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Lo siento.
Perdóname.
Por favor, háblame.
Quiero explicarte por qué hice lo que hice.
Nunca quise hacerte daño.
Mi compañero.
Patch no podía creer que estuviera diciendo esas
palabras, o que él pudiera decirlas sin temor. Tenía dificultades
para sacar sus ojos de Sam, sobre todo porque el hombre era
guapísimo, sino también porque él estaba teniendo un tiempo
difícil para creer que su compañero en realidad se quedaría allí,
que Sam quisiera estar allí.
—Así que, ¿qué quieres que haga con estos chocolates?
—¿Eh? —Patch de mala gana apartó los ojos de Sam y se
volvió hacia su hermano, frunciendo el ceño cuando vio la caja
de color oro que Jude levantaba.
—Estos llegaron hace unos minutos —dijo Jude—. ¿Qué
quieres que haga con ellos?
Patch gruñó mientras tomaba la caja y caminaba por la
habitación hacia la ventana. Oyó a Jude gritar cuando él tiró la
caja por la ventana abierta. Cuando se volvió y se dirigió de
nuevo hacia su compañero, Jude fue corriendo junto a él.
—¿Tenias que echarlos? —Jude se quejó mientras colgaba
la cabeza por la ventana y se quedaba mirando al suelo.
—Los envió él, Jude. —Esa fue razón suficiente para Patch.
—Sí, pero eran trufas de chocolate oscuro, Patch. Oscuro.
Chocolate. Trufas.
Patch rió mientras se rodaba a sí mismo en los brazos que
Sam le tendía. —Puedes tenerlos y cualquier otros que se
presenten. No me importa qué tipo de chocolates sean. Todavía
no los quiero.
Sam arqueó la ceja. —¿Y quién te está enviando
chocolates?
—Nuestro compañero.
Las cejas-moca marrón oscuro de Sam se dispararon hacia
abajo cuando él frunció el ceño. —¿Por qué? Pensé que te
rechazó.
—Lo hizo, pero cuando descubrió que yo estaba aquí, en
casa de Hugh, exigió a hablar conmigo. Me negué. —Patch
apretó los dientes posteriores juntos. La necesidad de gruñir
airadamente lo montó con fuerza—. Yo realmente no tengo
nada que decirle después de lo que hizo.
El ceño de Sam se profundizó. —¿Sólo quién es este tipo?
—Otto Marshall.
Sam gruñó, sus ojos revoloteando cerrados.
El estómago de Patch se torció en un nudo. —¿Sam? —Su
voz tembló mientras hablaba, preguntándose si de alguna
manera tener a Otto como compañero haría a su otro
compañero dejarlo.
—Patch. —dijo Sam mientras abría sus ojos hacia arriba.
Patch no estaba seguro de que era mejor. Había un montón de
pesar en los ojos cobres de Sam—. Dulzura, tengo que ir al
territorio de Otto Marshall para hablar con él sobre su padre
escapando de prisión.
—¡No! —Patch susurró en un suspiro roto.
—¿Te quieres quedar aquí hasta que yo vuelva?
El corazón de Patch se hizo añicos. —¡No!
—Está bien, Patch, está bien. —Sam lo miró como si
estuviera frente a una persona loca y él no supiera muy bien
cómo tratar con él—. Puedes venir conmigo si quieres, pero
sabes dónde vamos a ir. Tienes que estar preparado para eso.
Patch se mordió el labio inferior por un momento mientras
trataba de encontrar una respuesta a su problema. Dejar que
Sam se fuera sin él no era posible. Patch simplemente sabía que
si dejaba que el hombre se fuera de su vista después de que se
reclamaron entre sí, nunca volvería a verlo.
También sabía que absolutamente no quería ver a Otto.
—Me puedo quedar en el auto —ofreció una posible
solución—. Quiero decir, ¿cuánto tiempo puedes tardar en
decirle a Otto que su padre escapó y probablemente está
llegando para matarlo?
