You are on page 1of 28

FUEGO

DEL
CIELO La provisión de Dios para
una victoria espiritual personal

MARK I. BUBECK

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 3 9/4/09 12:35:03 AM


La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristiana que satisfa-
ga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifique a Jesucristo y
promueva principios bíblicos.

FUEGO DEL CIELO


Edición en español publicada por
Editorial Vida – 2009
Miami, Florida

© 2009 por Editorial Vida


Originally published in the USA under the title:
FIRE FROM HEAVEN
© 2007 by Mark I. Bubeck
Victor is an imprint of Cook Communications Ministries, Colorado Springs, CO 80918

Traducción, edición, diseño interior: Good Idea Productions, Inc


Adaptación cubierta: Leo Pecina

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO EL TEXTO BÍBLICO
SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR LA SOCIEDAD
BÍBLICA INTERNACIONAL

ISBN: 978-0-8297-5541-1

Categoría: Vida cristiana /Crecimiento espiritual

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


PRINTED IN UNITED STATES OF AMERICA

09 10 11 12 ❖ 7 6 5 4 3 2 1

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 4 9/4/09 12:35:03 AM


Contenido
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
1. Inducir al pueblo de Dios a unirse a la batalla . . . . . . .27
2. Dios envía el fuego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39
3. El fuego del cielo sí quema . . . . . . . . . . . . . . . . . .55
4. Resistencia al fuego del avivamiento . . . . . . . . . . . . .73
5. Plan de protección de Dios a prueba de fuego . . . . . . .83
6. Plan de victoria de Dios a prueba de fuego . . . . . . . . 103
7. El fuego de Dios sobre la tierra . . . . . . . . . . . . . . . 125
8. Por dónde comenzar: el avivamiento personal . . . . . . 141
9. La vivencia del pesar de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . 157
10. La fe en las promesas de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . 169
11. Para que suceda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
12. La protección de los que participan . . . . . . . . . . . . 193
13. Recursos y armas para la batalla . . . . . . . . . . . . . . 209
14. Unidos permanecemos firmes . . . . . . . . . . . . . . . 227
15. La obra de la Palabra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
16. El momento es ahora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Un grito de avivamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
Trabajos mencionados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 7 9/4/09 12:35:03 AM


MODELOS DE ORACIÓN PARA EL AVIVAMIENTO
1. Enséñame a conocerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
2. Arrepentimiento e intercesión . . . . . . . . . . . . . . . 175
3. Grupos de oración de avivamiento . . . . . . . . . . . . . 190
4. Protección ante el enemigo . . . . . . . . . . . . . . . . . 204
5. Enfrentar al enemigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
6. Unidad en el cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244
7. La Palabra de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 260

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 8 9/4/09 12:35:03 AM


Introducción
«A la hora del sacrificio vespertino, el profeta Elías
dio un paso adelante y oró así: «Señor, Dios de
Abraham, de Isaac y de Israel, que todos sepan hoy
que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo y
he hecho todo esto en obediencia a tu palabra. ¡Res-
póndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente
reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás
convirtiendo a ti su corazón!» En ese momento cayó
el fuego del Señor y quemó el holocausto, la leña,
las piedras y el suelo, y hasta lamió el agua de la
zanja».

1 Reyes 18:36-38

E sta tiene que ser una de las imágenes más poderosas de la inter-
vención de Dios en todo el Antiguo Testamento. Ciertamente
para muchos de nosotros esta imagen ha llegado a quemarse en nues-
tra imaginación desde bastante tiempo atrás como en nuestros días
de Escuela Dominical y el tablero de franela. El gran profeta, gritan-
do insolentemente a su Dios, ante todos los sacerdotes paganos y los
inconstantes israelitas: y Dios envía el fuego desde el cielo, para consu-
mir el holocausto e incluso para lamer toda el agua que debería haber
sido una resistencia para cualquier fuego normal. ¡Increíble!
El fuego bajó del cielo, y el pueblo creyó. ¡Iba a haber un aviva-
miento en la tierra! Y todavía... en su talento natural y humano, el
profeta Elías en realidad no era un hombre muy valiente.
En el drama de estos reveladores eventos, las palabras amena-
zantes de Jezabel provocaron su huida: «Que los dioses me casti-
guen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como

15

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 15 9/4/09 12:35:04 AM


16 Fuego del cielo

tú se la quitaste a ellos» (1 Reyes 19:2). A pesar de que Elías hacía


poco tiempo había venido de enfrentar al rey Acab y de traer el jui-
cio de Dios ante los profetas de Baal, las palabras de Jezabel lo hicie-
ron entrar en pánico: «Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo»
(1 Reyes 19:3).
Es importante entender que Elías no era muy diferente a noso-
tros. Las palabras de Santiago soportan esa evaluación: «Elías era
un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que
no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio.
Volvió a orar, y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo sus frutos»
(Santiago 5:17-18). De hecho, hasta el día de hoy, el pueblo de Dios
que ora en armonía con la voluntad de Dios todavía ve interven-
ciones divinas similares a las experiencias de Elías. La gracia y la
misericordia de Dios son constantes que fluyen desde sus inmu-
tables atributos.
Dios había hecho de Elías un hombre de oración. No sabemos en
realidad mucho acerca de él aparte de que fue «el de Tisbéd de Ga-
laad» (1 Reyes 17:1). Su importancia y su lugar en la historia es
como Santiago afirma: «Él oró».
Indudablemente, fue en uno de los momentos de aislamiento en
oración de Elías, en el que Dios le había dicho que encontrara un
tiempo y un lugar para confrontar al rey Acab. Ese no habría sido un
pensamiento placentero para Elías. Acab era un rey malvado y des-
piadado, conocido por usar su fuerza brutal para aplastar cualquier
oposición. El temor natural de Elías no buscaría dicha confronta-
ción, pero los encargos de Dios no necesitan acomodarse en nuestra
zona de conveniencia personal.
No obstante, vestido con su ropaje de profeta, Elías esperó un
momento para confrontar al rey. Tal vez este instante fue cuando
Acab estaba en su carruaje real dirigiéndose a su próxima parada en
su ronda de deberes reales. Una comitiva de jinetes a caballo y de
guardias armados lo acompañaban. Repentinamente, Elías se inter-
puso en el camino del rey, deteniendo a la procesión completa. (Su
acción trae a la mente la famosa imagen de aquel joven chino que
enfrentó a un tanque militar en la revuelta de la plaza de Tianan-
men.) Todo se puso en calma.
El fuego que ardía en los ojos del profeta de Dios fue formidable.
El despiadado y poderoso rey se sintió obligado a escuchar mientras

