Professional Documents
Culture Documents
mi
pequeña
Jfeistr
-mga^:
t^0|idpacriminal
DE LA MISMA SERIE
9
gt
JOYCE LUKEZIC e/3 oo
Y TED SCHWÁRZ
ARRBSTO
EaiJiv(N;juNi
Una pesa di l
BIEN PUEDE OC
SEiEcnm
mi
jpeguena
autodestrucción familiar.
mi
eguena
á,¿ti^iÁaiL uLit^Ai^
MI PEQUEÑA LISA
What Lisa Knew: The Truths and Lies of the Steinberg Case ^
Copyright ©
1990 by Joyce Johnson
D.R. ©
1991,Selector, S.A. deC.V.
Mier y Pesado 1 28, Col. del Valle, 03100 México, D.F.
Edición original en inglés: G.P. Putnam's Sons
Noviembre
de 1987
E
el
staba oscuro, a pesar de que había corriente eléctrica, en
pequeño departamento de un edificio de piedra arenisca,
Greenwich Village, donde Hedda Nussbaum, en otro tiempo
escritora y editora de libros infantiles, había vivido durante doce
años con Joel Steinberg, un abogado criminalista. El lugar sería
señalado posteriormente por la policía y la prensa como una
cueva. Y lo era: oscura, sucia, con olor a encierro; con manchas
de sangre en las sábanas y en las paredes. Había una mascota,
un conejo blanco y café, y dos estanques de peces tropicales,
irónicamente en condiciones excelentes. Los peces daban vueltas
y vueltas en el agua cáHda y limpia, en el pálido fulgor de su
universo artificial. También había un testigo, ajeno a todo lo
que había ocunido la noche anterior, un callado bebé de sólo 16
meses de edad. Estaba despierto, mirando al techo, recostado
tranquilamente en su corral, sobre un tapete que apestaba a orines.
El policía James Botte se fijó en el pequeño cuando buscaba en
10 Noviembre de 1987
momento.
"¿Tiene la niña asma, o problemas cardiacos?", preguntó.
"¿Tiene la temperatura muy alta, o algún síntoma?"
"Uh... no."
"¿Estaba comiendo algo? Estoy tratando de encontrar una
razón por la que dejara de respirar."
La mujer titubeó. "Um... creo... bueno... no sé exactamente
por qué." Parecía una niña en la escuela, tropezándose con una
pregunta difícil.
12 Noviembre de 1987
algo que puede hacer por su hijo y es morir. Cuando Jim anun-
cia esto con el debido respeto ("El ya no va a regresar, Huck"),
el chico recibe la noticia sin ninguna emoción, excepto la curio-
vado a Lisa unos años antes. Ella ya no llevaba a los niños con
el doctor.
bajo social.
Joseph Petrizzo era un joven activo, con una amabilidad que
desarmaba y seis meses de trabajar en Servicios Especiales para
Niños, investigando casos de abuso de menores. El estaba con-
siderando dejar el trabajo social y convertirse en monje fran-
ciscano.
Cuando Irma Rivera lo dejó entrar, se dirigió inmediatamente
a examinar a Mitchell. El bebé estaba muy sucio. La sala estaba
32 Noviembre de 1987
que vio Petrizzo fue una nariz hundida, una cara que parecía
negra y azul. La recámara era inquietante: había manchas en las
sábanas y las ropas sucias de otros días estaban tiradas. Había
papeles regados por todas partes, en el piso y hasta en la cama.
Ahora, Rivera necesitaba ropas para Mitchell. Steinberg no
sabía dónde las guardaban, pero Hedda sí. Después de que Joel
y Petrizzo salieron de recámara, Steinberg volvió a entrar y
la
villoso que era Stcinberg, que era un buen padre, así como la
historia de la niñita que había estado volviendo el estómago.
Rivera todavía estaba impresionada. No podía creer que una
mujer golpeada así tuviera algo bueno que decir acerca de un
monstruo como Stcinberg.
Algunas de las observaciones que Lackenmeyer hizo de
Stcinberg se apoyaban en las sospechas de abuso: sus ojos vi-
driosos, su hablar muy rápido y sudor incesante. Su mirada se
cruzaba con la de Lackenmeyer por un momento y después la
rehuía. Era igual con la voz, se elevaba y descendía abrupta-
mente, como si alguien estuviera jugando con el control de
volumen.
Cuando Lackenmeyer acabó con Nussbaum, le dijo a Stcin-
berg que entrara a la misma oficina y que utilizara el mismo
"Sí, yo", dijo Joel. "Lisa está lastimada; tienes que venir aquí."
En un día el destino había cambiado para Steinberg, pronto
estaría pasando más tiempo en Centre Street, del que había
pasado en muchos años. En octubre, aparecería como acusado
en una corte donde él había defendido algunos casos.
Joel Steinberg tenía una manera de entrar en contacto con la
heridas?"
Steinberg tenía derecho a decir sencillamente: "Sin comen-
tarios", pero por un momento predominó en él el astuto y com-
bativo abogado que le aconsejaba a su cliente: "Niegúelo todo".
"No hay ninguna huella en ella. Pueden ver los registros del
hospital", gritó a su vez. Kalina le dijo que se callara.
Una vez, Sherry lo llevó a casa de su mamá. Ella tenía ese día
una visita que en cierta forma se parecía bastante a Hedda, la
misma edad, la misma talla, el cabello rizado y canoso. Cuando
el bebé la vio, empezó a gritar; se agarró de las piernas de She-
rry yno la soltó. Sherry lo levantó y se lo llevó afuera. Final-
mente se calmó. Olvidó eso pronto y volvió a ser él mismo.
Noviembre de 1987 45
ojo inteligente, hubiera captado algo que todos los demás pa-
saron por alto.
correcto, cuando tenía uno que preguntarse por qué todos los
actores en la escena mostraban tan notoria falta de emoción.