2
Otto no le gustó la idea, pero entendía la lógica de la
misma. Con un último gruñido, Otto liberó al hombre sujeto entre
sus dientes. Al idiota se le ocurrió balacear un cuchillo en su
mano. Otto ni siquiera parpadeó un ojo mientras mordía y
desgarraba la garganta del hombre.
Su estómago se retorció por el sabor rancio de la sangre en
su boca mientras él lanzaba el cadáver del hombre y daba un
paso atrás. Él rodo su pata sobre su hocico, tratando de
conseguir sacar un poco de la asquerosa sangre.
—Y solo queda uno —Kumiko reflexionó mientras
continuaba girando el sai en su mano. Otto sabía lo mortal que
el hombre era con esas malditas cosas. Había visto la práctica
de Kumiko hasta que pudo oscilar alrededor de ellos con los ojos
vendados.
Un gruñido sordo y profundo llenó el aire cuando Kumiko se
puso en cuclillas delante del último hombre vivo. Otto se acercó
más, curvando hacia atrás su labio superior en forma
amenazante. Quería que el hombre supiera que si él hacía un
movimiento hacia Kumiko, Otto pondría fin a su existencia de
una manera muy dolorosa.
—Por lo tanto, tengo curiosidad —dijo Kumiko—. ¿Qué
podría haber hecho que te comprometieras a hacer algo tan
estúpido como atacar la casa de un alfa? ¿Tienes un deseo de
morir?
Ojos llenos de odio y una buena dosis de miedo miraron a
Kumiko antes de descender en Otto. —Mintió al consejo y se
robó la manada de nuestro verdadero alfa. Su vida se perderá
por su traición.
Otto fue sorprendido por la mierda loca que el chico creía,
él cambio, sólo para que pudiera preguntarle al chico cuando
había perdido el juicio. —¿Estás loco? —Otto espetó—. Nunca
quise ser el alfa. Hugh se suponía que fuera el alfa. Yo no. El
consejo me puso aquí porque nadie tomaría el trabajo después
de que Aldo fuera a la cárcel por sus crímenes.
—¡Él era inocente!
—Atacó al alfa de otra manada mientras él era un invitado
en el territorio del hombre. Eso es un delito punible con la
muerte. También invadió el territorio de otro alfa sin permiso y
amenazó a toda su manada, incluyendo a sus compañeros. Eso
también es un delito castigado con la muerte. Él mintió y separo
a Hugh, Boone, y Simon de su madre hace años. —Otto
entrecerró los ojos hacia el hombre—. Y mientras que eso no es
un delito punible con la muerte, debería serlo.
—Usted conspiró con ellos —el hombre escupió—. El alfa
nos lo contó todo. Cómo usted y sus amigos conspiraron para
tomar la manada del Alfa Aldo y convertirla en una especie de
santuario para cambiadores anormales.
Otto palideció cuando el significado de las palabras del
hombre se hundió dentro de él. Se levantó de un salto y corrió
hacia el teléfono junto a la puerta, marcando el número de
teléfono de su hermano. En el momento en que Hugh respondió:
Otto comenzó a hablar en un apuro.
—Aldo sabe de Jude, Hugh. No sé cómo lo sabe, pero él
sabe acerca de Jude y el santuario y todo.
—Está bien, Otto. Lo sé. Atacaron antes de irnos. Por suerte,
Stellan ya estaba en camino y llegó a tiempo para ayudarnos a
rechazarlos, pero me temo que Aldo se escapó.
Otto se desplomó contra la pared mientras arrastraba su
mano por su cara. —Está bien, hemos eliminado a los hombres
aquí y estamos a punto de rescatar a Boone y a los otros. Una
vez que aseguremos el lugar, me pondré en contacto contigo y
podremos planificar nuestro próximo movimiento.
—El uh... Regal Elder quiere saber si su hermano está bien.
Otto sonrió. —Sí, Patch está bien. Lo dejé a buen recaudo
con Sam y Trevor.
