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ESCALA DE GLASGOW

La escala de Glasgow fue desarrollada por el Dr. Graham Teasdale y el Dr. Bryan J. Jennett en 1974
para proporcionar un método simple y fiable de registro y monitorización del nivel de conciencia en
pacientes con una lesión cerebral aguda. Poco después de la descripción de la escala, a cada nivel de
respuesta se le asignó un valor numérico, que podría ser comunicado de manera individual (O1, V2,
M4, por ejemplo). Pronto se sugirió la posibilidad de sumarlos para obtener una única medida global
(Glasgow Coma Score). Esta práctica puede resultar atractiva, pero lo cierto es que proporciona
menos información que la descripción completa de las tres respuestas y, en caso de aumento o
disminución del Score, no es posible identificar en qué parámetro de los evaluados la respuesta del
paciente ha mejorado o empeorado. Según sus autores, los tres componentes deben ser monitorizados,
registrados y comunicados por separado.

El uso de la escala fue promovido en 1980, cuando se recomienda para todo tipo de persona lesionada
en la primera edición del ATLS (Advanced Trauma Life Support) y de nuevo en 1988, cuando la
Federación Mundial de Sociedades de Neurocirugía (WFNS) lo utilizó en su escala de de clasificación
de los pacientes con una hemorragia subaracnoidea. La escala progresivamente ha ocupado un papel
central en las guías clínicas y se ha convertido en un componente integral de los sistemas de
puntuación para las víctimas de trauma o enfermedad grave.

La escala de Glasgow se divide en tres grupos puntuables de manera independiente que evalúan la
apertura de ojos sobre 4 puntos, la respuesta verbal sobre 5 y la motora sobre 6, siendo la puntuación
máxima y normal 15 puntos y la mínima 3. Se considera traumatismo craneoencefálico leve al que
presenta un Glasgow de 15 a 13 puntos, moderado de 12 a 9 y grave menor o igual a 8.
La escala no puede aplicarse directamente a los niños de todas las edades porque, por ejemplo, la
mejor respuesta verbal “Orientado” y la mejor respuesta del criterio motor “obedece órdenes” no
pueden valorarse en los niños menores de 5 años. Por ello se han propuesto escalas modificadas para
pediatría.

Sin embargo, a pesar de su extendido uso, se han encontrado importantes limitaciones en la literatura
publicada. Quizás la limitación más importante es la incapacidad para obtener datos completos y
precisos de forma universal, especialmente en el contexto de pacientes intubados, sedados, afásicos
o con traumatismo facial. Además, hay numerosos factores de confusión que pueden afectar a la
fiabilidad y validez del Glasgow. Por ejemplo, la respuesta verbal puede estar limitada por la
presencia de pérdida de audición, trastornos psiquiátricos, demencia o lesiones en boca y garganta
(traqueotomía). La respuesta motora es vulnerable a la presencia de factores como lesiones de la
médula espinal o de nervio periférico o la inmovilización de los miembros por fracturas. Del mismo
modo, la apertura ocular puede resultar imposible por la presencia de edema palpebral.

Se han evaluado cada uno de los componentes por separado, encontrando que la respuesta motora es
la que guarda mayor coherencia con el Glasgow, tanto en coma traumático como no traumático. La
evidencia sugiere que dicho componente aislado podría ser útil para triar y predecir pronóstico en
pacientes traumatizados, sobre todo aquellos en los que la recogida completa de datos es difícil.

A pesar de estas limitaciones, diversos estudios coinciden en afirmar que la escala de coma de
Glasgow es un buen predictor de mortalidad intrahospitalaria y un instrumento útil para el triaje
previo a la hospitalización.

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