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 16 9/4/09 12:35:04 AM


Introducción 17

el trueno de la voz de Elías resonaba: «Tan cierto como que vive el


Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío
ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene» (1 Reyes
17:1). Las palabras ardieron dentro de la mente de Acab de la misma
manera como cuando son grabadas con hierro caliente. Él escuchó
el fuego del juicio de Dios resonando en cada palabra. No olvidaría
este encuentro con Elías.
De la misma manera repentina como había llegado, Elías desapa-
reció de la vista pública. El capítulo 17 de 1 Reyes vuelve a contar
que Dios lo envió al arroyo de Querit, al este del río Jordán, donde
Dios lo escondió. Él bebió del agua del arroyo y comió el pan y la
carne que Dios encargó a los cuervos para que le trajeran todas las
mañanas y todas las tardes. Estaba solo, exhausto y escondido de
los intentos frenéticos de Acab para encontrarlo (1 Reyes 18:10-11).
El arroyo finalmente se secó de acuerdo a lo anticipado por Elías, y
Dios lo envió a Sarepta de Sidón.
Dios había arreglado una permanencia para él en un cuarto,
ofrecido por una viuda y su joven hijo. Dios lo mantuvo activo en
la oración y en su rol de profeta mientras él esperaba la ausencia
de la lluvia para cumplir el propósito completo de Dios. Milagro-
samente como decía Elías en su declaración: el aceite de cocinar de
la viuda desprovista continuó fluyendo y su tinaja de harina nunca
tuvo escasez de aquel elemento de consumo tan necesario para
mantener la vida. Siempre hubo suficiente para alimentar a Elías, al
joven hijo de la viuda y a ella misma. Dios incluso usó a Elías para
levantar al hijo de la viuda de muerte a vida durante su estadía en
el cuarto que ella había preparado para el profeta de Dios. Toda la
temporada, Elías esperó pacientemente el hambre y la sequía para
completar el propósito soberano de Dios.
En el tercer año de la sequía, la Palabra de Dios vino de nuevo a
Elías. Las órdenes de Dios fueron claras: «Ve y preséntate ante Acab,
que voy a enviar lluvia sobre la tierra» (1 Reyes 18:1). Ciertamente
esas palabras fueron intimidantes para Elías. Él sabía que a medi-
da que el tiempo había transcurrido y la sequía había producido
su mayor desastre, la furia de Acab se había vuelto explosivamente
volátil. Todos alrededor de Acab sentían la ira asesina del rey. Ellos
temían inclusive pronunciar el nombre de Elías por miedo a morir
por la furia de Acab (1 Reyes 18:9-14).

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 17 9/4/09 12:35:04 AM


18 Fuego del cielo

Como un primer contacto con el rey, Dios envió a Elías para que
se encontrara con Abdías. Él estaba a cargo del palacio del rey Acab
y era un creyente temeroso de Dios que amaba y respetaba a Elías.
Dios en su soberanía había puesto a Abdías en esa posición estra-
tégica. Aprendimos que Abdías había escondido y alimentado a
cien profetas de Dios de los planes asesinos de la reina Jezabel para
matarlos. Ella había usado su alta posición para promover la malva-
da adoración de Baal a través de Israel. Abdías era un hombre sabio
y valeroso. Él podía arreglar una confrontación apropiada entre
Elías y el enfurecido Acab.
El día de la tensa reunión llegó. Acab fue a encontrarse con Elías.
Mientras permanecieron enfrentándose el uno al otro, Acab pro-
nunció palabras amenazantes y controvertidas: «¿Eres tú el que le
está causando problemas a Israel?» (1 Reyes 18:17). Él y su reino
hacía poco tiempo habían experimentado tres años y medio sin la
caída de lluvia alguna por causa de la palabra de Elías. Su ira estaba
allí, pero reprimida por su respeto hacia el profeta de Dios. Él sabía
que estaba tratando con el Dios de Israel y no solamente con un
hombre. Dios tiene formas de obtener la atención respetuosa inclu-
so de los más profanos.
«No soy yo quien le está causando problemas a Israel —respon-
dió Elías—. Quienes se los causan son tú y tu familia, porque han
abandonado los mandamientos del Señor y se han ido tras los baa-
les. Ahora convoca de todas partes al pueblo de Israel, para que se
reúna conmigo en el monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta
profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá que se
sientan a la mesa de Jezabel» (1 Reyes 18:18-19). Esas palabras llama-
ron la atención de Acab hasta el punto que siguió las instrucciones
de Elías. Ordenó a esos falsos profetas e invitó a los líderes de Israel
y a las demás personas a encontrarse con Elías en el monte Carmelo.
Las desastrosas consecuencias de tres años y medio sin que cayera
una gota de lluvia habían captado toda la atención de estas personas.
Esta era una hora desesperada. La nación entera estaba impactada.
Este era un asunto de vida o muerte. Si Elías tenía alguna respuesta,
ellos querían escuchar lo que él tenía que decir.
El drama del momento fue electrizante. Feroces tensiones esta-
ban fluyendo. Una pugna de fuerzas religiosas y políticas de gran
magnitud estaba ocurriendo. El poder del Espíritu Santo de Dios

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 18 9/4/09 12:35:04 AM


Introducción 19

estaba sobre Elías cuando él dijo: «¿Hasta cuándo van a seguir inde-
cisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es
Baal, síganlo a él» (1 Reyes 18:21).
Todo el mundo permaneció en silencio. Nadie se atrevió a
hablar. El poder de búsqueda de Dios los estaba influenciando a tra-
vés de las palabras de Elías. La mayor parte de las personas todavía
mantenían una pasiva lealtad al Señor, al Dios histórico de Israel,
pero también continuaron con su corrupta implicación en la ado-
ración de Baal. Las inmoralidades religiosas asociadas con las prác-
ticas de Asera también fueron parte de la mezcla. A pesar de que
Dios más tarde asegura a Elías que él había reservado para sí mismo
siete mil personas en Israel, incluso estas personas permanecieron
en silencio. No se habían inclinado ante Baal ni lo habían «besado»
para expresarle amor ni devoción a Baal, pero el clima político y el
pecado de los tiempos las habían intimidado en un silencio tempo-
ral. Elías enfrentó este reto por sí solo.
Sin embargo, Elías sí obtuvo atención. Estas personas estaban
dependiendo de cada una de sus palabras. En ese momento estra-
tégico, Elías presentó un desaf ío lógico y poderoso: «Entonces Elías
añadió: —Yo soy el único que ha quedado de los profetas del Señor;
en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas. Trái-
gannos dos bueyes. Que escojan ellos uno, y lo descuarticen y pon-
gan los pedazos sobre la leña, pero sin prenderle fuego. Yo prepara-
ré el otro buey y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé
fuego. Entonces invocarán ellos el nombre de su dios, y yo invocaré
el nombre del Señor. ¡El que responda con fuego, ese es el Dios ver-
dadero!» (1 Reyes 18:22-24). Ese desaf ío generó una respuesta inme-
diata de la gente. Ver caer el fuego sobre el sacrificio preparado sería
una evidencia obligatoria: «Lo que usted dice es bueno», exclamaron
las personas con entusiasmo. Ellas vieron una oportunidad para que
sus confusiones y sus dudas fueran resueltas. La aclaración estaba a
punto de emerger. ¿Jehová es el Dios todopoderoso de Israel o Baal
es el Dios verdadero? ¿Elías es un profeta del Dios verdadero y vivo
o los profetas de Baal serán capaces de demostrar su legitimidad?
La maldad siempre trae su propio equipaje de decepción, de
culpa y de incertidumbre. Como el contexto lo demuestra, parece
que los profetas de Baal estaban confiados del desaf ío. Al igual que
aquellos sabios hombres egipcios, los brujos y los magos que habían

