cuerpos celestes, Kepler estaba mucho más cerca
engendra en él tampoco en Galileo- fuerzas centrifu- del animisrno clásico, tan vigolosamente revivificado por el Re-
-como
gas... No olvidemos, en fin, que si Kepler llega a sustituir los nacimiento, que Galileo; si estuvo en ciertos aspectos y en
círculos por elipses no lo hace de buen grado ni porque tenga casos de gran importancia, más cerca de la verdad [que Gali-
una predilección cualquiera por esta curva tan curiosa; es por- leol no fue tanto porque tuviera menos prejuicios como porque
I
que no puede hacer otra cosa. En efecto, como astrónomo de sus prejuicios eran de un tipo diferente».
profesión, que escribe para técnicos Esto es justo sin duda; no creo, sin embargo, que lo sea
para hombres cultos- no puede descuidar, -y no, como Galileo,
como éste último, por completo. Kepler, me parece, no tenía solamente diferentes
los datos empíricos, es decir, las observaciones muy precisas «prejuicios» que Galileo: tenía realmente más que é1. 0, si se
que le dio Tycho Brahe. Su deber es dar una teoría no general, prefiere, había guardado o incluso reforzado ciertos r«prejui-
sino concreta, de los movimientos. Y si con un atrevimiento cios, que Galileo había perdido o que se habían difurninado en
intelectual incomparable se decide a introducir en los cielos su espíritu. Tal como, por ejemplo, el horror ante el infinito
un movimiento no circular 6, no lo hace más que después de del Universo: al contrario que Kepler, Galileo no experimenta
haber intentado vanamente acomodarse a Ia tradición. Sin duda,
ninguno. Por eso, su mundo, aunque sigue siendo finito, no
post factum se percibirá que la adopción de la elipse introduce
está, como el de Kepler, limitado por una bóveda celeste que
una simplificación maravillosa en el sistema de los movimien-
sostiene las estrellas. Este mundo ya no es, o lo es apenas, un
tos planetarios, que una trayectoria elíptica está más de acuer-
do con una concepción dinámica suya- de estos movi- cosmos. Y, sobre todo, ya no es lo es para Kepler, que
-la por ve en el Sol una imagen y casi una-comoencarnación del padre,'en
mientos, que una trayectoria compuesta movimientos circu-
lares, y que tal trayectoria en su imperfección- la bóveda celeste la del Hijo y la del Espíritu Santo en el in-
conviene más al mundo móvir -justamente
temporal y cambiante, que la tervalo- en absoluto la expresión de la Trinidad creadora.
suprema perfección de la esfera. Pero sólo se dará cuenta Ahora bien aquí volvemos al problema de la actitud de
-y y a los análisis magistrales de Panofsky--,
Galileo hacia Kepler
después. Pues como Galileo {, I decir verdad, todavla menos
que él- no dudó jamás de ésta, y como Galileo no logró ja- es muy probable que la simbólica de Kepler y su uso de los ra-
más ver en la elipse otra cosa que un círculo deformado. Por e<¡namientos cosmoteológicos suscitaran en Galileo la misma
eso, para obligar a los planetas a describirla en el cielo, se vio aversión que provocaba en él el alegorismo de Torcuato Tasso'
obligado a atribuir a éstos una "liberación» sobre sus rayos Y el animismo de Kepler, su atribución ai Sol de un alma mo'
vectores y motores propios que se la hacen realizar. En efecto, triz en virtud de la cual gira sobre sí mismo y emite, como un
bajo la única influencia de la acción motriz del Sol, los planetas torbellino muy rápido, una fuerza motriz magnética o casi rnag'
describirían círculos. Es la acción de sus motores propios la nética que atrae a los planetas y los arrastra alrededor de é1,
que los desvía de este recto camino. debía «rbrar en el rnismo sentido" Para Galileo eso era una
vuelta a concepciones mágicas; como el repetido recurso de
Kepler a la noción de atracción que ningún galileano podrá
ó A decir verdad, Tycho Brahe lo habfa hecho ya. Pero sólo en el caso
aceptar nunca.
de un cometa.
r -l
272 Alexandre Koyré Actitud estética y pensamiento científico 273
_ Es una desgracia que Galileo no haya sabido distinguir entre que Kepler partió de una cosmología esencialmente mística,
el contenido matemático y la subestructura «flsica, de la doc- pero tuvo la fuerza de reducirla a aserciones cuantitativas, por
trina de Kepler. No se lo reprochamos, sin embargo, demasiado: lo que fue capaz de convertirse en un astrónomo tan «mo'
el contenido y la forma parecían solidarios, y en-Kepler mismo clerno, como lo fue Galileo en cuanto físico. Libre de todo mis-
la aceptación de las trayectorias elípticas estaba ligada a una ¡icismo, pero sujeto a sus prevenciones de purista y clasicista,
concepción dinámica, la cual, a su vez, estaba apoyada en un Galileo, el padre de la mecánica moderna, fue, en el ámbito de
animismo astral o por lo menos solar. la astronomía, un explorador más que un demiurgo» (p. 31).
Dicho esto, no es menos cierto que *ésa es una de las pa- El purismo es una cosa peligrosa. Y el ejemplo de Galileo
radojas más asombrosas de la historia: allí donde el empirismo ---eu modo alguno único, por lo demás- demuestra bien que
progresista de Galileo le impidió distinguir entre la forma ideal no hay que exagerar nada. Ni siquiera la exigencia de claridad.
[del círculo] y la acción mecánica, y por esto mismo contribu-
yó a mantener su teorÍa del movimiento bajo la égida de la
circularidad, el idealismo «conservador, de Kepler lé permitió
hacer esta distinción y por esto mismo contribuyó a liberar su
teoría del movimiento de la obsesión por la cirtuhridad" (pá-
gina 29).
Se podría decir, creo, que la paradoja es aún más profunda:
pues la sustitución por Kepler de la cinemática prrra de sus
predecesores por una dinámica celeste, la idea grandiosa de la
unificación científica del universo o, para emplear los térmi-
nos del propio Kepler, ld identificación de la física celeste y la
terrestre, reposa, sin duda alguna, en la destrucción por Co-
pérnico de la división del mundo en usublunar» y «astral». pero
reposa igualmente en la fidelidad de Kepler a la concepción
tradicional, aristotélica, del movimiento-proceso.
En efecto, al haber permanecido fiel a esta concepción, se-
gún la cual todo movimiento continuo implica necesariamente
la acción igualmente continua de un motor, la unificación ma-
terial del mundo, es decir, la asimilación de la Tierra a los pla-
netas, y, por tanto, de los planetas a la Tierra, le impuso la
pregunta -que dio origen a todo lo demás-i a quo moventur
planetae? (¿qué es lo que hace girar a los planetas?). En cam-
bio, dado que al haber repudiado la concepción aristotélica del
movimiento, Galileo llegó a la del movrmiento-estado y al des-
cubrirniento del principio de inercia que había extendido al
movimiento circular, o más exactamente, del que no había ex-
cluido a este movimiento, no necesitó plantearse esta pregunta,
y habiendo meditado largamente sobre el problema a quo mo-
yentur proiecta?, se contentó con la respuesta a nihilo que
había obtenido.
Las vías del pensamiento humano son curiosas, imprevisi-
bles, ilógicas; parece preferir los rodeos a la línea recta. por
ello, lo mejor que podemos hacer es adoptar la conclusión del
admirable trabajo de Panofsky: «Fue quizá precisamente por-
a- -
1
LIN EXPERIN{ENTO DE MEDICION * Un experimenta de medición 275
¡
I
Sin embargo, sea cual fuere la imporiancia. de los nuevos
y reunidos por los venatares, la acumu-
¡
ohechosu descubiertos
lación cle un cierto núrnero de uhechosr, e§ decir, una pllra co-
leccii¡¡ de §atos de observació1 o de experiencia, no colrstituye
una ciencia: ios «hechos, deben ser oldenados, interpretados,
explicados, Dicho de otro modo, hasta que se somete a un tra-
tarniento teór'ico, un conocimiento de los hechos no se con'
vierte en rlna ciencia.
Por otra parte, la observación y la experiencia *es decir, la
observación y la experiencia en bruto, las del sentido común-
sol<-, clesernpáñuron urla función poco importante en la edifi-
Cuando l<¡s historiadorc-s de Ia ciencia modernar tratan de defi- cación de la ciencia moder.na 3. Incluso se podría decir que han
nir su esencia y su estructura, insisten la mayoria de las veces constituido los prirrcipales obstáculos que la ciencia ha encon-
en su carácter empírico y concreto por oposición al carácter trado en su camino. No la experiencia, sino la expe.rirnentación,
abstracfo y libresco de Ia ciencia clásica y medieval. La obser- es la que desarrolló su crecimiento y propició su victoria: el
vación y la experiencia lievando una ofeusiva victoriosa contra empiriÁnro de la c.iencia moderna no se basa etl Ia experiencia,
la tradición y la autoridad: ésa es la imagen, igualmer':.te tra- sino en la experimentación.
dicional, que se nos da habitualmente de la revolución inte- Ciertamente, no ha1' necesidad cle insistir aquí en la dife-
Iectual en el siglo xvlt, de Ia cual la ciencia moderna es, a la rencia entre «experiencia» y «experimelltación»' irlo obstante,
vez, la raíz y el fruto. querría llamar lá atención sobre el estrecho vínculo que existe
Este cuadrc¡ no es en absoluto erróneo. Por el contrario: es lu experimentación y la elaboración de una teoría. Lejos
perfectrrmente evidente que la ciencia moderna ha ampliado "nt."
de oponerse, la experiencia y la ter:ría se encuentran vinculadas
más allá de cualquier posibilidad de evaluación nuestro cono- y ,rüt,rurrr"nte interdeterminadas, y con el desarroilo tle Ia pre-
cimiento del rnund<¡ y acrecentado cl númer'o cie "hechos, Liri¿., y el perfeccionamiento ¿e la tec'rria es como crecen la
--toda clase de hechos* que ha descubierto, observado y re- precisién y ót perfeccionamiento de las experiencias científicas.
unido. Además, así es justamente como algunos de los funda- Ln efecto, ai ser una experiencia científica -colno tan bie* lo
dores de la ciencia moderna han consideraclo y comprendido ha expresado Galileo-" una pregunta que se plantea a la natu'
su obra y se han comprend.ido a sl mismos. Gilbert y Kepler, ralezi, resulta perfectamente claro que Ia actividad que tiene
I{arvey y Galileo, todos ensalzan la admir:able fecunclidad de la. como resultado plantear esa pregunta está en función de la
experiencia y de la observacirin dirr:cta, oponiéndola a Ia e-cte- el¿rboración del lenguaje en el cual se formula esa actividad.
rilidad del pensamiento abstracto y especulativo 2. l.a experirnentación es un proceso teieológico cu¡ro fin está de-
terminado por. la teoría. El «activismrr» de la ciencia moderna,
tarr bien aáverticlo activa, operativa--- y tan mal in'
'Traduccion por Serge ilutin del tcxto nAn experitncnt in measure' -scientia
ter.pretadcl por Bacon, sólo es la cc,ntrapartida de su desarrollo
ment>), aparecido en los Pr,tceerii¡tgs of the hnericatt Philosophical Socie'
tv, vol. 97, ntim. 2, abril de 1953. It:órico.
1 Utilizaré la expresión «ciencia mode¡'na, para la cicticia que sc lta Por otra parte, tenemos que afiadir ---y estD determina .los
constituido en los siglos xvrr y x\:rlr, r:s decir, en el periodo quc va, g¡os- I caracteríSticos de la ciencia moderna- que Ia investiga-
¿tsLr()ti
so tnodct, de Galileo a E,instein. A veces se denomi¡ra a esta cienr:ia «clá- cióir teórica adopta y desarrolla el rnodo de pensar dei matemá-
sica» por opc'sición a la ciencia contemporánea; no seguiré ccta costum-
bre .v- reservaré la denominación ociencia clásica" para la ciencia del mun- tico. Esta es la razón por Ia cual sll oempirismo" difiere fofo
do clásicc, principalmente la de los griegos.
2 Cf., por eiemplo, W. Vlheu'ell, Histort' of lhe inductit'e sciences, 3 vo' 1 Cornc, ya lo han reconocidc Tannery y Duhem, la ciencia aristotélica
Iúnrenes, Londres, T. W. Parker, 1837; E. i'[ach, Die Mechaník in ihter ('r)n.uílrda hucho mejot con la experiencia común que la de Galileo y
Entwicktung, histc,risch-kritisch durgestel\, l,eipzie, F. A. Brockhaus, I883, I)c'scallcs. Cf. P. TanIiery, «Galilée et les principes de la dynarnique",-en
9' ed., Leipzic, F. A. Broc:khaus, 1933; en francés con el título t-¿t mécani- l\'(,itnoire:; st:ientifiques, t. VI, ¡,p. 400 ss., Toulotrse, E. Privat, 192ó; P' Du-
que, obra traducida dc la cuarta edición alemana, Paris, A. llermann, 1904. lrt'rti. L¿ st,slime áu ttonde, t- 1, pp. 194'195, París, Herman:1, l9l-3'
lr
276 Arexandre Koyré Un experimento de medición 277
caelo del de la tradición aristotélica a: oEl libro de la natura- los colores espectrales. No hay nada que revele mejor la incom-
lcza está escrito en caracteres geométricosr, declaraba Galileo; parable grandeza de Newton que su capacidad de trascender
lo cual implica que, para alcanzar sus objetivos, la ciencia mo- el dominio de la cualidad para penetrar en el dominio de la
dern¿r se encllentra forzada a reemplazar el sistema de concep- realidad física, es decir, en lo que se encuentra cuantitativa-
tos flexibles y semicualitativos de la ciencia aristotélica por un mente determinado. Pero, además de las dificultades teóricas
sistcma de conceptos rígidos y estrictamente cuantitativos. Lo (conceptuales) y psicológicas que impiden la aplicación de la
cual significa que la ciencia moderna se constituye sustituyendo idea de rigor matemático al mundo de la percepción y de la
el rnunrkl cualitativr¡, o más exactamente, míxto, del sentido acción, la realización efectiva de mediciones correctas tropieza
conrírn (y de la ciencia aristotélica) por un rnundo arquimedea- en el siglo xvrr con dificultades técnicas de las que sólo tene-
no de geometría hecha realidad o que es exactamente lo mos, me temo, viviendo en uu mundo agobiado y dominado por
rnismo- sustituyendo el mundo del-lo más o menos, que es el de los instrumentos de precisión, una idea muy remota. Incluso los
nuestra vida cotidiana, por un universo de mediciones y preci- historiadores que señalaba I. Bernard Cohen- nos pre-
sión. En efecto, esta sustitución excluye automáticamente del sentan demasiado -como
a menudo los experimentos decisivos del pa-
universo todo lo que no se puede someter a una exacta me- sado no tal como fueron realizados entonces, sino como sor?
dición s. realizados ahora en nuestros laboratorios y universidades, no
La búsqueda cle la precisión cuantitativa, del descubrimiento tienen una conciencia plena de las condiciones reales, y, por tan-
de datos numéricos exactos, de estos .números, pesos, medidas» to, del auténtico sentido de la experimentación en la época he-
con los que Dios ha construido el mundo, es la qLre constituye roica de la ciencia moderna 7. Y con el propósito de contribuir
la meta y determina, por tarrtc¡, la estructura misma de las a la historia de la constitución de los métodos experimentales
experiencias de la ciencia moderna. Este proceso no coincide de la ciencia, voy a tratar de describir la historia del primer
con las investigaciones en el dominio de la experiencia en el intento consciente y seguido de una medición experimental; la
sentido general del término: ni los alquirnistas, ni Cardano, ni medición de una constante universal: la constante de la ace"
Giambattista Porta Gilbert- buscan resultados
-ni siquiera
matemáticos. Y es porque consideran el murrdo corno un con-
Ieración de los cuerpos que caen libremente.
Todo el mundo sabe la importancia histérica de la ley de la
junto de cualidades más que un conjuntr.¡ de cantidades. En caída, primera de las leyes matemáticas de la nueva dinámica
efecto, lo cualitativo es incompatible con la precisión de la desarrollada por Galileo, la ley que establecía, de una vez para
medición 6. En este aspecto no hay nada t¿rn significativo conro siempre, que «el movimiento está sometido a la ley del nú-
el hecho de que Boyle y Hooke (ambos investigadores experi- rnero»8. Esta ley presupone que la pesantez, aunque en absolu-
mentales de primera magnitud, que conocian el valor cle las me- to sea una propiedad esencial de los cuerpos (y cuya naturaleza,
diciones precisas) hagan un estudio puramente cualitativo de además, ignoramos), no obstante, es su propiedad universal
(todos los cuerpos son «pesados» y no los hay «ligeros»); por
I Un empirismo es lo que la tradición aristotélica opone al rnatcrnati.s- otra parte, para cada uno de ellos constituye una propiedad
mo abstracto de la dinámica galileana. Cf., sobre el empirismo de lc¡s aris- invariable y constante. Sólo en esas condiciones la ley galilea.
totélicos, J. H. Randall, Jr., nScientific method in the School of Padua,, na es válida (en el vacío).
lourn. Hist. of ldeas, t. I, pp. 177-2M, 1940.
s En realidad, esto no se aplica inás que a las ciencias denominatlas Sin embargo, a pesar de la elegancia matemática y de Ia ve-
«exactas» (fisicoqufmicas), por oposición a la «ciencia" o historia califica- rosimilitud física de la ley galileana, es evidente que, conside-
da como «natural» (a las ciencias que tratan del mundo «natural» de nues- rada en sí misma, no es la única ley posible e. Además, no nos
tra percepción y de nuestra vida), que no rechazan -ni podrían hacerlo-
la cualidad, para sustituir por un mundo de mediciones exactas el mundo
del «más o menos». De todos modos, ni en botárica, ni en zoología, ni 7 Cf. I. Bernard Cohen, «A sense of hiStOry in science», Amer. lourn.
siquiera en fisiología y en biología, las mediciones exactas han desempe- Physics, t. 18 (ó.' s), pp. 343 ss., 1950.
ñado papel aiguno; sus conceptos siguen siendo los conceptos no mate- ¡ Cf. Galileo Galilei, Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a
máticos de la lógica aristotélica. due nuove scienze, Opere, Edizione Nazionale, t. 8, p. 190, Florencia, 1898.
¿ I-a cualidad se puede ordenar, pero no medir. El «más o menos» que e G. B. Baliani propone en consecuencia una ley según la cual los es-
utilizamos refiriéncionos a la cualidad nos permite construir una escala, pacios atravesados son ut numeri impares; Descartes y Torricelli discuten
pero no aplicar una medición exacta. la posibilidad de que los espacios estén en proporción cúbica y no cua-
7ft
i
280 Alexandre Koyré Un experimento de medición 281
No es de extrañar que Galileo, que, sin duda alguna, es ple- su movimiento, y no es capaz de utilizarlas porque no tiene
namente consciente de todo esto, evite en la medida de lo po- ningún medio de determinar una duración ni de medir una ve-
sible (por ejemplo, en los Discorsi) dar un valor concreto a la locidad. Sin embargo, sin estas mediciones, las leyes de la nueva
aceleración; y que, cada vez que le da uno (como en el Dialogo), dinámica siguen siendo abstractas y huecas. Para darles un
sea radicalmente falso. Hasta tal punto falso que el P. Mersen- contenido real, es indispensable poseer los medios de medir
ne fue incapaz de disimular su sorpresa: el tiempo (el espacio es fácil de medir), es decir, organa chro-
Ahora bien, él supone, escribe a Peiresc ¡4, que la bola cae cien nou, orologii, como los llama Galileo; dicho de otro modo: re-
brazas en cinco segundos, de donde se sigue que no caerá mas que lojes de precisión 17.
cuatro brazas en un segundo, aunque yo esté seguro de que cae de En efecto, el tiempo no se puede medir directamente, sino
una mayor altura. solamente mediante otra cosa que lo exprese. Es decir:
En efecto, cuatro codos siete pies 15- son me- a) o un proceso constante y uniforme, como, por ejemplo,
-ni siquiera
nos de la mitad del valor auténtico; y más o menos, la mitad del el movimiento constante y uniforme de la esfera celeste, o el
I
valor que el mismo P. Marsenne establecerá. Y, sin embargo, goteo constante y uniforme del agua en la clepsidra de Cte-
el hecho de que las cifras dadas por Galileo sean ampliamente sibio 18;
inexactas no tiene nada de sorprendente; al contrario, sería b) o un proceso que, aunque no uniforme en sí mismo, se
sorprendente, e incluso milagroso, que no lo fueran. Lo que es pueda repetir, o se repita, de un modo automático;
sorprendente es el hecho de que Mersenne, cuyos medios de c) o, finalmente, un proceso que, aunque no se repita de
experimentación no eran mucho más ricos que los de Galileo, una forma idéntica siempre, emplee para su realización el mis-
haya podido obtener resultados hasta tal punto mejores. mo tiempo, presentando de este modo un átomo o una unidad
Así, pues, la ciencia moderna se encuentra, en sus comienzos, de duración
en una situación más bien extraña e incluso paradójica: escoge
la precisión como principio; afirma que lo real es geométrico Fue en el movimiento pendular donde Galileo encontró un
en su esencia y está sometido, por tanto, a la determinación y proceso así. En efecto, un péndulo, a condición, por supuesto,
a la medición rigurosas (viceversa. matemáticos como Barrow de que todos los obstáculos interiores y exteriores (como la fric-
y Newton ven en la geometría misma una ciencia de la me- ción o la resistencia del aire) se eliminasen, reproduciría y re-
y formula (matemáticamente) leyes que le
dición 16); descubre
permiten deducir y calcular la posición y la velocidad de un
cuerpo en cada punto de su trayectoria y en cada momento de l7 La inexactitud de los relojes de los siglos xvr y xvrr es bien cono
cida; los relojes de precisión son subproductos del desarrollo científico
(cf. Wiilis I. Milham, Time and timekeepers, N. Y., Macmillan, 1923; L. De.
escolares, aceptan esta sorprendente exposición como verdad del Evan fossez, .Les sa1)ants du XVII siécle et la mesure du temps, Lausanne,
gelio y felicitan a Galileo por haber establecido, por lo tanto, no sólo Ia Ed. Journal Suisse d'Horlogerie, 194ó), y, sin embargo, normalmente se
validez empírica de la ley de la caída, sino también esta última. (Cf., en- cxplica su construcción por la necesidad de resolver el problema de las
tre muchos otros, N. Bourbaki, Eléments de mathématique, 9, primera longitudes, es decir, por la presión de las necesidades prácticas de la na-
parte, libro IV, cap. I-III, «Nota histórica,, p. 150 (Actualités scientiÍiques vcgación, cuya importancia económica habfa aumentado considerablemen-
et industrielles, nírm. 1074, París, Hermann, 1949). Cf. Apéndice l. tc desde la circunnavegación de Africa y el descubrimiento de América
14 Marin Mersenne, Lettre d Peiresc del 15 de enero de 1635; cf. Tami- (cf. por ejemplo Lancelot Hogben, Science for the citizen, 2.. ed., pági
zey de Larroque, La correspondance de Peiresc, t. 19, p. 112, París, A. Pi- nas 235 ss.; Londres, G. Allen and Unwin, 194ó). Sin negar la importancia
card, 1892; cf. Harmonie universelle, t. l, 2.' s., pp. 85, 95, 108, 112, 144, de las necesidades prácticas o de los factores económicos para el desarro
156, 221, París, 1636. llo de la ciencia, creo que esta explicación, que combina los prejuicios
ls El codo florentino, sin lugar a dudas utilizado por Galileo, contiene baconianos y marxistas en favor de la praxis y contra la theoria, es falsa
20 pulgadas, es decir, I pie y 8 pulgadas, y el pie florentino equivale al al menos en un 50 por 100: las razones de construir instrumentos correc-
pie romano, que es igual a 29,57 cm. tos para medir eI tiempo eran y son todavía inmanentes al desarrollo
1ó Cf. Isaac Barrow, Lectiones mathematicae de lóó4-1ó6ó (The mathe-
científico mismo. Cf. mi artículo "Du monde de l'á-peu-prés á l'univers de
matical u,ork of Isaac Barrow, D. 8., comp. por W. Whewell, Cambridge, la précision», Critique, núm. 28, 194ó.
CUP, 1860), pp. 216 ss.; Isaac Neu,ton, Philosophiae naturalis principia t8 Cf. su descripción en H. Diels, Antike Technik, 3.. ed., Leipzig, Teub-
ntathematica, prefacio, Londres, 1ó87. ner,1924.
282 Alexandre Koyré Un etperimento de medición 283
petiría sus oscilaciones de una manera perfectamente idéntica medio grado o cuatro minutos, siempre que se entienda que todas
hasta el final de los tiempos. Además, incluso in hctc yero aere, tengan como término el punto más bajo que toca el plano hori-
en que su movimiento resulta continuamente retarclado y ea zontal.
ei <¡ue dos oscilaciones no puedr:n ser estrictamente idénticas, Por lo que se refiere a Ios móviles que descienden por los arcos
el período de estas oscilaciones sigue siendo constante. de estas mismas cuerdas, que están por encima de la horizontal,
O, ¡rara decirlo con las mismas palabras de Galileore: pero que no sean mayores que un cuarto de clrculo (es decir, no
vcnta grados) la experiencia muestra, del mismo modo, que todos
,«Antes de cualquier otra cuestión, hay que hacer notar que lc¡s recorrerán en tiempos iguales, pero más breves, sin embargo,
car,la pérrd'lo tieue un tiempo de oscilación lirnitaclo y fijarro que los tiempos empleados para recorrer las cue¡das. Tal efecto
de tal modo que sería algo imposible hacer que se moviera tiene, a primera vista, algo de sorprendente, ya que parece que es
con c)tro perir:do que no sea el que por naturaleza le corres- precisamente lo contrario lo que tendrÍa que ocrrrrir. Y es que al ser
ponde», que no depende ni del peso de la péndola ni de la am- los mismos los dos términos, el del principio y el del final, clel mo
piiturJ de la oscilació,, sino únicamente cle la longitud del hilo vimiento y siendo la línea recta el camino más corto que une a di-
de suspensión. chos términos, parece razonable pensar que el movimiento realizado
Por otra parte, Galileo ha reali¿ado este gran tiescubri- pcrr la línea recta debería serlo en el tiempo más corto. Por el con-
miento; pero no desde Viviani, se explica en los ma- trario, no es éste ei tiempo más corto y, en consecuencia, el movi-
-como,
nuales r0- observando las oscilaciones de la gran lámpara de la miento más rápido es el que corresponde al recorrido por el arco
rlel que es cuerda la línea recta.
cated¡:al de Pisa y estableciendo su isocronía por comparación
En cuanto a la relación entre los tiempos de las oscilaciones de
con los latidos de su pulso, sino mediante experimentos extre- It¡s móviles que cuelgan de hilos de longitud diferente, dichos tiem-
madamente ingeniosos en los que compara las oscilaciones de pos se encuentran en razón subdupla de 1as longitudes de los hilos;
dos péndulos de la misma longitud, pero con péndolas de dife- o dicho de otra manera, las longitudes están en proporción a Ia se-
rente materia y, por tanto, pesos diferentes (cclrcho y plomo2t), gtrnda potencia lduplicata proporTione) de los tiempos; es decir,
y, sobre todo, mediante una intensa reflexión matemática. Así, están en proporción a los cuadrados de los tiempos. Si queremos,
dice Salviati ¿: por c'iemplo, que el período de oscilación de un péndulo sea el do
hle del de otro, es necesario que el hilo del prirnero sea, en Io que
En lo que atañe a Ia primera dificultad, y que se pregunta si un a Ia longitud se refiere, cuatro veces mayor que el segrrndo. Igual-
mismo pénduio realiza todas sus oscilaciones con toda exactitud y mente, para que, en ei tiempo de una oscilación de un péndulo, otro
rigor, sean ellas muy grandes, medianas o muy pequeñas, en tiempos haga tres, el hilo del primero ha de ser nueve veces más largo que
completamente iguales, yo me atengo a lo que he oído ya de la boca cl del segundo. De lo que se sigue que las longitudes de los hilos
de nuestro académico. Este demuestra, en efecto, que el rnóvil que ticnr:n, entre sí, la misma proporción que los cuadrados de los nú-
descendiese según las cuerdas que se encuentran bajo cualquier rncros de oscilaciones que tienen lugar en el mismo tiempo.
arco, las recorre¡Ía todas, necesariamente, en tiempos iguales, tanto
la cuerda subtendida por ciento ochenta grados (o sea, todo el diá- Es necesario admirar la profundidad del pensamiento gali
metro) como las subtendidas por cien, sesenta, diez, doce grados, lcano, que se manifiesta incluso en sus errores: por supuesto,
las oscilaciones del péndulo no son isócronas. y el clrculo no
re Cf. Galileo Galilei, Discorsi, p. l4l. r:s la línea de descenso más rápida, pero, para emplear el tér-
20Las famosas lámparas se colocaron en la catedral de Pisa tres años mino del siglo xurr, la curva «braquistocrona», y la curva en
después de la partida de Galileo de aquella ciudad; en la época en que
Viviani sitúa el descubrimiento, Ia cúpula de la catedral de Pisa se en- la que. se realizan las oscilaciones en el mismo tiernpo (o cur.
contraba aún desnuda y vacía. Cf. E. Wohlwill, «Ueber einen Grundfehler va «tautocrona»), constituyen para Galileo Ia misma lÍneaa.
aller neueren GalileiBiographien", Münchener medizinische Wochensch-
rift, 1903, y Galilei und sein Kamf für die Copernícanische Lehre, t. l,
Hamburgo y Leipzig, L. Voss, 1909; R. Giacomelli, «Galileo Galilei giovane 23 Los tiempos de descenso en todas las cuerdas eran iguales y, al ser
e il suo ' De motu'», Quaderni di sloría e critica della scienza, t. l, Pisa, r'l rnr¡vimiento a 1o largo del arco (circular) más rápido que el movimiento
1949. ;r Io largo de la cuerda, era para Galileo razonable suponer que la calda a
2t Cf. supra, nota 10. Io largo del arco era la más rápida posible y que, por lo tanto, el movimien-
¿ Cf. Galileo Galilei, Discorsi, p. 139. to del péndulo era isócrono. El hecho de que esto no sucede asl fue descu-
r
284 Alexandre Koyré ltrt axperimento de medición 285
Es bastante raro que habiendo descubierto el isocronismo ,rtonie universelle, que no sólo utilizó un Péndulo, sino tam-
del péndulo
-base
misma de toda la cronometría moderna- bién que ese péndulo tenía una longitud de tres Pies y me'
Galileo, aunque intentó realizar un cronómetro e incluso cons- rli«¡'. bn efecto, el período de tal péndulo es, según Mersenne,
truir un reloj de péndulo mecánico teniendo en cuenta este (:xoctamente igual a un «segundo del primer móvil» a'
descubrimiento 24, no lo utilizó nunca en sus propios experi- Los resultaáos de los experimentos de Mersenne, «realizados
mentos. Parece ser que fue el P. Mersenne quien tuvo primero rrrás de cincuenta veces», están completamente de acuerdo: el
esa idea. ('ucrpo, al caer, atraviesa 3 pies en medio segundo, 12-en un
En realidad, el P. Mersenne no nos dice, expressis verbis, ,"gundo, 48 en dos, 108 en tres y 147 et tres y medio' L9 e¡e
que empleara el péndulo como medio para medir el tiempo de ,,ir,,n" casi el doble (un 80 por 100 más) de las cifras dadas
descenso de los cuerpos pesados, en las experiencias que des- ¡xrr Galileo. Así, pues, Mersenne escribeD:
cribe en su llarmonie unitterselleü. Pero como, en la misma
obra, da rrna descripción minuciosa del movimiento del péndu- l)cro en cuanto al experimento de Galileo, no me puedo imaginar
lo semicircular, e insiste en sus diferentes utilizaciones, en me- rlt' dónde procede ta gran diferencia que encontramos aquí en Pa'
dicina (para las determinaciones de las variaciones en la ve- ,r,,, y süs alrededorés, respecto al tiempo de las cafdas' que siem-
"r, ha parecido mucho menor que el suyo: no es que yo quiera
locidad de los latidos del corazón), en astronomía (para la ob- ¡r.'ir,r. pero
servación de los eclipses de Luna y Sol), etc.x, es práctica- ,,, [r".ar a tán gran hombre poco cuidado en §us experimentos:
mente seguro, y confirrnado además por otro pasaje de la Har- v0 lt¡s he hechlo varias vece-s desde diferentes alturas, en presencia
,t.' ,uri"t personas juiciosas, y siempre han sucedido de la misma
f,,,,,*, poiq,r" si labraza de Iá cual se ha servido Galileoq-ue sólo tiene
bierto experimentalmente por Mersenne en 1641 (cf . Cogitata physico-mathe' rrrr pic y aoi tercios, es decir 20 pulgadas- del pie de r9y se usa
matica, Phenomena ballistica, París, 1644, propositio XV, septimo, p. 42) y t'rr l)arís, es seguro que la'bola desciende más de cien brazas en
teóricarnente por Huygens que, en 1659, demostró que Ia Iínea «tautocro- , irrco segundos.
na, de caída es la cicloide y no el círculo (el mismo descubrimiento fue
realizado, independientemente, por Lord Brounker, en 1óó2). En cuanto
al hecho de que la cicloide sea, al mismo tiempo, de caída más rápida n lbid., p. 220; Corolario 9: ulorsque j,ay dit que la chorde de 3 pieds
(braquistocrona), fué demostradr: por J. Bernoulli en 1696, e independien- je n'empesche
r'l tlt'ñr! marque les secondes par les iours-.ou retours'qu'elle
temente -€omo respuesta al desafío de Bernoulli- por Leibniz, L'HÓpital soit trop
y Nervton. rrrrll.'r¡lÁt que I'on accourcisse ü chorde, si l'on trouve
2a Este reloi, o más exactamente, su mecanismo central regulador, fue lurr¡irrc, et que chacun de ses tours dure un peu trop pour une seconde'
construido por Viviani; cf. Lattera dí Vincenzio Viviani al Principe Leo- ; ;;;;;;;;" l;uv qr"tq,r"tois remarqué, suivant les différentes horloges com-
dont
poldo de' Medici intortto al applicazione del ,pendolo all'ctrologio, en Ga- nrun('s ou faites exprez: par eiemple le mesme horloge commun' de
-r."*"i
liteo Galilei, Opere, Ed. Naz., t. 19, pp.647 ss., Florencia, 1907; cf. igual- i:,,u *".rr.é l,heuie entierá avec 3.600 tours de la chorde 3
mente E. Gerland-F. Traumüller, Geschicltte der physikalischen Experi- ¡rrt'tls r:t demy, n'a p"t iuii d'autres fois son heure si longe: car il a fallu
menlierkunst, pp. 120 ss., Leipzig, W. Engeknann, 1890; L. Defossez, op. cit., l'rlt'rrrcnt faire la cnoráe de 3 pieds pour avoir 900 retours dans l'unroué des
pp.113 ss. ,¡r,,r ts ct'heule dudit hárloge: i'ay eiperimenté sur une monstre a
l;rile cxprez pou. *urqt". ie. á"úes iecondes minutes, que la chorde
de
zs Cf. Harmoníe universelle, t. l, pp. 132 ss., París, 163ó.
