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CUADRO FILOSOFICO DE LOS PROGRESOS SUCESIVOS DEL ESP{RITU HUMANO Discurso pronunciado en latin ' en la Sorbona como clausura de las Sorbénicas, por Turgot, prior, el 11 de diciembre de 1750? Los fenémenos de la naturaleza, sometidos a le- yes constantes, estén encerrados en un cfrculo de Tevoluciones siempre iguales. Todo renace, todo pe- rece. En las sucesivas generaciones, por las que los vegetales 0 animales se reproducen, el tiempo no hace sino restablecer a cada instante la imagen de lo que ha hecho desaparecer. La sucesin de los hombres, al contrario, ofrece * Como el primer discurso, fue también redactado primera- mente en francés, que es como nos ha llegado, ? Du Pont afiema haber eliminado —como en el primer dis- curso— «el exordio relativo a la circunstancia». Sin embargo, Schelle ha constatado que este exordio no se encuentra en los ‘manuseritos conservades. Estamos de acuerdo con Schelle en que ‘muy dificimente ha existido jamés este exordio porque no se centenderta que Turgot fo mantuviese en las copias del primer , el primero de la llamada doctrina de «los tres estadiog», que fue formulada por Comte en el Discurso sobre ef explritu postive. * Turgot reitera aqu{ su oposicién a todos los intentos de far para siempre el momento historico presente y de evitar todo pro- {reso 0 reforma posterior. En el primer discurso hemos visto ‘como critica el intento de fosilizacion politica; aqut censurada sobre todo la oposicién a toda ilustracin futura de la humanidad como diré Kant en Respuesia a la pregunia: cqué es ilusira- ‘idn?—, Una vea mas Turgot se muestra como un tipicoilustrado reformista moderado. DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 45 Por esta causa las regiones que han sido las prime- ras en ilustrarse no son aquellas donde las ciencias han hecho un mayor progreso. El respeto para la naciente filosofia, que la aparicién de la novedad imprime en los hombres, tiende a perpetuar las pri- meras opiniones. El espiritu de secta se le une, y este espiritu es natural a los primeros fil6sofos, puesto que el orgullo se nutre de la ignorancia. Quien menos sabe, menos duda; cuanto menos se hha descubierto, menos se ve lo que queda por des- cubrir. En Egipto, y mucho tiempo después en los indios, la supersticién hacta de los dogmas de la filo- soffa antigua el patrimonio de las familias sacerdo- tales que, al consagrarlos, los encadenaban e incor- poraban a los dogmas de una falsa religién. En la gran Asia, el despotismo politico era efecto del esta- blecimiento de grandes imperios en los siglos barba- 0s. El despotismo civil nace de la esclavitud y de la poligamia —que es su consecuencia—, de la molicie de los principes y de la postraci6n de los subditos. En China el cuidado mismo que tomaron los empe- radores en reglar los estudios y en mezclar las cien- cias con Ia constitucién politica del Estado las retie- ne por siempre en la mediocridad. Estos brotes, desde su origen demasiado fecundos en ramajes, ce~ saron bien pronto de crecer. El tiempo pasaba y se formaron nuevos pueblos. En la desigualdad de los progresos de las naciones, los pueblos civilizados rodeados de barbaros —tan pronto conquistadores, tan pronto conquistados— se mezclaban entre sf. Sea que los Gltimos reci- biesen de los primeros sus artes y sus leyes con Ja esclavitud, sea que los vencedores cediesen al imperio natural de la raz6n y de la civilizacin sobre la fuerza, los limites de la barbarie retro- cedian siempre. 46 4.R.J. TURGOT Los fenicios —habitantes de una drida costa— se convirtieron en los ministros de los intercambios entre los pueblos. Sus barcos, repartidos por todo el Mediterréneo, comenzaron a descubrir las nacio- nes unas a otras. La astronomia, la navegacién, la geografia se perfeccionaron las unas por las otras. Las costas de Grecia y de Asia Menor se llenaron de colonias fe~ nicias. Las colonias son como los frutos que no de- jan el érbol hasta su madurez. Una vez suficientes a sf mismas, hicieron lo que hizo Cartago, lo que haré un dia América’. De la mezcla de estas colonias, independientes entre sf, con los antiguos pueblos de Grecia y con los restos de todos los enjambres de barbaros que los habfan atacado sucesivamente, se form la na- cién griega. O, atin mejor, se formé este pueblo de naciones compuesto por una multitud de pequeiios pueblos que una pareja debilidad y la naturaleza del pais —cortada por montafias y por el mar— impe- dian expandirse los unos a expensas de los otros. Por otra parte, sus acciones, sus intereses publicos y privados, sus guerras civiles y nacionales, sus mi- graciones, los deberes reciprocos de colonias y me- trépolis, una lengua, las costumbres, una religion comtin, el comercio, los juegos piblicos, el tribunal de las Anfictionfas mezclaban, dividfan, reunfan de mil maneras. En estas revoluciones, por estas mez- 