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Micromachismos

Los micromachismos o microviolencias hacen referencia a las conductas sutiles que


suceden en la cotidianidad, y que crean estrategias de control que afectan la autonomía
personal de las mujeres, los cuales suelen ser imperceptibles o aparentemente
legitimados por nuestra sociedad (Bonino, 1995,1996, quien se cita en Bosch y
colaboradores, 2008). Se llevó a cabo una investigación en España sobre los
micromachismos o microviolencias en la relaciones de pareja con las hipótesis de que una
población se mostrarían más actitudes negativas hacia los micromachismos y que serían
las personas de menor edad, las que mostrarían más actitudes negativas hacia las formas
encubiertas de violencia. Para esto participaron un total de 1351 personas, en un
muestreo estratificado por género, estrato, edad, nivel educativo y socioeconómico. A
estas personas se les hizo una entrevista telefónica por pertenecer a diferentes regiones
del país, en la cual respondieron un total de 25 ítems que constituían una escala ad hoc de
micromachismos, evaluando características de los cuatro tipos de machismos que Bonino
(2005,) ha clasificado como: utilitarios, encubiertos, coercitivos y de crisis (pp. 98-100).
Así, las dos hipótesis formuladas se corroboraron llegando a la conclusión en la cual los
micromachismos se consideran como comportamientos aceptables por el género
masculino en mayor cantidad que el femenino, y a su vez se co

mprobó que a mayor edad, la aceptación de comportamientos micromachistas es


aceptada en su mayoría (Bosch y colaboradores, 2008). Lo cual implicaría el rechazo de
grupos de edades más jóvenes hacia estas formas de control actuales.
A partir de los resultados visibilizados en este estudio nos damos cuenta de la existencia
de un patrón de segregación hacia las mujeres todavía existente en la población. Nuestra
posición se basa en la presencia de actitudes de aceptación de los micromachismos en las
edades más adultas, lo que da cuenta de la estampa acentuada en la época moderna que
tienen las personas de edades más avanzadas, hacia la relegación a un segundo plano de
la mujer, acudiendo a la imposición tradicionalista de un rol secundario basado en el
cuidado de los futuros hijos y en la tarea de proporcionarle al hombre el soporte necesario
para que él pueda realizar sus labores cotidianas. Sorprende un poco también, la forma en
la que se plasman las actitudes del género femenino hacia la aceptación de
micromachismos, claro está en un porcentaje más bajo que el del género masculino, y
también su alta puntuación en mujeres de mayor edad, pero sin dejar de tener en cuenta
que la subordinación por la cual tal vez tuvieron que pasar estas mujeres, las llevo a
adoptar y aceptar de una manera un poco obligatoria, los parámetros que para en ese
entonces la sociedad les imponía para llevar a cabo su papel en la familia y en su contexto
en general. A su vez, nos encontramos un poco más confortables con el papel que las
nuevas generaciones están tomando en cuanto su opinión en relación con el rechazo en
mayor proporción en respuesta a la micro violencia en la actualidad, lo cual genera
satisfacción al percibir una mejoría en el pensamiento de los jóvenes en cuanto a los
valores igualitarios de género, estabilizando la balanza de oportunidades y participación
tanto de las mujeres como de los hombres. Aunque se considere a estos resultados de un
estudio con aproximación empírica, como altamente confiables, no hay que olvidad el
error que se puede presentar aludiendo al concepto de deseabilidad social, en el cual las
respuestas de los participantes se basan más en lo que la sociedad considera como
“aceptables” que en lo que verdaderamente se debería reflejar, que son sus “creencias”
personales o internas.
Aquello se relaciona directamente con las ideas planteadas por Elías (1987), puesto que él
propone el concepto de civilización como un continuo proceso de inclusión de pautas
conductuales en el desarrollo socio-histórico del individuo en diferencia de la sociedad
que lo rodea. Según Elías (1987) “hay cambios en las estructuras emotivas y de control de
los seres humanos que mantienen la misma orientación a lo largo de toda una serie de
generaciones”, así se instalan unos patrones de comportamiento formales que generan un
autocontrol regido por emociones negativas que suprimen conductas rechazadas por el
entorno. Asimismo, los micromachismos surgen por medio de tal proceso civilizatorio, en
el cual se generan patrones conductuales que establecen estrategias de control de
manera invisible (Bosch, García, Ferrer, Navarro & Ramis, 2008), esto es dado a que, como
lo menciona Elías, se logra transformar el locus de control, para volverse interno, esto
facilita se dé la aceptación social por parte dentro de la sociedad contemporánea.
En conclusión, como se muestra en el estudio cualitativo realizado por Bosch y
colaboradores (2008), son repetidos por parte de los hombres, determinados patrones de
comportamiento, imperceptibles, los cuales recalcan que por medio de esto se controla a
la mujer creando en ella sentimientos negativos, que provocan un retraimiento de sus
principales acciones u opiniones dentro del campo conyugal. Este fenómeno hace parte
del permanente proceso civilizatorio de dominancia planteado por Elías (1987), puesto
que se usa como medio de autorregulación social, lo que posibilita que se mantenga el
statu quo de dominancia entre hombres y mujeres, de manera que se pasa de un locus de
control externo (agresión física) a un locus de control interno en relación con las actitudes
sociales que ejercen una dominancia abstraída por el individuo. Sin embargo, si bien el
estudio muestra una disminución de aceptación en generaciones más próximas, no se le
ha dado la relevancia suficiente, así que puede generar persistencia.

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