26 lbid., p. 13ó: nQs6y qu'il en soit, cette maniére d'Horloge peut servir 2 ¡rir'tls ct demi ou environ faisoit les tours esgaux ausdites t::o"9-t:'^.C'
aux observations des Eclypses de Soleil, et de Ia Lune, car l'on peut con- ,¡,,i ,,'"-p.r.he nullement la vérité ny la iustesse de parle, nos observa-lrons'
ter les secondes minutes par les tours de la chorde, tandis que I'autre t, rl,,ir,rn qu,il suffit de sgavoir que les secondes dont ie sont esgales
fera les observations, et marquer combien il y aura de secondes, de la lr l;r rlu¡.ée des tours ¿e'ma cirorde de 3 pieds et demy: de sorte que si
premiere á la seconde et á la troisieme observation, etc.» ,¡,,,'lq,,'un peut diviser i" jot . en .24
parti'es esgales, il ti
ul-es médecins pourront semblablement user de cette méthode pour -u-"I"-.3^hi1":1
:;,'.,r.dé dure trop, et de combien est trop longue'' Para sus experlen-
,i,,.
reconnoitre de combien de poux de leurs lnalades sera plus vite ou plus ,.i:rs r¡lrcriores retataaaJlri-c;;¡;;¡; physico-mathematico, phenomena-bal-
tardif á diverses heures, et divers jours, et combien les passions cle chc¡- It:ri<,u, pp.38 ss., Ivrersáine-u-tilizába'uí péndulo de sólo tres
pies. HabIa
lere, et les autres le hastent ou le retardent; par exemple, s'il faut une ,,I,,*',vaib que cl de tres pies y medio erá un poco demasiado largo'.aun-
chorde de trois pieds de long pour marquer Ia durée du poux d'aujourd'- p'{.
,i,,,, t,,-áii".".cia fuera-prá"tLár"""te imperceplible cf " Cogitata' «primer
hui par I'un de ses trous, et qu'il en faille deux, c'est-á-dire un tour et un 'l-',,U1,-ilg""¿o ael írimer móvil, es-el-tiempo en el cual sl
retour pour le marquer demain, ou qu'il ne faille plus qu'une chorde ,,,,iuit""ils á"iir, los cietos o ta Tierra) efectúa una rotación de un se
longue de 3/4 de pied pour faire un tour en mesrre temps que le poux ¡1ruttlo.
bat une fois, il est certain que Ie poux bat deux fois plus viste." n Cf . Harmonie universelle, t. 1, p. Eó.
i! i{
t
Un experimento de medición 297
286 Alexandre Koyré
cálculos del mismo Mersenne: el descenso por la periferia del
En efecto, explica Mersenne, "los 100 codos de Galileo equi- círculo es más rápido que el descenso por Ia «PerPendicular' 3'
valen a 166 2/3 de "nuestros' pies»s. Pero los experimentos Mersenne no parece haberse dado cuenta de esta consecuen-
personales de Mersenne, «repetidos más de cincuenta veces», cia (ni ningún otro, por otra parte), por lo menos durante al-
han dado resultados completamente diferentes. Según ellos, en gunos años. En todo caso, no la menciona antes de los Cogitata
cinco segundos un cuerpo pesado no atravesará 100, sino 180 co. physico-mathematica, de 1644, en que, reanudando la discusión
dos o 300 pies. de Ia ley de la caída y de las propiedades del péndulo, Ia cons-
Mersenne no nos dice que realmente haya hecho caer cuer- tata, aunque de una manera un Poco vaga, al mismo tiempo que
pos pesados de una altura de 300 pies: aplicando la "proporción la falta de isocronismo de las oscilaciones grandes y pequeñas x'
doble" a los datos experimentales a su disposición es como llega Habiendo explicado de este modo qué extraño es que un
a esta conclusión. Sin embargo, como estos datos «demuestran» péndulo de tres pies (que ahora utiliza en vez del de tres pies
que un cuerpo pesado cae 3 pies en medio seg¡rndo, 12 en un y medio que utilizaba anteriormente) haga su semioscilación
segundo, 48 en dos, 108 en tres y 147 en tres y medio 3r cxactamente en medio segundo (es decir, descienda tres pies),
que concuerdan perfectamente con la proporción doble-, -cifras
Mer- cuando cuerpos que caen en caída libre atraviesan doce pies en
senne se cree autorizado, e incluso obligado, a afirmar que un un segundo (lo que suPone exactamente tres pies en medio se-
cuerpo pesado caerá 166 pies 2/3 en tres segundos 18125 sólo, gundo) mientras que, según los cálculos hechos et la Harmonie
y no en cinco. Además, añade, de las cifras de Galileo resulta- universelle, debería atravesar en el tiempo de una semioscila-
ría que un cuerpo pesado no caería más que un codo por ción 417 del semidiámetros (es decir, 3317 ó 5 pies), continúa:
medio segundo, y cuatro codos (es decir, alrededor de 6 pies 2/3)
en un segundo, en lugar de los 12 pies qu.e en realidad recorre. . esto explica una gran dificultad porque los dos [hechos] han sido
Los resultados de los experimentos de Mersenne -las ci- cr¡nfirmados mediante numerosas observaciones, a saber, que cuer-
pies, y que el
fras que él obtiene, de las que se siente muy orgulloso, y de I)os que caen atraviesan en la perpendicular sólo 12
lo cual
las que se sirve para calcular el tiernpo en el cual los cuerpo§ péndulo de 3 pies desciende de C a B en medio segundo;
caerían de todas las alturas posibles (incluso desde la Luna y ir., puede prodlcirse mas que si el glóbulo [del péndulo] desciende
¿e b ¿e B en la circunferencia al mismo tiempo que un glóbulo
desde las estrellasl), y la longitud de toda clase de péndulos similar [cae] en la perpendicular AB' Ahora bien, como éste deberla
con períodos que van hasta treinta segundos- constituyen sin baiar 5 pies en el tiempo en que el glóbulo va de C a D, no veo
duda alguna un progreso en relación con los resultados obte' rringuna solución.
nidos por Galileo. Sin embargo, implican una consecuencia
bastante embarazosa, opuesta no sólo al sentido común y a las Ciertamente se podrla suPoner que los cue{Pos caen más
enseñanzas fundamentales de la mecánica, sino también a los dcprisa de lo que se admite; pero esto serla contrario a todas
las observaciones. Por tanto, tendrlamos, precisa Mersenne, que
30 En realidad, eI pie utilizado por Galileo es más corto cm- ¡rccptar que los cuerpos caen en ia perpendicular a la misma
-29,57
que el pie real (32,87 cm) utilizado por Mersenne. La diferencia entre sus vclócidad que descienden en el clrculo, o que el aire opone más
rispectivos datos es, por lo tanto, mucho mayor aún de lo que éste últi rcsistencia al movimiento hacia abajo que al movimiento obli-
mo supone. (:lro, o, finalmente, que los cuerpos atraviesan en calda libre
3l En realioad, Mersenne obtuvo 110 y no 108 píes por una parte, y
rrrás de 12 pies en un segundo y más de 48 en dos; pero a causa
146 l/2 por otra. Pero Mersenne no cree en la posibilidad de alcanzar- la
exactituá mediante la experiencia -teniendo en cuenta Ios medios de los
-y, por lo tanto, supone
que dispone, tiene toda la razón del rnundo que
s t,a bola cae por el cuadrante del cfrculo tan de prisa como por el
tlene dérecho a corregir los datos experimentales para adaptarlos a la
teorla. De nuevo, tiene toda la razón, aunque evidentemente es mucho el ¡¡¡rlio, si este radio es igual a 3 pies, o aún más de prisa si el radio es
tiempo que resta ( y lo hace), más allá del margen de error experimental. igrrala3piesl/2.
"x
Es inútil decir que la manera de actuar de Mersenne ha sido seguida por Cf. iogitata physico mathematica, phenomeno ballistica, pp. 38 y 39;
de una cadena 4 unida a un cilindro metálico que gira libre- a la que, con una paciencia incansabLe, se consagrará Riccioli.
mente en dos cavidades, igualmente metálicas. Duranté una pri_ Su objetivo es constmir un péndulo cuyo período fuera exac-
me¡a serie de experimentos, trata de verificar lo que afirma tamente de un segundo as. Pero, a pesar de todos sus esfuer-
Gahleo respecto a la constancia del periodo del pénduio, con- zos, nunca será capaz de alcanzar su objetivo.
tando el número de oscilacjones del péndulo en un tiempo Para empezar, coge un péndulo de alrededor de una libra
dado. El tiempo se rnide mediante una clepsidra y Riccioli, áe- de peso y una altura de 3 pies y 4 pulgadas (romanas) 6. I.a
mostrando una profunda comprensión de las condiciones empí- comparación con la clepsidra ha sido satisfactoria: 900 oscila-
ricas de la experimentación y de la medición, explica q.r" ciones en un cuarto de hora. Riccioli procede entonces a una
"Át.
doble proceso, consistente en vaciar y llenar de nuevo Iá clepsi_ verificación mediante un cuadrante solar. Durante seis horas
dra, es el que tiene que tomarse como unidad de tiempo. Lo, consecutivas, de nueve de la mañana a tres de la tarde, cuenta
resultaclos de esta primera serie de experimentos confirman las las oscilaciones (ayudado por el R. P. Francesco Maria Grimal-
afirmaciones de Galileo. di). El resultado es desastroso: 21.706 oscilaciones, en vez de
Una segunda serie de experimentos la cual Riccioli 21.660. Además, Riccioli reconoce que, para el objetivo que se ha
utiliza dos péndulos, con el mismo peso -para
pero con longitud («al- fijado, el mismo cuadrante solar carece de la precisión nece-
tura») diferente, a saber, de uno y dos pies- confirma la rela-
saria. Se prepara otro péndulo y, "con la ayuda de nueve pa-
ción de raíz cuadrada establecida por Galileo. El número de
dres jesuita5,47, vuelve a contar; esta vez
oscilaciones por unidad de tiempo es respectivamente de 85 -el 2de
1642-, durante veinticuatro horas consecutivas,
de abril de
mediodía
y de ó0 a3.
Seguramente, Mersenne se hubiera detenido ahí. pero no a mediodía; el resultado es de 87.998 oscilaciones, mientras que
Riccioli. Este cornprende perfectamerrte que, incluso utilizando el día solar sólo contiene 86.640 segundos.
su método consistente en darle la vuelta a la clepsidra, se está Riccioli construye a continuación otro péndulo, alargando la
aún lejos de la auténtica precisión. Por esto debemos todavía cadena de suspensión a 3 pies y 4,2 pulgadas. Y, para aumen-
mirar hacia otra parte, es decir, a los cielos, el único horolo- tar más la precisión, decidé tomar como unidad de tiempo no
gium reahnente exacto que existe en el mundo, los organa el día solar, sino el día sideral. Se comienza a contar en el
chronou dados por la naturaleza, los movimientos de los iuer- momento del paso por el meridiano de la cola del León (el 12
pos y de las esferas celestes. de mayo de 1642) hasta su nuevo paso, el dÍa 13. Nuevo fracaso:
Riccioli se da perfectamente cuenta de la importancia ca- 86.999 oscilaciones en lugar de las 8ó.400 previstas.
pital del descubrimiento galileano: el isocronismo del péndulo Í' Decepcionado, pero sin rendirse aún, Riccioli decide hacer
nos permite realizar un cronómet.ro preciso. En efecto, el hecho t un cuarto intento con un cuarto péndulo, esta vez un poco más
corto, es decir, de 3 pies y 2,67 pulgadas tan sólo {. Pero no
&
de que las oscilaciones grandes y pequeñas se realicen en el mis- ,,{
mo tiempo implica la posibilidad de mantener su movimiento tt puede imponer a sus compañeros la aburrida y agotadora tarea
tanto tiempo como queramos contrariando su proceso de deten- de contar las oscilaciones. Sólo el P. Zenón y el P. F. M. Gri
ción normal y espontáneo; por ejemplo, dándole un nuevo im- !.
l( maldi permanecen fieles hasta el final. Tres veces, tres noches,
pulso después de un cierto número de oscilaciones {; de este el 19 y el 28 de mayo, y el 2 de junio de ló45, se cuentan las vi-
modo se puede acumular y sumar cualquier núrnero de áto- il
I braciones a partir del paso por el meridiano de Spica (cons-
mos de tiempo. J
Sin embargo, está claro que, para poder utilizar el péndulo
como instrumento preciso para medir el tiempo, tenemos que s Riccioli, como veremos, no se contenta tan fácilmente como Mer-
determinar exactamente el valor de su período. Esa es la tarea senne.
'ló Un pie romano es igual a 29,57 cm.
i c7 Cf. Almagestum notum, loc. cit., p. 8ó. Los nombres de estos padres
a
( merecen ser protegidos del olvido como ejemplos de devoción a la cien-
Cf . Atmage.stufi norum, a (1), libro II, cap. XX, p. &4. cia; son éstos (cf. Ibid., | (2), p.38ó); Stephanus Ghisonus, Camillus Ro-
43 Cf . Ibid., cap. XXI, prop. VII[, p. 86. I
dengus, Jacobus Maria Pallavacinus, Franciscus Maria Grimaldus, Vicen'
s Esta puesta en movimiento del Oááilo no es en absoluto fácil y re- tius Franciscus Adurnus, Octavius Rubens.
quiere un entrenamiento prolongcdo. i * C,f.. Ibid., p. 87.
rri
292 Alexandre Koyré Un experimento de medición 293
t-elación de la Virgen) hasta el Arcturus. Dos veces, las cantida- manera que la pronunciación de cada cifra correspondiera a una
des_son de 3.212, y la tercera , ,7e 3.214 para 3.192 ae segundos. oscilación del péndulo»s3. C<¡n este «reloj» realizó sus obser-
.Llegado_a-este punto, Riccioli parece hartarse. úespués de vaciones y sus experimentos.
todo, su péndulo, cuyo período es igual a 59,36,,, ,r, instru_ La primera cuestión estudiada por Riccioli se refería al com-
mento perfectamente utilizable. La transformación ",en segundos portamiento de los cuerpos «ligeros» y de los cuerpos «pesa-
del nirmero de oscilaciones es fácil. Además, se puede fácilitar dos, Y. ¿Caen a la misma velocidad o a velocidades áiferentes?
mediante tablas previamente calculadas s. Cuestión muy importante y muy controvertida, a la cual, como
Sin embargo, a Riccioli le inquieta haber fracasado. Así, sabemos, daban respuestas diferentes la fÍsica antigua y la fi
pues, trata de calcular la «altura» de un péndulo que se balan_ sica moderna. Mientras que los aristotélicos sostenÍan que los
ceará exactamente en un segundo, y halla que un pénclulo de cuerpos caen tanto más rápidarnente cuanto más pesados son,
tal clase debería tener 3 pies y 3,27 pulgadassr. Reconoce, no Benedetti había enseñado que todos los cuerpos, al menos to-
obstante, no haberlo construido. Por otra parte, seguramente dos los cuerpos que tuvieran una misma naturaleza (es clecir,
construyó péndulos mucho más cortos con el fin de aportar un mismo peso específico), caen a la misma velocidad. En
más perfección a la medición de los intervalos tempórales: cuanto a los modernos come Galileo o Baliani, seguidos por
uno de 9,76 pulgadas con el período de 30,,; otro, toclavía más los jesuitas Vandelinus y N. Cabeo, enseñaban quJ todos -los
corto, de 1,15 pulgadas, cuyo período es sólc¡ de 10,,. cuerpos, cualquiera que fuera su naturaleza o su peso, caen
..Es un péndulo así el que he utilizado Riccioli- siempre a una velocidad idéntica (en el vacíoss).
para medir la velocidad de la caída natural-escribe
de los cuerpos pe- Riccioli quiere resolver este problema de una vez para
sados» en los experimentos realizados en ese mismo áRo de siempre.
1645 en la Torre degli Asinelli, en Bolonia il. Así, pues, el 4 de agosto de 1645, se pone a trabajar. Se
En realidad, es manifiestamente imposible utilizar un pén- arrojaron esferas de dimensiones iguales, pero de pesos dife-
dulo tan rápido sin hacer otra cosa que contar sus oscilacio- rentes, hechas respectivamente de arcilla y de papel, cubiertas
nes; hay que encontrar algún medio de totalizarlas. Dicho de de tiza (para que su movimiento a lo largo del muro, así como
otro modo, hay que construir un reloj. Efectivamente, fue un su impacto cuando tocaran el suelo, pudieran ser fácilmente
reloj. El primer reloj de péndulo, lo que Riccioli construyó para observados) desde lo alto de la Torre degli Asinelli, particu-
sus experimentos. Sin embargo, sería difícil considerarle como larmente cómoda para esta clase de experimentos s y suficien-
un gran relojero, como un predecesor de Huygens o de Hooke. temente alta pies romanos- para hacer tales diferencias
En realidad, su reloj no tenía ni resorte, ni siquiera aguja, ni -312
de velocidad perceptibles. Los resultados de estos experimentos,
cuadrante; no era un reloj mecánico, sino un reloj humano. que Riccioli repitió quince veces, no ofrecen lugar a duda; los
Para poder totalizar los latidos de su péndulo, Riccioli ima- cuerpos pesados caen más deprisa que los cuerpos ligeros. El
ginó un medio muy simple y muy elegante. Hizo que dos de sus retraso en la caída, que varía, dependiendo del peso y de la
colaboradores y amigos, «dotados no sólo para la física, sino dimensión de las bolas, de 12 a 40 pies, no contradice, sin em-
también para la música, contaran un, de, tre... (en dialecto bo- bargo, la teoría desarrollada por Galileo: hay que explicarlo
loñés, en que esas palabras son más cortas que en italiano), por la resistencia del aire y Galileo lo había previsto. Por otra
de una manera perfectamente regular y uniforme como deben parte, los hechos observados son completamente incompatibles
hacerlo quienes dirigen la ejecución de obras musicales, de tal con las teorías de Aristóteles t.
§
.Cf. Ibid., p. 85. Como el movimiento del péndulo no es isócrono, la Cf. Ibid., I (2), p. 384.
53
exquisita concordancia de los resultados de las experiencias de Riccioli r
Riccioli, con un retraso de cien años cen relación a su época, aún
sólo puede explicarse si suponemos que hizo que su! péndulos fueran ca- cree en la .ligereza, en cuanto cualidad independiente, unida y opuesta
paces de efectuar oscilaciones pequeñas y prácticamente iguales. zr la «pesadez».
s Riccioli da estas tablas en el.Alnagestum noeutr, t (l), libro 2, ca- ss Cf . Ibid., p. 387.
pítulo XX, prop. XI, p. 387. La Torre degli Asinelli posee muros verticales y se alza en una plaza
5ó
st Cf . Ibid., v 1 (2), p. 384. amplia y llana.
s2 Cf. Ibid., I (l), p. 87. ¡ Cf. Ibid., p. 3EE.
294 Alexandre Koyré
Un experimento de medición 295
Riccioli es plenamente consciente de la originalidad y del
valor de su obra. Por tanto, se burla de los «semiempiristas» Sin embargo, incluso si admitimos tenemos que ha-
que no saben realizar un experimento auténticamente conclu- cerlo- que los buenos -como
padres corrigieron un poco los resulta-
yente; por ejemplo, porque son incapaces de determinar el mo- dos concretos de sus mediciones, debemos constatar que estos
mento preciso en que el cuerpo choca contra el suelo, afirman resultados tienen una sorprendente precisión. Comparados con
--o niegan- gue los cuerpos caen a la misma velocidad s. las toscas aproximaciones de Galileo e incluso con las de Mer-
El segundo problema estudiado por Riccioli es aún más im- senne, representan un progreso decisivo. Era imposible obte-
portante. Quiere verificar la proporción en que el cuerpo, al nerlos mejores mediante la observación y la medición directas,
caer, acelera su movimieirto. Como Galileo enseña, se trata de y hay que admirar la paciencia, la consciencia, la energía y Ia
un movimiento «uniformemente disfor¡ne, (uniformemente ace- pasión por la verdad de los RR. PP. Zenón, Grimaldi y Riccioli
lerado), es decir, un movimiento en el cual los espacios atra- (asi como las de sus colaboradores), que, sin disponer de otro
vesados son al numeri impares ab unitate o, como afirma Ba- instrumento para medir el tiempo que el reloj humano en el
liani, un movimiento en el cual estos espacios son una serie de cual se transformaron, fueron capaces de determinar el valor
numeros naturales. En cuanto a la velocidad, ¿es proporcional a de la aceleración o, más exactamente, la longitud del espacio
la duración de la caída, o al espacicl atravesado e? Ayudado por atravesado por un cuerpo pesado en ei primer segundo de su
el R. P. Grimaldi, Riccioli construye unas cuantas bolas caída libre a través del aire, como igual a 15 pies romanos.
de
yeso, de dimensiones y pesos idénticos. Demuestra Valor que sólo Huygens, utilizando el reloj mecánico inventado
-midiendo por él o, más exactamente, aplicando los métodos dircctos que
sus tiempos de caída desde diferentes pisos de la Torre degli su genio matemático le permitió descubrir y utilizar en la
Asinelli- que las bolas siguen la ley galileana Luego pasa a
@.
constr-ucción de su reloj, será capaz de mejorar.
la verificación de este resultado (no hay nada tan característico Es muy interesante y muy instructivo estudiar los modi
como esta inversión del procedimiento) arrojando las bolas procedendi del gran sabio holandés al cual debemos nuestros
desde alturas previamente calculadas y determinadas, utili relojes. Su análisis nos ¡lermite comprobar la transformación
zando todas las torres e iglesias de Bolonia cuyas alturas le de los experimentos aún empíricos o semiempíricos de Mersen-
convienen, especialmente las de San Pedro, San Petronio, San- ne o Riccioli en una experimentación auténticamente científica.
tiago y San Francisco ór. Así, pues, este análisis nos enseña algo muy importante: en la
Los resultados concuerdan en todos sus detalles. En efecto, investigación científica, el enfoque directo no es el mejor ni el
su concordancia es tan perfecta, los espacios atravesados por más fácil; los hechos empíricos no pueden alcanzarse sin recu-
las bolas (15, 60, 135, 240 pies) confirman la ley de Galileo de rrir a la teoría.
una manera tan rigurosa que resulta completameute evidente Huygens emprende su trabajo repitiendo (el 2l de octubre
que los experimentadores estaban convencidos de su verdad an- de 1659) el último experimento de Mersenne, tal como es des-
tes de haber comenzado los ensayos. Lo cual, después de todo, crito por éste en sus Ref lexiones de 1647; y una vez más n<¡s
no es sorprendente, pcrque los experimentos con el péndulo la vemos obligados a insistir en la espantosa pobreza de los me-
habían confirmado. clios experimentales de que disponía: un péndulo de cuerda
sujeto a la pared; su péndola, una bola de plomo, y otra bola
58 I (l), p. 87.
lbid., y parecida, igualmente Ce plomo, sostenidas en Ia misma mano.
. e . Ibid, Es interesante subrayar que Riccioli utiliza Ia vieja termi-
Cf La simultaneidad de la llegada de las dos bolas, proyectadas una
nología escolástica e identifica de un modo completamente correcto el contra el muro y otra contra el suelo, se determina mediante Ia
movimiento uuniformemente disforme" (uniformiter difformis) con el mo-
vimiento uniformemente acelerado (o retardado). coincidencia de los dos sonidos producidos por los choques. Es
ó0 Nos cuenta que en realidad reflexionaba sobre e! problema desde curic¡so observar que utilizando exactamente el mismo procedi-
1629 y que adoptó la relación 1,3,9,27, antes de 1634, fecha en Ia que leyó rniento que Mersenne, Huygens obtenga resultados mejores;
a Calileo, con la autorizac,ión C,e sus superiores. Es interesante obsenar según é1, el cuerpo cae 14 pies @.
que antes de haber leÍdo a Galileo, el sapientísimo Riccioli no identificaba
el movimiento uniformiter ditformis con el de la cafda.
6t Cf. Ibid., p. 387. Se prosiguieron las experiencias de 1640 a ló50. 62 Cf. Ch. Huygens, Obras, 17,La Haya, ¡vf. Nijnof, 1932, p.278: "II D
Iixpertus 2l Oct. ló59. Semisecundo minuto plumbum ex altitudine
296 Alexandre Koyré lttt <:xperitnefito de medición 297
El 23 de octubre de 1659, Huygens repite el experimento, uti- Err efecto, el análisis del movimiento pendular da, como aho-
lizando esta vez un péndulo cuya semivibración es igual no a t ilveremos, resultados mucho mejores.
medio segundo, sino a tres cuartos de segundo. Durante ese he mencionado la situación paradójica de la ciencia mo-
Y¿r
intervalo, la esfera de plouro cae 7 pies y 8 pulgadas. De ello rlt.¡'na en el momento de su nacimiento: posesión de leyes ma-
se sigue que en un segundo caería alrededor de 13 pies y It'r»áticas exactas e imposibilidad de aplicarlas porque no era
7 pulgadas y media ó3. rcrrlizable una medición precisa de la magnitud fundam.ental de
El 15 de noviembre de 1ó59, Huygens hace un nuevo intento. lrr tlinámica, es decir, del tiempo.
Esta vez perfecciona algo su manera de proceder uniendo al Nadie parece haberla experimentado con mayor intensidad
mismo tiempo la péndoia y la esfera de plomo a un hilo (en ,¡rrr' l{uygens y ciertamente es por esta razón, y no por impe-
lugar de sostenerlos en la misma mano), cuya ruptura los li- lrrliv<¡s prácticos tales como la necesidad de tener buenos re-
bera. Además, coloca pergaminos en el suelo y en la pared hr jt's para Ia navegación él no descuidaba en manera
para hacer la percepción de los sonidos más clara. El resultado -aunque
.rl1'1¡rr" el aspecto práctico de la cuestión6s- por lo que al co-
es de cerca de 8 pies y 9 pulgadas y media. Sin embargo, nr¡('nzo de su carrera científica se dedicó a la solución de este
Huygens se ve forzado a admitir, exactamente igual que Mer- ploblema fundamental y preliminar: la realización, o mejor di-
senne antes que é1, que su resultado sólo es válido de un modo , lr«r, la construcción de un cronómetro perfecto.
aproximativo, porque esas 3 ó 4 pulgadas de más en la altura
de la caída no se pueden distinguir con los medios que ha em- tin 1659, en el año mismo en que hizo las mediciones que
pleado: los sonidos parecen coincidir. Por tanto, se deduce que :rt:rbo de merlcionar, cronsiguió su objetivo construyendo un re-
no se puede obtener de este modo una medición exacta. Pero loj tlc péndulo perfeccionado6; un reloj que utilizó para de-
Ia conclusión que saca es muy diferente. Ahí donde Mersenne tclrrinar el val<¡¡'exacto de la oscilación del péndulo que había
renuncia a la idea misma de precisión científica, Huygens re- rrtiliz;rtlo en sus experimentos.
duce la función de la experiencia a la verificación de los resul-
tados obtenidos por la teorÍa. Ya es suficiente cuando no los , r¡rr ll l)cdum et 9 l/2 unclarum circiter. Sed etsi 3 quatuorve uncijs auge-
contradice, como, por ejemplo, en el caso en que las cifras v,'l diminueretu.r altitudo CE nihito minus simuf sonare videbantur'
',.rrlrtrrr
r¡ lrl cxacta mensura hoc pacto obtineri nequeat' At ex motu conico
observadas son perfectamente compatibles con las deducidas
del análisis del movimiento del péndulo circular, es decir, alre- t,r'rrrlrrli dcbebant esse ipsi 8 pedes et9112 unciae. unde uno secundo debe-
lrrrrrt ¡rt'r'zrgi a plumbo cadente pedes 15. une 7 1/2 proxime. Sullicit quod
dedor de los 15 pies y 7 pulgadas y media por segundon. , r¡,r'rir'rrliá huic mcnsurae non repugnet, sed quatenus potest eam com-
¡r,,l,r'r. Si plumbum B et globulum C inter digitos simul contineas ijsque
pedum et dimidij vel 7 pollicum circiter. Ergo unius secundi spatio ex 14 ,r¡,,'rtir simul dimittere coneris, nequaquam hoc assequeris, ideoque tali
pedem altitudine,. ¡ \t'( rir¡rcnto ne credas. Mihi semper hac latione minus inveniebatur spa-
ór Cf. Ch. Huygens, Obras, l'7, p.278: .II D. 2. Expertus denuo 23 Oct. lrrrrr ( l;., adeo ut totius interdum pedis differentia esset' At cum filum
1ó59. Pendulum adhibui cuius singulae vibrationes 3/2 secundi unius, unde ,,.rtr¡r nullus potest error esse, durnmodo forfices ante sectionem im-
semivibratio qua usus sum erat 3/4., Erat longitudo penduli circiter ó nrrt¡ri' l('ncantur. Penduli AB oscillationes ante exploraveram quanti tem-
p.1l unc. Sed vibrationcs non ex hac longitudine sed conferendo eas cum I','rr.. (\scnt ope horologij nostri. Experimentum crebro repetebam. Ric-
pendulo horologij colligebam. Illius itaque scmivibratione cadebat aliud ,r,,lrr., Alrnag. l.9 secundo scrupulo 15 pedes transire gravia statuit ex
plumbum simul e digitis demissum cx altitudine 7 pedum 8 unc. Ergo .r1r'. , \t)('r'imentis. Romanos nimirum antiquos quos a Rhenolandicis non
colligitur hinc uno secundo casurum ex altitudine 13 ped. 7 l/2 :lld. fere. ,lrll.r r t' .Snellius probat.»
uErgo in priori experimento clebuissent fuisse non toti 3 ped. 5 poll. ''1 ltor pcrtenecer a una nación rnarinera. Huygens tenía perfecta con-
"Sumam autem uno secundo descenderc plumbum pedibus 13 unc. 8. , t, rrr tra importancia de un crcnómetro para la navega-
i.r rlcl valor y de
Mersenne 12 ped. paris. uno secundo confici scribit, 12 ped. 8 unc. Rhijn- , rilD, ;rsi como delas posibilidades financieras de un relo,i marino. Se sabe
land. E,rgo Mersenni spatium iusto brevius est uno pede Rhijnl." ,¡rr lr;rl(i de registrar la patente de su reloj en Inglaterra. Cf. L. Defos-
Un pie renano es igual a 31,39 cm. '.,t !,t1. r'it., pp. 115 ss.
a Ct. Ibíd.; p. 281: .II D. 4. 15 Nov. 1ó59. Pendulum AB semivibrationi '/,lrl ¡rlirner reloj de péndulo fue construido por Huygens en 1657; con-
impendcbat 3/4 unius sccundi; filum idem BDC plurnbum B et glandem l, rrr' 1,¡¡ ¡rinzas curvas que aseguran el isocrc¡nismo del péndulo (flexible)
C retincbat, deinde forficubus filum incidebatur, unde ¡recessario eodem \ '.rr ( lnb¡rrgo estas pinzas no estab¡tn aún construidas sobre una base
temporis articulo globulus C ct pendulum moveri incipiebant. plumbum ¡rr.rt, rr¡;rlicíI, sino sobre la sola base del método empírico de los ensayos
B in F palimsesto impingebatur, ut clarum sonum excitaret. globulus in , l,r'. r'rrorcs. Sólo en 1659 descubrió Huygens el isocronismo de la cicloi-
fundum capsae GI{ decidebat. simul autem sonabant, cum CE altitudo rh r, l.s nrc'dios de hacer que el péndul«¡ describiera una cicloide.
r
298 Alexandre Koyré
tln experimento de medición 299
se balance¿rra exactamente en un segundo, seríamos capaces de ,t¡ trei-penáuluá-in ,Í. áo.tt *ott, gegeven qijl4gr quadreert het
"., áivideert daer mede 12312000000. ende de quo-
,,.r"",'eñ-rr*t-ei quadraat
determinar el tiempo exacto clel descenso del cuerpo pesado a ii,:,,;'S-J aenwijsen ¿" i."gfta" van het pendulum' te weten als men de
,;;:,, lr.tr;;.ijif".. ¿"". soo is ñet resterende het getal,der.duij-
,,i,", ai" t"t pendulum moet"F-."i.¡t,
h;bben; de 2 afgesnedene cijffers -beteijcke-
La cle los desarroll<¡s de las curvas geométricas.
ó7
bij moeten
Cf. L. Defossez, op. cit., p. ó5. Sobre 1os intentos contemporáneos de
68 ;';';; ;;t e"n,'¿e tiendeny'eelen v-an een.duijm die daer noch
R. tlooke, cf. Lonise f). PattersoÍI, nPendultrms of Wren and Hooke,, O¡i- ;;'.i;; *;;á;n, het andír, dle l003tc deelen van een duvm' van gelijcken
ris, 10, 1952, pp. 277-322. rl:rt'r bijte doen. Rhynlandse maet.
""i"."Jel
8 Cf. Clr. Huygens, Devi centriluga (1659';, Oeuvres, 16, La Haya, M. Nii- Een trorotoie te m-aecken sijnde diens pendulum-44ó4 dob-
r,"1"-.iuge" l'n een uijr doé-n sal, het quadraet van 4464 is 1927296 waer
"Sü
hof , 19?.9, p. 276.
,""ir"-g"?""ri sijn¿e li¡tioooom, fomt 6718 ontrent dat is ó duijm l/10 en
300 Alexandre Koyré l)n experimento de meúición 30r
La moraleja de esta historia, que nos cuenta cómo se deter- du plan le boulet qui se meut perpendiculairement chet le Premier;
minó la aceleración constante, es bastante curiosa. Hemos vis- ct quand on l'éloigne de deux pieds huit pouces sur le plan, il tombe
to como Galileo, Mersenne, Riccioli, se esfuerzan en construir lc dérnier: et lorsqu'on l'éloigne de deux pieds neuf pouces, ils tom'
un cronómetro para poder realizar una medición experimental bcnt instement en mesme temps, sans que l'on puisse distinguer
de la velocidad de caída. Hemos visto como Huygens triunfa lcur bruits.