7 Ya en su momento esta afirmacién profética lamé la aten- cién del publico, como relata el padre de Turgot en una carta a luno de sus hermanos. Es interesante subrayar que Turgot ya ha- bla manifestado esta opinién en 1748 en sus manuscritos sobre Recherches sur les causes des progroset de la décadence des scien- ces et des ants ou refléxions sur Vhistoire des progrés de esprit umain. DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 47 clas multiplicadas, se form6 esta rica lengua, expre- siva, sonora; la lengua de todas las artest. La poesfa, que no es sino el arte de tomar como medio el lenguaje y cuya perfeccién depende tanto del genio de las lenguas que emplea, se revistié en Grecia de una magnificencia que todavia no habia conocido. No se trataba —como entre los primeros hombres— de una serie de palabras barbaras pues- tas al servicio de un canto ristico y los pasos de una danza tan grosera como la alegria tumultuosa que expresaba. Estaba adomada de una armonfa que s6lo estaba en ella. El ofdo, siempre més dificil de contentar, habia conducido a las reglas mas severas. Y, si el yugo habfa llegado a ser més pesado, las, expresiones, los giros nuevos, los atrevimientos feli- ces daban multiplicados proporcionalmente mayor fuerza para soportarlo. EI gusto habfa acabado por proscribir estas api- fiadas figuras, estas metéforas gigantescas, que se Teprochan a la poesfa de los orientales. En las regiones de Asia donde las sociedades fueron llevadas demasiado pronto a un estado fijo, donde hubo escribas demasiado pronto, las lenguas, fueron fijadas muy cerca de los primeros origenes y, por tanto, el énfasis en el estilo se convierte en su cardcter, ya que es una consecuencia de la prime- ra imperfeccién del lenguaje. Las lenguas son la me- dida de las ideas de los hombres. Por consiguiente, en los primeros tiempos no tenfan nombres més que * Turgot estuvo siempre muy interesado por la cuestion del origen de las lenguas. En su lista de obras pendientes de escribir se encuentra Considérations sur Vorigine des langues; se conser- van sus notas sobre este tema a parti de la lectura de las Réfle- sions philosophiques de Maupertuis, y hay ademés su articulo sobre la «Etymologie» en la Enciclopedia francesa 48 A.R.J. TURGOT para los objetos mas familiares a los sentidos. Para expresar estas primeras ideas era necesario utilizar metéforas. Una palabra que se inventa no significa nada, es necesario que se relacionen los signos de las ideas més préximas. Intentar guiar el espfritu en Ia direcci6n que se le quiere dar. La imaginacién se acostumbra a coger el hilo de una cierta analogia que liga nuestras sensaciones y sus diferentes obje- tos. Una analogia imperfecta o lejana hace nacer estas metéforas groseras y féciles que la necesidad, més ingeniosa que delicada, emplea y que el gusto desaprueba. De ellas estan llenas las primeras len- guas y los fil6logos aperciben atin los vestigios inclu- so en las més cultivadas. Las lenguas, necesariamente manejadas por to- dos los hombres y a veces por hombres de genio, se perfeccionan siempre con el tiempo, cuando no han sido fijadas por escritos que se convierten en una regla permanente para juzgar su pureza. El uso ha- bitual de la palabra conduce sin cesar a nuevas com- binaciones de ideas. Permite destacar entre ellas, nuevas relaciones, nuevos enlaces y hace sentir la necesidad de nuevas expresiones. Ademés, por las migraciones de los pueblos, las lenguas se mezclan como los rios y se enriquecen con el concurso de varios lenguajes. Asf, Ia lengua griega, formada a partir de la mezela’ de un gran ntimero de lenguas, fijada més tardiamente que las de Asia, reunié la armonia, la abundancia y la variedad. Homero terminé de ha- cerla triunfar, voled en ella los tesoros de su genio y la elev6 al punto més alto por su poesia, el encan- io de sus expresiones, la pompa de sus imagenes. A continuacién, Ia libertad, que, por una revolu- cién natural en los pequefios Estados, vino a esta- blecerse en todas las ciudades sobre las ruinas del DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 49 gobierno de uno solo, dio al genio de los griegos un nuevo desarrollo. Las diferentes formas de adminis- tracién, donde las pasiones opuestas de los podero- sos y del pueblo las precipitaban de tanto en tanto, ensefiaban a los legisladores a comparar, a sopesar todos los elementos de las sociedades, a encontrar el justo equilibrio entre sus fuerzas. Al mismo tiem- po, las querellas y los intereses combinados de tan- tas vecinas repiblicas ambiciosas, débiles y celosas ensefiaban a los Estados a temerse, a observarse sin cesar, a equilibrar los éxitos con alianzas, perfeccio- nando a la vez la politica y la guerra. 