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LA TERCERA SUBFASE: ACERCAMIENTO

En la mitad del segundo año de vida, el infante se ha transformado en un


deambulador. En ese periodo se vuelve cada vez más consciente y hace un
uso cada vez mayor de su separación física.

Puede observarse un aumento de la ansiedad de separación; al comienzo, esta


consiste en temor a la pérdida del objeto, que puede inferirse de muchas de las
conductas del niño. La falta relativa de interés por la presencia de la madre,
que era característica de la subfase de ejercitación, es reemplazada ahora por
un interés aparentemente constante en determinar dónde está la madre, y por
una conducta activa de acercamiento.

El tipo de acercamiento corporal para “reabastecerse decombustible”, que


había caracterizado al infante en periodo de ejercitación, es reemplazado en el
lapso de los 15 a los 24 meses y posteriormente, por una búsqueda deliberada
de contacto corporal íntimo, o su evitamiento.

Dos pautas características de la conducta del deambulador- el seguimiento de


la madre y la huida de ella, con la expectativa de ser perseguido y arrebatado
por los brazos de la madre, indican tanto el deseo de reencuentro con el objeto
de amor como el temor del niño de que ese objeto lo reengolfe o reabsorba. Se
puede observar una pauta de evitamiento, dirigida contra posibles intromisiones
en su autonomía, de reciente adquisición. En cambio, su incipiente temor de
perdida del objeto amado representa un elemento del conflicto en vías de
internacionalización. Algunos deambuladores en edad de acercamiento
parecen bastante sensibles a la desaprobación; con todo, defienden en su
autonomía con el “No”, y con el aumento de la agresión y el negativismo de la
fase anal.

A los 24 meses el deambulador comienza a experimentar, mas o menos


gradualmente y mas o menos agudamente, los obtaculos que entorpecen el
camino de lo que, según el evidentemente anticipaba en el apogeo de su
regocijo de “ejercitación”, seria su “conquista del mundo”. Junto con la
adquisición de habilidades y de facultades cognitivas perceptuales primitivas,
ha habido una diferenciación cada vez mas clara, una separación, entre la
representación intrapsíquica del objeto y la autorrepresentacion.

Según su propia adaptación, la madre puede reaccionar a las exigencias del


niño durante este periodo con una disponibilidad emocional continuada y una
participación juguetona, o con toda una gama de actitudes menos deseables.
Sin embargo, hemos podido establecer que es la continuada disponibilidad
emocional de la madre lo que resulta esencial para que el yo autónomo del
niño alcance su capacidad funcional optima, mientras va cediendo su confianza
en la omnipotencia mágica.
El asi llamado seguimiento del deambulador detrás de su madre parece en
cierta medida algo inevitable.

En casos normales, el seguimiento por el deambulador cede el paso a un cierto


grado de constancia objetal hacia la segunda mitad de tercer año. No obstante,
cuanto menos emocionalmente disponible este la madre en la época del
acercamiento, con tanta mayor insistencia e incluso desesperación el
deambulador intentara cortejarla. En algunos casos, este proceso drena una
cantidad tan grande de la energía evolutiva de que dispone el niño, que como
resultado no queda energía ni libido ni agresión constructiva suficientes para la
evolución de muchas emergentes del yo.

Una manifestación diferente de la subfase de acercamiento se observo en


niños cuyas madres eran incapaces de adaptarse a la desvinculación
progresiva y/o a las exigencias cada vez mayores del niño en crecimiento. La
no disponibilidad maternal hizo que el periodo de ejercitación y exploración de
tales niños fuera bastante breve y poco autónomo. Como nunca podían tener
certeza de la disponibilidad de sus madres y siempre estaban entonces
preocupados por ello, les resultada difícil investir libido en su ambiente y en su
propio funcionamiento. Después de un breve rato de ejercitación, volvían a sus
madres con una intensidad cada vez mayor e intentaban por todos los medios
posibles hacerlas participar.

Alrededor de los 15 meses, notamos un importante cambio en la calidad de la


relación del niño con su madre. Durante el periodo de ejercitación, como ya
hemos dicho, la madre era la “base de operaciones” a la que el niño volvía a
menudo en los momentos en que le era necesario- cuando quería alimento,
consuelo o para “reabastecerse” cuando se sentía cansado o aburrido. Pero
durante este periodo el niño no parecía reconocer a la madre como una
persona separada de existencia autónoma. Más o menos en torno a los 15
meses, la madre ya no era solo la “base de operaciones”; parecía estarse
transformando en una persona con la cual el deambulador deseaba compartir
sus descubrimientos del mundo, cada vez más amplios.

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