Sur le plan de quarante cinq degrez il devroit tomber trois pieds
allí donde habían fracasado sus predecesores. Sin embargo, a t:t l/2 un peu davantage, mais il ne tombe que trois pieds, et ne
causa de su mismo éxito, se exime de hacer la medición real por- t<¡mbera point trois pieds l/2, si l'autre ne tombe cinq pieds 3/4
que su cronómetro constituye por así decirlo una medición en sí ¡rar I'air.
mismo, y porque la determinación de su período es ya un ex- Sur le plan de cinquante degrez il devroit faire trois pieds dix
perimento mucho más refinado y preciso que cualquiera de los l)()uces, il n'en fait que deux et neuf pouces: ce que nous avons re-
imaginados por Mersenne y Riccioli. Ahora comprendemos el ¡rcté plusieurs fois trés exactement, de peur d'avoir failly, á raison
sentido y el valor del camino recorrido por Huygens, camino qu'il tombe en mesme temps de 3 pieds, c'est á dire de 3 pouces
que finalmente resulta un atajo: no sólo los experimentos vá- Javantage sur le plan incliné de 45 degrez: ce qui semble fort es-
I range, puisqu'il doit tomber dautant plus viste que le plan est plus
lidos se fundan en una teoría, sino que también los rnedios que
permiten realizarlos no son otra cosa que teoría encarnada. incliné: Et néanmoins il ne va plus viste sur le plan de 50 degrez
(lr.rc sur celuy de 40: oü il faut remarquer que ces deux inclinations
sont'également éloignées de celle de 45 degrez, laquelle tient le mi-
licu enire les deux extremes, á sEavoir entre l'inclination infinie faite
APENDICES tlans la ligne perpendiculaire et celle de l'horizontale: toutefois si
l'on considére cet effet prodigieux, l'on peut dire qu'il arrive á cause
1. M. Mersenne, Ilarmonie universelle, Paris, 1ó36, pp. 111 que le mouvement du boulet estant trop violent dans I'inclination
y siguientes: rlc 50 degrez, ne peut rouler et couler sur le plan, qui le fait sauter
¡rlusieurs fois: dont il s'ensuit autant de repos que de sauts, pendant
Or il faut icy mettre les expériences que nous avons faites trés lcsquels le boulet qui chet perpendiculairement, avance toujours son
exactement sur ce suiet, afin que l'on puisse suivre ce qu'elles don- t'lremin: mais ces sauts n'arrivent pas dans l'inclination de 40, et ne
( ()mmencent qu'aprés celle de 45, iusques á laquelle la vitesse du
nent. Ayant donc choisi une hauteur de cinq pieds de Roy, et ayant
fait creuser, et polir un plan, nous luy avons donné plusieurs sortes boulet s'augmente toujours de telle sorte qu'il peut toujours rouler
d'inclinations, afin de laisser rouler une boule de plomb, et de bois s¿rns sauter: or tandis qu'il fait trois pieds dix pouces sur le plan in-
fort ronde tout au long du plan: ce que nous avons fait de plusieurs t liné de cinquante degrez, il en fait six 1/2 dans l'air au lieu qu'il
endroits différents suivant les différentes inclinations, tandis qu'une n'cn devroit faire que cinq.
autre boule de mesme figure, et pesanteur tombait de cinq pieds Nous avons aussi experimenté que tandis que la boule fait 3 pieds
de haut dans l'air; et nous avons trouvé que tandis qu'elle tombe l0 pouces sur le plan incliné de 50 degrez, elle fait 6 pieds l/2 par
perpendiculairement de cinq pieds de haut, elle tombe seulement l'aii, combien qu'elle ne deust faire que cinq pieds. A l'inclination
d'un pied sur le plan incliné de quinze degrez, au lieu qu'elle devroit tk' 40, elle fait quasi 7 pieds dans l'air, pendant qu'elle fait 3 pieds
tomber seize poulces. 2 pouces 1/2 sui le plan; mais l'expérience reiteree á l'inclination
Sur le plan incliné de vingt cinq degrez le boulet tombe un pied rlc 50, elle fait 3 pieds sur le plan, quoy que la mesme chose arrive
5 demi, il devroit tomber deux pieds, un pouce un tiers: sur celuy i 2 pieds 9 poucei: ce qui monstre la grande difficulté des experien'
( ('s; car il eit trés difficile d'appercevoir lequel tombe le premier des
de trente degrez il tombe deux pieds: il devroit tomber deux pieds et
l/23 car il feroit six pieds dans l'air, tandis qu'il tombe deux pieds 1/2 rlt:ux boulets dont l'un tombe perpendiculairement, et l'autre sur le
sur le plan, au lieu qu'il ne devroit tomber que cinq pieds. Sur le plan ¡rlan incliné. J'ajoüte néanmoins le reste de nos experiences sur les
incliné de 40 degrez, il devroit tomber trois pieds deux pouces l12: et irlan inclinez dq ó0 et de ó5 degrez: le boulet éloigne de l'extremité
l'experience trés exacte ne donne que deux pieds, neuf pouces, car rhr plan de 2 pieds, 9 pouces, ou de 3 pieds, tombe en mesme temps
lorsqu' on met le boulet á deux pieds dix pouces loin de l'extrémité r¡rrc celuy qui chet de cinq pieds de haut perpendiculairement, et
ndanmoins il devroit cheoir 4 pieds 1/3 sur le plan de ó0, et 4 pieds
l/2 sur celuy de 65. Sur le plan de 75 il devroit faire 4 pieds l0 pou-
8/100 van een duijm. Indien het getal van de heele duijmen meer is als r'cs, et l'experience ne donne que 3 pieds 1/2.
12 soo moet het door 12 gedeelt werden om te weten boe veel voeten Pcut estre que si les plans ne donnoient point plus d'empesche-
daer in sijn"" urcnt aux mobiles que l'air, qu'ils ne tomberoient suivant les pre
Itn experimento de medición 303
302 Alexandre Koyré
traire, car ayant laissé cheoir le poids de 110 pieds, il est justemeut
portions que nous avons expliqué: mais les experiences ne nous rr¡mbé en 3", mais nous Prenons 108 pour régler la proportion; et les
donnent rien d'asseuré particuliérement aux inclinations qui passent Irommes ne peuvent observer la différence du temps auquel rl tomDe
45 degrez, parce que le chemin qui fait le boulet, á cette inclination, ,1" f iO, ou ¿e tOg pieds. Quant á la hauteur de 147 pieds, ll. s'en fallait
est quasi égal á celuy qu'il fait sur les plans de 50, ó0 et ó5; et sur ,,n demi-pied, ce qui rend la raison double trés-iuste, d'autant, que
celuy de 75 il ne fait que demi pied davantage. i" p.i¿. áoit i"ir" 3 pieds en une demie seconde, suivant cette-vistes"
,", 12 pi"dt dans une seconde minute; et conséquemme-nt,27-pieds en
Mersenne incluso se permite dudar de que Galileo haya rea- t;'il itz, +t pi.a. en2",75 en2" et ll2,lo8 pieds-en 3" et 147 pieds
lizado efectivamente algunos de los experimentos mencionados .,n 31, át ll2, ce qui revient fort bien á nos experiences, suivant les"
por el gran sabio. Refiriéndose, por ejemplo, a los experimen- r¡uelles il iomberá 192 pieds en 4" et 300 en 5", pendant-JeCu3l .Ga'
tos sobre el plano inclinado descritos por Galileo en su Dialogo iii¿" ," met que ló6 pieds ou 100 brasses, selon lesq-uelles il- doit
l'aire une brasie ,rrr" demie seconde, 4 en 1", ce qui font prés de
(no a los descritos en los Discorsi, que ya he citado), escribe 6 pieds 2/3, au ",
lieu de 12 que le poids descend en effet'
(Harmonie universelle, p. ll2, corr. 1):
Je doute que le sieur Galilée ayt fait les experiences des cheutes 3. M. Mersennus, Cogitata physicomathematica, phenomena
sur le plan puisqu'il n'en parle nullement, et que la proportion qu,il ballistica, Parisii, 1644, Propositio XV. Grauium cadentium ve-
donne contredit souvent l'experience: et desire qui plusieurs- es- locitatem in ratione duplicata temporum augeri probatur ex
prouvent la mesme chose sur des plans differents avec toutes les.pré- pendulis circulariter motis, ipsommque pendulorum multifarius
cautions dont ils pourront s'aviser, afin qu'ils voyent si leurs ex- usus explicatur, 38-44.
periences respondront aux notres, et si l'on en pourra tirer assez
de lumiere pour faire un Theoreme en faveur de la vitesse de ces
cher¡tes obliques, dont les vitesses pourioient estre mesurées par les
differents effets du poids, qui frappera dautant plus fort que ie plan
sera moins incliné sur l'horizon, et qu'il approchera davantagé de
la ligne perpendiculaire.
2. Ibid., pp. 86-87.
Mais quant á l'expérience de Galilée, on ne peut ni imaginer d'oü
vient la grande différence qui se trouve icy á Paris et aux environs,
toucharrt le tems des cheutes, qui nous a toujours paru beaucoup
moindre que le sien: ce n'est pas que je veuille reprendre un si
grand homme de peu de soin en ses expériences, mais on les a
faites plusieurs fois de différentes hauteurs, en présence de plusieurs
personnes, et elles ont toujours succédé de la mesme sorte. C'est v Bz
pourquoy si la brasse dont Galilée s'est servy n'a qu'un pied et
deux tiers, c'est á dire vingt pouces de pied du Roy dont on use á F¡c. I
Paris, il est certain que le boulet descend plus de cent brasses
en 5"...
Cecy étant posé, les cent brasses de Galilée font lóó 2/3 de nos Certum est secundo filum a puncto C ad B caden§ te¡nporis in-
pieds, mais nos expériences répétées plus de cinquante fois, jointes sumere tantundem in illo casu, quantum insumit in ascensu a B
á la raison doublée, nous contraignent de dire que le boulet fait 300 ad D per circumferentiam BHFD;-sit enim filum AB 12 pedum, do
pieds en 5", c'est á dire 180 brasses, ou quasi deux fois davantage cet experientia globum B tractum ad C, inde ad B spatio secundi
qu'il ne met: de sorte qu'il doit faire les.cent brasses, ou 16ó pieds minuti recidere, & alterius secundi spatio a B versus D ascendere'
2/3 en 3" et 18/25, qui font 3", 43"', 20'"r, et non pas 5", car nous Si vero AB trium pedum fuerit, hoc est praecedentis subquadruplum,
avons prouvé qu'un globe de plomb pesant environ une demie livre spatio dimidij secundi a C de.scendet ad B, & aequali tempo:e a B
et que celuy de bois pesant environ une once tombent de 48 pieds en ad D vel S párueniet; ad D si filum & aer nullum afferant impeü'
2", de 108 en 3", et de 147 pieds en 3" et l/2. Or les l4Z piedi revien- mentum, cum impetus ex casu C in B impressus sufficiat ad pre
nent á 88 et l/5 brasses; et s'il se trouve de mesconte, il vient plutót mouendum globum pendulum ad D punctum.
de ce que nous donnons trop peu d'espace aux dits temps, qu,au con.
r''-
304 Alexandre Koyré Un experimento de medición 305
Globus igitur spatio secundi percurret dimidiam circumferentiam spatio. aut plusquam 48 duobus secundi descendere, in eo fefelisse
gB-D, q aequali tempore a D per B versus C recurret; donec hinc otservationés, quod allisio, grauium ad pauimentum aut solum
inde vibratus tandem in punCto B quiescat, siue ab aeris & fili cx audito sono-indicata fuerit, qui cum tempus aliquod in per'
resistentiam vnicuique cursui & recuriui aliquid detrahentem, siue currentis 48 pedibus insumat, quo tamen Sraue non amplit's des-
ob ipsius impetus naturam, quae sensim minuatur, qua de .é por- cendit, uugeldum videtur spatium a grauibus perpendiculariter
tea. Nota vero globum plumbeum vnius vnciae filo tfipedali apien_ confectum.
sum, non prius quiescere postquam ex puncto C rnoueri cóépit, Septimo, globus B ex C in B cadens paulo plus tem-poris quam
quam trecen-ties sexagies per illam semicircumferentiam ierit; cüus aU E, & uL
-E quu- G insumit, adeout fila duo equalia, qgoTuP
postremae vibrationes a B ad v sunt adeo insensibiles, vt illis nullus ur,rm o C, aliud a G suas vibrationes incipiat, quod a G incipit,
ad obseruationes vti debeat, sed alijs maioribus, quales sunt ab F, j6 propemádum uibretur, dum q*od a C incipit 3_5 duntaxat vibra-
vel ab H ad B. tr., nó. est vnam vibrationem iucretur quod a G cadit, a quo si
certum est tertio filum AP fili AB subquadruplum vibrationes quamlibet ,¡ibrationem inciperet, & aliud suam quamlibet a punto
suas habere celeriores vibrationibus fili BA; esseque filum AB ad i, lorg" citius illam vibrationem lucraretur. Quanto vero breuiori
PA. in ratione duplicata temporum quibus illorum- vibrationes per- tempoie globus leuior, verbi gratia suberis, suas vibrationes, faciat,
ficiuntur, atque adeo tempora haberé se ad filorum longitudines vt q,ru-toqñ. citius vibrationum suarum periodum absoluat, lib' 2'
radices ad quadrata; quapropter ipsae vibrationes .,.rrri i' eadem .ie ca.,rñ sonorum prop. 2i & alijs harmonicorum nostrorum locis
ac tempora ratione. reperies.
- sexto, filum tripedale potest alicui iusto videri longius ad secun- Duociecimo, pendulorum istorur¡ vibrationes pluribus vsibus ad-
dum minutum qualibet vibratione notandum, cum énim in linea hiberi possunt, vt tractatu cle horologio vniversali, & harmonicorunl
perpendiculari AB graue cadens citius ad punctum B perueniat, t,,* Gálli"orum 1. 2. cle motibus, er áti¡s pluribus locis, tunr Latino-
quam vbi ex C vel D per circumferentiae quadrantem movetur, rum etiarn 2. de causis sonorum a prop' 26' ad 30' dictum est'
quaridoquidem AB lineJ breuissime ducit aá centrum grauium, ... Tantum addo me postea
-t,ru deprehendisse fili tripedalem lon-
& tamen ex observationibus grauia cadentia tripedare árrriuiut git"áin;; iufficere, qru" qualiblt v-ibratione minutum secundum
interuallum ab A ad B semisecundo, & 12 pedes seóundo conficiant,
illud. filum tripedale minus esse debere videtur: Iamque fiU. i. ae
;;;i.i;- ;m praedictis locis pedibus 3 vz vsus fuerim: sed cum
u.,,r.sc1uirquei d"b"ut experiri, cum horologio minutorum secundo-
causis sonorum, corrollario 3. prop. 22. monueram eo tempore quo ..,* l*u"iiriimo, filum quo rleinceps in suis vtatur obseruationibus,
pendulum descendit ab A, vel C'and B per CGB, posiií p"rpl* ,rott ..t qr'roa hac de re pluribus moneavi: adde quod in mechanicis
diculari AB 7 partium, graue per planum -horizonti ierp"rral."iu.e rilum inüd siue tripedáe, siue pedum 3 7z satis exacte secunda
partes vndecim descendere. repraesentet, vt experientia conuictus fateberis: hinc in sc¡ni velo-
Quod quidem difficultatem insignem continet, cum vtrumque citate reperienda, quae secundo 230 hexapedas tribuit, hoc filo vsus
multis observationibus comprobatum fuerit, nempe grauia p"rp"rr- ,,r*, qró medici possint explorare varios singulis diebus aegroto-
diculari motu duodecim so-lummodo pedes spatio seiundi, !foU"* rum, sanorumque pulsus.
etiam circumferentiae quadrantem, cuius radius tripedalis, i » aa
B semisecundo percurrere; fieri tamen requeunt nisi globus a C-quo ad
B per circumferentiae quadrantem descendat eodem tempore
g-lobus aequalis per AB: qui cum pedes 5 perpendicuraritei descen
dat eo tempore quo globus a C ad D peruenit, nulla mihi solutio
videtur; nisi maius spatium a- graui perpendiculariter cadent" p"r-
curri dicatur quam illud quod hactenus-notaueram, quod cum an
vno ,quoque possit obseruari, nec vlla velim mentis anticipatione
praeiudicare, nolui dissimulare nodum, quem alius, si poiis est,
soluat. vt vt sit obseruatio pluries iterita docet tripedále filurn
nongent-es-ies spatio quadrantis horae
vibrari, ac conseqirenter horae
spatio 3600: quapropte-r si per lineam perpendicularlm gra,rá +t
pedes spatio 2 secundorum exacte perturrat, vel fatenáum est
graue ae.quali tempore'ad eandem altitudine per circuli quadrantem,
ac p.er ipsam perpendicurarem cadere, vel áerem magis obsistere
grauibus perpendiculariter, quam oblique per circumfáentiae
lua_
drantem descendentibus, vel grarre plures qu¿un 12 pedes iá""'"¿r
r'' 307
GASSENDI Y LA CIENCIA DE SU TIEMPO * Gassendi y la ciencia de su tiemPo
y muy grande, para sus contemporáneos' el igual
sabio, Io era,
I
y rival de Descartes
Ahora bien, un historiador siemPre debe tener en cuenta
la
opinión de los conteÁloráneos; inc-luso cuando la posteridad
a veces;
r-,á-i""uliauao su juicio. Sin lugar a dudas se equivocan
cosas que se nos escapan' Por
pero, por otra Parte, ven muchas
fi.u'pu.,", l,o qr" se refiere a Gassendi, sus contempo-ráneos
".,
sólo se equivocaron a medias; efectivamente fue un rival' e in-
y
cluso, en ciertos aspectos, un rival victorioso de Descartes'
eierció sobre la segunda mitad del siglo una de las influencias
;i;;;*tá;;^;i.; i Incluso sobre espÍiitus de mavor talla -des'
En un primer momento, hablar de Gassendi en sus relaciones áe el punto de vista científico- que et mismo' como'
por ejem'
con la ciencia de su tiempo puede parecer una broma. Y una plo, Y Newton.
' Boyleporque,
injusticia. En efecto, Gassendi no es un gran sabio y en la his- Y fue aunque no contribuyó. mas que en muy. poca
que hablaré más
toria de la ciencia, en el sentido estricto del término, el lugar medida --con una o-áo' excepciones' de las
que le corresponde no es muy importante. Es evidente que no adelante- al desarrollo de la ciencia moderna' hizo algo mucho
el
se le puede comparar con los grandes genios que iluminaron ta.lÁp.t,ánte: le tptttO la ontología' o Enexactamente'
más
efecto si' como
su época, con un Descartes, un Fermat, un Pascal, ni siquiera ;;ilIá;;to ontológico que- le era necesario'
con un Roberval o con un Mersenne. No inventó nada, no des- ¿i"rro anterior"ÁLntl, h ciencia moderna es una revancha
cubrió nada, y como observó en una ocasión Rochot, que no ü ;iJ¿;; ph,¿;;, levó a cabo esta revancha
"^-rrl
sin lugar
victoriosa solo.
a dudas' pero
es sospechoso de antigassendismo, no hay una ley de Gassendi. F;;; áliun u contra natura'
-alianzamuchas otras- de Platón con Demócri'
Ni siquiera falsa. la historia ha conocido justamerr
io iu q"" terminó con el imperio de Aristóteles' y fue
Aún es más grave. Porque, por extraño que parezca que
o epicúrea por otra- parte mo
-o
sea-, este encarnizado adversario de Aristóteles, este decidido i" iu d"totogía democrítea lque
partidario de Galileo permanece ajeno al espíritu de la ciencia dificó hacienao aesapár""", d" ella el ótinamen y la esencial
ñ;á";;-;;;; de h áual conservó lo esencial' a saber' los áto-
moderna, y especialmente al espíritu de matematización que la Gassendi aportó al siglo xvJr y la.que
anima. No es un matemático y, por eso, no siempre comprende
i""tiir'ü"io- tu que.
p"1o',""-o.áL" ae tiátta contra el Estagirita. Precisamente el
el sentido exacto de los razonamientos galileanos (como la de- caso Gassendi nos muestra que en la historia del
pensamiento
ducción de la ley de la caída de los cuerpos); más aún, su em- .i""titilo, sobre todo en las épocas creadoras y críticas'.como
pirismo sensualista parece impedirle comprender la función el siglo xvrr, como la nuestrá, es imposible se separar el pen-
preeminente de la teoría, y especialmente de la teoría matemá- sanriánto filosófico del pensamiento científico: influyen y se
tica, en la ciencia; por esta razón su física, siendo, y queriendo condicionan mutuamente; aislarlos es condenarse a no com-
ser, antiaristotélica, sigue siendo tan cualitativa como la de prender en absoluto la realidad histórica'
Aristóteles y casi nunca sobrepasa el nivel de la experiencia En efecto, la revolución científica del siglo xvrr' inaugurada
bruta para elevarse al de la experimentación. c:on Galileo, y tido profundo consistía en la matemati-
Pero no seamos demasiado severos y tratemos de evitar el "ryo-t"t
anacronismo. Porque si, para nosotros, Gassendi no es un gran I En realidad la influencia de Descartes sobre sus contemporáneos no
parisienne'' es decir' el círculo de sabios
* Se ha extraído este artículo de la oúra Tricentenaire de Pierte Gas- f". ;;;;;;;?;.-"1-'dá'Ái" ; sobre todo de adversarios
agrupados en torno
sendi,1ó55-1955, Actes du Congrés (Parls, Presses Universitaires de Fran- ""i';;;;";,
a Descartes. cr. n. rcnitG-¡iiitii""
"ompott"
ou' la naissance du mécanisme' Pa'
ce,7957, pp. 175-190). Es una versión completa de una ponencia presentada rís,
en las uJournées gassendistes" del Centre Internalional de Synthése el 23 2
19,1ó.
y a su- Abrégé ile
Me parece bastar¡te cierto que.-e99!as a Bernier culto de fines del
de abril de 1953 1' publicada err la compilación Píerre Gassendi, sa vic et ta phitosophie a" cattáií,I-v"'i, iozg,-ló8¿t--..e1 hombre
sofl oeutre (París, Albin Michel, 1955), pp. 6&69. ;;si;';;;;;; mucho m"""¿o gassendista que cartesiano'
-es't
llr*
I
zación de lo real, había sobrepasado, con Descartes fre- a la verdad no dudan, y dejándose de palabras vacías, permanecen
-hecho
cuente en la historia- su legítimo objetivo. Se había cornpro- atentas en sus investigaciones a las cosas mismas.
metido en lo que anteriormente he denominado ola geometiiza-
ción a ultranza" y había tratado de reducir la físicá a la geo_ Al «plenismo» cartesiano, Gassendi opone resueltamente la
metría pura negando cualquier especificidad propia a la réali cxistencia de los .átomos, y del ovacío». Pero no se limita a
dad material. Por ello, como consecuencia de su identificación eso. Desde 1646 ataca los mismos fundamentos de la ontología
d,e la materia y del espacio, desembocó en una física imposible. tradicional que Descartes, quizá sin darse cuenta de ello, había
No podía explicar lo haría, ¿pero a qué pricio?- heredado de Aristóteles y que le llevan, como a este último, a
ni la elasticidad de-Descartes
los cuerpos, ni sus densidadei especificas, la negación del vacío identificado con la nada. La ontología tra-
ni la estructura dinámica del choque. y algo aún más grave: «licional «divide, el ser en sustancia y atributos. Pero, objeta
tal como lo va a mostrar Newton, esta física, que no admilía en Gassendi ya en sus Animadversiones in decimun librum Dioge'
el mundo más que extensión y movimiento, ni siquiera podía, nis Laertiis texto que seguramente inspiró a Pascal su fa-
sin abolir sus propios principios, proporcionárseloi a los cuer- moso apóstrofe -un al P. Noel-, ¿es legítima esta división? De he-
pos de su Universo demasiado fuertemente estructurado. cho "ni el lugar ni el tiempo son sustancia ni accidente y no
En definitiva, precisamente contra esta identificación cle la c¡bstante son álgo y no nada; justamente son el lugar y el tiem-
materia y del espacio en la «extensión» cartesiana, se subleva po de todas las sustancias y de todos los accidentes» 6.
Gassendi desde el momento que toma conciencia de ella; sin El razonamiento cartesiano que desemboca en la negación
duda no entabla con la física de Descartes la polérnica violenta del vacío únicamente tiene validez en función de la ontología
que había emprendido contra su metafísica y su epistemología: ¿rristotélica: al no ser el espacio vacío ni sustancia ni accidente,
en 1645, es decir, poco después de la publicación de los princi- sólo puede ser nada, y la nada, como evidentemente no puede
pes de philosophie de Descartes, escribe a André Rivet que va poseer atributos, no puede ser objeto de mediciones; el volu-
a decepcionar a las personas que le suponen esa intención, o men, la distancia, no pueden medir la nada; las dimensiones
que a ello le incitan, porque no está entre sus costurnbres atacar deber ser dimensiones de algo, es decir, de una sustancia y no
a los que no le atacan 3. Pero igual en esta carta que en muchas de la nada.
otras, señala muy claramente su oposición a la tesis esencial Pero, nos dice Gassendi en su Syntagma, en el que elabora
del cartesianismo, a saber, la identificación de la materia física desarrolla los temas brevemente señalados en las Animadtter'
y-siones,
con la extensión geométrica. Así, por ejemplcl, en esta misma es evidente que caemos en estas dificultades por culpa
carta a Rivet que acabo de citar a: tle un prejuicio que nos ha inculcado la escuela peripatética, a
saber, que toao és o sustancia o accidente, y que «todo lo qlre
No es necesario mencionar los puntos particulares; porque desde .ro ii sustancia ni accidente es no-ente (non-ens), no-algo
los primeros principios: que el mundo material es infinito o, como "r o nada en absoluto (nihil). Ahora bien, va que " fuera
(non-res)
matiza, indefinido; que está en sl mismo absolutamente lleno y no de la sustancia y del accidente, el lugar o el espacio, y el tiem-
se distingue de la extensión; que puede desmenuzarse en pequeños po o la duración, son entidades y cosa'§ (res) auténticas, es evi-
fragmentos que pueden cambiar localmente de posición de diferen- clente... que uno y otro son nada (nihil) sólo en el sentido peri-
tes modos sin intervención del vacío; y otras cosas de la misma patético idel términol pero no ell su auténtico sentido. Estas
clase; ¿quién no advierte que todo esto implica dificultades y con-
tradicciones? No se trata de que el autor no llegue a, o por lo rtos entidádes [tiempo y espacio] forman especies de cosas dis-
menos no trate de llegar a crear ilusiones y a huir mediante suti- tintas de todas las áemás, y el lugar y el tiempo tanto pueden
lezas; pero si los ignorantes y los espíritus vacios se dejan engañar ser sustancia o accidente como la sustancia y el accidente pue-
por las palabras, con seguridad las personas pausadas y apegadas clen ser lugar o tiemPor T.
lojes y no se sabía medir el tiempo r0. Los experimentos de Gas- En 1ó40, Gassendi emprendió una serie de experimentos so-
sendi le condujeron a afirmar que el sonido, grave o agudo, se bre la conservación del movimiento, que desembocaron en el
propaga a la misma velocidad; por otra parte, confundió com- de la bola soltada desde lo alto del mástil de un navío en mo-
pletamente su naturaleza física, habiéndole asignado a vimiento, experimento sobre el que se había discutido desde
todas las cualidades-, un soporte atómico propio y -como
no vibra- hacía siglos y que se alegaba generalmente corno un argumen-
ciones en el aire; además, enseñó que el sonido no resultaba to contra el movimiento de la Tierra13. En efecto, si la Tierra se
arrastradq por el aire y que su propagación la de la
luz- no estaba afectada por el viento lr. -como 13 En mis É,tudes galiléenes (París, 1939, p. 215) dije que Gassendi fue
Para dar una confirmación experimental a las leyes del mo- el primero en hacer este experimento. En realidad esto no es cierto, pues
el cxperimento en cuestión se había realizado varias veces antes que él
vimiento establecidas por Galileo para desmentir al mismo lo hiciera. Es posible que ya hubiera sido realizado por Thomas Digges
-y
tiempo las que Michel Varron pretendla haber demostrado- que, en su Perfit description of the celestiall orbes, que publicó en 1576
imaginó, e incluso realizó, un experimento muy elegante. Sabe- como apéndice a la Prognostication everlaslinge of righte good effecte de
mos que, según Galileo, la velocidad de caída es proporcional su paclre, Leonard Digges, dice que los cuerpos que caen, o que son lan-
zados al aire en la Tierra en movimiento, nos parece que se mueven en
al tiempo transcurrido; según Varron, al espacio recorrido. línea recta, del mismo modo que un plomo que un marinero deja caer
Ahora bien, entre las consecuencias que Galileo había extraído de lo alto del mástil de un navío en rnovimiento y que, en su caída, sigue
de su dinámica, había una particularmente sorprendente al mástil y cae a su pie, nos parece moverse en línea recta, aunque en
que era imposible extraer de la de Varron-, a saber, que -y
realidad describa una curva. La Prognostication everlastinge, así como la
los Perlit description tueron reeditadas por F. Johnson y S. Larkey, «Thomas
cuerpos que caen a lo largo del diámetro y de las cuerdas de Digges, the copernican system and the idea of the infinity of universe
un círculo vertical empleaban el mismo tiempo para llegar al in 1576", Huntington Library Bulletin, 1935; cf. también F. R. Johnson,
Astronomical thought in Renaissance England, Baltimore, 1937, p. 164: De
punto terminal de la caída. Sin lugar a dudas, era imposible t<¡dos mocios, hay que notar que Thomas Digges no nos dice que él haya
medir directamente el tiempo de los recorridos, pero, como lo hecho el experimento, sino que lo refiere como algo que se da por supues-
comprendió Gassendi, se podfa prescindir de las mediciones: el to. En segundo lugar, Galileo, como acabo de decir, afirma a Ingoli que
teorema de Galileo implicaba, en efecto, que los cuerpos parti- lo ha realizado. Pero no dice dónde ni cuándo, y como se contradice en el
Dialogo, la duda es permisible. Por el contrario, los experimentos realiza-
dos a/ mismo tiempo de los puntos A, B y C llegaban al mismo dos por cl ingeniero francés Gallé, en una fecha incierta, pero antes de
tiempo al punto D (siendo AD un diámetro, BD y CD cuerdas 1ó28, deben admitirse como reales, así como los de Morin, en 1ó34. Los ex-
inclinadas sobre la vertical). Así, pues, Gassendi fabricó un perimentos de Gallé son descritos y discutidos por Froidemont (Fromon-
dus) err su Ant-Aristarcltus, sive Orbis Terrae immobilis liber unicus, Am-
círculo de madera de unas dos toesas (12 pies) de diámetro y beres, 1631, y Vesta sive Ant-Aristarchi Vindex, Amberes, 1ó34. Según
lo equipó con tubos de vidrio, haciendo caer por ellos peque- C. de Waard, de quien tomo prestados estos datos (cf. Correspondan-
ñas bolas. Los resultados confirmaron plenamente la doctrina ce du P. Marin Mersenne, París, 1945, vol. lf, p. 74), Gallé hizo sus
experimentos en el Adriático y «dgjf caer desde lo alto del palo mayor
de Galileo y falsaron la de Varron, mostrando que se apartaba de una galera veneciana una masa de plomo: la masa no cayó al pie
mucho de la experiencia 12. del mástil, sino que se desvió hacia popa, aportando así, en apa-
riencia, a los partidarios de Tolomeo una verificación de su doctrina".