—¿Quién?
—Mi compañero Sam y el compañero de Kumiko, Trevor. —
Otto se endureció cuando de repente recordó algo más que
tenía que decirle a su hermano—. Eh, sobre Trevor, necesita una
tarjeta de miembro del club de hijos de la rata bastarda.
—No me digas.
Otto podía imaginar las cejas de Hugh disparándose al
enterarse de que tenían otro hermano. Trevor había sido una
sorpresa para Otto, también. —Sí, y parece que eso fue lo más
lindo que Aldo hizo por él.
—¿Quiero saber?
—En realidad no. —Otto se sentía mal del estómago
mientras trataba de imaginar por lo que Trevor podría haber
pasado. Sabía que estar encerrado en el interior de su casa la
mayor parte de su vida era lo de menos. Aldo tenía un sentido
del humor enfermo y lo utilizaba en todo el mundo a su
alrededor. Él habría pensado en torturar a su hijo para su propia
diversión.
—¿Cómo lo está manejando Kumiko?
Otto se rió entre dientes, su estómago asentándose un
poco. —Creo que están hechos el uno para el otro.
—Las parejas generalmente lo son.
—Hablando de eso, tengo que ir a ver a la mía. Volveré a
ti.
—Estaré esperando.
Otto colgó el teléfono, se volvió y regresó a estar al lado
de Kumiko, la mirada fija en el hombre de rodillas. —Aldo y
algunos de sus hombres atacaron la casa de Hugh. Stellan
Minhos llegó a tiempo para ayudar a combatir a Aldo fuera,
pero mi padre se escapó.
Kumiko se volvió a mirarlo. —Él va a venir aquí.
Otto suspiró, sintiendo como si el peso del mundo se
sentara sobre sus hombros. —Lo sé.
Kumiko se agachó y agarró al idiota por la parte posterior
del cuello, tirando de él a sus pies. —Me quedo con este
imbécil, voy a llevarlo abajo y a encerrarlo para el consejo y
luego iré a liberar a Boone y a sus hombres. Puedes ir a ver a
nuestros compañeros.
Otto se sentía mal por Kumiko haciendo el trabajo sucio
mientras él conseguía el trabajo bueno, pero él no estaba
dispuesto a discutir con él sobre ello. Necesitaba ver a Sam y a
Patch para tranquilizarse a sí mismo de que estaban bien. Otto
esperó hasta que Kumiko comenzó a escoltar a su prisionero
lejos, entonces rompió por la escalera como si estuviera siendo
perseguido.
Otto se topó con el dormitorio vacío y se detuvo.
La puerta del armario estaba abierta.
Otto sabía a ciencia cierta que él había cerrado después
de que él y Kumiko salieran a través de él. El corazón de Otto
tronó tan fuerte en su pecho que alguien podría haberlo
escuchado. Su estómago se apretó en nudos.
Lentamente se deslizó hacia la puerta, deseando haber
prestado más atención cuando se encontraba en la habitación
antes. Él estuvo demasiado envuelto en la necesidad de su
compañero en sus brazos como para prestar atención a si el
piso crujía o no.
La garganta de Otto se sentía como un desierto estéril
cuando llegó al armario y encontró la entrada secreta también
abierta. Eso significaba que alguien o había salido o había
entrado. La perspectiva no hizo que el estomago de Otto se
asentara.
Dio un paso más cerca, un pequeño paso vacilante a la
vez. Cuatro patrones de respiraciones distintas flotaban a través
del aire en el pequeño armario, diciéndole a Otto que los tres
hombres que había dejado dentro de la habitación ya no
estaban solos.
Otto sabía que tenía dos opciones. Podía entrar y
enfrentarse al que estuviera allí con sus compañeros, o podía
dar la vuelta e ir en busca de ayuda. En realidad no sentía que
tuviera mucha elección. No podía dejar a sus compañeros allí
con una amenaza pendiendo sobre sus cabezas.