Sólo se necesitan una o dos declaraciones percibidas como
incorrectas para descubrir que se tienen escalas de dolor, que
los sentimientos profundos son una medida de cordura.
Los periódicos dijeron que Hedda Nussbaum había llorado
cuando un oficial de la corte leyó la descripción de las lesiones
de Lisa Steinberg. Pero su dolor se convirtió en enojo cuando
escuchó que Irma Rivera había descrito su departamento como
sucio y desordenado. Por el momento esta crítica de su habili-
dad doméstica era mortalmente importante y un golpe directo
a su orgullo; irguió la cabeza con fiereza y se le quedó viendo al
que hablaba.
El abogado que hacía las declaraciones por ella no era Ro-
ben Kalina, sino Barry Schcck, quien había conseguido que la
corte lo designara para dcfcnderia. El había buscado intensa-
mente tener el caso y aunque se compadecía por los apuros de
Hedda, quizá también buscaba una oportunidad de adquirir cierta
notoriedad. La familia de Hedda rápidamente había decidido
esperar su caso del de Joel. De un grupo llamado PASOS, Para
Acabar con la Violencia en la Familia, que inmediatamente
organizó el apoyo para Hedda, ellos habían obtenido el nombre
de Michael Dowd, un abogado con reputación de defender exi-
tosamente a mujeres golpeadas, acusadas de asesinar a sus
esposos. Aunque este caso era diferente, tal vez pudiera apli-
carse el mismo razonamiento —que la mujer había sido gol-
peada hasta un punto que ya no era responsable de sus actos.
sión de que su hija le contara todo, pero incluso las chicas feli-
ces tienen sus secretos. Ese verano Nicole adquirió un bron-
ceado perfecto en las playas de la localidad y se hizo novia de
un chico rubio llamado Mark Urban, quien iria a la universidad
ese verano.
Las relaciones padres-hijos, como los romances, pueden
romperse bajo el peso de la verdad absoluta. Los Smigiel eran
católicos y los padres de las buenas chicas católicas, incluso
ahora, no hablan con ellas abiertamente sobre el control de la
natalidad. Se engañan pensando que de alguna manera las chi-
unas horas después. La Dra. Miller les aseguró que Sarosi las
ayudaría a arreglar discretamente la adopción del bebé.
Graceanne y Nicole hicieron maletas en un momento y sa-
lieron apresuradamente de la ciudad, supuestamente para visi-
tar una universidad a la que Nicole le interesaba asistir. El Dr.
Sarosi examinó a Nicole en su consultorio del University Pla-
ce, la admitió en el Hospital Beth Israel en una forma que el
sin atención o lleno de miedo por lo que vio y escuchó con los
Steinbcrg. Sin embargo, cualquier manual de cuidados infantiles
dice a los nuevos padres cuánto aprende el niño en los primeros
meses iniciales de vida, cuánta sabiduría se le transmite a cada
contacto.
"Es mi bebé. Es mi bebé", murmuraba Nicole Smigiel en la
prometió a Joel, **y a ser bonita otra vez.** Olvidaba que se di-
rigía al autor de su destrucción. Pero, por el contrario, el simple
hecho de escribirte a Joel la fortalecía mágicamente. Cuando se
ama, cualquier cosa es posible, incluso recuperar la juventud y
la belleza.
pero que sabía debió sentir: "Debo decirte que fue un gran ali-
LOS
STEINBERG
E, n el verano de 1989, la Galería de Romany Kramoris, en
Sag Harbor, Long Island, recibió varias amenazas anónimas de
bomba porque presentaría Signos de vida, una exposición de 12
fotografías en blanco y negro tomadas por Hedda Nussbaum.
Romany Kramori canceló Signos de vida abruptamente, pero
después, desafiante, la volvió a programar.
A petición de Kramoris, Nussbaum preparó una breve de-
claración de sus propósitos artísticos explicando que el trabajo
fue elaborado en el Hospital Four Winds, durante un periodo de
18 meses en el que ella "regresaba de una muerte emocional'*.
Pero las fotografías revelan muy poco acerca de Hedda Nuss-
baum, exceptuando tal vez su soltura en el manejo de una cámara
y lo convencional de su imaginación. Las imágenes son prede-
cibles, uno casi puede describir la exposición sin haberla visto:
oscuras ramas torcidas con un cielo amenazador al fondo, des-
nudos troncos de árboles junto a un camino cubierto de nieve,
92 Los Steinberg
dura.
La historia de Hedda Nussbaum es tan amorfa como su tra-
bajo fotográfico. Las pocas cosas que ella ha revelado de su
historia no aclaran nada. Ningún detalle explica realmente la
transformación de una editora de libros para niños atractiva y
trabajadora en la mujer que abrió la puerta del departamento
3W mañana del 2 de noviembre; la mujer que permaneció
la
Nussbaum?".
"No, no especialmente."
Nada en su impasible respuesta daba oportunidad de insistir
en el tema.
Sin embargo, London no desistió. Repitió la pregunta en un
lenguaje más moderado:
"¿Considera que fue sin altibajos?"
La respuesta de Hedda Nussbaum tenía el aplomo y la estu-
diada imparcialidad de una trabajadora social brindando un
reporte: "Creo que después de estar en un hospital con gente
proveniente de hogares afectados, en comparación, mi niñez
fue más bien normal y sin altibajos.
94 Los Steinberg
historia que desarrolló sobre ella misma. Tal vez fue más solitaria
de Judy. "Siempre fue 'nosotras', jamás 'yo' ". Dijo Hedda con
su
"L a gente acude con los terapeutas para hallar sustitutos de
voluntad perdida", escribía Rollo May. "O para
aprender el método más reciente de mostrar afecto, sin saber
que éste no es un fin en sí mismo, sino un subproducto de la
forma en que encara uno alguna situación."