'No fue sino después de varios siglos cuando se vieron aparecer fildsofos en Grecia 0, mejor dicho, fue s6lo entonces cuando el estudio de Ia filosofia permiti6 la diferenciacién de algunos espfritus y pa- reci6 suficientemente vasta como para ocuparlos por entero. Hasta entonces los poetas habfan sido a Ia vez los tinicas filésofos y los tinicos historiadores. Cuando los hombres son ignorantes, es facil saberlo, todo. Pero las ideas no estaban iluminadas del todo y los hechos no eran tan numerosos. El tiempo de ia verdad todavia no habfa legado. Los sistemas de los fil6sofos griegos no podian ser més que ingenio- sos. Su metafisica vacilante sobre las mas importan- tes verdades, con frecuencia supersticiosa o impfa, no era més que una suma de fabulas poéticas 0 un tejido de palabras ininteligibles. Su misma fisica no era sino una frivola metafisica. La moral, aunque todavia imperfecta, se resen- tia menos de la infancia de la raz6n. Las renacidas necesidades llamaban sin cesar al hombre a la socie- dad y le forzaban a plegarse a sus leyes: este instinto —este sentimiento del bien y de la honestidad que la providencia ha grabado en todos los corazones, que aventaja a la razén y que a menudo la arrastra 50 A. RJ. TURGOT a su pesar— conduce a los filésofos de todos los tiempos a los mismos principios fundamentales de la ciencia de las costumbres. Sécrates guid a sus conciudadanos por el camino de la virtud, Platén lo sembr6 de flores, el encanto de la elocuencia embe+ llecié sus errores mismos. Aristételes, el espiritu més amplio, el més profundo, el més auténticament- te filos6fico, de toda la antigiiedad, fue el primero en llevar la antorcha de un andlisis exacto a la filo- sofia y las artes. Desvelando los principios de la cer- teza y los resortes del sentimiento, sometié bajo re~ glas constantes la marcha de la razén y la fogosidad del genio. jSiglos felices, cuando todas las artes difundfan en todas direcciones su luz! Cuando el fuego de una noble emulacién se comunicaba con rapidez de una ciudad a otra. La pintura, la escultura, la arquitec- tura, la poesia, la historia se elevaban a la vez y en todas partes, igual como se ve a lo largo de un bos- que mil drboles diferentes nacer, crecer y cubrirse juntos de ramas. ‘Atenas, gobernada por los decretos de una mul- titud cuyas olas tumultuosas calmaban o solivianta- ban a su gusto los oradores. Atenas, donde Pericles habia ensefiado a los jefes a comprar el Estado a expensas del Estado mismo, a disipar sus tesoros para dispensarse de dar cuentas. Atenas, donde el arte de gobernar al pueblo era el arte de divertirle, el arte de cebar sus ofdos, sus ojos, su curiosidad siempre vida de novedades, de fiestas, de placeres, de renacidos espectéculos. Atenas debi6 a los mis- mos vicios de su gobierno, que la hicieron sucumbir bajo Lacedemonia, esta elocuencia, este gusto, esta magnificencia, esta explosién de todas las artes que la han convertido en modelo de las naciones. » * Mientras que los atenienses, los espartanos, los DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 51 tebanos, se arrancaban sucesivamente la superiori- dad sobre las otras ciudades, el poder macedénico —ignorado—, tal como un rio que sobrepasa sus orillas, se extiende lentamente por Grecia bajo Fili- po e inunda con impetuosidad Asia bajo Alejandro. Este conjunto de regiones y de Estados donde las ‘conquistas de los asirios, de los medos, de los persas —habiéndose devorado sucesivamente los unos a los otros— habjan formado este gran cuerpo que, ‘obra de tantos conquistadors y de tantos siglos, se divide con fracaso a la muerte del vencedor de Da- rio. Las guerras entre sus generales establecen nue- vos reinos, Siria y Egipto se convierten en una parte de Grecia y reciben la lengua, las costumbres y las ciencias de sus conquistadores. El comercio y las artes convierten Alejandria en la rival de Atenas. La astronomfa y las ciencias ma- tematicas son levadas més alto, como no lo habian estado nunca hasta entonces. Sobre todo, se ve bri- lar una erudicién que hasta este momento habfan ‘conocido tan poco los griegos. Este estudio que se ejercfa menos sobre las cosas que sobre los libros, que consistfa menos en producir —en descubrir— que en reunir, en comparar, en juzgar, lo que se ha producido, lo que se ha descubierto. No se va mas adelante, pero se vuelven los ojos hacia atrés para observar el camino que se ha hecho. Los estudios que piden mayor genio no son siempre los que su- ponen mayor progreso en la masa de los hombres. Hay espiritus a quienes la naturaleza ha dado una memoria capaz de recoger una multitud de conoci- mientos, una raz6n exacta capaz de compararlos y de darles esta adecuacién que los manifiesta en toda su luz, pero a quienes, al mismo tiempo, ha rehusa- do el ardor del genio que inventa y que abre rutas ‘nuevas. Hechos para reunir descubrimientos anti- 52. A. RJ. TURGOT guos bajo un punto de vista, para iluminarlos igualmente para perfeccionarlos; si no son como an- torchas que brillan por si mismas, son diamantes que reflejan con brillo