Otto tragó con fuerza, llevando humedad a su boca seca,
y luego entró en la habitación secreta. En menos de un abrir y
cerrar de ojos escaneo la habitación y averiguo que la situación
era mucho peor de lo que había pensado en un principio. Otto
volvió sus ojos hacia el hombre que sostenía un conjunto de
garras muy afiladas en la garganta de Patch.
—Hola padre.
Capítulo 14
Patch estaba aterrorizado. Él estaba tan aterrorizado que
sus ojos tenían manchas en ellos.
Oh, espera, eso era a causa de la mano envuelta
alrededor de su garganta. Ni siquiera podía tragar sin sentir la
excavación de las garras en su piel. Sabía que si se movía una
fracción de pulgada, era más que probable que se desangrara
por todo el lugar.
Cómo el Alfa Asshole los encontró, Patch no lo sabía, pero
el hombre parecía saber exactamente dónde estaban. Había
abierto la puerta y entrado dentro de la sala antes de que
nadie siquiera supiera que estaba allí. Patch estaba en realidad
un poco avergonzado por la facilidad con la que el alfa los
había tomado.
Y él sabía que Sam estaba pateándose a sí mismo. Con la
mano del alfa envuelta alrededor de la garganta de Patch, no
había habido mucho que Sam pudiera hacer, o estuviera
dispuesto a hacer, y Patch lo sabía. Sam se arrodilló en el suelo
justo a un lado del alfa, con las manos cerradas detrás de la
cabeza.
Trevor había sido la sorpresa. Patch todavía no estaba
seguro de qué pensar sobre su reacción a la aparición del alfa.
Había huido a la esquina de la habitación y el tipo se curvaba
sobre sí mismo, gimiendo casi en silencio.
Aldo ni siquiera le había dado un vistazo.
Y entonces Aldo se había dedicado a esperar hasta que
Otto llego. Patch no sabía si sentirse aliviado o no. Por supuesto,
él estaba muy feliz de ver a Otto —incluso si él estaba cubierto
de sangre seca y desnudo—, pero él deseaba que fuera bajo
diferentes circunstancias.
—¿Estás bien, Patch? —Preguntó Otto.
Patch empezó a asentir con la cabeza hasta que sintió una
de las garras de Aldo comenzar a hundirse en su piel. —Sí —
susurró en su lugar.
—Tu hermano envío saludos. —Los ojos de Otto se
levantaron hacia su padre—. Parece que mi padre dio a Hugh
una visita antes de venir aquí.
Los ojos de Patch se agrandaron. —¿Bien?
—Todo el mundo está bien, Patch. Stellan Minhos y algunos
de sus hombres llegaron a tiempo para luchar contra los
soldados de Aldo. Cuando vio que estaba perdiendo la batalla,
mi padre abandonó a sus hombres y vino aquí.
—¡Yo no estaba perdiendo la batalla! —Aldo gritó.
—¿Y como le llaman cuando no estás ganando? —Otto
contrarresto—. Dime, Aldo, ¿qué se necesita para que
abandones a tus hombres, y los dejes a merced del Consejo de
Ancianos?
—¡Ellos estaban haciendo su deber a su alfa! —La voz de
Aldo subió una octava cuando empezó a gritar. Patch no sabía
exactamente lo que estaba pasando, pero él sabía que el
hombre estaba enojado. Su mano había empezado a apretarse
alrededor de la garganta de Patch—. A diferencia de ti,
estaban haciendo lo que se les ordenó hacer.
—Renuncié a mi compañero, hice lo que me pediste. Lo
envié lejos. —Las Garras se extendieron desde los extremos de
los dedos de Otto—. Tú enviaste hombres detrás de él después
de que te comprometiste a dejarlo ir si yo hacía lo que querías.
—Yo prometí no ordenar una caza para él —Aldo
respondió maliciosamente—. Nunca prometí no matarlo.