A los 31 años Nussbaum empezó a asistir a terapia. Acudía
puntualmente a dos sesiones privadas semanales y a una sesión
de grupo con el Dr. James Bradley Norton, un terapeuta freu-
diano. Le encantaba su nuevo empleo en la editorial — veces
a
realmente se perdía en su absorbente y exigente trabajo — pero
no encontraba esposo. Tal vez el Dr. Norton la ayudara a com-
prender por qué recientemente se sentía tremendamente atraída
por un hombre con tendencias sádicas. Necesitó mucha fuerza
de voluntad para alejarse de esta persona, sobre todo porque él
la seguía llamando para regresar.
era cierto que era italiana. Chariotte Steinberg rio divertida: " Ah,
ese Joel y sus historias". No pareció ni sorprendida ni molesta,
de que su hijo le inventara una vida diferente a la que realmente
tenía. Chariotte, como el padre de Joel, Maurice Steinberg,
provenían de una familia de judíos alemanes.
Joel contaba a la gente acerca de su notable desempeño en la
esposo. Mientras Joel crecía, ella tuvo que trabajar como se-
cretaria en el Departamento de Bienestar Infantil. Se la pasaba
cuidando su gasto.
Joel tenía 1 1 años cuando él y su familia se mudaron del
vecindario judío, en el Bronx, a un departamento con jardín en
Krieger se cambió.
Por 1975, Joel Steinberg intentó impresionar a una joven que
llevó a cenar al Little Italy, contándole que algunos de sus clien-
tes llevaban vidas peligrosas. La joven se había criado en Giicago
y la imagen negatix'a que se formó de Joel se reforzó cuando
caminaban por el lugar y algunos vagos saludaban familiarmente
a Joel, diciéndole: "¡Hola, consejero!" Cuando le pregunté a
Krieger del trabajo de Steinberg con la mafia, dijo con sarcasmo:
"Han de haber sido algunos tenderos quienes lo saludaron esa
vez. ¿Usted cree que Joe Bonanno se dejaría representar por
alguien como él?"
En esos días, Mel Si /kin se recuperaba de un divorcio. Tenía
un hijo de tres años a quien veía los fines de semana. Muchas
veces Joel le d^jo a Mel cuánto lo envidiaba por ser padre. A
Mel le parecía que Joel deseaba más tener hijos que una esposa.
Se jactaba de haber cuidado bebes perfectamente, cuando era
adolescente, y de lo bien que se llevó con ellos. Algunas veces,
Mel le recordaba a Joel que primero tenía que encontrar una
esposa.
Joel había "criado" a una niña llamada Dawn, la hija de una
/
134 Los Steinberg
"P
villoso
ensé que probablemente era hombre más mara-
el
licar deportes. Pero Joel quería que ella lograra tanto salud física
w
como mental . Igual que un padre con su hij a pequeña, él practica-
Cuando una noche llegó Joel Steinberg a ese lugar, junto con
Mel Sirkin y un abogado que estaba interesado en dirigir
a Marilyn, la vio por primera vez en un escenario, con un vestido
rojo entallado que tenía descubierto un hombro. Fue una de las
COSAS
VERDES
;.p
^j M, or qué quenan hijos?, se preguntaba la gente, en
elotoño de 1987, en tono horrorizado y confundido. En cierta
forma la pregunta era retórica pura, pues aunque la gente se la
hacía, pensando que tenía una respuesta racional, se olvidaba
que hay personas que desean hijos por causas irracionales, pero
imperiosas. Nosotros, casi involuntariamente, creemos en la
bondad humana. Pero, ¿por qué buscaba el dolor una mujer?,
¿por qué una instruida pareja de clase media golpeaba a una
niña indefensa? Nosotros queremos creer que el deseo de tener
hijos proviene de una profunda necesidad de crianza. Pero este
instinto puede ser oscurecido por otros deseos.
"No quiero cuidar a nadie", decía claramente Hedda Nus-
sbaum con mucha sinceridad, exactamente siempre que intentaba
,
embarazarse.
Una noche de 1980, Joel le habló a Marilyn por larga distan-
cia para darle algunas desgarradoras noticias: "Ya no soy per-
755 Cosas verdes
pero no la cocaína).
El temor de morir y no dejar nada de uno es una buena razón
para desear un hijo. En verdad, pudo ser un estímulo para
Steinberg, al igual que para muchos padres normales. Pero en
ningún sentido Steinberg era normal, y era mucho menos ra-
cional que antes de empezar a fumar cocaína, aunque todavía
intentaba ubicar sus sentimientos en la megalomanía y el com-
portamiento hiperactivo. Sin duda, esperaba que la paternidad
fuera una experiencia terapéutica. Al tener a un niño disponible
en todo momento para darle amor, quién sabe cuánta emoción
podría liberarse. No hubiera reconocido que odiaba a los niños,
tanto como odiaba al débil y pequeño Joel que en el fondo era.
Steinberg parece haber sospechado que había algo moral-
mente cuestionable en la adopción de Lisa. Naturalmente in-
ventó una historia para justificario, y se la contó a Marilyn
Walton y a otras personas. Obviamente, al final de ella, Joel
Steinberg era un bienhechor y Lisa una huérfana que el destino
colocaba en su camino.
Según esta versión, Joel nunca intentó adoptar a la bebé de
Michelle Launders. Tuvo bastantes problemas para encontrar
un hogar apropiado para ella con otra pareja, después de Anita
Launders, a quién él describía como dura y astuta, lo presionó
entregándole quinientos dólares. Ni ella ni su hija deseaban nada
de ese be'bé. Insistía en que Michelle no era, en absoluto, una
nueva chica católica. Ella permitió el embarazo para forzar a su
amante a casarse; arriesgó y perdió. Cuando desafortunadamente
a Michelle se le desarrollaron una toxemia y diabetes, el arreglo
Cosas verdes 159
cómo había sucedido una cosa tan terrible, pero Nussbaum contó
en el juicio que el ataque de Steinberg no se debió a razón
alguna. Hedda sólo se acordaba del coraje. Después se embarcó
en una detallada descripción de su visita al hospital.