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 19 9/4/09 12:35:04 AM


20 Fuego del cielo

aconsejado al faraón en el día de Moisés, los profetas de Baal tam-


bién habían visto sin duda numerosas manifestaciones del poder
sobrenatural atribuido a Baal.
Los falsos milagros producidos por el reino de la oscuridad pue-
den parecer muy reales para las limitadas percepciones humanas. Lo
que parece como milagros para el ojo que no distingue son en reali-
dad una parte importante del trabajo engañoso de Satanás. El desa-
f ío de Elías no los desanimó. Parece evidente que ellos esperaban
el poder sobrenatural de Baal para prender fuego a su sacrificio. Lo
que ellos no sabían era que ahora estaban tratando con el Dios ver-
dadero y vivo de Israel. Él está a cargo; mantiene control total sobre
toda su creación. En esta situación, solo lo que el Dios de Israel per-
mite, sucederá. Él honrará la prueba propuesta por Elías: «El que
responda con fuego, ese es el Dios verdadero» (1 Reyes 18:24).
Desde la mañana hasta el mediodía, los profetas de Baal clama-
ron a su dios para que les enviara su fuego sobre el sacrificio de ellos.
Esa fue una escena patética de personas engañadas buscando una
respuesta que nunca llegaría: «—¡Baal, respóndenos! —gritaban,
mientras daban brincos alrededor del altar que habían hecho. Pero
no se escuchó nada, pues nadie respondió» (1 Reyes 18:26).
A medida que Elías observaba esta escena de adoración blasfe-
ma de un dios falso, su ira virtuosa lo movió. Al mediodía empe-
zó a burlarse de los profetas de Baal: «—¡Griten más fuerte! —les
decía—. Seguro que es un dios, pero tal vez esté meditando, o esté
ocupado o de viaje. ¡A lo mejor se ha quedado dormido y hay que
despertarlo!» (1 Reyes 18:27). El fervor de los profetas de Baal se
aceleró. Gritaron más fuertemente, se cortaron, y dejaron su sangre
fluir en sus frenéticos esfuerzos por defender y probar la realidad
de su dios: «Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió ni pres-
tó atención» (1 Reyes 18:29). Qué tétrica conclusión para los falsos
profetas y para los falsos dioses. Su experiencia de seguir al dios de
un fervor religioso irreal no fue diferente de lo que Jesús habló: «Dos
mujeres estarán moliendo: una será llevada y la otra será dejada»
(Mateo 25:41). Oportunamente, el fuego del juicio de Dios llegará
con una terrible finalización sobre los rebeldes y los engañados.
En el momento del sacrificio vespertino, Elías tomó una repre-
sentación central en el drama que se revelaba: «Acérquense», Elías
invitó a todas las personas. En su curiosidad, incluso los profetas

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 20 9/4/09 12:35:04 AM


Introducción 21

de Baal indudablemente se unieron a la muchedumbre empujando


al mismo tiempo para observar a Elías preparándose para el sacri-
ficio. Acab debió haber tenido un sitio preferencial para observar.
Metódicamente, Elías escogió doce piedras sobre las cuales recons-
truir el altar del Señor, que estaba en ruinas. Algunos han supues-
to que los profetas de Baal pueden haber destruido el altar con sus
vanos esfuerzos por complacer al reino espiritual de la oscuridad.
Esa puede ser una posibilidad, pero un escenario más probable es
que nadie en Israel había estado adorando en el altar del Señor con
un sacrificio vespertino desde hacía mucho tiempo. El altar estaba
en mal estado por falta de uso. La indiferencia pasiva había hecho
su trabajo. La adoración pagana a Baal se había apoderado de la vida
religiosa de la mayoría de las personas.
A medida que Elías tomó las doce piedras, recordó a las perso-
nas que estas representaban: «Una por cada tribu descendiente de
Jacob, a quien el Señor le había puesto por nombre Israel» (1 Reyes
18:31). Elías estaba sermoneando mientras trabajaba. Estaba ayu-
dando a las personas a recordar su herencia; las raíces de su fe y de
su responsabilidad hacia el Dios de Israel habían sido aclaradas a
través de la historia de Israel.
Después de reparar el altar, cortó el buey en pedazos y lo exten-
dió cuidadosamente sobre la leña. También cavó una zanja alrede-
dor del altar lo suficientemente grande para contener varios galo-
nes de agua. Cuando el sacrificio estaba preparado, les ordenó traer
cuatro grandes cántaros de agua y vertir el agua sobre el sacrificio,
la leña y las piedras. Cuando habían terminado, les indicó hacerlo de
nuevo. Incluso una tercera vez mojaron la escena del sacrificio con
agua que ahoga el fuego: «El agua corría alrededor del altar hasta
llenar la zanja» (1 Reyes 18:35).
El texto habla por sí solo cuando se refiere a lo que ocurrió des-
pués: «Elías dio un paso adelante y oró» (1 Reyes 18:36-37). Usted
casi puede ver al pueblo retirarse por estar muy cerca al sacrificio,
percibiendo lo que estaba a punto de ocurrir.
Repentinamente, el fuego del cielo vino con una fuerza resplande-
ciente, consumiendo no solamente el sacrificio en el altar, sino tam-
bién la leña, las piedras, el suelo y toda el agua que llenaba la zanja.

