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Lo peor en ese caso fue la excusa que pusieron buena parte de ellos para no acudir

a sus puestos: participar en las mesas que conformó el Ministerio del Interior para
discutir el Proyecto de reforma de la Ley 65. ¿Y saben cuántos asistieron a dichos
encuentros? No más de doce. Claro que no resulta extraño, porque la mitad de los
quinientos dirigentes sindicales que están enquistados en el Inpec, chupándole la
sangre, no hacen nada.
Es como si no entendieran que eso es otra forma de robar a los colombianos,
además de burlarse de sus compañeros guardianes que sí cumplen con sus
jornadas laborales en las cárceles.
Cómo será de bueno el oficio, que en el Inpec hay 37 sindicatos, cuatro
Federaciones y una Confederación. La única exigencia para constituir un sindicato
es reunir a mínimo veinticinco amigos. Después, el jefe reparte entre los que mejor
le caigan los puestos en la mesa directiva, que son los que gozan de todas las
prebendas.
No sólo es una actividad cómoda, porque no tienen que madrugar a trabajar si no
les provoca. También merece la pena por lo que recaudan. El sindicato más grande
-Aseinpec- recogió entre sus miembros, en los primeros 7 meses del año, 210
millones de pesos. Y el segundo en importancia, Sigginpec, 115 millones. ¿Qué
hacen con ese presupuesto?
Hay varios motivos para afiliarse a un sindicato del Inpec, a cual más noble. Primero:
llegar a dirigente sindical para no mover un dedo. Más de uno lleva así varios años.
Segundo y básico: evitar traslados. Si al director de la entidad se le ocurre mandar
a un guardián a una cárcel que no le gusta, se lo dice a su sindicato y se embolata
la orden. Si pensamos que la nómina de guardianes la conforman 10.800
funcionarios, de los cuales hay 5.700 sindicalizados, ya se puede uno imaginar los
juegos malabares que requiere gestionar las prisiones regadas por el país. Tercer
objetivo: eludir sanciones disciplinarias.
Dirán los sindicatos que miento, que no es vagancia lo que practican sino defensa
de derechos laborales, y que confundo vacaciones con permisos sindicales legales.
Pero más de uno admite en privado que se pasaron de la raya y que el abuso
alcanzó cotas inmanejables.
Es imposible dirigir bien el Inpec, organismo ya complejo de por sí, con 37
sindicatos. Sólo por eliminarlos se justificaría cerrarlo. Pero que nadie se llame a
engaño. A lo máximo que puede aspirar este gobierno es a reducir la corrupción y
el caos a sus justas proporciones -Turbay dixit-.
El cambio a partir del 2002 fue enorme, pero insuficiente. Sindicatos tramposos,
gobiernos que conceden privilegios a los de su casta ('parapolíticos'), jueces y
funcionarios corruptos.
“Colombia se ubicó en el puesto 126 entre 140 países en el indicador de Ética y
Corrupción advirtiendo que el puesto 140 es el peor” (Índice de competitividad global
del Foro Económico Mundial 2015-2016).
No hay colombiano que no sepa que la corrupción en Colombia ha llegado a niveles
escandalosos, bastante más altos que los promedios internacionales, y ello en un
mundo en el que, en todos los países, las más variadas, enormes y descaradas
corruptelas son el pan de cada día. Algunas cifras son elocuentes.

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