ILv¿.
Cosas verdes 163
Ellas pensaban que era terrible para Hedda el que Joel estuviera
todo el tiempo en su casa.
La caverna a la que Joel Steinberg se retiró era el único lugar
en el mundo donde controlaba absolutamente todo. Entre los
hombres, no había podido ganarse el respeto de sus compañe-
ros. Como abogado, ciertamente no lograría hacer una brillante
carrera, aunque ya había ganado más de un millón. Gran parte
de las ganancias de Steinberg provinieron de astutas inversio-
nes, por lo general actividades ilegales: tráfico de drogas, de
bebés y pornografía.
Un cliente encolerizado fue John Novak, a quien Steinberg
representó en 1981 en un juicio federal en Rutland, Vermont.
Novak y su esposa, Donna (quien tenía su propio abogado),
habían sido acusados de contrabandear un cargamento de ma-
riguana desde Colombia, entrando por el pequeño aeropuerto
de Bennington, Vermont. Joel hizo buenas migas con ellos, o al
pidió uno nuevo. El casero estaba muy molesto por los agujeros
en la pared y empezó a tramitar el desalojo. Joel se desquitó
haciendo una contrademanda y reteniendo las rentas. Podía
utilizar mejor los 500 dólares mensuales, inviniéndolos en otra
cosa. Para 1987, le debía a su casero 20 mil dólares.
Cosas verdes 165
L
168 Cosas verdes
vorciarse de ella; esa era una de las razones por las que acudió
a ver a Joel, pues necesitaba su experto consejo legal.
El departamento debe haberse sentido lleno de gente. Además
de Green, su buen amigo Gregory Malmoulka estaba presente.
Por supuesto, su hija también estaba ahí.
Cosas verdes 175
mó). Esto implica que tal vez Lisa no fuera atacada sexualmente.
mundo".
Como un hombre primitivo, Joel Steinberg llegó a creer que
estaba poseído, aunque sus espíritus malignos utilizaban técni-
cas modernas, como la programación y el lavado de cerebro
para dirigir sus acciones. Por años, tuvo la ilusión de que él era
pidez. Tal vez su ilusión más fatal fue la convicción de que nada
podría destruir la cordura de Joel Steinberg. La creciente para-
180 Cosas verdes
La corta vida de
Lisa Steinberg
I
A Iguien que muere a los seis años no tiene mucha historia,
ninguna hazaña y pocas citas memorables. Los testimonios
coinciden para damos la personalidad de una pequeña víctima:
una niña adorable. Ella siempre era muy dulce, etc. En el caso
de Lisa, resulta difícil asimilar la cuestión de su formación, de
la educación que recibió en la casa de Steinbcrg.
En todos los medios de comunicación, Joel Steinberg ha dicho
que Lisa Steinbcrg fue su creación, una muestra de su amor y
cuidado. Los adjetivos se amontonan en su boca: brillante, ale-
gre, afectiva, capaz de comunicarse, atlética. En una entrevista
por televisión, dijo incluso que "Lisa no fue infeliz un solo día
de su vida". Hedda, en contraste, parece incapaz de describir a
más trilladas dice qué clase de
su hija; apenas con las palabras
Lo que mejor recuerda Hedda acerca de Lisa era
niña era Lisa.
que siempre hacía mucho ruido para dormir. Tal vez reconoció
cuánta violencia se le apHcó a la conciencia de la niña y ahora
190 La corta vida de Lisa Steinberg
supermercado —
el proceso de curación le tomaba generalmente
I
La corta vida de Lisa Steinberg 199
p
sus enemigos
ara 1985, aunque los
mortales
Green ya
y estaba claro que
se habían convenido en
Hedda ya no
progresaría, sin duda Joel Steinberg todavía creía en lo que una
vez le contó Iván Fisher: "Las relaciones son trofeos, como
dinero en el banco. Avanzas con ellas". Nunca fue una filosofía
altruista. Es algo que se asemeja al desarrollo de las grandes
empresas, un proceso que Jocl comprendió antes de que mucha
gente se fijara en él. Cuando Jocl hablaba metafóricamente acerca
de intervenir en el mercado de las relaciones, sin duda lo que él
quería decir era que se podían cobrar intereses. Por ejemplo,
sabía que Lisa era una inversión muy grande. El en realidad
esperaba que la tasa de recuperación de su inversión también
fuera muy grande.
Aunque Hedda atendía las necesidades físicas de Lisa, era
Joel quien jugaba con la niña y se sentaba con ella a ver los
programas infantiles de televisión. Joel decidía su educación
moral y tomaba todas las decisiones relacionadas con su desa-
rrollo. Después de que Lisa cumplió cuatro años, Joel empezó a
junto a una de las ventanas de la sala. Ahí jugaba con sus mu-
ñecas, veía 'Tlaza Sésamo" y dibujaba. Guardaba sus juguetes
y sus dibujos debajo del sillón; los crayones iban a parar junto a
las boronas y la pelusa que se quedaba entre los cojines.
Ciertas noches, tal vez un par de veces a la semana, Hedda se
atareaba en la cocina, preparando algo de cocaína de la reserva
que siempre tenía en casa y mezclándola con éter, después de
consultar su archivo de recetas para variar los efectos. Ella
encontraba todo esto muy interesante, "en un nivel intelectual".
De sus numerosas lecturas, ella aprendió a hacer muchas prue-
bas diferentes. Cuando una nueva provisión de coca llegaba a la
casa, era capaz de examinarla para ver con qué estaba cortada.
