En la mitad del segundo año de vida, el infante se ha transformado en un
deambulador. En ese periodo se vuelve cada vez más consciente y hace un uso cada vez mayor de su separación física.
Puede observarse un aumento de la ansiedad de separación; al comienzo, esta
consiste en temor a la pérdida del objeto, que puede inferirse de muchas de las conductas del niño. La falta relativa de interés por la presencia de la madre, que era característica de la subfase de ejercitación, es reemplazada ahora por un interés aparentemente constante en determinar dónde está la madre, y por una conducta activa de acercamiento.
El tipo de acercamiento corporal para “reabastecerse decombustible”, que
había caracterizado al infante en periodo de ejercitación, es reemplazado en el lapso de los 15 a los 24 meses y posteriormente, por una búsqueda deliberada de contacto corporal íntimo, o su evitamiento.
Dos pautas características de la conducta del deambulador- el seguimiento de
la madre y la huida de ella, con la expectativa de ser perseguido y arrebatado por los brazos de la madre, indican tanto el deseo de reencuentro con el objeto de amor como el temor del niño de que ese objeto lo reengolfe o reabsorba. Se puede observar una pauta de evitamiento, dirigida contra posibles intromisiones en su autonomía, de reciente adquisición. En cambio, su incipiente temor de perdida del objeto amado representa un elemento del conflicto en vías de internacionalización. Algunos deambuladores en edad de acercamiento parecen bastante sensibles a la desaprobación; con todo, defienden en su autonomía con el “No”, y con el aumento de la agresión y el negativismo de la fase anal.
A los 24 meses el deambulador comienza a experimentar, mas o menos
gradualmente y mas o menos agudamente, los obtaculos que entorpecen el camino de lo que, según el evidentemente anticipaba en el apogeo de su regocijo de “ejercitación”, seria su “conquista del mundo”. Junto con la adquisición de habilidades y de facultades cognitivas perceptuales primitivas, ha habido una diferenciación cada vez mas clara, una separación, entre la representación intrapsíquica del objeto y la autorrepresentacion.
Según su propia adaptación, la madre puede reaccionar a las exigencias del
niño durante este periodo con una disponibilidad emocional continuada y una participación juguetona, o con toda una gama de actitudes menos deseables. Sin embargo, hemos podido establecer que es la continuada disponibilidad emocional de la madre lo que resulta esencial para que el yo autónomo del niño alcance su capacidad funcional optima, mientras va cediendo su confianza en la omnipotencia mágica. El asi llamado seguimiento del deambulador detrás de su madre parece en cierta medida algo inevitable.
En casos normales, el seguimiento por el deambulador cede el paso a un cierto
grado de constancia objetal hacia la segunda mitad de tercer año. No obstante, cuanto menos emocionalmente disponible este la madre en la época del acercamiento, con tanta mayor insistencia e incluso desesperación el deambulador intentara cortejarla. En algunos casos, este proceso drena una cantidad tan grande de la energía evolutiva de que dispone el niño, que como resultado no queda energía ni libido ni agresión constructiva suficientes para la evolución de muchas emergentes del yo.
Una manifestación diferente de la subfase de acercamiento se observo en
niños cuyas madres eran incapaces de adaptarse a la desvinculación progresiva y/o a las exigencias cada vez mayores del niño en crecimiento. La no disponibilidad maternal hizo que el periodo de ejercitación y exploración de tales niños fuera bastante breve y poco autónomo. Como nunca podían tener certeza de la disponibilidad de sus madres y siempre estaban entonces preocupados por ello, les resultada difícil investir libido en su ambiente y en su propio funcionamiento. Después de un breve rato de ejercitación, volvían a sus madres con una intensidad cada vez mayor e intentaban por todos los medios posibles hacerlas participar.
Alrededor de los 15 meses, notamos un importante cambio en la calidad de la
relación del niño con su madre. Durante el periodo de ejercitación, como ya hemos dicho, la madre era la “base de operaciones” a la que el niño volvía a menudo en los momentos en que le era necesario- cuando quería alimento, consuelo o para “reabastecerse” cuando se sentía cansado o aburrido. Pero durante este periodo el niño no parecía reconocer a la madre como una persona separada de existencia autónoma. Más o menos en torno a los 15 meses, la madre ya no era solo la “base de operaciones”; parecía estarse transformando en una persona con la cual el deambulador deseaba compartir sus descubrimientos del mundo, cada vez más amplios.