Marino Pérez Alvarez es un psicólogo español que publicó en 2011 su libro “El mito del cerebro
creador: Cuerpo, conducta y cultura”. En el número 37 de la revista El Escéptico
(https://www.escepticos.es/…/elescepti…/numeros_pdf/EE_37.pdf) apareció una reseña del libro, y en el siguiente número apareció una breve réplica de Bunge a la reseña: https://www.escepticos.es/…/ee_38_sobre_el_mito_del_cerebro… Bunge escribe en su réplica: “Me asombró leer, en el último número de El escéptico, una reseña de El mito del cerebro creador, de Marino Pérez Alvarez. Me asombró por tres razones. La primera es la crítica que hacen a lo que llaman “cerebrocentrismo”, como si los procesos cerebrales ocurriesen en todo el cuerpo y, no solamente en el cerebro. (¿Será por esto que la Inquisición quemaba el cuerpo íntegro del hereje que sostenía que el creador es el ser humano y no Dios, en lugar de contentarse con decapitarlo?). La segunda razón es la ausencia de argumentación y, en particular, la ausencia de crítica racional a la neurociencia cognitiva, que es la fase contemporánea de la psicología, como lo sabe quienquiera se moleste en revisar las revistas de psicología científica. La tercera razón es que los comentaristas sostienen que lo que llaman “materialismo filosófico” supera tanto al monismo como al dualismo (psiconeurales). Las historias de la filosofía y de la psicología nos enseñan que, desde el siglo VI a.C., el materialismo filosófico ha sostenido el monismo psiconeural, o sea, la hipótesis de que lo mental es nada más y nada menos que la función específica del cerebro, en particular la creación de ideas nuevas. En resumen, la reseña en cuestión es falsa en el mejor de los casos, confusa en el peor, y en todo caso dogmática.” Considero que la primera objeción está mal planteada al decir "como si los procesos cerebrales ocurriesen en todo el cuerpo y no solamente en el cerebro". Es claro que si un proceso es “cerebral” es porque ocurre en el cerebro, y si ocurre en otras partes del cuerpo entonces no es sólo “cerebral”. Lo que excede al cerebro son los "procesos psicológicos", no los "procesos cerebrales", y esto se puede ejemplificar analizando la percepción visual: no es suficiente (aunque sí necesaria) la activación de un sistema neural para hablar de “percepción visual”, pues también se requiere un estímulo visual, sensores sensibles a ese estímulo visual, efectores para ajustar los sensores al estímulo, y un repertorio de conductas (adquirido en la filogenia o en la ontogenia) para reconocer e interactuar con el estímulo. Sin la participación de estos componentes, no hablaríamos de percepción, sino de alucinación o imaginación. En la percepción, la actividad neural es un componente necesario, pero también son necesarios otros componentes del organismo (e.g., sensores y efectores) y del ambiente (e.g., estímulos, lentes, bastones para ciegos). Otro ejemplo de procesos psicológicos que exceden al cerebro son las emociones, que involucran también la actividad del sistema nervioso autónomo y periférico, cambios hormonales, percepción interoceptiva, y reacciones faciales y corporales involuntarias. Respecto a la segunda crítica, creo que se basa en un malentendido. Bien entendida, la crítica al “cerebrocentrismo” no cuestiona el estudio del rol del cerebro (cuya relevancia nadie niega) ni desestima la importancia de la neurociencia. En cambio, cuestiona una forma de reduccionismo, que consiste en negar o minimizar la relevancia de otros componentes de los procesos psicológicos (e.g., el resto del cuerpo, los objetos del ambiente, las relaciones interpersonales, el aprendizaje, la cultura). Marino Pérez Alvarez plantea que el cerebrocentrismo consiste en “no tener en cuenta que el cerebro es parte del organismo y que dicho organismo vive inmerso en un contexto social e histórico", y en “descuidar el papel que tienen la conducta y la cultura en la conformación del ser humano, incluyendo la configuración del propio cerebro”. La neurociencia tiene un rol central en el estudio de los sistemas y mecanismos cerebrales, pero la psicología no sólo estudia los sistemas y mecanismos cerebrales, sino también otros sistemas y procesos más amplios (e.g., procesos sensoriales, procesos efectores, comportamientos motores dirigidos a objetivos, procesos de comunicación interpersonal, procesos de aprendizaje, etc.). Respecto a la tercera crítica, cuando comprendemos que los sistemas y procesos que exceden al cerebro (y lo incluyen) también son materiales, podemos ver que la crítica al cerebrocentrismo no está cuestionando al materialismo, sino al reduccionismo, lo cual coincide con las críticas que planteó Bunge hacia los reduccionismos fisicalistas o biologicistas. El materialismo sistemista emergentista que propone Bunge tiene los recursos necesarios para analizar e integrar todos los niveles de análisis de la psicología, sin caer en reduccionismos que nieguen o minimicen la relevancia de alguno de los niveles de análisis. El cerebrocentrismo es sólo uno de varios reduccionismos (e.g., también existen reduccionismos sociologistas y reduccionismos centrados en el determinismo genético).