Le divertía examinar los cristales. Incluso tenía corresponden-
cia con otros expertos en la droga. Era realmente fascinante, y
también muy útil, aprender cómo las diferentesmezclas afec-
taban las diferentes partes del cuerpo. Aunque Hedda se con-
virtió en una experta conocedora de la cocaína, cuando fue in-
terrogada en el juicio, ya no recordaba cómo la hacía sentir la
cocaína. ¿Generalmente la aceleraba o la relajaba? "Tal vez me
relajaba más", pensó ella.
Seguramente, las propiedades anestésicas de la droga les
debieron servir a ella y a Joel para avanzar más y más en sus
aventuras sadom»asoquistas. Los investigadores encontraron
ciertos objetos deiatadoresen el departamento: esposas y un
un obturador, utilizado para expander el ano. Previa-
látigo, y
Suffolk. Así, los Green dejaron el lugar. Dos años después, los
detectives que investigaban el caso Steinberg se enteraron de
que había una razón para sospechar que la salida de Green pudo
deberse a una acusación de hostigamiento sexual, hecha en uno
de los hospitales, por una estudiante de radiología. Sin embar-
go, nada se probó realmente. Cualquier seguimiento por parte
del hospital, se detuvo cuando el Dr. Green se fue a vivir a otro
estado.
La corta vida de Lisa Steinberg 205
imaginario era St. Louis, una ciudad que visitó una vez en viaje
de negocios. Conocía a una escritora ahí y se quedó en su casa
durante una semana, mientras editaba su libro. Hedda se le-
vantó temprano un día y tomó cuatrocientos dólares del cajón
donde Jocl guardaba su dinero y llegó al aeropuerto La Guar-
dia. Ya en camino, debió saber que no iria a ninguna parte. Se
dijo a sí misma: '^Llamaré a Joel para que no se preocupe".
Como siempre, lo que más la aterrorizaba era que a Joel no le
que fue Betty Kraus quien vio sus papeles y no podía hacerla
regresar.
Marilyn Walton voló a Nueva York, al final del verano. Pasó
el fin de semana del Día del Trabajo con Joel, Lisa y Grcg
Malmoulka, surcando las aguas de Long Island en la Aqua Viva.
Vio a Hedda y al nuevo bebé un rato, mientras se preparaban a
salir de la casa. Joel parecía estar de un humor inusitadamente
tal vez Joel se sentía más libre para perseguir sus placeres pri-
vados.
Lisa tenía cinco años y estaba a punto de entrar al jardín de
niños. A Marilyn, Joel y su hija le parecían "excelentes com-
pañeros de navegación". El pasaba casi todos los fines de se-
mana en el bote con Lisa. Incluso le permitía a Lisa manejar un
rato, aunque a Marilyn no le dejaba ni tocar el timón.
Marilyn llevó una cámara fotográfica de 35mm. Se la prestó
a Lisa, quien ya sabía tomar fotos. Joel le dijo que Lisa tenía su
propia cámara. Lisa hizo que su papá, Marilyn y Greg posaran
para ella; cuando más tarde Marilyn reveló las fotografías, notó
que Lisa había tomado unas muy buenas.
Una vez le dije a Marilyn Walton: "Es una suerte que Joel
Steinberg nunca se te haya declarado".
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea y después
Marilyn me dijo que Joel finalmente se le declaró un par de
veces.La primera fue por teléfono, un mes antes del paseo en
bote,cuando le preguntó una vez más si deseaba adoptar a Lisa.
Marilyn le contestó que le daba mucho miedo su temperamento
como él y le escribió una larga carta. La
para casarse con si-
querría.
La corta vida de Lisa Steinberg 213
E
Hedda y
xiste realmente
el
un videotape que muestra a
bebé, dándole la bienvenida al Año Nuevo de
Joel, Lisa,
1987,
en una fiesta ofrecida por uno de los clientes de Joel en Queens.
Después de que Lisa murió, el cliente se lo vendió a la CBS. A
Mitchell lo arreglaron para la fiesta y usaba un traje ajustado
rojo y blanco. Hedda tenía mucho maquillaje y usaba un vesti-
do negro, con un enorme cuello blanco que la hacía parecer casi
recatada; Joel con su traje oscuro, parecía un abogado crimina-
Hedda y Mitchell parecen absolutamente normales.
lista. Joel,
pidió que la ayudaran. Una vez, cuando otra vecina, Joan Bo-
nano, le preguntó directamente si pasaba algo malo (ese día
Hedda tenía la cara como '*came tártara"), Hedda se puso
enormemente 'Turiosa".
Karen tuvo un extraño encuentro con Hedda durante una
helada noche de enero. Era casi la una de la mañana, la hora en
que Hedda iba a comprar a Food Emporium. Parecía que venía
de ahí, con su atuendo usual, gastados jeans y un delgado suéter
tejido. Llevaba dos cajas en brazos. Cuando las bajó en el
ascensor, Karen vio que estaban llenas con recipientes de helado
Háagen-Dazs, más de las que cabían en el congelador. Hedda
se quitó un guante y puso su mano en la mejilla de Karen. "¿Hace
frío, verdad?", le dijo. Karen no entendía para qué llevaba tanto
La corta vida de Lisa Steinberg 217
hacer esto por él. Además, ella era la persona a quien más amaba
y en quien más confiaba. Quería que vigilara siempre a Hedda,
cuando él estaba ocupado con algunos asuntos importantes. Le
explicó a Lisa que su madre se podría '*ir" en algunas ocasiones
podría notarlo cuando Hedda empezara a mirar fijamente. Lisa
tenía que acordarse de no cruzar miradas con Hedda, pero
también podía haceria regresar echándole agua en la cara, aunque
esto en ocasiones no funcionaría.
Esta tarea era intimidatoria, pero Lisa hizo su mejor esfuer-
zo. Ella trataba de vigilar todas sus miradas. Incluso cuando
veía Plaza Sésamo o cuando estaba muy cansada, ella intentaba
seguir vigilando.