—Oh, eso es correcto —dijo Otto—. Me olvidé de que eres
un hijo de puta. No leí la letra pequeña en el contrato que
teníamos.
—Nunca fuiste el bulbo más listo de la caja. Ninguno de mis
pequeños bastardos lo fue. Todos ellos me traicionaron. Tuve
planes para darles la manada más fuerte que el mundo shifter
nunca hubiera visto, y todos ustedes lo tiraron a la basura. ¿Y
para qué?
Patch gritó cuando fue repentinamente tirado hacia
adelante.
—¿Para esto? ¿Me traicionaste por esto? —Aldo gritó
mientras sacudía a Patch tan fuerte que sus dientes
temblaron—. Ni siquiera es un león real. Es un maldito ocelote.
—¡Él es mi ocelote! —Otto gruñó.
—Es un ocelote muerto.
La vida no solía moverse en cámara lenta para Patch. En
realidad sólo le había pasado algunas veces, algunas buenas y
otras no tan buenas. Por ejemplo, la primera vez que había
hecho la transición y descubrió que él era un ocelote. Las
miradas de horror en los rostros de los que le rodeaban habían
sucedido casi al ritmo de un caracol.
El día que vio a Otto por primera vez y se dio cuenta de
que el hombre magnífico era su compañero era otra de esas
veces. Sus piernas se sintieron como si estuvieran en melaza
mientras trataba de llegar al otro lado de la habitación para
hablar con Otto por primera vez.
Ese fue otro de esos momentos en los que su vida se movió
en cámara lenta.
Sintió las garras envueltas alrededor de su garganta
empezar a hundirse en su piel. Al mismo tiempo, Otto rugió y
saltó hacia delante. Patch sabía que su compañero estaba
planeando atacar a Aldo para que pudiera liberarse. Él
simplemente no creía que Otto llegara a él a tiempo. Ni siquiera
Sam, que había saltado a sus pies, llegaría a tiempo.
Patch estaba jodido, y él lo sabía. Él nunca llegaría a ver
que sus compañeros se enamoran, no llegaría a verlos reír juntos,
hacer el amor juntos. Nunca iba a disfrutar de estar entre los
dos, ya todos reclamados. Estaba jodido, y él nunca vería la luz
del día otra vez. Él iba a morir donde estaba y-
¡Mierda, era libre!
Patch gritó mientras se tiraba al otro lado de la habitación
y se arrojo en un conjunto acogedor de brazos. Enterró la cara
en los brazos de Sam, hundiéndose en su compañero con un
agarre que convirtió sus nudillos blancos.
—¿Estás bien, dulzura? —Sam susurró mientras sus manos
recorrían a Patch, comprobándolo por lesiones.
Patch asintió mientras frotaba el dolor en su garganta.
Podía sentir un pequeño rasguño que iba desde la parte
delantera de la garganta a la parte posterior, pero parecía ser
su única lesión y no era muy profunda. Él sanaría pronto.
—Sam, ¿estás bien?
—Sí, Otto… —Sam respondió.
—Llévalo fuera de aquí, por favor.
Patch sintió a Sam ir hacia la puerta, y por mucho que él
quisiera irse, lo que necesitaba era saber lo que pasó. Patch
clavó los pies y se detuvo. Se quedó sin aliento al mirar hacia
abajo al cuerpo tendido en el suelo en un charco de sangre.
Obviamente, era Aldo, y él parecía que tenía algún tipo de
espada en la espalda.
—Él esta…
—Está muerto, Patch.
Había tanta resignación en la voz de Otto que llamó la
atención de Patch lejos del cuerpo muerto en el suelo a los pies
de su compañero. Patch parpadeó sorprendido cuando se dio
cuenta de que Otto acunaba a Trevor en sus brazos,
presionando la cara del hombre en su pecho.