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 21 9/4/09 12:35:04 AM


22 Fuego del cielo

El pueblo pronto vio todo claramente. Ellos cayeron postrados


ante Elías y ante el Dios al que él sirve mientras exclamaban: «¡El
Señor es Dios, el Dios verdadero!» (1 Reyes 18:39).
Dios tenía dos propósitos principales por realizar al traer su
«fuego del cielo» sobre el sacrificio preparado. El primer propó-
sito fue cambiar los corazones del pueblo que él amaba, de nuevo
hacia él. Deseaba que ellos sirvieran y adoraran solamente al Dios
verdadero y vivo de Israel. El inicio de ese trabajo fue instantáneo.
Nadie permanece de pie en la presencia de Dios cuando él se acer-
ca. A pesar de que no se afirma claramente, tal vez los profetas de
Baal cayeron postrados. El temor del acercamiento al juicio estaba
ante ellos. La presencia de Dios —su santidad y su justicia— ago-
bia a todos. El pueblo de Dios inclina su rostro en un estado de
arrepentimiento y de adoración quebrantados ante la exuberante
maravilla de su Señor.
El segundo propósito de Dios para su «fuego del cielo» fue dejar-
lo servir como un mensaje del inminente juicio de Dios sobre el pue-
blo malvado, rebelde e incrédulo.
«Luego Elías les ordenó: —¡Agarren a los profetas de Baal! ¡Que
no escape ninguno!— Tan pronto como los agarraron, Elías hizo
que los bajaran al arroyo Quisón, y allí los ejecutó» (1 Reyes 18:40).
Esa no fue la decisión de Elías. La orden fue de Dios. Cuando sea el
tiempo del juicio, Dios lo traerá velozmente. Cuando sea el tiempo
para la cólera de Dios, no habrá lugar donde esconderse; no habrá
escapatoria. El fuego del cielo también hará el trabajo de Dios de
establecer su justicia y su verdad.
A medida que la escena del juicio llegaba a su final, Elías dijo a
Acab que fuera a comer y a beber porque él escuchaba el sonido de
un «tormentoso aguacero» que venía. El rey se fue rápidamente a
comer y a beber, pero Elías subió a la cumbre del monte Carmelo.
Allí él «se inclinó hasta el suelo y puso el rostro entre las rodillas»
(1 Reyes 18:42) y oró.
Lo que momentos atrás él había presenciado, lo hizo desear ado-
rar a su Señor. Necesitaba estar a solas con Dios. Mientras enviaba a
su criado a ver hacia el mar buscando los signos de la lluvia, él oró.
Su criado regresó e informó que todavía no había signo de lluvia. Él
hizo esto siete veces. Cada vez, Elías lo enviaba nuevamente para
seguir buscando mientras él seguía orando. La séptima vez el criado

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 22 9/4/09 12:35:04 AM


Introducción 23

informó que una nube del tamaño de la mano de un hombre estaba


en el horizonte sobre el mar. Elías supo que ese era el momento de
irse. Envió a su criado a decirle a Acab que montara su carruaje y
se dirigiera a su palacio de Jezrel. Él necesitaba hacerlo rápidamente
antes de que el impacto total de la lluvia lo detuviera.
Dios había planeado una manera singular de sellar el encuentro
de Acab con Elías profundamente en la memoria del rey. A medida
que Acab se dirigía a través de la lluvia en su carruaje, Elías nunca
estaba fuera de su vista. Dios lo mantuvo visible por delante de
Acab, corriendo a través de la lluvia y de los relámpagos, todo el
camino desde el monte Carmelo hasta Jezrel.
Después de llegar a su palacio, el rey relató a Jezabel todo lo que
había ocurrido. Ella estaba furiosa. La ejecución de todos los profe-
tas de Baal la motivaron a amenazar la vida de Elías, debido a que
ella se consideraba como la protectora de la adoración de Baal. Los
profetas de Baal eran sus atesorados guías religiosos.
Lo que siguió nos muestra lo muy parecido que Elías era a noso-
tros. El temor lo impresionó, y empezó a correr por la conspiración
asesina de Jezabel para matarlo. Con la ayuda de Dios y con el envío
de unos ángeles sagrados acompañantes, corrió por todo el camino
hasta el monte Horeb, el monte de Dios, donde encontró refugio en
una cueva.
Fue allí donde una vez más la Palabra del Señor llegó claramente
a Elías: «¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19:9). El siervo de Dios
oró una letanía de excusas, pero Dios le dijo que fuera a la boca de
la cueva y que esperara allá en la presencia del Señor, porque «el
Señor está a punto de pasar por allí». Mientras Elías esperaba, un
viento repentino y recio con proporciones de huracán y de torna-
do empezó a partir la montaña y a hacer añicos las rocas. Elías y
nosotros estamos seguros de que «el Señor no estaba en el vien-
to» (1 Reyes 19:11). Después del viento, un terremoto empezó a
retumbar y a estremecer la montaña entera. Nuevamente se nos
dice «el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto
vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego» (1 Reyes
19:11-12). Dios estaba mostrando a Elías que tenía muchos medios
para manifestar su fuerza y su autoridad todopoderosas, pero él no
necesitó aquellas cosas para hablar a su pueblo.

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 23 9/4/09 12:35:04 AM


24 Fuego del cielo

Fue en ese momento que ocurrió un evento poderoso: «Y des-


pués del fuego vino un suave murmullo. Cuando Elías lo oyó, se
cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la
cueva» (1 Reyes 19:12-13).
El contexto nos comunica que Dios estaba definitivamente en el
«suave murmullo». La suave voz del Señor habló de nuevo a Elías: «¿Qué
haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19:13). Una vez más, el contexto revela
que el Señor todavía tenía una tarea importante para que su profeta
hiciera, y Elías necesitaba involucrarse con el trabajo del Señor.
El mensaje en este suave murmullo es importante. El señor no
necesita vientos recios, ni el terror de los terremotos ni incluso la
llamarada repentina desde el cielo para traer su mensaje a su pueblo.
Algunas veces es su llama suave y parpadeante, su murmullo, la voz
tranquila y convincente que solo podemos percibir internamente,
pero esa nos toca más en profundidad.
El suave murmullo es la forma en que el Señor me trajo a Cris-
to. Fue el medio que él usó para llamarme al ministerio. Multitudes
de veces él ha usado ese mismo suave murmullo para regresarme a
él cuando me he extraviado de mi propio camino. Él hizo eso por
Elías. El suave murmullo regresó a Elías al camino de gran utilidad
que permaneció con él hasta uno de los días más llenos de sucesos
de la historia.
Dios había nombrado a Eliseo para que lo sucediera, y 2 Reyes
2 registra esta escena maravillosa: «Iban caminando y conversan-
do cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de
fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino. Eliseo, viendo
lo que pasaba, se puso a gritar: «¡Padre mío, padre mío, carro y fuer-
za conductora de Israel!» Pero no volvió a verlo» (2 Reyes 2:11-12).
Es apropiado que el fuego del cielo tuviera un papel en la partida
de Elías hacia el cielo.
El fuego del cielo es una señal de Dios trabajando sobre las vidas
de su pueblo; es una señal del trabajo de Dios de purificación, juicio,
renovación y vida nueva. Las fuerzas del mal desean ahogarlo deses-
peradamente en el pueblo de Dios: empapar y saturar lo que debería
ser nuestro servicio sacrificado a Dios con las asfixiantes aguas del
temor, la depresión o del pecado. Sin embargo, no hay cantidad de
saturación que pueda ahogar al espíritu de Dios. Cuando el pueblo

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 24 9/4/09 12:35:05 AM


Introducción 25

de Dios clama el nombre de su Señor con fe, la cual es auténtica-


mente íntima con Dios a través de Cristo Jesús, su fuego vendrá.
Esto podría empezar con una llama murmurante y parpadeante
de la tranquila voz de Dios; o también venir en una conflagración
espectacular. Pero cuando Dios enciende los espíritus de su pueblo,
las puertas del infierno no pueden prevalecer.