Linda Wilhelm conoció a Lisa Steinberg mejor y durante más
tiempo que muchas personas. La vio desde que Lisa era muy
pequeña, en los días que Hedda todavía se veía atractiva y pa-
seaba por Tenth Street cargando a Lisa. Un día, la Sra. Wilhelm
llamó a Hedda desde la entrada de su casa: *'0h, ¡déjeme ver a
su bebé!". A Wilhelm le encantaban los bebés y esta
la Sra,
niñita era especial. Ella nunca llegó a conocer a Hedda, pero por
supuesto se dio cuenta de los alarmantes y repentinos cambios
en su apariencia en unos cuantos años. Joel pasaba por ahí con
mayor frecuencia, saludando y cambiando miradas con la gen-
te. Por lo general, lo acompañaba Lisa. Su hija más pequeña
dar que Stacey Weiss le dijo alguna vez respecto a las heridas
que vio en el segundo día de clases. En una plática que tuvieron
en octubre acerca de Lisa, las observaciones de Wciss le pare-
cieron "útiles", pero la conversación se enfocó en la interacción
de Lisa con otros estudiantes. Para entonces, la misma Sra. Harón
vio algunas marcas en la espalda de Lisa, cuando ella *'se estiró
también.
Sólo un santo o un mártir, hubiera demostrado tal falta de
rencor, así que la siguiente pregunta de Ira London fue: —¿Por
qué no lo resintió, Srita. Nussbaum?
—¿Perdón?
— ¿Por qué no que usted no pudiera
resintió ir?
— Bueno, no de
sé si Yo no estaba contenta
se trate definirlo.
L as últimas
overoles y blusas de
semanas que Lisa fue a
manga larga que cubrían
la escuela,
sus delgados
usaba
miem-
bros. Hedda declaró que Joel impuso que Lisa usara esas ropas
hasta en días calurosos. Joel también le enseñó a culpar a Mit-
chell.
Cuando 10 días más tarde escuchó que una niña había muerto,
él supo inmediatamente de quién se trataba.
Esa semana, a Joel se le había atravesado un nuevo cliente.
Charles Scannapieco le telefoneó el 20 de octubre desde Clear-
water. Florida, recomendado por un amigo al que Joel repre-
sentó en un divorcio. Los problemas de Scannapieco eran más
serios: él recibió un citatorio para regresar a Nueva York a una
audiencia en Albany, esa semana; tenía un cargo en su contra
por conspiración y 15 cargos por posesión e intento de dis-
tribución de cocaína.
En el norte de Nueva York, la caída de las hojas estaba en su
apogeo. Durante el fin de semana, Joel le iba a dar a Lisa
oportunidad de apreciarlo. El viaje a Albany tenía un propósito
educativo. En esa singular ocasión vería Lisa a papá desempe-
ñarse en un juicio ante un magistrado.
Cuando la recogió de la escuela 41 la tarde del viernes, se
fueron inmediatamente a un banco de University Place y espe-
raron a Scannapieco fuera de él. Joel le dijo a su nuevo cliente
que lo reconocería fácilmente, porque estaña con una pequeña.
A Scannapieco no le importaba cómo manejaba Joel. Stein-
berg insistió en mantenerlas ventanas abiertas. Lisa llevaba sólo
un delgado rompevientos. Se encogió en el asiento trasero,
abrazándose a sí misma. Scannapieco le dijo a Steinberg varias
veces que pusiera la calefacción, pero a Steinberg le gustaba el
aire fresco. Finalmente, Scannapieco hizo que Lisa pasara ade-
lante y se sentara en sus piernas. Ella se recargó en él y él la
envolvió con su chamarra. Joel le platicaba a su hija de seis
años acerca de toda clase de pozos petroleros, algunos de los
que él poseía en Texas. En muy poco tiempo ella se adormeció.
Cuando Steinberg se dio cuenta que la niña se había quedado
236 La corta vida de Lisa Steinberg
rón puesto. Tal vez ella creía todas esas historias que le contaba
su padre a la gente; tal vez había algo que la perturbaba, algo
que la hacía terriblemente diferente de otros niños. "Rapto'',
estaba probablemente más alia de su vocabulario, pero con
seguridad sabía lo que era un policía. Por segunda vez, en dos
semanas, veía que su papá era interrogado por la policía. Su
papá siempre le dijo que si no seguía las reglas, la gente la ale-
jaría de él. Ahora este policía quería llevárselo a la cárcel, sólo
porque una mujer la había visto llorando.
Otros dos policías y un sargento se acercaron al carro de
Steinberg. Doolcy conferenció consargento Caulfield y
el
fono para que Lisa pudiera hablar con su madre. Y Joel dijo que
él mismo podía marcar. Habló con Hedda durante un momento
y después Dooley tomó el teléfono para explicar la situación.
Hedda se escuchaba bastante tranquila. Cuando él le dijo a Hedda
lo que Joel había dicho de los problemas musculares de Lisa,
Hedda contestó: "Sí, es cierto".
A pesar del tono tranquilo de Hedda, ella debió pasar el día
sintiéndose amargamente desatendida, porque Joel había vuel-
to a salir el fin de semana con Lisa. Cuando Dooley dijo, "Aquí
tengo a su hija", a ella le dio mucho miedo. "¿Le pasó algo a
Joel?" Se sintió inmensamente aliviada cuando Dooley le dijo
que el padre de Lisa estaba con ella.
y olvidó qué día era. O tal vez deseaba mucho poder usarlo,
pero tenía miedo de despertar a Hedda para preguntarle dónde
estaba. O tal vez Hedda no le permitió ponérselo, así que se fue
a la escuela con su viejo overol sucio y la camiseta.
Lisa no se sintió a gusto en la fiesta. Sólo tomó sus dulces y
se sentó en su lugar, jugando con sus recortes. La mamá de uno
de los niños tomaba fotografías. Cuando le tocó a Lisa, se ol-
vidó de levantar la vista y sonreír.