—¿Él...? —Patch hizo un gesto de Trevor a la espada que
salía de la espalda de Aldo. Otto asintió, y el corazón de Patch
se hundió—. Gracias, Trevor. —Ahora, puede que no fuera el
momento adecuado para dar las gracias al hombre por
haberle salvado la vida, pero ¿habría alguna vez tiempo para
algo así cuando Trevor había matado a su propio padre para
salvar a otra persona?
Otro pensamiento golpeó a Patch cuando Trevor se
estremeció. —¿Quieres ir conmigo y encontrar a Kumiko? —
Patch miró a Otto cuando los estremecimientos de Trevor
aumentaron y comenzó a lloriquear—. ¿Debo ir por Kumiko?
—Todos vamos a ir —dijo Otto mientras balanceaba a
Trevor en sus brazos. Trevor no era un hombre de baja estatura,
pero era muy delgada. Otto era capaz de llevarlo fácilmente.
Patch y Sam salieron primero con Otto siguiéndoles detrás.
Llegaron a la habitación vacía casi al mismo tiempo que Kumiko
entró corriendo en la habitación con Boone y sus dos hermanos,
Sawney y Reece.
Kumiko corrió hacia Otto y Trevor, sosteniendo sus brazos a
su compañero. En el momento en que Otto lo entrego, Trevor
comenzó a luchar. Fue desgarrador de ver. Él se movía y se
retorcía al igual que si su vida dependiera de ello. Las lágrimas
corrían por sus mejillas, y sin embargo, no hizo un solo sonido.
—Ssshh, koibito. —Kumiko envolvió sus brazos alrededor de
Trevor, sujetando sus brazos a su lado, y luego, lentamente, se
dejó caer al suelo con él—. Te tengo, Trevor. Estás a salvo. —
Mientras hablaba suavemente con Trevor, sus ojos ardían de
rabia cuando él levantó la vista—. ¿Alguien que me explique
exactamente lo que le pasó a mi pareja?
—¡Me salvó la vida! —Dijo Patch rápidamente.
Kumiko arqueó una ceja, obviamente sabiendo que había
más en la respuesta que eso.
—Mató a Aldo —Otto añadió, provocando completo
silencio de todos en la sala, excepto de uno.
—¿Me odias? —Si no hubiera habido un silencio total en la
sala, Patch dudaba de que alguien hubiera oído las palabras
susurradas de Trevor.
—Por supuesto que no, koibito —dijo Kumiko al instante—.
Salvaste la vida de Patch. Eres un héroe.
—Pero maté a mi padre.
Patch parpadeó cuando la boca de Boone se abrió. —
¿No sabías?
Boone negó con la cabeza, pero no le quitaba los ojos de
encima a Trevor. —Hasta hace poco, sólo sospechaba que
Otto, Reece, Sawney o Tre eran mis hermanos. No me sorprende
que haya más miembros del club “los hijos de la rata bastarda”.
—¿Club de “los hijos de la rata bastarda”? —Pregunto
Patch.
Otto se rió entre dientes muy ligeramente mientras daba un
paso más para envolver un brazo alrededor de los hombros de
Patch, apoyando su mano sobre el hombro de Sam. —Nunca
supe cuando se me ocurrió ese maldito nombre que habría
tantos de nosotros.
—Tal vez deberías conseguir camisetas. —Rió Patch.
—Estoy pensando en chaquetas —dijo Boone—. Son
mucho más frescas.
Patch puso los ojos. —Estoy empezando a pensar que estas
fuera de tu mente.
—Sí. —Boone sonrió—. Pero no me estás diciendo algo que
ya no sepa, pequeño.
Patch sonrió mientras se recostaba contra Otto y Sam. —
Oh, no puedo esperar hasta que encuentres tu propio
compañero. Cada pequeña cosa que has hecho, cada
pequeño comentario sarcástico, todo ello va a volver a
morderte en el culo.
—Muérdeme.
—Naw. —Patch arrugó su nariz cuando él se rió entre
dientes—. Creo que voy a dejárselo a tú pareja.