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Gustavo Adolfo
- La poesía es..., es...
Bécquer
Sin concluir la frase, buscaba
CARTA PRIMERA inútilmente en mi memoria un término
de comparación, que no acertaba a
encontrar.
En una ocasión me preguntaste:
Tú habías adelantado un poco la cabeza
para escuchar mejor mis palabras; los
-¿Qué es la poesía? negros rizos de tus cabellos, esos
cabellos que tan bien sabes dejar a su
antojo sombrear tu frente, con un
¿Te acuerdas? No sé a qué propósito abandono tan artístico, pendían de tu
había yo hablado algunos momentos sien y bajaban rozando tu mejilla hasta
antes de mi pasión por ella. descansar en tu seno; en tus pupilas
húmedas y azules
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Cartas literarias a una mujer Gustavo Adolfo Bécquer
piensas, hablar de lo que tú hablas,
como el cielo de la noche brillaba un sentir con lo que tú sientes; penetrar,
punto de luz, y tus labios se por último, en ese misterioso santuario
entreabrían ligeramente al impulso de en donde a veces se refugia tu alma y
una respiración perfumada y suave. cuyo umbral no puede traspasar la mía.
Sin duda, ¿a qué negarlo?, pensaste Si tú supieras cómo las ideas más
que esta fecunda idea se esterilizó engrandes se empequeñecen al encerrarse
mi mente por falta de sentimiento. Ya en el círculo de hierro la palabra; si tú
te he demostrado tu error. supieras qué diáfanas, qué ligeras, qué
impalpables son las gasas de oro que
Al estamparla, un mundo de ideas trotan en la imaginación al envolver
confusas y sin nombre se elevaron en esas misteriosas figuras que crea y de
tropel en mi cerebro y pasaron las que sólo acertamos a reproducir el
volteando alrededor de mi frente, descarnado esqueleto; si tú supieras
como una fantástica ronda de visiones cuán imperceptible es el hilo de luz que
quiméricas. Un vértigo nubló mis ata entre sí los pensamientos más
ojos. absurdos que nadan en el caos: si tú
supieras...
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Cartas literarias a una mujer Gustavo Adolfo Bécquer
nubes se coloraban de amarillo y rojo,
CARTA TERCERA cuando la brisa, precursora de la luz,
levantándose del Océano, fresca e
impregnada en el marino perfume de
¿Qué es el amor? las olas, acarició, al pasar, nuestras
frentes.
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corazón, asomáis al labio y morís sin
resonar apenas, mientras que el rubor
enciende las mejillas! ¡Murmullos
Sí. Que poesía es, y no otra cosa, esa extraños de la noche, que imitáis los
aspiración melancólica y vaga que pasos del amante que se espera!
agita tu espíritu con el deseo de una ¡Gemidos del viento, que fingís una
perfección imposible. voz querida que nos llama entre las
sombras! ¡Imágenes confusas, que
pasáis cantando una canción sin ritmo
Poesía, esas lágrimas involuntarias ni palabras, que sólo percibe y entiende
que tiemblan un instante en tus el espíritu! ¡Febriles exaltaciones de la
párpados, se desprenden en silencio, pasión, que dais colores y formas a las
ruedan y se evaporan como un ideas más abstractas! ¡Presentimientos
perfume. incomprensibles, que ilumináis como
un relámpago nuestro porvenir!
Poesía, el gozo improviso que ilumina ¡Espacios sin límites, que os abrís ante
tus facciones con una sonrisa suave, y los ojos del alma, ávida de inmensidad,
cuya oculta causa ignoras dónde está. y la arrastráis a vuestro seno, y la
saciáis de infinito! ¡Sonrisas, lágrimas,
Poesía son, por último, todos esos suspiros y deseos, que formáis el
fenómenos inexplicables que misterioso cortejo del amor! ¡Vosotros
modifican el alma de la mujer cuando sois la poesía, la verdadera poesía que
despierta al sentimiento y la pasión. puede encontrar un eco, producir una
sensación o despertar una idea!
¡Dulces palabras que brotáis del
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Sabes de una vez y para siempre que,
Y todo este tesoro inagotable de tal como os manifestáis, yo creo, y
sentimiento, todo este animado poema conmigo lo creen todos, que las
de esperanzas y de abnegaciones, de mujeres son la poesía del mundo.
sueños y de tristezas, de alegrías y
lágrimas, donde cada sensación es una
estrofa, y cada pasión, un canto, todo
está contenido en vuestro corazón de CARTA CUARTA
mujer.