una luz prestada, pero que una osc ridad total confundfa con las piedras més vulgares. El universo conocido, si me atrevo a hablar asf, el universo comerciante, el universo politico, se ha- bia engrandecido por las conquistas de Alejandro. Las disensiones de sus sucesores comenzaban a pre- sentar un espectéculo mas vasto. En estos choques y oscilaciones de las grandes potencias, las peque- jtas ciudades de Grecia, situadas en medio de ellas y a menudo el teatro de sus combates en presa a las destrucciones de todos los partidos, no sentian més que su debilidad. La elocuencia no fue més el resor- te de la politica; envilecida desde entonces en la 0s- curidad de las escuelas para declamaciones pueriles, pierde su brillo junto con su poder. Con todo, después de varios siglos como un mundo aparte —en Italia—, Roma marchaba por una serie continuada de triunfos hacia la conquista del universo. Victoriosa de Cartago, aparecié de re~ pente en medio de las naciones. Los pueblos tem- blaron y fueron sometidos. Los romanos conquista- dores de Grecia conocieron un nuevo imperio, el del espiritu y del saber. Su rudeza austera se aman- s6. Atenas encontré discipulos en sus vencedores y, muy pronto, emuladores. Cicerén despleg6, en ef Capitolio y sobre la tribuna de las arengas, una elo- cuencia sacada de las lecciones de los griegos y de la que sus esclavizados maestros no conocian ‘més que las reglas. La lengua latina suavizada, enrique- cida, civiliz6 Africa, Espafia y las Galias. Los limi- tes del universo ilustrado se confundfan con los det poder romano, y dos lenguas rivales —el griego y el latin— se lo repartian. DISCURSO SOBRE EL. PROGRESO HUMANO 53 Las leyes de Roma —hechas para gobernar una ciudad— sucumbieron bajo el peso del mundo ente- 10. La libertad romana se apagé entre oleadas de sangre. Solamente Octavio recogié en definitiva el fruto de las discordias civiles. Usurpador cruel, principe moderado, dio a la tierra dias tranquilos. Su esclarecida proteccién animé todas las artes. Ita- lia tuvo un Homero menos fecundo que el primero, pero més sabio, més uniforme, tan armonioso y, quiz4, més perfecto. Lo sublime, la razén y las gra- ias se unieron para formar Horacio. El gusto se perfeccioné en todos los géneros. El conocimiento de la naturaleza y de la verdad 8 tan infinito como éstas. Las artes cuyo objeto es agradarnos son tan limitadas como nosotros. El tiempo hacia aparecer sin cesar nuevos descubri- mientos en las ciencias. Pero la poesia, la pintura, la mésica tuvieron un punto fijo que el genio de las Jenguas, la sensibilidad limitada de nuestros érganos determinan y alcanzan a paso lento sin poderlo su- perar. Los grandes hombres del siglo de Augusto Hlegaron a este punto y todavia son nuestros mo- delos. Después de este tiempo y hasta la cafda del im- perio, no veo més que una decadencia general don- de todo se precipita. {Los hombres no se elevan més que para caer? Mil causas se retinen para de- pravar més y més el gusto: la tiranfa que rebaja los espiritus por debajo de todo lo que es grande; el tujo ciego que, nacido de la vanidad y juzgando me- nos las obras del arte como objetos del gusto que como signos de opulencia, es tan contrario a su per- feocién como le es favorable un esclarecido amor a a magnificencia; el afan por las cosas nuevas entre aquellos que, no teniendo genio para inventarlas, tienen con demasiada frecuencia espiritu para estro- 54 A.J. TURGOT pear las antiguas; la imitaci6n de los vicios de los grandes hombres y la misma imitacién inconvenien- te de sus bellezas. Los escritores se multiplicaban en las provincias y corrompian la lengua. No sé qué restos de la antigua filosofia griega, mezclados con las supersticiones orientales, confundidos con una multitud de vanas alegorias, con el prestigio de la magia, se apoderan de los espfritus y ahogan la fisi- ca sana, que comenzaba a nacer en los escritos de ‘Séneca y de Plinio el Viej Pronto el imperio, abandonado a los caprichos de una milicia insolente, se convierte en la presa de multitud de tiranos, quienes —arrancéndoselo los unos a los otros— pasean por las provincias la deso- laciGn y la destrucciGn. La disciplina militar desapa- rece, los barbaros del norte penetran por todas par- tes, los pueblos se precipitan sobre los pueblos. Las ciudades desertizadas y los campos se dejan sin cul- tivar. El Imperio de Occidente, debilitado por el traslado de todas las fuerzas a Constantinopla, se arruina completamente por tantas destrucciones re- dobladas. Finalmente se hunde de golpe y deja a los burgundios, los godos, los francos disputarse sus vastos restos y fundar reinos en las diferentes regio- nes de Europa. Serfa en este santuario —que yo pasarfa en silen- cio— donde, mientras que el imperio marchaba a su ruina, se estaba expandiendo sobre el universo una nueva luz —luz mil veces més preciosa que las de las letras y de la