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 25 9/4/09 12:35:05 AM


Capítulo 1

Inducir al pueblo de Dios


a unirse a la batalla
«Entonces Elías le dijo a todo el pueblo: —¡Acér-
quense! Así lo hicieron. Como el altar del Señor
estaba en ruinas, Elías lo reparó. Luego recogió doce
piedras, una por cada tribu descendiente de Jacob,
a quien el Señor le había puesto por nombre Israel.
Con las piedras construyó un altar en honor del
Señor, y alrededor cavó una zanja en que cabían
quince litros de cereal. Colocó la leña, descuartizó
el buey, puso los pedazos sobre la leña y dijo: —Lle-
nen de agua cuatro cántaros, y vacíenlos sobre el
holocausto y la leña. Luego dijo:
—Vuelvan a hacerlo. Y así lo hicieron.
—¡Háganlo una vez más! —les ordenó. Y por
tercera vez vaciaron los cántaros. El agua corría
alrededor del altar hasta llenar la zanja».

1 Reyes 18:30-35

M e pregunto cómo se vería el mundo si Elías estuviera con


nosotros en la actualidad. ¿Se caracterizaría la iglesia de Cris-
to por estar «ardiendo» o por estar empapada en agua? ¿Nuestro
altar estaría en mal estado... desmoronado y casi disperso?
La verdad es que hoy en día enfrentamos un malestar espiritual
que se derrama entre los creyentes, que no será fácil de penetrar. De

27

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 27 9/4/09 12:35:05 AM


28 Fuego del cielo

todas maneras, no será menos complicado de lo que Elías enfrentó


en su creciente nación pagana.
¿Alguien puede negar que nuestra situación es muy parecida a
lo que Jesucristo habló cuando él dirigió la palabra a la iglesia de
Laodicea?

«Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá


fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni
caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Dices:
“Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero
no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego
y desnudo eres tú» (Apocalipsis 3:15-17).

Estoy seguro de que las palabras de Jesús debieron haber sido


ofensivas cuando fueron leídas en esa reunión de profesantes cre-
yentes que estaban conformando la iglesia de Laodicea. Jesucristo
quería que ellos se sintieran ofendidos. Él no estaba complacido con
su condición espiritual. Pero él les estaba ofreciendo el avivamiento
—la oportunidad de regresar a él— y quería que vieran la necesidad
de ellos a través de los ojos de él.
A pesar de que su oferta fue para el grupo corporativo de la igle-
sia, Jesús la mantuvo en un enfoque personal e individual: «Mira
que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puer-
ta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Los
avivamientos siempre son intensamente personales. Los cambios
ocurren dentro de cada creyente. El efecto corporal fluye desde
el encuentro personal de cada persona con Dios.

El avivamiento significa su transformación


personal ... desde adentro
Se ha dicho tantas veces que repetirlo casi parece estereotipado: La
condición espiritual de la iglesia de Laodicea era similar a la de las
congregaciones evangélicas en la actualidad.
Al haber pasado el aparente estereotipo, sin embargo, este tam-
bién puede parecer grosero. Espero que no parezca demasiado sen-
tencioso. No lo quiero dar a entender de esa manera. Escribo con el

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 28 9/4/09 12:35:05 AM


I n d u c i r a l p ue bl o d e D i o s a u n i r se a l a b ata l l a 29

mismo espíritu con el que muchos creyentes observan al cuerpo de


Cristo en estos días: con lágrimas de dolor y con un hambre ansio-
sa de cambio. Incluyo a mi familia, mi iglesia, la mayor parte de mis
amigos cristianos y a mí mismo dentro de los parámetros de las
palabras de nuestro Señor.
Jesucristo tenía conocimiento de que Laodicea era una iglesia
muy necesitada. Y él sabe eso de nosotros. Somos conscientes de
nuestra necesidad. Si vamos a experimentar su sanación, debemos
escuchar. Este es nuestro Señor Jesucristo hablando: «Esto dice el
Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano de la creación de Dios»
(Apocalipsis 3:14).
Él es competente para hablar y ese es el sentido de esa extraña
sintaxis: «Esto dice el Amén». Jesucristo tiene la última palabra. Él
es el «así sea» y habla con autoridad. Del mismo modo, él es el «tes-
tigo fiel y veraz». Jesucristo es fiel porque Dios también lo es, y Jesu-
cristo es Dios. Es el «testigo veraz». No solo dice la verdad, sino que
declaró que él mismo es la verdad (Juan 14:6).
Asimismo, Jesús es «el gobernante de la creación de Dios». El
apóstol Pablo extendió aquel reclamo efusivo con estas palabras:
«Porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y
en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o
autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Es ante-
rior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coheren-
te» (Colosenses 1:16-17). Qué maravilloso es tranquilizarse al saber
que Jesucristo habla con competencia sin desaf íos. Cada cosa crea-
da y cada ser creado en el universo responde a él. Es quien forma
un todo coherente.
Esta es la voz que pronuncia las palabras fuertes: «Conozco tus
obras; sé que no eres ni frío ni caliente» (Apocalipsis 3:15). Estas son
las palabras del omnisciente, del Creador que sabe todo. Cuando
declara que sabe, en verdad sabe. Él lo lee tal como está. Su conoci-
miento sobrepasa nuestra propia conciencia. Él conoce con la per-
cepción de la verdad absoluta. Ninguno de nosotros puede ocultar
su verdadera condición de su análisis exhaustivo. Debemos aceptar-
lo. La «tibieza» de un creyente es ofensiva para el Señor. Ese tipo de
condición espiritual insípida es tan nauseabunda para él, que recu-
rre a términos gráficamente descriptivos: «Estoy por vomitarte de
mi boca».

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 29 9/4/09 12:35:05 AM


30 Fuego del cielo

Nuestro nivel más alto de arrepentimiento puede necesitar


comenzar exactamente aquí: «Señor Jesucristo, tú me has ayudado
a ver que mi apatía espiritual indolente y tibia es ofensiva para ti.
Reconozco que esta condición pecaminosa tiene una influencia pro-
funda en mi vida. Me arrepiento de eso y te pido que reenciendas
los fuegos de mi obediencia jubilosa para hacer tu voluntad dentro
de todo mi ser. En tu precioso nombre, te observo a ti para satisfa-
cer mi necesidad».