En cuanto a Morin (cf . Correspondance d"u P. Marín Mersenne, París, 1946,
r0 Cf. mi artlculo, .An experiment in measurement», Proceedings ol the vol. III, pp. 359 ss.) relata, en su Responsio pro Telluris quiete..., Pa-
American Phílosophical Society, 1953 (y supra, pp. n4-305). Gassendi, por rís, ló34, que ha hecho este experimento en el Sena y ha visto confirmar-
otra parte, no parece haber atribuido un valor excesivo a la exactitud de se las afirmaciones de Galileo «la primera vez con estupor, la segunda
las mtdiciones: y así, en el Syntagma (vol. I, p.351 a), informa de los re- con admiración, la tercera con burla,. Porque, nos dice Morin, el experi-
sultados obtenidos para el valor de la aceleración de la caída por Gali- mento no prueba nada en favor de Ios copernicanos: en realidad, el hom-
leo pies en 5 segundos- y por el P. Mersenne -300 pies- sin to- bre que, en lo alto del mástil, sostiene la piedra en sus manos, Ie impri
mar-180
partido por ninguno de los dos. rne su propio movimiento, y esto tanto más cuanto rnás rápidamente se
It Úna vez más hai que tener en cuenta aquí las condiciones de experi' mueve el navío. Por lo tanto, la piedra resulta proyectada hacia adelante
mentación, y observar, en descargo de Gassendi, que Borelli y Viviani, y esa es la razón de que no se quede atrás. Pero si el navío pasara bajo
auténticos sabios y experimentadores fuera de serie que para la velocidad un puente, y se arrojara desde este puente una piedra al mismo tiempo
de propagación del sonido habían obtenido la cifra casi exacta de 1077 que la primera, se comportaría de un modo muy diferente, a saber, cae-
pies por segundo, llegaron aI mismo resultado. ria sobre la popa.. Así, mediante un razonamiento copiado literalmente
t2 Cf. Syntagma, t. f , p. 350 b. de Bruno (cf. La cena de le cenerí, Ífl, 5, Opere italiane, Leipzig, 1830,
r'-
tiu¡scndi 1t la ciencia de su tiempo 315
3t4 Alexandre Koyré
t'n ló40 los experimentos a los que acabo de aludir. Probable-
moviera, se repetía desde Aristóteles y Tolomeo, un cuerpo lan- nrcnte para los "demásr, para aquellos a los que hay que dar
zado al aire no podría nunca volver a caer rrrra prueba experimental del principio de inercia. Pero quizás
en el -verticalmente-
lugar desde donde hubiera sido lanzado: una bola lanzada trunbién para sí mismo, para asegurarse de que este principio no
desde Io alto de una torre no podría caer nunca al pie de la s<il<.¡cs válido in abstracto, en el vacío de los espacios imagi-
torre, sino que se «quedaría atrás", comportándose como la nrrrios, sino también ilt concrelo, en nuestra Tierra, in l'tic vero
bola soltada desde lo alto del mástil de un navio que cae a su rrr'rc como había dicho Galileo.
pie cuando el navío permanece inmóvil y «queda atrás», cayen- Sea como sea, tuvieron pleno éxito; por ello organizó en
do sobre la popa, cuando el navío se rnueve; e incluso en el Marsella, con la ayuda del conde de Alais, una demostración
agua si el navÍo se mue\¡e demasiado rápidamente. A esta ar- ¡rúrblica que tlr\¡o una gran resonancia en su época. Esta es la
gumentación, renovada por Tycho Brahe, los copernicanos, en ttcscripción r1:
la persona de Kepler, responderían estableciendo una diferen-
cia de naturaleza entre el caso del navío y el de la Tierra: la Sicndo el señor Gassendi tan curioso que trata siempre de justificar
Tierra, decÍan, arrastra con ella a los cuerpos graves (terres- rrrcdiante experimentos la verdad de las especulaciones que la filo-
tres), mientras que el navío no lo hace en absoluto. Por ello, sofía le propone, y encontrándose en Marsella en el añc¡ 1641, ltizo
una bola lanzada desde lo alto de una torre caerá a sus pies vcl' que, en una galera que salió a este propósito al mar por orden
porque es atraída por la Tierra por una atracción casi magné- rlc cste príncipe, más ilustre por el amor y el conocimiento que
licne de las buenas cosas que por la grandeza de su nacimiento,
tica, mientras que la misma bola, lanzada desde lo alto del trrra piedra lanzada desde lo más alto del mástil, al tiempo que la
mástil de un navío en movimiento, quedará apartada, porque rlalcra boga a toda velocidad, no cae en un sitio diferente del que
no es atraída por éste. Unicamente Bruno y, por supuesto, Ga- cacría si la misma galera estuviera parada e inmóvil; igualmente
lileo tuvieron la audacia de negar el hecho mismo del "atraso" t'rrando está en marcha o no, la piedra cae siemprc a lo largo del
y de afirmar que la bola que cae desde lo alto del mástil de un nrástil a su pie y por el mismo lado. Este experimento, realizad<¡
navío o en movimiento- siempre caería al pie de ese t'n presencia de su Señoria el Conde de Alais y de un gran númer<-t
mástil.-inmóvil
Ahora bien, Galileo, que en su Carta a Ingoli (de 1624) de personas que asistieron, parece tener algo de paradójico para
rnuchos de los que no lo habían visto; l<-r que fue causa de que el
se vanagloriaba de una doble superioridad sobre éste y en ge- scñor Gassendi compusiera un tratado De ntottt intpresso a tnotore
neral sobre los físicos aristotélicos por haber a) efectuado el translato que vimos el mismo añ<.¡ en forma de carta escrila al
experimento que ellos nunca habían hecho y b) por haberlo scñor Du Puy.
hecho sólo desptté.s de haber previsto su resultado; en su Dla-
logo sopra i due massimi sistemi del mondo, justamente donde Ah<,¡ra bien, en esta «carta», es decir, en el De motu inlpres-
discute el argumento en cuestión, nos dice abiertamente que so a nlotore translato 15, Gassendi no se limita a exponer los ra-
nunca intentó hacer el experimento. Más aún, añade que no hay zonamientos de Galileo añadiéndoles la descripción de la expe-
ninguna necesidad de hacerlo, porque es tan buen físico que, ricncia de Marsella y aplicando al análisis de ésta los princi-
sin ningún experimento, puede determinar cómo se comporta- ¡rios (galileanos) de la relatividad del movimier-ito y de la con-
ría la bola llegado el caso. serr,ación de la velocidad; consigue sLlperar a Galileo ¡,, liberán-
Evidentemente Galileo tiene razón: para cualquiera que haya dose al tiempo del fantasma de la circularidad v de la obsesión
comprendiclo el concepto de movimiento de la física moderna, rlc la pesadez, dar una formulación correcta de ia lev de iner-
este experimento es perfectamente inútil. Pero, ¿y para los de- cia. En efecto, la restricción (galileana) de esta leY a los mor,i-
más, precisamente para aquellos que no han comprendido aún mientos horizontales es inútil; en plincipio son r,álidas todas
y hay que hacerles comprender? Para ellos el experimento pue-
de desempeñar un papel decisivo. Es difícil decir si es para sí
mismo o para los demás solamente por lo que Gassendi realiza ta Cf. Recueil de leltes des sieurs Morin, de La Roche, De Nevre et
Oassend et suite de I'apologie tlu sieur Gassend touchanl la quesliort Dc
rrrotu impresso a motore translato, Paris, 1650, prefacio; cf. mis Etudes
vol. I, p. l?1, que he citado en r.rlis Etudes galiléenes, III, pp' 14 ss.) -pero t:ttliléencs, pp. 215 ss. La fecha de 1641 debe adelantarse en un año.
que evidenternente no comprende- Morin consigue confirmarse en su fe l'París, 1642; u Opera omnia (L1ton, 1658), t. III, pp. 478 ss.
geocéntrica.
ft*
ias direcciones y en los espacios imaginarios, espacios vacíos compresión del aire comparándola a la de una bala de lana-
fuera del mundo en los que segurarrlentc t1o hay nada pero en la acción de los dos factores se encuentra lejos de estar clara-
los que segurantente podría haber algo, «el movirniento, en mente analizada. Por otra parte, hacerlo no era mr.ry fácil, como
cualquier dirección que sc produzca, será semejante al horizon- nos lo muestra el ejemplo de Roberval, confundido por el he-
ta} 1, ¡i se acelerará ni se retrasará y por Io tanto nLlnca ce- cho de que una cantidad muy pequeña de aire gota-,
sará, 16. Gassencli deduce, con muy buen sentido, que sucede que no pesa casi nada, introducida en el vacío del -un.a
tubo de Tt¡-
lo nrismo en la Tic.rra, que el moviiniento en cuottto lr¿l se con- rricelli, hace descender sensiblemente su nivel. En cuanto a
serva, con su dirección y vel<;cidad y que si, en realidad, las Pascal, seducido e inducido a error por la asimilación del aire
cosas srlceden de otro modo, es porque los cuerpr:s encuentran a un líquido (asimilación corriente en su época) explica la apa-
resistencias (por ejempto, la del aii:e) y se desvian por Ia atrac- rición del vacío en el tubo de mercurio mediante concepciones
ción de la Tierra. extraídas de la hidrostática, es decir, mediante un equilibrio
Los espacios imaginarios fuera del mundo no son con toda de pesos. Y si en la interpretación de los experimentos baro-
seguriclad obieto de experiencia; de igual modo que los cuer-
métricos (expansión de una vejiga llevada a la cumbre de una
po-", qr" Dios poclría colocar alli. P<¡r otra parte, Gassendi se
montaña, etc.) que encontramos en sus Tratados sobre el cqui-
áu .r"ntu ¿e étto, lo que le honra. pero sería cruel insistir y librio de los líquidos y el peso de la masa de aire, la compre-
.sión del aire al nivel del suelo y su rarefacción en la cunibre
subrayar la flagrantc incotnpatibiliclact del razonamiento de cle una montaña se hallan claramente indicados, no por ello
Gassendi con la epistemología sensualista y empirista. que pro-
cs menos cierto que los Tratados
fesa y que, por otl:a parte, ha heredado de Epicuro junto con como lo indica su mis-
-taldesde
rno título- se conciben claramente un punto de vista
los áioáos ¡, el vacío. Por ello no fue su epistemología' -que no hidrostático y q.ue el análisis conceptual de los fenémenos es-
hizo más qire viciar y esterilizar su pensarnient<¡, sino la ,tili- tr¡cliados no supera el nivel alcanzado ya por Torricelli.
zació^ inteiigente del atomisnto, lo que perrnitió a Gassendi su-
perar a Robért Boyle en la interpretar:ión de los experinrentos Ahora bien, en este punto es donde la ontología atomista
barométricos de Torricelli y de Pascal. ¡rt'r-rnite a Gassendi dar un paso adelante, haciéndole fácilmen-
Gassendi enumera estoi experimentos, incluido el del Puy
l(: corlprensibles los fenómenos de dilatación (expansión) y de
t orrrlcnsación (compresión) del aire y el hecho de que una mis-
a" Oo*", clel qtte fue inforrnado por Auzout, en un de apénclice
rrrl cantidad de aire (un mismo número de corpúsculos y, por
de sus A.ttinn.diersictnes; después de haberlr¡s hecho nuevcr
Tr¡ulon (en 1650)' los Lr lirnto, un mismo peso) podía ejercer, según su estado de
--con Bernier- en urna coliña cerca cle
, orrr¡'rrr:sión o dilatación, presiones extremadamente variables.
-
vuelve a exponer y cliscutir en el S1'¿¡4grtttt17'
r,t ne.n0 experim(jntal re..'elado pol' el cxperiniento baromé- Itol c:;o cn esta compresión y presión resultante ve él el factor
¡',,r'rrt'i:rl del fenómeno revelado por el experimento barométrico
tricoesensínrisr¡obastantesimple:-ccrcrlucealaconstata. v sorr analogías aerodinámicas (presión del aire cornprimido
.i¿,,a"lavariacióndelacolurnrnadcrnercurio(enuntlibode ('n unil l>ombarda, o en la bomba de Ctesibio) las que aduce
Torricelli) en funciór-r de la al¡itud a la cual se encuentra colo-
cado. Pero su interpretación corl:c:cla es todo menos simple:
en l);il:r ('\plicarlc¡. El peso de la columna de aire, nos dice, com-
ái".tu, implica la áistincií¡n, erl el efecl:ct prilducido'.de-ia ac- lfrinr(' lirs capas inferiores, y es esa presión la que hace subir
ción cle dós facrores -_y por lo tanto la elaboración de dos no.
,'l rrrllt'rrrio en el tubo. La acción del peso es colocada, pues,
lrr.,rr lrr¡1lrr; de causa directa se convierte en indirecta; la causa
ciones distintas- a saUir, la del peso v la de 1a ¡ttesíón clast.icr' r llt lr l;r <'s la presiót ra.
á" iu .rt"-na cle aire que equilibra eI nrercurio' Ahora bien' Sirr lrrgar a dudas, todo esto es algo, e incluso rnucho. Y, sin
aunque descle el principicl estas tlos n<¡ciont:s están presentes r'rrlr¡uli(), (:()nrparado con el esfuerzo realizado por Gassendi,
á arri-o de lós experimentadoreri -Torricelli habla de la r nr r.l ¡r:r¡rt:l qtre desempeñó es muy poco. Pero ya he dicho
".,
rl,',rlc r'l corricnzo que no fue en cuanto sabio como actuó y
ló cf mis Etudes galiléenes, pp. 294-'109; ¡- Apera otnnia, t' III i1ó58)' r urrr¡rrrrtri rrlr Iugar en la historia del pensamiento científico,
p, 495 b
tl Cf. AnimadYersiones in decimun Iibrum Diogenis l-aertii, Lyon. 1649;
r' ( L\y,,/¿¡jrtru philosophicum, pp.
Syntagma philosoPhicum, en OPera onuúa, vol. I, nP. 180 ss. 201-212.
I
318 Alexandre Koyré Gassendi y la ciencia de su tiempo 319
sino en cuanto filósofo, a saber, resucitando el atomismo grie- Creo que puedo resumir en algunas palabras lo que he di
go y completando así la ontología que necesitaba la ciencia del cho: Gassendi trató de fundar en el antiguo atomismo una fÍ-
siglo xvrr rg. Sin duda no fue el primero en hacerlo sica que era todavÍa una física cualitativa. Esto le permitió, me-
Basson, y otros, en fin, lo hicieron antes que él- y-Bérigard,
podría de-
-o la resurrección-
diante la renovación del atomismo anti-
cirse que el atomismo se adaptaba tan bien a la física y a la guo, dar una base filosófica, una base ontológica, a la ciencia
mecánica del siglo xvrr (incluso los que, como Descartes, recha- moderna, que unió lo que él no supo unir, a saber, el atomismo
zan los átomos y el vacío y tratan de establecer una física del de Demócrito con el matematicismo de Platón, representado
continuo, se ven obligados, en realidad, a utilizar concepciones por la revolución galileana y cartesiana; fue la unión de estas
corpusculares) que la influencia directa de Lucrecio y de Epi- dos corrientes la que produjo, como sabemos, la síntesis new-
curo habría bastado para hacerlo aceptar. No por ello es me- toniana de la física matemática.
nos cierto que nadie presentó la concepción atómica con tanta
fuerza y que nadie defendió la existencia del vacío en todas sus
formas en el interior como en el exterior del mundo-
-tanto
con tanta perseverancia e insistencia como Gassendi; nadie,
por lo tanto, contribuyó tanto como él a la ruina de la ontolo-
gía clásica fundada sobre las nociones de sustancia y atributo,
potencialidad y actualidad. En efecto, proclamando la existen-
cia del vacío, es decir, la realidad de algo que no es «ni subs-
tancia, ni atributo», Gassendi abre una brecha en el sistema ca-
tegorial tradicional; una brecha que terminará por engullir al
sistema.
De este modo, contribuye más que nadie a la reducción del
ser físico al mecanismo puro, con todo lo que esto implica, a
saber, la infinitización del mundo consecuente a la autonomi-
zaciín y a la infinitización del espacio y del tiempo, y la subje-
tivización de las cualidades sensibles. Lo que es bastante para-
dójico, ya que, a decir verdad, Gassendi mismo no creía ni en
una ni en otra: la infinitud del espacio no implicaba, para é1, la
infinitud del mundo real, ya que el número total de átomos que
entraban en su composición no podía ser sino finito; y la re-
ducción de las propiedades de los átomos a «peso, número,
medida, no le impidió tratar de desarrollar una física cualita-
tiva con base atómica, postulando átomos específicamente adap-
tados a la producción de cualidades sensibles, átomos lumino-
sos y átomos sonoros, átomos del calor y átomos del frío, etc.
Lo que a veces en el caso de los átomos de luz- le
llevó a anticipar, -como
aunque de lejos y por razones equivocadas, la
concepción newtoniana de la luz (teoría corpuscular), y a ve-
ces en el caso del sonido- a negar la existencia de on-
das -como
sonoras.
f,
l',
324 Alexandre Koyré Bonaventura Cavaliert 325
la que me parece dirigido el intento de Cavalieri. A la noción componer llneas con puntos, superficies con líneas y cuerpos
kepleriana de lo infinitamente pequeño, elemento constitutivo con planos (superficies), en vez de emplear, a la manera de Ke-
del objeto geométrico, que tiene, a pesar cle su infinita peque- pler, elementos infinitesimales homogéneos con el producto, no
i.ez, tantas dimen.siones como el objeto en cuestión, opone la cs concluyente; y más aún, es un contrasentido, en el sentido
de lo indivisible qlue no es lo infinitamente pequeño y clue tiene, más estricto del término, porque va contra las intenciones más
rotunda y francamente, una dimensión menos que el objeto es- profundas de Cavalieri y le reprocha el no hacer precisamente
tudiado ra. Por eso la crítica fundamental de Guldin 15, idéntica aquello a lo que se opone con todas sus fuerzas y de 1o que se
en el fondo a la de Roberval,ó, que reprocha a Cavalieri querer cnorgullece de poder evitarlT.
brarse; de este modo Leibniz nos revela los limites de la concepción ca- la concepción de partes infinitamente pequeñas, antes bien, al contrario,
valieriana y Ias razones profundas de su abandono. la excluye.
14 A menudo se ha observado que Cavalieri no define en ninguna parte l7 Es curioso observar que la interpretación dada por Guldin a la con-
lo que entiende por indíyisible. Y así, en úItirrro lugar, Carl B. Boyer, The cepción de Cavalieri es aceptada más o menos por todos los historiadores
concepts of the calculus, Nr,reva York, 1939, p. 117: uCavalieri at no point modernos del pensamiento matemático, io mismo por aquellos que se
of his book explained precisely what he understood by the word indivisi- adhieren a la critica de Guldin que por los que tratan de defender a Ca-
ble, which he employed to characterise the infinitesimal elements used valieri encontrando circunstancias atenuantes. Así A. G. Kástner en su
in his method" He spoke of these in much the same manner as had Ga- Geschichte der Mathemafift (t. III, Gotinga, 1799, p.215) nos dice: «dass
lileo in referring to the parallel line representing velocities or moments des Cavalierus Methode nicht geometrisch ist, weil sich Fláchen nicht aus
as making up the triangle and the quadriteral.» Esto es perfectamente l-inien zusammensetzen lassen u. s. w. weiss jetzo zugánglich». J. F. Mon-
exacto. De todos modos no hay que olvidar que el concepto d.e indivisibte tucla, Histoire des mathématiques, t. II, p. 38: "Cavalieri imagina el con-
tiene una larga historia y que figura en un buen lugar en las discusiones tinuo como compuesto por un número infinito de partes que constituyen
medievales sobre la compositione continui, discusiones que no conoce- sus elementos últimos, o los últimos términos de la descomposición que
mos, pero que Cavalieri y sus contemporáneos conocían bien. Además, a rle é1 se puede hacer, subdividiéndolos continuamente en trazos paralelos
partir del uso que de él hace Cavalieri, resulta muy claro que el indivi- cntre sí. Estos elementos últimos son los que llama indivisibles'y en la
sible de un cuerpo es una superficie, eI de una superficie, una línea, y relación según Ia cual aumentan o disminuyen es donde busca la medida
el de una línea, un punto. Ese es justamente el punto débil del método clc las figuras o las relaciones que existen entre ellas. No se puede negar
de Cavalieri: tal como observó Torricelli, no se aplica a la comparación que Cavalieri se expresa de una mane¡a un poco dura para oídos acos-
de líneas entre sl o necesita la admisión de una diferencia posible entre tumbrados a la expresión geométrica. A juzgar por esta manera de ex-
los puntos, es decir, la reintroducción de lo infinitamente pequeño. presarse, se diría que concibe eI cuerpo como compuesto por una cantidad
r5 Paulus Guldinus, S. J., Centrobaryca, libro I, Vindoboniae, 1635; Ii infinita de superficies amontonadas las unas sobre las otras, las superfi-
bro II, ibid., 1640, libro III, ibid., 1641; libro IV, ibid., 1642. La crírica de cics, por una infinidad de líneas igualmente acumuladas, etc. Pero es fá-
Cavalieri se encuentra en el prefacio del libro II. cil reconciliar este lenguaje con la sana geometrÍa, mediante una interpre-
16 G.-P. de Roberval, Carta a Torricelli, 1647, en Opere di Etangelista tación que sin duda captó Cavalieri, aunque no la haya dado en la obra
Torricelli, vol. III, Faenza, 1919, p. 487. Cf. H. G. Zeuthen, Geschichte der de la que hablamos. Solamente 1o hizo después, cuando fue atacado por
Mathematik ím XVL und XVII. Jahrhundert. Leipzig, 1903, p. 257: «Sogar (luldin en ló40. Entonces mostró en una de sus E¡ercitationes mathemati-
nach der genaueren Erkiárung in den Exercitationes erregten Cavalieris cae (¡sic!) que su método no es sino el exhaustivo de los antiguos, simpli-
Begriffsbestimmungen Widerspruch. So verstanden ihn Roberval und an- ficado. En efecto, estas superficies, estas líneas cuyas relaciones y sumas
dere dahin, als ob die Fláchenráume selbst die Summen der unendlich c<.¡nsidera Cavalieri, no son otra cosa que pequeños sólidos o los paralelo-
vielen Parallelen darstellen sollten, als ob demnach eine Grósse von 2 gl'amos inscritos y circunscritos de Arquímedes, llevados a un número tan
Dimensionen aus unendlich vielen von einer bestehe. Das sagt Cavalieri grande que su diferencia con la figura que rodean es menor que cualquier
allerdings nicht, er verursacht aber insofern selbst das Missverstándnis, t¡rmaño dado"; ibid., p, 39: "Igualmente hay que concebir a las superfi.
weil seine Bezeichnung der parallelen Sehnen als «unteilbar» anzudeuten cics, a las líneas, de las que Cavalieri hace los elementos de las figuras,
scheint, dass sie selbst unendlich kleine Teile der Fláchen sein sollen. Die cr.¡mo las ultimas de las divisiones de las que hemos hablado más arriba,
Exercitationes enthalted freilich einen Beweis dafür dass sich die Sum- lo que basta para corregir lo que en su expresión hay de duro y de con-
men der unendlich vielen Sehnen wie die Fláchen verhalten; dies ist trario al rigor geométrico". M. Marie, Histoire des sciences mathémati-
aber ziemlich allgemein gehalten. Si trifft die wichtige Voraussetzung, ques et physiques, t. IV, pp, 70 ss.: método de Cavalieri sólo puede
dass die Sehnen, deren Anzahl ins unendliche wáchst, überall die gleichen rr¡nducir a resultados exactos, pero la "Elidea primitiva había sido presen-
Entfernungen haben sollen, nur indirect hervor., Zeuthen se equivoca do- llda por él de una manera muy viciada. Cavalieri considera los volúme-
blemente: a) la condición de .equidistancia» entre los «indivisibles» no 1¡cs como constituidos por superficies apiladas, las superficies como com-
es absoluta, sólo vale en el caso de igualdad de las figuras, y b,) se en- l)rrcstas de líneas yuxtapuestas, y finalmente las líneas como compuestas
cuentra, en esos casos, expresamente mencionada por Cavalieri; cf. infra, l)or puntos colocados uno al lado del otro: y teniendo en cuenta a la vez
p. 347, n. 5ó. Además, el término indivisible no implica de ningún modo el número de elementos que componen el objeto a medir y su extensión,
\
fl''
326 Alexandre Koyré B onatt entura C avalier L 327
En efecto, Cavalieri no compone en absoluto la línea con compositione continui sabe perfectamente que esto es imposi-
puntos, ni el plano con líneas rE: versado, lo mismo que Guldin ble: ¿no es esta imposibilidad, por otra parte, la que se encuen-
(y mucho más que Kepler), en las discusiones medievales de tra en el origen del concepto bastardo de lo infinitamente pe-
queño? re
es como él llega a la medición de ese objeto. Aunque esta concepción sea El curso del pensamiento cavalieriano es un curso analítico
absurda, se puede restablecer la verdad y dar rigor a los razonamientos
devolviendo a los indivisibles la dimensión de la que Cavalieri hacía abs- y no sintético: no parte del punto, de la línea, del plano, para
tracción. Sus superficies apiladas no son otra cosa que trozos que tienen llegar, mediante una adición imposible, a la línea, al plano, al
una longitud común de la que se puede hacer abstracción; sus líneas yux- cuerpo. Por el contrario, parte del cuerpo, del plano, de la Ií-
tapuestas son superficies trapezoidales que tienen igualmente una super- nea para descubrir en ellos, como elementos determinantes e
ficie común, y finalmente sus puntos consecutivos son pequeñas rectas no componentes- el plano, la línea
que tienen todas la misma longitud. El vicio de este método, si lo tiene, incluso constitutivos
sólo consistía, por lo tanto, en la inexactitud de las expresiones emplea- y el punto. Además, -pero
no alcanza a comprender estos elementos
das para formularlo; los auténticos geórnetras no se equivocaron por ellor. constitutivos y determinantes mediante un procedimiento de
A. Wolf, A history of science, technology and philosophy in the sixteenth
and seventeenth centuries, Londres, 1935, p. 20ó: procedure gave the decir ad instar, y aiadir (ibid., p. 4, § 5): oCum vero in tela sunt semper
impression that he regarded a line as composed"Thisof a infinite number of fila et in libris semper folia numero finita, habent enim aliquam cras-
sucessive points, a surface as made up of an infinite number of lines, and sitiem, nobis in figuris planis lineae, in solidis vero plana numero indefi-
a solid of an infinite number of surfaces, such points, lines and surfaces nita seu omnis crassitiei experta, in utraque methodo supponenda sunt.
being the indivisibles in question. This led to much misunderstanding His tamen utimur cum discrimine, nam in priori methodo illa considera-
and criticism of Cavalieri. For the elements into which volumes, areas, mus ut collective, in posteriori vero ut distributive comparata». Sobre la
or lines are resolved by continual subdivision must themselves be volu- diferencia de los dos métodos, véase más adelante, pp. 345-348.
mes, areas or lines respectively. Cavalieri was probably well aware of it le Asl, a Guldin, que le había reprochado haber plagiado a Kepler,- Ca'
and used his indivisibles simply as a calculating device". Carl B. Boyer, valieri le responde cón indignación defendiendo el valor y la sup,erioridad
The concepts of the calculus, p. 122: «Cavalieri did not explain how an de sus indivisibles sobre los «pequeños cuerpos» keplerianos. Cf. Kepler,
aggregate of elements without thickness could make up an area or volume, Opera omnia, ed. Ch. Frisch, vol. IV, In stereofiietriam doliorum notae
although in a number of places he linked his idea of indivisibles with p. 657: "Ad haec lacusación de plagio] Cavalierus in libro quem
ideas of motion... in holding that surfaces and volumes could be regarded "áitorit, Exercitationes
inscripsif geometricae se¡ [Bolon., 1647), respondens Gul-
as generated by the flowing of indivisibles. He did not, however, develop dinus, inquit, hic declarare videtur se libros dictae geometriae accurate
pe this suggestive idea into geometrical method»; ibid.: con- legere noi potuisse. Si enim eos, qua congruebat diligentia, examinasset,
ceived of a surface as made up of an indefinite number "Cavalieri
of equidistant tunc quoque potuisset animadvertere quam diversa sint utriusque me-
parallel lines and a solid as composed of parallel equidistant planes, these thodi iunáaménta. Keplerus enim ex minutissimis corporibus quodam-
elements being designated the indivisibles of the surface and of the vo- modo majora componit, iisque utitur tamquam concurrentibus, ubi ipse
lume respectivelyr. §s obstante, Boyer reconoce que Cavalieri quería evi- hoc tantum dico, plana esse ut aggregata omnium linearum aequidistan-
tar el paso al límite (que él llama «método exhaustivo»); cf.. ibid., p. 123: tium, et corpora ut aggregata omnium planorum pariter aequidistantium'
uHe... appears to have regarded his method only as a pragmatic geome- Haec autem nemo non videt quam sint inter se diversa'. El pasaje
trical device for avouding the method of exhaustion; the logical basis of cn cuestión se encuentra en las Exercitationes, III, cap. I, p. 180' Ca-
this procedure did not interest him. Rigor, he said, was affair of philoso- valieri continna (ibid., p. 181) oponiendo su concepción a la de Galileo:
phy rather than geometry». Boyer remite a la p. 241 de las Exercitationes nAttamen ne debita erga tantum praeceptorem per me videatur intermis-
geometricae en las que, en realidad, Cavalieri no dice nada que se le pa-
sa reverentia aequo lectori considerandum propono Galileum". haec duo
rezca, sustinere: Nempé continuum ex Indivisibilibus componi et subinde lineam
l8 Aunque, como ha observado excelentemente León Brunschvicg (cf. cx punctis ijsque numero infinitiso. En lo que concierne a las relaciones
Les étapes de la philosophie mathématique, Paris, 1922, p. 1ó5), Cavalieri tte bavalieri y Kepler, no hay ninguna razón para no creer al primero
no haya resistido [en su respuesta a Guldin] a la tentación de colocarse cuando nos dice que srrpo de \a Stereometria doliorum sólo después de
él «también en el terreno de la imaginación vulgar, sin tener en cuenta haber concebido yá y desarrollado su propia teoría (cf. prefacio-,a la G-eo'
que la tosquedad y la evidente inexactitud de las comparaciones tendrían metria continuorum) y haberla utilizado sólo para sacar de ella proble'
como efecto necesario hacer sospechoso el cálculo de los indivisibles" y rnas (los innumerables cuerpos nuevos, desconocidos para los antiguos,
haya llegado a presentarnos las superficies como telas formadas por hilos que Kepler había inventado) congratulándose, por otra parte, de,ver .que
y a los sólidos como libros formados por hojas paralelas, toma sin em- *, propios métodos le permitían no sólo llegar a los resultados obtenidos
bargo sus precauciones. En efecto, incluso cuando escribe esta infeliz fra- por ésté (y por Arquímedes), sino además encontrar otro;;. En efecto, los
se (Exercitationes geometricae, p. 3, § 4), origen -*o pretextc- de tanta inótodos y Lus co.r.epciones de Cavalieri se derivan directamente de los
incomprensión (cf. nota 17): «Huic manifestum est figuras planas nobis rlc Galileó. La lectuia de \a Stereometria doliorum permitió, probable'
ad instar telae parellelis filis contextae concipiendas esse: solida vero ad ¡ncnte, a Cavalieri clarificar sus propias ideas y tomar conciencia de su
instar libro¡um qui parallelis folijs coacervantur» tiene buen cuidado de originalidad y oposición a las de Kepler; no las inspiró.
328 Alexandre Koyré Bonaventura Cattaliert 329
paso al límite, disminuyendo progresivamente, y hasta el desva- contl'ario, declara que el conjunto de un tlúmero indefinido (in-
necimiento, la dimensión a eliminar y a reconstruir, es decir, f'inito) de elementos es, en general, él mismo indefinido (infi
comprimiendo el cuerpo hasta hacerlo
"infinitame.nte» plano y
nito) y que tales conjuntos nr-lnca pueden ser relacionados. Sin
estrechando el plano hasta hacerlo «infinitamente» corto: más t:mbargo, piensa que esta proposición Iro es universalmente vá-
bien al contrario, encuentra desde un principio estos elemen- lida y, en especial, que cualquiera que sea la opinión que se
tos «indivisibles,, qq¡1¿ndo los objetos geométricos en cuestión tcnga sobre Ia naturaleza del continuum, a saber, que se admita
mediante un plano o una recta que los atraviesa. que en el continuutz (una superficie) sólo hay líneas o que se ad-
Efectivamente, el empleo de los indivisibles en lugar de lo rrrita que hay, además, algo más que líneas, no se puede dejar
infinitamente pequeño está destinado, en la intención de Cava- cic reconocer el hecho patente y cierto que las encontramos er?
lieri, a liberarnos del paso al lÍmite con sus dificultades o, más trtrlas partes y que, al atravesar una superficie, Ias encontrarnos
exactamente, sus imposibilidades lógicas, reemplazándolo por ¡ todas. Por ello estirn¿r que es imposible negar la equivalencia
la intuición geométrica (que Cavalieri maneja con mano maes- tlo una superficie (figura) dada con todas sus lineas y poner
tra), cuya legitimidad parece indiscutible; y a permitirnos, al cn duda que la relación del conjunto de todas las líneas de una
mismo tiempo, conservar todas las ventajas de los métodos in- ligura con el conjLrnto de todas las iíneas de otra es la Inisma
finitesimales cuya fecundidad había demostrado Kepler (l¡lc se establece entre las figuras mismas. De otro modo, habría
ralidad, marcha directa de la demostración-, mucho más -gene-
eco- (lue negar la posibilidad de comparar dos figuras entre sí, lo
nómicos que el largo recorrido y el particularismo de las 1>rue- t'tral es evidentemente absurdo a. Esta constatación justifica
bas arquimedeas a.
La terminología de Cavalieri no debe inducirnos a error. (lc «sunras)r, sino de conjuntos (congeries, término que M' Canlor, Ges-
Cuando Cavalieri nos habla de «todas las líneas, (omnes lineae) ,'ltichte des l¡4atlrcmatik, r. Il, Leipzig, 1900, p. 835, traduce justamente por
y de «todos los planos" (omnia plana) de una figura geométri- ()esarnmtheit) o agregados (aggregatum). H,l empleo que hace Zeuthen
ca2t y los declara equivalentes a aquélla, en absoluto pretende tlt' k-¡s términos <(surna.» y «\'alor lÍmite» es tÍpico y característico de la
irrttrpretación errónea, aunque bierrintencionada, del pensamiento de Ca-
formar las nsumaso de estas líneas o de estos planos 2. Por el v:rlit'r i.