filosofia—. Religion Santa, ;po- dria olvidarte? ,Podria olvidar las costumbres per- feccionadas, las tinieblas de la idolatria finalmente disipadas, los hombres ilustrados sobre la divini- dad? En la ruina casi total de las letras, sdlo la reli- gién formaba adn escritores, animados por el deseo de instruir a los fieles 0 de responder a los ataques DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 55 de los enemigos de la fe °. Cuando Europa fue presa de los barbaros, s6lo ti amansaste su ferocidad. Solo ti has perpetuado la inteligencia abolida de la lengua latina. Solo t nos has transmitido a través de los siglos el espfritu (si me atrevo a hablar asi) de tantos grandes hombres confiado en esta lengua. © aun la conservacin del tesoro de los conocimien- tos humanos en peligro de perderse es uno de tus beneficies rm Pero la herida del género humano era demasia- do profunda. Hacian falta siglos para curarla. Si Roma hubiera sido conquistada por un solo pueblo, el jefe se habria convertido en romano y su nacién habria sido absorbida en el imperio con su lengua. Se habria visto lo que la historia del mundo presen- te més de una vez muestra: el espectéculo de un pueblo civilizado que, invadido por barbaros, les comunica sus costumbres, su lenguaje, sus conoci- mientos y les fuerza a ser con él un tinico pueblo. Cicerén, Virgilio habrian sostenido la lengua latina, como Homero, Platén, Deméstenes habfan defendi- do Ia suya contra el poder romano. Pero demasia- dos pueblos, demasiadas destrucciones se sucedie- ron. Demasiadas capas de barbarie sc afiadieron unas sobre otras antes de que las primeras tuvieran tiempo de desaparecer y ceder ante la fuerza de la iencia humana. Los conquistadores, demasiado nu- merosos, demasiado librados tnicamente a la gue- a, estuvieron durante varios siglos harto ocupados en sus disensiones. El genio de los romanos se apa- 26 y su lengua se perdi6, confundida con las lenguas germénicas. Es una consecuencia de la mezcla de dos lenguas Turgot vuelve a insist aqui —como en el primer discurso— sobre su tesis de vincularilustracion y religién cristiana, 56 A.R.J. TURGOT el que se forme una nueva diferente de ambas. Pero es necesario bastante tiempo antes que se puedan confundir de una manera suficientemente intim: La memoria, oscilando entre las dos, se determina por azar entre las expresiones de una y de otra. La analogia —es decir, el arte de formar las conjuga- ciones, las declinaciones, de expresar las relaciones de los objetos, de disponer las expresiones en el dis- curso— no tiene reglas fijas. Las ideas se enlazan de una manera confusa, ya que a mayor armonfa hay mayor claridad en el lenguaje. Verted dos lico- res en un mismo vaso, los veréis enturbiarse, oscu- recerse y no recuperar la transparencia, que tenfan por separado, hasta que el tiempo ha convertido esta mezcla en més intima y mas homogénea. Asi, hasta que una larga serie de siglos hubo acabado de dar al nuevo lenguaje su color propio y uniforme, Ia poesia, la elocuencia, el gusto desaparecieron casi enteramente. As{ nacieron nuevas lenguas en Euro- pa y, en el caos de su primera formacién, la igno- fancia y Ia torpeza dominaron en todas partes. {Deplorable imperio de los Césares, fue necesa- rio que nuevas desgracias persiguieran atin los res- tos escapados a tu naufragio! jFue necesario que la barbarie destruyera a la vez todos los asilos del arte! iY también para ti, Grecia, se han eclipsado tus ho- nores! EI norte, en definitiva, parece exhausto, y nuevos vientos se formaron en el mediodia contra las Gnicas provincias que no gemfan atin contra un yugo extranjero! El estandarte de un falso profeta reuni6 los pas- tores errantes en los desiertos de Arabia. En menos de un siglo, Siria, Persia, Egipto, Africa se cubren por este torrente fogoso que abraza en sus destruc- ciones desde las fronteras de la India hasta el océa- no Atléntico y los Pirineos. El imperio griego, ence- DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 57 trado en sus estrechos limites, devastado en el sur Por los sarracenos y més tarde por los turcos, en el norte por los biilgaros, desolado en su interior por las facciones y por la inestabilidad de su trono, cae en un estado de debilidad y de languidez. Y Ia cul- tura de las letras y de las artes cesa de ocupar a los hombres envilecidos en una cobarde indolencia. En vano Carlomagno en Occidente quiere reani- mar ciertos rescoldos de un fuego sepultado bajo las cenizas. Su brillo es tan pasajero como débil. ‘Muy pronto las discordias de sus nietos turban su imperio. El norte hace todavia salir de su seno nue- vos destructores: los normandos, los hiingaros. Ellos cubren atin Europa de nuevas ruinas y de nue- vas tinieblas. En la debilidad general, una nueva forma de gobierno termina por arruinarlo todo. El poder real aniquilado deja su sitio a esta serie de equefias soberanias subordinadas