Señor, diagnostica mi verdadera condición

«Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta


nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el
pobre, ciego y desnudo eres tú» (Apocalipsis 3:17).

El proceso por el cual los verdaderos creyentes degeneran en una


condición espiritual tibia es extremadamente sutil. En Laodicea,
Jesús mostró que esto se inició con la separación de estos creyentes
de los valores espirituales, llevándolos hacia un deseo por la riqueza
material. Su percepción de satisfacción y bienestar se enfocó sobre
sus cuentas bancarias y portafolios de inversiones. El apóstol Pablo
advirtió a su «hijo en la fe» en lo que corresponde a estos riesgos
peligrosos de materialismo: «Los que quieren enriquecerse caen en
la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afa-
nes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la des-
trucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males.
Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado
muchísimos sinsabores» (1 Timoteo 6:9-10). Sin dudas se refiere a
la que tal vez sea la tentación más peligrosa al ser descuidada por la
mayoría de los creyentes en nuestros días.
Recientemente mi Señor se comunicó conmigo sobre este tema
en particular cuando en realidad no pensé que este problema espi-
ritual era un asunto a tratar en mi vida. Me encanta dar y muchas
veces me regocijé por ser un fiel mayordomo de todo lo que el
Señor envía a nuestro camino. Pero él quitó mis vendas y me permi-
tió visualizar algunas cosas que no conocía. Tal vez admitir es una
mejor elección de palabras. Cuando él me mostró que ciertas prácti-

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 30 9/4/09 12:35:05 AM


I n d u c i r a l p ue bl o d e D i o s a u n i r se a l a b ata l l a 31

cas en mi vida en realidad apuntaban hacia un sutil asunto de amor


al dinero, me brindó la gracia de entrar en algo de arrepentimiento
profundo y en ciertos cambios importantes.
El problema es común tanto para aquellos que no son ricos como
para los que tienen riqueza. El enfoque radica sobre la actitud y dis-
posición de la mente, evidenciadas por las prácticas de nuestra vida.
Debido a que vivimos en una sociedad entregada al materialismo,
necesitamos la sabiduría del Espíritu Santo para evitar y escapar de
este riesgo mortal y de su empuje para volvernos tibios.
Cristo nos ayuda a ver lo muy serio que es este «amor al dinero»
a través de su diagnóstico verdadero de los creyentes laodiceanos:
«Pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego
y desnudo eres tú» (Apocalipsis 3:17). Esas son palabras humillan-
tes. Él no está describiendo a ningún mendigo sin hogar, hambrien-
to, enfermo y harapiento que vive en la calle o debajo de un puente
cercano al basurero de la ciudad. Está describiendo el estado espiri-
tual de «una buena persona cristiana» que tiene una buena casa, un
auto aceptable para conducir, dinero para su jubilación, y todas las
comodidades visibles que consideramos importantes.
Aunque espiritualmente esta persona es «infeliz», su verdadero
júbilo espiritual se ha evaporado. Y es «miserable» porque está tan
fuera de contacto con la realidad que inclusive no es consciente de
su verdadero estado espiritual. También es «pobre» debido a que
las riquezas espirituales auténticas desaparecieron de lo que posee.
Esta persona es «ciega» y, aunque otros detecten su condición, no
percibe por qué necesita avivamiento, puesto que estima que está
salva y camino al cielo. Y por último, está «desnuda» de aquel ropa-
je espiritual que es una semejanza a Jesucristo: «revístanse de afecto
entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia» (Colo-
senses 3:12).
Qué manera terrible de aparecer: desnudo ante nuestro Señor
Jesucristo. Si este diagnóstico no se cambia por nuestra respuesta a
las palabras correctivas de Jesús, esto podría sugerir una razón del
por qué en el sitio del juicio de Cristo, «Dios les enjugará toda lágri-
ma de sus ojos» (Apocalipsis 7:17). ¿Nos atrevemos a desechar estas
palabras tan serias de advertencia de nuestro Señor Jesucristo?
Su avivamiento se necesita desesperadamente. Él desea que ten-
gamos lo que necesitamos. A medida que lea estas palabras, haga

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 31 9/4/09 12:35:05 AM


32 Fuego del cielo

una pausa y clame al Espíritu Santo que le permita ver su propia


necesidad para el avivamiento.

Señor, aconséjame acerca de lo que necesito

«Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el


fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vis-
tas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo
pongas en los ojos y recobres la vista» (Apocalipsis 3:18).

El profeta Isaías al hablar de la venida del esperado Mesías escri-


bió: «Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la
soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz»
(Isaías 9:6). En Apocalipsis 3:18 aquel «Consejero admirable» ofrece
su advertencia a la iglesia de Laodicea y a todos los que sabemos que
coincidimos en el diagnóstico que nuestro Señor dio y que corres-
ponde a la condición espiritual de Laodicea.
«Por eso te aconsejo que de mí compres». El Señor Jesucris-
to nos deja saber que él tiene las respuestas que necesitamos para
nuestro estado grave, y podemos «comprar» de él lo que necesita-
mos. Su consejo es que las personas tibias necesitan tres cosas pri-
mordiales de él. Primero: Estas personas requieren oro refinado en
su fuego que removerá su estado infeliz, miserable y pobre debido
a la pobreza espiritual y que acreditará riquezas auténticas en sus
cuentas. Segundo: Su consejo es que estas personas pueden com-
prar de Cristo Jesús «ropas blancas para que te vistas» que serán
efectivas para ofrecer la cubierta del Señor para la «vergonzosa des-
nudez» de estas personas. Y tercero: el gran médico les aconseja
«comprar» su curación. Tener «colirio para que te lo pongas en los
ojos» a fin de que estas personas sean capaces de ver lo que él sabe
que necesitan ver.
Cristo no especifica el significado de estos tres elementos que las
personas necesitan adquirir de él. Aunque uno puede reconocer que
el «oro refinado en el fuego» hace referencia a su disciplina honesta;
esto posibilita que una persona vea sus actitudes y prácticas pecami-