Era el 30 de octubre. Ese día, la asistente del director, Bár-
bara Boriotti, vio a Lisa y le pareció que se veía más desaseada
que de costumbre, aunque no vio ninguna lastimadura, al me-
nos no a la distancia de medio metro. La Sra. Kassowitz tam-
bién se la encontró y más tarde recordó que le pareció ver una
lastimadura. También Elliott Koreman se dio cuenta que "el
último par de semanas, Lisa se veía más despeinada de lo que
podían verse otros niños, pero no al grado que le produjera alarma
o que fuera obvia la necesidad de hacer algo".
De cualquier forma, durante la última semana de Lisa Stein-
berg en escuela 41, el Sr. Koreman y la Srita. Boriotti habla-
la
r
256 Mentiras y veredictos
\
Mentiras y veredictos 265
curara.
El hospital de Klagsbrun, Four Winds, se especializaba en el
tratamiento de adicción al alcohol y a las drogas; tenía una reputa-
ción de ser frecuentado únicamente por personas opulentas. Es
uno de una serie de tres hospitales psiquiátricos pequeños, ex-
clusivos y activamente promocionados, que poseía el Dr.
Klagsbrun. Sus instalaciones son lujosas, con amplias cons-
trucciones en una finca. El 18 de marzo de 1989, Hedda Nuss-
baum se trasladó ahídesde el Columbian Presbyterian. En Four
Winds, ella trabajó con un equipo de psiquiatras y con el mismo
Klagsbrun, a quien ella vio casi diariamente, alcanzando las
150 horas de terapia para diciembre de ese año. Algunos
miembros del equipo del hospital y varios de los pacientes lle-
garon a sentirse ofendidos porque les parecía que Nussbaum
gozaba de singulares privilegios. En el hospital también se rea-
lizaba psicodrama y se daban diferentes tipos de terapia artísti-
ca. "¡Puedo hacerlo!", le comentaba Hedda Nussbaum con
asombro a Naomi Weiss, mostrándole algunos trabajos de al-
farería que había realizado. En uno de ellos, ella imprimió
pequeñas tarjetas ilustradas por ella misma, con juguetes y osos,
y por supuesto, volvió a tomar fotografías.
266 Mentiras y veredictos
que uno de los doctores era miembro del culto; sin duda le pasó
por la mente que Barry Scheck era un agente de los Creen. Aun
así,algunas de las historias y declaraciones de Steinbcrg fueron
corroboradas por otras personas con las que habló Maury Terry,
por lo que pudo hallar inmediatamente a los desprogramadores
que Joel y Hedda consultaron en 1983 y 1984.
Para el verano de 1988, Terry tenía un testigo potencialmente
crucial, listo para declarar, un preso llamado Michael Hawkrieg
quien cumplía una sentencia acusado de sodomía, en la prisión
piso del baño. Hedda dijo que la niña había vuelto a vomitar "en
lacama o algo así" y que la tuvo que acostar en el piso. Después
de un rápido vistazo a Lisa, Steinberg decidió que no estaba mal
y bajó a seguir la conversación con Romero, pensando que Hedda
estaba al cuidado de la niña enferma. Estaba tan furioso cuando
regresó al departamento y encontró a Lisa todavía en el piso,
que le gritó a Hedda: "¡idiota, estúpida! ¡bruja!" (palabras que
la vecina de arriba, Rita Blum, recuerda haber escuchado, pero
276 Mentiras y veredictos
hasta las dos de la mañana. Blum pensó que era a Lisa a la que
le gritaba).
Conforme pasó el tiempo, Joel Steinberg arregló esta histo-
agregándole más y más detalles, dependiendo de la persona
ria,
partamento.
En una ocasión llegó Maury Terry que él *'golpeó"
a decirie a
a Lisa un poco antes de y que
irse, también a Hedda por no
cuidar a la niña, dándole una fuerte patada, que provocó la
enorme marca en una de sus caderas.
Respecto a las verduras chinas, también eran importantes. El
y Lisa las trajeron cuando fueron a comprar el periódico (el cual
se encontró posteriormente en el departarnento). La gente en el
Hedda
Ella perdió Ella perdió
a su hija. a su hijo.
muy
C on el acuerdo realizado con Hcdda Nussbaum, existía
poca propabilidad de que las cuestiones de cómo murió
Lisa Steinberg — o incluso el más doloroso tema de cómo
vivió — pudieran ser contestadas durante el juicio.
En particular me preocupaba el segundo tema. Pensé en él
E
cualquier
primero de noviembre de 1987, comenzó como
domingo normal en la casa de Joel Steinberg si uno
no tomaba en cuenta que los padres de los dos niños habían
estado despiertos la noche anterior, fumando cocaína juntos.
Pero por supuesto, esto se había hecho una rutina. Según Hedda,
Joel durmió hasta las 3 P.M. **Creo que no pude dormir en toda
la noche. Por eso no me levanté''. Cuando Ira London la presionó
che' ". ¿Que era esto que Joel le pidió a su hija? El último día
de su testimonio, Hedda recordó repentinamente que Joel sola-
mente le pidió que bebiera suficiente agua.
"El planeaba llevar a Lisa a cenar con él, por la noche. Des-
pués, Joel regresó a la recámara." Hedda sabía que Joel pla-
neaba salir a las siete, a reunirse con Andrés Romero.
En ese momento la madre y la pequeña hija —
la pequeña
que dice Hedda, la dificultad que tenía Lisa para dormirse du-
rante esa semana aparentemente hizo que Steinberg se mostrara
receloso. ¿Lo miraba fijamente con mayor frecuencia, con sus
ojos colmados de terror?
La escena en el baño es la parte menos convincente de la
historia que contó Hedda Nussbaum.