unas a otras. En- tre ellas, las leyes de los feudos mantienen no se qué falsa imagen de orden en el seno mismo de la anarquia que perpetiian. Los reyes sin voluntad, los nobles sin freno, los pueblos esclavos, los campos cubiertos de fortalezas y destruidos sin cesar, la guerra inflamada entre una ciudad y otra, un pueblecito y otro, penetrando —si trevo a hablar de esta manera— toda la masa de reinos ". Todo comercio, toda comunicacién es- ‘én interrumpidos. Las ciudades estan habitadas por artesanos pobres y sin ocio. Las tnicas riquezas, el ocio tinico, de que pueden gozar atin los hombres, estén perdidos entre la ociosidad de una nobleza re- Sons ee ee srr ages, Tet oe lies rs Seis etl nt mene“ hemes Seca reine pen in 58. A.R.J. TURGOT partida aqui y alld en sus castillos y que no sabe sino librarse a combates intitiles a la patria. La igno- rancia més grosera esté extendida sobre todas las naciones, sobre todas las profesiones. {Qué cuadro tan deplorable y qué fiel a lo que fue Europa a lo largo de varios siglos! ‘Con todo, del seno de la barbarie resurgieron perfeccionadas un dia las ciencias y las artes. En medio de la ignorancia, un progreso insensible pre- par6 los brillantes éxitos de los tiltimos siglos. Bajo esta tierra, se desarrollaron ya las débiles raices de una lejana cosecha. Las ciudades de todos los pue- blos civilizados son por su naturaleza el centro del comercio y de las fuerzas de la sociedad. Ellas sub- sistieron y, si el espiritu del gobierno feudal —naci- do de las antiguas costumbres en Germania—, com- binado con algunas circunstancias accidentales, las habia debilitado, era en la constitucién de los Esta- dos una contradicci6n que habia de borrarse a la larga. Veo bien pronto las ciudades levantarse bajo la proteccién de los principes. Estos, tendiendo la mano a los pueblos oprimidos, disminuyen el poder de sus vasallos y restablecen poco a poco el suyo. Se estudiaba ya el latin y la teologia en las uni- versidades junto con la dialéctica de Arist6teles. Desde hacfa mucho tiempo, los arabes musulmanes se habian instruido en la filosofia de los griegos, y sus luces se expandfan en Occidente. Las mateméti- cas se habfan ampliado con sus trabajos. Més inde- pendientes que las otras ciencias de la perfeccién del gusto y quizés de la precisiOn del espiritu, no se las puede estudiar sin llegar a la verdad. Siempre ciertas, siempre puras, las verdades nactan rodeadas de los errores de la astrologia judiciaria. Las espe- ranzas quiméricas de una gran obra, animando a los fil6sofos érabes a separar, a relacionar todos los ele- DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 59 mentos de los cuerpos, habfan hecho aparecer bajo sus manos la ciencia inmensa de la quimica. La ha- bian difundido por todas partes donde los hombres pueden estar errados por sus vidos deseos. En fin, Por todas partes, las artes mecénicas se perfecciona- ban por el simple paso del tiempo, puesto que —en la misma caida de las ciencias y el gusto— las nece- sidades de la vida las conservan y porque —desde entonces—, en esta multitud de artesanos que las cultivan sucesivamente, es imposible que no se en- cuentre alguno de estos hombres de genio que estén mezclados con el resto de los hombres —como el ‘oro con la ganga de la mina—. jQué cantidad de ignoradas invenciones de los antiguos y debidas a estos siglos barbaros provienen de todo lo dicho! Nuestro arte de anotar la miisica, las letras de cambio, nuestro papel, el cristal, 10s grandes espejos, los molinos de viento, los relojes, las lentes, la pélvora de cafi6n, la aguja imantada, la perfeccién de la marina y del comercio. Las artes Ro son més que el uso de la naturaleza, y la practica de las artes es una serie de experiencias fisicas que a desvelan cada vez mas. Los hechos se amontonan en la sombra del tiempo de la ignorancia, y las cien- ias, cuyo progreso —por estar escondido— no era ‘menos real, habjan de reaparecer un buen dia acre- centadas por nuevas riquezas. Sucede como estos rios que, después de haberse ocultado a nuestra vis- ta en un canal subterréneo, se muestran més lejos, engrandecidos por todas las aguas filtradas a través de las tierras. Diferentes series de acontecimientos nacicron en las distintas regiones del mundo, y todas, como por rrutas separadas, concurren por ditimo al mismo fin: levantar las ruinas del espiritu humano. Asf, duran- te la noche se ven las estrellas levantarse sucesiva- 60 A.R.4. TURGOT mente. Se adelantan cada una sobre su circulo. Pa- recen en su comin revolucién mover consigo toda la esfera celeste y Hevarnos al dfa siguiente. Alema- nia, Dinamarca, Suecia, Polonia dejan de ser bos- ques incultos por los cuidados de Carlomagno y de los Otones, y Rusia por el comercio con el imperio griego. El cristianismo, reuniendo estos dispersos salvajes y estableciéndolos en ciudades, corté para siempre estas inundaciones