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ruinas el monótono rumor del agua de
y por último, el cielo, un pedazo de la fuente, el trémulo murmullo del
cielo azul que se ve más allá de las viento que suspiraba en los claustros, y
crestas de pizarra de los miradores a el temeroso y confuso rumor de las
través de los calados de un rosetón. hojas de los árboles que parecían hablar
entre sí en voz baja.
En tu álbum tienes mi dibujo; una
reproducción pálida, imperfecta,
ligerísima, de aquel lugar, pero que no Mis deseos comenzaron a hervir y a
obstante puede darte una idea de su levantarse en vapor de fantasías.
melancólica hermosura. No ensayaré, Busqué a mi lado una mujer, una
pues, describírtela con palabras, persona a quien comunicar mis
inútiles tantas veces. sensaciones. Estaba solo. Entonces me
acordé de esta verdad que había leído
en no sé qué autor: «La soledad es muy
Sentado, como te dije, en una de las hermosa... cuando se tiene junto a
rotas piedras, trabajé en él toda la alguien a quien decírselo».
mañana, torné a emprender mi tarea a
la tarde, y permanecí absorto en mi
ocupación hasta que comenzó a faltar No había aún concluido de repetir esta
la luz. Entonces, dejando a un lado el frase célebre, cuando me pareció ver
lápiz y la cartera, tendí una mirada porlevantarse a mi lado y de entre las
el fondo de las solitarias galerías y me sombras una figura ideal, cubierta con
abandoné a mis pensamientos. una túnica flotante y ceñida la frente de
una aureola. Era una de las estatuas del
claustro derruido, una escultura que,
El sol había desaparecido. Sólo arrancada de su pedestal y arrimada al
turbaban el alto silencio de aquellas
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una existencia
muro en que me había recostado,
yacía allí, cubierta de polvo y medio oscura y miserable, solos con sus
escondida entre el follaje, junto a la pensamientos y el ardiente corazón
rota losa de un sepulcro y el capitel de inerte bajo
una columna. Más allá, a lo lejos y
veladas por las penumbras y la el sayal, como un cadáver en su
oscuridad de las extensas bóvedas, se sepulcro. Volví a fijarme en aquellas
distinguían confusamente algunas facciones angulosas y expresivas; volví
otras imágenes: vírgenes con sus a examinar aquellas figuras secas, altas,
palmas y sus nimbos, monjes con sus espirituales y serenas, y proseguí
báculos y sus capuchas, eremitas con diciendo: «¿Es posible que hayáis
sus libros y sus cruces, mártires con vivido sin pasiones, ni temor, ni
sus emblemas y sus aureolas, toda una esperanzas, ni deseos? ¿Quién ha
generación de granito, silenciosa e recogido las emanaciones de amor que,
inmóvil, pero en cuyos rostros había como un aroma, se desprenderían de
grabado el cincel la huella del vuestras almas? ¿Quién ha saciado la
ascetismo y una expresión de beatitud sed de ternura que abrasaría vuestros
y serenidad inefables. pechos en la juventud? ¿Qué espacios
sin límites se abrieron a los ojos de
vuestros espíritus, ávidos de
He aquí, exclamé, un mundo de inmensidad, al despertarse al
piedra: fantasmas inanimados de otros sentimiento...?» La noche había
seres que han existido y cuya cerrado poco a poco. A la dudosa
memoria legó a las épocas venideras claridad del crepúsculo había sustituido
un siglo de entusiasmo y de fe. una luz tibia y azul; la luz de la luna
Vírgenes solitarias, austeros que, velada un instante por los oscuros
cenobitas, mártires esforzados que, chapiteles de la torre, bañó en aquel
como yo, vivieron sin amores ni momento con un rayo plateado los
placeres; que, como yo, arrastraron pilares de la desierta galería.
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escultor quisiera semejar que sus
miradas se perdían en el infinito
buscando a Dios.
Entonces reparé que todas aquellas
figuras, cuyas largas sombras se
proyectaban en los muros y en el A Dios, foco eterno y ardiente de
pavimento, cuyas flotantes ropas hermosura, al que se vuelve con los
parecían moverse, en cuyas ojos, como a un polo de amor, el
demacradas facciones brillaba una sentimiento de la tierra.
expresión de indescriptible, santo y
sereno gozo, tenían sus pupilas sin El Contemporáneo 23 de abril, 1861
luz, vueltas al cielo, como si el
FIN
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