23 El teorema I del segundo libro de la Geometria continuoru,n 1p' 100)
20 El acuerdo de estas demostraciones con las de Arquímedes en ¡rr.r,t.lrrÍrá que ]os cOnjuflt.oS fOrmados por «todas las líneas, de una figura
general, con la geometría griega- es para Cavalieri una prueba de-y, la va- v ¡r,,r. utod-os los planos, de un cuerpo geornétrico son dimensiones sus-
lidez de su método. Se podría demostrar cualquier cosa utilizan- , t.irtibles de mantener relaciones dete¡minadas con los conjuntos análogos
do las técnicas arquimedeas, pero-dice--
¡qué trabajo tan grande sería! ,lrJ otr.a figura, o de un cuerpo: oQuarurnlibet planarum figrrrarum omnes
2t Cf. Geometria contínuorum, libro II, dif. I y II, pp. 99 ss. citadas lur(.iie rec[i transitus et quaiumlibet solidonrm omnia plana, sunt magni-
más adelante en la nota 23. Ir¡rlillcs i¡rter se rationeni habentes.» La demostración, bastarrte confusa,
22 H. G. Zeuthen, Geschichte der Mathematik im XVI. und XVII. lahr- .,, lrrnrla sobre la posibilidad de igualar una figura dada con una parte
hundert, Leipzig, 1903, pp. 256 ss.: uDer grosse Fortschrit't bei Cavalieri (1,'()tra; eri ese caso, eI conjrmto de las líneas de la primera será al con-
besteht da.rin, dass er allerdings in durchauss geometrischer Form irrrrlo rie las lineas rle ia segunda como la parte aI todo. Dc todos modos,
-und
übrigens in engem Anshluss an Keplers Darstellung der von ihm gebrauch- irrvrrlicri añade, en un escolic¡ muy impottante aI teorema (p. 111): "Sc/¡r"'
ten Integrale- einem abstracten r¡nd allgemeinen Begriff aufstell, der mit littttt Posset forte quis cir.ca hanc demostrationem dubitare, non recte
dem spáteren analytischen Begriff des bestimnrten Integrals genau zus- ll|r.( il)i(-,r)s quomcdo inrlefinitae numero lineac, vel plana, qüales esse exis-
sammenfálIt, und dass er sodann diesen Begriff einer aligemeinen Behand- tirrrrrli possunt, quae a me vocantur, omnes lineae, vel omnia plana ta'
Iung unterzieht. Sein Fundamentalbegriff ist "die Summe aller parailelen 1,,,¡rr, t'cl talium figurarum possint ad invicerrr comparari: propte'r quod
Sehnen in einer geschlossenen Flache" oder kürzer "alle" diese Sehnen. rrlr('n(luirl rnihi vicietur, dtrm consíCero on-rnes lineae, vel omnia piana
Er weiss zwar dass diese Summe unendlich, und dass das Verháltnis zwis- rlir lrir)s figurae, rrle non numerum ipsarum comparare, quem ignoramus,
chen zwei solchen Summen irn allgemeinen unbestimmt ist; allein dies ,.,,1 trrrrtuñ magnitudir.rem, quae adaequatur spatio ab eisdem lineis oc-
Verháltnis erlangt einen bestimmten Grenzwert, wenn die beiden Fláchen ( rl);r(() curn illi cc:rgruat, et, quortiarn illus spatium terminis comprehen-
zwischen denselben beiden Parallelen eingeschlossen sirid, und l'u'enn die ,lilrrr', t:t icle<¡ et earum magnitudü est l.erminis eisdcm cornplehcttsa, quo-
parall.elen Sehnen, cleren Summe in Betracht kommt, auf denselben zu l,r,rl,l(.1 illi ¡rolest ficri arlrlitio, r,'cl subtr;rclio, liccl rlulncrttnt carLrndelrt
cliesen GrenzstelJungen parallelen und gegenseitig áquidistanten Geraden ,1i,,,,,.',,,,,s; quocl sufficere dico, tlt illa sint ad invicem comparabilia: Vel
abgeschnitten werden. Das Verháltnis wird dann das námliche rvie das , rrirr, ,r¡ntinulunr nihil aliud est praeter \rsa indivisibilia, vel aliud, si nihil
zr,','ischen den beiden Fláchen, innerhalb deren die Sehnen abgeschnitten r",t t)rl('(cr indivisibilia, profecto si eorurn congeries nequit cornparari,
lverden., No hay nada que objetar a la exposición del gran historiador rrIr¡riC spatium, sive continuum, erit comparabile, cum illud nihil aliud
danés, excepto que Cavalieri jamás habla de Grenzwert (valor límite), ni ,',r, tr,,oatu;, quam ipsa inrlivisibilia: Si vero contiluum cst aliquid aliud
\
r-
330 Alexandre Koyré Bonaventura Cavalieri 331
el empleo de los indivisibles 2a y nos permite sustituir el estudio Si ahora en primer lugar el caso más sim-
de las relaciones entre las figuras por el de las relaciones que ple, el de las-considerando
figuras planas (por otro ia.lo, el caso de los cuer-
subsisten entre sus elementos, con la condición, no obstante, pos es r:igurosamente análogo)- trazamos a través de las dos
de que sepamos establecer una correspondencia unívoca y re- tangentes opuestas planos paralelos y si a partir del primero
cíproca 6 entre estos elementos. Es para lo que sirve, principal- que pasa por la regula- hacemos correr (o más exacta-
mente, el método denominado de la regla común (regula com'
-el
mente, fluir: Cavalieri, en efecto, emplea el término fluere) pa-
munis). ralelamente a él un plano móvil hasta que coincida con el que
pasa por la tangens opposita, entonces, én su translleas el plano
móvil coincidirá sucesivamente con todas las líneas de la figura
La noción de regula -término que tendría que traducirse en cuestión y mediante sus intersecciones con ellas las deter-
como direcfriz- desempeña una función muy importante en el minará a todasB.
pensamiento de Cavalieri, como lo ha visto bien M. Cantor 6. Es
n lbid., libro II, dif. I, pp. 99-100: nSi per oppositas tangentes cuius-
definida, para la figura plana (cerrada) o el cuerpo geométrico, cunquae datae planae figurae ducantur duo plana inuicem parallela, recta,
como la recta o el plano que son tangentes a dicha figura o a sive inclinata ad planum datae figurae, hinc inde indefinite producta;
dicho cuerpo en un punto llamado por ello vértice (vortex); pa- quorum alterum moveatur versus reliquum eidem semper aequidistans
ralelamente a esta regula se pueden trazaÍ otras (innumerables) donec illi congruerit: singulae rectae lineae, quae in toto motu sunt com-
munes sectiones plani moti, et datae figurae, simul collectae vocentur:
rectas (o superficies planas) de las cuales sólo una (o sólo un omnes lineae talis figurae sumptae regulae una earumdem, et hoc cum
plano) formará la tangente opuesta (tangens oppositazr¡. La fi- plana fuerint recta ad datam figuram: Cum vero ad illam sunt inclinata
gura o el cuerpo en cuestión se encuentran, por I<¡ tanto, colo- vocentur: omnes lineae ejusdem obliqui transitus datae figurae, regula
pariter earumdem s¡¿»; dif. II: uSi proposito quocumque solido, ejusdem
cados y como encerrados entre dos rectas o planos paralelos. opposita plana tangentia regula, quacunque ducta fuerint hinc inde in-
definite producta, quorum alterum versus reliquum moveatur semper
eidem aequidistans, donec illi congruerit: singula plana, quae in toto motu
praeter ipsa indivisibilia, fateri aequum est hoc aliquid aliud interiacere concipiuntur in proposito solido simul collecta, vocentur: omnia plana
ipsa indivisibilia, habemus ergo continuum disseparabile in quaedam, quae propositi solidi sumpta regula eorundem una., Ibid., p. 104, apéndice:
continuum componunt, numero adhuc indefinita, inter quaelibet enim duo «communes sectiones talis moti sive fluentis plani, et figuraer. Cf . Exerci'
indivisibilia aeqLrum est interiacere aliquod ilius, quod dictum est esse tationes geometricae, p. 4. Es interesante citar el comentario de A. G. Kást-
aliquid in ipso continuo praeter indivisibilia, quae enim ratione tolleretur ner, Geschichte der Mathematik, IlI, pp.206-207: «Folgendes ist die erste
a medio duárum, a medijs quoque caeterarum tolleretur; hoc cum ita sit Definition dieses Buches: Eine ebene Figur wird durch zwo parallele Ebe-
comparare nequibimus ipsa continua, siue spatia ad inuicem, cum ea, nen begránzt welche auf ihre Ebene senkrecht oder shief stehn; Eine dieser
quae colliguntur, et simul collecta comparantur, scilicet quae continuum Ebenen bewege sich gegen die andre immer sich selbst parallel; Von dem
óomponrrrt, sint numero indefinita, absurdum autem est dicere continua Durchschnitte der bewegten Ebene mit der Ebene der Figur, fáIlt ein
terminis comprehensa non esse ad inuicem comparabilia, ergo absurdum Theil innerhalb der Figur, wird nun die Bewegung fortgesetzt bis die
est dicere congeriem omnium lincarum siue planorum, dttarum quarum- bewegte Ebene auf die ihr gleich anfangs parallele unbewegte fállt, se
libet figurarum non esse ad inuicem comparabilia, non obstante, quod nennt C. die Linien welche nach und nach der bewegten Ebene un der
quae cólligrntur, et illam congeriem componunt sint numero indefinita, Figur gemein sind, zusammen: Alle Linien dieser Figur, eine derselben
veluti hoc non obstat in continuo, siue ergo continuum ex indivisibilibus als Regel (pro regula) angenommen. Eben so was sagt die zweyte Defi-
componatur, siue non, indivisibilium congeries sunt ad inuicem compara- nition von einer Ebene die sich selbst parallel durch einen Kdrper be-
biles, et proportionem habent." wegt, bis sie mit einer anderen unbewegten Ebene die den Kórper be-
24 M. Cantor (loc. cit.) nos dice que en este pasaie es donde aparece grántz zussammenfállt, die Ebenen welche sie nach und nach mit dem
el término indivisible por primera vez. En realidad, io encontramos Ya en Kórper.gemein hat, heissen: alle Ebenen desselben, eine, etwa die áusserste
ia página 98. für Regel genommen. Zwey Postulate. Das erste: Congruentium planar. fi-
¿s El término que empleo aquí no es, evidentemente, de Cavalieri. Creo gurar. omnes lineae sumtae una earumdem ut regula communi sunt con-
qile corresponde bien a su pensamiento, cf' más adelante, pp. 337 ss. gruentes et congruentium solidorum omnia plana, sumto eorum uno ut
26 Cf. M. Cantor, op. cit., p. 834. regula communi pariter sunt congruentia. Er citirt dazu die beyden ange-
n Cf . Geometria continuorum, p. 3 dif. E: «Regula apellabitur in planis führten Definitionen, da die Definitionen nichts von Congruenz sagen, so
recta linea cui quaedam lineae ducuntur aequidistantes, et in solidis, pla' bckenne ich dass ich dieses Postulat nicht verstehe, das zweyte welches
num cui quaeclám plarta ducuntur aequidistantia, qualis in supcrioribus von áhnlichen Figuren spricht, auch nicht., La utilización que Cavalieri
est recta linea, vel planum, cuius respectu sumuntur vertices, vel oppo- lrace de la noción de plano móvil en Ia definición de la congeries de om-
sita tangentia, cui vel utraque vel alterum tangentium aequidistat.» ¡¡ts lineae Íigurae es extremadamente hábil. No es en absoluto necesaria:
Ff' "
332 Alexandre Koyré Bonaventura Cavalieri 333
Las relaciones de las figuras geométricas son las misrrras plano móvil común quien determina
que las de los conjuntos de sus elementos. De todos modos, si -y coordina-, mediante
sv transitus, los elementos correspondientes.
para establecer esas relaciones tuviéramos que considerar los Seria de esperar que Cavalieri comenzara por el estudio de
conjuntos en cuestión en srr totalidad, la ventaja del nuevo mé- la igualdad de las figuras geométricas. Pero, sin duda, estima
todo sobre el antiguo sería mínima, o incluso nula. El gran des- que se trata de un caso demasiado simple. Por tanto, no lo trata
cubrimiento de Cavalieri consiste precisamente en reconocer más que de paso, y sólo a propósito de figuras bastante inha-
que si llegáramos a establecer una relación constante y deter- bituales; por ejemplo, en la Geometria continuorum, estable-
minada entre elementos correspondientes de los conjuntos com- ciendo la igualdad de las lúnulas con triángulos curvilíneos y de
parados que no uniría directamente todos los ele- óstos con triángulos rectilíneos o, en las Exercitationes, mos-
mentos de -relación
un conjunto con todos los elementos del otro, sino trándonos la igualdad de un círculo con una figura bastante
en primer lugar «cada» elemento de uno con «cada» elemento dcforme obtenida por la deformación de éste, o estudiando fi-
del otro- tendríamos derecho a trasladar, o extender, a los ¡:uras absolutamente irregulares s.
conjuntos, es decir, a las figuras enteras, la relación entre sus Así pues, despreciando la igualdad, Cavalieri aborda directa-
elementos. mente el estudio de la proporcionalidad. Por ejemplo, en dos
Ahora bien, ¿cómo determinar estos elementos correspon- paralelogramos (de la misma altura) que poseen una regla co
dientes? Ese es el problema principal del método de los indivi- mún, es decir, cuyas bases están situadas sobre una de las pa-
sibles. En el caso más simple, cuando las figuras en cuestión ralelas y los lados opuestos sobre la otra, cualquier recta pa-
poseen la misma altura, se consigue colocándolas de una mane- ralela a las bases cortará en los dos paralelogramos segmentos
ra conveniente entre rectas paralelas, es decir, dándoles la mis- t:orrespondientes (homólogos) cuya relación es constante, e igual
ma regula y la misma tangente opuesta R. En ese caso, es el
s Cf. la figura 4 de la página 337 y las que se dan en la Geometria
se podrla partir de la concepción de todos los puntos (omnia puncta) de rontinuorum, p. 485, y en las Exercitationes geometricae, p. 4 (cf. la fi-
una recta; luego se podrfa trazar una perpendicular en todos y cada uno grrra de abajo).
de estos puntos, como, por otra parte, el mismo Cavalieri hace (cf. Geo-
metria continuorum, pp. 101-102: omnes abscissae). Pero, sin lugar a du-
das, al proceder de esta manera, no podrlan evitarse las discusiones sr¡bre
la composición del continuo, exponiéndose, no sin razón aparente, al re-
proche de construir el plano con líneas. El plano móvil no constituye ia
figura: la atraviesa y, mediante su movimiento, en el que ya se encuen-
tra incluida la noción de continuidad, corta fod¿s sus líneas, sin oividar
ninguna, y sin permitir que coincidan; y asl el movimiento asegura la ex-
terioridad reciproca de las líneas de la figura e introduce, en realidad, la
dimensión complementaria que los críticos de Cavalieri le reprochan no
haber incluido en sus indivisibles. Se podría decir que el plano móvil no
enctrentra en el continuum de la figura nada más que líneas porque ya
lleva en sl lo que hay de más. Podríamos preguntarnos por qué, para su
determinación de la noción de «todas las llneas» de una figura, Cavalieri
recurre al plano y no a la recta, cuyo paso a través de la figura (transitus)
definiría los indivisibles. M. Cantor (op. cit., p. 842, ct. infra, nola 44) lo
explica por eI deseo de Cavalieri de preparar de este modo, con mucho
tiempo de anticipación, las bases intuitivas de su famosa proposición so-
bre la relación del conjunto de los cuadrados del triángulo con el de los
cuadrados del paralelogramo. Es posible, pero es más sencillo suponer
que Cavalieri adoptó simplemente el método más general que podría apli-
carse indiferentemente a los casos de indivisibles lineales o planos, rectos
o curvilíneos, a reserva de no emplear en la práctica, cuando sólo se trata
de figuras planas, más que el transitus de la recta.
a La regula se llama entonces regula communis y el plano rnóvil atra-
üesa las dos figuras en un solo transitus.
Bonaventura Cavalieri 335
334 Alexandre KoYré
a la cle las bases entre sí. Se sigue que los paralelogramos (las
superficies) son entre sí como lo son sus bases 3r.
El dibujo de Cavalieri presenta el caso más simple' Pero
es evidentq evidente que Cavalieri descuida enunciarlo-
-tan de los lados AG y CH de los paralelogramos
que el paralelismo
., r.r.itió, no tiene nada que ver y que la igualdad, o desigual-
dad, cle los ángulos que forman con sus bases carece de impor-
tancia. Lo úniCo que importa es la relación entre DE y EI, igual
a la que hay entre GM y MH (fig. 1). Torricelli sacará incluso
la conclusión de que el hecho de tener por lados rectas carece
de importancia y que pueden reemplazarse por círculos o por A M E
cualquier clase de curvas.
Frc. 2
A B c
Consideraciones análogas se aplican de modo igualmente fe-
liz y ef.icaz a casós más complejos, por ejemplo, al de la deter-
rninación de las relaciones entre las superficies de una elipse
y de un círculo. En efecto, basta tomar un círculo cuyo diáme-
tro sea igual a uno de los ejes de la elipse. Si se los coloca en-
tre dos paralelas, se comprueba que el plano móvil (o su tran-
.sifas) determina en cada una de las dos figuras elementos (linea-
lcs) correspondientes que siempre quiera que se colo-
G M H -donde que el diámetro del
que la regla- están er¡ la misma relación
Frc. I
círculo con eI otro eje de la elipse. Igualmente se encuentra así
<lcterminada la relación de las superficies s.
Es evidente que la técnica de la «regla común» no es aplica-
Los indivisibles correspondientes (homólogos) de los para- blc siempre ni en todos los casos: por lo menos no directamen-
Ielogramos tienen una longitud constante. Pero esto no es en ab- tc, sobre todo cuando las figuras estudiadas, al ser de diferen-
solulo necesario y Cavalieri nos presenta el caso de dos figuras tcs dirnensiones, no se dejan colocar entre paralelas. Sin em-
cuyos elementos correspondientes tienen un tamaño variable lxrrgo, incluso entonces, se puede, colocándolas conveniente-
siguiendo siempre en Ia misma relación: si la relación de BR rrrcnte y trazando líneas complementarias, es decir, formando
RO es igual a la de AM con ME (siendo BR cualquier línea f igtrras auxiliares, deter¡ninar las relaciones buscadas por me-
paralela a lá base AM), Ia relación de las figuras ACM y CME
"on tlio de la aplicación sucesiva de Ia técnica en cuestión. Así pues,
será igual a ésta § (tie. 2). volviendo al estudio de los paralelogramos, se demuestra a) que
krs quc tienen la misma base están en la misma relación que
3r Geometria continuorum, Iibro II, theoremaY, prop. V, p' ll7' En la srrs alturas, y b) que los que tienen bases y alturas diferentes
demostración de este teorema, Cavalieri abandona la técnica del plano
móvil y simplemente dice: tracemos una paralela cualquiera (el subraya-
do es mlo). r¡rrcrrs in alia figura eidem corresponCens.' Observemos que, para el estu.
n lbid., theorema ÍY, prop. IV, p. ll5: uSi duae figurae planae, vel ,li¡¡ rlc las figuras planas, Cavalieri se sirve de un llnea paralela y no uti-
solidae, in eadem altitudine fuerint constitutae ductis autem in planis Itr; cl plano más que para la comparación de los cuerpos; observemos
rectis lineis, et in figuris solidis ductis planis utcumque inter s.e parallelis, r¡¿rr:rlrrrcnte que deduce de la relación entre cualquier par de elementos
quorum respectu práedicta sumpta sit altitudo, repertum fuerit ductarum l,r rr'l;rt'ión del conjunto; observemos finalmente que el dibujo de Cavalieri
linearum pórtiones figuris planis interceptas, esse magnitudines propor- lr,ri . nn¡y poco plausible la verdad de su teorema.
tionales, homologis in eadem figura semper existentibus, dictae figurae tt (rf. ibi¿r., libro III, theorema IX, prop. X, p. 211.
erunt inter se, ut unum quolibet eorum antecedentium ad suum conse-
r
{l
Frc. 4
F¡c. 3
a
La noción de elementos (indivisibles) correspondientes des-
crnpeña un papel de primera magnitud en el pensamiento de
Para la demostración del caso general, Cavalieri opera con Cavalieri; por ello insiste sobre la necesidad de poner en rela-
lúnulas que se igualan en primer lugar a triáng.rlos curvilíneos, ción sólo los elementos «homólogos» de Ias figuras estudiadas.
después a triángulos rectilíneos, y finalmente se comparan en- En efecto, no basta establecer una coordinación unívoca y re-
tre sí $. El procedimiento empleado por Cavalieri equivale a la r:ipr,:ca entre los elementos indivisibles de las figuras estudia-
deformación continua de las figuras estudiadas; así pues, no es das: es preciso además que esos elementos sean *homólogosr,
sorprendente que los historiadores modernos le hayan atribui- es decir, que ocupen en las figuras en cuestión posiciones «co.
do muy a menudo la utilización de este último método 3?. rrespondientes»: dicho de otro modo, que desempeñen la mis-
ma función en su estructura. En efecto, si se descuida esta exi-
v lbid., libro II, theorema Y, prop. V, p. 117: .Parallelogramma in gencia fundamental y se ponen en relación elementos no ho-
eadem altitudine existentia, inter se sunt,
ut bases; et quae in eadem basi, rntilogos, se llega a conclusiones paradójicas, e incluso falsas s.
ut altitudines»; theorema Yf, prop. VI, p. ll8: "Parallelogramma habent
rationem compositarn ex ratione basium et altitudinum juxta easdem ba-
ses sumptam.» § Cf. Exercitationes geometricae, Exerc. tertia, cap. XV, p. 238:
35 Cf. M. Cantor, op- cit., p. 836. "In
quo solvitur quaedam difficultas, quae contra indivisibilia fieri poterat,
§ Geometria continuorum, ll, theorema XY, prop. XIV, pp. l2Z ss. Es lit'ct eam Guldinus non animadvertit.» Supongamos dos triángulos rectán-
interesante citar el corolario I (p. 131) del teorema «quia... figurae planae rlr¡los con la misma altura, pero con bases diferentes, HDA y HDG. A cada
similes ostensae sunt esse in dupla ratione linearum, vel latirum homo- línca paralela a IID dei segundo, MF, LE corresponde una línea KB, IC
logorum, quae aequidistant regulis utcunque sumptis, potet easdem esse rk:l primero. Parece que se deberí¿. poder concluir que el conjunto de las
in dupla ratione quarumvis homologarum." I-a demostración de Cavalieri líncas dcl primero es igrral al conjunto de las líneas del segundo y, por lo
es demasiado larga para reproducirla aquí. Se puede encontrar una buena lanto, que HDA es igual a HDG. Pero, responde Cavalieri, en relación con
exposición, abreviada, en H. G. Zeuthen, op. cit., pp. 257 ss. <'l transittt.s de "{ a H, las líneas KB, IC non aequaliter distent inter se ac
37 Asl, J. F. Montucla, op. cit., p. 4l; H. G. Zeuthen,
op. cit., p. 258. tltne MF, LE; por lo tanto, no son líneas correspondientes u homólogas
,ri' ' \
A
E F G
" GL'oDtL:ttto contLtrLtotuilt, lI, tltc<¡r. XlX, ptop. XIX, p. 14ó: .Si in at Cavalieri, es cicrto, no h¿rbla explícitamente del plano móvil, pero
palallelogrammo diarneter ducta fuerit, parallelogrammum duplam est cu- rrstc se encuentra presupuesto en la noción de regula.
jusuis triangulorum per ipsam diamctrum constitutorum.,> az Los tec¡remas IX, X, XI, XII, XIII (pp. 120-125) habían introducido
a0 De ahí se deduce (corolarium I, p. \47) que «in unoquoque
exposi lrr nt¡ción de todos los cuadraclos (omnia quadrdta) del paralelogramo )'
torum triangulorum sumptis duobus quibusuis lateribus, fieri potest sub lrtablecido que (prop. XI) «quorumlibet parallelogrammorum omnia qua-
illis in eodem angulo parallelogrammum cuius triangulum sit áimiclium,. (lr.rl¿r... habent inter se rationem compositam ex ratione quadratorum dic-
La demostración de Cavalieri se funda en el análisii de la figura abajo r(,r'r¡rn laterum (bases) et altitudinum» y que (prop. XIII) pa-
representada, en la que AB = BC y, por lo tanto, las líneas RT del 1rián- r;rllclogrammorum omnia quadrata... sunt in tripla ratione"similium
lateru¡n ho-
gulo CEA son iguales a RS (= la mitad de AC) + ST, y las irneas T'V clel rrrologorum».
-l
una pirámide con una base cuadrada igual a la de ese parale- lo cual tiene toda la razón del mundo. Porque su proposición,
lepípedo. Es posible demostrar que la relación de este ségundo que él por otra parte llega a extender a potencias superiores
conjunto con el primqro será igual a 1f343. a 2 as, superando, por lo tanto, el marco de la geometría propia-
Esta proposición que, desde el punto de vista estrictamente mente dicha, y cuyo valor general, afirma incluso, es el equiva-
geométrico, no aporta evidentemente nada nuevo lcnte exacto bien ha dicho Zeuth€n 4ó- de la fórmula
-endelefecto,
todo el mundo sabe que una pirámide es igual al tercio pris- fundamental del-como
cálculo integral (que por lo demás salió «le ahí).
ma erigido sobre su base- ocupa, no obstante, un lugar muy
importante en la obra de Cavalieri y éste no deja de insistir en (a -- 1 - Ía
su trascendencia y en los progresos que permite realizarfl. En art Y de su generalización : ;:¡71
a"*'
lg*'a*: ls*"d*
43 Theorema XXtrV, prop. XXIV.: «Exposito parallelogrammo quocum-
I La noción de todos los cuadrados (omnia quadrata) de una
que, in eoque ducta diametro, omnia quadrata parallelogrammi ad omnia
quadrata cuiusvis triangulorum per dictam diametrum constituorum erunt ligura plana, noción que por otra parte Cavalieri generaliza a
in ratione tripla.» En el teorema XXII, p. I50, se ha demostrado que esta la de todos los paralelogramos (omnia parallelogramma) en un
relación es constante para todos los paralelogranos. M. Cantor, op. cit.,
p. 842, estima que, en previsión de este teorema, Cavalieri determina sus (ln ejemplo viene a aclarar esto, Un cono, según el lenguaje de Cavalieri,
indivisibles mediante la intersección con el plano de la figura estucliada
de un plano no de una linea- móvil: uMan kónnte die Frage aui-
d ('stá compuesto por un número infinito de. circulos decrecientes de la base
-y eine ll punto más aito, mientras que el cilindro de la misma base y de Ia
werfen wesshalb solche Entstehungsweisse der durch eine sich forts- rnisma altura, se compone de una infinidad de círculos iguales. Pclr lo
chiebende Gerade vorgezogen ist? Cavalieri aüssert sich ¡richt darüber l.rnto, tendremos la razón del cono y el cilindro si encontramos la relación
aber vielliecht bestach ihn, dass diese Auffassr:ng ihm gestattete, den rlc la suma de todos los círculos decrecientes en eI cono, infinitos en
Satz von dem VerháItnisse der Gesammtheiten von euadráten tler Gera- nrimero, con la de todos los círculos iguales del cilindro, cuyo número
den des Parallelogrammes und des halbsogrossen Dreiecks den Sinnen t's igualmente infinito. En el cono, estos circulos decrecen de la base
náher zu bringen. Besitzt die fliessende Ebene welche man senkrecht zu nl punto más alto, como los cuadrados de los términos de una progre-
den gegebenen Figuren sich vorstellen darf, die Gestalt eines euadrates :;itin aritmética. En los demás cuerpos siguen otra progresión... El obje-
dgrjenigen Geraden, durch wclche sie just hi¡¡clurch geht, so bilden livo general del método es asignar la relación de esta suma de térnlinos
alle diese Quadrate über dem Parallelogramme ein parallelopipedon, crccicntes o decrecientes con la de términos iguales de la que está for-
über dem Dreiecke eine Pyramide, welche, da beide Kórper von glei- rrrada la figura unifornre y conocida de la ¡nisma base y altura.,
cher Hóhe und gieicher Grundfláche sind, ein Drittel des paralielcp! Ya he dicho que Cavalieri nunca habla de «sumas», sino siempre de
pedons an Rauminhalt besitzt". Evidentemente, esto es completainerite lonjuntos o agregados.
posible. No obstante hay que. notar que, en su demostración dél teorenra {s En un principio lo hizo en su Centuriae di varii problemi per dimos-
en cuestión, Cavalieri no hace ningún empleo de esta posibilidad <{e hacer !¡arc l'tlso et la facilita dei bgaritmi nella Gnomonica, Astronomia, Ceo-
ia relación entre los conjuntos de criadrados accesible a los sentidos. por titttlia Bolonia, ló40. En las Exercitacianes (pp.243-244) nos dice: uCum
el contrario, su demostración se basa en el estudio de la figura plana. lrrirrr praecipue fusum parabolicum animo circumvoiuerem, animadverti
aa Cf . Etercitationes geometricae, Hx. quarta, pp. 12 ss. J. F. Montucla, illirr:; mensuram haberi posse, si in proposito quocumque parallelogram-
op. cit., pp. 3940, caracteriza rnuy bien esta usegunda» parte de la Gec¡- rro rltrcto diatnetro, sumptoque pro regula quolibet illius latere, pate-
metría de Cavalieri, aunque su caracterización de la primera de.ia que liclet ratio omnium quadrato-quadratorum parallelogrammi ad omnia
desear (teniendo en cuenta, desde luego, su error de interpretación ori- r¡rrrrrlrato-quadrata cuiuslibet factorum a diametro triangulorum. Quarens
ginario): «La geometría de los indivisibles se puecie dividir en dos partes: , r [o lrrriusmodi proportionem eam quintuplam esse tandem cognoui. Re-
una tiene como objeto la cornparación de las figuras entre sí con la ayuda r,,l('ns ¿rutem ex tnea Geometria lib.2, prop. 19 omnes lineas dicti para-
de la igualdad o de la relación constante que reina entr3 slls eiementos ll,'kr¡,mnrmi esse duplas omnium lineamm dicti trianguli, omnia quadrata
semejantes. Es lo que ocupa al geómetra italiano en su primer libro, y en | \ l)rol). 24 crsse tripla omnium quadratum eiusdem, ne hiatus mihi reli-
una parte del segundo. AllÍ demuestra a su manera la igualdad «r las r¡rr'rllrrr inter quadrata, et quadratoquadrata, animum applicui ad dete-
relaciones de los paralelogramos, triángulos, prismas, etc., con una misma 1,, rrlrurr quoque rationem omnium cuborum parallelogra.mmi ad omnes
base y una misma altura. Todo lo cual se puede,edrrcir a una proposi- , rrl,r¡., rlicti trianguli, eamque quadruplam adinueni. Ita ut denique non
ción general que es ésta: T'odas las figuras cuyos elementos aunrcntan '¡lnr' nurgna admiralione cornprehenderim omnes lineas esse duplas, et
o dismirutyen de modo parecido de La base al punt.o rnás alto, están en ',rrri.r (luadrata esse tripla, omnes cubos csse quadrupla, etc. ex quibus
la misr,u relación con la figura uniforme de la misma base y altura. rUIr¡, 1);un omnes quadratocub<¡s esse sextuplos, omnes cuboCubOs octu-
ul-a segunda parte de Ia geometría de los indivisibles se ocupa de la ¡,1,,r f('rrvaiieri o su editor, se equivoca al poner octuplos en vez de
determinación de la relación de la suma de esta infinidad de líneas o de ,'¡'¡¡1¡tl¡'¡f , ct sic deinceps iuxta naturalem ordinem numerorum ab uni-
planos crecientes o rlecrecientes con Ia suma de un número semejante lrrl, rlr,irrceps expositorumr.
de elementos hornogéneos co¡r los primeros, ¡.rero todos iguales entre sí. {i ll. (; Zeuthen, op. cit., p. 261.
-___---l
[i'" '
. st-Y asÍ
similes
el libro Vf, th. lY, prop. l:l , p.429: «Dati circuli, nec non
sectores inter se sunt, ut om.res eorumdem
a7 Cf. Geometria continuorum, lib. If , thec¡rentc XXII, corolarl, pp. 153 ('¿rvalicri establece una corrcspondcncia cntre un cÍrculocircumierentiae,,
y un triángulo
siguicntes. igual a éste: n...manifestum erit praedictam circumfe.átiu- ráá-"".1
+¡ Cf. por ejemplo, lib. II, l/2. XXVIII quc estudia la relación de
«ornni¿i quadrata parallclogrammi ad omnia quadrata trapczii,; tlt. XXXIII r)raedictae ¡:arallelae lateribus Ho, HM interceptae, et unicuique cirium-
lcrentiae in circulo ABCD, sic descriptae respondere suam paialletam in
que dcmuestra c1ue, dadas dos figuras pianas (cualesquiera), la relación Iliangulo HOM cum sint rectae H¡,{, MD aequales; igitur concludemus
dc los sólidos eilgcndrados a partir de ell¿¡s scrá corno la de ntrmnia .rnnes circumferentias circuli, DABC, aequari omnibus lineis triangulÍ
quadrata earumclern figurarum,; lib. III, rh. I que se ocupa de la relación
dc uomni¿r quadrata portionis circuli, vel Ellipsis, ad ornnia quadrata llOM,, etc. El teorema V pone en relación conjuntos de circunferenclas:
.Sectores inter se comparati... habent eandem rationem qru- o-.,"a
pzrrallclogrammi in eadem basi, ct altitudinc cum poltione constitui"; i¡rslr-rrln circumfcrcntiac ad omnes illarum circumferentiae».
problenta I, prop. VIII que enseña como «a dato circulo, vcl ellipsi
portionem abscindere pcr lineam ad eiusdem axim, r'el diametrum or«li-
,4n
nalin'r applicatam, cuius onrnia quadr¿rta ¡rcl omnia trianguli ir-r e;rdcm H
b¿rsi, et altituciine cum ipsa portione habeanl rationcm datarn», etc.
4e lbid., libro iI, corolarii IV generalis, l. Sectio IX, p. 18-5.
50 Ibid., Iibro IV, theorenta 1, prop. I, p. 285: nSi parallelogrammum,
et triangulum fuerint in eaclem basi, ct circa eundem ¿¡xim, vel diarnc-
trum cum parab<¡la; parallclogrammum erit parabolae sesquialterunt,
triangulum autem crit ciusrienr parabolac subscsquitertium».
0 I\r
!
diferente. Así es como, mediante un razonamiento atrevido y La concepción de los indivisibles como elementos correspon-
sutil a la vez, Cavalieri llega a igualar la espiral arquimedea dientes a las figuras estudiadas, triunfa en lo que Cavalieri
con la parábola clásicat2 (fig. 7). La construcción de Cavalieri Ilama el «segundo» método de los indivisibles, a cuya exposi-
es fácilmente advertible, equivale a un «desenvolvimiento» o un ción consagra el libro VII de la Geometria continuorum.
.desarrollo, de la curvas3. En el prefacio a este VII libro, Cavalieri nos explica que
deja a los lectores la tarea de juzgar si el método de los indi-
visibles desarrollado en los anteriores seis libros es tan indu-
dablemente cierto como conviene a la dignidad de las mate-
máticas; Cavalieri lo cree así, por supuesto, pero se da cuenta
de que las nociones fundamentales de su método, «todas las
líneas» y «todos los planosr, hacen dudar a sus contemporáneos
y les parecen *más oscuras que las tinieblas cimerias». Ahora
bien, aunque no sea así, dado especialmente que los indivisi-
bles no sirven de ninguna manera para componer el continuo,
no por ello es menos verdad que esta manera de expresarse es
considerada a la vez por filósofos y geómetras como demasiado
oscura y «más duia, de lo que debiera serr.