humanas tantas veces funestas a las ciencias. Europa es ain barbara, pero sus conocimientos llevados hasta los pueblos toda- via més bérbaros son para ellos un progreso inmen- so. Poco a poco desaparecieron las costumbres lle- vadas desde Germania hasta el sur de Europa. A partir de las luchas entre los nobles y los principes las naciones comenzaron a formar los principios de un gobierno mas estable y a adquirir, por la varie: dad de las circunstancias donde se encontraban, el cardcter peculiar que las distingue. Las guerras en Palestina contra los musulmanes, dando a todos los Estados de la cristiandad un interés comin, les en sefiaron a conocerse, a unirse, lanzando las simien- tes de esta politica moderna por Ia cual las naciones Parecen no componer sino una vasta reptblica. Ya se ve renacer la autoridad real en Francia. El poder del pueblo se establece en Inglaterra. Las ciudades de Italia se constituyen en repiblicas y presentan la imagen de la antigua Grecia. Las pequefias monar- quias de Espafia atacan a los moros frente a ellas y se juntan poco a poco en una sola. Pronto los ma- res, que hasta ese momento separaban las naciones, se convierten en su enlace por la invencién de la brjula. Los portugueses —en Oriente— y los espa- fioles en Occidente— descubren nuevos mundos: el universo es finalmente conocido. ‘Ya la mezcla de las lenguas bérbaras con el latin DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 61 ha producido en Ia serie de los siglos nuevas len- guas. Mientras que cl italiano —menos alejado de su fuente comtin y menos mezclado con las lenguas extranjeras— se eleva el primero a la elegancia del estilo y a las bellezas de la poesfa, los otomanos —expandidos por Asia y Europa con la rapidez de un viento impetuoso— terminan de abatir el impe- ia de Constantinopla y dispersan en Occidente las débiles chispas de las ciencias que Grecia ain con- servaba. {Qué arte nace de repente como para hacer vo- lar en todas las direcciones los escritos y la gloria de Jos grandes hombres que van a aparece1 tos son los menores progresos de cualquier género! Después de dos mil afios en que las medallas pre- sentaban a todos los ojos los caracteres impresos so- bre el bronce, después de tantos siglos, un individuo desconocido concibe que se puede imprimir sobre el papel. Muy pronto los tesoros de la antigiiedad arrancados al polvo llegan a todas las manos, llegan a todos los sitios, llevan la luz a los talentos que se perdian en la ignorancia, van a buscar el genio al fondo mismo de sus retiros. iHa tlegado la hora! (Europa, sal de la noche que te cubria! jNombres inmortales de los Médicis, de Leon X, de Francisco I, sed consagrados para siempre! {Que los benefactores de las artes compar- tan la gloria con los que las cultivan! {Te saludo, Italia! Tierra feliz, por segunda vez patria de las le- tras y del gusto, la fuente de donde sus aguas se hhan ‘extendido para fertilizar nuestras regiones. ‘Nuestra Francia atin no contempla més que de lejos tus progresos. Su lengua todavia infectada de un resto de barbarie no puede seguirlos. Muy pronto funestas discordias rompieron Europa entera. Hom- bres audaces han conmovido los fundamentos de la 62 4. RJ. TURGOT fe y de los imperios. Los brotes floridos de las be- Ilas artes jcrecen regados de sangre? Vendré un dia —que no est4 lejano— en que ellas embellece- rén todas las regiones de Europa. Tiempo, jdespliega tus répidas alas! Siglo de Luis, siglo de los grandes hombres, siglo de la z6n, japrestrate! Ya en los trastornos de la herejia, ha terminado de situarse la fortuna de los Estados —argo tiempo agitada— como por una dltima sacu- dida. Ya el estudio obstinado de la antigiiedad ha devuelto a los espiritus al punto donde ésta se habia parado. Ya esta multitud de hechos, de experien- cias, de instrumentos, de maniobras ingeniosas, que la prdctica de las artes acumulaba después de tantos siglos, son sacados de la oscuridad por la imprenta. Ya la produccién de dos mundos, unidos bajo los ojos por un comercio inmenso, se ha convertido en el fundamento de una fisica desconocida hasta aho- ra y liberada finalmente de especulaciones extrafias. Ya de todas partes los ojos atentos se fijan sobre la naturaleza. Los menores azares, aprovechados, ori- ginan descubrimientos. El hijo de un artesano en Zelanda, jugando, une en un tubo dos lentes conve- xas. Los limites de nuestros sentidos se retiran y, en Italia, los ojos de Galileo han descubierto un nuevo cielo. Ya Kepler, buscando en los astros los nimeros de Pitégoras, ha encontrado estas dos fa- mosas leyes del curso de los planetas que un dia se convertiran, en manos de Newton, en la llave del universo. Ya Bacon ha trazado a la posteridad la ruta que debe seguir. Qué mortal osa negar las luces de todas las eda- des y las nociones mismas que ha creido las més ciertas? Parece querer apagar la antorcha de las ciencias para