Hedda está sentada en el inodoro, observando el extraño
espectáculo de Joel, con sus manos extendidas enfrente de él y
las palmas hacia arriba,exánime cuerpo de Lisa colgan-
con el
do de sus brazos —
con la postura de un profeta o un mensajero
del destino. Lisa está desnuda, en calzones, aunque solo han
pasado unos minutos desde que ella entró a la recámara com-
pletamente vestida. (Hedda puede estar inventando todo esto o
simplemente no está dispuesta a admitir que Lisa, por lo gene-
ral, estaba semidesnuda, en pleno noviembre.) Todo lo que
Hedda "¿Qué sucedió?", ningún "¡Dios mío!, ¿que
dice es:
sucedió?" o cualquier frase que exprese una emoción más fuerte
que la simple curiosidad.
Según ella, Joel Steinberg contesta: "¿Qué importa lo que
pasó? Es tu niña. ¿No ha llegado esto demasiado lejos?".
A mí este diálogo siempre me ha parecido muy dudoso,
proviniendo de un hombre que acababa de dejar inconsciente a
su hija. Tiene un sello definidamente acusatorio. Por supuesto,
Joelpuede estarse refiriendo a su creencia de que Lisa estaba
programada ese día por Hedda, siguiendo una orden de los Green.
Mentiras y veredictos 289
baño?
Hay teléfonos por todo el departamento. Incluso hay uno en
el baño. Si tan solo se decidiera a marcar, ella podría comuni-
carse al número de emergencias, conPeter Sarosi, o el Dr. Heiss,
otro pediatra con el que solían llevar a Lisa. El número del Dr.
Heiss todavía está anotado en alguna parte del departamento.
Pero entonces, como ella lo admitió en su declaración, Hedda
decidió no hacerlo. La supervivencia de Lisa no era tan impor-
tante como demostrarle a Joel Steinberg lo obediente que era,
que no perdería el derecho a su amor. Por supuesto, ella tam-
bién pudo temer las preguntas que los doctores le hubieran hecho,
incluso Peter Sarosi.
Salieron lágrimas de los dañados conductos lagrimales de
Hedda Nussbaum, mientras le describía a Peter Casolaro y al
jurado y a millones de televidentes, el momento más importan-
te de su vida, el momento de la suprema decisión, cuando la
Hedda tuvo que matar el tiempo durante las horas que Lisa
estuvo tendida ahí, hacer algo para borrar su mente, hasta que
Joel, el curandero, regresara a su casa. Por un rato trabaja con la
pequeña, checando su pulso y su respiración. Durante todo ese
tiempo Mitchell había estado dormitando. Ahora él se despierta
en su corral, probablemente con un gemido y muy mojado.
Hedda no sabe exactamente lo que hace, así que carga al bebé,
lopone en el piso y él se acerca a su hermana. Siempre le gusta
ver lo que Lisa está haciendo; algunas veces le jala el cabello
para despertarla. Esa noche, ella no parece querer jugar con él.
"¿No lo relacionó?"
E 1 8 de diciembre
pr eestaba declaración,
de 1988, mientras Nussbaum todavía
Thomas Joseph Andry y Leo Greis, dos
jóvenes oficiales de policía del sexto distrito, fueron citados
para aparecer como testigos. No fueron llamados ese día, pero
Cuando entraron, vieron a la
estuvieron algún tiempo en la sala.
misma mujer a la que Andry estaba seguro de haber interrogado
la noche del primero de noviembre, entre 8:40 y las 9:50. Su
las
corte de pelo era diferente, estaba vestida conservado ramente,
había subido de peso y el estado de su nariz mejoró. Sin em-
bargo, al veria de inmediato confirmaron su convicción origi-
nal. A Andry y a Greis les costó bastante apegarse a una historia
que pudo haber estropeado el caso para la parte acusadora.
Los dos eran lo que Greis llam.aba "hermanos de trabajo".
Cerca de las 8:40, la noche del domingo primero de noviembre
de 1987, llegó una llamada a la radio de su patrulla; una mujer
tensamente."
Al día siguiente, Cochran y dos detectives llegaron a la casa
de Green para un interrogatorio preliminar, pero la encontraron
L isa Steinberg
medía 1.80 y pesaba 82 kilos.
pesaba 19 kilos y medio. Joel Steinberg
jurados blancos era mucho más difícil considerar esa idea, es-
pecialmente los hombres.
Alien Jared estaba muy conmovido por Hedda. "Por alguna
extraña razón, puedo entender cómo pensaba ella. Nunca he
visto a nadie someterse a sí misma a lo que ella pasó. Se sentía
en sus ojos."
Jeremiah Colé, ejecutivo de una compañía de seguros, quien
era el presidente del jurado, se describió a sí mismo como: "Un
poco anticuado. Si yo veo a una mujer golpeada por un hombre
más grande siento que tendría que intervenir. Si tengo que
matario para detenerlo lo haria. Pero no podemos considerarlo
así".
que Lisa había sido "arrojada, y después chocó con una super-
ficie sólida". Cuando ocurrió esto, el movimiento de su cráneo
.. ^
Mentiras y veredictos 317
propias.
Mientras los jurados dejaban la sala, una de ellos, Helen
Bartheli, pareció dar un indicio al sonreírle ampliamente a Ira
London. El tomó esto como que las cosas iban bien para Stein-
berg, aunque él no sabía que la Sr. Bartheli era una de las firmes
defensoras del asesinato en segundo grado.
Durante todo ese día, los jurados vieron a su presidente te-
rriblemente letárgico y deprimido. Finalmente, Colé les dijo con
318 Mentiras y veredictos
cionar". Jerry pensaba que todos se iban a poner furiosos con él,
i.
Mentiras y veredictos 319
k
Mentiras y veredictos 321
L
DE LA MISMA SERIE
M I {J R Y PV: SADO 1 28 M X CÜ D 03 1 0(
( . I , . I .
7 509984"555863
^^'.S: 682 f./ 1 / / '43 /O 16 FAX; 682 06 4(
iS^N: 968-403-543—8