En realidacl, los conceptos en cuestión, a saber, "todas las (() estos cuerpos) con redes semejantes de líneas (o planos)
líneas, v «todos los planoi,, no son en absoluto indispensables' ¡.raralelos (equidistantes) en un número indeterminado. Las re-
Podemos pasarnos muy bien sin ese término medio
y, en lugar l¿rci<¡nes entre los elementos (indivisibles) así determinados de
cle consiclerar los conJuntos formados por tadas las líneas o rrrrer figura (cuerpo) con los elementos correspondientes de la
todos los planos de una figura y de un cuerpo para llegar lue- otra permiten llegar como se hace según el pri-
go a Ia figura o a1 cuerpo mismo, se-puede acortar el razona- rrrer método- a los de -exactamente
las figuras mismas$.
ili..,to y'il.gu. directamente cle las líneas o los planos a las El primer teorema del libro VII (que aun hoy día lleva
fig*ras y. a tós cuerpos s5. En efecto, basta cortar estas figuras t'l nombre de Cavalieri.) proclama, pues, que "las figuras pla-
nlrs, colc¡cadas entre dos paralelas en las que cualesquiera lí-
tatis quandam conditionem, et natllram fortiuntur, ut proptcrea.ct augeri rrcas, paralelas a las primeras, cortan segmentos iguales, son
.'i- ¡;,rr;ril",i pr.rssint, u1 ibiclcm ostcnsum ftrit, is ipsa pror'rt diffirlita- sunt
accipiantr-rr.' Sed his nihilominus forte obstrepcnt Phrlosopl-ri'. t::t-.lTo'
i¡qtralesr. Y sucede lo mismo con los cuerpos, excepto que, en
bunique Geometrae, qui purissimos veritatis-.latices ex clarissimls hallrlre Irrgar de líneas, se utilizan planossT.
io"tiÉ"r .on.r"r.rrt-sic obijcientes. ÉIic dicerrcli modus adhuc 'idetur
iuboscurus, durior quam po. á.t euadit hic omnium linearurn seu omnium
planorum conceptus, quipropter hunc tuae..Geonretriae seu Gordium % Op. cit., libro VII, th. I, prop. I, p. 484:
"Figurae
planae quaecunque
nodur¡ aut aufcias, uri tuit"- frangas, nisi dissoluas' Fregissem. quidem rrr cisclem parallelis constitutae, in quibus ductis quibuscunque eisdem
i;;;;, á Geo-et.ue, vel ámnino a plioribus libris sustulissem, nisi indig- ¡,.rr lllclis aequidistantibtts rectis lineis, conceptae cuiuscumque rectae
.rii* tu.irr,r. mihi visum iuisset nova haec Geometria veluti mysteria lirrr':re portiones sunt aequales, etiam inter se aequales erunt: Ex figurae
sapi"ntissirnis abscondere viris; ut, his fundamentis, quibus tot conclu' .,' quaecunque in eisdem planis parallelis constitutae, in quibus,
'li(l;rc quibuscunque
siónum ab alijs quoque o.t..rtu.rrtn veritates adeo mire concordant' ,lrrrtis planis parallelis aequidistantibus, conceptae cuius-
;ii;i;; industiia meliüs forte concinnatis, huiusce nodi exoptatam illis r r¡r)rtrrc sic ducti plan iin ipsis solidis figurae planae sunaequales, pariter
áli.ol.rtiá""- aliquapdo praestare
'dissoiutio, possint' Interim qualiscunque mea ¡nt( r se aequales erunt. Dicantur atttem figurae aequaliter analogae tum
il;;it iili", tentaia ipsum
- tamen in praesenti. 1ibro,.. nouis ¡rl:ur:rc, tum ipsae solidae inter se comparatae, ac etiam juxta regulas
. ¿""". stratis fundamentis, quibus ea omnis, alia quae indivisibilium Irrrcirs, seu plana parallela, in quibus csse supponuntur, cum hoc fuerit opus
"if
;;th"á; in antecedentibus Libris iam ostensa sunt, ratione- ab infi' ,'r ¡rlit rrrc». Cf . Exercitationes Geottetricae, pp. 3 ss.
nitatis exempta conceptu comprobantur, omnino e medio tollendum esse \t fircrcitationes Geometricae, L De priori methodo indivisibiliun, § VI,
censui. Hoc vero praecipue a nobis factum est, tum ut apud.eos'
quibus
¡r ,[: nsint enirn ex. gr. duae quaecunque figurae planae ABDC, EFGH,
f,o". in¿ivñlUitium methodus minus probabitur, non indigne- nos- rrr ijstlcm parailelis IK, L[4, constitutae, eorum autem altera, ut LM, suma-
"tii.á
iii- fru". de continuis doctrinam Geomeiriae titulo insignari claruis Irn Ianquam regula parallelorum in eisdern figuris numero indefinita
tum etiam ut appareat, quod non levi ratione ducti' per cum pos' ,lrrrrbilium, quorum aliquae in figura, ABCD sint, NO, BD, PQ, etc. et in
"f"."t.ut;
."-"i-.rin.t^ per indivisibilium mettrodum praeostensa, tantum huius trrrrrr:r EFGH, ipsae, RS, FH, TV, etc. Nunc ergo dipliciter possumus
Libri fundamenta demonstrare, illam quoque methodum tanquam nouam ¡.'nrt)urare lineas figurae ABCD, ad lineas figurae EFGS, nempe vel collec-
aignam,- Ñ*". prásequuti' Nodum vero ipsum' cui rr\'( l)oc est comparando aggregatum ad aggregatum vel distributive sc.
negotium facesseret, norr lnaniter in praecedentibus Libris relictum esse,
"i-Ion.i¿"rutione ,,,rrr¡rrrando singillatim quamlibet rectarn figurae, ABCD, cuilibet rectae
á"I"1Á. nos ipsum alicui Alexandro aut frangendem,- aut iuxta scrupo' Ir¡1rrmc, EFGEI, sibi in directum existenti. Iuxta priorem rationem procedit
lisissimi cuius[ue Geometrae vota dissoluendum, merito reseruasse' non ¡¡r,r' methodus, comparat enim acl invicem aggregata omnium linearum
inepte quispiam iudicavit". t,l,rrrrum figurarum, et aggregata omnium planorum solidorum, quotcun-
s5 M. Cantor, op. cit., p' 842, caracteriza la diferencia entre los
dos ,¡rrl illu si¡rt. At iuxta priorem se habet posterior methodus comparat enim
métodos del siguiente--oáo, -lá"." .És gibt zrvei_ Methoden der Indivisibilien ',rrrl,rrlrrs lineas singulis lineis, et singrrla plana singuiis planis, ijsdem in
r.r''elche zwar beide Geráden und Ebenen Gebrauch machen' ,lrr.rlrrrn constitutis. Utraque autem tradit suam regulam generalem
aber in verschicclcner "o" \'ü"it;; clie ersle Methocle bentttze sie vereinigt' ,r( I lilltlrarum mensuram comparandam, quarurl prior talem profertr.
iáúr"tiu", clie zweite einzetn, distributiye. Innerhalb zweier miteinander rr Vll, p.5: oSi in duabus quibuscunque figuris planis, etiam non in
á--rlrgl"i"rr".r¿er Flguien muss die Entfernung der als unter einander ,r, (l(n¡ altitrrdine existentibus omnes linee unius figurae, cuidam signatae
-nactrgewiesenen'-Geraden in der einen wie in cler anderen Figur r, 1,rrl:rr: parallelae mente descriptibiles, et collectine sumptae, fuerint
gieictr
tiár"lu"-i"lñ, aber davon áass die Indivisibilien einer Figur der ledingung ,r,tr,rl('s omnibus lineis alterius figurae, cuicunque signate regulis para-
;i;i.h;; á"g"".i"itie". e"ti*"""g unterworfen wáren' ist keine Bede' Dic ll, lr',, rncnte descriptibilibus, et collective sumptis; etiam ipsae figurae
"sia, i" Úebereinstimrriung mit dem im ersten Werke Vorgetra'
e;;;¿;;-;".h ' rrnl ;rcquales et e contra. Ut in schemate nu. 5, si sint aequales, RS,
;;;, bu..trtcr,"it tsiiinien áer gegebenen ebenen Fisur mit einer
vez rrrás'
ll( ), ul ct FH, BD, nec non TV, PQ et reliquae, etc. collective sumptae;
im Flusse begreiffenen
-h;;-";"dque Ebene, planum
'Cintor... motum sive fluens"'.Una , tr,r¡r: ilisac figurae ABCD, EFGH erint aequales. Imno universaliter quam-
;; objetar a excepto el desconocimiento de la t urr(tuc r¿rtionem habuerint omnes lineae ad omnes lineas, eandem habe-
importancia a.t s.srriáo Á¿á¿" para la comprensión de la obra dc I'rnt, ('t ipsae planae figurae. Simititer in solidis, si omnia plana unius
ó.i"rl.ii v la falta"de comprensióñ del sentido de esta obra' l,r, rint Í\cqualia omnibus planis alterius, sumptis ijsdem quibuscunque
348 Alexandre Koyré Bonaventura Cayalieri 349
A todas luces, es injusto, como lo ha hecho la historia y a puedo hacerlo aquí. Sin embargo, espero haber dicho lo sufi-
menudo hacen los historiadores, restringir la aplicación del ciente para mostrar toda la originalidad y toda la profundidad
segundo método a los casos de igualdad. Es evidente del pensamiento del gran geómetra italiano, todo el interés de
-y Cava-
lieri lo dice expressis verbis- que tiene una repercusión tan su esfuerzo por evitar los razonamientos infinitesimales (el infi-
general como el primero y que todo lo que pueda ser, o haya nitamente pequeño actual, el paso al límite) sustituyéndolos
sido, demostrado por el primero, lo puede ser por el segundo. por razonamientos sobre lo finito.
En realidad, el libro VII de la Geometria continuorum nos pre- En los cursos de cálculo diferencial e integral de mi ju-
senta toda una serie de estas demostraciones paralelas, inclui- ventud existía la costumbre de presentarnos la derivada de un
da la demostración de las proposiciones referentes a la pa- L:uerpo como una superficie, y la derivada de una superficie
rábola. como una línea; así, pues, no creo deformar exageradamente
I\{e parece que el «segundo» método de los indivisibles con- cl pensamiento de Cavalieri insinuando que sus "indivisibles,
firma la interpretación que he tratado de hacer del pensamien- son especies de derivadas con cuya comparación pretende es-
to de Cavalieri: la operación fundamental de este método con- tablecer las relaciones entre sus funciones primitivas, e incluso
siste, en efecto, explícitamente, en el establecimiento de una cleterminar esas funciones.
correspondencia unívoca y recíproca entre los elementos (in-
divisibles) homólogos de los objetos estudiados s.
Efectivamente, para Pascal para Cavalieri y Torri- dos, la esencia de una culva es justamente la ecuación y su
celli- la única -como
geometría verdaderamente auténtica y bella es figura espacial no es más que su proyección completamente se-
la geometría de los griegos. Esto ya no es asÍ para nosotros. cundaria y a veces incluso inútil.
Por eso, cuando emprendemos el estudio de los geómetras del Léon Brunschvicg ha escrito unas páginas magistrales sobre
siglo xvrr, Pascal entre otros, ¿qué hacemos? Traducimos los la oposición de Descartes-algebrista con Pascal-geómetra, la opo-
razonamientos pascalianos a nuestro lenguaje, escribimos al- sición de Descartes, el hombre del método,'método omnivalen-
gunas fórmulas algebraicas, una integral o dos a te que debería aplicarse a todo y en todo, con Pascal, el hom-
la que Pascal se presta particularmente bien, tal-operación
como Io ha bre de los métodos, métodos particulares y especiales, propios
señalado Nicolas Bourbaki s, quien une a su genio matemático de cada caso particular y concreto; todo el mundo las conoce, y,
un conocimiento muy profundo de la historia de esta ciencia- por tanto, no voy a insistir en ello 7.
y tenemos la impresión de entender. Realmente, no hay nada La actitud pascaliana puede parecernos extraña; pero es pro-
de eso, pues al traducir a Pascal a fórmulas deformamos e in- babl.emente más frecuente de lo que se cree. Así, Paul Montel
cluso desvirtuamos profundamente su pensamiento, pensamien- viene a recordarnos u muy oportunamente una frase de Henri
to que se caracteriza esencialmente por el rechazo de las fór- Poincaré, que escribió (a propósito de Descartes): «Un método
mulas; rechazo que Pascal pagó bastante caro, pues le impidió clue reduce el descubrimiento a la aplicación de reglas unifor-
hacer dos grandes descubrimientos, el de la fóimula del bino- mes, que de un hombre paciente hace un gran geómetra, no
mio, que dejó a Newton, y el de la diferencial, que dejó a cs verdaderamente creador.»
Leibniz, descubrimientos que éstos hicieron después de él y Yo querría añadir que la actitud pascaliana, la del geómetra
sin duda gracias a é1. propiamente dicho, es en el siglo xvrr mucho más normal y
¿Cómo explicar esta repulsa a las fórmulas? En el fondo, mucho más común que la de Descartes e; ésta última represen-
descansa, sin duda, en la estructura misma del genio pascaliano. t¿r, con relación a la tradición, una innovación mucho más pro-
Los historiadores de las matemáticas nos dicen, efectivamente, lunda y una ruptura mucho más radical que las innovaciones
que hay, grosso modo, dos tipos de espíritu matemático, a sa- cle Cavalieri o incluso la de Desargues. Para el siglo xvrr, lo
ber: los geómetras y los algebristas; por un lado, los que tienen (lue es difícil, desacostumbrado, incomprensible, es Descartes,
el don de ver en el espacio «poniendo en tensión su imagina- cl álgebra, la geometría algebraica.
ción», como dice Leibniz, los que son capaces de trazar en él En cuanto a Pascal, su geometrismo innato fue reforzado
una multitud de líneas y ver, sin confundirlas, sus analogías y t:icrtamente por la educación matemática que recibió, y su an-
relaciones ó, y por otra parte los que, como Descartes, encuen- tialgebrismo, por su hostilidad constante hacia Descartes.
tran este esfuerzo de imaginación, todo esfuerzo de imagina-
ción, fatigoso, y prefieren la pureza diáfana de las fórmulas
algebraicas. Para los primeros, todo problema se resuelve por De la educación matemática de Pascal no sabemos, a decir
una construcción; para los segundos, por un sistema de ecua- vcrdad, gran cosa. El relato hagiográfico de la Sra. Périer no
ciones. Desargues y Pascal pertenecen al primer tipo; Des- sc debe tomar en serio. Del de Tallemant des Réaux se puede
cartes y Leibniz, al segundo. Para los primeros, una sección có- :rccptar la indicación de que a la edad de doce años Pascal era
nica es un acontecimiento en el espacio y una ecuación no es r';rpaz de leer a Euclides, por gusto, y de dominar rápidamente
más que su representación abstracta y lejana; para los segun- st¡s seis primeros libros. Esto es bastante bonito y suficiente-
¡¡rcnte inusitado para que no se necesite ponderarlo más.
s Cf. Nicolas Bourbaki, Eléments de mathématique, ÍX, p. 148, n. XX: Podemos admitir, sin temor a equivocarnos, que Pascal no
nGracias al prestigio de una lengua incomparable, Pascal llega a crear la sr: detuvo en Euclides y que desde su juventud adquirió este
ilusión de la perfecta claridad,, París, 1949.
ó El P. Mersenne, en la carta a Constantin Huygens, citada en Ia nota l,
hablando de la solución obtenida por Pascal udel punto de Pappus ad 3, 7 Cf. Léon Brunschvicg, Blaise Pascal, pp,127 ss., 158, Parls, 1953.
4 lineas, que se pretende aquí no haber sido resuelto por Des Cartes en ¡ Cf. Paul Montel, Pascal mathématicien, Palais de la Découverte, Pa-
toda su extensión», dice que "fueron precisas líneas rojas, verdes y ne- r ls, 1950.
gras, etc., para distinguir la gran cantidad de consideraciones...'. e Cf. Nicolas Bourbaki, op. cit., p. 153.
354 Alexandre Koyré Pascal como científico 355
profundo conocimierrto de la geometría griega, de Arquímedes, Pascal, ya enunciada en el Ensayo para las cónicas y de nuevo
Apolonio, Pappus, que se manifiesta en su obra, precisamente cn el Memorial a la Academia Parisiense de 1ó54 11.
en su demostración de la igualdad de la parábola y de la es- Este conjunto de trabajos no es, sin duda, el Tratado de las
piral, lo cual es tanto más probable cuanto que su padre, Etien- crinicas del que ]rabía hablado el R. P. Mersenne, pero es en
ne Pascal, era un buen conocedor de esta geometría. De la grar-i medida su equivalente. En opinión de Leibniz, confirma-
geometría griega pasó a Desargues. cla además por las pocas páginas del Tratado sobre la. genera-
Me inclino a pensar que la infiuencia de Desargues se ejerció c'ión de las secciones cónicas (Generatio Conisectionunt) que
a través del trato personal. No creo efectivamente que nadie, rros ha consenado,2, son tratados de insp.iración arguesiana, y
ni siquiera un genio como Pascal, fuera capaz de comprender I-cibniz, que acunseia su impresión, insiste en una publicación
y asimilar las ideas y métodos del gran geómetra de Lyon por inmediata: efectivamente, escribe, ha visto aparecer obras
la simple lectura del Proyecto borrador de un acceso a los -sin
«luda, Ias de La tlire- que llevan el sello de una inspiración
acontecimientos de los encuentros del cono con un plano icléntica y que podrían privar a la obra de Pascal de su no-
en el siglo xvrr fue con justicia denominado Lecciones -quede tu vcdad.
nieblas- y sobre todo de hacerlo suficientemente deprisa El juicio de Leibniz es, pues, formal: Pascal es un discÍpulo
como para poder, en 1640, presentar a la Académie Parisienne y un continuador de Desargues. Y, sin ernbargo, Ios historiado-
(la del P. Mersenne) el Ensayo pqra las cónicas, en el que la lcs de Pascal olvidan habitualmente esta relación entre los dos
inspiración arguesiana es no sólo patente, sino incluso abierta-
¡1cómetras, o nos la presentan de un modo completamente in-
mente afirmada por el propio Pascalr0. Creo, en consecuencia, cr>rrecto. Así, Emile Picard (al que cita con compiacencia Jac-
que podemos ver en Pascal un verdadero alumno de Desar-
«¡tres Chevalier en su edición de las Oeuvres cctmplétestl de
gues. Lo que, además, es un honor tanto para uno como para
l'ascal) nos presenta a Pascal como el inventor de los métodos
otro.
Pero volvamos al Ensayo. Al lado de cosas puramente ar- ¡rloyectivos «que Poncelet y Chasles debían seguir con tanta
lrrilla.¡rtez en el siglo pasado"; así, Pierre Humbert, en su últi-
guesianas, encontramos allí, en los lemas I y III, el equiva-
rrr¿r obra consagrada al Pascal científico 14, nos dice que Pascal
lente de la famosa uproposición de Pascal», según la cual los
puntos de intersección de los lados opuestos de un ht:xágono st'rír el continuador de Desargues, pero sumando su genio. Creo,
inscrito en una cónica están alineados en una recta. Es, sin ¡ror mi parte, que habría que decir más bien: Pascal es Desar-
duda, ésa la proposición única a partir de la cual Pascal, en su ¡'rrcs más claridad y sistematización efecto, Pascal es claro
desaparecido Tratado por lo menos lo que nos dice Mer- nricntras que Desargues no lo es-, pero -en el gran genio creador,
-es esta proposición- va a desarrollar
senne, sin citar, no obstante, cl irrventor de una forma nueva de la geometría, es Desargues
una teoría completa de estas líneas. v no Pascal.
El hexágono inscrito será entonces denominado hexagrama La segunda época de producción matemática de Pascal se
místico y Pascal afirmará que a cada acción cónica correspon- ',itúa hacia los años 1652-1654, y se agrupa en torno a los tra-
de un «hexagrama místico» determinado, como, inversamente, lr;rios sobre el triángulo aritmético. Es entonces cuando Pascal
a cada hexagrama le corresponde una sección cónica deter- ¡rlirntea con Fermat e independientemente de
minada. (i:rlileo, -conjuntamente
que les precedió en este camino- Ias bases del cálculo
Est<r es un bellísimo descubrimiento que nos ha sido con" ,lt' ¡rrobabilidades. Parece haber abandonado la geometría, por
servado por un pvro azar, a saber, por una copia de Leibniz rrl¡1rin tiempo al menos.
que en 1675 tuvo los trabajos de Pascal entre sus manos. Hizo
su inventario, copió algunas hojas y, para nuestra desgracia, It Cf. Carta de Leibniz a Etienne Périer, del 30 de agosto de 1ó7ó, en
devolvió los originales a su propietario legítimo, Etienne Périer. l',t,r.itl, Q¿1ryyes complétes, Bibliothéque de la Pléiade,2"" ed., pp. 63 ss.:
Estos papeles contenÍan el conjunto de la obra geométrica de .'ltltlrL:sse a I'Académie Parisierute, ibid., pp. 71 ss.
tz lbid., pp. 66 ss.
t\ lbid., p. 58.
10 Cf. R. Taton, "L'Essay pour les coniques, de Pascal,, Revue d'histoi- r¡ Cf. Pierre Humbert, Cet effraT,a¡¡ génie, L'Oeuvre scientifique de
re des Sciences, t. VIII, fasc. 1, 1955, pp. l-18. ltl,tise Pascal, pp. 19, 34, 47, París, 1947,
356 Alexandre Koyré Pascal como científico 357
La temática del triángulo aritmético, cuya invención se atri- te la regla que permite determinar el número de combinaciones
buye a veces a Pascal, es muy antigua. Según Moritz Cantor 15, de z objetos tomados de p en ptt.
nos viene de los árabes. Encontramos una forma bastante aná- Mencionemos por fin, como perteneciente al mismo período
loga en Michael Stifel en 1543, en Tartaglia en 155ó, y más cerca que el Tratado del triángulo aritmético --o quizá un poco an-
de Pascal en Stevin en 1625 y en Hérigone en 163216. terior a éste-, el interesantísimo pero breve tratado sobre Ia
El mérito de Pascal, y es un gran mérito, consiste Suma de las potencias numéricas le, en el que, comparando se-
dójicamente- en haber hecho giiar'el triángulo alrededor -para-
de gún Fermat y Roberval la suma de potencias de una progresión
su vértice y haberlo transformado así, por lo menos en princi- aritmética con la «suma» de las líneas o figuras planas tal como
pio, en un cuadrado infinito, cuadrado subdividido por líneas la practicaba la geometría de los indivisibles, Pascal traslada
paralelas, horizontales y verticales, en un número infinito de directamente los resultados obtenidos en el ámbito del discon.
«celdillas». En cuanto a los triángulos propiamente dichos, es- tinuo aritmético al del continuo geométrico.
tarán ccnstituidos por diagonales que unen los puntos corres- Por eso escribe: «Por poco versado que se esté en la doc.
pondientes de las susodichas subdivisiones; estas diagonales trina de los invisibles, se reconocerá fácilmente lo útil que es
formará.n las obases" de los triángulos sucesivos. csta concepción para la determinación de las áreas curu'ilíneas.
En el cuadrado así constituido, las celdillas de la primera Efectivamente, las parábolas de todo tipo se elevan al cuadra-
hilera o "fila" no contienen más que el número 1; las de la do inmediatamente y una infinidad de otras curvas se miden
segunda, los números simples; las de la tercera, los números fácilmente. Si, por tanto, se quisiera aplicar a la cantidad con-
triangulares; las de la cuarta, los números piramidales, y así tinua lo que hemos encontrado para los números por este mé-
sucesivamente. En manos de Pascal, que descubre toda una todo, se podrán establecer las reglas siguientes...» Estas «re.
serie de relaciones extremadamente interesantes y curiosas en- glas», que no cito, desembocan en la regla general:
tre los números inscritos en las celdillas (según que éstas ocu- ul-a suma de las mismas potencias es a la potencia inme-
pen tal o cual lugar en las *bases>, y ufilas" «paralelas» [hori- diatamente superior de la mayor de ellas lo que la unidad es
zontalesl y «perpendiculares, fverticales] del cuadro), el «trián- al exponente de la potencia superior, m.
gulo aritmético» se convierte en instrumento ingenioso y po-
deroso para la solución de problemas de combinaciones y pro-
babilidades. Entre otros, Pascal nos demuestra (después de Además de esta comparación ingeniosa y fecunda (aunque mu-
Hérigone, sin embargo, e incluso después de Tartaglia) que las cho menos original de lo que se pretende habitualmente) entre
ubases» nos dan los coeficientes de las potencias enteras del dos órdenes de magnitudes aritmética y la geométrica-
binomio. -la
que la tradición clásica se obstinaba en tener separadas, se
Ya no había más que dar un paso: buscar la estructura y cncuentra en este breve tratado el famoso y célebre pasaje so-
la unión interna de los números que forman las bases y de- bre las relaciones entre diferentes órdenes de magnitudes, en
terminar su fórmula general. Pero Pascal no lo dio. Su antial- cl que se quiso a veces reconocer la más profunda intuición
gebraísmo, su aversión por la fórmula, de la que ya he hablado, del pensamiento pascaliano subyacente a su pensamiento mate-
le impiden hacer este gran descubrimiento. No encuentra por- mático tanto como a su pensamiento filosófico e incluso teo-
que no busca 17. lógico. Presentamos este pasaje que forma la conclusión del
En cambio, habiéndolo buscado, encontró de Tratado sobre la suma de potencias numéricas y que sigue in-
otros muchos, sin duda- la fórmula general, o más -después
exactamen- mediatamente a la regla de integración que acabo de citarzr:
No me detendré en otros casos, porque no es éste el lugar de
15 Cf. Moritz Cantor, Vorlesungen über Geschichte der Mathematik, cstudiarlos, bastará haber enunciado las reglas que preceden. Se
t. II, pp. Leipzig, 1900.
434, 445,
16 Cf. Pierre Boutroux, Introducción al Traité du triangle arithmétique
en Oeuvres de Blaise Pascal, ed. L. Brunschvicg y P. Boutroux, t. III, t8 lbid., pp. 442 ss.
pp. 438 ss., París, 1908. re Potestatum numericarum summa, Oeuyres complétes, pp. ló6171.
17 No busca tampoco, como lo hará Wallis en sr Arithmetica infini- a lbid., pp. 170, Ul.
torum, la forma de utilizar el «triángulo» para cálculos geométricos. zt lbid., p. l7l.
\
descubrirán las otras sin dificultad apoyándose sobre el siguiente El genio matemático de Pascal brillará una írltirna vez
principio: en las rnagniludes contitutas, el número que se quiera con todo su esplendor- en el grupc de trabajos consagrados -peroa
de las magnitudes def género que sea, añadído a utxa magnitud la ruleta (cicloide). La historia de este retorno de Pascal, que
de tm género superior, no le añade nada. Así,los puntos no añaden
nada a las líneas, las líneas a las superficies, las superficies a los a partir de su «noche de fuego» (23-XT-1654) se había apartado
sólidos, o para hablar de números, como conviene en un tratado de resueltamente del mundo de las ciencias- y había olvidado
aritmética, las raices no añaden nada a los cuadrados, los cuadrados
-y
loclo excepto Dios, es conocidísima: en 1ó57, nos cuenta Mar-
a lcs cubos y los cubos a los cuadrados-cuadrados, etc.; de ¡nodo ¡luerite Périer 24, a Pascal, que strfría de un violento dolor de
que se deben despreciar por nulas las cantidades de orden inferior. muelas, use le ocurrió, para aliviarse, entregarse a algo que por
He querido añadir estas sencillas observaciones a los que practican su gran fuerza atrajera tanto los espíritus al cerebro que le
los indivisibles, a fin de hacer resaltar ia ligazón, jamás admitida apartara de pensar en su dolor. Para esto pensó en la proposi-
suficientemente, que Ia naturaleza, ávida de unidad, establece entre ciórr de la ruleta hecha antaño por el P. Mersenne que nadie ha-
las cosas más lejanas en aJlariencia. Se muestra en este ejemplo lría podido encontrar nunca y en la que él no se habÍa detenido a
en el que \¡emos cómo los cálculos de las dimensiones de las mag-
nitudes ccntinuas se relacionan con la suma de las potencias nu- pcnsar jamás. Pensó en ella tanto que encontró su solución
méricas. y to<las sus demostraciones. Esta entrega tan intensa aleió
su dolor de rnuelas, y cuando dejé de pensar en ella después de
Pasaie admirable, sin duda; pero notarán que Pascal nos haberla encontrado, se sintió curado de su dolorr. Sin embargo,
dice: «He querido añadir estas sencillas observaciones a los uno escribió nada y no hizo ningún caso de este descubrimien-
que practican los indivisiblesr, y de hecho, estas obsen'aciones lo, considerándolo vano e inírtil, y no queriendo interrumpir en
no son otra cosa que la formulación de aigo bastante banal y lbsoluto lo que podía dar de entrega a su obra sobre religión".
conocidísimo de todos los matemáticos, practiquen o no los l)ascal sólo se decidió a redactar sus descubrimientos, y a ha-
indivisibles. EI hecho de que no se aumente una línea añadiendo t'cr de ellos el tema de un concurso, a instancias del duque de
un punto, como tampoco se aumenta un plano añadiendo una Itoannez, que le hizo observar que para combatir a los ateos
línea o un sólido añadiendo un plano, está implicito en los y libertinos oera bueno enseñarles que se sabía más que todos
principios formales de Ia geometriaa conocidos desde siempre r'llc¡s en lo que concierne a la geometría y en lo que está sujeto
y que no tienen nada de excitante para el geómetra a menos ;r clemostraciónr, y que si uno se sometía a la revelación de la
que se plantee el problema general del continuo ¡. En cuanto li:, no era por ignorancia, sino, al contrario, porque uno cono-
a la relación entre la suma de las potencias numéricas (de los t ía mejor que nadie los Iímites de la razón y el valor de las
números) y la de los indivisibles (de las magnitudes continuas),
l)r'uebas.
es algo sin duda mucho menos conocido y mucho más nuevo, En junio de 1658, Pascal, bajo el seudónimo de Amr¡s Detton-
pero es algo que forma la base misma de los trabajos de Fermat
y de Roberval, cuya influencia en Pascal parece haber sustitui' ville, dirigió una circular a los matemáticos europeos, propo-
rriúndoles encontrar la solución de seis cuestiones *dificilísi-
do a la de Desargues. El talento de Pascal aparece una vez más
en la ingeniosidad de sus descubrimientos, en la claridad de nrirs- sobre el área de un segmento de la cicloide, el centro de
sus formulaciones, no en la invención de principios nuevos. t,r'avedad de este segmento, los volúmenes y los centros de
¡iravedad de los cuerpos de revolución formados por este seg-
r¡rr:nto que gira alrededor de su base y de su eje, y ofreciendo
n La analogia entre las re.laciones cle los diversos ór«lenes de magnitu' rr lt¡s concursantes dos premios, respectivamente, de cuarenta
des y las que Pascal establece entre eI orden de los cuerpos, el de los
espíritus y el de la caridad no nos interesa aquí. v vcinte doblones. TJna segunda circular precisó las condiciones
¡ En este caso no hay que tomar al pie de la letra el principio expre rlt: atribución de los premios.
sado por Pascal, puesto que sin duda quitando un punto a una línea e
incluso a un espacio se Ie quita algo y se hace en él un hueco. Se podría
muy bien transponer esta relación a la relación entre Dios v la criatura tt Cf. Mémoire sur la t¡ie de M. Pascal, écri! par Mlle, Marguerite
y atribuir a esta última, incapaz de añadir algo a la acción divina, la capa' I'lticr, sa miéce, Oeuures complites, p. 40; cf. igualmente La vie de M. Pas-
cidarl de preservar su integridad, o, al contrario, de hacer en ella t¡n , ttl ticrite par Mma Périer, sa soeur, ibid., pp. i9 ss.: cf. la nota anónirna
hueco constituido por un punto. ,1, 1 Recuei! Guerrier citada, ibid., p, 174.
360 Alexandre Koyré Pascal como científico 3ót
El importe de los premios fue consignado a Carcavy, a pueblo apenas conocido del fondo de Moscovia o Tartaria, de
quien los candidatos debían enviar sus memorias. la Cochinchina o del Japónr 2. Vemos que Pascal no tenía nin-
La historia de Marguerite Périer es muy bella. Desgraciada- gunas ganas de arriesgarse a perder sus sesenta doblones y
mente, es poco verosímil. Efectivamente, incluso si se admi- estaba firmemente decidido a ganar su propio concurso.
tiera el episodio del dolor de muelas continuaría siendo incon-
cebible completamente que Pascal se hubiera acordado de re-
pente veinte años más tarde de la cuestión planteada en 1ó36 A pesar de las condiciones desfavorables, el concurso provocó
por Mersenne y que no hubiera meditado nunca sobre las pro- un gran interés: Sluse escribió a Pascal (el 6 de julio de 1ó58)
piedades de la cicloide, curva muy de moda en la época y de que había resuelto desde hacía tiempo la primera cuestión;
la que se habian ocupado Descartes, Fermat, Torricelli y sobre las otras, sin embargo, le parecían demasiado arduas; Huygens,
todo su maestro y amigo Roberval ¡. Además, el relato de Mar- que también encontró difíciles las preguntas, resolvió cuatro
guerite Périer comporta una inexactitud bastante grave: dice de ellas 28; Christopher Wren no resolvió ninguna, pero, en cam-
en efecto que Pascal uhabía fijado el plazo en dieciocho meses». bio, rectificó la cicloide fue así la segunda curva en ser
Realmente, Pascal, que, como él mismo confiesa, había traba- rectificada- y encontró que-que
su longitud era igual a cuatro veces
jado varios meses en la solución de los problemas que sometía el diámetro del círculo generador. Wallis envió una memoria
a concurso 6, y que había enviado su primera circular en el bastante larga en la que se enfrentaba a todos los problemas
mes de junio de ló58, había fijado el plazo de recepción de las planteados por Pascal tratándolos de un modo muy ingenioso.
respuestas el I de octubre del mismo año. Lo que, descontando Desgraciadamente para é1, al trabajar apresuradamente come-
las demoras del correo, no daba a los concursantes más que tió varios errores de cálculo, e incluso de método, de los que
tres meses como mucho. No es de extrañar que John Wallis, corrigió una parte pero no todos D. Por último, un jesuita, el
que el 18 de agosto de 1658 envió a Carcavy una primera res- P. Lalouére, profesor del Colegio de Toulouse, envió una
puesta, pidiera la prolongación del plazo o por lo menos la fi- memoria que pretendía ser digna del
jación del 1 de octubre como fecha de envío y no de la recepción premio. -equivocadamente-
de las respuestas, alegando que las condiciones del concurso fa- Inmediatamente después de las Reflexiones, Pascal publicó
vorecían demasiado a los maiemáticos franceses y, sobre tod<¡, a tres escritos que relataban la historia del concurso y explica-
los parisienses. Pascal lo rechazó. En sus Reflexiones sobre las ban las razones por las que los premios no habían sido otor-
condiciones de los premios asignados a la solución de los proble- gados s; después, en diciembre de 1ó58, una Carta a Carca¡,¡i
mas concernientes a la cicloide (circular del 7 de octubre
de 1658 que anuncia el cierre del concurso, bastante altiva y n Cf, Réflexions silr les conditions des prix attachés é la solution des
desagradable de tono), justifica su negativa por la considera- problémes concernant la cycloide, Oeuvres complétes, p. 185. Pascal aña-
ción artificiosa de que, de otro modo, "incluso aquellos que tlc (ibid): uYo no dispongo de Ia gloria. El mérito la da; no me concier-
ne; yo no determino otra cosa que la distribución de los premios, de cu-
hubieran ganado los premios al encontrarse los primeros entre yas condiciones he podido con entera libertad disponer por venir de mi
aquellos cuyas soluciones se hubieran recibido el primero de pura liberalidad. Los he establecido de este modo; nadie tiene por qué
octubre, no estarian seguros nunca de poder gozar de ellos, quejarse; yo no debía nada a los alemanes ni a los moscovitas; podía
puesto que se les podrían oponer siempre otras soluciones que habérselos ofrecido sólo a los franceses; puedo proponer otros para los
Ilamencos sólo o para los que yo quierar.
podrían llegar todos los días, anteriores en fecha, y que los 28 Las tres primeras y la sexta. No encontró Ia solución de las otras
excluirían por la fe de los burgomaestres y oficiales de algún tlos y no pretendió el premio. El concur:so, sin embargo, tuvo para él
t'onsecuencias importantes: atrajo su atención sobre la cicioide que, como
¡5 Habfa incluso provocado una polémica entre Torricelli y Roberval,
cn 1659 demostró, era la curva «tautocrona».
D Wallis volvió a trabajar en su memoria y publicó en 1659 sn Tracta-
quien había acusado de plagio, muy injustamente, al sabio italiano; Pas- tus de cycloide. Pero no perdonó nunca a Pascal.
cal renovará esta acusación en su Histoire de la roulette de 1658. u La Histoire de la roulette, el 10 de octubre; Récit de l'examen et
x Cf. Problemata de cycloide, proposita mense junii 1ó58, Oeuvres com- dtt jugement des écrits proposés pour les prix proposés sur le sujet de Ia
plétes, p. 180: «Quum ab aliquot mensibus, quaedam circa cycloidem, rotúette, oi l'on'voit queces prixn'ont pas été gagnés parce que personne
ejusque centra gravitatis, meditaremur, in propositiones satis arduas et n'a donné la uéritable solution des problémes, el 25 de noviembre; Suite de
difficiles, ut nobis visum est, incidimus,. l'histoire de la roulette, oü l'on voit le procédé d'une persotTne qui s'était
r'-"
Pascal como científico 363
362 Alexandre Koyré
menudo, como lo hace, por ejemplo, Emile Picard, si conside-
en la que exponía sus resultados y los métodos que había ráramos estos trabajos de Pasc¡.I «el p;iiner tratado de cálcu-
empleado para obtenerlos. En enero de 1659 fueron publicaclas lo integral». Sin duda, es cierto que «en la obra de Pascal sobre
las Cartas de A. Dettonville que contienen algunas de sus in- la cicloide» se encuentran «bajo formas geométricas extrema-
venciones de geometría, que incluyen, entre otros, eI famoso damente ingeniosas los resultados fundamentales que se re-
T'ratado de los senos de los cuartos de círcula, que inspiró a fieren a lo que los geómetras llaman hoy las integrales curvi-
Leibniz la invención del cálculo diferencial, la demostración ual líneas y las integrales dobles», y que «basta, para indicar el po-
modo de los antiguos» de la igualdad de las líneas espiral y der de estos métodos, recordar el bello teorema sobre la
parabólica y (en una Carta a Huygens de Zulichem) una de- igualdad con un arco de elipse de un arco de cicloide alargada
mostración (pero al modo de los modernos) de que nlas curvas o acortada»; también es cierto, como he dicho ya, que es muy
de las cicloirl:s eran siempre por su naturaleza iguales a las fácil traducir los razonamientos de Pascal al lenguaje del cálcu-
elipses", elipses verdaderas en el caso de cicloides alargadas lo infinitesimal. Pero es cierto igualmente que haciéndolo no
o acortadas y elipses aplastadas en líneas rectas en el de la se obtiene más que una traducción y que el razonamiento de
cicloicle ordinaria 31. La sutilidad, el ingenio, el virtuosismo des- Pascal sigue siendo esencialmente geométrico. El .caso, del
plegados por Pascal en sus tratados, son deslumbrantes. Ma- «triángulo característico» es extremadamente significativo a
neja con una habilidad sin iguai los métodos de los antiguos este respecto: es «ca¡acterístico" para Leibniz, no lo es en ab'
y los de los rnodernos. Provoca la admiración y Huygens, que, soluto para Pascal; porque Pascal no piensa en la relación,
sin embargo, le reprocha nun rnétodo demasiado audaz y que piensa en el obieto, y por eso deja escapar el descubrimiento
se aleja demasiado de la exactitud geométrica" (Iluygens es de Leibniz como unos años antes había dejado escapar el de
un adepto de los métodos de los «antiguos» y no le gustaron Newton.
nunca los de los umodernos», es decir, el empleo de los indi- He dicho que Pascal maneja los métodos de los modernos,
visibles), esclibe, sin embargo, «que espera con impaciencia es decir, la geometría de los indivisibles, con un virtuosismo
poder llarnarse su discípulo en una ciencia en Ia que tanto des- y una originalidad sin igual. En cambio, su interpretación de
taca». Nos equivocaríamos, sin embargo, como se hace muy a este método me parece bastante decepcionante. Pascal no pa-
rece haber comprendido el sentido profundo de las concepcio-
youlu attriL¡uer !'invention des problémes proposés sur ce suiet, el 12 de nes de Cavalieri, para quien los elementos "indivisibles, de un
diciembre de 1958, con una Additiott d ltt suite de l'histoire de la roulette, objeto geométrico tienen una dimensión menos que este obje'
fechada el 20 de enero de 1659. Los dos úll.imos escritos están redactadc¡s
contra el R. P. Lalouére a quien, desde la Histoire de la roulette, Pascal to P; en cambio, son las de Roberval quien tienen las
había acusado de plagiar a Roberval.