reavivar él solo al fuego puro de la raz6n. {Quiere imitar a estos pueblos de la antigiie- DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 63 dad, donde era un crimen prender con fuego extran- jero lo que se quemaba en los de los dioses? Gran Descartes, si no te ha sido concedido encontrar siempre la verdad, al menos has destruido la tiranfa del error. Francia, que ha sido adelantada ya por Espafia Inglaterra en la gloria de la poesia; Francia, cuyo genio no ha terminado de formarse hasta que el es- Piritu filos6fico comienza a difundirse, quiz4 deberd a esta misma lentitud la exactitud, el método, el gusto severo, de sus escritores. Los pensamientos sutiles y rebuscados, la pesada ostentacién de una erudicién fastuosa corrompen ain nuestra literatu- ra. {Qué extratia diferencia entre nuestros progresos en el gusto y los de los antiguos! El avance real de! género humano se delata incluso en sus extravios. Los caprichos de la arquitectura gética no pertene- cen a aquellos que s6lo tienen cabafias de madera. La adquisicién de conocimientos en los. primeros hombres y la formacién del gusto marchaban, por as{ decirlo, al mismo paso. De aqui que su herencia fuera una torpe rudeza, una demasiado grande sim- Plicidad. Guiados por el instinto y la imaginacién, concibieron poco a poco las relaciones entre el hom- bre y los objetos de la naturaleza que son los tinicos fundamentos de lo bello. En los diltimos tiempos, a pesar de la imperfeccién del gusto, el mimero de ideas 0 de conocimientos ha ido aumentando. El estudio de los modelos y de las reglas habia echado a perder la contemplacién de la naturaleza y el sen- timiento: ;Hace falta volver por la reflexién al mo- ‘mento en que los primeros hombres habfan sido conducidos por un instinto ciego?, iy quién no sabe que éste es el supremo esfuerzo de la raz6n? En definitiva, se han disipado todas las oscurida- des. jCudnta luz brilla en todas partes! ;Qué multi- 64 A... TURGOT tud de grandes hombres en todos los géneros! {Qué perfeccién de la raz6n humana! Un hombre ha so- metido el infinito a célculo, ha desvelado las propie- dades de la luz, la cual —ilumindndolo todo— pare- ce esconderse a sf misma. Ha puesto en la balanza a los astros, la Tierra y todas las fuerzas de la ni raleza. Este hombre ha encontrado un rival. Leibniz, abraza en su vasta inteligencia todos los objetos del espfritu humano. Las diferentes ciencias, encerradas en principio en un pequefio nimero de nociones simples comunes a todos, cuando han llegado por sus progresos a ser més amplias y més dificiles, no pueden ser consideradas mas que separadamente. Pero un progreso atin mayor las acerca, puesto que se descubre esta dependencia mutua de todas las verdades que, encadendndolas entre ellas, las ilumi- na la una por la otra. Si cada dfa afiade algo a la inmensidad de las ciencias, cada dia las hace més sencillas, puesto que los métodos se multiplican con los descubrimientos, puesto que los andamios se elevan con el edificio. ih Luis! {Cudnta majestad te rodea! {Qué bri- llo ha repartido en todas las artes tu mano benefi- ciosa! ;Tu feliz pueblo se ha convertido en el centro de la civilizacion! jRivales de Séfocles, de Menan- dro, de Horacio, reunios en torno de su trono! jSa- bias academias, naced, unid vuestros trabajos para la gloria de su reino! jQué multitud de monumentos pliblicos, de producciones del genio, de nuevas ar- tes inventadas, de artes antiguas perfeccionadas! {Quién podria decribirlas? ;Abrid los ojos y mirad! Siglo de Luis el grande, que vuestra luz embellezca el reino precioso de su sucesor!”' Que ella dure Para un ilustrado francés no podia haber otro final mejor de Ia historia que el esplendor de las luces a partir del llamado DISCURSO SOBRE EL PROGRESO HUMANO 65 para siempre, se extienda por todo el universo! iPuedan los hombres llevar a cabo sin cesar nuevos pasos en la carrera de la verdad!". Més todavia, ique puedan llegar a ser sin cesar mejores y més felices! En medio de estas vicisitudes de las opiniones, de las ciencias, de las artes y de todo lo que es hu- mano, gozad, sefiores, del placer de ver a esta reli- gin, a fa que habéis consagrado vuestros corazones y talentos. Siempre igual a sf misma, siempre pura, siempre entera, se perpetia esta religion en la Igle- sia, conservando todos los trazos del sello con que la ha marcado la divinidad. Vosotros seréis sus mi- nistros y seréis dignos de ella. La facultad espera de -vosotros su gloria; la Iglesia de Francia, sus luces; la religion, sus defensores. El genio, la erudicién y la piedad se unen para fundar sus esperanzas. Sigo de Lis XIV. Es de nota que la publicacién del famoso ibro de Volsre Le stele de Lous XIV es un ato posterior al dic de Ter. gu fe pubeado cn 181 urgot termina ablert a potterores ets buma- sids y de lutacin en une perspective st fn,

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