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 32 9/4/09 12:35:05 AM


I n d u c i r a l p ue bl o d e D i o s a u n i r se a l a b ata l l a 33

nosas que necesitan arrepentimiento y que experimente la libertad


de esas frustraciones que él menciona.
En verdad, Hebreos 12 nos recuerda las riquezas espirituales que
llegan al dar la bienvenida a la disciplina amorosa de nuestro Señor:
«Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, pare-
ce agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce
una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por
ella. Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus
rodillas debilitadas. “Hagan sendas derechas para sus pies”, para que
la pierna coja no se disloque sino que se sane» (Hebreos 12:11-13).
Apocalipsis 3:19 deja claro que este es el propósito significativo
de nuestro Señor que desea que compremos oro de él: «Yo reprendo
y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arre-
piéntete». Es asombroso lo rápido que la pobreza espiritual se puede
convertir en riquezas espirituales cuando el arrepentimiento verda-
dero llega. Las riquezas son lo que sucede en el corazón que trae
hacia adelante las bendiciones del avivamiento.
La compra de «ropas blancas para que te vistas y cubras tu ver-
gonzosa desnudez» puede referirse a cosas que se oponen a nuestra
impotencia para influenciar al mundo para nuestro Señor Jesucris-
to. En parte debe incluir limpieza moral, pureza de pensamientos y
prácticas. Nuestra vergonzosa desnudez en este tema es epidémica.
Vivir en una cultura en bancarrota moral genera un costo incluso
en el pueblo de Dios.
Si no se trata con la victoria de nuestro Señor, el problema de
la pornograf ía en el Internet y en cada faceta de nuestra sociedad
puede tener una influencia explosivamente destructiva y corrup-
ta en los santos limpios en la sangre de nuestro Señor. Jesucristo
conoce la dimensión completa del problema. Solo él puede traer la
libertad de esa esclavitud y devolver su pureza sanadora a los cora-
zones y a las vidas de su pueblo. El Consejero admirable sabe cuánto
se necesita comprar de sus ropas blancas en estos momentos en los
que tanta corrupción ocurre en su propio pueblo.
El «colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista»
ciertamente debe incluir la ilustración e iluminación del Espíri-
tu Santo. Él es el que da al pueblo de Dios la capacidad para ver y
entender la verdad de Dios: «El Espíritu lo examina todo, hasta las
profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 33 9/4/09 12:35:05 AM


34 Fuego del cielo

del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Asimismo,
nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios.
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu
que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él
nos ha concedido» (1 Corintios 2:10-12). Para Jesús era muy impor-
tante que sus discípulos esperaran en Jerusalén hasta que el Espí-
ritu Santo hubiera sido derramado sobre ellos (Hechos 1:8; Lucas
24:49). El Espíritu Santo suministró la fuerza que necesitaron para
llevar a cabo la solicitud de su Señor y para suministrar la ilumina-
ción de la Palabra de Dios a fin de que ellos pudieran ver la verdad
espiritual y entender la voluntad y planes de Dios.
Jesucristo ofreció la esencia del avivamiento a estos creyentes
que conformaron la iglesia en Laodicea. Sin embargo, así como lo
había afirmado, ellos cayeron en un estado de decepción y decli-
nación espiritual grave. Jesucristo les dio esperanza para la restau-
ración completa y algunos premios espirituales fenomenales. Aquí
hay un significado profético. Este es uno de varios pasajes enérgicos
que brindan la esperanza de que Dios nos conceda un avivamiento
espiritual grandioso en estos últimos días.
Si Cristo ofreció a Laodicea dicha promesa de avivamiento, tiene
la misma proposición para nosotros. Laodicea era la última iglesia
a la que él dirigió la palabra en Apocalipsis 2 y 3, y como tal, pare-
cería tener significado especial para los tiempos finales. Para el
entendimiento de muchos, esta iglesia representa la condición pre-
dominante que caracterizará a las iglesias evangélicas en los tiem-
pos finales.
Necesitamos escuchar a nuestro «Consejero admirable» y empe-
zar a «comprar» de él.

Comprar del Señor

Para aquellos de nosotros que anhelamos este avivamiento prometi-


do, hay una pregunta importante por formular: ¿Cómo compra uno
lo que necesita del Señor Jesucristo? El Señor pareció asumir que los
creyentes de Laodicea distinguirían cómo iban a seguir su consejo.
Tal vez esa suposición estaba basada en el hecho de que él conocía

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 34 9/4/09 12:35:05 AM


I n d u c i r a l p ue bl o d e D i o s a u n i r se a l a b ata l l a 35

el tema que había sido mencionado por su profeta del Antiguo Tes-
tamento en Isaías 55.
A mi entender, cuando armonicemos el consejo de nuestro Señor
para Laodicea con el mensaje de Isaías 55, seremos traídos al aviva-
miento prometido. El pueblo de Dios que en obediencia escuche el
consejo de nuestro Señor en Apocalipsis 3:18 y fielmente «compre»
de él, experimentará este avivamiento. Una conclusión tal, armo-
niza con lo que Jesucristo transmite en sus continuas palabras a la
iglesia de Laodicea. Después de exhortarles que «compren» de él
lo que se necesitan y que respondan a su disciplina con arrepenti-
miento fervoroso, él se vuelve muy personal y transmite cuánto es
capaz y de qué forma está preparado para satisfacer las necesida-
des de ellos: «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi
voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo» (Apo-
calipsis 3:20).
Estas palabras con frecuencia han sido aplicadas a lo que le ocu-
rre a una persona cuando se convierte en un creyente cristiano.
Aunque podría ser apropiado usar este texto para ilustrar lo que
acontece en nuestras vidas cuando estamos salvos, la apreciación
apropiada del contexto no se enfoca en la salvación. Jesús ofrece
su sanación para el tibio desastre espiritual de ellos. Él deseaba que
estas personas experimentaran el avivamiento. Les ofrece la esen-
cia del mismo.
Los aspectos personales del avivamiento permanecen en el enfo-
que. A medida que uno ofrece ayuda, Cristo enérgicamente excla-
ma: «Mira que estoy a la puerta y llamo». Sabe que él es la respuesta
a lo que su pueblo necesita. En la confusión de una condición tibia,
materialista y espiritual, el pueblo de Dios puede caer en la falsedad
de pensar que nuestro Señor es renuente a traerlos al avivamiento.
Este texto refuta dichos pensamientos. En esencia, Jesucristo dice:
«Aquí estoy. ¡Estoy listo para traer mi sanación a ti!».
La intimidad de su oferta sigue indagando: «Mira que estoy a la
puerta y llamo». No pierda la ternura y el amor cuidadoso de estas
palabras. La puerta representa la esencia personal e íntima de cada
persona. Es lo que comúnmente llamamos nuestro corazón. Jesús
aparece en esa puerta y dice: «¡Aquí estoy!» Conocer la cercanía per-
sonal del señor Jesucristo es un momento tierno en la vida de cual-
quiera, pero él no se detiene allí; toca y sigue diciendo su nombre:

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 35 9/4/09 12:35:05 AM


36 Fuego del cielo

«Mary, Mark, John; estoy aquí, abre tu puerta e invítame a entrar».