-para
mismas-, y con relación a las de Cavalieri suponen un contra-
31 Cf. nDimension des lignes courbes de toutes les roulettesr, carta sentido, las que nos presenta en un pasaje célebre y admirado
<le Dettonville a fluygens de Zulichem, Oeuvres complétes, p. 340. El texto de la Carta a Carca'vi§, «para hacer ver que todo lo que se
de Pascal merece ser citado por entero: «Se ve... por todas estas cosas
que, cuanto más cerca está la base de la ruleta de ser iguai a la circun- demuestra por las verdaderas reglas de los indivisibles, se
férencia del círculo generacior, más pequeño se hace el eje menor de ia demostrará también rigurosamente y al modo de los antiguos;
elipse que es igual a ella con respecto al gran eje y que cuando ia base y que uno de estos métodos no difiere del otro más que en el
es iguai a la clrcunferencia, es decir, cuando la mleta es sencilla, ei eje modo de hablar, lo que no puede herir a las personas razonables
menbr de la elipse quecia totalmente anulado y entonces la curva de la
elipse (que es totzlmeute aplastada) es 1o mismo que una línea recta, una vez que se les ha advertido de lo que se entiende por esto».
a saber, su eje mayor. Y de ahí viene que, en este caso, Ia curva de la «Y por eso Pascal- no tendré dificultad alguna
mleta sea igual a una línea recta. Fue por eso por 1o que comuniqué a -continúa del ienguaje de los indivisibles f¿
emplear a continuación
todos aquellos a quicnes mandé e-ste cálculo que las curvas de las ruletas "n
suma ae las líneas o la suma de los planos..-, la suma de las
eran siempre, por naturaleza, iguales a eiipses y que esta admirable ordenadas que les parece que no es geométrica a los que no
igualdacl cle la. curva <le la ruleta sencilla con una recta que ha encon'
tradc¡ el señor Wren no era, por decirlo así, más que una igualdad acci- comprenden la doctrina de los indivisibles y que piensan que
dental, que proviene de que en este caso la elipse se vea reducida a una
recta. A lo que el señor de Sluse añadió la justa observación de que se
debería aclmirar una vez más en esto el orden de ia naturaleza, qlle no
3¿ Sobre este problema, cf. mi artfculo citado en la nota 4.
permite que se encuentre una rect¿1 igual a una curva sino después 33 Cf. Carta de Dettonville a Carcavi, Oeuvres complétes, pp. 232 ss.
de haber supuesto la igr-taldad de una recta con una curva»'
!
364 Alexandre Koyré Pascal como cientlfico 3ó5
es pecar contra la geometría expresar el plano por un número Temo, sin embargo, que esta magia de estilo nos prive, aun-
indefinido de líneas, Io que no proviene más que de su falta que no sea mucho, de nuestras facultades críticas y nos im-
de inteligencia, puesto que no se entiende con eso sino la suma pida examinar los relatos de Pascal en cuanto a su contenido,
de un número indefinido de rectángulos, hechos a partir de Intentemos, pues, hacerlo sin prejuicios. Todo el mundo conoce
cada ordenada con cada una de las pequeñas porciones iguales el texto de los Nuevos experimentos concernientes al vacío;
del diámetro, cuya suma es ciertamente un plano...» sin embargo, me permitiré citarles algunos fragmentos sin en-
Así, pues, en resumen, Pascal es un matemático de un enor- trar no obstante en la historia de las circunstancias que pro-
me talento, que tuvo la buena suerte de haber sido formado vocaron su publicación s:
por Desargues en su primera juventud, y que tuvo la desgracia
de haber sido, en su madurez, profundamente influido por Ro- El momento de estos experimentos, escribe Pascal, fue éste: hace
berval s. Es ciertamente uno de los primeros geómetras de su unos cuatro años que en Italia se experimentó que si se llena de
tiempo, sin que, sin embargo, se le pueda poner en el mismo mercurio un tubo de vidrio, abierto en un extremo y en el otro
cerrado herméticamente, luego se tapa la boca con el dedo o de
nivel que los tres genios matemáticos de los que se puede enor- otro modo, y se dispone el tubo perpendicularmente al horizonte,
gullecer la Francia del siglo xvrr, a saber, Descartes, Desargues poniendo hacia abajo la boca cerrada y sumergida dos o tres dedos
y Fermat. en otro mercurio contenido en un recipiente lleno hasta la mitad
de mercurio y la otra mitad de agua, y se destapa la abertura
dejándola hundida en el mercurio del recipiente, el mercurio del
Miremos ahora a Pascal como físico. Este es mucho meior co- tubo baja en parte, dejando en la parte superior del tuvo un espa-
nocido que el matemático, y con razón: mientras que las obras cio vacÍo en apariencia y quedando la parte inferior del mismo
matemáticas de Pascal son para nosotros bastante difíciles, las tubo llena del mismo mercurio hasta una cierta altura. Y si se
eleva un poco el tubo hasta que su boca, que antes estaba bañada
obras de Pascal físico no lo son en absoluto. Por eso son cons- en el mercurio del recipiente, saliendo de este mercurio, llegue a
tantemente editadas y reeditadas. Todo hombre culto conoce la zona del agua, el mercurio del tubo sube hasta arriba con el
los fascinantes relatos sobre los Nueyos experimentos concer- agua; y estos dos líquidos se mezclan en el tubo; pero al final todo
nientes al yacío y El gran experimento del equilibrio de los lí- el mercurio cae y el tubo se llena de agua.
quidos (el experimento del Puy de Dóme); son, se ha dicho a Habiendo sido comunicado este experimento desde Roma al
menudo y con justicia, joyas de la literatura científica en las R. P. Mersenne, mlnimo de Parls, éste lo divulgó en Francia en
ló44 no sin la admiración de todos los sabios y curiosos por cuya
que no se puede dejar de admirar la claridad maravillosa de la difusión se ha hecho famoso en todas partes. Yo lo supe por
exposición, la firmeza del pensamiento, el arte con el que los M. Petit, intendente de fortificaciones y entendidlsimo en todo lo
experimentos son presentados uno tras otro a la atención del referente a las letras, que lo habfa conocido por el propio R. P. Mer-
lector. senne. Por lo tanto lo hicimos juntos en Rouen, el mencionado
Hay algo mágico en el estilo de Pascal y las mismas ideas señor Petit y yo, del mismo modo que habfa sido hecho en Italia
que se encuentran en otros toman un giro diferente cuando se y encontramos punto por punto lo que habla sido comunicado desde
ese país sin notar entonces en él hada nuevo,
leen en é1. Tres páginas confusas del R. P. Mersenne o una de
Roberval son reducidas por Pascal a diez líneas, y tenemos la
impresión de que es algo distinto por completo. Se siente uno
El relato de Pascal comporta dos lagunas. No nos dice que
nlos sabios y curiosos» parisienses que intentaron hacer de
tentado a invocar la ley de Boyle-Mariotte y a decir que la den- nuevo en París el experimento de Torricelli no lo lograron
sidad del pensamiento es inversamente proporcional al volu- y esto por una razón de cierta importancia: los vidrieros pari-
men ----o a la extensión- de lo escrito. sienses eran incapaces de proveerles de tubos de cristal lo su"
ficientemente resistentes para soportar la presión de tres pies
¡l Es diffcil dar un juicio objetivo sobre Roperval, cuya obra se conoce
mal y en parte está inédita (o se ha perdido). Parece cierto en todo caso $ Cf. Oeuvres complétes, pp, %2 ss. Sobre la historia del vacfo, cf, el
que, a pesar de su innegable talento, no es una figura de primera fila. belllsimo estudio de Cornelis de Waard, L'expérience barométrique, ses
Pascal es ciertamente muy superior a é1. antécédents et ses applica¿io¿s, Thouars, 193ó.
iTl
I
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l
toda duda que la finalidad del Tratado era demostrar que los unos trece pies vacío en apariencia o incluso no parece que ningún
efectos atribuidos al horror al vacío se deben en realidad a cuerpo haya podido ocupar su puesto. Y si se inclina el tubo, como
la presión (o peso) del aire ambiente. Ahora bien, estos Nuevos entonces la altura del vino del tubo se hace menor por esta incli-
experimentos ignoran por completo este tema y se dedican ex- nación, el vino sube hasta que llega a la altura de 32 pies; y, por
clusiva y únicamente a la demostración de la existencia del va- último, si se le inclina hasta la altura de 32 pies, se llena com-
pletamente absorbiendo así tanta agua como vino había arrojado:
cío. Esta demostración se hará en dos tiempos: se producirá de tal modo que se le ve lleno de vino desde arriba hasta una altura
primero un espacio «vacío en apariencia>>; a continuación, se de 13 pies, y lleno de agua teñida insensiblemente en esos 13 pies
demostrará «eue el espacio vacío en apariencia no está lleno que quedan por abajo.
de ninguna de las materias que se conocen en la naturaleza 4. Si se llena de agua un sifón escaleno, cuya rama más alta
y que son perceptibles por los sentidosr, Se concluirá de esto es de 50 pies y la más corta de 45, y se tienen las dos bocas cerradas
«hasta que se haya demostrado la existencia de materia que puestas en dos recipientes llenos de agua y hundidas aproximada-
lo llene", que está verdaderamente vacÍo y «desprovisto de mente un pie de modo que el sifón sea perpendicular a la horizon-
toda materia». tal y que la superficie del agua de un vaso sea cinco pies más
elevada que la superficie del otro, y se destapan las dos bocas, es-
Los principales experimentos referidos por Pascal son ocho: tando en tal situación el sifón, la rama más larga no atrae en
experimentos con una jeringa, un fuelle, un tubo de cristal absoluto el agua de la más corta, ni por consiguiente la del reci-
de 46 pies, experimentos con un sifón escaleno cuya rama más piente donde está, en contra del sentir de todos los filósofos y arte-
larga es de 50 pies y la más corta de 45, experimentos con un sanos; sino que el agua baja por las dos ramas de los dos reci-
tubo de 15 pies lleno de agua en el que se mete una cuerda y pientes hasta la misma altura que en el tubo anterior contando
que se sumerge en un recipiente lleno de mercurio, otro ex- la altura desde la superficie del agua de cada uno de los recipientes.
perimento más con la jeringa y dos experimentos con un sifón Pero habiendo inclinado el sifón por debajo de Ia altura unos 30
cuya rama mayor tiene 10 pies y la otra 9 l/2, sumergidas en pies, la rama más larga atrae el agua que está en el recipiente de
dos recipientes de mercurio. De estos experimentos ingenio- la más corta; y cuando se le vuelve a levantar por encima de esta
sísimos, y que demuestran muy bien a) qlue la naturaleza, lejos altura, esto cesa y los dos lados desaguan, cada uno en su reci-
piente, y cuando se le baja, el agua de la rama más larga atrae
de oponer una resistencia invencible a la producción de vacío, al agua de la más corta como antes.
no le opone más que una resistencia limitada; b/ que una
fuerza, por poco superior que sea a aquélla con la que el agua El texto es digno de Pascal. Olvidemos, sin embargo, por
tiende a caer de una altura de 31 pies, basta para producirlo; unos instantes que se trata de Pascal. Supongamos que nos
y que, además, la naturaleza no resiste más a la producción de cncontramos ante un texto anónimo, o firmado por un nombre
un gran vacío que a la de uno pequeño, y c) que éste, una clcsconocido. ¿No nos preguntaríamos si el autor en cuestión
vez producido, puede ser agrandado a voluntad sin que aquélla hizo realrnente los experimentos de los que llabla y, si los
se le oponga en absoluto; no retendremos más que dos, los lrizo, si los ha descrito exacta y completamente? Planteemos,
más célebres, el tercero y el cuarto, aquéllos en los que Pascal l)ues, estas preguntas a Pascal.
nos dice que ha empleado unos tubos de vidrio de 46 e incluso Tubos de vidrio de 4ó pies... son muy difíciles de fabricar,
de 50 pies. Citemos la descripción: incluso hoy. Y aunque Roberval nos afirme que fueron hechos
('on un arte maravilloso no obstante dice 40 pies-,
3. Si se llena de agua, o mejor de vino muy rojo, para que sea cs muy poco probable que -Roberval
los vidrieros del siglo xvrr, incluso
más visible, un tubo de vidrio de 4ó pies, uno de cuyos extremos los de Rouen, fueran capaces de producir uno. Además, mane-
está abierto y el otro cerrado herméticamente, y luego se tapona
y levanta en esta situación, se pone perpendicularmente al hori- irrr un tubo de 15 metros no es fácil aun cuando -la infor-
zonte, se tapa la boca hacia abajo en un recipiente lleno de agua rrración nos la surte una vez más Roberval- se los ate a más-
y se hunde dentro aproximadamente un pie; si se destapa la bo@, tiles€. Con el fin de hacerlos realizar los movimientos impli-
el vino del tubo baja hasta una cierta altura que es aproximada-
mente 32 pies desde la superficie del agua del vaso y se vacía y se a0 Primera Narration d Desnoyers. La Narration de Roberval es a me-
mezcla con el agua del recipiente que contiene insensiblemente y nr¡do más rica en precisiones incluso en hechos- que las Nouvelles
separándose de la parte superior del vidrio, deja un espacio de ,'tpériences. -e
'''r
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I rt'
cados en los experimentos de Pascal, se necesitan andamios, Efectivamente, cuando, inspirándose en los Discorsi de Ga-
tornos elevadores, en resumen, una instalación industrial mu- lileo, Gasparo Berti hizo en Roma el primer experimento del
cho más poderosa y complicada que las que se emplean nor- vacío a2 había utilizado un tubo de plomo de 10 metros
malmente en los astilleros. Pues es mucho más fácil y más de largo-Berti
terminado en una gran bola de vidrio que fijó en la
simple hincar un mástil de navío, que mover, del modo re- fachada de su casa- se constató que, como había dicho Galileo,
querido por Pascal, un sifón escaleno cuya rama más larga es el agua se detuvo a una altura límite; pero se constató también
de 50 pies... Es un poco asombroso que Pascal no nos haya algo más; a saber, que este agua se puso a burbujear. Lo que
dado la descripción ni el dibujo. No nos satisface e[ saber por era muy natural: el aire disuelto en el agua se escapaba for-
Pascal que estos experimentos le costaron mucho trabajo y mando burbujas; lo que por otro lado era bastante molesto
dinero, y por Roberval que Pascal construyó aparatos muy in- para los partidarios del vacío, como el mismo Berti: sus de-
geniosos. Nos gustaría tener precisiones sobre estos aparatos, tractores podían con un viso de razón afirmar que el espacio
así como sobre la manera en que se habían preparado los tubos por encima del agua no estaba vacío más que en apariencia y
y el gran sifón de 50 metros. que realmente estaba lleno de aire y de vapor de agua'
Entendámonos bien; no quiero insinuar que Pascal no haya El fenómeno del burbujeo no podía dejar de producirse en
realizado los experimentos que nos describe que Ro- los tubos de Pascal: es inevitable, y cuando en 1950 el experi-
-o los del si-
berval nos refiere-, aunque la literatura científica mento tle Pascal se reprodujo en el Palais de la Découverte
glo xvrr esté llena de experimentos que no pudieron ser hechos. (fue en esta ocasión cuando se vio la dificultad de hacerse con
El R. P. Mersenne crédulo en estas cosas que los his- un tubo de vidrio de 15 metros de largo; se renunció a él fi
-menos
toriadores de los siglos xrx y xx- pone en duda, muy justa- nalmente sustituyéndolo por un conjunto de tubos de 2,55 me-
mente, los famosos experimentos de Galileo sobre la caída li- tros), se vio que el agua burbgjeaba. E incluso con bastante
bre de los cuerpos y sobre su movimiento en el plano inclina- violencia.
do; Viviani nos cuenta el experimento completa- Este fenómeno ¿podía habérsele escapado a Pascal? No lo
mente- que el joven Galileo ha hecho en -inventado
Pisa al lanzar balas creo admitirlo supondría pronunciar una condena
de cañón desde lo alto de la torre inclinada; Borelli, en su po- contra-además,
Pascal como experimentador-; y esto tanto menos cuan-
lémica contra Stefano d'Angeli, invoca fríamente unos experi- to que el fenómeno del burbujeo no es el único fenómeno no-
mentos cuyos resultados los hubiera habido- le habrían table que se produce en el tubo: a causa de la presión del aire
llevado a la ruina; y en -sicuanto al propio Pascal, el Tratado (y del vapor de agua), la columna de agua baja y esta bajada
del equilibrio de los líquidos contiene una serie de experi- llega a 1,50 m. en veinticuatro horasa3.
mentos cuyo carácter de experimento mental había señalado ya Pero hay algo más: Roberyal, que en 1647 no sólo se había
puesto rotundamente de parte de Pascal contra Magni, sino que
razón- Robert Boyle at. cn su Primera narracid¿ a Desnoyers (octubre de 1ó47), en la
-conNo hay nada anormal en todo esto. Tal como acabo de decir, que nos ofrece sobre los experimentos de Pascal precisiones y
la U.teratura científica del siglo xvrr no sólo la del xvrr- rimplificaciones que el propio Pascal no da, habia abrazado
-y y se podría escribir
está llena de estos experimentos ficticios, todás las conclusiones de Pascal, en 1ó48, bruscamente, cambia
un libro muy instructivo sobre la fi¡nción en la ciencia de los «le opinión. En 1647 había hecho muy pocos experimentos (con
experimentos no realizados e imposibles de realizar. rneriurio). Luego los multiplicó y se dio cuenta de que las bur'
Pero, una vez más, no quiero afirmar que Pascal no haya l;ujitas de airq subían a Io largo de la columna de mercurio.
realizado los experimentos que nos dice haber hecho; en cam. ., Fiovenían del aire pegado a las
paredes del tubo, o era aire
bio, creo poder afirmar que no los describió tal como los hizo contenido, en estado de compresión, en el mismo mercurio?
y no expuso sus resultados tal como se desarrollaron ante sus
oios. Seguro que nos oculta algo. a2 Cf. Cornelis de Waard, op' cít., pp. l0l ss.
a3 Estos fenómenos
-elenburbujeo y la baiada de nivel- deben ser
nlr¡cho más pronunciados el caso del vino que en el del,ag¡'a' En
4l Por ejemplo, el experimentS del hombre que apoya un tubo en su ( uanto al sifón, indefectiblemente debía producirse un tapón de aire en
muslo estando a veinte pies por debajo de Ia superficie del agua. str punta.
lnii
t
372 Alexandre Koyré Pascal como científico 373
Poco importa. Se hacía evidente en todo caso que no se podía llamo con tal nombre a tal cosa no implica, en principio, la
admitir que el vacío aparente era idéntico al vacío real. y Ro- afirmación de su existencia- lo prueba suficientemente. No se
berval, en su Segunda narración (mayo de 1648), al describir dice ulo que llamamos espacio vacío es un espacio que tiene
los experimentos de Pascal con el agua y el vino, añade que longitud, latitud y profundidad, inmóvil y capaz de recibir y
los que asistieron a ellos --eI propio Roberval no estaba contener un cuerpo de longitud y forma parecida; y es lo que
presente en Rouen- no pudieron dejar de observar las burbu- se llama sólido en geometría, donde sólo se trata de cosas abs-
jitas de aire elevándose a lc¡ largo del tubo, y haciéndose más tractas e inmateriales", si no se cree en su existencia real, y el
grandes a lo largo de esta elevación. Fenómeno que implica R. P. Noél, cometiendo un error formal, no se equivocó. Pascal
una comprensibilidad y, viceversa, una dilatabilidad del aire no quiso, simplemente, revelar prematuramente sus tácticas:
que sobrepasa todo lo que se podía imaginar a. tiene efectivamente todo un Tratado que va a aportar la
Me parece que se impone la conclusión: Pascal no nos ha demostración requerida y a explicar al mismo tiempo, por
dado el relato completo y exacto de los experimentos que hizo la teoría del equilibrio de los líquidos, la razón por la cual el
o imaginó, lo que proyecta una luz singular sobre su polémica vacío se praduce en los tubos. No quiere mientras tanto sem-
con el P. Noél y, además, modifica sensiblemente la imagen brar la duda en el ánimo de los crédulos, a los que hay que
tradicional de Pascal, experimentador sagaz y prudente que la preparar por el contrario para que acepten las pruebas futuras,
convención histórica opone al apriorista impenitente que se ni dar armas a sus adversarios.
llama Descartes. No, Pascal no es un discípulo fiel de Bacon, Entre sus adversarios, el más célebre, el más tristemente
una primera edición de Boyle. célebre es, sin duda, el R. P. NoéI, de la Compañía de Jesús,
¿Hay burbujas de aire en el agua e incluso en el mercurio? que, después de haber leído los Nuevos experimentos, dirigiÓ
¡Menuda complicación! Para Pascal esto no tiene nirrguna im- a Pascal una carta en la que, mezclando un poco los argumentos
portancia. Ha imaginado tan bien, tan claramente, los experi- antiguos y las concepciones cartesianas de la
mentos que ha hecho que no ha hecho-, que ha captado -y valiéndose
transmisión de la luz por el vacío aparente- defendía la doc-
-o la interacción
de ellos lo esencial, a saber, de los líquidos (para trina tradicional y afirmaba que «el vacío aparente de los tu-
Pascal el aire es un líquido) que se sostienen en equilibrio mu- bos de Torricelli estaba lleno de un aire depurado que entra
tuamente 45. Es una pena que los líquidos empleados
-el vino, por lcs pequeños poros del vidrior. Fue una mala ocurrencia:
el agua, el aceite, el mercurio- no sean líquidos perfectos, la respuesta de Pascal, una obra maestra de fina y mordaz
continuos, homogéneos, que contengan aire y que este mismo ironía pre-Provincial- da al viceprovincial de La Flé-
aire se pegue a las paredes de los tubos. ¿El aire dilatado llena che una -una
lección de método y una lección de física. Pascal ob-
el «vacío aparente»? Es verdad y es muy molesto. Pero si se jeta al pobre jesuita entre otras crlsas que no se conoce ia na-
lograra eliminarlo, si se pudieran usar líquidos que no lo con- turaleza de la luz y que la definición que da de ella el P. Noél:
tuvieran, entonces el experimento establecería la identidad del uLa luz es un mottimiento luminoso de rayos compuestos de
t¿acío aparente con el vacío verdadero. Pues aunque Pascal, en cuerpos lúcidos, es decir, luminososr, al ser circular, no quiere
sus conclusiones no afirme formalmente su existencia --lo re- decir nada en absoluto; que no se tiene, pues, el derecho de
cordará en sus cartas al R. P. Noél y a Le Pailleur-, está claro afirmar que se propague sólo en el lleno y no en el vacío; y
que está plenamente convencidc¡ de ello. La definición misma que por el hecho de que una hipótesis explique un fenómeno
que da en su carta al R. P. Noél sin duda, tiene ra- observado no se puede concluir la verdad de esta hipótesis,
zón al alegar que una definición -aunque,
no es un juicio y que decir pues los mismos fenómenos pueden recibir una multiplicidad
de explicaciones, y ser producidos por las más diversas causas.
4 Cf. Deuxiémenarration, Oeuvres, ed. Brunschvicg-Boutroux, vol. II, Así. por ejemplo, los fenómenos celestes se explican tanto en
p. Esta observación de Roberval es de malísima intención.
328.
as En 1647, Pascal, corno lo prueba la carta a Fl<¡rin Périer del 15 de
la hipótesis de Tolomeo como en las de Copérnico o Tycho
noviembre de 1647, relativa al experimento barontétrico a realizar en el
Brahe.
Puy de Dóme, y el hecho de que había concebiclo en esta misma época El R. P. Noél habría debido callarse. Desgraciadamente para
él por para nosotros- respondió, y es a esta res-
el experimento del vacio en el vacio, estaba ya en plena posesión de
su doctrina- -y a lasuerte
puesta que debemos la deslumbradora carta de Pascal a
Pascal como cientlfico 375
374 Alexandre Koyré
noza y Leibniz, quienes coinciden en la negación del vacío y se
Le Pailleur e, obra maestra insuperable de despiadada y feroz plantean, muy seriamente
polémica. El pobre P. Noél es literalmente puesto en ascuas, lo hace también- el pro-
-Nervton
blema de las posibles relaciones entre Dios y un espacio que,
traído, llevado y ridiculizado. El lector no puede menos que comprendido como lo comprende pascal, no puedé se. ,rna
reírse de él y termina la lectura con la impresión de que mien-
criatura; con riesgo por supuesto de dar respuéstas diferentes
tras Pascal es un genio, el R. P. Noél es un perfecto imbécil a este problema que todos se tomaron muy en serio.
y que las objeciones metafísicas que levanta contra la idea del Incluso la objeción según la cual el paso de la luz a través
vacío están tan desprovistas de valor como su definición de la
del "vacío aparente» excluye la posibilidad de un «vacío real»,
luz o su explicación de la subida del mercurio (o del agua) no nos burlamos de ella cuando la encontramos en la pluma
en el tubo por la acción de ula ligereza moviente...». de Huygens; como tampoco encontramos ridículos a los iísicos
Pascal es ciertamente un genio, y el R. P. Noél no lo es; nada del.-siglo xrx que a partir de Young y de Fresnel, y por razones
más lejos de eso. En esto no hay ninguna duda, como tampoco análogas a las del R. P. NoéI, al que por esto se poária presentar
en la superioridad de la física de Pascal sobre la de este pobre como su precursor, postulan un éter luminífero para explicar la
escolástico tardío. Y, sin embargo, cuando escribe: Este es- transmisión de la luz por el «vacío aparenter. La mágia del
pacio que no es ni Dios, ni criatura, ni cuerpo, ni espíritu, ni verbo de Pascal es una cosa peligrosa, á la cual es muy aifícit,
sustancia, ni accidente, que transmite la luz sin ser transparen- pero tanto más necesario, resistir a toda costa, pues nos in-
te, que resiste sin resistencia, que es inmót¡il y se transportq duce a errores históricos y nos lleva a injusticias e lncorrsec,rerr-
con el tubo, que está en todas y en ninguna parte, que hace todo cias.
y no hace nada, etc.r, ¿es verdaderamente ridículo y estúpido? Pero ya he sobrepasado ampliamente el tiempo que me ha
Y la respuesta de Pascal, que elude el "ni Dios ni criatura» ,
sido concedido y debo detenerme, sin poder abordar ni El gran
con el pretexto de que *los misterios que conciernen a la Di- experimento del equilibrio de los tíquidos (el experimentt del
vinidad son demasiado santos para profanarlos con nuestras Puy de Dóme) cuya meticulosa y precisa orgañización sigue
disputas», como si se tratara de una cuestión dogmática y no
de un problema de metafísica pura, y que escribe: oNi cuerpo
siendo si la idea de este experimento le fue sugerida
-incluso
por otros, sobre todo por Descartes, que preveía un resultado
ni espíritu. Es verdad que el espacio no es ni cuerpo ni es- positivo, o por el R. P. Mersenne, que dudaba de que diera
píritu, pero es espacio; así, el tiempo no es ni cuerpo ni es- alguno- un mérito indiscutible de Pascal y un testimonio in-
píritu, pero es tiempo; y como el tiempo no deja de ser, aun- discutible de su genio experimental; ni los Tratados del equi-
que no sea ninguna de esas cosas, así el espacio vacío bien librio de los líquidos y de la gravedad de la masa del aire, que
puede ser, sin ser por eso ni cuerpo ni espíritu. Ni sustancia ni
accidente. Esto es, si se entiende por sustancia lo que es o
resumen sin duda completan- perdido el Tratado det ia-
cíoq, y que-y nos muestran a Pascal bajo un aspecto nuevo, el
cuerpo o espíritu, pues en este sentido el espacio no será ni de ordenador y sistematizador.
sustancia ni accidente, pero será espacio como en este mismo
sentido el tiempo no es ni sustancia ni accidente, sino que es Hay, en efecto, pocas ideas realmente nuevas en estos
Tratados; quizá ninguna; leyéndolos se pueden notar fácilmen-
tiempo, porque para ser no es necesario ser sustancia o acci-
dente», esta respuesta ¿es verdaderamente tan admirable? ¿pas.
te (como lo hace Pierre Boutroux) de pasada no cita
a nadie- las fuentes en las que bebió o se inspiró:-pascal
Stevin, Mer-
cal no trata un poco bruscamente, un poco a la ligera, graves senne, Torricelli. Pero la multiplicidad y variedad de los ex-
problemas metafísicos que han preocupado a los más grandes
perimentos descritos, como el del «vacío en el vacíor, el orden
espíritus de su tiempo? Es cierto en todo caso que cuando lee- admirable en el que se presentan y ordenan los hechos
mos a Gassendi, de quien Pascal toma todo esto, lo admiramos -tanto
reales como imaginarios- en función de una idea única, sobre
mucho menos. Incluso nada. t«¡do la del equilibrio de los líquidos, equilibrio fundado él mis-
En cambio, cuando encontramos las objeciones del R. P. rno en el principio del trabajo virtual
Noél en otros, no nos parecen tan ridículas. Pues lo que dice olvidar la invención
<le la prensa hidráulica, buen ejemplo -sin
del ingenio tecnológico
el R. P. Noél es exactamente lo que nos dicen Descartes, Spi-
t¡ En ló48; pp.
rz Cf. notas 2 y 39.
cf.. Oeuvres éomplétes, 377-391.
376
Alexandre KoYré PERSPECTIVAS DE LA HISTORIA
DE LAS CIENCIAS *
de Pascal-, hacen de ella una obra de una originalidad.deslum-
ü.""i"-v ¿ilna de figurar entre los clásicos de la ciencia'
- -..piiit" de sistematización del que Pascal
§i; L*uárgo, .r comporta al-
nos ofrece en estos i;;¡;¿;t un ejemplo tan bello
gtectivamánte, del aire a un líquido'
cnin neliEro. ''"ta asimitaiión también asimi-
:;;;#,5';;."i;-á;;; á. época -Descartes términos' la asi-
ñ-;i-;i."'a un líquido muy ligero- en. otros
lleva a Pascal (aun-
milación de la neumática a la-hidrostática,
expticar la dilatación de una vejiga llevada a la
cima
;;;;;; la mayor o me'
d" .rrru moniaña, que varía con la altitud' alegue (1o que es
;;;;;^p;;sión'del aire) a no distinguir. claramente
y el gran mérito de R' Boyle)' entre La excelente ponencia de H. Guerlac la vez un admirable
Urtiu"te difícil será -a de
surl)ey a vuelo de pájaro de la evolución la historia en ge-
"rno lo q'" es lo mismo' entre la
;;*pr;;;;;"Ll;;-v' su peso ó,no.eiástica de un liquido' y a neral y de la historia de las ciencias en particular y una crítica
-por de i" g1t
práii" éiastica y la
producidos por su de cómo se ha hecho hasta aquí- viene a tiempo. Efectiva-
;ñii;;t et peso {el áire fenómenos
mente, es bueno que después de haber consagrado mucho tiem-
presión. po y esfuerzos a la discusión de problemas concretos de la his-
toria de las ciencias, nos pongamos a nosotros mismos, como
historiadores, en «tela de juicio". Sigamos, pues, la conmina-
ción délfica de H. Guerlac; preguntémonos: «¿Qué es la his-
toria?» Este término, como él nos recuerda, se aplica propia-
mente a la historia humana, al pasado humano. Pero es ambi-
guo: designa por un lado el conjunto de todo lo que pasó antes
que nosotros; dicho de otro modo, el conjunto de hechos y
acontecimientos del pasado Ilamarla «historia ob-
jetiva" o «actualidad pasada»--podríamos
y, por otro lado, el relato qlue
de ella hace eI historiador, relato cuyo objeto es ese pasado.
Res gestae e historia rerum gestarum. Ahora bien, el pasado,
en tanto que pasado precisamente, nos es inaccesible para
siempre: se desvanece, ya no existe, no podemos tocarlo, y sólo
a partir de sus vestigios y huellas, de sus restos que están fo-
davía presentes ---.obras, monumentos, documentos que han es-
capado a la acción destructora del tiempo y de los hombres-
intentamos nosotros reconstruirlo. Pero a la historia objetiva
que los hombres hacen y sufren- le preocupa muy poco
-la
la historia de los historiadores; deja que subsistan cosas sin
valor y destruye sin piedad los más importantes documentos,,
* Texto original de una ponencia presentada como respuesta a una
cxposiciónde Henry Guerlac en el Coloquio de Oxford, julio de l%1. l-a
traducción inglesa ha sido publicada en Scientific Change... (A. C. Crom-
bie comp., Londres, l9ó3, pp. 847-857). La exposición de H. Guerlac figura
cn Ias pp.
797-817 de Ia misma obra.
I Como los escritos de los presocráticos, de Demócrito... En cambio,
hemos conservado a Diógenes Laercio.
t
las obras más bellas, los más prestigiosos monumentos 2. Lo El historiador proyecta en la historia los intereses y la es-
que les deja ha dejado- son ínfimos fragmentos de lo cala de valores de su tiempo: y a partir de las ideas de su
-o Por eso las reconstrucciones históricas son
que necesitarían. tiempo de las suyas propias- emprende su reconstrucción.
siempre inciertas e incluso doblemente inciertas... Pobre y pe- Por eso-y justamente es por lo que la historia se renueva y por
queñá ciencia de conjeturas: es asl como Renan llamó a la his- lo que nada cambia más deprisa que el inmutable pasado.
toria. En su excelente resunlen de la evolución de la historia
-his-
Además, son siempre parciales. El historiador no cuenta toria de los historiadores- H. Guerlac llama nuestra atención
todo, ni siquiera todo lo que sabe o podría saber -¿cómo po- sobre la expansión y profundidad de ésta en los tiempos moder-
dría hacerlo? Tristram Shandy nos ha demostrado que es im- nos, sobre todo desde el siglo xvrrr 4. El interés se centra en los
posible-, sino sólo 1o que es importante. La historia del his- periodos y ámbitos de la vida anteriormente desconocidos, mal
toriador, historia rerutn gestarum, no contiene todas las res conocidos u olvidados: de la historia dinástica y política pasa
gestae, sino sólo las que son dignas de ser salvadas del olvido' a la de los pueblos, de las instituciones, a la historia social,
La historia del historiador es, por tanto, la consecuencia de económica, a la de las costumbres, de las ideas, de las civili-
zaciones. Bajo la influencia de la filosofía de la Ilustración, la
una elección. E incluso de una doble elección.
historia se convierte s¡ l¿ «del progreso del espíritu humanor:
Primero, de la elección de estos contemporáneos y suce-
sores inmediatos -o mediatos- de las res gestae que, como l)cnsemos en Condorcet, a quien curiosamente H. Guerlac ol-
vid<l mencionar. Por eso es normal que sea en el siglo xvrrr
historiadores del presente o conservadores del pasado, anota- cuando la historia de las ciencias en el que este pro-
ron en sus anales, inscripciones y memorias, los hechos que -ámbito
greso es indiscutible e incluso espectacular-* se constituye
les parecían importantes y dignos de ser retenidos y transmi- como disciplina independiente 5.
tidol a sus descendientes; que copiaron los textos que les pa- Casi al mismo tiempo, o un poco más tarde, bajo ta influen-
recían que tenían que ser preservados; y de la elección del his- cia sobre todo de la filosofía alemana, la historia se convierte
toriador que más tarde utiliza los documentos -materiales que en el modo universal de explicación. ¡Conquista incluso el mun-
ha heredado- y que muy a menudo no está de acuerdo con sus do de Ia naturaleza! La regla «el pasado explica el presente, se
contemporáneos o sus predecesores sobre la importancia rela- extiende a la cosmología, a la geología, a la biologia. El concep-
tiva de los hechos y el valor de los textos que Ie transmiten; t<¡ de evolució¡r se hace un concepto clave; con toda justicia
o que no le transmiten. el siglo x¡x ha sido bautizado siglo de la historia. En cuan-
P"ro to puede hacer nada. Por ello queda reducido a la' to a la historia propiamente dichá, la historia humana, sus
mentar el ignorar tal conjunto de hechos, o la fecha de tal acon- progresos han sido y continuan siendo en los siglos xlx
tecimiento que los contemporáneos habían juzgado desdeñable y xx, conmovedores: el desciframiento de las lenguas muetr-
y que le pui.."t de una importancia primordial; o el no dispo- tas, las excavaciones sistemáticas, etc., han añadido miles de
rr"i ¿" téxtos que serían para él de un valor capital y que años a nuestro conocimiento del pasado. Por desgracia toda
sus precedesores no estimaron conveniente conservar3' medalla tiene su reverso; al extenderse y elriquecerse, la
historia se especializa y se fragmenta, se divide y se subdivide;
2 A veces sin duda debemos estos fragmentos a las destrucciones y er"r lugar de una historia de la humanidad tenernos múltiples
catástrofes... como las tablillas cuneiformes que nos han conservado las historias de esto o aquello, historias parciales y unilaterales;
arenas del desierto y que hoy se deterioran en nuestros museos; como cn lugar de un tejido unido, hilos separados; en lugar de un
las admirables estatua's grieáas descubiertas por la arqueología sub- organismo vivo, membra disiecta.
marina. Es justamente esta especialización a ultranza y el separatis-
j Los contemporáneos toman nota de 1o que les atañe inmediatamente;
es decir, de acontecimientos; Ios procesÓs lentos y profundos se les esca- rno hostil de las grandes disciplinas históricas lo que Guerlac
pá". Áá.*a., entre los acontecimientos hay un gran número que, en el
rnomento en que se producen, no son en absoluto importantes o notables
t a;; ;" llegan a sérlo sino después, por. los efectos que producen más
Ll
a Contrariamente a la difundida opinión que lo considera anti-histórico,
iaráe, tales iomo po. ejemplo nacimiento de grandes hombres' la c[ siglo xvrlI es el origen de nuestra iristoriografía.
aparición de una invención técnica, etc. s Como la historia del artc un siglo antes.
-'thi
380 Alexandre Koyré La historia de las ciencias 381
d
382 Alexandre KoYré
La historia de las ciencias 383
Volvamos ahora al segundo reproche que nos dirige Guerlac,
el de ser «idealistas», el de olvidar la unión entre la ciencia lla- do Daumas, se ha realizado desde los siglos xrnr y xvrrr la co
mada pura y la ciencia aplicada, y por esto desconocer Ia fun- laboración del sabio y del técnico e. Es indiscutible que hay un
paralelismo sensible entre la evolución de la química teórica y
ción de la ciencia como factor histórico. Confieso que no me
sientó culpable. Además, nuestro «idealismo" sobre la de la química industrial, entre la de la teoría de la electrici-
ello dentro de un momento- no es realmente -volveré
más que una dad y su aplicación.
reacción contra las tentativas de interpretar Sin embargo, esta inferacción entre la teoría y la práctica,
-o malinterpre-
tar- la ciencia moderna, scientia actitta, operativa, como una la penetración de la segunda por la primera, y viceversa, la ela-
promoción de la técnica. No importa que se la alabe y exalte boración teórica de la solución de problemas prácticos he-
por su carácter práctico y eficaz explicando su nacimiento por mos visto durante y después de la guerra hasta dónde-y puede
el activismo del hombre moderno la burguesía ascenden' Ilegar esto- me parece que es un fenómeno esencialmente mo-
te- oponiéndolo a la actitud pasiva -dedel espectador del derno. La Antigüedad y la Edad Media nós ofrecen pocos ejem-
hombre medieval o antiguo-, o que se la designe y -la condene plos, si es que nos los ofrecen, fuera de la invención del cua-
como una «ciencia de ingeniero» que sustituye por la búsqueda drante solar y del descubrimiento por Arquímedes del principio
del éxito la de la intelección, y que se la explique por una hybris que lleva su nombre 10. En cuanto a las técnicas antiguas nos
de la voluntad de poder que tiende a rechazar la theoria en be' es forzoso admitir que, incluso en Grecia, son algo muy dife-
neficio de la praxis para hacer del hombre «el dueño y señor rente de la «ciencia aplicada». Por sorprendente que pueda pa-
de la naturaleza» en lugar de ser su contemplador reverente: recernos, se pueden edificar templos y palacios, e incluso cate-
en los dos casos estamos en presencia de un mismo desconoci- drales, cavar canales y construir puentes, desarrollar la meta-
rniento de la naturaleza del pensamiento científico. lurgia y la cerámica, sin poseer un conocimiento científico, o
poseyendo sólo rudimentos de éste. La ciencia no es necesaria
Me pregunto además si ia insistencia de Guerlac sobre la
para la vida de una sociedad, para el desarrollo de una cultura,
unión entre ciencia pura y ciencia aplicada y el papel de la para la edificación de un Estado o incluso de un Imperio. Por
ciencia como factor histórico no es, parcialmente por lo menos,
una reproyección en el pasado de un estado de cosas actual, o cso hubo imperios, y muy grandes, civilizaciones, y muy bellas
(pensemos en Persia o en China), que carecieron completa o
por lo menos moderno. Es cierto, en efecto, que el papel de la
ciencia en la sociedad moderna se ha acrecentado constante' casi completamente de ella; como hubo otras (pensemos én
mente a lo largo de estos últimos siglos, que ocupa en ella hoy Roma) que, habiendo recibido su herencia no añadieron nada
un lugar importantísimo y que está a punto de hacerse prepon- r¡ casi nada. Por eso no debemos exagerar el papel de la cien-
derante. Es cierto también que se ha convertido en un factor cia como factor histórico: en el pasado, incluso allí donde exis-
de una gran importancia, quizá incluso decisiva, en la historia. lió efectivamente, como en Grecia, o en el mundo occidental
premoderno, fue mínimo Il.
No es menos cierto que su unión con la ciencia aplicada es más
que estrecha: los grandes «instrumentost de la física nuclear Esto nos lleva, o nos vuelve a llevar, al problema de la cien-
son fábricas, y nuestras fábricas automáticas no son más que cia como fenómeno social, y al de las condiciones sociales que
teoría encarnada, como lo son, por lo demás, un gran número permiten o dificultan su desarrollo. Que existen tales condicio
de objetos de nuestra vida cotidiana, desde el avión que nos ¡rcs es perfectamente evidente, y en esto estoy muy de acuerdo
transporta hasta el altavoz que nos permite hacernos oír...
Todo esto sin duda no es un fenómeno completamente nue' g Esta colaboración llevó consigo la aparición y el desarrollo de una
vo, sino el resultado de un desarrollo. De un desarrollo cada lr¡(lustria completamente nueva, la de los instrumentos cientlficos, que
vez más acelerado, cuyos comienzos están lejos de nosotros.
Así está claro que la historia de la astronomía moderna está in'
frrgaban
-y juegan
rlr la tecnologla
aún- un papel preponderante en la cientifización
y cuya importancia no ha dejado de aumentar con cada
pr()greso realizado en el ámbito de las ciencias, y en particular en el de
discutiblemente ligada a la del telescopio y que, en general, la lns <:iencias experimentales. Efectivamente, ¿cómo sería posible el desarro
ciencia moderna hubiera sido inconcebible sin la construcción lhr de la ffsica atómica sin el desarrollo paralelo de los ordenadores y
de los innumerables instrumentos de observación y medida de rlr la fotografía?
los que se sirve, en cuya fabricación, como nos lo ha demostra: to Se puede añadir el ejemplo del célebre trlnel de Eupalinos.
ll Neugebauer señala el lnfimo número de sabios en la Antigüedad.
384 Alexandre Koyré La historia de las ciencias 385
con Guerlac. Además, ¿cómo no habrla de estarlo dado que yo son hostiles al pensamiento científico independiente,o- y si,
mismo he insistido en ello 12 hace unos años? Para que la ciencia en rigor, podemos explicar por qué pudo nacer y desarrollarse
n zca y se desarrolle es preciso, como nos lo explicó ya Aris- en Grecia, no podemos explicar por qué ocurrió así efectiva-
tóteles, que haya hombres que dispongan de ratos de ocio; pero mente.
esto no basta: es preciso también que entre los miembros de Por eso me parece vano querer deducir la ciencia griega de
las leisured classes aparezcan hombres que encuentren su sa- la estructura social de la ciudad; o incluso del agora. Atenas
tisfacción en la comprensión, la theoria; es preciso además que no explica a Eudoxio, ni a Platón. Como tampoco Siracusa ex-
este ejercicio de la theoria, la actividad científica, tenga un va- plica a Arquímedes; o Florencia a Galileo. Creo por mi parte que
lor a los ojos de la sociedad t3. Ahora bien, estas cosas no son ocurre lo mismo en los tiempos modernos e incluso en nuestro
en modo alguno necesarias; son cosas incluso muy raras, y que tiempo, a pesar del acercamiento de la ciencia pura y de la
en mi opinión no se realizan en la historia más que dos veces. ciencia aplicada del que he hablado hace un momento. No es
Pues, mal que le pese a Aristóteles, el hombre nó está animado la estructura social de la Inglaterra del siglo xvrr la que puede
naturalmente del deseo de comprender; ni siquiera el hombre explicar a Newton, como tampoco la de la Rusia de Nicolás I
de Atenas. Y las sociedades, pequeñas o grandes, aprecian ge- puede aclarar la obra de Lobatchevscki. Esa es una empresa
neralmente muy poco la actividad, puramente gratuita, y en completamente quimérica, tan quimérica como la de querer
sus principios por lo menos, perfectamente inútil, del teórico ra. predecir la evolución futura de la ciencia o las ciencias en fun-
Pues hay que reconocerlo, la teoría no conduce, por lo menos ción de la estructura social, o de las estructuras sociales, de
inmediatamente, a la práctica; y la práctica no engendra, por lo nuestra sociedad, o de nuestras sociedades.
menos directamente, la teoría. La mayor parte de las veces, Pienso que ocurre lo mismo en lo que concierne a las apli
"muy al contrario, se aparta de ella. A;1, nA fueron los harpe- caciones prácticas de la ciencia: no es por ellas por lo que se
donaptas egipcios, que tenían que medir los campos del valle puede explicar su naturaleza y su evolución. Creo, en efecto
del Nilo, quienes inventaron la geometría: fueron los griegos, (y si eso es idealismo, estoy dispuesto a soportar el oprobio de
que no tenían que medir nada de nada. Los harpedonaptas se ser un idealista y a sufrir los reproches y las críticas de mi
contentaron con fórmulas. Igualmente no fueron los babilonios, amigo Guerlac), que la ciencia, la de nuestra época, corno la de
que creían en la astrología y por eso necesitaban poder calcular los griegos, es esencialmenfe theoria, búsqueda de la verdad
y prever las posiciones de los planetas en el cielo, como acaba y que por esto tiene, y siempre ha tenido, una vida propia, una
de recordarnos Van der Waerden, quienes elaboraron un siste- historia inmanente y que sólo en función de sus propios pro
ma de movimientos planetarios 15. Fueron, una vez más, los grie- blemas, de su propia historia, puede ser comprendida por sus
gos, que no creían en ello; los babilonios se contentaron con historiadores.
inventar métodos de cálculo una vez más- extrema- Creo incluso que es ésa justamente la razón de la gran im-
damente ingeniosas, por otra-fórmulas
parte. portancia de la historia de las ciencias, del pensamiento cientf-
Resulta de ello, me parece, que si podemos explicar por qué fico, para la historia general. Pues si la humanidad, tal como
la ciencia no nació y no se desarrolló en Persia o China Pascal ha dicho, no es más que un solo hombre que vive siem-
grandes burocracias, tal como nos ha explicado Needham, pre y que aprende siempre, es nuestra propia historia, mucho
-las más, es nuestra autobiografía intelectual lo que hacemos al es.
12 Cf. mi artlculo er Scientific Monthlt, t. LXXX, 1955, pp. 107-111. tudiarla. Y es también por esto por lo que es tan apasionante
13 Las aristocracias guerreras desprecian la ciencia: por eso, como y al mismo tiempo tan instructiva; nos revela al espíritu huma-
Esparta, no la cultivaron; tampoco las sociedades «adquisitivas», como
Corinto. Pienso que es inútil dar ejemplos más recientes. no en lo que tiene de más elevado, en su persecución incesante,
14 Son resultados prácticos los que Hierón pide a Arqufmedes. Y este
rlltimo es glorificado por la tradición por la invención de ¡e Incluso hoy no buscan más que resultados «prácticos» y si fomentan
máquinas de guerra, Igualmente eran resultados prácticos -legendaria-
Ios que Lou- a veces las investigaciones teóricas research- es en la
vois esperaba de la Real Academia de Ciencias, y esto contribuyó al de medida en que esperan que tengan -fundamental
aplicaciones. Por eso los teóricos
.clive de esta riltima. abundan muy a menudo en sus ideas y siguiendo e imitando a Bacon,
15 l¿ astrología, se olvida a menudo, no se interesa más que por las tratan de persuadir a Ias sociedades de que, pronto o tarde, la investiga-
posiciones de los planetas en el cielo y por las figuras que forman en é1. ción teórica resultará «rentabler.
5r=
386 Alexandre Koyré
INDICE DE NOMBRES
siempre insatisfecha y siempre renovada de un objetivo que
siempre se le escapa: la búsqueda de la verdad, itinerarium
mentis in t¡eritatem. Ahora bien, este itinerarium no se da an-
ticipadamente y el espíritu no avanza en línea recta. El camino
hacia la verdad está lleno de obstáculos y sembrado de errores,
y los fracasos son en él más frecuentes que los éxitos. Fracasos
además tan reveladores e instructivos a veces como los éxitos.
Por ello nos equivocaríamos al olvidar el estudio de los erro-
res: a través de ellos progresa el espíritu hacia la verdad. El
itinerarium mentis in tteritatem no es un camino recto. Da vuel- Abü'l Baraqát Hitratallah Ibn Mal- 15ó y n., 157, l-58. 159 y n., 161 y n.,
tas y rodeos, se mete en callejones sin salida, vuelve atrás, y ni ká Al-Baghdácii (109ó-1170), 164 n. 162 y n., 163 y n., ló4 n., 165 n.,
siquiera es un camino, sino varios. El del matemático no es el Achai¿, Jacorno de (s. xvI), 122 167, 170, 171 y n., 172 n., 174, 176,
del químico, ni el del biólogo, ni siquiera el del físico... Por eso
Adurnns, Viccntius Franciscus 178, 184-186, 189, 191, 195,197,198,
[Adorno, Francisco] (s. xvu), 200, 201 y y
n., 203, 205, 206 n.,
necesitamos proseguir todos estos caminos en su realidad con- 291 n. 207 n., 208 y n.,.209-211, 212 y n.,
creta, es decir, en su separación históricamente dada y resig- Agucchi, Giovanni Battista, 262 213, 2t4 y n., 215, 216, 217 y a.,
narnos a escribir historias de las ciencias antes de poder escri- Agustín, San (354-430), ll-13, 22, 25- 218, 224, 225 n., 228 n., 229, 230 n.,
27, 29, 52 n. 231, 234 y n., 235-239, 241, 242 n.,
bir la historia de la ciencia en la que vendrán a fundirse como Alais, Louis de Val<¡is, conde de 248-250, 269, 293, 306, 307, 309, 314,
los afluentes de un río se funden en éste. (lse6-1653), 315 384
Alberti, Leon Battista Arquírnedes (287-212 a. C.), 7, 18,
¿Se escribirá alguna vez? Esto sólo lo sabrá el futuro.
(1404?-1472),
95 M, 48, 92, tlt, tt7, 125, t28, 131,
Albc¡to de Sajonia (1316?-1390), 9l 140-142, 148, l5l n., 156 y n., 157,
Alberto Magno, San (1193-1206), 30, 167, 174 y n., 194, 195,226,227 n.,
60 233-235, 322 y
n., 323 n., 325 n.,
Aldrovar.rdi, Ulisse (1422-1ó05), 43 327 n., 328 n., 350 n., 354, 383,
Alejandro de Afrodisia (ss. rr-rrr), 384 n., 385
37, 38, 59 ¡r. Artrndel, Lord Thomas Floward (h.
Algazel (v. Chazáli) lsss-1646),90
Alhacén IIbn Al-Haytham] (9ó5?- Atwood, George (b. 1745-1806),242 a.
1039), s9, 66 Auzout, Adrien (7622-1691), 316
Allen, G., 281 n. Avencebrol (r,. Ibn Gabirol)
Amboise, Charles Chaumont de Averroes [Ibn Rusd] (1126-1198), 17,
(1473-rsrl),88 18, 30, 31 n., 38, 39 y n., 40, 59,
Andcrson, Alexander (1582-1625?), 70 n., 218 n.
323 n. Avicena [Ibn Sina] (980-1037), 17, 18,
Angeli, Stcfano degli (fines del si- 24, 25, 27 n., 30, 3l y n., 34 y n.,
glo xvrr), 212 n., 370 35, 38, 39, 59 n., 1ó4 n.
Anselmo, San (1033-1109), 26, 29, 36 Arvhad Al-Zamán Abü'l Baraqát (v,
Apolonio (principios dcl s. rr a. C.), Abü'l Baraqát)
44, 76, 79, 80, 350 n., 354
Aquiles, 345 n.
Ariosto, Ltrdovico (1474-1533), 261, Bacon, Francis (1561-1626), 6,9, 10,
264,265 14, 54, 63, 90, 151 n., 275, 372, 385
A¡'istarco de Sarnos (310?-230? a. C.), Bacon, Rogcr (1214?-1294), 9, 25, 29,
71, 76, 79, 80 58, 59, 60, 64, 65, 66 y n., ó8
Aristótcles (381-322 a. C.), 11, 15, Baldi, Bernarclino (1553-1617), 92,
ló, l8 y n., 19-22, 25, 30, 31, 33, 123, 124
35, 36, 37 y n., 38, 40, 46, 48, 55, Baliani, Giovan Battista (1582-16ó0),
5ó n., 57, 58, 65, 67, 72, 73, 77, 202, 203 y n., 243 n., 277 n., 293,
79, 91, 94, 104, 111 n., 123 n., 124, 294
125, 126 y n., I30, 131, 133, 135, Barrow, Isaac (ló30-1ó77), 7, 280 y n.
139, l4tJ,142-149,152, 153 n., 155 n., Basson, Sébastien (s. xvrr), 318
388 Alexondre Koyré indice de nombres 389
Beatis, Antonio de (s. xvr), 89 49, 86, 156, 184, 186, 188, 189, 271, Cieoli, 261-263 Dettonville, Amos (seudónimo de
Beckman, Isaac (1588-ló37), 166 n' 313 n., 314 Clagett, Marshall, 51, 122 n., 142 n., B. Pascal), 359, 362 y n., 3ó3 n.
Belaval, Y., 2 n. Brunschvicg, Leon (1869 - 1944t, lM n., 218 n. Diels, Hermann (1849-1922), 281 n.
Benedetti, Giambattista (1530-1590), 176n., 3?l n., 326 n.,353 n., 35ó n., Cohen, I. Bernard, 225 t., 277 y n. Dietrich de Freiberg (v. Thierry de
92, 105, 123 y n., 125 y n., 126 y n., 3ó6 n., 372 n., 380 Colonna D'Istria, Ignacio (1782- Friburgo)
130, 131 y n., 132 n., 134 y n., 135, Buenaventura, San (1221-1274), 23, 1859), ll n. Digges, Leonard (h. 151G1558),313 n.
13ó y n., 138, 139 y n., 140-143, 144 26, 29 Comte, Auguste (1798-1857), 380 Digges, Thomas (s. xvr), 194 rt.,
n., 1.46, 147 n., 148 y n., 149, 151 n., Buonamici, Francesco (1565-1603), Condorcet, Marie-Jean A. N. Caritat 313 n-
156, 164, 167 y n., 200 n., 201 y n., 170 y n., 172, 201 y r., de (1743-1794), 379 Dijksterhuis, Eduard r. (1892-1965),
n5, 212 y n., 213 y n.,214,218 n., Burckhardt, Jacob (1818-1897), 95, Cooper, Lane, 207 tt. 157 n., 217 n.
219, 220 n., 221 n., 223, 224, 226, 229, 381 Copérnico, Nicolás (1473-1543), I y n,. Diógenes Laercio (s. u), 309, 316 n.,
230 n., 232,233 y n.,234,235 y n., Buridan, Juan (1300-1538), 68, 91, 4, 5, 44, 45, 48, 70 n., 71, 76, 79, 377 n.
237-239, 240 y n., 248, 293 145 n., 151 t., 152, 156, 164 82-84, 86, 90, 131 n., 13ó n., 148, Domenichino, 2ó2
Bergson, Henri (1859-1941), 150 n. Burley, Gualterio (h. 1275-h. l3'm), 186-190, 194 n., 258 y ¡., 259, ?Á5- Donatello [Donato di Berto di Bar-
Bérigard, Claude Guillermet de 144 r¡,. 267,272, 289 n.,310, 373 dol (1383-14óó), 88
(1s78-r663), 318 Burtt, E. A., 174 n., 176 n. Coronel, Luis (s. xv-xvr), 122 Dorolle, M., 11 n.
Berni, Francesco (fines del s. xv- Cremonini, Cesare (155Gt631), 15, Duhem, Pierre (1861-191ó), 51, ó9 n.,
1536),263
152, 15ó n. 9G92, l00, 122 n., 124, 133 n., 137,
Cabeo, Nicolás (1585-1650), 203 y n'., Crew, Henry, 231 ¡., 259 n., 260 144 ¡., 145 n., 151 n., 152 y n., 15ó
Bernier, Frangois (1ó20-1688), 307 n.,
204 y n., 293 Crivelli, Lucrezia (s. xv), 88 y n., 157 n., ló4 n., 1ó5, 185 y n.,
316 Crombie, Alistair C., 5l n., 52 y n.,
Calcidio (s. ¡v), 23 201 n., 220 n., 275 n., 380
Bernoulli, Jea¡ (1667-1748), 284 n. Calipo (s. w), 78 53-57, 5941, 62 y n., 6+70, 72:15, Dulaert, Jean (147G1513), 122
Berti, Gasparo (s. xvrr), 371 Callerani, Cecilia (s. xv), 88 377 n. Duns Escoto, John (1275-1308), 35 y
Bertrand, Juliette, ll n. Campanella, Tommaso (1568-1639), Ctesibio (s. rr? a. C.),279, 317 n., 60, 66, 67
Blumenbach, Johann Friedrich (1752- 43 Cusa, Nicolás de (1,0414ó4), 5, 11 Du Puy, Pierre (1582-1651), 315
1840), 90 Cantor, Moritz (1829-1920), 320 t., y n., 12, 13, 45,91,94, 108, 323 Durero, Alberto (1471-1528), 43, 98
Boas, George, 142 t. 329 n., 330 y n., 332 t., 33ó n., Cuvillier, Armand, 19ó n.
Boecio [Anilius Manilius Boetius] 340 n., 346 n., 356 y n.
(h. 480-524), 18 n., 22 Capra de Novara, Pablo, duque de
Chanut, Pierre (1600?-1662), % y t. Eckhart, Johannes (126G1327), 13
Boehme, Jakob (1575-1624), 4 Saboya (s. xvr), 123 n., 138 Einstein, Albert (1879-1955), l8l, 208,
Borchert, E.,. 164 n. Caracci, Annibal, 262 Chasles, Michel (179!1880), 322 n.,
267, 274 n.
Bordiga, R., 125 n. Caracci, los, 262 355
Epicuro (341-n0 a. C.), 308 n.,
Borelli, Gian - Alfonso (1608-1679), Carcary, Pierre de (h. l60Gló84), Chevalier, Jacques, 355
318
316,
132 n., 227 n., 312 n., 321 n., 370 360, 361, 363 y n. Escoto Erigena, Juan (h. 80G8f0,
Borsia, César (1475-?1507), 88 Cardano, Giromalo (1501-1575/76),
t3,234 *
Borkenau, F., 151 n. 42, 92, 123, 124, n6 Dante Alighieri (1265-1321), 22
Cassirer, Ernst (1874-1945), 153 n.,
Este, Isabel d' (1474-1539), 88
Bouillaud, Ismael (1605-1694), 3ll n. Daumas, Maurice, 383
Estagirita (v. Aristóteles)
Bourbaki, Nicolás, 280 n., 352 y n., 176 n. I)cfossez, L., 281 n., 284 n., 297 n.,
Estratón de Lámpsaco (m. h. 2óE
353 n. Cavalieri, Bonaventura (1598-1ó47), 298 n.
a. C.), 144 n.
Boutroux, Pierre (1845-1921), 322 n., 2,7, 174, 175 n., 195, 2.66, 320 y n., I)clambre, Jean-Baptiste (1749-1822),
Euclides (s. rrr a. C.), 18, 92, 126
356n., 36ó n., 372 ¡., 375 321 y n., 322 n., 323 n., 324 y n., 3ll n., 380 y n., 130 n., 212, 233 n., 353
325 y n., 326y n., 327 n., 328 y ¡., Dcmócrito (460360 a. C.), 307, 319,
Boyer, Carl 8., 324 n., 326 n. 329 n., 330 y n., 331 y n., 332 y n., 377 n.
Eudoxio de Cnido (406355 a. C.), 78,
Boyle, Robert (1627-1691), 6, 7, 323 n.,
333, 334 y n., 335 n., 336 y n.,
276, 385
307, 316, 364, 370, 372,
Dcsargues, Girard (1591-1661), 35! Eupalinos, 383 n.
337 y n., 338 n., 339 n., 340 y n.,
376 3s5, 358, 3ó4
Bradwardine, Thomas (129G1349),
341 y n., 342, 343 y n., 344, 345, ¡X'scartes, René (1596-1650), +7, 9,
68, 91,218 ¡. 346 t., 347-349, 351 y n., 352, 353, t0, t+16, 22, 54, 63, «, 68, 69, 73,
Brahe (v. Tycho Brahe) 363 74, 100, 150 y n., 151 y n., 152,153, Fahie, J. J., 197 y ¡., 199
Bréhier, Emile (1876-1952), 41, M, Caverni, Raffaello (1837-1900), 156 155 y n., 15ó, ló0, 163 n., 1ó5 n., Fáráb1, Abu Nasr Muhammad al-
155 n. y *, 202 n., 204 n. ttló n., 168, 174, 177, l8Ll82, 194, (h. 87C950/51), 18, 24, 3l n., 38
Bronzino, Angiolo (1502-1572), 264 Cellini, Benvenuto (150G1570), 89 2(8,242 *,275 n.,277 t.,289, 306, Febwe, Lucien (187&1956), 93, 320 n.,
Brouncker, Lord William (1620-1684), Cesalpino, Andrea (1519-1603), 11 y n, 307 y n., 308 y n., 309, 310, 318, 351 n.
284 n. Cesi, Federico, 2ó6 320 n., 352, 353, 360, W, 372, 374, Fermat, Pierre de (ló01-1665), 44,
Brunelleschi, Filippo (1379-1446), 94, Ciampoli, J. (s. xvrr), 322 n. 37.5 3M, 321 n., 351, 355, 357, 358, 360,
95 Cicerón, Marco Tulio'(h. 106"h. 43 l)r'snoyers, Pierre (s. xvu), 36ó y n., 364
Bruno, Giordano (1548-1ó00), 5, 48, a. C.), ll, 18, 19, 22, 25 Y¡7, 369 n., 371 Ficino, Marsilio (1433-1499) , 43, 93
I
'.\I
-rii
Oresme, Nicolás de (h. 1323-1382), Pomponazzi, Pietro (14ó2-1510), 43 ?21, 223, 243, 247, 250, 251 Tartaglia, Niccolo (h. 1500-1557), 92,
.A
,q¡
68,91, lM n., 151 n., 152, 15ó, ló4 S:riut-Vincent, Grégoire de (158+
y n., 227 n. Poncelet, Jean-Victor
3s5
(1788-1862),
1667), 321 n., 322 t., 323 y n.
103
y n.,
v n., 104, 105, 106 y n., 107
108-112, 114-123,125,126,130
' .,
,,,
n.,
Osiander, Andreas (1498-1552), 70 n. Popper, K., 207 y n. Sllviali, Filippo (1582-1614), 178, 208 734 y y
n., 143 n., 144 n., 35ó y d
Ovidio (43 a. C.-h. 17 d. C.), 93 Porta, Giambattista della (1538-ló15), y n., 209-215, 217, 218, 219 y n., Tasso, Torcuato (1544-1595), 261, 262
,i
42, 276 21t, 223, 226 n., 231, 243, 245, 250, y n., 263-265, 271
Proclo (412-485), 5, 70 n., 195 251, 252 y n., 282 Taton, René,3,354 n.
Pacioli, Luca (h. 1445-1514), 94, 99 S¡rlvirli, Francesco (1510-1563), 264 Telesio, Bernardino (1509-1588), 43
Pallavicinus, Jacobus Maria (siglo Srrlvio, Alforrso de, 231 n , 259 n., T'emistio (317-387), 37
xvrr), 291 n. Rafael (1483-1520), 264 26() Thierry de Friburgo. (m. en l3ll),
Panofsky, Er-win, 261 y n., 262, 263, Ramus [Pierre de la Ramée] (151S S;rr lon, George (1884-1956), 51, 95 13, 60, 64 n.
264 y n.,265-269, 271,272 ts72), 41, t3l Stlrr,lz, llcinrich, 323 n. Thomas, D., 234 n.
Pappus (fines del s. rrr), 44, 352 n., Randall, John Herman, ó5 y n., S('l('uco (s. rr a. C.), 79. Thorndike, Lynn, 51, 157 n.
354 150 n., 15ó n., 276 n. Srintta (4 a. C.-65 d. C.), 18, 19, 59 n. Tiziano Vecellio (1477-1576), 264
Paracelso ITheophrastus Bombast Ravaisson-Mollien, Charles Lacher Srutk>Dionisio (fines del s. v), 13 Tolomeo, Claudio (s. rr), 18, ,t4, 58,
Von Hohenheiml (1493-1541), 5 (1849-1919), 90 Slr¡r'z:r, Francesco (1409-1466), 88, 89 69, 71, 76, 79-83, 85, 186, 267, 310,
Pascal, Blaise (1ó23-1662), 2, 5, 155, Renan, Ernest (1823-1892), 39 n., 378 lil(,rz;r, Ludovico Iel Moro] (1451- 313 n., 314, 373
174 n.,289,30ó, 309, 310, 316, 321 n., Renieri, Vincenzo (160G1647), N3 I50ll), 88 Tomás <le Aquino, Santo (1225-1?74),
350 y n., 351 y n., 352 y n., 353 y n., 204,205 y n. Slorzl, los, 88, 93 9, 10, 23, 30, 31, 35-37, 40, 157
394 re Koyré
Tl
I
Torricelli, Evangelista (160&1647), 7, Vinci, Ser Piero da 1504), 88
175 y n.,2Tl n.,316,317,321,324 t., Viviani, Vincenzo 2-1703), t96,
334,3sl, 352, 360 y n., 365, 3CÉ, 199, 2N y n., 201 n., 202, ?Á3,
367 y n.,373,375 282, 284 n., 312 n.,
Traumüller, .Fried¡ich (1845-190ó), 1
28.4 n.
Trevisano, Mqrco (1541-1616), 142 n.
Trivúlzio, Gian Giacomo (1446?-
Waard, Cornelis de (1879-19ó3), 3ó5
r5l8), 88, 89. n., 367 n., 371 n.
Tycho Brahe (t54ó-1601), 46, 50, 83, Wallis, John (161ó-1703), 7, 356 n.,
84, 86, 18ó, 189, 190, 192, 267, 270 360, 361 y n.
y n., 310, 314, 373 Whewell, William (1794-1866),: 274 n.,
280 n., 380
Whitehead, Alfred North (18ó1":.!47),
Unwin, 281 n. 150 n. .
Urbino, Guido Ubaldo de Montefel- witelo (h. 1230-h. 1285), 13, 60, 6&
tro, duque de (1412-1508), 120 Wohlwill, E., 153 n., 164 n., 199, p
y n., 201 y n.,202,266, 282 ¡.
Wolf, Abraham, 326 n. \.,