El anhelo de nuestro Señor de curar y cambiar la condición tibia de
ellos culmina con su promesa: «Entraré, y cenaré con él, y él con-
migo».
A nivel personal, esas palabras de Jesús definen el avivamiento.
El mismo reconoce la presencia y el compañerismo íntimo con Jesu-
cristo en los niveles más profundos de nuestro ser. El avivamiento
personal reconoce que él lo limpió a usted y está asegurándose de
que su condición «infeliz, miserable, pobre, ciega y desnuda» haya
sido lavada en la sangre de él y removida de su registro. El aviva-
miento personal reconoce que él reemplazó sus motivos letárgicos
e indolentes con un deseo santo y apasionado de obediencia para
hacer la voluntad de él. Y además experimenta un flujo íntimo y
continuo de júbilo y comunión espiritual con él en cada momento
de su vida.
¿Cómo se ven las actitudes y conductas en la vida de una per-
sona cuando son reanimadas de la misma manera que nuestro
Señor Jesucristo lo ofreció a Laodicea? Nancy Leigh DeMoss
tiene un apasionado corazón para el avivamiento. Su minis-
terio en la radio, su participación en conferencias y exten-
sos escritos contribuyeron en gran medida a llamar al pueblo
de Dios al avivamiento. Ella desarrolló un estudio de las dife-
rencias en las actitudes y conductas entre personas orgullo-
sas y personas abatidas, que es pertinente para ayudar a res-
ponder nuestra pregunta. Cortésmente ella concedió permi-
so para incluir aquellos contrastes en este libro. Estos ofrecen
comprensiones útiles que se relacionan con la forma en que las
actitudes y la conducta diaria, hechas a la manera de Cristo, se
manifestarían en la vida de un creyente cristiano que fue reanimado
y cambiado por nuestro Señor Jesucristo.
Estos traen nuestro entendimiento del avivamiento a un enfo-
que más claro: hasta el punto de escuchar el llamado a la puerta del
Señor, tal vez incluso por encima de nuestras propias puertas per-
sonales.

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 36 9/4/09 12:35:05 AM


I n d u c i r a l p ue bl o d e D i o s a u n i r se a l a b ata l l a 37

PERSONAS ORGULLOSAS* PERSONAS ABATIDAS


• Se enfocan en las fallas de los • Agobiadas por la percepción de su
demás propia necesidad espiritual
• Moralistas; tienen un espíritu • Compasivas, misericordiosas; bus-
crítico, que busca fallas; miran sus can lo mejor en los demás
propios errores en la vida a través
de un telescopio pero las de otros
con un microscopio.
• Desprecian a los demás • Estiman a los demás mejor que a sí
mismos
• Espíritu independiente/autosufi- • Espíritu dependiente/reconocen la
ciente necesidad por los demás
• Mantienen el control; debe ser a mi • Entregan el control
manera
• Tienen que demostrar que tienen • Deseosos de ceder el derecho a
la razón tener la razón
• Reclaman derechos • Ceden derechos
• Espíritu exigente • Espíritu generoso
• Autoprotectores del tiempo, de los • Abnegados
derechos, de la reputación
• Desean ser servidos • Motivados a servir a los demás
• Desean ser un éxito • Desean ser fieles para hacer de los
demás un éxito
• Deseo de autoprogreso • Deseo de promover a los demás
• Motivados a ser reconocidos/apre- • Sensación de indignidad; emocio-
ciados nados por ser usados completa-
mente; ansiosos de los demás para
conseguir crédito
• Heridos cuando los demás son • Regocijados cuando los demás son
promovidos y ellos no son tenidos exaltados
en cuenta
• «¡El ministerio es privilegiado de • «¡No merezco servir en este ministe-
tenerme!» rio!»
• Piensan en lo que pueden hacer • Saben que no tienen nada que
por Dios ofrecer a Dios
• Se sienten confiados de todo lo • Humillados por todo lo que tienen
que saben que aprender
• Autoconscientes • No están interesados en ellos mis-
mos en lo absoluto
• Mantienen a las personas a distan- • Se arriesgan a estar cerca de otros/
cia deseosos de asumir los riesgos de
amar íntimamente
* Usado con permiso, © Revive our hearts, www.ReviveOurHearts.com.

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 37 9/4/09 12:35:06 AM


38 Fuego del cielo

¡PERSONAS ORGULLOSAS! PERSONAS ABATIDAS


(continuación) (continuación)
• Rápidas para culpar a los demás • Aceptan la responsabilidad perso-
nal: pueden ver dónde estuvieron
equivocadas
• Inalcanzables • «A ellos es fácil suplicar»
• Están a la defensiva cuando son • Reciben la crítica con un corazón
criticadas humilde y abierto
• Preocupadas por ser «respetables» • Preocupadas por ser verdaderas
• Preocupadas por lo que otros • Todo lo que importa es lo que Dios
piensan sabe
• Trabajan para mantener la imagen/ • Mueren por obtener reputación
proteger la reputación
• Encuentran dificultades para com- • Deseosas de ser abiertas/transpa-
partir sus necesidades espirituales rentes con los demás
con los demás
• Desean asegurarse de que nadie se • Deseosas de estar expuestas (una
entere de su pecado vez abatido, usted no se preocupa
por quién sabe: ¡nada que perder!
• Experimentan un momento dicil al • Son rápidas para admitir la falta y
decir: «Estaba equivocado; ¿podrá para buscar el perdón
perdonarme por favor?»
• Cuando confiesan el pecado, lo • Lo tratan con detalle
tratan en forma general
• Preocupadas por las consecuencias • Afligidas por la causa/raíz de sus
de sus pecados pecados
• Sienten remordimiento por sus pe- • Arrepentimiento sobre el pecado
cados sorprendidos/descubiertos (abandonarlo)
• Cuando hay un malentendido o un • Toman la iniciativa para estar recon-
conflicto, esperan que los demás ciliados; ¡miran si pueden llegar a la
vengan y pidan perdón cruz primero!
• Se comparan con los demás y se • Se comparan con la santidad de
sienten merecedores de honor Dios y sienten necesidad desespe-
rada de misericordia
• Ciegas ante la verdadera condición • Caminan en la luz
de su corazón
• No piensan que tienen nada de qué • Actitud del corazón de arrepenti-
arrepentirse miento continuo
• No piensan que necesitan aviva- • ¡Continuamente perciben su nece-
miento (¡Piensan que todos los sidad de un encuentro fresco con
demás sí lo necesitan!) el llenamiento de su espíritu!

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 38 9/4/09 12:35:06 AM


Nos agradaría recibir noticias suyas.
Por favor, envíe sus comentarios sobre este libro
a la dirección que aparece a continuación.
Muchas gracias.

Vida@zondervan.com
www.editorialvida.com

55411_Fuego_Cielo_Int.indd 288 9/4/09 12:35:25 AM

You might also like